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La ciudad y el cuerpo (página 2)

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II

En la Modernidad se consolida el campo de las ciencias modernas y esa mentalidad técnica, que para Lewis Mumford da lugar al dominio de la máquina, implica que el espacio sea cada vez más medido y reordenado.

Correlativamente, el cuerpo aparece como aquello que puede ser analizado en sus partes, separado y anatomizado.

Es en el Renacimiento cuando comienzan a surgir planificaciones urbanas racionales, que siguen principios de regularidad y geometría. En contraste con el diseño irregular y la estrechez de las calles en la época medieval (construidas sin esquema previo en torno a un castillo o a una Iglesia). Así comenzó a valorarse la amplitud de las calles y la disposición regular de las mismas. Se dejó de lado la forma azarosa y amorfa de las ciudades. De hecho, ese espacio que comienza a cobrar contornos se puede relacionar con los límites que comienzan a imponerse sobre la imagen que los hombres construyen de sus propios cuerpos. Tanto el cuerpo como el espacio urbano comienzan lentamente a transformarse en el sentido de su propia regulación o autocoacción, dentro del marco de lo que Norbert Elías llama "el proceso civilizatorio".

Se puede profundizar, por ejemplo, en la lectura que David Le Bretón hace de Mijaíl Bajtín y su texto "La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento", para hablar del cuerpo grotesco que antecede a esa imagen moderna del cuerpo en tanto máquina; podemos apreciar con fuerza hasta qué punto esa concepción "deslimitada" del cuerpo (como lo eran las ciudades amorfas) nos es ajena en la Modernidad. Ejemplifica con "Gargantúa y Pantagruel", de Rabelais. El cuerpo grotesco es uno con el mundo y con el cosmos. No existe principio de individuación que recorte a la persona del mundo, tampoco existe separación entre cuerpo y persona, por lo que es imposible la relación de exterioridad y posesión respecto del cuerpo que se establece actualmente.

¿Cómo se hace uno con el mundo y el cosmos el cuerpo grotesco? Básicamente a partir de un juego de desbordes e incorporaciones. Gargantúa y Pantagruel son gigantes cuyos cuerpos semejan el relieve del mundo. Presentan una serie de protuberancias "que se salen del cuerpo", la nariz, el falo, los ojos desorbitados. Las enormes protuberancias se vuelvan sobre el mundo en forma de fluidos (lágrimas o semen, por ejemplo). De ese modo todo lo que busca escapar del cuerpo, todo lo que lo desborda, lo une al mundo y permite al mundo que absorba ese cuerpo. Y en forma inversa, se jerarquizan en estas imágenes los orificios del cuerpo a través de los cuales es el cuerpo el que absorbe al mundo, haciéndose nuevamente uno con él, como por ejemplo la boca.

De acuerdo con Bajtín, a ese cuerpo grotesco/carnavalesco le corresponde asimismo un lenguaje: la risa, la injuria, transformado luego en "palabras decentes modernas"; el nuevo canon del cuerpo acabado, delimitado rigurosamente, se corresponderá entonces en la Modernidad con la frontera entre el lenguaje familiar, en el que sobreviven las huellas de ese lenguaje popular, y el lenguaje oficial. Aquí también hay puntos de contacto con Elías y su "proceso civilizatorio", el cuerpo se ve envuelto en normas de moral y buenas costumbres que no debemos romper si no queremos pasar vergüenza (nuevos conceptos para delimitar al cuerpo, vergüenza, pudor, etc.). Elías dice que la raíz del concepto moderno de civilización se da en el Siglo XIII en las Cortes, donde había jerarquías de nobleza. Allí, entre ellos, se da la observación psicológica, ver lo que hacen los otros, son conductas que a partir del uso y la discriminación al que no lo usa conforman la idea de qué es civilizado y qué no, por ejemplo, el correcto uso del tenedor y el cuchillo. La vergüenza hace que el individuo se sienta mal frente a sus actos y ante los demás.

Al mismo tiempo se constituye un cuerpo individual cuya existencia se delimita entre el nacimiento y la muerte, también individual. El interior del individuo se convierte en una suerte de campo de batalla, debe reprimirse en lo interno para no llegar al enfrentamiento externo. Lo que en Elías corresponde a la postura que cada individuo adopta para no pasar vergüenza y no ser discriminado, en Foucault se relaciona con las formas de ver y de decir (lo visible y lo enunciable). La ubicación en modos de ser y de actuar que describe Elías podría ser similar a la ubicación en diagramas foucaultianos. El modelo disciplinario (la prisión, por ejemplo) es una estructura diagramático, siguiendo a Foucault y a Delleuze.

La instituciones disciplinarias, al decir de Foucault, producen "formas" ya que son efectos diagramáticos de efectos de poder. Pero también producen "materias", un prisionero es materia y una prisión es forma, cómo se va a organizar la materia.

III

Sin embargo, la Revolución Industrial generó grandes transformaciones urbanas. Suele caracterizarse a la ciudad industrial como un conglomerado caótico de edificaciones precarias, mal aireadas, ubicadas junto a las fábricas y las vías del ferrocarril. Foucault diría que es el momento preciso para el moldeado de cuerpo dóciles, momento de transformación de las relaciones entre el cuerpo y su entorno caracterizado por una importante degradación de la percepción sensorial: la piel cubierta de hollín no respira, la ciudad es lúgubre, sus colores habituales son el negro y el gris, el ruido de las máquinas de las fábricas aturde. La relación entre espacio, cuerpo y técnicas productivas se hace así evidente.

Según Lewis Mumford en su libro "La Ciudad en la Historia" (Capítulo "Paraíso Paleotécnico: Villa Carbón"), en un primer momento la necesidad de una gran mano de obra que pudiera ajustarse a los nuevos parámetros de la sociedad industrial propició este hacinamiento, además de la ceguera con respecto a esto de los dueños de las industrias, que eran los beneficiarios. Mumford se refiere a Villa Carbón, nombre de una ciudad de una novela de Charles Dickens llamada "Tiempos Difíciles", como el "medio urbano más degradado conocido". Pero en realidad la superpoblación de las ciudades no se debe sólo a las necesidades del industrialismo, además hacia finales del Siglo XVIII en Europa hubo un notorio aumento de la población por la recesión de pestes anteriores y por el aumento de los alimentos agrícolas disponibles, en parte por los nuevos cultivos provenientes de América. Este excedente de población se redistribuyó en las ciudades, las cuales se vieron colmadas. Era necesario un nuevo ordenamiento: el urbanismo moderno.

Surge la metáfora de la circulación asociada al descubrimiento de Harvey de la circulación de la sangre. Esta idea, dice Richard Sennet, tiene una función que no es estrictamente médica sino social. Harvey estaba interesado en las causas que impedían la circulación de la sangre, llegando a la conclusión de que lo que produce eso son, en definitiva, disfunciones urbanas. Por esto va a decir que es preciso que todas las viviendas posean ventanas, a fin de que circule el aire libremente y se logre una mejor respiración. Es decir, por primera vez surge la idea en los urbanistas de que una mala circulación urbana puede producir los problemas equivalentes a lo que en el cuerpo sería un ataque cardíaco.

La metáfora de la circulación se va a trasladar desde la sangre hasta la circulación de mercancías y de fuerza de trabajo, a la circulación financiera, al transporte urbano y, finalmente, a la circulación de información.

IV

La racionalización técnica del espacio en la Modernidad se manifiesta en toda su dimensión en la remodelación de París llevada a cabo entre 1850 y 1860, bajo el mandato de Napoleón III. Se trata de un impresionante proyecto urbanístico que derribó barrios enteros del París medieval para abrir la ciudad a la circulación. El proyecto incluía amplias avenidas (boulevares), redes cloacales, espacios verdes para oxigenar la ciudad y la construcción de grandes edificios como la Ópera o el Arco del Triunfo. Así se convirtió a la ciudad en un espacio abierto de visibilidad panóptica por esos edificios de fuerte simbolismo institucional, pero además, como diría Walter Benjamin, la ciudad se adecuaba a los objetivos político-económicos que la originaron: la apertura de grandes boulevares permiten el acceso rápido de las tropas a la ciudad en caso de insurrección y, a su vez, facilitan el transporte de mercancías de un lugar a otro y el florecimiento de la actividad comercial.

Pero por otro lado, los boulevares permitieron la constitución de un espacio público al que contribuyeron no sólo el urbanismo, sino también el periodismo, el teatro y la crítica literaria, por ejemplo y que, si bien apropiada para la consolidación de la Burguesía, hizo posible la visibilidad del otro.

Ciudad burguesa, teatral, por la que el burgués pasea tomado del brazo de su dama y se saca el sombrero para saludar a sus pares. Momento en el cual el proceso civilizatorio de Elías ya se ha consumado y el cuerpo porta una máscara, cumple laboriosamente su papel de "urbanidad" o "civilidad". La pauta de pudor que regula al comportamiento de los cuerpos, como sostiene Elías, se ha institucionalizado.

La ciudad teatral es el gran modelo del Siglo XIX. Lentamente se va generando una sensación de ansiedad en las grandes ciudades europeas, producto del temor que tienen las personas a mostrar su sensibilidad en la vida pública, del temor a la sobredeterminación de la imaginación en una situación pública (por ejemplo, el decir una frase en lugar de otra). A los ojos de los demás uno puede quedar estigmatizado de por vida, está operando sobre el cuerpo la norma del pudor de Elías. Dicho de otra manera, la vida pública comienza a experimentarse como una "vida falsa" generada por las rígidas reglas de urbanidad, por la necesidad de ocultar las verdaderas emociones tras una fachada. La ciudad se transformó en un "mercado de personalidades" en el que cada cual debe exhibir su máscara.

¿Cómo sobrevivían los obreros? Sólo tenían dos espacios de fuga: la visita al prostíbulo y a la taberna. De estas últimas va a emerger la esperanza obrera, pues es aquí donde va a predicar un nuevo tipo de profeta moderno: el líder obrero, quien va a llevar a cabo la tarea de organizar a los trabajadores.

Pero la ciudad debió enfrentarse a nuevos problemas. Hacia fines del Siglo XIX y principios del XX, la apertura de la ciudad a la circulación pareciera de algún modo cerrarse por congestión. La cantidad de personas y de vehículos vuelve a desbordar ese orden que se había logrado con las remodelaciones. George Simmel las retrata junto a su habitante tipo, el urbanita, como grandes máquinas aplanadoras de la subjetividad: aparatos de anestesia social.

V

¿Cuál es la reacción, la respuesta, del urbanismo moderno frente al caos urbano? La "Ciudad-Máquina" de Le Corbusier.

Le Corbusier presenta, en 1922, un proyecto gigantesco: la ciudad contemporánea para tres millones de personas, una ciudad moderna para los tiempos que corrían. Según sus palabras "una ciudad para la era de la máquina". La planificación urbana para esta ciudad, no ya industrial sino financiera, debía recurrir a todas las ventajas de la tecnología y al racionalismo funcionalista que caracterizaba a la arquitectura de ese momento.

Le Corbusier introduce en este proyecto una innovación fundamental que lo identificará: la zonificación. Si bien la ciudad mantiene una estructura centro-periferia, se fragmenta en zonas de acuerdo a la actividad. Así habrá zonas para el trabajo burocrático y otras, alejadas del centro, para el trabajo industrial, la vivienda, el ocio, etc. Todo ello interconectado por vías aéreas (autopistas) con amplitud de espacios verdes por debajo. Para Le Corbusier el espacio verde es muy importante y no sólo las autopistas permitirían su visibilidad, sino también sus edificios de diseño particular, construidos sobre pilotes.

Por otra parte, las autopistas no son las únicas vías de comunicación ya que se integran a una amplia red circulatoria por niveles, que parte del centro exacto de la ciudad donde se ubica una superterminal que incluye subterráneo, vías férreas, autopistas y en el techo un aeropuerto.

La Ciudad-Máquina se convierte así en un monumento a la circulación que permitiría incluso eliminar la calle y el espacio público derivado de ella. Se transforma el hombre de paseante urbano a "sujeto automóvil", cuyo ejemplo literario estaría en los personajes de "La Autopista del Sur" de Cortázar, que no tienen otro nombre más que del modelo del automóvil que manejan.

"El ingeniero no tenía sueño y jugó a los dados con Taunus y su amigo; en algún momento se les agregó el campesino del Ariane y hablaron de política bebiendo unos tragos del aguardiente que el campesino había entregado a Taunus esa mañana".

Pero Le Corbusier consideró en realidad al coche como un medio más de transporte que haría de la ciudad un espacio funcional.

Así, como la ciudad debía funcionar como una máquina, las viviendas serán para Le Corbusier "máquinas de habitar". Tal el caso, por ejemplo, de las "Casas Citrohan", diseñadas para ser construidas en serie según el modelo fondista (tamaño mediano, sala de estar a doble altura, color blanco puro, equipamiento ascético).

Otro caso paradigmático es el de la "Unidad de Habitación de Marsella" (1947). Un edificio enorme construido sobre pilotes en terreno despoblado, construido para su autoabastecimiento ya que dos de sus pisos intermedios están reservados para comercios de toda clase, posee guardería y piscina en la terraza y equipamiento 100% moderno, incluso dentro de las casas.

En un texto que Mumford escribe luego de su visita a Marsella para conocer el proyecto encontramos una serie de críticas. Para él, el edificio es un fracaso porque:

  1. no cumple con la idea de autoabastecimiento (cinco años después de su inauguración los pisos de comercio están abandonados);
  2. hay un desaprovechamiento de las vistas a los espacios verdes porque todos los balcones están terminados con n enrejado de mampostería que obstaculiza la visión;
  3. las dimensiones son inadmisibles para la escala humana (2,10 metros de altura en los dormitorios).

Le Corbusier imaginaba su proyecto como una utopía, en la cual el sujeto liberado de extensas jornadas laborales por el automatismo de los procesos de producción y por la facilidad de circulación en un espacio que suprime las congestiones de tránsito por las autopistas, podría disfrutar de la visión de los espacios verdes entre los cuales está el edificio. El proyecto no prosperó, pero a su imagen y semejanza se construyeron miles de monoblocks en todo el mundo.

VI

Finalmente, en el recorrido que hemos propuesto, podemos llegar entonces a los últimos momentos (segunda mitad del Siglo XX en adelante) en la cual se acomodan las ideas de cuerpo imagen, cuerpo virtual, y, hacia fines de siglo, cuerpo mutante. En el marco de una ciudad del espectáculo y de la ciudad informacional, en la que cobran relevancia las nuevas tecnologías de la comunicación y la espectacularización del cuerpo. La ciudad contemporánea puede ser leída como un gran pantalla donde nos contemplamos nosotros mismos: un espectáculo del yo, un paisaje del yo. El narcisismo de la cultura contemporánea se traduce en una ciudad desprovista de interés para el sujeto, de asombro, cuyos edificios se cierran sobre sí mismos y la gente no se relaciona entre sí. Solamente son cuerpos casi inertes frente al televisor o las PC’s. Se puede tomar como ejemplo a la adormilada Residencia Costasol, de libro "Noches de Cocaína" de Ballard, la cual sólo podía ser despertada mediante la violencia y el crimen.

VII

Volviendo al planteo inicial, entonces, una vez que el cuerpo es separado de la persona, cuando se hace exterior y en cierto sentido ajeno, algo que se posee y no algo que se es, se va manifestando una variada gama de relaciones entre ese cuerpo y el ámbito urbano. Si retomamos los nombres que habíamos propuesto para las tipificaciones del cuerpo a lo largo de la Modernidad, podríamos decir que el cuerpo industrial, correlativo a la ciudad industrial, puede ser entendido como un cuerpo borrado o negado, docilizado hasta el extremo de la insensibilidad hacia el entorno y los otros. En cambio, a la ciudad de los urbanistas ilustrados les corresponde un cuerpo concebido en términos de un mecanismo de relojería, en el que cada parte cumple una función específica: el conjunto, a su vez, funciona al ritmo de la circulación urbana. Lewis Mumford diría que el ideal del burgués es ser tan regular como un reloj y aun hoy lo sigue siendo. En la ciudad burguesa de los boulevares, además, se agrega la idea del cuerpo como máscara que regula las conductas en el espacio público. Y en la ciudad autopista se deja en segunda plano la idea del cuerpo/mecanismo de relojería para jerarquizar el cuerpo pasajero, que pasa sin dejar rastro, ya que la autopista sólo modela los cuerpos para pasar lo más rápido posible. Desde mediados del Siglo XX, en la ciudad del espectáculo, el cuerpo se aquieta, se sedentariza e inmoviliza frente al televisor y la ciudad comienza a absorberse a través de las pantallas. De allí que podamos considerar la idea de un cuerpo imagen representado en la pantalla y hasta invisibilizado en su propia carne. Proceso que se va consumando en ese momento y al mismo tiempo prepara el momento actual, el de la ciudad teleinformática, en el que la pantalla queda completamente integrada a la subjetividad, hasta se diría al propio cuerpo (ejemplo: el chat).

La última etapa, la del cuerpo mutante, se va dando por la desmaterialización y mutación del cuerpo. Luego de la desmaterialización nos hemos reinventado a partir de las nuevas biotecnologías de manipulación genética. El cuerpo humano debe responder a otros ideales de cuerpo. Un ejemplo claro de esta situación se puede apreciar en el film "La Isla", donde la tecnología genética avanzó al punto de que los individuos pueden tener sus propias pólizas de seguro, encarnados en clones idénticos a ellos y criados desde pequeños con el objetivos de ser meros sustitutos del original.

Al respecto, se puede traer a colación a Paula Sibilia, quien hace un gran recorrido a través de estos autores y temas. Ella sostiene que, según Foucault, uno de los fenómenos más significativos de las sociedades industriales fue la adquisición de poder sobre el hombre en tanto ser vivo: una suerte de "estatización de los biológico". Esa especie de secuestro de la vida fue implementada de manera sistemática y racional a través de las biopolíticas, es decir, toda una gama de dispositivos de poder en tanto planificación, regulación y prevención, con el objetivo de intervenir en las condiciones de vida para imponerles normas y adaptarlas a un determinado proyecto nacional.

Sibilia retoma los procedimientos cuyo objetivo era "modernizar" y "purificar" los cuerpos: higiene, normas de conducta, salud, disciplina, limpieza, orden… en aquello que Elías denominó "proceso civilizatorio". Para la autora no fue nada fácil imponer esa catequesis de la higiene y la salud: la proeza demandó cierta violencia, con la intervención de la policía y otros dispositivos de control poco amables, aunque muy eficaces en su tarea de disciplinar y purificar. La ética protestante fue un ingrediente fundamental en esa dura implantación del "espíritu del capitalismo" y su credo cientificista, de acuerdo con los análisis de Max Weber. Las prácticas ascéticas, la moral del trabajo, la organización racional de la vida cotidiana, la veneración del orden y la autodisciplina contribuyeron a lograr algo nada fácil: ortopedizar los cuerpos para adecuarlos a los modo de vida urbanos y al individualismo exigido por el capitalismo industrial.

El objetivo de las biopolíticas era organizar la vida, cultivarla, protegerla, garantizarla, multiplicarla, regularla, en fin: controlar y compensar sus contingencias, delimitando sus posibilidades biológicas al encuadrarlas en un formato preestablecido y definido como normal.

VIII

Para Sibilia, esa administración de las fuerzas vitales de los ciudadanos encontró apoyo en los conocimientos científicos, que proyectaron su accionar sobre la materia biológica de los seres humanos.

En "Normas Para un Parque Humano", Peter Sloterdijk juega, ya desde el título, con los conceptos ideados por Platón en su diálogo "El Político". En aquel texto clásico, el filósofo griego sugería que el genuino arte de la política no sería más que el "cuidado voluntariamente ofrecido (…) de rebaños de seres vivos que lo aceptan voluntariamente". De modo que la actividad política como "arte de pastorear hombres" consistiría en la mera elaboración de "normas para administrar parques humanos", en una expresión que evoca tanto los parques industriales y la mecanización de la vida como los jardines zoológicos y la domesticación de animales. Tras esa incursión en los orígenes del pensamiento occidental, el filósofo alemán concluye que la cuestión fundamental en la actualidad sería "verificar si entre población y administración existe una diferencia sólo gradual o una diferencia de especie". En términos todavía menos pudorosos, la pregunta podría glosarse así: desde el punto de vista político ¿en qué aspectos divergen una población de hombres y un conjunto de mecanismos o de animales domésticos?

Sibilia afirma que la tecnociencia actual impone sus exigencias a las definiciones legales, transformando el material genético de los seres vivos en mercaderías, una mutación que está siendo velozmente procesada por las diversas instancias jurídicas del mundo globalizado. Aquí entra en juego el cuerpo mutante. Protegidas por la ley y con una fuerte avidez por conquistar nuevos mercados, las empresas tecnocientíficas han iniciado una carrera feroz por patentar no sólo los ingredientes del genoma humano, sino también todo el patrimonio genético del planeta.

IX

Atenas, gran modelo de ciudad en la Antigüedad, estaba lleno de templos dedicados a dioses y los seres humanos representados en las estatuas estaban desnudos. Los habitantes de Atenas tenían mucha seguridad sobre sus propios cuerpos para exponerse. En las ciudades medievales encontramos otro cuerpo desnudado: el de Jesucristo en la Cruz. Cuerpos enhiestos en Atenas, cuerpos sacrificados en la Edad Media, hoy cuerpos publicitarios en el marco de la sociedad de la imagen. A cada cuerpo corresponde un modelo determinado de ciudad y viceversa.

Una ciudad es ante todo un imán, como dice Ferrer en el prólogo de "La Cabeza de Goliat", un magneto. Eso fueron Atenas y Roma en la Antigüedad, París en el Siglo pasado, Nueva York en el que nos tocó vivir y quien la sustituirá en el siglo naciente. Es decir, que a cada época corresponde un cuerpo, pero también un modelo de ciudad.

En definitiva ¿Qué es lo que nos diferencia de Atenas, de Roma o de otras ciudades? Probablemente la respuesta a esta pregunta resida en el ideal de grandeza que ha movido a cada una. Lo que hace grande a una ciudad no son sus construcciones, ni su riqueza, sino un ideal.

X

  • Albano, Sergio; "Michel Foucault: glosario de aplicaciones"; Editorial Quadrata, Buenos Aires, 2004.
  • Ballard, James Graham; "Noches de Cocaína", Minotauro, Barcelona, 1997.
  • Bay, Michael; "La Isla", película protagonizada por Ewan McGregor y Scarlett Johansson, 2005.
  • Borges, Jorge Luis; "Fundación Mítica de Buenos Aires", en Fervor de Buenos Aires, Emecé Editores, Buenos Aires, Argentina, 1923.
  • Cortázar, Julio; "La Autopista de Sur y Otros Cuentos", Penguin Books, 1994.
  • Deleuze, Gilles; "Posdata sobre las sociedades de control" (traducción de Martín Caparrós); en Ferrer, Christian (Comp.) El lenguaje literario, Tº 2, Editorial Nordan, Montevideo, 1991.
  • Elías, Norbert; "El Proceso de la Civilización"; F.C.E., México, 1994.
  • Ferrer, Christian; "Prólogo", en Martinez Estrada, Ezequiel, "La Cabeza de Goliat", Clarín-Aguilar, Buenos Aires, 2004.
  • Foucault, Michel; "Vigilar y Castigar"; Siglo XXI Editores, México, 1987.
  • Gorelik, Adrián; "Brasilia. El museo de la Vanguardia, 1950 y 1960", en Revista Punto de Vista, no. 85, Buenos Aires, Agosto 2006.
  • Le Bretón, David; "Antropología del Cuerpo y Modernidad", Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 2002.
  • Mumford, Lewis; "Paraíso Paleotécnico: Villa Carbón", en La Ciudad en la Historia, Ediciones Infinito, Buenos Aires, Argentina, 1979.
  • Sennet, Richard; "Vida urbana e identidad personal" en Athenea digital: revista de pensamiento e investigación social, N. 6, 2004.
  • Sibilia, Paula; "Biopoder", en El Hombre Postorgánico. Cuerpo, Subjetividad y Tecnologías Digitales, Buenos Aires, Fondo de cultura Económica, 2005.
  • Simmel, George; "La Metrópolis y la Vida Mental", 1903.
  • Sloterdijk, Peter; "Normas Para el Parque Humano", Madrid, Ediciones Siruela, 2000.
  • Weber, Max; "El Espíritu del Capitalismo y otros Fragmentos", en La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1956.

 

Mariano Aratta

Facultad de Cs. Sociales, Universidad de Buenos Aires

Julio, 2007

Partes: 1, 2
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