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Las creencias de un genio – Albert Einstein (página 2)


Partes: 1, 2

El poder de cada Estado sobre sus ciudadanos ha crecido sin pausa en los últimos siglos, tanto en los países en los que el poder estatal se ejerce con sensatez como en los que se utiliza para una tiranización brutal de la ciudadanía.La función estatal de mantener relaciones pacíficas y ordenadas entre los ciudadanos se ha convertido en un proceso cada vez más completo a causa de la concentración y centralización del moderno aparato industrial.A fin de proteger a sus ciudadanos de ataques externos, el Estado moderno necesita ejércitos cada vez más poderosos. Además, el Estado estima imprescindible educar a sus ciudadanos para la posibilidad de una guerra: una "educación" que no sólo corrompe el alma y el espíritu de los jóvenes, sino que también afecta la mentalidad de los adultos.Ningún país puede evitar esta corrupción que infecta a la ciudadanía hasta en países en los que no se profesan abiertas tendencias agresivas.Así el Estado se ha convertido en un ídolo moderno a cuyo poder de sugestión sólo pueden escapar algunos pocos hombres.La educación para la guerra es un engaño, en efecto.El desarrollo tecnológico de los últimos años ha creado una situación militar por completo nueva.Se han inventado terribles armas, capaces de destruir en pocos segundos importantes masas de seres humanos y enormes áreas de territorio.Puesto que la ciencia no ha hallado todavía una protección adecuada, el Estado moderno ya no está en condiciones de brindar la seguridad necesaria a sus ciudadanos.

¿Cómo nos salvaremos, pues? La humanidad sólo estará protegida del riesgo de una destrucción inimaginable y de una desenfrenada aniquilación si un organismo supranacional tiene el poder de producir y poseer esas armas.No puede pensarse, empero, que en los momentos actuales las naciones otorgarían dicho poder a un organismo supranacional, a menos que éste tuviera el derecho legal y el deber de resolver todos los conflictos que en el pasado han dado origen a la guerra. Las funciones de los estados individuales quedarán limitadas a sus problemas internos, digamos; en sus relaciones con los estados restantes sólo se ocuparán de proyectos y cuestiones que de ningún modo puedan conducir a provocar situaciones de peligro para la seguridad internacional.Por desgracia no hay indicios de que los gobiernos hayan llegado a comprender que en las condiciones en que se encuentra la humanidad urge que se adopten las medidas revolucionarias ante tan apremiante necesidad.Nuestra situación no se puede comparar con ninguna otra del pasado.Por tanto resulta imposible aplicar métodos y medidas que en otro tiempo hubieran sido eficaces.

Debemos revolucionar nuestro pensamiento, nuestras acciones y hemos de tener el valor de revolucionar las relaciones entre los países del mundo.Las soluciones de ayer carecen hoy de vigencia, y sin duda estarán fuera de lugar mañana.Llevar esta convicción a todos los hombres del mundo es lo más importante y significativo que los intelectuales hayan tenido jamás que afrontar.¿Tendrán el coraje indispensable para superar, hasta donde sea preciso, los resabios nacionalistas con el fin de inducir a los pueblos del mundo a cambiar sus arraigadas tradiciones de la manera más radical posible? Es necesario realizar un supremo esfuerzo. Si ahora fracasamos la organización supranacional será erigida más adelante, pero entonces se levantará sobre las ruinas de una gran parte del mundo hoy existente.Conservamos la esperanza de que la abolición de la actual anarquía internacional no deba pagarse con una catástrofe general, cuyas dimensiones quizá nadie pueda imaginar.El tiempo es inexorablemente breve. Si deseamos hacer algo debe ser ahora.

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(1950) La cultura, una de las bases de la comprensión mundial

A fin de captar el sentido pleno de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre es necesario conocer a fondo la situación mundial que dio origen a las Naciones Unidas y a la UNESCO.

La devastación provocada por las guerras en estos últimos cincuenta años   ha permitido que todo el mundo comprendiera que con el actual nivel tecnológico la seguridad de las naciones sólo puede fundarse en instituciones supranacionales y en estrictas normas de conducta. Se acepta ya que a largo plazo una conflagración mundial sólo puede evitarse si se instituye una federación mundial de naciones. De este modo, como modesto comienzo del orden internacional, se fundaron las Naciones Unidas.Empero, esta institución no es más que el lugar en que se reúnen los delegados de los gobiernos y no los representantes de los pueblos, que actúan con independencia, sobre la base de sus propias convicciones. Además, las decisiones de las Naciones Unidas carecen de fuerza ejecutiva para ningún gobierno nacional, ni hay medios concretos por los cuales se pueda exigir el cumplimiento de una decisión.La eficacia de las Naciones Unidas se ve más reducida aún porque se ha negado la participación a ciertas naciones; excluirlas afecta de manera negativa el carácter mundial de ese organismo.Sin embargo; considerado en sí mismo el hecho de que se planteen y discutan abiertamente los problemas internacionales favorece la solución pacífica de los conflictos.

La existencia de un foro supranacional de discusión sirve para que los pueblos se acostumbren de modo gradual a la idea de que los intereses nacionales deben ser defendidos a través de las negociaciones pertinentes y no por la fuerza bruta.Creo que la característica más valiosa de las Naciones Unidas es este efecto psicológico o educativo. Una federación mundial supone una nueva clase de lealtad por parte del hombre, un sentido de la responsabilidad que no se desvanece en las fronteras nacionales.Para alcanzar su verdadero significado esa lealtad tendrá que abarcar algo más que objetivos políticos. Será necesario agregar la comprensión entre los distintos grupos culturales, la ayuda mutua económica y cultural.Sólo un esfuerzo en este respecto originará un sentimiento de confianza estable, hoy perdida a causa de los efectos psicológicos de la guerra y deteriorada por la débil filosofía del militarismo y de la política de las grandes potencias. Sin comprensión y sin cierta dosis de confianza recíproca ninguna institución que vele por la seguridad colectiva de las naciones promoverá la simpatía general.A las Naciones Unidas se agregó la UNESCO, organismo cuya misión es trabajar en favor de las tareas culturales.

La UNESCO ha tenido la capacidad necesaria para evitar la influencia paralizadora de la política de las grandes potencias, por lo menos en grado mucho mayor que las Naciones Unidas.Sólo pueden establecerse relaciones internacionales sólidas entre pueblos formados por personas cabales que gocen de cierta independencia; sobre la base de esta convicción, las Naciones Unidas han elaborado una Declaración Universal de los Derechos del Hombre que fue adoptada por la Asamblea General el 10 de diciembre de 1948. La Declaración estipula una serie de principios fundamentales y universales que tienden a asegurar la protección del individuo, evitar la explotación económica del hombre y salvaguardar el libre desarrollo de sus actividades dentro de la comunidad.Divulgar estos principios entre los estados miembros de las Naciones Unidas se considera un objetivo de gran importancia.

De modo que la UNESCO dedica este tercer aniversario a formular una amplia llamada para establecer que estas aspiraciones éticas sean una base sobre la cual ha de restaurarse el equilibrio político de los pueblos.No se podía evitar que la Declaración se redactase en la forma de un documento legal, que por su rigidez se expone a discusiones interminables. No es posible que un texto de esa índole abarque la gran diversidad de condiciones de vida en los diversos países miembros de la organización; por otra parte es inevitable que este tipo de declaración admita muy distintas interpretaciones de detalle.La tendencia general de la Declaración, no obstante es inequívoca y proporciona una base adecuada y aceptable para el juicio y la acción.Admitir de manera formal ciertos principios y adoptarlos como líneas de acción, a pesar de todas las adversidades de una situación cambiante, son dos cosas distintas, tal como cualquier observador imparcial puede comprobarlo a través de la historia de las instituciones religiosas.La Declaración, entonces, ejercerá una verdadera influencia sólo y exclusivamente cuando las Naciones Unidas demuestren con sus decisiones y sus hechos que encarnan de facto el espíritu de este documento.

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(1953) Los derechos humanos

Se han reunido ustedes hoy para dedicar su preocupación al problema de los derechos humanos; y han resuelto ofrecerme un premio con tal motivo. Cuando me enteré del hecho, me deprimió un poco tal decisión. ¿En qué desdichada situación, pensé, se encuentra una comunidad para no encontrar un candidato más adecuado a quien conceder esta distinción? Durante una larga vida he dedicado todos mis esfuerzos a fin de lograr una concepción algo más profunda de la estructura de la realidad física.

Nunca he realizado trabajo sistemático alguno para mejorar la suerte de los hombres, para combatir la injusticia y la represión y mejorar las formas tradicionales de las relaciones humanas. Sólo lo hice con largos intervalos; expresé mi opinión sobre cuestiones públicas siempre que me parecieron desgraciadas y negativas, es decir cuando el silencio me habría obligado a sentirme culpable de complicidad.Al hablar ahora de los derechos humanos nos referimos en especial a los siguientes derechos esenciales: protección del individuo contra la usurpación arbitraria de sus derechos por parte de otros, o por el gobierno; derecho a trabajar y a percibir ingresos justos por su labor; libertad de enseñanza y de discusión; participación adecuada del individuo en la formación de su gobierno. Estos derechos humanos se reconocen hoy de manera teórica; sin embargo, mediante el uso frecuente de maniobras legales y formalismos resultan violados en medida mayor todavía que hace una generación.Existe, además, otro derecho humano, que pocas veces se menciona, aunque está destinado a ser muy importante: es el derecho, o el deber, que posee el ciudadano de no cooperar en actividades que considere erróneas o dañinas.He conocido personas de gran fortaleza moral e integridad que por ese motivo han entrado en conflicto con los órganos del Estado.El juicio de Nürenberg contra los criminales de guerra alemanes se basaba tácticamente en el reconocimiento de este principio: no pueden excusarse los actos criminales aun cuando se cometan por orden de un gobierno.La conciencia está por encima de la autoridad de la ley del Estado.

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(1953) La libertad

Señalemos, dos objetivos sobre los cuales tal vez estén de acuerdo quienes lean estas líneas.

1. Los bienes esenciales destinados a sustentar la vida y la salud de todos los seres humanos, deberían producirse con el mínimo esfuerzo posible.2. La satisfacción de las necesidades físicas es por supuesto la condición previa indispensable para una existencia decorosa, si bien no es suficiente por sí sola. Para que los hombres se muestren satisfechos deben tener también la posibilidad de desarrollar su capacidad intelectual y artística según sus características y condiciones personales.El primero dé estos fines exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, esto es, el impulso de todas las investigaciones científicas. No obstante, el progreso de la ciencia exige que sea posible la difusión sin restricciones de opiniones y consecuencias: libertad de expresión y de enseñanza en todos los ámbitos de la actividad intelectual. Mas las leyes solas no logran asegurar la libertad de expresión; a fin de que el hombre pueda exponer sus opiniones sin riesgos serios debe existir el espíritu de tolerancia en toda sociedad. Un ideal de libertad externa como éste jamás se logrará plenamente, aunque debe persistirse en él con empeño si queremos que el pensamiento científico avance sin tregua, lo mismo que el pensamiento filosófico y creador en general.

Para lograr el segundo objetivo, o sea que resulte posible el desarrollo espiritual de todos los individuos, es necesario un segundo género de libertad exterior. El individuo no ha de verse obligado a trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le quede tiempo ni fuerzas para sus actividades personales. Sin este segundo tipo de libertad externa, no servirá de nada la libertad de expresión.La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del espíritu en general, reclama otro modo de libertad que puede calificarse de libertad interior. Esa libertad de espíritu consiste en pensar con independencia sobre las limitaciones y los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina antifilosófica y el hábito embrutecedor del ambiente. Esta libertad interior es un raro privilegio de la naturaleza y un propósito digno para el individuo.Únicamente si se persigue con constancia y conciencia la libertad interior y la libertad externa es posible el progreso espiritual y el conocimiento y así mejorar la vida general del hombre en todos sus aspectos.

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(1953) Educación y pensamiento independiente

No es suficiente enseñar a un hombre una especialidad.

Aun cuando esto logre convertirlo en una especie de máquina útil no tendrá una personalidad desarrollada de manera armoniosa.Es indispensable que el estudiante adquiera una comprensión de los valores y una profunda afinidad con ellos.Tiene que alcanzar un vigoroso sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno, De lo contrario, la especialización de sus conocimientos lo asemejarán más a un perro adiestrado que a una persona de desarrollo culto y equilibrado.Ha de aprender a intuir las motivaciones de los seres humanos, sus sufrimientos e ilusiones para conseguir una relación adecuada con su prójimo y la comunidad.Estos elementos espirituales se transmiten a las generaciones más jóvenes a través del contacto personal con quienes enseñan, -no en lo esencial por lo menos- mediante los libros de texto.La insistencia exagerada en el sistema competitivo y la especialización prematura fundada en la utilización inmediata matan el espíritu en que se asienta toda la vida cultural, incluido el conocimiento especializado.Es asimismo vital para una educación fecunda que se desarrolle en el joven una capacidad de pensamiento crítico independiente, proceso que corre graves riesgos si se sobrecarga al educando con distintas y variadas disciplinas. Este exceso lleva sin duda a la superficialidad.La enseñanza debe ser de tal índole que lo que se ofrece se reciba como un don valioso y no como un penoso deber.

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(1954) Ciencia y religión

En el transcurso del siglo pasado y parte del anterior se sostuvo de manera generalizada que existía un conflicto insalvable entre la ciencia y la fe. La opinión que predominaba entre las personas de ideas avanzadas afirmaba que había llegado la hora de que el conocimiento, la ciencia, reemplazase a la fe; toda creencia que no se apoyara en el conocimiento era superstición y, como tal debía ser combatida. De acuerdo con esta concepción, la educación tenía como única función abrir el camino al pensar y al conocer, y la escuela, como instrumento decisivo de la instrucción del pueblo, debía servir sólo a este fin.

Por supuesto que el mejor medio de defender cualquier convicción es fundarla en la experiencia y en el razonamiento. El punto débil de esta concepción resulta, empero, que esas ideas que son inevitables y determinan nuestra conducta y nuestros juicios no pueden basarse sólo en este único procedimiento científico.En efecto, el método científico no puede mostrarnos más que cómo se relacionan los hechos entre sí y cómo se condicionan mutuamente. Sin embargo, es manifiesto también que el conocimiento de lo que es no da acceso directo a lo que debería ser.Se puede tener el conocimiento más claro y completo de lo que es, y no lograr, en efecto, deducir de ello lo que debería ser la finalidad de nuestras aspiraciones humanas.

El conocimiento objetivo nos proporciona poderosos instrumentos para conseguir ciertos fines, pero el objetivo último en sí y el propósito de alcanzarlo deben venir de otra fuente. Por consiguiente, nos enfrentamos aquí con los límites de la concepción puramente racional de nuestra existencia.La inteligencia nos aclara la interrelación entre medios y fines. Empero, el simple pensamiento no es capaz de proporcionarnos un sentido de los fines últimos y fundamentales. Penetrar estos fines y estas valoraciones esenciales e introducirlos en la vida emotiva de los individuos, me parece, de manera concreta, la función más importante de la religión en la vida social del hombre.Los más elevados principios de nuestras aspiraciones y juicios nos los proporciona la tradición religiosa judeocristiana.Es un objetivo muy digno que, con nuestras débiles fuerzas, sólo logramos alcanzar muy pobremente, si bien proporciona una base segura a nuestras aspiraciones y valoraciones. Si se separa este objetivo de su forma religiosa y se examina en su mero aspecto humano, tal vez sea posible exponerlo así: Desarrollo libre y responsable del individuo, de modo que logre poner sus cualidades, con libertad y alegría al servicio de toda la humanidad. ¿Cuál es, pues, en este problema, la función de la educación y de la escuela? Debería ayudarse al joven a formarse en un espíritu tal que esos principios esenciales fuesen para él como el aire que respira. Sólo la educación puede lograr este propósito.Si se tienen estos elevados principios claramente a la vista, y se los compara con la vida y el espíritu de la época, se comprueba con pena que la humanidad civilizada se halla en la actualidad en un grave peligro.

En los estados totalitarios los propios dirigentes se esfuerzan por destruir este espíritu de humanidad.En las zonas menos amenazadas son el nacionalismo y la intolerancia, la opresión de los individuos por medios económicos los que pretenden asfixiar esas valiosísimas tradiciones.Así, pues, en lugar de plantear qué es la religión, preferiría elucidar lo que caracteriza las aspiraciones de una persona que a mí me parece religiosa: esta persona es la religiosamente ilustrada, la que se ha liberado, en la medida máxima de su capacidad, de las trabas de los deseos egoístas y se entrega a pensamientos, sentimientos y aspiraciones a los que se adhiere por el valor suprapersonal que poseen.Por consiguiente, una persona religiosa es devota en tanto no tiene duda alguna de la significación y elevación de aquellos objetos y fines suprasensibles que no requieren un fundamento racional ni son susceptibles de él.

Existen de la misma manera inevitable y natural con que se da el individuo.La religión es así el viejo intento humano de alcanzar clara y completa conciencia de esos objetivos y valores y fortalecer y ampliar de continuo su efecto.Si se concibe la religión y la ciencia según lo dicho, resulta imposible un conflicto entre ellas. Pues la ciencia sólo puede afirmar lo que es, mas no lo que debiera ser, y fuera de su ámbito son necesarios juicios de valor de todo tipo.La religión, por lo demás, enfoca sólo valoraciones de pensamientos y acciones humanos: no puede hablar, esto es claro, de datos y relaciones entre datos. De acuerdo con esta interpretación, los conocidos conflictos entre religión y ciencia del pasado, deben atribuirse, sin duda, a una concepción errónea de la situación que se ha descrito.Empero, aunque los dominios de la religión y de la ciencia se hallan en sí mismos muy diferenciados, existen entre ambos relaciones y dependencias mutuas.Si bien la religión puede ser la que determine el objetivo, sabe, en efecto, a través de la ciencia, en el sentido más amplio, qué medios contribuirán al logro de los objetivos diseñados.Mas la ciencia sólo pueden crearla quienes de manera profunda están imbuidos de un deseo ferviente de alcanzar la verdad y de comprender las cosas. Y este sentimiento surge, por supuesto, de la esfera de la religión.Asimismo pertenece a ella la fe en la posibilidad de que las normas válidas para el mundo de la existencia sean racionales, es decir, comprensibles mediante la razón.La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia ciega.

Respecto a la ciencia es posible definirla, para nuestros propósitos, como "pensamiento metódico encaminado a la determinación de conexiones normativas entre nuestras experiencias sensoriales".Mas la función de establecer objetivos y de definir juicios de valor trasciende su propio fin.Aunque es cierto que la ciencia, en la medida en que capta conexiones causales puede llegar a conclusiones importantes sobre la compatibilidad e incompatibilidad de objetivos y valoraciones, las definiciones independientes y esenciales sobre objetivos y valores quedan fuera de su alcance.La religión enfoca la actitud del hombre frente a la naturaleza en su conjunto, establece ideales para la vida individual y comunitaria, y las mutuas relaciones humanas.La religión trata de alcanzar esos ideales al ejercer una influencia educadora en la tradición por difusión de determinados pensamientos y narraciones de fácil acceso -epopeyas y mitos– capaces de influir en la valoración y la acción dentro del marco de los ideales afectados. Este contenido mítico, o más bien simbólico, de las tradiciones religiosas suele entrar en conflicto con la ciencia.

Las actitudes morales de un pueblo que se apoya en la religión han de estar siempre encaminadas al objetivo de mantener y preservar la salud y la vitalidad comunitarias y las de los miembros de la comunidad, ya que de lo contrario la comunidad perecería.Un pueblo que honrase la falsedad, la difamación, el fraude y el asesinato no podría subsistir durante mucho tiempo.Si observamos las condiciones de vida actuales de la humanidad civilizada, aun según el aspecto de las normas religiosas más elementales, sentimos, sin duda, una desilusión muy dolorosa ante lo que se nos ofrece. Porque en tanto la religión prescribe amor fraterno en las relaciones entre individuos y grupos, el escenario más semeja un campo de batalla que una comunidad hermanada.El principio rector es en todas partes, tanto en la vida económica como en la política, la lucha implacable por el éxito a expensas del prójimo. Este espíritu competitivo predomina hasta en las escuelas y universidades y al destruir todos los sentimientos de cooperación y fraternidad, concibe el triunfo no como algo que emerge del amoral trabajo fecundo y concienzudo, sino como algo que nace de la ambición personal y del temor al rechazo.Hay pesimistas que sostienen que esta situación es inevitable, inherente a la naturaleza de los seres humanos. Quienes proponen estas opiniones son los enemigos de la religión; sostienen implícitamente que las doctrinas religiosas son ideales utópicos no aptos para regir los problemas humanos.

Los interesados en estos temas, cruciales en el estudio de la religión, deberían leer lo que nos dice de los indios pueblo el libro Pattern of Culture de Ruth Benedict. Al parecer, esta tribu ha logrado, en las condiciones de vida más duras, el difícil objetivo de liberar a sus miembros de la presión del espíritu competitivo e inculcarles una forma de vida fundada en la moderación y la cooperación, libre de coacciones externas y sin ninguna restricción de la felicidad.La interpretación de la religión aquí expuesta implica una subordinación de la ciencia a la actitud religiosa, una relación que se menosprecia con demasiada facilidad en esta época materialista por excelencia.Si bien es cierto que los resultados científicos son desde luego independientes de las consideraciones morales o religiosas, no hay duda de que todos los individuos a los que debemos los grandes descubrimientos fecundos de la ciencia se hallaban imbuidos de la convicción, genuinamente religiosa, de que este universo nuestro es algo perfecto y susceptible de un análisis racional.Si esta confianza no hubiese sido tan arraigada y emotiva y si esta búsqueda de conocimientos no se hubiese inspirado en el Amor Dei intelectualis (Amor intelectual de Dios, frase de la Ética de Spinoza), no es comprensible cómo hubieran podido desplegar esa devoción infatigable que es lo único que permite al hombre alcanzar sus mayores triunfos.

Enviado por:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

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