- Los Evangelios
- San Pablo
- Tertuliano
- La epístola a Diogneto
- Las dos ciudades agustinianas
- Los cristianos y el Imperio
- El aporte judío
- La primicia de la persona humana
- La revolución cristiana y el Derecho constitucional
- Una nueva noción de humanidad
- La dualidad político-religiosa
- La armonía de las dos ciudades
- El agustinismo político
Si bien la entidad "Imperio Romano" sigue avanzando hacia la historia, se produce la invasión cultural de filosofías y religiones, hacia la capital del Imperio. De la lucha de cultos ( de Isis, de Mitra, de Serapio, del Buey Apis, etc.), el Cristianismo surge y se eleva hasta ocupar el lugar de preeminencia, fluyendo por las rutas comerciales sirias, de colonia judía, erróneamente confundido con el judaísmo por los gobernadores romanos.
Los primeros comentarios romanos que conocemos sobre el Cristianismo -y que prueban su historicidad- pertenecen a los miembros de las clases dirigente, a quienes fastidiaba esa irrupción religiosa que estaban viviendo. Para Tácito, por ejemplo, el Cristianismo "es una letal superstición que irrumpió no sólo en toda Judea, su origen, sino en la ciudad (de Roma), donde tienen actualmente lugar hechos atroces y vergonzosos". Para Plinio, el Joven es "una superstición depravada e inmoderada …No cabe duda de que sea cual fuere su credo exacto, su pertinaz e inflexible obstinación (a rendir culto al emperador) debe ser castigada".
Por muchos motivos, la presencia del Cristianismo en el campo de las ideas e instituciones políticas, es fundamental porque, por un lado, la ideología política, que se deriva de la doctrina de Cristo es, sin duda alguna superior que se fue antes y de El, y por otro, de ahora en más, el parámetro de toda la idea política, inexorablemente pasa por el Cristianismo.
Los Evangelios
La enseñanza de Cristo, que está contenida principalmente en los Evangelios, se presenta como revolucionaria con respecto a la sociedad judía, que espera a su Mesías. En efecto, El anuncia que es El la consumación de los tiempos, la culminación de la espera, al mismo tiempo que se proclama –como que es realmente- el Hijo de Dios, denuncia el formalismo y la opresión de los fariseos de su tiempo. Tal afirmación significa una revolución teológica y espiritual en un medio tan riguroso como era la sociedad judía, al mismo tiempo que no se puede omitir las connotaciones socio – políticas de tal doctrina, y que El mismo se encargo prontamente de desecharlas,. Al contrario, anuncia que el Reino de Dios es lo que corona toda la actividad política en la medida que ésta constituye una tentativa razonada de organizar la ciudad humana.
Su enseñanza se resume en una formulación que, a través de mil interpretaciones, culminará el pensamiento cristiano: Mi reino no es de este mundo". Por lo tanto, es normal que la enseñanza de Cristo no contenga ninguna doctrina política, puesto que en cierto sentido, el Evangelio implica una superación del pensamiento político como finalidad ultima y suprema de la vida humana.
Lo que persiguió Cristo fue despertar en cada uno de sus oyentes, el sentido de la vida espiritual, como llamar la atención sobre un universo nuevo, que cada cual lleva en si y que es, precisamente, la imagen del Reino de Dios. La religión cristiana es supra terrena y escatológica; pero, veremos que con San Pablo se precisa que la verdadera dimensión del Cristianismo comienza con un compromiso político, entendiéndose como tal, un no desentenderse de las cosas de este mundo.
Es cierto que esta enseñanza tenia una fuerza disolvente respecto a las jerarquías y valores sociales aceptados del momento u que podía parecer la de un rebelde y anarquista. Al señalar la vanidad de tales valores la importancia, por el contrario, del esfuerzo interior, al sustituir las dignidades admitidas por criterios puramente espirituales, la justicia por la caridad, ella enseñaba que ni la fortuna, ni el poder, ni la sabiduría, ni la respetabilidad o status social, son valores últimos o seguros.
Sin traicionar el espíritu especifico del Cristianismo naciente, hay que destacar aquello que lo hace análogo a la primera predicación estoica. En ambos casos, se da igual importancia al valor moral y frente a la sociedad a sus prejuicios y formalidades se valoriza al individuo que aparece despojado de sus vestiduras sociales, en la simplicidad de su corazón.
Los fariseos comprendieron el alcance de ésta predica y quisieron arrancarle consignas comprometedoras. Sea suficiente con recordar la cuestión aquella sobre el pago del tributo al César de Roma, que puede leerse en el Evangelio de San Mateo, 22,16-22. La respuesta indica bien cual es el límite de la critica cristiana. Sin duda, la actividad social y política forma parte de la vida terrena. Todas sus reglas, categorías y valores son terrenales, de este mundo. Por lo tanto no pueden compararse con la vida del alma, que solo concierne a Dios.
Lejos de afirmar que no hay que someterse a las obligaciones y responsabilidades políticas porque carecen de valor, concluye que hay que someterse a ellas porque preparan para la vida eterna. Esto último hay que entenderlo bien. Las dos realidades, la del mundo espiritual y la del mundo terrenal, no pueden ser comparables. Es cuestión de calidad, no de cantidad. Ahora bien, de esto no se puede deducir que las cosas de este mundo no tengan valor en si. Santo Tomas, tiempo después dirá que son "complementarias". Por eso es que la esclavitud, las enfermedades, la pobreza, etc, todos los males de este mundo, son del cuerpo y deben asumirse como tales. La vida de este mundo impone una serie de pruebas, que el hombre debe aprovecharlas de la mejor forma posible, en provecho de su salud espiritual. San Pablo, hablando de este tema, va a decir que debemos completar en nuestro cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Esta es la razón de porque en los Evangelios no hay un pensamiento político.
San Pablo
A la pura espera que aguardaba, en breve plazo, la realización de las profecías escatológicas, sucedieron hechos que comprometieron más el pensamiento cristiano.
Es fácil imaginar que las enseñanzas de Cristo fuesen admitidas por los primeros cristianos en una perspectiva disolvente, casi se diría anarquista sobre todo ante la proximidad de los acontecimientos definitivos. Para la clase social que componían esa primera comunidad de cristiano, la gran mayoría de los cuales no tenían nada que perder, la inminente Parusia era el pasaporte hacia una vida feliz para siempre. Los valores y deberes sociales y políticos se sentían precarios incompletos. Es ilustrativo de esto, leer los Hechos de los Apóstoles donde se narra la vida de las primeras comunidades cristianas, donde imperaba el desprendimiento de los bienes terrenales y la renuncia a los bienes de este mundo.
San Pablo trato de frenar semejante tentación. Sus cartas de las primeras comunidades están llenas de llamados a la calma social a la obediencia. Que se siga poniendo las cosas en común pero no porque el fin del mundo esta cerca, sino porque tal actitud a los esclavos les pide a sus amos (ver carta a los cristianos de Colosas,3,22-25)a los maridos, a las esposas, a los hijos etc. que cumplan con sus deberes de estado. De este modo la sociedad, no pierde ninguno de sus derechos, este testimonio cristiano consiste en cumplir con equidad y calidad cada uno de los deberes de la vida en sociedad.
Mas preciso aun respecto al poder civil San Pedro predica la obediencia, como se puede leer en su Carta a los cristianos de Roma, cap. 1, vers. 1-7, donde les propone como modelo de esa obediencia, nada menos que a Jesucristo, quien fue "obediente hasta la muerte y muerte de cruz". San Pablo no se cansaba de insistir:
"Toda alma se someta a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no sea instituida por Dios han sido ordenadas"
Por su parte, también San Pedro, con toda su autoridad les ordenaba:
"Someteos a todas las disposiciones del hombre, por causa del Señor: sea al Rey con autoridad suprema, o a los gobernadores, o a los que el rey envía para castigar a los malvados y para recompensar a los que obran bien. Porque tal es la voluntad de Dios, que con las buenas acciones podéis silenciar la ignorancia de los tontos: como hombres libres y no usando a vuestra libertad como una capa tras de la cual se oculta la malicia, sino como sirvientes de Dios, honrad al Rey. Esclavos, obedeced a vuestros amos. Con toda sumisión; no sólo a aquellos que son buenos y amables, sino también a los malvados. Por que un hombre es digno de reconocimiento, si soporta el dolor por su conciencia de Dios y por ello sufre el mal y la Injusticia".(Carta de S. Pedro, 2,11).
Es difícil sobrestimar el efecto político de estas palabras. La sabiduría es virtud y es esta sola cosa (la virtud), lo que importa. La sabiduría consiste en lo siguiente: Que los elegidos es decir los bautizados, vivan en armonía entre sí, contextos y satisfechos de construir un ejemplo de la verdadera vida, pero sin tratar de imponer sus costumbres o sus maneras sobre ninguno de los componentes de la hermandad de los hombres libres; alejados de la ruidosa superficialidad por la libertad y el poder y de la justa o injusta distribución de los bienes terrenales, que importan muy pocos. Y que los elegidos ostenten en su luz ante el mundo, ejerciendo la caridad en principio hacia sus enemigos; como una nueva técnica de conquista de este mundo y de sus males, para gozar de verdadero bien de alma en la sociedad inmortal de los elegidos. Es decir, la ciudadanía de la fe y la fraternidad del Reino de Cristo, reemplazan a la antigua ciudadanía de la polis y del Imperio.
De esto se deducirá una teoría de considerable futuro y que luego dará lugar fundamento teológico' de la autoridad. "No hay autoridad que no proviene de Dios (Nulla potesta nisi a deo). Con esto de legitima el orden existente y, de esta forma, a respetarlo mejor. A su vez, esto trae aparejado un cambio en la consideración de las cosas de este mundo. En efecto en adelante la política no será algo ajeno a lo espiritual. El poder procede de Dios quien, por lo tanto, participa en la en la cosa política del mundo. Conviene acotar que esta formula recibirá diferentes interpretaciones. Así cabrá precisar, por ejemplo, aquella que sostiene que el principio del poder emana de Dios, pero únicamente el principio de autoridad no sus modalidades ni su ejercicio.
Esta teoria –toda autoridad proviene de dios- produce un gran enriquecimiento teológico – político vinculados con las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Paralelamente San Pablo organiza la esfera de la ciudad celeste "Nuestra ciudad en los cielos", escribía a los cristianos de Filipos; y losa cristianos permanecerán unidos en la esperanza del retorno de Cristo por una solidaridad más fuerte que todos los lazos terrenales y que unida entre ellos una ciudad invisible dentro de la misma ciudad humanas. Es la ciudad de Dios.
A los cristianos de Galicia (3,28) les decía que ya no hay más judío o gentil, esclavo ni libre, puesto que todos son un Cristo Jesús. Fíjese, que ya no es el ideal estoico del sabio, porque no reconoce ninguna exclusividad.
Por ultimo, San Pablo, a imitación de los estoicos, llega a reconocer la existencia de una ley natural distinta de la ley positiva, o sea al mismo tiempo que ella, con el fin de asegurar los fundamentos morales de la ciudad espiritual. De esta forma comienza a esbozarse en la teología paulina, la teoría de las dos ciudades. Pero hay que recordarlo, por el momento no son antagónicas. Si los estoicos animaban al hombre a participar de la vida social y política, mediante a la obediencia a la ley. San Pablo se limito a precisar la obediencia y el respeto a las obligaciones socio- políticas. Esto, por ahora no provoca ningún problema. Exige solamente una intensa vida espiritual y alimentada continuamente por esperanza próximas y por otra parte no va contra la moral cristiana.
Polémica en torno a la abstención Cívica
Las iglesias locales, absorbidas por las múltiples tareas del apostolado y del proselitismo, se conformaron durante un tiempo con esta actitud. Este panorama se modifico, especialmente después del siglo II, por siguientes motivos:
1º Al mostrarse el fin del mundo, el cristianismo debe señalarse –al menos provisoriamente- una posición moral frente a la ciudad y sus implicaciones cívicas y
2º Por causas de reclutamiento, el Cristianismo se expandió también a las clases altas e ilustradas dirigentes de Roma y del Imperio, quienes ya no podían eludir el problema que sus obligaciones cívico políticas planteaban a su fe, especialmente el oculto divino del emperador.
La no aceptación del sacrificio cívico y del culto imperial, materializaba esta abstención, ya que los cristianos no admitían otorgar honores divinos más que a Dios. Esto cobraba especial significación, por cuanto el imperio había recuperado el ideal espiritual de la ciudadanía antigua: el ideal de un mundo cerrado, en la que la divinidad -en cierto modo- formaba parte de la comunidad política.
De esta forma el cristiano subvertía este universo tranquilizador, pues se convertía en soldado de un soberano desconocido. Extrañaba más que la lealtad cívica, la información de una nueva lealtad extranjera. Consecuente con esto, los cristianos reconocían en sus corazones y en su vida práctica, como verdaderamente validas, las leyes no promulgadas de su moral y de su religión. San Pablo, en diversos textos (Romanos 2,1-13), deja entrever la existencia de una ley natural diferente de las leyes positivas del hombre. Y el pos de esto, los cristianos tendrán en sus comunidades sus propios tribunales, como también sus propias leyes. En otras palabras, se tenia la impresión de que se había establecido un Estado dentro del propio Estado.
En esta cuestión este filosofo y polemista, campeón del helenismo político, filosofo y religioso frente a los cristianos, fue el que enrostro la postura física de los cristianos. Sabemos de su obra "Discurso verdadero" a través del escrito de Orígenes, titulado "Contra Celso". Los textos que se conservan, demuestran que la actitud de los primeros cristianos se mostraba ligada, aunque lo negasen a una determinada opción política. El agravio principal para Celso –y para quienes compartían su postura- consistía en la deserción o secesión de las obligaciones civiles.
En efecto, cuando Celso les reprocha sustraerse a los deberes de la vida política, sean privadas, como sociales, colocaba a los cristianos ante la siguiente alternativa: si desertan de tales deberes, que no participen de ningún acto social y que –por lo tanto- se alejen de la sociedad; si, por el contrario quieres seguir participando de la vida de la sociedad, deben pagar inexplotablemente el tributo de adopción de quien vela por la sociedad. Debe tenerse en cuenta, que en todo esto, estaba en juego no una simple circunstancia religiosa, sino que implicaba todo el contexto cívico del Estado.
Tertuliano
Fue un fugoso apologista cristiano fervoroso seguidor de la enseñanza paulina, representante de la tendencia criticada por el Celso. Efectivamente con sus consideraciones políticas se distinguen por ese celo excesivo intransigente y que luego lo llevaran a la herejía montanista. Su doctrina no se compromete más que una perspectiva casualmente apocalíptica. Tertuliano fue convencido de que el fin del mundo era inminente y por lo tanto las cosas terrenas carecen de valor por la eternidad, por lo tanto había que dejarlas aun lado.
Además, poseyó espíritu jurídico pero en forma alguna tuvo ese espíritu conciliador y amigo se acercan posiciones hasta donde fueran posibles, con tal de lograr la finalidad propuesta, claro esta sin traicionar la verdad. En términos de hoy se diría que fue un cristiano frontal. Su espíritu fue exclusivamente religioso y para colmo religioso a ultranza. Para él, el Capitolio no era el centro de la vida cívica, sino era la cueva de los demonios. Los problemas que el imperio y sus deberes cívicos planteaban a los cristianos, los trata en sus obras "Apologéticas" y "Sobre la idolatría". En ellas expone los siguientes:
1º) Es necesario obedecer a las leyes especialmente en materias de impuestos.
2º) El Imperio Romano es una grandeza puramente terrenal, enteramente dependiente de Dios despojado de toda grandeza intrínseca. Con la cual negaba a Roma la perennidad que se le asignaba y
3º) Los cristianos con su conducta, con su moral mas exigente y con sus oraciones, sostenían el Imperio. "El emperador es de nosotros, más que de nadie, pues nuestro Dios lo sostiene", decía solamente.
Se redujo a fijar como limite de la obediencia de los cristianos, los ritos del culto imperial "Lo que hace la verdadera grandeza del emperador es recordarle justamente que no es un dios", afirmaba con ardor.
Por otra parte, negaba que había que jurar por la divinidad protectora del emperador, quien no era mas que un demonio. Pero corroboraba y aportaba algo positivo; señalar que el poder imperial , como el derecho de todos los tiempos procedía de Dios, pero sin participaran de su divinidad, ni de su origen divino y que el hecho de que Dios lo haya establecido, no aumentaba ni afectaba la moralidad de sus actos, ni la dignidad de las personas. Por el contrario, el Cesar es necesario al mundo pero un cristiano no podría ser Cesar.
Cuando indicaba esta incompatibilidad, iba mucho más lejos que el mismo San Pablo. En efecto no es que las dos ciudades (ésta, donde estamos y la otra, hacia la cual vamos), sean indiferentes entre si, sino que son antagónicas, pues la realidad imperial estaba plagada de demonios y un cristiano, entonces, no puede transigir con el Imperio, que esta ligado a todo lo terrenal a todo aquello que hay que vencer, justamente, para ser un buen cristiano. Si bien admite el pago de los impuestos, prohíbe el servicio militar a los cristianos, los mismos que el ejercicio de cargos o funciones públicas. Además, no manifiestan ningún sentimiento patriótico, tan importante para la conciencia histórica de los romanos. Frente a los que se sentían llamados a gobernar el mundo. Tertuliano va a firmar, al mejor estilo estoico "Nuestra republica es el mundo entero", negándose a considerar a los bárbaros como enemigos.
Esta posición de Tertuliano, tiene una sola salida, en el caso de que el mundo prolongue su existencia: e anacoretismo. Solución que le van a adoptar 150 años más tarde sus discípulos, rechazando con ello la vida cívica , yendo a vivir a los desiertos, entregados a las más duras y exigentes penitencias, por la conversión de mundo y la conversión de los pecadores.
La epístola a Diogneto
Si es cierto –según Harnack- que el "Discurso Verdadero" de Celso fue un desafió al compromiso político la "Epistela Diogneto" indica que tal desafió podía ser factible. En efecto, el autor subraya que "los cristianos viven en su propia patria como extranjeros. Acampa en los corruptible, esperando la incorruptibilidad celestial". Pero, esta es una virtud puramente interior. "Los cristianos –dicen en otra parte- participan en todas las actividades como ciudadanos, pero la manera de soportarla toda es lo delos extranjeros". La conducta de cristianos es obedecer las leyes establecidas e incluso superarlas en perfección.
Pero esta carta ofrece también una función de porvenir, que es como el reverso positivo de la teoría de Tertuliano, pues afirma:
"Los cristianos son el alma del mundo; ellos conservan este mundo. Dios retrasa la hora final para que aquellos sigan evangelizando".
Desde esta perspectiva el Imperio no es considerado como un adversario, sino como el instrumento o lugar donde puede dilatarse o prosperar la evangelización. Así es que existe una solidaridad y conciencia entre el Imperio y el Cristianismo. El obispo Meliton de Sartes, escribía al emperador Marco Aurelio, hacia el año 172:
"Es una grandísima prueba de excelencia de nuestra doctrina, el que haya florecido al mismo tiempo que la feliz institución del imperio y que, a partir de entonces, no haya ocurrido nada lamentablemente, sino al contrario, todo haya sido brillante y glorioso, según los deseos de cada una de las partes".
De esta forma, se tiraban las primeras líneas de una teoría que, con el tiempo, iba alcanzar gran existo, la teoría de la complementariedad entre el Imperio y la Iglesia según la cual, el uno –como instrumento inconsciente de la Providencia y la otra Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, participan en la realización de los mismos designios.
Origines fue uno de los Padres de la Iglesia en que menos incursiono en temas políticos tiene comentario a Evangelios de San Mateo y a la carta de San Pablo a los cristianos de Roma, que son muy breves, aún recayendo sobre puntos fundamentales de la política cristiana. Con todo, dentro de la coincidencia cristianas de su tiempo. Al revés de Tertuliano, trata de integrar en el patrimonio cristiano, una parte de la herencia pagana, especialmente la filosofía griega. Lo pagano, dice no es fuente de herejía, sino que debe ser considerada como una preparación a la enseñanza de cristo. La historia de la Humanidad y la historia de la salvación, caminan al menos parcialmente juntas. Además, se opone violentamente al milenarismo, herejía religiosa que estaba en la raíz de muchos desencuentros del tema que estamos tratando.
Su sistema, aunque muy racional, es absolutamente contrario a toda preocupación apocalíptica; afirma la supremacía de lo espiritual, de modo que no se deja apasionar por las formas políticas. Al mismo tiempo no sin angustia prevé el triunfo definitivo de los bárbaros, aunque no deja de alegrarse, por otra parte, por el hecho de que también los bárbaros llegaran a ser cristianos, dentro de un universo unificado.
Por otra parte, tiene en cuenta una sociedad civil: es decir el hombre, al tener cuerpo y alma, mediante ésta ultima, es realmente hombre en el mundo terrenal y el espíritu es lo que une a Dios. Por eso, afirma, San Pablo tiene mucha razón cuando recomienda la obediencia al poder (ver Carta a los Romanos, ya citada). Por eso es que todo cristiano que tenga interés por los problemas del mundo terreno, si en él se está ganando cada día mas alma para el Evangelio? Según él, en todas partes existen dos ciudades, la de Dios y la del mundo.
En cada ciudad, se da la eclesial (comunidad) política y la cristiana. Todo cristiano tiene dos ciudades recalca que estos dos ordenes, apenas si tiene motivo para entra en el conflicto salvo esa famosa cuestión de jurar por la divinidad del emperador. En este mismo ordenes de cosas, se ocupa de fundamentar el poder civil, el que ha sido dado por Dios para su bien uso. Dicho poder civil es un auxiliar de Dios. La Ley positiva conserva y garantiza la ley natural; a su vez, la ley de Dios o ley natural, imponen y hace respetar la ley positiva.
De esta manera. Orígenes esboza, sin insistir, su teoría de las dos ciudades – que no es la de San Agustín como se vera al final de la presente unidad, y aquella otra de su carácter complementario, conservando cada una su jerarquía y jurisdicción correspondiente, incluso insiste en un hecho capital: rebelarse contra el poder sin un motivo que realmente obedezca a la ley natural, es obedecer al orgullo y no a la ley. En tal caso, el castigo será una sanción justa y merecida al orgullo, pero nunca un glorioso martirio.
Finalmente, cabe acotar que Orígenes esta penetrado de la idea de que el Imperio Romano ha facilitado la difusión del Evangelio. Ha preparado esta ciudad del mundo, para que llegue a ser la ciudad de dios en el futuro de la otra vida. Por eso pide y reza a dios por el Imperio. La ciudad de Dios preserva a la cuidad terrena. La ciudad terrena, es decir el Imperio Romano, convertida al Cristianismo puede ser una oportuna propedéutica de introducción al reino de Dios.
La doctrinas políticas de la Iglesia ………………
Autorizado el culto cristiano por el Edicto de Milán, suprimidos los obstáculos que por causa de juramento, separaban al Cristianismo de su vida cívica, privilegiada y solicitad la Iglesia por el tambaleante poder político, se imponían una revisión de la actitud de los cristianos hacia el Estado.
Las ideas de esta nueva posición, no son originales, salvo en lo concerniente al campo de la fe, en el cual se dan nuevos y valiosos aporte doctrinales. En el fondo, el Cristianismo se manifiesta en las formas de un pensamiento neoplatónico, al que se pretende sustituir con una ideología imperial y cuyas funciones deben cumplir. Son muchos los puntos de contacto entre ambas doctrinas.
Filosofía griega. Lo pagano dice, no es fuente de herejía sino que debe ser considerado como una preparación a la enseñanza de Cristo. La historia de la humanidad y la historia de la salvación, caminan, al menos parcialmente juntas. Además se opone violentamente al milenarismo, herejía religiosa que estaba en la raíz de muchos desencuentros del tema que estamos tratando
Su sistema, aunque muy racional, es absolutamente contrario a toda preocupación apocalíptica; afirma la supremacía de lo espiritual, modo que no se deja apasionar por las formas políticas. Al mismo tiempo, no sin angustia prevé el triunfo definitivo de los bárbaros, aunque no deja de alegrarse, por otra parte, por el hecho de que también los bárbaros llegarán a ser cristianos, dentro de un universo unificado.
Por otra parte, tiene en cuenta una sociedad civil: es decir el hombre, al tercer cuerpo y alma, mediante ésta última, es realmente hombre en el mundo terrenal y el espíritu es lo que une a Dios. Por eso, afirma, San Pablo tiene mucha razón cuando recomienda la obediencia al poder (ver Carta a los Romanos, ya citada). Por eso es que todo cristiano que tenga interés por los problemas del mundo terreno, si en él se esta ganando cada día más alma para el Evangelio? Según él, en todas partes existen dos ciudades, la de Dios y la del mundo.
En cada ciudad, se da la ecclesia (comunidad) politica y cristiana. Todo cristiano tiene dos ciudades, recalca que estos dos ordenes, apenas si tiene motivos para entrar en conflicto salvo es famosa cuestión de jurar por la por la divinidad del emperador. En este mismo orden de cosas, se ocupa de fundamentar el poder civil, el que ha sido dado por Dios para su buen uso. Dicho poder civil es un auxiliar de dios. La ley positiva conserva y garantiza la ley natural; a su vez, la ley de Dios o ley natural, impone y hace respetar la ley positiva.
De esta manera, Orígenes esboza, sin insistir, su teoría de las dos ciudades – que no es la de San Agustín como se vera al fin de la presente unidad – y aquella otra de su carácter complementario, conservando cada una su jerarquía y jurisdicción correspondiente incluso insiste en el hecho capital: revelarse contra e poder, sin un motivo que realmente obedezca a la ley natural, es obedecer al orgullo y no a la ley. En tal caso, el castigo será una sanción justa y merecida al orgullo, pero nunca un glorioso martirio.
Finalmente, cabe acotar que Orígenes esta penetrado de la idea de que el imperio ha facilitado difusión del Evangelio. Ha preparado esta ciudad del mundo, para que llegue a se la ciudad de Dios en el futuro de la otra vida. Por eso pide y reza a Dios por el Imperio. La cuida de Dios preserva a la cuidad terrena. La introducción al reino de Dios.
Doctrinas Políticas de la Iglesia Victoriosa Enseñanza Preparatoria
Autorizado el culto cristiano por el Edicto de Milán, suprimidos los obstáculos que por causa de juramento, separaban al Cristianismo de su vida cívica, privilegiada y solicitada la iglesia por el tambaleante poder político, se imponía una revisión de la actitud de los cristianos hacia el Estado.
La ideas de esta posición, no son originales, salvo en lo concerniente al campo de la fe, en el cual se dan nuevos y valiosos aportes doctrinales. En el fondo, el Cristianismo se manifiesta en las formas de su pensamiento neoplatónico, al que se pretende sustituir con una ideología imperial y cuyas funciones deben cumplir. Son muchos los puntos de contacto entre ambas doctrinas.
San Eusebio (260-337)
Fue el obispo de la ciudad de Cesarea, primer historiador de la Iglesia, hombre erudito y teólogo; prudente administrador y partidario de la estabilidad del Imperio Romano. Mediante sus escritos elabora una, llamada "teología imperial", la primera en toda la historia del Cristianismo. Los puntos esenciales de su doctrina están contenidos en sus obras Elogio de Constantino, Vida de Constantino y en la Teología Evangélica.
Eusebio en sus escritos, concede a Constantino, el emperador de la Iglesia Victoriosa, un apoyo sin reserva. Su forma "ninguna autoridad no viene sino de Dios", referida al imperio, toma un sentido muy positivo. Precisa que Dios permito las persecuciones para poner a prueba la fe de los cristianos, al mismo tiempo que recuerda el fin que tuvieron todos aquellos emperadores y magistrados romanos que llevaron a cabo las persecuciones. De esta forma, el Imperio como una realidad política que es, esta liberado de toda mancha y de todo cargo contra el Cristianismo.
Se establece así, en una perspectiva coherente, la idea de la coincidencia providencial entre el Imperio con la predicación evangélica, la que será la piedra angular de su teología política.
Al igual que el imperio, ligado históricamente a la Providencia, la autoridad se encuentra, por decirlo de alguna manera, cosmológicamente unida a dios. Hay que reconocer reminiscencias estoicas, neo platónicas, no Pitágoras, cuando Eusebio señala como el poder político proviene de Dios.
Dios, es Dios del Cosmos y Cosmos es el mundo de los estoicos y pitagóricos matemáticamente ordenado; y Dios reina en este mundo por el Verbo, que es al mismo tiempo. La racionalidad de la creación y el agente de Dios, su intendente y procurador es el mismo Verbo es decir Cristo Jesús.
Dicho de otra forma, el emperador debe ser para el Verbo, lo que el verbo es para Dios. En efecto el Verbo, ley viviente, ejerce su reinado sobre los hombres a través del emperador que es su lugarteniente. La doctrina neoplatónica de la emanación viene aquí a apoyar la doctrina cristiana de la Providencia, para construir la teología imperial. Pero, atención no se trata aquí ninguna emanación espiritual. El hecho de que la providencia de Dios abarca a todo el mundo, no significa que el mundo proceda de Dios como emanación. La Teología cristiana afirma que el mundo procede de Dios por creación
De esta forma se da una interpretación mucho más compatible para la conciencia de los cristianos con respecto al culto imperial, pues la divinidad del poder imperial no descansa en la divinización del emperador, sino en la relación necesaria que se establecía entre Dios y la función imperial. En este planteo, el culto al emperador, pasaba a tener una importancia secundaria. La corte del emperador es el reflejo de la corte celestial, de la misma forma que el imperio lo es de el universo y éste de Dios.
Esta nueva teoría del poder se encuentra combinadas las ventajas del estoicismo y la del platonismo. Las dos cuidadse, en cierta forma, son paralelas, permanecen unidas mediante el vínculo que liga la persona de emperador con el Verbo y con Dios. Hasta este momento, ninguna doctrina había ido tan lejos en el carácter supra terrestre de la persona imperial.
En este contexto, el poder imperial recibe una especie de magisterio moral fuera de la iglesia. El emperador se convierte en el obispo exterior. Es decir, el conservador del orden externo en vista al fin último del hombre. Los pastores de la Iglesia, serán los obispos interiores, es decir los encargados de todo los que hace al mundo espiritual, interior, de los creyentes, los inspectores de la ortodoxia religiosa.
A esta altura del desarrollo de las ideas que se fue dando en el Cristianismo, es fácil observar cuán lejos están las ideas apocalípticas de los primeros tiempos y como están surgiendo otra que significa progreso razonables que avanza continuamente sobre el Imperio
Incertidumbres
Con la doctrina de San Eusebio, la Iglesia obtiene beneficio. Pero, el "obispo exterior", tampoco deja de aprovechar su condición de tal para inmiscuirse en los asuntos de la iglesia (que no son de su incumbencia), interviniendo en las designaciones de obispos, por ejemplo, y el equilibrio que debió darse, las mas de las veces, se vio roto, según la fluctuaciones de los poderes en lucha.
Por eso, se plantea los primeros y diversos problemas, que no dejan de incidir en el espectro político. Los principales problemas, son los siguientes.
1º) A la adhesión de la Iglesia al poder temporal del turno, se opone el mona galismo. Cuanto mas tiendan a confundirse las línea de acción de la Iglesia con la del imperio, o viceversa, tanto mas surge la necesidad de algunos hombre de asumir una tarea que hasta ese momento correspondía a la comunidad cristiana de su conjunto: el alejamiento, en función de la intersección espiritual por el pueblo de Dios mediante la oración y la penitencia. Se establecerá una división entre quienes pretender confirmar siendo "la sal de la tierra" orientándoos enteramente a la vida eterna y quienes pretendas seguir viviendo en la ciudad terrenal, para convertirla en ciudad en Dios.
2º) El siglo IV, al tiempo que es el siglo del monacalismo, será también el de la "dirección moral" para un cristiano de épocas anteriores, la esclavitud, la pobreza, etc., no tiene real importancia porque siendo situaciones de este modo, no merecían ser tenidas en cuentas para el otro mundo. En este siglo, al contrario, se intentara precisar la actitud del cristiano en todas las circunstancia de la vida política y social, así como definir la figura cristiana de las institución terrenal. Impregnándolas de espíritu cristiano, sancionándose con leyes civiles, algunos intentos moralizadores.
3º) comienza, finalmente, a plantearse el problema de la libertad de conciencia. El creyente cristiano no tarda en restringir para los demás culto pagano, esa liberta que el Edicto de Milán del año 313 le había definido principalmente a el. De ahí, que alguno pagano Van a reclamar para ellos y para sus cultos, el derecho de una tolerancia religiosa.
San Agustín
El mundo occidental, mas directamente amenazado por los bárbaros y menos controlado por el deber imperial, se encuentra en profunda crisis.
La comunidad cristiana no escapa a tal situación. En efecto, los paganos mantienen con ella una polémica (a menudo eficaz), presumiéndose de defensores incondicionales de una causa nacional que los cristianos-según sus críticas-asumen con segunda intenciones.
Es el momento que lo toca vivir a San Agustín, nacido en Tagaste, de padres nor.-africanos y muerto alrededor del año 430. Profesor de retórica, convertido al cristianismo después de haber sido pagano, maniqueo de llevar una vida azarosa.
Según la usanza de aquel tiempo, su comunidad cristiana de la ciudad de Hipona (en lo que es actualmente Túnez) lo elegido como su obispo. Este converso, de mantener privilegiada y de una cultura de primer nivel, fue e hombre que proporciono a la Iglesia Católica de occidente, junto con gran cantidad de escritos teológicos y de las memorables "confecciones", esa teoría política de la Iglesia, cuya necesidad era sentida y esperada por todos los cristianos, auque, en realidad, no es un escritor ni pensador político.
Cuando Alarico saqueo a Roma, lo que pareció el fin del mundo, ya que había caído en manos de los Bárbaros, nada menos que la inmortal Roma, los paganos habían echado la culpa de tal desastre a los cristianos cuyo Dios – decían- copudo proteger al Capitolio y por cuya impiedad, las verdaderas divinidades del Imperio habían retirado su protección de la capital del mundo. En este sentido, la obra de San Agustín continua la antigua polémica que se puede encontrar con anterioridad en los escritos de San Cipriano, obispo de Cartago, también en el África que trataba de aclarar que no fueron los pacifistas cristianos la causa de la decadencia del espíritu cívico y del vigor militar de los romanos.
San Agustín sacudió por la catástrofe, al fin y al cabo él permanecía al Imperio, y por las acusaciones intento rebatirlas con su famosa obra "La Ciudad de Dios" (De Civate Dei), que aún siendo pesada y sobria ejerció una influencia no sólo amplia, sino prolonga y profunda en su tiempo y después de él. El titulo completo de la obra, que tiene como dijo un sabor apologético, es "Sobre la ciudad de Dios, contra los paganos"
Catorce años llevó a San Agustín la composición de su obra. La dejo dividida en dos partes
La primera parte: 10 libros, a través de los cuales trata de definir el mito romano
La segunda parte: 12 Libros, trata sobre la historia de las dos ciudades, dividida en tres secciones
1.- Libro XI al XIV, el origen de las ciudades
2.- Libro XV al XVIII, el proceso histórico de ambas ciudades y
3.- Libro XIX al XXII, considera los fines que mueven a las dos ciudades 3.-
Las dos ciudades agustinianas
San Agustín trata de ejemplificar la historia de la humanidad, recurriendo a una simbología mística: el conflicto entre la ciudad de Dios y la Ciudad Terrena.
¿Qué entiende Agustín por "cuidad"? ¿Cuál es el elemento formal de la ciudad de S. Agustín? El mismo da la respuesta "Dos amores hicieron estas dos ciudades". El amor es, por tanto, lo que hace a la sociedad ser sociedad, para San Agustín. Se unen los hombres cuando aman los mismos, cuando juntos pretenden conseguir un fin común. Ciudad, entonces, es sinónimo de sociedad.
Las dos ciudades, son dos actitudes frente al mundo, dos especies antológicas de hombres o seres racionales. La primera especie de los habitantes de la ciudad de Dios, está compuesta por todos aquellos que viven en la dimensión de lo divino: "El amor de Dios hizo a Jerusalén". En cambio, la segunda especie de hombres esta compuesta para todos los que se hallan embargados por el amor de si mismo, con desprecio de Dios "El amor de este mundo hizo Babilonia"
De lo anterior se deduce una consecuencia clara que es preciso resaltar: cuidad es aquí, forma de vida, tipo de hombre. Conjunto de hombres unidos por diferentes modos de ver las cosas "El mismo linaje humano, en el cual distinguimos dos géneros, el uno el de los que viven según el hombre; y el otro, según Dios", se lee en el Libro XV. Y a esto es a lo que San Agustín llama místicamente dos ciudades.
La sustancia de la historia es un conflicto entre Ciudades de Dios y la Ciudad Terrena. La una arranca de Caín. El fraticida, y la otra de Abel, el justo. Al igual que las dos ciudades, sus representantes se han de entender alegóricamente. Caín, el ciudadano de este mundo y, por su crimen, el fundador de la ciudad terrena. Abel el peregrino en este mundo, en un andar hacia la meta no terrena. Los descendientes de Abel viven en este siglo, en el mundo, en la ciudad de Caín, pero sin ser sus fundadores ni moradores permanentes. Las dos ciudades coexisten sin coincidir. La ciudad celestina se relaciona con los acontecimientos profanos, solo en cuanto son útiles para la consecución de su propósito trascendente.
No son estas dos ciudades idénticas a la Iglesia y al Estado, si la Iglesia se toma como sociedad visible a lo que se llama cuerpo social de la Iglesia. Como dice Etienne Gilson, famoso comentarista de S. Agustín:
"La ciudad terrestre no es el Estado, puesto que no todos los miembros de esta ciudad están predestinados a la condenación final; los futuros elegidos son necesariamente del Estado en el que han nacido y en el que viven. No ha de confundirse la ciudad terrena, antitesis mística, según la expresión de Agustín, con tal o cual ciudad concreta realizada materialmente en el tiempo y en el espacio. Inversamente, por sorprendente que esto pueda parecer, "La Iglesia no es la Ciudad de Dios"; hay ahora fuera de la Iglesia y hasta puede ser entre sus perseguidores, futuro elegido que se someterán a su disciplina entes de morir; en fin, y sobre todo, hay en la Iglesia mucho hombres que no serán del numero de los elegidos". (Introduc. Al estudio de San Agustín. Paris. 1959, Cáp.: IV)
Para San Agustín, la historia, entonces, no solo es un sucederse de imperios y civilizaciones; en un progreso continuo del elemento divino. Dios esta conduciendo y haciendo la historia, pero siendo inminente a los hechos históricos, es la vez su meta trascendente.
A fuer de ser reiterativo, es conveniente añadir, que este escrito rebasa lo meramente político-apológico para ser una reflexión sobre la historia y sobre la ciudad. Es la primera obra de de teología de la historia, la que mucho después será retomada por el famoso orador francés el sacerdote Bossuet. Los analista dicen que ella "La Ciudad de Dios"-no expone una doctrina formalizada Constituye, eso si, la reflexión apasionada y vital de un cristiano romano de la frontera que, ante el desmoronamiento del grandioso Imperio del que se aleja la vida, se encuentra perplejo y confundido entre el deseo de hacer algo de frente a lo inmediato, al mismo tiempo que tiene la profunda convención de que en toda esta catástrofe hay un sentido providencial. Esta meditación sobre la historia tendrá trascendencia durante toda la Edad Media, pero será eco deformado, ya que sirve para fundamentar una doctrina política que sostiene la absorción del derecho del Estado dentro del de la Iglesia. Es el llamado "augustinismo político".
De todo lo dicho, se puede concluir con lo siguiente:
1º) La teología política de San Agustín, descansa fundamentalmente sobre la distinción entre las ciudades en que se divide la humanidad:
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