Experiencias en psicología hospitalaria (página 2)
Enviado por Ing.Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
3.1 La situación de hospitalización y sus consecuencias en el paciente ante diferentes servicios y procederes médicos.
Cuando nos referimos a la situación de hospitalización estamos considerando desde la situación de cambio que representa para cualquier individuo ingresar o asistir sistemáticamente a un hospital hasta las implicaciones que se han descrito en la literatura sobre los llamados "peligros de la hospitalización".
En 1981 Stel y sus colaboradores publicaron un estudio que demostraba que 36% de los pacientes de hospitales universitarios sufrieron eventos iatrogénicos y 25% fueron serios o pusieron en peligro la vida (Stel, Gertman, Crescenzi et al, 1981). Casi diez años después aparece la publicación de Brenan (Brennan, Leape,Laird, 1991) en que se muestra el resultado del estudio de la Universidad de Harvard sobre la práctica médica, que demostró que 4% de los pacientes hospitalizados en el estado de Nueva York sufrieron lesiones que prolongaron su hospitalización y produjeron alguna discapacidad y cerca de 14 fueron fatales.
En un estudio realizado en los estados de Utah y Colorado (Gawande, Thomas, Zinner, Brennan, 1992), en pacientes quirúrgicos y obstétricos, se demostró que 3% sufrió eventos adversos, de los cuales 54% eran prevenibles. Leape en su artículo sobre la naturaleza de los eventos adversos en los pacientes hospitalizados (Leape, Brennan, Laird, 1991) afirma que el tipo más común es el relacionado con medicamentos (19%), seguido por la infección de las heridas (14%) y complicaciones técnicas (13%). Los eventos adversos durante la cirugía fueron causados por negligencia en 17% de los casos y en 37% en los no quirúrgicos.
El estudio retrospectivo sobre mortalidad asociada a errores de medicación, realizado por Phillips y colaboradores en el 2001, revisó los datos del FDA en el período 1993-1998, encontrando 5366 informes, de los cuales 68.2% produjeron efectos serios en los pacientes y 9.8% ocasionaron la muerte. De los 469 errores fatales 48.6% ocurrieron en mayores de 60 años. Los errores más frecuentes relacionados con muertes fueron: dosis inapropiada (40.9%), droga equivocada (16%) ruta de administración inadecuada (9.5%). Las causas más frecuentes de error fueron: déficit de conocimiento (44%) y errores de comunicación (15.8%) (Phillips, Beam, Brinker, Holquist, Honig, Lee, Pamer C, .2001)
La gravedad de la situación es muy grande. En efecto el Institute of Medicine, equivalente a la Academia Nacional de Medicina, estima que anualmente se producen entre 44.000 y 98.000 muertos por causa de errores médicos, cifra que exceden al número de muertes por accidentes de tráfico, y a las que ocurren por cáncer de seno o SIDA anualmente en Estados Unidos (Phillips, Beam, Brinker, Holquist, Honig, Lee, Pamer, .2001). Además hay que tener en cuenta que es muy probable que un gran número de eventos no se informe por temor a demandas o a otras consecuencias legales y que por lo tanto todas las cifras que se han mencionado pueden estar subestimando la situación real.
¿Qué se puede hacer para luchar contra un problema tan grave? Lo primero es tener conciencia de que existe y que, aceptémoslo o no, está presente en todos los hospitales. Lo segundo, es establecer estrategias para controlarlo, que deben incluir la información oportuna, las comunicaciones claras, los protocolos y guías de manejo, las normas para formulación y administración de medicamentos, sistemas de computador que alerten al médico sobre posibilidades de reacciones cruzadas y dosis o vías de administración inadecuadas. Finalmente, tal vez lo más importante, es involucrar a todo el personal en una estrategia para controlar los errores que pueden afectar la seguridad del paciente.
El análisis de los cambios y riesgos que implican la situación de hospitalización para el psicólogo que se inserta en el contexto hospitalario incluye dos aspectos fundamentales:
a Observación de las situaciones que se dan en la institución hospitalaria que pueden favorecer o entorpecer una mejor adaptación del paciente hospitalizado.
b Conocimiento de las reacciones psicológicas más frecuentes y necesidades del paciente hospitalizado para su cuidado y prevención.
a Observación de las situaciones que se dan en la institución hospitalaria que pueden favorecer o entorpecer una mejor adaptación del paciente hospitalizado.
La hospitalización implica para el paciente:
Una ruptura temporal de su medio habitual de vida (casa, trabajo, familia) y en ocasiones un aislamiento.
Una pérdida de su espacio privado y personal tanto físico como corporal: Tiene que compartir su habitación con personas desconocidas, ponerse ropa de institución, desnudarse ante otras personas, ser tocado por enfermeros y médicos.
Someterse a situaciones agresivas, dolorosas, desconocidas: Exámenes a veces cruentos, aparatos altamente tecnificados.
Cambiar hábitos de alimentación y de horarios: "Comer comida de hospital" (baja en sal y grasas, menú prediseñado), acostarse a dormir a las 10 de la noche.
Escuchar a su alrededor un lenguaje médico y técnico diferente que en la mayoría de las ocasiones desconoce, con nuevas informaciones.
Implica adaptarse rápidamente a todos los cambios anteriores en presencia además de un estado de salud desfavorecedor.
La situación de hospitalización pasa a ser determinante de muchas situaciones que pueden ser consideradas invasivas o abusivas en la medida que no se respeten los límites y decisiones de la persona hospitalizada. "La persona deja de ser José o Ana y pasa a ser el 21A o el politraumatizado de la cama 4 " (Sebastiani, 1984). El paciente al ser hospitalizado sufre un proceso de total despersonalización, deja de tener su propio nombre y pasa a ser un número de cama o el ejemplo portador de una patología.
b Conocimiento de las reacciones psicológicas más frecuentes y necesidades del paciente hospitalizado para su cuidado y prevención.
El hombre cuando enferma pasa por una experiencia psicológica, que según Aquilino Polaino (1990) se pudiera resumir en:
Una experiencia de privación (de la salud), por la que se le priva al hombre de ese sentimiento de encontrarse bien- un valor connatural cuando estamos sanos-, que tan familiar le había sido hasta entonces.
Una experiencia de frustración (impedimento e imposición), por la que nuestras libertades y disponibilidades se ven frustradas, bloqueándose la realización del proyecto de vida que teníamos hasta ese momento.
Una experiencia displacentera o álgida (dolorosa), por la que las molestias y/o el dolor se adueñan de nuestro cuerpo y hacen que nuestro espíritu oscile de la ansiedad a la soledad, del aislamiento a la fobia hospitalaria.
La manera en que el hombre reacciona ante la situación de hospitalización y de su enfermedad es única, pues depende de la personalidad del paciente, del médico y de los cuidadores, de la etapa del desarrollo psíquico en que se encuentre el paciente, del género, del tipo de hospital, la situación socioeconómica que tenga, el tipo de enfermedad y las expectativas de curación, el ambiente físico, entre algunas variables más relevantes.
No obstante se han hecho estudios sobre las reacciones psicológicas más generales y frecuentes que aparecen en los pacientes en situaciones de hospitalización. Encontramos en la literatura la presencia de las descripciones clínicas más frecuentes (ansiedad, depresión, ira, miedos, fantasías). Algunos autores como Aquilino Polaino (1990) toman como criterio explicativo los comportamientos adaptativos ante la enfermedad, o sea aquellos que se ajustan a la situación y que serían:
La capitalización de la frustración que resulta de la enfermedad, para la profundización en la significación de la propia existencia.
La asunción del padecimiento que es mucho más que la propia resignación.
Una entrega realista a los límites que la enfermedad le impone y a los procedimientos terapéuticos que aquella conlleva.
Una conducta de ajuste, de adaptación a la enfermedad que se padece, supone la positivización de esta experiencia, obteniéndose el máximo enriquecimiento posible, una vez que se ha puesto el trazo vertical (el del crecimiento personal en su máxima estatura), sobre el signo menos de la enfermedad.
Existirían entonces algunos tipos más frecuentes de comportamientos desadaptados a la enfermedad en las situaciones de hospitalización tales como:
Conductas de oposición: El enfermo rechaza y se opone a la enfermedad, esta es vivida como algo absurdo e incomprensible, lo que la hace más insoportable. Es frecuente en estos casos presencia de reacciones depresivas, ideas suicidas, abuso de sustancias tóxicas.
Conductas de negación: El enfermo niega la existencia de la enfermedad. Sigue haciendo su vida sin renunciar a sus hábitos nocivos, no quiere cumplir el tratamiento médico (no adherencia terapéutica). Frecuente en infartados y ulcerosos.
Conductas de sobreinclusión: El enfermo se entrega tanto a la enfermedad, que queda incluido en ella. Tanto vive para su enfermedad que no vive él, sino su enfermedad en él. Autocuidado excesivo, superexigencia al personal del hospital (puntualidad excesiva en la administración de medicamentos, protesta ante las comidas). Demandante de sus familiares, pérdidas de iniciativas, inhibición. Es frecuente en polioperados, traumatismos craneoencefálicos, enfermos de cáncer.
3.2 El Rol de paciente hospitalizado.
El tipo de rol que asume el paciente durante su hospitalización, es la resultante de sus comportamientos de adaptación/desadaptación ante la situación de hospitalización y de su estilo de afrontamiento desarrollado ante la patología que presenta.
Existe una contradicción entre el rol ideal de paciente designado por el personal de salud y los roles asumidos por los pacientes. El "buen paciente" al que aspira un médico o una enfermera es aquel: tranquilo, que no protesta, que obedece la autoridad médica, cooperativo, no problemático.
El "buen paciente" al que se aspira con la práctica de la medicina contemporánea, y en las instituciones hospitalarias que ofrecen un servicio de calidad (y que por supuesto tanto la organización de los servicios como la preparación del personal de salud estén listos para favorecer los mecanismos necesarios que propicien la asunción de este tipo de rol), es un paciente que implica un reto ético y que se caracteriza en lo fundamental por:
Asumir un rol activo en su proceso salud-enfermedad: Pregunte, esté informado, sepa propiciarse autocuidados, conozca sus síntomas y sepa comunicarlos, conozca su tratamiento médico o pregunte cuando no entienda algo.
Mantener relaciones de cooperación con el personal de salud que lo atiende: Sepa aceptar ayuda cuando es necesario y participar activamente cuando no atenta contra su recuperación.
Mantener relaciones de cooperación con sus cuidadores o familiares: Acepte el apoyo social que se le ofrece, exprese sus emociones y preocupaciones.
3.3 La Prevención de efectos secundarios: relación paciente-familia-equipo de salud.
Además de las reacciones psicológicas de los pacientes, debemos tener en cuenta las reacciones de la familia del enfermo hospitalizado y su atención. La familia funciona como un sistema, que ante la privación de uno de sus componentes, entra en un estado de desequilibrio pues pierde uno de sus puntos de sustentación. Por lo tanto ante la amenaza de la integridad del sistema, la familia se moviliza y presenta los comportamientos más disímiles ante el paciente y el personal de salud de la institución hospitalaria. Claudia Tavares y Ricardo W. Sebastiani (1996), plantean que se pueden describir tres tipos más frecuentes de reacciones familiares:
El sistema familiar se moviliza con la intención de rescatar su estado anterior: La familia lucha por buscar la recuperación del paciente, juega un rol activo, coopera. Pasa por diversos estados emocionales: miedo, ansiedad, angustia, aparecen mecanismos de defensa. El psicólogo puede auxiliar para ir atenuando la crisis e ir buscando mejores respuestas adaptativas.
El sistema familiar se paraliza frente al impacto de la crisis: Reacción semejante a un estado de shock. Predominan sentimientos de desamparo, desesperanza, miedo, ansiedad. Este tipo de reacción es muy negativa para el paciente, el cual puede inclusive llegar a solicitar su alta a voluntad para salir a cuidar de los suyos. Puede solicitarle al equipo de salud que no le de toda la información a la familia. Puede generar este sistema sentimientos de hostilidad o sobreprotección del personal de salud hacia la familia, los cuales son negativos para la evolución del paciente. El trabajo del psicólogo en estos casos es fundamental en la orientación de un proceso de enfrentamiento adecuado de la familia a la situación por la que se atraviesa.
El sistema familiar identifica los beneficios de la crisis y se moviliza para mantenerla: La enfermedad y la hospitalización pueden ser un fenómeno generador de la condición de emergente patológico familiar, por una parte dando a la familia un "real" emergente patológico, o en otros casos posibilitando que aquel que era un emergente le pase ahora la función al paciente. En ambas situaciones existe el riesgo de que se instalen comportamientos de cronificación de la dolencia. La "conspiración del sistema familiar" puede agravar la patología. El psicólogo debe trabajar con el mecanismo de ganancia secundaria instalado en la familia.
Las buenas relaciones equipo de salud-paciente-familia, trae beneficios para todas las partes. Por una parte un mejor flujo de trabajo del equipo ayuda a una participación activa y positiva del paciente y su familia. Por otra parte la sensación de seguridad, confianza, la información continua del proceso hacen que el paciente y la familia vayan mejorando y adoptando mecanismos de enfrentamiento más adecuados y saludables.
Lograr esos resultados implica un proceso de formación y preparación continua del equipo de salud, una integración del mismo como grupo, un desarrollo de los valores éticos, una dedicación a la relación, a la humanización de su práctica.
El psicólogo hospitalario puede jugar un papel activo en cada uno de los diferentes indicadores que hemos ido señalando. Su papel fundamental de observador y de formador del equipo de salud, es una de las tareas esenciales que puede acometer para prevenir en la institución hospitalaria la ocurrencia de efectos secundarios que afecten al paciente y a sus familiares.
4 EL PSICÓLOGO COMO DIMENSIÓN DE REFERENCIA PARA EL DESARROLLO DEL TRABAJO DE LA PSICOLOGÍA HOSPITALARIA.
"Curiosa y extraña es la profesión
que hemos elegido,
curiosos y extraños también
debemos ser nosotros
los llamados terapeutas."
4.1 Principios generales para las prácticas de intervención en las diferentes dimensiones de trabajo presentadas. Competencias fundamentales y necesarias a desarrollar por el psicólogo para el abordaje de su trabajo en el ámbito hospitalario.
Al abordar esta dimensión, hay un primer principio del cual tienen que tomar conciencia, todos los participantes y responsables en el proceso de formación de los psicólogos que inician su vida profesional en el campo de la Psicología Hospitalaria: es un proceso de formación de competencias que debe ser dirigido intencionalmente y supervisado.
El desarrollo de estrategias para entrenar y evaluar competencias se ha convertido en una necesidad en el área de la formación reglada, la formación continua y la formación ocupacional, que tiene sus principales causas en razones deontológicas, profesionales, científicas y económicas. (Gutiérrez, 2005)
En el ámbito de la Psicología, aunque en las primeras conferencias dónde se establecieron los fundamentos de la Psicología profesional (p.ej., Conferencias de Boulder, 1949, de Greyston, 1964, y de Vail, 1973) se anunciaba la importancia de este concepto, no es hasta hace escasamente dos décadas que la noción de competencia empieza a ocupar un papel destacado en la educación, entrenamiento y acreditación de sus programas (Sumerall, López & Oehlert, 2000).
La competencia profesional pudiera definirse como "el uso habitual y juicioso de comunicación, conocimiento, habilidades técnicas, razonamiento clínico, emociones, valores, y reflexión en la práctica cotidiana para el beneficio del individuo y la comunidad a los que se está ofreciendo un servicio" (Epstein & Hundert, 2002). En el mismo se distinguen una función cognitiva (adquirir y usar conocimientos) una función técnica (habilidades), una función integradora (integración de conocimiento básico y aplicado), una función relacional (comunicación efectiva) y una función afectivo moral (profundo respeto ante el sufrimiento del paciente).
Este concepto planteado supone evolución y le da importancia al contexto en que el psicólogo desarrolla su profesión. Epstein y Hundert (2002) plantean que "la competencia implica una relación entre una habilidad (en la persona), una tarea (en el mundo) y la ecología de los sistemas de salud y los contextos clínicos en los que aquellas tareas ocurren".
La identificación, entrenamiento y evaluación de las competencias que definen la actuación profesional del psicólogo se han ido perfilando a partir de conferencias, grupos de trabajo, proyectos organizacionales y comisiones, realizados inicialmente en Estados Unidos, pero que, en breve, se extendieron a otros países como Canadá, Australia, Países Bajos, España, Reino Unido, etc.
Los Comités de Acreditación en Estados Unidos y Canadá adoptan como base modelos centrados en el concepto de competencia desde la década de los noventa. Asimismo, en la Asociación Americana de Psicología (APA) existe actualmente una sección separada que se ocupa específicamente de las competencias profesionales del psicólogo y que establece que la práctica del psicólogo está permitida dentro de "los límites de sus competencias, basadas en su educación, entrenamiento, experiencia supervisada, consultoría, estudio o experiencia profesional" (APA, 2002)
Una de las actuaciones que ha generado mayor acuerdo acerca de los dominios y niveles de competencia a desarrollar por el psicólogo profesional ha sido la Conferencia sobre Competencias: Direcciones Futuras en Educación y Acreditación en Psicología Profesional celebrada en Arizona, en Noviembre de 2002.
Ante las discrepancias existentes en la literatura especializada acerca de las competencias que debería desarrollar un psicólogo en su actuación profesional, se realizó una encuesta para identificar las competencias centrales acerca de las que existía un mayor consenso entre profesionales (N = 364) de distintos ámbitos públicos y privados (psicólogos clínicos, psicólogos educativos, psicólogos organizacionales, etc.).
Las competencias identificadas en este estudio fueron:
Asuntos éticos y legales
Diversidad cultural e individual
Bases científicas de la Psicología e investigación
Evaluación psicológica
Intervención
Consultoría y colaboración interprofesional.
Supervisión.
Desarrollo profesional.
No he tenido acceso a estudios de formación de competencias dirigidos específicamente al área de la Psicología Hospitalaria, y en particular a las condiciones específicas de nuestra realidad latinoamericana, por eso, estos estudios referidos pueden servirnos como un antecedente, que debemos complementar con toda la experiencia acumulada por muchos grupos de psicólogos que durante muchos años, han laborado y reflexionado sobre su labor en los hospitales.
En el intento de buscar algunos organizadores iniciales que permitan la conformación general de programas de formación dirigidos a profesionales de la Psicología que trabajan en instituciones hospitalarias, debemos irnos deteniendo en un conjunto de principios de trabajo que se han ido refiriendo por diversos autores.
"El psicólogo percibe en el contexto hospitalario que las enseñanzas y lecturas teóricas de su práctica académica no serán, por mayores que sean las horas de estudio y reflexión teórica sobre la temática, suficientes para encauzar su actuación. El aprende que tendrá que aprender, aprendiendo con sus pacientes, con su dolor, angustia y realidad. El paciente, de modo peculiar, enseña al psicólogo sobre la enfermedad y sobre cómo lidiar con su sufrimiento."(Angerami y cols., pág.23, 1999). Esta afirmación que resume lo que pudiéramos llamar el mundo vivencial de aprendizaje del psicólogo hospitalario, es un punto de partida que debemos conocer para decidir si trabajar o no en una institución hospitalaria: el compromiso asumido con la tarea está siempre atravesado por una fuerte y sistemática confrontación emocional con el dolor y el sufrimiento humano. Debemos conocer este principio de trabajo y prestar una especial atención a la prevención y el cuidado de nuestra salud mental como profesionales altamente expuestos a agotarnos emocionalmente.
Otro principio esencial de trabajo pudiera resumirse en la siguiente idea: "Así, un psicólogo que actúa subordinado a un servicio de salud mental en un hospital general, realizando y complementando diagnósticos psicológicos o psiquiátricos, realizando consultas, no es un psicólogo hospitalario, no ejerce una práctica de integración entre la psicología y la medicina, no tiene una presencia constante en los servicios médicos, no abarca la triada paciente-familia-equipo de salud." (Chiattone, pág. 101, 2000).
Los niveles de integración de las tareas asumidas en las instituciones hospitalarias y el desarrollo histórico que la Psicología de la Salud ha alcanzado, exige la necesidad de la existencia de un profesional de la Psicología, que debe poseer al menos como condición esencial formativa, una mirada de Tercera Dimensión. Esta mirada tridimensional está compuesta por:
Una visión clínica.
Una visión social.
Una visión institucional.
Esta mirada tridimensional apropiada en el contexto de una serie de premisas metodológicas de trabajo y de un instrumental técnico integrado, es lo que le permite al psicólogo hospitalario diseñar sus tres tareas básicas: la prevención, el diagnóstico psicológico y la intervención psicológica (Zas, 2002-2). De una forma más integrada pudiéramos plantear que la mirada tridimensional que debe operacionalizarse en las tres tareas básicas del psicólogo hospitalario debe ser aplicada a los tres grupos fundamentales objetos de sus acciones en el hospital y que son: el paciente, la familia y los equipos de trabajo institucionales o equipos de salud. Estos vínculos básicos que sirven de ordenadores al trabajo del psicólogo hospitalario pudiéramos denominarlos como las Triadas de la integración para la intervención en las diferentes dimensiones de trabajo de la Psicología Hospitalaria. (Fig.3)
Fig. 3 Triadas de la integración para la intervención en las diferentes dimensiones de trabajo de la Psicología Hospitalaria (Zas).
Un programa de formación de competencias para psicólogos hospitalarios puede desarrollarse partiendo de este esquema de trabajo. Debe además tener en cuenta algunos planteamientos que de manera magistral resume Heloisa Benevides (Chiattone, 2000):
El psicólogo para insertarse en el área hospitalaria, debe realizar adaptaciones teórico-prácticas, que pueden inducir al profesional a correr el riesgo por ser minoría, de amoldarse al modelo médico general. Esto ocurre porque la institución hospitalaria es un espacio institucional resistente, el psicólogo en el hospital no era un elemento previsto. Por tanto es el psicólogo el encargado de ir desarrollando la cultura psicológica en cada servicio en el cual se encuentre trabajando.
El local de trabajo del psicólogo hospitalario también es considerablemente específico y diferente a los patrones anteriormente aprendidos en psicología. El hospital lleva al profesional a realizar su trabajo en un centro quirúrgico, al lado de la cama del paciente, con una enfermera cerca y conjuntamente con procedimientos terapéuticos y rutinas del hospital, en una sala de terapia intensiva, durante una diálisis. El psicólogo que ejerce sus funciones en el hospital debe estar donde están los acontecimientos. Importantes aprendizajes pueden hacerse en estos nuevos espacios que favorezcan más la calidad del trabajo profesional.
En el hospital, el psicólogo seguirá el tiempo del paciente en el ejercicio de conocer sus necesidades psicológicas aliadas a la situación de enfermedad y hospitalización. La presión de tiempo en el hospital definen abordajes, métodos y estilos de intervención con pacientes, familiares y equipo de salud.
Otra especificidad de la tarea del psicólogo en el hospital es la referida a las situaciones de indicación vs. opción de tratamiento psicológico. No es el paciente el que va en busca de ayuda psicoterapéutica: o lo remite el médico o el propio psicólogo en sus acciones cotidianas en los servicios interviene para prevenir.
Con independencia del modelo conceptual que se adopte, el psicólogo debe:
Conocer la literatura científica disponible sobre los modelos teóricos y las estrategias de intervención más eficaces en la prevención y tratamiento de un problema específico o de un ámbito específico institucional hospitalario.
Desarrollar habilidades de comunicación en general y tener entrenamiento particular en comunicación en situaciones especiales.
Tener en consideración el contexto socio-cultural en el que se desarrolla la intervención con relación a cualquiera de los ejes de trabajo.
Conocer los principios y códigos éticos que regulan la práctica profesional propia y la del resto de las disciplinas con las cuales se interactúa. Debe especializarse en los conocimientos sobre bioética.
Aprender a evaluar críticamente su actuación a lo largo del proceso terapéutico y los resultados de la misma.
Saber planificar la intervención ante la demanda recibida, realizando una evaluación, una formulación de la situación y una selección de las estrategias que mejor se ajusten al problema y al resto de las características de la tarea.
La aplicación de una intervención requiere del psicólogo: que implemente un plan de acción con objetivos definidos, con tiempos muy limitados, que maneje situaciones médicas especiales, que sepa valorar el momento en que la intervención debe finalizar, que sepa colaborar con otros posibles servicios y especialidades que complementen la intervención aplicada y que prevenga que sus problemas personales no interfieran con las tareas que le exige su práctica profesional.
Realizar supervisión.
El psicólogo debe aprender a evaluar los resultados de sus intervenciones de modo que pueda hacer los cambios necesarios durante el curso de las mismas, así como conocer sus propias actitudes, prejuicios, limitaciones de conocimientos o habilidades, etc., derivando, en su caso, a otros profesionales a aquellos pacientes a los que no pueda ofrecer un servicio.
Al ocurrir la intervención psicológica en un contexto organizacional es necesario desarrollar habilidades de gestión y negociación.
Sirvan entonces estas dimensiones de trabajo presentadas en este primer capítulo, como una guía y un resumen organizado que ayude a los formadores de recursos humanos en Psicología de la Salud y a los propios psicólogos hospitalarios que inician esta noble labor.
Tantos años de trabajo en el hospital me enseñaron a dar más que a recibir, me enseñaron que una sonrisa de agradecimiento de un paciente, de un colega, de un médico son nuestra mejor retribución y feedback de que estamos trabajando bien y con mucho amor. Hacer Psicología en las instituciones hospitalarias nos hace ser mejores seres humanos y mejores profesionales.
SEGUNDA PARTE
Con la intención de brindar algunos ejemplos de un conjunto de reflexiones, inquietudes y experiencias surgidas y vividas en el trabajo que un psicólogo puede emprender en una institución hospitalaria, realicé una selección de algunas ponencias presentadas en diferentes eventos, y de algunos artículos ya publicados e investigaciones, que fueron elaboradas por mi durante los años en que laboré en un hospital clínico quirúrgico.
Los principios teóricos y metodológicos que aparecen en estas páginas, fueron evolucionando e integrándose, sirviendo como referencia para el desarrollo de investigaciones y de un modo de accionar específico en la praxis. Del mismo modo, el punto de partida de todos estos trabajos, se ubica en la emergencia pragmática que se produce en el cotidiano de una institución hospitalaria.
Invito con ello a todos los profesionales de la Psicología que trabajan hoy en el apasionante mundo de los hospitales, a que viertan sus experiencias y sus sistematizaciones a través de la palabra escrita, para que nuestros continuadores aprendan también de nuestros éxitos y de nuestros errores. Les aseguro que saldrían muchos libros de Psicología Hospitalaria, muchas otras primeras lecciones. Les aseguro también, que aunque no tengan tanto éxito de público como los famosos seriales televisivos de ER, Anatomía de Grey y El Dr. House, si serán muy bien acogidas y necesarias para todos aquellos que dan sus primeros pasos en los pasillos, a veces interminables de un hospital.
LA PSICOLOGÍA EN LAS INSTITUCIONES Y LA PSICOLOGÍA DE LAS INSTITUCIONES.[1]
Permítanme iniciar esta ponencia narrándoles una anécdota personal. En 1985 cuando me gradué de psicóloga, especializada en psicología clínica (pues en aquel momento se hacía una especialidad en los dos últimos años de la carrera) fui ubicada en una fábrica .Yo realmente no entendía nada, había rechazado abiertamente la Psicología laboral durante toda mi estancia en la facultad. Pero entre protestas y disgustos me presenté en aquel lugar que era una fábrica de medios técnicos de computación. El recibimiento fue desastroso, el propio director me dijo que yo ahí no tenía contenido de trabajo, me ubicó sentada al lado de su secretaria y a veces me daba los buenos días. De más está decirles que yo me sentía altamente frustrada, más porque soñaba ser una psicóloga clínica. Me ponía algo contenta cuando algún obrero me consultaba en busca de orientación personal, pero eran muchos más los que me preguntaban qué yo hacía allí. Entonces decidí acudir a la ayuda de aquella rechazada Psicología Laboral, y comencé a realizar análisis de liderazgo, organización del trabajo, exigencias del puesto de trabajo y la gran cantidad de problemas institucionales que empezaron a emerger fueron asombrosos, y el problema que me busqué también fue asombroso. Entonces hice un informe de todo lo observado y hablé con aquel señor director, quien me escuchó todo el tiempo, y al final me dijo que esas cosas no podían cambiar, y que todo era muy interesante, con la misma llamó a mi compañera de buró -su secretaria- y le dijo: "Martica archívame este informe". He de aclararles además, y creo que es evidente, que aquel centro tenía serios problemas de dirección. Esto fue suficiente para decidir que yo no tenía nada que ver con aquel campo de la psicología, y que lo mío era la clínica. Me fui de aquel lugar y para mi dicha comencé a trabajar en este hospital, atendiendo además pacientes de Psiquiatría, hasta que un día me designaron como jefa de servicio y mi enfoque de trabajo tuvo que hacerse necesariamente mucho más abierto, más centrado en lo grupal, en lo organizacional, en lo institucional, y me dije: "Parece que nuevamente voy a buscarme problemas, sólo que en esta ocasión los años de experiencia me ayudarán a saber enfrentar esos problemas que me busque, sin huir". Por eso les digo de antemano que esta ponencia no es apta para menores.
No casualmente me vino a la mente este ejemplo, aquello era una fábrica, esto es un hospital. Aparentemente no tienen nada en común pero ambas son instituciones. Así que dejemos por el momento este pasaje de mi vida y veremos cuán útil va a sernos esta experiencia personal para analizar muchas cosas vinculadas con el tema que nos ocupa en este día. Quedémonos por el momento con una pregunta en nuestras mentes ¿No podríamos hacer en una institución de salud lo mismo que haríamos al llegar a una fábrica? Claro en una institución de salud el psicólogo tiene mucho que hacer, tiene múltiples tareas que desarrollar que nunca debe dejar de desarrollar y que tiene que ejecutar ¿pero no podría además realizar también tareas institucionales? Antes que me lo digan les voy a comentar algo: por supuesto que además de tener que asumir que nos vamos a buscar problemas (porque no los vamos a buscar) también tenemos que asumir que vamos a buscarnos más trabajo, pero en un sentido muy positivo pues también estamos abriendo nuevos espacios de trabajo para la Psicología en el campo de la salud.
En el Programa de desarrollo de la Psicología de la salud, elaborado por el Grupo Nacional de Psicología, se plantea entre las líneas de desarrollo de la especialidad:"…nuevas perspectivas de trabajo en torno al problema calidad de los servicios de salud, de acuerdo con la potencialidad de los métodos y técnicas sociopsicológicas para la evaluación delos componentes subjetivos, la exploración sistemática de la satisfacción de la población con los servicios de salud y la contribución al desarrollo de formas de organización institucional, sistema de comunicación con los usuarios y métodos incentivadores de la participación popular en las tareas de la salud pública".( Programa de desarrollo 2000 Psicología de la Salud, pág. 50)
Todas estas nuevas demandas ya se nos están haciendo en aquellas instituciones de salud, donde los psicólogos han ido desarrollando múltiples campos de trabajo ¿Estamos en condiciones reales de asumirlas?
En la experiencia que hemos tenido en el Servicio de Psicología de nuestro hospital, nuestra primera respuesta fue definir desde 1994 una línea de investigación que denominamos: "Factores Psicológicos que inciden en la calidad de los servicios de salud". Se comenzaron a implementar varias acciones: organización del propio servicio de psicología, la participación en los grupos multidisciplinarios no sólo prestando asistencia e investigando, sino interviniendo en la propia organización y funcionamiento de esos grupos, el acercamiento a los estudios de satisfacción de la población .Cada nueva acción generaba nuevos cuestionamientos, por eso decidimos detenernos y traer algunas de esas interrogantes para debatirlas junto a Uds. en esta jornada. ¿Ante qué problema real estamos cuando nos planteamos esta línea de investigación?
Estamos ante un problema de investigación que contiene dos aspectos esenciales de obligatorio abordaje para darle una real respuesta a los objetivos planteados, estamos ante dos temas de amplio debate actual en los campos de la salud y la Psicología y que son: el tema de la CALIDAD en la atención de la salud y el tema de LAS INSTITUCIONES.
¿En qué punto estaría la relación entre ambas temáticas que pudiera ser objeto de investigación para la Psicología de la Salud en nuestro país? Comencemos por el interesante tema de calidad de la atención.
¿Qué entendemos por calidad? Calidad implica hacer, implica mejorar el hacer, implica medir ese mejor hacer. No hay nadie que sepa mejor cómo mejorar las cosas que el que está implicado en ellas, éste implicado presta un tipo de servicio y un tipo de atención; esta atención la brindan un grupo de sujetos a otro grupo de sujetos, esta atención se brinda en los marcos de una institución. Querer instituciones de salud que brinden servicios de calidad, no es sólo tratar de tener excelentes equipamientos o la última tecnología médica. Escuché en una excelente conferencia dictada por el profesor Octavi Quintana (1995) que "la tecnología más importante que da calidad de salud es una silla, para sentarse y escuchar". Pero para que ese personal se siente a escuchar y brinde servicios de calidad, tiene que tener capacidad, tienen que ser sujetos y grupos con una sólida formación profesional y ética, con una determinada actitud ante la labor que realizan, con una determinada motivación, estimulación y satisfacción laboral, tienen que saber que van a ser escuchados por su institución cuando lo necesiten, tienen que ser por lo tanto sujetos y grupos saludables que le proporcionen conductas saludables a su institución para que esta sea realmente una institución saludable, una consecuente INSTITUCION DE SALUD. Querer instituciones de salud que brinden servicios de calidad implica también prevenir la propia salud de la institución.
Una institución saludable es aquella, cuyo funcionamiento brinda todas las posibilidades para que el hombre y los grupos humanos que en ella existen, sean sanos, sean plenos, y puedan desarrollar al máximo sus capacidades. Una institución saludable enseña a resolver los problemas que se presentan y aprende a resolver los propios por lo que le aportan sus miembros, brindando la posibilidad de un fluir emocional positivo de los mismos en la implementación de la organización de su trabajo y garantizando una comunicación adecuada entre los diferentes niveles de dirección-subordinación.
Estaríamos entonces relacionando calidad con prevención de salud institucional. La prevención de la salud institucional es una tarea que requiere del concurso de varias disciplinas científicas, entre las cuales nuestra disciplina ocupa un importante lugar. Este lugar viene dado en primera instancia por la propia implicación de la subjetividad humana (motivaciones, conocimientos, actitudes, valoraciones) y sus expresiones conductuales que favorecen o entorpecen la realización de acciones profesionales de calidad de individuos aislados, de grupos de profesionales y de la institución en general. También ocupa un lugar porque la Psicología de la Salud tiene entre sus funciones y definiciones la de prevenir, y en este caso tendría que definir ¿qué prevenir? y ¿cómo prevenir una vida cotidiana institucional saludable? Y por último el tema instituciones es también un ámbito particular de actuación y otro nivel de tarea que el psicólogo de la salud tiene que emprender.
Investigar en los temas de calidad e instituciones de salud se impone como una necesidad de nuestras prácticas, necesidad que debe ser reconocida para poderla organizar desde nuestras concepciones teórico-metodológicas .Si logramos vincular tres ejes centrales CALIDAD-PREVENCION-INSTITUCION DE Salud, en el cuestionamiento de los vínculos existentes podríamos hallar la definición de tareas propias de nuestra especialidad
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