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Bajo el mismo cielo (Novela) (página 4)

Enviado por Ernest Brandy


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Después de comer se sentaron en la sala y charlaron hasta más o menos a las diez en que fueron a las camas. Cristina y Armando se quedaron solos y comentaron algo que a ella no se le había olvidado.

__Armando, tú me llamaste a la Habana, según me dijo Mónica, para decirme que ibas para allá a no se qué cosa. Dime…

__Si. Yo pienso llevar a Ana para allá para que le hagan un buen chequeo médico. Ella me preocupa, cada día que pasa se siente peor. Los ataques de asma son cada vez más frecuentes y sus estados depresivos también; además ha bajado de peso. La presión lo mismo le baja que le sube.

__Si, me he dado cuentas que está más delgada. Hazlo cuanto tú quieras. Richard la ingresa. Habrá que hacerlo cuando las cosas mejoren. A lo mejor el mes que viene…

__Ya veremos. De todas formas la voy a llevar. Se lo dices a Richard. Me fastidia que no haya podido venir.

__Armando, qué me dices de Sebastián. No me has dicho nada de él. Me gustaría verlo. Yo quiero mucho a ese viejo.

__Si quieres, vamos a verlo. El se acuesta tarde.

__Vamos, ya los muchachos están durmiendo.

Cristina y su hermano salieron por la puerta del fondo y se encaminaron a la casita donde vivía el negro Sebastián, que estaba ubicada a unos cien metros de la casa.

La pequeña vivienda estaba forrada con tablas de palmas, tenía techo de guano y piso de tierra. A la luz de un farol el viejo remendaba unas medias sentado en el borde de su camastro.

Sebastián sintió pasos; se incorporó y caminó despacio hasta la puerta apoyado en su bastón. Miró por una de las rendijas y vio a los que llegaban.

Su cuerpo encorvado era alto; delgado, de pelo blanco, sonrisa espléndida ojos pequeños y de brillo opacado por una sombra blancuzca que disminuía su visión. Lo único que hacía era ordeñar las bacas de la casa bien temprano en la mañana.

Llegaron ante la puerta, abrieron y entraron. El se sorprendió, pero luego se repuso,

__¿No me conoces, viejo?__ le preguntó Cristina sonriendo.

Sebastián la miró de arriba abajo, se quedó unos instantes pensativo y sonrió. La había conocido.

__Como no te voy a conocer, hija. Cuanto me alegro que estés aquí.__dijo y la abrazó. En su cara oscura y lampiña, sus dientes blancos adornaron su rostro.

__Pero siéntense. Pero, mire cará. ¡Quien iba a pensar que Cristinita estuviera por acá!_sonrió y enseñó su blanquísima dentadura.

_Me da mucha alegría verte, mi negro._dijo Cristina eufórica.

_ A mí también, pero siéntense.

__No, viejo, ya es un poco tarde y Cristina está cansada. Ya tendrás oportunidad de conversar con ella. Sólo vinimos a saludarte._comentó el dueño de la finca.

Cristina había pasado una buena parte de su niñez en la finca. En el poblado estudió en una escuela privada que existía allí. Entonces Sebastián era un hombre fuerte, joven, y mulato muy atractivo. Como todo hombre bueno y de su temperamento, tenía madera de santo. Ella siempre le tuvo mucho cariño y él le hacía cuentos y le enseñaba los nombres de los árboles, el misterioso trabajo de las abejas ya que siempre en la finca había varias colmenas y la enseñó a montar a caballo. Sebastián fue un buen jinete y era capaz de tumbar un buey por los tarros.

Tuvo una mujer que no le parió hijos y murió del corazón. Jamás se volvió a casar. Ella influenciaba mucho en él, pero sin llegar a gobernarlo. Ese nunca fue su lado flaco. No era una gran hembra, pero tenía sus encantos, cuando él la conoció. Tenía buen carácter. Fue la única mujer que conoció y no buscó ninguna otra. Vivía recordándola. En las noches, sentado en su camastro, a la luz del farol, contemplaba las envejecidas fotos donde estaban ambos. Sebastián siempre tenía una caneca con aguardiente, su bebida predilecta, guardada en alguno que otro lugar de la casa. Tomaba pero no se emborrachaba por nada de este mundo.

__Bueno, mañana nos veremos. Me cuentas muchas cosas de la Habana.

__Si. Ya te las contaré. Te lo prometo. Bueno hasta mañana.

__Hasta mañana, hija.

__Hasta mañana, Sebastián__dijo Armando.

Tomaron por el mismo trillo que los llevó hasta allí y se alejaron rumbo a la casa.

13

Diciembre era el mes más lindo del año porque era el mes de la Nochebuena, las Pascuas y el fin de año. Eran festividades especiales en que se reunía la familia y las celebran con mucha alegría. Era la oportunidad que tenían de congregarse, aunque algunos estuvieran muy lejos. A los que ya no estaban en este mundo se les recordaba y nos parecía que estaban presentes como de costumbre.

Las tiendas estaban bien surtidas. Para esos días de fines de año la gente hacía sus ahorros para comprar ropas, zapatos, perfumes y objetos útiles en las ofertas especiales que hacían los dueños de los establecimientos comerciales. Navidad era sinónimo de buen ánimo, alegría y ensueños.

En Nochebuena se olvidaban las penas y reinaban las alegrías. Ese mismo día, a medianoche; vísperas del nacimiento del niño Jesús, se asistía a la Misa del Gallo en la iglesia. Allí los amigos ausentes y los presentes se reencuentran.

El día veinticinco las mujeres se estrenaban bonitos vestidos y los hombres se vestían con lo mejor que tuvieran para asistir a los bailes en las sociedades donde por lo general tocaba una buena orquesta.

Ese día muchos olvidaban que estaban festejando el nacimiento de un hombre que, entre otras cosas proclamó la igualdad entre todos los humanos, y en las sociedades para blancos no podían entrar los negros. Los que no eran socios por razones económicas y de otra índole, se limitaban a ver bailar desde fuera a los que dentro del recinto discriminador tomaban y movían las cinturas. Estos también movían sus cuerpos al compás de un buen danzón o un cha-cha-chá que se dejaba escuchar por todo el pueblo.

De todas formas, una vez terminado el baile, blancos y negros, pobres y ricos charlaban animadamente y se brindaban tragos borrando en dogma de ¨la pura azul¨ entre comentarios y elogios para los que hicieron uso de sus buenos ¨pasillos ¨ bailando.

El arbolito de Navidad; los dulces finos, las manzanas, nueces, peras, las uvas, las avellanas y los higos; así como el buen vino, el aguardiente, la carta blanca, la cidra y el lechón azado, eran de obligado consumo en la más importante cena del año.

En casa de Armando; como en el resto del pueblo, se escuchaba, temprano en la mañana, el grito de los cerdos apuñalados. Mucha gente los asaba temprano y cenaba por la tarde; otros los ponían en las púas y comenzaban el asado después; de manera que la cena fuera por la noche. Allí era costumbre cenar en la noche.

El grito de los condenados cerdos, el humo de los carbones encendidos en el hoyo formaba parte del ambiente creado en Nochebuena.

Horas después, el agradable aroma que expele la grasa quemada; el olor a lechón asado, viajaba con el viento en todas direcciones, lo que despertaba el apetito de los miembros de la comunidad. Muchos, con solo aspirar el olor a cerdo asado se sentían satisfechos, se deleitaban. El olor a puerco asado siempre ha sido olor a fiesta; a celebración importante; a comida buena y emblemática para los cubanos.

Ese día, avanzada la mañana llegaban Asprón y el jefe del puesto de la rural procedente del Regimiento de Holguín en la camioneta de Santana, con las cajitas conteniendo el regalo de Nochebuena que les hacía llegar la Primera Dama para que los ¨pobres¨ pudieran cenar.

Estas cajitas contenían los comestibles; una botella de vino, las frutas y una moneda de un peso, que por lo general no llegaba a los desdichados. Ordenadamente se hacía el reparto. Siempre había quien, ese día, se las daba de pobretón para agenciarse una. Eso se hacía en todos los poblados y campos de Cuba cada 24 de diciembre.

En la tarde ya la fiesta había tomado vuelo. Por doquier se escuchaba la música de los radios de baterías pues no había fluido eléctrico. Sones, guarachas, boleros, chachachá, danzones o la rumba se apoderaban del ambiente. Vecinos y amigos, ese día, acostumbraban a comer; tomar y disfrutar en cualquier casa del barrio. Uno comía y tomaba aquí, allá o acá, como si estuviera en su propia casa. Como se dice en buen cubano: "donde le cogiera la noche".

En casa de Armando la Nochebuena se celebraba por todo lo alto. Esa vez, a pesar de la situación política del país, todo se hizo como siempre: en grande.

El preparó las condiciones con tiempo suficiente. Menos la Estrella de Belén y los Reyes Magos, allí había de todo. Los dulces españoles y cubanos como jijona; el turrón alicante, la yema, el membrillo; y la jalea de guayaba cubana no faltaron. La conserva hecha de tajuelas de naranja agria se hizo unos días antes de la celebración. No faltó tampoco el cóctel de frutas, los cascos de guayaba el dulce de coco rayado.

La Carta Bacardí, el Añejo, el Aguardiente, la Guayabita del Pinar y los sabrosos vinos y la Cidra alegraban a los enfiestados.

Por la mañana dos trabajadores de la finca se dedicaron a matar los dos cerdos, prepararlos y ponerlos en las púas. Luego abrieron los hoyos en la tierra y les echaron carbón.

A media tarde comenzó el azado de los mismos. En la sala, en el patio o en la terraza la gente conversaba, cantaba, hacían cuentos. Otros jugaban dominó y había ya quien hablaba medio enredado y caminaba dando tumbos. Los que le daban vueltas y más vueltas a las púas donde se asaban los cabizbajos cerdos tomaban con moderación para no correr el riesgo de que se emborracharan y éstos se quemaran.

La gente vestía sus mejores galas y había quienes se estrenaban ropas para la ocasión. A otros no les quedaba mas remedio que vestirse con la misma del año pasado o la que tuviera.

En ese diciembre del 58 no se podía aspirar a más. Muchos le pedieron a Dios que aquel día todo estuviera en paz, que no hubiera allí un encuentro entre los guardias y los rebeldes, y Dios los escuchó.

En la sala, la familia y algunos amigos y vecinos compartían. Hacían anécdotas, o bailaban al compás de un pegajoso chachachá tocado por la orquesta Aragón. Ricardito jugaba por los alrededores de la casa con otros muchachos del barrio. Charito se había negado a dormir y Cristina la tenía en brazos.

Armando, de vez en vez, miraba hacia fuera ya que Bárbara no había llegado. Carmen, Ana y una vecina estaban en el fogón haciendo el congrís e hirviendo las viandas. Días antes, Ana había hecho una buena cantidad de dulce de naranjas en tajuelas a las que les echó hasta miel de castilla. El queso blanco para acompañarlo lo habían echo ellos mismos.

Bárbara llegó y el corazón de Armando se volcó patas arriba. Saludó a Cristina y a los demás y cargó a Charito, no si antes dedicarle palabras de elogios por lo del lunar. Ella y Armando se cruzaron miradas encendidas y bien disimuladas. Nadie se percató.

No era una mujer de una gran belleza, pero era bonita y sencilla. Eso la hacía más atractiva. Algunos la invitaron a bailar, pero no aceptó por respeto a su hombre, que le dedicaba miradas encendidas donde se reflejaban los deseos y posesión. Rosita, hija de Armando, le llevó un vaso con ron y ella lo aceptó. Miró a la muchacha con cariño y se detuvo a pensar, que si la misma hubiera sido hija suya, era la mujer más feliz del mundo.

Bárbara no se hizo ningún peinado especial para la ocasión. Fue con el pelo suelto como le gustaba a él. Vestía muy bonito; con una falda azul oscuro al nivel de las rodillas y una blusa azul claro con vuelitos plisados de organdí que acompañaban a ramitos bordados y un trío de bellotas de nácar que le cerraban el frente. El la vio espléndida. La contempló desde los cabellos hasta sus piernas elegantes y bien hechas.

Ella miró a Rosita y la encontró muy linda con su vestido de lino rosa, de modelo holgado con bolsillos en la parte superior cerrados con botones de nácar y ojales de tela, y un cinturón de piel bien ajustado a la cintura. Rosita encontró muchos admiradores y tuvo que bailar con todos.

Armando, medio entonado por los tragos, sacó a bailar a su hija y lo hizo muy bien con un danzón de Barbarito Diez y su orquesta. Luego bailaron un chachachá tocado por la Aragón. A Bárbara la torturaron los deseos de bailar con él pero comprendió que no podía hacerlo y logró dominarse.

Por fin Charito logró dormirse en medio de tanta algarabía y Cristina la acostó. Luego fue para la sala y le quitó su hermano a Rosita y se puso a bailar con él.

__! Oye, que bien tu bailas, tía!__le dijo su sobrina sonriendo. A penas había terminado la frase y Mayito, su hermano, la sacó a bailar. Del radio salía una guaracha rumba titulada "Pasito y medio". Luego Benni Moré puso todo el mundo a bailar, menos Bárbara que había ido para la cocina a ayudarle a Carmen y Ana.

__Me gusta bailar, mi hermano, tú lo sabes._le dijo Cristina al cowboy.

__Tía, a mi también. Toma.__dijo y le dio un vaso con carta blanca Bacardí.

Alguien pasó con una bandeja con copas llenas de vino y todos tomaron.

__Si seguimos tomado nos vamos a emborrachar.__dijo Cristina y echó a reír de buena gana.

_Hoy es un día especial, mi hermana, así que toma todo lo que quieras. Si te emborrachas, te acostamos.__ le comentó Armando entre risas.

__La que se está perdiendo Richard.__apuntó Cristina.

__Si, Señor. Bueno a lo mejor allá en la Habana lo invitaron y está festejando la Nochebuena en casa de algún amigo.

Ella pensó que Richard, a lo mejor, estaba en casa de Zulema, o quizás en su compañía en casa de algún amigo festejando, pero no hizo comentario alguno. Solo se limitó a decir:

__Es una lástima que no haya podido venir _ dijo Mayito, su sobrino.

Cristina era de esas personas que aceptan las cosas de la vida con mucha tranquilidad. Cuando supo lo de su esposo con la bailarina, comprendió que ella ya no era la pasión del Doctor y no le hizo guerra alguna. Después vino Charito y su mente se llenó de otras ocupaciones y preocupaciones más importantes. Siempre pensaba que algún día los hijos de Richard comprenderían cuanto hizo por ellos, aunque a Mónica no le fuera de su agrado. Tanto Charito como Ricardito estaban dentro de su corazón y eso era lo más importante. Pensaba en estas cosas y suspiraba resignada.

__Bueno, en la próxima será, tía. A lo mejor intentó venir y no pudo.__comentó Rosita.

En el patio la gente tomaba cervezas, aguardiente y ron en vasos. Alguno que otro, cantaba y hasta bailaba solo. Ya los cerdos estaban doraditos y despedían el sacrosanto olor a puerco asado.

Alrededor de las ocho de la noche se picaron; se sirvieron en fuentes de porcelana y se pusieron sobre las mesas unidas donde estaba el resto de la comida. Primero comieron los niños, luego los demás. El mojito criollo para acompañar la carne asada y el doradito y tostadito pellejo no faltó.

Sentados a la mesa, comieron; tomaron cervezas, vino, cidra, etc. Cada cual tomó que quería tomar. Hasta el viejo Sebastián comió y tomó su traguito de cidra, aunque a él lo que le gustaba era el aguardiente. En la mesa en las Nochebuenas jamás Sebastián había faltado.

Después de la cena, ingirieron los dulces españoles y las frutas. Luego varias mujeres, entre ellas Bárbara, se pusieron a fregar los platos, cubiertos, las fuentes y cuanta vasija estaba sucia. Sobre las diez ya algunos se habían marchado y los pocos que quedaron charlaron un rato más y se fueron. Hubo a quien tuvieron que llevar a su casa en hombros. Rosita y Mayito se acostaron. Bárbara se retiró y toda la familia optó por descansar. Una Nochebuena mas agonizaba. Nunca se imaginaron que agonizaba de verdad.

14

La tarde del veintiséis de diciembre se tornó friolenta. Sobre las cuatro, la brisa fría obligó a todos ponerse camisas de lana o abrigos.

Carmen, Beto y Emilia se habían marchado el día anterior para la Villa Blanca. Cristina, Charito y el niño se quedaron unos días más. Cristina pensaba marchar para la Habana en los primeros días de enero.

Por la noche estaban en la sala conversando y Armando encendió el radio de batarías con el fin de escuchar la emisora Radio Rebelde. Sintonizó la banda de cuarenta y un metros y, entre los ruidos estáticos y los pitos y matracas de la onda corta, por fin la sintonizó.

Cristina estaba ansiosa y medio asustada. Temía que alguien que pasara por el camino escuchara aquello y lo denunciara en el cuartel. Ana, Rosita y su hermano Mayito se acercaron a Armando que tenía la cabeza casi pegada al aparato.

__Ten mucho cuidado, Armando. No lo pongas alto para que nadie lo escuche afuera._le indicó Cristina.

_No tengas miedo, Cristina. Aquí la gente se acuesta temprano.

__Pero hay gente mala que les gusta irle con chismes a la guardia rural.__dijo Ana.

_¡Cállense!__indicó Armando.

La voz conocida de la locutora rebelde Violeta Casals se dejó escuchar identificando la Emisora.

"!Aquí Radio Rebelde!. Órgano oficial del Movimiento 26 de Julio, desde la Sierra Maestra, Territorio libre de Cuba."

__! Por Dios, Armando, baja más ese radio! Yo me estoy cayendo muerta del miedo.__dijo Ana, su esposa.

¡Cállate, mujer! Ya están dando los partes de guerra.

Armando agachó la cabeza y la acercó más al aparato. En el parte de guerra se anunciaba que las tropas del Cuarto Frente Oriental habían atacado a Puerto Padre el día 24, o sea, el día de Nochebuena y que la guarnición se había rendido. Sin embargo algunos militares del Puesto Naval habían podido llegar hasta el cayo "Juan Claro" donde fueron rescatados por efectivos de la Marina y muchos guardias rurales pudieron ir para el cuartel del central Delicias.

Después hubo otras informaciones y la programación terminó. Armando apagó el radio. A todos les sorprendió la toma de la Villa Azul: Puerto Padre. Cristina se asustó mucho ya que allí estaba el sargento Mora que la ayudó a llegar hasta Gibara, así como otros parientes y amigos.

__Estoy preocupada por el sargento Mora, Armando. A lo mejor…

__Bueno, dijeron que hubo tres muertos, pero no mencionaron sus nombres.—comentó Mayito, hijo de Armando.

__A lo mejor lo tienen prisionero.__comentó Rosita.

Cristina se persignó.

__! Dios lo ayude! Bueno si está prisionero da lo mismo. Lo pueden matar. A mi me contaron allá que él ha liquidado unos cuantos simpatizantes de los rebeldes y a miembros del Movimiento 26 de Julio.

__Si es así, no lo salva nadie.__comentó Armando _ aunque a lo mejor es mentiras de la gente. Hay a quienes les gusta difamar de los soldados y oficiales del ejército constitucional que cumplen con su deber. Esto es una guerra y en una guerra pasan todas esas cosas.

__Yo tengo mucho miedo de que vayan a atacar a Gibara. Creo que me muero de miedo si me coge allá.__dijo Cristina.

__Hay que estar preparado para todo. Aquí donde vivimos puede pasar. La guardia rural lo sabe y por eso anda de un lado para otro haciendo recorridos.

Armando lo comentó porque ese día en horas de la mañana un convoy de guardias había estado en el pueblo.

Los casquitos andaban en dos camiones y un jeep. Todos lo carros estaban bien camuflageados con ramas de árboles. Camuflajearon los parabrisas, las barandas de los camiones y los guardafangos de los vehículos.

Los guardias portaban armas largas y en el jeep traían una ametralladora cincuenta. Los cascos estaban cubiertos por una redecilla y con correas abrochadas al cuello. Por entre las ramas que servían de camuflaje a las barandas de los camiones , algunos sacaban las cabezas y miraban a un lado y otro del camino. La tropa se detuvo un rato en el cuartel. Después que almorzaron y llenaron con agua sus cantimploras se marcharon.

__Ellos posiblemente estén más asustados que nosotros. Saben que los rebeldes están apoderándose del país poco a poco._dijo Armando.

__Los pobre, sabe Dios qué tiempo hace que no ven a sus familias porque muchos son de lejos y a lo mejor les toca morir en uno de esos combates acá en Oriente.__comentó Rosita asintiendo con su cabeza.

_Uno tiene hijos y no quisiera que les pasar nada malo. Las madres de esos casquitos deben estar desesperadas._dijo Ana.

_Los que están alzados en los montes también tienen sus padres; esposas, hijos y hermanos. Deben estar desesperados pues no saben si ellos están vivos o muertos. La guerra es lo más horrible que existe._dijo Cristina.

Los ladridos despavoridos y sin cejar de los perros de Armando los alarmó a todos. La noche estaba oscura porque el cielo estaba nublado.

_Cuando los perros ladran es porque alguien anda por allá atrás.

__Si, Armando, a lo mejor son los rebeldes.__comentó Ana asustada.

Cristina se puso de pie y se llevó sus manos al pecho en gesto de miedo.

__! Ay, Dios mío, no nos abandones!

Armando y Mayito abrieron una ventana y se asomaron pero no vieron nada en la oscuridad.

Los perros, amarrados, seguían ladrando.

Armando cogió la escopeta de cartuchos calibre 16 y se dispuso a salir.

_Ten mucho cuidado, papá. Mejor no salgas.

__No tengas miedo, Rosita. No me va a pasar nada. Estoy armado.

__No salgas, mi hermano, te lo ruego. Te pueden hacer almo malo.__le pidió Cristina asustada.

__Yo voy contigo Papá.

__Si, Mayito, vamos poco a poco.

Salieron con mucha cautela y caminaron entre los árboles mirando a un lado y otro. La noche estaba oscura muy fría. Por las rendijas de las paredes de la casa del viejo Sebastián se veían los fragmentos de la luz del farol encendido. Al escuchar el ladrido de los perros, se levantó y abrió una ventana poco a poco y examinó los alrededores.

Los perros siguieron ladrando.

Sebastián sintió como si alguien se acercara a su casa. Arrugó el entrecejo y preguntó:

__¿Quien anda por ahí?

No hubo respuesta.

Mayito y Armando preguntaron lo mismo y nadie respondió.

Oculto, entre el tupido y oscuro follaje de un guayabo había un hombre. Sintió miedo y no respondió. Estaba inerte. De haber sido de día hubiera parecido una estatua, pero no blanca como la de sal del relato bíblico, sino una estatua amarilla porque estaba vestido de ese color. Era un guardia rural.

Empinó su cabeza y miró hacia el sitio de donde salió la voz de Sebastián y luego a todas partes. Vio dos siluetas oscuras que eran las de Armando y su hijo. Con mucho cuidado caminó hasta el tronco de un frondoso mango y se parapetó detrás del mismo.

Armando y Mayito estaban detrás de una salvadera. Armando llevó el fusil a su hombro y apunto hacia el mango.

__! Sal con las manos en alto o disparo!

__! No tire!_dijo el desconocido.

__! Entonces suelta el arma y sal de ahí!

El desconocido tiró al suelo humedecido por el sereno de la noche oscura y fría el fusil Garant.

__! Camina con las manos en alto!_gritó Armando.

El hombre salió y se acercó a ellos. Sebastián ya estaba allí, Los tres se quedaron perplejos cuando pudieron comprobar que se trataba de un guardia rural.

_¿Usted es guardia y hace esto? ¿Cómo se explica…?

El hombre intentó explicarlo todo de golpe.

Se dirigió a Armando.

__Mire, yo…soy guardia de los que vinieron en el convoy pero me escondí y dejé que se fueran. Yo…

__¿Yo que?

Preguntó Mayito.

__Hable claro de una vez, hombre. __dijo el viejo Sebastián.

__Yo no quiero seguir en el ejército. Me quiero unir a los alzados.

Cuando Armando escuchó las palabras del casquito la primera reacción que tuvo fue de rabia. Le dieron ganas de llevarlo para el cuartel pero se contuvo.

__Esto es inaudito. ¿Tú sabes lo que estás diciendo? Eso te puede costar muy caro.

__Si, Señor, pero es que…mire hay muchos guardias que quieren hacerlo pero tienen miedo. Esto está perdido.

__Mayito, recoge el arma._le ordenó Armando.

Mayito se agachó en la oscuridad y la recogió.

__Vamos para la casa. Allá hablamos._ordenó Armando con deseos de liquidar aquel soldado porque quería unirse a los rebeldes de Fidel Castro.

Los cuatro hombres salieron del lugar. Los perros dejaron de ladrar. Para ellos la cosa había terminado.

Entraron por la puerta de la cocina y las tres mujeres se quedaron perplejas cuando vieron al guardia. A la luz de las lámparas de gas lo examinaron. Era alto, delgado, trigueño, ojos castaños y cejas espesas. Tenía veintiocho años y era de Pinar del Río. Todavía estaba asustado, pero poco a poco comenzó a notarse en él cierta serenidad.

__Me llamo Julio y me metí a guardia allá en Pinar del Río porque soy de una familia pobre y con el sueldo de militar podía ayudar a mi padre que estababa enfermo y recién murió. Yo no he matado a nadie. Lo juro.

Las tres mujeres: Cristina, Ana y Rosita estaban mudas. Parecían hipnotizadas.

__Cuela café, Ana.__ordenó Armando.

Ana y Rosita salieron rumbo a la cocina. Ellos fueron hasta la sala y se sentaron.

__Oye, Julio, tu situación es delicada. Yo no se que hacer. Tú quieres unirte a los Mau-maus y yo no simpatizo con ellos, pero tampoco te voy a entregar al jefe de puesto porque si lo hago éste llama al regimiento y te vienen a buscar. Después…

El guardia dijo asustado.

_! No, eso no! Me puede costar la vida. Sosa Blanco anda por ahí y si está allá y se entera me mata. Yo anduve con su tropa. Ese hombre es un criminal tremendo. Lo mismo mata a un rebelde que a un guardia que lo traicione.

__Mi padre no es hombre de hacer eso, Julio. Yo tampoco lo permitiría. Además, se ve que eres buena persona._dijo Mayito.

Cristina se atrevió a hablar.

__ Si, muchacho, te matan. ¿Y cómo llegarías a los rebeldes?

__Si me buscan un práctico que sea de confianza, me voy para la Sierra de Gibara. Allá hay otros guardias que han desertado. Conozco uno que es de mi tierra, de Pinar del Río, que es de apellido Ledesma, que desertó y está con los rebeldes. El tampoco ha matado a nadie y es buena persona. Allí está mas seguro.

Ana y Rosita vinieron con las tazas conteniendo el humeante y aromático café. Todos tomaron.

__Gracias, Señora. Está muy sabroso. Bueno yo…apenas hoy he comido algo.

_Si quieres, puedes comer, sólo hay que calentar la comida._dijo Ana.

___No, gracias. No se moleste…

__No es ninguna molestia. Lo haré._dijo Ana y salió rumbo a la cocina.

Caminó lento, con cansancio y su respiración era la clásica de lo asmáticos crónicos en crisis. Cristina fue con ella para ayudarle. A Rosita le pareció simpático el soldado.

__No tengo que preguntarte mucho para saber que eres una buena persona. Yo tú no haría eso de alzarte con los rebeldes. Mejor buscaría la forma de llegar a Pinar del Río._dijo Armando.

__Eso es imposible. A esta hora ya debo estar circulado. Yo decidí irme con los rebeldes y es lo que voy a hacer. Además llevo un fusil y eso a ellos les interesa. Si la suerte me acompaña a lo mejor…Bueno si los rebeldes ganan la guerra, quizás me vaya mejor que con este ejército de Batista. ¿Usted me comprende?

__Te comprendemos, Yo no estoy en tu situación, pero eso que tú dices sobre tu suerte, si los rebeldes ganan la guerra, es cierto._dijo Mayito.

A Armando no le gustó mucho el comentario de Julio sobre la posible victoria de los alzados y esto lo hizo pensar. "Bueno, si ayudo a este hombre, se hace rebelde, y si ellos ganan la guerra… Bueno, él me puede ayudar un día". "Tendré que hacerlo sin que nadie se entere"

Ana y Cristina prepararon la mesa y al cabo de unos instantes el arrepentido guardia rural se sentó, y comió de tal forma, que parecía no haber comido hacía varios días. Luego tomó café de nuevo y se sentó en la sala nuevamente.

_Mire, Armando, hay muchos guardias que tienen miedo. Saben que todo está perdido. Piensan en sus familias, en sus hijos, en sus padres y creen que no los van a ver jamás. Los hay que no pueden hacer lo que yo quiero hacer porque han cometido crímenes y están muy comprometidos.

_Esos oficiales del Regimiento se la arrancan a cualquiera y se te cogen no vas a contar el cuento, muchacho._dijo Sebastián.

__Es cierto–dijo Armando—a esos, si Fidel toma el poder los van a ajusticiar seguramente.

__Papá, tú hablas como si Batista ya se hubiera caído._exclamó Rosita.

__No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que Batista ya está perdido, hija. No hay peor ciego que el que no quiere ver._dijo Sebastián sonriendo.

_Así mismo, negro. Creo que esto se fue a pique._le dijo a Sebastián.

__Si el jefe de puesto te oye hablando así, Armando…

__Ese me debe mucho dinero. Además él a mi me ha dicho que se siente cansado y que esto se está desmoronando. Yo creo que está medio rajado.

__Creo que los ataques a la región de las Villas y la toma de muchos pueblos en Oriente son el final de todo esto._dijo Julio, luego comentó otras cosas adversas al General Presidente.

En el tono que lo dijo todos captaron el mensaje. Julio desarrolló pausadamente sus ideas. Los demás lo escuchaban atentamente.

Sebastián dijo algo muy interesante para Julio.

__Bueno, yo conozco a alguien que te puede llevar hasta cerca del Tumbadero donde están los alzados.

Julio lo miró con el rostro invadido por la curiosidad de saber de quien se trataba.

__¿A quien te refieres, Sebastián?_preguntó Armando.

__A Raúl Peñas el carbonero. Tiene hornos por allá. Vive en un lugar que le dicen La Púa. Eso está cerca del Tumbadero donde está el campamento de los alzados. El puede hacerlo, además conoce a sus jefes..

__¿Y cuando usted lo ve, Señor?__pregunto Julio.

_Por la madrugada pasa por aquí con las dos bestias cargadas de carbón. Es buen hombre y simpatiza con los rebeldes. El vive en cerca del campamento rebelde,

__Entonces todo está resuelto, muchacho. Yo me voy a dormir, pero antes le voy a preparar donde dormir, Julio._dijo la esposa de Armando.

__No se moleste, Señora. Yo…

__Tú te vas conmigo _ dijo Sebastián_ y duermes en mi casa. De allí te vas con Raúl. Coge esa arma y métela en un saco y tú, Armando, si puedes dale una muda de ropas para que se quite ese uniforme amarillo.

Armando lo hizo. Le dio una camisa y un pantalón a Julio y el fusil garant lo metieron dentro de un saco junto con la canana cargada de balas.

Julio se fue con Sebastián y durmió en su casa. Amaneciendo se fue montado en una de las bestias del carbonero que lo llevó hasta la misma Sierra donde estaban las tropas rebeldes.

Raúl el carbonero era un mensajero de los rebeldes y Sebastán; un colaborador del Movimiento 26 de Julio, cosa que ignoraba todo el mundo. ¡Quien se lo iba a imaginar!

15

En la Habana Richard, Zulema y Enrique, colega en la medicina de Richard, estaban en el bar del Hotel Nacional. Se respiraba el aroma del buen licor, la cerveza y el humo de los cigarrillos. Entre el murmullo, las risas moderadas de los presentes y la música tocada por un trío que interpretaba canciones que hacían soñar o recordar se sentían satisfechos; contentos y ajenos a todo cuanto estaba pasando en el país.

La decoración del semioscuro lugar la completaba varios retratos en blanco y negro de Frank Sinatra y Ava Gardner, el torero Luís Dominguín, Gary Cooper y otros artistas y mafiosos conocidos.

La apariencia de la capital era de relativa tranquilidad. Las luminarias y los anuncios alegóricos al fin y venida del año nuevo ocupaban una buena parte de la ciudad. Unos lo festejaban, otros no. En las calles la gente iba y venía con sus mentes llenas de esperanzas. Anhelaban que la odiosa guerra terminara y que el nuevo año trajera paz y felicidad.

La radio y la televisión hacía propagandas de Fin de Año y los principales periódicos como el Diario de la Marina, Ataja, Tiempo en Cuba, Información y otros estaban repletos de anuncios festivos, y buenos deseos por el año nuevo. Algunos hacían alusión al cumpleaños de Batista el día siguiente; primero de enero, que era el Día de San Fulgencio.

En los diarios de la capital se leían los deseos de Próspero año nuevo" de los editores. Se daba la sensación de un dominio ficticio del gobierno y su ejército. Pero de muertos, pueblos tomados y posible victoria de los rebeldes de la Sierra Maestra no se decía nada.

__Estoy preocupado por los muchachos, Zulema. En Oriente la cosa está caliente. Los rebeldes esos han tomado muchos pueblos y hay muchos combates. A Gibara, donde ellos están, la atacaron pero no la pudieron tomar. La policía hizo resistencia y no se entregó.

_No te mortifiques, Riqui, no les va a pasar nada. Yo no se nade política, pero creo que esto…

Enrique, de piel morena, ojos verdosos, bigote amenazado por las canas; médico y cirujano de gente de mucha plata, asumió el comentario que casi todos los cubanos traían en lengua.

__! Esto se cae, mi hermano!

Lo dijo mirando a los ojos de su amigo y luego llevó la copa a sus labios. De un golpe la vació.

__Eso pienso también, Enrique.

Enrique se llevó el Regalías el Cuño a los labios y luego prendió el fósforo, que una vez cumplida su misión, lo depositó en el cenicero redondo que estaba sobre la mesa. La primera bocanada de humo no se hizo esperar. Al olor a cigarro combustionado se unió el del licor procesado en la entrañas del médico y dijo:

__Tengo un amigo que le operé una hija hace poco y está en la cúpula del gobierno. Me dijo que Batista mandó a dos hijos para Nueva York con el administrador de la Aduana.

__¿Con Manuel Pérez ? __preguntó Zulema.

__Si. Eso me dijo.

Richard intervino.

_Yo creo que ni Siete Rayos, ni las brujerías que le gusta hacer con gallos negros, ni el indio que dice que lo protege, lo salvan de la derrota.

No era la ocasión para ellos, pero todos rieron. Richard conocía estas facetas espirituales de Batista porque Cristina se las contó. Ella, a su vez, las conoció de Justino el palero de Guanabacoa, que era ¨ahijado¨ del palero Chano Betongo, espiritista de cabecera del General.

La bebida se había terminado y Richard levantó una de sus manos y chasqueó con sus dedos. Instantes después el camarero estaba frente a ellos y él hizo otro pedido.

El camarero retornó con la otra botella de Carta Blanca Bacardí.

Entonces Zulema recordó algo que le habían contado.

__¿Enrique, que sucedió el día veintiséis cerca de tu casa?_preguntó Zulema.

Enrique vivía en Ánimas y Perseverancia.

__Hubo tremendo tiroteo. Los miembros del 26 ajusticiaron a un tal Rivero que los traicionó y luego se hizo policía. El andaba con Ventura.

__Oiga, si esto se cae, ese Ventura…

__Zulema, a ese Ventura no hay Santo que lo salve de esa gente._expuso Richard.

Richard llenó de nuevo las copas. Cada cual cogió la suya y tomó.

_Richard, pasó algo que no me gustó.

__Dime, Enrique.

__Me dijeron que Ventura le pidió a la mujer que se fuera con sus hijos para los Estados Unidos. ¿Qué te parece?

A Richard le pareció repugnante.

__!Eso es una cobardía! Ahora están tratando de irse. Tú verás que a unos cuantos los van a dejar embarcados. ¡Qué maldito son!

Zulema lo apoyó.

__Parece que Ventura, tan guapetón que es, le ha cogido miedo a los alzados.

Zulema cambió el tema de la conversación.

__Richard, se nos está haciendo tarde para ir para el Capri. Ya son las nueve.

__Enrique, tú vas con nosotros a despedir el año en el Casino del Capri. Allí están los Chavales de España. ¿Qué te parece?

_Si, Enrique, vas con nosotros.__dijo la bella bailarina de la televisión entusiasmada.

__Bueno, voy a buscar a mi esposa y nos vemos allá.

__Te esperamos, no tardes mucho.__dijo Richard y solicitó la presencia del camarero para liquidar la cuenta.

Se pusieron de pie y salieron. Ambos fueron hasta el parqueo e instantes después se marcharon en sus respectivos automóviles. Eran las nueve y media de la noche del 31 de diciembre de 1958.

La fiesta de fin de año también era celebrada, no como la Noche Buena, Muchos asaban cerdos, brindaban, bailaban, y esperaban ansiosos el nuevo año.

En las ciudades más importantes como la Habana, a las doce de la noche el cielo se iluminaba por los miles de fuegos arficiales multicolores. Era la fiesta más vista en la televisión.

En las fiestas de la Noche Vieja, se descorchaban las botellas de champán; se escuchaban las doce campanadas en las iglesias y en muchos hogares se escuchaba la algarabía por la llegada el año nuevo. La gente salía a la calle; se abrazaban, se felicitaban e iban de casa en casa, de vecino en vecino y los felicitaban y le brindaban tragos del buen ron cubano.

– – –

En el Casino del Capri, Richard, Zulema, Enrique y su esposa Marta la estaban pasando muy bien. Los Chavales de España y otros cantantes y bailadores ambientaban la fiesta.

En casi todas las mesas había una pequeña fuente de porcelana con un ramillete de doce doradas uvas. Uno de los Chavales, con puro acento español anunció:

__! Señores, cuando se anuncien las doce y un minuto, todos deben comer las doce uvas antes de que terminen de tocar las doce campanadas en las iglesias!

__! Pero aquí no se escuchan!__dijo uno desde su mesa.

__! Bueno háganse la idea de que las están escuchando!

Todos rieron. El Chaval continuó:

__En mi país hay que hacerlo antes de que dejen de tocar las campanas. Quien no se las coma en ese tiempo, en el nuevo año no tendrá buena suerte.

Hizo un breve silencio, luego exclamó:

_ ! Un momento! ¡Silencio!

El silencio fue sepulcral. El artista tenía su mano izquierda alzada y su mirada puesta en las agujas de su reloj. ¡Por fin llegó el minuto esperado!

__! Ya es nuevo año! ¡Felicitaciones!_las uvas fueron consumidas.

Nadie quedó en sus mesas. Los presentes se abrazaban, se felicitaban, se brindaban champán y muchos por no decir casi todos tenían sus ojos inundados en lágrimas. La alegría fue inmensa.

Luego la fiesta continuó. Sobre la una de la madrugada los cuatro salieron del Capri y fueron hacia sus casas.

Al amanecer ya el pueblo estaba en las calles. Batista y sus principales acólitos habían abandonado el poder. Los asesinos y torturadores como Ventura, Carratalá, Irenaldo García Báez y otros se habían fugado. Con Batista se fue una buena parte del tesoro nacional.

Esa misma mañana el corresponsal de la AP en la Habana Larry Allen, dio a conocer al país y al mundo que el Presidente cubano había huido a República Dominicana. En el mismo palo periodístico Allen informaba que las tropas regulares del ejército cesaban en el fuego contra los rebeldes y que Batista dejaba el país en manos de una Junta Militar y que dicha Junta designó un Presidente Provisional.

La alegría era inmensa. La gente lloraba; daban vivas, enarbolaban banderas cubanas y del 26 de julio y las multitudes pedían justicia para los asesinos.

Muchos camiones; guaguas, autos y todo tipo de vehículo andaban repletos de hombre, mujeres, y hasta niños enardecidos por la inmensa alegría producida por la victoria de los rebeldes.

Algunos sicarios o chivatos mas comprometidos huyeron. Otros se escondieron en algunas casas y ofrecieron resistencia, pero las fuerzas de las milicias del 26 de Julio los rodearon y los capturaron. En algunos casos hubo largos, nutridos e intensos tiroteos en los que eran aniquilados.

En todo el país eran buscados y capturados los individuos que tuvieron que ver con las detenciones, torturas y muertes de muchos miembros de la lucha clandestina.

El teléfono de Richard no dejaba de sonar. Amigos y colegas del Hospital lo llamaban para comentarle lo que estaba pasando. El hacía lo mismo. En toda la Habana fue así.

Al día siguiente en la tarde estaba Richard hablando por teléfono con Zulema cuando sintió que tocaron fuerte varias veces en la puerta principal. Por momentos pensó que a lo mejor eran oficiales rebeldes, pero no había motivos, no estaba comprometido con nadie del derrocado gobierno.

Se despidió de Zulema y fue hasta la puerta. Cuando abrió, su amigo Adolfo casi chocó con él. Entró apresuradamente. Venía jadeante y a pesar de que la tarde estaba fresca traía la camisa empapada de sudor. Su nerviosismo era evidente.

_! Cierra la puerta, Richard._el lo hizo confundido.

Fue hasta la sala y se sentó en una butaca. Se pasaba el pañuelo por la frente; se movía inquieto, suspiraba y en nada se parecía al Adolfo que Richard conocía.

__Dile a Alicia que me traiga agua.

Richard llamó a la mujer y se lo indicó. Al instante Alicia trajo en vaso con agua y se lo entregó a Adolfo que le temblaban las manos. Esta vez no hubo miradas y palabras provocadoras.

__Estás muy nervioso, cálmate. ¿Quiere que le de un sedante para los nervios?_le dijo Alicia que se imaginaba el motivo del estado en que se encontraba el gordo Adolfo.

__Tráele el sedante, Alicia. __le ordenó Richard.

Ella salió en unos instantes retornó con el medicamento que Adolfo ingirió y se fue rumbo a la cocina.

_¿Que te pasó?

__¿Y me lo preguntas? La Habana está revuelta. Lo que Batista ha hecho no tiene perdón. Han apresado a unos cuantos que colaboraban con la policía. Hay varios muertos. A mi me estuvieron buscando en mi casa, pero yo estaba escondido es casa de mi hermano.

__¿Quienes te buscaban?

__Unos individuos con brazaletes del 26 de Julio. Dicen que son milicias de no se que cosa. Si me cogen…

__¿Por qué no te quedaste en casa de tu hermano?

__Cerca de su casa cogieron a dos o tres que coloraban con la policía. Andan buscándonos y con malas intenciones.

__ ¿Donde los tienen presos?_preguntó Richard.

Con un movimiento brusco Adolfo arrojó el fósforo con el que encendió el tabaco Partagás. En su respuesta salieron mezclados el miedo y la desilusión.

__Los tienen en la Ciudad Deportiva. La gente pide que los fusilen. ¡Se han vuelto locos! Quieren convertir al país en un enorme circo romano.

Cuando lo dijo su rostro se inmutó. En su mente surgió la idea de que le sucedería lo mismo.

__Tienes que esconderte bien. No te pueden coger, Adolfo. Quizás te puedas robar una embarcación e irte para la Florida.

__Es lo que tengo pensado. Esta gente se ha vuelto loca. Figúrate tú, que hasta los parquímetros de la Habana los han destruido porque eran negocios de los burgueses… dicen ellos.

__Aquí no te puedes quedar. Saben que eres amigo mío y me visitas, así que…

Las palabras del doctor lo petrificaron. Hasta ese momento había pensado que aquel era el lugar más seguro para esconderse y luego decidir qué haría. De súbito tuvo la sensación de que todo estaba perdido. Su miedo era perceptible.

__Aunque sea esta noche déjame pasarla aquí. No puedo andar por la calle. Yo te considero mi amigo. ¿Puedo quedarme?.

Mientras esperaba la respuesta, Adolfo miró a Richard temeroso de que éste respondiera negativamente. Richard se quedó pensativo.

__Hoy te quedarás pero al amanecer te llevaré en el carro a Matanzas y trata de irte por Varadero o por algún lugar de la costa. Yo tengo un amigo que se dedica a pescar y tiene un buen barco. Hablaré con él para ver que puede hacer por ti.

Adolfo se puso de pie y abrazó a Richard. Por primera vez sonrió.

__Sabía que no me fallarías. Si logro llegar hasta allá, te garantizo que me voy para Miami. A mi no me van a coger esos malditos.

__Trataré de ayudarte en todo lo que pueda. Ahora te das un baño y veremos que ropas te doy. Papá y mi sobrino andan en el carro viendo como está la situación. Nos levantaremos a las cuatro de la madrugada y nos iremos.

__Como tú decidas, pero dame un trago para ver si me calmo.

Richard buscó una botella de carta blanca Bacardí y ambos brindaron.

A la hora señalada Adolfo y Richard salieron en el carro y la suerte los acompañó pues pudieron llegar hasta Varadero. Allí el Doctor contactó con Neno, pescador de la zona y Adolfo se quedó en su casa. Tras un abrazo de despedida, Richard retornó a la capital.

Muchas personas que sirvieron a la dictadura; guardias, chivatos, policías y agentes de Manferrer que cometieron asesinatos y abusos fueron juzgadas y fusiladas en todo el país. En la revista Bohemia aparecieron las tétricas fotos de muchos de estos individuos con los rostros ensangrentados. Muchas personas cuando las veían decían: "El que a hierro mata, a hierro muere".

Segunda parte.

1

Han transcurrido ocho años. Era 1966. Todo había cambiado, hasta la manera de pensar y actuar de la gente. La Habana había dejado de ser una ciudad repleta de anuncios comerciales para convertirse en una meca de consignas políticas. Igual había sucedido en los otros pueblos del interior del país. Muchos cubanos se habían ido, otros se quedaron.

En los negocios, la palabra dueño había desaparecido. Ya no se veían las prostitutas en las esquinas; los niños limpiando zapatos o parabrisas de los autos por unos centavos. Tampoco se veían las jugueterías llenas de ensueños, ni en las grandes tiendas se ofertaban los artículos navideños. Había desaparecido la tradición de hacer compras de ropas lujosas para fin de año y el anhelo de tener un carro propio eran cosa imposible; puro sueño. La Nochebuena y Reyes eran agua pasada. Cosa prohibida discretamente.

Los acontecimientos ocurridos en los años pasados y la embarazosa situación creada entre los Estados Unidos y Cuba habían cambiado por completo el panorama nacional y la mentalidad del cubano.

Ahora Richard era médico en una clínica del Estado y Charito iba a una escuela que no era, como se decía antes del 59, Escuela Pública, sino una Escuela Estatal. Estudiaba el segundo grado sin costo alguno para Richard y Cristina.

Ricardito tenía trece años y estaba en sexto grado, Mónica terminó su carrera de Arquitecta como su abuelo ya fallecido.Trabajaba en una Empresa Constructora. Su relación con Gisela terminó, ya que ésta se marchó con su familia para ¨el Norte¨ que era sinónimo de Miami.

A Gisela la sustituyó otra lesbiana; una compañera de trabajo de Mónica nombrada Sonia. Por su parte Frank, sobrino de Richard, una vez terminado sus estudios, retornó a Camaguey. Cristina como siempre, continuaba visitando a Justino, el palero de Guanabacoa en compañía de su entrañable amiga Sara la Mora y ayudaba a Alicia en los quehaceres de la casa

A pesar de que las empleadas domésticas habían desaparecido, ella se quedó con ellos a quienes consideraba como su familia. Su hijo Andrés era jefe de personal en una fábrica.

Adolfo, gracias a las gestiones hechas por Richard, pudo llegar a la Florida y vivía en Miami. Allá se dedicaba al negocio y había podido hacer cierta fortuna de la cual extraía dinero para la recaudación de fondos que hacían las organizaciones ¨anticastristas¨ del exilio. Richard, por su parte, continuaba sus relaciones con Zulema que ahora era coreógrafa en la televisión nacional.

Charito había aumentado su apego con su padre de crianza. Por su parte, Mónica, continuaba rechazándola. Siempre sintió celos hacia ella.

En Ricardito fueron naciendo los sentimientos enfermizos que producen los celos familiares pues no toleraba que su padre tratara a Charito de la manera que lo hacía. Tanto Cristina como el doctor habían tratado de eliminar tales pasiones en ambos, pero fue imposible. Mónica odiaba la niña, Ricardito estaba a punto de hacerlo. Fue cambiando inexplicablemente. El muchacho se consideraba un hijo legítimo no un recogido como Charito, y ese sentimiento egoísta hacía sufrir a la niña que, sin embargo, lo amaba como si fuera un hermano carnal.

El día 15 de un diciembre del 66, sin Nochebuena; ni Pascuas, sin arbolitos de navidad y frutas o dulces españoles, ella cumplió ocho años. La noche antes había tenido un sueño muy extraño que le contó a su mamá Cristina dos días después.

__Mamá, soñé algo muy extraño; me parece imposible pero lo tengo aquí en mi memoria y no se me olvida.

Dijo Charito apuntando con el índice a su cabeza.

__¿Qué soñaste, niña?

__Soñé que un hombre alto, fuerte, y lindo me esperó al salir de la escuela y se me acercó. Cuando estaba frente a mi, me pasó la mano por mi cabeza y me dijo: "Eres muy linda, yo siempre te cuidaré y te acompañaré a donde vayas". Entonces yo le pregunté: "¿Quién es Usted? Y él me respondió: "Soy tu papá". Yo le dije: "Usted no es mi padre, mi padre es el Doctor Richard". El empezó a reír y se fue alejando diciéndome adiós con una de sus manos.

Cristina se quedó petrificada. Nunca se imaginó que aquello pudiera suceder. Adoraba a Charito y todos habían guardado el secreto de su aparición en la Ceiba. Temía que lo sucedido hiciera pensar a la niña.

__Los sueños, sueños son, mi niña. Uno sueña muchas tonterías a veces. No pienses en eso. Mira, ayúdame a trillar este arroz que es para la comida.

__Bueno, si tú lo dices…

Charito se sentó a su lado en la mesa y comenzó a trillar los granos. Cristina tenía su cabeza llena interrogantes. Recordaba las predicciones hechas por Justino, el palero, sobre Charito y le parecía imposible que se hicieran realidad.

La niña dejó de hacer lo que estaba haciendo y se quedó mirando a su mamá. Luego cerró sus ojos.

__¿Qué te pasa, niña?__le preguntó asustada.

__A veces cierro mis ojos y veo cosas…como si estuviera viendo un programa en el televisor. O una película.

__Son ideas que tú te haces, Charito.

__No se. Me pasado en la escuela y luego me doy cuenta que lo que vi pasa después. Mira el otro día yo vi que Justico, el niño que se sienta conmigo en mi pupitre, estaba enfermo en su casa. Yo lo veía acostado en la cama. Al otro día no asistió a las clases y su mamá fue a ver a la maestra para decirle que Justico estaba con fiebre de la garganta.

Charito le contaba a Cristina lo sucedido con mucha naturalidad, sin darle importancia alguna. Ella se asustó pero no se lo dio a entender. "Tengo que ir a consultar a Justino cuanto antes"__ pensó.

_A lo mejor fue casualidad.

La conversación quedó inconclusa porque Ricardito llegó de la escuela en ese momento. La niña se le acercó y trató de darle beso cariñoso, pero él con gestos groseros se lo impidió.

__No me gusta que me besen, te lo he dicho. Además a los varones no se andan besando tanto.

__Está bien, yo no te voy a comer.

_No la trates así, es tú hermana._le sugirió Cristina enojada.

_Mamá, me voy a hacer las tareas._ Salió disgustada para su cuarto. El se dirigió a Cristina en tono desagradable.

__Siempre estás arriba de ella. A mí a penas me dedicas tiempo. Parece que sólo la quieres a ella.

Ella lo tomó por los brazos y lo acercó. Lo abrazó.

__No digas eso, mi niño. Yo los quiero a los dos igualmente, pero ella es menor que tú y…

__Ojalá nunca la hubieras encontrado en…

__! Cállate! No menciones eso. Sabes que tanto Richard como te lo hemos prohibido. Tienes que dejar esos celos. Charito es tu hermana y tienes que quererla. Ella te quiere mucho a ti.__le dijo Cristina con el rostro muy serio. El optó por no hablar más del asunto.

Charito estaba en su cuarto. La habitación era más bien de regular tamaño. Una cama mediana bien preparada, con gavetas a cada lado, una mesita y un estante pegado a la pared, donde Charito depositaba los libros y libretas y sobre el mismo sus cuatro muñecas: Lily, Rosita, Yoly y la negrita Sisy; esta última hecha de trapos con dos grandes argollas de plata en las orejas y una bemba tan colorada como una tajada de mamey zapote. Una pañoleta roja cubría su cabeza. Era la típica imagen de una negrita africana.

Lily era rubia de ojos azules y grandes. Su pelo muy rubio estaba recogido formando dos coletas por detrás. Delante le caía en un flequito sobre la frente. Su boquita pequeña de labios muy rojos y su carita de color amarillo pollito, matizada en rozado le daban un toque especial. Su vestido a cuadros azules y sus zapaticos blancos le daban el aspecto de una jovencita quinceañera alegre y juguetona.

Rosita era trigueña, de ojos verdes brillantes con largas pestañas, pelo lacio y labios finos. Vestía con una chaquetita sin mangas de color negro y pantalón azul y sus zapatos eran negros. Rosita tenía los ojos achinados. Otras veces la vestía con una falda de color azul oscuro, holgada de grandes plegados en su ancho vuelo y larga hasta los tobillos.

Yoly era un bebé y siempre estaba desnudo. Su cuerpo rosadito, sus ojitos azules, su escaso pelo rubio y sus labios abultaditos conformaban su aspecto. En algunas ocasiones Charito cubría su cuerpo con un roponcito hecho por ella.

De todas esas criaturas artificiales la que ella prefería era la negrita de trapos, Sisy. Su fantasía infantil, su inocencia, y su rica imaginación hacían posibles largas conversaciones entre ella y sus muñecas, pero su confesora, su espiritual amiga era la Virgen de la Caridad que estaba sobre una pequeña mesita cubierta con un mantelito bordado en blanco. A ella se lo contaba todo; sus alegrías y sus tristezas, sus anhelos y esperanzas, sus sufrimientos producidos por sus familiares, y los misterios que le ocurrían cuando menos se lo esperaba. Sólo ella y su virgen sabían de sus místicas experiencias a la edad de ocho años.

Estaba arrodillada frente a la imagen de yeso que representaba a la madre de Cristo y le contaba sus penas. Las palmas de sus manos estaban unidas en señal de reverencia. Sus ojos negros, inundados en lágrimas, estaban cerrados y su cabeza inclinada.

__"Virgencita de la Caridad del Cobre, escúchame… ¿por qué me desprecian mis hermanos si yo los quiero y no les he hecho ningún daño? Tal parece que no son nada mío.__monologaba y sollozada bajo para no ser escuchada. De vez en vez separaba sus manos para secar las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

__" Mi virgencita, tuve un sueño extraño; tú lo debes saber. Yo se que tú me proteges. En el sueño un hombre me dijo que era mi papá y que él también me protegía. Revélame quien es. Eso me sucede a cada rato. Antes sentía miedo, ya no. Veo imágenes como si fuera una película, oigo que me hablan con palabras que no entiendo. Cuídame mucho y dame mucha suerte y sobre todo haz que mis hermanos no me odien. Haz que papá y mamá me quieran bastante. Yo a ti te quiero también. Gracias por todo."__terminó el monólogo, se persignó y salió de la habitación.

Por su parte Richard estaba acostado en su cama. Pensaba en Zulema. La extrañaba; añoraba estar a su lado, pero ella estaba muy lejos. Andaba por México trabajando con un cuerpo de baile del que era su coreógrafa. Del radio que estaba al lado de la cama salían unas tras otras canciones muy conocidas en los 60.

Roberto Carlos, Adamo, Nino Bravo, Carles Asnavour, Cristina y los Stop, Diango, Los Beatles, Roberto Jordán, Juan y Junior, Julio Iglesias y otros hacían soñar con sus canciones.

Estaba acostado bocarriba con los brazos cruzados sobre su vientre y su mirada perdida en el espacio. Quería tenerla a su lado, se imaginaba lugares, escenarios en los que podía estar. Reproducía momentos especiales en los que ambos se entregaban apasionadamente.

La imagen de Zulema y la voz de Diango daban vueltas en su mente. Asociaba la letra de la melodía con ellos y estaba seguro que les venía muy bien.

Diango cantaba "Eramos"

"Eramos igual que aquellos novios,

Que se miman, que se aman,

Que se adoran a todas horas. "

"Eramos igual que aquellos niños,

Cuando juegan, cuando ríen, cuando lloran

Cuando rezan…"

Así eran ellos. Como lo cantaba Diango. Recordaba y hablaba consigo mismo. Hablaba del amor como la canción de Rafael que le gustaba mucho.

"Hablemos del amor,

Una vez más.

Que es toda la verdad,

De nuestra vida…"

A veces le daba por pensar que él podía ser sustituido con el tiempo pues era mucho mayor que Zulema, aunque ella era firme y jamás lo había traicionado. Por eso cuando escuchaba la canción "Quien" de Charles Asnavour se entristecía un poco. La letra de la canción del francés le ponía las carnes de gallina.

"Quien cuando ya no aliente,

Silenciosamente llegará hasta ti,

Y como el olvido

Ya te habrá vencido

Le dirás querido

Al igual que a mí…"

Soñando despierto se quedó dormido. La noche anterior había hecho guardia en el hospital y estaba soñoliento y cansado.

Tocaron a la puerta. Alicia abrió y era Sara, la Mora. Entró con la algarabía de siempre. Fue hasta el comedor donde estaba Cristina. Alicia fue tras ella.

__Siéntate, mujer. Estoy trillando arroz para la comida, así que te quedas a comer con nosotros.

__¿Y mi ahijada? _se referí a Charito.

__Está en su cuarto. Debe estar haciendo las tareas. Richard está durmiendo y Ricardito deba andar por ahí.

_Estoy estropeada. Tuve que hacer tremenda cola en mi carnicería para comprar la miserable cuota de carne que nos dan. ¿Acá llegó la carne?-preguntó la Mora.

__Si. Alicia fue a la carnicería y la compró. Yo no soporto esas colas llenas de gente chusma y vulgares. Por comprar pronto se fajan y se sacan los trapos al sol como si nunca se hubieran visto y son nacidos y criados en el barrio.__comentó Cristina.

__Esto se está poniendo malo. Chica todo está prohibido. Mira lo que le pasó a mi sobrino Robertico.

__¿Qué le pasó, Mora?__`preguntó Alicia.

__A él y a unos compañeritos de la beca esa que está en Santa María del Rosario, les gusta el trajín ese de la música moderna…bueno el famoso Rock, pero aquí los extremistas lo consideran "música enemiga", porque es americana, según dicen. El Director les dijo que si seguían escuchando y cantando esas canciones los iban a expulsar porque eso es…diversionismo ideológico. ¿Qué les parece?

Cuando terminó la frase de sus labios salió una sonrisa burlona por lo del "diversionismo"

__Mora, ya uno no sabe qué es correcto y qué no lo es. A Rita, una amiga mía que es maestra, pero asiste a la iglesia adventista la llamaron y le dijeron que tenía que escoger entre la iglesia y el aula. Tú sabes que este gobierno le tiene muchas ganas a la religión.__dijo Alicia.

__! Que barbaridad! No respetan ni a Dios. Por eso es que mucha gente se va del país. Yo los conozco que se han tenido que ir porque le han hecho la vida imposible, pues tenían negocios o eran gente de dinero…de la burguesía como les dicen los empachados. Mi cuadra está llena de chivatos. Hay una presidenta del comité que no se le va una y les tiene tremendo odio a los que tienen familias en los Estados Unidos y a los que viven de los negocios. Sin embargo ella no denuncia a su hijo que vende y revende y no habla muy bien del comunismo. ¡Es una descarada!—comentó la Mora.

__Aquí, los que tenemos familias en los Estados Unidos no nos miran bien. Y si vamos a una iglesia tampoco. Pero eso a mí me da lo mismo. Yo soy católica y a nadie le importa.

__Es así Cristina. Y a los curas les tienen los ojos puestos porque dicen que se meten en política y apoyan a la "gusanera".

La Mora lo dijo con tanta gracia que Cristina y Alicia no pudieron controlar la risa.

Cristina se puso seria.

__Mora, tenemos que ir a casa de Justino. Puede ser mañana por la tarde.

__Está bien, iremos; pero ten en cuenta que está prohibido eso de la palería y la santería. A lo mejor piensan que los santos son "contrarrevolucionarios"…

Cristina y Alicia sonrieron.

__Chica, aquí todo está prohibido. ¡Hasta consultar los muertos! ¡Jesús!_comentó Alicia.

__Esto se está poniendo malo. Andan detrás de los jóvenes roqueros y sobre todo esos que usan melenas y barbas._-comentó Cristina.

__!Ay, mujer, tú no sabes nada! El otro día por la noche en el Coppelia llegó la policía con unos carros y recogieron un poco de jóvenes de éstos. Dicen que se los llevan para el UMAP._comentó la Mora.

__¿Qué es eso, Mora?_preguntó Alicia.

__Creo que es una cárcel que hay en Camaguey. Los ponen a trabajar en el campo. Dice una vecina mía que hasta hay artistas que los han mandado para el UMAP. Todo el que ellos piensan que no es revolucionario y practica el diversionismo ideológico, ese lo mandan para allí. Hasta han recogido homosexuales…buenos los maricones y las tortilleras.

_! Jesús!_exclamó Cristina.

_ ¿Cristina, tienes algún problema? ¿Por qué quieres ir a ver al palero ese de Guanabacoa?

_Es por Charito. Le están sucediendo cosas extrañas._Cristina tuvo que interrumpir lo que estaba comentando pues Charito salió de su cuarto y se dirigió hacia donde ellas estaban.

Charito abrazó a su madrina y la besó varias veces. La Mora la quería y le profesaba un cariño casi maternal.

__! Madrina! ¡Qué alegría verte de nuevo!

__Te había extrañado mucho, mi niña. Mira, te traje unos caramelos._le dijo la Mora, y le puso en sus manos el paquete.

__Por eso te quiero tanto, madrina.

__¿Por eso solamente, Charito?

__No. Por todo. ¿Y tú a mi?

__Por muchas cosas, tú eres una niña buena y sobretodo muy linda.

__Gracias, madrina.

Ricardito llegó ante ellos. Estaba serio y miró con rabia a Charito.

_¿Y a éste qué le sucede, Cristina?

__¿Qué te pasa, Ricardito? Tienes una cara…

El muchacho se dirigió a la niña:

_! Seguro que fuiste tú! ¡Tú me cogiste mi lapicero! Estoy seguro, así que búscamelo enseguida.

_Yo no lo tengo.

__¿Charito tú lo cogiste?_preguntó Cristina.

__Yo no, mamá?

El habló de mala gana.

__Tú nunca haces nada, mosquita muerta._tenía el seño arrugado y la cara enrojecida por el mal genio.

__No te expreses así de tú hermana, muchacho._expuso la Mora.

__Todos la apañan. Lo mismo tú mamá, que papá y Alicia.

__Te lo juro por la virgencita de la Caridad de Cobre, que yo no lo he cogido, Ricardito. Mira, toma caramelos…_dijo Charito.

__No quiero caramelos, lo que quiero es mi lacipero porque lo necesito. Si no me lo buscas…__después que lo dijo hizo un gesto grosero y amenazante con el puño cerrado.

Cristina lo advirtió.

__Si tocas a la niña…te abofeteo. Procura no hacerlo. Se lo voy a contar a Richard. Ella te dijo que no lo había cogido y es así.

__Este muchacho está malcriado, Cristina. Van a tener que apretarlo.__dijo la Mora llevando a Charito hacia ella. Ricardito miró a la Mora con rabia.

__Madrina todo lo que pasa a él y a Mónica lo pago yo.__argumentó Charito con el rostro triste.

__No hagas caso, mi niña.

__Madrina viven ofendiéndome y amenazándome. Hasta la marimacho esa que anda con Mónica se burla de mí.

__Deja que yo la sorprenda, que no va a poner un pie más en esta casa. __la frase de Cristina estuvo llena de rabia.

_! Eres una chismosa! ¡So chismosa!__dijo Ricardito caminado hacia su cuarto.

Charito sollozaba. Los ataques de su hermano le habían dolido en lo más profundo. Comprendía que la rechazaba, que la odiaba y no tenía idea alguna del por qué del asunto.

__Madrina, me voy a mi cuarto. ¿Cuándo me vas a llevar de nuevo a tu casa?

__El domingo…bueno, mejor vengo a buscarte el sábado para que te pases este fin de semana en mi casa.

_! Qué no se te olvide!

Charito la besó y se retiró a su habitación.

Alicia, Cristina y la Mora se quedaron charlando sobre lo sucedido. Al día siguiente irían a consultar Justino, el palero de Guanabacoa. Richard estaba profundamente dormido mientras que en el radio se escuchaba una canción muy conocida de Rafael: "Yo soy aquel".

2

_¡Cartero! ¡Carta! _se escuchó desde el portal. Alicia dejó lo que estaba haciendo en la cocina y fue hasta allá. El uniformado le entregó un sobre repleto de sellos y marcas azulosas de cuños y luego ella le firmó una planilla donde venía registrada la correspondencia.

_! Gracias!_dijo mirando el sobre. El hombre se despidió, se montó en la bicicleta y se marchó.

Alicia se quedó sorprendida cuando leyó el nombre del remitente y vio que era de Adolfo. De él no se sabía desde hacía más de dos años. Ahora en 1969 reaparece.

Entró y le entregó la misma a Richard que conversaba con Ramiro, amigo de la infancia. Ramiro fue militar, pero lo dejó. No le gustaba esa vida y mucho menos que le dieran órdenes constantemente. En el mismo 59, siendo muy joven, se enroló en lo de la revolución. En el 60 ingresó en la Asociación de Jóvenes Rebeldes que luego se convirtió en la Unión de Jóvenes Comunistas. Se mantuvo en ella hasta que comenzó a pensar por si mismo, a opinar lo que él pensaba sobre muchas medidas que consideraba arbitrarias y le costó la militancia. Otras discrepancias más y Ramiro se alejó poco a poco del proceso revolucionario. Estudió, se graduó, continuó teniendo problemas y determinó irse del país. Comenzó entonces los lentos y perezosos procesos de trámites migratorios en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en la Habana.

Dos de sus hijos ya se habían ido. Su esposa no. Ella era profesora en la Universidad y no quería irse pues, según Ramiro, a ella no le gustaba ese país. Ella no tenía necesidad de irse para vivir mejor. Sus dos hijos le mandaban dinero y muchas cosas más. Y, como es lógico, lo que le vendían por la libreta de abastecimientos en la bodega apenas lo compraba. Uno de sus hijos, Enzo, estaba muy bien en el Norte. Ese tenía una factoría y el otro se dedicaba a todo tipo de negocios. El mayor, Aurelio, había estado enrolado en una organización anticubana del exilio. Jamás le mandó un centavo porque decía que ¨eran para Fidel Castro¨.

Alicia le entregó la carta a Richard y cuando él vio de quien era le dio mucha alegría. De inmediato rompió el sobre por uno de los bordes y extrajo dos hojas de papel escrito por ambas caras.

_! Por fin apareció el perdido, Ramiro!

_No me digas que es de Adolfito._dijo y soltó una bocanada de humo como lo hacía el gordo allí mismo. Lo conocía desde la infancia. Siempre le decía Adolfito.

_Si, señor. La voy a leer para que sepas lo que cuenta este diablo.

Richard comenzó a leer en voz alta la carta.

_"Miami 14 de Abril de 1968…"_Richard dejó de leer y comentó algo.

_Que casualidad hoy día 14 de mayo cuando llega la carta es día de su cumpleaños.__comentó Richard.

_Debe estar pasándola muy bien ese gordo dichoso, Richard.

Richard continuó leyendo.

_"Richard, tú eres más que un amigo, eres un hermano para mi. A ti te debo prácticamente la vida y no voy a decir las razones que tu´ conoces muy bien" "Estas cartas las abren y las leen, así que no voy a hacer comentario alguno"

Adolfo se refería a su salida por Varadero gracias a las gestiones que Richard hizo con un amigo suyo que lo sacó clandestinamente de Cuba. De no haber sido así, quizás no hubiera contado el cuento. El colaboró mucho con ¨su amigo, el Coronel Ventura¨

Continuó la lectura:

__"Yo no tuve que pasar el Niágara en bicicleta, como les pasó a otros, ya que me encontré con el Ventura y me tendió la mano."

__Bueno, Ventura simplemente lo que hizo fue pagarle a Adolfo las ayuditas que éste le dio cuando él era jefe en la policía en el gobierno de Batista.__comentó Ramiro.

Richard continuó leyendo:

__"Aquí hay que aruñar y buscársela porque nadie te regala nada. Es preferible trabajar con un dueño americano y no con uno cubano. Cuando mis paisanos logran tener grandes negocios y son dueños son más malos que Satanás. Te exprimen, y no les importa que hayas sido criado junto con ellos en el barrio. A Tony, un amigo mío de Luyanó, le pasó algo indignante. Su mujer trabajaba en una factoría y el dueño, un cubano, se enamoró de ella y como ésta no le correspondió la despidió sin más acá y más allá." El pobre Tony se puso fatal porque después ella conoció a un americano rico y se fue con él"

Richard y Ramiro rieron.

_Eso le pasó a un vecino mío pero aquí. Su mujer fue a pedir trabajo en una fábrica textil y el administrador le insinuó que si se empataba con él, le daba la plaza. A ella le gustaba el muy descarado y se empató con él. La hizo su secretaria y andaba en el carro con él de un lado para otro. Dicen que lleva recio a sus subordinados y cuando da las reuniones parece que es el comunista más puro del mundo. Es uno de los tantos descarados que hay en este país.

__¿Y el marido?

__Ese es un tarrú. Ella habló con su jefecito y lo acomodó de jefe de almacén. Lo que este tarrú carga para su casa y para hacer negocios es tremendo. En esa casa se come como si estuvieran en otro país. Bueno, la libreta de abastecimientos la usan muy poco. A penas van a la bodega. El sabe que el jefe se está comiendo a su mujer, que está bastante buena._dijo Ramiro y sonrió.

_¡Alicia!

_! Dime, Richard!

_Baja un poco el radio.

La mujer fue hasta el aparato donde se escuchaba la canción cantada por la Masiel: "la, la, la" tema con el que había ganado el Festival de la Canción de Eurovisión en el 68.

Richard continuó con la lectura.

_"Me compré un Ford del 64 que me costó muy barato, casi me lo regalaron. Ahora vivo en la 27 avenida y calle 8 que es un lugar céntrico y donde se mueven muchos cubanos. Ahora estoy tranquilo. Después de lo de Duque, me retiré un poco de la política. Además todo el que para allá lo pescan. Duque pensaba que podía hacer lo que le diera la gana sin contar con la Cía. Tú sabes que en septiembre del año pasado fue en un barco y le cayó a cañonazos a Boca de Pájaro. Lo hizo por su cuenta. Muchos aquí son así; unos alardosos, cuentan todo lo que piensan hacer, son indiscretos y se la dan de héroes sin serlo." Por eso acaban en manos de la Seguridad cubana.

Ramiro hizo un breve comentario.

_Es cierto lo que dice Adolfo. Por eso todo se descubre y cuando salen para acá los están esperando.

__Yo me alegro que él se haya apartado de todo eso.__dijo Richard. Continuó la lectura,

__"La semana próxima me mudo para Opa-Locka, al noroeste. Cuando lo haga te mando mi nueva dirección. Deja ver como lo hago no vaya a ser que te busque un problema. Se que allá no se mira muy bien a la gente que tiene familias aquí y a los que reciben correspondencia nuestra. Acá me topé a Leo, un antiguo policía amigo mío que tú conoces bien. Trabaja en una de las tiendas de Flagler, en Burdine´s. Bueno él tiene la ventaja de que sabe hablar el inglés.

¨Acá hay muchas tiendas de cubanos con los nombres que tenían allá y a uno le parece que está en la Habana. Está El Siglo XX, La Casa de los Tres Centavos, La Gran Vía, Los Reyes Magos etc. Aquí en la 47 avenida lo mismo se juega un número, se hace cualquier negocio, se compra la droga o se escuchan las canciones de Olga Guillot, y Celia Cruz o Trespatines y Nananina. Yo de vez en cuando, cuando camino por la 47 avenida me meto en un restaurante y me como un pan con bistec y me tomo una cerveza bien fría." ¨Me parece que estoy en la Habana del 58¨.

__Este Adolfo solo vive pensando en la comida, Richard.

__Así es. Debe pesar trescientas libras.

Richard continuó con la lectura.

__"Acá los hubo que estuvieron viviendo mucho tiempo con los sesenta dólares que les daba mensualmente el Cuban Refugee Center-Employee, vivían como los indígenas y le mandaban a decir a sus familiares allá en Cuba que estaban ricos. Cuando ellos llegan, en inmigración los pasan por unas oficinas donde le hacen mil preguntas tontas. Luego salen de allí con su tarjeta Parolee y tienen que presentarse en el Cuban Center-Employee y le dan una credencial de refugee que da derecho a que le entreguen los sesenta dólares mensuales, una factura de alimentos y medicinas"

Richard leyó el resto de la carta y en su párrafo final envió saludos a Cristina, a la niña, a Alicia y a la Mora.

__Yo estoy seguro de que no está muy contento, porque ya no puede vivir de la política. Este Adolfo nunca ha disparado un chícharo. Jamás ha trabajado duro. Aquí siempre vivió del negocio. Allá hace lo mismo._argumentó Richard.

__Lo conozco bien y sé que es así. Algo le pasó. Ese allí no trabajará ni con cubanos ni con norteamericanos._comentó Ramiro.

__Allá hay que trabajar. Hay de todo, pero no regalan nada. Es verdad que se vive bien. Si la cosa se sigue poniendo mala y sigue la comida tan escasa como está, me voy. Allá está mi cuñado Armando, hermano de Cristina que vive en Texas y seguro me da una buena mano. Cada vez que nos llama nos embulla, pero yo todavía no he pensado en serio eso.

Richard dobló los papeles, los introdujo en el sobre y puso este sobre la mesita de la sala. Ramiro le preguntó lo que él no esperaba.

__¿Y Zulema? ¿La dejarías?

__Ella hace lo que yo le diga. Tú sabes que yo no tengo nada con Cristina desde hace mucho tiempo. Somos como hermanos. Nos entendemos muy bien y yo le agradeceré siempre lo que hizo con mis hijos. Ahora ella está dedicada a Charito. Chico, a esta niña le están pasando cosas muy extrañas y sus hermanos no se llevan muy bien con ella.

__¿Qué le pasa a la niña?

__Tiene una conducta extraña. Dice que oye cosas, que le hablan en la mente y ve cosas. Conversa con una imagen que tiene de Virgen de la Caridad. Sabe algunas cosas que van a pasar. Yo creo que voy a tener que llevarla con un siquiatra amigo mío al que ya le hablé del asunto.

__Richard, de esos casos ha habido muchos. A lo mejor es clarividente o tiene la facultad de hablar con los muertos. Esas palabras que ella escucha no son de vivos, creo yo, aunque de estas cosas se muy poco._comentó Ramiro.

__Dice que ella ve cosas en las espaldas de la gente, o mejor dicho de alguna gente.

__¿Como es eso, Richard?

__Si chico. Mira, tú sabes que hay quienes leen las manos; otros ven cosas en un vaso y otros en otras cosas. Bueno, ella ve imágenes en las espaldas de la gente. Y ve cosas que les va a pasar a esos individuos. Ella dice que no quiere que ésto le suceda pero no está en ella. Nada tiene que ver con su voluntad. Eso me preocupa…a lo mejor le hace daño.

__Si, debes atenderla cuanto antes con el siquiatra, Richard. Pero si hasta ahora no le hecho daño, no te preocupes a lo mejor…

__De todas formas yo la voy a llevar con el especialista para ver que opinión él tiene. Un amigo mío que es estudioso de la doctrina espiritista me va a prestar un libro que habla sobre esos fenómenos. Fausto, un rosacruz que conoce de eso, me dio algunas explicaciones, pero no me convenció del todo. El quedó en prestarme algunas monografías de su secta pero me parece que no se lo voy a mentar más, porque esa literatura aquí está prohibida y si me cogen libros de esos, me voy a buscar un problema con el gobierno.

__ Así mismo es. Aquí no hay libertad para leer esas cosas. Un amigo mío se buscó tremendo lío por leer los libros de Troski. Alguien lo chivateó y le registraron la casa. Todos los libros que ellos entendieron que era diversionismo ideológico se los recogieron.

__Esos libros hay que leerlos a escondidas. Yo he tenido algunos aquí como "La nueva clase". y otros, pero es peligroso..

__¿Y la niña?

__Anda con Cristina para una reunión que hay en la escuela.

_¿Bueno qué me dices de la Serie Mundial de pelota?

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