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Bajo el mismo cielo (Novela) (página 2)

Enviado por Ernest Brandy


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Entre los programas más escuchados y vistos estaban: "La Tremenda Corte", con Aníbal de Mar, Leopoldo Fernández y Mimí Cal. Tenía mucha audiencia al igual que las aventuras mencionadas como "El Llanero solitario", "Superman", y novelas como "El derecho de nacer", novela de Félix B. Cagnet, que subyugó a los radioescuchas, además de los mencionados por ella.

Adolfo volvió a la carga.

__Tú me conoces bien, Morita.

__Déjala tranquila, Adolfo.__dijo Richard.

Ella fue más agresiva.

__Tú procura que Batista no se caiga, porque te van a ahorcar los barbudos de Fidel.__dijo la Mora y sonrió.

__! A Batista no lo tumba nadie! ¡Ya verás! ¡A esos bandidos les queda poco!

__No le hagas caso a la Mora, Adolfo. Ella lo hace para fastidiarte.__comentó Ernesto.

Mónica y su amiga Gisela entraron a la sala, procedente de la habitación de la hija mayor de Richard, y se sentaron en el sofá.

Gisela era de mediana estatura; rubia de pelo bien recortado, tés trigueña, ojos negros y senos pronunciados. Era de esas personas que esperan el momento propicio para atacar con agravios a sus contrarios. En su temperamento era visible su comportamiento y ademanes varoniles, aunque trataba de disimularlo.

__Cristina, cuando estabas fuera llamó tú hermano de Oriente. —dijo Mónica.

_¿Y qué te dijo ?

__Creo que vienen a la Habana… me parece que por problemas de salud.

Cristina se asustó. No sabía que su hermano o alguien de la familia que vivían en Oriente estuvieran enfermos.

__Ahora estoy preocupada… ¿Indagaste quién era el enfermo, Mónica?

Richard intervino.

__No te preocupes, Cristina. Después tú los llamas por teléfono y averiguas.

__Fue muy breve la comunicación y no…

__Debiste haberlo hecho, Mónica. Son cosas muy serias. A lo mejor vienen a la Habana con el fin de ver los médicos—expuso su padre.

Gisela, que sabía de las discrepancias entre Mónica y su madrastra, atacó.

__Los guajiros cuando vienen a la Habana le cogen miedo a las luces y los carros. A muchos los ha matado…

Richard no la dejó terminar.

__A los habaneros también los aplastan los carros, Gisela. No tienes por qué expresarte de esa manera. Si es una broma, es de muy mal gusto.

Richard lo dijo visiblemente enojado. En su rostro se reflejaba lo mal que le había parecido la irónica jarana de la amiga de su hija. Mónica se sonrojó y trató de demostrar una seriedad que no existía.

Cristina ripostó lo dicho por la lesbiana Gisela.

__Ese guajiro que tú dices, Gisela, vivió en los Estados Unidos y tú apenas has salido de Lawton. ¿Qué te parece?__comentó enojada.

__Discúlpame, Cristina, no le dije con malas intenciones.__expresó Gisela y luego ni movió mas en el sofá; parecía una estatua de sal.

Mónica no necesitó que su padre dijera otras palabras para comprender que éste estaba enojado con su amiguita. Mitad asustada, mitad nerviosa, se puso de pie, salió de la sala, y fue al baño. Cuando retornó; su amiga, con la mirada, le indicó que se retiraba. Se puso de pie y como quien teme salir primero porque a lo mejor los comentarios siguientes tuvieran que ver con ella, salió escurridiza hasta el portal. Mónica fue tras ella.

A manera de despedida Gisela tomó las manos de Mónica entre las suyas. Estaban heladas todavía por lo que había pasado. Se besaron y las comisuras labiales estuvieron lo más cerca posible; pero no hizo falta el beso apasionado en la boca, ni el roce de senos y pezones u orgasmos inevitables porque eso había ocurrido ya en la habitación de Mónica.

Gisela se marchó. Un rato después, Adolfo y Sara se despidieron.

3

Al día siguiente, en la mañana, Cristina en compañía de Sara fue para Guanabacoa a consultar a Justino. Frank las llevó en el auto.

De la misma forma que existe el médico de cabecera, el mecánico preferido para el carro, el abogado de la familia, el dentista escogido, también está el espiritista de confianza; el predilecto. Justino era su médico espiritual.

Era un mulato cincuentón, de ojos verdosos, labios a lo africano; de cuerpo fuerte, educado, y casi siempre con la sonrisa a flor de labios. Vivía en una vieja casa de ladrillos y techo de tejas. Vestía elegante y siempre andaba perfumado; quizás con el conocido perfume: Las Siete Potencias.

En el último cuarto estaba su consulta. En la pared del fondo tenía el altar muy bien atendido donde el viejo Lázaro presidía en lo más alto del mismo. Luego, en los escalones siguientes: La Negra africana, Santa Bárbara, Eleguá, la Virgen de la Caridad del Cobre, San Rafael, médico divino y una réplica del crucificado.

Al lado del altar, en el piso de tierra, la nganga: un caldero con huesos humanos extraídos secretamente del Cementerio de Colón, pedazos de carbón, fragmentos de palo de monte y otros objetos más.

Sara se había quedado en la sala ojeando una revista "Vanidades" en busca de unos modelos de vestidos para el invierno.

Justino colocó un vaso con agua sobre la mesa; una vela encendida y las cuatro chavaletas, hechas de cascarones de coco seco, envueltas en un paño blanco impecablemente limpio.

El mulato se ató un pañuelo rojo en su cabeza.

Antes de comenzar la consulta, Justino y Cristina charlaron sobre el signo zodiacal que le correspondió a Charito.

__Cristina, ella es libra.

__¿Y qué ventajas tiene mi niña con ese signo astrológico, Justino?

__Bueno será inteligente, refinada y una persona muy social. Como se relaciona con Venus, será muy romántica aunque no se dejará dominar por las pasiones físicas.__dijo el mulato haciendo gala de sus moderados conocimientos de Astrología.

__Eso es bueno, quiera Dios que sea así.

__Y le va a gustar el arte, sobre todo la pintura.

Cristina sonrió.

__! Qué casualidad, tú sabes que a mi gusta la pintura, aunque no me dedico a eso!

__Así es la vida. Si fuera hija natural tuya, diría que lo heredó. Bueno vamos a los santos. La niña tendrá un gran espíritu protector: la Negra Africana. La estoy viendo, es alta, fuerte, de carácter recio y lleva puesta unas argollas de plata pura. Viste con falda negra y la blusa es roja. Me dice que la va a proteger toda la vida. Hay algo muy importante: dice la Negra que ella también nació en una Ceiba. Fíjate que casualidad, ella nació en un árbol de esos en los que tú encontraste a tu Charito. Ambas están relacionadas con Iroco. La Ceiba es Iroco.

__Ojalá la proteja siempre.__dijo Cristina.

Justino desenvolvió el paño blanco, tomó en sus manos las cuatro chavaletas y las puso sobre la mesa que estaba cubierta con un mantel blanco. Luego cogió el vaso de agua y echó un poco en la tierra. Después hizo una imploración en lenguaje yoruba. Tocó tres veces el suelo con su mano izquierda. Volvió a implorar. Mientras lo hacía, golpeaba el borde del vaso con las chavaletas.

Terminado el ritual, lanzó las mismas sobre la mesa. Las cuatro cayeron bocarriba.

El místico mulato exclamó: _ ¡Alafia!

Cristina estaba muy atenta. Desconocía el significado de la palabra. Le pareció santa.

__Obatalá, Changó, Orula, y hasta Babalú me dicen que habrá paz y prosperidad entre ustedes. Te irá bien en la crianza de la niña. Durante siete jueves reza dos Salve y cuatro Ave María en la iglesia de las Mercedes.

__Quiera Dios que así sea, Justino. Haré lo que tú me indicas.

__Yo no; lo que te dicen los santos, mujer.

El palero después de dar varios golpecitos en el borde del vaso con las cuatro chavaletas las lanzó de nuevo. Tres cayeron hacia arriba, una hacia abajo.

__! Otawa! Si. Me dicen los santos que desde luego siempre habrá contratiempos, pero no te preocupes.

Volvió a tirarlas nuevamente. Dos cayeron hacia arriba y dos hacia abajo.

__! Eyeife! Dicen los guerreros que habrá mucho bien, y grandeza aunque no faltarán los enemigos, Hermana. Haz una pregunta mentalmente. Cuando la hayas hecho me avisas.

Ella estuvo unos instantes pensando y luego contestó:

__Ya.

__Bien, vamos a ver qué dicen los santos.

Lanzó las chavaletas y tres cayeron hacia arriba y una hacia abajo.

_Uhh ¡Otawo! –Changó, Inlé, Ochún y Yemayá dicen que sí a lo que preguntaste. ¿Estás complacida?

__Sí. __después sonrió.

Justino lanzó de nuevo las chavaletas. Una cayó hacia arriba y tres hacia abajo. La cara del palero de Guanabacoa cambió.

__Uhhh ¡Okana! ¡Okana!. Carai. ¡Letra mala!

Cristina se asustó. El imploró en lengua yoruba. Tiró un poco de agua al suelo y lo tocó dos veces. Asentía con su cabeza donde ya había cayos blancos.

__No es la niña. Algo malo va a suceder quizás a alguien allegado a ti. Alguien está en aprietos.

Cristina estaba visiblemente preocupada. Recordó lo de la llamada que le hicieron desde Oriente.

__Ahora estoy muy preocupada. A lo mejor es en mi familia de Oriente. ¿Qué será?_en su rostro se dibujó la incertidumbre.

Justino no hizo comentario alguno. Repitió el lanzamiento y las cuatro chavaletas cayeron hacia abajo.

__Los santos no se equivocan. Hay alguien que no anda bien y es necesario hacerle urgente un trabajo y limpiarle con gallo negro delante de Eleguá.

__Pero es que están muy lejos de aquí y…

__Eso no importa. Por allá hay muy buenos paleros, Cristina. Llámalos y díselo.

__Ellos piensan venir a la Habana.

__Bueno, si vienen me los traes, pero yo no te he dicho que son ellos. De todas formas ya veremos.

La consulta continuó. Cristina hizo algunas preguntas más sobre Charito y Justino le hizo varios comentarios importantes sobre ella.

__Hermana, esa niña va a tener una gracia muy grande me dijeron los santos. Ellos no se equivocan… y cuando dicen una cosa, afírmala. Ella va poder percibir y ver cosas que van a pasar y que están fuera de su alcance.

__Justino, me asustas. Es que ella va a ser…

__No te digo que va a practicar esto como yo, pero veo que va a tener virtudes especiales. Le van a llegar cosas que estarán al margen de sus sentidos. Y eso le va a suceder temprano en su infancia.

Cristina estaba visiblemente asustada.

__¿Y si le hace daño?

__Si viene de Dios y de los santos, no le hará daño alguno. Te lo aseguro, mujer. Cuando tú veas cosas extrañas en ella, no te asustes ni le hagas pregunta alguna. No le hará bien.

__Bueno, está bien, me llevaré por ti. Dios sabe lo que hace. ¿Y de lo otro?

__No te preocupes, no te la va a quitar nadie. De su madre no te voy a hablar, no vale la pena. Además su madre ignora quien la tiene. Jamás te quitarán a tu Juanita de Arcos.__Justino lo dijo y sonrió.

__¿Por qué me dices eso?__ella también sonrió.

__Sabes quien era. Ella creyó que oía la voz de Dios. Veneró mucho a Santa Catalina de Alejandría y a Santa Margarita y juraba que oía sus voces en sus oídos durante toda su vida. Esas voces le dictaron todo lo que ella hizo por su país. Tu niña también las escuchará.

Cristina entonces hizo su aporte al tema pues ella había leído algo sobre la heroína francesa cuando estudió magisterio en Santiago de Cuba.

__Fue un crimen lo que le hicieron cuando un tribunal eclesiástico la llevó a la hoguera acusada de herejía y brujería.

_A la iglesia le pesó después lo que hicieron con ella._expuso Justino.

Luego charlaron sobre otros asuntos ajenos a la consulta espiritual que ya había terminado y Cristina se despidió. Sara y ella retornaron a Marianao. Tras la frase: "supongo que te haya dicho cosas buenas" dicha por la Mora, Cristina le contó a su amiga todo lo que Justino le dijo.

4

Hay golpes en la vida que llegan sin avisar. Muchos no están preparados para recibirlos. Cuando nos llegan, entonces nos damos cuenta de la capacidad o incapacidad que tenemos para enfrentarlos y reponernos.

Alicia, empleada doméstica de la casa de Richard y Cristina, de repente había perdido a su padre. Ella no era de esas personas que llevan dibujados en el rostro sus sentimientos pero lo sintió como siente todo el mundo, y lo lloró mucho en los últimos momentos ante la sepultura. Se había marchado el penúltimo mortal de su corta familia. Ahora se quedaba sola, pues su hijo Andrés vivía en la Calzada de Luyanó con su esposa. Su madre había muerto cuando a penas ella era una adolescente.

Gerardo, su padre, por uno de esos azares del destino era tocayo del entonces Presidente de turno el dictador Gerardo Machado. Era por eso que a él le gustaba más que lo llamaran Gero. Siempre fue pobre, pero en las malas y en las peores jamás cambió su moral por dinero.

Cuando las economías se trastornan vienen las crisis, pero éstas están diseñadas para los desposeídos, o como dicen algunos economistas de pacotilla: "las personas de bajos ingresos". En realidad son los pobres y desgraciados. Los que no tienen ni dinero, ni comida, ni techo, ni santo que los proteja.

Gero y su familia vivieron incluso en el Barrio Las Yaguas. En el 26 un ciclón, que los viejos habaneros no han podido olvidar, arrasó con todo y su pobre vivienda desapareció. Ese huracán azotó a Cuba del 19 al 20 d octubre de ese año. Cruzó por la provincia de la Habana e hizo estragos horribles. Arrasó poblados enteros; destruyó edificios, casas y hubo más de 600 muertos.

Tras la desgracia vino un poco de suerte ya que el gobierno de Machado en noviembre del 27 hizo un sorteo para entregar veintidós casas en la zona de Marianao. Gero acertó y obtuvo una de esas viviendas.

Posteriormente Machado construyó varias fábricas y un caserío para los trabajadores de las mismas en la zona de Rancho Boyeros. Los terrenos donde se hicieron esas construcciones eran de su propiedad y parte de sus grandes negocios.

Entre las fábricas construidas estaba la de tabacos en la que Gero consiguió empleo a través de un amigo suyo.

La casa que le dieron a Gero poseía un portal reducido; dos habitaciones, una sala comedor pequeño, cocina estrecha y un baño también estrecho. Por dicha vivienda pagaba un alquiler de nueve pesos. Cuando dejara de trabajar en la fábrica tenía que entregarla. Allí vivieron varios años, y en ese tiempo la situación económica de la familia mejoró.

Tres días después, no de la muerte y resurrección del crucificado, sino de la pérdida de Gero, Alicia se incorporó a su trabajo en la casa del Doctor Richard.

Cristina, su suegro, Charito y el hijo menor del Doctor Richard andaban de paseo. Mónica estaba en la universidad. Alicia trajinaba en la cocina, pero de vez en vez observaba a Richard que estaba sentado en una de las amplias butacas tapizadas en rojo que había en la sala. Se mostraba apesadumbrado, meditabundo e inmóvil.

Tenía sus ojos cerrados, pero veía la oscuridad. En la oscuridad de sus ojos fue apareciendo la figura soñada; deseada, moviéndose junto a él en escenas morbosas y pasionales. La oscuridad de sus ojos era silente, pero estaba llena de vida. Delante de sus ojos cerrados había un espejo en el que veía a su Zulema, conversaba con ella, la tocaba, respiraba su perfume natural y sentía el calor de su piel en sus sentidos. Escuchaba su voz en sus oídos describiéndole sus sentimientos.

Alicia fue hasta él con una taza llena de café. La taza era blanca con bordes dorados sobre un platillito grisáceo. Siempre le servía en ella. Richard interrumpió su meditación e ingirió el humeante líquido oscuro, bautizado por muchos como "el Néctar Negro de los Dioses Blancos."

El trató de ser jovial con Alicia, pero estaba de ánimos caídos. Ella, con las sonrisa perdida por la muerte de su padre, se dio cuenta una vez más que uno no tiene conciencia exacta de cómo es la gente en realidad, pues viéndolo así y sabiendo como era el temperamento de Richard, pues le parecía mentira su comportamiento.

__Siéntate, Alicia.

Ella se sentó en la butaca que estaba frente a él. Se percató de que el Doctor tenía necesidad de desahogarse.

__Dime.__el monosílabo abrió las puertas a la confesión.

_Te siento ahí en la cocina haciendo tus quehaceres, quizás pasando por alto tus problemas, Alicia, sin embargo yo no fui hoy a la clínica porque no tengo deseos ni voluntad para trabajar.

_Pareces que tienes una resaca de amor. Tienes a esa bailarina metida en tu mente de mala manera. Me parece que desde hace ratos, estás bailando con ella en tu imaginación._dijo Alicia.

_Si. Anoche la vi en la televisión. Estaba en el coro de bailes del programa "El Casino de la Alegría." _lo dijo y su mirada y su mente se perdieron; parecía que vagaba entre los astros.

_Por eso estás así. Es bonita y tiene muy buen cuerpo…y como baila con tantos…bueno, eso es lo que te tiene loco.

__Zulema es hermosa y muy seria. Cualquiera que la ve con esas vestimentas que usan en su trabajo se equivoca con ella. ¡Baila muy bien, Alicia!

En Alicia resucitó la sonrisa.

_Estás muy enamorado de ella aunque…bueno dice Gardel que veinte años no es nada y es lo que le llevas a ella. A pesar de todo te ha sido fiel. —lo dijo asintiendo con su cabeza como reafirmando a sus palabras.

Alicia conocía de esas relaciones desde los primeros momentos, pero no era de esas empleadas domésticas que acostumbraban a mezclarse en los asuntos personales de los dueños de la casa. A muchas eso les costó su trabajo.

Richard se acomodó en la butaca y tras un resuello intenso confesó:

_Mi problema es como voy a resolver todo esto. Yo la quiero, pero Cristina ha sido muy buena y me ayudó a criar los muchachos. No somos marido y mujer pero…

Ella interrumpió.

_¿Crees que la edad un día no determine ?

__En cuanto a la edad, Zulema dice que a ella no le importa eso. Lo que le interesa son mis sentimientos y mi amor…y desde luego mi trato. No le interesa, incluso, mi dinero.

_Ustedes los hombres todos son iguales, por eso no me caso jamás.

Lo dijo y recordó a su único esposo, que siendo ella muy joven, se entregó a él en cuerpo y alma y… todo terminó a golpe de amantes y borracheras.

_No me juzgues mal.

_Pero, Richard, analiza las cosas como son, no como tú quieres que sean. Cristina es…

_Se lo que me vas a decir. Pero es difícil todo esto. Amo a Zulema. Cristina está tan dedicada esa niña, de tal manera, que no tiene en cuenta al mundo que le rodea. Tiene su mente ocupada en ella y no piensa en eso._cuando lo dijo sonrió. Al parecer estaba recuperado del estado en que se encontraba.

_Creo que a ella hace mucho rato que no le interesa esa relación que tienes con la bailarina.

_No creas; en lo más profundo de su alma eso la hiere. Lo percibo. Tengo la sensación de que si rompo con Zulema eso la haría feliz.

_Estoy segura que ella todavía te quiere.

El sonido del auto de Richard acercándose a la casa dio por terminada la conversación. Momentos después estaban todos en la sala de la casa. Cristina fue hasta la habitación de Charito para dejarla en su cuna pues estaba dormida.

5

Richard se vistió elegantemente, se perfumó con Canoe, su perfume favorito, y salió hasta su auto. Momentos después iba rumbo a casa de Zulema. El aire frío de diciembre que cubría el lóbrego anochecer lo obligó a abrigarse hasta el cuello y subir el cristal de la ventanilla.

De no existir las luminarias de los establecimientos públicos; edificios multifamiliares, calles y avenidas, el manto gris que cubría el cielo hubiera oscurecido la ciudad.

Cuando se conocieron, ella vivía en Casa Blanca, pero a Richard no le gustaba aquel contaminado y grisáceo lugar. Por eso le compró un apartamento en Galiano, rodeado de establecimientos comerciales y edificios bien iluminados.

La madre de Zulema estaba en los Estados Unidos de visita en casa de un hermano que residía en Tampa, por lo que la bailarina estaba sola. Esa noche no tenía que trabajar en la televisión y determinó dedicarle todo el tiempo a Richard; Riqui, como ella lo llamaba cariñosamente.

El auto del doctor entró en el garaje del edificio y luego ella lo recibió en la puerta de su apartamento en la segunda planta.

Estaba de pie frente a él; como siempre, con su bata de dormir que traslucía la figura de su cuerpo. Richard la miró de arriba abajo y absorbió con la mirada todos sus contornos. No era necesario adivinar sus carnes, ya las tenía dentro de sus ojos. Su pelo lacio; castaño claro, caía sobre sus senos y su espalda; sus ojos pardos pequeños, con largas pestañas y cejas espesas, su boca de labios carnosos, los senos empinados y duros; su cuerpo de bailarina, bien proporcionado, donde la redondez de sus muslos y las piernas y sus buenas caderas, conformaban la armonía de ese tipo de mujer hermosa en la que la naturaleza no exageró, sino actuó con relativa exactitud.

Estaban a la distancia de un beso o una caricia, pero en el amor no todo consiste en mirarse el uno al otro; por lo tanto el beso no se hizo esperar. A ella le había dado tiempo cerrar la puerta. De nuevo el abrazo y el beso largo y encendido.

__! Mi faraona!—así le llamaba en ciertas ocasiones y a Zulema le gustaba quizás porque pensaba que las faraonas eran las mujeres más bellas del mundo por su condición de esposa del hombre más poderoso: el Faraón.

__Al fin llegaste. Ya estaba impaciente._en su rostro se dibujó la alegría de siempre. El deseo había aparecido de antemano.

Ella se descolgó y la mirada de Richard le indujo la idea de ir a su cuarto. Richard se quitó el abrigo y lo puso sobre una pequeña mesa de noche que estaba junto a la cama.

_Hace frío en la calle. No sé, como puedes andar con esa bata tan fina, Zuly.

_Me la pongo solo cuando tú vienes. Sabes que no soy friolenta. —lo dijo con doble sentido…o mejor dicho con el único sentido que él percibió.

_Lo sé.__replicó él y sonrió con picardía.

__ ¿Qué quieres tomar?

__Dame un trago de Carta Bacardí.__era su bebida predilecta como buen cubano.

Zulema salió del cuarto y mientras caminaba sentía la mirada de Richard pegada a su cuerpo.

Al cabo de unos instantes regresó con dos vasos conteniendo el licor.

El doctor se había quitado la camisa, el pantalón y los zapatos. A ella, como siempre, le impactó la desnudez de su hombre. Recorrió con la mirada toda su anatomía, luego el brillo de sus ojos pardos se cruzó con la mirada llena de sensualidad de él.

De golpe ella se desnudó totalmente.

En un radio RCA-Víctor que estaba junto a la cama se escuchaban, unos tras otros, instrumentales trasmitidos por Radio Enciclopedia Popular.

Estaban desnudos.

__Vas a tener que usar un azabache para que no te hagan mal de ojos. —dijo él y sonrió. Ella también.

__No seas exagerado. Tú estás muy guapo. Me gustas mucho. Tienes la piel de un hombre de veinte. Se que le gustas a ciertas enfermeras del hospital, pero…

_No seas tonta, para mi solo existes tú.__lo dijo y luego la besó en las mejillas.

__¿Cómo van las cosas, Riqui?

Richard sabía el contenido de la pregunta.

__Bien. Como yo esperaba.__suspiró.

Zulema lo miró tratando de entender lo que él quiso decir, pero lo que Richard dijo después, le ahorró transitar entre los extremos de escuchar y entender.

_Se ocupa todo el tiempo de Charito. La ha convertido en la reina de la casa. Incluso duerme con ella muchas veces.

Cuando lo dijo produjo satisfacción en el rostro de la bailarina.

_ Me alegro. Te quiero solo para mí. Jamás te compartiré. Yo soy solo tuya.

El sonrió cuando Zulema dijo aquello con encantadora ingenuidad.

__Sabes muy bien que, aunque tú y yo no vivamos bajo el mismo techo, somos marido y mujer. Te vi bailando en el programa "El Casino de la Alegría" y me gustó mucho, pero no te lo voy a negar sentí un poco de celo por…

__Los que bailan conmigo son solamente mis compañeros de trabajo y me respetan. Cuando alguien trata de decirme cosas que no me gustan, lo pongo en su lugar. Eso tú lo sabes.

Era muy hermosa físicamente, pero su mundo interior también. Y no es que fuera uno de esos personajes principales de novelas y películas que el escritor los dota de todos esos atributos, no, es que Zulema era así. Una de sus principales cualidades era su determinación, su firmeza, para tomar decisiones. Su carácter alegre, su personalidad atractiva y su magnetismo personal le daban la posibilidad de ganar amigos sin hacer esfuerzo alguno. Richard había comprobado, en los dos años que llevaba con ella, que ésta era sincera y fiel; y sobre todo incapaz de cualquier bajeza o una mala jugada. Pocas veces la había visto irritada, y cuando lo hacía, esa expresión de su temperamento era de poca duración.

¨ Basta de charla¨_pensó, y como toda mujer coqueta, hizo uno de sus rituales: llevó uno de sus dedos a su boca, lo mojó en saliva y luego tocó el labio inferior de él. Richard se sintió provocado. Como estaba muy próximo a ella, podía respirar el olor de su piel; ese olor singular que producen las emanaciones de la hembra colmada de deseos.

Volvieron a tomar. El miró su vaso y ella intuyó la orden de volver a llenarlos y así lo hizo. Una suave melodía de Frank Purcell salida del radio magnetizó el ambiente.

Richard estaba acostado bocarriba y ella comenzó a besar su pecho y luego su cuello y su boca.

Como siempre, ella cogió su pelo; formó un mechón con una de sus manos y se lo pasó por todo el cuerpo a su hombre. Luego, se acostó sobre él y comenzó a besarlo con endiablado deseo. De la boca fue al cuello, del cuello a la boca de Richard nuevamente y éste comenzó a sentir que sus sentidos se dislocaban a causa de las caricias de la candente y bien manejada sensualidad de Zulema. Las respiraciones se agitaron y la pasión y los deseos también.

El la acostó bocarriba y tomó las riendas del poder. Le llenó el rostro de besos; lamió con ternura los lóbulos de sus orejas, el cuello sus mejillas. Fue a los senos duros y desafiantes de Zulema y lamió con dulzura sus pezones una y otra vez y dio suaves mordidas en ellos, luego lo hizo en el vientre. Besó sus muslos y los lamió. Ella sintió la saliva que la lengua del médico iba dejando en el recorrido sobre su piel. La viró de espaldas e hizo lo mismo. En las carnes de Zulema quedaron impresas las marcas oscuras del deseo y la desesperación sexual.

_! Mi Faraona! ¡Mi reina!…!Como me gustas! ¡Me vuelves loco!…

Se movió a todo ritmo sobre el cuerpo de Zulema ya fuera de sus cabales. Ella jadeaba, suspiraba, emitía quejidos excitantes que pusieron a Richard a punto de perder totalmente el control. Estuvo punto de llorar de placer.

__ ¡Aaay! ! Vírame ya, chico! ¡No resisto más!—lo pidió, lo imploró con desesperación.

El obedeció; también lo deseaba y se le echó encima. Estaban frenéticos. Zulema separó sus muslos y el envió lo mejor de su sexo al interior de ella. Zuly levantó sus muslos y con sus piernas abracó el cuerpo de Richard. El se movió con fuerza, serpenteó sobre ella como animal hambriento. Decía frases excitantes en el lenguaje del sexo. Se movió al ritmo de los impulsos sexuales. Zulema tenía sus ojos cerrados, el seño fruncido y en su boca había aparecido esa mueca que produce el placer intenso que luego desapareció de sus labios porque dijo palabras encendidas. Y como todos los caminos del sexo fuerte conducen al orgasmo, estos llegaron casi al unísono en ambos. Tras los espasmos quedaron tendidos e inertes unos instantes.

Ella se sentió satisfecha, débil y sobre todo feliz. En esos instantes era la hembra vencida por los deseos y las manipulaciones implacables del macho que tanto le gustaba. Cada vez que Richard hacia el amor con ella lo valoraba como el mejor; como el más intenso de todos los hombres.

Tras el retorno a la realidad y cierta recuperación, ella fue en busca de la bebida predilecta de su amante. Volvió y brindaron acostados. Zulema tuvo todo el tiempo uno de sus muslos sobre los de Richard. Recostados al respaldar de la cama conversaron. La respiración todavía era intensa en los dos.

Tomaron. La noche estaba fría y ya los cuerpos habían recobrado la normalidad por lo que Zulema se cubrió con una frazada que estaba doblada debajo de las almohadas.

_Eres la mejor del signo de Leo.

_No seas exagerado, Tareco._así le decía muchas veces.

_Para mi lo eres. Eres única.

_ Dicen que el amor es ciego.

__La verdad es que cuando estoy contigo siento el deseo de decirte esas cosas. Olvido todo…hasta los problemas familiares.

Ella entonces cambió el rumbo de la conversación.

__Te has puesto a pensar, Richard, que un día aparezcan los padres de esa niña._el tema estuvo muy alejado de lo que habían vivido hacía unos instantes.

__Cristina se volvería loca. Creo que no hay quien se la quite. Ha convertido a Charito en la reina de la casa. Además pienso que la madre de esa niña sabe que la tenemos nosotros pero no le conviene hacer reclamación alguna por ahora.__dijo y encendió un Regalías el Cuño. El humo salió de su boca impregnado de olor a licor procesado en su estómago. A ella el aliento etílico de su hombre le gustaba.

Volvió su rostro hacia él y le pellizcó suavemente su cara. Ese gesto de cariño lo practicaba mucho con Richard.

__De todas formas es un riesgo que corren. A lo mejor cuando ella sea una jovencita, o quizás mujer, eso suceda. De esas historias hay muchas.

__No pienso en eso. Si sucede, ya veremos qué se hace.

Ella determinó no hablar más del asunto.

__¿Quieres comer algo, amor ?_lo dijo y le besó en las mejillas.

__No tengo hambre. Quisiera tomar algo frío.

__En el refrigerador hay refrescos Materva y Coca-Cola.

El sonrió, pero ella no acertó sobre el motivo de su risa.

_¿De qué te ríes ?

__¿Sabes cómo le dicen a la Materva en el interior del país?

__No se.

__Le dicen: "revienta guajiro"

Ambos rieron.

__Seguro es porque la Materva viene en una botella grande, más grande que la Coca-Cola, el Iromber y otros refrescos.

_Así mismo es. Tráeme una y un vaso.

Ella se destapó pero se puso nuevamente la fina bata de dormir debido a la frialdad de la noche. Salió rumbo a la cocina y al cabo de unos instantes estaba frente a él de nuevo con el refresco, que una vez en el vaso, él fue ingiriéndolo poco a poco. Por el color de la Materva y la espuma en el vaso, parecía que estaba tomando cerveza. Zulema se acostó junto a él.

__¿Has sabido de tu madre?_preguntó él.

__Si. Me llamó ayer. Esta muy bien y sobretodo ha paseado mucho. Dice que allí en Tampa está haciendo mucho frío. Creo que esta semana la van a llevar a Miami a casa de unos parientes y para que conozca aquello. He oído decir que en Miami hace frío también.

__Así es. Yo se lo que es eso. ¿Cuándo viene?

__No se; no me dijo. Ojalá esté más tiempo, así podemos estar solos ¿no crees?_lo dijo con un poco de picardía.

__Claro, mi faraona. Me gusta estar solo contigo, lo disfruto más.

_¿Cuándo podremos vivir juntos? Sueño con eso, pero…

__Nadie sabe.

Ella lo abrazó fuerte y pegó su cabeza al pecho de Richard.

__Yo soy tu Cleopatra…y tú mi hombre, mi Rey.__lo dijo con tanta ternura que a Richard se le hizo un nudo en la garganta.

__Tú eres más bella que Cleopatra. Al menos no tienes que hacer los remedios que ella hacía para lucir más bonita.

__¿Qué hacía?

__Se bañaba su cutis con leche tibia. Dicen que es muy bueno.

__Yo debería hacerlo.__dijo sonriendo.

__No lo necesitas._cuando lo dijo le acarició la barbilla con la nariz varias veces. Ella pensó en el beso, pero no cuajó.

__.El único remedio que hago es para mis uñas. Como se me ablandan. Mi madre me enseñó que me untara aceite de oliva mezclado con sumo de limón.

_¿Y te ha dado resultados?

__Si.

__Volviendo a Cleopatra, _dijo Richard_ olvidaba decirte que ella no era tan bella como dicen algunos. Al menos su nariz era fea. No era bella ni mucho menos; además dicen que era irresistible con los que convivían con ella. Lo que pasaba era que su conversación y su manera de andar eran muy atractivas. Caminaba con mucha gracia. A ti te sobra todo eso, Zuly.

_No seas exagerado, mono. __Zulema bostezó_ Tengo sueño, así que…

El interpretó lo demás.

No se cansaba de contemplarla. Acarició suavemente el lunar que ella tenía en su muslo derecho. Lo besó.

_! Cómo me gusta ese lunar tuyo!

Lo saqué de mi abuela. Yo no la conocí. Dice mi madre que era muy bonita y muy buena. Tuvo que luchar mucho para criarlos a ellos. Eran cinco hermanos y mi abuelo había muerto en una reyerta ya que tomaba mucho y era medio bronquero.

_¿Y cómo se las arregló para darle comida a sus hijos?

La pregunta indagaba el pasado de la difunta abuela. A Zulema no le daba pena hablarle del asunto pues la confianza que tenía con él anulaba cualquier desvergüenza.

_Tuvo que vender su cuerpo para criarlos. Según mi madre, mi abuela bailaba muy bien. Tenía fama de buena bailadora. Me contó que en Infanta y Carlos III había un salón de bailes públicos y ella iba mucho a allí. A los buenos bailadores les gustaba acompañarla. Mi abuela Celia trabajó en el Café "Vista Alegre" en Belascoaín y San Lázaro. Luego fue para San Isidro.

__Entonces ella fue… prostituta en San Isidro _ lo dijo con sumo cuidado como para no herirle los sentimientos, pues al parecer, Zulema se enorgullecía cuando hablaba de ella.

_Si. Ella hacía eso en San Isidro, pero…

__A lo mejor fue explotada por el chulo de Yarini. A este sujeto le decían el Barba Azul cubano. Fue célebre en su oficio y tuvo muchas casas con prostitutas que trabajaban para él en los prostíbulos de la calle San Isidro.

__Mi madre me ha hablado de él. Según ella me contó, mi abuela fue amante de un tal Ricardo Suárez que era un hombre rico y también era un chulo abusador. A su mujer le decían: "La Apache". Era prostituta y borracha y se fajaba con él.

__¿Y tu abuela nunca tuvo problemas con ella?

__Que yo sepa, no. La pobre tuvo una vida muy dura. A mi abuelo lo mataron en una bronca en la esquina de Consulado y Virtudes. En ese lugar las broncas eran muy frecuentes y violentas, según le contó ella a mi madre.

Richard escuchaba y a la vez asentía con su cabeza. Muchas de las historias de San Isidro y sus casas llenas de prostitutas él las conocía. Qué habanero no conocía eso.

__Mi abuelo era mucho mayor que ella. Bueno…eso no es impedimento alguno.

Después que lo dijo se dio cuenta que ese era también su caso. La edad de Richard era casi el doble de la suya.

__Eso no importa, cariño. Muchas mujeres famosas se casaron o tuvieron relaciones con hombres mayores que ellas. Hay muchas, incluso artistas de mucha fama. La misma Sarita Montiel, sedujo al director de cine Anthony Mann que era mucho mayor que ella. Anthony se volvió loco con Sarita.

__Es una de mis favoritas, pero no sabía eso. He visto varias veces sus películas "El Último Cuplé" y "La Violetera". En Agosto, cuando vino a Cuba, fui al Teatro Blanquita y la vi. Me fascinó.

Richard miró su reloj, eran las dos de la madrugada. Las horas fueron pasando inadvertidas. Ocurría siempre que se encontraban.

Sintieron sueño. El la invitó a dormir lo que quedaba de la de la noche y ella aceptó. Instantes después estaban totalmente rendidos. En ambos vasos quedó Carta Bacardí.

En el aparato de radio Rca-Victor se escuchaba ese bello instrumental de Glenn Miller: "In the Mood" que, desde luego, ellos no pudieron escuchar.

6

Era cuatro de Diciembre; día de Santa Bárbara, día de Changó. Como toda fecha importante para los creyentes, era festejada como se hacía el día de La Caridad, el 8 de septiembre; el Nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, el día de San Lázaro, el 17 y muchas más. Cada Santo tiene su día, sin embargo Dios no tiene cumpleaños.

La gente, en esas conmemoraciones, se encomendaba a los Santos y le manifestaban sus ansiedades y desgracias; sus anhelos y esperanzas y alguna que otra petición sobre amoríos frustrados, dinero o la cura de enfermedades.

Los cubanos tenían mucha sed; pero no de agua, ni Coca-Cola, ni cerveza bien fría. La sed era de tranquilidad, seguridad y paz. La guerra actual tenía a todos cansados y estresados. Los muertos aumentaban y los lutos estaban de moda. Las noticias no era nada halagüeñas y todos calculaban que las pascuas y las navidades venideras peligraban.

A pesar de todo, la Habana estaba tranquila. La vida marchaba en aparente calma. Los Clubes funcionaban como siempre. En los traganíqueles de los bares y cantinas la gente tomaba y escuchaba los boleros de moda, las tiendas estaban abarrotadas de personas comprando regalos para fin de año o ropas invernales. Desde luego; los petardos, los tiroteos y las detenciones continuaban.

En Tropicana: "Paraíso bajo las Estrellas", los espectáculos se celebraban como siempre. En las calles y avenidas cientos de vehículos viejos, nuevos, lujosos o no, iban y venían como de costumbre. Las prostitutas, vestidas provocadoramente, pululaban por las esquinas en busca de clientes. Los caza fortunas u objetos de valor jugaban al bingo. Allí podían ganarse un Chevrolet Impala del 59. La cantante israelí Hanna Haaroni cantaba su CubaLipso, que gustó mucho, ajena a todo cuanto ocurría en el escenario político en su lejana tierra natal y en la que actuaba.

En los casinos, propiedad de los mafiosos con los que Batista, el Chief de Banes, había hecho muy buenos negocios se jugaban miles y millones.

Meyer Lanski controlaba los mismos en el Havana Riviera, Charles Tourini y Nicolás Di Constanzo los de hotel Capri, y Santos Traficante, los salónes de juegos del hotel Deauville, Sans Sousi y Sevilla Biltmore. Habían convertido a la Habana en el Montearlo del Caribe.

Era cuatro de Diciembre, Día de Changó. La noche anterior en muchos lugares de la Habana se escucharon los toques de tambores y se celebró la espera de la llegada del día de la Santa, con ceremonias donde se tranzaban muchos espítirus entre ellos los de Bárbara. Por lo general ¨bajaba¨ a media noche.

Los que no simpatizan con tales ritos y los consideran diabólicos, les parece una locura que esos médium pudieran tranzar el espíritu de Santa Bárbara en todos los Bembés cubanos al mismo tiempo. Casi siempre a los doce de la noche. Ellos sólo creen en la omnipresencia de Dios.

A muchos jerarcas les gustaba "darse gajazos" y acudían ante algún anfitrión de esas fiestas espirituales en horas y lugares discretos ese día. Iban con el fin de que los despojaran y les dijeran _previa consulta con un muerto_ cómo andaba su suerte y qué destino le deparaba la situación política actual en la Isla caribeña.

A Fulgencio, el Chief, el General, el capricorniano Presidente, le gustaban los sonidos de los tambores de Changó. En cierta ocasión dijo ante un grupo de amigos que ¨ ese era su Oricha preferido¨.

Cuentan que, al Sargento devenido en General, no le preocupaba mucho su seguridad personal ya que él aseguraba estar protegido por "La Luz de Yara".

Se creía dueño del Palacio Presidencial. No concebía que otro cubano como él gobernara desde allí, Para eso ordenó preparar un "trabajito espiritual" a Chano Betongo, y lo puso en una de las escaleras del Palacio Presidencial. Bueno, todo pareció indicar que tal conjuro le había dado ciertos resultados pues cuando el asalto al palacio Manzanita _ José Antonio Hechavarría_ y su grupo no tuvieron la suerte de empatarse con él. Batista salió con vida ese trágico trece de Marzo.

En la Habana, como en el resto del País, a muchos les atormentaba la posible caída de Batista. A otros los desvelaba el que uno de sus hijos, hermanos o padre, cayera en el próximo combate. La consigna de unos era preservar al General, y de otros, lograr la mágica resurrección de la libertad. Para unos era una terrible pesadilla; pera otros, un añorado sueño.

Los "Bembés¨ no son otra cosa que la celebración del cumpleaños de la Santa, de Changó. Se arregla el altar, se viste a la Santa con una lujosa capa y se le ponen flores, tabacos, ron, dulces, velas encendidas etc.

En la ceremonia, se tocan tambores, se cantan plegarias, se brinda ron o aguardiente, dulces de varios tipos y comidas. Al filo de las doce de la noche, el anfitrión generalmente, vestido con vestimentas muchas veces hechas de saco de yute, tranza –según él- el espíritu de Santa Bárbara. La gente le hace coro y piden; se santiguan y rinden honores a ella a través del médium. Después que la Santa se despide todo continúa hasta el amanecer.

Cristina, en compañía de su amiga la Mora, fue a casa de Justino, en Guanabacoa para participar en los rituales de ese día. Llevaron varias velas, las encendieron y luego las pusieron a los pies de la Santa en el lujoso altar. Cristina y Sara fueron santiguadas por el mulato Justino.

En una de las esquinas de la sala estaba sentada una mujer de unos treinta años. Delgada; de pelo muy negro y trenzado y ojos claros que se habían clavado en la figura de Cristina y se movían al compás de sus movimientos.

Los ojos de la mujer seguían a Cristina a un lado a otro. La Mora se dió cuenta y no dejó de observar a la enigmática mujer. Se acercó a su amiga y le comentó lo que estaba sucediendo.

Cristina la observó con disimulo. Pudo comprobar que algo extraño le estaba sucediendo a aquella mujer con ella. Se acercó a Justino y se lo contó. El mulato palero le señaló que se trataba de Maya, una buena médium que visitaba su casa asiduamente, y que en muchas ocasiones laboraba con él en rituales espiritistas. Cristina volvió a donde la Mora y le contó.

Luego Cristina se viró hacia Maya y se le acercó.

_¿Usted, quiere decirme algo?

__Tengo mucho que decirle, pero esperemos que esta gente se marchen. Presiento que van a suceder cosas._lo dijo casi en susurro.

_¿Qué cosas?__preguntó Cristina medio asustada.

La mujer comprendió que debía suavizar la situación.

_No se asuste…

__Cristina, me llamo Cristina.

__No se asuste Cristina. Son cosas de Dios…y de los buenos espíritus.

La incertidumbre se apoderó de Cristina. En una butaca vacía que estaba al lado del asiento que ocupaba la mujer, se sentó.

__Me llamo María, pero me dicen Maya. Todos aquí me conocen por ese apodo. Esperemos a que todos se vayan y hagamos lo que me indican.

Conversaron un rato más. Los visitantes de Justino se fueron marchando. Solo quedaron el anfitrión, la Mora, Maya y Cristina. Justino cerró la puerta principal de la casa por indicaciones de la médium.

El intuyó que algo espiritual muy especial iba a suceder.

__¿Maya, por qué me mirabas insistentemente?_le preguntó Cristina ahora amigablemente.

__Había alguien al lado tuyo que no te perdía ni pies ni pisadas.

__Yo no veía a nadie detrás de Cristina.__comentó la Mora.

Justino estaba muy atento a lo todo, pero en silencio.

__No podías verlo. No tienes los dones que hacen falta para ver esas cosas. Para eso tienes que médium.

__Entonces…__la Mora creyó descubrir el asunto.

Maya comenzó a describir lo que le sucedió.

__Aquí hay un hombre barbudo; vestido como de guardia, pero no amarillo, sino más bien verde oscuro, sucio y con una boina puesta sobre su cabellera larga recogida en una cola que le llega más debajo de los hombros.

__!Un Mau-Mau! ¡Cristina, es un Mau-Mau!__exclamó la Mora y sus ojos se abrieron desmesuradamente.

Justino sonrió.

_No era una persona, sino un espíritu._le dijo a las dos.

Maya se puso de pie y luego Cristina. Justino les hizo compañía. La médium inclinó su cabeza hacia abajo unos instantes y luego hacia arriba. Sus ojos se mantenían cerrados. Estiró sus brazos a ambos lados del cuerpo y luego sus dedos. Un ligero temblor las movía interrumpidamente.

Como si le hubieran aplicado un fuerte corrientazo, su cuerpo se sacudió y al mismo tiempo emitió un sonido gutural, profundo. Primero sintió escalofríos, luego un cosquilleo en la nuca que se desplazó a sus brazos y después sintió un calor intenso. Estaba erizada. Sintió con fuerza la presencia del espíritu que había visto junto a Cristina. De golpe, la frecuencia vibratoria del visitante envolvió los sentidos de Maya que suspiraba, respiraba profundo y sin control de su cuerpo y su mente. Estaba en trance.

Suspiró varias veces antes de hablar lo cual hizo asintiendo con su cabeza.

__! Buenos días, Hermanos!_dijo la médium jadeando y con la barbilla casi pegada a su pecho.

__Buenos días._ contestaron a coro Cristina, la Mora y Justino.

__! Esa luz!…esa luz intensa…_suspiró_ que penetra dentro de mi.

Maya levantó la cabeza. Se tambaleaba. A Cristina y a la Mora les parecía que iba a caer al suelo. En el rostro de la médium había un semblante extraño, como matizado por la fuerte corriente espiritual que la embargaba.

_He venido de lejos a la tierra…como un ave cansada de volar…__asentía con la cabeza.

_¿A que vienes un día como hoy, Hermano?_preguntó el palero de Guanabacoa.

__Quiero decir muchas cosas…sobre todo a ella…__dijo Maya, levantó su mano derecha e indicó a Cristina.

De nuevo el cuerpo de la médium se estremeció y suspiró profundo.

__Fue allá en el monte, en Oriente…estábamos en un combate violento. Era una dura pelea…_Maya resollaba con fuerza_ yo solo vi salir la llama del cañón que me apuntaba. Mi cabeza se estremeció y la vida salió de mi cuerpo.

Maya jadeaba y se estremecía aun más. Ellas estaban pasmadas.

__Dios te de luz, espíritu.__dijo Justino. Cristina y la Mora lo imitaron.

_Yo me veía sangrando por mi cabeza… después que terminó el combate vi lo que hicieron con mi cuerpo. Al principio no comprendía nada, no sabía nada…hoy todo es diferente, Hermanos.

_Así es._dijo Justino_¿Qué pasó luego ? ¿Por qué estás aquí?

_Mi cuerpo lo enterraron debajo de un jagüey inmenso…_la médium suspiraba y gemía.

Por unos instantes se hizo un silencio sepulcral. Maya caminó, como si estuviera dormida, hacia donde estaba Cristina y levantó sus dos manos en señal de que ésta debía tomarla con las suyas y ella lo hizo.

__Mi hija…tienes a mi hija…._ahora Maya_ o el espíritu_ gemía y resollaba con más fuerza.

Los tres se estremecieron cuando escucharon las palabras de Maya, que eran las del ser tranzado por ella. A Cristina se hizo un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas. En ese instante recordó las palabras que un día le dijo Adolfo, el amigo de Richard sobre la paternidad de la niña. Entonces, el gordo le había dicho que a lo mejor el padre de la criatura era uno de los ¨mau.mau¨.

Cristina fue a decir algo, pero…

_No digas nada ahora. Conozco tu alma…nosotros, los espíritus, sabemos muchas cosas.

Cristina lloró. Estaba anonadada. Lo que sentía en aquellos momentos era difícil de precisar y mucho menos de describir.

_Tú serás una buena madre. Tú lo serás. Sobre la otra…__ la médium sonrió extraño_ hay otra de la que no voy a hablar.

Ellos se quedaron absortos. No sabían de quien hablaba aquella entidad espiritual mediante Maya, pero optaron por no hablar del asunto.

Maya habló de nuevo:

__Cuídala, buena mujer.

__Así lo haré, pero dime algo de su madre. ¿Quién es?

__De nada vale saberlo.

Maya suspiró dos o tres veces. En su rostro se vio reflejado el agotamiento producido por el trance.

__Su hermano mayor, ese…es malo, policía cobarde… asesino…cogió a la niña y…lo demás tú lo sabes, Hermana.

_¿Dónde está ella, su madre ?__preguntó la Mora.

__Muy lejos…cruzó los mares y está muy lejos. Todos se fueron…se fueron.

Los tres captaron el mensaje. Al parecer se la habían llevado a los Estados Unidos.

Maya estuvo unos instantes en silencio.

__¿ Algo más, hermano ¿_preguntó Justino.

__No. Ya me retiro, Hermanos. Que Dios los bendiga a todos…y a ti,_se dirigió a Cristina _ no te abandonaré nunca.

Cristina sollozando se dirigió a la médium.

_La cuidaré como si la hubiera parido. Te lo prometo.

_ Adiós, Hermanos.

Maya soltó las manos de Cristina y se estremeció de nuevo. Luego se frotó una y otra vez su cuello. Volvió a tomar las riendas de su mente. Estaba extenuada. Charlaron unos minutos sobre lo sucedido y luego se despidieron. Cristina le dio las gracias por lo que había hecho y retornaron a Marianao.

Por el camino Cristina apenas emitió palabra alguna. Ya en la casa, se lo contó todo a Richard que se sorprendió por lo sucedido en casa de Justino, aunque él no creía mucho en esas cosas del más allá. Cristina estaba visiblemente afectada y él optó por no hablar más del asunto. Luego vendrían las explicaciones necesarias

.

7

Lunes, 8 de diciembre del 58. En un abrir y cerrar de ojos, las grandes tiendas y pequeños comercios de la capital y todo el país, e incluso la más remotas en campos y pequeños pueblos, estaban repletas de frutas, dulces y vinos para ser consumidos en los días navideños.

De España, preferentemente, habían llegado las olorosas y rojizas manzanas, las pulposas y sabrosísimas peras, uvas en ramilletes atractivos y tentadores; grandes, jugosas, moradas. Nueces, avellanas, higos, etc. Dulces finos y muy sabrosos como la Jijona, hecha de almendros; Turrón de Alicante, _duro pero sabroso_, el amarillento Turrón de Yema, Membrillo, la cubanísima Jalea de guayaba y otros.

En cualquiera de esos establecimientos había los mejores quesos. A la gente le gustaba mucho los amarillos holandeses con los que se acompañaban los dulces. Los anaqueles estaban repletos de vinos nacionales y extranjeros de varios tipos: tintos, dulce, blanco, seco etc. Bebidas de un sinnúmero de marcas: Bacardí, Pedro Domec, Felipe II, Matusalén, Aguardiente ¨Cinco Años¨, Cidras, ¨ El Gaitero¨, muchas más.

De no haber todo lo mencionado, las Navidades no tenían sentido. Las vidrieras de los establecimientos se vestían de gala con esos productos que recreaban la vista, el olfato y el paladar.

Las jugueterías se preparaban para los venideros Reyes magos el seis de enero. Muchas de las grandes tiendas por departamentos de la Capital ya estaban abarrotadas de juguetes de todo tipo, sobre todo en el cuarto piso de Encanto. Eso mismo sucedía en el interior del país.

Diciembre era el mes de hacer las compras de regalos navideños o ropas de invierno. Muestras de estas estaban expuestas en los maniquís de las vidrieras. Finísimos chales, vestidos, estolas de pieles de zorro negro y blanco, zapatos y artículos rebajados de precios. Eran días en que las ventas y las utilidades de esos comercios subían extraordinariamente.

Navidades implicaba compras de arbolitos y sus adornos. Escarcha artificial; bombillitas en colores, algodón para simular la nieve, figuras de yeso como ovejitas, personas, reyes magos etc. Los que no podían comprar los arbolitos de navidad-hechos al estilo de la naturaleza de los bosques norteamericanos- los hacían con gajos de pino, los que eran adornados con algunas de las mismas cosas que se adornaban los comprados en las tiendas.

Lo de la escarcha y las motas de algodón simulando un clima que en nada se parecía al cubano; era algo insólito pero gustaba y cuando se hacía no se reparaba en eso. Lo que la gente tenía en mente era Galilea y el Niño Jesús, la Nochebuena y el lechón asado.

Diciembre es considerado siempre el mes más alegre del año. Sin embargo, a pesar de todo, ese diciembre no era como los demás. Había guerra, sueños y anhelos en riesgos y sufrimientos en los cubanos. De todas maneras los acontecimientos de las tradiciones navidades, que alegraban el alma, eran celebrados por mucha gente. Era una tradición obligada. Al entusiasmo navideño había que darle rienda suelta casi por obligación. Eran días muy lindos; llenos de ensueños y alegrías.

Ese día en la mañana partía Cristina en compañía de Charito, Ricardito_hijo menor de Richard_ y Ernesto su suegro, para Oriente. Richard y Mónica quedaban en la casa atendidos por Alicia.

El Ford azul de Richard fue habilitado, y una vez llevados los equipajes para el mismo, vino lo de la despedía.

En la sala, Richard llamó a su sobrino Frank y le entregó un documento muy importante.

__Mira, Frank, ese papel está hecho por el Coronel Ventura. En el interior las cosas están muy malas. Esos barbudos han tomado pueblos y la guardia rural tiene bien vigiladas las carreteras y caminos. En caso de que la guardia rural te ordene detener el carro parar para hacerles algún registro, tú le enseñas ésto. Esos bandidos están quemando los vehículos que circulan por las carreteras. Ojalá no se metan con ustedes.

Richard mismo lo dobló y se lo puso en uno de los bolsillos de su camisa.

__Tienes que esconderlo bien en el carro. Si los alzados esos te paran y te registran no lo pueden encontrar. Cuando llegues al puerto de Gibara se lo enseñas al Cabo Pérez para que él les de protección. Mejor lo hago yo._dijo y cogió el papel de nuevo.

Richard salió y fue hasta el carro, se introdujo en el mismo y escondió el documento. Luego retornó.

_¿Dónde lo escondió, tío?

__En el espejo retrovisor. Lo escondí bien. Tienes que quitarle la parte plástica que lo protege. Luego lo colocas de nuevo. Es fácil ya que el soporte está medio flojo.

__ ¿Tío, si la guardia rural me quiere recoger el papel, se lo entrego?

__No. Tú le dices que a lo mejor te vuelven a registrar y tienes que enseñarlo de nuevo. Y si te hacen hincapié, le dices que el coronel Ventura te dijo que no lo entregara. Sólo se lo entregas al Cabo Pérez.

__Así lo haré, no te preocupes.

Ricardito fue hasta donde estaba su papá y le sentó en las piernas.

_Papi, te voy a extrañar mucho. ¿Por qué no vas con nosotros?—le preguntó el niño abrazado al cuello de su padre.

__No puedo ir ahora, Riqui.__así le decía__Dentro de unos días yo voy por allá. Quizás vaya para Nochebuena.

__Dice mamá que allá hay caballos y me van a enseñar a montar en ellos. ¡Qué rico!_dijo con alegría y palmeteó.

__Pero tienes que tener mucho cuidado. Además pórtate bien y sobre todo hazle caso a Cristina. Tú verás que allá la vas a pasar muy bien._dijo Richard y lo beso en el rostro.

_Mi hermana dice que a ella no le gusta Oriente, que eso es para los guajiros.

_No le hagas caso a Mónica. Seguro que ella te lo dijo en jaranas.

El ladeó su cabecita, sonrió y no comentó nada más sobre el asunto.

El ruido de un auto se dejó escuchar y era el de Adolfo. Instantes después él y la Mora ya estaban en la sala. La Mora saludó a Richard con un beso en la mejilla.

_! No podía dejar de verlos antes de que se fueran! Cristina, tú no sabes lo que he tenido que soportarle al gordo pegajoso éste por el camino.__dijo y luego indagó sobre la niña.

_Richard, esta mujercita no tiene arreglos. La busco a su casa, la traigo para acá y mira lo que dice. Bueno bríndame un trago, mi hermano._le dijo a Richard.

_Te estás al buscar un problema serio con la Mora, Adolfo. Déjala tranquila. _dijo Richard y le llenó una copa de licor que al instante desapareció en la boca de su amigo.

_¿Dónde está Cristina ?_preguntó la Mora.

__Está en su cuarto con Charito.

Salió rumbo a la habitación de la niña.

Richard fue hasta el comedor, cogió una botella de Carta Blanca Bacardí y llenó las copas.

__Ya le di el papel a Frank y le expliqué bien qué debe hacer.

Después de chupar el largo tabaco, Adolfo habló del asunto no sin antes expeler el humo que invadió todo el ambiente.

_Con ese papel de Ventura, no van a tener problemas. Ahora si los Mau-Mau los paran y los registran…bueno que inventen algún problemas familiar. Esos bandidos no creen en nadie. Si el ejército no se pone duro…no se sabe lo que pueda pasar. _dijo Adolfo y se llevó de nuevo la copa a la boca. Tras la o carnosa formada por sus labios, todavía húmedos por el ron, vino lo del o del humo del tabaco.

_Yo no quería que Cristina fuera ahora, sino que lo dejara para el año que viene, pero no la pude convencer. Ellos iban a venir para acá, pero como las cosas están tan malas, suspendieron el viaje.

_La cosa no está como para andar por las carreteras. Esos comunistas han quemado guaguas; camiones, autos, lo que se le ponga en el medio. ¡Hijos de perra!__lo dijo con todo el desprecio que sentía por los alzados de Fidel.

_.Por allá por Oriente han tomado muchos cuarteles y pueblos. Al menos eso dice esa estación de radio nombrada "Radio Rebelde", según me contaron.__dijo Richard.

Adolfo llenó de nuevo su copa y empinó el codo. El licor rodó raudo por su garganta dejando detrás el agradable sabor característico de la Carta Bacardí.

__Ha habido muchos muertos de ambas partes. El día cinco, me contó Ventura, que atacaron el cuartel de la guardia rural de la Maya. A pesar de los refuerzos que le llegaron de Guantánamo y el bombardeo de la aviación del ejército, los guardias fueron derrotados. Ayer asaltaron el cuartel de San Luís. Cuando la cosa se puso mala, los soldados del ejército solo pudieron conservar el aserrío y la estación del ferrocarril, pero lograron tomar el aserrío.

_¿Y no pudieron ayudarlos?

_Situaron rebeldes en los lugares por donde podían llegarles los refuerzos y no se pudo hacer nada. ¡Son unos desgraciados!__dijo Adolfo y volvió a tomar de su copa. La bocanada de humo salió por entre sus labios húmedos por el licor.

__ ¿Ya sabes lo de Alberto?

__Richard, me contaron algo. Yo le dije a él que esa mujer no me gustaba. Además es muy alegrona. Dicen que anda buscándola por toda la Habana para arrancársela y no la ha podido encontrar._dijo Adolfo y sonrió.

_Ese primo mío no tiene suerte. Ya van dos veces que pegan los cuernos. Yo siendo él…

__Richard, me imagino cómo debe sentirse porque él estaba muy enamorado de ella. No se puede negar que es muy linda. Esa cabrona está buenísima.__sonrió.

_Luego iré por su casa, aunque me han dicho que se ha tirado a la bebida. Lo han visto borracho en los aires libres frente al Capitolio y en otros bares. Si le dio por eso…

__El es mi amigo, pero un hombre de verdad no puede tener esas debilidades. ¡Si se le fue, que busque otra! De eso no se muere nadie. Lo más que puede pasar es que un día la perdone y se quede tarrú._dijo Adolfo y sonrió. Al gordito se le había olvidado lo del enamoramiento de Ventura con su esposa y que él supo y otorgó.

_Bueno…_Richard se detuvo pues Cristina, la Mora y Ricardito venían ya con los equipajes. Charito venía en los brazos de la Mora. Ernesto y Frank habían ido para el carro.

Charito estaba muy linda con su batica rosada, una cinta también del mismo color atada en su cabecito pelona; medias bordadas en blanco y su azabache negro como el ébano prendido en la tela. Miraba a todas partes, movía sus manitas y pies como queriendo expresar que estaba contenta porque iba a pasear.

Su presencia en la comitiva estimulaba el entusiasmo de todos. Todavía en su alma no anidan los sueños, las alegrías ni las tristezas. Su único lenguaje es el llanto y el movimiento de sus extremidades. A pesar de todo hay gestos en los niños que los mayores interpretan de muchas maneras y algunos suelen equivocarse.

_Tú verás, Cristina, que te vas a sentir bien por allá entre los tuyos. Cuídame mucho a los muchachos.__dijo Richard y la besó en el rostro.

_Tú sabes, Richard, que el mejor lugar del mundo para mi es esta casa. De corazón te lo digo. __Cristina le besó los labios.

Mónica no estaba en casa. Todos salieron y fueron hasta el auto. Ricardito se abrazó a su padre, ambos se besaron con ternura, luego lo hizo con Alicia, y con mucha alegría, subió a la parte trasera del carro. Cristina hizo lo mismo. Besó a la Mora y a Adolfo y por último se abrazó de Alicia.

_Cuídame mucho a Richard. Vendremos en los primeros días de Enero. En ambas los ojos estaban humedecidos.

_No te preocupes, _Cristina. Todo saldrá bien. Que tengan buen viaje y vengan pronto. Lo voy a extrañar mucho.

_Cristina, en cuanto llegues me llamas por teléfono._le indicó Richard.

_Así lo haré; si se puede.

Tras las frases de despedida el auto se puso en marcha y por las ventanillas se agitaron las manos en señal de adiós.

Adolfo, Alicia, la Mora y Richard retornaron al interior de la casa. Alicia fue hasta la cocina y los dos hombres se quedaron en la sala charlando y tomándose los tragos de Carta Bacardí.

__Bueno. Yo me voy. Se me está haciendo tarde, Richard._dijo la Mora.

_No te vayas, Morita, yo te llevo. Vamos a tomarnos unos traguitos para ver si te alegras y…_dijo Adolfo con picardía.

__Déjate de babocerías, gordo pesado. Yo me voy en guagua. Al menos el guaguero no se meterá conmigo.

La Mora miró al gordo cari redondo de soslayo con esas miradas que insultan sin decir palabra alguna.

_! Que mujer más complicada, Richard!

_Tú la conoces a fondo y sabes que no tolera esas jaranas.

_No tuvo un marido que la domara._dijo Adolfo mirándola de soslayo. Ella no ripostó.

__Quédate a comer con nosotros, Mora._dijo el doctor.

__No, gracias, debo marcharme.__sacó un espejito de su cartera de piel negra y se retocó. El espejo le devolvió su imagen ahora más atractiva._Bueno, hasta luego.

La Mora se despidió y se marchó.

__Adolfo no te vayas, te invito.__dijo Richard y miró su reloj._ya son las tres de la tarde. Menos mal que ellos llevaron comida para el viaje. Pienso que deben llegar a Oriente mañana en la mañana. Aunque se van a detener en Santa Clara en casa de mi hermana, la madre de Frank.

__Si, es casi seguro que lleguen por la mañana, si no hay contratiempos.

__¿Te quedarás a comer conmigo?

__Está bien, te acompañaré. ¿Cuál es el menú?

_Algo que a ti te gusta mucho. Además Alicia es una experta en eso. Nada más y nada menos que Soufflé de queso y pescado con salsa de naranja. Además hay una buena ensalada y postre. Así que no te lo pierdas.

_! Jamás me lo perdería! ¡Ese es mi plato favorito! Que sorpresa, mi hermano—dijo Adolfo entusiasmado.

Richard fue hasta el tocadiscos y puso un disco de Orlando Contreras. En cuanto la aguja surcó el acetato los boleros invadieron la casa.

_Vas a extrañar mucho a Cristina y los muchachos, Richard. Aunque ahora tienes oportunidad de ver lo otro cuando quieras. Estás libre.

Richard lo miró y sonrió.

_Cristina es una gran mujer. Se ha portado muy bien conmigo.Tengo mucho que agradecerle y siento mucho cariño por ella. Zulema es otra cosa. Con ella también tengo deudas de gratitud. Son cosas muy diferentes.

__Esa bailarina es muy bonita. La otra noche la vi en la televisión…eso es mucho para ti, Richard.__Adolfo sonrió y de nuevo llevó la copa a su boca.

_No digas eso. En realidad es muy linda. Cuando miro a sus ojos, me hace pensar que es la mujer mas linda del mundo._suspiró.

Estaba muy enamorado de Zulema desde que la conoció. Recostó la cabeza al respaldar del butacón y su mirada estuvo perdida unos instantes.

Volvió a la realidad.

__Cristina fue mi esposa, pero no nos entendimos, Zulema es el fuego, la pasión, el desinterés y la ternura. Siempre he pensado que será la última mujer elegida por mí. Estoy seguro que el amor que siento por ella no es una mera ilusión. _dijo Richard.

_Siempre que no te pase como a tu primo…

Adolfo se había referido al primo de Richard que su mujer lo había traicionado.

__ Zulema es fiel. Te lo aseguro.

Lo dijo con absoluta confianza. Lo dicho por él estaba respaldado por la conducta de la bailarina en los dos años y medio que hacía que estaban juntos. Jamás Zulema trató de lucrar con esa relación. Su amor por el era limpio, desinteresado y sobre todo lo hacía con toda su soberana voluntad.

Charlaron un rato más. La hora de la comida llegó y ambos arrimaron a la mesa. El soufflé de pescado quedó exquisito y Adolfo comió opíparamente. Se olvidó de sus trastornos estomacales.

Después de comida Adolfo se retiró en su carro. Quiso llevar a Alicia hasta su casa, pero ésta lo rechazó. Sabía que por el camino tendría que soportar los enamoramientos del gordo y optó por no pasar esos malos momentos. Adolfo no desperdiciaba los momentos en que pudiera meterle mano a la empleada de Richard. Le gustaba aquella fruta, que para él, nunca había estado ni estaría madura.

8

Richard había ido a casa de Zulema a buscarla para dar un paseo y luego comer en un restaurante del Vedado. Salían de noche muchas veces e iban a varios centros nocturnos como el Montmartre; La Zorra y el Cuervo, La Roca, El Capri, Tropicana etc.

Mientras ella se vestía, él ojeaba una revista Bohemia donde había algunos reportajes de hechos ocurridos en Oriente y otras provincias relacionados con la guerra. Zulema salió de su habitación y modeló frente a él. Tenía un aire encantador.

__¿Qué te parece, cariño?

_ Te ves muy linda con ese vestido negro._dijo él admirado por la belleza de su bailarina.

El vestido negro brillante; su pelo suelto y su cara cuidadosamente maquillada la hacían lucir más hermosa que de costumbre. En ella la belleza artificial y natural se conjugaban con mucha exactitud. Pero sin dudas la natural se imponía.

Su mariposita de veinticuatro años ya estaba lista para salir.

__Tú te vez muy elegante con ese traje azul oscuro. Te queda muy bien. Eres un hombre muy interesante, Riqui._se le acercó y le dio un ligero beso en los labios.

_Cuando quieras nos marchamos, Zuly.

__Si hoy día trece, en vez de ser sábado fuera martes, no salía de mi casa. Así que puedes llevarme a donde quieras._comentó ella retocándose el maquillaje de la nariz.

Richard sonrió.

__No sabía que fueras supersticiosa.

__Hay mucha gente que no cree en eso, pero yo si. Mi mamá me ha contado muchas cosas malas que han ocurrido los martes trece. Dicen que el trece es un número de mal agüero.__lo dijo de manera muy simpática,

__No creas en esas tonterías, Zuly.

__Pues mira, hay muchas personas importantes que creen es eso. Sobre todo hay artistas que le han ocurrido cosas los días trece, o con el número trece. En Radiocentro me han contado de varios de ellos que han tenido experiencias con eso. Y no solo con lo del trece, sino con otras cosas más.

__Esas son ideas supersticiosas. A lo mejor… casualidades. Cuéntame.

__Mira, el actor Jorge Félix antes de entrar en cámara rompe el libreto y dice que con eso le asegura el éxito. Carlos Paulín hace lo contrario porque si no lo hace dice que se le olvida aunque se lo haya aprendido de memoria. Lo de Agustín Campos si es tremendo, mi cielo.

__¿Qué ?__Richard no dejaba de reír.

__Agustín no se atreve a mencionar el nombre de ningún reptil. Eso él no lo hace por nada de este mundo. Ni aunque se lo escriban en el libreto que esté trabajando. Prefiere buscarse un problema.

A Richard aquello le pareció lo más extravagante del mundo. Pero le gustaba escucharlo de sus labios. Disfrutaba sus narraciones llenas de ingenuidad.

__He sabido de personas, Zuly, que dicen que no usan ciertas marcas de perfumes porque dan mala suerte, otros dicen lo contrario. Nada, ideas que se hacen. El perfume no tiene nada que ver con el destino de las personas.

Zulema continuó con su relato.

__María de los Ángeles Santana, la gran actriz que tú conoces, tiene tremendo lío con el número trece. Aunque a ella le favoreció. Usaba una cadena con un dije de brillantes en forma de trece. Cuando fue a España y triunfó casi siempre le había tocado las habitaciones número trece, o los camerinos con ese número. ¿Qué te parece?

__Son casualidades. Mira, no hagas más cuentos y vámonos que se nos hace tarde.

Zulema terminó sus retoques, cogió su cartera de piel y su abrigo y ambos salieron hacia el carro. Momentos después el auto se deslizaba por el pavimento rumbo al Vedado.

El viento era frío y perezoso. Las escasas nubes a penas visibles desde cualquier punto de la ciudad bordeaban el horizonte. Estaban estáticas, como congeladas.

En compañía de Zulema, el doctor se sentía a gusto, sosegado. Su amor por ella había echado fuertes raíces en su corazón. En las apariencias de ambos se notaban sus sentimientos. Con sus miradas; con palabras cariñosas, el roce de la piel y la caricia más leve les era imposible controlar la explosión de la pasión. Ella a veces suspiraba profundo como expresando lo intenso de sus sentimientos hacia él. Richard también lo hacía cuando aspiraba el delicioso perfume de su cuerpo.

Por fin llegaron al restaurante "El Monseñor" y se sentaron. El Capitán del salón se acercó, saludó cortésmente y le entregó la carta menú. Luego, uno de los sirvientes fue a la mesa y llenó los vasos con agua fría. Richard leyó la carta y escogió su menú. Luego fue a dársela ella, pero no la quiso.

__Pídeme lo que tú pediste. Yo no quiero cerveza, mejor un daiquiri.

__Como quieras, cariño.

El encargado de hacerlo tomó notas y salió. El ambiente era exquisito.Un trío de reconocido prestigio amenizaba con canciones que hacían recordar y soñar. Momentos después el sirviente apareció con parte de la comida. Luego completó el menú pedido.

Mientras comían escuchaban canciones románticas entre ellas: "Nosotros", del autor pinareño Pedrito Junco.

Los acordes de las guitarras, magistralmente rasgadas, por los músicos del trío "Los Embajadores" en esa canción, creaban cierto bienestar espiritual y romántico entre los comensales.

"Nosotros que nos queremos tanto,

Debemos separarnos,

no me preguntes más.

No es falta de cariño,

Te quiero con el alma,

Te juro que te adoro,

en nombre de este amor,

y por tu bien, te digo adiós…

Comían, escuchaban y se miraban a los ojos. Desde luego, la letra no venía de acuerdo con su relación porque en ella se hablaba de separación, lo cual era absurdo entre ambos.

Las voces bien acopladas entonaban esa pieza musical tan conocida sobre la que se han tejido muchas historias. Por último se decía que Pedrito, su autor, se la había dedicado a una monja de la cual se enamoró locamente en los últimos tiempos de su vida. Murió muy joven, de vientres años. Esa historia no estaba comprobada, pero no dejaba de ser interesante. Luego se habló de otros motivos.

Terminaron de comer. Richard pagó lo consumido y luego salieron hasta el carro.

El aire frío obligó a Zulema a abrigarse. El Ford azul del 57 se deslizó por algunas de las principales vías de la capital. En la calle San Rafael, Richard detuvo el auto para que ambos contemplaran la belleza de las vidrieras adornadas para navidad.

El espectáculo multicolor era impresionante. Se exhibían arbolitos de navidad; pequeños medianos, grandes. Había uno inmenso; cuidadosamente montado. Estaba adornado con bolas rojas, amarillas, azules y guirnaldas muy lindas, Sobre las hojas, motas de algodón simulando copos de nieve y muchos bombillitas pequeñas de varios colores alumbraban desde arriba a abajo el árbol, que casi siempre era un pino.

En la cúpula del mismo; una brillante estrella, símbolo de la Estrella del Oriente. En la base, una representación del nacimiento del niño Jesús. Había una réplica del establo con pequeñas figuritas plásticas que representaban animales y personas. A un lado, José y María junto al niño Jesús en el pesebre. En otro ángulo, los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. Había varios animalitos y cajitas que simbolizaban regalos hechos al niño Dios.

Como se acercaba el Día de Reyes, las jugueterías estaban engalanadas. Juguetes de todo tipo y tamaño. Caros, baratos, mecánicos, eléctricos etc. Muñecas de diferentes marcas y aspecto: rubias, trigueñas, grandes, pequeñas, de pelo lacio y encrespado, suelto o con trenzas, etc. Muñecas había de ojos azules, negros, pardos etc.

La juguetería "Sánchez Mola" era una de las más vistosas y completas de la Habana. Pero estas exhibiciones no solo eran en la capital, sino en todo el país.

Quienes paseaban por las aceras de la capital, y se detenían frente a estas vidrieras repletas de juguetes; en su imaginación, olvidaban su adultez y viajaban a su infancia muchas veces involuntariamente. Pero también los había, que detenidos frente a ese mundo de fantasía, preferían no recordar los años de su niñez.

Miles de niños hacían sus carticas a los reyes magos pidiéndole uno u otro juguete, una u otra muñeca, y los encontraban junto a su almohada el día de Reyes. Los había que hacían sus cartas pero temprano en la mañana, cuando se despertaban, no encontraban a su lado el juguete pedido. Entonces cogían el cajón de limpiabotas y se iban por las calles a ganarse el pan nuestro de cada día.

Sus padres tenían que escoger entre los juguetes y el plato de comida de ese día. Otros se levantaban temprano y se paraban en las aceras a pedir limosnas. Para estos la fantasía y los ensueños eran cosa prohibida.

Aun estaban parados frente a la vidriera de la juguetería "Sánchez Mola". Richard entonces evocó los suyos.

__Espero que Ricardito esté conmigo para Reyes. A Charito todavía no habrá que comprarle nada. El me dijo que le comprara un traje del Llanero Solitario; el vaquero ese de las aventuras que trasmiten por la televisión. Aquí no veo nada de eso._dijo observándolo todo.

_ Eso tienes que comprarlo en el cuarto piso del Encanto. ¿Y si no están aquí para esa fecha?—preguntó ella.

__Entonces que Cristina lo haga. Que le compre por allá los juguetes que él quiera. Allá también hay jugueterías.

__Pero no es lo mismo.__dijo Zulema.

__Lo se. Sabes una cosa, extraño a la niña, como si fuera hija mía.

__Eso es muy natural, Riqui. No me explico como la madre se esa niña no la entregó en la Casa de Beneficencia y Maternidad. Eso es un asilo para huérfanos._comentó Zulema.

__No se. Esa es una buena institución. Incluso conozco a su Director Ejecutivo y varios miembros de la Junta de Patronos. Las Hermanas de la Caridad, trabajan con mucho amor y desinterés con esos niños. Son mujeres muy abnegadas, Zuly.

__Si, yo he oído hablar de ellas. ¿Y cómo es que entregan los niños allí, Richard ?__preguntó Zulema.

__La persona que los va a entregar va por la noche hasta uno de los costados del edificio que da a la calle Belascoaín. Colocan el niño, con sigilo, en un aparato que le dicen el torno y el peso de la criatura hace sonar una campanilla que avisa a la religiosa que esté trabajando para recogerlo.__explicó Richard-

__Es muy triste todo eso. Pero no faltan seguramente las hijas de los ricachones que dan un mal paso, salen embarazadas y luego sus hijos van a dar a aquel lugar para evitar "el que dirán". Eso ha sido tema para telenovelas. –dijo Zulema y sonrió.

__Bueno, estos casos no vienen mal porque después comienzan a llegar dineros "donados por desconocidos" que, desde luego, no son otros que los padres o abuelos de los recogidos. Dejémonos de historias y vamos al carro.

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