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Alan Garcia y el Apra

Enviado por tauripiedra


Partes: 1, 2, 3

  1. Preámbulo
  2. Contra el imperialismo yanqui
  3. Ambivalencia del imperialismo
  4. Ambivalencia de Haya de la Torre
  5. La "buena vecindad"
  6. Refutación al marxismo
  7. El Modo de Producción Global
  8. Revolución científica tecnológica y revolución social
  9. La "globalización"
  10. Estado, comercio internacional y fronteras nacionales
  11. La ideología
  12. Sistema económico mundial y relaciones de trabajo capitalistas
  13. Los "excluidos"
  14. Ambivalencia del Modo de Producción Global
  15. Recomposición política
  16. Política económica neoliberal
  17. Alan García presidente
  18. Notas

Preámbulo

Alan Damián García Pérez en su libro titulado "Modernidad y Política en el siglo XXI", y subtitulado: "Globalización con justicia socia103", -dedicado: "A la gloriosa memoria de los seis mil mártires del aprismo en el Perú"-, pretende demostrar que el fundador de Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre, nunca ha abjurado de sus ideales revolucionarios, sino que éstos han evolucionado "dialécticamente" de acuerdo a la realidad en constante movimiento, en constante cambio. Es más, Alan García cree a Haya de la Torre cuando escribió que ha superado al pensamiento marxista supuestamente anclado en presupuestos científicos del siglo diecinueve, proponiendo nuevas ideas acordes al avance científico del siglo veinte.

Luis Eduardo Enrique, primer secretario general del Apra fundada en 1930, luego de renunciar en 1948, publicó su libro "La estafa política más grande de América Latina" (1951), en el que con escrupulosa minuciosidad -citando texto, página, párrafo, línea, columna, etc.-, constituyéndose en el primer testimonio coherente de los cambios y contradicciones en el pensamiento de Haya de la Torre y del Apra.

A la muerte de Haya de la Torre en agosto de 1979, -poco después de presidir una Asamblea Constituyente y promulgar una nueva constitución– el movimiento aprista se vio confrontado internamente con posiciones de "derecha" e "izquierda" que devino en algunas rupturas de sectores "derechistas". Alan García, que había sido uno de los miembros de la Asamblea Constituyente más jóvenes, estuvo entre los sectores izquierdistas que para las elecciones a la presidencia de la república de 1980 apoyaron la candidatura del Dr. Armando Villanueva del Campo, perteneciente a la generación de apristas que sufrió persecuciones, encarcelamientos y destierros por defender intereses de los explotados; pero también, los mismos, se hicieron acreedores al repudio de grandes sectores populares cuando los vieron claudicar para servir a la oligarquía, al gamonalismo y al imperialismo. No obstante eso, con una inflamada verborrea izquierdista que pretendía restar votos a la izquierda revolucionaria y atraer votos de simpatizantes del reformismo militar velasquista, el Apra, con el lema de "pan con libertad", pierde las alecciones, siendo elegido el "populista" burgués que en su primer periodo (1963-1968) al no cumplir sus promesas electorales de reformas, se puso al servicio de la oligarquía: Fernando Belaunde Terry, que el tres de octubre de 1968 fue depuesto por un golpe militar.

El mismo que fue derrocado en 1968 por las fuerzas armadas progresistas por no cumplir sus promesas electorales de cambio y por haber devenido en un régimen corrupto, -conforme lo ilustra el libro "Contrabando", del Dr. Héctor Vargas Haya- fue elegido en 1980 para presidir un estado formalmente liberal burgués depurado en parte de relaciones de trabajo más arcaicas, simbolizando dos cosas: en primer lugar, que la historia no perdonó a los militares quedarse en reformas en los marcos del capitalismo, que por más radicales sean, en el siglo veinte ya no son solución vital a los grandes problemas humanos y, en segundo lugar, la figura de Belaunde simboliza el tránsito de la economía precapitalista "semifeudal", al capitalismo, por el camino oligarca terrateniente, presidido por un conjunto de familias herederas del colonialismo a las que se van sumando otras, según las coyunturas, arrastrando los lastres más siniestros impuestos por la conquista, entre ellos, la mentalidad de casta colonial, en contraposición a las clases populares que en lucha por sus reivindicaciones encarnan la tendencia libertaria de la modernidad.

Belaunde en su segundo gobierno (1980-1985) tampoco cumplió sus promesas electorales, entre ellas, combatir la pobreza y revalorizar a la cultura andina. Y en vez del millón de empleos ofrecidos, despidió a decenas de miles de trabajadores. Entre sus acciones más recordadas fue la devolución de los grandes medios de comunicación confiscados por el velasquismo a sus antiguos propietarios, y lo primero que éstos hicieron, fue eliminar de su programación a valores de la cultura peruana, dentro de ello a la música y canción popular. La explicación a esto, es la mentalidad de casta, "ofendida", porque los militares decretaron que las programaciones deberían tener como mínimo de contenido nacional un cincuenta por ciento, que fue abolido por Belaunde en nombre de la libertad de prensa.

En medio de una crisis social, con organizaciones levantadas en armas que a la postre devendrían terroristas, más el fracaso del segundo belaundismo (1980-1985), que terminó igual que el primero (1963-1968), en medio de crisis y corrupción, sin que la izquierda revolucionaria logre forjar una alternativa, para las elecciones de 1985 surge la candidatura aprista de Alan García Pérez, con prédica izquierdista, ofreciendo cambios "revolucionarios", "pan con libertad" y un "futuro diferente". No llegó alcanzar más del cincuenta por ciento de votos exigidos por la constitución de 1979, por lo que debía competir en segunda vuelta con el otro candidato más votado, de Izquierda Unida, Alfonso Barrantes Lingán que, -burlándose de la constitución y traicionando a sus electores-, declinó proseguir en campaña, argumentando la imposibilidad de remontar el caudal electoral del aprismo. Así, por primera vez -a los cincuenta y seis años de su fundación- el "partido del pueblo" como se autoproclamaba, llegaba al poder de modo informal, despertando la esperanza de cambio a favor de las mayorías. El "mozallón" conforme lo nombraban con cariño a Alan García en sectores populares de Lima -por su juventud y prédica justiciera- durante la campaña electoral, fracasó sin atenuantes.

Contra el imperialismo yanqui

El libro que comentamos aparece luego de perder las elecciones del 2001, como preámbulo para su candidatura del año 2006, demandando reivindicaciones sociales contra los "excesos" del neoliberalismo y de la globalización, por la unidad de los pueblos latinoamericanos para frenar y concertar con el imperialismo, etc.

Las ideas de Haya de la Torre en la década del veinte, escribe Alan García, respondieron a la realidad de una economía de enclave, cuyos centros productivos -haciendas, minas- se conectaban directamente a los países imperialistas, especialmente Estados Unidos. Por eso Haya de Torre afirmaba que América Latina devendría en colonia. "Dentro de este pensamiento -dice Alan garcía- no existe aún el concepto de la ambivalencia del imperialismo ni se plantea la posibilidad de "saber tratar con el capital extranjero" como cinco años después, en 1930 será expuesto claramente104".

Alan García olvida o no quiere mencionar que en ese periodo, Haya de la Torre también escribía -en 1925- que las comunidades indígenas serían células de la colectivización del campo para "extirpar desde su raíz" la propiedad, por lo que Mariátegui escribió (en los "7 Ensayos") que en ese y otros aspectos, tiene muchas coincidencias con Haya de la Torre.

Otra de las coincidencias entre Mariátegui y Haya de la Torre por esa época, era sobre el papel del imperialismo como promotor del desenvolvimiento capitalista deteriorando la economía "feudal" o "semifeudal", arruinando a los propietarios nacionales, por lo que a más capitalismo, más dependencia, mayor colonialismo, tesis contraria a los planteamientos estalinistas que decían que el imperialismo era una traba para el desenvolvimiento capitalista en América Latina.

Ya en plena polémica con Haya de Torre y la Tercera Internacional estalinista, Mariátegui dijo que el imperialismo utiliza el poder de la feudalidad o semifeudalidad, aunque sus intereses no sean los mismos. Por eso, una reforma agraria con repartición de tierras, como pregona la pequeño burguesía reformista en América Latina, no necesariamente es contrario al imperialismo, porque ampliaría la base social de la clase dominante, cuyo poder político tendría más legitimidad, y los intereses imperialistas estarían mejor resguardados. Por eso Mariátegui propugnaba que las reivindicaciones burguesas, entre ellas la reforma agraria, no se queden en los marcos del capitalismo sino que tramonten al socialismo.

Ambivalencia del imperialismo

A partir de 1930, prosigue Alan García, comienza en América Latina un proceso de urbanización e industrialización. Lo último, de acuerdo a intereses del capital imperialista, del que Haya de la Torre "descubre" su ambivalencia, es decir, su labor, a la vez progresiva y reaccionaria, por lo que el estado debe "controlarlo" para que su concurso sea de "cooperación y no de absorción". Este control y la supervisión del mismo es una manera -continúa García- de nacionalizar la economía, como hicieron los militares en 1972 con la Occidental Petroleum.

Alan García sintetiza la política aprista de esos años: "…el partido proletario fue sustituido por el Frente Unico…; el comunismo colectivista y estatal por el Estado Antiimperialista que promovería la industrialización tratando con el capital extranjero105".

Alan García oculta deliberadamente, que para Haya de la Torre por esa época "… la industrialización tratando con el capital extranjero", (con el capital imperialista), -por lo menos teóricamente-, no era para perpetuar el dominio imperialista, sino todo lo contrario, para reemplazarlo por un capitalismo diferente al imperialismo, promovido por el estado antiimperialista, conforme ya lo expusimos en páginas anteriores y que en si mismo es irrealizable.

Sobre el imperialismo y su "ambivalencia", Alan García escribe: "Esta ambivalencia o capacidad de "saber tratar" con el capital externo, era imposible de imaginar para los creadores del concepto Imperialismo, pues para ellos, como para el capítulo I del Antiimperialismo y el Apra escrito en 1926, Imperialismo era inevitablemente conquista y dominación106".

Carlos Marx ya había visto como una de las tendencias del modo de producción capitalista, la concentración cada vez mayor de la riqueza -es decir, de los medios de vida: naturaleza, gran banca, gran industria, etc.- en pocas manos, dando origen a los monopolios. El imperialismo es la forma extrema en que se manifiestan las contradicciones del capitalismo, por lo que es su fase superior.

Sin el pillaje, la rapiña, la violencia brutal sobre pueblos y culturas, no existiría capitalismo, menos imperialismo, fase en que las contradicciones se extreman y la violencia es mayor, por la competencia entre capitalistas que utilizan a los estados nacionales, por el expansionismo para dominar pueblos y controlar mercados para obtener mayor plusvalía reprimiendo las reivindicaciones populares, etc. Por eso el continente considerado más "civilizado" –Europa– fue escenario de la barbarie de dos guerras mundiales y del fascismo. Además, las grandes potencias imperialistas están entre las principales promotoras de conflictos y guerras que asolan a la humanidad. No obstante, de las entrañas de este sistema, se forja una voluntad de lucha para superarlo. Lenin en su libro, -mencionado, pero no comprendido por Alan García-, "El imperialismo, fase superior del capitalismo", cuya primera edición data de 1917, denunciaba el saqueo y pillaje sobre todo en colonias, semicolonias y neocolonias, extremándose la contradicción entre la forma privada de concentrar los recursos del planeta y la forma social de producir riqueza, base sobre la que sería más factible -según Lenin- la planificación para el tránsito al socialismo. El marxismo jamás ha negado el legado progresivo del capitalismo (en todas sus fases), al igual que de las formaciones sociales anteriores.

Ya hemos mencionado la teoría de Trotsky del desenvolvimiento desigual y combinado, según la cual, todos los pueblos no siguen el mismo recorrido y, pueblos rezagados, pueden dar un salto cualitativo aprendiendo las lecciones de otros pueblos para superarlos: "El privilegio de los países históricamente rezagados, que lo es realmente- está en poder asimilar las cosas o, mejor dicho, a obligarles a asimilárselas antes del plazo previsto, pasando por alto toda una serie de etapas intermedias. Los salvajes pasan de la flecha al fusil de golpe, sin recorrer la senda que separa en el pasado esas dos armas. Los colonizadores europeos de América no tuvieron necesidad de volver empezar la historia de nuevo…".

"De esta ley universal del desarrollo de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, la calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la fusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, sería imposible conocer la historia de Rusia ni la de ningún otro país de avance cultural rezagado, cualquiera que sea su grado".

En el devenir humano han decaído pueblos que por un periodo fueron los más progresivos, emergiendo otros. Pueblos antiguos de Asia y Africa estaban adelantadas respecto a los europeos, en el desarrollo de la ciencia y la técnica, lo mismo que en la acumulación de dinero, pero los que dieron el salto de sociedades de estamentos y castas al capitalismo fueron los europeos. Los primeros brotes de capitalismo tuvieron lugar en Europa mediterránea, pero luego la delantera se ubicó en el norte, donde habitaban los pueblos "bárbaros", y de allí pasó a Estados Unidos. En este proceso, -en el que se adquieren nuevas habilidades y se pierden otras- pueblos rezagados se apropian o asimilan el legado de pueblos más prósperos y los llegan a superar. No es de extrañar que dentro del sistema capitalista mundial han sido pueblos rezagados o atrasados los que han dado los primeros pasos para superar al capitalismo construyendo el socialismo.

La incoherencia en los planteamientos de Alan García se debe a su ignorancia no sólo del marxismo, sino también de la historia universal, y su pedantería lo empuja a presentarse como "dialéctico". A lo largo de su libro, lugares comunes son presentados como novedades, como "descubrimientos". Menciona a Lenin, pero los principios fundamentales de su concepción sobre el imperialismo no aparecen, entre ellos, la generalización de exportación de capitales, la aparición del capital financiero como fruto de la fusión del capital bancario y del capital industrial, la exacerbación de las contradicciones capitalistas para repartirse el mundo, que conllevan mayor violencia, etc.

Toda formación social, -desde las más primigenias, basadas en el linaje, al capitalismo y post-capitalismo- porta elementos progresivos y retrógrados. Y de sus entrañas, de sus mismas contradicciones internas, surgen elementos en base a los cuales se cohesionan proyectos para reemplazar a la clase dominante decadente porque sus intereses particulares han dejado de confluir con las aspiraciones del conjunto de la sociedad. En caso no exista una fuerza social que encarne un nuevo proyecto, será el final de la historia.

Sin embargo, para Alan García, el imperialismo, recién en la década del treinta del siglo veinte, mostraría ser "ambivalente" en América Latina, porque porta elementos progresivos y retrógrados, lo que Haya de la Torre con su "dialéctica", atento a los cambios, sería el primero en "descubrir". Ya mencionamos que en la década del veinte, Haya de la Torre y Mariátegui, -el segundo, con mayor coherencia-, argumentaban que el imperialismo promueve el desenvolvimiento capitalista, carcomiendo, destruyendo, relaciones precapitalistas feudales y semifeudales, cumpliendo así una labor progresiva, pero al colonizar la economía, cumple una función reaccionaria.

Marx y Engels -en el siglo diecinueve- en escritos como el Manifiesto Comunista (1848), hicieron mención a la proeza capitalista que además de demoler en parte -de manera progresiva y retrógrada- la mentalidad de estamentos y castas, ha contribuido al desarrollo de la ciencia y la técnica más que todas las formaciones sociales del pasado juntas. Mariátegui -en Defensa del marxismo- también aludía a la "epopeya capitalista", reconociendo su labor progresiva, su legado, dentro de ello, en la ciencia y la técnica. Además, explicaba que el liberalismo y el marxismo han surgido de las contradicciones del capitalismo. Desde finales del siglo diecinueve, contra los populistas que negaban todo legado progresivo al capitalismo, los marxistas rusos reivindicaban su legado, y cuando en 1917 triunfa la revolución rusa, sus líderes -principalmente Lenin y Trotsky- intentaban por todos los medios hacer suyo el legado progresivo de todas las sociedades, incluso llamando a invertir bajo las nuevas leyes rusas, -sin mayor resultado por el bloqueo imperialista-, promoviendo al mismo tiempo la revolución mundial, ya que es imposible la sobre vivencia de un país aislado.

Volvamos a mencionar cuando Haya de la Torre, especialmente en su juventud, entendía a la historia "como un proceso constante de contradicciones, negaciones y continuidad", que sintetizó de la siguiente manera: "Dentro de toda sociedad, las clases y los sistemas evolucionan negándose mutuamente. De la pugna florece la nueva sociedad, fruto de la violencia. La solución de los contrarios es la revolución".

Los "contrarios" son clases sociales reaccionarias y libertarias. Las primeras intentan conservar y hasta retroceder para salvaguardar sus intereses privados que devienen contrarios a los intereses humanos, las segundas, en tanto sus intereses particulares confluyen con bastos intereses sociales, contribuyen a mejorar la vida.

Alan García pasa por alto esta interpretación dialéctica del devenir, porque intenta justificar el abandono de los ideales revolucionarios por parte de Haya de la Torre y del Apra que, de estrategas de la revolución, se convirtieron en estrategas de la contra revolución.

Reivindicar el legado progresivo del capitalismo no tiene nada de común con sus apologistas que presentaban y presentan al colonialismo -tradicional y moderno- como "civilizador", criterio al que en un inicio no escapó Carlos Marx conforme lo evidenció en tono crítico Haya de la Torre en El Antiimperialismo y el Apra. Lo que no dijo el líder aprista, es que el fundador del socialismo científico pronto se rectificó, y mas bien fueron tendencias -incluso reclamadas marxistas- quienes prosiguieron esa prédica errónea, legitimando la rapiña imperialista como un signo "civilizador".

Ambivalencia de Haya de la Torre

En la década del veinte Haya de la Torre con un lenguaje ultra radical que a veces llegaba a la incoherencia, no hacía concesiones al imperialismo yanqui. Para la campaña electoral de 1931 modera su lenguaje, haciendo la distinción entre programa mínimo para ciertas reivindicaciones concretas más accesibles, más inmediatas; y programa máximo para el futuro, para el cambio revolucionario. Sin embargo, en secreto, se reunía para pactar con el embajador del imperialismo yanqui. La doble cara, la doble "moral" de los líderes apristas, -en plena campaña electoral despotricando públicamente contra el "imperialismo yanqui" y en secreto pactando con su representante- lo que se conocería como la "escopeta de dos cañones", desde sus inicios, apuntó contra el pueblo. Alan García oculta ese doble discurso que llevó a la derrota a revoluciones como la del 7 de julio de 1932 en Trujillo liderado por sindicalistas apristas de las haciendas azucareras, brillando por su ausencia los máximos dirigentes del partido. En un libro dedicado a los "seis mil mártires apristas", Alan García no menciona esta gesta, donde por primera vez los desposeídos del Perú intentaron crear su propio poder para la transformación radical de la sociedad.

En sus épocas aurorales los apristas -a pesar de la ambivalencia de sus líderes- confluyeron con las reivindicaciones de las mayorías, y en décadas posteriores, traicionando públicamente sus ideales libertarios, se pusieron al servicio de oligarcas, gamonales y burgueses, de los que cargaron sus peores lastres. Volvamos a recordar lo que, refiriéndose al Apra, expresó en 1959 el fundador de Acción Popular (1956) Fernando Belaunde Ferry: "Maneja actualmente al Perú una estrecha argolla de financistas a la antigua, con la complicidad de un partido pseudo revolucionario que ha claudicado para ponerse al servicio de sus verdugos de ayer". Era la época en que el Apra cogobernaba con el representante urbano industrial de la oligarquía, Manuel Prado, durante su segundo mandato (1956-1961).

Ya hemos mencionado y volvemos hacerlo que por esa época en el Perú, por temor a las reivindicaciones populares que amenazaban desembocar en un desborde popular poniendo en peligro el conjunto del orden, las fuerzas armadas como institución, la iglesia oficial, sectores reformistas burgueses, la mayoría de la intelectualidad, etc., veían la necesidad urgente de reformas, entre ellas, la agraria. En el mismo sentido, sobre todo en la década del sesenta, por temor a que se repita el ejemplo cubano o chino, un sector del imperialismo norteamericano, representado en parte por el Partido Demócrata, patrocinaba reformas -entre ellas la agraria- en América Latina, por mediación de la Alianza para el Progreso. Solamente los sectores más arcaicos, más reaccionarios, -entre ellos, oligarcas y gamonales- estaban contra las reformas y es a estos sectores que el Apra llegó a representar a partir de 1956, al igual que la Unión Nacional Odriista En las elecciones de 1963 Acción Popular con Belaunde -el que motejó al Apra de unirse a sus "verdugos de ayer"- gana las elecciones, pero tampoco cumplió sus promesas electorales.

La "buena vecindad"

La beligerancia aprista -por lo menos en público- contra el imperialismo yanqui continuó hasta finales de la década del treinta, cuestión que Alan García no puede ocultar, recordando que en un inicio Haya de la Torre no creía en las promesas del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt (1933-1944) que, -dejando de lado la política del "garrote" (violencia abierta) de sus antecesores-, promovió la política de "buena vecindad" hacia América Latina, que en primera instancia Haya de la Torre rechazó, argumentando que el imperialismo para subyugar pueblos se vale de medios pacíficos y violentos. Sin embargo, a finales de la década del treinta, argumentando la necesidad de la unidad frente al fascismo, Haya de la Torre cambia de posición para subordinándose a la política norteamericana que poco antes criticó.

Debemos aclarar que una cosa es la unidad en la acción contra el fascismo, manteniendo la independencia orgánica y política, y otra diferente, renunciar a una política autónoma para supeditarse a la propuesta yanqui, como lo hizo Haya de la Torre, coincidiendo en parte con el estalinismo que con su política de los frentes populares, desde 1934 se subordinaba a la política de "buena vecindad" de Rossevelt y también a organizaciones burguesas liberales, reformistas y pequeño burguesas, a las mismas que poco antes -en su periodo ultra izquierdista: 1928-1933- habían denominado "social fascistas".

La política de "buena vecindad" de Roosevelt, escribe Alan García, marca un nuevo hito en las relaciones de Estados Unidos con América Latina, y en la sociedad norteamericana aparece la "economía del bienestar". Para el caso de los países latinoamericanos, las inversiones del imperialismo comienzan a orientarse al sector urbano industrial, por lo que Haya de la Torre "descubre" -según Alan García, a partir de la década del cuarenta- que para la justicia social no es necesario la revolución. En otras palabras, la solución es el capitalismo con la economía del bienestar, cuyo mejor ejemplo son los países nórdicos (Suecia, Dinamarca).

La subordinación a la política de "buena vecindad" Haya de la Torre lo maquilló con el lema "ínteramericanismo democrático sin imperio", pasando a formar parte del sexto punto del programa aprista. Previamente a ello, conforme ya lo hemos expuesto en páginas anteriores, del primer punto del programa aprista, "Acción contra el imperialismo yanqui" se quitó la palabra "yanqui". En algunas ediciones del "Antiimperialismo y el Apra", incluso en vida de Haya de la Torre, cuando se hace mención a ese hecho, en un acto demagógico, lo justifican diciendo que la lucha no es solo contra el imperialismo yanqui sino contra todo imperialismo. En cambio, para Alan García, la supresión del apelativo "yanqui", es porque Haya de la torre ha comprendido -desde finales de la década del treinta – que no es necesario luchar contra el imperialismo, sino de controlarlo, porque la solución a los problemas humanos pasa por el capitalismo.

Refutación al marxismo

Otro de los "aportes" de Haya de la Torre, según Alan García, es su refutación al marxismo que, originado en base a los inventos y descubrimientos del siglo diecinueve, sería incompatible con la ciencia del siglo veinte, por lo que la energía nuclear sería su "sepulturera".

Ya hemos analizado y criticado cuando Haya de la Torre, basándose en los nuevos conocimientos científicos, entre ellos en la teoría de la relatividad de Einstein, se ufanaba que recogiendo la dialéctica marxista a superado al marxismo, al igual que Marx en el siglo diecinueve, mediante la dialéctica hegeliana superó al hegelianismo.

Desde el siglo diecinueve suman muchos contingentes de intelectuales que, en diversas partes del mundo, han "sepultado" al marxismo. Sin embargo, deviene lozano al siglo veinte y, en medio de grandes controversias, inmerso en la lucha por la libertad, renace con nuevos bríos al siglo veintiuno, mientras que sus "sepultureros", a alguno que otro se les recuerda, más que por sus argumentos, como curiosidad por su intento de "sepultar" a Marx y al marxismo. Haya de la Torre se suma a ellos.

Hace poco más de un siglo, en 1908, en la introducción a su obra "Materialismo y Empiriocriticismo", Lenin escribía: "Centenares y miles de veces se ha proclamado al materialismo [marxismo] refutado, y hoy se le continua refutando por centésima y milésima vez". Sin embargo, concluye, esos críticos pasan al olvido y el marxismo sigue su trayectoria.

Los argumentos para la refutación al marxismo en ese entonces, eran los mismos que décadas después utilizó Haya de la Torre, es decir, los adelantos de la ciencia volverían obsoleto al marxismo.

Alan García no se ha interrogado porqué, si la energía nuclear es contraria al marxismo, uno de los genios del siglo veinte, considerado padre de la energía nuclear, Albert Einstein, admiraba a Carlos Marx y, además, tenía la convicción de que sus descubrimientos científicos contribuirían a la solución de los grandes problemas humanos en una sociedad socialista.

Como un agregado a su refutación al marxismo, Alan García dice que el conocimiento, dentro de ello, la ciencia, "…según Kant, y más modernamente, según Popper, es un proceso. No puede ser una afirmación o conjunto definitivo de afirmaciones". Lo cual es cierto. Lo falso, es que lo presenta como ajeno a los planteamientos marxistas. Federico Engels, entre otros escritos, en su "Introducción a la dialéctica de la naturaleza", escribía que el volumen y la sistematización de los conocimientos científicos de los europeos a inicios del siglo dieciocho, contrastaba con su concepción filosófica "materialista metafísica", en tanto veían una realidad sin procesos de cambio, sin movimiento; al contrario de los antiguos griegos que con conocimientos rudimentarios de las cosas, con una "intuición genial", decían que el universo, desde sus partículas más ínfimas al hombre, "se halla en un estado perenne de nacimiento y muerte, un flujo constante, sujeto a incesantes cambios y movimientos". Es decir, la concepción del cambio permanente -y por tanto, del conocimiento– no es descubrimiento de Emmanuel Kant -del que Marx y Engels reconocieron su contribución al conocimiento- menos de Popper, Haya de la Torre o Alan García, sino que ya estaba presente en la especulación del antiguo mundo griego, y también, agreguemos, en otras culturas de la antigüedad, entre ellas la china. En otro escrito, "Lwdwig Fehuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana", Engels elogia la dialéctica hegeliana por entender el devenir como un proceso de contradicciones expresadas en afirmaciones y negaciones -tesis antítesis y síntesis-, entendiendo que "todo lo que existe merece perecer", pero al mismo tiempo Engels lo critica por su esquematización idealista que lo lleva a poner punto final del devenir al absolutismo prusiano, donde supuestamente dejan de existir contradicciones, y por tanto, deja de existir el cambio.

Nada es eterno, todo está en movimiento, en cambio constante. La existencia de clases sociales, de la explotación del hombre por el hombre…, no son una excepción. Carlos Marx descifró el funcionamiento de las sociedades basadas en clases sociales que se extreman en el capitalismo, que a la postre se convierte en un estorbo, en un freno para el devenir, porque este régimen es incapaz de solucionar los más agobiantes problemas humanos a pesar de contar con descubrimiento e inventos nunca vistos, por lo que, de acuerdo a sus contradicciones internas, dedujo su tramonto hacia una sociedad sin clases, base sobre la cual la humanidad proseguirá su devenir siempre cambiante, buscando mejorar su existencia.

El marxismo será superado, pero para eso se hace necesaria la desaparición de las contradicciones entre clases sociales, en base a las cuales Marx elaboró su teoría, y junto a ellas, desaparecerá la plusvalía o el trabajo no pagado al obrero, y desaparecerá la apropiación de los medios de vida del planeta por una minoría, cuestión que está lejos de suceder. La obra cumbre de Marx, El Capital, no es otra cosa que el estudio del desenvolvimiento capitalista, entendido como un sistema en el que se extreman las contradicciones entre clases sociales.

El calificativo por parte de Haya de la Torre de capitalismo de estado "totalitario" a lo que era la Unión Soviética y los países de su órbita, es optimizado por Alan García como genialidad del fundador del aprismo, lo cual también ya hemos demostrado que además de ser errado, no es original, porque esa tesis surgió en la década del veinte en diversas vertientes ideológicas, de "derecha" y de "izquierda". Hasta hoy, la explicación más coherente sobre lo que fue la Unión Soviética, lo dio León Trotsky con su teoría de la burocratización de la revolución. También Lenin pasó sus últimos días agobiado por el problema de la burocratización, por lo que en cartas a su partido, pide destituir a Stalin del cargo de secretario general del partido y de encargado de las nacionalidades, lo que no pudo prosperar, por la muerte de Lenin en enero de 1924 y porque el burocratismo ya había ganado demasiado terreno.

Como no podía ser de otra manera, Alan García también avala la tesis de Haya de la Torre de que la utilización de la energía nuclear por las grandes potencias imperialistas no es para agredir, sino para disuadir, para encontrar la paz. La realidad contradice lo anterior, porque la violencia, en vez de detenerse, ha aumentado producto de las contradicciones del capitalismo (imperialismo). No es casual que la ciencia y tecnología más avanzada sea utilizada en primer lugar, en la industria de guerra. Ya hemos mencionado -en páginas anteriores- que las armas militares simbolizan violencia, y que pueden ser disuasivas o agresivas, de acuerdo a la coyuntura de los estados y naciones que las utilizan.

Alan García no se queda parafraseando a Haya de la Torre, sino que, para coronar sus desaciertos, va más lejos, señalando que no se debe asociar las guerras actuales -entre ellas, las invasiones a Irak o Afganistan- como un acto imperialista: "La agresión o invasión injustificada de un país por una potencia, como el caso de Irak, es una demostración de poderío, un abuso o un acto de guerra o agresión, que debe ser rechazada pero no es un hecho al que pueda aplicarse el concepto histórico del Imperialismo, sin pérdida de su valor conceptual, salvo que ese término aplique por analogía y comprendiendo cual es su nuevo contenido107".

Recordemos que el surgimiento del capitalismo europeo tuvo entre sus principales fuentes, el saqueo de los recursos de la mayoría de pueblos del planeta mediante el colonialismo tradicional. El imperialismo, en tanto capitalismo en su fase superior, prosigue la misma política de saqueo por diversas vías, -conforme señalaba Haya de la Torre incluso en 1935- entre ellas, el comercio (intercambio desigual), los préstamos, las inversiones…, las guerras. La invasión a Irak por parte de Estados Unidos y sus socios es para apoderarse del petróleo. Es decir, su finalidad es la rapiña, el robo descarado de los recursos naturales de un país, actos propios de todo imperialismo. Nadie medianamente ilustrado, que se precie de honradez intelectual, puede decir como Alan García de que esa invasión fue solo para demostrar poderío.

El Modo de Producción Global

Ahora veamos una tesis original de Alan García: el Modo de Producción Global, a su entender, basado en la información. Su aparición-escribe-, se explica por la tesis de Marx, de la contradicción entre las relaciones sociales y las fuerzas productivas: "Para el análisis dialéctico que mantiene su vigencia, -escribe García- las relaciones de producción entre los hombres se estancan, pero las fuerzas productivas, es decir, el potencial económico se amplían por la innovación tecnológica y la racionalización creciente108".

Aclaremos que Carlos Marx no reducía las fuerzas productivas al "potencial económico", porque la "técnica", los instrumentos, la ciencia, el conocimiento, sólo se entienden como parte de las relaciones sociales, dentro de las que el elemento más activo es la voluntad humana que acrecienta sus facultades creando instrumentos exteriores al cuerpo.

En su célebre "Prologo" a la "Contribución a la crítica de la Economía Política", Marx, entre otras cosas, dice: "En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es mas que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Se inicia entonces una época de revolución social".

El hombre, el ser más activo y dinámico de la naturaleza, extiende sus facultades creadoras utilizando los instrumentos bajo determinados modos o relaciones sociales de producción, que responden -con excepción del comunismo primitivo- a intereses de la clase dominante, refrendado o legitimado jurídicamente en normas y leyes (escritas y no escritas), en el pasado, inmerso en la mentalidad mágica religiosa, y en los tiempos modernos, con primacía de la "razón". En determinado momento la creatividad, la imaginación, concretizado en descubrimientos e inventos, dejan de coincidir con las relaciones de trabajo imperantes (modo de producción) usufructuado principalmente por la clase dominante, iniciándose una época de revolución social, que llega a su máxima expresión con el desplazamiento de la clase social caduca, -cuyos intereses particulares han dejado de coincidir con el progreso-, por una clase emergente, progresiva, cuyos intereses particulares confluyen con bastos intereses sociales tendientes a mejorar la existencia.

"El Modo de Producción Global, -dice Alan García- a diferencia del capitalismo de los siglos XIX y XX, no tiene como energía motriz esencial ni al vapor ni al petróleo del viejo industrialismo, sino a la información, a su transmisión y a su procesamiento. Es un nuevo Modo de Producción en el que la relación capital-trabajo no se da al interior de un centro fabril básico o de una economía nacional, sino en el que la articulación como red de múltiples etapas de producción y centros productivos sin fronteras se logra a través de la información109".

La comunicación, el conocimiento, la información y su transmisión, como fundamento del devenir, no es de ahora como se imagina García, sino que es parte del conocimiento, de la ciencia, de la técnica, de las ideologías (incluyendo las religiones), inmersas en determinados modos de vida. Contrariamente a la mayoría de seres de la naturaleza cuya constitución fisiológica se adapta a su medio ambiente, el ser humano, el más activo de la naturaleza, para sobrevivir, tiene necesidad de transformar su medio ambiente, transformándose así mismo, extendiendo sus facultades con instrumentos cada vez más complejos, que en la actualidad hacen posible la creación de vida en probeta y de viajes a otros planetas. Esta subversión permanente en su modo de vida se realiza gracias a la adquisición de conocimientos y la transmisión de los mismos, -bajo diversas modalidades- desde los más remotos orígenes, hace milenios de años. Cuanto más la humanidad se emancipa de las fuerzas de la naturaleza, se hace más necesario el conocimiento y la información como parte de las invenciones técnico científicas, del proceso de trabajo y de legitimación de relaciones sociales entre clases dominantes y dominadas. Por eso la posesión y el monopolio del conocimiento y la información en sociedades basadas en clases sociales, es fundamental.

El hombre jamás se ha postrado ante las injusticias y la opresión. Desde los remotos orígenes ha inventado, a la par que herramientas materiales, -desde las más simples a las más sofisticadas-, los grandes sueños justicieros, las utopías progresivas, los grandes ideales, a veces emergidas de las relaciones cotidianas para superarlas partiendo de ellas, otras veces debidos a la pura fantasía, constituyéndose en el motor más poderoso en lucha por la libertad.

Además, Alan García no comprende que cuando adviene un nuevo modo de producción, arrastra elementos -incluso clases sociales- del modo de producción anterior, y la fuerza motriz nueva coexiste y se combina con la fuerza motriz del modo anterior y con la de modos más antiguos. En este sentido Haya de la Torre, cuando se reclamaba marxista, hablaba de la coexistencia de diversas edades de la historia en el continente americano, que Alan García es incapaz de interpretar.

La génesis del trabajo articulando territorios y diversidad de formas de producir en la acumulación internacional del capital, para el caso de América, comienza desde la conquista, bajo diversas modalidades, y las relaciones capitalistas, es decir, las relaciones de trabajo basadas en el salario, recién, en el transcurso del siglo veinte se expanden al conjunto del planeta como predominantes. En este contexto la relación capital trabajo se articula desde lo local a lo nacional e internacional, desde la economía a la política.

En el devenir de la humanidad se conocen variados modos de producción, cada cual, -exceptuando el comunismo primitivo- con sus relaciones entre clases sociales y modos de explotación del trabajo específicos. En ninguna sociedad, o en otros términos, en ninguna formación social, el modo de producción deviene puro, sino coexistiendo y combinándose -en mayor o menor grado- con otras formas sociales, sobre las cuales predomina, dando su nombre a toda una época. Esta coexistencia y combinación se presenta en el conjunto del sistema mundial y en cada país en particular, acentuándose en países del tercer mundo que han sido cuna de civilizaciones antiguas. Entre los modos de producción más conocidos en el devenir universal, mencionemos al comunismo primitivo, en el cual no existían clases sociales y las relaciones se sustentaban en el parentesco y en el linaje; el modo de producción esclavista, de amos y esclavos; el modo de producción feudal, de señores y siervos, el modo de producción asiático, de autócratas y campesinos; el modo de producción capitalista, de burgueses y proletarios; y, entre nosotros, hemos tenido el modo de producción incaico, de autócratas y comuneros, el único que en el devenir universal, con una economía planificada, logró solucionar el problema del hambre, por lo que muchos, entre ellos Mariátegui, lo llamaban socialista, diferenciándolo del socialismo primitivo y del socialismo de la era industrial.

Partes: 1, 2, 3
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