Primera parte.
Atlanta. USA. 1982.
1
El fuerte viento del noreste empujó un cúmulo de nubes grises sobre el cielo de Atlanta y la lluvia, quizás la más fría del mes de Octubre, calló sobre la ciudad empapándolo todo; calles, tejados edificios y árboles, cuyas ramas se doblegaron ante las fuertes brisas y el recio aguacero.
A pesar de todo, esa tarde otoñal la temperatura estuvo en veintitrés grados centígrados. En Atlanta los inviernos son suaves, y por eso a Cristina le gustó vivir allí y no en Arlington, Texas, con su hermano Armando. Ni Texas, ni Miami, le habían asentado a su salud. Richard, su ex_esposo, le insistió para se quedara a vivir en Miami, una vez que abandonaron Cuba ¨huyendo del comunismo¨, pero el ambiente social de la Florida la estresaba.
Debido a la lluvia y el aire frío; Rosa, su sobrina, cerró las ventanas de la habitación y la cubrió con una frazada. Más de una hora estuvo lloviendo.
El aguacero amainó y Cristina se despertó sobresaltada. Estaba soñando con Charito su hija. Al dolor agudo que producía la enfermedad en sus pulmones, se sumaba la tristeza que le producía la ausencia de ésta. La fiebre disminuyó. Los temblores y los escalofríos también.
Cuando el dolor atacaba se revolvía en la cama, gemía, se quejaba y le pedía a Dios que acabara de una vez. Una vez aliviado el dolor, por el efecto de la morfina, entonces rectificaba y le pedía que no lo hiciera hasta que su hija llegara de Cuba.
Con ojos opacos, inexpresivos y la voz destemplada le dijo a Rosa que estaba decidida a contarle toda la historia sobre del hallazgo de Charito, a quien ella le dice su hija.
_ Antes de que lo hagas…, quieres que te dé un masaje en la espalda, tía?_le dijo acariciando los cabellos de la enferma.
__No. Ahora no hace falta.
Cristina se quedó unos instantes mirando a los ojos de Rosa y las lágrimas le brotaron casi sin advertirlo.
__Sé que puedo morir sin volver a ver a mi hija. Yo necesito verla. ¡Quiero verla!_sollozó _!cuánto daría por estar en Cuba junto a ella ahora que tanto la necesito!
__La verás. No te pongas así. Tú te vas a recuperar. La operación fue un éxito, tía.
Lo dijo para consolarla. En su mentira piadosa estaba oculta la condena a muerte que le produciría el tumor canceroso alojado en sus pulmones. Fue llevada al quirófano, pero los cirujanos no pudieron hacer nada. Todo fue inútil.
__Trata de localizar a Richard. Quiero hablar con él.__dijo con desgano.
__Hoy por la noche lo haré. Bueno, no te aflijas más y cuéntame la historia esa. Todos los días me dices que…
_Dile que llame a Cuba para saber como van los trámites para la salida de Charito de Cuba. ¡Ojalá no le pongan trabas y pueda venir cuanto antes.
__Ya te dije que esta noche lo voy a llamar. ¿Me vas a contar cómo encontraste a Charito?
__Ahora lo haré._tosió.
__Pues soy todo oído. Dime cómo fue.
__Todo sucedió una tarde en que yo caminaba por los terrenos que están detrás de nuestra casa allá en Marianao. El cielo estaba nublado y el aire muy húmedo. Bueno, eso favoreció a Charito que la había dejado abandonada en aquella Ceiba. ¡Parece mentira! Tuvo la suerte de que yo andaba por allí.
Rosa, su sobrina, la escuchaba atentamente. El relato le parecía una pesadilla. Además Cristina lo hacía tan bien, a pesar de su gravedad, que a Rosa le parecía estar escuchando una novela radial.
__! Dios lo quiso así, tía!
__Si, hija.
__¿Qué hacías en aquel lugar donde la encontraste?_preguntó Rosa sentada en el balance junto a la cama de la enferma y con los brazos cruzados sobre el pecho.
__Buscaba unas hierbas aromáticas que Justino, un palero de Guanabacoa, me había indicado para alejar de mí ciertas "malas corrientes espirituales", que según él, me tenían obsesada…me estaban haciendo daño.
Cristina tenía mucha fe en esas creencias. Justino, su palero de cabecera, era "Ahijado" del palero Chano Betongo residente en el Calvario. Betongo, entonces, era el espiritista con el que se consultaba el "Cheif¨ Fulgencio Batista, Presidente de la República, y otros importantes personajes de la política y los negocios.
__Encontrar esa niña abandonada en aquel lugar…eso es insólito, tía Cristina. ¡Es un crimen!_dijo Rosa visiblemente indignada.
__Para mi fue lo más terrible que había ocurrido en mi vida. Pero después fue muy hermoso. Esas historias sucedían sólo en las novelas radiales de aquella época. Si tú hubieras visto como la encontré._ cuando terminó la frase sus ojos, apenas sin brillo, se clavaron en los suyos.
__¿Cómo?
__Estaba envueltica en unos pañales empapados de orina. Lloraba y movía sus bracitos y sus piernitas desesperadamente. Parecía que pedía ayuda. Asombrada la cargué, y cuando le quité el pañal fue que supe que era una niña. En su cuerpecito había muchas ronchas enrojecidas producidas por los picazos de las hormigas. Solo Dios sabía desde cuándo estaba allí. Después descubrí el lunarcito que tenía en la frente. Es muy bonito. Todo el mundo decía que era el lunar de la artista cubana Rita Montaner.
__Pobrecita. ¿Qué hubiera sido de ella si tú no hubieras llegado? Tía, hubieras escrito una novela con esta historia. A lo mejor la hubieran publicado. __dijo su sobrina y acomodó el termómetro dentro de la gaveta de la mesita de noche que estaba junto a la cama de Cristina.
_En Cuba no, pero aquí en el exilio si. Dicen que recordar es como volver a vivir. Hay momentos que no quisiéramos vivir de nuevo, pero no los olvidamos. Si lo escribo todo, haría volver a vivir como se vivía antes y tendría que hacer disfrutar, a quienes la lean, de las lindas tradiciones que celebrábamos en Cuba y que Fidel Castro acabó con ellas. Eso causó mucha nostalgia. Tendría que ponerlo en la novela y eso allá no lo perdonan.
_Si. Yo recuerdo las Nochebuenas y los Días de Reyes, nos reuníamos toda la familia…!Ayy, eso es inolvidable!
__Para qué hablar de esas cosas. Hasta los que nunca recibían regalos de los Reyes Magos, no lo han olvidado.
__Bueno, tía, continúa.
__ No me explicaba como una madre había hecho tal cosa. Me quedé perpleja. En esos instantes pensé que alucinaba, que estaba viendo visiones.
__! Dios mío! ¿Cómo es posible que a un hijo se abandone? ¡Es inaudito! Tía, hay gentes de todo tipo en este mundo. ¡Quien hizo eso no quiere a nadie!
__De súbito, Charito y yo nos vimos envueltas en una historia parecida a la de Mamá Dolores y Albertico Limonta. Aunque la historia nuestra es muy diferente. Lo de Albertico fue inventado, pero lo nuestro es realidad.
__¿Quiénes son esos personajes, tía?
Cristina pausadamente le explicó:
_Son los personajes de la novela ¨El derecho de nacer¨ del escritor cubano Félix B. Cagné. Fue trasmitida por radio allá en Cuba y casi todo el mundo la escuchó. Yo, de repente, me convertí en Mamá Dolores; una negra vieja que se hizo cargo de Albertico, un niño blanco cruelmente separado de su madre. A escondidas ella lo crió y lo educó. Convirtió al muchacho en una persona de bien e importante; e incluso llegó a ser médico__comentó Cristina y de nuevo comenzó a toser.
Respiraba jadeantemente. El Doctor Del Valle, médico cubano que vivía en Atlanta y la atendía, le había indicado que no hablara mucho. Sólo lo necesario, pero ella que presentía lo peor, había decidido contarle todo eso a su sobrina con la que vivía desde hacía dos años aproximadamente.
_Es muy triste lo que le pasó a Charito, tía. Si tú quieres dejamos el relato para luego. Te puede hacer daño.
Ella no hizo caso y continuó.
__Recuerdo que comenzó a lloviznar, y con la niña cargada, salí deprisa para la casa. Si la dejaba allí, quién sabe lo que hubiera ocurrido.
__Hubiera muerto._dijo Rosa con el seño fruncido.
_Yo no tenía valor, ni tan mal corazón para hacerlo.
Tosió varias veces.
_Lo sé, tía. Eres muy buena. Hiciste muy bien. Yo lo hubiera hecho igual. ¡Qué susto se daría mi tío Richard cuando te vio! Me hubiera gustado haber visto la cara que puso.__lo dijo y sonrió.
__En la sala de la casa estaba Richard conversando con Adolfo, un buen amigo de nosotros; fiel admirador de Fulgencio Batista el Presidente. Hablaban sobre la situación política del país en aquellos últimos meses del año cincuenta y ocho. Para Adolfo era imposible que Fidel Castro tomar el poder. Pero, por desgracia para los cubanos, Adolfo se equivocó.
Richard era uno de esos galenos, que sin proponérselo, imponen respeto entre sus pacientes y amistades. Alto, de tez blanca, ligeramente sonroseadas, ojos pardos azulosos, pupilas anchas y espesos parpados, rostro serio y bien parecido. Era hombre de gestos vigorosos y tajantes. Con sus cuarenta y ocho años era un galán entre los médicos del hospital donde laboraba. Siempre fue codiciado por alguna que otra enfermera, las que se quedaban con los deseos de digerirlo. Muchas lo deseaban por su posición social. Richard era un médico de renombre y de buena posición económica.
Rosa miró el reloj despertador ubicado en la mesita de noche y se percató que a Cristina le tocaba tomar un medicamento a esa hora.
__Espera tía, déjame darte el medicamento que debes tomar. Luego continúas con el relato.
Se puso de pie, buscó un vaso con agua y luego extrajo la tableta de un sobre, la disolvió en una cuchara para que la tomara con menos dificultad, y la llevó a la boca de la enferma. Luego le palpó la frente con el dorso de una de sus manos para comprobar si estaba caliente, pero su temperatura era normal.
__No tienes fiebre. Bueno, continúa.
Cristina, con dificultad, buscó comodidad y continuó:
__Cuando entré con Charito entre mis brazos Richard y su amigo se asustaron. Charito aun lloraba despavoridamente.
__Richard me preguntó asombrado: ¨ ¿Cristina, de quien es ese niño?¨
Cristina sonrió ligeramente. Luego continuó:
__Les dije lo que había sucedido. Le quité los pañales y les mostré que era una niña. Richard se puso muy serio y me dijo: ¨! Pero cómo vas a recoger un muchacho ajeno que no se sabe de quien es!¨
__Yo entonces le dije que no había tenido valor para dejarla allí. Además estaba lloviendo. Maldije a quien lo había hecho en aquel lugar y como estaba el tiempo esa tarde._suspiró_ La niña aun gritaba, aunque el llanto era más moderado.
Tosió de nuevo.
_ Adolfo comentó: _¨! Es increíble! .Últimamente se han dado muchos casos de estos, Cristina!¨
Hizo una pausa.
_Y era cierto. En la Habana, y en interior del país, muchos niños habían sido abandonados porque sus padres no tenían recursos para crialos. Algunos eran gentes muy pobres, otros por perjuicios sociales. Muchas veces los niños abandonados eran hijos de alguna ricachona.
_Tanto Richard como Adolfo examinaron la niña y les llamó la atención el pequeño lunar que tenía ésta en el centro de la frente. Recuerdo que Adolfo dijo: ¨Es muy bonito ese lunarcito que tiene en la frente, Richard. Me recuerda a la cantante Rita Montaner¨. ¨Cristina, tienes que curarle esas ronchas¨. Me dijo el gordo.
Luego Richard le examinó los picazos de hormigas. ¨Si, es cierto. Límpiala y cúrala. Bueno, luego habrá que averiguar de quién es y devolverla. Llévala al último cuarto, aséala y cúrale los picazos. Salí con la niña entre mis brazos y fui hasta la última habitación de la casa. La acosté sobre la cama y la aseé. Luego le unté una pomada en las ronchitas que le habían producido los picazos de las hormigas. Improvisé un pañal que hice de una sábana y la cubrí. Todo lo hice con rapidez asombrosa, a pesar de la poca experiencia que tenía en estos menesteres. Al poco rato la niña dejó de llorar. Si hubieras visto aquello; había cambiado totalmente de aspecto. En medio de aquellos trajines maternales, de repente comencé a sentir compasión por ella.
_Tía, de la compasión al cariño muchas veces no hay mucho tramo, y a ti te sucedió. Los sentimientos te jugaron una mala pasada.__dijo Rosa dándole unos ligeros golpecitos con el índice derecho en la frente.
__Así mismo fue. Tú sabes que yo no puedo tener hijos. Le había criado los de Richard, pero cuando llegué a ellos ya eran grandecitos. Los pobres habían perdido a su madre unos dos años después que parió a Ricardito
Mencionó a Ricardito, dejó de hablar y se quedó unos instantes alelada. Parecía perdida en si misma. Luego continuó:
__Como cambió ese muchacho._se refería al hijo de Richard_ ¿Quién iba a creerlo?
Rosa la sacó del asunto, pues a Cristina le podía hacer mucho daño hablar del mismo porque venían a su mente recuerdos indeseables.
__¿Y Mónica?_ Rosa se refirió la hija de Richard.
__ Mónica, recién había cumplido los dieciocho años cuando lo de Charito. Nunca sintió cariño por mí. No me miraba con buenos ojos, Sin embargo Ricardito sentía lo contrario en aquellos momentos. Después el…
_No hables de eso.
Después le contó que, excepto Adolfo, Alicia _ empleada doméstica_ y la Mora, amiga suya, poca gente sabía que Richard y ella vivían juntos; bajo el mismo techo, pero no mantenían relaciones matrimoniales debido a ciertas discrepancias ocurridas entre ambos.
Todo sucedió debido a las relaciones amorosas que él tenía con una bailarina de la televisión. Richard se enamoró obstinadamente de ella. Fue un enamoramiento irresistible en ambos; como si un poderoso hechizo los dominara. La presencia de uno en el otro les hacia sentir una fuerte obsesión como si estuvieran embrujados. A pesar de todo, sus relaciones con Cristina eran buenas.
Cristina recuerda lo que Adolfo le dijo a Richard sobre la paternidad de Charito.
__Adolfo dijo: ¨Mira Richard, a lo mejor el padre de esa criatura es uno de los conspiradores esos que andan por ahí poniendo bombas y enfrentándose a la policía a las ordenes de Fidel Castro desde la Sierra Maestra. ¡Un forajido más!¨ ¨Richard, no dudes que ese desgraciado preñara a la hija de alguien que no le conviene el asunto debido a su posición social. De estos casos de muchachos abandonados aquí en la Habana hay muchos¨. ¨Hay decenas de muertas de hambre por ahí, que paren y luego no tienen recursos para criar los hijos y hacen estas cosas¨. Adolfo lo dijo con desprecio. El es así. Se lo recordé la última vez que vino a verme estando yo en Texas.
__¿Cómo es ese Adolfo?
__Bueno, ya te dije que era gordo. Medio chismoso y pesado. Se creía gente importante y de mucho dinero. Vestía con mucha elegancia, como el chulo Yarini, del que te he hablado en otras ocasiones. Andaba por los cincuenta y casi siempre usaba guayabera blanca de mangas largas, pantalón de dril y zapatos de dos tonos, Adolfo era el mejor amigo de Richard. Nunca había trabajado. Heredó de su padre varios negocios en el Vedado, en los cuales tenia trabajando a parientes suyos. Era un adulón. Tenía muy buenas relaciones con altos oficiales, policías y políticos, los que en determinadas circunstancias usaba para salir de alguno que otro problema. Se vanagloriaba mucho con eso.
__¿ Con quienes, tía?
__Entre sus buenos amigotes estaban Esteban Ventura Novo, famoso oficial de la policía de Batista. Algunos de los que pasaron por sus macabros calabozos tuvieron la suerte de contar lo que allí vieron o sufrieron. La mayoría no contaron el cuento. Era un asesino. Creo que vive o vivía aquí en los Estados Unidos. También era amigo, según él, de Conrado Carratalá y otros de la cúpula del general de Batista. Adolfo era un guatacón de toda esa gente.
Lo que Cristina no le contó a su sobrina, porque desde luego no sabía, era que Adolfo siempre había añorado ser un X-4, cuerpo de agentes secretos del General. Eran hombres escogidos que trabajaban para el Presidente. Se tuvo que conformar con ser un simple soplón.
__Siempre le decía a Richard: ¨Dicen que por allá por Oriente las cosas están muy malas. Esos malditos barbudos se multiplican como curieles. Matan a quien se le ponga delante, toman cuarteles…! Bueno, uno se entera de estás cosas por Radio Bemba¨. Adolfo siempre estaba informado de todo y decía que a Batista no lo tumbaba nadie.
__¿Y mi tío que opinaba?
__Bueno, Richard pensaba igual que él pero más moderadamente. Richard siempre criticó las prohibiciones que hizo Batista en cuanto a las libertades de expresión…
Cristina se refería a la censura de prensa aplicada por Batista apoyado en el Artículo 41 de la Constitución. Muchos la denominaban "La ley mordaza" Noticias importantes o no, verdaderas o falsas, eran conocidas por la voz del pueblo. Eso es lo que quería decir "Radio Bemba". Casi siempre los rumores eran ciertos.
__Las cosas estaban muy malas, hija. El ejército no acababa con los alzados y éstos tomaban más y más territorios y ajusticiaban a oficiales de Batista que habían cometido crímenes. Adolfo decía que los hombres que estaban alzados en los montes con Fidel eran comunistas. Y que tenía fe en que los mataran a todos. Después que lo decía se tomaba medio vaso de Carta Bacardí y me volvía a llenar la sala de humo de tabaco.
Lo de comunistas,"forajidos", " barbudos" o los "Mau Mau" de la Sierra Maestra, había sido obra del Embajador norteamericano Smith, quien cacareó mucho e hizo poco por Batista en los peores momento para liquidar a los "insurrectos castristas".
__Adolfo estaba al tanto de todo lo que ocurría en la Habana. Ahora, desde Miami, está al tanto de todo lo que sucede en Cuba. Recuerdo que un día le contó a Richard que había aparecido un sargento de la policía muerto en Diezmero y que lo habían ajusticiado los del 26 de Julio. Bueno, él no decía ajusticiamiento sino asesinato._después que Cristina lo dijo tosió varias veces.
_¿Y por qué lo mataron, tía?
Respiró profundo dos o tres veces, luego respondió.
_Según Adolfo, había liquidado a dos muchachos de esos que andaban por ahí poniendo petardos y letreros contra el General Batista.
__Al parecer fue un ajuste de cuentas.
__Los conspiradores le llamaban a esos actos ajusticiamientos. Adolfo y Richard los maldecían porque, según ellos, esos policías defendían al gobierno constitucional y democrático del General. Recuerdo que Adolfo le dijo a Richard: ¨ Richard, yo le he dicho a mi amigo Ventura, que vive cerca de mi casa en las Alturas de Nuevo Vedado, que le ponga vigilancia a su casa porque esos malditos comunistas son capaces de cogerlo allí y matarlo, aunque él usa un chaleco antibalas y tiene tremenda escolta¨._respiró profundo._ Ese gordo antipático era un adulón de la policía y los políticos.
__Si, por lo que tú me dices, era uno de esos…guatacas que tanto abundan en mi país. Mi padre me dijo que han existido en todos los gobiernos.
__Esa es una debilidad de muchos cubanos. En los últimos meses del cincuenta y ocho, las cosas se pusieron muy malas. No se podía vivir con tranquilidad, hija. Había tiroteos en las calles, estallaban petardos, aparecían muertos por ahí…Ese Adolfo era tan adulón, que aun sabiendo que el coronel Ventura le había enamorado a su esposa, éste se hizo de la vista gorda y no le dijo nada. Bueno, él sabía bien quien era ese oficial de la policía. Era capaz de matarlo y quedarse con su mujer. Aun así, continuó adulándole.
De repente Cristina comenzó a toser y a respirar con mucha dificultad. Su rostro se tornó muy pálido y Rosa se asustó. Le hablaba, pero su tía apenas podía contestarle. Comenzó a sudar y de repente la fiebre subió. Los escalofríos comenzaron. Todo su cuerpo temblaba.
__! Tía, tía, qué te sientes! Dios mío, protégela! ¡Henry, Henry, ven rápido.
El esposo de Rosa, que estaba en el jardín al escucharla corrió hasta la habitación donde estaba la enferma.
_¿Qué pasa?_preguntó asustado.
__! Corre, llama una ambulancia. Tía se ha puesto mala otra vez!
El alto, fornido y buen tipo de Henry salió a toda prisa, fue hasta el teléfono y llamó. Minutos después los paramédicos se hicieron cargo de Cristina y ésta fue llevada al hospital mas cercano. El agravarse le impidió narrar, quizás los momentos más importantes de la historia su hija… y la suya también.
Henry y Rosa se habían conocido en The Home Depot, Inc; una empresa retailer, en Atlanta, que se dedica a hacer mejoramientos del hogar. Es la empresa mayor de ese tipo en los Estados Unidos. Según la revista Fortune ocupaba el lugar catorce en una lista de más de quinientas empresas del país. Rosa trabajaba como secretaria y él como diseñador de inmuebles. Desde que se casaron habían vivido en Atlanta. Les gustaba mucho la ciudad. Es una de las más importantes del país. Muchos de sus habitantes viven orgullosos de que uno de sus ciudadanos inventó la famosa Coca.Cola.
—–
Cristina no pudo continuar el relato, pero lo sucedido después en la Cuba de 1958 fue así:
En la sala de su casa, en Marianao, Richard- como ya se sabe- conversaba con Adolfo esa tarde. El invitó a su amigo a comer, pero éste no le aceptó la invitación debido a que estaba padeciendo de acidez estomacal.
__Te lo agradezco, Richard. Casi nunca como en las tardes. No estoy muy bien de la digestión en estos días. Me está dando mucha acidez. Mira, ahora mismo lo estoy sintiendo, pero sigo tomándome los traguitos aunque me muera._lo dijo y se llevó la bebida a la boca.
__Si quieres, te mando a preparar un vaso de agua con Alka-Seltzer. Eso eliminará tu acidez.
__Hazlo. Te lo agradeceré. Esto es molestísimo.
Richard llamó a Alicia, la empleada doméstica, y le ordenó que lo hiciera. Momentos después apareció ella en la sala con el efervescente líquido, en el que todavía quedaban restos sin disolver de las dos tabletas del medicamento por lo que el burbujeo aun se mantenía.
Adolfo alargó su diestra, cogió el vaso y entornó maliciosamente los ojos. Lo hizo de forma que pudiera hacer contacto con la mano de Alicia. Se tomó el contenido y luego la miró, como siempre, devorando su cuerpo bien formado. Contempló los senos erguidos y el rostro bonito de la mujer, que a pesar de sus cuarenta y cinco años, se mantenía como si tuviera treinta. Los ojos verdosos de Alicia lo miraron de reojo y con desprecio.
Mientras ella se alejaba hacia la cocina, él la miró de la cintura hacia abajo y murmulló; ¡Como me gusta esta desgraciada! Luego lo dijo en un tono más audible.
__Richard, me gusta esa criada tuya…
__Respétala, es una buena mujer y muy seria. Es como si fuera un familiar más entre nosotros. __dijo el Doctor y dirigió su mirada hacia la entrada principal de la Quinta, pues su Ford 57 azul cielo se acercaba.__Ahí vienen los muchachos, papá y mi sobrino.
El carro quedó estacionado frente a la casa y al instante todos sus ocupantes entraron a la sala. Mónica, su hija mayor, y Ricardito, de cinco años, besaron a su padre y luego a Adolfo. Ernesto, padre de Richard, y Frank, su sobrino, lo saludaron con un estrechón de manos.
Mónica se dirigido a su padre:
__Papá, te compré un regalo en "El Encanto", pero no te voy a decir qué es; te lo pondré en tu cama y luego descubres de que se trata.
Iba a salir con el paquete rumbo a la habitación de Richard y Cristina cuando él la detuvo.
__Espera, anda al último cuarto para que veas los que Cristina se encontró. Tú también, Ricardito.
__ ¿Qué cosa es, papá?__preguntó el niño con acentuada curiosidad.
__Allá lo verán.
Ricardito salió corriendo en esa dirección. Mónica lo hizo después. A Mónica, todo lo relacionado con Cristina le disgustaba. Jamás había sentido cariño por ella y una vez le dijo a su padre sollozando que si amaba a Cristina traicionaba el amor que dedicó a su madre muerta. Richard no pudo nunca convencerla de lo contrario.
Había cumplido recientemente los dieciocho años. Como su madre; su piel era blanca y suave; sus ojos claros, sus labios bien diseñados y su pelo castaño, crecido hasta los hombros. Sus mejillas pequeñas y graciosas, sus cejas espesas y su boca bermeja hacían de ella una muchacha atractiva; pero una cosas es la belleza física y otra es la del alma.
Era inteligente, hábil y despierta, pero ambiciosa, egoísta, y poco comprensiva con los demás. Había en ella sentimientos encontrados, ambivalentes. Respetaba impecablemente su padre. Le temía a los gestos vigorosos y tajantes de Richard. Sabía que él, como hombre recto, tomaba decisiones duras, inapelables y muy estrictas en el seno familiar.
Mónica salió rumbo al último cuarto de la casa donde estaba Cristina mostrándole la niña a Ricardito.
__¿Qué vas a hacer con esa niña, mamá?__le preguntó Ricardito. Le decía mamá siempre, pues ella lo había criado desde que éste tenía dos años de nacido.
__No se, mañana averiguaremos de quien es.
__¿Y si no aparece su mamá ?—preguntó el niño.
__Ya veremos, Ricardito…es tan bonita._lo dijo contemplándola aleladamente.
Mónica interrumpió abruptamente.
__! Devuélvela! ¡Tienes que devolverla! ¡Esa niña no se puede quedar en esta casa!__Mónica estaba frenética. Apenas había mirado la niña con detenimiento.
Cristina se sintió ofendida por las palabras de su hijastra y por darle una orden así sin contar con Richard.
__Eso no lo decides tú. Lo que voy a hacer lo discutiré con tu padre. De todas formas mañana averiguaremos sobre la procedencia de esta niña, pero ahora se quedará aquí. ¡Quieras o no quieras, Mónica!__dijo Cristina indignada
___Esto lo hablaré con Papá. _dijo y salió a toda prisa de la habitación. Detrás de ella salió Ricardito.
Cristina se quedó atendiendo a la niña. Mónica fue a la sala y habló con su padre, pero éste le dio toda la razón a su madrastra. Había perdido una vez más y su indignación era incontrolable. Todo quedó sofocado cuando Richard le ordenó que no se hablara más del asunto. Adolfo se había marchado. Ella fue a su cuarto.
La noche cayó sobre la Habana. El prematuro invierno se hizo sentir en la frialdad que lo invadió todo. En su cuarto, Richard y Cristina departieron sobre lo sucedido. Al filo de la media noche habían llegado a un acuerdo y luego se durmieron cada cual en su cama.
Al día siguiente Cristina, Alicia y Ernesto, su suegro, indagaron en diferentes lugares y no pudieron encontrar a la madre ni al padre de la niña. Cristina la atendía como si fuera hija suya.
Cristina fue tomándole cariño a la niña. Ese cariño había nacido de la compasión; y esa compasión de su buen corazón.
Al tercer día de búsqueda infructuosa, después de pensarlo bien, decidió quedarse con ella aunque fuera un arranque de locura de su corazón. Sentía que tenía derechos sobre ella y estaba dispuesta a defender esos derechos. Lo discutió con Richard una y otra vez y terminó convenciéndolo. Richard la complacía en todo.
Apenas le dio por pensar que algún día pudiera aparecer su madre…o su padre. Quizás la casualidad, o quizás Dios, la pusieron en sus manos y jamás la abandonaría. Para hacerlo; como para hacer cosas muy importantes hacía falta mucha pasión, y ella la tenía.
Los cuidados de la niña le infundieron nuevos bríos, nuevas motivaciones y alegrías. A los cuarenta y cinco años se convertía en ¨madre¨ nuevamente.
Preparó el cuarto lo mejor que pudo y lo convirtió en un lugar idílico; el rincón mas preciado de la casa.
2
Era 15 de Octubre del 58. La niña había sido encontrada el día 13. En un juzgado de Marianao fue inscripta. En lo sucesivo ella celebraría sus cumpleaños el 15, pues no se sabía exactamente el día exacto de su nacimiento.
Fueron a inscribirla Richard, Cristina, Frank, sobrino de Richard, y Sara, buena amiga de la familia. Por nombre le pusieron Rosario Teresa.
Le nombraron Rosario Teresa. Rosario, porque así se llamó la madre de Cristina, y Teresa, porque ese día 15 se celebraban las fiestas de Santa Teresita de Jesús.
El propio Richard le sugirió a Cristina que se le apodara Charito.
Hay casualidades que son tan sorprendentes que parecen milagros de Dios. Teresa de Jesús también se crió sin su madre, pues murió cuando ésta tenía catorce años. Charito tampoco tenía a su lado a quien la trajo al mundo. Cristina anheló que su niña tuviera el encanto personal y la simpatía que la Santa poseyó. En cuanto a la devoción por la Virgen María; ella se la inculcaría después.
Tras los trámites legales, la comitiva continuó la marcha hacia una parroquia ubicada en el Vedado donde sería bautizada. No era domingo, por lo que no estaban programados los bautizos pero el sacerdote era amigo de Sara, y ante la petición de ésta, el prelado aceptó bautizar a Charito.
Ante el altar, el sacerdote practicó el ritual en latín incomprendido por los presentes y español. Este consagraba a Dios, en la fe y en el amor de Jesús, a la pequeña Rosario.
La manipulación final consistió en tomar el Santo Crisma_ aceite de oliva perfumado con esencias naturales_ y le ungió la cabeza. El sacerdote celebró el lunar que la niña tenía en la frente. Sara fue su madrina, Frank, su padrino.
Ante la ley y antes Dios, ahora Charito era hija de Richard y Cristina. La comitiva salió de la iglesia y fueron hasta el Ford azul de Richard que estaba estacionado en la acera de enfrente. La Mora llevaba cargada en sus brazos a Charito.
__Mi ahijada parece que se va a dormir, Cristina.__no había terminado de decirlo y ya Charito estaba rendida.
_Dámela, Cristina.
_No. Tú debes estar cansada, hace varias horas que la traes cargada.
Sara era, sin lugar a dudas, la mejor amiga de Cristina. Andaba por los cuarenta y cinco años. De mediana estatura, buen cuerpo, en el que se conservaban las líneas curvas de sus caderas; de pelo negro, encrespado sobre los hombros, unos ojos negros siempre brillantes, de rostro agradable y risueño, y hablar ligero, hacían de ella una mujer atractiva. Era de esas mujeres cuya animosidad confunde, por lo que a muchos hombres había tenido que ponerlos en su lugar.
Todos la conocían por la Mora. Sara, la Mora. Se había casado dos veces. En la primera ocasión con un dependiente del Ten-Cent de 23 y 10 en el Vedado. El hombre era mucho mayor que ella y una mañana antes de ir para su trabajo sufrió un infarto masivo y Sara enviudó.
El segundo matrimonio fue con un sargento de la policía, pero éste le salió mujeriego y tomador y no le quedó otro remedio que divorciarse.
A Sara le decían la Mora porque su padre era libanés. Siendo jovencito se enroló en un grupo de paisanos suyos que decidieron venir a América a hacer fortuna. Acá en la Isla se dedicó a vender telas, prendas de todo tipo, baratijas y otros objetos. Logró acumular dinero y se compró una tienda en la calle Muralla. A la tienda la bautizó como "La Estrella del Oriente" Al morir, su hijo Esteban se quedó al frente del negocio. Hubo un Esteban que fue el primer mártir del Cristianismo, pero este Esteban, hijo del moro Yuneet, padre de Sara, fue mártir de las deudas de su progenitor por lo que corrió el riesgo de ser crucificado por los acreedores del "Viejo", pero con esfuerzos y marañas logró pagarlas y salir airoso de los aprietos comerciales.
La comitiva dio varias vueltas por la Habana. Por primera vez Charito salía de paseo con su nueva familia.
Rosario, en su lógica irracionalidad, paseaba por esta ciudad llena de encantos: con edificios de aspectos ruinosos y modernos; sus calles estrechas y viejas casas con arcadas y puertas de hierro; amplias avenidas de varias sendas, repartos residenciales y edificios nuevos.
Es mágica la amalgama que se forma entre lo viejo y lo nuevo, lo ruinoso y lo moderno lo bullicioso de sus solares y el silencio en los edificios públicos en la ciudad de la Habana.
La Habana es una ciudad cosmopolita. En aquellos tiempos la ciudad estaba repleta de adoquines; anuncios lumínicos identificando grandes tiendas; bancos, cines, hoteles, edificios multifamiliares, peleterías, restaurantes, farmacias, laboratorios etc. Ciudad repleta de comercios y bien surtidas tiendas con deslumbrante iluminación como El Encanto, Fin de Siglo, La Época flogar, Ten-Cent, J. Vallés, la Manzana de Gómez y otras. En esos comercios era posible encontrar el más insignificante objeto, prenda de vestir, zapatos, medicamentos, juguetes, ajuares para el hogar, comidas, electrodomésticos y muchas cosas más.
Ciudad embellecida por un arsenal de anuncios comerciales bien elaborados; lumínicos o pintados, que ponían delante de los ojos de los habaneros y visitantes lo que necesitaban para vestir, comer, satisfacer gustos y alegrar la vida. Ciudad congestionada de anuncios en las calles; Avenidas, locales públicos y entre novelas, discotecas, programas cómicos, aventuras, y noticieros de la radio y la televisión. En periódicos y revistas de todo tipo. Mucha gente decía que el conocido músico y compositor Sindo Garay aprendió a leer con los anuncios comerciales de las calles habaneras.
Charito paseaba por las calles de la Habana donde estallaban petardos; había tiroteos y muertos, robo, prostitución, niños limpiabotas, pordioseros, locos, embriagados; estaciones de policía con calabozos como los de Ventura Novo, la Quinta Estación de la Policía; con su horroroso olor a sangre en descomposición, a carne humana quemada; gritos y lamentos de los torturados y despedidas de la vida tras el último golpe o disparo.
En la Habana del 58, en que vino Charito al mundo, el gobierno de Batista había recrudecido la represión, el asesinato y la tortura. Los servicios secretos del ejército y la policía apoyados por las agencias de inteligencia norteamericana que actuaban desde el BRAC-Buró Represivo de Actividades Anticomunistas- registraban, detenían, torturaban y asesinaban a los que clandestinamente luchaban para lograr la "mágica resurrección de la libertad".
Del otro lado, los "rebeldes" o "Mau-Mau"_como les decían algunos_ tomaban cuarteles, pueblos y ciudades importantes y ajusticiaban a oficiales y chivatos por sus crímenes. Para miles de cubanos ellos era la más firme esperanza, para otros una pesadilla tormentosa.
Por fin llegaron a la casa. En la sala, Ernesto, padre de Richard, y el gordo y carirredondo Adolfo charlaban sobre los últimos acontecimientos ocurridos en Oriente.
La llegada de la familia dejó trunca la conversación. Sara traía a Charito es sus brazos. Richard y Frank saludaron a Adolfo con un fuerte estrechón de manos, Sara y Cristina con el acostumbrado beso en la mejilla.
__Dame la niña, Sara.
La Mora con mucho cuidado la puso en los brazos de su nueva madre y ésta fue hasta su cuarto y la costó en cuna, luego retornó a la sala.
__Menos mal que mí ahijada no me orinó la ropa._dijo Sara.
Adolfo intervino.
__Esa niña ha tenido una suerte tremenda, aunque…
__¿Aunque, qué? ¡Ave de mal güero!.__le dijo Sara.
Se conocían desde hacía mucho tiempo. El la pretendió, pero ella nunca le hizo caso porque lo conocía muy bien.
__Bueno, no todo es color de rosas, Mora.
__ ¡No estés insinuando lo malo! ! Mi ahijada Charito va a ser muy feliz! Crecerá en esta familia, se hará una jovencita y luego una mujer…y no le faltará nada. ¡Charlatán!
Adolfo rió y luego se llevó la copa a la boca y la vació en el acto. Chupó el tabaco y el humo salió por entre los labios contraídos, que formaron un cero carnoso, e invadió la sala.
__! Alabao! Chico. Me has asfixiado con el humo de ese tabaco. ¡Eres insoportable!_dijo apartando el humo con una de sus manos.
__Mora, tú dieras lo que no tienes por tener un tipo como yo. Lo que pasa es que…
__! Estaré loca! ¡Mira, trago amargo, déjame tranquila!_estaba visiblemente enojada.
__Mora, a ti te hace falta pasar una noche con Superman.__Adolfo lo dijo y luego soltó la carcajada.
__¿Con quién?
__Con Superman. ¿Acaso no sabes quien es?
_Ah, si. ¡Eres insoportable!
Cristina, al escuchar el nombre de Superman, pensó que se trataba del personaje de aventuras televisivas del mismo nombre que volaba y tenía capacidades físicas incalculables. Al que se refería Adolfo no era el super-hombre de la capa azul.
Adolfo, entre risas, la sacó de dudas.
_Cristina, se trata de un mulato que tiene una palma real entre sus piernas y trabaja en uno de los burdeles de la Habana._dijo éste y tras una carajada de nuevo se llevó la copa a su boca. El líquido rodó por su garganta gorda dejando detrás el agradable sabor a carta Bacardí.
Cristina miró a su amigo sonriendo.
_Adolfo, eres tremendo. No le hagas caso, mujer.- le indicó a su amiga.
_Este es un gordo asqueroso que no lo miran ni los maricones de la Habana.
Las palabras de Sara, la Mora, produjeron risas en todos los presentes. En el rostro de Adolfo había una seriedad que en realidad no existía.
__Sara, tú siempre con tus cosas._dijo Richard y tomó Carta Bacardí de su copa.
__Oye, te mantienes, pero apúrate porque los años pasan y…
La Mora lo interpeló.
__Pretendientes se me sobran, pero no tengo ningún apuro. Allá tú que no consigues tan fácilmente…! Gordo empalagoso y charlatán! Nunca he sido fácil, no te equivoques. Tú sabes que llegué a vivir hasta en un solar de la Habana Vieja y en ese ambiente hay de todo un poco. Pero yo…
El no la dejó terminar.
_Bueno, ahí se sobran las putas, los mariguaneros, los guapetones…esos solares están llenos de gente que no sirve.
La Mora se indignó.
_Oye, tracatán, no todas las mujeres eran putas. Allí las había, pero yo no andaba con ella. Además en los solares también hay gente buena. Los hay mejores que tú.
_En esas covachas, el que no corre, vuela. Allí debes haber comido mucha harina de maíz, sopa de menudo de pollo y mucho bacalao. ¡Y carne, nunca! Eso es lo que se come en los solares. _dijo Adolfo y le hizo una seña con los ojos a Richard para indicarle que estaba mortificándola.
Todos rieron. El gordo se alzó de la butaca como una orca adiestrada que sale del agua y de nuevo llenó su vaso con el líquido espirituoso de la carta Bacardí.
_Gordo baboso. A lo mejor tú has pasado más hambre que yo._rumió la Mora.
_Tú me conoces. Yo soy Adolfito en la Habana.
__Mira, Chico, ni eres uno de los Tres Villalobos, ni eres Leonardo Moncada, ni muy remotamente Tamakún; así que no hagas tantos alardes. A lo mejor ya tú ni puedes…la Mora no terminó la frase y rió estrepitosamente.
Cuando Sara comparó a Adolfo con los personajes mencionados se refería a los protagonistas de los populares programas radiales muy escuchados en Cuba.
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