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El evangelio pobre de Yehoshuah de Nazerat (página 3)

Enviado por jjmgonzalez


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Este principal motivo hacía que el rabí hablara contundentemente de la puerta estrecha, la puerta de la justicia, de la inspiración espiritual que hace dignificar al hombre, a través de la práctica de la sencillez y el trabajo. Sin embargo la sentencia hacia los ricos se hizo patente en Yehoshuah, por la amplia visión que el rabí tenía de futuro y que hoy nos empezamos a dar cuenta al ver el resultado de destrucción masiva del planeta, el sometimiento humano al poder, la ambición y el fanatismo de unos pocos que, inevitablemente debemos denunciar si queremos sobrevivir como raza humana. Y esta es la visión amplia de Yehoshuah de Nazerat sobre la conducta humana que denunció, pero que nada tiene que ver con la que han inculcado las religiones a sus adeptos a base de castigos, infiernos y condenación.

Otra de las cosas que repitió en muchas ocasiones el rabí fue: "Seamos perfectos, como Dios, nuestro Padre es perfecto". Bajo la frase de "nadie es perfecto", mucha gente, gobiernos, religiones y ejércitos de todo el mundo justifican las grandes atrocidades cometidas a través de la historia, sobre todo en nombre de Dios, por lo que cabe preguntar, ¿dónde queda la espiritualidad de la religión organizada y sus adeptos, sobre todo en el cristianismo organizado católico y protestante del que ahora hablamos?.

Ser perfectos no quiere decir actuar como dioses o como Dios, aunque algunos definan la idea de la perfección como fascismo (sobre todo algunos interesados que tratan de evitar cualquier esfuerzo que propicie un cambio de mentalidad social y de avance espiritual); ir a la perfección es tratar de actuar simplemente como lo que somos, seres humanos, aceptando, claro está, nuestras propias limitaciones físicas y mentales, pero jamás actuando como bestias, dominando y rompiéndolo todo por placer.

¡Salid de la Babilonia religiosa! Cuando Yehoshuah de Nazerat hablaba, debemos comprender que en muchas ocasiones a través de su vida y sobre todo en el sermón del monte, no era el hombre quien hablaba sino el Espíritu Universal al que hoy llamamos Cristo, aplicándose de esa manera a sí mismo su propia enseñanza de libertad espiritual.

A pesar de que no todo el mundo le entendía, él trataba de explicar al espíritu humano su vivencia espiritual:

–Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, y ruego al Padre que todos estemos en Él como una sola cosa. "Yo soy la Luz del mundo, y si venís conmigo no andaréis en tinieblas, pues también vosotros sois Luz; yo no os tengo como extraños sino como amigos, no como los sacerdotes que os llaman siervos y como sabéis, los siervos nunca saben lo que hace su señor" dice el Espíritu. Todos tenemos un sólo Padre recreador de todos los cielos, Él es el único que nos ama, nos comprende y nos guía directamente, sin intermediarios.

Yo mismo Yehoshuah, como hijo de hombre, nada podría hacer si el Espíritu de nuestro padre Dios no estuviera en mi; así pues, cuando os digo que yo soy el verdadero pan de vida, agua que calma la sed, Luz del mundo, etc., me refiero al Espíritu de nuestro Padre Dios. Está bien que trabajemos para ganarnos el pan que comemos físicamente, pero debemos trabajar también para alimentar nuestro espíritu, y esto no lo encontraremos en las sinagogas ni en los templos, lo encontraremos en nosotros mismos; es más, en estos lugares siempre nos dirán que estamos equivocados y hasta puede ser que nos maltraten y nos echen fuera como ya lo han hecho, ya que los sacerdotes quieren ser los únicos intermediarios entre Dios y los hombres, pero no les hagáis caso porque sólo hay un mediador entre nosotros y Dios, el Espíritu. ¡No os entretengáis más dentro de la religión, y salid de los templos, salid de la Babilonia religiosa!.

Vida espiritual y no religiosa

Todo esto decía Yehoshuah hace dos mil años a los pobres que le escuchaban; de la misma manera este obrero yesero de Mallorca que os habla os dice lo mismo. ¡Salgamos de la Babilonia amigos obreros!, salgamos de la Babilonia que son todas las organizaciones religiosas, démonos de baja de estas religiones de ricos, sean cuales sean, ya que dentro de ellas sólo se bendice la explotación, la guerra, la injusticia social, ricos y pobres, etc.; y vosotras mujeres, abortad si es necesario, o por lo menos usad los medios anticonceptivos para no traer más hijos a este mundo, ¿por qué?, muy sencillo, porque abortar es mucho mejor que dejar que los lobos asesinos que dominan el mundo, agarren a nuestros hijos, ni tan siquiera crecidos, y los maten en sus guerras para hacerse más ricos.

Pero tened presente que darse de baja de las religiones no basta, no es suficiente; sin tener el Espíritu del que hablaba el rabí Yehoshuah en uno mismo no hay cristiano, pero como el Espíritu es universal, tampoco hay budista, mahometano, etc., en una palabra, sin la justicia de Dios despierta dentro del hombre, no hay tan siquiera persona humana, solo un animal que vegeta por el mundo esperando devorar a los demás animales, un robot programado para el egoísmo y el fanatismo religioso y la bestialidad.

Así pues, lo importante es matar la bestia que todos llevamos dentro para que el ángel, que también todos llevamos dentro, renazca. –Por sus frutos los conoceréis, –decía el Maestro Yehoshuah–, no por sus estudios del templo, ni por sus libros, ni tan siquiera por la Torah, ¡porque sin el Espíritu de Dios en nosotros mismos no hay nada que hacer!.

Negar pues al Espíritu, es negar la bondad en el ser humano, es negar lo único que verdaderamente le da vida al espíritu del hombre y esto solamente lo puede negar el ignorante.

Pensemos por un momento; si nadie admite que una cosa pequeña, un reloj, un silla, unos zapatos, un cuadro, etc. se hacen sólos, es porque vemos con claridad que para ello se necesita un obrero o un artista que los trabaje, alguien que los construya, el carpintero, la silla, el relojero, el reloj, el zapatero, los zapatos, así como un cuadro necesita a un pintor; ¿quién pues se atreve hoy a asegurar que el Universo, poblado de un número indeterminado de mundos, de soles y galaxias, etc., y considerado infinito, se ha hecho sólo?, nadie, tan sólo el ignorante. Cuidado pues, no juzguemos por las creencias, porque en muchas ocasiones, la aptitud y la vida de los agnósticos llamados ateos, es más cristiana y espiritual que la aptitud de quienes alardean de creer en Dios e ir a misa diaria.

Y es que creer o no creer en Dios es lo mismo, y no sirve de nada, porque lo importante es sentirlo como lo sintieron los profetas, como lo vivió el carpintero de Nazerat. El rabí, en muchas ocasiones alentaba a sus amigos los obreros;"Aprended de mi" les decía, incitándoles a vivir su propia vida espiritual y superando el atraso de la religión judía; en ese momento, cuando cobraba mayor sentido sus palabras, fue cuando dió el punto clave a través de la oración del padre nuestro: "Padre nuestro, que estas en los cielos…"; ¡qué maravillosa lección del rabí Yehoshuah de Nazerat al espíritu del ser humano!.

El espíritu humano, un Universo por descubrir

Pero, ¿dónde están y que son los cielos de los que hablaba Yehoshuah?.

En muchas ocasiones he comentado que el viaje astral, (el cual realizo conscientemente desde niño) no es más que soñar a conciencia, cosa que todo el mundo realiza aunque no se acuerde. ¡Cuántas veces me he visto atravesando el Infinito Universo, y bajo esa experiencia del espíritu darme cuenta de qué cielos estaba hablando el Espíritu, el Maestro o Rabí al que llamamos Cristo en esta cultura!.

Y entonces es cuando pienso lo maravilloso y profundo que sería para el espíritu del ser humano, vivir esta experiencia espiritual, la experiencia de encontrarse en el Universo Infinito y poder dirigir la mirada hacia nuestro planeta, –el cual no es más que un simple granito de arena–, y comprobar que los cielos, de los que habla el Maestro al espíritu humano, también están aquí, en este mundo, a través de las montañas, de una simple puesta de sol, en los pájaros que vuelan, en las hormigas, etc., en una palabra, entre los seres humanos cuando viven esta sencilla realidad espiritual, o sea, la bondad.

Los teólogos católicos y protestantes, cuando hacen decir al Rabí aquello de: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios"; me pregunto, ¿por qué dicen "verán" a Dios, si en verdad ya lo están viendo y experimentando en si mismos a través de las cosas sencillas pero profundas de la vida?, ¿es que no os dais cuenta teólogos, sacerdotes, dirigentes religiosos de que el espíritu no es físico y que Dios no está, sino que es todo?.

Ver a Dios no es cuestión de hacerlo con los ojos físicos; Dios es Espíritu y nosotros que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, somos espíritu, y cuando nos damos cuenta de esta realidad nos convertimos en apóstoles y sacerdotes de este Dios Universal que no tiene fin, dejando atrás el dios absurdo, ignorante, pobre y limitado que han predicado todas las organizaciones religiosas a fin de tener engañados a los pobres y para evitar sentirnos proféticamente herederos, tanto de la Tierra física en la que vivimos, como de todos los mundos que pueblan el Infinito Universo y que conforman los cielos por descubrir.

Si todos los seres humanos comprendieran estas cosas sería maravilloso; porque es triste ver como a través de toda mi vida, día tras día y año tras año, ha habido hombres y mujeres de todas las edades y clases sociales que me han escuchado hablar del rabí Yehoshuah de Nazerat y, dominados por el simple egoísmo, por esta especie de trinidad diabólica compuesta por capitalismo, militarismo y religión organizada, se han dejado aplastar, engañar y pisotear su dignidad, una dignidad que el carpintero de Galilea defendió en sí mismo hasta la muerte.

María de Magdalá

El mensaje de Yehoshuah de Nazerat no consistió en discursos callejeros o en polémicas absurdas con los distintos grupos religiosos de Israel; su mensaje fue directo y personal, basado en su forma de vivir y entender la vida de manera digna, de tal manera que en muchos momentos esa forma de vivir y de pensar producía una continua y auténtica provocación en la mente de la gente, sobre todo de los grupos religiosos. Entretenernos en detallar situaciones humanas de Yehoshuah sería entrar en la rueda interminable de la literatura, pero es necesario recordar que la vida de Yehoshuah, como la vida de cualquier ser humano, estuvo marcada por su propia familia, sobre todo por su mujer y sus hijos.

Este hecho que el catolicismo y el protestantismo ha ocultado para hacer de su imagen un símbolo de adoración y misticismo religioso, es un ejemplo de la manipulación de la que han sido objeto otros personajes usados en los evangelios, como el pescador Simón, (convertido en Pedro y en cabeza de la multinacional del Vaticano), un simple pescador galileo analfabeto, casado y cuya suegra pesa como una losa sobre el celibato impuesto por el organizado estamento religioso del catolicismo.

Pero sin duda, la mujer que anduvo unida a Yehoshuah hasta su muerte, María de Magdalá, es uno de los personajes más manipulados y disfrazados por los evangelios canónicos, posiblemente con el propósito de desviar la condición humana que acompañó al carpintero en su discurso espiritual.

A pesar de que lo más importante en Yehoshuah fue su mensaje, no hay duda de que el carpintero de Nazerat vivió ante todo como un ser humano y tanto su vida como su conducta social, partieron de vivirla como cualquier hombre, hecho que dignificó aún más la visión de su mensaje espiritual, aunque les pese a cuantos han usado a través de la historia y hasta el día de hoy su imagen para justificar oblaciones mentales como el celibato y otras absurdas excusas.

Entre el ayuno y el amor

Pero la gente pobre estaba con el rabí y con el estímulo de sus palabras, y cuando Yehoshuah hablaba de acabar con la enfermedad, pero no con el enfermo, era para dar a entender que todos somos en mayor o menor medida enfermos en lo espiritual, dando a entender así que más importante es la misericordia humana, que los sacrificios impuestos por la religión, sea cual sea.

Estando en Caná, un día se formó una discusión con los sacerdotes por causa del ayuno; estaban con el rabí algunos que habían sido seguidores de Yokanaán que, confusos por los sacerdotes preguntaron a Yehoshuah el por qué él y sus seguidores no lo practicaban. El rabí les ponía ejemplos sencillos para que comprendieran y les decía: –¿Qué padre se alegraría de ver que su hijo deja de comer para ganarse así su simpatía?, ninguno; un buen padre solo aconsejaría dejar de comer a su hijo en caso de enfermedad, pero nada más. Y si un padre no quiere que su hijo haga sacrificios por él, ¿por qué creéis que nuestro Padre Dios nos exige el ayuno y el sufrimiento para agradarle?.

Los pobres no debemos avergonzarnos de lo que comemos, porque digno es el obrero de su salario y de su sustento; los que deben avergonzarse son aquellos que, siendo jóvenes buscan la religión para comer sin trabajar y luego hacen largos ayunos delante de la gente para lavar su conciencia, creyendo que así agradan a Dios. A Dios no se le honra más ayunando o sacrificando el cuerpo, sino practicando la justicia y la paz; y podéis estar seguros que quien vive dentro de si estas cosas, no teme a nada, ya el Espíritu de nuestro Padre Dios está en todo hombre y mujer para guiarle a cada momento.

Y cuando vive el Espíritu en nosotros, tenemos alegría y no tristeza, es como ir a una boda; a nadie se le ocurre ir de luto a una boda, porque todos sabemos que una boda es alegría y no tristeza como es la muerte de un ser querido.

Seguir normas y costumbres religiosas y estar con Dios es imposible, por eso os digo que os es necesario nacer de nuevo en el Espíritu y dejar de una vez por todas los ritos y las ceremonias religiosas; a nadie se le ocurre poner un remiendo de tela nueva en un vestido antiguo, porque el vestido acabará desgarrándose; y a nadie se le ocurre meter vino nuevo en odres viejos, porque el nuevo llegará a corroer el cuero viejo y todo el vino acabará perdiéndose. Cada cosa tiene su lugar; quien bebe del vino añejo y lo saborea, no va a buscar el nuevo porque sabe que el añejo es mejor.

En las cosas de Dios, quien tiene el Espíritu, quien tiene el aliento de Dios en él mismo, no va a buscarlo en los templos, ni se sacrifica con ayunos religiosos; quien tiene el Espíritu, practica el amor con los demás seres humanos. "Misericordia quiero y no sacrificios", dice el Señor.

Al acabar de hablar el rabí, unos y otros empezaron a discutir acaloradamente sobre el ayuno, y en medio de aquél grupo de gente había una mujer que quería acercarse a Yehoshuah para contarle su problema, pero la gente se lo impedía. Entonces la mujer se agarró fuertemente al vestido de Yehoshuah, y este, sintiéndose atrapado, gritó alto: –¡¿Quién me ha tocado?!. Simón se giró al rabí y le dijo sorprendido: –Rabí, estamos todos apretándonos y discutiendo sobre el ayuno y tú dices que quién te ha tocado?. Y Yehoshuah continuó diciendo: –¡Sí, ya lo sé, pero alguien me ha agarrado de verdad y necesito saber quién és!.

Entonces una mujer llamada María, del pueblo de Magdalá, salió de entre el barullo y con miedo le dijo que ella le había tocado porque quería hablar con él. Al verla temerosa Yehoshuah la calmó y apartándose del barullo, la mujer empezó a contarle su historia y a pedirle consejo.

Tirar la piedra y esconder la mano

Una tarde después del trabajo, se encontraba Yehoshuah con sus amigos, entre ellos algunos pescadores, sentados en la plaza del pueblo de Caná y el carpintero les explicaba el significado de la estrella de David hablándoles sobre el símbolo de la unión del ser humano con Dios; aquellos pescadores que no le entendían, le preguntaban mientras el rabí dibujaba con un palo en el suelo la silueta de unos peces y les repetía lo mismo. Entonces, cuando sus amigos pescadores empezaron a entenderle, se acercaron haciendo escándalo unos hombres que, agarrando de los brazos a una mujer cananea llamada María de Magdalá se dirigieron directamente a Yehoshuah diciéndoles: –"Hemos encontrado a esta mujer pecando y la ley dice que debemos apedrearla, ¿tú que dices rabí?".

Y Yehoshuah, sabiendo quién era la mujer, contestó a los fariseos: –Hacedlo vosotros, y que empiece el que no tenga pecado en sí mismo–; pero aquello hombres se miraron unos a otros y como no sabían que contestar, la soltaron, y poco a poco se alejaron dejando a la mujer tirada en el suelo; entonces, Yehoshuah, cogiendo la mano de la mujer que se encontraba arrodillada a sus pies, le dijo:

–Mujer, nadie te ha condenado; levántate, vete y no peques más. La pobre mujer llorando, besando repetidamente las manos de Yehoshuah se iba alejando poco a poco mientras Yehoshuah decía a sus discípulos: –Qué fácil es juzgar a los demás, pero no lo es tanto cuando se trata de juzgarse a uno mismo; no olvidemos nunca que no se avanza en el camino espiritual viendo las faltas de los demás, si no viendo las propias de uno y tratando de corregirlas.

Los discípulos, hombres y mujeres que estaban escuchando al rabí estaban maravillados y llenos de admiración, pues jamás habían oído palabras tan sencillas y sabias, sobre todo dichas por un simple jornalero; muchos pensaban pues que Yehoshuah de Nazerat no era solamente un profeta, sino el profeta más grande. Y tenían razón, pues el Espíritu, el Cristo que siempre ha guiado a los espíritus en el camino de Dios, en Yehoshuah de Nazerat lo hacía de tal forma, que hasta los niños podían entenderlo.

Pero esto, a los rabinos y sacerdotes de Israel no les favorecía en nada ya que el carpintero de Nazerath estaba enseñando un camino espiritual inédito para ellos, una religión sin sacerdotes a sueldo, sin templos, sin ritos, etc., pero sí con un verdadero desarrollo del interior que guiado por el Espíritu de Dios, daba vida espiritual a cada uno de sus seguidores.

El sueño de los profetas

Pasando el tiempo Yehoshuah visitaba a María, teniendo la mujer una niña; en ocasiones iba de noche para no dar más que hablar. Una tarde, después del trabajo, subía cansado Yehoshuah a Caná junto con dos de sus amigos y le salió al encuentro la mujer pidiéndole ayuda; su hija tenía fiebre y se encontraba desesperada y estando lejos gritaba al rabí diciéndole: –Yehoshuah ayúdame, mi hija está enferma y no sé que hacer. El rabí, que no oía muy bien, no la escuchó y la mujer insistió hasta que quienes estaban con el rabí le avisaron de los gritos de la mujer.

Entonces al ver que era María subió sólo a estar con ellas y descubrió que lo que necesitaba la niña era alimento; entonces se indignó con María por haberle ocultado sus necesidades y le dijo: –Mira María, yo quiero ayudarte; vosotras estáis solas y no es justo que tu hija pase hambre mientras los perros están mejor alimentados.

Y María le contestó: –Ya lo sé Yehoshuah, ya se que no es justo ni humano que los pobres tengamos que alimentarnos de las sobras que tiran los ricos, como si fuéramos perrillos detrás de las migajas de sus amos; pero, ¿qué puedo hacer sino es volver a prostituirme de nuevo para alimentar a mi hija?, tú ya sabes como están las cosas en el pueblo y lo que no quisiera es que por mi causa las autoridades cojan represalias contra tí, te quiero demasiado como para hacerte daño, pero no me queda más remedio que pedirte ayuda. Pero Yehoshuah también la amaba y le propuso el matrimonio; el carpintero que era un hombre muy testarudo, acabó convenciendo a María de Magdalá. Mientras tanto, continuaba ayudándolas en cuanto podía estando a su lado, a pesar de que algunos de sus amigos y familiares no estaban de acuerdo con la relación, que en aquél momento resultaba ser escandalosa para las costumbres de los habitantes del lugar; todo el mundo daba por sentado que la niña era de Yehoshuah, cosa que él jamás negó para protegerlas.

Sin embargo algunas mujeres del grupo de amigos de Yehoshuah como Juana y Susana comprendían aquella situación y ayudaban a María en todo cuanto podían, al igual que otras mujeres prostitutas amigas de María, que al saber la noticia se alegraron por ella hasta el punto de envidiarla.

Simón el fariseo y Yehoshuah

El carpintero era querido por mucha gente pobre, pero en ocasiones también se le podía ver discutiendo amigablemente con algún rico, sacerdote, rabino o religioso levita, fariseo, etc.; Yehoshuah de Nazerat era pues respetado por todos.

Un día, trabajando en Cafarnaum, un fariseo llamado Simón le invitó a comer a su casa y así poder hablar con él. Así hizo Yehoshuah; después de salir del trabajo, fue a buscar a María de Magdalá y se presentó con ella en la casa ante la sorpresa del fariseo y de algunos amigos suyos que también le acompañaban.

Antes de comer, como el rabí venía un tanto sucio del trabajo, María le empezó a quitar el polvo de la ropa y a perfumarlo. Era costumbre entre matrimonios que la mujer saneara al marido antes de entrar en la casa y Simón se escandalizó como fariseo, al ver que Yehoshuah se dejaba tocar por una mujer que todavía no estaba unida a él en matrimonio, pero se calló.

Estando en la mesa Yehoshuah percibió el desagrado de Simón y de los demás fariseos que veían mal que un judío tuviera contacto con una mujer en esas condiciones, y le dijo: –Simón me gustaría comentaros algo antes de irnos.

–Dime Rabí, contestó Simón.

Entonces Yehoshuah dijo: –Si dos hombres deben dinero a un acreedor, uno de ellos quinientos denarios y otro cincuenta, y este, apiadándose de ellos les perdona a los dos su deuda porque no pueden pagar, ¿cual de los dos se sentirá más agradecido?.

Entonces el fariseo Simón contestó: –Yo creo que el que le debía más dinero, más agradecido estará de haberle perdonado la deuda.

–Cierto, –respondió el carpintero– siempre agradece más aquél que más necesidad de amor tiene; así pues, no os sorprendáis de que haya venido con María y que me haya limpiado y perfumado antes de comer preocupada de daros buena impresión, puesto que es mi compañera y futura mujer; sin embargo, tú Simón, he visto que has estado más preocupado de pensar con quién venía y quién me tocaba, que de ofrecerme como invitado agua para lavarme los pies y las manos, o de darme un beso de bienvenida, o de ungirme la cabeza con aceite como es vuestra costumbre.

María, desde que la conozco, siempre ha dado amor a todos; por tanto, la persona que es capaz de dar tanto amor, no puede ser nunca mal vista por nuestro padre Dios; pero aquel que no da amor, es porque nada tiene, nada puede ofrecer y nada hay que perdonarle. Además, el que ama, no tiene por qué pedir perdón, ni avergonzarse de nada, y mucho menos ser perdonado por otro ser humano con los mismos defectos y debilidades que él, un derecho que solamente tiene quien nos ha creado, nuestro padre Dios.

Al escuchar las palabras de Yehoshuah, Simón el fariseo se avergonzó de sí mismo, pidió disculpas a Yehoshuah y a María ante sus invitados y los despidió.

La boda de la alegría

María de Magdalá y Yehoshuah de Nazerat se casaron celebrando la boda en Caná de Galilea, junto con amigos y familiares de ambos, y ante los ojos críticos de los sacerdotes del lugar que no bendijeron aquella unión.

Pero a Yehoshuah poco le importaba las opiniones religiosas y llevó adelante su boda con la alegría que suelen celebrarse en Israel, bailando y saltando descalzo por toda la casa. Cuando se acabó el vino, su madre, preocupada de que las cosas salieran bien, lo llamó aparte y le dijo: –Dí a alguno de tus amigos que vaya a buscar vino, pues ya no queda, y no te preocupes que nosotros ya lo pagaremos.

Yehoshuah, viendo la pena que pasaba María por estas cosas se puso las sandalias y salió a buscar vino a la posada donde solía comer, y al poco rato apareció en la casa con el posadero y con varias garrafas de vino que cada uno traía en las manos. Al ver la alegría de la gente sólo bebiendo agua, el posadero dijo al rabí: –Pocas veces he visto una fiesta tan alegre como la que celebráis hoy en esta casa, es justo pues que sea celebrada con buen vino–. Y quedándose en la fiesta, el posadero repartía el vino, hasta que bien entrada la noche todos se fueron retirando a sus hogares.

Con el paso del tiempo María y Yehoshuah tuvieron un niño al que llamaron Yokanaán, y el pequeño sintió tal devoción por su padre, que siempre le acompañaba allí donde éste iba.

Un matrimonio como los demás

Para la espiritualidad de Yehoshuah de Nazerat, como para la de cualquier ser humano, era esencial la experiencia humana de la vida, aunque las religiones se hayan empeñado en dividir lo físico y lo religioso. Y así la vivió el carpintero de Nazerat como todo ser humano, una vida sencilla y cotidiana, propia del momento y lugar que la teología religiosa tan interesadamente ha menospreciado.

Es por eso que se contradicen tan claramente muchos de los escritos religiosos, con las costumbres y tradiciones del pueblo israelita en el cual vivió el rabí; primero, que un obrero tan anárquico a lo establecido como era Yehoshuah de Nazerat se dejara lavar los pies de aquella manera narrada tan esclava, no podía ser de otra manera que no fuera siendo su esposa; por otra parte un hecho cotidiano en una época en la que la mujer había asumido algunas costumbres antiguas de sumisión al hombre, propias de la imposición religiosa judía.

Segundo por la imposibilidad, a causa de las tradiciones, de que una mujer, conocida como prostituta, entrara sin más en casa de un fariseo, por muy generoso que este fuera con Yehoshuah; y tercero porque en el mensaje abierto del rabí no cabía la expresión de condenación, infierno, etc., y por lo tanto jamás podía decir aquello de "…tus pecados te son perdonados". Es como si yo mismo o cualquier ser humano dijera a otro "…tus pecados te son perdonados"; ¿quién soy yo, un ser humano como cualquier otro, para perdonar los pecados de nadie?.

Es pues ridículo pensar que un simple jornalero pudiera condenar o absolver de pecados a alguien, es más, si prestamos atención a sus palabras sencillas vemos su sentir cuando dice en el padrenuestro: "…y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores…".

Yehoshuah no se andaba por las ramas intelectuales de los sacerdotes, discutiendo o polemizando sobre cuestiones como el ayuno, es más, siempre planteaba la cosa muy simple. Pensando por nosotros mismos veremos que, ningún padre desea que su hijo se flagele por él; entonces, utilizar el ayuno como lo ha hecho y lo está haciendo la religión organizada, para hacer ver a sus seguidores que este tipo de cosas le agrada a Dios, es un insulto y una blasfemia contra Él, ¿qué clase de dios sería aquél que gustara del sufrimiento humano?.

Está claro que esto continúa siendo un arreglo religioso; el planteamiento de Yehoshuah de Nazerat era el de un cambio total de conciencia, y más que unas lecciones románticas a través de parábolas, el rabí hablaba de manera clara y contundente:

–La creencias no sirven, como no sirve la religión judía que conocemos. Por eso os hablo de una buena noticia, la buena nueva espiritual, es que empecemos de nuevo, pero esta vez sin jerarquías ni intermediarios religiosos, sin templos ni oraciones compuestas, sino directamente a Dios.

Por eso os digo que el vino nuevo no puede meterse en cueros viejos, sino en nuevos para que no se pierda.

Y sobre el matrimonio y la famosa boda de Caná, la cosa está muy clara; el rabí siempre decía sobre el amor y el matrimonio: –Lo que Dios une, el hombre jamás lo podrá separar–; y ponía su experiencia humana como ejemplo; lo ocurrido pues en Caná dió testimonio claro de su filosofía humana sobre este tema, al ser aquella boda, la suya.

Muchas veces hablando con sacerdotes católicos y protestantes les he dicho que, si desde el principio de los tiempos Dios unía y bendecía a los seres humanos, ¿qué ceremonia humana seguían?. Y es que, cuando realmente se vive el Espíritu, el Cristo, sobran las ceremonias religiosas, porque es Dios mismo el que une a todos los seres humanos a través de la única realidad posible, el amor.

No hay misterio, solo amor

En abril de 1999 cumplimos años, mi mujer Magdalena y yo, celebrando el 50 aniversario de casados. En su día, la ceremonia fue civil, pero a causa de la dictadura de Franco, tuvimos que avalarla por el rito protestante. Pero nació nuestra hija Lucía y para poder llevarla al colegio nos exigieron que tenía que hacer la primera comunión, de lo contrario no podría ir al colegio. Hoy todo ha pasado, y a los ya 50 años de matrimonio somos abuelos y podemos decir con propiedad que sin amor no hay unión.

En estas cosas hay quienes se empeñan en hablar de milagros y misterios, pero no es así, en la relación de los seres humanos, no existe más misterio que la puesta en práctica del amor; así pues, no tiene sentido que la religión trate de ocultar el amor que Yehoshuah vivió con María de Magdalá y cuyo fruto fue su hijo Yokanaán o que la boda de Caná haya sido su propia boda, ya que hoy, después de dos mil años de confundir a millones de seres humanos con estas cosas y otras más como el celibato del rabí, la virginidad de María su madre, etc., todo este montaje haya acabado por caer a la luz de la razón.

Y es que Yehoshuah nunca encontró impedimentos en encontrar seguidores solteros o casados, fueran hombres o mujeres, pero el clero organizado sí, sobre todo el catolicismo, por causa de sus conveniencias de poder político, económico y religioso.

Reuniónes, pintura y predicando a unos y otros el evangelio pobre de Yehoshuah de Nazerat, toda mi vida he trabajado de yesero, pero siempre he tenido el apoyo de mi familia, al principio de mi madre, luego de mi hermano Pepe, y después de mi mujer Magdalena e hija Lucía, siendo mi nieta Esther la última de mi familia que sigue escuchando mis palabras. Aunque he de decir que esta familia se extiende mucho más allá de los lazos familiares, al tener abierta mi casa a otras familias humildes que de igual manera, siguen las huellas del rabí y de su evangelio pobre de esta forma casera.

Está claro que quien busca al Espíritu lo encuentra dentro de si mismo y a su alrededor. Y es que hay que tener presente que a Dios no le importa que seamos célibes o casados, como sí interesa a las religiones; lo importante es vivir la vida con bondad, una bondad que Dios da a todo ser humano, sea del color y del lugar que sea, además del derecho e incluso el deber de expresarlo a los demás seres humanos.

Podemos comprender pues, que estas cosas, al no haber sido predicadas por la religión organizada, tanto del Vaticano de Roma como por los pequeños "vaticanos" protestantes, han acabado transformando de una manera total la imagen sencillamente humana de Yehoshuah por otra imagen desproporcionada y absurda que beneficia a todo el supermercado religioso montado sobre este pobre hombre.

Esconder la libertad de conciencia que predicaba el galileo y el mensaje de liberación espiritual que estaba dando en aquel momento, sigue siendo hoy el objetivo buscado de estas sectas religiosas mayoritarias y motivo por el cual nos hemos atrevido a romper este estado de cosas y destapar hoy el evangelio pobre de Yehoshuah de Nazerat.

La voz que clamaen el desierto

Según la teología católica y protestante, Yehoshuah fue tentado en el desierto por Satanás, y después se dejó bautizar en el Jordán por el profeta Yokanaán. Sin embargo, hay que aclarar que esas llamadas tentaciones no fueron más que las tentativas de los sacerdotes de la religión de su tiempo de comprar el silencio de Yehoshuah de Nazerat con el fin de adormecer la conciencia de los pobres, tentativas que se repitieron a lo largo de la vida del nazareno y que fueron más allá del absurdo, una fría noche.

Tentaciones religiosas

El rabí de Nazerat compartía con sus amigos obreros todas las experiencias humanas que solía vivir, incluyendo las visitas inesperadas que al principio los sacerdotes realizaban para ofrecerle dinero por el silencio de sus palabras. Pero todo este tipo de hechos llegó al absurdo una noche, cuando durmiendo profundamente después de un largo y agotador día de trabajo, representantes del rabinato de Israel tocaron a su puerta de tal manera que su familia se asustó, pues querían llevar al carpintero ante el Sumo Pontífice. Y estando Yehoshuah delante del jerarca, este dijo al carpintero:

–Yehoshuah, he oído hablar de tí y de tu defensa de los pobres; eso está bien, pero si vienes con nosotros podrás dejar de cuidar las ovejas de otros, de oler a pescado o de hacer chapuzas con la madera y entrarás a formar parte del sanedrín, incluso con tu don de gentes, podrías llegar a ser si te lo propones mi sucesor; vivirás bien y nadie te molestará, y lo más importante es que no pasarás hambre, ni tú, ni tu familia. Podrás seguir predicando a los pobres como haces ahora, pero estando con nosotros; ¿qué nos dices Yehoshuah? Pero el rabí rechazó la propuesta del sumo pontífice judío diciendole: –Es cierto que en mi familia pasamos necesidad, y es tentador lo que me ofreces; pero dime una cosa, tú que eres el jefe espiritual del judaismo, ¿de qué me sirve el dinero, la posición social, tener un lugar en el sanedrín judío ó mandar a otros hombres que trabajen para mí, si pierdo mi espíritu?. ¡No! te agradezco el ofrecimiento, pero yo no me vendo por un plato de lentejas!, volvió a gritar el carpintero fuertemente, esta vez delante del sumo sacerdote.

Si de verdad quieres ayudarme, haz lo mismo que hago yo; dí a tus sacerdotes que trabajen y luego prediquen como hacían los profetas, con el ejemplo; es muy sencillo, sólo hay que dejar que el Espíritu os guíe; aprended también vosotros de mí; pero vender al Maestro jamás. Esto es lo único que puedo deciros sobre vuestra oferta.

Yehoshuah habló de este hecho a sus amigos y compartía con ellos aquella delicada situación en la que estaba; por una parte falto de trabajo, y por la otra, teniendo que alimentar a su familia, aquellas palabras de los sacerdotes resultaron en su principio tentadoras para su mente, pero aquél hecho asentó más las convicciones tanto del rabí de Nazerat, como las de sus cercanos seguidores que anduvieron con él durante años escuchando sus sencillas enseñanzas.

Pero lo acontecido a Yehoshuah de Nazerat es algo que le ha ocurrido y ocurre contínuamente a mucha gente; a mí mismo me ha pasado en muchas ocasiones con diferentes religiones. En el transcurso de la historia ha habido, y hay personas que se han mantenido fieles a los dictados de su conciencia y del espíritu de justicia social, que en definitiva es lo que predicó el rabí. Casos como el de Dolores Ibarruri llamada la Pasionaria o la otra pasionaria mallorquina llamada Aurora Picornell asesinada en la época franquista, nos pueden servir de ejemplos para conocer en que tipo de fundamentos se basaba el mensaje o evangelio de Yehoshuah, desconocido por la religión organizada.

Estos fundamentos podían haber sido base para Francisco de Asís, llamado el poverello, pero ya en vida el fraile permitió asentar las bases del gran negocio de conventos y escuelas católicas llamadas franciscanas, donde difícilmente hoy pueden acceder a sus recintos los hijos de obreros, de pobres. Y es que el catolicismo siempre ha visto un peligro en que los pobres recordaran, como así trató de recordar Francisco de Asís, la sinagoga pobre que dió a entender el rabí de Nazerat.

Indudablemente sólo con Yehoshuah se cumplieron las palabras del profeta Sofonías cuando dijo:

"Y dejaré en medio de tí un pueblo humilde y pobre, el cual esperará en el nombre del Señor"Sofonías 3-12

El reino es de los pobres

Yehoshuah solía hablar a las gentes de la pobreza y de la justicia de Dios y en contadas ocasiones dentro de las sinagogas, en las que sus palabras acababan siendo polémica y motivo de discusión y enfado de los rabinos, incluyendo su pueblo Nazerat. Pero cuando podía aprovechaba, y ensalzaba a los pobres y denunciaba las injusticias morales a las que eran sometidos con el consentimiento de la religión judía de Israel; tanto era así que acabó siendo censurado y finalmente expulsado de aquellas llamadas casas de estudio.

Al rabí siempre le acompañaban algunos de sus amigos pescadores, como en aquella ocasión, que estando dentro de la sinagoga de su pueblo natal Nazerat, se levantó para hablar después de los rezos de costumbre, y empezó diciendo:

–Se nos dice que la Ley de Moisés habla de los profetas como hombres inspirados por Dios y que predicaban la llegada del Mesías. También se nos dice que, cuando se cumpla la profecía de la venida del Mesías desaparecerá la esclavitud, las guerras, el hambre, la explotación, la miseria y que además de esto, habrá justicia para todos, hombres y mujeres.

Pero yo os digo que esta profecía se está cumpliendo ya, entre nosotros los pobres, si tenemos en cuenta las palabras de los profetas que nos dejaron dicho que lo importante es amar a Dios por encima de todo y al prójimo como a uno mismo.

Os digo que a Dios nadie lo ha visto jamás, pero si practicamos el amor los unos con los otros, Dios está con nosotros, es más, tendremos al Mesías dentro de nosotros, y todos los hombres y mujeres nos convertiremos en profetas y sacerdotes de Dios, porque si el amor, que es el Espíritu de Dios, el Mesías, no tiene límites, y el amor está en todas partes, también está dentro de nosotros, los pobres, ahora, cumpliéndose en estos momentos las palabras de los profetas.

Los sacerdotes se irritaron al escuchar las palabras de Yehoshuah, pero en ese momento no pudieron parar al carpintero que continuaba diciendo: –¿Por qué os molestan mis palabras?, ¿acaso no tenemos el ejemplo de los profetas que durante siglos han sido el espejo donde mirarnos todos?. Si ellos procuraron seguir la voz de Dios y no necesitaron encerrarse en los templos para hablar y soñar con nuestro Padre Dios, ¿acaso no podemos hacer todos los hombres lo mismo acudiendo al Padre directamente?. ¿Cuántos profetas como Yokanaán han venido a Israel clamando justicia y no han sido escuchados?. Sin embargo Yokanaán no fue una caña sacudida por el viento, ni un hombre rico como los que se sientan en las mesas de los reyes; vosotros mismos lo fuisteis a buscar por el desierto y por los campos donde trabajaba, ¿y qué salisteis a ver que no fuera a un hombre pobre, a un trabajador honrado, a un verdadero profeta?.

Entonces los rabinos se enfurecieron tanto por las palabras de Yehoshuah que acabó formandose una gran discusión dentro de la sinagoga mientras algunos decían: –¿Quién és este para hablar de estas cosas?–. Pero el rabí continuaba hablando con voz fuerte y rotunda:

–Sólo hay un Maestro, el Espíritu, que nos habla a todos como habló a los profetas, y como habla hoy a todos los hombres y mujeres con bondad en el corazón. Tener al Espíritu en uno mismo, es estar en y con Dios; pero nadie puede tener al Espíritu si no practica la justicia y el amor con el prójimo. Vosotros, sacerdotes, no debéis olvidar que el más pequeño e insignificante de los hombres puede albergar un gran espíritu, porque así Dios lo quiere.

Irritados por sus palabras, los sacerdotes querían expulsar a Yehoshuah y a la gente pobre que le seguía de la sinagoga mientras que el carpintero continuaba exclamando: –¡Ya veo que nadie es profeta en su tierra!, pero doy gracias a nuestro Padre, el Señor de los cielos y de la Tierra, de que estas cosas las esconda de vosotros, sabios y entendidos, y las revele a los más pobres. ¡Misericordia quiero y no sacrificios, dice Dios!.

¡Salgamos de aquí amigos!, –decía a los pobres, a los obreros que habían venido con él– ¡salgamos de la sinagoga de los ricos, y venid conmigo y os enseñaré a quitaros todo este yugo y carga religiosa!.

Yehoshuah de Nazerat, como en otras ocasiones, fue expulsado de la sinagoga bajo el enfado de los rabinos, pero los había que estaban sorprendidos de las palabras del carpintero y decían entre sí: –Pero, ¿no és este el carpintero de Nazerat, hijo de José y María, y no están entre nosotros sus hermanos José, Jacobo, Judas y Simón?, ¿no viven sus hermanas entre nosotros?, ¿de dónde saca todas estas cosas?.

Que un pobre, un jornalero como era Yehoshuah, entrara y saliera de las sinagogas, gritando justicia a los sacerdotes y a la gente rica de Israel, y en tiempos de una dictadura como era la del imperio romano que dominaba aquella tierra, es incomprensible, ya que de haber sido así, no habría tenido tiempo de predicar aquel sencillo evangelio de bondad y justicia que predicó, ya que lo habrían matado enseguida.

Es evidente que la dignidad de Yehoshuah estaba por encima de los convencionalismos religiosos, y que, la conciencia de libertad y justicia que le caracterizó, lo alejaba de la religión organizada hasta el punto de sentenciar contínuamente cualquier vinculo entre Dios y los sacerdotes con expresiones tales como: –No se puede servir a Dios y al dinero; es más fácil pasar un camello…, etc.– No es Yehoshuah de Nazerat quien se ha contradicho en estos dos mil años, sino las organizaciones religiosas que, usando el engaño, el poder y la ignorancia de los pueblos, han hecho decir y hacer cosas a este sencillo carpintero que vinieran bien a sus intereses; por ejemplo, que Yehoshuah empezara a predicar a las gentes después de ser purificado por Yokanaán en el río Jordán, que aleccionara a un pequeño grupo de personas o que incitara a los que le seguían a dejar el trabajo que ejercían, para predicar, etc.

Toda la jerarquía del llamado cristianismo organizado ha usado ideas de este tipo para asegurar su pan gratuito y para justificar de esta manera cosas como las llamadas misiones, carrera sacerdotal, vida de clausura, evangelizaciones indígenas e inclusive un celoso celibato impuesto a hombres y mujeres durante siglos.

Un obrero despierto como era Yehoshuah, que desde muy joven llevaba en sí al espíritu de los profetas, –conservado en su interior seguramente de otras vidas y de la tradición oral de su familia– y que además vivía humanamente en su piel la injusticia social y religiosa que realizaban los poderosos y sacerdotes de Israel, no era un extraño en su pueblo, incomprendido por sus palabras, es posible, –sobre todo por los sacerdotes–, pero no un extraño, sobre todo para quienes le vieron crecer y lo conocían desde su infancia.

Yehoshuah conocía bien a sus amigos, pero ellos a él también, sobre todo su trayectoria humana y espiritual, comprobando como, día a día, dedicó su vida a trabajar sencillamente para comer y a predicar la única verdad posible en aquella y esta época, la bondad, un ejemplo por el cual se le llegó a considerar un profeta, el último profeta de Israel.

Nada pues de colgar las redes del trabajo para ir a predicar, nada de abandonar a los padres para seguirle y nada de ponerse a las órdenes de Yehoshuah como si fuera el dirigente de una organización religiosa, tal y como ha tratado de presentarlo durante siglos la teología católica y protestante.

Si hoy en día se usara más el sentido común dentro de los templos, los adeptos de dichas organizaciones preguntarían a sus sacerdotes, lo mismo que hubieran preguntado al rabí de haber actuado como actúan hoy día, los dirigentes de las organizaciones religiosas: –Pero Yehoshuah, ¿no ves que nuestros hijos nos ayudan en el trabajo?; si ellos se van para seguirte y predicar tu filosofía, ¿de qué comerán nuestras familias?; ¿qué espiritualidad predicas a nuestros hijos que haces que abandonen sus familia?; pero lo cierto es que no fue así y esto pesa en las conciencias de los que predican solo religión.

La Buena Nueva

Al ser expulsado de las sinagogas, Yehoshuah llamaba con más fuerza a reunirse con sus amigos, y después de acabar el trabajo, les decía que tenía buenas noticias que contarles, y en muchas ocasiones sus amigos, los pobres, al acabar sus trabajos iban a buscarlo allí donde sabían que trabajaba y como una cosa normal el carpintero les decía:

–Bien amigos, vamos a conversar un rato más; ya es hora de comunicarlo; la buena noticia que os tengo que decir es que debemos buscar a Dios en nosotros mismos, sin intermediarios. Ha llegado el momento de decir a todo el mundo lo más importante de esta buena nueva; los pobres no necesitamos sacerdotes ni rabinos que nos organicen nuestra vida espiritual, porque si ellos no han visto jamás a Dios, tenemos tanto derecho como ellos a predicar lo que pensamos.

Es necesario que estas cosas que hablamos se digan a la gente, y no tengáis miedo a la hora de hablar, porque es el Espíritu que habla y guía nuestras palabras; y así como os he dicho que la luz se pone encima de la mesa para alumbrar, así han de dar luz vuestras palabras, para que se cumplan las profecías del Espíritu en boca de los pobres. No tengáis pues temor amigos, vosotros sois también hijos del trueno como lo eran los profetas; y ya es hora de que todo lo que oigamos al oído del Espíritu, lo prediquemos desde los terrados si es necesario.

Las palabras de aliento del carpintero fueron muy importantes para aquél pequeño grupo de pobres, pescadores, jornaleros, sirvientes y esclavos que le seguían, y apoyaban su enseñanza espiritual, y les comprometió espiritualmente sabiendo la tensión social que existía en aquellos momentos en todo Israel; aunque algunos se apartaron por temor, otros en cambio continuaron a su lado:

–Maestro, estoy contigo y te seguiré, –dijo uno– pero primero he de enterrar a mi padre que ha muerto–. Pero Yehoshuah siempre tenía las palabras de enseñanza a cada momento y les explicaba las cosas con cariño y paciencia diciendo:

–Dejad que los muertos entierren a sus muertos y tratad de entender estas cosas; esta bien que enterremos a nuestros seres queridos, pero no olvidemos que por causa de la religión, el espíritu de mucha gente ha quedado tan dormido practicando sin sentido costumbres y ritos religiosos, que los han convertido en muertos que andan, rezan, creen y siguen a ciegas a pastores tan ciegos como ellos, sin saber a donde van.

Yo os aconsejo que procuréis estar siempre despiertos en estas cosas y no tengáis tanto temor de la muerte, sino estar despiertos delante de quienes tratan de matar vuestro espíritu. La religión de Dios es vida para el espíritu y nada tiene que ver con los ritos de sufrimiento religioso; procurad entender estas cosas y tratad de enriquecer vuestra vida espiritual.

Yehoshuah y el Espíritu Universal ó «Cristo»

En continuas ocasiones, cuando el rabí se reunía con sus amigos, sus sabias palabras y el Espíritu Universal que llamamos Cristo, se expresaba por su boca de esta manera:

–"Yo soy el Buen Pastor, la Verdad, la Vida, –dice el Espíritu; yo soy el que puedo daros la verdadera agua para calmar la sed espiritual". Cuando os digo que nadie puede ir a Dios sin mi, sin el Espíritu, es para daros la idea de que nadie puede vivir sin la vida y cuando os digo que los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan o los muertos vuelven a la vida, me refiero a la vida del espíritu ya que las cosas que os hablo son verdad y espíritu, la carne nada aprovecha.

Tened presente que el cuerpo de un ser humano ciego, cojo, etc., en muchas ocasiones es habitación de un espíritu muy elevado, muy evolucionado; no basta pues, nacer de nuevo a la vida física para evolucionar, sino renacer en el Espíritu en esta misma vida, de esta forma los seres humanos iréis conociendo la Verdad y la Verdad os hará libres.

Antes que Abraham, Noé ó Adam existiesen, yo ya existía como aliento de Dios, como Espíritu Universal, pero todos los espíritus existen desde la Eternidad, a los cuales yo voy despertando, enseñando, ayudándoles a andar en el camino o montaña que llega al Padre, a Dios, ya convertidos en espíritus desarrollados, en dioses, o sea, en hijos de Dios ya mayores de edad.

Cuidado pues con los falsos maestros que dicen cuidar al rebaño como pastores, pues sólo hay un verdadero Pastor, el Espíritu; yo soy el Buen Pastor, pero el Buen Pastor dá su vida por las ovejas, más el asalariado, cuando ve venir al lobo, huye; pero vosotros no temáis nada, manada pequeña, grupo pequeño, no temáis a los que matan el cuerpo, pero cuidaos de los sacerdotes religiosos, ya que son ellos los que procuran por todos los medios adormecer nuestro espíritu.

Ahora os hablo a través de uno más como vosotros, pero si me buscáis en vuestro propio corazón, en vosotros mismos, me encontraréis y me tendréis siempre; esta es la Verdad Universal, la de Dios. Se dice: «ama a tu prójimo como a tí mismo», pero yo os aclaro más esto y os digo: «amaos los unos a los otros, para que no olvidéis nunca que nuestro Padre Dios es Amor, es bondad.

El Espíritu Universal o Cristo que inspiraba a Yehoshuah de Nazerat, se expresaba de manera muy sencilla y daba siempre a entender que los seres humanos –como parte de un algo universal– nunca hemos nacido, y por lo tanto, nunca moriremos, ya que el físico tan sólo es un vehículo para vivir en este mundo, el cual aparcamos a la hora de entrar en el Gran Templo de Dios, que es el Infinito Universo.

Un Espíritu sin barreras

No hace mucho tiempo –sobre 1999– soñé (y a esto le llaman viaje astral) que me encontraba en el espacio observando una gran masa de tierra; miles, millones de soles juntos desprendiendo unas llamaradas enormes y unas alturas de agua grandiosas, además de otras cosas que no puedo definir con palabras pero que se movían, grandes y pequeñas; todo junto me parecía como un enorme almacén de mundos.

Pocos meses después, los astrónomos anunciaron el descubrimiento de "un enorme agujero negro, curiosamente lleno de millones de soles y de mundos a punto de reventar, y que creará una nueva explosión, y por tanto una nueva galaxia más en el Universo". Pero lo cierto es que en este Universo que conozco, se suceden contínuas explosiones, una detrás de otra, sin principio ni final.

Pero este hecho, que ocurre físicamente, y de manera contínua a nuestro alrededor, no es nada cuando lo comparamos con la vivencia infinita del espíritu, capaz de ver a través de todas las cosas, acontecidas o explosionadas como las que todavía han de ocurrir o explosionar.

Esta realidad podríamos considerar que acontece físicamente cerca de nosotros, pero si expandimos nuestra imaginación y pensamiento, veremos con claridad que en el Universo existen billones y billones (el número es infinito) de galaxias que aún tienen que reventar, es decir renacer ó reencarnar, dando a entender al hombre que todo lo que existe dentro o fuera de nuestro pequeño mundo se crea y se recrea a las órdenes del Único y Gran Arquitecto, Dios. –En la casa de nuestro Padre Dios hay muchas habitaciones..", decía el Maestro Yehoshuah para dar una idea amplia de esta infinidad que nos rodea y de la que formamos parte, pero también decía "vosotros sois dioses" refiriéndose a lo más profundo del ser humano, nuestro espíritu, ese algo que no necesita del físico para seguir aprendiendo más allá del espacio y del tiempo. Recuerdo que en otro de estos sueños o viaje astral, el Maestro me dió un trozo de roca, una especie de piedra de cristal: –Rómpela y lanza los trozos al espacio– me dijo; y así lo hice partiendo la piedra en dos trozos y soltándola en el Universo; en un momento empezaron a dar vueltas y en unos segundos lo que eran trozos de piedra y polvo se convirtieron en dos mundos y al ver aquello pregunté al Maestro: –Rabí, ¿y esto?"; y él sonriendo me respondió: –¿Acaso no te acuerdas de que os dije que mayores cosas que estas haríais?, todos somos dioses, porque cada uno de nosotros estamos en y con el Padre, con nuestro Creador.

Al vivir estas experiencias pienso seriamente en la vida humana y me pregunto, ¿dónde queda mi orgullo y mi vanidad cuando me encuentro frente a esta realidad universal?. Cuando el hombre vive a Dios, tiene experiencias en su interior que le hacen superar las vanidades y orgullos humanos, y esto es así porque, acudir a Dios sin intermediarios, es beber de la fuente de agua pura y cristalina, y no de las aguas turbias y removidas de la religión. Y es cuando se viven estas cosas, que se puede ver con claridad que el mensaje o evangelio pobre predicado por Yehoshuah de Nazerat se resume en el eterno mensaje de bondad que el Espíritu o Cristo recuerda siempre que viva el ser humano: –Bienaventurados los de manos limpias y corazón puro –decía el Maestro–, porque el Espíritu está en ellos.

Algunos, cuando oían hablar de estas cosas al carpintero le decían entusiasmados: –Rabí, ¿podemos seguirte?.

Y el rabí les aclaraba las cosas diciendo: –Claro que podéis seguirme y aprender de mí; pero mirad que las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero yo, como hijo de pobres, no tengo donde reclinar mi cabeza; debemos trabajar todos para ganarnos el pan que comemos y no querer hacernos ricos a costa del trabajo de los demás; carguemos cada uno con nuestra propia cruz y cojamos fuerza para hablar de estas cosas a los demás pobres, teniendo presente que la verdadera sinagoga o templo de oración está en nuestra casa y en vuestro interior. Así pues, buscad primero el Reino de nuestro Padre Dios en vosotros mismos, y las demás cosas os vendrán por añadidura y procuremos ser perfectos como nuestro Padre Dios es perfecto, no hay más.

Toma tu cruz y sígueme

El carpintero de Nazerat siempre decía a quien pedía sus consejos: –Toma tu cruz y sígueme. Pero ¿qué és la cruz?.

A diferencia de las organizaciones religiosas, Yehoshuah de Nazerat hacía de la vida un cúmulo de experiencias, y no un relicario de cargas, sufrimientos, tormentos y dolor. El rabí. que hablaba desde su propia experiencia, siempre aclaraba que había que trabajar para comer y no ser carga para nadie, no como hacían los ricos y sacerdotes, que al no trabajar para ganarse el pan que comen, hacen cargar a los pobres con la cruz social, antihumana y anticristiana de la explotación que ellos bendicen dentro de sus templos.

Hoy, tanto ricos católicos como protestantes, se hacen llamar cristianos, pero ¿qué autoridad moral les avala para expoliar la Tierra y explotar a millones de seres humanos en todo el mundo, si no es la autoridad moral de las organizaciones religiosas que nunca, a través de la historia de los pueblos, han movido un solo dedo para condenar este insulto a la razón humana y blasfemia a Dios que es la explotación?. Viendo esto y sabiendo que el cristianismo de Yehoshuah de Nazerat se basó en la justicia de Dios, –Sencillos como palomas, pero prudentes como serpientes–, los pobres debemos aprender la lección de una vez por todas; ser buenos no quiere decir ser tontos y dejarnos engañar por quienes en las cosas de Dios son ciegos, ni lo han visto jamás, ni saben donde se encuentran ellos mismos.

–Buscad el reino de Dios y su justicia las demás cosas vendrán por añadidura–, decía también el rabí, no la justicia humana, las leyes humanas, sino la justicia del Creador de todo; ¿por qué?, porque a través de la historia humana vemos como la religiones, divididas entre ricos y pobres, permiten con sus bendiciones, que unos se hagan ricos a costa del trabajo de otros llamando a esto justicia, cultura, civilización, cristianismo, etc. Y es precisamente hoy que se empieza a comprender que esto no es el cristianismo de Yehoshuah, la pacífica revolución de justicia que predicó el carpintero de Nazerat.

En España, y en muchas partes del mundo se celebra el día del trabajador; en esas fechas se suceden manifestaciones, huelgas, etc.; seres humanos, los pobres del mundo, pidiendo trabajo digno, reducción laboral, menos horas de explotación, pidiendo más responsabilidad a los gobiernos y a las empresas para que contengan los incesantes accidentes laborales, las condiciones precarias, la discriminación, etc. Pero gobiernos, sindicatos, empresarios, partidos o religiones, etc., de todo el mundo se olvidan de que lo más importante es la justicia, pero no la justicia elitista de jueces y abogados, sino la justicia de Dios, la que es para todos los seres humanos.

Los obreros, los pobres del mundo trabajamos, –incluyendo los hoy parados y los que hemos trabajado y ahora somos jubilados– y gracias a nuestro trabajo se produce riqueza que es acumulada por unos pocos que se hacen llamar ricos; estos pocos seres humanos lo tienen todo (casas, tierra, coches, fábricas, oro, armas, etc.,) y para calmar su conciencia y buscar justificaciones al ejercicio de su poder, acuden a las religiones para que los sacerdotes bendigan sus actos de limosneo hacia los pobres, bárbara injusticia que no tiene justificación posible.

Yehoshuah hablaba con claridad sobre estas cosas: –Buscad primero el reino de Dios… Tengamos pues en cuenta que la búsqueda humana de la paz, la justicia y la bondad en uno mismo, es (sin intermediarios, sacerdotes, religiones, etc.,) una experiencia espiritual profunda y comprometida capaz de producir una auténtica transformación radical en el espíritu; solo así comprenderemos que todo lo artificial fabricado alrededor de la vida humana, ejércitos, religiones, políticas, etc. para el espíritu que trata de evolucionar, sobra.

Esta actitud aparentemente anarquista –como algunos puedan clasificar–, es el cristianismo de Yehoshuah de Nazerat; sí, podemos llamarlo anarquismo, comunismo, socialismo, etc., pero no olvidemos nunca que el mensaje de Yehoshuah de Nazerat siempre ha sido una revolución de la conciencia, pacífica, espiritual, y no religiosa o política.

Con esta aclaración podríamos decir que Yehoshuah de Nazerat fue y es el mayor anarquista, comunista o socialista espiritual de la historia de la humanidad, y sin duda enseñó y enseña a los pobres de todo el mundo que hay que romper, no sólo las cadenas de hierro de la esclavitud social impuesta por el capitalismo mundial, sino también las cadenas invisibles que la religión ha sellado en el espíritu humano durante siglos.

La bondad atea de un samaritano

Un sábado, rodeado Yehoshuah de sus amigos y de gente del pueblo que le escuchaba, les hablaba y les decía:

–Bienaventurados los pobres que estáis hoy aquí y alegraos de oir lo que se está hablando hoy aquí; porque muchos profetas y reyes desearon ver y oir lo mismo que vosotros, y sin embargo ellos ni vieron ni oyeron por estar cerrados al Espíritu de nuestro Padre Dios, y demos gracias a nuestro Creador de que estas cosas las guarde de los sabios y entendidos y nos las revele a los pobres, a todos aquellos que tratamos de estar en sus sabias manos.

Un estudioso de la Ley que estaba entre la gente, le preguntó:

–Rabí, según tus palabras, los que estudiamos las escrituras estamos ciegos, entonces según tú, ¿que debemos hacer para entrar en el reino de Dios?. Y Yehoshuah le dijo: –¿Estudiáis la Ley de los profetas y las escrituras y no sabéis como debéis actuar?, ¿acaso no os han enseñado cual es el mayor de los mandamientos escritos?.

Y el docto en la Ley contestó: –Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con todo tu entendimiento y al prójimo como a uno mismo. Y Yehoshuah le dijo: –Así es.

Pero el levita, estudioso de la Ley, herido en su orgullo le volvió a preguntar: –Pero, ¿quién es mi prójimo?.

Y el carpintero que veía las intenciones del religioso dijo: –Para que me entendáis todos, os contaré una historia. Un hombre bajaba a Jericó desde Jerusalem, y en el camino le asaltaron unos ladrones que le robaron todo lo que tenía, lo desnudaron y lo dejaron mal herido en el camino. Estando el pobre hombre agonizando, bajaba por el lugar un sacerdote que al verlo se asustó y pasó de largo. Lo mismo hizo un levita que al estar cerca de aquel hombre lo miró con desprecio y se fue dejándolo tendido en el suelo.

Pasaba por el camino un samaritano que solía hacer aquella ruta, y al ver al pobre hombre tirado en el suelo tuvo compasión de él y lo recogió, vendó sus heridas después de limpiarlas con aceite y vino y lo montó en su asno hasta llevarlo a un mesón donde cuidó de él. Al día siguiente el samaritano partió del mesón hacia su trabajo, pero antes dió dos denarios al posadero y le dijo: –Cuida de este hombre y dale todo lo que necesite para que se recupere, y yo al venir te pagaré los gastos.

Al acabar la parábola Yehoshuah se dirigió al doctor de la Ley y le dijo: –Y yo te pregunto a tí, como estudioso de las escrituras y de la Ley, ¿cuál de estos tres hombres crees que fue el prójimo para aquella pobre víctima de los ladrones?.

Sonriendo, el docto contestó: –El samaritano, ya que fue el único que tuvo misericordia; pero Yehoshuah le dijo: –Con esto queda contestada tu pregunta, ahora falta que tú, como estudioso de la Ley, practiques lo mismo que hizo el samaritano, y no te enredes tanto con la letra, ¿o no te das cuenta de que la letra mata y sólo el Espíritu es el que dá vida?.

La razón y la justicia no siempre es del agrado de todos, sobre todo de los sacerdotes y de la gente rica que se oponía al carpintero por las cosas que hablaba; pero al ver que no podían vencer sus palabras, trataban de comprarlo.

Las organizaciones religiosas han escondido este hecho para no evidenciar lo que ellas mismas han estado haciendo a través de la historia infundiendo a las gentes sentimientos de culpa con la llamada tentación; pero la realidad es que el clero judío intentó durante la vida del carpintero comprar su silencio y apropiarse de sus ideas a cambio de dinero y poder, la llamada simonía.

En mi caso, recuerdo que trabajando de yesero, llegaron a desfilar por mi casa rabinos, sacerdotes católicos, monjas, frailes, testigos de Jehová y pastores evangélicos, todos en momentos diferentes y en ocasiones laboralmente difíciles, pero con el mismo objetivo que tuvieron los rabinos con Yehoshuah, comprar mi silencio.

Recuerdo que hasta el mismo obispo católico, en la época franquista, vino a mi casa en el Camp Redó estando enferma mi madre y con la excusa de darle la extremaunción. Pero en Palma, en aquella época pequeña y cerrada como un pueblo, se sabía que el xueta Cayetano Martí, desde la edad de 14 años hacía reuniónes en su casa para hablar del rabí; sobre todo lo sabían los jesuitas, que intentaron convencer a mi madre para internarme en un seminario, pero no lo consiguieron. Esa misma religión que años más tarde me ofrecía buenos puestos para dejar de trabajar de yesero, trabajos fáciles de hacer pero en los que tenía que callarme la boca y dejar de hablar del carpintero, del bon Mestre, como le decimos en mi familia a Yehoshuah de Nazerat. ¡Pero no!, ¡Yo no me vendo por un plato de lentejas!, he dicho siempre a todos.

Pero la censura, encargada de esconder la manipulación que se realiza de la historia humana, también se ha encargado de ocultar el resurgir de las enseñanzas libres del rabí, que algunos descendientes hemos conservado a través de esa misma historia, en ocasiones terrible, sobre todo de Mallorca (persecuciones, gueto, hogueras en la Plaza Gomila, inquisición y autos de fe en el convento de Santo Domingo, etc.), a pesar de que las autoridades, Vaticano de Roma, incluso los mismos reyes de España que residen en el llamado Palacio de Marivent de la capital, estén informados de esta realidad social y cultural de Mallorca. La complicidad y el silencio implica al poder en todo el mundo cuando la verdad se quita el manto de la opresión, se libera y denuncia, a pesar de los intentos por ocultar dicha historia humana, ¿hasta cuando el poder religioso podrá oprimir la conciencia?; el tiempo y la razón común lo dirá.

Purificación en el Jordán

La gente pobre trataba de seguir y escuchar a Yehoshuah, aunque sus palabras a veces eran o parecían difíciles de entender. Así pasó un día en el Jordán cuando el rabí se acercó como uno más a dejarse purificar por su pariente Yokanaán; el profeta de la purificación se alegró tanto de verlo que empezó a decir a la gente cercana a él:

–¡Amigos, acercaos y escuchad al rabí Yehoshuah!; así como yo os purifico con agua según la tradición, él sabe como purificaros a través de las palabras del Espíritu, porque en las cosas del verdadero Maestro yo no soy digno ni de desatarle las sandalias; ¡escuchadlo!.

Y allí, después de la purificación, y sentados cerca del río Jordán, tanto seguidores de Yokanaán como los amigos de Yehoshuah, escucharon al carpintero que hablando el Espíritu, por su boca les decía:

–Yo soy la Luz, –nos dice el espíritu–, y el que venga conmigo nunca estará en tinieblas; soy la Luz del mundo, la Verdad, el Camino, pero debo purificaros en Espíritu porque Dios es Espíritu y los que le adoramos debemos hacerlo con verdad y con el espíritu. Hombres y mujeres estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que es Espíritu, es nuestro Padre, Creador y origen de todas las cosas. Todos somos dioses en potencia, somos parte de Dios, pero Dios no está dividido, es Todo; por esto debemos amarnos los unos a los otros, porque Dios es amor, y el que vive en amor vive en Dios y Dios en él.

Los sacerdotes dicen que hay que seguir sus enseñanzas, los ritos, etc., pero yo os digo que todo esto no es necesario, porque el Creador de todas las cosas no habita en templos hechos de mano de hombre, nosotros mismos somos el sagrado Templo de Dios; tratad de entender estas cosas. Debemos purificar nuestro cuerpo físico, cuidarlo, alimentarlo, y si procuramos limpiar nuestros pensamientos de odio, egoísmo, ambición, venganza, vicios, etc. nuestro espíritu podrá vivir y evolucionar en esta casa limpia que es nuestro cuerpo.

Pero en la gran casa de nuestro Padre Dios (que es el Infinito Universo) hay muchas habitaciones, y nosotros, como buenos hijos, no debemos perder el tiempo estropeando y acaparando cosas, oro, casas, tierras, etc., o sea, egoísmo. El cielo de nuestro mundo y todos los cielos que existen y no se ven con los ojos del cuerpo, son la casa de nuestro Padre Dios, y no están para adorno, no están porque sí; todo lo que nos ocurre en la vida tiene su sentido, su misión.

Escuchadme pues, espíritus pequeños y atrasados, y yo os purificaré y podréis crecer y adelantar para comprender estas cosas; Yokanaán os purifica con agua, yo os purificaré además el espíritu.

De esta forma sencilla y natural, el rabí se dejó limpiar en el Jordán como uno más, no con un bautismo, sino con una purificación, con la que el profeta Yokanaán, conocido como el purificador, alentaba a que se realizara el pueblo hebreo en las orillas del río.

La purificación era una costumbre extendida en Judea y se realizaba en los cauces del Jordán, bajo un sentido idéntico al producido en la India, cuyos peregrinos cada 12 años acuden a la confluencia del Ganges y del Jumna para expiar sus conciencias bajo un baño en sus aguas.

Pero en la cultura judía, la tradición de la purificación nada tenía que ver con el posterior y propagado bautismo religioso cristiano surgido siglos después de la muerte del rabí; controlar los nacimientos de las familias católicas y adquirir cada vez más poder político, y fue la premisa del Vaticano para reclamar a los gobiernos grandes sumas de dinero y privilegios sociales con la excusa de tener mayoría de adeptos, práctica que continuaron durantes siglos los diferentes grupos protestantes en Europa y América.

Por lo que cabe preguntar a la teología religiosa católica y protestante, ¿bajo qué referencia histórica imponen el bautizar a los fieles, sobre todo siendo niños, si el carpintero de Nazerat sólo se dejó purificar a la edad de 30 ó 40 años y además, por un profeta apartado de la religión judía?.

No olvidemos además, que el rabí fue presentado al templo como un bebé judío más, entendiendo con esto que Yehoshuah de Nazerat ya fue purificado (bautizado para el cristianismo organizado) en la tradición judía a través del rito de la circuncisión; ¿por qué no se ha respetado este hecho cultural judío en la persona del carpintero?.

Sea cual fuere la intención o tradición empleada para asegurarse al adepto, el hecho de que el carpintero se prestara en su edad adulta, a ser bendecido por su pariente, deja patente una natural humildad que demuestra lo importante que era para el rabí decidir libremente sobre su vida espiritual. Pero jamás podrá decidir el ser humano por sí mismo, si desde la infancia se adoctrinan las mentes y los espíritus, coartando lo más preciado que Dios nos ha dado para nuestro crecimiento, el uso de la razón.

Para evitar este aborto espiritual que ocasionan los distintos grupos religiosos a la propia conciencia infantil, es necesario romper –desde la misma familia y centros de enseñanza– todos los tabúes y temores religiosos impuestos durante siglos, para dar paso no a una enseñanza religiosa determinada, sino a una verdadera historia de las religiones.

A partir de este conocimiento nuestros hijos y en general todo ser humano sentirán la necesidad de ser espiritualmente libres, y valorarán por ellos mismos lo que las religiones no han querido valorar nunca por miedo a perder adeptos y poder, la libertad de conciencia, o como decía el rabí: –La verdad os hará libres.

¡Jerusalem!, ¡Jerusalem!

Los publicanos y las rameras os van delante

Una hermosa mañana de sábado en Jerusalem y estando en la plaza, frente al templo, un buen grupo de personas rodeaban al rabí y escuchaban sus sabias palabras, entre ellos algunos escribas y fariseos; aquél día, el Espíritu, hablando por la boca del carpintero Yehoshuah de Nazerat, empezó de esta manera:

–Muchas veces han repetido los sacerdotes y rabinos que los profetas hablaban de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo; y yo os digo igual, es más, también os digo que todas las cosas que deseésis que los demás hagan por vosotros, que digan de vosotros, etc., haced vosotros lo mismo por ellos, esto es todo, sobran pues las ceremonias, ritos, rezos, etc. en el templo, ya que Dios no tiene en cuenta las creencias, ni juzga estas cosas, sino los actos positivos de completo acuerdo con el espíritu de los seres humanos en la vida diaria.

La religión verdadera es vida, es paz interior que se manifiesta al exterior; no es malo ir al templo, pero esto demuestra claramente que si buscáis a Dios en el templo, es porque no lo tenéis en vuestro corazón; Dios no es un ser al que hay que buscar en un lugar determinado, acudir a Él, etc., sino que es en uno mismo donde hay que buscarlo, mejor dicho, descubrirlo; nosotros, como espíritus, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que es nuestro Creador.

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