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El concepto de crisis en la obra de Danilo Cruz Vélez (página 3)


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Esta posición del hombre, en la mayoría de los casos, sólo se queda en mera inquietud y en "un anhelo insatisfecho", pues son inquietudes que nacen en todos los hombres, pero sólo el filósofo principiante va más allá, se moviliza e intenta superar esta aspiración que vive latente en todo hombre, y decide asumir la posición de no aceptar ningún conocimiento meramente dado, que no haya alcanzado por su propio esfuerzo "y del cual no pueda responder".

El filósofo principiante, al dejar de lado todo saber ya expuesto, sólo le queda apoyarse en la experiencia que hace de sí mismo, como un ser que es en el mundo. Y a partir de allí, en la búsqueda de nuevos conocimientos que le permitan adentrarse hasta llagar al fin último de la filosofía. Toma la decisión de no aceptar nada que no se le dé con una evidencia absoluta en su propia experiencia.

En esta decisión, el filósofo principiante tiene que enfrentarse a la experiencia mundana, es decir, a la exterioridad perceptiva de las cosas y del mundo como la totalidad de ellas. Esta percepción externa de las cosas implica una intuición o visión absoluta de las mismas, pero siempre habrá algún aspecto de lo observado que escape a nuestra visión, lo que conlleva a deducir que la experiencia del mundo no es absoluta.

El mundo nunca se da completamente en la percepción; sólo se da en partes, es decir, sólo se alcanza a percibir una parte del mundo y las cosas. Y así, pues, no puede el filósofo principiante iniciar su camino en el filosofar, ya que no cuenta con una base sólida sobre la cual pueda empezar a fundamentar su tesis acerca del mundo. "El mundo no puede ser el suelo firme que busca para construir el sistema de un saber rigurosamente fundado y del cual pueda hacer responsable de manera absoluta."[86]

Ahora que la tesis de la experiencia absoluta del mundo ha quedado sin fundamento en el inicio del camino del filósofo principiante, sólo le queda a éste recurrir a su existencia en el mundo y reafirmar la tesis "yo soy" y pasar de la experiencia externa del mundo a la experiencia interna de sí mismo. A este camino Husserl denominó Camino psicológico.

En este nuevo camino el yo realiza una retrospección hacia sí mismo y hacia la existencia de él en un mundo aparentemente existente, desde una partida del yo empírico atado al mundo y su paso purificador hasta convertirse en el yo trascendental; este paso sólo es posible gracias a la reflexión que realiza el yo sobre sí mismo y su posición en el mundo. Este tipo de reflexión la denomina Husserl Reflexión fenomenológica, en la cual se pierde todo el interés por el objeto y se deja en suspenso toda toma de posición, poniendo al objeto entre paréntesis; entonces todo el interés se dirige a los fenómenos síquicos, a los actos, a las vivencias.

Lo anterior es llamado por Husserl "un interés puro en el ser subjetivo", este es un interés purificado de toda tendencia hacia lo objetivo en la cual prevalece la propensión hacia lo subjetivo. Esta nueva actitud no es más que una apertura del campo psicológico, en el cual se desarrolla toda la subjetividad del yo.

CAPÍTULO 4

Crisis en la época actual

"La expresión época actual no designa

sólo un período de la historia, sino

también realidad en que estamos ins-

talados" .CRUZ VÉLEZ, Danilo. Tabula Rasa.

Santafé de Bogotá :Editorial planeta, 1991.P.233.

La crisis, como la concibe Danilo Cruz Vélez, puede ser considerada como un proceso que genera cambios históricos, bien sean positivos o negativos, es decir, toda crisis trae consigo transformaciones que conllevan a la creación de nuevos sistemas filosóficos, económicos, religiosos, políticos, culturales o sociales.

En un momento de crisis, el hombre se encuentra en el vacío, sin orientación alguna; reflexiona y toma decisiones que lo pueden llevar a su muerte o a su recuperación total, en la medida en que cree nuevos planteamientos y formas de ver el mundo, "pues eso es lo que ocurre en una crisis: caduca el sistema de referencias en todas las direcciones del mundo en que se mueve el hombre. El hombre entonces flota en el aire, sin creencias y sin convicciones"[87]. Esto genera cambios en la conciencia y produce nuevas posiciones frente a los hechos…

El primer contacto que Cruz Vélez tuvo con el tema de la crisis, como él bien lo reconoce, acaeció en sus primeras lecturas de Oswald Spengler, quien fue el primero en hablar de la crisis en la Época Moderna. "En dichas lecturas de la traducción de La decadencia de Occidente, me salió al paso un problema que me sirvió de guía en la posteriores reflexiones sobre el asunto".[88]

Spengler realiza el primer intento de interpretación de la época actual, interpretando la historia bajo categorías propias de la vida orgánica. Divide la historia universal y los hechos que en ella acontecen, en culturas, las cuales concibe como una especie de organismos biológicos que nacen, germinan, maduran, se marchitan, mueren y no reviven nunca.

Una de las culturas que entran bajo su interpretación es la cultura de América y Europa, es decir, la Cultura Occidental, la cual, considera, se encuentra atravesando la etapa de la civilización, lo que significa que, en la época actual, esta cultura ha entrado en su fase final, la cual implica: su aniquilación, decadencia, vejez, agotamiento de sus posibilidades de desarrollo y, por tanto, su próxima muerte. Esto es atribuido por Spengler al hecho de que en la actualidad no existen un gran arte, una gran literatura, una gran arquitectura y grandes sistemas filosóficos.

Danilo Cruz Vélez no comparte con Spengler la pesimista idea del "envejecimiento y caducidad" de Occidente, al considerar que Europa, luego de la gran crisis producida por la Primera Guerra Mundial, jamás volvería a producir nada nuevo.

Spengler se equivocó en este planteamiento, porque él "debería haber hablado de la plenitud de la época moderna, una plenitud a la que impulsó esa catástrofe."[89] Prueba de ello es el aparecimiento de poetas, artistas, filósofos, científicos, quienes con su trabajo académico e intelectual, propulsado por el dolor e indignación de las consecuencias de la guerra, marcaron el pensamiento europeo.

La realidad histórica y la existencia misma del hombre han contradicho y derrumbado dicha concepción spengleriana, restándoles sentido y vigencia a sus ideas sobre nuestro tiempo. La crítica historiográfica ha hecho incuestionable la vulnerabilidad de su biologismo, pues los hechos mismos han invalidado la concepción de muerte de la cultura occidental, ya que en ésta se han producido obras de arte, en la literatura, la filosofía y las ciencias, tan importantes como las mejores de las épocas de mayor grandiosidad de la historia occidental.

Esta plenitud no excluyó la crisis. No hay un hundimiento de la cultura occidental, sino una plenitud, pero una plenitud acompañada de la crisis.

Quizá la crisis de la Guerra Mundial fue un factor decisivo en el surgimiento y afianzamiento de la Cultura Occidental. Así ha sido a través de la historia: las crisis han generado, de una u otra forma, nuevos caminos. Un ejemplo, entre muchos, es la manera cómo la crisis de la época medieval, su concepción del mundo y de la vida, es la fuente que genera el nacimiento de la duda cartesiana, la cual abre paso a la época moderna. "La duda de Descartes no fue un invento suyo; fue una necesidad histórica."[90]

Descartes tan sólo desarrolló y radicalizó, de una u otra forma, las experiencias y vivencias del hombre de su mundo y las trasladó a una dimensión filosófica, convencido de que la superación de la crisis sólo se podía lograr filosofando. Así también, la nueva ciencia y la técnica surgieron de la crisis del saber antiguo y medieval, ya que en este saber el hombre interactúa con la naturaleza y la considera como el ámbito exterior de su existencia. La vida humana se encuentra insertada en la naturaleza y en su relación con ella; el hombre siente su opresión e incitación, actúa en ella y contra ella, se ocupa permanentemente de ella.

En esta relación hombre-mundo(naturaleza), también empieza a surgir la incertidumbre e inseguridad que da como resultado el interés por superar este estado y genera el nuevo saber, es decir, el nuevo saber brota de la necesidad de superar la inseguridad producida por la crisis dada en la relación hombre-naturaleza, lo que lleva a concluir que los grandes pasos de la humanidad no se producen por referencias de los participantes en los procesos históricos, sino por necesidades históricas.

Luego de Descartes, otros pensadores intentan continuar con la tarea iniciada por éste y toman como base el ego cogito cartesiano hasta formar una egología, es decir, una determinación del ser de los objetos a la luz de los actos del ego, tarea que, según Cruz Vélez es alcanzada por Husserl en la extensión de su filosofía; y, al llegar la filosofía moderna a su meta final, a ésta no le queda nada por hacer, por lo cual entra en un estado de crisis. Nuevamente otra etapa de la historia de la filosofía se encuentra en un estado de incertidumbre e inseguridad.

Pero esta crisis e inseguridad de la egología, no se debe a dificultades ni a contradicciones, ni a caminos sin salida en que haya caído. "La crisis se debe a que la filosofía se ha quedado sin problemas, porque todos los contenidos en el programa de Descartes se han resuelto"[91]. Significa esto que la filosofía moderna, en el sentido que ha sido considerada dentro del marco conceptual como cartesianismo, lo que marca una nueva etapa del filosofar en occidente, como la apertura de un nuevo horizonte del filosofar; en este sentido, se quedó sin tarea, según Cruz Vélez.

Con la crisis del cartesianismo y el término de éste, la época moderna, según las ideas cruzvelecianas, ha culminado y se inicia una nueva etapa de la historia: la postmodernidad, en la cual nos encontramos y tiene su origen en el surgimiento de la técnica; pero también esta nueva etapa histórica ha entrado en crisis, lo cual indica que se avecina su fin y el comienzo de una nueva era histórica.

La filosofía de esta etapa histórica en la cual nos encontramos, también se encuentra sumergida en un estado de crisis, lo cual puede apreciarse claramente en el ámbito universitario y académico, donde se echa de ver el desarrollo de una producción bibliográfica en materia filosófica que no es otra cosa que historias de la filosofía; pero no hay producciones nuevas e innovadoras, que permitan el desarrollo de una filosofía propiamente dicha, y, en un intento de hacer algo distinto, se dirigen hacia diferentes direcciones que desencadenan siempre en ese mismo ideal de alcanzar y producir nuevos planteamientos y teorías.

El trabajo filosófico continúa su curso, pero dentro de la crisis e incertidumbre que produce una situación estéril como la que se encuentra atravesando. Si bien se reconoce que existe un trabajo muy valioso, dentro del cual se pueden destacar las ediciones de los grandes pensadores, comentarios, artículos y diccionarios, entre otros; aún esto no compensa el grado de esterilidad de pensamiento que existe.

Otra consecuencia que ha traído consigo este estado crítico de la filosofía, es el renacimiento de la filosofía de épocas anteriores, como el neokantismo, el neovitalismo, el neopositivismo, el neotomismo, etc. Este estado anacrótico de añoranza hacia lo pasado, se debe a la necesidad de continuar filosofando, lo que mantiene abierto el campo donde ha de surgir la filosofía de la nueva época.

En toda realidad histórica, así como en la naturaleza, los fenómenos y acontecimientos presentan dos caras, una que es captada por nuestra mirada y otra que permanece oculta. Los hechos históricos están allí a nuestra vista, pero más allá de lo que se muestra abiertamente ante nosotros, existe en ellos algo escondido que no se ofrece por sí mismo; y para hacerlo perceptible se recurre al análisis filosófico.

A través de la filosofía y la reflexión que se haga por medio de ésta, se puede superar el mundo de las apariencias y se logra tener una mejor percepción de los hechos reales y una verdadera interpretación de los sucesos históricos.

En el mundo histórico hay fenómenos, entre los cuales encontramos, la fundación de Estados y religiones, hechos políticos, guerras, creaciones artísticas, ciencias, usos y costumbres, etc., los cuales se muestran por sí mismos, pero están paralelos a un contexto oculto, desde donde se originan; y para salir a la luz, necesita de la ayuda de un intérprete. "De ahí que sea necesario inventar, en analogía con la metafísica de los griegos, una metahistoria".[92]

La metahistoria, puede ser considerada como una consolidación de la historia con la interpretación de la filosofía, ya que en ella no sólo se tienen en cuenta los fenómenos históricos, sino también los cambios fundamentales de la existencia humana. Estos cambios no solamente determinan cambios del ser del hombre, sino también cambios de su actitud frente al mundo, frente a su relación con los demás y consigo mismo, cambios éstos que, a su vez, determinan transformaciones en el mundo cultural creado por él y en las relaciones del acontecer histórico fenoménico.

En todas y cada una de las grandes etapas de la historia de la humanidad puede verse con claridad el desarrollo de este gran paradigma: la relación hombre – hechos históricos – mundo. A esta relación se le ha denominado vagamente, según apreciación de Cruz Vélez, filosofía de la historia, la cual cobija las más disímiles construcciones teóricas, y es, por lo tanto, poco diciente.

El término metahistoria es mucho más exacto y abarca toda la realidad del hombre, porque integra las dos disciplinas que estudian los fundamentos de la naturaleza y de la historia, las dos grandes regiones en que se divide la realidad: la Metafísica y la Metahistoria.

Luego de Spengler, se han realizado numerosas interpretaciones de la época actual, entre las cuales se puede destacar la hecha por el sociólogo Hans Freyer en sus Pensamientos sobre la sociedad industrial (1970) . Aunque la doctrina expuesta por este pensador va en contra de las ideas de Spengler, también opera con una categoría biológica: la mutación, la cual es considerada como un cambio repentino producido en la estructura genética. Este cambio generalmente se da de manera brusca y de un golpe inmediato.

Así, Freyer realiza una comparación de la anterior apreciación con la época actual, en la cual el principal protagonista es la sociedad industrial y surge, según él, de una mutación histórica. Dicho fenómeno sólo ocurre cada cinco mil o diez mil años, lo que genera efectos de magnitud importante. Con la mutación se produjo el cambio de la vida nómada a la vida sedentaria, cuando el hombre hizo un alto en su vida errabunda y construyó su morada entre cuatro palos, hecho éste que dio origen al surgimiento de la propiedad privada, conllevando a una nueva dimensión del ser del hombre, en su relación consigo mismo y el mundo.

Nuestro tiempo, según Freyer, también es originario de una mutación producida en los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, cuando empezó a dominar el maquinismo en la producción y en el trabajo humano. En este hecho se encuentra el fenómeno que genera la fuerza que produce la transformación radical de la vida del hombre y engendra la sociedad industrial, base de nuestra época.

De lo anterior, se pude dilucidar que, muy al contrario de lo que plantea Spengler, nuestra época no es una época de decadencia, sino que en ella empieza una nueva etapa histórica, un período de juventud, en el cual irrumpe algo completamente nuevo, de nuevas formas de pensar, de creer, de imaginar y de querer. Esto no necesita demostración alguna, sólo basta realizar una retroproyección y observación de la vida humana de nuestra época y nos encontramos con innumerables y nuevas creaciones en todos los campos del espíritu, las cuales han venido a propagar el acervo común de la cultura occidental.

Cruz Vélez critica el planteamiento de Freyer, considerándolo como una construcción en el aire, sin ninguna base en la realidad histórica, al considerar éste que la época actual es el resultado de una mutación, es decir, de un cambio repentino; pues si algo ha caracterizado a los fenómenos históricos es su largo proceso de asimilación y conformación, lo cual hace necesario el empleo de un método que va más allá de los fenómenos históricos, hacia su principio, su origen, como lo es la metahistoria.

4.1. INFLUENCIA DE LA TÉCNICA EN LA CRISIS DE LA ÉPOCA ACTUAL.

La Época Actual aparece como una prolongación o proyección de la Época Moderna, pero no de su vejez y término, como lo concibe Spengler, sino como la etapa de su plenitud y madurez. Esto implica que si deseamos comprenderla, debemos observarla brotando de la Época Moderna, "lo cual exige una caracterización previa de ésta, empleando el método que impone la metahistoria, es decir, yendo más allá de los fenómenos históricos: hacia su principio."[93]

Estos cambios históricos, producidos por distintos fenómenos, tienen su origen último en un cambio radical de la relación del hombre con su mundo. Un ejemplo claro de esto es el paso del hombre del medioevo a la modernidad. En dicho salto, la relación con el mundo, prevalecientemente contemplativa, pasiva y respetuosa, del orden natural y del orden político en que el hombre se encontraba situado, fue suplida por una relación basada en una clase de hombre dominado por la voluntad de poder. De ahí que los primeros que se apropiaron, de manera consciente, de la actitud correspondiente a dicho cambio, hayan entrado en el escenario de la historia con la pretensión de convertirse en los amos y dueños de la naturaleza.

Descartes, quien fue uno de los primeros y más importantes que optaron por asumir esta actitud, movido por esa voluntad de poder que se instala en el hombre moderno y que lo impulsa a convertirse en el fundamento explicativo de todo lo que hay y el poseedor de la naturaleza, llega a colocar en el lugar de Dios al ego cogito, es decir a la subjetividad humana como fundamento absoluto e inconmovible de la realidad misma. Esto lo hace mediante una fusión de la matemática y la física, ya que separadas no eran útiles para satisfacer la voluntad de poder sobre la naturaleza, lo cual sólo era posible mediante un saber exacto que permitiera someterla a los planes, al cálculo y al control del hombre.

De esta fusión de la matemática y la física como método para dominar la naturaleza, iniciada en la Época Moderna, surgen lentamente las bases para el nacimiento de la Época Actual. Estas bases están representadas, sin lugar a dudas, por la técnica, de ahí que la Época Actual sea considerada como la Época de la Técnica, ya que en este tiempo la técnica científica alcanza su plenitud y perfección, logrando su máximo poder sobre el acontecer histórico y sobre la vida social e individual del hombre.

La Época de la Técnica se inicia cuando aparece por primera vez la máquina de vapor, a comienzos del siglo XIX, haciendo posible la transformación de la energía térmica en energía dinámica, conforme a las leyes de la termodinámica establecidas, las cuales fueron posibles gracias a las teorías sobre el calor de Bacon, Descartes y Newton.

Con el invento de la máquina de vapor, el progreso tecnológico empieza su curso y se acelera durante el transcurso del siglo XIX, cuando dicho sistema comienza a aplicarse en la animación de: molinos, barcos, locomotoras y generadores eléctricos, y a finales del siglo alcanza su poder cuando se inició la fabricación de turbinas para la industria eléctrica, lo que produjo un gran cambio en el proceso de la tecnología. Los momentos culminantes y decisivos de este proceso son la constitución de la electrotécnica y de la tecnología química; y su culminación fue el desarrollo de la técnica atómica en nuestro siglo.

La creación de la máquina de vapor le permite al hombre dar un gran salto en el dominio sobre la naturaleza; deja de emplear sólo sus propias fuerzas en la realización de las distintas actividades, para hacerlo con ayuda de energía creada por él mismo, con el único fin de someter la naturaleza e imponerle su voluntad; transformándose así la relación del hombre con la naturaleza misma. Ya ésta no es para el hombre una de las esferas en que se encuentra inserto y con la cual tiene que avenirse, sino sobre todo un objeto que debe someter a su poder. Esto conlleva a que la naturaleza se encuentre en permanente peligro de perder su figura originaria, ya que no le permiten ser lo que es; el homo technicus se lo impide.

El nuevo hombre, al sentirse seguro de su superioridad y dominio de la naturaleza, se libera a sí mismo y a la naturaleza de todo fundamento divino.

Ni Bacon ni Descartes se imaginaron jamás hasta dónde iba alcanzar a llegar el imperio que la técnica les da a los hombres. Ambos pensaban sólo en el dominio de la naturaleza, de la res extensa, en lo que se refiere a los procesos naturales corrientes; pero el hombre actual ha rebasado la esfera que tenían a la vista esos dos fundadores de la modernidad.

El hombre ha utilizado la técnica de los transportes y las comunicaciones para sobrepasar los obstáculos de la distancia, y ha logrado desplazarse de un lugar a otro sin importar cuán lejos se encuentre su destino. Asimismo, ha hecho uso de la técnica atómica y de la biotécnica para penetrar en la intimidad del átomo y la célula. Y, a través de la técnica política, pedagógica y de la propaganda, ha irrumpido también en la esfera íntima de la res cogitans cartesiana, es decir, en la esfera de la persona humana, para manipularla y dirigirla.

El hombre ha utilizado la técnica para dominar la naturaleza. "Su apetito de saber y poder no se detiene ante nada, ni en el macrocosmos ni en el microcosmos. Gracias a su saber inmenso sobre los dominios de la realidad, puede manipularlo todo, descomponerlo y recomponerlo a su amaño."[94]

Los grandes avances de la tecnología le han permitido al hombre, además de ahorrar tiempo y trabajo, vivir de manera placentera, al poder dedicarse a actividades que avivan el espíritu humano, como el estudio, el diálogo, la lectura, la música, la contemplación de las obras de arte, la meditación y la soledad.

En un principio, todas estas manifestaciones maravillosas del progreso avivaron solo aclamación, aceptación y optimismo. Pero, desde hace ya algunas décadas, ha surgido una corriente contraria de desaliento y pesimismo, debido a que cada día cobra más fuerza el sentimiento de que el hombre ha perdido el control de las fuerzas que desencadenó, "de que como en la leyenda del aprendiz de brujo comienza a ser dominado por su propia creación, y de que corre el peligro de convertirse en su víctima."[95]

Este cambio de actitud ha sido producido por distintos factores y hechos que han tomado fuerza con el paso del tiempo, y ahora se hacen mucho más evidentes; entre ellos, podemos destacar: el deterioro progresivo del hábitat humano, a causa de la erosión de los suelos, la deforestación, la contaminación del aire y el agua producida por la mala utilización de los recursos de la industria. De igual manera, la técnica atómica ha producido grandes cantidades de desechos peligrosamente dañinos que han causado inevitables contaminaciones de ríos, extinción de especies zoológicas, daños irreparables de la biosfera y de la capa de ozono, entre otros.

Por otra parte, en el afán de poder y saber, ha desencadenado una serie de inventos que están siendo utilizados para su propia destrucción. Un ejemplo indiscutible de esto es la invención de la bomba atómica y todos los químicos radioactivos que producen una gran cantidad de desechos indestructibles que hacen cada vez más daño a nuestra madre Tierra. Estos desechos radioactivos que son abandonados o arrojados a los mares o en cualquier parte del planeta se teme, además de que imposibiliten la vida en ciertas zonas, produzcan el surgimiento de seres anómalos adaptados a estas sustancias, con transformaciones genéticas peligrosas. Pero no solamente esto es preocupante, sino también que el hombre, movido por sus deseos de dominio y poder, manipule o descomponga los elementos constitutivos de la vida, para armarlos de nuevo de acuerdo con sus planes, como lo hace con la materia inorgánica, "lo cual abre la inquietante posibilidad de que llegue a producir nuevas formas de vida dotadas de cualidades que necesite para satisfacer su desorbitada voluntad de poder."[96]*

La tecnología inmersa en la sociedad industrial ha recortado el ser del hombre, al hipertrofiar sus aptitudes para la planeación y el cálculo, conllevándolo a descuidar o a entorpecer su vida instintiva y emocional, su fantasía creadora de mitos y su impulso metafísico. Todo esto ocurre a la vez que la sociedad creadora de la tecnología actual influye notablemente sobre la libertad de la persona humana, lo cual es una acción deteriorante de la esencia del hombre mismo. La creación e invención de propagandas, técnicas psicológicas, pedagógicas y publicitarias le roban al hombre la iniciativa en la toma de decisiones acerca la dirección que ha de tomar su vida; le inhiben la capacidad de elegir, la decisión y la responsabilidad, que son períodos fundamentales de un acto auténticamente personal.

Esta situación crítica en la que ha caído el hombre es supremamente peligrosa, y debe ser superada, porque en ello le va su vida sobre la Tierra como hombre. La imaginación y la creatividad del hombre son inagotables, y, seguramente, encontrará una salida que le permita superar esta difícil crisis. "Pero, a pesar de esta esperanza, cuando uno se detiene a pensar en el incierto futuro del hombre actual, incierto y lleno de riesgos justamente a causa de su virtus, de su capacidad y eficacia, no puede menos de recordar las palabras de Nietzsche: Perecerás por tus virtudes".[97]

En los comienzos de la técnica científica y la sociedad industrial en el siglo XVIII, Rousseau hizo un llamado acerca de los peligros que se cernían sobre el ser del hombre, y planteó una vuelta a la naturaleza, a la vida natural, en la cual no hubiese deterioración de la vida producida por la acción de las ciencias y de la civilización, creadas por el propio hombre. Sin embargo, sus planteamientos fueron escuchados como un eco muerto, así como se ven las utopías románticas, ciegas para la realidad histórica, e hicieron caso omiso de sus advertencias.

En los últimos tiempos —ya cuando la técnica científica se ha convertido en forma definitiva en el fundamento de nuestra época y de nuestra vida, y la sociedad industrial, nacida de ella, es la sociedad en la que vivimos y somos—, en los campos de la filosofía y la literatura, se escuchan voces de condenación hacia la técnica. Pero, al igual que otros tiempos, esta posición revela una especie de reacción romántica contra la realidad histórica.

La técnica se ha convertido en el poder supremo de nuestro tiempo y continuará siéndolo hasta que se agoten todas sus posibilidades de desarrollo. La técnica, como toda época histórica, tuvo su inicio y seguramente también tendrá su final. Lo que la diferencia y es de gran preocupación, es que en ella existe la posibilidad del fin de la historia humana a causa de la viable autodestrucción del hombre. Pero, si esta probabilidad no se da, la Época de la Técnica culminará algún día, y generará una nueva figura de la historia universal, movilizada por un nuevo principio.

Con la esperanza de recobrar el perdido control de la fuerzas desatadas por el hombre, desde hace algún tiempo se viene solicitando una vuelta a los valores morales en la ciencia y la tecnología, para ver si a través de la moral se puede tomar el control y darle una nueva dirección a la "técnica científica".

Pero en las ciencias exactas este juicio de valor moral no tiene sentido, desde que Galileo en el siglo XVII, al fundarlas, desarraigó de ellas toda clase de valoración, con el fin de forzarlas a centrar su atención de manera exclusiva a las relaciones numéricas y geométricas, en los fenómenos de la naturaleza. Esto generó que en la ciencia natural no predominara la valoración por la naturaleza, sino su medición, su explotación, convirtiéndose ésta en su operación particular.

El caso de la técnica es distinto al de las ciencias exactas o científicas, puesto que la relación del técnico con la naturaleza es diferente a la del científico. Mientras que este último sólo busca establecer las regularidades que predominan en ella, el técnico busca transformarla y adecuarla a las necesidades del ser humano, que tiene que instalarse en medio de ella.

La técnica ha contribuido a la realización de los valores de lo agradable, de la comodidad y de la utilidad, brindándole al hombre muchas facilidades y haciendo de su mundo "un paraíso de confort"; de igual manera, la técnica puede realizar valores estéticos y de conocimiento. Pero de ninguna manera puede ser portadora de valores morales. "Así, un microscopio, un avión de combate, una central nuclear o un depósito de desechos radioactivos no son buenos ni malos desde el punto de vista moral. El único portador y el único sujeto de los valores morales es la persona humana."[98]

En un intento de encontrar una conexión válida entre la técnica y la moral, Cruz Vélez recurre a la denominación del homo technicus, y, si éste se concibe como persona humana, entonces sí se podrá intentar, según él, la construcción de una "ética de la técnica".

La técnica ha tenido gran importancia en el proceso de humanización del hombre —es decir, en la realización de eso que lo diferencia de los demás seres de la naturaleza—, desde la época prehistórica, cuando el hombre empieza a tener conciencia de sí y a diferenciarse del animal en la guarida y de la planta en el pantano.

Los griegos, a quienes se debe la invención de la ética, denominaron con la palabra ethos a la morada del hombre. En este sentido, plantea Cruz Vélez que la morada del hombre y la técnica aparecen unidas en la misma raíz, si se quisiera buscar una ética de la técnica. Así, si partimos del hecho de que la técnica es el deber ser, que es en última instancia la raíz que une estas dos disciplinas, el problema central de una ética de la técnica sería el de saber si el homo technicus está haciendo lo que debe hacer para la realización del ser pleno del hombre, el cual no se puede alcanzar si el hombre no posee una morada adecuada en medio de la naturaleza.

De esta manera puede considerarse, que una ética de la técnica se refiere al modo de proceder del homo technicus en medio de su morada, que es la naturaleza y su relación con ella, de forma que su convivencia con su medio no afecte de manera alguna a lo que le rodea, y, por lo tanto, no se afecte a sí mismo y su relación con la realización plena del ser.

La técnica ha generado crisis, o estados de transición, en todas las esferas de la vida del hombre; se ha inmerso en su diario vivir, apoderándose hasta del proceso de desarrollo de ideas y planteamientos. Tal es el caso de los intelectuales, quienes de igual manera se han dejado absorber por este nuevo factor histórico, y las palabras, las ideas y los ideales, que constituyen el elemento en que se mueven los intelectuales, tienden cada vez más a perder su fuerza o poder. Esto genera que aquello que determina qué es lo real y qué se debe hacer, es una razón calculadora, con la cual el hombre tiende a convertirse en un manipulador de máquinas, lo cual deja de lado a los intelectuales. Así, lo que antes podría consultársele a un intelectual creador de ideas y planteamientos, ahora se le deja a una máquina o al técnico a su servicio, que determina las probabilidades y arroja resultados, a través del esbozo de planes de trabajo y fijación de metas.

Es evidente la ausencia de los intelectuales en los diferentes campos en que antes desempañaban un papel de primer rango; y sus ideas y razones, que antes eran escuchadas por doquier, hoy sólo son un eco, unas voces que parecen haberse callado o esconderse detrás de la manipulación de la sociedad industrial, que las utiliza a su conveniencia y necesidad.

El intelectual, que desde la época de los griegos se ha caracterizado por su condición crítica y reflexiva de la realidad, ejerciendo poderosa influencia en la toma de decisiones, hoy parece haber perdido fuerza. Todo indica que se ha dejado absorber por la técnica, lo cual ha traído como consecuencia la pérdida de todo su poder social. Esto lo ha generado la pérdida de su carácter peculiar.

Este carácter particular, que desde siempre lo ha caracterizado, no es otro que su gran agilidad y movilidad para adaptarse a los continuos cambios de toda época y realidad histórica. Pero ahora, más que nunca, parece que ha perdido su libertad; sus tareas y metas las recibe de las instituciones a cuyo servicio está, ya sea del departamento de un ministerio, de una universidad, de la sección de planeación de una gran industria o de la casa editorial, viéndose de tal manera condicionado su proceder, que ha tenido que adaptarse obligatoriamente a este nuevo acontecer histórico, del cual hace parte.

Pero los problemas y peligros que parecen acechar al intelectual, no parecen detenerse allí. Además de la pérdida de su carácter flotante y la pérdida de su libertad, se suma otro gran peligro, y es que el intelectual podría perecer ante las tentaciones de la sociedad industrial: "el dinero, el confort, el lujo, la vida placentera y fácil, que acabarían por destruir la austeridad y el coraje frente a la adversidad y la pobreza, virtudes de las cuales los intelectuales han sacado sus mayores fuerzas".[99]

Partiendo de que todo fenómeno histórico tiene un comienzo, un desarrollo y un fin, se podría decir que éste, que es un fenómeno histórico, también tendrá su fin y llegará un momento en que todos estos peligros dejen de ser; pero, mientras esto ocurre, el intelectual debe luchar por reconquistar su carácter propio, ese carácter particular mediante el cual logró conquistar su enorme poder social en el pasado.

Si partimos del planteamiento de que el mundo actual es un mundo en crisis, pero que, perogrullescamente hablando, lo que está en crisis en el mundo es precisamente el mundo, cabría preguntarse de qué forma se logrará superar este estado sin que se caiga en una autodestrucción.

Cuado el mundo histórico en que se encuentra ubicado el hombre entra en estado de crisis, éste no sabe qué hacer, ni cómo actuar frente la realidad, pero luego despierta y se pone en búsqueda de una salida de dicho estado. Así que primeramente inicia recurriendo al lenguaje, y cree que a través de él puede visionar una salida definitiva o alternativa de dicho estado. Pero se da cuenta de que el problema va más allá de las meras palabras; es algo mucho más complejo que se ha instalado en la realidad propia del hombre, en su propio ser.

En épocas anteriores, la mayor ayuda para la superación de las crisis provino de la filosofía, pero ahora se cree que la solución sólo puede darla la ciencia, la técnica o la política. Estas afirmaciones, desafortunadamente, tienen su propio fundamento, y es que desde Auguste Comte se viene considerando a la filosofía como un estadio del espíritu humano, ya superado por el estadio de las ciencias positivas, que la han venido reemplazando.

Esta concepción puede ser considerada como uno de los múltiples rasgos característicos del mundo actual, donde hasta los propios filósofos hablan y plantean el fin de la filosofía. Pero, dentro de todas estas afirmaciones, existe una verdad relevante que preocupa sobremanera, y es que hasta aquellos poderes dominantes que, según muchos, han desplazado a la filosofía, en el mundo actual, se han demostrado impotentes en la superación de la crisis; incluso, en muchos aspectos estos mismos poderes se han convertido en potenciadores de la crisis.

Estos poderes, que no son otros que la ciencia y la política, han puesto al hombre en un estado de autodestrucción, como ha quedado consignado en párrafos anteriores del presente trabajo.

 

 

 

Autor:

Lorena Martínez López

(Filósofa egresada de la Universidad del Atlántico- Docente catedrática Universidad del Magdalena)

[1] CRUZ VELEZ, Danilo. En: entrevista con GIL OLIVERA, Numas A. Reportaje a la filosofía Tomo I. Santa fe de Bogotá: Punto Inicial, 1993 p.18-19.

[2] CRUZ VéLEZ, Danilo. Ponencia "El mito del rey filósofo en un mundo en crisis". En: Lecturas Dominicales. El Tiempo. Bogotá. Nov 9 de 1980. p.7.

[3] Ibíd., p.6.

[4] Ibíd., p.7.

[5] Ibíd., p.8.

[6] Ibíd., p. 7-8.

[7] Ibíd. P. 8.

[8] Ibíd., p 8. Este planteamiento de Cruz Vélez es referido a la concepción de Carlos Marx con respecto a la posición del hombre en el mundo, quien debe contribuir, según éste, a su transformación.

[9] Ibíd.. p. 9.

[10] CRUZ VéLEZ, Danilo. En: entrevista con Rubén Sierra Mejía. Bogotá: Boletín Cultural y Bibliográfico. Vol. XXIII. No. 4. 1985. p.17.

[11] Ibíd., p.26.

[12] CRUZ VéLEZ, Danilo. El misterio del lenguaje. Santa fe de Bogotá: Planeta, 1995. p.23.

[13] SIERRA MEJÍA, Rubén. ¿Quiénes son los filósofos colombianos más destacados del Siglo XX? Danilo Cruz Vélez, devoción al pensamiento. Santa fe de Bogotá . El Tiempo Virtual, 1999

[14] SIERRA MEJÍA, Rubén. La época de la crisis. Conversaciones con Danilo Cruz Vélez Santiago de Cali. Editorial Universidad del Valle, 1996. p. 11.

[15] CRUZ VéLEZ, Danilo. Ibíd., p 72.

[16] Ibíd., p 38-39.

[17] Ibíd., p. 40.

[18] SIERRA MEJÍA. Op.Cit. p.12.

[19] CRUZ VéLEZ, Danilo. Op. Cit p.42.

[20] CRUZ VéLEZ Danilo. Nueva imagen del hombre y la Cultura. Bogotá: Editoriales de la Universidad Nacional. 1948. p.10.

[21] Ver: Revista Correo de los Andes No. 27 . Julio-Agosto. 1984. p. 83-86.

[22] CRUZ VéLEZ, Danilo. Op. Cit. P.46.

[23] CRUZ VéLEZ, Danilo. Filosofía sin supuestos. Buenos aires: Editorial Sudamericana, 1970. p. 9.

[24] Ibíd., p. 11.

[25] CRUZ VéLEZ, Danilo. En: La época de la crisis, de SIERRA MEJÍA, Rubén. Santiago de Cali. Ediciones Universidad del Valle. 1996. p. 50.

[26] CRUZ VéLEZ, Danilo. Nueva imagen del hombre y la cultura. Bogotá. Talleres Editoriales de la Universidad Nacional. 1948. p. 12.

[27] Ibíd., p. 13.

[28] Ibíd., p. 13.

[29] Ibíd., p. 14.

[30] Ibíd., p. 15.

[31] Ibíd., p. 16.

[32] Ibíd., p. 20. *Aspecto volitivo del espíritu, frente al aspecto intelectual y emocional.

[33] CRUZ VéLEZ, Danilo. Aproximaciones a la filosofía. Bogotá. Instituto Colombiano de Cultura, 1977. p. 18.

[34] Ibíd., p.18.

[35] Ibíd., p. 21.

[36] Ibíd., p. 22.

[37] Ibíd., p. 22.

[38] Ibíd., p. 27.

[39] Ibíd., p. 28.

[40] Ibíd., p. 33.

[41] Ibíd., p. 38.

[42] Ibíd., p. 38. * El Ser Supremo.

[43] Ibíd., p. 42.

[44] Ibíd., p. 43.

[45] Ibíd., p. 47.

[46] CRUZ VéLEZ. Nueva imagen del hombre y la cultura. p. 81.

[47] Ibíd., p. 82.

[48] Ibíd., p. 82.

[49] Ibíd., p. 82-83.

[50] Ibíd., p. 84.

[51] CRUZ VéLEZ. Op. Cit P. 54.

[52] Ibíd., p. 54.

[53] Ibíd., p.55.

[54] Ibíd., p. 70.

[55] Ibíd., p. 77.

[56] Ibíd., p. 81.

[57] Ibíd., p.81.

[58] Ibíd., p. 83.

[59] Ibíd., p.87.

[60] Ibíd., p. 88

[61] Ibíd., p. 88.

[62] Ibíd., p. 90.

[63] Ibíd., p. 91.

[64] 8 Ibíd, p.. 93

[65] Ibíd., p. 93.

[66] CRUZ VéLEZ, Danilo. En : La época de la crisis, de SIERRA MEJÍA, Rubén. Santiago de Cali. Editorial Universidad del Valle. 1996. p. 50.

[67] CRUZ VéLEZ, Danilo. Filosofía sin supuestos. Buenos Aires. Editorial sudamericana. 1070. p. 14.

[68] Ibíd., p. 30.

[69] Ibíd., p. 32.

[70] Ibíd., p. 33.

[71] Ibíd., p. 40.

[72] Ibíd., p. 16.

[73] Ibíd., p.21.

[74] Ibíd., p. 21.

[75] Ibíd., p. 22.

[76] Ibíd., p. 23.

[77] Ibíd., p. 25.

[78] Ibíd., p. 25.

[79] Ibíd., p. 26.

[80] Ibíd., p. 26.

[81] Ibíd., p. 27.

[82] Ibíd., p. 27.

[83] Ibíd., p. 27-28.

[84] Ibíd., p. 30.

[85] Ibíd., p. 76.

[86] Ibíd., p. 81.

[87] CRUZ VéLEZ, Danilo. Op. Cit. En: La época de la crisis pág. 94..

[88] Ibíd., pág. 92.

[89] Ibíd., pág.93.

[90] Ibíd., p. 95.

[91] Ibíd., pág. 117.

[92] CRUZ VéLEZ, Danilo. Tabula rasa. Santafé de Bogotá. Editorial Planeta, 1991. Pág. 234.

[93] Ibíd., p{ag. 239.

[94] Ibíd., pág. 253.

[95] Ibíd., pág. 254.

[96] Ibíd., pág. 255.

[97] Este planteamiento parece referirse a una realidad que Cruz Vélez desconocía en el momento de escribirlo. Se trata, sin lugar a dudas, del tan controversial y reciente invento de la clonación y el descubrimiento del genoma humano, hechos que seguramente serán utilizados por los más poderosos con fines de dominio, ambición y poder.

[98] Ibíd. Pág. 256.

[99] Ibíd., pág 258.

Partes: 1, 2, 3
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