Descargar

Breve reseña de vida de Obama. -Los sueños de mi padre- Una historia de raza y herencia


  1. Los orígenes
  2. Chicago
  3. Kenia
  4. Comentarios sobre el presidente Obama

El libro "LOS SUEÑOS DE MI PADRE", una historia de raza y herencia, escrito por Barack Obama, se escribió en inglés en 1995, la traducción al español se debe a Fernando Miranda y Evaristo Páez Ramusen, la edición en español se publicó en 2010, el libro consta de 405 páginas, las cuales se dividen en tres partes, la primer parte, se refiere a sus orígenes, la segunda, a sus trabajos en Chicago, la tercera, a Kenia. En la primera parte, Obama hace una referencia a su vida infantil, sus relaciones con sus abuelos maternos, los orígenes de su familia materna provenientes de Kansas; en la segunda parte, el autor hace una referencia a su trabajo comunitario en Chicago y simultáneamente va reflexionando sobre las políticas raciales y la problemática en Estados Unidos; en la tercera parte, cuenta sus experiencias en Kenia, de donde era originario su familia paterna, el libro está bien escrito y se va leyendo con facilidad en tanto el autor va comentando sus experiencias personales, las cosas que lo impresionan, los personajes que le llaman la atención en el transcurso de vida, tales como los líderes y artistas de los años 60´s y 70´s.

Durante todo el transcurso del libro, se observa como el personaje se va integrando a la cultura Americana, sin perder sus raíces y experiencias en Hawái, Indonesia y Kenia, dejando una sensación al lector de que el autor da a conocer de episodios interesantes de su vida, de los cuales hemos tomado algunos párrafos que nos sirven de muestra de una autobiografía, que naturalmente fue escrita, pensando en el lector, por lo cual el autor se reserva episodios y sentimientos, que no comparte necesariamente con sus lectores.

-PRIMERA PARTE:

Los orígenes

La excepción es mi madre a quien perdimos con una brutal rapidez, víctima de un cáncer, pocos meses después que se publicara este libro. Había pasado los últimos diez años de su vida haciendo lo que más amaba. Viajo por el mundo, trabajo en pueblos lejanos de Asia y África ayudando a las mujeres a comprar una máquina de coser, una vaca lechera o a adquirir una educación que pudieras servirles en un mundo globalizado. Se reunía con amigos de las altas y bajas esferas, daba grandes paseos y observaba la luna. Recolectaba barajitas en los mercados de Delhi o Marrakech, un fular o una piedra tallada que le hiciera gracia o le llamara la atención, escribía reportajes, leía telenovelas, atosigaba a sus hijos y soñaba con sus nietos.

A veces he pensado dice refiriéndose a su padre que si hubiera sabido que no sobreviviría a su enfermedad, podría haber escrito un libro distinto, no tanto una reflexión sobre el padre ausente sino un homenaje a la persona que fue la única constante en mi vida.

Finalmente, a pesar de mi obstinación en evitar la mirada escrutadora del público y de mis periódicos impulsos de abandonar el proyecto, lo que se ha abierto camino a través de estas páginas es el relato de mi viaje interior; un joven en busca de su padre y a través de esa búsqueda del auténtico sentido de su vida como americano negro.

En aquella época llevábamos viviendo en Indonesia más de tres años. Mi madre se había casado con un indonesio llamado Lolo, otro estudiante que había conocido en la Universidad de Hawái. Su nombre quería decir "loco" en hawaiano lo que a Gramps le hacía mucha gracia, pero no encajaba con el hombre pues Lolo tenía los buenos modales y la gracia natural de su pueblo, era bajo, moreno y atractivo, tenía el cabello negro espeso y por su constitución, podía pasar fácilmente tanto por mejicano o samoano como por Indonesio, jugaba bien al tenis, su sonrisa mostraba unos dientes parejos y su carácter era imperturbable.

Lolo dejó Hawái poco después y mi madre y yo tuvimos meses preparándolo todo: pasaportes, visados, billetes de avión, reservas de hotel y una serie interminable de fotografías. Mientras hacíamos las maletas, mi abuelo tomó un atlas y marcó con una cruz los nombres de las islas del archipiélago indonesio: Java, Borneo, Sumatra, Bali, decía que recordaba algunos de los nombres porque había leído a Joseph Conrad cuando era niño. Las islas de las Especias, así las conocía entonces, nombres encantados, envueltos en misterio "aquí dice que todavía hay tigres por allí", continuaba y orangutanes, miraba por encima del libro y sus ojos se abrían de par en par.

Recuerda sus primeros encuentros con la cultura de Indonesia con la mirada busqué la aprobación de mi madre que me devolvió una sonrisa cautelosa, en el patio trasero encontramos algo que parecía un pequeño zoológico: pollos y patos que corrían de aquí por allá, un perro grande de color pajizo que aullaba de manera siniestra, dos aves del paraíso, una cacatúa blanca y por último dos crías de cocodrilo medio sumergidas en un estanque sin cercar que estaba en una esquina de la parcela. Lolo se quedó mirando los reptiles.

Tardó apunta el autor, unos seis meses en aprender indonesio, sus costumbres y sus leyendas, sobreviví a la viruela, al sarampión y al dolor de los golpes propinados por mi noche y día, realizando algunas chapuzas, pillando grillos, luchando con rápidas cometas de cuerdas que te cortaban los dedos.

Fue a la escuela en su primer día de clase. Habían insistido en que llegáramos temprano y Castle Hall, el edificio de los estudiantes de quinto y sexto grado, todavía no estaba abierto, unos cuantos niños habían llegado y no paraban de contarse lo que habían hecho durante el verano, nos sentamos al lado de un niño chino delgaducho que tenía un enorme corrector dental sujeto al cuello.

Obama reflexiona sobre su padre junto con las noticias sobre mi padre dice comenzó a llenarme la cabeza con su información sobre Kenia y su historia que extrajo de un libro sobre Jomo Kenyatta, el primer Presidente de Kenia. Inició sus actividades nacionalistas contra la dominación colonial británica en 1922, defendiendo a su tribu, los Kikuyu, de los abusos de los colonos blancos. Tras completar su formación intelectual y política en Moscú y Londres (1929-46), regresó a su país al término de la Segunda Guerra Mundial, considerando, llegado el momento de reclamar la independencia. Reorganizó el partido nacionalista y panafricanista Unión Africana de Kenia, del que fue elegido presidente en 1947 a quien yo había robado el nombre de Lanza de Fuego, pero nada de lo que contaba mi madre podía aliviar mis dudas y apenas retenía la información que me brindaba. Solo logró captar mi interés cuando me contó que la tribu de mi padre los Luo, eran una tribu de nilotes que habían emigrado a Kenia desde su lugar de origen, las orillas del río más grande del mundo. Esto parecería prometedor, el abuelo guardaba todavía un cuadro que había pintado una vez. Era una copia en la que se veían unos egipcios, delegados, broncíneos, que iban sobre una carroza tirada por corceles de alabastro. Yo me imaginaba el antiguo Egipto los grandes reinos sobre los que había leído pirámides y faraones, Nefertiti y Cleopatra.

Enseguida me di cuenta de que el casi infantil retrato que hacían de los negros en la pantalla, la imagen opuesta de los negros salvajes de Conrad, era lo que mi madre había llevado consigo a Hawái durante todos aquellos años, un reflejo de las fantasías prohibidas para una chica de clase media de Kansas, la promesa de otra vida: cálida, sensual, exótica, diferente.

Como podemos ver la vida del autor transcurre en diferentes escenarios lo que le permitió conocer y adaptarse en diferentes culturas, seguramente a través del tiempo fue asimilando diferentes valores, en este libro se puede observar que el personaje recibe la influencia de la cultura calvinista del medio oriente de Estados Unidos, posteriormente como consecuencia del segundo matrimonio de su madre se asimila a la cultura de Indonesia, por último, el autor boceta su deseo de conocer la cultura Africana de la cual es descendiente.

A continuación sintetizaremos las experiencias del autor en Chicago.

-SEGUNDA PARTE:

Chicago

En Chicago Obama recordó la figura de HAROLD WASHINGTON la Jornada (nov. 10, 2012), lo refiere como un activista político, que había actuado con enorme inteligencia en favor de los menos favorecidos frente a la rudísima maquinaria de los Daley en Chicago (cualquier cacicazgo mexicano palidecería de envidia frente a su poder y longevidad). Por cierto fue en esta ciudad donde acaso aprendió cómo hacer política alternativa en la gran escuela legada en los años 80 por el mayor Harold Washington, uno de los políticos afroamericanos más originales y sutiles para realizar reformas sociales en circunstancias (sin exagerar) inconcebiblemente desfavorables.

Marty su primer jefe sonrió se quitó las gafas y las limpio con la punta de la corbata, eso es lo que hay que hacer si eres joven, negro y estas interesado en los asuntos sociales. Busca una campaña política para que la puedas trabajar, un patrón poderoso, alguien que pueda ayudarte en tu propia carrera y Harold lo es de eso no hay duda. Tiene mucho carisma cuenta con el apoyo de la casi totalidad de la comunidad negra, con el de la mayoría de los hispanos y el de numerosos liberales blancos.

Viajamos durante más de un mes Toot, mi madre, Maya y yo, volamos hasta Seattle y luego bajamos por la costa hasta California y Disneylandia, continuamos hacia el este, al Gran Cañón, luego cruzamos las Grandes Praderas hasta Kansas, para subir a los Grandes Lagos antes de volver al oeste cruzando el Parque de Yellowstone, la mayor parte del viaje lo hicimos en autobuses Greyhound, nos hospedábamos en los moteles Howard Johnson y todas las noches, antes de irnos a dormir veíamos en la televisión las comparecencias del caso Watergate.

Me imagine a Frank con su holgado traje de grandes solapas de pie frente al Teatro Regal, esperando para ver a Duke o a ella salir tras finalizar una gala, que el cartero era Richard Wright repartiendo el correo antes que saliera su primer libro, y la niña pequeña con gafas y coletas, Regina saltando a la comba. Enlacé mi vida con las caras que veía tomando prestados los recuerdos de otros. De este modo intentaba tomar posesión de la ciudad hacerla mía.

La forma en que la gente hablaba del alcalde de Chicago era con familiaridad y afecto que normalmente se le dedica a un pariente, su fotografía estaba por todas partes, en las paredes del taller de reparación de calzado y en los salones de belleza, pegadas en las farolas desde la última campaña electoral; incluso en los escaparates de las tintorerías de los coreanos y de las tiendas de comestibles de los árabes, colocada en un lugar prominente como si fuera un tótem protector. El rostro del retrato me miraba desde la pared de la barbería; atractivo, pelo cano, cejas y bigote poblado, el destello en los ojos. Smitty reparó en que yo observaba la fotografía y me preguntó si me encontraba en Chicago durante las elecciones, le dije que no, el insistió con la cabeza.

Rafiq nos explicó que era el presidente de la Coalición para la Unidad de Roseland, una organización que se ocupa de una serie de actividades políticas para promover la causa de los negros y que según él había jugado un importante papel en la elección del alcalde Washington. Cuando le preguntamos de qué manera las iglesias podían involucrarse para fomentar el desarrollo de la economía local, nos entregó un folleto en el que se acusaba a las carnicerías árabes de vender carne en mal estado.

Antes de marcharnos Ángela le preguntó que si existía alguna posibilidad de que los jóvenes de Altgeld encontrasen algún trabajo a tiempo parcial. El señor Foster la miró como si estuviera loca.

  • Todos los comerciantes de por aquí rechazaban unas treinta solicitudes al día –dijo- adultos, ciudadanos de la tercera edad, obreros experimentados dispuestos a aceptar cualquier cosa. Lo siento.

Cuando caminábamos de regreso al coche, pasamos por una tienda pequeña de ropa llena de vestidos baratos y jerséis de colores vivos, con dos envejecidos maniquíes blancos, ahora pintados de negro, en el escaparate. La tienda estaba pobremente iluminada pero en la parte de atrás pude ver a una mujer coreana cosiendo a mano mientras un niño dormía a su lado. La escena me devolvió a mi niñez, a los mercados de Indonesia, los vendedores ambulantes, los curtidores de pieles, las viejas mascando betel mientras espantaban a las moscas de sus frutas sacudiendo con unas escobillas.

Siempre había dado por descontado que la existencia de esos mercados formaba parte del orden natural de las cosas, ahora sin embargo, cuando pensaba en Altgeld y Roseland, en Rafiq y el señor Foster, veía aquellos mercados de Yakarta como en realidad eran: frágiles, preciosos, la gente que vendía sus productos allí puede que fueran pobres, más pobres incluso que las gentes de Altgeld. Cargaban sobre sus espaldas unos treinta kilos de leña para el fuego todos los días, comían poco, morían jóvenes y a pesar de tanta pobreza en sus vidas seguía habiendo un orden perceptible, una urdimbre de rutas comerciales e intermediarios, sobornos que pagar y costumbres que mantener, hábitos ancestrales que una generación ponía en practican todos los días entre el regateo, el ruido y los remolinos de polvo.

Fue en esa falta de coherencia lo que hizo de Altgeld un lugar tan desesperado, pensé y la pérdida del orden establecido lo que había convertido a Rafiq y al señor Foster, cada uno a su manera, en personas tan amargadas. ¿Cómo podíamos remendar una cultura una vez que se había rasgado? ¿Cuánto tiempo iba a llevarnos eso en la tierra del dólar?

No intercambiamos palabra alguna durante el trayecto que nos llevaba hasta nuestra última reunión con el administrador de una sucursal cercana última reunión con el administrador de una sucursal cercana de la Oficina de Empleo y Formación dependiente de la alcaldía (MET), que colaboraba remitiendo a los trabajadores a unos programas de formación por toda la ciudad, tuvimos problemas para encontrar lugar –resultó que estaba en cuarentena y cinco minutos en coche desde Altgeld en una calle trasera del Distrito Electoral de Vrdolyak- y cuando llegamos el administrador se había marchado. Su ayudante no sabía cuándo estaría de vuelta pero nos entregó un montón de coloridos folletos. Les mostré la parte de atrás de uno de los folletos. Había una lista de todos los proyectos que el MET tenía en la ciudad, ninguno de ellos estaba por debajo de la calle noventa y cinco.

Tan pronto como volvimos a los jardines redactamos el borrador de una carta dirigida a la señora Cynthia Álvarez, Directora General del MET, decidido a no repetir los mis errores, trabajamos, incluido el comité de dirección hasta la extenuación; preparé un guión para la reunión insistí una y otra vez para que las otras iglesias enviaran a su gente, desarrollé los puntos de una petición concreta (cuota de empleo y creación de un centro de formación en el Far South Side) que creíamos que el MET podía asumir.

Era durante esos momentos cuando la familiaridad o el desaliento hacían desaparecer la barrera entre el organizador y el líder, que empecé a comprender lo que Marty quería decir cuando insistía en que tenía que llegar hasta el centro de las vidas de la gente. Me enseñaron los líderes de la comunidad que las motivaciones personales que se suponía que yo debía estar buscando iban mucho más allá de la inmadurez de las propuestas, que tras la conversación intrascendente, las biografías esquemáticas y las opiniones aceptadas de su personalidad, historias asombrosas y terroríficas, plagadas de sucesos que les atormentaban o inspiraban, historias sagradas.

En la parte relacionada del autor con Chicago podemos ver como con paciencia el autor se incorpora en la problemática de los barrios bajos integrados por Afroamericanos y como a través de las organizaciones civiles realiza trabajos comunitarios que gracias a la paciencia y a la habilidad del protagonista van produciendo frutos de una mejor convivencia social.

TERCERA PARTE:

Kenia

El Aeropuerto Internacional Kenyatta estaba casi vacío, los funcionarios sorbían sus tazas de té mientras comprobaban los pasaportes, en la sala recogida de equipajes una chirriante cinta transportadora vomitaba maletas lentamente, no había ni rastro de Auma, así que me senté sobre mi bolsa de mano y encendí un cigarrillo. Poco después un guardia de seguridad con una porra de madera se dirigió hacia donde me encontraba pensando que quizá estaba en una zona de no fumadores miré a mi alrededor buscando un cenicero pero en lugar de amonestarme el guardia sonrió y me pidió un pitillo.

Auma conducía un viejo Volkswagen escarabajo azul celeste. Para ella el coche suponía una modesta inversión: como keniata residente en el extranjero podía introducir su coche en el país libre de los elevados aranceles de importación. Auma había pensado que podría utilizarlo durante el año que duraría su trabajo en la Universidad de Nairobi y después venderlo por el precio del flete y quizá obtener además un pequeño beneficio, desgraciadamente había sufrido un golpe cuando íbamos camino del aeropuerto y el tubo de escape se había desprendido, cuando Auma aferrada con las dos manos al volante enfiló el renqueante vehículo hacía la autovía de cuatro carriles no pude evitar la risa.

Dejamos a Zeituni en la Fábrica de cerveza Kenia un enorme edificio donde trabajaba como programadora informática, cuando se apeaba del coche se inclinó para besarme en la mejilla, luego apuntó con su dedo a Auma.

El centro era más pequeño de lo que había esperado y la mayoría de los edificios coloniales permanecían intactos: una tras otra se alineaban las casas de fachadas de estuco blanqueado edificadas cuando Nairobi era un poco más que un puesto avanzado que proporcionaba servicios a los constructores del ferrocarril británico, al lado de esos edificios se levantaba otra ciudad, una ciudad de rascacielos, tiendas elegantes y hoteles cuyos vestíbulos apenas se diferenciaban de sus equivalentes en Singapur o Atlanta, era una mezcla atrayente e inaprensible, un contraste que parecía repetirse dondequiera que fuésemos: frente a la delegación de ventas de Mercedes-Benz por donde pasaba una fila de mujeres masai de vueltos en shukas rojos y los lóbulos de las orejas estirados y perforados con brillantes cuentas de colores o en la entrada de la mezquita al aire libre donde vimos como un grupo de empleados de banca se quitaban los zapatos de corte clásico y se lavaban los pies antes de unirse a granjeros y jornaleros en la oración vespertina.

Giramos en la calle Kimathi llamada así en recuerdo de uno de los líderes del Mau-Mau, había leído algo sobre Kimathi antes de salir de Chicago y recordaba una fotografía suya; era de un grupo de hombres con el cabello a lo rastafari que vivían en la jungla y captaban a la población nativa mediante juramentos secretos.

El campus de la Universidad de Nairobi ocupa unos diez mil metros cuadrados cerca del centro de la ciudad, las canchas de baloncesto están situadas en una ligera elevación que domina la pista de atletismo, estaban pavimentadas con guijarros y la hierba crecía en las grietas, observe a Bernard mientras nos turnábamos lanzando a canasta y pensé en lo generoso y amable que había sido conmigo durante los últimos días al guiarme por la ciudad mientras Auma andaba ocupada calificando exámenes, me agarraba de la mano tratando de protegerme al cruzar las atestadas calles, su paciencia era infinita cuando me detenía para mirar un edificio o leer un cartel delante del cual él había pasado cientos de veces.

Hacia el final de mi primera semana en Nairobi, Zeituni me llevó a visitar a Sarah nuestra otra tía, Auma no quería acompañarnos pero como su mecánico tenía el taller cerca de la casa de Sarah se ofreció a llevarnos hasta allí, el resto del camino dijo tendríamos que hacerlo a pie, la mañana del sábado recogimos a Zeituni y emprendimos viaje hacia el oeste, pasamos apartamentos construidos con bloques prefabricados parcelas áridas y llenas de basura, hasta que finalmente llegamos al borde de un ancho valle conocido como Marthare, Auma aparcó en un arcén y a través de la ventanilla del coche pude ver la barrida de chabolas bajo nuestros pies, miles y miles de techos de chapa ondulada destellando bajo el sol hojas de lirio mojadas que se extendían interrumpidamente por el valle en todas las direcciones.

Hacia el final de mi segunda semana de Kenia, Auma y yo fuimos de safari: en principio a ella no le gustó mucho la idea, cuando le enseñé el folleto movió la cabeza con gusto incrédulo, como la mayoría de los keniatas relacionaba las reservas naturales con el colonialismo.

-¿Cuántos keniatas crees que pueden permitirse ir de safari? – me preguntó – ¿Por qué no se puede cultivar todo ese terreno que se dedica a los turistas? Esos wazungu se preocupan más por la muerte de un elefante que por la suerte de cien niños negros.

Auma decidió quedarse con Granny pero Sayid y yo empaquetamos una muda de ropa y nos amontonamos con los demás en el viejo cacharro del director, llegar hasta Kendu nos llevó varias horas de viaje por la carretera principal, al oeste el Lago Victoria aparecería ante nosotros de forma intermitente sus tranquilas y plateadas aguas se iban haciendo menos profundas hasta formar verdes ciénagas, al atardecer estábamos aparcando en la calle principal de Bahía Kendu, una carretera ancha y polvorienta con una hilera de tiendas de color arena a ambos lados de la misma, después de darle las gracias al director cogimos un matatu que nos llevó por un laberinto de callejuelas hasta que estuvimos fuera del pueblo.

Estreche la mano de Dorsila y le dije que había conocido a su hermano mayor en Bahía Kendu asintió complacida y habló de nuevo:

-dice que su hermano es muy viejo – me tradujo Auma –cuando era joven se parecía mucho a nuestro abuelo a veces no los podías distinguir.

Asentí y saqué mi encendedor cuando vio la llama nuestra tía abuela mostró su sorpresa luego habló rápidamente con Auma. –Quiere saber de dónde viene la llama. Le mostré el encendedor a Dorsila y le expliqué cómo funcionaba mientras ella no dejaba de hablar Auma continuo.

-Me dice que todo está cambiando tan deprisa que le produce mareos y que la primera vez que vio la televisión creía que la gente estaba en el interior y que también podían verla a ella. Entonces pensó que eran unos maleducados porque no le contestaban cuando ella les hablaba.

Lo que tu abuelo respetaba era el carácter, la disciplina esa fue la razón por la que, a pesar de que aprendió muchas de las costumbres de los blancos, siempre acató las tradiciones en todo lo que hacía por eso creó, rechazó la religión cristiana, durante algún tiempo la practicó incluso cambió su nombre por el de Johnson pero no podía entender la clemencia con el enemigo o que ese tal Jesús pudiese perdonar los pecados de la gente, para mi abuelo eso eran sensiblerías algo que confortar a las mujeres, así que se convirtió al Islam, pensaba que sus preceptos eran más cercanos a sus creencias.

La imagen se desvanece, la reemplaza otra de un niño de nueve años: mi padre, esta hambriento, cansado, se aferra a la mano de su hermana en la búsqueda que han emprendido para encontrar a su madre, ya no puede aguantar más está completamente exhausto, así hasta que finalmente el delgado vinculo que lo une a su madre se quiebra y precipita su imagen hacia el vacío, el niño empieza a llorar, rechaza la mano de su hermana, quiere irse a casa, grita quiere volver a casa de su padre, encontrará una nueva madre, se perderá en sus juegos y será consciente del poder de su mente.

-Qué afortunado debió sentirse cuando el barco arribó a puerto, puede que al recibir la carta de Hawái se diera cuenta de que después de todo era un elegido que poseía la baraka implícita en su nombre, la bendición de Dios, junto a la licenciatura llegaba el ascenso social, la esposa americana, el coche, los elogios, las estadísticas, los dólares, la proporción adecuada de ginebra y tónica, el refinamiento, la elegancia una nueva vida sin las penurias y azares de tiempos pasados.

Vi que mi vida en Norteamérica la vida de negros, la de blancos, la sensación de abandono que había sido testigo en Chicago, todo estaba conectado a este pequeño pedazo de tierra separado por un océano conectado por algo más que por el simple accidente que suponía un nombre o el color de mi piel.

Comentarios sobre el presidente Obama

Si algo se le puede criticar a Obama es su falta de experiencia. Pero incluso eso se antoja como un argumento débil. Después de todo John F. Kennedy había pasado poco más de seis años en el Senado cuando decidió buscar la presidencia en 1960. La comparación con Kennedy no es trivial. Basta leer The Audacity of Hope, el libro que publicó hace algunos meses, para entender que, para Obama, Kennedy representa un ejemplo a seguir. Si Kennedy rompió la frontera religiosa al convertirse en el primer presidente católico de Estados Unidos, Obama pretende hacer lo mismo con la barrera racial. Si Obama decide postularse, Estados Unidos enfrentará una prueba titánica: ¿estará listo el país para elegir a un a un hombre de color como su primer mandatario? Encontrarle una respuesta a esa pregunta se antoja como una misión noble y necesaria.

~CRECIENTE ASIMETRÍA

Estados Unidos y México son dos naciones marcadas por diferentes patrones culturales, sociales, políticos y económicos. Las principales causas de esas diferencias se remontan a las raíces históricas de ambas naciones. Por ejemplo, México fue conquistado por los españoles antes de la Ilustración, mientras que Estados Unidos fue colonizado por los ingleses después de este importante periodo histórico. Por lo tanto, ambos países heredaron una trayectoria ideológica distinta, la cual produjo dos comunidades sociales diferentes. En el aspecto económico, México heredó un modelo semifeudal; mientras que Estados Unidos recibió un sistema semicapitalista. Más tarde, estas características se traducirían en dos mundos distintos que comparten una frontera común. A lo largo del tiempo, estas grandes diferencias estructurales se han acentuado y provocado una falta de entendimiento entre Estados Unidos y México, lo que en ocasiones ha generado una relación bilateral tensa.

En años recientes, tanto México como Estados Unidos adquirieron diferentes grados de poderío. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se erigió como una de las principales potencias económico-militares del orbe, en tanto que México continuó siendo un país subdesarrollado. Al término de la guerra fría, Estados Unidos ya no tuvo rival en su hegemonía militar. La asimetría de poder es, entonces, uno de los principales rasgos contemporáneos de la relación México-Estados Unidos. Esta realidad ha implicado que Estados Unidos se perciba como una potencia que impone sus intereses frente a México y que este último se asuma como un país subordinado frente a Washington.

PATRÓN CONFLICTO-COOPERACIÓN

Históricamente, la relación bilateral México-Estados Unidos ha oscilado entre el conflicto y la cooperación. Algunas veces, el principal rasgo de la relación ha sido de pleno conflicto. En otros momentos, la cooperación ha determinado, aparentemente, la principal trayectoria. Sin embargo, el patrón principal de la relación bilateral ha sido, durante mucho tiempo, una mezcla simultánea de conflicto y cooperación.

Múltiples razones explican este singular patrón, entre otras causas, el conflicto surge por 1) el nacionalismo mexicano producto de las invasiones y pérdida de territorio frente a Estados Unidos, que se ha traducido en un sentimiento antiestadunidense; 2) la creciente asimetría; 3) la constante presencia de fuentes de conflicto bilateral, como los asuntos de migración y narcotráfico; 4) la existencia de distintos intereses nacionales y el establecimiento de objetivos de política exterior divergentes y 5) las diferentes percepciones que ambos gobiernos tienen sobre diversos asuntos, muchas de las cuales resultan totalmente contradictorias.Las principales razones que explican la reciente cooperación entre México y Estados Unidos son 1) la creciente interdependencia económica materializada con la firma del TLCAN; 2) el nuevo papel estratégico de México después del fin de la guerra fría; 3) los cambios en las estructuras mundiales y en las condicionantes internos de ambos países; 4) el establecimiento de objetivos de política exterior comunes y 5) los enfoques teóricos similares, como en el caso del pragmatismo. Además, cuando México incrementa su capacidad de negociación internacional frente a Estados Unidos, hay mayores posibilidades de establecer mejores esquemas de cooperación, como fue el caso durante la Segunda Guerra Mundial.Los triunfos electorales del republicano George W. Bush y del panista Vicente Fox en el año 2000, hicieron prever una nueva etapa de la relación entre Estados Unidos y México en el siglo XXI. Algunos observadores auguraban una nueva etapa de plena cooperación (Perlez, 2000) entre ambos países. Las afinidades ideológicas y personales entre Bush y Fox imprimirían, además, un sello de cordialidad a la relación. En su momento, el presidente Bush declaró que México sería la prioridad de la política exterior en su administración (Castañeda, 2008: 126). Los hechos parecían respaldar esta afirmación. El primer viaje internacional del nuevo presidente estadunidense fue precisamente a México, cuando visitó el rancho de Vicente Fox en febrero de 2001. Era la primera ocasión, en la historia de la política exterior de Estados Unidos, en que un presidente estadunidense visitaba México en su primer viaje internacional. Generalmente, la primera visita internacional tenía como destino Canadá o Gran Bretaña, u otros países. Posteriormente, Fox sería el primer presidente extranjero en hacer una visita oficial de Estado a la recién inaugurada administración Bush en septiembre de 2001, antes de los ataques del 11 de septiembre.

Sus críticos le acusan de haber liderado durante estos cuatro años el principio del fin de EEUU, su declive –relativo– como gran potencia mundial. También de no sentirse a gusto con la hegemonía de EEUU e incluso de no tener una visión coherente de lo que es el poder de su país y de su influencia en el mundo, de ahí que en demasiadas ocasiones se haya mantenido al margen de los problemas mundiales, y de ignorar a los aliados tradicionales y acercarse a otros países que resultaban ser sus competidores. Señalan su incapacidad para gestionar el conflicto palestino-israelí, y su distanciamiento de Israel, sus pocos avances en la lucha contra el cambio climático, la perpetua mala imagen de EEUU en el mundo musulmán a pesar de sus intentos, sus difíciles relaciones con Pakistán, la incapacidad para frenar los avances nucleares de Irán y de Corea del Norte, la imposibilidad de alcanzar un acuerdo con Irak para mantener cierta presencia militar más allá de 2011, un desastre probado tras ver la situación de violencia sectaria en al que está inmerso, y como concesión a Rusia el desmantelamiento del sistema antimisiles que George W. Bush quería situar en Europa Oriental. Y, por supuesto, le recuerdan que Guantánamo sigue abierta.

 

 

Autor:

Abraham Bastida

Síntesis investigación