El dinero es un bien escaso (es el único bien que no nos lo proporciona la Naturaleza, ni nadie nos lo regala), difícil de conseguir porque todos andamos tras él, apropiado para la competición social en el terreno de la Imagen, a diferencia de otras cosas o situaciones naturales y placenteras que mejoran nuestra calidad de vida, pero no tienen precio cuantificable ni se valoran, porque conseguirlas no entraña dificultad (están al alcance de todos; no sirven para competir).
Si yo comento que ayer estuve tomando el sol de invierno, visité a mis padres, germinaron unas semillas que sembré, estuve escuchando mi música favorita, me visitó mi amigo, la artrosis me concedió una tregua, almorzamos juntos toda la familia, ayudé a mi vecina anciana a colocar una lámpara…nadie de los oyentes va a sentir envidia, porque aquí no aparecen los por ninguna parte. En cambio, si comento que como ayer era jueves (entiendan Vds. que esto ocurre todos los jueves), mi esposa y yo estuvimos cenando en el restaurante Tal, la cosa cambia. Aquí sí aparecen en la mente de todos y con carácter inmediato 100 , que comparados con los 5 ó 6 que cada uno de los oyentes gastó en su almuerzo domiciliario, los deja en la más absoluta marginación, porque hay dos clases de ciudadanos, los que pueden ir al restaurante y los que tienen que comer en casa. El dinero satisface eficazmente nuestras necesidades de Imagen. Diríamos más, exceptuando los valores personales inalcanzables para la mayoría (un gran deportista, un gran escritor, un político, una gran belleza femenina, un buen cantante…), el dinero es la única fórmula de que dispone el ciudadano mediocre para conseguir Imagen.
El dinero sirve para cubrir "necesidades". Para ganarlo necesitamos tiempo; y este tiempo (que no podemos estirar) tenemos que conseguirlo desatendiendo las verdaderas necesidades genéticas que están ahí de forma natural para que las satisfagamos gratuita e inteligentemente.
Mientras creemos que nos enriquecemos ganando dinero, estamos en realidad empobreciendo nuestra calidad de vida. Este razonamiento no sirve para nada desde el momento que siete mil millones de personas andan tras el dinero. Aquí interviene la emoción de Gregarismo que ratifica de forma poderosa que esto que hace todo el mundo es lo bueno, y en ello estamos. La inteligencia no puede imponerse a la fortísima emoción de Gregarismo, ni a la no menos fuerte emoción que nos anima a progresar.
¿Por qué seguimos empeñados en el "Progreso"?: La Lógica así nos lo permite: Tener es mejor que no tener. Tener 2 es mejor que tener sólo 1. Un piso es mejor que una choza. Ganar 50 es mejor que ganar 5. El ascensor, mejor que las escaleras. La palabra "progreso" evoca siempre connotaciones positivas. Siete mil millones de seres humanos no pueden estar equivocados. Si comparamos el progreso y el tercermundismo, pasando por alto los costos emocionales del progreso, parece de necios valorar el mundo subdesarrollado. Lo que no se conoce no puede valorarse y nosotros no podemos meternos dentro de la camisa emocional de las personas en subdesarrollo para valorar su nivel de felicidad. Las personas que nacemos inmersos en el progreso, no alcanzamos a comprender (rompe con la lógica de la que hablábamos al inicio de este párrafo) las ventajas de estos pueblos, pero existen esas ventajas de cara al cumplimiento feliz de necesidades emocionales naturales humanas, que hacen que esas personas den más síntomas individuales de felicidad que las de la sociedad del desarrollo. Y sin embargo vemos que masivamente sacan el billete y suben a la patera; para qué más certificado de que aquí está lo bueno. Algo no concuerda en lo dicho. Debe haber algún error. Imposible que nos ganen en felicidad. No emigrarían. ¿Qué ocurre entonces? Sencillamente, como hemos dicho, el concepto de "progreso" es positivo, genético y por tanto universal.
Siempre fue así para nuestros antepasados. Pero olvidamos que todo lo bueno tiene un término medio, superado el cual empiezan a aparecer efectos secundarios. La aceleración del progreso se viene haciendo excesiva para nuestra genética, yo diría que desde que abandonamos el nomadeo allá por el Neolítico. Los cambios empezaron a ser tan bruscos que la inteligente pero lentísima Naturaleza, aún no ha tenido tiempo de planificar una acomodación emocional acorde con esos cambios. Nosotros en nuestro desconocimiento pensamos que ahora es cuando somos verdaderamente felices y no en el Paleolítico con tantas precariedades. Si aquellas personas pudiesen visitarnos y conocer nuestra vida feliz, seguro estoy que se preguntarían "¿cómo pueden sonreír estos seres en esta forma de vida tan complicada donde la mayoría de las emociones no encuentran satisfacción? Son todos unos reprimidos. Nosotros lo teníamos mucho más fácil. No podríamos aguantar tanto como ellos. Cumplíamos con todo lo que nos pedía el cuerpo."
El progreso abre continuamente el abanico de nuestras posibilidades. Estas posibilidades, necesitan una atención y una dedicación. Esta dedicación consume tiempo y ese tiempo (que no puede estirarse) hay que sacarlo. De dónde: de la desatención de necesidades genéticas inmateriales que no tienen precio en . Hay una amplia relación de estas necesidades en la pag.
71. Esta conducta nuestra, con tantas carencias y represiones emocionales es inaceptable para nuestro organismo, que así nos lo manifiesta en forma de malestar (infelicidad). Por eso nosotros vamos todo el día con la cara larga y nos mostramos exigentes, quejosos e intolerantes, mientras en los pueblos donde no llegó el progreso vemos todo lo contrario. El algodón no engaña.
Habría que hacer referencia al hecho, científicamente demostrado, que la percepción anticipada del dolor o malestar aumenta su intensidad (el pinchazo de la inyección se percibe más doloroso que cualquier otro pinchazo accidental, aún de superior entidad).
El progreso no para de avisarnos, subrayarnos y amenazarnos con males y traumas, reales o hipotéticos. Nuestro umbral de dolor o malestar, queda así muy por debajo del de los pueblos menos desarrollados. Resulta necedad pensar que ellos sufren tal como nosotros imaginamos.
La tele (verdadero caballo de Troya de nuestro tiempo): Es un medio que satisface nuestras necesidades genéticas de distracción, información, de ilusión, de competición de 2º grado (nosotros no competimos directamente). Alguien podría utilizar sabiamente la tele para enriquecer su vida personal, pero por desgracia, lo frecuente es que nos dejemos llevar por la distracción y nuestra salud emocional se vea entorpecida por multitud de peligros: 1º A veces no somos conscientes de la cantidad de horas que quemamos delante de la tele, en detrimento de otras ocupaciones importantes de nuestro programa de vida. Siempre hay en la tele algo agradable que ver las 24 horas del día. Encender la caja tonta es fácil, apagarla no tanto. 2º Ventana abierta a la publicidad consumista que nos obliga, vía moda y bajo amenaza de marginación, a gastar lo que tenemos y lo que no tenemos, no en lo que nos gustaría sino en lo que otros deciden que nos guste. No es extraño que la familia necesite el sueldo del marido, el de la esposa y la pensión del abuelo. Bajo esta dependencia del dinero, el paro se convierte en una tragedia. 3º Ventana abierta al lavado de cerebro mediante la "normalización" de modas, violencia, eslogan, tendencias, "valores" sociales, proselitismo político…que el espectador asimila sin cuestionarlos, y dirigen su vida en la dirección que otros han programado. No se moleste en educar a sus hijos: la tele lo hace por Vd. y además con garantías de que esa educación coincidirá con la que recibe del resto de jóvenes evitando así el sentimiento de marginación. No se empeñe Vd. en marginar a su hijo, y hacerlo un bicho raro, intentando trasmitirle unos valores sociales que ya han quedado obsoletos. 4º La comunicación familiar, tan importante, se hace añicos, ya que, ante la tele, nadie osa interrumpir la expectación de los demás. El centro de atención familiar no son nuestros problemas concretos, sino los problemas del Oriente Medio, o la marcha del matrimonio de tal personaje pintoresco fabricado sacándolo de las colas del paro –con todo respeto– para convertirlo en príncipe o abanderado del resto de la nación. 5º Se mete en nuestra casa para colocar sobre el mantel un vocabulario soez que en nuestra vida social no toleraríamos. 6º Protagonismo cero para el espectador (exceptuando las lucrativas votaciones vía SMS). Mientras nos ocupamos de la vida del prójimo, descuidamos la nuestra. 7º Durante todo el tiempo de expectación, la actividad física es nula, y propicia para el consumo de golosinas.
Los efectos negativos de la tele van perdiendo fuerza a medida que la persona, por la edad, baja en su protagonismo vital, hasta el punto que puede prestar un servicio aceptable en situaciones graves de soledad o de impotencia funcional. En cualquier caso: Primero la acción y después la televisión.
El hombre, en sus comienzos, hacía vida fuera de casa para conseguir recursos y se veía frecuentemente obligado a negociar con sus semejantes. Con frecuencia había que ceder para desbloquear un acuerdo, trato, o colaboración. La Tolerancia era herramienta importante, de uso diario. Con un enemigo no se puede negociar. Había que hacer lo posible por no granjearse más enemistades de las necesarias.
La mujer recibía y administraba los recursos dentro de casa y sólo dependía de su pareja. No tenía que negociar con nadie ni aportar razonamientos sino defender con intransigencia sus bienes y derechos y los de los suyos. Cuanto más se levantara la voz, mejor. Crearse antipatías en el vecindario no era para la mujer obstáculo, en términos generales, para un buen desarrollo de sus tareas familiares. Esta puede ser la causa de ese sentimiento generalizado en el hombre de que es muy difícil discutir o negociar con la mujer. En el tema de discusiones, la cosa se complica más, desde el momento que la mujer, al no poder competir con la fuerza física del hombre, tuvo que desarrollar un sistema de defensa (justo y equilibrante) basado en aquella máxima "la mejor defensa es un ataque". El hombre, al discutir sobre un tema, centra sus argumentos en ello, mientras la mujer cuando no encuentra argumentos comienza a utilizar verbos en 2ª persona. Está científicamente demostrado que la Naturaleza ha dotado a la mujer de una fluidez verbal muy superior a la del hombre. Esto era básico para el equilibrio natural en la relación de pareja. Actualmente el hombre ha perdido legalmente su fuerza como cabeza de familia, y se encuentra en desequilibrio frente a la mujer que conserva intactas sus armas genéticas. Si la mujer se modera en el uso de estas armas, se favorece el equilibrio. Si no hay equilibrio, la parte que se sienta perjudicada perjudicada es lógico que no esté contenta, y la convivencia se va a pique. Si la relación se va a pique, no hay ganadores sino que las dos partes resultan perjudicadas. No es inteligente. En la vida lo interesante es ganar la guerra aunque para ello haya que ceder alguna batalla.
¿Por qué se producen legislaciones desequilibrantes, promovidas, curiosamente, por legisladores masculinos?: La explicación la encontramos en la palabra "caballerosidad" que no es otra cosa que una emoción equilibradora, instaurada a lo largo de milenios por la Naturaleza (siempre más sabia que nosotros) en los varones (por innecesaria no encuentra igual réplica en las mujeres). Esta emoción, como digo, obliga al varón a proteger y tomar decisiones a favor de la mujer, para que ésta no se encuentre en desventaja ante la mayor fuerza física del varón, y la relación de ambos sea de equilibrio, no en lo igual (hay que estar muy ciegos para ver por dentro y por fuera al hombre igual que la mujer como nos vende el eslogan de moda), sino en lo diverso. Nadie empujó nunca a las mujeres a la guerra, ni a los trabajos penosos, ni los hombres permanecían impasibles ante el maltrato a una mujer: El maltratador era inmediatamente depuesto de su actitud y retado bajo el calificativo de cobarde. Nunca vimos una película del feroz oeste en la que un hombre disparase sobre una mujer. Por el contrario era frecuente que un hombre arriesgara su vida por defender a la mujer. En momentos que había que escapar de algún peligro, siempre se oyó aquello de "las mujeres y los niños primero". El hombre respeta a la mujer sin necesidad de leyes. ¿Porqué se producen entonces los asesinatos?: Vemos que casi todos están ligados a situaciones de divorcio (blanco y en botella). Tal como está actualmente organizado el tema del divorcio, es prácticamente imposible dividir en dos sin causar desequilibrio, y máxime tratándose de derechos inmateriales o emocionales. Desequilibrio es sinónimo de injusticia, y la injusticia generadora de violencia. Queda claro que la violencia hay que atajarla no por el camino de la represión (a veces las emociones negativas, en personas de poco control, resultan más fuertes que las medidas represoras), sino por el camino de la justicia. En cualquier empresa, dicho sea como ejemplo, el desequilibrio a favor de uno, terminará perjudicando a ambos: de momento al perjudicado, y posteriormente al "beneficiado" porque la empresa se derrumba.
En cualquier grupo social, la Interdependencia entre individuos aumenta la cohesión y la tolerancia. La independencia debilita los lazos y los individuos se muestran intransigentes. Esto lo vemos en los pueblos del desierto o esquimales, tremendamente hospitalarios. Los pueblos víctimas de un cataclismo se unen en su tragedia, y destapan un amplio repertorio de conductas humanitarias, antes impensables. En momentos de revolución, es muy raro que surjan discrepancias insalvables dentro del grupo de base, que se mostrará como una piña. Un empresario que dependa mucho de sus trabajadores, sea por falta de demandas de empleo en el mercado, sea por habilidades específicas conseguidas con el tiempo por los trabajadores, deberá mostrar tolerancia con ellos, y la primera muestra será que sus salarios serán adecuados y nada abusivos. Las personas en edad avanzada se vuelven intolerantes con los demás. Esto no es impedimento para que muestren una gran cohesión con su pareja, debido a un aumento de la interdependencia.
El ser humano, desde su etapa de simio, aceptó la vida en grupo, no entendida como un simple acompañamiento físico. Estamos diseñados para la cooperación e interdependencia. La Independencia temporal y moderada, siempre fue bienvenida y necesaria. El problema surge en la sociedad del progreso cuando la independencia supera el término medio de la moderación necesaria, y alcanza cotas cada vez más altas de aislamiento personal.
Todo lo dicho trata de ilustrar y dar luz sobre un tema tan candente como son las relaciones de pareja, tan debilitadas en la actualidad. Las cifras de divorcio son dolorosamente altas. Modernamente existen ingerencias tanto políticas como de medios, que directa o indirectamente favorecen la independencia de los cónyuges, primando el interés o derecho individual sobre el interés de la familia. Pienso que sería más interesante y humano dirigir los esfuerzos públicos, no a facilitar la separación, sino a fortalecer las relaciones emocionales debilitadas. La Naturaleza y sus instituciones son sabias a fuerza de perdurar en el tiempo, y siempre el varón fue muy dependiente de la mujer y a la inversa. Curiosamente con la crisis económica aumenta la interdependencia y aminoran las demandas de divorcio.
Las relaciones de pareja podrían compararse con una empresa donde hay un jefe y un trabajador. El jefe tiene potestad para sancionar el comportamiento del trabajador. Pero si el jefe abusa del trabajador, la sociedad irá a pique. La ausencia del jefe es siempre bien recibida por el trabajador. El trabajador aspirará al máximo de privilegios (no va a poner techo a sus derechos, de eso que se ocupe el jefe. Si le aumenta el sueldo al doble, no va a rechazarlo; si le permite llegar tarde, no va a ser puntual…sería de tontos) pero éstos privilegios pueden dar al traste con la empresa, y si ésta se hunde, se hunden los dos con privilegios incluidos. Lo sensato para el trabajador sería renunciar a algunos privilegios excesivos, para que la empresa
continuase. Debe haber un equilibrio entre lo que cada uno aporta y recibe. No es viable que alguno de los dos deje de aportar las prestaciones a las que está obligado.
La empresa o equipo conyugal (la Familia) existe desde hace miles de siglos. Quiere esto decir que la Naturaleza, a lo largo de ese tiempo, se ha ido encargando de perfeccionar la relación bilateral con principios de diversidad de roles (la especialización en el equipo es indispensable para obtener resultados. El "Todos iguales" no funciona en ninguna empresa), equilibrio en el reparto de recursos, interdependencia y Jerarquía. El éxito está garantizado sin necesidad de "ayudarle" con leyes y fuerzas externas ideadas por personas que pretenden ser más coherentes que la propia Naturaleza. "nada hay tan atrevido como la ignorancia".
No es viable una empresa o equipo con dos jefes iguales a la hora de tomar decisiones (imaginemos 2 presidentes de gobierno, 2 directores de un banco, 2 entrenadores de un equipo, 2 directores de un hospital, 2 Papas, 2 jefes de personal, 2 directores de un instituto, 2 accionistas con el 50% de las acciones cada uno, 2 presidentes de un club deportivo, 2 ministros de hacienda, 2 presidentes de una asociación, 2 presidentes de un partido político, 2 alcaldes, 2 entrenadores… ¿Por qué a nadie se le ocurriría esto? Sencillamente no funcionarían, y por eso en ninguna empresa o equipo debe haber 2 jefes iguales a la hora de tomar decisiones. Alguien debe tener potestad sobre el resto. Pueden darse casos muy puntuales de pequeñas empresas con dos jefes, que sobreviven gracias a una excepcional Tolerancia entre ambos, y reparto de parcelas en las que cada uno es jefe, pero esto es muy raro o infrecuente. Cuando se habla de jefe no quiere significarse que debe hacer lo que quiera en beneficio propio. Él toma las decisiones pero la opinión del resto debe ser escuchada y tenida en cuenta. El abuso de poder no sería inteligente y, a la larga, daría al traste con la empresa.
Cada uno de los jefes antes vistos en el ejemplo, deben tener, y de hecho así ocurre, potestad o fuerza sancionadora o coercitiva sobre sus subordinados de manera que sus decisiones sean obedecidas. Los jefes inteligentes escucharán a sus subordinados, que podrán elevarle sus opiniones de manera fluida. Él se reservará aquellas decisiones que, por su importancia, requieran una mayor elaboración mental, pero equilibrará delegando el resto de decisiones. A ningún jefe se le ocurriría cambiar diariamente la ocupación de cada uno de sus trabajadores: El electricista no debe hacer el trabajo del fontanero, ni el contable debe bajar a cocer ladrillos. Si queremos que la empresa produzca debe haber diversidad de roles, de manera que cada uno rinda en su parcela al 100% y a cada uno se le exigen para su contratación unas cualidades específicas para el puesto a desarrollar.
Para que la empresa tenga continuidad, debe haber una interdependencia entre jefe y subordinado: El jefe depende del trabajo del subordinado y éste depende del dinero que le aporta el jefe. Si la demanda de productos disminuye y el jefe puede hacer el trabajo solo, la interdependencia desaparece y el equipo se rompe. Si al subordinado le toca la lotería y ya no depende del dinero del jefe, el equipo se rompe.
En la Familia no pueden los dos cónyuges tomar decisiones al mismo nivel. La Naturaleza nos enseña que para que desaparezcan las luchas y disputas entre los miembros de un grupo debe haber necesariamente una Jerarquía. Imaginemos un ejercito, una Administración, un banco un hospital sin Jerarquía, donde todo el mundo "mandase" igual.
Esto sería el caos.
Entonces en el grupo familiar ¿Quién asumirá las decisiones últimas; el hombre o la mujer? El hombre lo ha hecho a lo largo de la Historia y la Naturaleza ha ido aumentando su capacidad y tendencia a encarar y solucionar problemas. El hombre primitivo podía dedicar el tiempo necesario para pensar en la solución de los problemas, sin que el funcionamiento familiar se resintiera, ya que cuando había recursos alimenticios suficientes, terminaban sus obligaciones. El rol de la mujer (acondicionamiento del nido familiar, administración de recursos aportados por el hombre, cuidado de los hijos, cuidado de los mayores, de los enfermos, confección de las prendas de abrigo, preparación de los alimentos, recolección de frutos… etc) le ocupaban el 100 % de su tiempo diariamente, sin posibilidad de interrumpir estas actividades y sentarse a buscar solución a los problemas, ya que la vida familiar se paralizaba gravemente. Así la Naturaleza la dotó para poder hacer varias cosas a la vez y hacerlas bien. Es como si la mujer funcionara con un piloto automático. El hombre únicamente puede centrarse en un solo asunto, y dos faenas simultaneas lo desbordan (cuando se trabaja un problema, no se puede prestar atención a otro. Por eso se dice que los descubridores son siempre muy despistados). Cuando ocurre un problema en la casa, la mujer inmediatamente debe ponerlo en conocimiento del marido para que actúe en consecuencia. Nunca que el marido detecte un problema, acudirá a la mujer sin antes intentar resolverlo por su cuenta.
El hombre inteligente debe estar abierto a las propuestas y quejas de la mujer, de manera que las decisiones no sean nunca autoritarias. Decir que en ninguna empresa tiene el subordinado tanto poder de decisión como el programado por la Naturaleza en las relaciones conyugales. 1º porque la mujer ha desarrollado una gran capacidad de detectar y conducir las situaciones emocionales de la pareja (la mujer puede manejar fácilmente la conducta del hombre). 2º El hombre tiene una gran dependencia sexual de la mujer, cosa que no ocurre a la inversa, de manera que la mujer siempre maneja "la sartén por el mango", y nunca puede el hombre permitirse el lujo de tenerla descontenta.
El hombre, como jefe, si así lo convenimos, debe tener la potestad de hacerse obedecer. Una potestad que queda en simbólica por los motivos vistos en el párrafo anterior. Y para más garantías, la sociedad siempre promovió como valor social el respeto del hombre hacia la mujer (el hombre que arbitrariamente pegaba a la mujer, era calificado de cobarde y menospreciado por el resto de hombres). Así la violencia doméstica nunca fue un problema social preocupante. Que el hombre ostente la potestad de fuerza, no significa que vaya a ejercerla alegremente. Los guardias de seguridad están entre nosotros con sus armas de fuego y sus porras dispuestas para la violencia, y sin embargo el ciudadano en ningún momento se siente amenazado. A nadie se le ocurriría dejar al poder o jefe, sin fuerza coercitiva.
El equilibrio en el reparto de beneficios familiares queda asegurado por lo visto en los párrafos anteriores, e impide al hombre abusar de su fuerza en beneficio propio. Además es rol de la mujer actuar como administradora de los recursos familiares, lo que garantiza aún más el equilibrio.
Por último en la familia debe existir una interdependencia entre ambos cónyuges: La mujer depende del marido para engendrar sus hijos, y para recibir los recursos económicos que le permitan atender las necesidades del hogar. El hombre depende de la mujer para tener la vida hogareña organizada y dispuesta, y para satisfacer su necesidad sexual. Si alguno de los dos cónyuges no atiende debidamente su parcela, el equipo familiar se resiente.
En el desenvolvimiento de la vida de pareja no existen leyes, y hay que actuar con principios de Justicia o Equidad y Tolerancia. Esto debería trabajarse desde la infancia. Hay que saber que cualquier desequilibrio a mi favor provocará el descontento en el otro cónyuge, éste tomará medidas de fuerza a su alcance para conseguir el equilibrio (se trata de fastidiar o castigar de alguna manera, y hay muchas formas de conseguirlo: pequeña violencia física, Ira o enfado, malas caras, desatender necesidades del otro, amenazas, ignorarlo… etc.) El que recibe el castigo puede considerarlo injusto o excesivo, y responderá con otras medidas de fuerza por su parte para conseguir el equilibrio que él considera justo. Así se entra en un círculo vicioso del que nadie, por temor a resultar avasallado, consiente en salir. Esta dinámica en principio sería totalmente justa porque ambos tienen derecho a disfrutar en igualdad de cualquier beneficio, sin embargo esto conduce a transformar a los que antes eran dos cooperantes beneficiarios de una buena relación, en dos enemigos empeñados en doblegarse el uno al otro. Todo comenzó con un pequeño desacuerdo, o con una pequeña injusticia. Insisto, el procedimiento es justo pero no inteligente, ya que en la vida debemos aprender a perder pequeñas batallas si queremos conseguir ganar una guerra mucho más importante. Por eso, aquel círculo vicioso hay que tratar de romperlo usando la siempre difícil Tolerancia.
Debemos aprender, aunque nos cueste, a apearnos del burro de vez en cuando, con la seguridad que si yo no hago daño al otro, el otro no es un ogro y tampoco me lo hará a mí, porque vamos en el mismo barco y a los dos nos interesa que no se hunda. Si en la relación de pareja hubiese una lucha por ver quién es más tolerante de los dos, la vida sería muy agradable para ambos, y ninguno percibiría menos beneficios que el otro. Ayudarnos con la satisfacción (emoción) de ver que mientras a tu alrededor otros barcos se hunden, el tuyo sigue luchando contra el recio oleaje. La intolerancia nos lleva a una vida de continuo cruce de castigos mientras dure la relación que acabará en divorcio con todos los problemas materiales y emocionales que ello conlleva, además de la sensación desagradable de haber fracasado en la empresa más importante de nuestra vida, como es la Familia. El divorcio con hijos, es el fin de un problema y el comienzo de una pesadilla. "Salimos de Poncio y nos metemos en Pilatos".
La vida de pareja es muy rica y muy complicada (todo lo que uno hace siempre afecta al otro) y nadie puede desde fuera valorar su equilibrio mejor que los propios cónyuges. Los gobiernos y las asociaciones deberían de abstenerse de intervenir, dictando normas desequilibrantes, y propiciar en cambio la educación emocional desde la infancia, y la intervención imparcial de los psicólogos y agentes sociales en los casos concretos que fuera necesario reconducir al equilibrio. No queramos ser más listos que la propia genética. Las leyes externas, en su ánimo de equilibrar consiguen todo lo contrario, y esa justicia aparente pero injusticia real es generadora de violencia. La violencia doméstica hay que combatirla con la justicia doméstica, y ésta sólo puede ser valorada por los propios cónyuges. Nadie debería ingerirse esgrimiendo fuerza en el funcionamiento interno de la pareja, excepto en casos de delito.
Toda la organización familiar, está genéticamente configurada por la Naturaleza en base a un hombre que sale fuera de la casa para obtener los recursos materiales necesarios, y una mujer que se queda en la casa para administrar esos recursos y atender el desenvolvimiento de la familia. Actualmente, la sociedad de consumo invita a la mujer, con el beneplácito del hombre, a salir de su casa para duplicar los recursos. Así, generando sus propios recursos, la mujer deja de depender de los del hombre, con lo que, una vez engendrados los hijos, ya no necesita al hombre casi para nada. Sin interdependencia, los lazos familiares se debilitan.
Además el hombre continúa siempre con gran dependencia de la mujer, como vimos, con lo que el desequilibrio está servido. Esta situación es valorada por el hombre como injusta. La injusticia es la base de la violencia. A la mayoría de los hombres la violencia hacia la mujer les repele por razones genéticas y no la desarrollarán, sin embargo puede existir una minoría que vean trastornado su funcionamiento emocional y caigan en el maltrato. El divorcio con hijos desemboca en injusticias imposibles de equilibrar por el sistema judicial ordinario (los hijos no se pueden partir por la mitad, ni estar en dos sitios al mismo tiempo; los bienes inmuebles, pensiones alimenticias, hipotecas etc. a veces tampoco pueden distribuirse equitativamente).
Considerando que, con frecuencia, los violentos terminan quitándose la vida, debemos deducir que los problemas emocionales que rodean a los divorcios pueden ser importantes, y sería responsabilidad de las administraciones, valorarlos y estudiar estrategias. Desde luego no dar tantas facilidades para las rupturas. Habría que suavizar los problemas de fondo mediante la asistencia especializada a los ciudadanos emocionalmente desorientados. Los gobiernos deben velar no sólo por la salud del cuerpo, sino también por la salud emocional, porque si alguna de las dos falla, no se produce bienestar en el ciudadano.
Si la mujer trabaja y genera sus propios recursos –superiores a veces a los del marido-, en estricta justicia debería considerarse la igualdad e independencia entre ambos. Desaparece la Jerarquía y de forma natural las luchas y disputas están servidas. Partiendo de esta base, pretender la armonía en el grupo familiar resulta utópico.
Sólo hay tres caminos para evitar las disputas: 1º Que los dos cónyuges continúen interdependiendo uno de otro con equilibrio en el disfrute de recursos (tal como la Naturaleza configuró: Que los privilegios se repartan de manera equilibrada. No que ambos anden luchando por los mismos privilegios. En la 1ª opción cada uno sabe qué puede esperar y qué no; hay paz. En la 2ª opción, a cada paso aparece la disputa). 2º Que el hombre renuncie a su Jerarquía genética, con lo que se mantiene la convivencia, pero el sufrimiento por las emociones reprimidas va a resultar traumático. 3º Que la mujer trabajadora renuncie a su igualdad, para lo que está genéticamente adaptada, aunque renunciar a los derechos nunca resulta agradable, ni vende, políticamente hablando.
Cabe un cuarto camino que sería que ambos ejerciesen sus derechos con cierta Tolerancia y convencimiento de que al ejercerlos de forma abusiva, se produce malestar en la otra parte.
Siempre que nos salgamos del camino diseñado por la Naturaleza, recibiremos coscorrones emocionales.
¿Nos hemos parado a pensar que durante 8 horas diarias estamos bajo la Jerarquía del jefe, sin derecho a decisiones, cumpliendo órdenes y nadie se rasga las vestiduras?. Bueno, pues desde la vida en la empresa hasta la vida en el hogar hay una distancia abismal, en la capacidad de la mujer para alcanzar sus iniciativas y reparto de recursos. La fuerza y libertad de la mujer en el seno familiar, siempre fue infinitamente mayor que la que puede alcanzar en la empresa laboral. Es más. Excepto en la toma de decisiones importantes, las mujeres mantuvieron una situación de privilegio en el trato familiar. Existe la palabra "caballerosidad" en dirección a la mujer, que no encuentra otra similar en dirección contraria.
El mal, las desgracias, accidentes y tragedias ajenos: Provocan una Emoción desagradable (lamentamos que hayan ocurrido. Si hubiéramos podido evitarlas, lo habríamos hecho, sin duda. Estamos dispuestos a cooperar para aliviarlas). Provocan a la vez otras Emociones agradables de Aprendizaje y Consuelo. Hemos aprovechado el accidente ajeno para aprender cómo debemos nosotros comportarnos para no ser víctimas de casos similares. Sentimos Consuelo al pensar que las desgracias ocurren a los demás pero nosotros, hasta la fecha, nos venimos librando de forma privilegiada. Nos sentimos en definitiva con suerte, y protegidos por Alguien con poder. Conocemos la cita: "mal de muchos Consuelo de tontos" . El mal de los demás no va a resolver mi problema (no seamos tontos ). Pero hay que reconocer que se produce efectivamente un Consuelo (emoción) agradable.
Ocurre también, a veces, que nosotros fuimos victimas con anterioridad de un accidente o infortunio similar. Sentirse únicos en la desgracia produce la emoción dolorosa de Marginación. Este otro accidente ajeno hace que el malestar de Marginación se atenúe.
Emocionarse: Una persona con poder o Ser Sobrenatural protege al débil cuando éste se encontraba en dificultades. Recordemos las frases tan utilizada en muchos momentos emocionantes: "Dios existe", "Dios es muy grande".
Para referirnos a los momentos emocionantes solemos utilizar la expresión: "se me pone el vello de punta".
Un enfermo está grave y hay una movilización general en todos los equipos del Hospital para atenderlo.
Película de Ben-Hur: Un pobre condenado a galeras preside el desfile triunfal a bordo de la cuadriga del cónsul romano. La música marcial acompaña la solemnidad. Madre y hermana muy enfermas, son auxiliadas por el vencedor de la gran carrera y por Jesucristo.
Película: Los indios atacan el fuerte y ya a punto de rendirse, se oye en la lejanía la trompeta del 6º de caballería que acude en auxilio.
Película: cuando estaban a punto de llevar a efecto la sentencia de muerte de la acusada (persona buena), aparece un testigo que la exculpa con pruebas definitivas.
El poderoso S. Martín, desde su caballo, se desprende de su lujosa capa para abrigar a un pobre mendigo.
Mi hijo es un pésimo estudiante criticado por todos. Al fin de curso trae unas notas muy aceptables que nadie esperaba (milagro divino).
La ambulancia, a toda sirena, lleva a un enfermo grave al hospital. Todos los coches que momentos antes exhibían sus derechos y poderío sobre el asfalto, a pesar de sus prisas, se van apartando, cediendo paso al necesitado.
En todos los casos podemos distinguir lo dicho: Una persona en debilidad y otra persona (o grupo) con poder o capacidad para solucionar o ayudar en su problema.
Frecuentemente solemos ver una mano Divina interviniendo.
Por qué nos emocionamos: Nos tranquiliza pensar que si alguna vez nos ocurre a nosotros quedar en serios problemas inmerecidos, aparecerá alguien para sacarnos del atolladero.
El sentimiento de Emoción suele ir acompañado de lágrimas de bienestar, a modo de agradecimiento y sumisión a ese Ser, o buena persona, que hizo posible el desenlace feliz.
Mecanismo de la Distracción: La inactividad, o la fiesta duradera, son situaciones en las que nuestra vida no progresa. Esta falta de progreso es detectada por el organismo como peligrosa porque desembocaba para nuestros antepasados en una más que probable bajada de nivel jerárquico dentro del grupo. Por consiguiente, el organismo manda malestar – aburrimiento- para que salgamos de esa situación peligrosa. Empujados por ese malestar nos movilizamos hacia la ocupación constructiva, hacia la Distracción (aprendizaje) o hacia la Competición. El organismo reconoce estas actividades como positivas y deja de enviar malestar. Ahora nos recompensa y refuerza nuestra buena decisión, mandándonos placer.
El problema de la Distracción radica en que el aprendizaje no tiene límites (cuanto más aprendamos mejor). Poco es insuficiente, un poco más es óptimo, y mucho más resulta excesivo, porque ocupa un tiempo de nuestra vida necesario para otras actividades. Por ejemplo: no ver nunca la tele empobrece mi vida; ver un poco y seleccionado, la enriquece; entregarme al televisor en tiempo sin límite, vuelve nuevamente a empobrecerla. "En el término medio está la virtud".
Cuando emprendemos una distracción, nuestro organismo entiende que estamos aprendiendo o sacando unas conclusiones de lo que vemos, oímos o competimos, que van a servir para mejorar nuestra vida. Aplaude con bienestar, pero no sabe decir "basta ya" porque el aprendizaje no tiene límites. Es nuestra inteligencia la que debe poner sobre la mesa la emoción del despilfarro de tiempo. Esta emoción puede (según la fuerza con que subrayemos) imponerse a la emoción de Distracción y actuamos poniendo fin a ésta.
El problema del término medio: Alimentarnos con un garbanzo sería insuficiente, a medida que vamos aumentando el número de garbanzos, vamos mejorando la alimentación, pero, pasado un límite, los garbanzos empiezan a hacernos cada vez más daño. Como es éste un asunto vital nuestro organismo sabe obligarnos a parar de comer en el término medio mandándonos malestar (hartura).
Hay otros muchos temas positivos en nuestra vida que, por no ser vitales, el organismo no avisa del exceso, desconociendo ese punto a partir del cuál comienzan a perjudicar. Ciertamente parece lógico que cuanto más nos sirvamos de lo bueno, mucho mejor, pero no es menos cierto que a partir de un cierto límite, aún lo bueno empieza a generar efectos adversos. Estos efectos casi nunca se relacionan con la causa que los originó, y por consiguiente son difíciles de controlar. Nos encontramos mal, pero desconocemos el motivo; sin embargo cuando notábamos el malestar de la hartura, sabíamos que había que poner fin a los garbanzos. Tenemos que entender que cuando llevamos muchas horas conectados a la tele, no sufrimos Aburrimiento porque tenemos engañado al organismo (nos estamos informando), pero sí notamos una falta de felicidad al notar que somos espectadores de lo que hacen los demás con su vida, mientras la nuestra la tenemos maniatada a la pata del sillón.
El dinero, la imagen, las distracciones, el progreso, son algunos ejemplos de temas a los que deberíamos poner límites racionales, para impedir que invadieran y quitaran sitio a otros temas imprescindibles para una vida rica y completa.
El dinero: Para una familia que no sabe si mañana habrá o no comida para todos, el dinero se convierte en la llave de la despensa. Para una familia catalogada como pobre en
mentalidad occidental, el dinero, una vez cubiertas las necesidades vitales, deja de ser indispensable, pudiéndose, con una buena administración emocional, conseguir niveles óptimos de felicidad. Para las familias económicamente acomodadas en las sociedad del progreso, el dinero comienza a ser un problema: Para ganar más dinero (siempre se aspira a más) tenemos que dedicar nuestro tiempo a trabajar más. Esto es gravísimo porque las restantes actividades felices de nuestra vida, por falta de tiempo se verán afectadas: contacto con los hijos, con nuestra pareja, con los ascendientes mayores, con los amigos. Comemos deprisa, sin centrarnos en el placer de hacerlo. Mantenemos una sexualidad problemática de urgencias y estadísticas. Disfrutamos de la naturaleza sólo los fines de semana, si acaso. No tenemos tiempo para jugar, ni para movernos siguiendo algún ritmo musical. Con algún pretexto, abandonamos el ejercicio de nuestros ritos religiosos. 1/3 de nuestras 24 horas lo dedicamos al trabajo por cuenta ajena, es decir, durante ese tiempo hay que guardar la libertad en el bolsillo, a la espera de poder salir a la calle y poder tomar nuestras propias decisiones.
Emocionalmente hablando, nos cuesta muy caro conseguir el dinero. Hay quien lo consigue más fácil vía delincuencia (legal o ilegal), pero al hacer daño al prójimo la persona experimenta una emoción dolorosa que nos aleja de la Felicidad. Como decimos, "el pecado lleva implícita la penitencia". Qué decir de los que no necesitan malgastar su tiempo en trabajo porque heredaron propiedades importantes. Verán cerrado el acceso a la más importante fuente de felicidad que es la Ilusión. Como se tiene todo, no se puede conseguir casi nada.
Vamos a ponernos un tope a la obtención de recursos y ganar tiempo para poder emplearlo en vivir. Que nadie ni nada pueda comprar y dirigir nuestra vida por unas monedas.
La Imagen: Es la emoción universal (genética) y fortísima que nos impulsa a quedar bien ante los demás. En la vida sólo hay dos formas de estirar el cuello: A base de méritos personales difíciles de conseguir (un santo, un escritor, un profesional prestigioso, un inventor, un cantante, un actor, un futbolista, un político importante. En general alguien que tenga facultades excepcionales). La otra forma, más usual para el resto de los mortales, va siempre unida al dinero, como símbolo externo visible de nuestras habilidades especiales para conseguir "fácilmente" aquello por lo que todos se dan tortas. En occidente, la imagen es el triste cajón donde van a parar casi todos nuestros haberes y créditos. Cuando todo el grupo avanza sin freno, buscar el término medio sin quedarte atrás, se hace difícil. Hace falta mucho control emocional para no sentirse marginado con menores cotas de Imagen que el resto del grupo.
¿Por qué no es inteligente dedicar excesivo tiempo al cultivo de la Imagen?: Porque la Imagen es siempre relativa y sólo brillan los que están por encima de los demás. Este es el mecanismo: Yo me esfuerzo en ganar más dinero para descollar sobre mis vecinos. Lo consigo. Pero mis vecinos también tienen capacidad para esforzarse y conseguir el dinero que necesitan para ponerse a mi altura. Hasta aquí llegó mi brillo porque, utilizando el concepto ciclista, "he quedado absorbido por el pelotón". El resultado de mi maniobra es que continúo en la misma mediocridad de antes, pero con una diferencia: Que hemos colocado el listón más alto y tenemos que continuar con el sacrificio de tener que saltarlo. En alguna esquina de nuestra historia futura, habrá alguien contemplándonos y riéndose mucho de nuestros modos de vida.
El tímido: El tímido sabe en su fuero interno que debería ser más exigente con los demás. Debería ser menos cobarde a la hora de ejercitar sus derechos. Esa falta, que le produce dolor, trata de compensarla de dos formas: 1º mediante salidas y comportamientos temerarios a los que las personas menos tímidas no se arriesgarían. 2º regañando y adoptando superioridad con las personas, normalmente familiares, ante los que se puede exigir sin temor (timidez) a recibir una daño (madre, hijos, esposa), y esto para la convivencia familiar es muy grave. En el
término medio estaría la conducta conocida como Asertividad. Es decir: No debemos abusar de los derechos ajenos, pero debemos hacer valer los nuestros.
Vivir la vida no es ir todos los días de "marcha", ni similares, sino cumplir con las demandas emocionales de nuestra genética.
Nos creamos infinidad de necesidades que mejoran nuestra imagen (cuantificables todas en ), y para conseguirlo no nos queda más remedio que desatender, por falta de tiempo, otras necesidades genéticas no cuantificables en y por lo tanto inútiles para reivindicarnos ante los demás. Para suavizar el malestar que nos produce su insatisfacción, tratamos de correr sobre ellas "un tupido velo". Esto del velo ayuda, pero la persona no puede engañarse a sí misma, y esa insatisfacción de las emociones desatendidas, produce malestar de fondo. Vendría bien ilustrar esto con la fábula de la zorra y las uvas: Ante la necesidad insatisfecha y dolorosa, la zorra interpone su "tupido velo" y continúa su camino. Qué hubiera pasado si unos pasos más adelante se encuentra una escalera: inmediatamente las uvas habrían madurado. Esto demuestra que cuando creemos que una carencia la tenemos maniatada para que no moleste, continúa viva y mandándonos malestar como es su obligación. Si la zorra hubiera totalmente olvidado la carencia, habría comentado ¿para qué quiero yo una escalera si las uvas están verdes?; pero no.
Las actividades de distracción (televisión, lectura ) son actividades contemplativas: No hay que hacer nada ni adoptar estrategias personales. Son otros los que actúan. Su uso abusivo empobrece la vida porque no deja tiempo para otras actividades más creativas. De todas formas sirven para satisfacer la necesidad emocional de distracción, información, sueños, ilusiones, y justicias: "Si el protagonista culminó con éxito su aventura, o ejerció la justicia contra el malo, ¿por qué, llegado el caso, no va a ocurrir en mi vida lo mismo?. Me agrada." Las actividades de distracción deben estar muy acotadas en el tiempo, excepto casos de grave incapacidad funcional.
Las sustancias que producen bienestar: endorfinas, serotonina, dopamina, y algunas más que desconozco, son especie de drogas naturales y pienso que, al igual que las drogas artificiales, producen adicción, de manera que cuando el organismo no las segrega por falta de estímulos, producen un "mono" que hace que la persona se sienta mal. Puede ser el caso de los ricos, cuyo listón material está tan alto que casi nada les estimula porque casi todos los estimulantes quedan por debajo de ese listón. El nivel económico suele ser inverso al nivel de felicidad. La prosperidad económica es caldo de cultivo de emociones negativas, ya que la genética humana está hecha a medida de la precariedad y de la lucha; no de la suficiencia.
Placer: Cuando sobre el organismo pesa una Preocupación, Estrés o Depresión (máxima preocupación), los canales del placer quedan interrumpidos, para poder centrarse sin distracción en la solución que demanda el motivo preocupante. Malestar y placer no pueden ser simultáneos (a nadie se le ocurriría dar un gran aplauso y a la vez un gran regaño). Sí es perfectamente posible percibir el placer en momentos de breve olvido o desconexión de la preocupación. Después vuelve la preocupación y nuevamente desaparece la capacidad de placer.
La vida feliz hay que aprobarla de forma similar a como hay que aprobar un curso de estudios básicos. No basta con sacar matricula de honor en una asignatura y suspender el resto.
Igual en la vida no basta sacar matricula en "imagen" y suspender muchas otras asignaturas aunque sean de menor importancia. Ver la gág. 73
La imagen no es un valor absoluto sino relativo: Mi imagen depende de la imagen de los que me rodean. Esto origina la siguiente dinámica: Yo quiero mejorar mi imagen (necesito trabajar más y ganar más dinero, ya que la forma casi exclusiva de ganar imagen la venden en el mercado a base de ). El problema nace cuando los que me rodean también tienen derecho y posibilidad de luchar por su imagen. La mejoran y me alcanzan. Yo me veo obligado a ganar más dinero para volver a descollar. Los demás tratan de aumentar otra vez sus recursos para alcanzarme, y así hasta el infinito. Es decir es una carrera donde nunca se llega a la meta, porque cuando crees que has llegado, resulta que la nueva meta la han colocado varios kilómetros más adelante. Esta dependencia de ese bien escaso que es el dinero requiere una gran dedicación de tiempo y de efectivos (trabaja el hombre, trabaja la mujer, se le mete mano a la pensión del abuelo, se le sisa a la alimentación…). La falta de tiempo hace que no podamos dedicarnos a esas otras necesidades o asignaturas imprescindibles para aprobar el curso de la felicidad. Qué pasaría si no participara en esta carrera a ninguna parte: Me quedaría el último y me sentiría al margen del grupo (marginado) y por tanto infeliz. Lo ideal sería que yo no participara en la carrera y que los demás tampoco lo hicieran. Entonces no se produciría marginación, y volvería a ser rico en tiempo y así podría aprobar casi todas las asignaturas del curso de la Felicidad. Esto es lo que ocurre en los países que llamamos tercermundistas. Es la diferencia de ocupar en la famosa "pirámide de Maslow" el piso de arriba o el de abajo. Lo curioso es que todos los seres humanos, por la emoción genética de Progreso luchan por estar en el de arriba. No valoramos que en el piso de abajo (necesidades básicas) podemos dar respuesta a muchas más demandas genéticas (los seres humanos nunca estuvimos instalados a lo largo de nuestra larga historia en el piso de arriba). Al pasar del piso de las necesidades básicas al piso de arriba (piso de la Imagen) la carrera competitiva y comparativa se hace inevitable e interminable. Andar para atrás es genéticamente antinatural y nadie lo aceptaría. No parece inteligente ni lógico, aunque decimos que "Es de sabios rectificar". Habría que responder a este problema: Si la finalidad última de nuestra vida es la Felicidad, y el Progreso es sólo una forma particular de buscar esa Felicidad, y ese componente pone en peligro el resultado final, hay que prescindir de ese componente. Un guiso lo componen varios ingredientes. Si uno de ellos es incompatible con los demás, nos estropeará el resultado final. El azúcar es agradable, pero si estoy preparando una ensalada, tengo que prescindir de él, por muy goloso que yo sea.
Según los científicos "la adrenalina que producen algunas emociones bloquea el funcionamiento del sistema nervioso central" (muy lento) (para dar prioridad a la acción o respuesta inmediata -pienso yo-. No es momento de pensar sino de actuar). Consideremos que cuando nuestro organismo se configuró, se pensaba poco y se actuaba instintiva o emocionalmente con total inmediatez (el mono no podía pensar si debía o no coger la manzana, porque cuando lo decidiera, otro mono se le habría adelantado. De ahí la incompatibilidad de la adrenalina con el raciocinio). Actualmente se piensa más antes de actuar, pero el mecanismo de bloqueo intelectual frente a la adrenalina, continúa vigente y perjudica más que beneficia el desenvolvimiento de nuestra vida. Nos ponemos "nerviosos" en situaciones que deberíamos conservar la calma y no entorpecer el funcionamiento del raciocinio, pero es imposible, seguimos un sistema de vida para el que no hemos sido configurados. Nuestros ancestros, casi siempre solucionaban sus problemas con la acción (u omisión), por eso la genética fijó el automatismo eficaz "problema…liberación de adrenalina…acción". La adrenalina siempre se quemaba en la acción. En la civilización este automatismo continúa (es genético), pero muchas veces, el encorsetamiento de nuestro estilo de vida, no nos permite llegar a la fase de acción, y la adrenalina no se quema. ¿Por qué no se llega a la fase de acción? Porque muchas de las acciones que en el Paleolítico realizaban sin represión nuestros antepasados, han quedado –necesaria y lógicamente- en manos de gobernantes, justicia, relaciones laborales, leyes, normas sociales, modas…Pongo ejemplos en los que se ve que el problema provoca adrenalina, por los motivos antes apuntados, y no termina en la acción. No sólo no se quema la adrenalina sino que aparece una emoción muy negativa como es la Frustración; sean algunos ejemplos de ello: Mi calle está mal y no la arreglan, amenazan con subir la edad de jubilación, los vecinos hacen mucho jaleo y no puedo dormir, no me dejan fumar dentro del bar, me obligan a pasar revisión del coche cada 6 meses, alguien pasa y me insulta, sube el precio de los carburantes, la justicia que se me ha concedido no me satisface, tengo que aguantar con buena cara a los clientes, a veces tengo que mostrarme servil con mi jefe, Pedro se ha chivado y me han perjudicado gravemente, el árbitro nos está robando el partido, el profesor me suspende indebidamente, me cierran la tienda delante de mis narices, el autobús está parado pero no me abre la puerta de acceso, mis hijos no me obedecen… Como estos ejemplos podríamos citar muchísimos más. La adrenalina no se quema porque no se desencadena la acción que solucionara cada uno de los problemas citados.
Además la libertad en todos estos casos queda menoscabada porque en todos se genera una emoción de odio o ira que empujarían a utilizar la violencia como medio para solucionar el problema; sin embargo no debemos utilizar esta violencia, porque vivimos dentro de un marco legal, pero la emoción insatisfecha, interiormente nos hace polvo. De esto se habla en el capítulo de la Libertad.
El organismo maneja nuestra conducta externa mediante un mecanismo emocional de "doble rienda": Malestar y Placer. Cuando hacemos algo presuntamente perjudicial para nuestros intereses, nos está mandando Dolor o malestar hasta que solucionemos el problema. Una vez solucionado el problema perjudicial o satisfecha la necesidad o la carencia de un bien, nos manda un premio o refuerzo consistente en Placer o bienestar (el placer nos lo proporciona nuestro propio organismo; no el langostino a la plancha, como creemos. Probando a dar el langostino a alguien que termina de disfrutar de un banquete, saldremos de dudas). Llegados a este convencimiento vemos claramente que, antes que el Placer, se hace imprescindible el problema, la necesidad o la carencia. A más necesidades o carencias, más posibilidades de placer. Necesidades cubiertas, Placer dificultoso. Placer = langostino + circunstancias personales. Nos acostumbramos a envidiar al dueño del langostino, cuando en realidad sus circunstancias personales pueden impedirle que éste le resulte placentero.
Posiblemente el organismo por razones de simplicidad y economía disponga de poco número de sustancias productoras de Placer y una sola fuente o sustancia productora de Malestar. Resultando que ese Malestar unido a un concepto cognitivo o causa concreta conocemos con el nombre de una emoción determinada: A esto lo llamamos "Envidia". Al mismo malestar unido a otro concepto cognitivo lo llamamos "Odio", etc. Igual ocurriría con los placeres. Para hacernos una idea, podríamos poner el ejemplo de las multas de tráfico: el "Dolor" casi siempre es el mismo y no tiene por qué cambiar (la cantidad económica de la multa). Esta cantidad unida a un concepto cognitivo (mal estacionamiento, exceso de velocidad, viajar sin seguro, conducción temeraria…etc.) nos daría una diferenciación de unas multas de otras. Igual puede ocurrir con las Emociones que dirigen nuestra vida. De echo los científicos encuentran muchas similitudes en el funcionamiento fisiológico de emociones tan dispares como Amor y Odio.
Bienestar que se produce tras haber puesto la vida en peligro: El escalador que llega a la cima, al apearnos de los columpios, al apearnos del avión, el torero al terminar la corrida, los conductores suicidas, el puenting, los deportes de riesgo, los viajes de aventura… Al finalizar el peligro, el organismo premia con un bienestar proporcional al grado de peligro corrido.
Inteligencia Emocional: Las emociones desfavorables pueden llevar al fracaso a un individuo con mucha inteligencia, mientras otro, a priori peor dotado para la misma empresa, sus emociones favorables pueden conducirlo al éxito. De todas formas, no parece correcto hibridar en un mismo término Inteligencia y Emociones, aunque en el fondo lo importante es lo que entendemos, no las palabras que utilizamos para expresarlo.
No olvidemos que las decisiones que afectan a nuestros actos, no son tomadas por la Inteligencia, sino por el juego o balanza de las Emociones.
Sensaciones negativas sin posibilidad de mejorarlas, y por tanto, dolor innecesario:
¡Cómo pasa el tiempo! La vida es un asco. Hace un tiempo de perros. Somos el culo del mundo. Todo me sale mal. Encima de pupa chichón. No tengo más que goteras por todas partes. Qué mala suerte tengo. No hay manera.
Todas estas sensaciones están relacionadas con el Pesimismo doloroso improcedente, ya que el sufrimiento no nos va a llevar a solucionar el problema.
Sensaciones negativas por problemas con posibilidad de mejorarlos, y por tanto, dolor necesario que nos empujará a ello: Siempre se me quema la tortilla. Otra vez he perdido el autobús. Estoy perdiendo amigos en el trabajo. Este abrigo me cae muy ridículo. Llevo un siglo sin ver a mis abuelos. Qué tarde se me ha hecho. Otra vez me han dado gato por liebre. Esto no es un coche; es un cacharro. ¡Qué resaca me dejan los botellones!
El malestar me moviliza a solucionar el problema: Tendré más cuidado con la tortilla, procuraré llegar antes al autobús, veré la manera de no perder amigos, me buscaré otro abrigo, buscaré un hueco para ver a los abuelos, vigilaré el reloj con más atención…en mi mano está todo esto y voy a mejorarlo.
Qué pasaría si hiciera caso a los eslogan que circulan sobre Optimismo: Que no sufriría el malestar del Pesimismo, pero mi calidad de vida se empobrecería al no solucionarse esos problemas. La inteligencia nos irá indicando cuándo debemos ser optimistas y cuando no. El Pesimismo no lo puso ahí la Naturaleza para fastidiar, sino para solucionar problemas al alcance. No debemos hacerle una guerra irracional.
En nuestra vida, lo que está mal es motivo de atención y malestar, para que busquemos soluciones, en cambio lo que está bien en nuestra vida lo pasamos por alto (si está bien, no hay nada que arreglar, y por tanto, a otra cosa). Una buena receta para nuestra Felicidad consiste en traer al pensamiento consciente esas cosas que están bien y que pasamos por alto. Nos cuesta poco y nos mete en una dinámica de positivismo: ejemplo de pensamientos de este tipo en los que debemos recrearnos: ¡Qué bien nos llevamos en mi familia!. Hace una mañana espléndida. Qué bien me siento descansando tras la fatiga física.
Esta comida que yo disfruto es un lujo para muchos. Llevo 3 meses sin perder el autobús. Los conocidos me saludan con alegría. Llevo una racha de buena salud. El barco de mi matrimonio se mantiene a pesar del oleaje. Cuántas cosas buenas he disfrutado en mi vida. Qué bien tener una ducha a mano cuando aprieta el calor. Qué bien huelen los jazmines del jardín. He dormido toda la noche de un tirón… Cada uno puede examinar lo bueno de su vida y acostumbrarse (es cuestión de entrenamiento) a recrearse en ello unos breves momentos.
Dinero: El antes y el después: Desde tiempos muy remotos se practicó, sin duda, el trueque o intercambio de bienes materiales o inmateriales. También existiría la deuda como pago aplazado de forma razonable. El 99 por ciento de los intercambios tendrían su base en los productos que hoy llamamos de primera necesidad. Acaparar gran cantidad de estos productos resultaría inútil. Imposible, diríamos, por incompatible con la vida nómada, amén de su carácter casi siempre perecedero y su difícil protección de la rapiña. Nadie trabajaría más de lo necesario. Por todo ello, la lucha por el enriquecimiento individual se situaría en niveles muy bajos o inexistentes.
Entró en escena el dinero, con lo que nos ahorrábamos tener que ir garbanzos para arriba, garbanzos para abajo, con el contratiempo de que el otro estaba ya servido y no podíamos conseguir sus gallinas a trueque de los dichosos garbanzos. El dinero por su versatilidad interesaba a todo el mundo y con él siempre hay posibilidad de comercio. Hasta aquí el invento funcionaba de maravilla, pero las monedas resultaron con una cruz al reverso: Se pueden almacenar fácilmente, y como no se estropean, cuantas más acapare, más posibilidades adquisitivas tendré. Es lógico. Límite de almacenamiento, ninguno. Puedo comprar lo necesario y lo caprichoso (consumismo). Trabajaré sin límite porque no existe límite en el almacenamiento de dinero. Cuanto más mejor. Por ser un bien fácilmente transportable e inidentificable, se hace perfecto para sustraerlo. Los niveles de preocupación por el enriquecimiento individual pueden ser ahora altísimos. Aparece el concepto de riqueza y de pobreza. El dinero es poder. El rico puede conseguir lo que quiera del pobre. Basta con ir añadiendo dinero hasta vencer la resistencia. Con el dinero nace el servilismo. Es el hilo capaz de mover la marioneta a capricho de quien la maneja.
La Deuda: No es agradable sentirse en deuda. Sentimos bienestar ante la deuda pagada. "El que paga descansa". La penitencia aplaca el malestar del pecador. A mayor penitencia, mayor tranquilidad.
Cuando un familiar está en vida, siempre tenemos tiempo de equilibrar las pequeñas injusticias que hayamos podido cometer con él. Cuando fallece, ya es imposible, y entonces aparece con fuerza un sentimiento de deuda impagable o duelo. Tanto más, lógicamente, cuanto peor haya sido nuestra conducta. La persona que se portó bien con el difunto, sufrirá la pérdida, pero su duelo será menos tormentoso.
El "libre albedrío" no existe: ante toda disyuntiva, la Inteligencia se encarga de instalar la balanza y de ir convocando en ambos platillos las correspondientes pesas emocionales (a favor o en contra). Siempre se hará lo que indique el platillo más pesado, teniendo en cuenta que la necesidad de demostrarnos a nosotros mismos que somos libres (alguien nos amenazó que no lo éramos) a la hora de decidir, pesa lo suyo; tanto que puede hacer que la balanza se incline hacia el platillo que en estricta lógica era más débil. Nos hemos engañado. Pero como no nos interesa engañarnos, a lo largo de nuestra vida, nunca o casi nunca hacemos uso de esta pesa desequilibrante. Nos sentiríamos mal al pensar a ciencia cierta que nos estamos perdiendo la mejor opción. ¿Cómo actuamos cuando vamos a elegir entre 2 lavadoras, entre 2 coches o entre 2 novios?. Vulgarmente decimos que miramos los "pros" y los "contras", que justamente coinciden con los dos platillos de la balanza. Gran parte de las pesas que ponemos en la balanza son de peso subjetivo, de manera que las decisiones finales de varios individuos ante un mismo problema, pueden no coincidir. Así vemos la variedad de comportamientos en la sociedad, que dan la impresión engañosa que cada uno elige líbremente. En el funcionamiento de la balanza de las emociones, las que ocupan el platillo de las perdedoras, al quedar insatisfechas, o haber sido contrariadas, dejan un residuo de malestar, que puede ser muy importante, e incluso sugerirnos que la decisión tomada no fue acertada. Basta con que la Inteligencia descubra a posteriori una circunstancia que no se tuvo en cuenta, y por ello no hizo concurrir al platillo a la correspondiente emoción.
La vida del progreso se caracteriza por el sin fin de posibilidades que nos brinda.
Nuestros antepasados tenían pocas opciones y se entregaban plenamente a ellas con un disfrute sin reservas. Nosotros elegimos un menú en el restaurante y lejos de centrarnos en él, estamos más pendientes del que no elegimos y el vecino sí eligió. Si elegimos Benidorm, sentimos perdernos Marbella. La playa está bien, pero me pierdo la montaña, etc. Si pretendo amargarte el partido de fútbol, sólo tengo que regalarte una entrada de teatro para la misma hora.
Como diría Ortega y Gasset, "…Una de las cosas más terribles de la vida es la vacilación, tener que decidirse ante muchas posibilidades iguales".
El Hombre por naturaleza ¿bueno o malo?: Las 2 cosas: Es bueno en cuanto que debe proteger a los otros componentes del grupo que le sirven de apoyo cooperación y fuerza defensiva ante enemigos comunes (egoísmo). Es malo en cuanto que los otros componentes del grupo compiten con él por los recursos y privilegios, o molestan con su actitud o personalidad. Se puede definir el Hombre como "generalmente bueno y puntualmente malo o injusto". La frontera entre la maldad y la justicia, a veces es muy difusa (es malo que me robes unos garbanzos; es justo a veces que haya un reparto de garbanzos, quieras o no).
La práctica del bien o altruismo es quizás la fuente más importante de Felicidad (lo que siembras recoges). Por el mismo motivo resulta doloroso practicar el mal, aunque sea de forma involuntaria. El empresario que no tiene más remedio que despedir a sus trabajadores, sufre.
¿Por qué ocurre así?: A lo largo de millones de años se hizo genético. Si hago el bien, hago un amigo para el futuro. Si hago el mal gratuitamente, me granjeo una enemistad que incluso tratará de perjudicarme. No me interesa.
Desgraciadamente en la sociedad del progreso resultaría poco inteligente hacer el bien ya que estamos en continua competición unos con otros, a ver quien saca el cuello más alto ("al enemigo, ni agua"). Esta barrera prohibitiva de practicar el bien va en contra de la genética humana y al no poder ejercitarse, produce malestar. En el pecado llevamos la penitencia. Para engañarnos a nosotros mismos y suavizar este malestar, practicamos el bien con los pobres (limosnas) y con los tercermundistas (ONG) que no compiten con nosotros, pero con el vecino, de ninguna manera. Sería de tontos ayudarle. ¿Se imaginan al Barcelona ayudándole al Real Madrid?
El Remordimiento o "Voz de la conciencia": Si he hecho un daño al prójimo, en respuesta puedo recibir otro similar. El Remordimiento es como un doloroso interrogante: "¿No debí dar una solución menos traumática para el otro?". Cuanto mayor es el daño que hacemos, más tormentoso resultará el Remordimiento. Pensemos en los casos de los criminales que no son encontrados por la Justicia, y con el tiempo ellos mismos confiesan su crimen cuando podían mantenerlo oculto. ¿Qué consiguen con ello?: Pagar y descansar. El malestar del Remordimiento no cesa hasta que no se paga. Cuando el daño que hicimos es pequeño e irreversible, pagamos pidiendo perdón. El perdón supone rebajarnos humildemente al otro, poniéndonos en sus manos. Lo terrible es cuando mi vida se llena de pequeños daños "legales" al prójimo, sin compensarlos ni solicitar perdón a las personas dañadas. Entonces vivo con un continuo malestar. Como son pequeños daños, no los relaciono con mi malestar, y en consecuencia no pongo el remedio para saldarlos y eliminarlos. Por el contrario, la persona que practica el bien, espera el bien y apoyo de los demás y eso produce bienestar o felicidad. Si hago el bien, me aseguro (tengo muchas posibilidades) que recibiré el bien. La Seguridad – según la pirámide de Maslow- resulta muy tranquilizadora. Los mafiosos practicaban con frecuencia las obras de caridad con los huérfanos (quizás de sus propias víctimas) posiblemente como liberación de sus remordimientos.
Las obras de caridad y el voluntariado, nos dan oportunidad de saldar la infinidad de cuentecillas que –aunque no las conozcamos- presentimos que existen y que están pendientes. El que paga descansa.
Pienso que los empresarios y los jefes, tienen en el ejercicio de su trabajo más ocasiones de hacer daño a sus subordinados que a la inversa. Por ello están más expuestos al malestar de remordimiento. Cuanto más derechos se restrinjan a los subordinados (hasta un límite), mejor le irá a la empresa. Cuanto más condescendiente se sea con ellos, peores resultados se obtendrán. La empresa da a los subordinados y recibe de éstos. Cuanto menos dé y más reciba, "mejor". Mención aparte merece el jefe que sabe incrementar la productividad de su empresa mediante el buen trato a sus subordinados y reparto de beneficios. Sobre esto habría que considerar muchos factores y emociones para que el resultado final fuese el deseado. No por ser bueno el jefe va a asegurarse una mayor productividad. Podría aparecer el abuso de los subordinados etc.
Notros no podemos engañarnos a nosotros mismos por muchas consideraciones y justificantes que aportemos; en el fondo nos queda la sensación de haber obrado mal y eso es lo que llamamos voz de la conciencia, que no es más que otra emoción que nos alerta siempre de los autoengaños (no de los ajenos –lógicamente-).
Los dolores somáticos no desaparecen, ni pueden quedar en suspenso, hasta que no se soluciona la causa (muy concreta y fácil de conocer: Los dolores son específicos, y fáciles de discriminar: me duele una muela, la cabeza, un tobillo, la garganta…). Sin embargo los malestares psíquicos se manifiestan con un malestar similar para todas las causas y poco discriminado ni localizado (infelicidad), con frecuencia se hace difícil relacionar causa- efecto: "Me encuentro mal. No sé que me pasa. Mi vida va bien, no me falta de nada, pero no estoy contento. Todo me molesta. No tolero a nadie…". ¿Cuál es la causa de esta sensación de infelicidad que tengo? Si tengo problemas en concretar la causa u origen, difícilmente podré poner remedio. A veces las causas son violentas y repentinas fáciles de detectar ( por ej. No me esperaba estas notas de mi hijo, me ha fallado un amigo en algo concreto, he perdido mucho dinero tontamente, avería grave en el coche…) el malestar en poco tiempo se ha superado, mejorado u olvidado porque al conocerlo, podemos remediarlo. Otras veces las causas no son explosivas y repentinas sino que están ahí y perduran largo tiempo (hijos adolescentes, enfermedades, desatención a los padres o a los hijos por horarios laborales, insatisfacción económica…. En general lo que llamamos Preocupaciones. Son las peores. Son las más traicioneras porque se esconden, quedan temporalmente en suspenso solapadas por otros motivos felices concurrentes, no nos damos cuenta de que están ahí pero ellas, apenas desaparece el breve motivo de bienestar concurrente, vuelven a la carga produciéndonos Infelicidad. Nosotros achacaremos esa infelicidad a otra circunstancia negativa y dejaremos que aquella siga haciendo estragos impunemente. Echamos la culpa de nuestro cabrero (infelicidad) a lo mal que estaba hoy el tráfico, e ignoramos que el malestar ya venía de antes.
Repitamos que la sensación de infelicidad puede ser momentáneamente anulada por una circunstancia feliz concurrente (las sensaciones de felicidad y malestar psíquico no pueden coincidir al mismo tiempo. Pueden alternarse. Una sensación puede quedar en suspenso temporalmente y después volver a manifestarse).
Concretando, hay situaciones de infelicidad en las que conocemos perfectamente el motivo, y podemos buscar solución. Pero hay otras en que sentimos la infelicidad pero no sabemos qué nos la produce. Para esto es fundamental una mínima formación emocional, y poder chequear nuestra vida (las asignaturas de la pag. 73 pueden servirnos de ayuda).
El perfeccionista cree que hay mucho que mejorar en su vida. Hay muchas cosas que –a su juicio- no van bien. Muchas cosas que parecen no ir bien, suman muchos malestares que no dejarán sitio a los disfrutes de lo que sí va bien (no hemos terminado de disfrutar de algo y ya estamos inmersos en la molestia de otro arreglo). La sociedad del progreso y de la imagen, es pura competición y comparación. Y en la competición no basta tener un nivel, sino que ese nivel debe ser superior al del resto de competidores. No nos damos cuenta que en la maratón sólo disfruta el que llega el primero, mientras que los que hacen el mismo trayecto en plan de excursión no competitiva, podrán ir recreándose a lo largo del camino.
He oído decir que "todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada".
Recuerde el perfeccionista que en el término medio está la virtud. Sólo la competición exige perfección. Salgámonos de la carrera y marchemos de excursión por la vida.
Los Valores sociales y normas de cortesía. El hecho de renunciar a mis derechos a favor del otro, parece ir en contra del principio de funcionamiento egoísta del ser humano, pero todo lo contrario; los valores sociales han sido creados para favorecer a los grupos sociales que habitualmente los practican. Por ejemplo: Cuando un individuo se agacha (sin problemas) a recoger algo que se le ha caído a otra persona cargada de bultos (con problemas para agacharse), no hace otra cosa que asegurarse que si mañana él se viera con el mismo problema, alguien acudiría a solucionarselo. Ocurre que hay un individuo que se siente más "listo" que los demás y se ahorra el agacharse y no ayuda al prójimo. Al hacerlo está autorizando al otro a que haga lo mismo, y así uno tras otro, y en estricta justicia, todos van pasándose al bando de los "listos", de manera que cuando a un "listo" se le cae el paquete, para recogerlo, se verá obligado a realizar unos esfuerzos complicadísimos y problemáticos por falta de ayuda. Resumiendo: no te agachas cuando lo podrías hacer sin problemas, y te ves obligado a agacharte cuando lo tienes complicado. Muy inteligente.
La cortesía y los valores humanos, por su carácter de reciprocidad, fueron inventados en beneficio propio. No seamos "listos" y sintámonos inteligentes al practicarlos, marginando a la vez a quienes no los cumplan, para que, de alguna manera, se sientan obligados a cumplirlos y no den mal ejemplo. Hay que ser listos pero no listillos.
Las compañías de seguros se inspiran en los Valores y normas de cortesía: Yo hago hoy un pequeño sacrificio (cuota asequible) y duermo tranquilo de que si se inunda el piso, me van a ayudar a superar un grave problema. Yo hago hoy un pequeño sacrificio agachándome a recoger el paquete y estoy tranquilo de que cuando mañana se me caiga a mí, me ayudarán a resolver ese incómodo problema. Si toda la sociedad practica los valores, y de acuerdo con la ley de probabilidades, en toda mi vida me habré agachado fácilmente a recoger el paquete ajeno 50 veces (por ejemplo) y otras 50 veces alguien se habrá agachado por mí cuando yo iba cargado. A lo que hay que añadir el beneficio emocional que habremos recibido cada vez que nos hemos agachado a ayudar al prójimo, o que alguien se ha agachado a ayudarnos (el que se agacha es feliz de hacer el bien, y el que no tiene que agacharse es feliz de no sentirse abandonado). El balance positivo lo firmaría la persona más egoísta del mundo. Seamos listos.
Lamentablemente no lo haremos así porque en la sociedad del progreso y la competición, ayudar al prójimo es como echar piedras sobre tu propio tejado, recordemos aquella cita tan competitiva como inhumana "al enemigo ni agua": "encima que lleva más paquetes que yo porque es más rico,¿ voy a agacharme a recogerle el paquete?. Que se agache él con los güevos". Más o menos funcionamos así, insisto, lamentablemente.
El problema no son las personas sino el estilo de vida de la sociedad del progreso. Esas mismas personas en una sociedad menos desarrollada, se comportarían de forma más humana e inteligente. Esto no es muy difícil de comprobar a poco que nos informemos de otras culturas más "atrasadas".
La artesanía nos produce satisfacción porque la artesanía ha sido la vida de nuestros antepasados. La industria es de ayer y no es genética.
La Timidez: En las sociedades tercermundistas, las personas desde pequeños interaccionan continuamente con sus semejantes (juegos, diálogos, tratos, competiciones…) Esto permite al individuo conocer sus límites jerárquicos, y dentro de ellos puede desenvolver su vida con seguridad sabiendo hasta dónde puede llegar. En la sociedad del bienestar, los niños y jóvenes no juegan entre ellos (lo hacen con máquinas guapísimas). No dialogan entre ellos (dejan que la tele tome la palabra). No compiten entre ellos (lo hacen enganchados al carro del Real Madrid o el Barcelona). El resultado es que el individuo desconoce sus límites respecto a los demás. Entonces son víctimas de la Prudencia que, en caso de duda, aconseja abstenerse de actuar, y este abstenerse no es otra cosa que Timidez desproporcionada ("quedarse cortos"). Las nuevas generaciones son respecto al grupo que no controlan (la sociedad) mucho más tímidas que las anteriores, y esto provoca un desahogo cruel y descarado en el grupo que controlan (familia).
La Timidez es terrible, porque la persona va dejando por el camino infinidad de beneficios a los que podría optar y no lo hace. Su calidad de vida se ve muy empobrecida.
La Intimidad tiene sentido en una sociedad que hipervalora la Imagen: La intimidad me permite ocultar lo que pienso que afea mi imagen, de manera que los demás sólo vean lo que yo crea que me embellece, y así lo colgaré y haré público en las redes. Con la dichosa Intimidad todos tenemos un concepto de nuestros vecinos mucho más elevado del real (vemos lo bonito que sacan a la calle e ignoramos lo feo que ocultan en casa), y esto nos obliga a intentar continuamente superarnos en una carrera sencillamente de necios a ver quien coloca el listón más alto. Contrariamente, yo como ser humano no tengo que ocultar mis miserias ("el que se vea libre de ellas, que lance la primera piedra"). La Intimidad es el origen de la Soledad.
Hay otras culturas distintas a la del bienestar, donde los ciudadanos entran unos a las casas de otros, conocen en directo sus problemas y de esta manera no se agobian con los propios. Saben que los vecinos son como ellos y por lo tanto huelgan las competiciones y brilla la solidaridad.
Todas las personas tenemos derecho a conocer las circunstancias reales de los demás, para saber si nuestra posición dentro del grupo es la normal (conocimiento del medio) y no agobiarnos con falsas suposiciones.
Es una barbaridad promulgar leyes que protejan la Intimidad. El óptimo de intimidad queda a niveles muchísimo más bajos.
Los avances de la sociedad, conllevan apareados otra serie de cambios, poco valorados, que pasan desapercibidos. Estos cambios pueden hacer que un avance tan vertiginoso no resulte conveniente. La genética del ser humano está diseñada para avanzar. A lo largo de milenios, estos cambios, han ido integrándose genéticamente porque se produjeron muy lentamente (milenios). Modernamente tenemos el inconveniente de que los cambios son muy repentinos. Imposible la adaptación genética a los efectos secundarios. Entonces éstos se manifiestan con toda su virulencia. El individuo no lo sabe pero nota malestar, y se siente infeliz. Al no saber cuál es el origen de su infelicidad, no pone remedio y la infelicidad continúa. Por ejemplo: se inventa la televisión, igual que se inventó la dinamita, como algo positivo. Esto conlleva inevitablemente un deterioro del diálogo y las relaciones interfamiliares. Se inventa el ascensor y perdemos la batalla del colesterol. Podríamos poner muchos ejemplos, todos pesimistas por quedar fuera de genética, sobre los efectos revolucionarios de nuestros "avances".
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