Herzl organizó congresos sionistas. El primero de ellos se celebró en Basilea en 1897, tras el cual diría: «en Basilea he fundado el Estado judío».
Las oleadas migratorias hacia Palestina se denominaron aliá. La primera de ellas se produce en estos años (1882-1903), mientras que la segunda comprende la década de 1904-1914. El método que siguen estos pioneros es la compra de tierras y el establecimiento de colonias agrícolas. Son en su mayoría rusos que huyen de los pogroms. Estos primeros asentamientos se denominarían Yishub.
Como en todas las colonias, los judíos tienden a ver a la población local como individuos sin civilizar, que necesitan alguien que les ayude a cultivar sus tierras y desarrollar sus pueblos. Lo cierto es que ya por aquel entonces era difícil encontrar terrenos sin cultivar.
El fin de la I Guerra Mundial. Inglaterra
En 1917, mientras se perfilaba el fin de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano y Austrohúngaro, así como la Rusia zarista, estaban condenados a muerte. El 2 de noviembre de este año Lord Arthur James Balfour, ministro del Foreing Office (Asuntos Exteriores) del Imperio Británico, redacta una carta dirigida al sionista Lionel Walter Rothschild, en la que se declara favorable a la instalación de un hogar nacional judío en Palestina[4]A pesar de la brevedad del texto y de las escuetas explicaciones sobre el alcance de tal apoyo, los sionistas considerarían esta Declaración Balfour como el primer reconocimiento de los derechos del pueblo judío sobre Palestina y una de las piedras angulares de la creación del Estado de Israel.
La carta de Balfour se dirige especialmente a los judíos norteamericanos, sospechosos de simpatía hacia el imperio austrohúngaro, el aliado de Alemania; y a los judíos de Rusia, influidos por las organizaciones revolucionarias que derrocaron al Zar en la primavera de 1917, que son partidarios de que Rusia firme una paz separada con el enemigo. Balfour habla incluso de la misión encomendada a los judíos en Palestina: hacer que los judíos del mundo se comporten "convenientemente".
No obstante, el objetivo último de Gran Bretaña al respaldar el sionismo es el control de Oriente Próximo. Ya en 1916 se habían producido acuerdos entre Inglaterra y Francia para dividir toda la región entre ambas metrópolis: los acuerdos Sykes-Picot. Para Londres, Palestina protege el flanco este del canal de Suez, línea vital entre la India y Gran Bretaña.
Los británicos hicieron también acuerdos con los árabes, claramente contradictorios. Cuando el califa otomano se unió en 1914 con Alemania y el Imperio Austrohúngaro, Londres suscitó una revuelta de los árabes contra su feudo, encabezada por un dirigente religioso, el jerife Hussein de la Meca. A cambio, Hussein obtuvo el compromiso británico de apoyar la independencia de los árabes. Esta sublevación se haría célebre con el agente británico Thomas E. Lawrence ("Lawrence de Arabia").
Finalizada la guerra, la Sociedad de Naciones instaura el sistema de los "mandatos": «Algunas comunidades que en otro tiempo pertenecían al Imperio Otomano, han alcanzado tal grado de desarrollo que su existencia como naciones independientes puede reconocerse provisionalmente, a condición de que los consejos y la ayuda de un mandatario guíen su administración hasta el momento en que sean capaces de gobernarse por su cuenta». De este modo Gran Bretaña adquiere el mandato de Palestina el 24 de julio de 1922. El texto de la SDN por el que se le concede tal mandato estipula que la potencia será «responsable de la declaración [Balfour] originalmente formulada por el gobierno británico y adoptada por [las potencias aliadas] a favor del establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío». Los hijos del jerife Hussein, muy controlados por Londres, se instalan en los tronos de Irak y Transjordania, mientras que Líbano y Siria caen en la escarcela de Francia. Egipto, formalmente independiente desde 1922, sigue bajo ocupación británica.
Los primeros años en Palestina
El sionismo predicaba que Palestina era «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», pero lo cierto es que a principios del siglo XX viven en ella árabes de las tres religiones: 600.000 musulmanes, 70.000 cristianos y 80.000 judíos. Los campesinos o fellahs representan el 60% de la población activa, aunque las tierras que trabajan pertenecen a unas pocas familias pudientes musulmanas. La región está económicamente viva: aumentan los cultivos de frutas y cereales, crecen las industrias manufactureras y el turismo, fruto de las peregrinaciones a Jerusalén, Belén y Nazaret. La vida intelectual y política se halla en auge, de hecho, aparecen periódicos como Al Karmel, en Haifa, y Filastin, en Jaffa.
Ya antes de la guerra, los palestinos autóctonos rechazan a la inmigración judía, cuyo comportamiento se caracteriza a menudo por el racismo y el desprecio a los "bárbaros". Por otra parte, las compras de tierras son consideradas como tentativas de desposesión.
Cuando en 1922 la SDN otorga el mandato sobre Palestina a Gran Bretaña y establece las fronteras[5]los palestinos comienzan a reclamar que se forme un gobierno responsable ante un parlamento elegido por quienes residen en Palestina desde antes de la guerra. Pero ya es demasiado tarde, porque desde la conquista de Jerusalén en 1917 se ha creado una administración independiente sionista (la Agencia) que funciona al lado de la británica. Este gobierno en la sombra se dedicaría, especialmente, a favorecer el aumento de la inmigración, que no crecería masivamente hasta la llegada de Hitler al Poder. Tal inmigración atraviesa a menudo momentos difíciles: los judíos europeos prefieren el Nuevo Mundo a Tierra Santa (entre 1850 y 1927 llegan a EE.UU. cuatro millones de hebreos), además, las crisis económicas en Palestina obligan a muchos a volver a marcharse.
No obstante, el Fondo Nacional judío (organismo económico dependiente de la Organización Sionista Mundial) no se rinde: la compra de tierras se convierte en el objetivo fundamental del movimiento sionista, ya que ni pueden expropiar a los autóctonos, ni existen tierras vírgenes que colonizar. Una vez adquirido el terreno, se fomenta el trabajo exclusivamente judío.
El nacionalismo judío se extiende a otros ámbitos: aparece la Haganá, milicia judía que antecedería al ejército israelí. Por otra parte, el Yishub impone la lengua hebrea y se organiza políticamente. En 1920 reciben la autorización del gobierno británico para elegir una especie de parlamento, dotado de su propio ejecutivo, el Vaad Leumi (Consejo Nacional), y desde los años treinta comienzan a decidir sobre las cuestiones que les afectan, con el beneplácito de la potencia colonial.
Es entonces cuando aparecen dos corrientes políticas: el socialismo de David Ben Gurión (que se convierte presidente de la Agencia Judía en 1935) y el revisionismo de Zeev Jabotinsky, que pretende que se revise el mandato y que incluya las dos orillas del Jordán para que los judíos tengan acceso a Transjordania. Los socialistas acepan el principio del reparto de Palestina, mientras que los revisionistas consideran que la tierra es "inalienable" y reivindican la expulsión de los autóctonos.
Mientras tanto, Gran Bretaña trata de dividir a los palestinos acentuando los roces entre las grandes familias, en especial los Nashashibi y los Husseini. De esta manera se hace imposible cualquier acuerdo: rechazan la creación de una Agencia árabe similar a la judía, porque la aceptación de ésta implica la legitimación del derecho político de los judíos sobre Palestina. Esta frustración se expresa en revueltas, motines y asesinatos, como los cometidos en Hebrón en 1929, donde cerca de ochenta judíos son masacrados.
El "Libro Blanco"
Gran Bretaña, ante las tensiones que se producen en los años treinta, reune en el palacio de Saint James en1939 a miembros de la Agencia Judía como Ben Gurión, representantes palestinos encabezados por los Husseini; y delegados de otros países árabes. La conferencia de Saint James sólo sirvió para certificar la intransigencia de ambos bandos.
La atmósfera prebélica surgida desde la ocupación nazi de Bohemia-Moravia el 15 de marzo propicia el giro pro-árabe de la política mandataria en Palestina, sabiendo que la presencia de Hitler en el poder implicaba que los judíos no tuvieran otra opción que apoyar a los británicos.
Este cambio en la política mandataria queda formalizado el 17 de mayo de 1939, con la publicación del "Libro Blanco" de MacDonald (ministro de Colonias). Su contenido, según el autor Joan B. Culla, se resume en tres puntos:
Sobre el futuro político del país, Londres asociará gradualmente a árabes y judíos al gobierno, con la intención de que en diez años se pueda establecer un Estado independiente de Palestina.
En cuanto a la inmigración judía, ésta queda limitada a un máximo global de 75.000 personas durante los próximos cinco años, y condicionada después al visto bueno de los árabes, de modo que los hebreos no representen más de un tercio de la población total.
La compra de tierras por parte de los sionistas resulta prohibida del todo o muy restringida sobre el 95% del territorio.
El Yishuv acoge el "Libro Blanco" con protestas, tildando a Gran Bretaña de traidora. Por otra parte, los dirigentes árabes rechazan también los nuevos compromisos de Londres porque dicen que siguen siendo demasiado concesivos con los judíos. Esto provoca nuevas revueltas entre árabes, judíos y, ahora también, británicos. Ben Gurión declararía incluso que habían llegado los días del «sionismo combatiente».
No obstante, la inminente guerra modera a las partes y crea nuevos compromisos. La Agencia judía manifiesta a Gran Bretaña su apoyo y disponibilidad para contribuir con todos los medios al inminente esfuerzo bélico, al mismo tiempo que le propone «establecer una tregua en la controversia en torno al "Libro Blanco"».
Los árabes
La revuelta rural arabo palestina no se detiene con el inicio del conflicto mundial, sino que en nueve meses se producen casi mil incidentes armados. Al mismo tiempo, el muftí al-Husseini se evade de la residencia vigilada en Beirut con rumbo a Irak, donde el pueblo manifiesta su apoyo a la Alemania nazi con la esperanza de que una victoria germana les libere de la ocupación francobritánica y de los judíos. El muftí se erige portavoz de una Palestina que lucha contra las democracias y contra el judaísmo internacional, y busca contactos formales con Berlín y Roma, bajo el argumento de que los árabes tienen derecho a resolver la cuestión judía en Palestina. Hitler responde que «Alemania y los árabes tienen como enemigos comunes a Inglaterra y a los judíos».
En Bagdad, un golpe de Estado el 2 de abril de 1941 instala en el poder al amigo del muftí y filonazi Rachid Ali al-Qaylani, derrocado al cabo de dos meses por la intervención militar británica a pesar del auxilio alemán. En agosto-septiembre de 1941 soviéticos y británicos invaden conjuntamente Irán. Los nacionalistas palestinos allí refugiados son deportados a Rhodesia, pero el muftí consigue llegar a la Europa nazi, donde es recibido por Hitler y Mussolini como un huésped de honor.
Los sionistas
A pesar de los intentos de la Agencia Judía, Gran Bretaña no frena la aplicación del "Libro Blanco" y cierra Palestina a los cuatro millones de refugiados judíos. Aún así, los judíos no niegan su apoyo. Ben Gurión afirma: «debemos ayudar a los británicos como si el "Libro Blanco" no existiese, y debemos oponernos al "Libro Blanco" como si no hubiese guerra». El Irgún (banda terrorista hebrea) suspende los ataques contra los británicos para no perturbar su lucha contra Hitler. Sin embargo, la autoridad mandataria no cesa de encarcelar miembros del Irgún y la Haganá, mientras que la inmigración clandestina provoca incidentes cada vez más dramáticos entre sionistas y británicos.
Un sector del revisionismo armado se radicaliza. Abraham Stern y otros miembros de la cúpula del Irgún se escinden en septiembre de 1940 y constituyen una nueva organización clandestina que adoptará el nombre de Lehi (acrónimo de Lohamei Herut Israel, «Combatientes por la Libertad de Israel»). El grupo considera más que nunca a Gran Bretaña como el verdadero enemigo –Hitler es sólo un perseguidor- y propugna la violencia terrorista como método para imponer un programa nacionalista extremo, cuyas tesis territoriales, raciales y político-sociales permiten calificarlo de fascista. De hecho, Stern establece en 1941 contacto con representantes nazis y les ofrece «tomar una parte activa en la guerra al lado de Alemania», a cambio del apoyo de Berlín a una Palestina judía. Esta delirante estrategia provoca numerosas deserciones. El Lehi sería desarticulado y su líder abatido a comienzos de 1942.
La colaboración judía con las tropas palestinas se incrementa a medida que avanza el conflicto. En total, el Yishuv aporta al ejército británico más de 26.000 personas, el doble que la comunidad arabo palestina. Incluso, se crea una fuerza de combate judía autónoma en el seno del ejército británico formada por 5.000 hombres (la Jewish Brigade).
Aunque el conflicto representa un gran peligro para los judíos, también es una oportunidad. Ben Gurión diría: «La guerra de 1914 nos trajo la Declaración Balfour; esta vez debemos llegar a la creación del Estado judío».
Para ello, Ben Gurión considera imprescindible el apoyo de los judíos norteamericanos para que presionen contra la política mandataria de Inglaterra. En mayo de 1942, una conferencia extraordinaria de los sionistas americanos se reúne en el hotel Biltmore de Nueva York. Las resoluciones que se adoptan, conocidas como el "Programa Biltmore", proclaman la adhesión del movimiento a la causa por la que luchan las naciones aliadas; la nulidad legal y moral del "Libro Blanco"; exigen «la realización del objetivo original de la Declaración Balfour y del Mandato» y demandan «que la Agencia Judía sea investida del control de la inmigración ».
Mientras, Palestina continúa impenetrable a la admisión legal de refugiados judíos. Sólo consiguen pasar menos de 20.000 personas a lo largo de la guerra, una pequeña cantidad si tenemos en cuenta la huída masiva que protagonizaron los judíos del Holocausto.
En abril de 1943, a pesar de la existencia de los campos de exterminio, la conferencia anglo-americana de las Bermudas sobre la cuestión de los refugiados concluye que ni Palestina ni Estados Unidos pueden acoger a más inmigrantes judíos.
El bloqueo migratorio favorece la reaparición de grupos terroristas como el Lehi, el Irgún y el recién nacido Palmah. Las tres bandas perpetran atentados contra policías ingleses y judíos al servicio del «gobierno del "Libro Blanco"»y dirigentes políticos. La "rebelión" llega a su punto álgido el 17 de junio de 1946, cuando el Palmah hace saltar once de los puentes que unen a Palestina con los distintos países vecinos. Ante estos ataques se incrementa la represión británica, e incluso, judía, pues se movilizan las instituciones judeopalestinas para sofocar el terrorismo hebreo.
Cuando finaliza la II Guerra Mundial, la situación en Palestina es de bloqueo político, denunciado por los dirigentes sionistas, que dicen de él que supone «una condena a muerte para esos judíos liberados que se cansan de esperar en los campos de internamiento de Alemania». Los árabes, en cambio, afirman que estarían dispuestos a acoger refugiados, pero no colonos.
En agosto de 1946 las autoridades británicas adoptan nuevas medidas contra la inmigración, la más dramática de las cuales es el internamiento en Chipre de todos los que han sido detenidos. Tres razones explican la ruptura del compromiso británico con los judíos:
La situación económica del imperio es desesperada. Comienza el largo reflujo, que se plasmará, en particular, en el abandono de la India en 1947.
Gran Bretaña tropieza con un fuerte movimiento nacionalista árabe que amenaza los tronos de sus protegidos, los reyes de Irak, Transjordania y Egipto. La ruptura con sus aliados puede poner en peligro la situación con el Estado judío.
Los sionistas desafían abiertamente su autoridad con los ya mencionados ataques terroristas.
La mediación de la ONU. La UNSCOP
El 18 de febrero de 1947 el gobierno británico anuncia su decisión de someter a las Naciones Unidas a la cuestión de Palestina, pues se reconocen incapaces «de aceptar las propuestas presentadas por los árabes o por los judíos, o de imponer una solución a todos». Sobre todo porque Gran Bretaña no quiere perder la amistad con Estados Unidos, favorable a las aspiraciones sionistas, mientras se perfila la Guerra Fría.
En el país norteamericano las presiones del colectivo judío favorecen que en 1945 el presidente Harry Truman se declare partidario de la concesión de 100.000 visados más para los judíos en Palestina, creyendo que la mayor parte de los judíos prefieren emigrar a Palestina que a Norteamérica.
En este contexto, la ONU crea una comisión para estudiar la suerte de Palestina. La United Nations Special Comitee on Palestine (UNSCOP) reúne a los representantes de once países. Para garantizar su neutralidad, no se incluyen representantes de las grandes potencias. La comisión llega en junio de 1947 y descubre un país paralizado por el terrorismo de los grupos armados judíos. Es boicoteada por el Alto Comité Árabe, mientras que la Agencia Judía la rodea de "atenciones", hasta el punto de instalar micrófonos en las salas de reunión para conocer las posiciones de cada comisario y testigo.
Pero la comisión atiende por igual tanto las pretensiones de la Agencia Judía como las de grupos minoritarios como la Liga para el Acercamiento y la Cooperación Judeoárabes, favorables a una «patria común del pueblo judío que regresa a ella y del pueblo árabe que reside en ella».
Tres elementos van a primar en el dictamen de la mayoría de los miembros de la UNSCOP e inducirles a sostener la división de Palestina y la creación de un Estado judío: la tragedia de los "clandestinos", la visita de los campos de la muerte y el éxito de la colonización.
La tragedia de los "clandestinos": en julio de 1947 un velero rodeado de barcos de guerra británicos atraca en el puerto de Haifa con 4.500 pasajeros supervivientes de los campos de la muerte. Estas personas son brutalmente desembarcadas y trasladadas a otros buques. La escena es observada por uno de los miembros de la UNSCOP, Emil Sandstrom, al que los testigos hacen creer que los judíos emigrarán a Palestina pase lo que pase. Este relato conmueve tanto a la UNSCOP que desoyen las argumentaciones árabes. Los palestinos no se oponen a acoger refugiados, pero sí a acoger colonos.
Los campos de la muerte: el antisemitismo en la Europa del Este no termina con la guerra. El problema, además, es que a estos refugiados se les acoge muchas veces en lugares instalados a pocos kilómetros de los campos de exterminio a los que han sobrevivido (a veces en el interior del mismo), como el campo de Hahne, en zona de ocupación británica, cerca del campo de Bergen-Belsen, donde las tropas británicas encontraron 10.000 cadáveres entre las barracas. Les habían dejado morir de hambre.
El éxito de la colonización: los observadores internacionales que habían visitado Palestina antes de 1947, así como la UNSCOP, se encontraron con un enorme subdesarrollo en la zona árabe y una forma de vida occidental y moderna en la judía. El representante de Guatemala de la UNSCOP comenta que «al lado del siglo XX, hemos visto vestigios del siglo XV».
No obstante, éste no es argumento para negar la independencia a los árabes. Alain Gresh cita el ejemplo del apartheid: «Nadie discute que en Sudáfrica, en la época del apartheid, los barrios blancos eran "limpios, adecentados, alegres", mientras que los guetos negros eran "sucios, peligrosos, repulsivos". ¿La minoría blanca, en consecuencia, tenía que conservar el poder?».
El Plan para la partición de Palestina de 1947
El 31 de Agosto de 1947 la UNSCOP emite un informe en el cual se recomienda la partición de Palestina en dos Estados, con una unión económica entre ambos, y con la región de Jerusalén y los lugares santos dependiendo de la tutela internacional. La partición se recomienda por siete votos a favor, mientras que la creación de un estado binacional obtiene tres votos. Hay también una abstención.
El 29 de Noviembre la ONU aprueba la Resolución 181[6]más conocida como el Plan para la Partición de Palestina, con 33 votos a favor (entre ellos, EE.UU. y la U.R.S.S.), 13 en contra y 10 abstenciones. Esta partición tendría efecto a partir de la retirada de Gran Bretaña.
En el Plan se concretaban los territorios y fronteras pertenecientes a cada grupo[7]A los árabes se les asignó un tercio de las tierras costeras, a los que se añadían los territorios altos con la excepción de Jerusalén. Los judíos recibían el 52% del territorio del Mandato de Palestina.
En el Norte, esta área incluía las planicies bajas y fértiles, la costa del Sharón, el Valle de Jezreel, y la parte alta del Jordán y el Mar de Galilea. El Estado judío obtiene también el desierto del Negev, que incluía la costa sobre el Mar Rojo. En general la tierra asignada a los judíos consistía fundamentalmente en los sitios tradicionales de población desde finales del siglo XIX, y en las zonas donde fueron establecidos los refugiados judíos tras la Segunda Guerra Mundial.
Las reacciones fueron diversas. La mayoría de los judíos celebraron el plan para la creación de un Estado judío, pero criticaron la falta de continuidad territorial del mismo, dividido en tres zonas separadas por vértices que lo hacían muy poco viable (y difícil de defender), al igual que el territorio asignado a los árabes. Los líderes palestinos se opusieron al plan argumentando que la población árabe era mayoritaria en el país, pues representaba el 67% de la población total (1.237.000 habitantes), y criticaron además que la mayor parte de la tierra (el 54%, incluyendo el desierto del Negev, que suponía el 45% de la superficie de todo el país) se adjudicaba al Estado judío, cuyos habitantes constituían el 33% de la población. La Liga Árabe aprobó una resolución en la que rechazaba frontalmente el Plan para la Partición y en la que advertía que emplearía todos los medios a su alcance, incluida la intervención armada, para evitar que la Resolución 181 fuera ejecutada.
El Reino Unido también se negó a aplicar el Plan de Partición, bajo el argumento de que era inaceptable para las dos partes implicadas. Además, el gabinete británico rechazó compartir la administración de Palestina con las Naciones Unidas durante el periodo de transición recomendado por el Plan.
La guerra de 1948-1949
El 14 de mayo de 1948 Ben Gurión anuncia la creación del Estado de Israel, leyendo una declaración de independencia en un museo de Tel Aviv. Al día siguiente, los ejércitos de Egipto, Transjordania, Siria, Líbano e Irak cruzan las fronteras y comienzan la invasión de Palestina. Comenzaba la "Guerra de la Independencia" o "Guerra de Liberación" para los hebreos, y la "Catástrofe" para los árabes.
Este conflicto se terminaría con la victoria de Israel en julio de 1949 y se cobraría alrededor de 6.500 víctimas en el lado hebreo, y entre 5.000 y 15.000 de la parte musulmana. Dicha victoria le proporciona al Estado judío una ampliación de sus fronteras (mucho más allá de lo que estipulaba el plan del reparto), mientras que se desembaraza de la gran mayoría de los palestinos que residían en sus territorios y los transforma en refugiados. Tampoco respeta las indicaciones de las Naciones Unidas con respecto a Jerusalén, pues el Estado judío invade la parte Oeste de la capital. Pero se le escapan dos territorios: la Cisjordania (y el Este de Jerusalén), que Jordania se anexiona en 1950; y la pequeña franja de Gaza, que queda sometida a la tutela egipcia pero que conserva su autonomía.
Estas cuestiones territoriales se debaten en el armisticio[8]que firma Israel con los países árabes. Aunque los acuerdos del armisticio eran en principio provisionales, esta situación no se modificó hasta el año 1967.
Dirigentes árabes intentaron normalizar la situación y terminar con la provisionalidad de las fronteras en numerosas ocasiones. Este fue el caso de Abdallah de Jordania; del coronel sirio Hosni El Zaim; o del dirigente egipto Gamal Abdel Nasser.
Pero las confrontaciones entre los estados árabes y las corrientes rivales dentro de éstos imposibilitaron cualquier negociación. Por otra parte, Israel no se precipitó en busca de la paz. Como explicaría Ben Gurión al representante israelí en la ONU, Abba Eban: «no debemos correr en pos de la paz. Los acuerdos del armisticio nos bastan. Si corremos en pos de la paz, los árabes exigirán su precio: o territorios, o el regreso de los refugiados, o ambas cosas. Más vale esperar unos años». Como se puede comprobar fácilmente, este problema sigue sin solución y es la base principal de todos los demás conflictos que veremos en adelante.
Consecuencias de la guerra
La guerra supuso para los palestinos un enorme descenso demográfico, pues la partición de Palestina y el conflicto bélico causaron más de 500.000 refugiados. Otros tantos tuvieron que vivir en Israel, la franja de Gaza, Judea o Samaria, gobernados por los judíos, los egipcios o los jordanos. Israel se negó a reacoger a los exiliados y desoyó las indicaciones de la ONU para indemnizar a aquéllos a los que no readmitiese.
Por su parte, los árabes también contribuyeron al éxodo de los palestinos, atendiendo a dos razones: por un lado, pretendían demostrar al mundo y, en especial a las Naciones Unidas, que la partición era un error. Por otro, las tropas árabes planeaban atacar Israel y «lanzar a los judíos al mar», lema que implicaba un borrado total del Estado Judío, para lo cual no debería haber población civil árabe por medio.
La situación de los refugiados palestinos cobró tal dramatismo que la ONU creó la Organización para la Ayuda y Readaptación de los Refugiados Árabes (UNWRA), destinada a garantizar la supervivencia de los campamentos palestinos, dotándolos de hospitales, escuelas, etc.
Por otra parte, la creación formal del Estado Judío favoreció que, a pesar de la dura posguerra, los judíos de todo el mundo emigraran a Israel. En poco tiempo se duplicó la población. Este hecho, a largo plazo, supuso una importante reactivación de la economía: nacieron nuevas industrias, crecieron ciudades y pueblos, se construyeron infraestructuras, etc.
En este marco, Israel es reconocido internacionalmente como Estado cuando se adhiere a la ONU en los años 50.
En el año 1956, Francia, Reino Unido e Israel se alían contra Egipto. Es así como se inicia la lucha por el control del Canal de Suez.
Este importante canal, operativo desde 1869, había sido construido con el dinero de Francia y Egipto, y supuso para Gran Bretaña el enlace entre la metrópolis y la India, motivo por el cual Londres compró su participación al gobierno egipcio. Tras la independencia de la India, el canal fue igualmente importante para el transporte de petróleo y otros productos.
Pero en 1952 el oficial del ejército egipcio Gamal Abdel Nasser perpetró un golpe de Estado contra el gobierno del rey Faruk I y dio un giro arabista a la política exterior.
En julio de 1956, Nasser nacionaliza el canal de Suez, de manera que conservaría las ganancias del canal, pertenecientes antes a Gran Bretaña y Francia. Israel, en cambio, tenía otros motivos diferentes para apoyar la incursión. Desde el fin de la guerra del 48, Nasser había sido una de las voces más alentadoras de la lucha de guerrillas que pretendía derribar el Estado Judío y devolvérselo a los árabes.
El conflicto se inició el 29 de octubre de 1956, con la invasión por parte de Israel del Sinaí y la Franja de Gaza, alcanzando rápidamente el canal. Dos días después, los dos países europeos bombardean Egipto desde sus bases en Chipre y Malta.
Sin embargo, la Unión Soviética y los Estados Unidos frenaron la invasión. La URSS estaba ganándose la confianza árabe y era uno de los principales aliados de Siria. EEUU, en cambio, se quejó por no haber sido informado por sus aliados británicos y franceses de tal acción. La retirada se completó a principios de 1957.
Para Francia y Reino Unido, la retirada supuso la comprobación de que ya no eran las potencias más importantes. Por otra parte, la guerra tampoco fue fructífera para Israel, pues a pesar de que la entrada al Sinaí había sido fácil, el Estado Judío no consiguió que Egipto cambiara de actitud.
Nasser, en cambio, se reforzó en el poder, alzándose ante el mundo árabe como un héroe. A pesar de las derrotas bélicas, el canal de Suez siguió estando nacionalizado.
La subida de Nasser al poder era un claro ejemplo de los numerosos movimientos revolucionarios que se habían producido entre los árabes en los años 50. Los estados cambiaron de gobierno (muchas veces mediante golpes militares) y comenzaron a llamar a la unidad del mundo árabe.
En este contexto, la Liga Árabe nombra «representante de Palestina» a Ahmed Choukeyri, «hasta que el pueblo palestino esté en condiciones de elegir a sus representantes». La primera cumbre de jefes de Estado árabes, reunida en El Cairo en enero de 1964, decide sentar las bases de una "entidad palestina". El 28 de mayo comienza en Jerusalén el primer Congreso Nacional Palestino, que marca la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Aunque la OLP no puede decidir sobre su estrategia ni definir sus ambiciones o sus medios de lucha, está formada por una generación de palestinos que se han educado en las escuelas de la UNRWA, la oficina de la ONU encargada de los refugiados de Palestina, y que han estudiado en las universidades de Beirut o El Cairo. Estos militantes especulan sobre la derrota de sus mayores y luchan por la revancha. Esperan que la unidad de los árabes favorezca la "Liberación de Palestina".
Paralelamente emergen pequeñas organizaciones palestinas más autónomas. En los años 50 numerosos palestinos emigran a Kuwait en busca de trabajo. Uno de ellos, Yaser Arafat, funda en octubre de 1959 Al Fatah ("Movimiento de Liberación Palestina"). Esta organización predica que la liberación de la patria debe ser obra de los propios palestinos, y no de los países árabes, a los que pide en sus publicaciones que «rodeen Palestina con un cinturón defensivo y que observen la batalla entre nosotros y los sionistas». Desde enero de 1965, Al Fatah emprende acciones armadas contra Israel. Este activismo provoca en los refugiados una creciente simpatía hacia Al Fatah, que no tendrá relevancia importante hasta la guerra de 1967.
Tras la guerra de Suez, la ONU había instalado en el Sinaí a las tropas de interposición (UNEF) para evitar enfrentamientos entre Egipto e Israel. El 17 de mayo de 1967 Egipto solicitó formalmente a la ONU la retirada de estas tropas, y comenzó a remilitarizar el Sinaí y la frontera con Israel. Unos días después Egipto bloqueó los estrechos de Tirán. Israel alegó que este hecho era causa de guerra, pues contradecía las Leyes Marítimas de la ONU. El rey Hussein de Jordania se unió a la alianza entre Egipto y Siria.
El día 5 de junio Israel lanzó la "Operación Foco", que consistía en varios ataques contra las bases aéreas egipcias, e invadió la península del Sinaí, ocupando la Franja de Gaza. El 7 de junio, el ejército judío cercó Jerusalén, reabrió los estrechos del Tirán y se hizo con el control de toda la península del Sinaí. Asimismo, las divisiones israelíes en Cisjordania ocuparon Nablús, Judea y Hebrón entre otras ciudades, llegando incluso a cruzar el río Jordán.
El día 8 de junio, Egipto e Israel firmaron una tregua que no fue aceptada por Siria, lo que provocó la campaña contra este país de los días 9 y 10 de junio, en los que Israel forzó la retirada de las tropas sirias. La presión internacional forzó al Estado judío a firmar un alto el fuego.
Para Israel, la guerra supuso un aumento considerable de su territorio[9]con la incorporación de los Altos del Golán, Cisjordania (incluyendo Jerusalén), Gaza y la península del Sinaí. En el otro bando, la derrota militar de Egipto y Siria produjo una gran indignación en el mundo árabe. Nasser inventó la excusa de que habían sido Estados Unidos y Gran Bretaña, en lugar de Israel, quienes habían derrotado a Egipto con su armamento. Los gobiernos de ambos países rompieron relaciones con Egipto. La Unión Soviética sufrió un duro revés tras la Guerra de los Seis Días. Se comprometió a ayudar económicamente a los estados árabes, y solicitó una convocatoria especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En esta sesión, Israel reforzó nuevamente sus posiciones, al alegar que como Estado legítimo tenía derecho a defenderse. La propuesta de retirada fue rechazada y ni siquiera se llegó a un armisticio, sino que Israel insistió en mantener las líneas del alto el fuego hasta que se completaran las negociaciones. El único resultado de la sesión especial fue una resolución adoptada el 4 de julio que se oponía a la anexión de Jerusalén, que Israel había decretado días antes. Esta resolución nunca se hizo realidad.
La Unión Soviética aceptó la petición de Egipto de reforzar su ejército y surtió al país árabe con una cantidad de material sin precedentes.
La resistencia palestina
La derrota de Egipto, Siria y Jordania pone fin a las esperanzas de unidad árabe y corrobora la tesis de Al Fatah, que afianza su hegemonía entre los palestinos y su control sobre la OLP. Pero hay más grupos revolucionarios. Entre las organizaciones más conocidas de fedayin ("los que se sacrifican") las más importantes son el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), de George Habache; y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), de Nayef Hawatmeh. Estos grupos favorecen la lucha de guerrillas como única salida a la situación. Se instalan en Jordania, desde donde llevarán a cabo sus acciones en los territorios ocupados.
La revolución amenaza la estabilidad de los Estados árabes y el dominio de Estados Unidos sobre el petróleo. Por eso, en septiembre de 1970 (el "Septiembre Negro"), los fedayin son aplastados en Jordania por el rey Hussein. La resistencia palestina se refugia en el Líbano. Para no desaparecer, se lanzan al terrorismo internacional, simbolizado por la organización Septiembre Negro: secuestros de aviones, ataque contra los atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, etc.
Sin embargo, poco a poco esta organización comienza a cuestionarse la idea de la lucha armada como única vía para la liberación de Palestina y se zambulle en la acción política y diplomática. Finalmente, en 1973 abandonan los ataques contra objetivos israelíes en el extranjero. En las cumbres de Rabat (1973) y Argel (1974) los países árabes reconocen a la OLP como «el único representante del pueblo palestino». Yaser Arafat es recibido triunfalmente en la ONU[10]La OLP abre representaciones diplomáticas en gran cantidad de países. Cambia, incluso, sus planteamientos fundamentales, pues desde 1969 Al Fatah reivindica «la edificación de un Estado democrático en que coexistan musulmanes, cristianos y judíos», es decir, sin la expulsión de los colonos.
En 1974 la OLP propone la construcción de un estado en Cisjordania y Gaza. Este nuevo objetivo presupone la coexistencia de los dos Estados, pero Israel (con EE.UU. detrás) rechaza toda conversación con interlocutores terroristas.
La Unión Soviética y los Estados Unidos no habían cesado en el intento de que Israel y Egipto firmaran acuerdos definitivos de paz, pero las conversaciones eran cada vez menos fructíferas.
Cuando Anwar el Sadat sucedió a Nasser en el poder, solicitó a la Unión Soviética más armamento y autonomía para usarlo, pero la potencia rusa se negó para no crispar aún más la situación en plena Guerra Fría. La respuesta de Sadat fue expulsar a los expertos rusos de Egipto.
Siria, en cambio, sí mantuvo su apoyo a Egipto. En junio de 1973, Sadat visitó Siria y acordó con Hafez al-Assad (su presidente) el ataque definitivo a Israel.
El 13 de septiembre, en el curso de unas maniobras aéreas según los sirios, o de un hostigamiento según los israelíes, trece aviones de combate rusos de aquel país fueron derribados por el ejército de Israel sobre el Mediterráneo, lo que provocó que Assad instara a su homólogo egipcio a iniciar el ataque cuanto antes.
El 6 de octubre de 1973, día del Yom Kippur, fiesta judía, Egipto y Siria lanzaron su ataque contra Israel, aprovechando que la mayoría de la población civil israelí se encontraría en las sinagogas y que las defensas estarían descuidadas.
Fue necesaria la intervención de la comunidad internacional para que finalizara la guerra el 26 de octubre. El Consejo de Seguridad de la ONU acordó el envío a la zona de fuerzas de interposición de países neutrales.
Egipto e Israel firmaron acuerdos separados en enero de 1974. De esta manera se estableció la salida del ejército israelí de la zona occidental del Canal de Suez y la creación de una línea de separación de 11 kilómetros en la que se desplegarían las fuerzas de las Naciones Unidas, limitándose el número de tropas de ambos bandos. Por su parte, las negociaciones sirio-israelíes culminaron en mayo. Israel se retiraba de la zona Este ocupada en los Altos del Golán durante el conflicto y hasta las posiciones del alto el fuego de 1967.
Las negociaciones se prolongaron ante los deseos de Israel y Egipto de firmar una paz estable. De esta manera, en octubre de 1975, delegaciones de ambos países firmaron un Convenio en Ginebra, cuyo contenido implicaba el abandono por parte de Israel de los campos petrolíferos de Abu Rodeis y la concesión de varios pasos a las fuerzas de la ONU, a fin de que Egipto recuperase parte de la península del Sinaí.
Asimismo, Egipto se comprometió a levantar los bloqueos a Israel en el Mar Rojo y el Canal de Suez; y renunció a la guerra unilateral y a efectuar amenazas contra Israel salvo en caso de que el ejército judío atacase un país árabe. La voluntad pacifista de Sadat se manifestó con su visita a Jerusalén, que provocó oposición en los demás estados árabes. Pero Israel respondió positivamente a la visita de Sadat y ofreció la retirada escalonada del Sinaí en el plazo de tres a cinco años (exceptuando zonas estratégicas) y el estudio de un autogobierno y posible aplicación del derecho de autodeterminación de Cisjordania.
La Conferencia de El Cairo se reunió el 14 de diciembre de 1977 y participaron representantes de Egipto, Israel, Estados Unidos y las Naciones Unidas. En esta conferencia se realizaron negociaciones bilaterales que hubieron de hacer frente a dificultades como el incremento de la colonización israelí en los territorios ocupados, el destino del Sinaí, Gaza y Cisjordania y el futuro de los palestinos. Israel hablaba de autonomía y de autogobierno, pero no aceptaba la idea de un verdadero Estado Palestino.
Los acuerdos de Camp David de 1978
Ante el bloqueo de las negociaciones, el presidente norteamericano J. Carter decidió intervenir directamente como mediador, y por iniciativa suya, Sadat y Begin se reunieron con él en Camp David entre el 5 y el 17 de septiembre de 1978, estableciéndose como resultado de la reunión dos acuerdos: El primero fijaba un periodo transitorio de autonomía administrativa para Gaza y Cisjordania de cinco años, en el que se negociaría su estatuto definitivo. El segundo estipulaba la conclusión de un tratado de paz entre Egipto e Israel que sería firmado en un plazo de tres meses.
Estos acuerdos resultaban ambiguos y dieron lugar a malentendidos según fuera la interpretación egipcia o israelí, de ahí las dificultades posteriores para su total aplicación práctica.
Por otro lado, los acuerdos de Camp David reforzaron la hostilidad a la política egipcia por parte del mundo árabe. El 21 de septiembre, la cumbre de la Liga Árabe se reunió en Bagdad y rechazó formalmente los acuerdos de Camp David.
A pesar de que el acuerdo estipulaba tres meses de plazo para firmar un tratado de paz, dicha firma no se produjo hasta 1979. El tratado, firmado en Washington con Carter como testigo, estipulaba que, siguiendo un plazo máximo de tres años, Israel evacuaría sus fuerzas armadas y asentamientos civiles de la península del Sinaí. La frontera que había separado a Egipto del mandato de Palestina sería definitiva e inviolable. Se reforzó la apertura del Canal de Suez y el estrecho de Tirán. Los dos países se comprometían a normalizar relaciones diplomáticas, económicas y culturales.
Las cláusulas del tratado y el calendario de las operaciones sucesivas sobre los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza plantearon serios problemas ante las diferencias existentes entre egipcios e israelíes, diferencias que también empeoraban con la actitud de Jordania y la de los mismos palestinos.
La Liga Árabe rompió relaciones con El Cairo al calificar a Egipto de traidor. Según los oponentes a Egipto, Sadat había cambiado Sinaí por Gaza y Cisjordania. Los palestinos clamaron venganza y prometieron un baño de sangre: «Hemos de quemar todo lo que sea necesario para que este tratado de traición no logre sus objetivo», gritaba el líder palestino Arafat.
Los conflictos de los años 80. La evolución Palestina
La década de los 80 estuvo marcada por los ataques de Israel a Líbano y por el activismo palestino a través de las "Intifadas".
La situación entre Israel y los países árabes no mejoró. En junio de 1981, la aviación israelí atacó y destruyó la central nuclear iraquí de Tammuz, y en octubre de este año el presidente de Egipto, Sadat, fue asesinado en El Cairo por oficiales de su ejército.
No obstante, se presentó la posibilidad de entablar negociaciones a partir del plan de paz del príncipe Fahd de Arabia Saudí, que pretendía la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967 y el derecho de los palestinos a tener una patria y vivir en ella, lo que implicaba el establecimiento de una administración interina en la ribera occidental del Jordán y la franja de Gaza bajo la supervisión de la ONU.
A pesar del apoyo casi generalizado a este plan, Israel se negó a negociar con los árabes sobre la base de las fronteras anteriores a 1967. De esta manera, a la anexión del sector árabe de Jerusalén que Israel había realizado en 1980, se unió la anexión de la estratégica zona de los Altos del Golán, en el mes de diciembre de 1981. Siria declaró que esta decisión suponía «la abrogación del alto el fuego y la declaración de guerra», mientras que el nuevo presidente de Egipto alegó que esta anexión contradecía los acuerdos de Camp David.
Con respecto a la península del Sinaí, Israel llevó a cabo su devolución a Egipto entre 1980 y 1982.
La invasión de Líbano llegó el 6 de junio de 1982, cuando el ejército israelí invadió el país por el Sur. Los objetivos de esta operación eran asegurar que el territorio situado al Norte de la frontera entre Israel y Líbano quedara desmilitarizado; imponer en Líbano un poder político bajo control cristiano, aliado de Israel; disminuir la influencia de Siria en la región; y desalentar cualquier esperanza de resistencia por parte de la población palestina de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania.
La guerra de Líbano supuso una verdadera catástrofe para los refugiados palestinos: más de mil murieron asesinados, atacados bajos las órdenes de Ariel Sharon. Los que sobrevivieron a estos ataques fueron evacuados a Siria, Túnez, Argelia, Jordania, Yemen del Norte y del Sur, Chipre, Irak y Grecia.
Este conflicto generó una profunda división entre los grupos de resistencia palestinos, dispersos en varios países, que no se repararía hasta abril de 1987.
La Intifada
En 1987 estallaría la rebelión popular de la Intifada en Cisjordania, Gaza y en Jerusalén oriental. El 8 de diciembre, un camión de colonos israelíes embistió un coche de trabajadores palestinos en la franja de Gaza, provocando la muerte de cuatro ocupantes del vehículo palestino. Los habitantes de Gaza descendieron a las calles para protestar. Las fuerzas de ocupación israelíes reaccionaron con dureza matando a varios manifestantes.
Así comenzó la Intifada o "la rebelión de las piedras". Una sublevación sostenida por los niños palestinos, armados de pequeñas rocas, contra uno de los mejores ejércitos del mundo. La OLP aprovechó la situación y se encargó de orquestar la Intifada.
La Intifada fue la culminación de un proceso que se inició el primer día de la ocupación militar de Cisjordania y Gaza. Las causas lejanas de la Intifada residían en la práctica por parte de Israel de una represión sistemática en todas sus formas, incluida la política, con el propósito de la integración de los territorios y la implantación de colonias.
A estas causas se unieron otras de carácter inmediato:
1ª) El gobierno israelí había fracasado a la hora de formular una respuesta adecuada al Plan Árabe del príncipe Fahd en 1982.
2ª) La cumbre árabe de Ammán en noviembre de 1987 estuvo esencialmente consagrada a la guerra entre Irak e Irán, perdiendo por primera vez la cuestión palestina el papel central en las preocupaciones de los jefes de Estado árabes.
3ª) Los palestinos de los territorios ocupados perdieron la esperanza de que el arreglo de las relaciones Este-Oeste llevara a las dos grandes potencias a ocuparse más activamente de la solución del conflicto árabe-israelí.
La Intifada ofreció dos importantes novedades con respecto a movimientos anteriores: en primer lugar, el destacado papel jugado por los Comités de trabajo voluntario, de los Comités de las mujeres y de los sindicatos profesionales, que supieron transmitir a la sociedad el sentido de convivencia y de solidaridad. En segundo lugar, la creación de una Dirección Nacional Unificada del Levantamiento, cuya tarea consistió en formular las reivindicaciones inmediatas y fijar las técnicas de resistencia según los mensajes de rechazo a la ocupación y afirmación de los derechos nacionales.
Los efectos y consecuencias que provocó la Intifada fueron los siguientes:
1º) La consolidación definitiva de la OLP como el único representante legítimo del pueblo palestino.
2º) El logro de la unanimidad en torno a la cuestión palestina, con las excepciones habituales de Estados Unidos e Israel.
3º) En la comunidad israelí surgieron por primera vez minorías en favor de la paz con los palestinos.
La OLP asumió el movimiento de la Intifada y se encargó de movilizar a la opinión palestina en torno al establecimiento en los territorios ocupados de un Estado Palestino confederado a Jordania.
La proclamación del Estado Palestino
La Organización para la Liberación de Palestina experimentó una importante reactivación a partir de 1987, pues se logró la unidad de todos los sectores y fuerzas palestinos.
En octubre de 1988 Yaser Arafat se reunió con el presidente de Egipto y con el rey de Jordania, que poco antes había declarado que dejaba de ser responsable de los territorios palestinos ocupados por Israel y que pretendía la creación de una confederación jordano-palestina.
El 15 de Noviembre de 1988 se reúne en Argel el Consejo Nacional Palestino para aprobar un acuerdo decisivo: la proclamación del Estado Palestino, con la declaración de su independencia y la formación de un gobierno provisional en el exilio. Esta declaración contenía todos los requisitos necesarios para iniciar el ansiado proceso negociador. Con ello la OLP aprobaba el Plan de la ONU para la Partición de Palestina y la Resolución de 1967, en la que se pedía la retirada israelí de los territorios ocupados. Al mismo tiempo se solicitaba la convocatoria de una Conferencia internacional de paz para Oriente Medio, con la participación de todas las partes, con la condición del reconocimiento del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y su renuncia al terrorismo como medio de acción política. En diciembre de 1988 esta declaración de independencia fue explicada por Arafat ante la Asamblea General de la ONU reunida en Ginebra.
El Comité Central de la OLP nombró en 1989 a Yasser Arafat presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Se culminaba así un proceso en el que Palestina aparece como una entidad política y nacional.
La Guerra del Golfo propició un acercamiento entre israelíes y palestinos, a iniciativa de las potencias occidentales, que se produjo de la mano del Secretario de Estado norteamericano James Baker, que convenció a todos los interlocutores de que se reunieran en una conferencia de paz. La oposición israelí a negociar con Yaser Arafat fue la culpable de que no estuviera presente la OLP, aunque sí acudieron figuras palestinas destacadas dentro de los territorios ocupados: Faisal Husseini, Zakaria al Agha, Hanan Asrawi o Hanna Siniora.
Este principio de acuerdo dependía de la aceptación conjunta, en primer lugar, entre Estados Unidos y la Unión Soviética (que se alcanzó pronto debido al final de la Guerra Fría); y en segundo, de Israel y Siria, que posibilitaría la celebración de la Conferencia de Paz.
De Madrid a Oslo
El 30 de octubre de 1991 se inauguró en el Palacio Real de Madrid la Conferencia de Paz. a la que asistieron delegaciones de EE.UU., Rusia, Egipto, Israel, Líbano, Siria y una delegación conjunta Jordano-Palestina, así como de la C.E., el Consejo del Golfo, y la Unión del Magreb Árabe. La ONU asistió en calidad de observadora.
El argumento empleado tanto por árabes como por israelíes no cambió: «paz por territorios», los árabes; «paz por paz», los israelíes.
De las conversaciones bilaterales entre los países árabes e Israel podemos destacar:
A) Los judíos reiteraron que Jerusalén es su capital irrenunciable; los palestinos también.
B) Israel estaba dispuesto a devolver la franja de seguridad ocupada en Líbano cuando lo pidieran los libaneses (no los sirios).
D) Los palestinos demandaban los territorios tomados por Israel en 1967.
E) Los jordanos ofrecieron a los palestinos la federación.
La Conferencia de Madrid supuso el inicio de varias conversaciones bilaterales, pues fue la confirmación de que las partes del conflicto sí podían sentarse cara a cara para negociar, aun cuando el entendimiento era, en muchas ocasiones, imposible.
Se celebraron nuevas reuniones en Washington y Moscú en las que se trataron temas como los refugiados, la cooperación económica y los problemas ambientales, además de la seguridad regional y los territorios ocupados.
Las elecciones israelíes, que dieron la victoria a Isaac Rabin; y, en menor medida, las estadounidenses, que cambiaron a Bush por Bill Clinton, impulsaron el empleo de un nuevo tono en las conversaciones.
El primer ministro israelí Rabin aceptó acatar la Resolución 242 de la ONU (retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967) como base en las negociaciones con Siria. Respecto a Gaza y Cisjordania, Rabin indicó que la citada resolución sólo comenzaría a discutirse con los palestinos después del período transitorio de auto-gobierno. Es en este marco cuando ambos contendientes se reúnen en secreto en Oslo, al margen de las negociaciones entre israelíes y el resto de países árabes. Adoptan una "Declaración de principios sobre los acuerdos provisionales de autonomía". El gobierno israelí y la OLP admiten que «ya es hora de poner fin a decenios de conflicto, de reconocer nuestros derechos legítimos y políticos recíprocos, de esforzarse en vivir en la coexistencia pacífica y la dignidad y la seguridad mutuas y de alcanzar un arreglo de paz justo, duradero y global, así como una reconciliación histórica». En septiembre de 1993 se reunirían en Washington para presentar estos acuerdos[11]
Los acuerdos de Oslo prevén un periodo de autonomía de cinco años en Cisjordania y Gaza, durante el cual una Autoridad Palestina administrará la vida de los palestinos. El ejército de ocupación se desplegará fuera de las ciudades y pueblos pero seguirá controlando las fronteras exteriores, así como la seguridad de las colonias. Los contenciosos principales (trazado de las fronteras, Jerusalén, refugiados, colonias, etc.) se dejan "en suspenso" y serán objeto de negociaciones sobre un arreglo permanente, que se supone que comienza en el tercer año de la autonomía (en mayo de 1996).
A pesar de las buenas intenciones que habíamos visto en todas estas reuniones, la posibilidad de la convivencia de dos Estados fracasó. Aunque en 1995 se celebró con tono amistoso una nueva reunión en Oslo, varios factores ajenos provocaron el fracaso de los acuerdos: Isaac Rabin fue asesinado por un extremista israelí, ascendió la derecha al poder en 1996, los conflictos no cesaron durante las negociaciones, etc.
La Autoridad Nacional Palestina se implantó con éxito tras la llegada triunfal de Arafat a Gaza. A comienzos de 1996 se celebraron elecciones para designar un consejo legislativo. La participación fue masiva.
La cuestión territorial no se llegó a zanjar en ningún momento. A pesar de las promesas, Gaza y Cisjordania siguieron sin alcanzar la libertad. El gobierno israelí dividió Cisjordania en tres zonas: el Área A englobaría las grandes ciudades y estaría bajo control absoluto palestino. El Área B, formado por la mayoría de pueblos palestinos, estaría bajo control mixto (civil palestino y militar israelí). El Área C continuaría ocupado.
Este reparto propiciaba que la Autoridad Palestina gobernase sobre territorios desperdigados por el 40 % de Cisjordania; y sobre las dos terceras partes de Gaza.
En la primavera de 1996 una serie de atentados suicidas, lanzados por el movimiento islamista Hamás cristalizaron en la victoria de la derecha y de Benjamín Netanyahu en las elecciones israelíes. El movimiento Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica) había surgido de la organización de los Hermanos Musulmanes, que fue, en los años setenta y principios de los ochenta, ayudada por los servicios de información israelíes para luchar contra la OLP. Hamás expresó en 1993 su hostilidad hacia los acuerdos de Oslo y creó una estructura clandestina, las brigadas Ezedine Al Qasam, que realizaron campañas de atentados contra civiles israelíes en aquella primavera. El gobierno de Tel Aviv replicó frenando las negociaciones.
En la primavera de 2000 se reanudaron las conversaciones sobre el estatuto definitivo de Cisjordania y Gaza. En lo sucesivo habría que abordar los expedientes más espinosos: el trazado de las fronteras, la suerte de los 3,7 millones de refugiados palestinos, las colonias, Jerusalén, etc. El primer ministro israelí Ehud Barak (que sustituyó a Netanyahu en 1999) convence a Bill Clinton de que convoque una cumbre entre él y Yaser Arafat para «forzar el destino». Esta reunión se celebra, de nuevo, en Camp David, en julio de 2000. El fracaso vuelve a ser total, pues tras este nuevo intento, el Estado palestino (concepto aceptado por Barak) dispone tan sólo de una soberanía limitada. La delegación israelí ofrece restituir casi toda Cisjordania, incluido el valle del Jordán; contempla la admisión en Israel de decenas de miles de refugiados palestinos (aunque no todos) y suaviza un dogma inamovible previendo por primera vez el reparto de "Jerusalén unificada", decretada en 1967 "capital eterna" de Israel.
Pero Arafat rechaza los acuerdos por estar, en su opinión, lejos del mínimo aceptable: el presidente de la ANP exige la totalidad del Jerusalén árabe tal y como era el 4 de junio de 1967. Al no firmar el compromiso, marchita su aureola ante los palestinos.
El 28 de septiembre de 2000 Ariel Sharon impone su presencia de una manera provocadora en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. En tres días, el ejército israelí abate a 30 personas y hiere a 500. Los palestinos, a falta de toda consigna central, se rebelan. Reclaman, ni más ni menos, el fin inmediato de la ocupación. De este modo comienza la Segunda Intifada[12]conocida también como Intifada de Al-Aqsa[13]
La segunda Intifada es muy diferente a la Revolución de las Piedras anterior. En primer lugar, tiene detrás al aparato político, burocrático y militar de la ANP, con la consecuente participación de policías palestinos y milicianos, y la posesión de armamento ligero. Esto recrudece la lucha de ambos bandos, pues Israel contesta a los ataques con tanques y helicópteros, lo cual imprime a los enfrentamientos una dinámica bélica. Otra novedad es la entrada en escena de los árabes israelíes, que se manifiestan desde ciudades de Israel en solidaridad con sus hermanos de Gaza y Cisjordania.
Ariel Sharon y el recrudecimiento del conflicto
El 6 de febrero de 2001 el septuagenario "halcón" Ariel Sharon obtuvo la victoria en las elecciones sobre Ehud Barak.
En marzo-abril de 2001, después de seis meses de enfrentamientos, la segunda Intifada ya había puesto fin al proceso de Oslo y se había retrocedido a la lógica de guerra de décadas atrás. Contra esto, el primer ministro apostaba sin escrúpulos por las medidas de fuerza. El resultado fue de 1.900 muertos palestinos y 623 israelíes a finales de septiembre de 2002.
Por otra parte, los ataques del 11-S[14]despiertan entre muchos musulmanes su lado más radical. Hamás se manifiesta violentamente en apoyo a Al-Qaeda, al grito de «Bin Laden, bombardea Tel Aviv!». Esta nueva situación, así como la presión del nuevo presidente estadounidense George W. Bush, incitan a Sharon a describir a Arafat como «nuestro Bin Laden» y legitimar la represión del levantamiento palestino incluyéndola dentro de la campaña planetaria contra el terrorismo global.
Uno de los aspectos más destacables de la Intifada durante 2001 y 2002 es el protagonismo creciente que adquieren los grupos islamistas, en detrimento de un Arafat indeciso ante la apuesta insurreccional y la retórica negociadora. De hecho, son estos grupos quienes imponen sus métodos al conjunto del movimiento nacional: Yihad, Al Fatah, las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa y, por supuesto, Hamás.
El cambio que experimenta la resistencia palestina no es sólo metodológico, sino también discursivo y cultural. Las expresiones de una racionalidad democrática, pragmática y laica, voces como la de la diputada Hanan Ashrawi («las manifestaciones pacíficas y populares son el arma más eficaz para combatir la ocupación… Además, con la vía armada no tenemos ninguna posibilidad de ganar»), son sepultadas bajo gritos de odio, fanatismo e irracionalidad.
Mientras, los israelíes se dividen en dos bandos: por una lado, buena parte de la opinión pública se apiña alrededor del liderazgo y dureza de Sharon y contemplan la expulsión de los palestinos al otro lado del río Jordán como una manera apropiada de afrontar el conflicto; por otro, ejecuciones extrajudiciales de combatientes de la Intifada, los cientos de víctimas colaterales de la represión (a menudo niños) y los excesos del ejército ponen en marcha multitud de grupos y plataformas en favor de la retirada de Cisjordania y de Gaza y en defensa de los derechos de sus habitantes árabes. Desde enero de 2002, por ejemplo, medio millar de oficiales y soldados en la reserva del ejército israelí declaran públicamente «no queremos seguir luchando más allá de la Línea Verde (la frontera hasta 1967) con el propósito de ocupar, deportar, destruir, bloquear, matar, causar hambre y humillar a todo un pueblo».
El enquistamiento de la situación inclina a cada vez más israelíes a propugnar la separación física entre ambos pueblos. En 2002, el gobierno de Sharon decide construir un muro[15]entre Cisjordania e Israel. Esta barrera, denominada Muro del Apartheid o Muro de la Vergüenza por los palestinos, ha dividido también la opinión pública de todo el mundo: quienes defienden su eficacia frente a los atentados y quienes la condenan.mEl Comité Internacional de la Cruz Roja ha dicho que la barrera, cuya longitud final será de unos 700 kilómetros, es una violación flagrante del derecho humanitario internacional.
La retirada de Gaza
En agosto de 2005 el gobierno de Ariel Sharon inició la retirada de las colonias de Gaza y de cuatro asentamientos de Cisjordania. Fue el mayor giro en la política israelí desde la guerra de 1967. Uno de los motivos que impulsaron este cambio fue el "problema demográfico", pues el gobierno israelí temía que el continuo ascenso de población árabe en la zona contribuyera a la inestabilidad del Estado judío.
Tras un intenso debate, la retirada se inició el 15 de agosto de 2005. La franja de Gaza y la zona de alrededor de los cuatro asentamientos de Cisjordania se cerraron a los visitantes y se iniciaron los procesos de evacuación y demolición de las infraestructuras de las comunidades. A pesar de que el proceso fue más sencillo de lo inicialmente previsto, se vivieron escenas de angustia entre los colonos que rechazaban el traslado. El desalojo se completó con la retirada de la frontera entre Gaza y Egipto, el 12 de septiembre, mientras que en Cisjordania finalizó el 22 de este mes. La retirada provocó la alegría de grupos palestinos como Hamás, que pronto iniciaron una lucha contra las fuerzas de seguridad israelíes.
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