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Las creencias de un genio – Albert Einstein


Partes: 1, 2

  1. (1934)  La educación
  2. (1945) El Estado y la conciencia individual
  3. (1948) Respuesta de Einstein a la Academia rusa de ciencias
  4. (1948) ¿Por qué socialismo?
  5. (1948) Necesidad de una cultura ética
  6. (1948) Un mensaje a los intelectuales
  7. (1950) La cultura, una de las bases de la comprensión mundial
  8. (1953) Los derechos humanos
  9. (1953) La libertad
  10. (1953) Educación y pensamiento independiente
  11. (1954) Ciencia y religión

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Albert Einstein – "Sus creencias" :

Puesto que no se puede ser universal, sabiendo todo lo que puede saberse de todo, hace falta saber un poco de todo, pues es mucho más bello saber algo de todo que saber todo de una cosa. – PASCALVivimos una época rica en inteligencias creadoras, cuyas expresiones han de acrecentar considerablemente nuestras vidas. Hoy cruzamos los mares merced a la fuerza desarrollada por el hombre, y empleamos también esa energía para aliviar a la humanidad del trabajo muscular agotador. Aprendimos a volar y somos capaces de enviar mensajes y noticias sin dificultad alguna a los más remotos lugares del mundo, por medio de ondas eléctricas.

No obstante, la producción y distribución de bienes se halla por completo desorganizada, de manera que la mayoría ha de vivir temerosa ante la posibilidad de verse eliminada del ciclo económico, y sufrir así la falta de lo necesario.

Además, los habitantes de las distintas naciones se matan entre sí a intervalos regulares, por lo que también, debido a esta causa debe sentir miedo y terror todo el que piense en el futuro.Esta anomalía se debe al hecho de que la inteligencia y el carácter de las masas son muy inferiores a la inteligencia y al carácter de los pocos que producen algo valioso para la comunidad.Confío en que la posteridad lea estas afirmaciones con un sentido de justicia y la necesidad de un cambio en la situación.

(1934)  La educación

Deberían cultivarse en los individuos jóvenes cualidades y aptitudes valiosas para el bien común.Más ello no significa que haya que destruir la individualidad y que el individuo se convierta en simple instrumento de la comunidad, como una abeja o una hormiga.

Una comunidad de individuos moldeados con el mismo patrón, sin originalidad ni objetivos propios sería una sociedad empobrecida sin posibilidades de evolución.

El objetivo ha de ser, al contrario, formar individuos que actúen y piensen con independencia y que consideren, no obstante, su interés vital más importante el servicio a la comunidad.Mas, detrás de cada triunfo está la motivación que constituye su fundamento y que a su vez se ve fortalecida por la consecución del fin del proyecto.

La influencia educativa que ejerce sobre el alumno la ejecución de un trabajo puede ser muy distinta, según provenga del miedo al castigo, la pasión egoísta o el deseo de placer y satisfacción.Y nadie sostendrá, creo, que la administración del centro de enseñanza y la actitud de los profesores no influye en la formación de la psicología de los alumnos.Para mí lo peor de la escuela es que utiliza como fundamento el temor, la fuerza y la autoridad. Este tratamiento destruye los sentimientos sólidos, la sinceridad y la confianza del alumno en sí mismo. Crea un ser sumiso.

En cierto modo es fácil liberar a los centros de enseñanza de este grave mal.El poder del maestro debe basarse lo menos posible en medidas coactivas, de modo que la única fuente de respeto del alumno al profesor sean las cualidades humanas e intelectuales de éste.El motivo que enunciamos en segundo lugar, la ambición, o dicho en forma más moderada, la busca de respeto y consideración de los demás, es algo que se halla muy enraizado en la naturaleza humana.Si no se diese un estímulo mental de este género, sería del todo imposible la cooperación entre los seres humanos.

El deseo de obtener la aprobación del prójimo es, desde luego, uno de los poderes de cohesión más importantes de la sociedad. En este complejo de sentimientos, se hallan unidas de manera estrecha fuerzas constructivas y destructivas.

El afán de aprobación y reconocimiento es un estímulo sano, pero el designio de ser reconocido como el mejor, el más fuerte o más inteligente que el prójimo o el compañero de estudias, conduce muy pronto a una actitud psicológica en exceso egoísta, que puede resultar dañosa para el individuo y la comunidad.

Así, la institución de enseñanza y el profesor deben cuidarse de emplear el fácil método de fomentar la ambición personal para impulsar a los alumnos al trabajo diligente.No pocas personas han citado en este sentido la teoría de la lucha por la vida y de la selección natural de Darwin como una autoridad para fomentar el espíritu de lucha.Hay quienes han intentado también demostrar de manera seudocientífica que es necesaria la destructiva lucha económica, fruto de la competencia entre los individuos.Esto es un error, pues el hombre debe su fuerza en la lucha por la vida al hecho de ser un animal social.Lo mismo que la contienda entre las hormigas de un mismo hormiguero impediría la supervivencia de éste, el enfrentamiento entre los miembros de una misma comunidad humana atenta contra su supervivencia.Por consiguiente, tenemos que prevenirnos contra quienes predican a los jóvenes el éxito, en el sentido habitual, como objetivo de la vida.

El valor de un hombre debería juzgarse en función de lo que da y no de lo que recibe.La motivación más gratificante del trabajo, en la escuela, en la vida, es el placer que proporciona el trabajo mismo, el que ofrecen sus resultados y la certeza del valor que tienen estos logros para la comunidad.Para mí la tarea decisiva de la enseñanza es despertar y fortalecer estas fuerzas psicológicas en el joven.Esta base psicológica genera por sí sola un deseo gozoso de obtener la posesión más valiosa que pueda alcanzar un ser humano: conocimiento y destreza artística.Hacer surgir estos poderes psicológicos productivos es, por supuesto, más difícil que utilizar la fuerza o despertar la ambición individual, si bien tiene un mérito más elevado.Si un joven ha adiestrado sus músculos y su resistencia física en la marcha y en la gimnasia, podrá más tarde realizar cualquier tarea ruda. Lo mismo sucede con el empleo de la inteligencia y el ejercicio de la aptitud mental y manual.No se equivocaba, pues, quien expresó: "Educación es lo que queda cuando se olvida lo que se aprendió en la escuela".La escuela tiene que plantearse siempre como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad armónica, y no como un especialista.Lo primero debería ser desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes y no la adquisición simple de conocimientos especializados.Si un individuo domina los fundamentos de su disciplina y ha aprendido a pensar y a trabajar con autonomía, encontrará sin duda su camino, y además será mucho más hábil para adaptarse al progreso y los cambios, que el individuo cuya formación consista sólo en la adquisición de algunos conocimientos detallados.En síntesis, quiero subrayar una vez más que lo dicho aquí de manera un tanto categórica no pretende ser más que la opinión personal de un hombre que únicamente se funda en su propia experiencia como alumno y como profesor.

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(1945) El Estado y la conciencia individual

Resulta fácil decir que no puede considerarse responsable al individuo por actos ejecutados mediante una presión insoportable, porque el individuo depende por completo de la sociedad en que vive y ha de aceptar sus normas ciertamente. Mas la misma formulación de esta idea permite ver hasta qué punto tal concepción contradice nuestro sentido de la justicia.La presión externa logra, en alguna medida, reducir la responsabilidad del individuo, pero nunca eliminarla. En los juicios de Nürenberg se aceptó este principio.Todo lo que tiene importancia moral en nuestras instituciones, leyes y costumbres, puede deducirse de la interpretación del sentido de la justicia por parte de innumerables individuos.Las instituciones son impotentes, en el aspecto ético, a menos que las apoye el sentido de la responsabilidad de los individuos actuantes.Todo esfuerzo por elevar y fortalecer este sentido de la responsabilidad es un elevado servicio a la humanidad.En nuestro tiempo, los científicos y los ingenieros asumen una responsabilidad moral muy grande porque la creación y perfeccionamiento de instrumentos militares de destrucción generalizada cae dentro de su campo concreto de actividad.

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(1948) Respuesta de Einstein a la Academia rusa de ciencias

"Cuatro de mis colegas rusos han publicado un benevolente ataque contra de mí por medio de una carta abierta aparecida en el New Times.Aprecio el esfuerzo que han realizado y más todavía el hecho de que hayan expresado su punto de vista de manera tan abierta y directa.

Cuando se trata de problemas humanos, actuar con inteligencia sólo es posible si se intenta comprendes los pensamientos, motivos e ideas del oponente de manera tan profunda que sea posible ver el mundo a través de sus ojos.Toda persona bien intencionada debe tratar de contribuir, en la medida más amplia de sus posibilidades, al mejoramiento de esa clase de comprensión.Con este espíritu quiero pedir a mis colegas rusos, y a cualquier otro lector que acepten esta respuesta a su carta.Se trata de una réplica de un hombre que con ansiedad pretende hallar una solución adecuada sin forjarse la ilusión de que él mismo conoce "la verdad" o "el recto camino" a seguir.Si a lo largo de estas líneas expreso mis opiniones de modo algo dogmático, debe quedar claro que sólo lo hago por razones de claridad y simplicidad.Si bien la carta de ustedes, en lo esencial, aparece como un ataque contra los países no socialistas, en particular los Estados Unidos, creo que detrás de la fachada agresiva existe una actitud mental defensiva, que conduce hacia un aislacionismo casi ilimitado.

Esta actitud aislacionista no es difícil de comprender si se advierte todo lo que Rusia ha sufrido de parte de países extranjeros durante las tres últimas décadas: las invasiones alemanas y su genocidio de la población civil, la sistemática campaña de calumnias en la prensa occidental, el apoyo que obtuvo Hitler en su condición de instrumento para luchar contra Rusia.Sin embargo, por comprensible que resulte este deseó de aislamiento, no deja de ser menos desastroso para Rusia y para todas las otras naciones. Volveré sobre este tema más adelante. El elemento decisivo del ataque de ustedes se refiere al apoyo que he brindado a la idea de un "gobierno mundial".Me interesaría discutir este importante problema sólo después de haber dicho unas pocas palabras acerca del antagonismo entre el socialismo y el capitalismo.Está claro que la actitud de ustedes acerca del sentido de esta contradicción domina por completo sus puntos de vista sobre los problemas internacionales. Si se considera con objetividad el problema socioeconómico se llegará al siguiente planteamiento: el desarrollo tecnológico ha traído consigo una creciente centralización del mecanismo económico.

Este desarrollo es responsable asimismo de que el poder económico en todos los países más industrializados se haya concentrado en las manos de unos pocos.Estas personas, en los países capitalistas no tienen que dar cuenta de sus acciones ante el conjunto del pueblo; en cambio, sí deben hacerlo en los países socialistas, en los que son funcionarios como los que tienen el poder político.Pienso con ustedes que una economía socialista posee ventajas que definitivamente compensan sus desventajas, siempre que su administración -al menos hasta cierto punto- esté a la altura indispensable.Llegará sin duda el día en que todas las naciones -en tanto existan como tales- expresarán su gratitud a Rusia por haber demostrado, por primera vez, la posibilidad práctica de una economía planificada, no obstante sus enormes dificultades.También creo que el capitalismo, o lo que llamaríamos el sistema de libre empresa, será incapaz de frenar el paro, que se hará crónico a causa del progreso tecnológico, y tampoco podrá mantener un equilibrio saludable entre la producción y el poder adquisitivo del consumidor. Además no debemos incurrir en el error de reprochar al capitalismo la existencia de todos los males sociales y políticos que nos aquejan.En primer término esta idea es peligrosa porque alimenta la intolerancia y el fanatismo por parte de todos sus "creyentes", al permitir que un método social se transforme en un credo religioso que trata de traidores o delincuentes a todos los que no pertenecen a él.

Cuando se ha llegado a esta situación la aptitud para comprender las convicciones y los actos de los "infieles" se desvanece por completo.Todo gobierno es malo en sí mismo, en cuanto lleva en su seno la tendencia a convertirse en una tiranía. Sin embargo, con la excepción de un pequeño número de anarquistas, estamos convencidos de que la sociedad civilizada no puede existir sin un gobierno.En un país ordenado existe cierto equilibrio dinámico entre la voluntad del pueblo y el gobierno, lo cual evita que éste degenere en tiranía.Resulta manifiesto que el peligro de ese deterioro es más agudo en un país en que el gobierno tiene autoridad no sólo sobre las fuerzas armadas sino también sobre todos los niveles de la educación y de la información, así como sobre la existencia económica de cada uno de sus ciudadanos.Digo esto sólo para señalar que el socialismo como tal no puede ser considerado la solución de todos los problemas, sino el simple marco dentro del cual tal solución es posible.Lo que me ha sorprendido en la actitud general de ustedes, expresada en su carta, es lo siguiente: ustedes son acérrimos enemigos de la anarquía en el ámbito económico y, a la vez, apasionados defensores de la anarquía -por ejemplo, una soberanía ilimitada- en el ámbito de lo político internacional.

La propuesta de restringir la soberanía de los estados individuales les parece inaceptable en sí misma, como si se tratara de un tipo de violación de un derecho natural.Además, tratan de demostrar que detrás de la idea de restringir la soberanía, los Estados Unidos ocultan su intención de dominar y explotar económicamente al resto del mundo sin necesidad de ir a una guerra.Ustedes intentan justificar esa aseveración en tanto analizan a su manera las acciones individuales de este gobierno desde el fin de la última guerra.Y quieren demostrar que la Asamblea de las Naciones Unidas es un simple espectáculo de títeres controlado por los Estados Unidos, y desde luego, por los capitalistas americanos. Estos argumentos me parecen un tanto mitológicos; no son convincentes. Empero, a partir de ellos se torna evidente el profundo abismo que divide a los intelectuales de nuestros dos países, resultado de un lamentable y artificial aislamiento mutuo.Si debe posibilitarse y ahondarse un intercambio personal y libre de puntos de vista, los intelectuales -tal vez más que nadie- podrían contribuir a la creación de una atmósfera de mutua comprensión entre las dos naciones y sus problemas.Esta atmósfera constituye un requisito previo y necesario para un provechoso desarrollo de la cooperación política.Sin embargo, y dado que por el momento dependemos del engorroso método de las "cartas abiertas", quiero señalar en forma breve mi reacción ante los argumentos de ustedes.

Nadie querrá negar que la influencia de la oligarquía económica sobre todos los campos de nuestra vida pública es muy poderosa. Pero esta influencia no debe ser sobreestimada, Franklin D. Roosevelt fue elegido presidente no obstante la desesperada oposición de estos poderosos grupos, y se le reeligió tres veces, y ello aconteció en una época en la que debían tomarse decisiones de suma importancia. Respecto a los planes del gobierno americano desde el fin de la guerra no quiero ni soy capaz ni me siento en condiciones de justificarlas o explicarlos.Con todo no se puede negar que las sugerencias del gobierno americano referentes a las armas atómicas han representado, de algún modo, un intento de crear una organización supranacional de seguridad.Si no resultaron aceptables, han servido, por cierto, como base de discusión para lograr que realmente se solucionaran los problemas de la seguridad internacional.Y en efecto la actitud del gobierno soviético, en parte negativa y en parte dilatoria, ha dificultado a a gente bien intencionada de este país el uso de su influencia política en la medida en que lo hubiera deseado y la posibilidad de oponerse a los "mercaderes de la guerra".

En cuanto a la influencia de los Estados Unidos sobre la Asamblea de las Naciones Unidas debo expresar que, en mi opinión, no sólo surge del poderío económico y militar de este país sino también de los esfuerzos de los EE.UU. y las Naciones Unidas para avanzar hacia una genuina solución del problema de la seguridad.En lo que se refiere al controvertido poder del veto creo que el empeño realizado para eliminarlo o neutralizarlo tiene su causa primera en el empleo abusivo que se hace de él y no en las intenciones concretas de los Estados Unidos. Consideremos ahora la sospecha de ustedes según la cual la política de los Estados Unidos pretende obtener la dominación económica y la explotación de otras naciones. Constituye un intento precario decir algo veraz acerca de los fines y las intenciones. Es preferible examinar los factores objetivos en este caso.

Los Estados Unidos tienen la fortuna de producir en su propia tierra todos los productos industriales indispensables y los comestibles, en cantidad suficiente.También posee el país todo tipo de materia prima, o las más importantes.A causa de la firme creencia en la "libre empresa" no puede mantenerse el nivel adquisitivo del pueblo en equilibrio con la capacidad productiva del país. Por esta razón existe el constante peligre de que el paro alcance dimensiones amenazadoras.Por tales circunstancias los Estados Unidos se ven obligados a aumentar su comercio exterior. Sin él la nación no podría mantener por completo en actividad su maquinaria productiva. Esta situación no sería dañina si las exportaciones estuvieran compensadas por importaciones del mismo valor. La explotación de las naciones extranjeras consistiría, pues, en que el valor en términos de trabajo de las importaciones excedería en mucho el de las exportaciones.Sin embargo, se realiza toda clase de esfuerzos para impedirlo, puesto que casi cada importación deja inactiva parte de la maquinaria productiva.Así pues los países extranjeros no están en condiciones de pagar las mercancías que exportan los Estados Unidos, porque esos pagos a largo plazo sólo podrían hacerse mediante importaciones.Se explica entonces el origen de una gran cantidad de oro que ha llegado a los Estados Unidos. En su totalidad este oro no puede ser utilizado sino para la adquisición de mercancía extranjera, lo que, por la razón ya señalada, no es posible.Las razones que acabo de indicar me impiden tomar en serio la pretendida explotación del mundo que se atribuye a los Estados Unidos.Sin embargo, la situación descrita tiene un aspecto político comprometido.Debido a las causas indicadas los Estados Unidos se ven forzados a enviar parte de su producción hacia países extranjeros.

Estas exportaciones son financiadas por préstamos que los Estados Unidos ofrecen a los países extranjeros. Resulta difícil imaginar cómo serán devueltos esos préstamos.En la práctica, pues, esos préstamos pueden ser considerados regalos utilizables como armas en la arena política. Frente a las condiciones existentes y las características generales de los seres humanos, debo admitir con franqueza que esto representa un verdadero peligro.Empero, ¿no es verdad que estamos enredados en unas relaciones internacionales en que toda invención de nuestras mentes y todo bien material se puede convertir en un arma y, por tanto, en un peligro para la humanidad? Esta pregunta nos conduce al más importante de los temas, frente al cual lo demás resulta insignificante.

Sabemos que la fricción entre las potencias conduce, más tarde o más temprano, a la guerra, y que esa guerra, dadas las actuales circunstancias significaría la destrucción en masa de seres humanos y bienes materiales, cuyas dimensiones serían mucho, mucho mayores que las de todo otro conflicto que se haya producido hasta el presente.¿Es realmente inevitable que a causa de nuestras pasiones y costumbres heredadas estemos condenados a aniquilarnos entre nosotros mismos, sin que exista la posibilidad de que quede algo digno de ser conservado? ¿No es verdad que todas las controversias y diferencias de opinión expresadas en nuestro curioso intercambio epistolar son bagatelas si se las compara con el peligro frente al cual nos hallamos? ¿No debemos intentar todo cuanto esté a nuestro alcance para eliminar el riesgo que amenaza a todas las naciones por igual?Si nos adherimos al concepto y a la práctica de la soberanía ilimitada de las naciones el resultado será que cada una se reservará el derecho de lograr sus objetivos a través de la guerra.En ese caso cada país debe estar preparado para esa eventualidad; esto quiere decir que intentará por todos los medios de ser superior a los restantes.Tal objetivo dominará progresivamente nuestra vida pública y envenenará a la juventud mucho antes de que la catástrofe se desencadene sobre nosotros.No debemos tolerar esta situación mientras podamos mantener un mínimo de capacidad de pensamiento y de sentimientos humanos.Sólo esto es lo que se halla en mi mente cuando apoyo la idea de un "gobierno mundial", sin cálculo alguno acerca de lo que otras personas puedan maquinar al trabajar para el mismo objetivo.Defiendo la idea de un gobierno mundial porque estoy convencido de que no hay otro camino para eliminar el más terrible de los peligros que hoy enfrenta el hombre. Antes que ningún otro el objetivo de evitar la destrucción total debe tener prioridad.Estoy seguro de que ustedes comprenderán que esta carta ha sido escrita con toda la seriedad y la honestidad de que soy capaz; confío en que la aceptarán con el mismo espíritu".

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(1948) ¿Por qué socialismo?

Para el ser humano individual, el concepto abstracto de "sociedad" significa la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con los integrantes de las generaciones anteriores.El individuo se halla en condiciones de pensar, sentir, luchar y trabajar por sí mismo; sin embargo, en su existencia física, intelectual y emocional depende tanto de la sociedad que resulta imposible pensar en él o comprenderlo fuera del marco de aquélla.La "sociedad" proporciona al hombre su comida, su vestido, un hogar, las herramientas de trabajo, el lenguaje, las formas de pensamiento y la mayor parte de los contenidos del pensamiento; la vida del hombre se realiza a través del trabajo y de los progresos de muchos millones de personas del pasado y del presente, ocultas tras la simple palabra "sociedad".Pero en tanto que todo el proceso vital de las hormigas y de las abejas se halla determinado hasta en sus menores detalles por rígidos instintos hereditarios, la estructura social y las interrelaciones de los seres humanos son muy variables y expuestas al cambio.La memoria, la capacidad de efectuar nuevas combinaciones, el poder de la comunicación oral han abierto entre los hombres, la posibilidad de ciertos desarrollos que no están dictados por las necesidades biológicas.

Estos procesos se manifiestan a través de las tradiciones, las instituciones y las organizaciones, en la literatura, en la ciencia y en los éxitos de la ingeniería, en las obras de arte.Así se explica que, en cierto sentido, el hombre sea capaz de influir en su vida mediante su propia conducta y que desempeñen un papel importante en este desarrollo el pensamiento y el deseo conscientes.En el instante de nacer, el hombre adquiere, a través de la herencia, una constitución biológica que podemos considerar fija e inalterable, en la que se incluyen los impulsos naturales que son característicos de la especie humana.Además, en el transcurso de su vida el hombre erige una constitución cultural que extrae de la sociedad mediante la comunicación y diversos otros tipos de influencia.

En el correr del tiempo esta constitución cultural queda sujeta al cambio y determina, en amplia medida, la relación entre individuo y sociedad.Con la ayuda de la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, la antropología moderna nos enseña que la conducta social de los seres humanos puede diferenciarse profundamente, según los esquemas culturales y los tipos de organización que predominen en la sociedad.En esto han fijado sus esperanzas quienes luchan para mejorar el destino del hombre: los seres humanos no están condenados por su constitución biológica a aniquilarse entre sí ni ser presa de un hado cruel constituído por ellos mismos.Si nos interrogamos cómo es posible cambiar la estructura de la sociedad y la actitud cultural del hombre de modo que la vida humana resulte altamente satisfactoria, tendremos que advertir en todo momento que existen ciertas condiciones que no podemos transformar.Según hemos visto, la naturaleza biológica del hombre, en sentido práctico no está sujeta a cambio. Por otra parte los desarrollos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que han de perdurar.

En núcleos de población bastante densos, en los cuales los bienes de consumo son indispensables para una existencia continuada, resulta por completo necesaria una total división del trabajo y un aparato productivo centralizado al extremo.Si bien al mirar hacia atrás parece tan idílico, ha desaparecido para siempre el tiempo en el que los individuos o unos grupos pequeños podían aspirar al autoabastecimiento.Apenas se exagera si se dice que la humanidad constituye hoy una comunidad planetaria de producción y consumo.En este lugar de mi exposición debo señalar, de manera breve, lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. La cuestión reside en la relación entre el individuo y la sociedad.El individuo ha tomado conciencia, ahora más que nunca de su situación de dependencia ante la sociedad. Mas no considera que esa dependencia sea un hecho positivo, un nexo orgánico, una fuerza protectora, sino que la advierte como una amenaza a sus derechos naturales y a su existencia económica.Por otra parte, su posición dentro de la comunidad permite que sus impulsos egoístas se acentúen de modo constante, en tanto que sus impulsos sociales -que por naturaleza son más débilesse deterioren progresivamente.Sea la que fuere su posición en la sociedad, todos los seres humanos sufren este proceso de deterioro. Prisioneros de su propio egoísmo sin saberlo, se sienten inseguros, solitarios y despojados del goce ingenuo, simple y directo de la vida.

El hombre tiene que encontrar el sendero de la vida -por estrecho y peligroso que sea- sólo a través de la entrega de sí mismo a la sociedad.La anarquía económica de la sociedad capitalista, según existe hoy, es, en mi opinión, la verdadera fuente de todos los males.Observamos cómo se levanta ante nosotros una inmensa comunidad de productores, cuyos miembros luchan sin cesar para despojarse unos a otros de los frutos del trabajo colectivo, no ya mediante la fuerza, sino con el apoyo total de normas legalmente establecidas.En este plano es indispensable comprender que los medios de producción, es decir, toda la capacidad productiva que se necesita para producir tanto bienes de consumo como bienes de inversión, pueden ser, en forma legal -y de hecho en su mayoría lo son- propiedad privada de ciertos individuos.

En razón de la simplicidad, en la exposición que sigue emplearé el vocablo "trabajador" para designar a quienes no comparten la propiedad de los medios de producción, aunque ello no corresponda al uso habitual del término.El propietario de los medios de producción está en condiciones de comprar la capacidad laboral del trabajador. A través del uso de los medios de producción el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial de este proceso es la relación existente entre lo que el trabajador produce y lo que recibe como paga, ambos elementos medidos en términos de su valor real.Puesto que el contrato laboral es "libre", lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la cantidad de mano de obra solicitada por el sistema en relación con el número de trabajadores que compiten por un empleo.Es importante comprender que, aun en teoría, la paga del trabajador no está determinada por el valor real de su producto.El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte a causa de la competencia entre los capitalistas y en parte debido al desarrollo tecnológico y a la creciente división de la clase obrera, hechos que determinan la formación de unidades mayores de producción, en detrimento de las unidades menores.

El resultado es una oligarquía del capital privado, cuyo enorme poder no puede ser controlado con eficacia ni siquiera por una sociedad política organizada de acuerdo con los principios democráticos. Sucede así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, que reciben fuertes influencias y sustanciosa financiación de los capitales privados que en la práctica separan al electorado de la legislatura.Resulta entonces que los representantes del pueblo no protegen con justicia y en la medida necesaria los intereses de los sectores menos privilegiados de la población.En las circunstancias actuales, además, los capitales privados controlan, de manera directa o indirecta, las principales fuentes de información (prensa, radio, educación). Resulta entonces difícil y en la mayoría de los casos casi imposible, que el ciudadano llegue a conclusiones objetivas y pueda realizar un uso inteligente de sus derechos políticos.

La situación predominante en una economía basada en la propiedad privada del capital se caracteriza por dos principios fundamentales: primero, los medios de producción -el capital- son propiedad privada y sus propietarios disponen de ellos según lo crean conveniente; segundo, el contrato laboral es libre.Por supuesto que no existe una sociedad capitalista pura, en este sentido.En particular observemos que los trabajadores, a través de largas y duras luchas políticas han conseguido ciertas ventajas en el "contrato laboral libre" para ciertas categorías de trabajadores. Pero estimada en su conjunto la economía del presente no se distingue que mucho del capitalismo "puro".El fin de la producción es el beneficio, no su consumo.No se tiene en cuenta que a todos aquellos que sean capaces de trabajar y quieran hacerlo se les ofrezca la posibilidad de conseguir un empleo; siempre existe, por lo general, un "ejército de parados".El trabajador se ve acosado por el temor constante de perder su puesto.Debido a que los trabajadores sin trabajo y mal pagados no proporcionan un mercado lucrativo, la producción de bienes de consumo se reduce con sus graves consecuencias.A menudo el progreso tecnológico desencadena una mayor cantidad de parados, en vez de aliviar la carga para todos.El interés por el lucro, junto con la competencia entre los capitalistas, es responsable de la inestabilidad del ritmo de acumulación y utilización del capital, que conduce a severas y crecientes depresiones.La competencia ilimitada provoca el derroche de trabajo y la amputación de la conciencia social de los individuos, fenómeno del que ya he hablado antes.Pienso que el peor daño que ocasiona el capitalismo es el desmedro del hombre. Todo nuestro sistema educativo se ve perjudicado por esta mácula.Se inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; se los adiestra en el culto del éxito adquisitivo como preparación para su futura carrera.

Tengo la convicción de que existe un único camino para eliminar estos graves males, que pasa por la adopción de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que esté orientado hacia objetivos sociales.En ese sistema económico, los medios de producción serán propiedad del grupo social y se utilizarán según un plan.Una economía planificada que regule la producción de acuerdo con las necesidades de la comunidad, distribuirá el trabajo que deba realizarse entre todos aquellos capaces de ejecutarlo y garantizará la subsistencia a todo ser humano.La educación de los individuos, además de promover sus propias habilidades innatas, tratará de desarrollar en ellos un sentido de responsabilidad ante su prójimo, en vez de exaltar el valor del poder y del éxito, como ocurre en la sociedad actual.Por supuesto hay que subrayar que una economía planificada no es todavía el socialismo. La economía planificada podría hallarse unida a la esclavización completa de la persona. La realización del socialismo exige resolver problemas sociopolíticos de gran dificultad.En efecto, si consideramos la centralización fundamental del poder político y económico, ¿cómo se logrará impedir que la burocracia se convierta en una entidad omnipotente y arrogante? ¿Cómo es posible proteger los derechos del individuo para asegurar así un contrapeso democrático que equilibre el poder de la burocracia? /——————————————————–/

(1948) Necesidad de una cultura ética

Creo por supuesto que el excesivo énfasis en lo intelectual -que suele dirigirse sólo hacia la eficacia y lo práctico- de nuestra educación, ha conducido al debilitamiento de los valores éticos.

No pienso tanto en los peligros que conlleva el progreso técnico para la especie humana, como en la asfixia de la consideración mutua entre los hombres por un hábito de pensamiento inclinado al mero hecho, que se ha   extendido como un terrible congelamiento sobre las relaciones humanas.La plenitud en los aspectos morales y estéticos es un objetivo mucho más próximo a las preocupaciones del arte que a las de las ciencias.Tiene prioridad, sin duda, la comprensión de nuestros semejantes. Mas esta comprensión sólo resulta fecunda cuando la sustenta un sentimiento cordial y fraterno en la alegría y en la aflicción.El cultivo de esta elevada fuente de acción moral es lo que queda de la religión cuando ella se ha purificado de los elementos supersticiosos. En este sentido, la religión constituye una parte importante de la educación, en la que recibe una consideración muy escasa y poco sistemática.El dilema aterrador que plantea la situación política mundial está estrechamente relacionado con este pecado de omisión que nuestra civilización comete.

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(1948) Un mensaje a los intelectuales

Como intelectuales e investigadores de distintas nacionalidades, nos hallamos hoy enfrentados ante una profunda e histórica responsabilidad. Existen motivos que nos impulsan a estar agradecidos a nuestros colegas franceses y polacos, cuya iniciativa nos ha reunido aquí con un objetivo esencial: utilizar la influencia de los hombres sensatos para promover la paz y la seguridad en todo el mundo.Este es el antiguo problema mediante el cual Platón -uno de los primeros- luchó empeñosamente: aplicar la razón y la prudencia para lograr la solución de las dificultades del hombre en vez de apelar a los instintos atávicos y a las pasiones.

Una penosa experiencia nos enseña que el pensamiento racional no basta para resolver las cuestiones de nuestra vida social.La investigación y el trabajo científico serio han tenido a menudo trágicas proyecciones sobre la humanidad. Han producido, por una parte, los inventos que liberaron al hombre de un trabajo físico agotador y tornaron la vida más rica y fácil, mientras que, por otra parte, introducían una grave inquietud en la existencia, pues el hombre se convertía en esclavo de su ámbito tecnológico -y más catastrófico todavía- creaba los medios para su destrucción masiva. Sin duda nos hallamos frente a una tragedia de terrible alcance.Por muy afligente que resulte este hecho es más trágico aún considerar que mientras la humanidad ha producido muchos investigadores de genio en el campo de la ciencia y la tecnología, sin embargo no hemos sido capaces de hallar soluciones adecuadas para los innumerables conflictos políticos y tensiones económicas que nos abruman.Por cierto el antagonismo de intereses económicos dentro y entre las naciones es en gran medida responsable de la situación peligrosa y amenazante que vive el mundo de nuestros días.

El hombre no ha conseguido desarrollar formas de organización política y económica que garanticen la coexistencia pacífica de las naciones del mundo.No ha logrado edificar un sistema que elimine la posibilidad de la guerra y que rechace para siempre los criminales instrumentos de destrucción masiva.Sumergidos como estamos en el trágico destino que nos ha llevado a colaborar en la elaboración de métodos de aniquilación más horribles y más eficaces cada vez, los científicos debemos considerar que nuestra solemne y esencial obligación es hacer cuanto esté a nuestro alcance para impedir que esas armas sean utilizadas con la brutal finalidad para la que fueron inventadas.¿Qué otra cosa podría ser más importante para nosotros? ¿Qué otro propósito social podría sernos más deseable?

Debido a estas circunstancias este Congreso tiene ante sí una misión vital.Estamos aquí para brindarnos mutuos consejos. Hay que construir puentes espirituales y científicos que sirvan de enlace entre las naciones del mundo. Debemos superar los tremendos obstáculos de las fronteras nacionales.Dentro de las instituciones menores de la vida comunitaria el hombre ha realizado algunos progresos en el intento de terminar con las soberanías antisociales.Esto es cierto en cuanto a la vida dentro de las ciudades, y en determinada manera, también de la sociedad dentro de los estados individuales.En esas comunidades la tradición y la educación han tenido una influencia moderadora y han contribuido al surgimiento de relaciones de tolerancia entre los pueblos que viven dentro de esos confines.Sin embargo en las relaciones entre estados independientes todavía se impone la anarquía. No creo que durante los últimos mil años hayamos logrado algún progreso verdadero en ese terreno.Los conflictos entre las naciones aún se resuelven, con mucha frecuencia, mediante el poder brutal, a través de la guerra.El deseo incontrolado de un poderío siempre mayor se ha convertido en un elemento activo y agresivo cada vez que se ha presentado la posibilidad de que sea así.Durante el transcurso de los siglos este estado de anarquía en los problemas internacionales ha ocasionado sufrimientos y destrozos indescriptibles; siempre se ha impedido el desarrollo del hombre, de su espíritu y de su bienestar. En ocasiones se ha llegado casi al aniquilamiento de países enteros.Por otra parte, las naciones alimentan el designio de estar siempre preparadas para la guerra y esto añade nuevas repercusiones sobre la vida de los hombres.

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