- Introducción
- La crisis horizontal de las universidades
- La crisis vertical de las universidades
- Conclusiones
- Recomendaciones
- Bibliografía
Introducción
Resulta preocupante la forma como se está dirigiendo la universidad. La acción universitaria tanto en la pública como en la privada se orienta hacia la crisis presupuestaria, la inseguridad en el campus universitario, la actualización de pensum de estudios y una actitud de defensa de la autonomía universitaria frente a la posición del gobierno. Es una orientación reformista, abordando cuestiones urgentes o cotidianas. Esto constituye una visión cortoplacista la cual representa dentro de la perspectiva de la gerencia de calidad, una de las enfermedades mortales de lar organizaciones (Deming, 1989). No se están convocando para nada ni a constituyente universitaria, ni las asambleas de la facultades para acometer la crisis que padecemos desde los últimos treinta años. Crisis ya diagnosticada por organismo como la UNESCO, 2005, 1998, 2008, y ORUS, 2005. Hay un conformismo que la universidad y el subsistema de educación superior no aguanta más, frente a su crisis interna y frente a la crisis social y política por el cual pasamos, no solo en Venezuela sino en América Latina. Una universidad que esté orientada a las reivindicaciones como elemento central, que no se discute, que no propone nada, que asume una posición oposicionista que no conduce a nada. Hay una urgencia de despertar la inteligencia universitaria, sustentada y fundamentada en la democracia, en la ética, en la ciencia, en las humanidades y las artes para poder visualizar una nueva universidad.
Todavía no entendemos cómo se no ve la crisis, y la urgencia de abordarla y solucionarla. Se mantiene una lógica de poder extrauniversitario por parte de una dirigencia que sabe cómo perpetuarse en el mismo poder buscando el apoyo de una comunidad desarticulada, que consigue votos, que sabe cómo se conquista el poder, pero que no asume el compromiso social y científico de abordar la crisis universitaria. Esta modalidad se repite y se repite a tenor de nuestros grandes problemas.
Frente a lo anterior, el presente trabajo tiene por objetivo explicar las dimensiones de la crisis universitaria, para así poder crear conciencia de la misma y para solucionarla según la recomendaciones que damos al final del trabajo. El término crisis resulta ya muy gastado por la mayoría de los discursos sociales, políticos y científicos. Puede significar cualquier cosa o acontecimiento. Puede abarcar desde fenómenos hasta procesos históricos o estructurales. A veces no significa nada. Un término vacío. Originalmente fue un término predilecto de la izquierda política o sus representantes intelectuales contra el sistema social y político. A pesar de esos vacíos y ambigüedades, la crisis existe y alude siempre a un estado de quiebre de la realidad social. Responde a una paralización, a un estancamiento y a una incapacidad para abordarla eficazmente. Para su mayor comprensión y precisión es necesario definirla en cada contexto. Porque siempre será referencial, por lo tanto hay que tomar en cuenta determinadas dimensiones y parámetros. Por ello el propósito de este trabajo es definir y explicar, desde una perspectiva holística y compleja la crisis universitaria y sus dimensiones. Hemos detectado dos dimensiones de la crisis, la dimensión horizontal y la vertical. La primera entendida como quiebre de actividades, servicios y funciones. Así tenemos las discrepancias entre los planos legales o normativos y la gestión universitaria, unida a la percepción y vivencias de los participantes. La segunda como quiebre de su estructura y fundamentación epistémica.
La crisis horizontal de las universidades
La crisis como discrepancia entre la norma y su aplicación
La crisis universitaria es en primer lugar una discrepancia entre la base legal y los resultados alcanzados de un gestión universitaria en conformidad con dicho orden.
Esto se demuestra en la forma como se ejerce en la universidad la autonomía y la democracia en todas y cada una de las variables, áreas y competencias de estas instituciones. Tomemos para este trabajo tres variables como el ingreso estudiantil, al rendimiento estudiantil (Narváez, 1999) y finalmente la participación de la comunidad universitaria.
La autonomía está consagrada en el artículo 109 de nuestra constitución y en su artículos 102 y 103 se consagra la educación como un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. Así mismo señala que todos los venezolanos tienen derecho a la educación sin más limitaciones derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones. Y en la Ley de Universidades vigente se consagra en su artículo 4 y 9 la democracia y la autonomía organizativa, la académica, la administrativa, la económica y financiera. Según esto, se observa una discrepancia entre los requisitos de ingreso que vienen estableciendo las universidades y los gobiernos de turno, desde la década de los años ochenta del siglo pasado hasta este año del 2015, donde fueron suspendidas las pruebas de admisión por el registro único propuesto por la Opsu, pero que trajo una reacción inmediata en el seno de las universidades autónomas. Las pruebas de admisión para el caso venezolano, eran las pruebas de actitud académica y las pruebas por facultad y escuelas. Estas pruebas solo se cumplían en la medida en que estaban reguladas por el cupo que cada universidad acordaba con la Opsu. Ocurría que pasaban las pruebas una cantidad de alumnos pero solo ingresaba la cantidad de alumnos por cupo establecido y se hacía en el orden de mayor nota hacia la menor nota, de modo que un estudiante pudiera tener una alta calificación en su bachillerato, pero quedaba afuera del sistema universitario. Se fue acumulando el número de bachilleres hasta alcanzar el número de 510.000 bachilleres que aspiran ingresar a las universidades del Estado.
En el momento actual ha dejado de ser democrática y popular cuando no ingresan todos los que tienen el título de bachiller en la mano. Aun con el esfuerzo conjunto del gobierno y sus universidades, de las universidades autónomas y privadas no van a poder ingresar todos los estudiantes, siendo una de las razones el modelo tradicional presencial de la educación, aunado a la baja inversión en recursos humanos e infraestructura que se necesitan. Se han dado pasos en la política de la democratización de la educación, tanto en la cuarta como en la quinta república, pero dicho modelo ha llevado a una grave masificación, poniendo en peligro la calidad educativa. Pienso que a las políticas de apertura debe acompañarse con un modelo educativo que deje solo lo presencial a la medula de cada carrera o programa y lo demás componentes a modelos educativos a distancia, virtuales, de asesorías, etc. Se ha reducido el ingreso de los estudiantes a un problema de cupo, cuando es una misión de Estado. La autonomía es una conquista política y de descentralización del Estado y su misión es la misión del Estado, que no debe confundirse con la misión de gobierno.
Prometer la no exclusión pero no ejecutada en la realidad del país y de la universidad es una incoherencia, y es en definitiva anticonstitucional. El ingreso además es un problema ético y un problema que toca la responsabilidad de la gerencia universitaria, pues a ella le corresponden garantizar y poner en marcha nuestro orden legal existente. Dejan de utilizar todo el instrumental de la planificación e investigación institucional y organizacional para prever las demandas estudiantiles y solo incluyen en el presupuesto los gastos fijos de nómina y un bajo porcentaje en gastos variables. Mientras dejan de lado la acción gerencial de negociación frente a los gobiernos y particulares como las empresas para conseguir mayores recursos. Esto trae implicaciones inmensas con respecto a la naturaleza de la universidad. La dirigencia universitaria sigue sosteniendo hoy en pleno siglo XXI una tesis falsa científicamente según la cual a mayor masificación menor es la calidad, y por ello han instaurado el cupo. Es falsa porque no han movilizado la ciencia y la creatividad de la educación, al no diagnosticar la fuente o las causas de la baja calidad y al no innovar con las nuevas tecnologías educativas para enfrentar la masificación. En ese sentido la universidad es condenada por la dirigencia a no ser democrática ni popular.
Otra implicación que trae es un efecto perverso en la sociedad. Por un lado dejamos sin posibilidad de estudio a la juventud venezolana, ¿qué hará? ¿Se iran al comercio solo como simple obreros sin calificación?, ¿se irán al ocio, al desempleo, a la delincuencia?. Sin formación del capital intelectual es imposible construir el capital social y cultural que posibilita construir la productividad y convivencia ciudadana,
Esto no se ha considerado. Ha predominado como criterio el modelo de la calidad desde la perspectiva de la elite universitaria. Frente a esto no quiere decir que la propuesta del gobierno actual de eliminar todas clases de pruebas bajo el argumento de que son discriminatorias y excluyentes, sea el camino adecuado. Por el contrario se presenta sin ninguna propuesta orgánica, mas es conflictiva por naturaleza porque por la vía que la proponen lesiona la autonomía universitaria consagrada en la constitución de 1999. El camino debe ser otro: Un camino de compromiso con diagnósticos y propuestas sustentadas científicamente. Previamente el Estado y la sociedad deben resolver la caja negra del liceo o la educación media. Si se llegase diversificar es posible generar salidas técnicas para el mercado y los servicios, y seguramente se aliviaría el cupo en las universidades.
Se proclama la calidad académica tanto en el nivel de la docencia, la investigación y la extensión. Este parámetro no solo es normativo, sino también de política educativa universitaria del cual hay un gran consenso. Pero hay un abismo con respecto a los resultados.
En el caso de la docencia, los resultados indican que el rendimiento estudiantil y profesoral es bajo. En el primero se señalan estadísticas según las cuales solo el 10 por ciento de los estudiantes es regular, o que el rendimiento promedio es de 12,5 puntos a nivel nacional.
En el caso de los docentes, el rendimiento o productividad que se pide es la mínima, acordada en la relación gremial. Con esto se condena y limita el desarrollo de las potencialidades del docente o el investigador, precisamente en la época en que se proclama la sociedad del conocimiento.
Se proclama la excelencia del docente pero la realidad es otra. No hay mecanismos para lograr mayor productividad. Hay en la ley, específicamente, en las normas a dedicación exclusiva que el profesor presentará dos monografías al año. Pero esto no lo hacen cumplir la dirigencia universitaria. El profesor que lo presenta, lo hace a su voluntad y responsabilidad pero no a la dinámica de la organización educativa. Y al cumplir no hay un apoyo para que se publique esos resultados.
El caso de la participación de la comunidad también resulta crítica. La dinámica universitaria ha sido impuesta externamente, desde los partidos, grupos políticos y gremios, y como derivación de esto no ha sido democrática en la elección de sus líderes, puesto que son impuestos o cocinados previamente por esos factores externos. Un candidato ya es previamente candidato de un grupo. El problema de esto es que la organización universitaria tiene pautados mecanismos como el Claustro Universitario o la Asamblea de la Facultad para elegir a sus autoridades o representantes. Estos mecanismos son formales y de ellos no emergen sus representantes, solo se movilizan para que durante todo un día determinado los profesores desfilen para votar por un candidato determinado. Además, muy pocas facultades tienen un auditórium lo suficientemente adecuado para reunir una asamblea determinada. El gremialismo tiene su base histórica y es consecuencia de la aplicación de una pésima política de desarrollo del recurso humano tanto de los profesores, empleados y obreros, unido a la ausencia de un modelo gerencial que articule por consenso y con fundamentos científicos la comunidad universitaria. No existe un plan de carrera del personal docente y de investigación. Solo hay una modelo de jerarquía que va de profesor instructor a titular, pasando por asistente, agregado y asociado. Solo con políticas de financiamiento adecuadas del Estado y a tiempo, con un plan de desarrollo de la carrera laboral y una gerencia con eficiencia el gremialismo dejaría de tener una sobredimensión a veces negativa en el funcionamiento de las universidades.
Por otro lado, los representantes como saben que la comunidad no participa en las Asambleas de la Facultad, han estructurado un reglamento que legaliza más no legitima la toma de decisiones. Acuerdan que si en una primera reunión no hay quórum, entonces se reunirán con los que asistan en la próxima reunión. Y una minoría termina decidiendo por todos o la mayoría. Esto significa desde el punto de vista sociológico que no existe ni se ejerce la legitimidad de las autoridades. Esta práctica también se da a nivel gremial. Con el agravante de que las decisiones en su mayoría no son para el interior del gremio sino que repercuten en la normalidad de la universidad, como por ejemplo cuando una minoría decide una huelga o paralización. Con esto la academia queda como rehén de los gremios, que si reclama, son desmovilizados por una minoría.
Por otro lado la autonomía ha significado aislarse de la sociedad relegando la función extensión. Esta cuando se hace es de forma aislada, sin una política orgánica que la respalde. La puesta en marcha de la norma de la responsabilidad social de los alumnos, va sin la responsabilidad social del resto de la comunidad como profesores, empleados y obreros. Es solo un requisito sin haber previsto ninguna estructura de apoyo para su realización y por lo tanto es negadora de la participación social
En conclusión en este aportado se demuestra la crisis universitaria como la discrepancia entre la normativa y la acciones que se efectúan; no se han pensado mecanismos organizacionales y gerenciales para poder garantizar eficacia, eficiencia y la efectividad de la ley y sus reglamentos.
La crisis como estado determinado de la realidad universitaria
La crisis es un estado de un sistema en un momento y en un espacio determinado. Los casos anteriores, como el ingreso de los estudiantes y la no participación del profesorado responden a este estado. Esta situación pertenece a la realidad de la universidad. No es algo pasajero, tangencial, forma parte de la situación universitaria.
La crisis como estado prolongado
La crisis se identifica cuando se produce un estado prolongado de la discrepancia, entre una acción y el ideal de quienes actúan. No solo ocurre que los estudiantes no ingresen en un determinado momento, o que los profesores no participen sino que esto se mantiene de manera prolongada en el tiempo. Deja de ser coyuntural para instalarse como característica crónica de la estructura universitaria. Cada gestión entrega a la nueva sin evaluar procesos y planes establecidos. Borrón y cuenta nueva. Desaparece la memoria universitaria.
La crisis como discrepancia entre los resultados alcanzados y las exigencias de la realidad
Aun cumpliendo las universidades con lo que se proponen de acuerdo a la ley y a sus planes derivados, ese resultado aparece desfasado de la realidad donde opera la universidad. Pongamos el caso de las carreras universitarias, aun graduando los profesionales, los mismos no abarcan el perfil que realmente exige la sociedad. Por un lado, las reformas curriculares ocurren entre 10 a 20 años, cuando la estructuración del conocimiento ya se está dando en meses y hasta días. Por otro lado, se han operado cambios abismales en la sociedad mundial, cambios en el modelo político que lleva a la confrontación entre globalización con centro de poder único, generalmente regido por el mercado, y la mundialización con multicentros de toma de decisiones y la pluralidad cultural. Esto unido a la conformación de comunidades mulnacionales o supranacionales como la Unión Europea, la Unión de países Latinoamericanos y del Caribe, entre otros. También asistimos al cambio del modelo técnico científico, en el mundo del ciberespacio, en las nuevas tecnologías de información y comunicación. A esto no han respondido las universidades. Una de las razones es que se sigue formando al profesional con mentalidad local y de empleado, soñando con entrar en una empresa del Estado como PDVSA o a una compañía transnacional, o de emigrar a los países del norte, buscando el mejor trabajo y salario. Tenemos en todo el territorio nacional un profesional todavía escolástico, enciclopedista, lleno de teorías, con poca articulación con las problemática de la sociedad y de su tiempo. Este profesional porta y transmite la crisis universitaria. Nace desarticulado, desorientado. Solo con la necesidad de trabajar pero no sabe donde, ni encuentra ofertas en el mercado laboral. Esta es otra crisis que se abordará en otro espacio. No hay una reforma o transformación curricular de fondo, solo de pensum, hasta el punto de confundir curriculum con pensum de estudio, se confunde la visión estratégica de la formación con materias y cursos. Nada de emprendimiento, nada de liderazgo, nada investigador.
El desfase también ocurre con respecto a la pertinencia de la investigación y la extensión realizada dentro de las diversidades. Tenemos centenares de escritos sin ninguna direccionalidad, sin ninguna pertinencia social y sin acceso masivo (Se publican con pocos ejemplares, y no se utiliza el internet para promoverlas) y cuando si tienen difusión no existe el mecanismo gerencial para negociarlas y aplicarlas en la región, en el país o en el exterior.
En el caso de la Universidad Venezolana este estado prolongado no se vive como crisis, porque no hay mecanismos de evaluación institucional que la alerten. Estando en pleno desacato del numeral 18 referido a la evaluación en lapsos no menores de diez años por parte del Consejo Nacional de Universidades en su artículo 20 de la Ley de Universidades. La crisis la interpretan las autoridades como critica de la oposición, de los mensajeros del desastre. Donde todo va marchando adecuadamente. Y si hay problemas puntuales estos ya se están abordando para solucionarlos. Sin embargo el análisis es otro. Ciertamente hay problemas pero los mismos por sus características e incidencia en la naturaleza de la universidad pasan a conformar lo que hemos denominado CRISIS UNIVERSITARIA.
La crisis como percepción apocalíptica de la universidad
La crisis aparece cuando el sujeto de la acción, reconoce la crisis, llenándose de pesimismo. Se paraliza, y percibe un Apocalipsis, un cataclismo, un final y en ese estado se ve en la imposibilidad de establecer los mecanismos necesarios y suficientes para su superación, corrección o readaptación. La crisis como Apocalipsis se observa en el comportamiento de las autoridades y gremios e individualidades. Por ejemplo cuando el presupuesto no alcanza para un ejercicio fiscal anual, la universidad llega a colapsar. Hay la desesperación, y lo único que proclaman las autoridades es un cierre técnico o declaran emergencia financiera. Por su parte los gremios optan por enfrentarse al gobierno de turno. Llaman a asambleas, realizan marchas, preparan avisos y llaman a huelga indefinida. A nivel personal les invade también la parálisis cuando señalan que es imposible en el estado de cosas mejorar la universidad. Muchos apelan a los milagros, o la buena pro del gobierno. Sin embargo la visión debe ser otra. Tomar la crisis como un momento para su transformación, para la construcción de una nueva universidad.
La crisis universitaria como personal
Siguiendo a Habermas (1987) podemos considerar que existe ya instalada la crisis sistémica de las universidades, pero se entenderá en la medida en que pase a ser crisis motivacional, cuando llegue poner en peligro la estabilidad de los actores del proceso, en este caso profesores, empleados y obreros. Esto ya se instaló en la universidad. No se termina por fortalecer una salario que permita satisfacer las necesidades inmediatas, y las necesidades estatutarias y profesionales. Hoy en la actual coyuntura aflora la crisis motivacional frente al alto costo de la vida y los pésimos salarios del personal universitario. Esto impacta en la eficiencia de las universidades al tener un personal desmotivado, y obligado prácticamente a bajar su productividad académica Esperemos que el acuerdo entre gobierno y sector universitario sea favorable en las reivindicaciones socio laborales.
La crisis como incapacidad del liderazgo universitario
La dirigencia universitaria, se muestra incapaz de resolver los problemas que son de su competencia. El caso del presupuesto, el rendimiento, la participación, por ser problemas con una permanencia en nuestra historia revelan que no se ha podido enfrentar en todo este tiempo, no se han podido solucionar. No se han convocado a los más calificados para enfrentar la crisis. Hoy sabemos que existen propuestas para racionalización del presupuesto, para cambiar el currículo universitario, de estructurar la organización académica y administrativa, de conformar un sistema gerencial más flexibles y eficiente. Todo esto pasa al olvido, o se reconoce pero no las aplican. Esto se complica en la coyuntura actual cuando se suspendieron las elecciones universitarias. Las autoridades rectorales casi duplican su tiempo y las decanales ya lo hicieron. En todo este tiempo ha predominado como problema el presupuesto y la inseguridad pero no se ha creado un movimiento de reforma universitaria interna. Si bien es cierto la existencia de esos dos problemas también es cierto que las universidades pasan por una crisis y exigen una transformación.
La gerencia universitaria es incapaz inclusive de autoevaluarse. De auto interpelarse, siendo la evaluación un mecanismo gerencial en el contexto de un sistema que debe planificar, organizar, dirigir, y controlar. Se cree que evaluar es devaluar, cuando en realidad es oportunidad para elevarse en su propia historia. Los decanos presentan una memoria y cuenta a la asamblea de su respectiva facultad, pero solo es para conocimiento y no como vía de la evaluación de la gestión.
Esta incapacidad trae como consecuencia que las autoridades entiendan toda crítica como críticas a la institucionalidad o a sus personalidades. Se inician procesos de enemistad, o contradicciones de persona a persona que no conducen a nada.
La crisis como incomunicación e incomprensión entre la generación adulta y la generación joven.
No existe un sistema de comunicación e información que favorezca la construcción de una comunidad universitaria. Las dependencias académicas actúan como feudos académicos o dependencias aisladas que operan sin una comunicación orgánica, ni a nivel interno de las escuelas, de las facultades, de la universidad en general, ni a nivel del ambiente organizacional externo.
Por otro lado una de las crisis de mayor profundidades y magnitud en la educación y en particular en las universidades es el vacío, el abismo existente entre la generación de profesores y la generación joven. No se tiene idea de cómo organizar la educación superior desde esta perspectiva. Siempre se establece la organización desde de óptica del docente, o de los contenidos de las disciplinas o del mercado laboral.
Se les prepara las carreras, las materias, los exámenes, las evaluaciones, la graduación, y si los estudiantes no siguen estas instrucciones o mandos son calificados como revoltosos, revolucionarios, irresponsables, rebeldes sin causas. La vía de comunicación entre ambas generaciones es el conductivismo. Dejando afuera el concepto de comunidad espiritual que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre, tal como lo establece el artículo 1 de la Ley de Universidades y el contenido de la Nueva Ley Nacional de Juventud-
El plan de formación no incluye el poder vivir la generación joven porque todo está diseñado a imagen y semejanza de los adultos. Esto trae como consecuencia una cantidad de conflictos desde los personales hasta el enfrentamiento colectivo de alumnos y profesores, tal como ha sucedido en el pasado, desde el movimiento de Córdoba en 1918 (Tunnermann, 1979), o el mayo francés. del 1968.
En resumen, como se puede observar todas las caracterizaciones de la crisis anteriormente expuestas son de carácter horizontal, y pueden identificarse como simples problemas. Pero su impacto negativo en los fines de la universidad unido a su permanencia van conjugando una forma de crisis universitaria, la cual ha llevado a paralizaciones, malos entendidos, conflictos generacionales e ineficiencia gerencial. Son crisis normativas, coyunturales y funcionales. El nivel coyuntural de la crisis se refiere al hecho de que el universitario y especialmente los dirigentes, percibe lo que está pasando como un acontecimiento del momento, causado probablemente por la oposición al de gobierno de turno. Así, las autoridades califican una paralización o huelga como un asunto del gremio que quiere ganar puntos ante los seguidores, sean profesores, empleados, obreros o estudiantes. Huelga que pasa una vez que logren sus objetivos, como por ejemplo haber firmado el convenio laboral, o el cobro de un retroactivo.
También es coyuntural la crisis cuando ante sus problemas como por ejemplo la paralización de la institución o su falta de evaluación, las autoridades decretan el cambio y la transformación y pretenden que poco tiempo se logre ese objetivo. Para ello creen que por medio de la movilización de la comunidad a través de asambleas masivas pueden alcanzar dicha transformación.
Como complemento al anterior aparece la dimensión de la crisis como dimensión legal. Las leyes no están vigentes, por lo tanto se nombra una comisión para que la renueven o realicen unas nuevas. En esto tenemos más de cuarenta y cinco años con la misma ley de universidades y una cantidad de reglamentos que se contradicen unos con otros.
La crisis vertical de las universidades
La crisis estructural, histórica y paradigmática
Veamos ahora las dimensiones de la crisis desde un análisis vertical, para medir su profundidad, en ese sentido se distinguen las dimensiones estructurales, históricas, paradigmáticas y epistémicas.
El nivel estructural de la crisis tiene que ver con la parálisis de todo el sistema institucional frente a sus problemas. Una estructura burocrática rígida, un modelo gerencial sin coordinación y empírico en sus acciones, una estructurara curricular desfasada de los requerimientos de la realidad y de la ciencia, la tecnología, las humanidades y las artes, van configurando este tipo de crisis.
Esto se profundiza hacia una crisis con una dimensión histórica. Ya no solo por su estado prolongado en el tiempo sino que en un determinado momento de la evolución de la universidad, se empieza a quebrar el sistema académico original, apareciendo un problema en el funcionamiento universitario, así del problema pasa a problemática estructural y de esta a crisis de la universidad. Por ejemplo podemos preguntarnos ¿hasta qué año estuvo vigente un currículo disciplinario, o una gerencia empírica, o una organización burocrática?
La crisis paradigmática.
Esta crisis histórica va dando lugar al nivel paradigmático de la misma. Esta crisis tiene que ver con la naturaleza de la organización, con sus parámetros fundacionales que resultan vencidos a tenor de las circunstancias científicas, sociales, epistemológicas, psicológicas. En este sentido el Observatorio Internacional de Reformas Universitarias (ORUS) (2005) ha venido llamando a atención sobre esta dimensión de la crisis. Señalan que existen abundantes diagnósticos de la crisis universitaria la cual está relacionada con la crisis civilizacional por la que pasa la humanidad y en particular la crisis es epistemológica. Llegan a afirmar en el documento Manifiesto de Caracas (2005) emanado del "Seminario Internacional La Universidad Hoy", que sin reforma de los modos pensar no hay reforma universitaria.
El estado prolongado que ya se explica por la crisis estructural, histórica y paradigmática de las universidades pone en peligro la vida, la estabilidad o la supervivencia del sistema educativo autónomo. Esta es la crisis paradigmática. En los años setenta la universidad autónoma era el centro único y privilegiado de la educación superior. Pero la escasa visión de la dirigencia en torno a su desarrollo y ampliación, dada la demanda estudiantil y la demanda social de nuevos programas y proyectos académicos, prefirió asumir en el mejor de los casos una visión conservadora. Se dedicaron a consolidar lo ya conquistado. De vivir de las glorias del pasado. Frente a esto, en las dos décadas siguientes hasta el día de hoy, la sociedad, por medio de su sector privado aprovechó la oportunidad para abrir universidades e institutos de estudios superiores absorbiendo una gran cantidad de matrícula. Instituciones que pretenden asumir el papel de las universidades autónomas, que pretenden competir y alcanzar los mismos objetivos. Esto ha traído como consecuencia, lo que se quería evitar originalmente como la privatización de la educación y por consiguiente su mercantilización. Hay universidades sin una estructura de investigación. Sin una política del recursos humanos, subpagando a los profesionales docentes. Masificando la universidad, sin cuestionar la calidad. La actitud conservadora de las universidades autónomas implicó también que el Estado asumiera el control de universidades experimentales, politizando la gestión universitaria, pero sin entrarle de fondo a la crisis universitaria. Si apoyaron la cobertura educativa y en otros casos apoyaron la investigación. Por otro lado, tanto el Estado como las mismas instituciones privadas contrataron los servicios de una cantidad de instituciones privadas y personalidades para llevar a efecto diagnósticos situacionales o propuestas de reforma o cambio. El IESA es un ejemplo de esta situación. No estamos contra las universidades privadas, ni contra la iniciativa del Estado, lo que tratamos de significar es que el proyecto de universidad autónoma ha quedado atrás frente a la diversificación de la educación superior. Pero también queremos significar que el abordaje en todos los casos sido el tradicional sin cambiar los parámetros estructurales y fundacionales de la educación superior. Las privadas ciertamente mejoran en eficiencia a las autónomas, pero el modelo académico es el mismo y está profundamente agotado y vive una severa crisis.
La lógica reformista para abordar los problemas universitarios.
Pero en la universidad si bien los problemas que existen no son solucionados históricamente o paradigmáticamente, no pasan a ser percibidos como crisis, ya que la dirigencia universitaria o bien los enfrenta parcialmente o bien los difieren, mientras que la comunidad se conforma con una mentalidad conformista y asalariada. Hay en ese sentido una crisis latente, profunda y enmascarada. Y no se manifiesta, dada aparentemente la estabilidad que creen tener el sector de los profesores, empleados y obreros, mientras que el sector estudiantil, sin contar con una dirigencia representativa, se consumen en su propio conformismo.
Una de los principales elementos de la crisis de la universidad es vivirla dentro de una paradoja. Por un lado, se presentan grandes logros como la cantidad de egresados, la cantidad de PEI y de publicaciones, la cantidad de actividades culturales que se presentan, frente a problemas académicos de fondo que degeneran en una crisis estructural, histórica y paradigmática. Y para no enfrentar la crisis, se han dedicado algunas autoridades a fortalecer áreas no problemáticas o en desarrollo. Empiezan a dedicarse al postgrado, en desmedro del pregrado, a realizar convenios interinstitucionales, a realizar conmemoraciones sobre fechas históricas y heroicas, o a condecoraciones a los mejores de la universidad, al tiempo que se han mostrado indiferente a la crisis, o la han ignorado o eludido. La crisis la han apartado simplemente de la gestión universitaria.
Cuando de alguna manera han aparecido los problemas han cedido ante los mismos, recurriendo a prácticas clientelares, o burocráticas. Han tenido que aliarse o amararse profundamente a la práctica partidista o gremialista que impone una dirección pragmática determinada. Históricamente, cuando las cosas se ponen difíciles, entonces las autoridades de turno tratan de enfrentar los problemas por medio de la famosas comisiones de currículo o de evaluación institucional, integradas ahora si por los llamados expertos. Estas comisiones cuando llegan a proponer una política o un plan de desarrollo institucional, después de interminables reuniones, las estructuras decisorias no las toman en consideración: Ni las asambleas, ni los consejos de escuela, ni los de facultad, ni el universitario, pasando al olvido. O si no, frente a las emergencias, entonces convocan a las asambleas sin término de tiempo, sin plan de trabajo, hasta agotarse irremediablemente. Opera un asambleismo que funciona más como catarsis que como un mecanismo de evaluación o cambio universitario. Esta lógica no tiene perspectivas, solo reorientando las estrategias institucionales podemos ver algunas luces sobre una nueva universidad.
La verdadera crisis: la epistémica.
La investigación que hemos hecho hasta ahora ha sido el de analizar la situación universitaria desde la sociología, la pedagogía o la sociología de la educación. La conclusión es que estamos ante la presencia de una crisis universitaria funcional y estructural. Pero esto no queda a este nivel, hemos querido aportar analizando las bases epistémicas de la universidad. Encontramos que las bases epistemológicas, ontológicas y axiológicas están vencidas, agotadas. Hoy la visión de la ciencia que soporta la formación profesional sigue siendo disciplinaria, cuando desde los años ochenta la ciencia de vanguardia va por la transdisciplinariedad (Méndez, 2005) Con esta visión se puede abordar ontológicamente la realidad solo desde su fragmentación, desde la economía, desde la política, desde la sociología, desde la comunicación, desde el derecho, etc., etc., cuando es holística y compleja. Es una realidad única, cambiante, dinámica, imprevisible pero creativa al mismo tiempo. Y no solo por esto sino que la misma realidad mundial, internacional, nacional, regional nos resulta problemática y critica, y exige de la inteligencia universitaria una respuesta a tiempo y eficiente. Y axiológicamente la universidad sigue en su papel de productora de profesionales universitarios y de conocimiento sin involucrase en la solución de los problemas de la realidad. No asume corporativamente la responsabilidad social como estrategia de su propio desarrollo. Las universidades no han querido dejar atrás la neutralidad valorativa heredada del positivismo.
El análisis efectuado revela que frente a la indiferencia que tiene el liderazgo universitario incluyendo autoridades, dependencias así como organizaciones gremiales y políticas que conviven en la universidad, existe instalada una crisis universitaria que se puede comprender desde un dimensión horizontal la cual abarcan las discrepancias entre el orden legal y planificado, y entre estos y los resultados alcanzados en las diferentes áreas de desarrollo de la universidad, en especial se observan esas discrepancias en el ingreso, en el redimiendo estudiantil y profesoral, en la evaluación institucional, en los servicios comunitarios. También en las diferentes actitudes que asume el personal respecto a la crisis universitaria. Así mismo se detecta una crisis vertical la cual abarca la dimensión estructural, histórica, paradigmática y epistémica. Finalmente se discute que las autoridades universitarias eluden la crisis bien sea ignorándola o aplicando mecanismos como el de las comisiones o las asambleas que no conducen a nada.
Frente a esto se proponen las siguientes recomendaciones:
1-No es por asalto al poder o por medio de la revolución de un determinado color como podemos solucionar la crisis de las universidades. Es necesario establecer cuatro parámetros desde el punto de vista institucional para lograr el cambio: El consenso, la gerencia académica, la base científica y el nivel educativo.
Con el consenso se admite la multiplicidad de comunidades, corrientes y perspectivas que existen y hacen vida dentro de la universidad autónoma. Socialmente, debe prevalecer el sentido ético y humano de la acción universitaria, hacia los alumnos, hacia los problemas más urgentes de nuestra sociedad.
2-Desde el punto de vista gerencial aprovechar la estructura organizacional universitaria actual para que dentro de la visión estratégica y asumiendo los aportes de la tecnología que brinda el Desarrollo organizacional o transformacional (French, y Bell, 1996, French, y Zawacki, 2005) se presente en términos de 60 días una visión compartida de la universidad para los próximos diez años. Visión que debe estar en consonancia con los más altos intereses del Estado Venezolano. Para ello se establece que el gobierno y el cogobierno universitario estén en sesión permanente. Se abren las consultas correspondientes bien por la vía organizacional o por la vía de consulta especializada. Aquí no se va a delegar a comisiones, sino que desde la propia autoridad instituida se llevarán a cabo las acciones directivas correspondiente.
Por la vía científica es necesario establecer los siguientes parámetros para la nueva universidad: 1- Desde la perspectiva epistemológica establecer la necesidad de refundamentar la universidad a partir de una visión conjunta entre todos los saberes, entre la ciencia y el arte, la filosofía, la religión, la visión popular. Establecer que la formación universitaria debe estar cimentada sobre la complejidad y la transdisciplinariedad, el profesional emprendedor y líder social.
Desde el punto de vista educativo, iniciar un plan de formación sobre gerencia educativa, currículo universitario, epistemología y actualización en las nuevas teorías científicas en cada una de las áreas universitarias , como en las áreas de salud, humanística, científico técnico, ingeniería y arquitectura, agronomía y veterinaria. (Méndez, 2004).
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Autor:
Evaristo Méndez Quintero*
* Sociólogo, Dr. en Ciencias de la Educación, Profesor Titular Jubilado de la Universidad del Zulia, Ex secretario Ejecutivo de la Comisión Central de Curriculum de Luz. ;