Introducción
Desde fines de la década de 1970, y a lo largo de los primeros nueve años de la siguiente, en la ciudad de Capilla del Monte (Córdoba, Argentina) se fue gestando, primero dentro de un grupo reducido de personas y más tarde a nivel público (nacional e internacionalmente), la creencia de que en las inmediaciones del cerro Uritorco existía una ciudad perdida, intraterrena, a la que empezaron a denominar ERKS.
A partir de entonces toda una serie de teorías, por demás especulativas y místicas, coparon la escena. Se difundieron rápidamente gracias a ciertas publicaciones y en poco tiempo sentaron las bases del actual turismo esotérico de la región y la emergencia de lo que parece ser un nuevo culto New Age, multitudinario y redituable.
A medida que el tema se volvía conocido gracias a ciertos programas sensacionalistas de TV, los esotéricos de turno enarbolaron sus débiles títulos de sabios y lanzaron al mundo explicaciones de lo más estrambóticas; en las que no vacilaron relacionar al Uritorco (y su ciudad bajo tierra) con la poco conocida meseta patagónica de Somuncurá, el Tíbet, la mítica Shambala (capital de la aún más onírica Agharta) y, algo más tarde, con seres provenientes del espacio exterior.
Pero eso no fue todo. A los alienígenas se les sumaron intraterrestres inmateriales (seres de luz), entidades de otras dimensiones, duendes, elfos y hasta fantasmas; sin olvidar, por cierto, a aquellos pseudos antropólogos e historiados que no dudaron en conectar el pasado de esa bucólica región cordobesa con vikingos, tribus germánicas de neto origen ario, templarios que protegían el Santo Grial y, como no podían faltar, fantásticas expediciones nazis en América Latina buscando objetos de poder que les permitieran a Hitler dominar el mundo.
Todo este fárrago de delirios y llanas mentiras sin fundamentos no fueron atendidos, como era de prever, por el mundo académico; pero no faltaron singulares personajes que se abocaron de lleno en alimentar la idea. Fueron ellos los que pretendieron darle a la problemática ciertos visos de seriedad científica (sin saber en realidad cómo funciona la ciencia). No lo consiguieron. Por el contrario, elevaron el dislate a un nivel que cualquier mente medianamente racional rechazaría por delirante y una absoluta falta de pruebas.
Pero no importó cuán descabelladas hayan sido (y sean) sus explicaciones, o autorizados los sabios que las sostienen. Querían creer. Y a pesar de que nada eso era real, creyeron.
No interesó el infantilismo de las extrañas relaciones que se establecieron, ni el sustrato de pensamiento mágico que se advierte a simple vista en los dichos de esos autores, que esgrimieron (y esgrimen) con aires de superioridad intelectual la creencia.
Pero a pesar de toda esa seriedad fingida, el asunto resulta interesante; especialmente desde la perspectiva que hoy nos da la historia de mentalidades y el análisis del imaginario contemporáneo, posible gracias a la psicología social.
Como sabemos, las cosas que nunca existieron también tienen su historia. Sorprende la energía y recursos que se han invertido buscándolas. Nuestro continente es, al respecto, muy rico. Desde los días de la conquista de América (siglos XV y XVI) lugares ficticios, producto de la afiebrada imaginación de la expansión ultramarina, tales como El Dorado, la Ciudad de los Césares, el Paititi, el Reino de Omagua, la Fuente de la Eterna Juventud, entre otros, impulsaron la exploración y reconocimiento de inmensas áreas geográficas, sin las cuales no se hubieran logrado los conocimientos antropológicos, históricos y geográficos que se consiguieron.
Estamos, pues, en presencia de los llamados mitos movilizadores de conquista que, como siempre ocurre, evolucionaron con el tiempo, adquiriendo significados variados según las épocas y lugares.
¿Qué tipo de intereses guiaron esas búsquedas? ¿Qué pensaban esos exploradores? ¿Qué aparato ideológico/cosmovisional cargaban en sus espaldas para perseguir semejantes quimeras? ¿Cuánto de todo aquello se mantiene vigente hoy día dentro del grupo de creyentes en ERKS y demás historias citadas?
¿Es acaso todo esto un mero culto al misterio? ¿Tiene únicamente un fin crematístico o hay algo más allá de los intereses materiales?
Éstas y otras cuestiones son las que trataremos de desentrañar en el presente trabajo.
De eso se trata: explicar cómo es posible y porqué estas creencias permanecen vigentes a principios del siglo XXI; qué hay en el fondo de todo esto y cómo, desde una perspectiva histórica honesta, se puede comprender el asunto.
Ojalá lo hayamos conseguirlo.
FJSR
Buenos Aires, 2015
PARTE 1
El cerro
Secretos y grupos secretos que se mueven en secreto, fuera del alcance de la vista del mortal común y corriente, sobran dentro del mundo del esoterismo.
Fundaciones, asociaciones, cenáculos de estudio, logias, prioratos, órdenes y hermandades son los principales protagonistas de ese sustrato oculto que, como en todos los países, existen en la Argentina sin que mucha gente lo sepa. Es lo más parecido a una novela de Dan Brown, aunque en ciertos casos mucho más peligroso porque constituyen grupos reales, integrados por individuos reales que esgrimen pensamientos y proyectos que suelen atentar contra los ideales racionalistas de la Modernidad, en especial contra la democracia participativa, la libertad y el igualitarismo. Tal vez por eso se cuidan de no asomar mucho la cabeza. Prefieren las sombras y, en lo posible, el anonimato, que es desde donde desarrollan, sin consecuencias inmediatas, sus propuestas, en muchos casos abiertamente racistas y antisemitas; tanto como sus marcadas inclinaciones aristocratizantes, mesiánicas, milenaristas, incluso pro-nazi y fascistas.
Es en este universo cerrado, repleto de secretismos y sabios que arrastran a grandes masas acríticas hacia creencias delirantes y prácticas rituales por demás extrañas y sincréticas, en donde se forjaron las dos historias que trataremos en este trabajo: la del cerro Uritorco, en Capilla del Monte (Córdoba) y la de la meseta de Somuncurá en la provincia Río Negro y Neuquén.
Todo parece indicar que han hecho bien su trabajo. Sus ideas se colaron y prosperaron fuera de los núcleos originarios, arrastrando a cientos de personas y empresas dedicadas al turismo; quienes inocentemente y de manera subliminal, difunden concepciones, proyectos e ideologías para nada inocuas.
Se han camuflado muy bien.
Disimularon con cuentos y leyendas inventadas (que a la postre terminaron creyéndoselas) otros dislates más oscuros, que por lo general parten de una literatura esotérica de derecha que enmascara concepciones imperialistas, nacionalismo tradicional extremo y racismo. Representan la veta mística del conservadurismo reaccionario. Por eso no es de extrañar que muchos de sus miembros provengan de las clases medias altas, cultas, que siempre han sido el semillero predilecto en donde germinan las más desquiciadas teorías y de donde salen los energúmenos que las difunden.
Por lo general, sus gurús son amantes de las sociedades orgánicas. De las jerarquías, del orden y de la seguridad que sólo la obediencia puede dar. Sueñan con ello y creen que constituyen las bases de un Nuevo Orden, cuyo origen no dudan en ubicar en una Edad Media idealizada y a la que, nostalgiosamente, quieren volver de la mano de entidades extrañas. Un verdadero paquete ideológico en el que se mezclan extraterrestres, seres de luz, ovnis, entidades elementales, ciudades perdidas y templarios protectores del Grial marchando a paso de ganso.
Como ya dijimos en un artículo anterior, es ése un mundo de sabios e iluminados en los que la duda no tiene cabida, ni los cuestionamientos o repreguntas encuentran eco. Lo que el maestro dice no se discute. Él es la autoridad máxima. El guía. El caudillo lúcido que conduce sin ser cuestionado, porque su palabra es sagrada. Intocable. Irrefutable. Inmaculada. Por eso sólo cabe seguirla, obedecerla. Absorber sus verdades reveladas, ya que ellos sí saben lo que hacen. Conocen el camino. Han sido preparados para eso. Y no importa cuán quimérico sea el sendero. Cuanto más ilógico y descabellado se presente, cuantas menos contradicciones se planteen y mayor sea la credulidad de los acólitos, más seguros están de alcanzar la salvación.
Para estos peregrinos del delirio el resto del mundo vive en el error y la ignorancia. Alejados de las verdades sagradas, de los mensajes cósmicos, que sólo ellos pueden interpretar y de los que son depositarios. Como cerebros de un organismo vivo (así conciben a la sociedad), se sienten los rectores naturales de una Nueva Era que se avecina irremediablemente. Y a la espera de ese momento se ven obligados a no mostrarse demasiado, a conformar grupos cerrados en donde retroalimentarse mutuamente con sus fantásticas ideas conspirativas; para, cuando así los dispongan los Hermanos Superiores, tomar el mundo por asalto.
El conspiracionismo está a la orden del día. La información se escamotea. Las supuestas pruebas siempre están a buen recaudo, inaccesibles, escondidas en recónditas cámaras subterráneas o en manos de cuidadores celosos que darían su vida para que no se revelaran al vulgo. Por esto, y otras cosas, se sienten perseguidos, censurados, por lo que llaman la ciencia y la historia oficial. Engendros intelectuales que no hacen más que criticarlos y relegarlos al absurdo.
Frente a esta supuesta conspiración de los grandes poderes políticos y académicos, ellos resisten desde protegidos fortines ideológicos que toman heterogéneas formas y contenidos; que van desde publicaciones clandestinas en las hacen conocer sus coloridas y más arriesgadas teorías (por lo general revistas trimestrales o sin fechas fijas de distribución), ediciones de autor (libros de tirada muy limitada) que hacen circular en ámbitos aún más pequeños o conferencias muy selectivas (realizadas en casas particulares o sitios especialmente alquilados para ese efecto) en los cuales transmiten sus secretas doctrinas, haciendo uso de un lenguaje críptico, engorroso, que mezcla todo con todo, pero que en el fondo no suele decir nada.
La ciencia (oficial) y la razón (occidental), lejanas a los ideales trascendentes y metafísicos, son sus principales contrincantes. Armas esgrimidas por el enemigo, a los que se acusa de las más terribles calamidades que sufre el mundo. Por eso las niegan y combaten, sumergiéndose en un universo alternativo que, sin contención de ningún tipo, desarrolla el pensamiento mágico llevándolo a niveles inimaginables de delirio; y que nos hacen pensar que, en el fondo, se esconden problemas patológicos o psiquiátricos dignos de tratados en un consultorio.
Como veremos, allí, en el mundo de los míticos, esotéricos y metafísicos, todo, absolutamente todo, es posible. Incluso la existencia de una ciudad perdida y subterránea en las cercanías del cerro Uritorco.
EL EMISARIO QUE VINO DEL TÍBET
Corrían los últimos años de la década de 1970 y Argentina, bajo un estado de sitio permanente, sufría, desde marzo de 1976, la peor de todas las dictaduras militares de su historia. En medio de aquel contexto de terror, sangre y plomo, un controvertido médico de supuesto origen griego iniciaba, desde su singular consultorio de la avenida Callao 1541, en pleno Barrio Norte de Buenos Aires, el reclutamiento de quienes iban a convertirse en sus admirados discípulos. Acólitos de un culto que iba tomando forma y que, contrastando con el contexto político del país, buscaba centrarse en valores profundamente espirituales, metafísicos, humanitarios y universales.
Nadie podía suponer por entonces que se estaban plantando las bases del actual fenómeno del Uritorco; y que toda una ciudad de la provincia de Córdoba, Capilla del Monte, iba a recibir el impacto, convirtiéndose en la meca esotérica de América Latina.
¿Quién era Acoglanis? ¿Por qué lo hemos caracterizado como controvertido? ¿En qué consistieron sus enseñanzas y quiénes fueron sus seguidores? ¿Por qué el presente éxito turístico de Capilla del Monte le debe tanto a este extraño personaje?
Vayamos por parte.
Ángel Cristo Acoglanis hizo de toda su vida un gran misterio, y sus discípulos se encargaron de adornarlo, exagerarlo y difundirlo, al punto de convertir al Maestro, tras su muerte, en un verdadero mártir. No sólo no se sabe de dónde Acoglanis sacó sus singulares prácticas rituales (a las arrastró a decenas de persona), sino que tampoco se conoce el origen de sus místicas teorías; que terminaron dando nacimiento a la etérea, perdida e intraterrena ciudad de ERKS.
Pero no está demás aclarar que no fue el único.
Gurús de ese tipo han surgido en distintas partes del mundo y con resultados similares. En Brasil, por ejemplo, tenemos a un personaje que, desde fines de la década de 1960, fue el responsable de un culto esotérico que ha tenido un largo aliento.
Udo Óscar Luckner (así se llamaba) arribó al Brasil en 1968 buscando datos acerca de la misteriosa desaparición del famoso explorador inglés Percy Harrison Fawcett.[1] Estaba obsesionado con el explorador y sus locas teorías sobre la Atlántida. Por ese motivo se instaló en la región de las Sierras del Roncador, al norte de Barra do Garças (zona en la Fawcett había desaparecido en 1925). Al poco tiempo develó "al mundo" una experiencia personal sorprendente, que dejó a muchos con la boca abierta (por lo incongruente) y a otros, convertidos en ciegos acólitos, que consideraron a este risueño personaje sueco, como una especie de nuevo Mesías.
Según el propio Udo Óscar Luckner, mientras recorría las mencionadas sierras brasileñas se topó con una entrada secreta a través de la cual tuvo acceso a "las profundidades de la tierra" y a una ciudad subterránea en que la encontró seres superiores, portadores de un gran avance espiritual y tecnológico. Esta raza de misteriosos dirigentes sería la encargada de tutelar el destino de los hombres e impartir sus sabias enseñanzas a través de iluminados que, como él mismo, les servían de mensajeros.[2] Con tal objetivo, fundó un singular culto. Una secta cuyo centro de operaciones era el Monasterio Teúrgico de Roncador, al pie de dichos cerros, y cuya misión no sería otra que la de difundir la esotérica sapiencia de los intraterrestres, con los que (supuestamente) Fawcett habría entrado en contacto en 1925.[3] Al igual que Acoglanis, Luckner se transformó en un Maestro, respetado e idolatrado hasta el día de hoy.
Pero Acoglanis no sólo guardó silencio sobre el origen sus singulares enseñanzas públicas. Toda su vida está coloreada de sospechas y mentiras, incluso su propia nacionalidad.
Según él mismo afirmaba (y sus seguidores repitieron al hartazgo) era médico y nacido en Grecia, en donde había pasado su infancia y hecho parte de sus estudios secundarios; pero, debido a cuestiones políticas, se había visto obligado a exiliarse durante un tiempo en Albania (según unos y en India según otros), antes de partir hacia el Tíbet.[4]
Dos de sus seguidores, Ricardo González y Roberto Villamil, transcribieron los dichos de Acoglanis de este modo:
"Su familia decide enviarlo a Cachemira (…) donde tenía un tío de buena posición económica. Grecia había estado ocupada por el ejército alemán, que, al retirarse, permitió la feroz lucha de los grupos de partisanos, en su mayoría de formación comunista, que luchaban por hacerse del poder en la desintegrada nación. La familia Acoglanis no comulgaba con esas ideas, razón por la cual deciden enviarlo al exterior para preservarlo. (…) En 1950 llega a la India y luego de instalarse en Cachemira con su tío decide seguir medicina. Para ello se inscribió en la Universidad y, como el tío tenía relaciones con monjes budistas, Ángel accedió (un tiempo más tarde) marchar con ellos al Tíbet".[5]
Pero, tal como señala el escritor Guillermo J. Dangel: "Fue en esa mudanza en que había perdido el diploma y los documentos."[6] Todo muy conveniente, claro, si lo que se pretende era ocultar su identidad.
Una vez instalado en el Tíbet, habría ingresado a un monasterio en Lhasa, iniciándose junto con los monjes del lugar en la mistérica medicina religiosa tibetana; y guiado por los sabios de la montaña, habría conocido los secretos médicos que, tiempo más tarde, lo hicieran popular en Buenos Aires.
Hacia los años "60 ya había llegado a nuestro país, instalándose en la ciudad de Ramallo (provincia de Bueno Aires), en donde tuvo dos hijos. Pero no duró mucho tiempo en el lugar. Se mudó a la localidad de La Falda (Córdoba), donde se volvió a casar y tener un nuevo hijo, que falleció siendo bebé. Divorciado por segunda vez, se trasladó al norte cordobés y en Serrezuela compró un campo dedicándose a la actividad ganadera. Finalmente, y tras entablar relación sentimental con una nueva pareja, se vuelve a mudar a Villa Allende (Córdoba), que fuera el pueblo en donde estableció sus aposentos definitivos y tuviera cinco hijos más. Allí practicó acupuntura, osteopatía y quiropraxia con gran éxito Tiempo después, tras abrir su consultorio en Capital Federal, visitaría Villa Allende sólo los fines de semana para estar con sus seres queridos y realizar sus excursiones por Los terrones y Capilla del Monte.[7]
En Buenos Aires, sus técnicas se volvieron famosas en poco tiempo y la lista de pacientes creció, tanto en número como en calidad. Cuentan que Acoglanis atendía al mismísimo presidente de Paraguay, el dictador perpetuo Alfredo Stroessner, "(…) que se enorgullecía en tenerlo como médico de cabecera."[8] Pero no todos tenían la misma opinión, especialmente en el gremio de los médicos. La mayoría siempre lo juzgó con desconfianza. Lo miraron de soslayo y dudaron que efectivamente hubiera conseguido su matrícula en la facultad. Pero las técnicas de Acoglanis parecían surtir efecto entre los enfermos. Todo indicaba que era una excelente quiropráctico y sabía cómo realizar ajustes en los músculos y huesos de la espalda, quitando el malestar y el dolor. No fueron pocos los "colegas" que siguieron llamándolo doctor, aún manteniendo sospechas fundadas respeto de su educación formal universitaria. Otros, en cambio, no dudaron en ver en Acoglanis un excelente médico. Tal es el caso del reconocido pediatra Florencio Escardó, con el que llegó a tener una amistad muy personal, duradera y sincera.
Pero hay que considerar un punto. Escardó tuvo, hacia el final de su vida, una marcada veta de inclinación esotérica, llegando a publicar en el diario La Nación un artículo titulado El Niño y los Ovnis; francamente interesante por el nivel de delirio conspirativo, errores y prejuicios históricos que maneja en sus párrafos.
"Los que sucede con los ovnis es un ejemplo paradigmático. Todo autoriza a aceptar que intereses complejos y oscuros traban la posibilidad de una actitud abierta y sana frente al fenómeno ovni y que no es por rigor científico que se pone en sistemática duda su naturaleza y origen, por el contrario, una copiosísima información científica (digo científica y no técnica) obliga a reconocer su presencia como un fenómeno constante desde las edades más remotas y todas las culturas han dejado documentos de la conciencia que el hombre ha tenido de astronautas y astronaves; aplicar un juicio actual al fenómeno equivale a suponer que los egipcios fueron más atrasados que nosotros porque no conocieron la licuadora. (…) Pienso que los docentes están obligados a exponer a sus alumnos una ordenada documentación de los testimonios que reposan en escritos y documentos y que, hasta el momento, no tienen el menor lugar en los planes docentes, el camino más corto es llevar regularmente a los estudiantes al cine a ver y analizar películas documentales como Recuerdos del Futuro y otras no documentales pero que abordan con alto espíritu problemas de relación del hombre con el cosmos y de su destino en la tierra si se sigue cultivando el actual estilo de destrucción ecológica; sería también adecuado hacerles comentar párrafos del libros como los de Däniken, Berlit, Hansen o Bergier, para no citar sino unos pocos y accesibles. Pero ello será vana labor si al mismo tiempo no se infunde al niño y al joven un abierto espíritu de hermandad cósmica y se ofrece la idea de que quienes viene o pueden venir en las naves no son ni invasores ni enemigos, sino hermanos más evolucionados en cumplimiento de altas y necesaria misiones (…) ". [9]
Nadie puede poner en duda la extraordinaria capacidad que como médico tuvo Escardó. Pero como dice el dicho: "Al César lo que del César". Ningún historiador profesional consideraría sus consejos, a no ser para rescatar y señalar los errores que se barajan cada vez que se ponen en el tablero de la historia humana a los mentados extraterrestres. Pero de todo ello hablaremos más adelante.
Sea por motivo que fuere (empatía, amistad, influencia mutuas), Escardó ayudó mucho a Acoglanis (incluso, tras la muerte del quiropráctico, siguió manteniendo con la viuda una sostenida relación amistosa). Nunca refirió o dejó entrever que era un chanta. Todo lo contrario. Confiaba en las habilidades del "griego" al punto de elevar un pedido a la Facultad de Medicina de la UBA para que se formara un tribunal médico y evaluara a Acoglanis, para que así pudiera revalidar su título académico (extraviado en la mudanza antes citada).
Esta solicitud hecha por Escardó está consignada explícitamente en el libro escrito por dos "contactados", y seguidores de Acoglanis.[10]
"Escardó era muy amigo y a su vez paciente de Ángel. En afán de ayudar a Acoglanis –su amigo- y hacer justicia con su situación curricular, le formó una mesa examinadora con notables de la medicina, para reconocerle su título de médico que no había podido revalidar en el país."[11]
Pero lo que no dicen es que Acoglanis, en las dos oportunidades en las que el tribunal se conformó para evaluarlo, no se presentó. Se excusó aduciendo que estaba ocupado atendiendo urgencias.[12] Por ende, el paso definitorio que lo hubiera calificado como médico nunca se concretó, y las dudas se mantienen hasta hoy.[13]
Por otro lado, respecto de su verdadera nacionalidad también hay profundos y confusos baches de información. Al carecer de documentación fehaciente que certifique su origen griego, todo hace suponer que ese dato también era falso. Incluso hay referencias de que Acoglanis había sido expulsado de la sociedad helénica de Córdoba al comprobarse que no era efectivamente griego, sino oriundo del pueblo de Ramallo.[14] Si datos como esos fueron tergiversados, es muy posible que el viaje al Tíbet también haya sido producto de su imaginación. Por supuesto, no hay, más allá de las declaraciones que él mismo hiciera en vida, pruebas que sustenten esos dichos.
Como es de notar, las imposturas y las mentiras parecerían acumularse cuanto más nos adentramos en su historia. Claro que, para aquellos que lo creyeron y consideraron un iluminado maestro, todos los cuestionamientos y dudas que surgen entorno a Acoglanis no son más que calumnias o el producto de una operación de desprestigio orquestada por oscuras organizaciones secretas que pretenden mantener en la ignorancia a la raza humana, impidiendo que se conozca no sólo la existencia de extra e intraterrestres, sino los fluidos contactos que ciertos hombres superiores mantienen con ellos desde hace años. Toda persona que esté medianamente familiarizada sobre la delirante mitología contemporánea de los ovnis habrá escuchado hablar de los famosos Hombres de Negro (Men in Black), quienes, "como todo el mundo sabe", han amenazado, incluso asesinado, a testigos presenciales de ovnis, en especial después del supuesto plato volador que cayó en Roswell, Nuevo México (EE.UU.) en 1947.
Todo un mundo de tinieblas y organismos secretos atentan contra la verdad, imponiendo otra que los creyentes llaman, despectivamente, "oficial". La conspiración mundial está en marcha y no hay nada que se pueda hacer contra ella. Absolutamente nada. Quien cree en conspiraciones, dijo Jorge Halperín, no necesita pruebas de ningún tipo. Estamos en el universo de la pura creencia.
Ángel Cristo Acoglanis murió asesinado por uno de sus discípulos y amigo personal, a los 63 años de edad, el 19 de abril de 1989, en su consultorio de la avenida Callao de Buenos Aires. Su victimario no era otro que Rubén Antonio, esposo de la socia de Acoglanis en la consultaría alternativa que regenteaban y hermano del conocido financista multimillonario (amigo íntimo de Juan Perón), Jorge Antonio.
El asesino, quien le pegó siete balazos en presencia de una secretaria y varios pacientes que estaban en la sala de espera, expresó al entregarse de inmediato a la policía, que se sentía aliviado por haber matado a un brujo. Y eso fue todo. Claro que la hagiografía panegírica en torno al griego convirtió este luctuoso episodio policial en parte de una operación oculta, que involucraría a altos funcionarios del estado. Es así como la jueza que llevó el expediente de la causa fue sospechada, dando paso a decenas de especulaciones dignas de un episodio de los X-Files.
Lo cierto es que Rubén Antonio fue declarado inimputable y, tras apenas un año de estar recluido en una clínica psiquiátrica del barrio de Saavedra, fue dado de alta y trasladado a un lujoso departamento de la Recoleta en donde vivió libremente hasta el 28 de julio de 1993, fecha en la que se suicidó tirándose desde la terraza del edificio.
Estas dos muertes trágicas inflamaron la imaginación de los acólitos.
¿Qué escondía el médico griego? ¿Qué perseguía Rubén Antonio? ¿Cuál fue el móvil del crimen? ¿Acaso lo asesinó porque Acoglanis mantenía una relación extramatrimonial con la esposa de Antonio? ¿O fue una mera cuestión de deudas?
Estas hipótesis se esgrimieron en los diarios de la época. Pero eran cuestiones demasiado sórdidas y terrenales. A los seguidores del médico no les bastaron. Algo superior tenía estar tejiéndose detrás del crimen. ¿Una conspiración para ocultar los secretos de Erks? Muchos ni lo dudaron. Incluso hasta el día de hoy siguen diciendo que algo se esconde detrás de ese común y corriente asesinato. Muy típico dentro del mundo de los afectos al misterio y los enigmas.[15]
Lo cierto es que Acoglanis terminó sus días trágicamente y sus restos trasladados al cementerio de Capilla del Monte, donde fueron inhumanos. Allí descansan bajo una lápida en la que no figura su nombre y apellido, sino otro, diferente al que le dieran sus padres: Sarumah.
Será éste nombre el que nos lleve a conocer las curiosas ceremonias que Acoglanis organizó a los pies del Uritorco.
RITUALES EN LAS SIERRAS
Todo aquel que conozca la región de Los Terrones, vecina a la ciudad de Capilla del Monte, sabe de lo impactante que son sus paisajes. De sus gigantescas formaciones pétreas y de las miles de pareidolia que somos capaces de imaginar observando las irregularidades que la erosión hídrica y eólica han producido a lo largo de los siglos.[16] Es el escenario perfecto para desarrollar la imaginación y no es casual que los tours turísticos actuales exploten eso al máximo, estimulando al viajero a ver "rostros", "animales" y "objetos" de todo tipo "tallados" por nuestras mentes en las sierras.
Fue en este sitio donde, hacia finales de la década de 1970, Ángel Acoglanis se reunía con sus seguidores para contactarse con los misteriosos habitantes de la ciudad intraterrena de Erks; urbe que parece haber sido producto de su propia inventiva y de la que no se tiene referencia antes de que el médico griego hiciera referencia a ella.
¿Qué es Erks? ¿En qué consistieron las ceremonias que presidía Acoglanis? ¿Quién era Sarumah? ¿Qué se perseguía con toda esa parafernalia esotérico-mística? ¿Dónde está plasmado todo este delirio?
Vayamos por parte.
Hay en Capilla del Monte un hotel que, en el hipotético caso que se diera la imposición mundial de los credos New Age, bien podría llegar a equipararse con el establo de Belén; ya que en sus instalaciones tomó forma definitiva lo que podríamos considerar un nuevo culto: el de Erks y los supuestos Hermanos Superiores que la habitan.
Muchas localidades de Córdoba parecen haber sido signadas a nacer bajo las sombras de un hotel. Es algo común en enclaves turísticos. Tal es el caso del Eden Hotel (así, sin acento), erigido en 1898, varios años antes que sugiera la ciudad de La Falda; o el Gran Hotel Viena de Miramar de Ansenuza, levantado a principios de la década de 1940, y que, si bien no fue el germen del balneario cordobés de Mar Chiquita (sí lo fue el Hotel Mira-Mar), le dio a la región un impulso turístico considerable.
En Capilla del Monte ese privilegio lo tiene el legendario Hotel Roma, ámbito de reunión de Acoglanis y sus discípulos cuando la ciudad todavía era un pueblo y no se había convertido en la Meca esotérica de America latina que es hoy.
Si bien es cierto que otros hoteles, mas tradicionales y antiguos, colocaron a la esta zona serrana dentro del mapa turístico argentino (por ejemplo el viejo Hotel Capilla del Monte, frente a la plaza principal), el Hotel Roma tiene un aura muy especial (no podía ser de otro modo) por ser el conventículo que reunió a los primeros grupos esotéricos que se acercaron a esas sierras. Y Ángel Acoglanis fue el pionero. Después desfilaron por sus instalaciones relevantes místicos y oviniólogos, sabios del ambiente, como Pedro Romaniuk, Guillermo Terrera y Fabio Zerpa entre otros. Mucho le debe la ciudad a este singular hotel. Si no hubiera sido por El Roma (como lo llaman casi con cariño) es probable que Capilla del Monte siguiera siendo el típico pueblito serrano, con su "Sendero de las Cabras" para ascender al Uritorco, y no la sede del Festival Alienígena del mes de febrero, con la misma trocha anterior pero rebautizada como el "Sendero de los Peregrinos Cósmicos".[17]
Desde el Hotel Roma partían las caravanas de autos y camionetas, no bien empezaba a bajar el sol, con dirección a Los Terrones. El "guía griego" encabezaba el grupo de elegidos y, tras llegar al sitio convenido, cuando las estrellas titilaban sobre sus cabezas, ellos, los expedicionarios, organizados en semicírculo en la cima del cerro, iniciaban su tan particular ceremonia.
En ese momento Acoglanis, vistiendo una túnica blanca y presidiendo la reunión, empezaba a entonar un extraño cántico (mantra), en un idioma que él decía era desconocido en la Tierra, y que llamaba Irdín, "la lengua que hablan las inteligencias superiores".[18] Claro que esas estrofas (que no tienen sentido alguno, como es lógico) no eran cánticos al azar.[19] Para los creyentes, el mantra en realidad constituía una invocación a las estrellas y los seres de luz que habitaban en Erks. Pero quien la pronunciaba no era en realidad Acoglanis. Para entonces, el "médico" había canalizado a una entidad de la ciudad subterránea que era quien hablaba a través de él: Sarumah.
Y así, poseído por ese "ser cósmico" y "tras pedir permiso a los hermanos superiores para que se manifestaran", empezaba el espectáculo.
"(…) Una majestuosa coreografía de luces comenzaban a aparecer y desaparecer. No había dudas de que se estaba entablando un diálogo o comunicación. Nos dan la bienvenida, decía satisfecho Acoglanis. Las esferas descendían del cielo, rodeaban la montaña, los árboles y la vegetación del lugar en una manifestación fantástica que, en la mayoría de los casos, motivaban que muchos de los presentes rompieran en llantos de emoción y otros cayeran desmayados al piso de la montaña."[20]
"Las luces se acercaban a nosotros casi rozándonos… Y corrían por el cielo de aquí para allá. Iluminaban los árboles, la plataforma donde estábamos parados y la silueta de la montaña que estaba frente a nosotros. (…) Conciente de nuestra alteración, Acoglanis (Sarumah) nos explicó el significado de las luces y el significado de la ciudad intraterrena de Erks, enclave que está invisible a las miradas indiscretas y solo se materializa en determinadas circunstancias. En el lugar, nos dijo, conviven aproximadamente 18.000 seres, entre ellos los ancianos sabios de las estrellas, cuya existencia no puede calcularse en el tiempo conocido por los humanos. Erks (Encuentro de Remanentes Kósmicos Siderales) es uno de los lugares donde se concentra toda la información vital del planeta y su relación con el universo circundante". [21]
"En contadísimas ocasiones, en medio del despliegue de luces que rodeaban el lugar donde se encontraban los invitados, de la profundidad del valle comenzaban a emanar rayos de luz de distintos colores y en forma mágica: se materializaba la ciudad de Erks…".[22]
Terminada esta especie de sesión espiritista tan particular, se subían a los autos y regresaban a Capilla del Monte, donde continuaban las clases teóricas del Maestro Sarumah en el Hotel Roma.
Entre 1981 y 1989 los cursos, charlas y visitas nocturnas a Los Terrones se sucedieron periódicamente y Acoglanis, poniendo todas sus energías en el tema, no sólo se convirtió en un contactado famoso dentro del ambiente esotérico sino también en un reverenciado teórico cuyo legado quedó pasmado en una serie de panfletos de reducida circulación, conocidos como Los Diarios de Erks (hoy de fácil acceso por Internet, pero de muy difícil consulta en los años en que fueron escritos).[23]
Los Diarios en realidad no son más que una larga serie de incoherencias, argumentos irracionales y fantasías que parecen salidos de una mente decididamente esquizofrénica, producto de una mezcolanza bien propia de la New Age que terminó fascinando a decenas de personas, muchas de las cuales, con el tiempo, agregaron conceptos e ideas de sus propias cosechas. Tal es el caso de Trigueirinho, un automentado metafísico brasileño que se encargó de difundir mundialmente la existencia de la ciudad subterránea del Uritorco en uno de sus libros, Erks. Mundo Interno (1989); que escribiera por pedido y consejo del propio Acoglanis/Sarumah antes de morir (dicen que él mismo le entregó todo el material necesario para la redacción del trabajo).
La mélange es por momentos lisa y llanamente incomprensible. Un atajo de dislates inimaginables del que daremos cuenta brevemente, a fin de ilustrar los excéntricos conceptos que se transmitían y que, según los creyentes, "sólo los iniciados pueden entender cabalmente".
Erks (Encuentro de Remanentes Kósmicos Siderales) es una ciudad no-humana ubicada en el corazón lítico del Uritorco. Un sitio de congregación de seres de otros mundos cuya misión no es otra que la de difundir enseñanzas espirituales a los terrícolas. Una especie de centro de entrenamiento del que saldrán los iniciados que sobrevivirán a la hecatombe final por venir.
Acoglanis la llamaba La Ciudad de la Flama Azul y aseguraba que las luces que aparecían en Los Terrones y en el cerro Uritorco eran naves voladoras intraterrestres y, en otras ocasiones, entidades cósmicas evolucionadas que habían alcanzado un nivel de inmaterialidad que los señalaba como seres mucho más avanzados que nosotros, a los que llamaba Hermanos Superiores (a uno de ellos, Sarumah, era a quien Acoglanis canalizaba).
El médico griego afirmaba haber visitado Erks y no le tembló la mano al sentenciar que la ciudad tenía una antigüedad de 21.000 años, ni al describir los templos, calles y edificios que levantaban en ella; o las conexiones subterráneas que la ligaban y a otras muchas ciudades intraterrenas desperdigadas por el mundo.
La tecnología ¿erksiana? es un capítulo aparte y también fue descripta por Sarumah/Acoglanis.
"La ciudad que visité, conocida por muchos como Erks,(…) existe un modelo de armonía solar, construida por seres superiores de otros sistemas, desconocidas por nuestras leyes. Ellos se desplazan sin ningún apoyo dentro del templo de la esfera dorada, asistidos por el sacerdote Nagualkhuma.[24]
Y agrega:
"He visitado una especie de usina-laboratorio, donde se procesa la energía que se obtiene del éter; esta energía se condensa hasta producir con ellas varillas que son las que se utilizan como combustible, para la iluminación del reino".[25]
Finaliza indicando:
"También conocí las máquina del tiempo, donde se procesan los datos de las personas; en este caso el mío, por el sistema de espejo que fue dando mis huellas a través del tiempo".[26]
Dicen que "para muestra basta un botón". [27]Creemos que las referencias citadas son prueba cabal de este dicho popular.
¿Qué más agregar?[28]
En ese corpus teórico, transmitido como si se tratara de una revelación divina, los fenómenos paranormales se mezclaron con elementos de religiones extrañas, con misteriosas razas antediluvianas, civilizaciones perdidas en escondidos centros de poder, culturas intraterrestres, hinduismo, budismo, chamanismo y, como no podían faltar, continentes desaparecidos (Atlántida, Lemuria, Mu). Como producto de esta mezcolanza, elaboraron (sustentados en la Teosofía) una doctrina secreta y universal que sólo los iniciados en el tema podían conocer.[29] Convertidos en preclaros guías espirituales, ellos serían los nuevos elegidos para guiar a la humanidad hacia una nueva era de conocimiento y humanitarismo, lejos de cualquier sendero racional proveniente de occidente.
El deseo de encontrar un espacio virgen, aislado, puro, esencia inmaculada de la alteridad absoluta, más allá de las geografías exploradas de nuestro planeta, condujo a muchos (desde los días en que los conquistadores buscaban el Paraíso Terrenal) a encontrar imaginariamente reservorios de pureza, sapiencia y humanismo prístino, incluso debajo de la tierra. Y cuando la geografía física, reconocida y explorada, resultó no ser tan maravillosa, entró en vigencia la quimera de las dimensiones paralelas o portales interdimencionales, detrás de los cuales no sólo se perpetúan "bibliotecas secretas" sino también Hermanos Superiores que, más allá del bien y del mal, dirigen a escondidas los destinos conspirativos de toda la humanidad.
La muerte de Acoglanis en 1989 no puso fin a esta corriente, ni fue el único profeta de Erks. Hubo otro, tan excéntrico en sus juicios como el médico griego. Se llama Alfredo Di Prinzio y es el responsable de haber traducido a un lenguaje más corriente y llano los textos (incongruentes por momentos) que dejara su maestro y amigo.[30]
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