6. Medidas
Luego de analizar el problema, los altos mandos y paises miembros de la OPEP se reunieron para llegar a un acuerdo, auque no todos fueron satisfactorios. Asimismo Estados Unidos busco solucionar su problema usando sus reservas, tal como lo hiciera en pasadas crisis.
La cumbre de Riad fracasa en su intento de acordar medidas para abaratar el petróleo
Pero nada de eso sucedió, a pesar de que a todos los participantes les preocupa que el crudo se haya asentado en torno a los 30 dólares. Únicamente Arabia Saudí se mostró dispuesta a aumentar la producción si el invierno es largo y muy frío o se agrava el conflicto en Oriente Próximo.
El invierno será duro y no se notará sólo en la temperatura, también en el presupuesto de los usuarios y los Gobiernos de los países importadores de petróleo. Tras dos jornadas de intensas negociaciones multilaterales y bilaterales, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y los principales consumidores (la UE, EE UU y Japón) no lograron adoptar al menos una medida concreta para frenar la escalada de los precios del crudo y los carburantes y aliviar la presión de la inflación sobre los países consumidores.
A pesar de que la cumbre abrió el diálogo entre las partes, se quedó corta a la hora de apartar las diferencias en un momento en que el precio del barril se ha afianzado en torno a los 30 dólares, el precio más alto en 10 años. La situación es grave, el coste de la energía ya ha sumado un punto a la inflación en la zona euro y ha desacelerado el crecimiento económico. Por ello, porque la situación es grave, se esperaba más de esta cumbre.
Para los participantes, la cumbre resultó positiva. "De este tipo de foros", dijo la comisaria europea de Energía y Transporte, Loyola de Palacio, "no se pueden esperar resultados inmediatos, sino más bien a medio plazo. Creo que ha servido para que haya una mayor colaboración entre consumidores y productores para lograr precios estables y evitar que se produzcan situaciones como las actuales en el futuro".
Bill Richardson, secretario de Energía de EE UU, dijo que la reunión había servido para que "varios productores de crudo hayan dicho que la era de confrontación debe terminar". Para Richardson, esta reunión ha servido para que todos reconozcan que un precio de 30 dólares por barril es demasiado alto -debe estar entre 20 y 25- y que la intervención de los Gobiernos (refiriéndose a la OPEP) para crear precios artificiales no beneficia ni a productores ni a consumidores.
Richardson insistió en que debe ser la OPEP la que debe dar el primer paso para que se estabilice el mercado a través de un incremento de su producción a partir de febrero. "La peor ocurrencia de la organización podría ser un recorte de la producción", apostilló Richardson.
Éste ha sido el punto más árido de tratar en la reunión. La OPEP sostiene que la oferta de crudo es suficiente y que incluso excede en 1,4 millones de barriles diarios la demanda. Insiste en que la volatilidad del mercado depende de factores ajenos a la oferta, como son la especulación, la falta de capacidad de las refinerías y los impuestos que gravan los carburantes. Este último ha sido el segundo gran obstáculo en el diálogo durante la cumbre.
La novedad respecto a los niveles de producción es que ayer el ministro venezolano de Energía, y quien será secretario general de la organización a partir de enero, Alí Rodríguez, declaró que no cree probable que el cartel recorte su producción tras su reunión del 17 de enero en Viena, sino que más bien la mantenga en su actual nivel de 29,5 millones de barriles.
Cambio de postura Esto ha significado un cambio de postura del cartel, puesto que el lunes pasado, en su última reunión del año, la mayoría de los países estaban a favor de bajar la producción en enero para prevenir una caída de los precios con la llegada de la primavera. La decisión es polémica en el seno de la OPEP, puesto que si reducen la producción en enero, en mitad del invierno, pueden provocar que los precios se disparen, y si dejan la decisión para marzo, puede ser tarde para lograr su objetivo de prevenir que los precios se reduzcan a menos de 25 dólares.
Arabia Saudí volverá a jugar en enero un papel crucial para el mercado petrolífero. Ayer, al término de la reunión, el ministro de Petróleo saudí, Ali al Naimi, reiteró por enésima vez que su país está listo para aumentar su producción si el mercado lo requiere, e incluso añadió que lo hará si el invierno es muy frío o se alarga en el hemisferio norte, e incluso si algún caso de inestabilidad política se produce, refiriéndose indirectamente a un agravamiento del enfrentamiento entre árabes y palestinos.
Al Naimi aseguró que Arabia Saudí "puede poner en el mercado 1,8 millones de barriles, más de los casi nueve que produce en 90 días si se presenta una crisis". Las declaraciones de Al Naimi sin duda tranquilizarán al mercado a corto plazo y, según los expertos presentes en Riad, pueden ayudar a que el precio del crudo baje en el corto plazo, es decir, a finales del primer trimestre de 2001 o incluso antes, si el mercado no percibe que se avecina alguna situación extraordinaria.
Transparencia Del Gobierno saudí, como anfitrión de la cumbre, partió la única medida más o menos concreta para contribuir a la transparencia que, según los participantes, el mercado petrolífero necesita urgentemente. Se estudiará la creación de un organismo permanente de vigilancia sobre el mercado, compuesto por países productores y consumidores. Se partirá de la base de 15 países, aunque no se reveló cuáles. La otra decisión que se tomó es que el próximo foro será en Japón en 2002.
En cuanto a los impuestos que gravan los carburantes, el enfrentamiento entre la OPEP y la UE se mantuvo intacto. De Palacio insistió en que no habrá una reducción de esos impuestos como piden los productores, y al mismo tiempo reconoció que el tema fue muy polémico durante toda la cumbre. La UE está sola en esta puja con la OPEP, porque EE UU apenas grava los carburantes. En este punto, la negociación está bloqueada. La OPEP seguirá sosteniendo que son un factor clave de los altos precios que los consumidores tienen que pagar por los combustibles, y la UE que esos impuestos han existido desde hace muchos años y que no son el motivo de la volatilidad de los precios del crudo, que es de lo que el cartel petrolero debe preocuparse.
EEUU estudia utilizar de nuevo sus reservas estratégicas de petróleo
También anunció que Washington estudia en la actualidad la posibilidad de utilizar de nuevo sus reservas estratégicas, como hizo el pasado octubre, para intentar influir en las cotizaciones internacionales del petróleo, según informa Efe.
A diferencia de Estados Unidos, la Unión Europea (UE) aún no está preparada para liberar sus reservas estratégicas de petróleo y no pedirá a la OPEP un aumento de producción para enfriar los elevados precios del crudo , según la comisaria europea de Energía, Loyola de Palacio. «Algunos estados miembros han pedido la liberación» de reservas estratégicas, dijo De Palacio, pero por el momento no hay una decisión sobre eso».
La comisaria española dijo que la subida de los precios del petróleo causarán casi la mitad de la inflación en la zona euro, y ha reducido el crecimiento del área en un 0,3%.
«La persistencia del nivel de precios elevado supone una amenaza de desaceleración del crecimiento económico mundial que no es beneficioso ni interesante para nadie», señaló, por su parte, Christian Pierret, responsable francés de Energía. En su opinión, «es necesario que los precios recuperen unos niveles y una estabilidad compatibles con la continuación del crecimiento económico mundial». Sin embargo, afirmó que el crudo tiene que mantener un precio «razonable» para incitar a las compañías a invertir en la realización de las capacidades de producción que se requerirán en el futuro.
Pierret explicó que un precio «razonable» debe situarse en torno a los 25 dólares, lo que coincide con los objetivos a largo plazo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
Por su parte, el ministro indio del Petróleo, Ram Naik, subrayó en nombre de los países en vías de desarrollo, la «necesidad urgente de tomar las medidas necesarias para bajar el precio del petróleo» y exhortó al cártel a «estudiar un mecanismo de fijación de precios favorables a los países en vías de desarrollo en el que se incluyan pagos a plazos, créditos blandos y otras medidas similares».
Y es que el petróleo seguirá siendo la principal fuente de energía en los próximos años, hasta alcanzar una demanda de 115 millones de barriles diarios en el 2020, frente a los 76 millones actuales, según el director de la Agencia Internacional de la Energía, Robert Priddle.
Arabia Saudita dispuesta a aumentar producción petrolera a 500 mil barriles diarios
Arabia Saudí está dispuesta a aumentar en 500.000 barriles diarios su producción de petróleo "en un breve plazo" si los precios siguen altos.
Según dijo el ministro saudí del Petróleo, Ali Al Naimi, en declaraciones a la agencia saudí SPA, el aumento de producción de su país se llevará a cabo "en los próximos días", siempre que los precios no bajen de los 30 dólares actuales hasta más allá de los 25 dólares por barril.
Al Naimi aclaró que la decisión se tomará "en coordinación con otros productores", en alusión a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en la que Arabia Saudí es el país más poderoso gracias a sus reservas.
"No queremos que los precios sigan a este nivel tan alto. Hemos intentado, y lo seguiremos haciendo de todas las formas posibles, hacer bajar los precios y llevarlos al nivel buscado, que es de 25 dólares para la cesta de referencia de la OPEP", dijo el ministro.
La OPEP ya decidió el pasado 21 de junio aumentar la producción de sus socios hasta los 25,4 millones de barriles diarios, pero ni siquiera así consiguió que descendieran los precios, que siguen por encimade los 30 dólares por barril.
"El Reino (saudí), en cooperación con los otros productores, actuará sin descanso para evitar una crisis petrolera, para que no haya repercusiones negativas sobre la economía mundial".
Anexo Uno de los principales problemas del petróleo son las constantes luchan entre Estados Unidos y los paises del medio oriente; aquí un breve reseña de dicha lucha y sus consecuencias directas sobre esta crisis petrolera.
La Guerra Del Golfo, Primer Episodio Sangriento De Una Economía Capitalista Mundial De Posguerra En Crisis
Abdel-Yelil Bedui*
Más allá del aspecto militar de la crisis del Golfo, la guerra que tuvo lugar es, fundamentalmente, una guerra económica, entre un Iraq que se presenta como una potencia regional ascendente y potencias mundiales descendentes, una de las cuales la principal, a saber, Estados Unidos, está en peligro de perder su papel de liderazgo mundial en provecho de otras potencias económicas mundiales ascendentes, tales como Japón y Alemania.
Para comprender esta dimensión económica de la guerra del Golfo, el economista es rernitido al análisis de la economía capitalista mundial en su doble dimensión: por un lado, la de la dominación del Norte sobre el Sur donde lo que está en juego es la dinámica de la reproducción del capital a escala mundial, y, por el otro, la de la competencia entre países del Norte, donde lo que se juega, estructuralmente, es el reparto del excedente mundial, y, coyunturalmente, el papel de liderazgo. Esta última batalla cobra particular importancia durante las fases de mutaciones que generalmente sobrevienen en los periodos de crisis estructurales del capitalismo, como sucede actualmente.
La guerra, como último recurso, es producto de una dinámica contradictoria, que anuncia el fin de un viejo orden y prepara el advenimiento de uno nuevo, a través de una reestructuración de las alianzas y de una redefinición de los papeles y de las funciones de las partes en conflicto.
Pero ¿permite realmente la actual crisis del capitalismo la rápida emergencia de ese nuevo orden, o hay que considerarla simplemente como el primer episodio de una fase de mutación destinada a durar todavía?
Intentaremos sacar elementos de respuesta a partir de un análisis de la economía mundial en su doble dimensión, la cual será objeto de las dos primeras partes de este articulo. La tercera y última parte estará reservada al análisis del probable impacto de la crisis del Golfo en los enfoques y las prácticas de desarrollo económico en los países magrebíes, en particular, y en los del Sur, en general. Esta última parte nos permitirá aportar nuevos elementos de respuesta sobre el futuro de la dinámica socioeconómica.
7. La renta petrolera y las relaciones Norte-Sur
Es evidente que lo que se jugó fundamentalmente en la guerra del Golfo fue el petróleo árabe. En efecto, por el lado iraquí, el control de este recurso y de su precio se convirtió, en un momento dado de su desarrollo, en un medio vital para la realización de sus proyectos económicos y de sus ambiciones de tener acceso al rango de potencia regional. Después de ocho años de guerra contra Irán, Iraq adquirió indiscutiblemente un poderío militar amenazador, desarrolló un cierto dominio tecnológico en este campo, montó un conjunto de industrias de producción de armas convencionales y no-convencionales y reforzó sus posibilidades científicas y económicas.
Pero salió de esa guerra endeudado, con problemas de reconstrucción y con nuevas exigencias engendradas por la necesidad de preservar esos logros y consolidarlos, en base a la construcción de un tejido económico más complejo y más denso.
Ahora bien, resulta que Iraq no podía satisfacer estas nuevas exigencias recurriendo al mercado financiero capitalista internacional. Pues los países capitalistas, encabezados por EE.UU., comenzaban a inquietarse por el ascenso de esta potencia militar regional, que amenazaba peligrosamente los equilibrios geopolíticos en una región vital para el capital internacional y para su reproducción. Para convencerse de ello basta con recordar la negativa del Club de París de aceptar la reprogramación de la deuda iraquí; la campaña llevada a cabo contra Iraq en torno a un espía inglés y la importación iraquí de detonadores para bomba atómica y de piezas de artillería pesada, etc. De modo que, para evitar la asfixia y proseguir la realización de su proyecto, Iraq no podía sino reivindicar un aumento de su renta petrolera … lo cual plantea el problema del reparto de las sobreganancias de los cárteles petroleros y da lugar a un replanteamiento del orden económico mundial establecido.
E1 procedimiento iraquí consistió, en un comienzo, en arrastrar al mundo árabe a su estrategia. Esto se deduce claramente de la carta dirigida por el gobierno iraquí al secretario general de la Liga de los Estados Arabes el 16 de julio de 1990. En esta carta, los iraquíes acusan a Kuwait y a los Emiratos Arabes Unidos de haber inundado el mercado del petróleo con un excedente de producción fuera de la cuota que les asignó la OPEP, lo que engendró una peligrosa caída del precio del petróleo, que a veces bajó a 11 dólares, es decir, a un precio por debajo del fijado por la OPEP, que es de 18 dólares el barril(l). Los iraquíes estiman que cada vez que el precio del crudo baja un dólar, ellos pierden un billón, en calidad de ingresos anuales. Además, según los iraquíes, la caída de los precios registrada entre 1981 y 1990 hizo perder a los países árabes productores de petróleo alrededor de 500 billones de dólares (de los cuales 89 corresponden a Iraq).
Es por eso que Iraq propuso al conjunto de países árabes productores o no de petróleo elevar el precio del petróleo a 25 dólares; crear un fondo de ayuda y desarrollo árabe, que se abasteciera con cada dólar suplementario por barril vendido por los países productores a más de 15 dólares; y resolver la deuda interárabe, desde una visión nacionalista y según las exigencias de la seguridad nacional árabe común.
Este proyecto iraquí fue considerado por EE.UU. como una peligrosa amenaza para el futuro del capitalismo mundial, por diferentes razones.
La primera es que el petróleo constituye, y constituirá aún durante mucho tiempo, una mercancía vital para la reproducción del capital en muchos sectores de la actividad económica; y que una solidaridad árabe en torno a este asunto podría influir mucho sobre el curso de la acumulación del capital y, especialmente, sobre la dominante posición norteamericana y su papel de liderazgo mundial.
La segunda es que el precio de producción individual del petróleo árabe, en el Golfo y en África en otras palabras, su costo de extracción, es considerablemente más bajo que el del crudo norteamericano, no s610 porque la calidad del primero es mejor y contiene, por término medio, menos impurezas, tales como azufre, etc., y más UEC (unidad de equivalente carbón) y, por lo tanto, su costo de producción convertido en UEC es más bajo, sino también porque, teniendo como base mejores condiciones naturales (que proporcionan una renta diferencial), la perforación de crudo en el Golfo y en África lo hace brotar a la superficie más o menos espontáneamente. Por eso, el rendimiento de cada pozo aquí es hasta mil veces más alto que su rendimiento en Norteamérica. En efecto, en EE.UU., el rendimiento del crudo por pozo y por día, asciende a sólo dos toneladas, por término medio, mientras que en Oriente Próximo alcanza, según los pozos, de 500 a 1900 toneladas.
La tercera razón, que se desprende de la anterior, se refiere a la relación del precio de mercado de la energía con el precio de producción individual (costo de extracción) calculado en términos de UEC, que pone de manifiesto que, debido a sus cualidades naturales, el petróleo árabe permite realizar enormes masas de sobreganancias, ya que para un precio medio de 10 dólares el barril de petróleo árabe, los costos de extracción representan del uno al dos por ciento del precio de mercado. Esto muestra el interés del petróleo árabe para el capital internacional, desde el punto de vista de su valorización.
La cuarta razón es que lo esencial de esas sobreganancias se va a los cárteles del petróleo y a los Estados occidentales (a través de los impuestos sobre los aceites minerales obtenidos con la transformación del crudo, que recaudan estos Estados). Los Estados extractores reciben, sin duda, cierto porcentaje de la sobreganancia realizada por los cárteles del petróleo, a cambio del arrendamiento de las fuentes de petróleo. Pero ese porcentaje depende del nivel del precio del crudo. De modo que para reducir la renta cobrada por los Estados extractores, los cárteles multinacionales, así como los Estados consumidores, tienen un particular interés en que la base de cálculo de ese arrendamiento pagado a los Estados extractores es decir, el precio del crudo sea mantenido lo más bajo posible por debajo del verdadero valor de mercado del petróleo crudo. Observemos que si, como base de cálculo de ese arrendamiento, fuese tomado el precio real de mercado, correspondiente al valor de mercado del petróleo para calcular este valor hay que conocer los verdaderos costos de transformación del petróleo crudo en un producto acabado, así como los ingresos provenientes de sus subproductos, pero ambos forman parte de los secretos de los cárteles petroleros, el porcentaje de los Estados extractores en la sobreganancia realizada seria varias veces más alto que lo que efectivamente se les paga(2). Esta situación hizo que los Estados extractores siempre procuraran crear una relación de fuerzas que les permitiese aumentar, tanto como fuera posible, el precio del crudo, por no haber podido cambiar la base de cálculo del arrendamiento. Y eso es lo que Iraq trató de hacer en un primer momento, a partir de una visión nacionalista que preconiza la solidaridad árabe y recuerda sus intereses.
La quinta razón es que Iraq, con su procedimiento, amenaza reactivar la solidaridad en el seno de la OPEP y volver a poner al orden del día viejas reivindicaciones que EE.UU. siempre procuró enterrar. En efecto, desde comienzos de los años setenta, la OPEP y los países del Sur reivindican una revalorización de los precios de los productos básicos y la indexación de los precios de los productos exportados por los países del Sur a los precios de los productos manufacturados importados por ellos. Sin embargo, EE.UU. siempre consideró que estas reivindicaciones constituían amenazas que influyen peligrosamente en la reproducción del capital. En un discurso pronunciado en la séptima sesión de las Naciones Unidas, Henry Kissinger observó que "es paradójico que el cataclismo más devastador para el desarrollo económico durante esta década haya procedido no de la rapacidad imperialista, sino de un aumento de precios arbitrario, monopolístico, por parte del cártel de los países exportadores (de petróleo)". Hay que señalar a este respecto que si EE.UU. no reaccionó enérgicamente en ese momento (los años setenta) contra las alzas del precio del petróleo es porque entonces satisfacía más del 90 por ciento de sus necesidades de petróleo crudo con fuentes nacionales, y, por eso, los impuestos sobre los aceites minerales representaban poca cosa. Asimismo, en esa época, la URSS y el bloque socialista todavía desempeñaban un papel, que excluía a priori el uso de la fuerza militar contra un bloque de Estados (la OPEP), por añadidura solidario en ese momento. Por todas estas razones, y por estar saliendo de la guerra del Vietnam, EE.UU. prefirió utilizar esta alza contra sus economías rivales, japonesa y alemana, por una parte, y, por la otra, buscar el reciclaje financiero y comercial de la renta de los Estados extractores en beneficio propio. En cambio, la modificación de las circunstancias en 1990 (un 50 por ciento de las necesidades norteamericanas de petróleo bruto depende actualmente de la importación; una OPEP debilitada; debilitamiento y desmoronamiento del bloque socialista; una economía norteamericana fragilizada; un Iraq amenazador, etc.) induce a EE.UU. y a sus aliados cercanos a optar por el uso de la fuerza militar.
Pero más allá de estas razones relativas a la cuestión del petróleo, hay que destacar la determinación de los países del Norte de defender el orden económico mundial en su esencia y sus características fundamentales, tal como éstas se derivan de las exigencias de la reproducción del capital, y que desemboca indefectiblemente en una bipolaridad excesiva entre el Norte y el Sur.
En efecto, hay que recalcar que los mecanismos comerciales que rigen los intercambios mundiales son la causa de la transferencia de un colosal excedente de los países del Sur hacia los países del Norte. Y esta transferencia es la causa de esa bipolaridad excesiva, que hace que, en 1988, por ejemplo, los países más ricos (esencialmente, los países de la OCDE), que sólo albergan el 16,5 por ciento de la población mundial(3) y ocupan el 18,7 por ciento de la superficie del mundo, acaparen, ellos solos, el 81,5 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial.
Esta realidad es el origen de diferencias humillantes para la humanidad: en 1988, el PNB por habitante es de sólo 100 dólares en Mozambique, frente a 27.500 dólares en Suiza, esto es, una diferencia de 1 a 275. Esta realidad también es la causa de las altas tasas de mortalidad infantil (152 por mil en Sierra Leona país aliado, sin embargo, frente al 13 por mil en Suecia), de analfabetismo (la tasa neta de escolarización primaria es de sólo el 23 por ciento en Guinea, en 1987, mientras que en Suecia es del cien por ciento), de desnutrición (la aportación diaria por habitante es de sólo 1.595 calorías en Mozambique, frente a 3.645 en EE.UU., en 1986), de la diferencia de las esperanzas de vida (43 años en Guinea, frente a 78 años en Japón), etc.
Además, hay que destacar que los países del Norte aprovechan esta bipolaridad para reforzar aún más su dominación sobre los países del Sur bajo la apariencia de ayuda, asistencia y solidaridad internacional. En efecto, los países del Sur, al procurar luchar contra su miseria, están obligados a dirigirse a los países del Norte que acaparan más del 80 por ciento de la renta mundial, a fin de financiar sus proyectos de "desarrollo". Esto crea nuevas ocasiones que permiten al Norte someter al Sur a nuevos mecanismos de transferencia a través del endeudamiento (transferencia del servicio de la deuda). Más aún, este endeudamiento es un medio utilizado por el Norte para controlar el conjunto de los recursos concedidos (internos y externos), tanto sectorialmente (orientando la selección de los proyectos) como técnicamente (orientando la selección de las técnicas utilizadas), conforme a la división internacional del trabajo establecida según las exigencias de la reproducción del capital a escala mundial. De este modo se cierra el círculo, poniéndose en funcionamiento el conjunto de los mecanismos (comerciales, financieros y tecnológicos, además de los monetarios) para agravar aún más la transferencia del excedente generado en el Sur hacia el Norte. Estos mecanismos son la causa de la profundización de la bipolarización mundial.
Entonces comprendemos que cuando Iraq reivindica una revalorización del precio del petróleo, en realidad atenta contra los mecanismos fundamentales del circulo mundial (es decir, los mecanismos comerciales) y contra una mercancía vital, fuente de sobreganancias colosales, transferidas, en gran parte, hacia el Norte. En otras palabras, afecta un eslabón fundamental de la cadena de la dependencia, que puede poner en tela de juicio a los demás eslabones y, de este modo, modificar la reproducción del capital a escala mundial. Es por eso que Sadam se ha convertido en el enemigo que hay que derribar, tal como sucedió antes con el Dr. Mosadeg en Irán, con Allende en Chile o con Gadafi en Libia. Ni los jeques árabes los aliados de hoy se libraron de las balas de los medios de comunicación occidentales durante los años setenta, a consecuencia del alza del precio del petróleo, que, sin embargo, no había sido desencadenada por ellos.
Pero mientras dure esta realidad bipolar entre el Norte y el Sur, siempre habrá un "Hitler" en algún lugar del Sur que ocupará la primera plana de la prensa occidental. Y, entre tanto, y a la espera del próximo chivo expiatorio, esta prensa tendrá ocasión de hablar de "la libertad, la democracia y los derechos humanos" (sic).
8. Las economías capitalistas del Norte y la cuestión del liderazgo mundial
Ahora se trata de analizar, más allá de la aparente solidaridad de los países del Norte, las divergencias de sus intereses que ya fueron indicados por los respectivos papeles que desempeñaron los diferentes países de la coalición y que amenazan con influir sobre el desarrollo de los acontecimientos de la posguerra, tanto a nivel de las relaciones entre países del Norte, como a nivel de las relaciones Norte-Sur. Concretamente, estas divergencias surgirán con más fuerza aún cuando se trate de determinar la configuración de lo que se denomina Nuevo Orden Mundial, y cristalizarán en torno a la cuestión del liderazgo mundial.
Antes de analizar estos aspectos, hay que recordar que, desde hace unos veinte años, el capitalismo sufre una crisis que muchos califican como estructural. Es una crisis del régimen de acumulación intensiva centrada en el consumo masivo, que prevaleció en la mayoría de las economías capitalistas dominantes durante el período de la posguerra. Concretamente, esta crisis se revela en el agotamiento de las ganancias de productividad taylorianas y en el alza de la composición del capital en el proceso fordiano, que han generado tendencias a la baja de la rentabilidad y discordancias entre las transformaciones de las normas de producción y la orientación del consumo. También es una crisis de la regulación, de carácter esencialmente nacional durante el periodo de la postguerra, y que cada vez choca más con la creciente internacionalización de la producción y de la circulación, exigiendo, de ese modo, una regulación más bien a escala mundial(4).
Esta crisis, que apareció a partir de fines de la década de los sesenta en EE.UU., ha hecho que la economía norteamericana, que ocupa el lugar dominante en la economía mundial, no haya dejado de manifestar, cada vez más, signos de regresión y de decadencia, en comparación con las economías japonesa y alemana, que muestran un dinamismo especial y se afianzan como potencias mundiales ascendentes, que tendencialmente amenazan el liderazgo norteamericano.
Es verdad que, utilizando indicadores cuantitativos clásicos y desde un enfoque estadístico, la economía norteamericana todavía aparece como la economía mundial dominante, con su 36 por ciento del PNB global de la OCDE frente al 19 por ciento para Japón y el 9 por ciento para la RFA. Con todo, si se adopta un enfoque tendencial, basado en el análisis de la dinámica de la acumulación del capital norteamericano, la economía norteamericana aparece entonces como una economía en vías de decadencia, y de pérdida de su papel de liderazgo, en comparación con la economía japonesa (no mencionamos aquí a la economía alemana para no hacer más pesado este articulo).
En efecto, el análisis de largo periodo, y, más exactamente, a partir del comienzo de la crisis del régimen de acumulación norteamericano, calificado como "fordista" por la escuela de la regulación, revela un ahogo del crecimiento en comparación con el venturoso periodo de la posguerra y con la economía japonesa. De 1965 a 1980, la tasa de crecimiento anual promedio del PIB norteamericano es del 2,7 por ciento, con una ligera recuperación entre 1982-1989, que eleva esa tasa al 3,7 por ciento. Mientras que la economía japonesa, durante los mismos periodos, realiza tasas que alcanzan? respectivamente, el ó,5 por ciento y el 4,4 por ciento.
Pero lo que es importante, en realidad, no son estas tasas, sino, más bien, el respectivo tipo de acumulación del capital, que es la causa de estos resultados cuantitativos. En lo que respecta a la economía norteamericana en crisis, ese tipo de acumulación puede calificarse como extensivo, cada vez más sostenido por la fracción improductiva del capital y basado en rígidas estructuras de empresa, cada vez menos capacitadas para gestionar los cambios y las frecuentes perturbaciones de una economía que cada vez es más mundial(5).
El carácter extensivo del modo de acumulación del capital norteamericano aparece en la evolución de la productividad, considerada, con razón, como un indicador sintético de la dinámica económica. El análisis de largo periodo muestra que, entre 1960-1973, 1973-1981 y 1982-1989, la productividad norteamericana aumentó, respectivamente, en un 2 por ciento, un 0,2 por ciento y un 1,7 por ciento. Mientras que en Japón, esas tasas son del 9,1 por ciento, del 2,7 por ciento y del 3,3 por ciento durante los mismos períodos(6). Se observará la identidad de las fases de ahogo y de recuperación, que revela el carácter mundial de la reproducción del capital; pero también se observará el mantenimiento bastante vigoroso de la productividad japonesa, realizado gracias a una acumulación de carácter más bien intensivo. Estas diferencias en el modo de acumulación del capital en EE.UU. y en Japón se explican por diferentes factores.
En primer lugar, hay que destacar la composición sectorial de la acumulación del capital, tal como se revela en la estructura de la producción. En EE.UU., la distribución del PIB muestra que la participación de la industria pasó del 38 al 33 por ciento entre 1965 y 1988, frente al 43 y al 41 por ciento, respectivamente, en Japón. Esa participación, para la industria manufacturera, que es más significativa, pasó del 28 al 22 por ciento en EE.UU. y del 32 al 29 por ciento en Japón. Esto muestra el dinamismo y la vitalidad del capital productivo en Japón, en comparación con el capital norteamericano. Esta vitalidad se obtuvo gracias al afán de inversiones industriales hecho por Japón y que llegó al 17 por ciento de su PNB desde 1972, frente a sólo el 12 por ciento en EE.UU. Paralelamente a la regresión de la participación industrial, se observa una progresión de la participación de los servicios, que llega al 65 por ciento del PIB en EE.UU., frente al 57 por ciento en Japón. Esta progresión muestra la importancia cada vez más grande del capital improductivo norteamericano con relación a su capital productivo(7).
En segundo lugar, hay que destacar el carácter relativamente más frágil de las empresas norteamericanas con relación a las japonesas. Esta fragilidad es, en primer lugar, de orden financiero: alza del coeficiente endeudamiento/fondos propios(8), baja del coeficiente beneficio neto/carga de interés neta(9). Esta situación vuelve a las empresas norteamericanas muy sensibles a las variaciones de la coyuntura económica nacional, y también internacional (alza del precio del petróleo, por ejemplo), y poco aptas para acompañar a largo plazo las exigencias de los cambios tecnológicos en curso. Además, se vuelven presas fáciles para una absorción por parte de firmas extranjeras.
La fragilidad aparece también a nivel de las posibilidades de innovación que revelan esas empresas. Aunque los gastos de investigación para el desarrollo son de un nivel comparable en EE.UU. y en Japón, hay que destacar, sin embargo, que los esfuerzos en este campo los hacen en Japón esencialmente las empresas privadas (más de 80 por ciento del esfuerzo), mientras que en EE.UU. y en los demás países industrializados, este esfuerzo es, en general, obra del Estado. Esta diferencia revela una mayor autonomía de las empresas japonesas y ofrece un mayor margen de maniobra al Estado japonés para financiar programas de investigación estratégicos. Estas diferencias, más la importancia de la dimensión aplicada de la investigación en Japón, explican el aumento de la cantidad de patentes japonesas y la disminución de las de EE.UU. Además, hay que recordar que los índices de encuadramiento en las empresas japonesas son significativamente más elevadas que los que existen en EE.UU. En efecto, en Japón se cuentan 5.000 técnicos por un millón de habitantes, frente a sólo 3.500 en EE.UU.
Hay que destacar, por último, un elemento de gran importancia: el relativo al carácter de la organización del trabajo que reina en las empresas norteamericanas y que es de tipo tayloriano, que asimila al trabajador a un simple factor de producción, excluido de la operación de la creatividad y de la innovación. Mientras que en Japón, las relaciones sociales en general permiten una mayor integración y pertenencia de los trabajadores a sus empresas y a los objetivos de éstas, lo cual hace a estas empresas más flexibles y aptas para reaccionar mejor ante las mutaciones estructurales y las fluctuaciones coyunturales.
Investigación para el desarrollo, índices de encuadramiento y relaciones sociales en las empresas son factores que determinan ampliamente el curso de la innovación y del progreso en las empresas, y que diferencian y explican los resultados de las japonesas en comparación con las norteamericanas. Y esta diferencia hace, además, que las empresas japonesas estén claramente mejor situadas para gestionar las mutaciones tecnológicas, financieras, comerciales y monetarias que caracterizan a una economía mundial en búsqueda de una salida de la actual crisis del capitalismo.
Señalemos que el mercado financiero no ha dejado de sancionar la fragilidad norteamericana: las empresas que han visto disminuir su cotización financiera han sido 4,2 veces más numerosas que aquéllas cuya cotización subió durante los primeros seis meses de 1990. Recordemos que en el punto más bajo de la recesión, en 1982, ese coeficiente no había superado el 2,8. Además, hay que destacar que incluso las empresas que intentaron aumentar sus tasas de ganancia sólo pudieron hacerlo gracias a montajes financieros, y no apoyándose en la creatividad industrial.
En tercer lugar, y como conclusión de lo que antecede, ahora comprendemos por qué EE.UU. no podía tolerar un aumento del precio del petróleo, que no habría dejado de socavar peligrosamente un sistema productivo de fragilidad avanzada. Por otra parte, esta fragilidad ya quedó claramente revelada con motivo del primer "choque petrolero", de 1973-1974, y del segundo choque, producido en 1979-1980, aunque, en esa época, EE.UU. era muy poco dependiente del abastecimiento externo de petróleo, a la inversa de Japón y Alemania. Estos países pudieron entonces digerir y amortiguar los dos choques movilizando substanciales ganancias de productividad gracias a la flexibilidad y a la dinámica de sus estructuras productivas. En cambio, EE.UU. sufrió una clara agravación de todos sus desequilibrios, que, desde entonces, se volvieron estructurales (desequilibrio presupuestario, que llegó a 220.000 millones de dólares en 1991; desequilibrio de la balanza comercial, que llegó a 143.000 millones de dólares en 1988). En realidad, estos desequilibrios no son más que el reflejo de una dinámica de acumulación que acusa diferentes signos de ahogo, en comparación con el dinamismo de acumulación del capital japonés.
A partir de este breve análisis, podemos destacar lo siguiente:
La relativa fragilidad de la economía norteamericana ha sido la causa del surgirniento de una dinámica de guerra con el fin de impedir todo reajuste significativo del precio del petróleo, que no habría sido digerido por estructuras económicas frágiles y que no habría dejado de precipitar la decadencia norteamericana y amenazar aún más su papel de liderazgo. De modo que el poderío militar norteamericano, cada vez más desproporcionado con relación a su base económica, ha sido movilizado en auxilio de una economía estructuralmente decadente.
Esta tendencia belicista ha sido reforzada por un capital improductivo cada vez más importante(10), con una base productiva cada vez más estrecha y frágil, incapaz de sostener la valorización del capital en su conjunto. De ahí la tendencia rentista y especulativa del capital norteamericano, que se ensaña con las fuentes de sobreganancia, en este caso petroleras, a fin de controlar mejor la renta cobrada por los Estados extractores. Del mismo modo, el Estado norteamericano, al importar cada vez más petróleo, se convierte en parte acreedora en el reparto de las sobreganancias, a través de los impuestos fiscales sobre los aceites minerales.
Para los norteamericanos, la guerra contra Iraq ha sido un modo de librar una guerra contra Japón y Alemania como potencias mundiales ascendentes. En efecto, para los norteamericanos, correr el peligro de un aumento del precio del petróleo de alrededor del cuarenta por ciento, tal como reivindicó Iraq, viene a ser aceptar el riesgo de que la mayor renta que de ello se deriva sea, en lo esencial, reciclada comercialmente por las economías japonesa y alemana, debido a sus ventajas competitivas, posibilitadas por su dinamismo industrial. Esto significaría la aceleración del ascenso de estas economías y la precipitación del ocaso norteamericano. Sin hablar del hecho de que este ocaso podría abrir nuevas perspectivas a estas economías ascendentes para que se doten del poderío militar que necesitan para el completo desarrollo de su papel de liderazgo. Por eso, Japón y Alemania no eran abiertamente favorables a un desenlace militar de la crisis del Golfo. Su participación en el financiamiento de la guerra, más tarde, corre el peligro de volverse contra ellos en la medida en que, en la competencia internacional, EE.UU. tendrá dos temibles armas a su favor: su poderío militar y su control de la renta petrolera, pudiendo ésta ser reciclada en beneficio propio gracias a su supremacía en lo militar. Además, esto ya ha comenzado, puesto que lo esencial de los contratos para la reconstrucción de los países aliados del Golfo ha pasado sin licitaciones, es decir, sin competencia internacional, a manos de los norteamericanos, Esto presagia el nuevo orden económico internacional, que ya no será regulado por el mercado (tan alabado por los norteamericanos), sino por un "Rambo", que desempeñaría las funciones del famoso perito tasador de la teoría liberal.
Los análisis anteriores muestran que, en el seno de los países del Norte, la guerra económica podría redoblar en intensidad, y esto no dejaría de influir en la configuración del nuevo orden económico mundial que los norteamericanos intentan instaurar conforme a sus exclusivas exigencias … a menos que los diferentes imperialismo occidentales y japonés acepten fusionarse bajo la bandera de la pax americana "new look". Pero en este caso ¿no amenazaría esto con frenar o amortiguar el impulso de las economías ascendentes? Y en caso contrario, es decir, si las economías ascendentes rechazan la bandera norteamericana, el nuevo orden ¿será multipolar, presagiando eventuales guerras interimperialistas?
En estos ejercicios futuristas, las cosas se complican aún más cuando en el análisis se hace entrar a la URSS. Pues ¿aceptará la URSS el estatuto de satélite en este juego, o aún desempeñará el papel de una potencia mundial, utilizando también, a su manera, su no menos temible poderío militar? Creemos que, probablemente, podría estar tentada de hacerlo, por diferentes razones: importancia de las industrias de armamento de la URSS en los equilibrios económicos rusos; importancia de estas industrias también en el desarrollo de las fuerzas productivas, pues los descubrimientos tecnológicos se realizan, la mayoría de las veces, en el sector militar, y luego son aplicados en el ámbito civil; además, dentro de unos diez a catorce años, la URSS será importadora de petróleo, y, por eso, no puede desinteresarse de un Golfo que, a su lado, nada en petróleo …
Por las diferentes razones anotadas, nos inclinamos más bien a pensar que la lucha entre las diferentes potencias mundiales amenaza con intensificarse, pues los intereses establecidos parecen poco convergentes … a menos que todas esas fuerzas mundiales, económicas y militares, entren en las filas norteamericanas. Pero ¿contra quién y por cuánto tiempo? Contra el Sur, muy probablemente, pero por un corto periodo de tiempo, verosimilmente.
También es verdad que, en todos los casos supuestos, no es seriamente previsible un orden mundial estable en ausencia de una salida clara de la crisis del capitalismo mundial. Por esta razón, los países del Sur podrían aprovechar las contradicciones existentes entre los países del Norte (incluida la URSS) para actuar sobre la configuración de un eventual futuro orden mundial estable. Esto requiere mucho trabajo de coordinación, que no es imposible de realizar, habida cuenta del interés de los países del Sur, de los múltiples desafíos a los que estos se enfrentan y de la nueva conciencia acerca de todo lo que está en juego, que la guerra del Golfo ha hecho surgir entre las masas populares y la clase política en los países del Sur. Este será el objeto del siguiente punto.
Esta parte será tratada a manera de conclusión. Intentará prever el perfil de la futura dinámica socioeconómica en la región del Magreb, observando el modo en que fue vivida la crisis del Golfo tanto por las masas populares magrebies como por la clase política de esta región. En efecto, esta vivencia refleja una cierta percepción de los hechos y anuncia una cierta proyección del futuro, a partir de una nueva visión de si mismo y del otro.
El comportamiento de todas las fuerzas populares y políticas magrebíes abiertamente pro-iraqui y anti-occidental, o no significa, fundamentalmente, un evidente retroceso de la ideología del discurso imperialista, desde los puntos de vista económico, político y jurídico.
A nivel político y jurídico, la utilización ideológica de valores universales, tales como los derechos humanos, la democracia, la libertad, etc., por parte del imperialismo ha sido desenmascarada y quebrantada por la brutalidad de la reacción imperialista y su encarnizamiento en aplastar con violencia y en sangre toda veleidad del Sur de controlar el precio de sus riquezas naturales para realizar su construcción nacional. Y así como el capital internacional partía ayer a la guerra contra el Sur para saquear sus riquezas en nombre de una misión civilizadora, hoy parte a la guerra para impedir el control del Sur sobre sus riquezas naturales en nombre de la legalidad internacional … probablemente porque los "bárbaros" de ayer (según el capital) se han reconvertido, entretanto, en "bandidos", bajo la influencia de la civilización capitalista.
Y así como el capital generó ayer el surgimiento de movimientos nacionalistas para la liberación y la independencia política, hoy también podría contribuir a profundizar las aspiraciones a una liberación social y económica.
A nivel económico, la guerra del Golfo también ha revelado el carácter ideológico de las teorías económicas dominantes relativas a la cuestión del desarrollo y a la de las relaciones económicas internacionales. En efecto, durante mucho tiempo, estas teorías defendieron una concepción del desarrollo basada en la interdependencia, la ayuda internacional, la cooperación internacional científica y técnica, las virtudes de la transferencia tecnológica y de la especialización internacional, etc. Pero aquí también, la práctica imperialista durante la guerra ha quebrantado esos postulados y desenmascarado su carácter ideológico.
En efecto, los acontecimientos del Golfo han demostrado claramente que esta ayuda no es, en realidad, más que el precio de la aceptación de la satelización y la dependencia política y económica; puesto que los Estados imperialistas, y las instituciones internacionales que están a su sueldo, no han vacilado en reducir, bloquear, o suspender esas ayudas a todos los Estados que adoptaron, incluso con moderación, una posición diferente de la de los países coaligados. Mientras que los que entraron a las filas tuvieron derecho a las migajas de los países imperialistas y sus instituciones internacionales.
Por su parte, el mito de la asistencia científica y técnica, que se supone acelera el desarrollo económico de los países del Sur, se desvaneció rápidamente cuando en Francia se impidió que estudiantes iraquíes se inscribieran en hileras de tecnología avanzada, y, en Inglaterra, estudiantes iraquíes fueron incluso detenidos y considerados como prisioneros de guerra. Paralelamente, e incluso antes del desencadenamiento de las hostilidades, muchos países árabes simpatizantes con Iraq se encontraron en la lista de los países sometidos a control en la transferencia de tecnología norteamericana. Todas estas represalias económicas, y otras más (ejercidas discretamente, como, por ejemplo, la reducción o la anulación de becas de cooperación), han echado hacia atrás los mitos y el imaginario, y han suscitado en los países del Sur una conciencia de lo vivido y de lo real.
Esta conciencia se plasmará, inevitablemente, en el surgimiento de una nueva visión de si mismo, de la sociedad y del mundo, que no dejará de influir sobre los enfoques y las prácticas del desarrollo económico.
Ya en la lectura de los discursos políticos actualmente dominantes en los países magrebies podemos detectar fácilmente los signos prometedores de una nueva conciencia y la voluntad de aceptar los desafíos que ha revelado la guerra del Golfo. Estos discursos mencionan, muy a menudo, la situación de dependencia económica (en lugar de la interdependencia); destacan el carácter imperialista de las relaciones internacionales (en lugar de la cooperación); redescubren las virtudes de apoyarse en sus propias fuerzas (en lugar de la ayuda de los países amigos); insisten en las virtudes del trabajo, del saber y de la creación (en lugar de la transferencia tecnológica); recuerdan la necesidad de elaborar un consenso nacional que permita aceptar los desafíos (aquí se defiende la necesidad de la construcción nacional en lugar de la integración en el mercado mundial); invitan a una profundización de la cooperación Sur-Sur, en el marco de la construcción de conjuntos regionales que posibiliten una mejor gestión de las obligaciones internacionales; sienten cada vez más la relación entre lo económico y lo político, rompiendo así con una visión economicista del desarrollo, vehiculada por las teorías dominantes, etc. Estas mutaciones en los discursos políticos reflejan las reacciones de las masas populares, que proclamaron sus sentimientos antiimperialistas y su aspiración a una liberación económica y social. Estas mutaciones anuncian un saludable despertar en sociedades árabes rentistas, especulativas e improductivas, que han devaluado el trabajo, el saber y la creación, para hundirse en el consumo y la extraversión resignada. Este despertar podría desembocar, en la práctica, en la rehabilitación de un conjunto de valores, necesarios para todo proyecto de construcción económica nacional que quiera gestionar las obligaciones internacionales a partir de un enfoque estratégico y de una visión global del fenómeno del desarrollo. También podría hacer retroceder los egoísmos nacionales y reactivar la dinámica de construcción de conjuntos económicos (Magreb) más fiables, que permitan una mejor gestión de las obligaciones internacionales y una mayor autonomía colectiva. Este despertar también podría dar paso a una mayor cooperación entre países del Sur, para volver a poner sobre la mesa de negociaciones el expediente Norte-Sur, en la perspectiva de un nuevo orden mundial menos coercitivo.
Todo esto significa que la guerra del Golfo es un momento que podría tener el mérito de haber acelerado la historia, al engendrar la intensificación de las luchas a todos los niveles y profundizar las aspiraciones de los pueblos del Sur a la liberación económica y social. Esta lucha será, sin duda, ardua y, a veces, sangrienta, pues todas las fuerzas sociales (nacionales, regionales o internacionales) que han acumulado fortunas y edificado intereses en base al orden mundial establecido se opondrán a todo intento de cambio de este orden en sus fundamentos y su esencia. El próximo periodo amenaza con caracterizarse por las tensiones y la desestabilización. De modo que la guerra del Golfo habrá constituido s610 un primer episodio sangriento de una economía mundial en grave crisis.
* Abdel-Ydil Bedui (Túnez). Profesor de Ciencias Económicas. Universidad de Derecho, Economía y Administración, Túnez.
(1) Recordemos que ese precio había llegado a 34 dólares, frente a 3,4 dólares en 1973. Desde 1982, ese precio no ha hecho más que bajar. Y los norteamericanos hablan de fijarlo en 10 dólares el barril después de la guerra del Golfo.
(2) A titulo indicativo, M. Masarat considera que, en 1973, los Estados extractores sólo recibieron, en conjunto, el 7 por ciento del verdadero valor de mercado de su petróleo crudo (contrariamente a su participación formal, que era del 55 por ciento y estaba calculada teniendo como base el precio declarado), mientras que los Estados consumidores se apropiaban del 62 por ciento de ese valor, en forma de impuestos, y los cárteles petroleros, del resto.
(3) De estas estadísticas se excluye a la URSS, Corea del Norte, la antigua República Democrática Alemana, Checoslovaquia, Cuba, Bulgaria, Albania, Mongolia y Namibia.
(4) Las reuniones de los siete países más industrializados intentan responder a esta exigencia. Al lado se han establecido estructuras informales, como la Comisión Trilateral y el Council of Foreign Relations, que se dedican a reflexiones sobre el futuro de las relaciones internacionales. En todos los casos, los países del Sur se encuentran apartados porque son considerados simples tierras adentro de las economías centrales.
(5) En el largo período 1965-1988/1989, la tasa anual de crecimiento del PIB japonés es casi el doble de la de EE.UU. (5,7% frente al 3%).
(6) Entre 1960 y 1989, la tasa anual de crecimiento de la productividad japonesa es cuatro veces superior a la de la economía norteamericana (5,4% frente al 1,3%).
(7) Y, además, encabezado por un lobby judío bastante influyente, protector de un Israel amenazado por una potencia iraquí ascendente.
(8) Este coeficiente pasó del 47,3% en 1980 al 72,3% en 1988.
(9) Este coeficiente pasó del 1,17 durante los años setenta al 0,76 en 1980, para cer al 0,3 1 en 1991.
(10) Estas mutaciones sectoriales están consideradas por la teoría económica (Clark) como parte de la evolución histórica normal del capitalismo. Sin embargo, consideramos que, para mantenerse, este rápido crecimiento del sector terciario (los servicios) debe estar sostenido por una dinámica base productiva, que produzca suficiente valor como para garantizar la prosecución de la valoración del capital.
Autor:
Efrain Valdeos Bensa
Especialidad: Chef internacional y administrador de alimentos Instituto de los Andes Lima-Perú
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