En Secretos de familia (14), "Una abuela que calza trabuco y cruza los ríos a caballo, un abuelo que se desangra por amor, las uñas largas y filosas de la loca de la casa: "En la familia de nosotros ?dice Graciela Cabal? hay secretos terribles. Yo mucho no puedo enterarme, porque soy chica, porque son secretos y porque son terribles?. Con la implacable y feroz lógica de la infancia, y a través de un humor entre corrosivo y tierno, la niña de Secretos de familia va registrando el inquietante mundo que la rodea. Las complejas y entrañables relaciones familiares, los grandes silencios, los suicidios, la muerte y sus rituales se entrelazan con la vida y el paisaje de un barrio del sur de Buenos Aires en un período que empieza en 1940 y culmina, no por azar, en 1952, con la muerte de Evita. Acaso la mayor conquista de este libro autobiográfico haya sido lograr un verdadero desafío lingüístico: el todo exacto para que la escritura no distorsione, opacándola, la voz de la infancia. Una voz obstinada y poco complaciente que parece haber nacido con el mandato de hurgar en la memoria. En la propia y en la ajena. De eso trata, entre otras cosas, la literatura" (15).
En esa obra la autora describe al extranjero (¿vasco?) que les vendía la leche: "El que sí viene con carro y caballo es el lechero. Cada vez que el carro se para delante de la ventana, el caballo, que tiene sombrero con claveles y dos agujeros para las orejas, hace pis. Un chorro que suena más fuerte que cuando mi papá va al baño. El lechero tiene pelo colorado, usa boina y nunca hace chistes porque es extranjero. Mi mamá deja la lechera en la puerta y el lechero, que viene con un tarro grande y un tarro chiquito, pasa la leche de un tarro al otro y después a la lechera, sin derramar una gota. Al rato viene mi mamá y derrama todo, porque a ella siempre le tiemblan las manos, pobre mi mamá".
Eduardo Belgrano Rawson evoca, en Noticias secretas de América, a los inmigrantes vascos: "Cantabas un himno más light, como regía desde principios de siglo. Lo habían lijado un poco. ¿Qué otra cosa podían hacer? Necesitaban cortarla con los insultos, como explicó en su momento un operador del Ministro. ?Tigres sedientos de sangre? y todo eso. Culpa del himno el embajador no pisaba la presidencia, sobre todo los 9 de julio. A decir verdad, tampoco mostraban mucho aspecto de tigres los vascos y los gallegos que desembarcaban todos los días frente al Hotel de Inmigrantes, pero ésta era otra cuestión" (16).
Notas
1 Caro Baroja: "Prólogo" a Baroja, Pío: Las inquietudes de Shanti Andía. Madrid, Cátedra.
2 Azorín: citado por Caro Baroja.
3 Baroja, Pío: Las inquietudes de Shanti Andía. Madrid, Cátedra.
4 Shaw, Donald: La generación del 98. Cátedra.
5 Baroja, Pío: César o nada, en Las ciudades. Madrid, Alianza.
6 Baroja, Pio: La sensualidad pervertida, en Las ciudades. Madrid, Alianza.
7 Baroja, Pío: Zalacaín el aventurero. Losada.
8 Baroja, Pío: El ´árbol de la ciencia. Madrid, Alianza, 1969.
9 Matus, Eugenio: Introducción a Baroja. Santiago de Chile, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1972.
10 Prieto, Adolfo: "La generaciòn del 80. La imaginaciòn", en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
11 Figueira, Ricardo: "Pròlogo" a Lòpez, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
12 López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
13 Charras, Julián de: La historia de Pedro Antón, en La novela semanal, Año VII, N° 294, Buenos Aires, 2 de julio de 1923.
14 Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
15 S/F: Gacetilla de prensa en www.sudamericanadigital.com.ar.
16 Belgrano Rawson, Eduardo: Noticias secretas de América. Buenos Aires, Planeta, 1998.
En novelas infantiles y juveniles
Fernando de Querejazu publica El pequeño obispo (1), una novela "absolutamente autobiográfica, aunque parezca un disparate lo que ocurre allí", surgida de "la necesidad de homenajear a mis padres, que eran admirables" (2).
El 10 de febrero de 1926 llegó a América el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón Franco, concretando así una proeza histórica. Ese mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de Córdoba, veía la luz el protagonista de esta novela. Sus padres, de origen español, lo llamaron Fernando en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se produjo el aterrizaje. La evocación del escritor, que se inicia en la fecha de arribo del hidroavión, tiene como escenario el querido paisaje de Canals, provincia de Córdoba, donde "se vivía bien, atrayendo a las poblaciones cercanas, en un gran radio a la redonda, que buscaban los atractivos de este centro vitalizador". En esta localidad, fundada por un naviero valenciano, no se conocían las desdichas; la naturaleza, pródiga, brindaba a los hombres todo lo necesario para ser felices. Su tesón y fe en el futuro de la nueva patria eran una fuerza vital y fecunda.
Notas
1 Querejazu, Fernando de: El pequeño obispo. Buenos Aires, Lumen, 1986.
2 "Fernando de Querejazu: la experiencia personal en la novela", en El Tiempo, Azul, 30 de abril de 1988.
Elizabide el Vagabundo "Había gastado casi entero su escaso capital en sus correrías por América, de periodista en un pueblo, de negociante en otro, aquí vendiendo ganado, allá comerciando en vinos. Estuvo muchas veces a punto de hacer fortuna, lo que no consiguió por indiferencia. (…) Ultimamente se había encontrado en una estancia del Uruguay, y como Elizabide era agradable en su trato y no muy desagradable en su aspecto, aunque tenía ya sus treinta y ocho años, el dueño de la estancia le ofreció la mano de su hija, una muchacha bastante fea, que estaba en amores con un mulato. Elizabide, a quien no le parecía mal la vida salvaje de la estancia, aceptó, y ya estaba para casarse cuando sintió la nostalgia de su pueblo, del olor a heno de sus montes, del paisaje brumoso de la tierra vascongada. Como en sus planes no entraban las explicaciones bruscas, una mañana, al amanecer, advirtió a los padres de su futura que iba a ir a Montevideo a comprar el regalo de bodas; montó a caballo, y luego en el tren, llegó a la capital, se embarcó en un transatlántico, y después de saludar cariñosamente la tierra hospitalaria de América, se volvió a España". Cuando volvió, lo recibieron con desdén: "Cuando corrió por el pueblo la voz de que no sólo no había hecho dinero en América, sino que lo había perdido, todo el mundo recordó que antes de salir de la aldea, ya tenía fama de fatuo, de insustancial y de vagabundo" (1).
En "La pesquisa" (2), de Paul Groussac, aparece una sirvienta vasca. La mujer es descripta por el empleado de correo: "joven aún, vestida como sirvienta y de aspecto extranjero, había retirado una carta, exhibiendo un pasaporte español a su mismo nombre".
En "El Hombrecito" (3), escribe Benito Lynch: "A fuerza de transpirado y jadeante, Bustingorri casi no habla, y recuerda, por su aspecto, a un gran buey cansino y sudoroso volviendo del trabajo".
En "Hotel Comercio", Bernardo Kordon presenta un comerciante vasco: "Efraín Gutiérrez, el dueño de ?El Vasquito? " (4).
En "Los trotadores", de Elías Carpena, dice uno de los personajes: "-¡Mire, patrón: de los troteadores que ahí, en la Coronel Roca, corrieron el domingo, ni los que corrieron antes, le hacen ninguna mella… : ni siquiera el del vasco Estévez, que ganó sobrándose por el tiro largo, ni el de la cochería Tarulla, que ganó con el oscuro a la paleta! ¡Usted tiene el oro y lo confunde con el cobre!" (5).
Es vasco un personaje de "Mundo, mundo" (6), de Cristina Siscar.
En "La fotografía", Celia Matilde Caballero relata que un vasco logra ingresar a la foto en la que estaban su esposa y sus hijos (7).
En la provincia de Buenos Aires se afinca el protagonista de un cuento de Arturo M. García: "Don Javier Echegaray y Tarragona, oriundo de San Sebastián en el país vasco y como su nación, fuerte de temperamento, férrea voluntad, constante en el trabajo y perseverante en sus ideas había llegado a la Argentina a los doce años con unas ansias inconmensurables de hacerse la América. Recaló en Buenos Aires, pero la ciudad que crecía no le brindaba muchas ilusiones y esperanzas, eran los resabios de la generación del 80 con su crisis económica, financiera y social y Javier evocando las praderas vascuences y las montañas pirenaicas, solo, se exilió de nuevo. Viajaba como linyera en trenes de carga hacia el Sur, comenzó a admirar las extensas pampas, se asombraba contemplando la cantidad de ganado pastando a la vera de los rieles del ferrocarril, asentándose por fin como peón en las regiones de Pigüé, Coronel Suárez y Saavedra. Trabajó mucho y fuerte, ahorró dinero y junto con las pocas pesetas que le mandaban los tíos desde la patria, fue haciendo un capital que le permitió comprar primero unas pocas hectáreas, luego más terrenos, una granja después y por fin una estancia en la zona de Tornquist" (8).
Arturo M. García relata, en "Ella eligió así", lo sucedido a Raquel Amanda Olascoaga, hija de vascos tomada cautiva por Biguá, con quien pidió contraer matrimonio cristiano, rehusando volver a la sociedad. Cuando la llevaron los indios, ella era una "mujer de treinta años de edad, dama de recio temple y extraordinaria hermosura, hija única de un matrimonio de origen vasco, que después de haber habitado muchos años en el Río de la Plata, donde cosecharon una ingente fortuna a través de negocios de importación de bebidas espirituosas, traídas de Europa, se volvieron a su país natal, dejando a su hija ya madura, al frente de sus casas en Buenos Aires y Montevideo" (9).
En "El comisario Gorra Colorada", de Alberto E. Azcona, relata uno de los personajes:
"Yo fuí amigo también del comisario 'Gorra Colorada'. Lo conocí en la batalla de La Verde, era alsinista como yo. En esa ocasión éramos menos, pero nos salvaron los rémington, y además el coronel Arias colocó a la tropa muy bien protegida en el monte de la estancia. Una noche, mientras comíamos un asado a la orilla de la laguna, me contó este vasco Aldaz, que en Navarra durante las 'carlistadas', estuvo preso en setenta y dos cárceles. Consiguió escapar y llegar a la Argentina, donde peleó contra López Jordán".
'Después -continuó el dueño de casa- se hizo famoso en toda la Provincia de Buenos Aires. Lo llamaban 'Gorra Colorada', no sé si por la 'chapela gorri' de los carlistas, por el distintivo de los conservadores, o porque en aquella época el quepis colorado formaba parte del uniforme de los comisarios'.
Sorbió el mate meditativamente, y continuó: 'Limpió todo el sur de la Provincia de vagos y criminales, y una vez él solo atropelló a facón al 'Tigre del Quequén, un tal Felipe Pachecho, que debía catorce muertes. Lo desarmó y lo ató'.
'Sí, -concluyó mirando más allá de las glicinas-, fuimos muy amigos con Luis Aldaz. Era un hombre de esos antiguos, muy capaz y, sobre todo, de pocas palabras…' " (10).
Notas
- Baroja, Pío: "Elizabide el vagabundo", en Cuentos. Madrid, Alianza, 1982.
- Groussac, Paul: "La pesquisa", en H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros: El cuento policial. Selecc. de Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo).
- Lynch, Benito: "El hombrecito", en Lynch, Benito: Cuentos. Selección, prólogo y notas por Ana Bruzzone. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 70).
- Kordon, Bernardo: "Hotel Comercio", en R. Arlt, J. L. Borges y otros: El cuento argentino 1930-1959*** antología. Selección y prólogo de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo).
- Carpena, Elías: Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973.
- Siscar, Cristina: "Mundo, mundo", en Reescrito en la bruma. Buenos Aires, Per Abbat, 1987.
- Caballero, Celia Matilde: "La fotografía", en Fantasía y amor. Buenos Aires, Ediciones Arlequín de San Telmo, 1998.
- García, Arturo: "El cóctel", en el grillo N° 22. Buenos Aires, 1999.
- García, Arturo M.: "Ella eligió así", en el grillo, Suplemento: Gabinete de Letras y Arte El tema es la libertad, N° 18, 2004.
- Texto inédito
En Martín Fierro (1), de José Hernández, aparece el vasco pulpero:
Se tiró al suelo; al dentrar
le dio un empellón a un vasco
y me alargó un medio frasco
diciendo: «Beba, cuñao».
«Por su hermana», contesté,
«que por la mía no hay cuidao».
Fernando Sorrentino alude al inmigrante, analizando otra cuestión: "¿Cómo debe interpretarse esta magnífica escena literaria, de vividez cinematográfica? La actitud insolente del gaucho, con su entrada ampulosa de meter el caballo hasta casi dentro del boliche, darle un empujón a uno ?el consabido vasco pulpero? de los dueños del local, etcétera, sirve de contexto para que la palabra cuñado, que solía tener un matiz afectuoso, se cargue de agresividad" (2).
Leopoldo Lugones, en "la ?Oda a los ganados y las mieses? muestra una expansión jubilosa en la exaltación de la tierra, los hombres y los frutos, sin rehuir prosaísmos certeros de cordial resonancia. Desde el diálogo pintoresco que sitúa con felicidad en su medio al criollo o al extranjero hasta el cuadro familiar a veces íntimo y conmovido de recuerdos, Lugones hace explícita una convivencia con el mundo humano, animal o de humildad biológica que sorprende por la extrema y sutil observación. Hay ternura y gracia en el diminutivo y las imágenes justas multiplican ante el lector la hirviente variedad de ese vivo universo" (3).
En la "Oda a los ganados y las mieses" (4), canta al vasco:
¡Oh alegre vasco matinal, que hacía
Con su jamelgo hirsuto y con su boina
La entrada del suburbio adormecido
Bajo la aguda escarcha de la aurora!
Repicaba en los tarros abollados
Su eclógico pregón de leche gorda,
Y con su rizo de humo iba la pipa
Temprana, bailándole en la boca,
Mezclada a la quejumbre del zorzico
que gemía una ausencia de zampoñas.
Su cuarta liberal tenía llapa,
Y su mano leal y generosa,
Prorrogaba la cuenta de los pobres
Marcando tarjas en sus puertas toscas.
En su poema "En el día de la recolección de los frutos" (5), Alfredo Bufano homenajea a la inmigración española:
¡Salud, nietos sin mengua de Francisco Pizarro
y de Ruy Díaz de Vivar;
hijosdalgo de Avila de los Caballeros,
sudorosos hacheros de Ontoria del Pinar,
labriegos de las rudas mesetas castellanas,
pescadores galaicos de las rías y el mar,
hortelanos de Murcia, vascos roblizos, fuertes
extremeños: ¡larga gloria tengáis
todos vosotros, hijos de las viejas Españas,
hombres de eterna y recia y heroica mocedad,
en cuyas venas corre la misma sangre nuestra
y cuyas bocas se abren con nuestro mismo hablar!.
De María Cristina Azcona es el poema "Vasco argentino" (6), que dice:
El agro se esfera, esmeralda del agro…
en los ojos preclaros del abuelo vasco.
La boina está al sesgo, las cejas son pueblo,
las ideas son rectas planeando milagros.
Severa figura de porte fornido,
las manos de acero, el corazón de estío.
Temperamento de estirpe tribal.
Guerrero en la vida, referente en el hogar.
Un día, blandiendo designios
partió aquella nave.
Estrella nativa colmó sus anhelos
con brillos tan suaves.
Hoy crece aquí, valiente y sincera
la flor de raíces criolla y euskera.
Familia y trabajo es el norte.
Es férreo su temple y aquel mismo porte.
Pasado, presente y futuro destino.
Abuelo que alienta en la sangre del
vasco argentino.
En "Madre Patria" (7), Silvia Isjaqui Sereno evoca a sus abuelos:
Un abuelo catalán
El otro de sangre euskera
Otros, moros perseguidos
Y devueltos a sus tierras
¡Ay mis abuelos dormidos
En otras tumbas de América
Pensando un día volver
Pero ese día no llega
¡Ay que profundo dolor
Caminar por otras sendas!
Uno huyó por ser carlista
El otro por la miseria
Y al resto lo fue llevando
de un lado a otro la guerra
En su Canto a la Argentina (8), expresa el nicaragüense Rubén Darío:
Hombres de España poliforme,
finos andaluces sonoros,
amantes de zambras y toros,
astures que entre peñascos
aprendisteis a amar a la augusta
Libertad, elásticos vascos
como hechos de antiguas raíces,
raza heroica, raza robusta,
rudos brazos y altas cervices;
hijos de Castilla la noble,
rica de hazañas ancestrales;
firmes gallegos de roble,
catalanes y levantinos
que heredásteis los inmortales
fuegos de hogares latinos;
íberos de la península
que las huellas del paso de Hércules
vísteis en el suelo natal:
¡he aquí la fragante campaña
en donde crear otra España
en la Argentina universal!
Notas
- Hernández, José: Martín Fierro. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
- Sorrentino, Fernando: "El trujamán Por su hermana»:no confundir una burla con un brindis (II)", Centro Virtual Cervantes, 29 de diciembre de 2004.
- Ara, Guillermo: "Leopoldo Lugones", en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
- Lugones, Leopoldo: "Oda a los ganados y las mieses", en Antología poética. Buenos Aires, Espasa, 1965.
- Bufano, Alfredo: "En el día de la recolección de los frutos", en "Para todos los hombres del mundo que quieran habitar suelo argentino". Buenos Aires, Clarín.
- Azcona, María Cristina: "Vasco argentino", en Dos talles menos de cerebro.
- Isjaqui Sereno, Silvia: "Madre Patria", en SEFARAires Nª 50, Junio de 2006.
- Darío, Rubén: "Canto a la Argentina", en Obras completas. Buenos Aires, Editorial Anaconda, 1949. 347 pp.
Año 1872. "Tandil era una pequeña ciudad al pie de la sierras ubicada cerca de un río con muchas cascadas a la sombra de sauces y álamos y con una cantidad de molinos harineros. (…) En las primeras horas del Año Nuevo, cuando la ciudad todavía dormía, entraron los rebeldes, no encontraron ni guardias ni policías y rápidamente ocuparon y cercaron la plaza principal. (…) En medio de gritos y alaridos, como una ?horda de salvajes?, según palabras de un observador, la banda de entre cuarenta y cinco y cincuenta hombres abandonó la ciudad a caballo", para realizar la masacre. "Después de abandonar la pulpería, los atacantes se dirigieron a la estancia de Ramón Santamarina, el acaudalado inmigrante vasco cuya ejecución marcaría el momento culminante de la operación. Como no encontraron señales de su presa, hicieron una pausa para tomar mate y cambiar los caballos. Dejaban a sus espaldas un itinerario manchado con la sangre de treinta y seis cuerpos: dieciséis franceses, diez españoles, tres británicos, dos italianos y una cantidad de argentinos, víctimas de una identificación equivocada" (1).
Escribe Angela Blanco Amores de Pagella: "Dentro de las piezas de carácter popular, con personajes gauchescos, es necesario considerar una obra larga, verdadero antecedente de la corriente gauchesca de teatro que se afirma con Juan Moreira y su tema de la injusta situación del gaucho en la sociedad de entonces. Se trata de la obra titulada Solané, de Francisco Fernández, escrita en 1872, el mismo año de la aparición de Martín Fierro".
Sobre el desafortunado mestizo que da título al drama, escribe: "El protagonista de esta obra es Jerónimo Solané, un chileno hijo de una araucana y un francés, que existió en la realidad y que llegó a los pagos de Tandil con fama de curandero. El asunto se refiere a un hecho real: el asesinato de un comerciante de Tandil fue atribuido injustamente a Solané (…)Solané fue preso, pero no se le pudo probar nada. Entonces fue muerto a través de los hierros de la ventana de la prisión".
A criterio de la ensayista, "lo que fundamentalmente da importancia a esta obra no es el hecho episódico que en ella se trata, sino las intenciones del autor que, según lo escrito por él mismo, se propone revelar la causa de la muerte de Solané citando hechos y sobre todo analizando el medio sociológico, histórico y político, situación de la campaña ante el caudillismo y anulación del sufragio libre" (2).
Luis Ordaz considera que el drama "posee un indudable valor documental, pero carece de verdadero mérito escénico por la trama convencional y el desarrollo efectista y plagado de parlamentos melodramáticos. Francisco F. Fernández, personalidad rebelde y sumamente interesante de la época, escribe la obra y la retoca, pero no la estrena" (3).
En esa obra, varios personajes se refieren a vascos. Cito algunos de esos pasajes.
Uno manifiesta: "el gringo Bidarte, quiere obligar a la viuda, su hija Genoveva, a que se case con su socio el comandante Gómez…". Otro afirma: Me obligaron ustedes a buscarme la vida… para dar de comer a mis 'crías', porque la chacrita que trabajaba con mi padre anciano, nos la quitó el juez de paz, apoyao por Bidarte, gringo indino!… y si no hubiera sio por Solané y su amigo Chaparro, que me ayudaron, yo hubiera tenío que hacer cuatrero endeveras!…". Una mujer dice: "Ustedes no ignoran que los asesinos de nuestro buen Chaparro fueron algunos facinerosos, traidos de afuera, pagados por los políticos y por estancieros deudores (…) y del asesinato y del saqueo de la casa de comercio -¡grosera invención!- acusan al mejor amigo de Chaparro, a Solané!…" (4).
De Nemesio Trejo, con música de Antonio Reynoso, es el "sainete cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y verso" que se titula Los políticos. En él, aparece un vasco que habla dificultosamente castellano. Cuando un almacenero gallego le pregunta por qué le está cobrando cinco centavos más por litro, el vasco responde: "Porque el Municipalidad hacerme comprar tapos de lata. Si yo casas intendente verá que tapos poner; ¡gran siete!". Y canta "Agurneré biotreco/ amacho maitiá/ laiste recorri conaiz/ consola saítea" (5).
Muy distinto, por cierto, es el castellano que habla un vasco creado por Carlos Mauricio Pacheco para su "sainete lírico-dramático en un acto" titulado Los disfrazados. El vasco dice, por ejemplo: "¿Y no manya ni medio?", "No vaya a ser cosa que se retobe el grévano…" y "Me han hecho ráir…qué infeliz el gringo este…" (6).
"El 27 de diciembre de 1902, la compañía Podestá hnos. estrena en el actual Liceo Bohemia criolla", del uruguayo Enrique De María, escritor que "integra junto con Trejo y Butaro el triángulo que logra diferenciar en su primer momento, al sainete criollo de la zarzuela chica" (7).
En esa pieza aparece un personaje con esta indumentaria: "Román, sentado sobre un cajón, tiene una libreta en la que figura escribir, viste gorra de vasco, un saco viejo y un diario (La Prensa) colocado como chiripá de mantilla, en vez de pantalones". En otra escena, aparecen "Un gallego, un Vasco, un Andaluz, un Criollo y Coro de hombres. Traen guitarra, acordeón, bandurria, etc., etc."; el vasco canta: "¡Ay, ay, ay! Mutilá…/ ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!/ ¡Qué lindo es lo que sigue/ en lengua es h?aldurriá!/ ¡Ay!… ¡Ay… ay… mutilá/ chapela gurriá!…" y finaliza gritando "¡Aurrerá nescacha polita!" (8).
Un aviso publicado en la revista teatral La Escena N° 99 anuncia que en la temporada 1920, en el teatro Politeama, se presenta la compañía de Roberto Casaux todos los días con extraordinario éxito. Los actores interpretan El vasco de Olavarría, de Alberto Novión (1881-1937), obra que la publicación reproduce.
En el prólogo, don Joaquín de Vedia nos habla sobre la personalidad de Novión, de quien dice que "es uno de los fuertes trabajadores del teatro argentino, porque es bueno, porque es alegre, porque ni la envidia lo devora ni la vanidad lo irrita". Acerca de la circunstancia en que el prologuista conoció al dramaturgo, leemos: "Lo conozco desde los primeros días de su carrera de autor: fue mi pobre y grande amigo Florencio Sánchez quien me llamó la atención hacia él, cuando el estreno de La cantina, un modelo de sainetes populares. Desde entonces, otras obras, de diversos géneros y de diferentes proporciones han popularizado el nombre y han afianzado los prestigios de Novión entre los que siguen la marcha, más o menos difícil, más o menos ocasionada a tropiezos y barquinazos, de este pensamiento de hacer un teatro nacional".
Vedia reafirma lo anunciado en el aviso, refiriéndose a las cincuenta noches que El vasco de Olavarría lleva en escena, y define al protagonista en relación con el autor que le dio vida: un ser "noblote, bueno, sincero hasta en la contradicción, veraz hasta en la pausa, todo sentimiento y comprensión del bien, como el autor que lo ha arrojado, de boina, tricota, cinto y granaderas, a la escena nacional, donde los vascos siembran tan eficazmente como en la pampa" (9).
Luis Ordaz, en un trabajo sobre Florencio Sánchez, nos habla del momento en que surge la obra dramática de Alberto Novión, al que vemos vinculado con otros prestigiosos dramaturgos: "Durante la que se nombra como ?época de oro? (y abarca, idealmente, desde la afirmación de la escena nativa por José J. Podestá, hasta el fallecimiento de Florencio Sánchez muy lejos, en Milán, a fines de 1910, van apareciendo y se destacan autores que realizan aportes de gran significación para el desarrollo coherente de nuestra dramática, como Pedro E. Pico, José León Pagano, Julio Sánchez Gardel, Alberto Ghiraldo, José de Maturana, Alfredo Duhau, Vicente Martínez Cuitiño, Alberto Novión, Enrique Buttaro, Carlos Mauricio Pacheco, entre tantos otros" (10).
Los estudiosos Abel Posadas, Marta Speroni y Griselda Vignolo diferencian, en un estudio sobre el sainete, el español, el lírico criollo, el de indagación y entretenimiento y el de divertimento y moraleja. A criterio de los ensayistas, Alberto Novión cultivó algunas de estas vertientes (11).
Alberto Novión, nacido en Francia, ha creado varios personajes inmigrantes; recordemos a los italianos en La cantina y Primeros fríos. Para lo comedia en tres actos presentada en el Politeama, se inclinó por un vasco, al que dota de muchas condiciones buenas y pocos defectos.
La anécdota es escueta y sabrosa: un hombre vive con su mujer y su hijo en Buenos Aires. Su hermana, a quien hace veinte años que no ve, le anuncia que irá a visitarlo. Viene del campo, de Olavarría, donde vive con su marido vasco y sus dos hijos. La visita de los parientes causa desagrado a la cuñada, quien espera lo peor de esta familia, a la que supone grosera y rústica. Más tarde, se dará cuenta de que estaba prejuzgando, y tendrá que aceptar que su hijo, estudiante de Abogacía con pretensiones de diplomático, se case con la prima del campo.
La cuñada del vasco pregunta a su marido cómo ha hecho este hombre para juntar tanto dinero. El marido le responde: "como tantos otros, la mayoría de nuestros vascos, trabajando honradamente. Este es de los buenos, de los grandes y fuertes, porque sabe romper la tierra, tirar el grano y mirar de frente al sol.".
Novión alude también al empecinamiento del inmigrante, quien afirma: "cuando a un vasco se le pone algo en la cabeza, no hay familia, razones, ni el demonio a cuatro, que lo haga salir del camino que ha agarrao…". Quizás en esta fortaleza de carácter radique su posibilidad de prosperar en un país hospitalario. La mujer del vasco coincide con él en que es empecinado, pero se lo dice con un sentido reprobador: "los vascos, por más macanas que hagan tienen razón". Es risueña la imagen que aporta el hijo de ambos, quien asevera que cuando "el viejo hace una macana, aunque le peguen en el suelo no da su brazo a torcer". El vasco está orgulloso de ser quien es y, cuando lo desairan, dice que se lo han hecho a él, "al vasco de Olavarría, que tiene nada más que pegar una patada en el suelo y salen todos disparando como en Cagancha".
Pero el vasco, así como es tenaz y arrogante, es también un hombre sensible. Por boca de su hija sabemos cuánto echa de menos su tierra de origen: "papá -dice la joven-, a pesar de que ya está viejo y que ha formado en esta tierra su hogar, su hogar, su fortuna, su tranquilidad; viera Ud. cuántas veces lo he sorprendido cantando bajito los aires de su tierra natal, y cuántos suspiros, mensajeros de muchos besos, han ido desde sus labios hasta sus montañas, para morir en los muros de su casa, allá en la aldea de la falda" (12).
Novión nos brinda la posibilidad de conocer la compleja relación que se dio entre nativos e inmigrantes y, en esta pieza en particular, entre citadinos y campesinos, pues en ella se advierten resonancias del "menosprecio de corte y alabanza de aldea" que tantas páginas motivó en la literatura de diversas épocas.
Notas
1 Lynch, John: Masacre en las pampas. La matanza de inmigrantes en Tandil, 1872. Buenos Aires, Emecé, 2001.
2 Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del teatro argentino. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1972.
3 Ordaz, Luis: "De Caseros al zarzuelismo criollo. El teatro", en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
4 Fernández, Francisco F.: Soalné. Buenos Aires, Instituto de Estudios de Teatro.
5 Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y otras obras. Buenos Aires, CEAL, 1980.
6 Pacheco, Carlos Mauricio: Los disfrazados, en Canillita y otras obras. Buenos Aires, CEAL, 1980.
7 Speroni, Marta y Vignolo, Griselda: "Notas" a Varios Autores: El teatro argentino. 6. El sainete. Buenos Aires, CEAL, 1980.
8 María, Enrique de: Bohemia criolla, en Varios Autores: El teatro argentino. 6. El sainete. Buenos Aires, CEAL, 1980.
9 Vedia, Joaquín de: "Prólogo" a Novión, Alberto: El vasco de Olavarría.
10 Ordaz, Luis: "Florencio Sánchez", en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
11 Posadas, Abel, Speroni, Marta y Vignolo, Griselda: "El sainete" en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980
12 Novión, Alberto: El vasco de Olavarría. En La Escena Revista Teatral N° 99. Buenos Aires, 1920.
Algunos cineastas evocaron la inmigración española que llegó a tierra americana. en filmes en los que se evoca esa etapa de nuestro pasado y se pone al alcance del público testimonios de quienes protagonizaron un fenómeno social que dejó indelebles huellas.
El 31 de mayo de 1943 se estrenó Juvenilia, un film sonoro, en blanco y negro, de 104 minutos de duración. Lo dirigió Augusto César Vatteone. Escribieron el guión Pedro E. Pico, Alfredo de la Guardia y Manuel Agromayor, según la novela homónima de Miguel Cané. La interpretaron Elisa Christian Galvé, José Olarra, Ernesto Vilches, Eloy Alvarez, Ricardo Passano (h), Marcos Zucker y Gogó Andreu, entre otros (1).
En La Fuga (Argentina-España, 2000), aparecen inmigrantes españoles. La película fue dirigida por Eduardo Mignogna, con Ricardo Darín, Miguel Angel Solá, Gerardo Romano, Patricio Contreras, Inés Estévez, Facundo Arana, Arturo Maly, Norma Aleandro.
"En el verano de 1928 escribe Juan Sasiaín- siete presos acosados por la angustia del encierro, ansiosos por los aleteos de libertad, se fugan de una penitenciaria de Buenos Aires. Los prófugos toman rumbos diversos, intentando retornar a lo que eran sus vidas. Laureano Irala (interpretado por Miguel Angel Solá) narra las historias de sus compañeros, con una voz cálida y reflexiva: "ninguno de nosotros podría librarse de las ataduras que tenía antes de caer preso…". Eduardo Mignogna, basándose en su novela homónima, dirige el film siguiendo su estilo en clave de melodrama. La excusa de la fuga sirve para contar el cuento de cada uno de los presos, el re-encuentro con sus pasiones individuales; presos de sus propios deseos no logran fugarse de sus destinos de encierro. Lo único que une a estos personajes es el deseo del afuera que cantan a coro de presos: "Pide a la estrella la libertad". (…)Es un lujo para el cine argentino contar con un narrador de historias cargadas de emoción, poesía y delicadeza de la talla de Mignogna. Su novela ganó el premio Emecé y su película ganará sonrisas y lágrimas de los deseosos espectadores" (2).
Cuando el anarquista Camilo Vallejo se fuga, dos hombres con boinas vascas lo ocultan en un carro lechero.
Notas
1 Verbeke, Natalia: "Juvenilia", en www.cinenacional.com.
2 Sasiaín, Juan: "La fuga", en www.cineismo.com.
"Organizada por el Centro Vasco de Azul Gure Txokoa, del 23 al 28 de este mes se expondrá en el Salón Cultural de esta ciudad la muestra itinerante del fotógrafo vasco Paulino Oribe titulada "Pastores vascos en el Río de la Plata". La exposición, que está dedicada a los inmigrantes vascos en su relación con el pastoreo en el Cono Sur Latinoamericano, consta de 42 fotografías que ya han recorrido numerosas ciudades de nuestro país y que desembarcará luego en Uruguay" (1).
Notas
1. S/F: "Pastores vascos en el Río de la Plata", en El Tiempo, Azul, 20 de junio de 2004.
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Así vieron a los vascos inmigrantes los escritores. Como personajes literarios, testimonian una sociedad y un momento histórico. Esa visión se complementa con la de los periodistas, cineastas, inmigrantes y descendientes argentinos.
Mayo de 2007
(Actualización del trabajo publicado en www.monografias.com)
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA / Periodista
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