Prefacio
Tengo el gusto de escribir algunas palabras y reflexiones en torno al libro Pobreza y Libertad Económica.
Para empezar, me agrada constatar que este libro transpira la teoría de los pensadores austriacos en todos los temas. No es algo común pues la mayoría toma como marco teórico el pensamiento marxista y el keynesiano. Este texto rompe con esa tradición. La pobreza no se conceptualiza, como dicen los marxistas, como el resultado de la lucha de clases donde los ricos son ricos porque explotan a los pobres; concepto por demás errado, lo que ha quedado demostrado fehacientemente con múltiples experiencias en el mundo. Aquí, los autores, con datos en la mano, demuestran que la pobreza es un fenómeno que se deriva de la falta de libertad económica, de las regulaciones gubernamentales que impiden el intercambio libre y voluntario y de malas políticas monetarias del Estado, entre otros factores.
Puede ser discutible la forma en que se mide la libertad económica, pues cada investigador es capaz de construir su propio termómetro y su propia escala, pero sea cual fuere la metodología y las variables que se consideren, siempre es posible encontrar una relación negativa entre libertad económica y pobreza: a mayor libertad económica le corresponde menor pobreza. Las experiencias mundiales e históricas dan ejemplos valiosos de este descubrimiento ya expresado por Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek y otros austriacos. La grandeza de los Estados Unidos de América se logró en un período de casi un siglo completo de libertad económica. En efecto, durante los años finales del siglo XVIII y XIX prácticamente no había regulaciones, ni impuestos, ni se necesitaba pasaporte o visa para llegar a la tierra de la libertad, ni se requerían permisos para fundar negocios. En cuanto el Estado empezó a intervenir, la economía comenzó también a deteriorarse hasta llegar a grandes crisis, como la de 1929, que hoy repite su historia en pleno 2009. Hong Kong puede considerarse el gran laboratorio del mercado libre, la presencia del Estado es tan tenue que los ciudadanos de ese lugar difícilmente saben quién es el gobernador. Chile, en América Latina fue otro ejemplo de lo que sucede cuando se da libertad económica a los ciudadanos, su producto interno se elevó como nunca. Por la parte contraria tenemos la China de Mao (1949-1976) donde sólo el gobierno podía decidir qué, cuánto y dónde producir y a quien distribuir. Todas las libertades económicas de los ciudadanos chinos fueron abolidas, lo que resultó en grandes hambrunas donde millones de chinos murieron. Está también el caso de la Cuba de Fidel Castro que sumió a su país en una tierra sin esperanza donde la gente prefería arriesgarse a cruzar el mar, aún a costa de perder la vida. En Europa, todo el Bloque del Este terminó sucumbiendo, pues los grandes planes del Estado eran incapaces de satisfacer las necesidades de sus habitantes. Finalmente, otro gran ejemplo que debe servirnos para no caer nuevamente en el error es el patético, triste e inadmisible caso de Corea del Norte, donde toda la población está sujeta a las decisiones del dictador Kim Yong Il, hijo del primer dictador y Padre de la Patria, quien heredó el pueblo y sus habitantes a su hijo, como si se tratara de su hacienda y sus esclavos. Hoy mismo, este país sufre de hambrunas que sólo la ayuda internacional puede mitigar.
Nunca se ha visto una nación en la que coexistan libertad económica y la pobreza; tampoco se ha visto un país con planificación central y prosperidad. Dicho de otra manera, países que persiguen el socialismo (ausencia de libertad económica), necesariamente terminan en la pobreza; en tanto que aquellos que se atreven a abrazar a la economía de mercado (libertad económica), no pueden terminar pobres. Esta es una ley que en este libro se constata con datos fehacientes.
La medición de la libertad económica se hace en razón de casi 50 variables, aunque creo que algunas son redundantes y bastarían unas diez o quince solamente. Me parece importante el hecho de que se manifiesta una metodología lo suficientemente simple, como para que cualquier estudioso pueda realizar una medición de libertad económica en un país, región o municipio; la cual debería servir no sólo para explicar por qué es pobre una localidad, sino para determinar las políticas públicas que se deben aplicar, si es que se desea lograr un estado de prosperidad para los ciudadanos.
Para terminar, espero que la lectura de este libro sirva como inspiración y estímulo para todos los hombres y mujeres sinceramente preocupados por buscar un futuro mejor.
Dr. Jesús Huerta de Soto
Catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid, España)
2009
Prólogo
Este libro presenta un importante estudio acerca de las causas de la pobreza, un tema de gran importancia para todos los países, ya que dicha situación constituye un factor generador de enorme e innecesario sufrimiento que se manifiesta en enfermedades y carencias que pueden y deben ser superadas.
Un primer paso para corregir la pobreza consiste en comprender las causas que la generan para concebir posteriormente, las soluciones que permitan el acceso a la riqueza y al bienestar para todos.
Podemos confirmar la relevancia de este tema en un estudio que llevaron a cabo los economistas del Banco Mundial hace dos años titulado ¿Dónde está la Riqueza de la Naciones? y cuyo objetivo consistió en desarrollar una metodología que permitiera medir el capital en el siglo XXI. Ronald Bailey, en su artículo Los Secretos de la Riqueza Intangible comenta dicho estudio y al respecto dice: Un emigrante mexicano en los Estados Unidos es cinco veces más productivo que en México. ¿Porqué? La respuesta no es la obvia: porque este país tiene más maquinaria, herramientas o riqueza natural. Sabemos que dicha diferencia se atribuye en realidad a que un estadounidense promedio tiene acceso a $418,000 dólares en riqueza intangible, mientras que un trabajador en México tiene tan sólo acceso a $34,000 dólares de la misma; pero ¿qué es la riqueza intangible y cómo se mide?
El mencionado estudio del Banco Mundial define dos tipos de capital: el natural y el generado. El primero consiste en la suma de los recursos no renovables, incluyendo petróleo, gas natural, carbón y recursos minerales; así como tierras de cultivo y de pastoreo, áreas forestales y áreas protegidas. El segundo, el capital generado, está formado por la suma de la maquinaria, el equipamiento, las estructuras (infraestructura incluida) y la tierra urbana. Sin embargo los economistas del Banco Mundial encontraron que faltaba algo, pues el total del capital natural y del generado no eran suficientes para justificar las diferencias tan grandes en el ingreso[….] La riqueza natural de países como Estados Unidos representa tan sólo entre el 1% y el 3% del total de su riqueza. Esa riqueza natural tiene más valor en países desarrollados porque la explotación de tierras y bosques combinada con maquinaria, edificios, carreteras, etcétera; hacen que se genere un 17% de riqueza.
Lo extraordinario del estudio es que hoy se sabe que los países ricos, son más ricos, por razones intangibles como: el capital humano bien educado y capacitado, y el valor de las instituciones medidas por la cultura de legalidad y orden (The Rule of Law) que sustentan a la actividad económica.
La confianza entre la gente de una sociedad, un buen sistema jurídico, los derechos de propiedad claros y respetados, un gobierno eficiente y eficaz; así como un capital humano educado conforman los factores intangibles que resultan ser los más importantes en la generación de riqueza. "La legalidad explica un 57% y la educación un 36% de la riqueza intangible de los países".
Actualmente es posible medir el índice de legalidad a través de cientos de variables que explican la percepción que tiene la gente acerca del gobierno. También es posible medir el promedio de riqueza per cápita. De acuerdo con el estudio del Banco Mundial en Estados Unidos el promedio es: capital natural $15,000 dólares, $80,000 dólares por capital generado y $418,000 de capital intangible por persona.
En contraste, en México, país rico en petróleo, el promedio es: capital natural $8,500 dólares ($6,000 derivados del petróleo), capital generado $19,000 dólares y capital intangible $34,500 dólares por persona.
Cuando un emigrante mexicano cruza la frontera de Estados Unidos tiene acceso inmediato a $418,000 dólares. "¿Quién no cruzaría la frontera en esas circunstancias?", enfatiza con toda razón Ronald Bailey. No es necesario ser economista para darse cuenta de lo que rinden 8 horas de trabajo en Estados Unidos y lo que rinden en México, pues en aquel país en pocos meses la gente ve cómo sus sueños empiezan a convertirse en realidad pues las personas comen, visten y viven mucho mejor, tienen automóvil y acceso a bienes y servicios que difícilmente podrían tener en México.
Hoy podemos decir con suficientes fundamentos que la pobreza es innecesaria e injustificada, y que ya no hay excusa para decir que no puede superarse. Existen estudios y evidencias del costo que representa la corrupción de los malos gobernantes que Bailey califica como "cleptócratas". El mal manejo de la función pública, el robo, la extorsión y la incompetencia de las autoridades se paga a precio muy alto; pues dichos vicios conforman una especie de hoyo negro que sustrae y cancela las oportunidades de progreso en los países subdesarrollados, en los que la mayor parte de la gente vive como en la novela Cien años de Soledad, sin esperanza de adelanto y sin buena educación. Por eso la población "vota con los pies" y va en búsqueda de un mejor futuro, aunque eso le signifique mal trato en las fronteras, inseguridad y miedo; dejando además cosas que valora y quiere como su familia, tradiciones, derechos ciudadanos, historia y mucho más.
Espero, como se menciona en este libro, que lleguemos a comprender que somos los ciudadanos quienes tenemos que estar conscientes de nuestra responsabilidad al elegir a nuestros gobernantes. Es necesario reinventar nuestras escuelas para que formen individuos íntegros, con iniciativa propia, capaces de desarrollar sus talentos, habilidades y destrezas; una escuela que nos enseñe el valor de la ética para, de este modo, dejar atrás la cultura de la corrupción transformándola en una cultura de integridad, legalidad y orden que represente la mayor fuente de riqueza, progreso y felicidad para todos. Estoy segura de que esta publicación despertará nuevas esperanzas de crear un México mejor.
Carolina R. de Bolívar
Presidenta fundadora del Instituto Cultural Ludwig von Mises (ICUMI)
Presentación
Si en algo coinciden los regímenes que han gobernado a las sociedades de la mayor parte de los países del mundo, en los últimos cien años, es que consideran que sus formas de gobierno son las más adecuadas y las que más convienen a sus gobernados. Aún en el caso de dictaduras como la de Porfirio Díaz en México, la Alemania Hitleriana, la Rusia de Stalin o los actuales gobiernos como el de Corea del Norte, han estado convencidos que hacen lo mejor por sus pueblos.
Desde hace unas cuantas décadas se está descubriendo que el mundo se mueve conforme a dos grandes corrientes ideológicas y que repercuten en el campo económico, político y social: la economía marxista y la economía de mercado. La Ex Unión Soviética y los Estados Unidos de América se llegaron a enfrascar en una dura competencia por demostrar que su modelo era el mejor y en consecuencia, algunas veces pusieron al mundo al borde de su extinción. Afortunadamente hoy tenemos la dicha de estarlo comentando, sin embargo, la sociedad mundial continua buscando soluciones a sus problemas económicos, que todavía están muy lejos de haberse resuelto; pues la miseria sigue siendo "el talón de Aquiles" de nuestras economías.
Hoy en día, en casi todos los gobiernos del mundo, la economía de mercado se va abriendo paso; aún en el caso de economías como la de China, la ingerencia del mercado en los asuntos económicos va en ascenso. Tal parece que existe como denominador común, el hecho de que el sistema de mercado resulta ser muy eficiente para aumentar la riqueza de los pueblos.
Una economía de mercado pura, sin distorsiones de fuerzas extrañas, sin imposiciones políticas y con individuos que asumen la responsabilidad de sus decisiones, funciona con mayor eficiencia. A través del mecanismo de los precios, la sociedad decide qué productos debe elaborar, dónde debe colocarlos, qué tecnologías debe usar para producirlos; al solucionar así estas cuestiones, los consumidores, empresarios, comerciantes, docentes y la sociedad en su conjunto, están eligiendo sus acciones; cualquier distribución diferente que pretenda hacer un gobierno, con el fin de apoyar a algún sector de la población, causará que otros sectores resulten perjudicados, lo que a la larga genera conflictos indeseables.
Existe una corriente del pensamiento económico que afirma:
Desde luego hay mucha gente que no ha aprendido a usar los mecanismos del mercado para mejorar su bienestar y el de sus familias. Incluso, en el mismo gobierno no se promueve demasiado el sistema de los mercados libres y se prolongan las viejas prácticas del Estado asistencialista que pretende resolver los problemas económicos de la sociedad en lugar de permitir que los mismos individuos tomen el papel protagónico. Estas actitudes de Estado Paternalistas, resabios del viejo sistema de planificación central, generan distorsiones en los mercados que se traducen en desigualdad y pobreza artificialmente creadas por políticas incorrectas. Es cierto que los mercados no conducen a la igualdad, nadie garantiza que dejando libres a las fuerzas del mercado todos serán millonarios en un lapso de tiempo. Lo que sí garantiza el mercado es que dará riqueza a aquel que sea capaz de beneficiar a sus semejantes, combinando su talento, laboriosidad y haciendo productos capaces de recibir la sanción positiva de la sociedad. Desde luego, aquellos que no son capaces de producir o dar un buen servicio a sus semejantes no reciben el premio de la ganancia y pueden quejarse de la injusticia del mercado, pero nadie les impide que reorienten sus esfuerzos, aprendan de sus fracasos y logren sus propias metas. Esa es la virtud del sistema de mercado. Los resultados desiguales que obtienen los agentes económicos en un sistema de mercado se antojan, para muchos estudiosos, como algo injusto, inequitativo e indeseable, pero hasta la fecha, nadie ha podido demostrar que existe un sistema mejor. Los que proponían "distribuir la riqueza" quitándole a los ricos para darle a los pobres terminaron por destruir a la sociedad. Sin embargo, el reto sigue en el aire y es posible que alguien, en algún siglo, llegue a inventar algo mejor que el sistema de mercado.
Otra corriente del pensamiento económico sostiene:
Desde luego, las familias que no puedan tener acceso al mercado por falta de poder adquisitivo, no podrán manifestar sus necesidades al mercado, y éste no los tomará en cuenta en sus asignaciones a través del mecanismo de precios. Y es que hay una diferencia fundamental entre eficiencia y equidad, entre eficiencia y desarrollo económico, entendido éste, como crecimiento económico por cabeza acompañado de adecuada distribución del ingreso. La economía de mercado competitiva es eficiente, pero convive con frecuencia con injustas distribuciones de la riqueza. Desde luego, el concepto de injusto es subjetivo. Para algunos, en México puede haber una justa distribución de la riqueza en el momento actual. Para otros en cambio, es denigrante esa distribución actual.
Pero la realidad económica no ha sido capaz de construir modelos económicos puros. Así, han surgido países que se dicen socialistas, pero que usan el dinero y permiten cierto nivel de comercio, lo cual resulta ser una contradicción; hay también países que se hacen llamar capitalistas, pero que sólo privilegian y protegen a los empresarios amigos del presidente o gobernador, mientras que mantienen marginada a la población e incluso la excluyen del mercado; éstas son las llamadas economías mixtas o indefinidas.
Esos mismos conceptos contrapuestos en la sociedad existen en el equipo de trabajo que ahora pone a la disposición de usted, lector, el presente libro. Frecuentes discusiones en que enfrentamos teoría, filosofía e ideología, fueron el denominador común en nuestras múltiples reuniones en la oficina o desayunando en las ciudades de México y de Texcoco; sin embargo, siempre nos animó la amistad que nos une y el interés en poner a disposición del público una investigación original, que muestre cómo se puede elevar la riqueza de un país, de un sector, una región, o un municipio. La metodología utilizada en esta investigación es sencilla, por lo que un profesionista con mediana formación en economía puede aplicarla. Juzgue usted lector.
Capítulo I.
La pobreza en el campo mexicano
Pobreza e impacto económico
Mientras más bajos sean los ingresos que recibe una persona, menor será el margen de decisiones económicas que pueda tomar. La gente desea dinero para mejorar su nivel de vida y gusta de ejercer su derecho a elegir, para su consumo, bienes o servicios; así como a comprar materia prima que pueda transformar en artículos vendibles. Los bajos ingresos de un obrero o campesino impactan poco en la tasa de crecimiento de la economía y no aportan los impuestos suficientes para que el Estado cumpla sus funciones.
Puede ser que los ingresos de un campesino sean tan bajos que solamente le permitan tomar decisiones de consumo en lo que respecta a una canasta muy limitada de productos, incluso quizá sólo pueda decidir consumir tortillas, frijol y calzado de baja calidad; pero si sus entradas son superiores, la canasta de sus posibilidades también se ampliará, pues podrá elegir mejores productos y en consecuencia la industria tendría un mejor impacto; al crecer la industria, crece el nivel de empleo y mejora la tecnología.
Pobreza y sociedad
Existen discrepancias entre los investigadores al definir el concepto de pobreza, algunos autores dicen que ésta consiste en no tener los mínimos satisfactores; pero ¿quién puede marcar la línea del mínimo? Algunos individuos se sienten satisfechos comiendo un plato de frijoles, otros, si no toman vino se sienten altamente insatisfechos; otros más concluyen que los pobres son los que ganan poco, pero nuevamente nos preguntamos ¿cuánto es poco? Existen casos de personas que ganan un millón de dólares mensuales y sienten que eso es insuficiente. En este libro hablaremos de la pobreza pensando en los bajos niveles de ingreso, sin embargo, esta referencia también resulta controversial, pues si en México ganar un dólar diario es propio de miserables, en Corea del Norte podría representar un gran ingreso si se compara con la ración obligada que reciben del gobierno. Al hablar de pobres pensaremos principalmente en los trabajadores del campo y de la ciudad que viven prestando sus servicios a terceros a cambio de recibir un salario bajo, puesto que en nuestro país existe la figura de salario mínimo, podemos definir de manera convencional a la pobreza como aquella que está asociada a quienes ganan menos de dos salarios mínimos. En el año 2007 ganar dos salarios mínimos equivalía a poco menos de 10 dólares por una jornada de 8 horas de trabajo. Es necesario señalar que hay autores que gustan de establecer la línea de la pobreza extrema en el rango en que se encuentran aquellas personas cuyos ingresos son menores a un dólar por día, si en México se adoptara el mismo criterio, posiblemente se tendría que declarar que la pobreza extrema no existe; sin embargo, otros autores aplican sus propios razonamientos para señalar que en nuestro país el 40% de la población está por debajo de tal línea; la diferencia puede derivarse de las fuentes de datos que se consideran. Si se atiende al número de trabajadores inscritos en el Instituto Mexicano del Seguro Social, seguramente no se encontrará a gente que gane menos de un dólar al día, pues la legislación prohíbe pagar menos del salario mínimo oficial; pero sabemos que no todos los trabajadores se registran ante el IMSS a pesar de la obligación legal de hacerlo. Por otro lado, si la población en estudio incluye a quienes perdieron su empleo o a los que nunca han trabajado a pesar de estar en edad de laborar, las cifras cambian, ya que en este caso es seguro que el promedio de ingresos se reduce considerablemente.
Sea cual fuere el criterio aplicado, podemos coincidir todos en que es preocupante que haya gente que tiene ingresos insuficientes para dar buen alimento, vestido y techo a su familia; además, cuando un hombre gana poco, es muy probable que utilice su talento en pensar cómo distribuir mejor esos magros ingresos en lugar de aplicar su inteligencia a la creación de nuevos productos o al desarrollo de la ciencia.
Nuestra conjetura señala que los bajos ingresos están correlacionados con la escasa libertad económica de la gente, lo cual probaremos más adelante. Empero la relación entre pobreza y libertad no es directa; puede ser que, en determinada etapa, una economía sea muy libre, es decir, que no haya obstáculos para la entrada y salida a cualquier mercado, y sin embargo, es posible que exista una masa de gente pobre; pero como veremos más adelante, este escenario no es muy preocupante. Es el caso de aquellas economías que de pronto abandonan la planificación centralizada y poco a poco empiezan a construir su sistema de mercado; en cambio cuando la masa en pobreza se debe al clima poco propicio para que la gente tome decisiones con respecto a la producción, al consumo o la distribución, concluimos que esa masa de gente pobre puede estar recibiendo los efectos nocivos de políticas gubernamentales que les impide crear riqueza. Este escenario es el que interesa al presente trabajo, pues representa un ambiente artificialmente creado y transformable, es decir, las decisiones políticas pueden ser alteradas para crear las condiciones necesarias para eliminar la pobreza.
Queda claro que la pobreza es una construcción intelectual y que cada estudioso del tema la puede abordar de distinta manera, sin tener que coincidir con el enfoque de otro investigador. La oferta de estudios acerca de este asunto permitirá elegir aquél que mejor nos convenza para, finalmente, promover algunas políticas que resuelvan el problema.
Se genera una situación social indeseable y perversa cuando los hombres no están en condiciones de ejercer libertad económica. Esta libertad no se centra en el beneficio del individuo que la ejerce sino también de otros actores que no se ven. Si, por ejemplo, una persona puede decidir comprarse un carro de lujo, digamos un BMW, no solo se está beneficiando el individuo que lo compra y el comerciante que lo vende, también se benefician los trabajadores que pintan el auto, los que ponen los vidrios, los que colocan las llantas, también contribuirá a favorecer a grandes cadenas comerciales implicadas en la compra del automóvil; pues ayudará también a los que administran los almacenes de neumáticos, a los que las transportan, a quienes las fabrican, a aquellos que abastecen de caucho, también a quienes siembran para alimentar a los fabricantes de caucho, y así se sigue una cadena inimaginable de beneficiarios. En realidad nadie puede determinar cuántos trabajadores y campesinos ganan con la compra de ese auto de lujo. Por supuesto que el obrero que compra un kilogramo de frijol también genera una cadena de beneficios, tan importante como el que compra el carro BMW.
Con esta discusión se pretende dejar en claro que el asunto de la pobreza merece la atención de la sociedad, de las universidades y del gobierno; pues si se impide al individuo realizar sus sueños, no solo se ve perjudicado un hombre sino también toda la sociedad. Las universidades, entre otras instit0uciones, deberían ser capaces de comprender el fenómeno del intercambio libre y voluntario y advertir las consecuencias de impedir el funcionamiento de los mercados libres.
La pobreza es un fenómeno que padece la mitad de la población mexicana y es el motivo por el que la ciencia económica aporte una explicación. Pero esto no se puede hacer si no se cuenta con herramientas teóricas capaces de explicar de manera científica sus causas. Por supuesto, no se trata de un asunto privativo de nuestra economía, sino que lo padecen países de todas latitudes, desde Hong Kong hasta Corea del Norte, incluyendo a los Estados Unidos de América; tampoco se trata de un fenómeno nuevo, pues aunque no se cuenta con documentos suficientemente antiguos, al parecer la pobreza ha sido compañera inseparable de la humanidad. Al respecto dice Henry Hazlitt1-miembro emérito de la Escuela Austriaca de Economía: "La historia de la pobreza es prácticamente la historia de la humanidad".
Algunos autores han llegado a pensar que la pobreza es un mal inevitable y que cualquier esfuerzo por superarla es inútil, por ejemplo, Robert Malthus2 pensaba que todo se debía a que la producción de alimentos crecía en una progresión lineal, en tanto que la población se multiplica de acuerdo con una progresión geométrica; significaría que el hambre, representante natural de la pobreza, sería una consecuencia necesaria del crecimiento poblacional, a menos que se tomaran medidas para controlar el crecimiento de la población en función del crecimiento lineal de los alimentos. Se esté o no de acuerdo con las ideas de este autor, es significativo mencionarlo como uno de los teóricos que han influido en las ideas económicas y políticas que abordan el problema de la pobreza; de hecho, muchos gobiernos han establecido políticas demográficas con la intención de detener tanto la pobreza como el hambre, como en el caso de la vieja China comunista, en la que el gobierno estableció como ley que los matrimonios debían tener un solo hijo. El propio gobierno comunista propiciaba los abortos e incluso permitía que los padres asfixiaran a las niñas recién nacidas como un medio para detener la explosión demográfica. Hoy el mismo gobierno chino reconoce que esa fue una política incorrecta que generó resultados inesperados e indeseables.
Así como la pobreza ha sido vista como una compañera de la humanidad, no todos los autores la consideran un mal irremediable y se han hecho múltiples esfuerzos en todas las latitudes para superarla; sin embargo no todos estos intentos han resultado exitosos. Adam Smith, considerado el padre de la ciencia económica, refiriéndose a sus observaciones en diversos viajes escribe: "Estas naciones se hallan, sin embargo, reducidas a tal extremo de pobreza, que por pura necesidad se ven obligadas muchas veces, o así lo imaginan en su ignorancia, a matar a sus hijos, ancianos y enfermos crónicos, o bien los condenan a perecer de hambre o a ser devorados por las fieras".3
Esta forma de resolver el hambre y pobreza, matando a los que no alcanzaban alimento, era bastante común en algunas sociedades hace menos de dos siglos.
En el siglo pasado, poco después de que los Bolcheviques, encabezados por Vladimir Ilich Lenin, tomaran el poder en Rusia, sucedió un acontecimiento que relata H.G. Wells. Dice que en 1921, sufrieron gran sequía y hambre entre los campesinos que cultivaban las provincias del Sudeste devastadas por la guerra y millones de personas murieron de inanición4. Hoy en día nos preguntamos si era factible evitar toda esa hambruna, o si fueron factores humanos los que provocaron tales desastres. Es posible, hay que reconocerlo, la existencia de factores que estén fuera de la mano del hombre y que pudieran provocar las hambrunas, por ejemplo, cuando alguna plaga invade los cultivos y destruye la producción; se podría pensar que en estos casos, aún realizando los mejores esfuerzos, no es posible evitar tantas muertes. Tales calamidades podrían ser paliadas si los gobiernos tomaran las decisiones adecuadas, aunque suele ocurrir que los remedios resultan peores que la propia enfermedad.
Desde el punto de vista teórico, la pobreza ha sido fuente de inspiración para estudiosos que no sólo se interesan por el fenómeno en sí, sino que usan lo mejor de su talento para buscarle posibles soluciones. Teóricos como Carlos Marx piensan que la pobreza es resultado de la institución denominada propiedad privada y que, por lo tanto, hay que abolirla. Así lo propone en el célebre Manifiesto del Partido Comunista escrito en 1848. La propuesta de Marx era tan clara y concreta que inspiró a trabajar en esa línea a mucha gente de buena voluntad5.
Otros más piensan de manera opuesta, como en el caso de la escuela austriaca de economía. De esta manera se han creado muchos partidos políticos con la finalidad de poner en práctica las ideas, creencias y teorías que se han desarrollado en torno a la pobreza y que sustentan ideas totalmente divergentes.
El talentoso Ludwig von Mises, ha señalando en su prolífica obra teórica que el problema radica en la posibilidad de que los individuos puedan tomar decisiones económicas. Para Mises no es el capitalismo responsable de la miseria las masas sino que, al contrario, es la ausencia del orden capitalista la que ocasiona tan tristes situaciones6.
Sin lugar a dudas, puntos de vista tan divergentes hacen necesaria una revisión profunda de las diferentes teorías que tratan de nuestro tema de estudio, desde Platón y Aristóteles, quienes en sus tiempos también profesaban ideologías contrapuestas; hasta los teóricos representados por Marx, Menger, Hayek, Mises y otros.
En México se hace particularmente necesario un estudio profundo de las causas de la pobreza. Según las cifras del Banco Mundial7, ocupamos el número 80 en cuanto al poder de compra per cápita, superados por Trinidad y Tobago, Chile, Croacia, Argentina, entre otros. Esta situación se antoja sorprendente si tomamos en cuenta que estamos a un lado de la economía más rica del mundo, con una frontera de 3,200 Km. y que tenemos un territorio realmente privilegiado lleno de potencial turístico, comercial, marítimo y con una plataforma petrolera de incalculable riqueza, misma que sugiere deberíamos estar en mejor situación.
La bandera de la pobreza
El discurso del combate a la pobreza se estableció como bandera de los partidos políticos durante todo el siglo XX, apareció en los panfletos para invitar a una revolución contra el régimen de Porfirio Díaz, hasta incluirlo en los programas institucionales del Estado. Se puede afirmar, en términos generales, que en tiempos pasados se hablaba de desarrollo y subdesarrollo en lugar del término pobreza. De esta manera, se hacía una diferenciación entre países desarrollados y subdesarrollados; los primeros se caracterizaban por poseer una industria altamente tecnificada y con una población rural mínima, en tanto que se consideraba subdesarrollados a aquellos en los que un porcentaje alto de la población se dedicaba a la agricultura.
De esta manera las diferentes naciones tenían como objetivo la industrialización para entrar así al círculo de los países desarrollados. Desde este enfoque Rostow8 formuló la teoría de las etapas del desarrollo bajo el supuesto de que todas las naciones deben pasar por las cinco etapas (tradicional, precondiciones, despegue, crecimiento sostenido y un alto consumo masivo) conforme se da su transición hacia una economía desarrollada.
En México se han aplicado diversas estrategias desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días para atender al desarrollo y crecimiento de nuestra economía, algunas de ellas relacionan el desarrollo y el crecimiento con el aumento en los niveles de industrialización y producción, algunas de estas propuestas han dado resultados pobres; mientras que otras mostraron que algo se puede hacer para remediar satisfactoriamente un mal que flagela la vida del pueblo mexicano.
Tres causas que empobrecieron al campo mexicano
Se pueden identificar tres causas de la pobreza en el campo mexicano, aunque esto no quiere decir que sean las únicas y tampoco se pude sostener que sean las más importantes:
1. La Reforma Agraria de la Revolución Mexicana
A raíz de este acontecimiento histórico iniciado en 1910, se adoptó, como instrumento de política agraria la llamada reforma agraria, que posteriormente quedó plasmada en el Artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En realidad, este instrumento de política agraria se aplicó en muchos países, desde Rusia hasta Bolivia. La Reforma Agraria consistía básicamente en la expropiación, de parte del gobierno, a las familias que tenían grandes extensiones de tierra. Ya en manos del gobierno, la tierra era repartida no en propiedad sino a manera de "ejidos" a los campesinos. La tierra fue declarada propiedad de la nación donde el Estado se sustentaba como el gran propietario y los ejidatarios no tenían derecho de vender o rentar la tierra que recibían, ni podían tenerla ociosa por más de tres años, pues el gobierno se arrogaba el derecho de quitárselas. Al no ser propietarios de las tierras ejidales, no podían usarla a manera de garantía para obtener créditos. La esperanza de los ejidatarios era que el gobierno les proporcionara medios para cultivar. Pero el gobierno no poseía recursos para financiar y solo otorgaba algunos apoyos para obtener el voto de los campesinos. En consecuencia este sistema de asignación creó grandes masas de pobres.
2. Financiamiento gubernamental
Como la banca privada no financiaba a los ejidatarios, el Estado aprovechó las demandas de crédito para crear más burocracia. En efecto, adoptó algunas políticas de financiamiento para apoyar al sector rural. Se crearon instituciones como el Banco Ejidal, Banrural, el Banco de Crédito y Avío, las aseguradoras y últimamente, la Financiera Rural. Todos estos instrumentos se construyeron sobre el discurso de desarrollar el campo mexicano, es decir, de aumentar la producción, la productividad y disminuir así la pobreza en los más amplios sectores agrarios; pero los resultados fueron adversos, distorsionaron el sistema de precios de mercado, no dejaron que los campesinos aprendieran a producir bajo el sistema de riesgo y no permitieron que se desarrollara la banca rural privada. Así es como se desperdiciaron enormes sumas de dinero y solo quedó un aparato burocrático más obeso y consumidor de recursos.
3. Proteccionismo
Otra causa que generó resultados perversos fue la supuesta protección al sector rural. Con el discurso de garantizar el desarrollo de los productores del campo, de los comuneros, ejidatarios, pequeños propietarios, etcétera., se crearon políticas de protección contra la competencia internacional. Se trataba de impedir que entrara a México maíz, frijól o carne más barata que la de los productores nacionales. Se decía que con esta protección los productores nacionales se desarrollarían mejor sin tener que competir con los productores de otros países que tenían mejor tecnología. Pero los resultados fueron adversos: no se desarrollaron los productores nacionales, no mejoraron las tecnologías y los consumidores tuvieran que aceptar granos caros y de mala calidad.
Todos estos errores económicos condujeron a una pobreza innecesaria que pudo ser evitada si los tomadores de decisiones hubieran comprendido mejor las leyes de la economía, corregir estas faltas es tarea no concluida.
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