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La importancia del Génesis

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Esclarecimiento
  3. Ofuscamiento contraproducente
  4. La importancia del Génesis
  5. El desacierto religioso
  6. Fuerzas malvadas sobrehumanas
  7. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en los estudios del Génesis: ¿Qué consecuencias para la humanidad actual ha tenido la pérdida de la creencia de que el origen de la vida sobre la Tierra se produjo durante el llamado "Tercer día creativo"?

Introducción.

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Ya hemos visto anteriormente, en el artículo G023 (Creencias bioetiológicas prediluvianas), páginas 12 y 13, que según la cronología bíblica, la mayor parte de la sociedad prediluviana se desarrolló en la presencia viva de Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec y Noé, y en dicho orden de sucesión por nacimiento. Adán conoció a Matusalén, y éste a Noé y a su hijo Sem. Por consiguiente, es fácil comprender que el legado de Adán recibido del Creador, en cuanto al origen de la vida, se mantuviera nítidamente vigente durante tal periodo, previo al Diluvio. El aumento de la población y el desarrollo de las artes y la tecnología, como la metalurgia y la forja industrial por Tubal-caín y otros, no debió mermar o distorsionar semejantes informes creativos tan bien atestiguados. Si acaso en la etapa final de la era prediluviana, con el aumento exponencial de la maldad y el apolillamiento social, pudiera haber habido alguna clase de erosión al legado, pero desde luego sólo entre las personas absolutamente cínicas y carentes de sentido común, empantanadas en el error y el vicio. En realidad, fue sólo en la época posdiluviana cuando, a medida que la población crecía y disminuía su promedio de vida (además de sobrevenir la aparición de las diferentes lenguas), se dieron las condiciones óptimas para el progresivo y rápido deterioro del legado creativo procedente de Adán.

En consecuencia, la pregunta "¿Quiénes, en la antigüedad prediluviana, creían que el origen de la vida sobre la Tierra se produjo durante el llamado TERCER DÍA CREATIVO del Génesis?" tiene, al parecer, una respuesta no muy difícil: "Explícita o implícitamente, la mayoría de las personas que vivieron en la época prediluviana estaban de acuerdo con la narración del Génesis concerniente al actualmente denominado Tercer Día Creativo".

Así, pues los principales factores negativos que mermaron la creencia en el origen de la vida durante el Tercer Día Creativo del Génesis, fueron, en la época posdiluviana, los siguientes: la disminución del promedio de duración de la vida humana, el amortiguamiento del testimonio histórico patriarcal por pérdida de la hegemonía de la autoridad de los patriarcas, la confusión de las lenguas en Babel, la notable dispersión de la población humana según sus grupos lingüísticos, las aberraciones crecientes en el comportamiento humano y su impronta epigenética de carácter sumatorio; y también dos factores más que no hemos considerado hasta ahora, cuales son: el florecimiento de las religiones falsas (entendiendo por tales a aquéllas que contradicen o tergiversan el legado patriarcal primitivo, sobre todo el Génesis) y la influencia demoníaca.

Esclarecimiento.

La revista LA ATALAYA del 15-12-2010, página 23 y párrafo 15, publicada por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, expresa lo siguiente: «Con el paso del tiempo se ha ido perfeccionando nuestra comprensión de las Escrituras. Ya lo dice Proverbios 4: 18: "La senda de los justos es como la luz brillante que va haciéndose más y más clara hasta que el día queda firmemente establecido" ». Aquí la palabra "justo" debe entenderse en el sentido de "persona humana que se esfuerza por practicar las normas divinas, al guiar su vida por los consejos que se encuentran en las Santas Escrituras".

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Los fieles patriarcas de la antigüedad eran, pues, personas "justas", y desde entonces hasta ahora siempre ha habido en la Tierra individuos esforzados que han luchado por poner en práctica los principios contenidos en la Sagrada Escritura. De hecho, todo aquél que se acerca al Génesis con la pretensión de captar la verdad revelada con la máxima sinceridad posible es una persona que busca la justicia de Dios, es decir, investiga la sabiduría divina para obtener acierto y equilibrio en la vida.

Pues bien, el relato del Génesis tocante al origen de la vida en nuestro planeta, acaecido durante el denominado Tercer Día Creativo, ha venido a aclararse notablemente en los últimos tiempos. El buen trabajo de Pasteur y los enormes adelantos en microbiología han permitido entender a los estudiosos contemporáneos de las Santas Escrituras, y sólo a ellos, el verdadero alcance de las declaraciones del Génesis concernientes al origen de la vida.

Ofuscamiento contraproducente.

La ausencia o la presencia de la guía del Génesis no es un asunto de poca importancia. Su ausencia en la mente de muchos investigadores ha producido un ofuscamiento, u oscuridad de la razón, que ha confundido las ideas. Bien es verdad que los patriarcas entendieron de manera parcial el relato del origen de la vida dado en el Génesis, y por eso quizás pensaron, como Newton, que en las charcas pantanosas tenía lugar el aparecimiento espontáneo de la vida saprófita. Sin embargo, parece ser que todos ellos estimaban como cierto el relato creativo sagrado y no concebían la existencia de ninguna clase de vida sobre este planeta que hubiera sido anterior al Tercer Día de la Creación. Este respeto y admisión hacia la revelación sagrada les previno de caer en el desacierto de los filósofos griegos de la antigüedad, que, tal vez desprovistos (en muchos casos involuntariamente) de toda guía divina apropiada, concluyeron que la vida se presentó aquí de manera independiente a toda acción sobrenatural, o increada, por generación espontánea en su totalidad.

Las consecuencias de las teorías de la generación espontánea de la vida se vieron potenciadas por las observaciones de eminentes filósofos de la talla de Parménides, Demócrito y Sócrates, quienes da la impresión de que se sintieron huérfanos de Dios en el fondo de sus pensamientos y como consecuencia adoptaron la única postura plausible en este caso, a saber, una visión derrotista del conocimiento. La revista LA ATALAYA del 1-7-1995, página 4, comenta: «Poncio Pilato no fue de ningún modo la primera persona que cuestionó la idea de la verdad absoluta. Algunos filósofos griegos de la antigüedad hicieron de la enseñanza de tales dudas prácticamente su carrera en la vida. Cinco siglos antes de Pilato, Parménides, considerado el padre de la metafísica europea, sostenía que el conocimiento real era inalcanzable. Demócrito, aclamado como "el más grande de los filósofos de la antigüedad", afirmó: "La verdad está enterrada muy profundamente. […] Nada cierto conocemos". Sócrates, quizá el más respetado de todos, dijo que sólo sabía que no sabía nada.

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Este atentado [posiblemente involuntario por parte de muchos filósofos] contra la idea de que se puede conocer la verdad ha perdurado hasta nuestro día. Por ejemplo, algunos filósofos dicen que, como el saber nos llega a través de los sentidos, que pueden engañarse, no es posible comprobar la veracidad de ningún conocimiento. El filósofo y matemático francés René Descartes decidió examinar todo lo que él creía que conocía con certeza. Desechó todo con la excepción de una verdad que le pareció incontrovertible: "Cogito ergo sum", es decir: "Pienso, luego existo"».

La revista LA ATALAYA del 15-9-1992, página 21, en una nota a pie de texto, explica: «A pesar de los debates filosóficos e investigación de los sabios de la antigua Grecia, sus escritos revelan que no pudieron hallar ninguna base verdadera para la esperanza. A este respecto, los profesores J.R.S. Sterrett y Samuel Angus observan: "Ninguna otra literatura contiene lamentos tan patéticos sobre las penalidades de la vida, la frivolidad del amor, la ingenuidad de la esperanza y la crueldad de la muerte" (Funk and Wagnalls New "Standard" Bible Dictionary, 1936, página 313)».

La importancia del Génesis.

Una forma de medir la importancia del Génesis consiste en atisbar las consecuencias derivadas de su desconocimiento o rechazo. En principio, estas consecuencias pueden parecer livianas y que sólo afectan a una parcela intrascendente del conocimiento, esto es, a lo puramente anecdótico. Sin embargo, pronto descubrimos que la privación de la información contenida en este libro sagrado produce senderos intelectuales divergentes que no llevan a ninguna meta satisfactoria. A su vez, dichos senderos intelectuales impregnan la vida social de una manera u otra y frecuentemente acaban afectando profundamente a la mayor parte de la urdimbre artificial creada por el hombre, y finalmente precipitan el derrotero colectivo hacia pantanos de arenas movedizas.

Por ejemplo, la creencia en la generación espontánea de la vida se vio moderada por el Génesis en el caso de los patriarcas y de Newton, quienes no perdieron la idea de que al principio del denominado Tercer Día Creativo no había vida alguna sobre este planeta y no la hubiera habido jamás si no hubiera sido creada; por tanto, la generación espontánea, para ellos, sólo se presentó en la escena biológica después del aparecimiento creativo de la vida y como consecuencia de ella (al producirse la putrefacción de los cadáveres o la descomposición de los residuos pantanosos, entre otros fenómenos). Ahora bien, los experimentos de Pasteur dejaron bien claro, al final, que la generación espontánea era inviable hasta en los casos de degradación de la materia orgánica. No puede darse, pues, la generación espontánea de la vida. Es imprescindible el concurso de un Ser Superior que haya producido la vida en esta Tierra.

En todos estos casos (patriarcas, Newton, Pasteur) se apela a un acto creativo sobrehumano y a una inteligencia sobrenatural que lo ha efectuado, y por lo tanto se admite sin reservas la existencia de un Creador y Diseñador al que debería acudirse por guía y sabiduría. En consecuencia, todo el colectivo de seres humanos que así piensa se coloca en una buena posición para recibir la ayuda que proviene de la Santa Escritura, esto es, la guía que proviene del Creador del universo.

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Sin embargo, Aristóteles, punta de lanza de toda una cohorte de filósofos griegos que propugnaban la generación espontánea absoluta, la cual prescinde de introducir cualquier divinidad creadora en el cuadro, llegó a penetrar con sus enseñanzas en la Edad Media ostentando un altísimo grado de reconocimiento en casi todos los ambientes académicos, no sólo en Occidente sino también en Oriente. La enciclopedia informática llamada WIKIPEDIA, explica:

«Bajo el nombre de TRANSFORMISMO se agrupan todas las leyendas que, desde la Antigüedad, hablan de transformaciones fabulosas. La ciencia clásica se basaba en la observación más que en la experimentación. Por ello, surgieron numerosas fábulas que no se ponían a prueba. El filósofo de la antigua Grecia Anaximandro (611-547 aEC) y el romano Lucrecio (9955 aEC) acuñaron el concepto de que todos los seres vivos estaban relacionados y que se transformaban a lo largo del tiempo. Aristóteles (384-332 aEC) desarrolló su "Scala Naturae" para explicar su idea de progreso de los seres vivos, desde la materia inanimada a las plantas, de ellas a los animales-planta, de éstos a los animales verdaderos y, finalmente, al hombre.

La idea de evolución biológica (o teoría transformista más destacada) fue ensayada en la Grecia Antigua, especialmente entre los helenistas (Anaximandro, Empédocles, Demócrito y Epicuro). Los atomistas (Leucipo, Demócrito y sus discípulos, y Epicuro y sus continuadores; en cuanto a los discípulos de Demócrito, los más destacados fueron Metrodoro de Quíos, Diógenes de Esmirna, Anaxarco de Abdera, Bión de Abdera y Nausifanes de Teos; este último, Nausifanes, maestro de Epicuro, es el puente de enlace entre el grupo de los atomistas democríteos y el de los epicúreos) postularon que el sol, la tierra, la vida y finalmente el ser humano habían aparecido a lo largo del tiempo sin intervención divina. Hacia el año 60 aEC el atomista Lucrecio (filósofo y poeta romano) describió en su poema "Sobre la naturaleza" el desarrollo de los organismos en varias etapas, desde la colisión de los átomos en el vacío hasta la aparición de las primeras plantas y animales que a su vez, habrían evolucionado hasta el estado actual. Existen también escritos sugerentes en la India Antigua, principalmente en los Vedas y en los escritos de Patañjali, y en la filosofía china. Según Joseph Needham, el Taoísmo niega explícitamente el fijismo (pensamiento contrario al transformismo) de las especies biológicas».

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Es conveniente hacer notar que no parece probable que haya habido mala intencionalidad en la trayectoria de muchos filósofos transformistas de la antigüedad, respecto a excluir al Creador de los fenómenos biológicos ligados al origen de la vida en nuestro planeta. Las páginas de la historia nos presentan indicios de una aparente cascada de infortunios cognitivos que han conducido, como hilos de una marioneta, hacia una dirección escenográfica con un denominador común: eliminar o hacer palidecer el relato creativo del Génesis o, si no es posible, ridiculizarlo. Un episodio histórico que puede explicar en parte esa especie de "orquestación ateísta extrahumana" lo expuso Carl Sagan en su obra "Cosmos", edición española de 1980, páginas 175 a 178:

«Los jonios, al contrario que muchas otras culturas, estaban en una encrucijada de civilizaciones, y no en uno de los centros. Fue en Jonia donde se adaptó por primera vez el alfabeto fenicio al uso griego y donde fue posible una amplia alfabetización. La escritura dejó de ser un monopolio de sacerdotes y escribas. Los pensamientos de muchos quedaron a disposición de ser considerados y debatidos. El poder político estaba en manos de mercaderes, que promovían activamente la tecnología sobre la cual descansaba la prosperidad. Fue en el Mediterráneo oriental donde las civilizaciones africana, asiática y europea, incluyendo a las grandes culturas de Egipto y de Mesopotamia, se encontraron y se fertilizaron mutuamente en una confrontación vigorosa y tenaz de prejuicios, lenguajes, ideas y dioses. ¿Qué hace uno cuando se ve enfrentado con varios dioses distintos, cada uno de los cuales reclama el mismo territorio? El Marduk babilonio y el Zeus griego eran considerados, cada uno por su parte, señores del cielo y reyes de los dioses. Uno podía llegar a la conclusión de que Marduk y Zeus eran de hecho el mismo dios. Uno podía llegar también a la conclusión, puesto que ambos tenían atributos muy distintos, que uno de los dos había sido inventado por los sacerdotes. Pero si inventaron uno, ¿por qué no los dos?

Y así fue como nació la gran idea, la comprensión de que podía haber una manera de conocer el mundo sin la hipótesis de un dios; que podía haber principios, fuerzas, leyes de la naturaleza, que permitieran comprender el mundo sin atribuir la caída de cada gorrión a la intervención directa de Zeus.

Esta gran revolución en el pensamiento humano se inició entre los años 600 y 400 [aEC]. La clave de esta revolución fue la mano. Algunos de los brillantes pensadores jonios eran hijos de marineros, de campesinos y de tejedores. Estaban acostumbrados a hurgar y a reparar, al contrario de los sacerdotes y de los escribas de otras naciones que, criados en el lujo, no estaban dispuestos a ensuciarse las manos. Rechazaron la superstición y elaboraron maravillas. En muchos casos sólo disponemos de relaciones secundarias o indirectas sobre lo sucedido…

El primer científico jonio fue Tales de Mileto, una ciudad de Asia separada por un estrecho canal de agua de la isla de Samos. Había viajado hasta Egipto y dominaba los conocimientos babilónicos. Se dice que predijo un eclipse solar. Aprendió la manera de medir la altura de una pirámide a partir de la longitud de su sombra y el ángulo del Sol sobre el horizonte, método utilizado hoy en día para determinar la altura de las montañas de la Luna. Fue el primero que demostró teoremas geométricos como los que Euclides codificó tres siglos después: por ejemplo la proposición de que los ángulos en la base de un triángulo isósceles son iguales. Hay una evidente continuidad en el esfuerzo intelectual desde Tales hasta Euclides y hasta la compra por Isaac Newton de los "Elementos de geometría" en la Feria de Stourbridge en 1663…

Se sabe muy poco sobre la vida personal de Tales, pero Aristóteles cuenta en su "Política" una anécdota reveladora: "Se le reprochaba [a Tales] su pobreza, la cual demostraba que al parecer la filosofía no sirve de nada. Según la historia, su capacidad [para interpretar los cielos] le permitió saber en pleno invierno que en el año siguiente habría una gran cosecha de aceitunas; como disponía de algo de dinero, depositó unas sumas reservándose el uso de todas las prensas de aceite de Quíos y de Mileto, que alquiló a bajo precio porque nadie pujó contra él. Cuando llegó la época de la cosecha y había mucha necesidad de utilizarlas todas, las alquiló al precio que quiso y reunió mucho dinero. De este modo demostró al mundo que los filósofos pueden hacerse ricos fácilmente si lo desean, pero que su ambición es de otro tipo".

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Anaximandro de Mileto, que era amigo y colega de Tales, fue una de las primeras personas de quien sabemos que llevó a cabo un experimento. Examinando la sombra móvil proyectada por un palo vertical determinó con precisión la longitud del año y de las estaciones… Afirmaba que al nacer estamos tan desvalidos, que si los primeros niños hubiesen quedado abandonados y solos en el mundo habrían muerto inmediatamente. Anaximandro dedujo de esto que los seres humanos procedían de otros animales cuyos hijos nacen más resistentes: Propuso el origen espontáneo de la vida en el barro, siendo los primeros animales peces cubiertos de espinas. Algunos descendientes de estos peces abandonaron luego el agua y se adentraron en tierra firme, donde evolucionaron dando otros animales mediante transmutaciones de una forma a otra. Creía en un número infinito de mundos, todos habitados, y todos sujetos a ciclos de disolución y de regeneración. Y san Agustín se queja tristemente de que "ni él (es decir, Anaximandro) ni Tales atribuyeron la causa de toda esta incesante actividad a una mente divina"».

Según la Wikipedia: «San Agustín o Agustín de Hipona (en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis) nació en Tagaste (África romana de aquella época, actualmente Argelia) el 13 de noviembre de 354 y murió en Hippo Regius o Hipona (Argelia actual) el 28 de agosto de 430. Es, junto con Jerónimo de Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán, uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina. Su madre, "santa" Mónica, es puesta por la Iglesia Católica como ejemplo de "mujer cristiana", de piedad y bondad probadas, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aún bajo las circunstancias más adversas. Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Años más tarde, Agustín (ya convertido al catolicismo) se llamará a sí mismo "el hijo de las lágrimas de su madre".

Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago. Aunque se dejó llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas en su juventud, y siguió abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedicó de lleno al estudio de la filosofía.

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En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. [Entonces] se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.

Sumido en una gran frustración personal, decide, en 383, partir para Roma, la capital del Imperio. En Roma enferma de gravedad. Tras restablecerse, y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma, fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (la actual Milán).

Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo.

Decidió vivir en ascetismo… después de haber conocido los escritos neoplatónicos gracias al sacerdote Simpliciano. Los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la escritura la fuente de la fe. Por último, [el contenido de las cartas bíblicas de] san Pablo le ayudó a solucionar el problema de la mediación y de la gracia.

En 386 se consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renuncia a su cátedra y se retira con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicarse por completo al estudio y a la meditación. El 23 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África…

Cuando llegó a Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. A pesar de su búsqueda de la soledad y el aislamiento, la fama de Agustín se extiende por toda la comarca. En 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla. Algo parecido sucedió al ser consagrado obispo en el 395. Fue entonces cuando dejó el monasterio de laicos y se instaló en la casa del obispo, que transformó en un monasterio de clérigos.

La actividad episcopal de Agustín es enorme y variada. Predica a todo tiempo y en muchos lugares, escribe incansablemente, polemiza con aquéllos que van en contra de la ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces, preside concilios, resuelve los problemas más diversos que le presentan sus fieles. Se enfrentó a maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc. Participa en los Concilios regionales III de Hipona del 393, III de Cartago del 397 y IV de Cartago del 419, en los dos últimos como Presidente».

La Wikipedia dice, además: «[Agustín] leyó y conoció de memoria muchas obras de filósofos, entre [las que] estaban las de Cicerón, Varrón, Séneca, Plotino y Porfirio. Sintió preferencia por los neoplatónicos, que ejercieron una gran influencia en él, pero a los que corrigió. Esta predilección se basó en considerar a estos filósofos clásicos más cercanos al cristianismo y por haber dado vida a una enseñanza común de la verdadera filosofía.

Agustín, quien tuvo contacto con las ideas del evolucionismo de Anaximandro, sugirió en su obra "La Ciudad de Dios" que Dios pudo servirse de seres inferiores para crear al hombre al infundirle el alma, y defendía la idea de que a pesar de la existencia de un Dios no todos los organismos y lo inerte salían de Él, sino que algunos sufrían variaciones evolutivas en tiempos históricos a partir de creaciones de Dios».

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También, la Wikipedia explica: «El teólogo del siglo IV Agustín de Hipona (san Agustín) escribió que el relato de la creación del Génesis no debería interpretarse literalmente. Como expone en su libro "De Genesi ad litteram" (Sobre la interpretación literal del Génesis), creía que en algunos casos las nuevas criaturas se formaban debido a la "descomposición" de formas de vida más primitivas. Para él, "plantas, aves de corral y animales no son perfectos… pero fueron creados en un estado de potencialidad". No obstante, consideraba teológicamente perfectos a los ángeles, al firmamento y al alma humana. Su idea de que los seres vivos se transformaban lentamente con el tiempo ha llevado a Giuseppe Tanzella-Nitti, profesor de teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, a afirmar que Agustín había sugerido una forma de evolución».

La revista LA ATALAYA del 15-8-1999, página 10, expone: «Entre aquéllos que tuvieron una influencia decisiva en el pensamiento "cristiano", "san" Agustín ocupa una posición indiscutible. Según The New Encyclopædia Britannica, "su mente fue el crisol en el que la religión del Nuevo Testamento se fusionó por completo con la tradición platónica de la filosofía griega; y también fue el medio por el que se transmitió el producto de esta fusión a los mundos cristianos del catolicismo romano medieval y del protestantismo renacentista".

El legado de Agustín todavía perdura. Con relación al grado de influencia que tuvo la filosofía griega en la cristiandad, Douglas T. Holden afirmó: "La teología cristiana ha llegado a fundirse tanto con la filosofía griega que ha producido personas que son una mezcla de nueve partes de pensamiento griego y una de pensamiento cristiano"».

Anteriormente, en el artículo G004 (El principio), página 3, hemos dicho: «El católico Agustín, un denominado "padre de la iglesia" y erudito del siglo quinto de la era común, declaró que "el relato [del Génesis] no tiene la clase de estilo literario en el que se hable de las cosas figurativamente,… sino que de principio a fin relata hechos que realmente sucedieron, como se hace en el libro [sagrado] de los Reyes y otros libros históricos" (De Genesi ad litteram, VIII, 1, 2) ». Sin embargo, arriba, en esta página, está escrito: «Agustín, quien tuvo contacto con las ideas del evolucionismo de Anaximandro, sugirió en su obra "La Ciudad de Dios" que Dios pudo servirse de seres inferiores para crear al hombre al infundirle el alma, y defendía la idea de que a pesar de la existencia de un Dios no todos los organismos y lo inerte salían de Él, sino que algunos sufrían variaciones evolutivas en tiempos históricos a partir de creaciones de Dios… Escribió que el relato de la creación del Génesis no debería interpretarse literalmente. Como expone en su libro "De Genesi ad litteram" (Sobre la interpretación literal del Génesis), creía que en algunos casos las nuevas criaturas se formaban debido a la "descomposición" de formas de vida más primitivas. Para él, "plantas, aves de corral y animales no son perfectos… pero fueron creados en un estado de potencialidad". No obstante, consideraba teológicamente perfectos a los ángeles, al firmamento y al alma humana. Su idea de que los seres vivos se transformaban lentamente con el tiempo ha llevado a Giuseppe Tanzella-Nitti, profesor de teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, a afirmar que Agustín había sugerido una forma de evolución».

¿Cómo compatibilizar ambas lecturas? ¿Estaba Agustín, poseedor de una mente tan potente y preclara, contradiciéndose a sí mismo de manera pueril?

No parece probable que Agustín hubiera caído tontamente en contradicciones flagrantes, impropias de una mente tan privilegiada. Más bien, da la impresión de que trató de armonizar al máximo el relato creativo del Génesis, que evidentemente se presenta literal (y no figurado), con los innegables hechos de la aparente generación espontánea de la vida sobre la materia orgánica en descomposición. Al igual que los patriarcas, tal vez creyó que era posible que alguna clase de vida inferior surgiera de la materia no viva, pero sus muchos contactos con la filosofía griega atea precipitó sus razonamientos en una dirección que, sin pretenderlo, perjudicaba soterradamente la credibilidad del Génesis.

En su caso, la línea de pensamiento académico que adoptó fue similar a la de muchos teólogos de la cristiandad que vinieron después, quienes se creyeron iluminados por el hermoso edificio de cristal de la filosofía griega y pretendieron esclarecer el contenido de las Santas Escrituras a partir de los conceptos académicos elaborados por los intelectuales griegos. Sin embargo, el resultado ha sido contraproducente, como muy bien atestiguan los resultados posteriores.

Para poder compatibilizar el relato creativo del Génesis con la filosofía griega y con la teoría de la generación espontánea de la vida, los teólogos de la cristiandad se vieron en la necesidad de diluir el carácter histórico del mensaje del Génesis y afirmar que buena parte de dicho mensaje viene dado en forma de simbolismos o en lenguaje figurado. Así, el relato creativo, por ejemplo, deja de ser literal y se convierte en legendario o mitológico, contra la evidencia irresistible de un buen análisis lingüístico del mismo.

Las repercusiones de esta actuación teológica fueron graves, si bien no se detectaron al principio sino que se evidenciaron tardíamente. La influencia de las doctrinas emitidas por las iglesias de la cristiandad afectaron a centenares de millones de personas, entre otras cosas porque muchas de ellas fueron impuestas por la fuerza. Así, en la víspera del siglo XX, el mundo occidental estaba tan apolillado por las contradicciones religiosas y por la prepotencia clerical que no pudo resistir el advenimiento imperioso de la Teoría de la Evolución de Darwin y tampoco objetó contra las nuevas teorías de la generación espontánea de la vida que fueron defendidas por Oparin y sus sucesores. En realidad, las teorías evolucionistas y transformistas contemporáneas han resultado ser para la gente en general menos absurdas o problemáticas que la caótica y trasnochada teología eclesiástica con toda su parafernalia.

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Pero la adopción del ateísmo evolutivo no ha estado libre de consecuencias, ya que la revolución bolchevique acaecida en Rusia a primeros del siglo XX fue auspiciada en parte por las ideas materialistas de carácter evolutivo y antirreligioso que se estaban imponiendo, y produjo un sangriento régimen de terror. También, hay constancia de que el nazismo hitleriano se amparó en la idea evolucionista de la supervivencia del más apto y no dudó en practicar el exterminio étnico en aras de limpiar al planeta de razas supuestamente inferiores que estorbaban el progreso de las supuestamente superiores. Nada de esto hubiera ocurrido si la inmensa mayoría de los seres humanos contemporáneos respetaran el relato histórico del Génesis, que muestra que no existen razas inferiores ni superiores porque todas ellas descienden de un mismo antepasado común; además, tampoco es real la doctrina evolucionista ni la llamada "lucha por la supervivencia del más apto", pues esta lucha o competición se debe más bien a un estado de desequilibrio degenerativo y no al verdadero estándar original de las especies biológicas al tiempo en que fueron creadas.

De cara al futuro, se presenta la amenaza de que se desarrollen actuaciones amorales o éticamente deficientes en el terreno de la biotecnología entre otros, pues el hombre ha conseguido desvelar muchos misterios bioquímicos y ahora está cada vez más próximo a realizar "creaciones artificiales" sobre tejidos vivos, con repercusiones insospechadas de carácter mundial. Y esto ocurre precisamente en un momento de gran peligro para la propia raza humana, pues el repudio general hacia el mensaje del Génesis y su credibilidad es más grande que nunca y los devaneos o fluctuaciones de la sociedad materialista alrededor de las normas morales más básicas tienden al "cierre por derribo total" en este sentido.

El desacierto religioso.

En la página 2 de este artículo leemos: «Los principales factores negativos que mermaron la creencia en el origen de la vida durante el Tercer Día Creativo del Génesis, fueron, en la época posdiluviana, los siguientes: la disminución del promedio de duración de la vida humana, el amortiguamiento del testimonio histórico patriarcal por pérdida de la hegemonía de la autoridad de los patriarcas, la confusión de las lenguas en Babel, la notable dispersión de la población humana según sus grupos lingüísticos, las aberraciones crecientes en el comportamiento humano y su impronta epigenética de carácter sumatorio; y también dos factores más que no hemos considerado hasta ahora, cuales son: el florecimiento de las religiones falsas (entendiendo por tales a aquéllas que contradicen o tergiversan el legado patriarcal primitivo, sobre todo el Génesis) y la influencia demoníaca».

Pues bien, ¿de qué manera nació y se desarrolló el error religioso? ¿Qué entendemos por "religión" y cómo podemos juzgar si tal o cual movimiento religioso es más o menos acertado o desacertado? ¿Existe realmente la posibilidad de efectuar tal juicio y de que éste sea correcto? ¿Acaso, el tema de las religiones, será algo tan ambiguo, subjetivo y vaporoso que todo intento de esclarecimiento con relación a ellas está condenado al fracaso?

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Según la Wikipedia: «La "antropología de la religión" es una rama de la "antropología" que estudia el origen, desarrollo y evolución de los fenómenos religiosos en las distintas sociedades y grupos humanos. La religión, por su universalidad y evolución a través de los tiempos y culturas, es un concepto de muy difícil definición. Se puede decir que hay tantas definiciones como estudiosos del fenómeno religioso. Pero podemos agruparlas en tres categorías: históricas, teológico-filosóficas y antropológicas…

Ya que resulta tan difícil definir lo que se entiende por religión, sería mejor prescindir de este término y referirse a lo religioso como "fenomenología de la religión" o "fenómeno religioso"».

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Lo que se ha dado en llamar "fenómeno religioso", en Antropología, es lo que también suele conocerse con el nombre de "hecho religioso", esto es, la constatación objetiva de que las manifestaciones y sentimientos religiosos son una constante o característica esencial del comportamiento de todo grupo o sociedad de seres humanos a través de la historia. Esto no significa que todo individuo humano manifieste actividades o inclinaciones religiosas, tal como no toda persona exhibe tendencias poéticas, musicales, científicas y así por el estilo; sin embargo, no hay duda de que cuando hablamos del ser humano "en general" siempre lo vinculamos con características propias de su naturaleza y entonces admitimos con total convencimiento la idea de que la ciencia, el arte y la tecnología son elementos típicos generados por el comportamiento humano.

Con relación al "hecho religioso" hay un escrito del filósofo, pedagogo y doctor en teología Enrique Neira Fernández, elaborado en 2007, que con el mismo título (es decir, "El hecho religioso") expone una serie de argumentos y conceptos que pudieran sernos muy interesantes. El doctor Neira explica: «Son muy diversos los significados propuestos por los filósofos [para] la palabra "religión". Los tres más dignos de consideración son:

? M.T. Cicerón hace derivar la palabra "religión" del verbo [latino] "relegere" que significa "volver a leer" o "recorrer". "Religión" indicaría así la repetida reflexión que hace el hombre sobre el culto de los dioses, objeto que reclama su atención preferencial.

? Lactancio deriva la palabra "religión" de la palabra [latina] "religare" que significa "atar de nuevo", admitir los vínculos que unen al hombre con Dios. "Religión" quiere así decir, "religazón" del hombre con Dios. Es la etimología que hoy cuenta más votos a su favor.

? San Agustín, al tratar el verdadero culto de Dios, utiliza algunas veces el verbo latino "reeligere" que significa "reelegir". Por medio de la "religión", en efecto, volvemos a adherirnos a Dios, de quien el pecado nos había separado irreductiblemente.

Santo Tomás resume estas tres etimologías, diciendo que en todas ellas se encierra al menos -como mínimoesta idea: "que la religión implica esencialmente una relación del hombre con Dios". Tomando los elementos comunes a los miles de definiciones y descripciones dadas por autores de las más variadas épocas y filosofías, obtenemos un triple elemento como fondo común de toda religión, a saber:

a) reconocimiento de un Poder o poderes distintos del hombre;

b) sentimiento de dependencia respecto del mismo;

c) deseo de relacionarse con Él o con ellos.

De ahí surgen en los hombres:

* ciertos actos concretos de plegaria, de sacrificios, de culto;

* una reglamentación de la vida de tipo moral, en orden a establecer relaciones favorables con dicho Numen (deidad dotada de un poder misterioso y fascinador);

* organizaciones determinadas por tales creencias.

Aun cuando se las pueda agrupar a todas bajo el concepto común de "religión", es muy diferente la religión de un griego o de un romano, de un congolés o de un esquimal, de un musulmán y de un cristiano. Las religiones se pueden clasificar, sobre todo, desde tres puntos de vista:

1. Punto de vista teológico: propio de las religiones que provienen de un fundador o reformador que les ha dejado un Libro sagrado, fuente de enseñanza sagrada y de norma ética. El Corán (22, 9) las llama "religiones del Libro". Tales son, en primer lugar, las religiones bíblicas: judaísmo y cristianismo, basadas en una revelación de Dios que se contiene por escrito en la Biblia. Asímismo, el islamismo que considera sagrado su libro el Corán y el zoroastrismo con su libro el Avesta. Téngase en cuenta que no todas las escrituras sagradas de los varios pueblos tienen un carácter revelado: ni los libros del shintoísmo japonés; ni los cinco king (libros) del confucionismo chino; ni el Tao-Te-King de Laotsé; ni el Tripitaka del budismo.

2. Punto de vista filosófico: juzga el valor de las religiones por su contenido intelectual y moral.

3. Punto de vista histórico: Corresponde al desarrollo social-histórico de los grupos humanos. Presenta tres aspectos:

* La religión tribal, caracterizada por manifestaciones animísticas, llamadas en un tiempo "fetichistas".

Partes: 1, 2
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