La felicidad no es un «premio» que se obtiene al obrar bien; no es exterior a los quehaceres, tareas y prácticas del concursar humano, sino que se va logrando en aquel modo de vivir que nos es más propio como seres humanos racionales. Pero como no todos coincidimos en el modo de entender la dignidad y plenitud, tampoco en la historia de la filosofía moral encontramos unanimidad en los distintos sistemas morales. La ética de la felicidad debe ser a la vez una ética de la responsabilidad consciente de la copia de sus propuestas. Ya no es posible pensar con seriedad las condiciones de la felicidad sin las condiciones de la justicia; dicho con otras palabras, es preciso reconstruir el sentido que pueda tener una ética de la felicidad desde la posibilidad real de una vida humana digna para todos.
Desde una perspectiva social se corre el peligro de identificar «bienestar público» con «felicidad pública». Cuando se produce esta identificación, nos hallamos ante dos peligros. Por un lado, ante una ética social necesitada de cuantificar todas las consecuencias; por otro, ante un utilitarismo que, en aras del «bienestar público», promueve una «felicidad pública» con el peligro de agravar la «libertad pública».
El objetivo de esta monografía es saber ¿qué se entiende por felicidad?, ya sea desde el punto de vista aristotélico-platónico, y del cristianismo. También dar explicaciones fundamentadas para saber ¿porqué la felicidad es aquello que sentimos como nuestra inexorable realidad?.
I. PENSAMIENTO GRIEGO
1. Felicitas y beatitudo en la cultura clásica
No podemos pasar por alto la transformación que el concepto tiene en la cultura latina, aunque exactamente, hay dos palabras que nos ayudan a entender la eudaimonía y makairos: .
FELICITAS: procede de felix, adjetivo que nombra lo fructífero, lo fértil, lo fecundo. Así, felicitas es sinónimo de fecundidad, fertilidad y prosperidad.
BEATITUDO: creación de Cicerón, posterior a beatus, y ambos originarios del verbo beo que quiere decir colmar, llenar, no dejar que falte nada.
Aspirar a la felicidad será, por una parte, aspirar a tener una vida fructífera y plena, tener aquí y ahora una vida dichosa. Pero con el término beatitudo1 se vincula la felicidad a la perfección de la naturaleza humana, perfección que en el cristiano se logrará con la esforzada contemplación de Dios, y que va a suponer una felicidad que desborda lo histórico y que roza la auténtica desmesura que supone la eternidad.
En el sentido verdadero y propio de esta palabra (beatitud), es posesión de todo bien sin mezcla alguna de mal. Esta felicidad solo se goza en el cielo por la posesión del sumo bien, que es Dios. Así es, que la beatitud en sentido estricto, es la felicidad eterna que los justos disfrutan en el cielo por su unión con Dios. Baste, pues, haber dado esta definición, y expondremos con más extensión esta doctrina llamada "Bienaventuranza".
Al olvidar numerosas veces, lo que de histórico hay en el concepto teológico de salvación, se ha ido limitando progresivamente la dimensión «perfectiva», reduciendo el concepto a simple sentimiento de placer individual, fragmentario y subjetivo, vinculándolo a un bienestar puramente mental.
En Roma, el que estudió el concepto de beatitud fue Séneca. Compuso su tratado "De vita beata" (De la vida Beata). El libro de Séneca está dirigido a su hermano Galión, y comienza diciendo "A todos los hombre, hermano Galión, quieren vivir felices" (Vivere, Gallio frater, omnes beate volunt). Según Séneca, lo difícil es descubrir lo que hace feliz la vida. Curioso planteamiento, vivir felizmente es intangible, pero es difícil saber qué hace falta para hacer posible esa felicidad. Expresa que el deseo de la felicidad es natural. Pero el problema de Séneca era el juzgamiento, decía que la gente está en contra la razón.
Poco a poco, Séneca va esclareciendo el concepto de felicidad, "La vida feliz es la que está conforme con su naturaleza". "El sumo bien es un alma que desprecia las cosas azarosas (aleatorias) y se complace en la virtud". No hay que olvidar que existen diferencias entre griegos y latinos con la palabra virtud. Para el griego es (areté), es la capacidad, mientras que en latín (virtus) tiene un elemento de energía, de fortaleza, de uso normal.
2. ¿Bienestar o Felicidad?.
Si reducimos la felicidad a bienestar, ésta se convierte en un «estado» psicológico o mental, perdiendo la capacidad que tiene para intensificar la totalidad de la acción humana y su sentido. Además, la confundiríamos con los medios que la hacen posible o la permiten, sin poder distinguir entre las ayudas de la felicidad y la felicidad misma. Entonces, me pregunto: ¿Cómo evitar las acciones que surgen la confusión entre placer, bienestar y felicidad? .
Para evitar las confusiones entre placer, bienestar y felicidad, es transformar la tradición aristotélica, una tradición que piensa conjuntamente el bien y la felicidad, una tradición en la que lo bueno y lo cómodo, no pueden separarse. En Aristóteles, la vida de quienes hacen el bien es placentera en sí misma, no siendo el placer un añadido al bien, sino consecuencia del mismo; es más, nadie es verdaderamente bueno si no se halla satisfecho y goza con las buenas acciones.
El placer proporciona felicidad cuando se obtiene de las obras que son más propias del hombre, o sea, aquel que corona la actividad más propia del hombre que es la actividad racional.
3. Platón.
Otro término con el que se acentuaba todavía más el carácter de «regalo» que tiene la felicidad, es la makaría o makariótes, menos utilizado por Aristóteles, pero más querido y utilizado por Platón.
La razón es sencilla, Platón incide menos en la construcción de un carácter personal, le da menos importancia al esfuerzo y a la voluntad de felicidad que al hecho de que sea «regalo», «donación» y «gracia» de los dioses.
Se adecúa a una perspectiva más elevada, divina; relacionada, a su vez, con el origen divino de la parte racional de nuestra alma y los efectos anormales de su comunión con el cuerpo.
En todas nuestras actividades es necesario esmerarse para asegurar el predominio de la razón; desarrollar lo que hay de divino en nosotros; vivir en el tiempo lo eterno; hacerse dignos, aún en la vida mortal, de la inmortalidad, y acelerar con nuestra acción el retorno de nuestra alma a su originaria sede celestial.
El fin supremo del hombre, a la par de su origen y de su esencia, es trascendente respecto del mundo sensible. Pero es en el mundo sensible donde debe realizarse, o por lo menos donde deben darse las condiciones y buscarse los medios para su realización. Ahora bien, según prevalezca la consideración del carácter trascendente del fin, o bien el de la necesaria relación con el cuerpo y con el mundo corpóreo, se tiene en Platón un bosquejo del ideal de vida predominantemente místico-ascético, o bien más comprensiva y optimistamente humana.
Para el primer tipo de vida, el alma debe tender a liberarse del cuerpo. Toda la vida del filósofo debe consistir en una continua renuncia a la vida del cuerpo, en una progresiva concentración del alma en sí misma. Junto a esta consideración religiosa- órfica de la vida, se acentúa a menudo en Platón una visión más serena y más propia de la conciencia helénica. El mundo sensible es considerado en su armonía, que lo hace un reflejo del mundo ideal y una escala para la más directa contemplación de este mundo. Entonces, el cuerpo deja de ser el enemigo contra el cual luchar o la cadena que debe romperse; es el instrumento admirablemente construido para los fines de la razón, como órgano de la filosofía.
Todo lo que es bueno es bello, y belleza es sobre todo armonía, simetría, proporción. Y esta belleza debemos realizarla en nuestro ser, en la totalidad de nuestro ser, sin mutilaciones ni exclusiones, como armonía y simetría de alma y cuerpo. Es preciso no ejercitar el alma sin el cuerpo, ni el cuerpo sin el alma; gimnasia por un lado, música y filosofía por el otro, hacen al hombre verdaderamente bello y al mismo tiempo bueno.
Armonía es también salud del alma, proporción en las diversas partes de la misma. En este concepto de salud moral se unifican todas las virtudes.
Fundamental entre todas las virtudes es la justicia, consistente en esa armonía interior del alma por la que cada facultad cumple ordenadamente la función que le es propia. Y como la misión de la razón es mandar, guiar, iluminar, virtud especial de la razón es la sabiduría, que se extiende sin embargo al alma entera. Y virtud propia de la parte irascible del alma es la de poner su energía al servicio de la razón, y de temer o no aquellas cosas que la razón considera como cosas de temer o de afrontar; ésta es justamente la esencia de la fortaleza o del coraje, virtud característica de la parte intermedia del alma. Finalmente, con respecto a la parte concupiscible, es virtud la templanza, moderación de los apetitos en el pleno sometimiento a la sabiduría.
Platón señala en "La República", que el deber del Estado debe ser asegurar de justicia tanto en la vida interior de los individuos como en la organización social; facilitándose esto a través de la formación de la clase dirigente mediante el dominio absoluto e impersonal de la razón. Platón determinó a la razón como el conocimiento de lo eterno y de lo divino, es ciencia del bien en sí, de lo bello en sí y de lo justo en sí: es decir, es ciencia de ese ejemplar perfecto de justicia, de belleza y de bondad sobre el que debe modelarse la vida humana, individual y social.
4. Aristóteles.
La «eudaimonía griega» en la aproximación terminológica, «Todos los hombres aspiran a la felicidad». Esta frase que encontramos en la ética de Aristóteles podría ser firmada sin muchos reparos por cualquier filósofo que pretenda reconocer una de las aspiraciones más dignas de todo ser humano, la de vivir «en plenitud».
Pero los problemas comienzan cuando empecemos a determinar en qué consiste esta plenitud y cómo lograr que nuestra vida esté a rebosar, pues vivir «en plenitud» no es sólo vivir satisfecho, sino estar a punto de desbordar los límites de nuestra propia existencia. En este «rebosar» que supera estar contento consiste la desmesura de la felicidad.
Con el término «felicidad» traducimos el vocablo griego eudaimonía. Aristóteles lo empleaba para designar el fin (telos) de todas las acciones, llegando a ser el bien supremo al que aspiramos como hombres. Al ser la felicidad ese fin que se persigue, entonces nos hallamos ante un sistema filosófico que recibe el nombre de eudemonismo.
Aunque el término «felicidad» sea el que más se aproxime al significado originario, hay otras palabras como «bienaventuranza» o «contento» que también designan lo que Aristóteles pretendía.
Etimológicamente significa ser favorecido por un «buen» (eu) «hado» (-daimon), participar en un buen destino, consiste en tener un buen daimon, tener suerte, prosperidad.
Ese bien, fin último, que no se desea por ninguna otra cosa sino que se desea por sí mismo es, según Aristóteles, la felicidad. A continuación se analiza según Aristóteles, los distintos géneros de vida en los que los seres humanos han creído encontrar la felicidad:
1- El placer: es el complemento del acto, su valor no está en sí mismo, sino que lo obtiene de la actividad a la que subsigue; no vuelve al hombre autárquico ya que lo lleva a depender del objeto de placer;
2- Los honores: "los honores están más en quien los da que en quien los recibe"; como tales, podríamos añadir, pueden ser entregados y1o quitados arbitrariamente, mientras que el verdadero bien debe ser algo propio y difícil de arrancar del sujeto; los que lo persiguen lo hacen para persuadirse a sí mismos de su propia virtud, con todo lo cual dejan de ver claro que aun en su propia estimativa la virtud es superior a la honra.
3- La riqueza: la vida de lucro es antinatural, va en contra del ocio, del tiempo libre para la reflexión; es claramente medio y no-fin en sí mismo.
Después de estas ideas, Aristóteles pasa a una segunda consideración: las privaciones (stéresis), la cual no significa carencia, sino privación de aquello que nos es necesario; haciendo referencia a esto se puede decir que la felicidad aparece cuando se consigue aquello de lo que se está privado, pero cuando se lo tiene y se goza de ello, no se le da importancia ni valor. Además, se puede pasar a otra noción: la utarquía o suficiencia, consideración equívoca por el carácter indigente que caracteriza al hombre, es decir, por ser éste insuficiente.
Aristóteles le interesa lo que se busca por sí mismo y no por otra cosa. "Esto es lo que va a aplicar a la interpretación de la felicidad: "Tal parece ser eminentemente la felicidad, pues la elegimos siempre por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer, el entendimiento y toda virtud los deseamos ciertamente por sí mismos (pues aunque nada resultara de ellas, desearíamos todas estas cosas), pero también los deseamos en vista de la felicidad, pues creemos que seremos felices por medio de ellos. En cambio nadie busca la felicidad por estas cosas, ni en general por ninguna otra"2.
Lo difícil será mantener esta tensión entre una felicidad que es preparada por el esfuerzo de la voluntad y una felicidad que acontece independientemente de los esfuerzos que realice la limitada voluntad humana. Desde el tono aristocrático, el uso de esta palabra refleja el firme sentimiento griego de que la virtud y la felicidad no pueden separarse por entero.
El término no siempre se traduce bien, porque cualquier traducción debería incluir, conjunta la noción de vivir bien (dimensión subjetiva) y comportarse bien (dimensión objetiva); de ahí que, según se incida en uno y otro aspecto, estemos ante un eudemonismo subjetivo o ante un eudemonismo objetivo. Será difícil llegar a un acuerdo sobre el modo de lograrla, porque para cada uno es una cosa distinta. En un nivel puramente conceptual puede existir acuerdo en que designa el bien supremo, la aspiración máxima del hombre; pero en un nivel puramente real constatamos no sólo la dispersión en las realidades a las que nos referimos, sino al constante cambio con la que cada uno lo entiende.
¿En qué consiste la felicidad? Para establecerlo, Aristóteles comienza preguntándose cuál es la actividad específicamente humana; para esto deja de examinar la vida sensitiva, compuesta de sensaciones y sentimientos, y las funciones vegetativas, como así también las funciones de cada individuo en la sociedad; para finalizar considerando la parte racional, privativa del ser humano, esencia de la humanidad.
"La felicidad sólo es posible para aquel que vive guiándose por la razón, para el que es capaz de controlar sus deseos y temores, para el que no se deja llevar por las pasiones".
La razón debe guiar nuestras vidas, así seremos felices. Resulta así que el Sumo Bien es el ejercicio perfecto de la función propia del hombre, que es la razón, toda su excelencia reside en su capacidad de pensar. Y al hablar de excelencia, nos estamos refiriendo a la noción de "virtud"; la cual consiste en cumplir con lo que nuestra recta razón nos indica; es un hábito, o sea una disposición constante a cumplir actos buenos, un modo de ser permanente, constante, hacia el bien; también es la repetición de acciones virtuosas y voluntarias. No es pues, ni por un efecto de la naturaleza, ni de la manera contraria a ella, como nacen en nosotros las virtudes; estamos naturalmente predispuestos a adquirirlas, con la condición de las perfeccionemos por el hábito; todo lo que adquirimos de la naturaleza es posibilidad y potencia, que luego nosotros debemos pasar a acto. En cuanto a las virtudes, las adquirimos desde el comienzo por medio del ejercicio; lo que hemos de realizar luego de un estudio previo, lo aprendemos de la práctica.
Para Aristóteles la virtud se manifiesta bajo un doble aspecto:
Virtudes morales, éticas o de carácter.
Expresan una actitud de la voluntad frente a los elementos emotivos y pasionales de nuestra vida interior.
Resultan de la obediencia impuesta por la razón a los instintos.
Provienen de la parte práctica y de los buenos hábitos, de aquí que, gracias a un leve cambio, de la palabra costumbre -ethos- viene moral -ethica-.
Son el término (justo) medio entre los extremos (por exceso o por defecto) Entre las virtudes morales destaca:
1) El valor, que es el equilibrio entre la cobardía (que es la sensación exagerada de miedo) y la valentía (que es la inconsciencia y confianza ante circunstancias temibles).
2) La templanza, que es el término medio entre el libertinaje (que es la entrega total al placer) y la insensibilidad (que es la carencia absoluta de inclinación al placer); es decir, entre los placeres del cuerpo.
3) La dulzura o mansedumbre que está entre la irritabilidad y la impasibilidad.
El hombre bueno es el hombre prudente, es el que busca el término medio entre los extremos. En las acciones y en las pasiones puede haber exceso, defecto o término medio. Se debe tener en cuenta que: el término medio no puede ser siempre el mismo, depende de las circunstancias y de la persona de la que se trate, es variable y relativo.
Elegir el término medio es una virtud, nadie nace con esa capacidad sino que se aprende mediante la educación y la práctica reiterada de buenas acciones. Adquirir esta capacidad nos hace dignos de ser felices.
Para Aristóteles, la virtud ética más elevada es la justicia, que se relaciona en forma directa con la noción de término medio ya que la idea de justicia implica la de equilibrio.
Virtudes intelectuales o dianoéticas
Proviene en su mayor parte de la instrucción o educación, de la que ella necesita para darse a conocer y desarrollarse.
Exige ella práctica y tiempo.
Provienen de la parte teórica de la razón y tienden a lograr un reconocimiento.
La más importante es la sabiduría teórica o sofía, esta virtud nos permitirá descubrir, según Aristóteles las primeras causas y los primeros principios.
"Algo que no dura no se puede llamar felicidad". Así mismo dice, la felicidad es el fin de las cosas humanas, es una actividad: poiesis es producción, fabricación; práxis es una actividad cuyo fin no es algo distinto de ella, sino ella misma; y es una variedad de la práxis (práctica), la theoria (teoría), la cual es aquello que se basta a sí misma.
El logro de la felicidad no es posible para el individuo sino en la vida, convivencia social (por ser el hombre "un animal político"), solo en sociedad el hombre puede realizar su perfeccionamiento moral, en este sentido toma importancia el Estado (forma de organización social más importante), cuyo fin es el de suministrar los medios e imponer normas para que cada individuo pueda realizar su esencia.
Estamos ya en condiciones de decir en qué consiste la vida feliz para Aristóteles: "es la vida dedicada a la búsqueda de la sabiduria, correspondiendo a que la suprema virtud consiste en la actividad contemplativa de la verdad."
5. Hedonismo y epicureismo.
En esta etapa explicaré muy brevemente algunos conceptos modernos, desvirtuados para algunos y aceptados por otros de la felicidad: el hedonismo (teoría ética que identifica el bien con el placer) y epicureismo (Escuela filosófica preocupada principalmente por cuestiones éticas y fundada por Epicuro. Propone la realización de la vida buena y feliz mediante la administración inteligente de placeres y dolores, la ataraxia y vínculos de amistad entre sus correligionarios).
En la Ética a Nicómaco afirma Aristóteles:
«… el placer perfecciona la actividad, y por tanto también el vivir, que es lo que todos desean. Es razonable, pues, aspirar también al placer, pues completa nuestra vida, que es deseable por sí misma».
Aplicando las palabras de Aristóteles, llego a preguntarme: ¿Significa esto que podemos establecer la identificación entre felicidad y placer?, ¿Podemos identificar lo «placentero» con lo «agradable»? ¿Cuál es el papel del placer, de lo agradable y de lo gozoso en la ética?.
Entonces, desde una perspectiva aristotélica, podemos decir que el placer es un «fin sobrevenido» a la actividad humana y, por tanto, debe ser pensado desde una ordenación de los bienes. Sin embargo, no toda ética griega participaba de esta idea. Los cirenaicos y los epicúreos afirmaron que el placer es el supremo bien que todos apetecen. Ambos parten de una ética material que busca algún tipo de orden en las sensaciones y en la realización de los deseos más inmediatos. Sin embargo, no llegan a las mismas conclusiones: los primeros consideran más importante el placer de la carne que el del alma, los segundos otorgan la superioridad al placer del alma.
El término "hedonista", proviene del griego "hedoné", placer. La propuesta hedonista más importante es la de Epicuro y su escuela. En este punto es preciso tener cuidado pues podría parecer que Epicuro está a favor de una vida preocupada por conseguir variados e intensos placeres, especialmente los corporales. Sin embargo, pocos filósofos han defendido esa interpretación y Epicuro no es uno de ellos. Epicuro no recomienda buscar siempre y en todo momento el placer o rehuir el dolor. Su propuesta es más bien utilizar la razón para examinar de forma serena y cuidadosa el beneficio o el daño que se siguen de cada una de nuestras apetencias y acciones.
Se trata de ser inteligentes en la búsqueda de placeres y en la evitación de dolores, de algo así como una "aritmética del placer": hay que hacer un cálculo de los placeres y los dolores que se siguen de la realización de un deseo. Los placeres más valiosos son los puros o no mezclados con dolores, y no se pueden identificar con placeres momentáneos sino con los que comprometen estados duraderos del alma. Como consecuencia de la valoración racional de los placeres y los dolores, el epicureísmo acabó recomendado los "placeres del alma" (como la conversación entre amigos), antes que los "placeres del cuerpo", y una vida de moderación en las pasiones (ataraxia).
Su ideal de sabiduría estaba en la oportunidad, en la dialéctica de lograr evitar, en el gozo oportuno; la felicidad sólo se logra mediante una economía de esfuerzos que, por un lado, consiga sobreponerse a las cosas y, por otro, se transforme en autarquía, esto es, autodominio o autocontrol personal. En efecto, la felicidad viene dada por la ausencia de dolor en el cuerpo y la ausencia de turbación en el alma, que son placeres estables y fáciles de alcanzar.
El epicureísmo puede seducirnos con cierta facilidad, por ello debemos ser conscientes de lo limitado que puede ser su planteamiento.
Distingue Epicuro tres clases de apetitos:
los naturales y necesarios: comer, beber, alimentarse; son fáciles de satisfacer;
los naturales pero no necesarios: como los eróticos; no son difíciles de dominar y no se necesitan para la felicidad;
los que no son naturales ni necesarios; hay que rechazarlos completamente. Tipos de placeres: dado que el hombre está formado por cuerpo y alma habrá dos tipos generales de placeres:
placeres del cuerpo: aunque considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es la de renunciar a estos placeres y buscar la carencia de dolor corporal. Existen dolores del alma y dolores del cuerpo, pero el mal es el del dolor corporal pues el del alma es consecuencia directa o indirecta de los dolores del cuerpo presentes o venideros. Cabe aliviar el dolor físico con el recuerdo de alegrías pasadas y en casos extremos con el suicidio.
placeres del alm a: el placer del alma es superior al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el momento presente mientras que los del alma son más duraderos; además, los placeres del alma pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.
Entonces reflexionando estos dos conceptos claves me pregunto: ¿No resultará entonces que el camino de la felicidad ya no es el placer, sino el bienestar y la utilidad?, ¿Por qué lo que para unos resulta un placer para otros puede resultar desagradable?. Al intentar responder a estas preguntas, nos encontramos con otro de los caminos de la felicidad: el utilitarismo, aunque sus propuestas son de mayor alcance, comparte con el epicureísmo una interpretación mecanicista de la persona en la que es fundamental el equilibrio entre máximos de placer-bienestar y mínimos de dolor-sufrimiento.
Bienaventuranza.II. PENSAMIENTO ESCOLÁSTICO3.
Ampliando lo que se ha dicho en la monografía de Beatitud, expongo aquí con toda claridad la doctrina teológica acerca de la bienaventuranza. La palabra bienaventuranza deriva de ventura. Originariamente es un plural neutro de venturus (lo que ha de venir); por lo tanto las cosas que han de venir. Hay una interesante referencia al futuro. El sentido más importante que se da a esta palabra es el de llevar a cabo las felicidades enseñadas y prometidas por Cristo, las cuales son ocho bienaventuranzas, pero también son las que se pueden lograr en esta vida, es decir las felicidades que dan al hombre la posesión de los bienes temporales.
El hombre, como todas las cosas, tiene un fin último para el que fue criado, y este fin es único, como prueban los teólogos como Santo Tomás. Este fin único es al mismo tiempo el fin último, que supone la posesión de un bien perfecto que llene y sacie todo el apetito racional del hombre, de modo que considerado objetivamente ha de ser un bien Sumo, y considerado subjetivamente ha de ser poseído con toda plenitud y según toda la capacidad del hombre.
Esto supuesto, podemos ya dar una definición exacta de la bienaventuranza, el fin último de todos y cada uno de los hombres.
Los escolásticos reconocían diversas especies de bienaventuranza:
1. Natural (naturaleza racional) el hombre puede alcanzar con sus propias fuerzas y tiene por objeto los bienes naturales.
2. Sobrenatural que excede todas las facultades de la criatura y se alcanza por el auxilio de la gracia. Se subdivide en bienaventuranza Viae o imperfecta, en virtud de la cual el hombre se une al Sumo bien del modo que es posible en esta vida mortal; y bienaventuranza Patriae o perfecta, que consiste en la posesión del Sumo bien, de un modo perfectísimo, según toda la capacidad de la criatura, y se obtiene en la vida futura.
Todas las bienaventuranzas tienen la forma de una promesa justificada por una actitud, una condición; lo esencial es su doble carácter: la referencia al futuro y la conexión con algo propio del hombre, actitud, forma de conducta.
1. San Agustin de Hipona.
San Agustín entiende la felicidad como "gozo de la verdad", pues quien goza de la verdad goza de Dios, por quien son verdaderas todas las cosas. Lo que el hombre sabe lo sabe por Dios quien lo ilumina y le hace participar del por que de las causas ultimas, que no son entendibles por medio de la razón.
El objeto de la felicidad, según San Agustín es que "Todos deseamos vivir felices", no hay nadie en el género humano que no esté conforme con este pensamiento. La felicidad está en la perfección del alma.
Presento a continuación una simple explicación del pensamiento de San Agustín sobre el tema de Dios como felicidad del hombre:
1. Lo mejor para el hombre, desde luego, no puede ser cosa alguna que sea peor que él, porque lo que sea peor que él lo envilecería. Pero, si encontramos algo más excelente que pueda ser objeto del amor del hombre, no habrá duda de que debe el hombre esforzarse en conseguirlo para ser feliz.. Pues si la felicidad consiste en conseguir aquel bien que no tiene ni puede tener superior, a saber, el bien optimo.¿Cómo puede haber alcanzado el bien supremo si hay algo mejor a lo que pueda llegar?
2. La felicidad del hombre es la felicidad del alma. El bien debe ser de tal condición que no se pueda perder contra nuestra voluntad, porque nadie puede confiar en un bien si teme que se lo quiten aun queriendo conservarlo y abrazarse a él. El que no está seguro en el bien de que goza, no puede ser feliz mientras vive con ese temor. Debemos, pues, buscar qué es lo que hay mejor para el hombre. Ahora bien, el hombre es un compuesto de alma y cuerpo, y, desde luego, la perfección del hombre no puede residir en este último. Es sencillo: el alma es muy superior a todos los elementos del cuerpo, luego el sumo bien del mismo cuerpo no puede ser ni su placer, ni su belleza, ni su agilidad. Todo ello depende del alma, hasta su misma vida. Por tanto, si encontrásemos algo superior al alma y que la perfeccionara, eso seria el bien hasta del mismo cuerpo. Luego lo que perfeccione al alma será la felicidad del hombre.
3. La felicidad es Dios, nadie duda que la virtud es la perfección del alma. Decir que la virtud es el alma misma equivale a un absurdo, porque el alma imperfecta, sin virtud, encontraría su perfección en poseerse a si misma, esto es, en poseer una cosa imperfecta. Luego la virtud es algo que está fuera del alma. "Esto que confiere al alma que la busca, la virtud y la sabiduría, o es un hombre sabio o es Dios". El hombre no lo es, porque falla aquella condición de la inamisibilidad; entonces, sólo Dios es sabio. El seguirlo está bien; el conseguirlo, no sólo bien, sino que es vivir feliz.
4. La sabiduría, el conocer y poseer la verdad, es la felicidad para San Agustín. La opinión de los hombres es muy diferente acerca de dónde se encuentra la verdadera sabiduría. "Si todos queremos ser bienaventurados, consta que todos queremos ser sabios, porque nadie que no sea sabio es bienaventurado, y nadie es bienaventurado sin la posesión del bien sumo, que consiste en el conocimiento y posesión de aquella verdad que llamamos sabiduría. Y así como, antes de ser felices, tenemos impresa en nuestra mente la noción de felicidad, puesto que en su virtud sabemos y decimos con toda confianza, y sin duda alguna, que queremos ser dichosos, así también, antes de ser sabios, tenemos en nuestra mente la noción de la sabiduría, en virtud de la cual, cada uno de nosotros, si se le pregunta si quiere ser sabio, responde sin sombra de duda que sí, que lo quiere"4.
5. La felicidad consiste en conocer y poseer a Dios, demuestra que la existencia de una verdad está fuera de nuestra inteligencia y es superior a ella. Basa su prueba en el hecho de que diversas inteligencias ven una misma verdad, y, por otra parte, esas inteligencias son versátiles, y la verdad, inmutable. Por lo tanto, existe una verdad superior a nuestra razón. Esa verdad debe de ser nuestro sumo bien.
Como resumen de su pensamiento, puedo expresar la siguiente afirmación:
"el que busca el modo de conseguir la vida feliz, en realidad no busca otra cosa que la determinación de ese fin bueno en orden a alcanzar un conocimiento cierto e inconcuso de ese sumo bien del hombre, el cual no puede consistir sino en el cuerpo, o en el alma, o en Dios; o en dos de estas cosas o en todas ellas. Una vez que hayas descartado la hipótesis de que el supremo bien del hombre puede consistir en el cuerpo, no queda más que el alma y Dios. Y si consigues advertir que al alma le ocurre lo mismo que al cuerpo, ya no queda más que Dios, en el cual consiste el supremo bien del hombre. No porque las demás cosas sean malas, sino porque bien supremo es aquel al que todo lo demás se refiere. Somos felices cuando disfrutamos de aquello por lo cual se desean los otros bienes, aquello que se anhela por si mismo y no por conseguir otra cosa. Por lo tanto, el fin se halla cuando no queda ya nada por correr no hay referencia ulterior alguna. Allí se encuentra el descanso del deseo, la seguridad de la fruición, el goce tranquilísimo de la buena voluntad"5
Iniciando este tema desde una concepción cristiana, tomando como referencia la ética planteada por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica en la cual se afirma que, sólo Dios puede constituir la verdadera felicidad para el hombre.
Con respecto a la bienaventuranza, Santo Tomas la define cono aquello que la voluntad es incapaz de no querer. No puede consistir en algún bien criado (art. 1.0 de la cuestión II), no consiste en las riquezas, porque estas son inferiores al hombre y se refieren a él; luego no pueden ser fin último. En esta profunda razón se comprenden las más fáciles que añaden otros filósofos, a saber; que las riquezas no excluyen todo género de males, que no satisfacen plenamente, que no son permanentes, que a pesar de ellas faltan muchas cosas.
El deseo de felicidad es un querer natural, es decir un acto espiritual y suceso natural a la vez. ¿Qué pasa con la libertad del querer natural?. Primero, la voluntad natural de la felicidad brota del más íntimo núcleo de la esencia humana, no está limitado por alguna acción exterior. Segundo, este querer se remota a través del corazón del hombre hasta el último origen, que no es humano; no es el hombre quien primeramente tiene el deseo de felicidad.
Cuando se habla de felicidad en el hombre, se les acerca la idea de satisfacción que tiende hacia los sumo, y que todo ser feliz tiene que ver con la eterna bienaventuranza. Hay que reconocer que todo deseo humano de felicidad, se dirige innegablemente a una satisfacción suma, como hacia lo que la verdad anhela, "a través de mil ramas". A su vez esa satisfacción suma tiene su mas íntimo lugar en la contemplación.
El hombre anhela por naturaleza6, es decir todos los hombres espirituales, la felicidad y bienaventuranza. Solamente una persona o un alguien, es capas de ser feliz e infeliz, sería ilógico decir que un animal es feliz. Según Santo Tomás, "el hombre quiere la bienaventuranza naturalmente y con necesidad", "querer ser feliz no es una cosa de libre decisión", vas mas allá de nosotros.
Establece también que los bienes materiales, por ser limitados, no constituyen el Bien Universal, sino que participan, en menor o mayor medida, del Bien. Sin embargo nuestra voluntad nunca quedará completamente satisfecha porque desea el bien ilimitado, y no lo encuentra en el orden natural. No obstante ese bien existe y es Dios. Cuando Santo Tomás habla en la Summa Teológica, expresa un concepto que se tiene totalmente equivocado de la realidad de Dios, cuando no se considera como perfectamente feliz. "Él es su bienaventuranza", "Dios y la bienaventuranza son lo mismo". En el Tratado de la Creación, expresa una frase muy clara: "La felicidad de
Dios no consiste en el obrar, mediante el cual Él funda la Creación, sino en el obrar, por el cual Él goza de Sí mismo, no necesitado de la Creación". Si Dios no fuera feliz, no seríamos capaces ni siquiera de pensar en una posible curación de las herídas de la Creación.
En su obra por excelencia, Santo Tomás se formula las siguientes preguntas, dando sus justificadas respuestas, con relación a la felicidad:
– ¿Consiste la beatud del hombre en los honores? No, debido a que la excelencia del hombre se aprecia en relación con su felicidad suprema, que es su perfecto bien, y por consideración a aquellos bienes que son en cierto modo participación de la beatud. Según esto el honor puede ser consecuencia de la beatud, no ésta de la honra.
– ¿La beatud del hombre consiste en algún bien creado? Es imposible, la beatud es un bien perfecto que necesita ser completamente satisfecho por su carácter de fin último. El objeto de la voluntad es el bien universal, el cual no se halla en cosa alguna creada, y sí sólo en Dios. Por consiguiente, en sólo Dios consiste la beatud del hombre, justamente porque Él es el único capaz de llenar la voluntad del hombre.
– ¿La beatud del hombre está en la visión de la divina esencia? "La última y perfecta beatud no puede estar sino en la visión de la esencia divina. Para demostrarlo, consideraremos dos cosas: 10, que el hombre no es perfectamente feliz, en tanto que le queda algo que desear y anhelar; 20, que la perfección de cada potencia se aprecia por la razón de su objeto"7
– ¿Puede alguno ser bienaventurado en esta vida? En esta vida se puede tener alguna participación de la beatitud; pero no es posible aquí la beatitud perfecta y verdadera: y esto lo demuestra por dos consideraciones: 10, por la razón de que el bien perfecto y suficiente excluye todo mal y sacia todo deseo, bienes que no son posibles de evitar en el cuerpo; 20, asimismo tampoco es posible saciar en esta vida el deseo del bien, por cuanto el hombre desea naturalmente la permanencia del bien que posee, y los bienes de esta vida son transitorios, como lo es la vida misma. "Todo esto prueba evidentemente que nadie en esta vida puede alcanzar la verdadera y perfecta beatud."8
– ¿Cuál es el medio para encaminarnos a Dios en esta vida? La respuesta es el obrar bien repetidamente, lo que permite la adquisición de virtudes. Santo Tomás clasifica las virtudes en dos grandes grupos: intelectuales y morales.
Las virtudes m orales fueron sostenidas al igual que las mencionadas en su momento por Aristóteles, pero sólo denominó a: la justicia (lleva a obrar bien dando a cada uno lo suyo), la fortaleza (modera el temor y la audacia) y la templanza (modera los apetitos de la parte concupiscible)
La virtud intelectual principal es la prudencia, que nos permite determinar, en cada situación concreta, dónde está el término medio. Esta virtud, por lo tanto, rige a las otras, de manera que, cuando se obra rectamente los apetitos sensibles se encuentran guiados por la razón.
– ¿Cuál es la bebida de felicidad que pueda satisfacer esta sed de todo hombre definitivamente?. La respuesta es Dios. Sien embargo, Santo Tomás dice "bonum universale, ". No hace referencia a algo abstracto, sino algo mas concreto, pero que a la vez abarca todo. Se puede traducir también "el bien, en suma". No realizar el "summum" de la idea de que el hombre no puede saciarse definitivamente con una bebida inferior a la del "bien universal". Pero este "summum" lleva el nombre de Dios. El bien universal no se puede hallar en ninguna parte del campo de la Creación; sólo se encuentra en Diós. Diós no es creación, es eterno, Él es, fue y será.
– ¿La posesión del bien es por causa de la alegría?. Según la Summa Teológica, "nadie se deleita a no ser en algún bien que le es conveniente, bien sea en la realidad, bien sea en la esperanza, o por lo menos en la memoria,. Pero el bien conveniente, si de verdad es perfecto, constituye la misma felicidad del hombre. Así, es evidente que ni siquiera la delectación que sigue el bien perfecto es la misma de la esencia de la felicidad".
En si la felicidad tiene un doble sentido, el sediento se dirige su mirada hacia la copa llena de vino, el hambriento ve un pan; ésta es la satisfacción . Como expresaba antes, la felicidad no es riqueza, honores o fama. Santo tomas dice que la riqueza artificial, es capaz de atizar un apetito infinito, en otras palabras, es un engañoso espejismo del ansia de felicidad. Por ejemplo, no puede consistir la felicidad en la fama, pues ser famoso quiere decir ser alabado y ser juzgado, sería apropiado decir que la gloria en sentido estricto es solamente la propia felicidad. "El bien del hombre depende del conocimiento de Dios, y por eso depende la felicidad del hombre de la gloria delante de Dios"9.
Como reflexión al pensamiento de Santo Tomás, la felicidad tiene lugar en un obrar, es un operar y un quehacer del alma10. Pero si se dijo que la felicidad y bienaventuranza eran siempre un regalo, ¿Cómo puede ser entonces a la vez nuestro propio obrar?. Según un español que habla de la Summa Teológica, encuentra algo tan sencillo para explicar esto, si le fuese donada la vista a un ciego, sería aún, sin embargo, con su propia vista con lo que él vería.
Felicidad significa última perfección, perfección es realización y la realización, tiene lugar en el obrar.
III. DISTINTOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE FELICIDAD.
Se suelen agrupar en la actualidad, varias tendencias del concepto de "felicidad". Es importante tener en claro que no todas las personas son iguales en actitudes y por lo tanto estos modelos pueden encontrarse puramente o combinarlos.
1. EL NIH ILISM O.
La vida carece de sentido, por lo que no se encuentra respuesta a la palabra felicidad. Aquel que se perfila en esta postura, lleva consigo el significado de la nada. La nada es la vivencia de que no hay nadie que sea término de mi manifestación, ya sea en el diálogo con otra persona. En conclusión, el nihilismo lleva a la pérdida del otro y al hundimiento en la soledad personal. Cuando el destino del hombre es él mismo, la persona busca a buscarse en si misma sus deseos, inclinaciones, amores, etc. Si no hay un tú al dirigirnos, estamos solos y nadie nos espera. Variantes del nihilismo:
2. LA D ESESPERACIÓN.
Es el grado extremo de esta corriente en la práctica. El desesperado es aquel que deja de esperar, porque ha sido víctima de la soledad, la indiferencia o el engaño. Aparece como solución al problema el suicidio.
3. EL FATALISMO.
Se da en aquel hombre que no es dueño de su destino y se caracteriza por la carencia de un elemento irracional, llamado "destino o azar", que a su vez es fortuna o casualidad. Como solución es adoptar una postura pesimista, pues se sabe de que las cosas son inevitables, y por ende esto termina siendo trágico y fatal.
4. EL ABSURDO.
Es la vivencia sinsentido, son aquellas acciones que hacemos obligadamente pero que no están dentro de las nuestras, y que a su vez no tienen relevancia para nosotros. Generalmente se usa el término hipócrita, o sea sin lógica porque el sistema social lo obliga a comportarse de otra manera.
5. EL CINISMO.
La persona busca interesarse de otra persona para sacarle algo útil de ella, hace como le importa algo, pero en realidad busca aprovecharse de otra persona. Es cínico, no cree en lo que dice o hace pero aparenta, porque le da igual una cosa que otra. Puede llegar a convertirse en una postura radical de la vida, no cree en la verdad y se toma en broma todas las cosas. No se toma nada en serio, por lo tanto no tiene sentido la vida. Es como si tiene una máscara que es y a su vez no es, por lo tanto el hombre está vacío.
6. EL ESCEPT ICIST A.
De algún modo es un nihilista, es profundamente infeliz pero trata de buscar alguna solución para salir de paso. Busca en estado de euforia salir de su bajo estado de ánimo, por ejemplo la embriaguez. Es en cierta forma abandonarse por un tiempo en manos del alcohol sus problemas, y así reaccionar en forma irracional, en otros términos no se encuentra en sus cabales correspondientes.
7. EL CARPE DIEM (aprovechar el m om ento).
Este modelo se basa en disfrutar en el día, en el momento, en la cual se apuesta por el presente. Lo que uno quiere ser hay que vivirlo ya, antes de que se pase la oportunidad. Al pensar en este momento se piensa la felicidad y el sentido de vida con el placer, estamos ante felicidad = placer. Se trata del gozo presente. Rasgos mas importantes:
La virtud y el placer son opuestos. "Todo lo placentero es pecado y lo que no está prohibido es obligatorio". Decía Nietzsche "la vida es un manantial del placer".
Según Rousseau, la naturaleza humana es buena por si sola, lo malo sale de uno. Por lo tanto hay que vivir de manera natural porque no lleva nada de malo en ella, y por si sola es inocente y buena. La virtud y la bondad moral significan una represión a las fuerzas de la vida y por eso son antinatural.
Aunque para algunos es factible este modelo, a su vez tiene rasgos negativos que caben destacar para poder diferenciar y evaluar:
– Confundir felicidad con placer es erróneo, porque el placer es momentáneo y también admite repetición. Es siempre parcial, tiene vigor y energía pero también al mismo momento es insuficiente. Afecta a la vida psíquica, más aún al núcleo de la persona misma. A diferencia, la felicidad es todo lo contrario, no abarca un momento, sino la totalidad de la persona, por lo que tiene un lugar mas profundo. No provoca fastidio sino un deseo que se haga mas profunda.
– Decir que la felicidad es el presente, corrompe el futuro, hay mas felicidad en esperar bienes futuros que vivirlos en el momento, porque cuando hay una expectativa se está a la espera de que se cumpla de la mejor manera posible. La felicidad consiste en aprender esperar.
8. EL INTERES.
El hombre siempre piensa en sus propios intereses por los va a cuidar muy bien. Es realista, busca su confort, su tranquilidad y se asegura de que no tenga riesgos. Como dice el dicho: "mas pájaro en vano que cien volando". Queda claro que hace depender la felicidad de sus propios esfuerzos o logros. Estamos en un modo de vida que pone como fin y valor primero al yo mismo y mis intereses. El hombre que se centra en esta postura ama el dinero y piensa que se vale de lo recursos propios. Coopera para evitar que se perjudique. La palabra acertada de este modelo sería el individualismo.
9. EL PODER Y EL DINERO.
En este modelo es feliz aquel hombre con dinero y con ambiciones al poder, al tener más que los demás. La felicidad en él significa apostar por uno mismo, no sólo en cuanto centro de todos los intereses, sino sobre todo como denominador común que lo rodea. EL lujo aparece como ostentación de poder y el dinero se utiliza para demostrar fuerza y distinción. Con el dinero no se puede compartir, sino repartir porque es de uno y de nadie más. El dinero materializa la vida humana hasta hacerla miserable. El afán al poder no solo está dado por el dinero sino al entorno en como uno se siente alrededor de ello, lo que llamamos la "ley del mas fuerte". El hombre tiene una tendencia secreta de dominar a otros y de no dejar dominarse por otros, esto se llama "orgullo", querer sobresalir de los demás. Lo que triunfa es la fuerza no la justicia. La justicia es la ley que el más fuerte impone al más débil. "La justicia no es otra cosa que la ley del mas fuerte"11.
IV. ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS RELACIONADO AL TEMA.
Puedo rescatar a dos de los cuatro artículos presentados en este trabajo, que me parece muy importante que se reflexione sobre ellos, para aclarar en que posturas o ideas en las que se basa:
– En el artículo publicado por el diario La Nación, titulado "Las claves son cultivar los afectos y evitar problemas", los científicos debaten si es bueno estimular a personas sanas en búsqueda del bienestar, ya que la felicidad, científicamente, se localiza en un área del cerebro.
Obviamente, con las lecturas de los distintos pensamientos filosóficos, se observa claramente que se reduce materialmente a la cuestión de la felicidad. Con diferentes estudios tomados, se ha detectado que la felicidad o mejor dicho las cosas buenas, se encuentran en la parte frontal del cerebro; y que la angustia o las cosas malas está en la parte subcortical del cerebro. Según Paradiso, doctor de la Universidad de Lowa (EEUU), expresa "que el único ser feliz en la tierra es el ser humano", pero deja abierta la idea también, que en lo animales haya emociones positivas que se distinguen de la felicidad. "A mi modo de ver, la felicidad es un sentimiento hedónico de apreciación estética, que está conectado íntimamente con la especie humana"12. Aquí vemos que el bien es el placer sensorial y que solamente se da en humanos. Afirmación, errónea ya que no se sabe, ni tampoco se conoce porque es imposible.
– En relación al artículo publicado en el diario El mundo (versión digital, España) se presenta un decálogo de la felicidad, cuyo título es "La felicidad, esa eterna búsqueda". Se presenta un modo de relativismo, que en relación a las personas considera una escala de valores a tener en cuenta para cada individuo. La felicidad no es restar o sumar, como expresa el artículo. A su vez el segundo punto habla el tema de serenidad interior es inquietud (San Agustín), nada se transforma en felicidad, ella es.
Se puede relacionar con uno de los modelos de felicidad que se encuentran en la actualidad, el nihilismo, vivir el presente sin preocuparse por el futuro. También me llamó la atención la siguiente frase, "hay que encajar el dolor y permitir que fluya para se felices", mas bien sería "encontrar el sentido del dolor". El amor es un sentimiento auténtico que asegura el bien y la verdad. Con respecto a la acción, la felicidad no es una acción, porque no toda acción es orientada al bien.
Es erróneo aceptar lo que plantea el artículo: "hay que estar de acuerdo con las propias convicciones", sino hay que actuar en base a convicciones, mejor dicho en base a valores, porque si se actúa como uno quiere, se transformaría en relativismo.
En conclusión lo más rescatable del artículo es su título, "La felicidad, esa eterna búsqueda", aunque si nos ponemos a reflexionar sería mejor "La felicidad, esa constante búsqueda".
Con respecto a los otros títulos, "El secreto de la felicidad" y "Felicidad para el corazón"13, como dije antes solo someten a lo material el tema de la felicidad. No existen ingredientes, como dice un artículo, para hacer más feliz la vida de las personas. Plantean un grupo de británico, la felicidad televisiva que invita a participar a aquellas personas que propongan propagar la felicidad. Desde el punto de vista clásico se debería llamar el artículo "El misterio de la Felicidad". También propone el Decálogo de la Felicidad, donde los expertos midieron el nivel de felicidad antes y después de lanzar el proyecto, para evaluar si sus métodos son efectivos (Ver Anexo).
Es bueno darse cuenta de los errores, principalmente de los errores de nuestros afanes, dejar de ser un tanto relativista e inculcar a la sociedad la verdad, que en la actualidad ha desaparecido por concreto. Se piensa que lo que uno dice está bien y por lo tanto es fuente de verdad, pero es una simple opinión de un determinado tema.
La felicidad no consiste en estar feliz; estar feliz es una sensación local, o sea, un sentimiento o estado de ánimo que puede ser más o menos pasajero.
Para el hombre la vida no es sólo comer, dormir y realizar actividades; para el hombre la existencia no se mide en términos de subsistencia, pero, una vez garantizados los elementos esenciales para vivir, la historia no se acaba, sino que cada vez se no se hace mas complicado sino mas bien mas complejo. Por eso el materialismo, el hedonismo, la superficialidad y el vacío de espíritu, dan como resultado la falta valores y virtudes que sufre nuestra sociedad, que no lleva a la verdadera felicidad y menos aún a la vida en plenitud.
En un primer momento, cuando comienzo a indagar, me imaginaba que el camino de la felicidad es individual y, por tanto, un camino que cada uno debe realizar en solitario buscando la independencia de todo condicionamiento exterior. Ese camino del gobierno de uno mismo, de la independencia frente a lo exterior, hace que el hombre anule las otras realidades y se encierre en uno mismo, deja de ver el mas allá, y lo mas trágico de todo, deja de orientarse a la verdad.
La inquietud del hombre, sus búsquedas, sus insatisfacciones no se orientarán por el camino de la posesión individual de la felicidad hasta que encontremos el único que puede llenar el vacío. En este sentido tienen mucho para decirnos muchos santos que no encontraron paz en su corazón hasta asombrarse a Dios, como es el caso de San Agustín. La vida del hombre necesita en su plena libertad buscarlo, encontrarlo y elegirlo. El camino a seguir está señalado, principalmente, en la presencia de la fe, de la creencia.
Pero desde una perspectiva griega, el propio Aristóteles señaló que un día feliz no hace que podamos llamar «feliz» a un hombre. No puede tener un carácter puntual ligado a un único momento de nuestra vida, o a sólo una faceta de la misma; es algo que afecta a su totalidad.
Hay que tener muy en cuenta que la realización de una buena acción puede proporcionarnos un instante de felicidad, pero no la felicidad plena, porque atrapa al conjunto de nuestras acciones, a la suma de todos nuestros actos y, en definitiva, al conjunto de nuestro obrar. Por eso, aunque tengamos instantes de felicidad, cuando nos preguntan si somos o no felices siempre intentamos evaluar y ponderar la totalidad de la vida que hasta entonces hemos llevado pero se deja de lado el futuro, busca ser un tanto nihilista.
Se piensa a menudo, que la desgracia es el advenimiento del mal y el dolor a la vida humana, esto consiste en una dualidad del mal hasta el logro del bien, desde la infelicidad hasta la alegría. La felicidad es la liberación del mal, es la eterna búsqueda del hombre, cuya aceptación no es desechada, porque en ella puede conseguirse.
Vida feliz, no consiste en al afán de lo bienes, sino en aprender a ejercitar la virtud y los valores que le son propios al hombre. Para hacerse cargo de todo, es preciso ver las cosas desde adentro de nosotros mismos, de una manera más vital y práctico, mas "interior". Debemos preguntarnos ¿Cómo vivo y siento yo mi felicidad?, ¿Qué significa para uno mismo ser feliz?, ¿Lo somos realmente?.
Tenemos que pensar también, que tener una vida buena es aceptable para alcanzar la felicidad, porque vida buena es bienestar, son las cosas que nos permiten estar bien. Pero en una concepción moderno, me siento obligado a decir que ese bienestar se transformó en un materialismo, porque si o si dependemos de bienes que en algunos casos no son necesarios para vivir, y que cada vez se desea mas y más. Los bienes que dan felicidad al hombre no son sólo los útiles, los que dan bienestar, sin aquellos que son dignos de ser amados por si mismos, porque son de por sí valiosos y bellos y enriquecen al hombre en un sentido más alto que el que puramente material.
Nosotros somos felices en la medida en que alcanzamos aquello que aspiramos, significa que si aspiramos cosas materiales nuestra felicidad ya se nos hace presente en este mundo, pero si aspiramos a cosas perfectas, nuestro esfuerzo por conseguirlas requerirá un mayor trabajo, además de que esté restringido por las propias e inevitables limitaciones naturales que determinan al hombre. Las aspiraciones del hombre no deben ser sensibles porque no fundan una verdadera felicidad.
La felicidad en cierta forma, consiste en la posesión de un conjunto de bienes que significan para el hombre plenitud y perfección, y que tienen la característica de engrandecernos, de hacernos plenamente felices. Debemos obedecer a la orientación que nos dicta nuestra razón, constantemente hacia el bien. Plenitud y perfección tienen que ver con la pretensión última que cada persona quiere lograr y con el esfuerzo que realiza para lograrlo. Esto es propuesto a partir de una mirada hacia el futuro significa un deseo de bienestar, de felicidad, de compañía, o anhelo que difiere en cada persona.
Una de mis conclusiones que puedo presentar es que la felicidad crece de la conformidad íntima entre lo que se quiere y lo que se vive. Para que ella se revele se necesita sobre todo no tener un hueco en el fondo de la vida, sino poseer una armonía consigo mismo, que es la que muchas veces permite afrontar las dificultades sin sentirse infelices, también permite no aceptar modelos que no sean los personales.
"La realización de los ideales es trabajosa y esforzada, encuentra dificultades y conlleva riesgos". Esta frase tiene que ver con un proceso de creatividad, de invención, de originalidad para poder hallar verdaderamente o saber que verdaderamente la felicidad me corresponde a mí, es mi propio esfuerzo, en definitiva, me pertenece solamente porque es fruto de mis logros, de mi propio batallar hacia mi ideal; mi trabajo hacia el ideal consiste en la adquisición de virtudes que engrandezcan mis actos, que los hagan como así también que me hagan a mí digno de un premio por mi esfuerzo. No es algo que nos viene a nosotros, debemos salir a buscarlo y para esto debemos prepararnos.
Esta preparación sólo pueden ser posibles a través de la contemplación, las virtudes y las acciones buenas; estas características se complementan: por un lado la contemplación prepara el terreno, por su parte, para el cultivo de la razón, del pensar; la sabiduría rige la adquisición de virtudes fundamentales que encausan a la persona hacia el desarrollo de repetitivas acciones virtuosas que incluyen armonía, en lo bello y lo bueno. Es verdad que hacia el camino de la sabiduría se siembran amarguras pero se cosechan buenas frutas, pero es la única forma se seguir avanzando, no nos podemos quedar en la mediocridad o simplemente en vivir el día, hay que ver, como ya dije reiteradamente en varias ocasiones, el mas allá.
Esta nueva concepción que me ha dado la realización de este trabajo, desde mi consideración final tiene un trasfondo de búsqueda ilimitada que no encuentra una resignación o un rechazo por uno mismo, al contrario tiene un sentido de eterna búsqueda y profunda realización personal en torno a la educación en las virtudes que nos engrandecen. Este engrandecerse tiene un fin de desarrollo por encima de la persona para ir formando una nueva perspectiva, simplemente lo resumiré en la siguiente frase; "el hombre encaminado a la verdad, los valores y las virtudes lleva a este a encontrar el camino de la felicidad"
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NOTAS:
1 En la Suma contra los gentiles, Santo Tomás habla siempre de "beatitudo" cuando se refiere a la felicidad divina.
2 Julián Marías – La felicidad humana – La felicidad en dos versiones griegas – Página 72
3 Escolástica1o, de Schola, escuela. Corriente filosófica y teológica desarrollada por los pensadores cristianos durante la Edad Media desde el siglo IX hasta principios del Renacimiento (XIV). Se desarrolló primero en las escuelas monásticas y más tarde en las catedrales y en las universidades. Aunque trataron todos los temas filosóficos más importantes (ontología, antropología, teoría del conocimiento, ética, filosofía política, …) las preocupaciones fundamentales de todos los autores de esta corriente fueron de índole teológica: básicamente la existencia y naturaleza de Dios, y las relaciones entre la filosofía y la teología, la razón y la fe. Santo Tomás es el representante más importante de este movimiento.
4 Lib. arbit. 9,25-26: BAC Obras de San Agustín t.3 p 351-353; PL 32,1254
5 Cf. Epist. 118,313: BAC, Obras t. 8 p.854; PL 33,4381.
6 Natural quiere decir por causa de la Creación, es todo ser y actuar.
7 Suma teológica (selección) Colección Austral Editorial Espasa, Pág. 107.
8 Suma teológica (selección) Colección Austral Editorial Espasa, Pág. 110.
9 Suma teológica (selección) Colección Austral Editorial Espasa, Pág. 132.
10 "En tanto que la bienaventuranza del hombre es algo creado, que tiene existencia en él mismo, hay necesariamente que decir que la bienaventuranza del hombre es un obrar.".
11 Platón presenta en el Gorgias y en la República, las figuras de Calicles y Trasímaco, que defienden sus argumentos y con fuerza de convicción la postura del mas fuerte.
12 Sergio Paradiso, "Las Claves son cultivar los afectos y evitar problemas", 7 de Mayo de 2006, La Nación.
13 Ambos publicados en BBC Mundo.
Autor:
Julián A. Sabattini
Paraná, 2 de Octubre 2006
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