La ciencia y la tecnología en América Latina: su impacto en el desarrollo de la medicina natural y tradicional (página 2)
Enviado por Yanet Rodr�guez
Ciencia y tecnología, origen y desarrollo
Se hizo cada vez más claro que la ciencia y la tecnología son procesos sociales profundamente marcados por la civilización donde han crecido; el desarrollo científico y tecnológico requiere de una estimación cuidadosa de sus fuerzas motrices e impactos, un conocimiento profundo de sus interrelaciones con la sociedad.
Los éxitos de la ciencia, en su alianza con la tecnología son indudables. Nos han proporcionado una gran capacidad para explicar, controlar y transformar el mundo.
La importancia de la ciencia y la tecnología aumenta en la medida en la que el mundo se adentra en lo que se ha dado en llamar "la sociedad del conocimiento", es decir, sociedades en las cuales la importancia del conocimiento crece constantemente por su incorporación a los procesos productivos y de servicios, por su relevancia en el ejercicio de la participación popular en los procesos de gobierno y también para la buena conducción de la vida personal y familiar.
La enorme capacidad cognoscitiva de la humanidad debe ejercer una influencia cada vez mayor en la vida de las sociedades y las personas.
Por eso es que la reflexión sobre la ciencia es un tema al cual el pensamiento moderno, sobre todo el de la segunda mitad de este siglo, ha dedicado especial atención.
La tecnología moderna apoyada en el desarrollo científico (tecnociencia) ejerce una influencia extraordinaria en la vida social en todos sus ámbitos: económico político, militar, cultural. La Revolución Científica del Siglo XVII, y la Revolución Industrial iniciada en el Siglo XVIII fueron procesos relativamente independientes. La fecundación recíproca y sistemática entre ciencia y tecnología es, sobre todo, un fenómeno que se materializa a partir de la segunda mitad del siglo y se acentúa notablemente en el siglo actual. El tránsito que vivimos del siglo XX al siglo XXI es un período profundamente marcado por el desarrollo científico y tecnológico.
En gran medida el desarrollo científico y tecnológico de este siglo ha sido impulsado por intereses vinculados al afán de hegemonía mundial de las grandes potencias y a las exigencias del desarrollo industrial y las pautas de consumo que se producen y se difunden desde las sociedades que han marcado la avanzada en los procesos de modernización (Acevedo y Núñez Jover). Por eso los Estados y las grandes empresas transnacionales se cuentan entre los mayores protagonistas de la ciencia y la tecnología contemporáneas.
La preocupación por la ciencia y la tecnología se venía manifestando desde la segunda guerra mundial, aquella que dejó más de cuarenta millones de muertos, con la posición de varios físicos que cuestionaron e incluso abandonaron sus experimentaciones en el campo de la energía nuclear, decepcionados por la forma como sus trabajos de investigación habían sido utilizados en la producción y utilización de la bomba atómica. Estos científicos buscaron otras ciencias, como la Biología, para trabajar desde allí por un conocimiento que contribuyera a la vida y no a la destrucción de la misma y de verdad, de progreso de la humanidad, parecía señalar el límite de su utilización a través de la creación de la bomba.
La preocupación por el desarrollo tecnocientífico creció y se multiplicó en los sesenta, bajo el escenario de la tensión internacional por la carrera armamentista y bajo el creciente deterioro del medio ambiente (Waks y Rostum, 1990). Cada vez se hizo más evidente una sensación de temor y frustración generalizados, cuya fuente de origen parecía estar ligada a la ansiedad sobre el desarrollo científico-tecnológico.
Esta protesta social, de la que salió el movimiento ambientalista y el hipismo como expresión existencial, fue canalizada en los espacios académicos de las universidades, tanto norteamericanas como europeas e incluso latinoamericanas tal como se desprende de los trabajos de Jorge Sábato y Amílcar Herrera al sur del continente, en la óptica por buscar un espacio de desarrollo tecnológico más adecuado para esos países (Vaccarezza, 1998). La movilización social sobre la ciencia y la tecnología pasó a la preocupación académica, sin perder su capacidad crítica.
En conclusión, de una postura antitecnológica y antisistema, presente en la década de los 60, se derivó hacia una actitud más positiva que pretendió dilucidar qué valores culturales subyacen detrás del logro tecnológico (Cutcliffe, 1990).
Pero la relación ciencia – sociedad ha experimentado cambios bruscos en este siglo. Sin embargo, hasta hace apenas dos décadas prevaleció un enfoque que hoy se considera insatisfactorio. La idea era que había que invertir fuertemente en investigación básica, lo que a la larga generaría innovación tecnológica y ésta favorecería el desarrollo social. Tras esta idea, en el período que media entre la Segunda Guerra Mundial y los años setenta se invirtió mucho dinero con este fin. La crisis económica que experimentó el capitalismo mundial obligó a reconsiderar este enfoque y transitar a un modelo mucho más dirigista del desarrollo científico técnico. Esto es lo que es propio de la llamada Tercera Revolución Industrial caracterizada por el liderazgo de la microelectrónica y el protagonismo de la Biotecnología, la búsqueda de nuevas formas de energía, los nuevos materiales, entre otros sectores.
La sociedad tecnológica contemporánea ha colocado a una buena parte de la ciencia en función de prioridades tecnológicas. Según UNESCO (1996) la investigación básica representa menos del 20% de la investigación que se hace en los países desarrollados. Según esa misma fuente, las empresas son las que están corriendo hoy con una buena parte del gasto en I+D e incluso con la ejecución de las investigaciones. Obsérvese que hasta la ciencia básica (si aún este término es sostenible) se caracteriza por una alta sofisticación tecnológica. Estas realidades colocan a la ciencia en una relación inédita con la tecnología y es de suponer que esta situación siga afirmándose.
A su vez, la tecnología, como hemos visto, es cada vez más dependiente de la actividad y el conocimiento científico.
Todo esto sugiere que los clásicos límites atribuidos a ciencia y tecnología se están volviendo borrosos y aún más, disolviéndose. Estamos frente a un complejo ciencia – tecnología donde como dice Barret: "El guión que une los términos de 'ciencia – tecnología' indica esa unión esencial. La nueva ciencia es, por su esencia, tecnológica" (citado en Hottois, 1991).
Existen tres tendencias del desarrollo tecnocientífico que justifican la afirmación anterior. En primer lugar, el alto grado de concentración de la ciencia y la tecnología en un grupo reducido de países y orientación prioritaria de la investigación hacia países y personas con alta capacidad adquisitiva; en segundo lugar la privatización y comercialización creciente del saber y en tercero, el involucramiento en la empresa científica en objetivos militares que ponen en duda la esperanza surgida al término de la guerra fría de que los cuantiosos recursos destinados a tales fines se destinaran a la educación, la salud y otros fines humanos.
El 20% más rico tiene el 93% de INTERNET. Pasa igual con la biotecnología aplicada a la medicina y la agricultura. El informe dice: "al definir agendas de investigación, y en las discusiones sobre el dinero los productos cosméticos innecesarios y los tomates de maduración lentas, van más arriba en la lista que los cultivos resistentes a la sequía o una vacuna contra la malaria" (ONU, 1999).
El flujo selectivo de personal calificado significa un aporte financiero notable que hacen los pobres a los ricos y que es mucho mayor que la "ayuda oficial al desarrollo". En la teoría clásica a este fenómeno se le denominó "robo de cerebros" y se le contempló como fenómeno esencialmente económico. Hoy se habla de una "teoría del nomadismo científico" que estudia la multitud de factores que lo genera, los efectos que produce y las posibles estrategias para enfrentar los procesos migratorios propios de las comunidades académicas. (Meyer et al., 2001). Denominaciones aparte, el flujo migratorio sigue siendo devastador para los países subdesarrollados.
La mayor parte del mundo, sin embargo, apenas tiene participación en la definición y ejecución de los cursos científico-técnicos. Se ha dicho que la ciencia mundial está aún más concentrada que la riqueza mundial. América Latina, por ejemplo, tiene muy poca participación en ciencia y tecnología: poco más del 2% de los científicos e ingenieros que realizan tareas de investigación y desarrollo en el planeta y algo más del 1% de los recursos que se invierten con ese fin.
Sobre todo desde los años sesenta se viene insistiendo en que la salida del subdesarrollo obliga a crear capacidades en ciencia y tecnología. Pero los discursos han desbordado a las realizaciones prácticas (Núñez Jover).
Se atribuyen a la ciencia y a la tecnología grandes efectos sobre la sociedad, en particular en el campo de las tecnologías de la producción y de la información y en el de la biotecnología. Algunos críticos consideran que estos desarrollos han contribuido a que los países, regiones y grupos sociales más ricos se hayan vuelto más ricos, es decir, que la brecha entre ricos y pobres, que se pensaba podía disminuir, habría aumentado. En 1960 el 20% de la población mundial en los países más ricos tenía treinta veces más ingresos que el 20% más pobre; en 1997, setenta y cuatro veces más. Y si nos referimos a Internet, por ejemplo, presentada por sus proponentes como la democracia para el futuro, vemos que tan sólo el 20% más rico de la tierra dispone del 93% del uso total de este medio. «Aquellos con ingresos, educación y contactos [en sentido literal], tienen un acceso barato e instantáneo a la información.
La ciencia y la tecnología favorecen los intereses de los grupos sociales y de los países más fuertes, como lo señalan, por ejemplo, algunos hechos: se da prioridad a las áreas de Investigación y Desarrollo (I+D) destinadas a mejorar productos que satisfacen las necesidades ya casi saturadas de una pequeña minoría de países desarrollados, como en el caso del 90% del gasto en I+D para la industria farmacéutica, el cual se destina al tratamiento de las enfermedades de la vejez de la población de las ciudades y regiones más ricas del mundo (Núñez Jover).
Otro ejemplo lo constituye acelerar el proceso de sustitución de importaciones de los países pobres y en desarrollo por productos de los países desarrollados, como sucede con los materiales compuestos que reemplazan las materias primas tradicionales con ayuda de la biotecnología (Petrella, 1994).
Pero sabemos que la ciencia y la tecnología sólo juegan un papel en estos aspectos, y que se requiere un reajuste más profundo de índole social, política y económica. Sin embargo, sabemos también que si la ciencia y la tecnología no tienen una orientación más sensible frente a estos problemas, continuarán contribuyendo a aumentar significativamente la desigualdad global.
Ciencia y tecnología en Cuba
Durante las últimas cuatro décadas Cuba ha realizado un esfuerzo significativo en educación, ciencia y tecnología. Sus indicadores en estos campos (Fernández y Núñez, 1998), de acuerdo con el volumen de su población y monto de recursos disponibles, son de los más altos en América Latina. Se puede decir que el país ha apostado fuerte por la educación, la ciencia y la tecnología. Incluso en medio de la crisis económica más reciente, este esfuerzo se ha mantenido en algunas áreas e incluso multiplicado en otras (Biociencias, Biotecnología, Industria Farmacéutica). Como todo país en vías de desarrollo, Cuba enfrenta un extraordinario desafío científico y tecnológico.
La comunidad científica cubana tiene expresiones de compromiso social poco frecuentes en países del tercer mundo. La existencia de un código de ética de los científicos cubanos en cierta medida refleja todo esto. En otras palabras, el desarrollo científico, tecnológico y educativo cubano transparenta las estrechas relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad; entre la ciencia, la tecnología, la política y los valores.
El debate en torno al desarrollo de ciencia y tecnología en Cuba ha tenido frecuentemente un carácter público y participan en él de diferentes modos numerosos agentes sociales. Una expresión clara de esto es el llamado Forum de Ciencia y Técnica, una experiencia de participación pública que requiere aún un estudio detallado pero que sin dudas reviste un carácter singular. Brevemente, el Forum es un concurso público y periódico de innovación científico-técnica a nivel nacional que cuenta con una gran popularidad en la isla. A él concurren en pie de igualdad tanto el trabajador más humilde en, digamos, una cadena de producción de bicicletas como el biotecnólogo de la Universidad de La Habana. Lo que se valora es haber hecho algo, un cambio en la disposición de tornillos o la síntesis de una vacuna, que se traduzca en mejora social.
Dentro de ese panorama la posición de Cuba es muy singular: con relación a sus recursos económicos, el país ha hecho un esfuerzo extraordinario en ciencia y tecnología lo cual expresa una voluntad política muy definida. Cuba sigue apostando al desarrollo científico y tecnológico como vehículo del desarrollo social. La ambición por satisfacer las necesidades humanas básicas (en salud, alimentación, etc.) y la necesidad de articular de modo beneficioso la economía cubana a la economía internacional, son los móviles del desarrollo científico y tecnológico cubano que descansa en un esfuerzo educacional sostenido por casi 40 años.
Mientras la mayor parte de los países del Tercer Mundo han renunciado al protagonismo en el campo científico, Cuba insiste en desarrollar una base científica y tecnológica endógena. El problema de la relación ciencia-tecnología-desarrollo es para nuestro país un tema fundamental. Dentro de ese ambicioso propósito la responsabilidad social de la intelectualidad científico técnica es esencial.
Importancia del desarrollo científico tecnológico del empleo de las plantas medicinales
Las plantas nos resultan extremadamente útiles. Por una parte nos aportan el oxígeno necesario para poder respirar. Pero además nos aportan nutrientes para que podamos alimentarnos. El uso de las plantas como alimento ha supuesto una búsqueda desde los inicios de la humanidad de aquellas especies que resultaban comestibles de aquellas que no lo eran. En esta búsqueda el hombre ha experimentado en su propio cuerpo y ha comprobado como lo que pretendía que fuese un alimento se convertía en un mortal veneno.
A lo largo de la historia las civilizaciones se han movido en alrededor de las plantas, constituyendo los seres vivos que más han influido en la humanidad. La conservación de las semillas en barro cocido permitió liberarse de la recolección de plantas silvestres y el invento de la agricultura con la consecuente desaparición progresiva de las culturas nómadas. La búsqueda de especies permitió el descubrimiento del continente americano y la aparición del colonialismo. Igualmente, la búsqueda de especies medicinales, narcóticas o con propiedades afrodisíacas ha movido al hombre a buscar en los lugares más recónditos (Salaverry, 2005).
La importancia de las plantas medicinales se hace más patente en la actualidad en los países en vías de desarrollo. En Pakistán se estima que un 80 % de las personas dependen de estas para curarse, un 40 % en la China. En países tecnológicamente avanzados como los Estados Unidos se estima que un 60 % de la población utilizan habitualmente plantas medicinales para combatir ciertas dolencias. En Japón hay más demanda de plantas medicinales que de medicinas oficiales.
La medicina moderna, a través de los análisis clínicos, ha conseguido precisar la validez de aquellas plantas que la tradición había utilizado a base del método de ensayo y error. Muchas resultaron ser validas; otras demostraron ser inocuas; otras potencialmente peligrosas. Ha sido precisamente los análisis bioquímicos los que han podido determinar cuales son los componentes principales de las plantas medicinales. – los llamados principios activos (García, 2000)
La capacidad de la moderna industria química de producir estos principios sin la ayuda de las plantas no supone negar la importancia que estas tienen y sugerirán teniendo en el futuro.
Pasado y Presente del empleo de plantas medicinales sobre la base científico-técnico de su uso
Desde épocas remotas el hombre tuvo que aprender a vestirse, comer y curarse. Para ello debió mimetizarse con su entorno y aprender del comportamiento de los animales, que basados en su instinto sabía seleccionar las especies que eran consideradas comestibles, de aquellas consideradas como medicinales y también tóxicas.
Este aprendizaje le demandó largo tiempo y no todos estaban preparados de igual manera para llevarlo a la práctica. Los continuos éxodos de muchos pueblos debidos a las constantes guerras conspiraron contra la adaptación del hombre a su medio o hábitat.
Sin embargo, en las primitivas aldeas hubo quienes desarrollaron un conocimiento más profundo y una adaptación al medio de forma muy superior al resto: ello motivó la aparición de los primeros chamanes quienes no solo tenían a su cargo el manejo de los problemas de salud de sus congéneres, sino que podían pronosticar cuáles eran las mejores épocas para el cultivo de sus semillas y la época de recolección (Echemendía, 2006).
Dentro de las llamadas civilizaciones avanzadas, los Egipcios dieron muestras de un profundo conocimiento médico, y a través del papiro de Ebers (primer documento médico de la antigüedad descubierto en 1872) demostraron las virtudes de muchas plantas medicinales en salud humana.
En Egipto, quienes profesaban el arte de curar era la casta sacerdotal perteneciente a los brahmanes, ya que dentro de su concepción de vida "quienes tenían las facultades de reparar los problemas del espíritu, también podían reparar los trastornos del cuerpo…"
En épocas pretéritas, los Chinos dieron una muestra acabada de la aplicación de las hierbas medicinales, según se señala en tratados como el Pen´tsao, reeditado y revisado durante las sucesivas dinastías. También la India ofreció su saber a través de obras fundamentales como el Caraca, Susruta y Vagabhta, donde se mencionan las virtudes de cientos de plantas medicinales.
En Grecia entre el siglo IV y III antes de Cristo surge la figura de Hipócrates, el "Padre de la Medicina", quien no sólo dio las directrices del correcto empleo de las plantas medicinales, sino también fundó los conceptos básicos de la semiología moderna, propició el ayuno, la hidroterapia y el valor de una correcta nutrición para tratar dolencias (fue famoso su aforismo: "Que tu alimento sea tu medicamento") y finalmente sentó las bases de lo que hoy conocemos como higiene. Otras figuras importantes de la antigua Grecia las encontramos en Dioscórides, Galeno, Columena, Celso y Plinio, por citar sólo a algunas.
En la Edad Media el empleo de las plantas medicinales sufre un proceso de estancamiento y descrédito merced a la intemperancia de la Santa Inquisición que en su famosa "caza de brujas" mandó quemar en la hoguera a cientos de hombres y mujeres (curanderos de la época) que realizaban "conjuros con los poderes demoníacos" durante sus actos terapéuticos. Únicamente en los monasterios se centró el arte de curar, gracias al enjundioso trabajo de monjes y sacerdotes que tradujeron del griego y del latín las primitivas obras sobre el empleo medicinal de las hierbas. Eran famosos sus huertos y sus preparados en forma de vinos medicinales, tradición que aún hoy se conserva (licor monacal y benedictino).
Durante la conquista de América los sacerdotes y frailes que se trasladaron al Nuevo mundo llevaron sus conocimientos médicos, los cuales se vieron enormemente enriquecidos por el contacto con chamanes indígenas que les trasmitieron su saber respecto del empleo de las plantas medicinales americanas. El hecho de realizar la señal de la Cruz por parte de los indígenas fue aprendido de los españoles, para evitar y alejar "conjuros sospechosos" de otras fuerzas espirituales.
En Europa, el arte de curar cobró un nuevo impulso por parte de los alquimistas, entre los que descolló la figura de Paracelso. En Italia se formaron importantes escuelas médicas, como por ejemplo la de Salerno.
En Alemania surgen figuras como Samuel Hahnemann (mentor de la Homeopatía), Cristoph Hufeland, Heinrich Lahmann y Augusto Bier (promotor de la anestesia endovenosa y la raquitomía) que dieron un fuerte impulso a la medicina natural. En Estados Unidos se populariza la escuela del Eclectismo que llegó a cobijar a cientos de médicos desde sus albores.
Finalmente en el siglo XIX, cuando Friedrich Wohler produjo la síntesis de la urea a partir de una sustancia inorgánica (el cianato de amonio), da comienzo la industria de la síntesis química, ya que hasta entonces no se concebía como fuente de materia orgánica ningún otro elemento que no fuese animal o vegetal. El siglo XX marca el liderazgo de los productos de síntesis, dejando relegadas a las plantas como una "práctica medicinal menor".
Sin embargo, los principales productos de primera línea surgen del ámbito natural, entre ellos la penicilina, aspirina, cornezuelo de centeno, belladona, digital, vincristina, pilocarpina, ipecacuana, atropina, reserpina, podofilina, etc.
Con la tragedia ocurrida a fines de la década del '50 con la sustancia química talidomida, se ponen en duda los criterios de evaluación de seguridad de la aprobación de drogas que regían hasta entonces, dando origen a la creación de los primeros Departamentos de Farmacovigilancia. Entre 1982 y 1990 salen del mercado más de doscientas drogas sintéticas debido a graves problemas de intoxicación entre la población. Paralelamente la investigación con plantas medicinales continuó con su silencioso trajinar y de ahí surgen nuevas drogas de amplio empleo en la actualidad: Panax ginseng, Ginko biloba, Hipericum perforatum, Taxus bacata, Centella asiática, Aloe vera, Castaño de Indias, Hamamelis virginiana, Pygeum africanum, Serenoa repens, Lentinus edodes (shiitake), Fucus vesiculosus, etc..
La amplia brecha entre las naciones industrializadas y los países del Tercer Mundo arrojó una importante masa de habitantes que no pueden, por el momento, acceder a la medicina convencional. De ahí que la Organización Mundial de la Salud (OMS) propiciara a mediados de los '80 la aceptación y puesta en práctica, por parte de las autoridades gubernamentales, de las mal llamadas Medicinas Alternativas, dando un especial interés a la investigación y prescripción de hierbas medicinales.
La OMS ha definido como FITOMEDICINA a la aplicación de principios activos de origen vegetal en terapéutica. Por otra parte, dicha organización ha manifestado en 1996 que el 80 % de la población mundial depende para su atención primaria de su salud, de las plantas medicinales. Los modernos métodos de extracción, identificación y estandarización de sustancias provenientes de las plantas, sumado a la investigación científica moderna (pruebas in vitro e in vivo sobre animales, ensayos preclínicos, clínicos, etc.) han permitido generar márgenes de seguridad en la prescripción de estos fármacos hacia la población, lo cual la diferencia en parte de la FITOTERAPIA CLÁSICA que fundamenta su accionar en el conocimiento empírico.
Indudablemente esta nueva definición de FITOMEDICINA representa una jerarquización de la práctica fitoterápica convencional, a la cual no obstante sigue estrechamente ligada. De esta manera suele ser común hoy en día el acercamiento de biólogos, botánicos y farmacognostas con chamanes y curanderos de tribus que aún persisten en las selvas tropicales. En ese sentido, laboratorios multinacionales han instalado centros de investigación en el Amazonas o en la selva costarricense, como es el caso de MERCK & Co.
Más allá de este renovado interés hacia las plantas medicinales que profesan los principales laboratorios del mundo, hay que dejar en claro que dicho movimiento genera algunas preguntas o dudas:
¿Se está acabando la síntesis química?
¿La búsqueda se centra únicamente en el hallazgo de principios activos que puedan ser útiles en enfermedades "rentables" como el cáncer, artrosis o diabetes? El paludismo, la lepra, la tuberculosis y las diferentes parasitosis, ¿también despertarán el mismo interés?
¿Se respetarán los convenios de coparticipación entre los laboratorios y el país huésped que provee la "materia prima"?
¿Se respetará la biodiversidad del área de trabajo, en especial para evitar la depredación de especies en vías de extinción?
Estas y muchas otras preguntas sólo serán respondidas a través del paso del tiempo y bajo la acción centinela de quienes amamos esta actividad.
Más allá de todas estas conjeturas, es plausible que se renueve el interés sanitario hacia las plantas medicinales. De acuerdo con un informe reciente publicado en la prestigiosa revista Journal of the American Medical Asociation (JAMA), se calcula que alrededor de 100.000 personas murieron en 1994 en Estados Unidos por las reacciones adversas a los medicamentos recetados por los médicos (es decir fármacos "bien recetados"). El guarismo es más alarmante aún cuando leemos en el informe que dicha cifra no ha tomado en cuenta los casos por sobredosis o por fármacos automedicados, lo cual elevaría aún más el porcentaje de muertos. Paralelamente, los casos por muertes debidas a plantas medicinales registran los porcentajes más bajos en los centros asistenciales y toxicológicos.
No obstante, la FITOMEDICINA no debe considerarse como una práctica inocua. La misma debe ser ejercida por personal calificado o profesional. Como decía Paracelso: "Un tóxico puede ser un remedio y un remedio puede ser un tóxico. Todo depende de la dosis". En virtud de ello, podemos decir que no existen plantas tóxicas sino uso indebido de plantas. El correcto y racional uso que hagamos de ellas propiciará la continua jerarquización de esta práctica, que en el nuevo milenio, permitirá al hombre volver a sus fuentes.
Desarrollo de las investigaciones científicas sobre plantas medicinales en Cuba
El desarrollo de las investigaciones científicas sobre plantas medicinales en Cuba tiene un carácter multidisciplinario y multisectorial desde que fue organizado el Programa Nacional de Investigaciones de Plantas Medicinales que comenzó en 1991 y que ha tenido continuidad en el Programa Ramal de Medicina Tradicional y Natural (MTN) del MINSAP a partir de 1997.
Brevemente, podemos decir que los estudios se han dirigido a desarrollar medicamentos herbarios para el sistema de salud, lo que implica: estudios farmacéuticos, químicos, farmacológicos, toxicológicos, botánicos, agro biológicos y finalmente ensayos clínicos. La meta es probar la eficacia de los medicamentos herbarios e introducirlos en el sistema de salud (Campos, 2004).
La producción de medicamentos herbarios a escala industrial mediana o grande tiene futuro pero presenta serias amenazas en el contexto internacional. Una es que los medicamentos herbarios pueden y deben ser registrados, como cualquier medicamento, pero la mayoría no constituyen procedimientos de propiedad industrial patentables, lo que es un desestímulo a la industria farmacéutica ya que pierde la exclusividad y las ganancias elevadas que brinda un medicamento sintético.
Se producen y comercializan muchos "medicamentos herbarios" que tienen adulteraciones del material vegetal y hasta principios activos químicos no declarados. Ello crea desconfianza en los consumidores, los médicos, los sistemas de salud y, lo que es peor, han producido efectos adversos muy graves. La Food and Drugs Administration (FDA), la agencia reguladora gubernamental de los Estados Unidos de América para los alimentos, cosméticos y medicamentos, toma acciones frecuentemente contra productores por la razones antes mencionadas.
La producción de "suplementos nutricionales" que cumplen las exigencias del registro sanitario de un alimento, menores que las establecidas para los medicamentos, lleva al mercado productos no validados como medicinales que engañan al consumidor, quien piensa que tienen comprobadas las propiedades que se les atribuyen. Esos productos alcanzan, no pocas veces, precios tan elevados como el de los fármacos.
En resumen, el charlatanismo, la intrusión profesional y la actividad mercantil inescrupulosa son en el contexto mundial las principales amenazas a los medicamentos herbarios y a la MTN.
En Cuba, según Morón, 2005 existe una notable armonía entre las necesidades del sistema nacional de salud y los productores farmacéuticos, que permite garantizar plenamente que los medicamentos estén destinados a solucionar problemas de salud y no a ser una mercancía. Esto brinda condiciones óptimas para la producción industrial de los medicamentos herbarios.
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Autoras:
Lic. Yanet Rodríguez Perdomo
Dulce María Soler
Investigador Agregado
Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA)
Grupo de Desarrollo y Biotecnología Industrial
Carretera de Jamaica y Autopista Nacional San José de las Lajas, La Habana, CUBA.
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