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La ciudad y el cuerpo

Enviado por maarat


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    Con este texto trataré de hacer un breve recorrido por las consideraciones principales de varios autores, tratando de ordenar cronológicamente (no sus vidas, sino sus ideas), acerca de la relación existente entre la ciudad y el cuerpo, en sus facetas de "organizadora social / cuerpo organizado".

    No habrá en ningún momento opiniones personales mías, ya que sólo me dedicaré a buscar las relaciones existentes y a forzar discusiones entre los autores que detallaré a continuación.

    Sin más, los dejo con la Ciudad…

    Mariano Aratta

    Julio, 2007

    LA CIUDAD Y EL CUERPO

    I

    La ciudad se constituye como un espacio técnico que modela los cuerpos de las personas, sus maneras de habitar y de ser sujetos de experiencia desde los inicios de la modernidad.

    Hemos nacido en ella y la pensamos eterna, tal y cómo describe Borges cuando dice:

    "(…) A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires,

    la juzgo tan eterna como el agua y el aire"

    La primera idea que tenemos acerca de la ciudad no es grata. Cuenta la mitología griega que el primer arquitecto, Dédalo, fue enviado a construir un laberinto alrededor del palacio en la ciudad de Cnosos, antigua capital de la Isla de Creta.

    En ese laberinto se debía albergar un monstruo, el Minotauro, el hijo bastardo del Rey Minos. Para evitar que el realizador de la construcción extendiera los secretos arquitectónicos por el resto del mundo, el Rey lo encerró allí con el Minotauro, el cual comía carne humana. Pero Dédalo había pensado ya en esta posibilidad y capturando una gran cantidad de pájaros se construyó unas alas pegadas con cera, con las cuales pudo escapar del laberinto por la parte de arriba. Pero, según cuenta el mito, su hijo Ícaro se acercó tanto al sol que las alas se quemaron y Dédalo murió ahogado en el mar. De manera tal que la primera gran idea que tenemos de la ciudad no es muy agradable: es un lugar del cual nunca se puede salir.

    La visibilidad panóptica propia de las sociedades disciplinarias analizadas por Michel Foucault, aquélla que permite una internalización del control social al punto de que éste llega a convertirse en control de potencialidades o virtualidades (por lo que se hace innecesario el castigo sobre el cuerpo del delito) puede leerse no sólo en la arquitectura edilicia panóptica, es decir, el Panóptico de Bentham, sino también a un nivel más general, en el diseño urbano de la modernidad.

    La disposición hacia la apertura y la circulación urbanas es uno de los modos de esa visibilidad. A los largo de todo el período de lo que Foucault llama "sociedades disciplinarias" (desde fines del Siglo XVIII hasta mediados del Siglo XX) se van estableciendo con cierta claridad formulaciones de ciudades que permiten regular los cuerpos en el espacio: ordenar, encarrilar, hacer sistema.

    Urbanismo, en cierto sentido, implica planificación, mapa, cuadrícula. Con relación a esto, una aclaración. Cuando hablamos del Panóptico, de la regularización del espacio en función de la visibilidad y del control de los cuerpos, del urbanismo como ciencia que regulariza el espacio, no se pretende con ello una mirada nostálgica hacia un pasado por completo "no regularizado". El mismo Foucault es explícito al respecto en muchas de sus entrevistas: no se trata de leer el presente como degeneración con respecto a un pasado mejor, sino de ver en cada período histórico cómo funcionan las redes de poder. Que veamos en la planificación urbanística la ubicación de los sujetos en compartimentos, cubículos en los que las personas somos alojadas o estacionadas (la casa, el trabajo, la universidad, etc.), no significa que añoremos, por ejemplo, la época de la Revolución Industrial en la cuál no había planificación urbana y se vivía, dormía, comía y hasta procreaba de forma hacinada, compartiendo dormitorio con muchas familias más, lo cual creaba malas condiciones de salubridad, entre otros males. Se trata de pensar en cada caso qué concepciones del espacio, del cuerpo y del poder se ponen en juego.

    Cada época va a tener un diagrama propio y el panóptico da cuenta de esta sociedad disciplinaria, de cómo se organiza el poder. La visibilidad panóptica permite una internalización del control social al punto tal de que éste llega a convertirse en control de potencialidades o virtualidades. ¿Acaso autocoaccionarse, como describe Elías, no produce el mismo efecto? ¿No controlamos así nuestras potencialidades y virtualidades?

    La arquitectura del Panóptico es la siguiente: en la periferia, un edificio circular y en el centro una torre; ésta tiene amplias ventanas que se abren sobre la cara interior del círculo. El edificio periférico está dividido en celdas, y cada una de ellas ocupa todo el espesor del edificio. Esas celdas tienen dos ventanas; una abierta hacia el interior, que se corresponde con las ventanas de la torre y otra hacia el exterior, que deja pasar la luz de un lado a otro de la celda.

    Basta pues con situar a un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, obrero o alumno. Mediante el efecto de contraluz se pueden captar desde la torre las siluetas prisioneras en las celdas de la periferia, proyectadas y recortadas en la luz. En suma, se invierte el principio de la mazmorra. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra, que en último término cumplía una función protectora.

    Para Bentham, esta maravillosa argucia arquitectónica podía ser empleada como recurso para toda una serie de instituciones. El Panóptico es la utopía de una sociedad y de un tipo de poder que es en el fondo la sociedad que actualmente conocemos, utopía que efectivamente se realizó: vivimos en una sociedad en la que reina el panoptismo.

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