Descargar

Con-jugando en pretérito. Algunos aspectos sobre la cultura popular en el municipio de Linares (página 3)


Partes: 1, 2, 3

A punto de agotarse el tiempo que habían determinado para el juego y cuando, al parecer, los granos de café ya tenían confirmadas sus sospechas, el "gallo" se descubrió y abrazó al supuesto "gallo" de las botellas de vino y le gritó las palabras rituales. Entonces… apareció, entre la botella deshecha, la figura de Alberto Oviedo. Quien obviamente no era el "gallo", pero con sus argucias los había confundido.

La Alcaldía Municipal entregó, a los once integrantes de la comparsa de los granos de café, una bonificación como reconocimiento al arte con el cual habían elaborado sus disfraces y, los otros once ganadores de la contienda se llevaron el premio mayor. Por la noche todos nos encontramos para festejar con un baile en el salón del Concejo Municipal.

CHISME. En la fiesta alguien me contó que Lucio, dueño de una inconfundible carcajada, en una oportunidad que fungía de "gallo" en un juego de aguinaldos, al escuchar por primera vez los versos de la canción popular de moda: "Las letanías de los casados", que se transmitía por el alto-parlante, como que le causaron mucha gracia y, no pudiendo contener su singular risotada, ingenuamente, se delató.

TALLER DE MODISTERÌA

Corría el año de 1946 y, los pobladores de Linares, ya habían pensado en la necesidad de ampliar la preparación académica de la mujer, más allá de los años de Básica Primaria; ya tenían claridad sobre el rol que debía desempeñar y sobre el aporte que podía hacer con sus conocimientos al desarrollo y progreso de los pueblos; pero, debido a las dificultades que había para desplazarse hacia los lugares donde estaban los colegios con internados y por otros tantos problemas, muchos padres fueron renuentes a que sus hijas dejaran la casa paterna.

Entonces, ante la necesidad de preparación que sentían estas señoritas, convencieron a sus padres para que les permitieran prepararse tecnológicamente en el oficio de la modistería para solventar las necesidades domésticas y también para prestar el servicio a la comunidad.

Dado que la señora Isaura había aprendido tal oficio en el Colegio Franciscano de Túquerres y en consideración a que tenía su propio taller de modistería, los padres de las interesadas fueron a pedirle que se encargara de la enseñanza de ese oficio a sus hijas. Ella no tuvo impedimento alguno y, de inmediato, empezó las diligencias pertinentes con el propósito de obtener el permiso de apertura del Instituto Técnico de Modistería.

Luego de haber cumplido con los requisitos de la matrícula y de haber presentado la correspondiente planeación y programación al Inspector de Educación se iniciaron las clases con las alumnas: Lucía Acosta, Carmela Córdoba, Carlota Oviedo, Emilia Otero, Mireya Zambrano, Dora Acosta, Aulageli Lucero, Carmen Solarte y Maruja Narváez. Todas ellas llevaron al taller su máquina de coser y los demás utensilios necesarios para el aprendizaje; también, alternativamente con los cursos teóricos y prácticos del oficio, recibieron clases de cultura general, relaciones humanas y normas de comportamiento.

A los tres meses de haber iniciado las labores, el Instituto presentó todos los documentos exigidos, además de pruebas teóricas y prácticas de las alumnas. Con esto, le dieron la aprobación para expedir el título de expertas en modistería.

Al cabo de un año de estudios, con jornadas de ocho horas diarias, y después de haber realizado las prácticas y los exámenes, las alumnas recibieron su título; pero además, durante este período lograron crecer como personas, con las competencias necesarias para desempeñar el oficio y para servirle a la comunidad. Del mismo modo que aprendió esta primera promoción también lo hicieron dos grupos más que, tal como el primero, se prepararon para ser eficientes en su trabajo y aptas para contribuir al progreso y al desarrollo cultural de la población.

UN ENSAYO SOBRE EDUCACIÓN

En el contexto de esta narración sobre los acontecimientos más destacables ocurridos en el Municipio, en los años comprendidos entre 1930 y 1960, la educación no se dejó de lado; al contrario, fue motivo de preocupación de todas las familias porque sus hijos e hijas alcanzaran siquiera los conocimientos del nivel primario; y aunque, en esas calendas, existieron unas contadas excepciones que alcanzaron el nivel universitario -Abogado Julio Rodríguez Acosta, Militar Marco Polo Melo, Abogado Pablo Emilio Solarte, Abogado Pablo Andrade, Militar Silvio Vallejo, Militar de la Marina Bolívar Córdoba, Médico Ernesto Córdoba, Ingeniero Forestal Alfredo Díaz- el denominador común era el escolar básico, porque no se dieron las posibilidades para continuar los estudios a nivel secundario, mucho menos universitario. Por eso, la mayoría de las profesiones y oficios se aprendieron mediante la metodología de la autoformación; es decir, por propia iniciativa y por imitación del trabajo de quienes ya lo sabían, en muchos casos se transmitieron de padres a hijos; de pronto con algunas directrices y con muy limitados instrumentos. En el caso particular de la docencia, la mayoría de los maestros de escuela tuvieron su educación básica, más algunos estudios que los hicieron autodidácticamente con base en los cuadernillos que les proveía la Secretaría de educación.

Si se analiza desprevenidamente el proceso educativo, en la época que nos ocupa, encontramos la marcada influencia de una metodología de la enseñanza dogmática, con su correspondiente aprendizaje memorístico y sin permitirle al alumno la mínima posibilidad para disentir; es decir el maestro era el dueño de la verdad absoluta -"Magister dixit"- y quien ostentaba la autoridad institucional para castigar físicamente en el caso de que no se hiciera lo ordenado _"la letra con sangre entra"_. Con tal política gubernamental se buscaba como resultado la formación de un hombre dócil y sumiso, una persona heterónoma, un ser incapaz de pensar por sí mismo, un sujeto manipulable. De todos modos, el maestro, vigilado de cerca por el Estado y por la Iglesia, en su sana intención, con el reconocimiento y respaldo de la comunidad, se esforzaba por cumplir con la normatividad y entregar a la sociedad la clase de hombres y mujeres con el perfil que el Estado quería.

Lastimosamente, estas prácticas, carentes de reflexión y sin la búsqueda de nuevas opciones, con el devenir del tiempo condujeron a privilegiar la experiencia escueta, donde el empirismo dio cabida a una serie de "fórmulas" y "recetas" para la enseñanza; desconociendo la importancia y necesidad de una pedagogía con metodologías eficaces para adelantar el proceso educativo.

Ahora, en consideración a tales argumentos y tratando ubicarnos en el momento, es menester que todo proceso formativo tenga como su objetivo fundamental el desarrollo de la autonomía, creando situaciones donde el sujeto pueda actuar con libertad al pensar críticamente, desde su punto de vista y desde el de los demás, tanto en el terreno intelectual como en el social; solamente así, el maestro será capaz de tomar decisiones que lo conduzcan a la transformación personal y del mundo que le rodea.

Por el contrario, el maestro heterónomo vive una situación de dependencia con respecto a lo que otros han construido acerca del conocimiento; de lo cual resulta una actuación limitada a una insulsa repetición, cerrando las posibilidades de reflexión sobre la práctica pedagógica en su relación con la historia.

Aunque en la práctica el maestro siempre estará unido a las tradiciones, podría pensarse que se han ido logrando algunos espacios para actuar autónomamente; y que se está haciendo una reflexión continua sobre las actuaciones pedagógicas dentro de la comunidad educativa.

Ahora, permítanme regresar a la época anterior: por aquel entonces, el maestro era considerado como un verdadero líder que se preocupaba por la organización de las fiestas populares, los juegos, los desfiles, las recepciones, los grupos de teatro; es decir era todo un personaje dentro de la comunidad.

Por eso, gracias a los conocimientos prácticos logrados a través de sus relaciones con la comunidad, el maestro había logrado la materia prima para instruir a sus alumnos en aquellos aspectos que la sociedad requería. A este bagaje le añadía los medianos conocimientos logrados en los textos. La educación, por su parte, la hacía con fundamento en la selección y transmisión de las "sanas costumbres". Pues, desde ese tiempo se tenía el concepto de que "toda educación es una reflexión sobre la cultura efectivamente compartida para buscar en ella aquello que debe ser promovido y perpetuado"(8)

Con aciertos y con desatinos, como en todos los hechos humanos, los maestros y maestras de la época realizaron una labor encomiable en pro de la cultura y la educación de la poblaciòn. Al respecto, mis informantes recuerdan con aprecio los siguientes nombres: Xenón Moreno, Alfonso Goyes, Agustina Ruano, Ángel Burbano, Ángela Alvarado, Rosario Mendoza, Rosa Ibarra.

En la fotografía, tomada en el año de 1940, aparecen los maestros de las diferentes escuelas del Municipio de Linares:

edu.red

Sentados, de izquierda a derecha: Rogerio Zambrano, Director de la Escuela de Niños; Zócima Moreno, Directora de la Escuela Rural de San Francisco; Esther Unigarro, Maestra de la Escuela de Niñas; Marina Martínez, Directora de la Escuela de Niñas; Ana Luisa Carvajal, Directora de la Escuela Rural de Poroto; Berena González, Directora de la Escuela Rural de Sapallurco; Rebeca Chamorro de Carvajal, Directora de la Escuela Rural de Llanogrande; Gratiniano Martínez Bastidas, Maestro de la Escuela de Niños; Antonio Narváez, Director de la Escuela Rural de El Tambillo.

De pie, aparecen de izquierda a derecha: Enrique Acosta, Secretario del Alcalde; Miguel Salazar, Artemio Lucero, Alejandro Figueroa, Presbítero Arquímedes Rosero, Samuel Melo, Temístocles Solarte, Rafael Benavides, Aureliano Figueroa, Daniel Carvajal y el Alcalde Bolívar Navarro.

LOS APODOS

F. Boas recomendaba que el hombre de ciencia que se dedica al estudio de la cultura no debe excluir nada por razones sentimentales o estéticas. Traigo esta cita porque podría malentenderse el propósito de esta clase de Eventos Culturales.

Cuando los sobrenombres no hacen referencia a defectos corporales pueden ser graciosos, pero si lo hacen podrían resultar muy molestos; auque algunos se disimulan por medio de la metáfora como en el caso de "cigarrillo" en vez de flaco, "cholado" en lugar de decirle desblanquecido, "cohete" por escandalosa, "ratón" por vivaracho. De una u otra forma, en este pueblo, la gente era más conocida por su apodo que por el nombre de pila o por el apellido. Recuerdo que alguna vez me presenté ante un señor, muy amigo de mi papá, y le dije soy fulano de tal, hijo de Luis Solarte. Dicho señor se quedó mirándome y me preguntó: ¿De Luis Solarte "cojo", o de Luis Solarte "trozo"?

Otra vez, mi hermana adoptiva, más conocida por Teresa "misinga", se acercó a la tienda preguntando por la señora Benilda "carrumba" y la corrieron con gritos destemplados. Pero, ¿Qué podía hacer?, si la pobre muchacha había creído que ese era su apellido, porque en mi casa siempre la llamaron con el sobrenombre, claro que cariñosa y familiarmente.

Y así, una vez le pregunté a uno de los jugadores de cartas que me dijera el nombre propio del "pachala" y, sabiendo que había sido su compañero de juego por muchos años, me dijo: _no sé, yo lo he conocido siempre por el "pachala"; pero hay otro que le apodan "pachana". También recuerdo que, cuando niño, no íbamos a comprar el pan a la tienda de doña fulanita, sino a la de doña "mine". A uno lo mandaban por vituallas donde las "chispas". Y así, aunque se piense que dicha costumbre es una muestra de incultura, en el pueblo se utilizaban los apodos, bien sea por cariño o por familiridad.

Ahora, les voy a nombrar algunos que, en mi época, eran populares: "el pecoso", "el cabezón", "el batato", "el zapallo","la choya", las palutas, el "ragro", "el chonto" "el mincho", "el batea", las frailas, "el cochimba" y a todas "las rurras", "rurros" y "rurritos". Y los llamo de esta forma porque los apodos se heredaban de generación en generación.

En este pueblo había muchos apodos con nombres de animales; de tal manera que se pudo haber creído que se trataba de un zoológico y no de los habitantes de un pueblo. Así por ejemplo: los "sachacuyes", los "perrillos", las "raposas", las "cuyas", las "pavas", las "cotorras", el "culebro", el "cucarrón", el "piojo", el "ratón", el "puerco", el "chucur", el "conejo", "el bimbo"; no había buey pero sí "bueyero", tampoco araña pero sí "caraña".

Seguro que hay unos apodos más feos que otros, pero a quienes así nos denominaban no debíamos enojarnos, al contrario teníamos que aceptarlos con buen humor. Eso es lo que hacía nuestro amigo Leonel a quien cariñosamente le llamábamos "el diablo"; y a mí, un querido y viejo amigo de mi papá, nunca me llamó por mi nombre, siempre me dijo "trocito de mi alma".

A quienes les moleste su apodo, les recuerdo que grandes hombres de las letras, las artes, la política, el deporte son conocidos más por sus apodos que por sus nombres: "El Manco de Lepanto", "El Tuerto" López, "El Tigrillo" Noriega, "El Cabezón" Martínez, "El Cochise" Rodríguez y muchos más.

ALGO SOBRE GASTRONOMÍA POPULAR

Gracias a las características ambientales de este Municipio, frecuentemente era visitado por gentes de otros lugares, especialmente por familias de las regiones frías que encontraban en este lugar muchas razones para su permanencia, es decir era un lugar propicio para disfrutar las vacaciones de verano. De este modo se fue estableciendo un interesante intercambio cultural que le aportó al pueblo muchos beneficios; entre tantos, cabe destacarse el relacionado con el aprendizaje de la panadería y la pastelería.

Recuerda mi informante que la Señora Emilia Salas de Pantoja le enseñó a la señora Laura Figueroa la preparación de bizcochuelos, rosquillas, mantecadas, colaciones y mistelas de diferentes sabores. También aprendieron con la misma maestra las señoras Visitación Solarte Ruales, Enriqueta Cabrera, Profetiza Díaz, Lina María Caicedo y Dolores Benavides.

El problema estaba en que no disponían de una nevera para mantener los productos frescos y para que no se descompusieran. Entonces, doña Lina María Caicedo decidió llevar al lugar la primera nevera que, por falta del fluido eléctrico, funcionaba con un motor a gasolina. Cabe anotar que para la época y con todas las dificultades del transporte en bestias de carga, cada uno de estos eventos tenía un gran significado.

La señorita Rosa Caicedo, por la misma época, y salvando todas las dificultades, se había dado a la tarea de instalar una fábrica de gaseosas. Al parecer (falta información) fue una micro-empresa familiar que producía tan sólo para el mercado local. Recuerdan que a la mencionada fábrica le colocaron el nombre de: "Gaseosas La Estigia"* que, según cuentan, producía unas bebidas de muy buena presentación y calidad.

Creo que en este acápite debo referirme a una de las bebidas más populares: la chicha de maiz que, aunque estaba prohibida, la preparaban en fábricas clandestinas, tanto dentro del poblado como en los campos. De aquí se deduce que tal bebida tenía un gran número de adictos. Recuerda mi informante que doña Humelia preparaba una muy buena, saborizada y aromatizada con yerbas que solamente ella conocía; al parecer este valor agregado iba con la miel de panela con la que la endulzaba según el gusto del cliente; supongo que tenía un grado muy bajo de alcohol, porque a nosotros nunca se nos ocurrió emborracharnos con chicha y la tomábamos en las reuniones familiares, más bien como un refresco. Pero, según cuentan, también había otras chicherías donde la preparaban con un grado de alcohol más elevado; tanto la una como la otra resultaban de un proceso de fermentación y, eh allí el problema: pues con tal bebida fermentada en ollas de barro, sin las debidas calidades de higiene, se originaron muchas enfermedades estomacales e intestinales. Estas razones obligaron a las autoridades de la salud a prohibir su consumo. Ahora, tal como sus adictos piensan, hubiera sido mejor no prohibirla, sino buscar la posibilidad de mejorar el sistema de preparación, de envase y de distribución.

*-Estigia, nombre mitológico que, al parecer, no le va muy bien con el producto, por eso tengo que confrontarlo-.

LA COMPAÑÌA CISNEROS –UN CUENTO

La merienda, ese "algo" que acostumbrábamos comer entre el almuerzo y la cena, a la hora en la cual los muchachos iban a ofrecer a la puerta de la casa las empanadas, los pasteles de yuca, los envueltos de choclo, los tamales y las morcillas, era la comida más apetitosa para nosotros, era la que recibíamos con mayor gusto; las otras dos las tomábamos a regañadientes. Recuerdo que, según el vendedor, ya sabía lo que llevaba porque todos los días era el mismo con lo de siempre; pero una tarde calurosa con ventarrones polvorientos que estremecían las hojas secas produciendo ese ruido propio del verano, se acercó a la puerta de la casa una vendedora desconocida que ofrecía galletas y bizcochuelos; mi papá le acarició la cabeza y le compró unas tantas galletas; la niña se retiró y continuó su camino ofreciendo los bizcochos en las demás casas de la cuadra; y así, todos los días arrimaba a la puerta de la casa con diferentes bocadillos. Yo prefería los merengues que semejaban motas de algodón, crocantes por fuera y melosos por dentro. Pero más me gustaba su mirada cautivante y esa tenue sonrisa que le hacía aparecer unos pequeñitos hoyuelos en sus mejillas.

En el pueblo que tenían por costumbre poner sobrenombres, no demoraron en llamarla "la niña de los suspiros". Con el pasar de los días supe que era una de las niñas de aquella familia grande que había llegado a hospedarse con todos sus cachivaches en la casona hospedaje de doña Enriqueta. La tarde que aparecieron en la plaza semejaban un grupo de gitanos por la cantidad de corotos y trebejos que acarreaban; pero, como no armaron las tiendas acostumbradas, a la gente se le ocurrió llamarles los "maromeros".

Yo pasé una vez y otra vez frente a la casa donde estaban hospedados; pero no logré verla porque todos permanecían recluidos. Gracias a mi familiaridad con los dueños de casa y con la complicidad de Polo pude ingresar, con no pocas dificultades, pero tenía que ser muy prudente para que estos nuevos inquilinos no sospecharan mi atracción. En esas visitas seguidas pude escuchar que unos declamaban, otros repetían diálogos y los mayores ensayaban canciones y rasgueaban la guitarra; era una familia muy alegre, aunque a mí me parecía un poco huraña.

"La niña de los suspiros", de ademanes muy particulares, tenía una sonrisa muy particular y encantadora; y me llamaba la atención porque a pesar de su corta edad, actuaba como una mujercita: por la mañana ayudaba a su madre a preparar los merengues que por la tarde salía a vender; luego se dedicaba a sus ensayos y no se preocupaba por jugar. Yo, un tanto medroso, inventaba uno que otro ardid para mostrarle mi afecto e interés. Ella, solamente me miraba y sonreía.

¡Qué problema! estaba confundido con estas nuevas sensaciones, con este despertar de sentimientos que yo no conocía. Todo este complique trastornó mi diario vivir: poco comía, menos dormía, ya no permanecía en casa, y en el estudio cada vez peor. ¡Qué sacudón tan grande! Y, encima, las filípicas de mi mamá.

¡Esta noche se presenta la Compañía Cisneros con su obra Efraín y María, asista y vea este hermoso drama basado en la novela del insigne escritor don Jorge Isaacs!, perifoneaba a voz en cuello, a través de una bocina de lata con embocadura y agarradera. Los demás actores, con sus caras graciosamente maquilladas y con sus vestidos estrambóticos, desfilaban tras el saltimbanqui que seguía gritando e invitando a la función que se iba a presentar en el patio de la Alcaldía. Ante tal vocinglería de esta simpática comparsa, la gente del pueblo se asomó a los umbrales de las puertas y a los sardineles, y los muchachos, en tumulto, se fueron tras ellos."La niña de los suspiros" desfilaba con un disfraz de campesina holandesa, en medio del grupo.

Ahora sí, a convencer a mi papá para que me llevara a la función. Afortunadamente, no puso mayor resistencia y me dio el dinero para comprar las boletas de entrada.

La luz de las lámparas y la música bulliciosa le daban a esa noche un aire diferente. Recuerdo que en un tocadiscos de pilas repetían una vez y otra y otra la canción de moda: "El Gitano señorón", una linda melodía con hermosa letra, muy alegre y con un estribillo contagioso: "Dale, dale, tieso al borriquillo/ dale pa" que pueda caminar/…

A la siete de la noche ya no había espacio para colocar otra banca más en el patio o en los corredores del edificio. Los muchachos nos encargábamos de guardar el puesto para los mayores. Mi papá había ubicado la banca en los primeros lugares y desde allí pudimos apreciar con tranquilidad las diferentes escenas de la obra. Entre cada acto, mientras cambiaban los telones y arreglaban el escenario, presentaban un número diferente: un canto, una recitación, una parodia. Todo lo hacían los miembros de la Compañía Cisneros, y lo hacían muy bien.

Salió a las tablas esa niña hermosa de largos bucles dorados; se desplazaba en el escenario con mucha gracia y cargando una muñeca a la que le cantaba una linda canción infantil. Su voz era angelical, pues yo así la escuchaba, y la representación escénica me pareció encantadora. Cuando terminó su presentación todos la aplaudieron y luego una y otra vez.

Yo no daba mucha cuenta de la obra, tenía mi mente en otra parte y las mariposas me revoloteaban en mi estómago; solamente recuerdo el deseo inmenso de abrazar a "la niña de los suspiros". Al dìa siguiente la tenía en frente, en la puerta de mi casa ofreciendo los deliciosos pastelillos. Cuando me miró me atraganté y todo lo que le iba a decir se me olvidó.

Entonces, ya no volví a la casona de doña Enriqueta, ni me interesaba por ayudar a Polo en sus quehaceres, ni siquiera salía a comprarle los merengues cuando arrimaba a la puerta de la casa. Afortunadamente, estábamos en vacaciones de fin de año, con un verano espectacular para ir al río a nadar, para salir al campo a elevar cometas que hacíamos con mis hermanos, utilizando papel de seda, tiras de cañabrava, pedazos de tela para la cola y un gran ovillo de pita. Mientras estábamos elevando la cometa, muy felices porque habíamos logrado que alcanzara una buena altura, apareció Polo afanado y con su lenguaje monosilábico me dijo:

_La niña.

_¿Cuál niña? Le pregunté.

_La "la niña de los suspiros", dice que vaya.

_ ¿A dónde?, le repliqué, con disgusto.

_Allá, a la casa, al cuarto del café trillado.

Fui enseguida. Los cadillos se habían pegado en las mangas del pantalón y de la camisa y se me dificultaba correr porque el potrero tenía mucha maleza alta, y yo con mi estatura… Llegué a la casona lo más rápido que pude y me metí al salón donde guardaban el café trillado. Allí me esperaba. En su sonrisa había dulzura y en su mirada un tenue fulgor. En ese primer abrazo sentimos las palpitaciones de dos corazones embelesados. El sol moribundo pintaba de amarillo la estancia y el viento ruidoso elevaba las hojas secas. Con su semblante ensombrecido y con esa mirada lánguida, me dijo: mañana me iré… Era el verano de 1954.

COLETILLA. Espero hayan disfrutado la lectura de este cuento, tanto como yo disfruté escribiéndolo.

RETORNO AL PUEBLO

La señorita Agustina Ruano, había terminado su trabajo de maestra de escuela en una vereda del Municipio de Túquerres y, apenas comenzaron las vacaciones de fin de año, con gran emoción hizo las diligencias para regresar al pueblo donde también estuvo de maestra durante varios años.

Partió acompañada por su sobrina y por un baquiano que se encargaba de transportarlas en bestias de silla y llevarles las maletas. Solamente por el gusto de volver a encontrarse con esa gente buena y alegre del lugar, donde transcurrieron los hermosos años de su juventud, sacó el valor para cabalgar por muchas horas y por largas travesías de parajes solitarios, húmedos y oscuros.

En esos caminos llenos de riscos estrechos se veían las peñas cubiertas de musgo lamoso y chorreando hilos de agua cristalina que producía un leve rumor al golpear contra las piedras; los árboles viejos y retorcidos parecían cansados de tanto luchar contra las malezas en busca de un poco de luz; las aves silvestres volaban despavoridas de sus nidos, produciendo un ruido intempestivo que asustaba a las bestias. En verdad, todos los ruidos eran desconocidos, producían desconfianza y pavor; íbamos silentes, no hablábamos; cada uno nos guarecíamos en nuestros pensamientos; cada quien iba acompañado por sus propios miedos; la única sensación de seguridad nos la daba nuestro baquiano y las bestias que caminaban con paso seguro y con las orejas atentas al mínimo ruido.

Después de haber recorrido esos lugares peligrosos, poco a poco y ten con ten, salimos a las planadas de El Salado con otro paisaje, otros olores, con más vida; se veía los campos cultivados y el ganado pastando en los potreros; se veía las casitas con sus techumbres humeantes; volvimos a escuchar el bullicio de la vida. Este renacer nos destrabó la lengua y brotaron las palabras y apareció la risa. Nos apeamos para descansar y comer el fiambre. Allí, en una casa grande de tapias sin enlucir, de amplios corredores y con el cielo raso cubierto de esterillas de caña brava, acomodamos unos petates sobre el suelo y dormimos hasta que el canto de los gallos y el mugir del ganado nos despertó, cuando aún no habían aparecido los primeros rayos del sol. El baquiano tenía listas las bestias, tomamos unos sorbos de café caliente y reiniciamos el camino cabalgando al galope hasta que llegamos a la cuchilla de Sapallurco; desde esta cumbre divisamos el pequeño pueblito con casitas de techos entejados, con sus pintorescas callejas, su empinada plaza polvorienta y su iglesita junto a la casa parroquial.

Ese paisaje, enmarcado con verdes lomas y cubierto con un cielo azul, le transportó a sus años mozos, le llenó la mente de imágenes viejas, por eso no pudo evitar el triste recuerdo de su hermana que allí murió de pena y de dolor. Iba tan embebida en sus pensamientos que sin darse cuenta ya habían llegado a la vereda de San Francisco. El aire caliente con olor a caña de azúcar, a banano maduro, a azahares de naranjo y de café la apartó de su melancolía. Luego, todo cambió cuando aparecieron sus amigos que habían ido a encontrarlas hasta ese lugar.

Don Temístocles corrió a abrazar a su hija y luego a su cuñada, la señorita Agustina. Después, cuando todos los sentimientos impusieron su imperio, cuando los espíritus vencieron los controles y cuando el afecto reencontró su espacio, subieron a las cabalgaduras para continuar en grupo su recorrido hasta el poblado. Las huéspedes entraron a la casa a descansar, mientras los amigos del anfitrión continuaron la celebración.

En los días siguientes, quienes habían sido sus alumnas, llegaron con presentes a saludar a su querida maestra, muchas de ellas ahijadas de confirmación o de primera comunión. Durante su permanencia en el pueblo visitó muchas veredas para saludar a sus amistades, a sus compadres y sus comadres. De estos campesinos trabajadores y sencillos recibió el abrazo cálido y cariñoso; además del agradecimiento por el invaluable bien de la educación que les había impartido.

Así transcurrió la permanencia de esta maestra en este pueblo al que, años atrás había llegado, sin saber siquiera que existía; pero que luego lo adoptó como propio y se quedó a vivir en él por muchos años.

EL JUEGO DEL FÚTBOL

En el pueblo había una Escuela de Niñas y una Escuela de Niños. Tanto los Maestros como las Maestras desarrollaban actividades culturales, recreativas, deportivas, etc. para complementar el proceso de educación de los niños y de las niñas. En tal sentido, al Maestro Eduardo Coral se le ocurrió que una buena manera de recrear al pueblo era organizando un partido de fútbol entre quienes cursábamos el Primero Elemental. A un equipo le denominó "Los Gorrioncitos" y al otro "Los Frijolitos". Los unos uniformados con camisa blanca de vivos verdes, pantalón corto color verde, tenis blancos y medias del mismo color; los otros con camisa blanca de vivos rojos, pantalón corto color rojo, tenis blancos y medias del mismo color.

Salimos a la cancha o sea a la plaza polvorienta del pueblo, acompañados por las madrinas que eran las niñas de Primero Elemental dirigidas por la Maestra Isabel Checa. Los padres de familia de unos y otras estaban ubicados en los andenes de las casas para mirar las habilidades futbolísticas de los chicuelos.

Apenas se dio el pitazo para iniciar el partido todos empezamos a correr tras de la pelota intentando patearla hacia la meta contraria, no importaba donde estuviéramos ubicados dentro de las cancha, lo importante era patear el balón para medio justificar las expectativas de los padres de familia y para que el ridículo no fuera tan protuberante.

Las barras estaban equiparadas y cada quien animaba a su jugador para que le diera una patada a la pelota cuando estaba cerca de ella. Entonces le gritaban -¡dele, dele, dele!. y, el aturdido jugador, si podía, le daba a la pelota, o si no le pegaba a quien más cerca de ella se encontraba.

A buena hora, el Maestro Coral había reforzado cada equipo con un jugador más experimentado: en el de los "Gorrioncitos" estaba Eusebio Díaz y en el de los "Frijolitos" René Benavides. Si no hubiera sido porque ellos le daban alguna dirección a la pelota, nosotros nos habríamos quedado en la primera montonera que hicimos alrededor del balón.

En el caso particular, recuerdo que Eusebio me hizo algunos pases de fácil ejecución y, de esa manera, no quedé inédito; pero mejor fue el pase-gol que le hizo a Fortunato Bravo, con el cual se lució. Yo no tengo presente cómo quedó el marcador, pero en mi memoria permanece la imagen de las caras de alegría de nuestros padres y maestros.

En fin, si bien la idea del Maestro Coral fue la de formar un semillero de futbolistas, parcialmente lo logró; pero ese partido de fútbol, visto como un evento pedagógico, sí constituyó un acierto, porque de allí salió una buena simiente de aficionados –hinchas- que ahora disfrutamos de ese bello espectáculo.

Si mal no recuerdo y haciendo cuentas regresivas, ese divertido partido de fútbol tuvimos que haberlo jugado cualquier tarde de domingo en el año de 1950.

El pueblo, realmente, desde años atrás se había interesado por las prácticas deportivas y, entre otras, por el juego del fútbol que, en encuentros entre los equipos locales o con los equipos de los pueblos vecinos, habían alegrado muchas tardes domingueras, unas con el sabor dulce de la gloria y otras con el amargo de la derrota; pero todas con olor a fraternidad.

Estos equipos de fútbol, según mi informante, se hicieron gracias al tesón de sus integrantes y a la afición de un pueblo que siempre buscó las mejores alternativas de diversión y convivencia, prueba de ello es que en el año de 1943, Linares tenía dos equipos de fútbol: el "Bolívar" y el "Atlas"; el primero estaba integrado por: Antonio Vallejo, Cástulo Nereo Solarte,

José Dolores Acosta, Luciano Acosta, Vicente Córdoba, Guillermo Acosta, Efrén Acosta, Eduardo Vallejo, Julio Narváez,

edu.red

Luis Alvear y Antonio Moreno; el segundo estaba constituido por: Hérman Benavides, Marco Polo Acosta, Enrique Orbes, Bernardino Pantoja, Alfonso Solarte, Mario Portillo, Rafael Paz, Nemesiano Bravo, Eduardo Figueroa, Alberto Solarte y Hermógenes Yela.

En la fotografía también aparece Fredesvinda Figueroa Bravo, Reina del Deporte de ese año, rodeada por las madrinas. Éstas eran las encargadas de animar la contienda con gritos de júbilo cuando su equipo metía un gol o, si no, coreando el estribillo: "cachica, chica, chumba, al "Bolívar" nadie lo tumba"; mientras las otras respondían con el más conocido: "tigre, león, elefante, el "Atlas" siempre adelante". La rivalidad, según me cuentan, duraba lo que el partido, luego, como se ve en la fotografía, unos y otras se reunían para festejar a los ganadores.

Mi informante, también trajo a la memoria que, por aquella época, pocas personas tenían un balón reglamentario para jugar al fútbol y que, si los jugadores querían entrenar, debían someterse al arbitrio del dueño. La número cinco, autorizada por la FIFA para el juego del fútbol, estaba hecha de cuero, con un hueco circular de tres centímetros de diámetro, por donde se introducía el bleris (palabra que no aparece en el diccionario de la RAE), una vejiga de hule con un tubo de unos seis milímetros de diámetro por cuatro centímetros de largo, en uno de sus extremos; a través del cual se inflaba, con una bomba mecánica y manual. Cuando el balón tenía las libras de aire requeridas, se amarraba cuidadosamente, se doblaba y se volvía a amarrar para finalmente introducirlo entre el balón y cubrirlo con una lengüeta de cuero.

Ya, los jugadores, con el implemento indispensable, empezaban sus entrenamientos bajo la dirección del Maestro Libardo Muñoz, quien en los años

cincuenta fue un personaje que amó este deporte e hizo que muchos linareños se entusiasmaran con "el juego de las grandes multitudes".

En la década de los sesenta, Linares, llegó a tener un grupo de destacados jugadores a nivel departamental. El "Palmeiras" fue un equipo de fútbol de muchos quilates que logró importantes triunfos en arduas competencias con destacados contendores.

Los integrantes del equipo fueron los siguientes:

Renán Zambrano, José "El Chonto" Zambrano, Adalberto Solarte, Daniel Otero,

LA MÚSICA Y LA DANZA

Es bien sabido que muchos estados de ánimo se manifiestan por medio de la música, el canto y el baile. Por eso, cuando escuchamos una melodía agradable algo nos impulsa a movernos de una manera rítmica, acompasada y cadenciosa. A lo mejor esto se deba a que los latinos, y más aún los del trópico, llevamos el ritmo en la sangre. Así me pareció alguna ocasión que tuve la oportunidad de ver, acá en Cali, un grupo de melómanos conformado por viejitos pachangueros y catanas rumberas que, al escuchar los acordes de la música cubana, empezaron a moverse con cadencia suave y melodiosa, allí donde estaban sentados, disfrutando de la alegría de esa noche de Feria.

Al respecto, me contaron que en Linares, en los años treinta y cuarenta se organizaban entretenidas fiestas bailables, con pequeñas orquestas o conjuntos musicales de cuerdas. Aunque, algunas fiestas de etiqueta, cargadas de remilgos, estaban destinadas para que solamente bailaran las damas recatadas con los jóvenes caballerosos, bajo la mirada escrutadora de los viejos.

En algunas ocasiones, ciertos señores, antes o después de danzar, hacían sus demostraciones afectivas a sus damas preferidas, por medio de versos improvisados, tal como el siguiente:

"Hay ojos que miran ojos.

Hay ojos que congrasean.

Y hay ojos que con sólo mirar,

alcanzan lo que desean".

Estas costumbres eran propias de las fiestas de salón, bailes privados que requerían invitación. Ya en un ámbito popular, la gente gozaba de sus fiestas en ambientes más amplios, en ocasiones callejeros. Al respecto, aún recuerdo la banda de don Liborio Díaz que, con sus instrumentos artesanales, alegraba las auroras en épocas de Navidad, pues su devoción nos regalaba despertares alegres durante la Novena, con cantos como éste:

Ya son las cinco de la mañana,

por el oriente ya sale el sol,

en la alta cumbre de la montaña

refleja el rojo de su arrebol.

ANÉCDOTA: Cuando en el pueblo se estaba construyendo el acueducto y el alcantarillado había muchas zanjas y huecos profundos en las calles, que constituían un peligro para los transeúntes, si no se tenía el necesario cuidado. Por tal motivo, don Liborio, en un momento de pánico, gritó: "verán el hoyo" y la estrofa del canto quedó intercalada dándole a la canción un singular y gracioso acabado.

Por otro lado, el pueblo disfrutaba la música y las canciones a través de los discos que colocaban en las vitrolas de cuerda. Para la época, curiosas cajas musicales compuestas por un plato metálico cubierto de fieltro y una pequeña clavija en el centro que sostenía el disco sobre cuyas estrías concéntricas se deslizaba la aguja de acero que iba ajustada al cabezote o parlante que, a la vez, estaba unido, por medio de un gozne, al brazo movible conectado con la máquina musical.

En tres de las cantinas del pueblo tenían vitrolas y en ellas se escuchaba melodías contagiadas de despecho y saturadas de nostalgia; canciones impregnadas de tristeza, con notas ahogadas en lágrimas y con arpegios perdidos entre suspiros, tales como: "Tan mía y tan ajena", "Peregrino de Amor", "Senderito de Amor", "Tengo Miedo"*, etc.

Este cuento empezó en 1930, cuando don Manuel Zúñiga, llevara la primera vitrola a Linares y terminó el 5 de marzo de 1953 con la inauguración de la planta hidroeléctrica. Entonces empezó el reinado del tocadiscos o "pick up" que permitió organizar las fiestas con mayor facilidad y frecuencia. Por eso, los bailes fueron más divertidos y libres, donde la música antillana y tropical junto con el chachachá, el twist y el rock and roll impusieron un nuevo estilo, pero no sólo de baile, sino también de vida.

Aunque dicho cambio fue parcial porque en muchos lugares todavía se escucha las canciones de Olimpo Cárdenas y Julio Jaramillo. Melodías que estos artistas ecuatorianos dejaron como legado, que aún permanecen en la memoria colectiva.

NOTA AL MARGEN *

Algunos entrevistados aún recuerdan canciones de la época; además las cantan o, por lo menos, las tararean:

Angustia (B. Granda), Aunque me cueste la vida (A. Beltrán), Cenizas (Toña la Negra), Cisnes del lago ( ), Cuando las aves( ), Cuesta abajo (C. Gardel), Dame tu mujer José( ), Derrumbe (Tito Cortés), Desde que te marchaste ( J. Jaramillo), Dos almas (Leo Marini), El huerfanito ( ), El tren lento ( ), En la palma de la mano ( Leo Marini), Espíritu burlón ( Tito Cortés), Gitana (W. Colón),Historia de un amor ( Leo Marini), La Pava (J. Barros), La víspera de año nuevo ( ), Mira que eres linda ( Roberto Ledesma), Negrura ( R. Laserie), Penas amargas ( ), Percal (C. Gardel), Perfidia (P. Infante), Por un puñao de oro ( O. Contreras), Rayito de luna (Los Panchos), Reminiscencias (J. Jaramillo), Te esperaré (J. Jaramillo), Todo por amor (Ibarra y Medina)

QUECHUISMOS, ARCAÍSMOS Y EXPRESIONES POPULARES

La lengua es un valioso patrimonio inmaterial que contiene nuestra forma particular de entender el mundo, de expresar nuestras inquietudes y percibir las ideas y mensajes de quienes nos rodean. También, es la manifestación tangible de la forma como un conglomerado social concibe el universo y lo transforma en el conocimiento necesario para sus prácticas cotidianas. Por tanto, si logramos entender las expresiones en su contexto, podríamos aproximarnos al conocimiento y al pensamiento de esa sociedad en un momento de su historia.

Por ahora, estos aspectos lingüísticos los he traído para enmarcar la siguiente lista de palabras, expresiones y dichos regionales:

Achichay (quechuismo): Interjección: Qué frío. "Achichay aguacerito / no me vayas a mojar / porque soy un pobrecito / sin nadita que mudar."

Achilado: apenado, avergonzado, con bochorno.

Achuchuy (Quech.) Interj. Quemado (también chuchuy) Qué calor.

Aguaguado. Niño consentido y llorón.

Alpargata. Especie de chancla con capellada y talonera de hilo; y con suela de cabuya.

Aparrado(a): persona pequeña, de baja estatura.

Auca (Quech.): niño(a) sin bautizar. "El niño auca, al morir, va al limbo"

Bermejo(a): persona rubia o de cabello rojizo.

Boquirroto: persona que no sabe comer bien, que se le caen los alimentos de la boca.

Boquisucio: persona mal hablada, que dice groserías.

Caca (Quech) excremento. "¿Quiere hacer caquita? Haga caquita: Expresión utilizada para pedirle al niño que defeque.

Cacho (Quech.): cuerno de animal. "Come cacho" Expresión que indica desacuerdo o negación.

Calavera: Cráneo humano. "Fulanito es un calavera". Cuando es poco juicioso. "calavera de tu abuela que en un tiempo dio candela". Se cantaba la noche anterior al día de los difuntos.

Caltarrano (a): Habitante de tierra fría que, aun en clima cálido, usa su típica ruana.

Callana: recipiente de barro quemado, amplio y poco hondo. Apropiada para tostar café o maní.

Camisola: prenda interior femenina. "Si una mujer dejaba ver el holán de esta prenda es porque estaba buscando novio".

Candanga: "dar candanga": molestar, mortificar.

Carachoso (Interj.): Expresión eufemística de carajo.

Cari (Quech.): animal macho, generalmente refiriéndose a los cuyes.

Caricina: mujer poco hábil para los quehaceres domésticos.

Caspe (Quech.): brote cutáneo producido al contacto con el árbol del caspe.

Cáspita: Interj. para maldecir.

Caspiroleta: Bebida caliente, preparada con leche, huevos, canela, azúcar y brandy.

Cuscungo (Quech.) Búho

Cuspe: trompo que baila dándole latigazos. "le dio como a un cuspe": lo castigó con latigazos.

Chamba (Quech.): zanja, cuneta. "Conseguí chamba": tengo un trabajo.

Chambimba: semilla dura que usan los niños para jugar canicas.

Changar: montar con las piernas abiertas; derivado de changa (Quech.): pierna.

Chapul (Col.): saltamontes.

Chara: sopa de cebada.

Charamba. cauchera: arma artesanal para lanzar piedras.

Charoso: legañoso.

Chilacuán: papayuelo, fruta tropical.

Chilpa: ropa raída y vieja. "Chulla chilpa", "chulla pantalón". dícese de la persona muy pobre.

Chimbilaco Murciélago

Chindé: Canasto grande de junco y sin asas.

Chiripa: de casualidad, de pura suerte.

Chirlazo: palmada; golpe dado con la mano abierta.

Chirle: caldo muy cargado de agua y con poco alimento sólido.

Choro: ladrón.

Chozón(a): persona con mucho cabello y desordenado.

Chucha: (Quech.) raposa, medroso, de poca fuerza. "Más chucha que perro blanco"

Chucur (Quech.): comadreja.

Chulla: (Quech.) solamente uno, una sola unidad. "chulla pantalón", persona muy pobre.

Chumado: ebrio, borracho.

Chumbo(a)(Quech.): pavo."enchumbarse": enojarse.

Chupón: bombón de nieve raspada y cubierto con miel.

Churimba: fruto silvestre, parecido a la guama o guaba, pero pequeñita.

Churo, caracol: rizo de cabello

Churoso(a) : persona de cabello rizado, natural.

Chuspas: Bolitas de mazorca tierna molida. Sopa de chuspas.

Chuta (Quech.):sombrero viejo y maltrecho. "lo sacaron a chutazos". Lo sacaron a empellones

Chuya (Quech.): diluido en agua "chuya de cebada que se da a los convalecientes"

Follado, follón: Falda larga y de lana cruda y burda.

Guagua: niño(a) bebé. " marcar el guagua". Cargar en brazos el bebé.

Guango: atado de elementos largos y delgados.

Guato(a): persona de baja estatura.

Jigra: morral rústico elaborado con fibra de cabuya.

Látigo: corteza del tallo del plátano que también sirve para envolver la panela. También con el sentido de foete. "Dale látigo pa"que aprenda". Castígale con foete.

Llampa: chaqueta similar al saco, pero corta y de tela ordinaria.

Machín. Apócope de matachín. Disfraz de machín que llevaba una vejiga inflada y amarrada con una cabuya, y que le daba contra el piso mientras bailaba.

Manduquiar. Comer. Expresión diptongada de manducar (arcaísmo), manduca: comida.

Marcar: cargar en los brazos. "marque el guagua": cargue el bebé en los brazos.

Misque: (chunchullo) tripa impregnada de grasa en su parte interior. "hacer misque": aguantar hambre.

Muérgano(a): Expresión de regaño.

Pangora, apangora: especie de cangrejo de río.

Patirrajoso (a): Persona que por caminar descalza se le cuartearon los talones. "Indio patirrajoso" . Expresión usada como insulto.

Pay: expresión de agradecimiento.

Paycitico (a): Expresión que indica lástima, pesar por alguien.

Peje: Arcaísmo. Pez, pescado.

Pichanga: planta pequeña de tallos muy fuertes que se utiliza para hacer escobas rústicas.

Pilche (Quech.): totumo en forma de tazón. "lo dejaron pilche" : le raparon la cabeza y quedó tuso.

Pipa: barriga. "niño pipón y lombriciento".

Piquilindo (apócope): persona golosa, que le gusta comer sabroso.

Piscuda: mujer negada para los quehaceres domésticos.

Pis. Hacer pis: mear. También usado como conjunción: "vino con las manos vacías, pis no trajo nada"

"Poliada": sopa de choclo (mazorca tierna).

Pondo: especie de tinaja.

Púchicas: Interj. eufemística.

Puñetero(a): Expresión insultante, auque no fuerte.

Pupo: ombligo. "pupi largo" persona de ombligo prominente. Pupo: la flor del plátano que utilizaban para hacer el yuyo que servía de embutido para las rellenas o morcillas.

Puro: recipiente que resulta del vaciado del totumo.

Querneja: trenza de cabello amarrada con cintas.

Quichas (quech.): soltura, diarrea.

Quimbas: alpargatas viejas. "Volear quimba": caminar.

Quinde (Quech) Colibrí, picaflor, chupaflor.

Raspa. Nom.: puro pequeño con hendiduras que al rasparlo rítmicamente produce un sonido agradable. Raspa: baile rítmico de la época

Sungo (quech.): corazón animal.

Tatay, atatay: expresión que indica asco, repugnancia, "tatay caca": Expresión para indicarle al niño que no toque algo.

Tingue. Tinguear: Acción que resulta de presionar el dedo índice con el pulgar para pegarle a las bolas de vidrio.

Tiritingo. Derivado de tiritar, estremecerse: persona endeble y medrosa.

Tulpas: piedras colocadas en forma de triángulo sobre las que se ubica el caldero para cocer los alimentos. "El Cerro de las Tres Tulpas": nombre de un accidente geográfico en la región.

Tutanoso: persona mocosa y sucia.

Velón(a): persona con expresión de hambre y necesidad. "velín, velón / cabeza del indio pipón."

Viringo: desnudo, sin vestido. Por extensión significa persona pobre.

Yuyo derivado de yuyu (Quechua): col, repollo. "Lo usaban para el embutido de las morcillas o rellenas"

LA CONFRONTACIÓN ENTRE LIBERALES Y CONSERVADORES

La Historia, La Historiografía, La Verdad Histórica, etc. son formas de llamar a los eventos pasados que, por su importancia, incidieron en el cambio de rumbo de un conglomerado social. Hechos que no deberían olvidarse porque aportan a cada grupo humano una concepción creativa de su pasado y una actitud más sensible y tolerante en el presente.

Con estas ideas básicas y sin ningún sesgo, describo algunos acontecimientos relacionados con la confrontación partidista ocurridos a mediados del siglo pasado y que, de alguna manera, incidieron en "el surgimiento y evolución de los grupos armados ilegales"(9) .

Los textos de historia narran sobre aquel período, gobernado por presidentes liberales, comprendido entre 1930 y 1946, que denominaron "La República Liberal".

Fue entonces, cuando algunos compatriotas sectarios y radicales se dieron a la tarea de exterminar con todo lo que no estuviera regido por los principios del Partido del Trapo Rojo. Luego, desde 1946 hasta 1953 gobernaron los conservadores y comenzó la revancha cuando asume la presidencia el Doctor Mariano Ospina Pérez. Entonces, "formada la cadena de retaliaciones, no fue posible contener la ola de sangre" y los godos más rencorosos y radicales, "con la anuencia de las fuerzas del orden y de los guías espirituales" y amparados por la oscuridad de la noche, se dieron a la tarea de amedrentar a sus contradictores con insultos procaces y pedreas alevosas a las puertas y techos de sus casas.

Como esta violencia se había extendido por toda la Patria, "el Doctor Jorge Eliécer Gaitán, Director del Partido Liberal, escribió un editorial en el periódico "Tribuna Liberal" titulado "No Más Sangre". En éste pide la intervención de la autoridad ejecutiva para poner fin a la barbarie y, denuncia sucesos de sangre en (…) Samaniego, Sandoná, Linares (…)" (10) Pero la confrontación armada entre liberales y conservadores se agudizó, cabalmente, con el asesinato del Caudillo Liberal, el 9 de abril de 1948.

Entonces, si tal barbarie fue denunciada en un periódico capitalino, se debió a la gravedad de sus características, y a que las acciones obligaron a las víctimas a huir para evitar peores consecuencias. Pero aún así, la gente habiendo visto que "los conservadores fueron asesinados por los liberales y los liberales eran asesinados por los conservadores, en medio de la desinformación, decía: esperemos a ver cómo pasaron las cosas".

Por lo visto, en tal "mare mágnum", el pueblo no tenía conciencia de la sangre que derramaban sus hermanos y, tal como lo denunciara el periódico "Tribuna Liberal", en Linares también hubo momentos de miedo intenso que obligaron a muchas familias a salir de sus casas dejando sus parcelas y lo poco o mucho que tenían.

A manera de ilustración, les comento que mi familia tuvo que salir del pueblo, dejando sus enseres en la casa de un buen vecino godito. Valga este hecho para reconocer que no todos tuvieron esa actitud amenazante, pues muchos de ellos, si bien no fueron amistosos, por lo menos se mostraron imparciales; además, esa actitud hostil no fue contra todos los Liberales.

De todos modos, mi familia pudo salir gracias a la colaboración de algunos amigos; por supuesto con toda la carga de angustia, pero con la esperanza de librarse del peligro a que se exponía si se quedaba en el pueblo.

Fueron necesarias muchas noches para llegar hasta una finca en El Salado, donde estuvo una larga temporada. Solamente, cuando la situación calmó, pudo volver con la ayuda invaluable de los buenos amigos Alfonso y Demetrio Solarte; aunque la confianza plena por mucho tiempo fue esquiva y la convivencia se tornó un tanto tensa.

En resumen, tales enfrentamientos fraticidas crearon enemistades y odios que nunca se borraron, sobre todo entre las personas de la primera generación; los de la segunda generación, afortunadamente superaron esas divergencias y pudieron reconstruir la tan necesaria convivencia.

Por similares motivos, el caudillo liberal, Temístocles Solarte pudo huir del lugar gracias a la colaboración de don Telmo Ruales, por quien siempre guardó un gran afecto. Pues este buen amigo Conservador, pero no sectario, tal como se denomina, le ayudó a instalarse en la casa de su cuñado, el señor Manuel Zúñiga, en la ciudad de Pasto.

El huésped del señor Zúñiga, en su condición de líder local, como es lógico suponer, tuvo un buen número de copartidarios que seguían sus directrices,

edu.red

pero también tuvo sus contradictores que siempre se opusieron a sus prácticas partidistas y a sus teorías políticas. En tales circunstancias, "sotto voce", me comentó, que sus seguidores le pidieron que volviera al pueblo para ponerse al frente de los destinos del Partido; y así lo hizo, regresó confiado en que podía ejercer una legítima oposición; pero a causa del sectarismo, un grupo de contradictores, había planeado un atentado. Aunque, también comentó que nunca se supo, "a ciencia cierta", quienes lo hicieron porque tanto en un bando como en el otro tenía enemistades a causa de las divisiones intestinas del Partido.

De todos modos, esa fatídica noche, en la casa de La Laguna, no aniquilaron al supuesto huésped, sino al anfitrión, el señor Espiridión Córdoba. Y esto resultó así porque el caudillo aceptó quedarse a pasar esa noche en la casa de su buen amigo don Demetrio Ruales, en La Tola.

El atentado les falló, agregó mi informante, gracias a que el "perro de ajote", tal como lo denomina, confundió los papeles, el personaje y el escenario. Entonces, ese mismo día, un buen copartidario, corrió a enterarlo del asunto y, en vista de la gravedad, el caudillo retornó a la ciudad de Pasto y esperó por algún tiempo hasta que "la tempestad calmó".

Luego, mi informante, con hondos suspiros y palabras cansadas, recordó el "alias" del autor material del asesinato y, por mis sospechas, creo que conoce los nombres de quienes pudieron ser los autores intelectuales; pero me dio a entender que lo mejor era "no meneallo", ya que se trata de un hecho aciago.

Finalmente, tomando un nuevo aliento, dijo: cuando menguaron las rencillas partidistas don Temis –así le llamaban sus amigos- pudo regresar al pueblo y, afortunadamente, con la llegada al poder del Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, en 1957, este infausto período terminó, se pactó el frente Nacional y pudimos vivir en paz.

CARICATURA DOS

Decíase y comentábase que hubo en el pueblo un personaje sui géneris, servicial y querido por la comunidad; pero amigo del anís con mucho apego. Que complementaba su atuendo cotidiano con un chaleco de paño y su inseparable sombrero de fieltro, puesto, no al estilo gardeliano, sino de una manera muy peculiar. Por esta razón, su jefe alguna vez le preguntó si le había puesto nombre a su estilo; y le respondió: "no me jodas". Entonces aquel se disgustó por la forma grosera como le contestó; pero éste, solícitamente, le explicó que ese era el nombre que le había puesto a su estilo, debido a la mortificación que le causaba la insistencia de su esposa porque cubriera el mechón de cabello que dejaba descubierto sobre la oreja debido a la inclinación del ala del sombrero que además la echaba un tantito hacia delante para mirarle de reojo cuando le recriminaba.

Por su apego malsano al licor, uno de los Alcaldes de quien, este personajes, era su Secretario le había advertido que si se presentaba a la oficina "enguayabado" lo destituiría en el acto; pero no pudo hacerlo porque nunca llegó a presentarse en tales condiciones, debido a que siempre estuvo ebrio; bueno, no tanto, talvez pringo o copetín.

Como este personaje era un autodidacta que escribía en su vieja Olivetti solamente con los índices (o sea que era un buen "chuzógrafo"), alguien para mortificarle le preguntó por su profesión y le respondió: "además de escribiente, soy experto en el foro". Ante tal respuesta, el gracioso, cabalmente, hizo "mutis por el foro".

Pero en el pueblo se decía que el oficio de este personaje era el de empleado público y, como para el caso se necesitaba perentoriamente la filiación política, la obviaba diciendo que él no era godo ni liberal, sino que pertenecía al Partido del Presidente.

Entre sus diferentes labores que debía desempeñar, le encomendaron que dirigiera el grupo de baquianos que debía rescatar el cadáver de una infortunada mujer que había decidido quitarse la vida lanzándose a un río. Entonces ordenó que la buscaran río-arriba, pero el grupo de expertos le increpó por tal desatino; y él les dijo: "es que yo conocí esa fulana y a todo le llevaba la contraria". ¡Qué tal esa?

Para la junta anual de Ediles Municipales, el Alcalde le había solicitado que escribiera el correspondiente informe. Lo hizo diligentemente y se lo entregó. Éste lo leyó a tropezones y casi sin entenderlo, entonces, un Concejal energúmeno renegó por la mala redacción del documento y…, sí señores, el aludido, se ha levantado indignado de su asiento y "a voz en cuello" replicó: "el informe está bien redactado, pero mal leído". Entonces, fue tal el disgusto del señor Presidente del ayuntamiento que, apenas terminó el evento, "ipso facto", destituyó al protestante.

Como podrán colegir, este personaje se permitía ciertas presunciones: Una, cuando se ubicaba en la esquina más concurrida de la plaza en un día feriado y tocaba el tambor para que el público se reuniera y escuchara la lectura del bando o edicto; y lo hacía con tanta solemnidad que, aquellos personajes palaciegos de la Edad Media, le quedaban pequeñitos. Dos, cuando caminaba erguido llevando una de las varas del palio en las procesiones en las que el sacerdote llevaba la Santa Custodia. Y, tres, por supuesto cuando batía con ímpetu el pabellón tricolor, en el momento de la consagración en la misa del Sagrado Corazón de Jesús. Pues, exageraba tanto los movimientos que, los fieles intranquilos y expectantes, temían porque en algún descuido podía pegarle con el asta al celebrante o derribar cualquier objeto del altar.

VERSOS ALUSIVOS

En esta composición

algo habrá de verdad,

tal vez mucha imaginación;

pero de lo que sí estoy seguro

es de que no tiene ninguna mala intención.

La identidad del personaje se ha omitido

pero entre lo real y ficticio está escondido;

yo solamente les digo que su gracia empieza con A y su linaje también;

el de su esposa con B y el de su apodo con C.

Pero, si todavía no lo saben,

tengan paciencia e indaguen

en las estrofas siguientes

que muestran sus ingredientes:

" S"abaina" diría el escribiente

tomándose un aguardiente

que le despeja la mente

y lo mantiene vigente.

Sobrino, cariñosamente me llamaba

cuando en la calle jugando me encontraba;

que no perdiera el tiempo aconsejaba

y una moneda de cinco me entregaba.

CONCLUSIONES

Los relatos sobre los eventos culturales y sus principales gestores pudieron escribirse gracias a la información dada por quienes respondieron las preguntas de la encuesta y también por quienes aceptaron voluntariamente la entrevista; pero además fueron de gran ayuda los textos escritos y los documentos fotográficos que me facilitaron.

Como podrán imaginar, por tratarse de eventos que están en la memoria de personas mayores de sesenta y cinco años, la información de los unos, lógicamente, no siempre coincide con la de los otros; pero no por eso deja de ser importante para el correspondiente proceso de interpretación de los hechos.

Por tanto, si aceptamos que "hablamos en borrador y escribimos en limpio", en el proceso de la escritura, dada su exigencia de carácter lógico conceptual, se ha podido re-crear una verdad que, de alguna manera, está conectada con la realidad de los acontecimientos.

Ahora bien, como se trata de la cultura popular, tal como está expreso en el subtítulo del libro, no se ha hecho énfasis sobre aspectos históricos ni geográficos; más bien se lo ha hecho sobre el diario acontecer de las personas del común. Es decir, se ha tomado como base el concepto de cultura y de evento cultural.

En resumen, este libro se ha escrito en una forma sencilla y clara, con el propósito de hacer un reconocimiento a las personas que lideraron los eventos culturales y por el aporte que con ello dieron a su pueblo.

Finalmente, con la pretensión de que este libro sea asequible a una amplia gama de lectores, en algunos apartes, se hace referencias anecdóticas y en otros se recurre al buen sentido del humor. De todos modos, se busca que el lector disfrute y se relaje al tiempo que se informe sobre las raíces de nuestra cultura e idiosincrasia.

NOTA AL MARGEN: El punto de partida para la escritura de este libro, que espero cumpla la función de honrar el pasado, la encontré casualmente en un cuadernito viejo de la Maestra Rural, Isaura Ruano de Solarte, escrito con su puño y letra en 1956, bajo el título: "Algunos Datos Históricos y Geográficos del Municipio de Linares". Por más señas, el cuadernito tiene en los forros el mapa de Colombia, las tablas de multiplicar y el Himno Nacional. Es de distribución gratuita para las escuelas y, obviamente, PROHIBIDA LA VENTA.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

  • (1) LOWIE, H. Robert. Historia de la Etnología, Editorial Fondo de Cultura Económico, México, 1985, Pág. 245.

  • (2) BOAS, Frans. Op. Cit. Pg. 13.

  • (3) SOLARTE, Isaura, Ruano de. Manuscrito, Apuntes sobre Geografía e Historia del Municipio de Linares, 1956.

  • (4) SAVATER, Fernando. El Valor de Elegir, Editorial Ariel, Barcelona, 2003, pág. 83.

  • (6)  ROSERO, José. El Espectador, Periódico Dominical, Pág.8, Bogotá, enero 2008.

  • (7) RUALES, Nubia. Apuntes sobre la leyenda "La Gallina y los Pollitos de Oro", Cali, 2007.

  • (8) SAVATER, Fernando. Op. Cit. Pág. 158.

  • (9) SEPEDA, Castro, Iván. El Espectador, Periódico Dominical, Bogotá, 2007.

  • (10) GUZMÁN, C. Germán, FALS Borda, Orlando, UMAÑA, L. Eduardo. La Violencia en Colombia, Editorial Taurus, Buenos Aires, Argentina, 2005 Pág. 44.

 

Santiago de Cali, 2006

 

 

 

 

Autor:

Marco Freddy Solarte Ruano

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente