"Así es que amores fundaron dos ciudades, a saber: la terrena, donde el amor propio llega hasta menospreciar a Dios: y la celestial, donde el amor a Dios llega hasta el desprecio de si mismo".
2º) Esta idea, como se ha visto, no es nueva. Lo novedoso de San Agustín esta en que el le dio definitiva formulación y su correspondiente valor explicativo. No se trata ya de un Reino de Dios que sucede cronológicamente a la vida terrena, como decían los antiguos milenaristas. Las dos ciudades han existido siempre en una gran contigüidad. Una fue fundada por "Abel" y la otra por "Caín": esta es la ciudad terrenal, con sus exigencias y urgencias: la otra, es la ciudad celestial, la Jerusalén del Antiguo Testamento, y ahora, la comunidad de los cristianos, peregrina a la tierra. De ambas, subsistirá solo la celestial.
3º) Hay que destacar la radical opción de las dos ciudades, por un lado, y su inexplicable en la tierra, de tal suerte, que solo Dios puede conocer la ciudad de cada uno a la cual pertenece. Además, San Agustín no reduce la ciudad celestial a la comunidad de los puros (en esto va mas allá de los estoicos); como también la ciudad terrena, con todo lo que ella pertenece, no esta descartada totalmente de plano.
4º) San Agustín para dilatar todo acontecimiento político, emplea dos razonamientos diferentes, que proceden de una misma intención: Por un lado, Dios legitima el poder mismo sin avalar el ejercicio concreto de tal poder. En efecto, todo poder viene de El, que es principio de todo poder, al mismo tiempo que se distingue entre la esencia del poder y la materialidad del régimen. Por otro lado, la economía general de la Providencia explica cada acto, concreto de la política, sin que esto suponga que otorgue a cada una de ellos, el carácter de actos normales cristianos. De este modo, cada cristiano puede afirmar que nadase hace sin Dios, ya que de él proceden tanto el principio de la autoridad, como la misteriosa dirección de los acontecimientos y al mismo tiempo, puede evitar que el cristianismo asuma la responsabilidad por tal o cual acontecimiento o medida que se adopte.
5) hay que obedecer a un régimen establecido, ya que la autoridad en si es divina y hay que captar un acontecimiento que está inserto en un plan providencial, que se nos escapa por nuestra limitación humana. Así entonces, todo cristiano puede proclamar su obediencia a Teodosio, el emperador y principio de autoridad que encarna y no sentirse solidario en tanto es cristianos, con los actos reales y concretos de emperador. De la misma forma que se puede recibir el saqueo de Roma por Alarico, que está en su plano providencial, a la vez que se puede oponer con alma y corazón a tal hecho.
Los cristianos y el Imperio
De esta forma, San Agustín rechaza la coincidencia entre Iglesia e Imperio, como proponía San Eusebio y Orígenes. Para San Agustín, la Iglesia no se opone al Imperio. Recomienda la práctica de las virtudes cívicas y las responsabilidades políticas. Esta lejos de oponerse al oficio de las armas. Es preciso estar animado de un sano patriotismo. Critica a los milenarista, porque esta tendencia impide obrar por la salvación de la patria. Si Eusebio dice que el obispo es casi un alto funcionario del Imperio, San Agustín aconseja que el obispo no debe cumplir funciones civiles y/o políticas. De la misma forma, la Iglesia, no subordinándose por completo al Estado, tampoco puede pedir reciprocidad; es decir, no puede pedir al Estado sumisión a ella. Dicho de otra forma: en los asuntos terrenales, debe haber independencia entre ambos. Es aconsejable y deseable que los funcionarios se inspiren y se impregnen de cristianismo, pero, en el campo de los asuntos espirituales, él desea en el fondo, que el imperio se subordine moralmente a la iglesia.
LA REVOLUCIÓN CRISTIANA
Caracteres:
La importancia del Cristianismo es incomparable. Si se lo considera como de carácter religioso o divino estamos frente a la Revelación; si, en cambio, se atiéndela plano histórico-temporal, entonces, es una revolución. Con todo, es fundamental no perder de vista que el cristianismo es antes que nada una religión.
Es necesario destacar que esta revolución, se caracteriza por una sustancial modificación del concepto de divinidad modificación que es compartida, con el judaísmo. Es decir, a una mitología la sustituye una metafísica. En efecto, el concepto de divinidad, nada tiene que ver con los dioses del Olimpo o del Partenón romano plagado de defecto y limitaciones humanas.
En el caso del Cristianismo se trata de un Dios trascendente. Otras de las características que presenta, es la siguiente: _ mediante el Misterio de la Encarnación, la divinidad se reviste de la naturaleza humana, que es lo mismo que decir que la naturaleza humana es asumida por la divinidad. Y esto trae como consecuencia de que para el Cristianismo el hombre no es un desecho o una cosa sino un objeto de una redención amorosa que barca a todo el hombre. Y el decir "a todo hombre", se quiere significar que el Cristianismo acepta la herencia de los siglos anteriores, el Cristianismo tiene elementos de continuidad y elemento de ruptura.
Elemento de continuidad:
El Cristianismo tomo ciertos datos de la historia humana, como fueron los factores favorables a su advenimiento y expansión, la unificación de todo el mundo conocido bajo la égida romana, ya que la unidad política fue una condición favorable que posibilito su expansión y reconocimiento; va a hacer suyo el pensamiento anterior a el, sea griego o romano, sobre la familia, sobre la propiedad privada, sobre el respeto que merecen los otros estados
Los Cristianos y el Imperio
De esta forma, San Agustín rechaza la coincidencia entre Iglesia e Imperio. Recomienda la práctica de las virtudes cívicas y las responsabilidades políticas. Está lejos de oponerse al oficio de las armas. Es preciso estar animado de un sano patriotismo. Critica a los milenaristas, por que esta tendencia impide obrar por la salvación de la patria. Si Eusebio dice que el obispo es casi un alto funcionario del Imperio, San Agustín aconseja que el obispo no debe cumplir funciones civiles y/o políticas. De la misma forma, la Iglesia, no subordinándose por completo al Estado, tampoco puede pedir reciprocidad; es decir, no puede pedir al Estado sumisión a ella. Dicho de otra forma; en los asuntos terrenales, debe haber independencia entre ambos. Es aconsejable y deseable que los funcionarios se inspiren y se impregnen de cristianismo, pero, en el campo de los asuntos espirituales, él desea en el fondo, que el Imperio se subordine moralmente a la Iglesia.
La revolución cristiana
Caracteres:
La importancia del Cristianismo es incomparable. Si se lo considera como carácter religioso o divino estamos frente a la Revelación; si, en cambio, se atiende al plano histórico-temporal, entonces, es un a revolución. Con todo, es fundamental no perder de vista que, el Cristianismo es antes que nada una religión.
Es necesario destacar que esta revolución, se caracteriza por una sustancial modificación del concepto de divinidad, modificación que es compartida con el judaísmo. Es decir, a una mitología la sustituye una metafísica.
En efecto, el concepto de divinidad, nada tiene que ver con los dioses de Olimpo o del Panteón romano plagados de efectos y limitaciones humanas.
En el caso del Cristianismo se trata de un Dios trascendente. Otras de las características que presenta, es el siguiente: mediante el Misterio de la Encarnación, la divinidad se reviste de la naturaleza humana, que es lo mismo que decir que la naturaleza humana es asumida por la divinidad. Y esto trae como consecuencia de que para el Cristianismo el hombre no es un desecho o una cosa, sino objeto de una redención amorosa que abarca todo el hombre. Y el decir "a todo el hombre", se quiere significar que el Cristianismo acepta la herencia de los siglos anteriores a él, con sus bondades y defectos, sublimando lo bueno y encauza o rechaza lo negativo. Entonces, el Cristianismo tiene elementos de continuidad y elementos de ruptura.
Elementos de continuidad:
El Cristianismo toó ciertos datos de la historia humana, como fueron los factores favorables a advenimiento y expansión; la unificación de todo el mundo conocido bajo la égida romana, ya que la unión política fue una condición favorable que posibilitó su expansión y reconocimiento; va a hacer suyo el pensamiento anterior a él, sea griego o romano, sobre la familia, sobre la propiedad privada, sobre el respeto que merecen otros estados.
Explica en cada acto concreto de la política, sin que esto suponga que otorgue a cada una de ellos, el carácter de actos moralmente cristianos. De este modo, cada cristiano puede afirmar que nada se hace sin Dios, ya que de El proceden tanto el principio de la autoridad, como la misteriosa dirección de los acontecimientos; y al mismo tiempo, puede evitar que el Cristianismo asuma la responsabilidad por tal o cual acontecimiento o medida que adopte.
Hay que obedecer a u régimen establecido, ya que la autoridad en si es divina y hay que captar un acontecimiento que está inserto en un plan providencial, que se nos escapa para nuestra limitación humana. Así entonces, todo cristiano puede proclamar su obediencia a Teodosio, el emperador y principio de autoridad que encarna y no sentirse solidarios en tanto es cristiano, con los actos reales y concretos del emperador. De la misma forma que se puede percibir el saque de Roma por Alarico, que esta en el plano providencial, a la vez que se puede oponer con alma y corazón a tal hecho.
LOS CRISTIANOS Y EL IMPERIO
De esta forma, San Agustín rechaza la coincidencia entre Iglesia e Imperio. Recomienda la práctica de las virtudes cívicas y las responsabilidades políticas. Está lejos de oponerse al oficio de las armas. Es preciso estar animado de un sano patriotismo. Critica a los milenaristas, por que esta tendencia impide obrar por la salvación de la patria. Si Eusebio dice que el obispo es casi un alto funcionario del Imperio, San Agustín aconseja que el obispo no debe cumplir funciones civiles y/o políticas. De la misma forma, la Iglesia, no subordinándose por completo al Estado, tampoco puede pedir reciprocidad; es decir, no puede pedir al Estado sumisión a ella. Dicho de otra forma; en los asuntos terrenales, debe haber independencia entre ambos. Es aconsejable y deseable que los funcionarios se inspiren y se impregnen de cristianismo, pero, en el campo de los asuntos espirituales, él desea en el fondo, que el Imperio se subordine moralmente a la Iglesia.
LA REVOLUCIÓN CRISTIANA
Caracteres:
La importancia del Cristianismo es incomparable. Si se lo considera como carácter religioso o divino estamos frente a la Revelación; si, en cambio, se atiende al plano histórico-temporal, entonces, es un a revolución. Con todo, es fundamental no perder de vista que, el Cristianismo es antes que nada una religión.
Es necesario destacar que esta revolución, se caracteriza por una sustancial modificación del concepto de divinidad , modificación que es compartida con el judaísmo. Es decir, a una mitología la sustituye una metafísica.
En efecto, el concepto de divinidad, nada tiene que ver con los dioses de Olimpo o del Panteón romano plagados de efectos y limitaciones humanas.
En el caso del Cristianismo se trata de un Dios trascendente. Otras de las características que presenta, es el siguiente: mediante el Misterio de la Encarnación, la divinidad se reviste de la naturaleza humana, que es lo mismo que decir que la naturaleza humana es asumida por la divinidad. Y esto trae como consecuencia de que para el Cristianismo el hombre no es un desecho o una cosa, sino objeto de una redención amorosa que abarca todo el hombre. Y el decir "a todo el hombre", se quiere significar que el Cristianismo acepta la herencia de los siglos anteriores a él, con sus bondades y defectos, sublimando lo bueno y encauza o rechaza lo negativo. Entonces, el Cristianismo tiene elementos de continuidad y elementos de ruptura.
Elementos de continuidad:
El Cristianismo toó ciertos datos de la historia humana, como fueron los factores favorables a advenimiento y expansión; la unificación de todo el mundo conocido bajo la égida romana, ya que la unión política fue una condición favorable que posibilitó su expansión y reconocimiento; va a hacer suyo el pensamiento anterior a él, sea griego o romano, sobre la familia, sobre la propiedad privada, sobre el respeto que merecen otros estados.
El aporte del estoicismo fue muy importante, especialmente en lo que se refiere a la interioridad de el individuo, a su importancia como tal, a la anulación de divisiones entre los hombres, a la igualdad de todos ellos entre sí, etc…Es decir, la filosofía, en instituciones, en avances culturales e ideológicos, el Cristianismo no lo desechó y no procedió como si todo eso se hubiera dado o careciese de valor, sino que heredó todo el esfuerzo humano realizado antes de el.
Elementos de ruptura.
Pero, así como asumió y continuó con lo que estaba bien, tuvo que modificar o dejar a un lado aquello que no se conformaba con su visión de Dios y del mundo.
Con el Cristianismo se introduce un nuevo clima espiritual; se da un modo de ser distinto. En la antigüedad hay escritos muy buenos y sublimes sobre temas de moral, por ejemplo, pero no suscitan deseos de emulación, no despiertan entusiasmo, por que dan la impresión que responden más a posturas académicas y postizas; en cambio el Sermón de las Bienaventuranzas de Jesucristo contagia, impulsa y vitaliza. Otro caso: el antiguo deber de la justicia del que tanto hablaron Aristóteles, Platón, Cicerón y otros más, es superado por el deber de la caridad.
Además, en la historia pre cristiana, hay puntos en los que no hay posibilidad de revalorización, ya que hay una limitación intrínseca para llegar con la sola luz de la razón, a lo que luego, el Cristianismo va a enunciar y practicar. Esto obedece, dicen los teólogos, la incapacidad de la mentalidad pagana para trascender este mundo y remontarse a una causa trascendente. Por ejemplo, Aristóteles consideraba como normal y lógica la esclavitud, como también la incapacidad metafísica para alcanzar una vida virtuosa –el fin de la ciudad griega- a los esclavos por naturaleza, y aquellos destinados a actividades manuales y lucrativas. Otro caso: Cicerón, y el toda la escuela estoica, que reconocieron y exaltaron el derecho natural, no pudieron hacer que estos principios tuviesen su correlato con la vida practica; en cambio, cuando el Cristianismo aborda este tema lo liga a Dios el Creador del mundo. Ser trascendente y desde ahí extrae la eficacia para su normativa.
El aporte judío
El cristianismo nació dentro de la mentalidad judía. La idea de un Dios único y trascendente no existía en la antigüedad grecolatina, sino solo en el Judaísmo.
Este pensamiento se ha manifestado, tanto en lo religioso, como en lo intelectual, a través de la ley, equilibrio religioso por excelencia, donde el pueblo judío conservaba la revelación de Dios realizada a sus fundadores.
El aporte judío a las ideas políticas del Cristianismo, no habrá que buscarlo por el lado institucional o conceptual, puesto que no hubo pueblo más preocupado por aquello que no fuese relacionado con Yavhé que el pueblo judío; sino que tal aporte hay que buscarlo por el lado de la naturaleza de la autoridad; es decir el sentido de la autoridad que existía en el pueblo judío. Efectivamente, para la mentalidad de este pueblo, el tema de la autoridad, estaba ligado al de su pertenencia a Yavhé. Por algo tenia coincidencia de ser el pueblo elegido. Y al considerarse así, era el pueblo de un solo Dios, es decir monoteísta, puesto que Yavhé había establecido con sus antepasados, un pacto de mutua fidelidad religiosa. Por eso se explica que toda preocupación cívica, fuese secundaria y casi nula en su historia institucional. Y en esto, se nota la gran diferencia con la antigüedad clásica, que se ha visto, donde las preocupaciones de los pueblos y de sus dirigentes giraban en torno alo político institucional. En cambio, en la mentalidad judaica, todo esto era superado por su monoteísmo. En este contexto el rey o la autoridad ocupaban el lugar de Dios, era su lugarteniente. Y esto significaba profunda convicción tanto del rey hacia la comunidad, como de la comunidad hacia la autoridad.
De la autoridad hacia la comunidad: su poder no era omnímodo, ni arbitrario. Tenia que ser fiel a su misión, ejerciendo o cumpliendo su función.
De la comunidad hacia la autoridad: la comunidad representa a Dios, por eso se le debe obediencia, respeto.
Sin duda que esta mutua relación, como esta concepción de la autoridad – función, será recogida por la tradición cristiana, trayendo un enfoque totalmente nuevo, que fue mucho más allá que los clásicos griegos y romanos. En efecto, los antiguos (Aristóteles, entre ellos) preconizaban la autoridad como soberana y aséptica con respecto al pueblo / comunidad / individuo. Es decir, todo giraba en torno al Estado que era la única realidad, lo único importante.
En cambio, para la mentalidad judía y, posteriormente, para la cristiana, entre autoridad y su pueblo había como una corriente recíproca de derechos y obligaciones, que hacen corresponsales a ambos términos de la misión que les toca. Pero donde, debe haber alguna preeminencia, debía estar del lado del hombre. Es decir, es el Estado el que debe estar para servir al hombre. No al revés. Al revés, era antes. Hasta la Ley llegaba a aconsejar la resistencia, en las diversas variantes que se presentaban:
a) La "resistencia pasiva": soportar la injusticia sin provocar violencia externa, como fue el caso de los mártires.
b) Por la "vía de los hochos" y
c) Ejercer la resistencia activa": sublevarse contra la autoridad legítimamente constituida, cuando ésta se aparta de su finalidad, cuando se convierte en tiranía. Con respecto a esto último Santo Tomás de Aquino dice:
"hay que decir que el régimen tiránico no es justo, porque no se ordena al Bien Común, sino al bien privado del gobernante, como enseña el filosofo (Aristóteles). Y por esto, la acción contra tal régimen no tiene razón de sedición, ano seré que se proceda tan desordenadamente contra tal régimen, que la multitud venga a sufrir mayor daño con la perturbación de éste régimen, que el que sufría antes. El sedicioso es más bien el tirano que alimenta discordias y rebeliones en el pueblo a el sujeto, para poder dominarlo mas fácilmente" (II.II, q.62, a.2, ad.3)
"Hay dos maneras de no resistir al mal: la primera, consiste en perdonar a injuria personal y puede ser necesaria para la perfección cuando lo exige el bien de los demás. La otra, consiste en sufrir con paciencia las injurias hechas a los otros. Y esto es imperfección o aun vicio, si es que se puede resistir debidamente al que hace la injusticia. Por eso dice San Ambrosio: "Es perfecta justicia defender con la guerra a la patria contra los bárbaros o proteger a los débiles en el país". Y el Señor manda: "No reclames lo no que no es tuyo". Sin embargo si uno no reclamase, pudiendo hacerlo, lo que es de los otros, pecaris. Y es que puede muy bien el hombre dar lo que es suyo, pero no lo ajeno. Mucho menos podemos desinteresado de las cosas de Dios, pues, como dice el Crisóstomo. "es una gran impiedad no preocuparse por las injurias hechas a Dios" (II, II, 188)
La primicia de la persona humana
El Cristianismo sostiene que el hombre no siempre puede aceptar todo lo que el Estado le proponga o imponga, sino que pretende que deje de lado, peligrosas relaciones de subordinación y rechace todo intento de absorción. En este sentido, afirma que todo hombre tiene derechos inherentes a su vocación trascendente, que la tiene por propia libertad, con l ayuda de dios.
Es decir, el hombre, antes era parte de un todo, llámese pólis o Imperio. Ahora, en cambio, sigue siendo parte, pero con valor propio. Vale por lo que él es; no por ser parte de un todo. De esta forma, nace una nueva parte del Derecho que concierne a las relaciones del estado con sus individuos o colectividades. Es lo que se llama el "derecho relacional", en contraposición al Derecho constitucional.
La revolución cristiana y el Derecho constitucional
La revolución cristiana cambia radicalmente el sentido de las preocupaciones políticas.
En efecto, entre los antiguos, estas preocupaciones eran esencialmente constitucionales, dado que el problema principal era la determinación del mejor régimen, para el Cristianismo la existencia temporal no es más que preparación y encadenamiento para la vida futura, la que realmente tiene importancia. Por lo tanto todo aquello relacionado con la vida en este mundo es, por eso mismo, secundario. Un caso concreto, es e referente a la organización política. Pero, sería una conclusión errónea afirmar que el Cristianismo sostiene la indiferencia por las cuestiones cívicas o políticas. Lo vimos antes, al ver esta una situación parecidas a las primeras comunidades y el llamado al orden de parle de los primeros apóstoles. Además, gran parle de los autores cristianos extraían precisamente de su religión la inspiración y argumentos para sus escritos políticos. Aun más: Se puede afirmar que el Cristianismo hace por lo menos dos aportes esenciales, sobre el plano constitucional y que dominarán por varios siglos y que continúan vigentes hasta nuestros días. Dicho aporte son:
1º) La idea de unidad humana, reflejo de la unidad divina: El conjunto de lodos los hombres forma un todo moralmente coherente y orgánicamente institucionalizable.
2°) La idea de la dualidad de lo espiritual y de lo temporal, no solamente como principio de vida personal, sino como principio de organización colectiva. Esta conjunción reclama, para cada una existencia de una comunidad organizada. Habrá que distinguir dos sociedades una política y otra religiosa. Y estas dos sociedades son estructuras constitucionales nuevas.
A su vez estos aportes traen como consecuencia las siguientes cuestiones:
* una nueva noción de Humanidad.
* la existencia práctica de esta dualidad.
* la conciliación de los elementos de la dualidad.
Una nueva noción de humanidad
La idea de unidad humana no está ausente en las ideas políticas de la antigüedad, pero aparece incompleta y desempeña un papel secundario.
Para Aristóteles, quizás el mejor interprete del pensamiento político clásico, la unidad se logra en la polis. El hombre está hecho para vivir en ella y ella es la unidad viviente. Geográfica, demográfica y políticamente reducida, su perfección está en su medida y arranca de su relativa exigüidad. Una ciudad demasiado grande donde no se conozcan entre todos y cuando estando reunidos no puedan escucharse, dejaría de ser lo que es porque todo exceso en extensión presenta el riesgo de una desnaturalización.
Sin duda, Aristóteles vio mas allá de la simple ciudad.. Concibió una federación de ciudades helenas. Por otra parte, la ciudad permanece como célula-madre, es decir, no pierde su identidad como ciudad, como es logice en una federación, donde los elementos federados son más importantes que el elemento federalizador. Por otra parte, Aristóteles, excluye de esta federación a las comunidades bárbaras, como también excluye de las ciudades griegas, a los bárbaros que ocupan dentro de ella situaciones de esclavos o Jornaleros.
Para Romanos, la unidad que concibieron fue la unidad de conquista: someter al mundo mediterráneo y quitar a los bárbaros lo que era necesario para la protección del Imperio. Al extranjero se lo considera susceptible de ser sometido y luego admitido, pero en una situación subordinada, cuando no servil.
Los estoicos sin duda tuvieron una idea de unidad más profunda con su noción de cosmopolitismo. Come decíamos arriba, Cicerón había concebido la existencia de un derecho natural igual en Atenas, en Roma o en Galia. Pero este pensamiento no fue captado, ni mucho, menos aplicado. No hubo en Roma igualdad Jurídica ni igualdad civil para todos.
Por todo esto, la transformación introducida por el Cristianismo es extremadamente profunda y decisiva no admite ninguna diferencia de naturaleza entre los hombres. Puede haber diversidades accidentales de situación (nacionalidad, raza, riqueza, inteligencia, etc.) pero no las hay en cuanto a la humanidad. En este sentido. San Pablo es bien explícito cuando escribía a los cristianos de la iglesia de Colosas:
"No hay ya más judíos ni gentiles, circuncisos o incircuncisos, bárbaros ni griegos, esclavos ni hombres libres, porque Cristo lo es todo en todos" (Col 3,11).
Las tres divisiones clásicas de los hombres, que se dieron en el mundo antiguo (la división entre los judies circuncisos o gentiles; la de los griegos, helenos o bárbaros y la mas común en todas partes: libres o esclavos, desaparecen ante esta renovación integral que aporta el Cristianismo.
A su vez, la supresión de tales barreras, trae aparejada, en consecuencia, la realización de la unidad. El mismo San Pablo a los cristianos de Corinto les decía:"Hay muchos miembros, pero todos ellos forman un solo cuerpo" (Cor., la. 12,3).
Más tarde, para significar este concepto, el vocabulario cristiano tomara la palabra "Humanitas". Este termino del latín clásico, significaba la "communio sanguinis", como la había usado Cicerón en su discurso Pro Roscio, es decir,, la similitud de naturaleza fisiológica existente entre los miembros de la especie humana. Además, este término "Humanitas", significaba también, las virtudes de la suavidad y de la benevolencia, en consideración hacia quienes participaban de la naturaleza humana, como también, significaba, como hoy, los estudios liberales (las llamadas "Humanidades") que favorecen la adquisición y el ejercicio de estas misma' virtudes de suavidad y benevolencia hacia nuestros congéneres.
En cambio, para el léxico cristiano, el vocablo "humanitas", significaba "no la dulzura ni la clemencia sino todo el género humano" como decía San Jerónimo este nuevo significado, dado a este vocablo, confirma la novedad del aporte cristiano a la noción de humanidad. En razón de los lazos espirituales, de la identidad del origen y de una comunidad de destino, los hombres ya no están aislados o fraccionados en grupos cerrados o en
Naciones aisladas.
Una comunidad única y universal, fundada por el propio Dios, realiza la mayor de las universalidades. Lo lógico es entonces, que la humanidad sea jurídicamente una, al igual que lo es espiritualmente, que esté sometida a una sola ley y a un mismo gobierno, que constituye la primera de esas "universitates" ya imaginadas por el derecho romano y cuya noción alcánzala una importancia tan grande en la Edad Media.
La dualidad político-religiosa
El Cristianismo al crear la noción de "humanidad", reúne todo en Dios, su fundador; y los discípulo inmediatos, poco a poco, fueron obligados -por las circunstancias- a delimitar lo que provenía directamente de Dios y aquello que, por el contrario, correspondía a las contingencias humanas.
El Cristianismo después de haber afirmado la unidad de la humanidad, después de haber dado a entender que un principio único de organización debía presidir a ésta, añade que existe competencia de la autoridad religiosa en ciertos casos y, en otros, competencia de la autoridad civil.
Esta distinción entre el campo de lo político y el campo de lo religioso o eclesiástico, es la base de todo e Derecho Público moderno, y que no es sino la actualización de lo indicado por el mismo Cristo, cuando distinguió las cosas referentes al César y las pertenecientes a Dios.
En la antigüedad, el poder es, por esencia, ilimitado, incluso tratándose de una democracia. El Estado podía tener diversas formas, pero siempre fue totalitario. Tiene el derecho de mandar en todo. Por principio, su poderío no esta constreñido por ningún limite. La explicación filosófica, la ha dado el mismo Aristóteles. La existencia del todo, es anterior y superior a la de las padres, por eso, entonces, que no hay nada más ajeno a pensamiento político antiguo, que la noción de derecho individual, como nada mas natural que la noción de subordinación del Estado. Y esta subordinación incluye la religión, como una institución del Estado. En efecto, no hay más que un solo "imperium"; el "jus sacrum" formó parte del "jus publicum". En este sentido, viene bien acordar la afirmación de aquel estudioso de estas cuestiones, Fustel de Coulanges, cuando escribía: "La Ciudac antigua había sido fundada sobre una religión y estaba constituida como una iglesia"."
No hay que perder de vista este punto de partida, de origen Fundacional -el señalado por F.de Coulanges para comprender la importancia, verdaderamente revolucionaria del Evangelio. Cuando Jesucristo les dice a los fariseos: "Entonces, dad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", no estaba diciendo sino que el Cesar poder temporal, tiene derecho a reclamar y de obtener, pero que, en oposición a todo pensamiento antiguo, hay otras cosas que se reserva Dios. Lo mismo sucede cuando, en otro pasaje del Evangelio, un hermano se presenta ante Jesús y le pide que diga a su otro hermano, que divida con el la herencia. Ante este pedido, Jesús lo larga frió al peticionante, manifestándole que El no vino para reglar esa clase de cuestiones.
En realidad, la respuesta que da Cristo en estas dos oportunidades, va mucho mas lejos: Jesús entiende que se han de respetar, igual que para los impuestos, las competencias jurisdiccionales, legal o habitualmente establecidas. El, a quien se atribuye y se atribuye a Si mismo, el titulo de Mesías de Israel, no pretenda desempeñar funciones de justicia civil, que pertenece al César y a sus delegados.
Un dualismo fundamental se opone así al régimen totalitario de la antigua Ciudad. Hay división entre dos sistemas de vida y entre dos poderes. El poder politice tiene su dominio en lo temporal; es decir, el gobierno de los intereses presentas de la vida humana, con las correspondientes sanciones materiales. En contraposición, e poder religioso se ejerce sobre lo intemporal. Se refiere a las relaciones entre los hombres y Dios. Su dominio es de lo espiritual, el gobierno de los intereses eternos, de las almas, con los medios de santificación y, también de sanciones apropiadas queden si mismas no son de carácter material.
La armonía de las dos ciudades
La dualidad de lo espiritual y de lo temporal, reflejo de la doble naturaleza y del doble destino del hombre da a lugar -como consecuencia- a la existencia de dos instituciones distintas, que llamaremos, una "política" c "temporal" y otra, "religiosa" o "espiritual".
La Iglesia, en tanto que comunidad espiritual y moral organizada, tiene una vocación mas extendida que el, Estado, puesto que reivindica la dirección .de toda humanidad. Toma ella misma, su,, puesto –es el derecho constitucional, como sociedad que es, con su estructura y su constitución. Además modifica radicalmente el dominio del Estado, puesto que el individuo cristiano, ya no pertenecerá sólo a él.
El Estado antiguo, según la imagen que de él se hacen algunos escritores fascistas del siglo XX, e' poliédrico. En ese Estado de varias dimensiones, el individuo se encuentra encerrado por todas partes. E Cristianismo rompe uno de sus lados y lo abre por el costado del cielo. En adelante, como ocurría con la Ciudad antigua, el hombre ya no puede estar encerrado en ella! necesariamente se sale de ella hacia lo trascendente.
Pero, al mismo tiempo que el Cristianismo introduce la idea de un Estado que no podrá bastarse a s mismo, ni bastar al individuo (concepción en la que se detendrá el individualismo moderno), crea otra sociedad legitima, sin duda, desde su punto de vista, pero exigente. La comunidad religiosa forma, en relación al Estado un todo autónomo y homogéneo; más homogéneo incluso que el Estado, porque es, en espíritu y verdad, un organismo vivo, del que San Pablo, retomando una idea esbozada por liatón, pero sublimándola, ha constituido la doctrina del Cuerpo Místico.
Así, de una parte, el individuo se encuentra liberado espiritualmente del estado, pero por otro lado, se ve en el plano religioso, integrado en otra sociedad invisible y visible, a la vez. Será atraído simultáneamente por do; T organizaciones, no digamos opuestas, sino distintas: una política y otra religiosa.
No es de extrañar, entonces, que en lo sucesivo y casi por un milenio, la cuestión que plantea esta dualidad y las tensiones que origina, se convierta en un problema capital
El agustinismo político
En "La ciudad de Dios", reiterando lo dicho, San Agustín describe que necesariamente existen en dos ciudades: la del Bien y la del Mal; que ambas están constantemente en ludia, que la vida presente es un combate diario y que la paz perpetua no puede darse sino en la vida futura. Y explica así sus orígenes:
"Dos amores han construido dos ciudades; el amor hacia si mismo, llevado hasta el desprecio de Dios: la Ciudad terrenal; y el amor de Dios, llevado hasta el desprecio de si mismo: la Ciudad de Dios. Una se glorifica en si, la otra en el Señor. Un pide su gloria a los hombres, la otra deposita su gloria mas querida en Dios, testigo de su conciencia. Una con el orgullo de su gloria, avanza con la cabeza erguida; la otra dice a su Dios; "Vos sois su gloria y sois yergue mi cabeza". Aquella en sus jefes y en sus victorias sobre las otras naciones, a quienes cometen, se deja dominar por su pasión de mando. Esta nos muestra ciudadanos unidos en la caridad, servidores mutuos uno de otros, gobernantes tutelares. Súbditos obedientes" (Libro XIV, Cáp.23).
Esto texto prueba lo que ya se dijo: /p debe confundirse la Ciudad humana con el Estado, ni la Ciudad de Dios con la Iglesia Esta, última es la comunidad cristiana, que implica también una organización temporal de estado, conforme a las leyes del Evangelio.
Por otra parte, a todo lo largo de sus escritos, San Agustín demuestra plena confianza en el emperador cristiano. Se guarda cuidadosamente de no identificar al Estado con la Iglesia. Discierne con claridad el carácter legitimo de las instituciones políticas. Proclama el papel que Dios ha querido atribuirles, para mantener el orden y afirma la necesidad de someterse a él para obedecer los designios providenciales, incluso cuando los reyes con. Emperadores sean apóstatas o paganos.
Sin embargo, la concepción ministerial21 del poder temporal trae, como consecuencia de la cristianización del .Imperio, la calificación del bien y del mal como virtud o como pecado. El ministerio religioso del que estar investidos los reyes y emperadores cristianos, los hace caer bajo la obediencia de los Pastores de la Iglesia. La distinción sigue siendo, con todo, poco clara.
Sesenta años después de la muerte de San Agustín, el Papa Gelacio, en su celebre Decretal22 distingue tan claramente como San Agustín, las dos jurisdicciones: la temporal y la espiritual, con estas palabras:
"El origen de la separación de los poderes temporales y espirituales, deben buscarse en el ordenen mismo establecido por el divino Fundador de la iglesia. Pensando en la debilidad humana, tuvo buen cuidado de que las dos potencia estuvieran separadas y que cada una permaneciese en el dominio particular que le fue atribuido".
"Por su parte, los sacerdote deben atenerse a aquello que los príncipes establecieron, pura que lodo lo que se relaciona con los acontecimiento temporales, de tal forma que el soldado de Cristo no se inmiscuya en las cosas de este mundo y que el soberano no se inmiscuya en las cuestiones religiosas".
Divididos así los poderes, deben estar atentos a que ni uno ni otro, puedan atribuirse una fuerza prepotente y a que cada uno se mantenga fiel a la misión que le ha sido atribuida.
Lógicamente, descartando toda ambigüedad y rechazando toda confusión, esta doctrina es la que debería llevar el nombre de Agustinismo político. Sin embargo, es a la corriente confusionista de la Edad Media, a la que actualmente se le ha reservado este apelativo, de modo que es preciso tener bien presente estos conceptos. Esta corriente confusionista intelectual, procedente de la revolución cristiana, pero que exagera algunas de sus tendencias, deroga la distinción entre el derecho natural y la justicia sobrenatural, entre lo temporal y lo espiritual entre lo político y lo religioso, entre la Iglesia y el Estado. Todo se encuentra absorbido por el ideal de una única comunidad cristiana, la "república cristiana" medieval, situada bajo el condominio de dos autoridades soberanas, espirituales y temporales, los Papas y los Emperadores.
Los comienzos de esta desviación se remontan, al parecer, al Papa Gregorio VH (1073"1085) llamado el Magno, gran reformador de la Iglesia. En su actitud, considerada como primera manifestación de este desvianismo, hay una especie de un desdoblamiento de actitudes: Por una, el respeto debido a los poderes establecidos al emperador se mantiene. Gregorio multiplica los testimonios de respeto a Mauricio poderoso emperador romano de Oriente; pero, por otra parte, ya la influencia de poder sacerdotal se afirma en los reinos bárbaros, débilmente institucionalizados. Así, por ejemplo, escribe este Gregorio Magno a Childerberto
"Ser rey no tiene nada en si nada de maravilloso, puesto que otros tambien lo son. Lo que importa es ser un rey catolico"
la funcion religiosa del soberano se convertirá asi, tanto para el Papa como para los teologos, en la razon de ser de la realeza. De ellos se desprenderá logicamente una sujeccion directa a la autoridad religiosa. Y esta actitud llene su explicación: Mientras existió un" Estado' romano fuertemente establecido, había peligros de choques entre ambos poderes, sólo si es que el poder espiritual osaba sobreponerse al temporal. Pero, no había confusión de roles.
"Todo cambió; cuando se desmembro y desapareció el Imperio. Electivamente, con la instalación de los bárbaros, no solamente se desvaneció el Estado único y poderoso, sino que también cayó la misma noción de Estado.
En los pueblos bárbaros no existía ninguna noción comparable a lo que había sido para un griego su ciudad o para un romano el Imperio. La Iglesia, que se institucionalizaba con todo el vigor y con toda la disciplina que lo prestaba el régimen romano, encontraba un campo más que favorable para afirmar su supremacía, un amplio espacio político, pues la autoridad terrena del emperador ha dejado de ocuparlo, porque ya no existía.
Al mismo tiempo que, de hecho, desaparecía la estructura terrena de la autoridad, la noción de Estado como sociedad independiente, fundada en el derecho natural, se esfumaba en las confusiones de lo espiritual y de lo temporal.
El poder político, en la medida en que conservaba alguna consistencia, extraía su fuerza de su -ahora carácter religioso. Aparecía como "creado para alcanzar el fin que, en otro plan, reclamaba la Iglesia". No se trataba ya de una autoridad independiente y soberana (la del Estado), de una magistratura que se imponía a todos lo que ella es, tanto a los cristianos, como a los otros, para el bien temporal. Tal institución -dentro de su autonomía – había dejado de existir, para transformarse en órgano casi eclesiástico.
Autor:
Gabriel
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