- Antecedentes
- Mitos acerca del legislador
- Realidades acerca del legislador
- Vicios del legislador
- Carencias del legislador
- Cualidades del legislador El legislador es, bajo todos conceptos,un hombre extraordinario en el Estado.
Si esto debe serlo por su genio,no lo es menos por su cargo,
que no es de magistratura ni de soberanía,porque constituyendo la República,
no entra en su constitución.
JEAN JACQUES ROUSSEAU El contrato social
El presente trabajo comprende una parte de toda una investigación realizada durante muchos años, desde que inicié mi carrera política como Secretario del Ayuntamiento de Ignacio Zaragoza, Municipio de Puebla (en México, para los lectores de otros países) en 1992 (a los 20 años) y que, entre muchos cargos dentro del Partido Revolucionario Institucional, me permitieron ser Asesor de varios legisladores tanto del Estado de Puebla como de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión.
Antes de escribir estas notas, se platicó con miles de gentes, y se puede afirmar que fueron miles, porque se ha he hecho –por lo menos– desde 1992, con los amigos, con los conocidos, con los parientes, con el taxista, con el carnicero, con el chofer del transporte colectivo, con la señora que es ama de casa, con profesores, con pintores, con profesionistas, con todo el mundo.
Así, estas ideas que se tienen acerca del legislador mexicano, no son meras concepciones del sustentante, sino de muchas personas a quienes protege el anonimato y que lo mismo pueden estar inmersas en el mundo de la política que no tener ninguna relación con ella; con personas que lo mismo pueden tener conocimientos en la materia, que ser totalmente ignorantes, aunque no inconscientes de ella.
Algunas nociones existentes sobre el legislador son reales en tanto que hay otras no sólo peregrinas, sino verdaderamente disparatadas. Como sea, se consigna la información recopilada durante más de diez años tanto en al trabajo público como en la investigación académica.
Así, la observación del sujeto de este trabajo, es decir, el legislador mexicano, se realizó de manera directa, si bien es prudente aclarar que no se observó a todos los legisladores de todas las legislaturas en que he trabajado. De igual forma, no he platicado con toda la gente del universo poblacional de México, y ni siquiera se realizó un trabajo de investigación de campo que refleje una tendencia estadísticamente comprobable.
Como ya se explicó, sencillamente este es un trabajo que retrata una creencia o una serie de creencias que ya forman parte de la cultura popular mexicana, tan variada y tan rica a la vez que paradójica, pues si bien existen rasgos sorprendentes, sus contrapartes pueden llegar a ser tan extremas y diametralmente opuestas como sorprendentes.
2. Mitos acerca del legislador
Algunos de los mitos recogidos como de creencia popular sobre los legisladores mexicanos son los siguientes:
- Los legisladores ganan mucho dinero, producto de elevados sueldos, comisiones y negocios oscuros, corruptos y turbios.
- Los legisladores roban dinero del presupuesto del Poder Legislativo, de las partidas destinadas al erario público por parte del Ejecutivo o los Ayuntamientos, o de donde se pueda.
- Los legisladores meten a la nómina a sus amigos, a sus familiares y a muchos prestanombres para obtener más dinero, es decir, para "sacarle jugo al cargo".
- Los legisladores son prepotentes, corruptos, necios, arrogantes, groseros y déspotas.
- Los legisladores gozan de fuero, es decir, son inmunes y, además, tienen impunidad ante cualquier delito o fechoría que cometan. En resumen, un legislador es intocable y ello lo vuelve nefasto.
- Los legisladores son flojos. Nada más van a dormir a las sesiones.
- Los legisladores son flojos. Nada más van a levantar el dedo a las sesiones. Este concepto tan difundido entre la vox pópuli significa que los legisladores no analizan las iniciativas de ley, sino que sólo votan en favor o en contra, según les indique el líder de su partido u organización política o social, el Presidente de la República o el gobernador de su entidad natal –cuando son surgidos de su partido, claro–, o el líder de su fracción parlamentaria.
- A esto se le llama "recibir línea", y cuando se acepta dicha orden o línea, se está cumpliendo con la disciplina partidista. Por tanto, el legislador que hace lo que se le indica, está alineado o disciplinado.
En complemento de lo expresado algunas líneas atrás, es pertinente señalar que "la palabra dedazo está muy arraigada en la cultura política mexicana" y que "quiere decir, en el real politikón nacional, la designación vertical y autoritaria de un candidato para un puesto de elección popular". Ello confirma la definición dada en el párrafo anterior, ya que esta designación es dada verticalmente, es decir, de los niveles de poder más altos hacia los mandos medios, bajos y personal y organismos de menor jerarquía.
Mariano Palacios Alcocer, ex Presidente Nacional del Partido Revolucionario Institucional, acerca del dedazo, que es el término más ligado a las oscuras figuras –ya sean reales o no– del padrinazgo y otras más, justifica su origen, pues menciona que en una estructura militar, como originalmente fue la del Partido Nacional Revolucionario (antecesor del Partido Revolucionario Institucional), donde imperaban las ideas de lealtad y disciplina, "era perfectamente entendible que se tuviera que recurrir a ese ejercicio de análisis, y que la consulta o la consideración interna así como la toma de decisiones se diera con un sentido ampliamente vertical".
Sobre el dedazo se quiere añadir otro concepto más, que es el del padrinazgo, término estrechamente ligado al multicitado dedazo. Estos son sólo dos de los mitos y realidades que, inclusive, podrían motivar un estudio completo aparte e igual de extenso que el de este trabajo. Sin embargo, hasta aquí se agota la discusión para no desviarse de los objetivos generales del presente trabajo de investigación y análisis.
- El legislador fue postulado como candidato al cargo por dedazo, es decir, por designación directa del Presidente de la República o del gobernador de su entidad –cuando, repito, surgen del partido de éste–, del líder de su instituto político u organización social o gremial, de un grupo de notables o de algún otro personaje político sumamente encumbrado.
- Los legisladores se rolan el cargo entre sí y no lo sueltan, es decir, que existe nepotismo, o sea, que se suceden en el cargo con sus familiares, amigos, compañeros de partido y equipo de trabajo, violentando el derecho de otros ciudadanos de llegar al cargo libre y democráticamente.
- Los legisladores, cuando no es por dedazo, llegan por cuotas de poder, es decir, son nominados al cargo por la fuerza electoral que poseen las organizaciones o sectores que representan, y como a todos los partidos les interesa ganar votos, los postulan para que su gente vote por ellos y obtengan más escaños en los Cabildos o Congresos.
- Cuando los legisladores no llegan por dedazo o por cuotas de poder, se compran el puesto. Ello significa que los actores políticos, independientemente de que, tengan o no militancia partidista, le dan dinero a los partidos o a los encargados de las nominaciones, para que los postulen, bien sea bajo el concepto de "cuotas" o, definitivamente, como sobornos.
- Hay legisladores que se perpetúan en el cargo, es decir, van y vienen de una Cámara a otra y de un Congreso a otro sin que nadie pueda hacer nada al respecto.
- Los legisladores, en su mayoría, están impreparados para ejercer el cargo, pues rara vez conocen las funciones que les son propias. Por eso no hacen nada, roban, se vuelven prepotentes y abusan de sus facultades.
- Los legisladores nunca hablan en tribuna, ni defienden al pueblo ni a ninguna postura, y cuando lo hacen, terminan peleando a golpes.
- A los legisladores no les interesa el pueblo, la Constitución ni nada, únicamente su partido y los compromisos adquiridos con él y con los demás gobernantes surgidos de éste.
- Generalmente, los gobernadores y los presidentes municipales son previamente electos legisladores para prepararse rumbo a los cargos primeramente referidos, y después, regresan a los puestos parlamentarios como premio por los favores hechos a sus partidos.
- Generalmente, los miembros prominentes de los partidos llegan a los cargos de elección popular porque los partidos son una especie de negocios personales. Y aquí se da una suerte de nepotismo, al que también se le llama amafiamiento –y que la Real Academia de la Lengua me perdone por usar este término incorrecto pero adecuado para el caso–.
- Generalmente, son nominados y electos legisladores quienes tienen dinero o apellidos poderosos. A esto último la vox pópuli le denomina prosapia (a la fortuna material o económica) o abolengo (a la influencia, tradición o aristocracia familiar), y también acaba en nepotismo o amafiamiento.
- Es mejor ser nominado a un cargo parlamentario por la vía plurinominal que por un la vía uninominal, es decir, por un distrito o un estado. Así, es más fácil ser inscrito en una lista de representación proporcional que hacer campaña para ser electo.
- Generalmente, los legisladores que acceden por la vía plurinominal son personajes destacados y llegan por esa ruta para cumplir con objetivos y propósitos específicos que habrán de servir esencialmente a sus partidos.
- Los legisladores no hacen nada. Para ello tienen grandes equipos de asesores y auxiliares que analizan su trabajo, le dan forma, trámite y seguimiento, y después, les entregan toda la carga de asuntos preparada y lista para ser votada en sesión.
Además, existe toda una infraestructura dentro de los Cabildos y Congresos para hacerle más llevadera su actuación al personaje: Direcciones de Apoyo Parlamentario, de Gestoría y Quejas, de Procedimientos Legislativos y Prácticas Parlamentarias, etc. Con ello se disimula, además, su ignorancia y falta de preparación.
3. Realidades acerca del legislador
Como ya se dijo, algunas de las ideas anteriormente expuestas son ciertas y algunas no. Con base en la observación directa del caso, se ha podido concluir que las realidades de los legisladores son las siguientes:
- Los legisladores reciben sueldos bastante altos. A los sueldos de los legisladores se les denomina dietas, y en efecto, suelen ser bastante decorosas. Ello se debe, fundamentalmente, a tres razones:
- El Poder Legislativo fiscaliza a los dos poderes y esencialmente al Ejecutivo, a quien le autoriza su presupuesto anual de egresos, pero a él no lo fiscaliza nadie y no hay quien le autorice ni revise su respectivo presupuesto de egresos. Ello le permite a los legisladores fijar libremente sus sueldos y demás gastos. Esto puede ser negativo, si se quiere, ya que es una forma de enriquecerse sin que nadie pueda impedirlo, y de paso, eso vuelve dichos cargos sumamente competidos.
- La función que los legisladores desempeñan es, sobre todo en el nivel federal, desgastante, exhaustiva y delicada. Eso hace posible pensar en una remuneración decorosa, aunque es verdad que últimamente cobran dietas bastante altas, en cierto modo, contraviniendo la disposición constitucional que dice que sus servicios deberán ser compensados con medianía.
Además, los legisladores reciben viáticos y la cobertura de sus gastos de traslado y representación tanto en los niveles locales como federal, atendiendo el criterio de que hay algunos que viven en regiones muy alejadas del centro neurálgico del órgano camaral en que trabajan. Respecto a que los legisladores obtienen ingresos por negocios oscuros o por corrupción, esto es algo lejano a sus funciones y compensaciones oficiales y, en el caso de que se hagan las denuncias correspondientes, por supuesto que se les puede castigar. Para ello hay un procedimiento llamado desafuero, mismo que consiste en cesarlos de la función legislativa para castigarles conforme a derecho, así que no son totalmente intocables.
Los legisladores no pueden, sin cometer un delito grave, extraer recursos del presupuesto del Poder Legislativo y, menos aún, de las partidas destinadas al erario público por parte del Ejecutivo, los Ayuntamientos, o de donde se pueda. Conviene recordar que hay división de poderes, así que solo habiendo complicidad entre éstos es como un legislador podría extraer recursos o dejar que otros los extrajeran para darles su posterior tajada. Además, es difícil que un secretario de Estado o un presidente municipal dejen que un legislador meta mano en sus cuentas públicas: no son descuidados como para pagar por otros.
Hay casos en que los Congresos locales y los Cabildos municipales tienen una plantilla de determinado número de plazas para el equipo de trabajo del legislador, entre los que se cuentan algún agente asignado para su protección –los vulgarmente llamados "guaruras", cuya denominación real es agentes de seguridad–, su servicio secretarial y algunos auxiliares, entre los que suele destacar el llamado secretario particular y los asesores.
Evidentemente, hay legisladores que meten a la nómina a sus amigos y familiares, pero en el caso de los amigos, siempre hay una forma de disfrazar la situación llamándolos asistentes o asesores; con la familia no puede ocurrir esto, pero ya dependerá de una buena administración, evaluación y fiscalización evitar esta clase de abusos, mismos que, por supuesto, ameritan sanción.
No obstante, la mayoría de los legisladores prefieren pagarle a un verdadero equipo de trabajo, pues los procesos legislativos y las prácticas parlamentarias son pesadas y no le permiten a casi nadie darse el gusto de meter "aviadores" a las nominas oficiales, lo que, en cambio, ocurre más en el Poder Ejecutivo o en los Ayuntamientos.
- En otros asuntos, es claro que hay legisladores prepotentes, corruptos, necios, arrogantes, groseros y déspotas. ¿Quién no ha escuchado hablar de los Diputados que solían pagar la cuenta de la cantina a balazos? O más recientemente, ¿quién no recuerda el escándalo del Diputado Félix Salgado Macedonio? A este señor se le señaló mucho por ser miembro prominente del Partido de la Revolución Democrática, pero hay priístas y miembros de otros partidos que hacían sus numeritos similares desde mucho antes. Es un vicio que, por fortuna, ya se está erradicando, pues además, el tráfico de influencias ya está penalizado.
- El fuero del que gozan los legisladores es un derecho que les permite ser inviolables en las opiniones o actos realizados en su desempeño como tales, pero no es ninguna suerte de impunidad que les permita hacer de las suyas sin que nadie pueda frenarlos. Es obvio que hay hombres y/o mujeres que, ya investidos como representantes, pierden la distancia entre el suelo y el cielo, pero hay procedimientos para recordarles que son miembros de la representación de la nación, de sus estados o de sus municipios y no una especie de príncipes herederos del poder absoluto. Si se exceden en sus tropelías, también son castigados. Quizás antes no se hacía, pues era parte del antiguo régimen, pero es un vicio que también se está quitando.
- Los legisladores se duermen en las sesiones. A nivel local, las sesiones suelen ser más cortas y dinámicas, pues además el despacho de los asuntos no es tan extenso, pero en el nivel federal, hay sesiones de hasta doce y dieciséis horas, y antiguamente, peor, pues el conteo era nominal, es decir, los quinientos Diputados –por poner un ejemplo– se ponían de pie, decían su nombre y manifestaban su voto. ¿Alguien puede imaginarse la longitud cronométrica de tal hecho?
Además, los debates en pleno ya son bastante dinámicos y aguerridos en estos tiempos, pero antiguamente, más que debates, eran maratónicas sesiones de vitriólicos discursos. No se intenta justificar a nadie, pero cualquiera se quedaría dormido en medio de un espectáculo tan patético y aburrido como el que muchos representantes suelen dar. Además, si el que habla es alguien que sabe del tema, o es ágil o bien, es interesante, no hay problema.
Se puede recordar a Germán Sierra Sánchez –Senador por Puebla a las LV y LVI Legislaturas del Congreso de la Unión– como un hombre preparado, inteligente, carismático, que al momento de subir a tribuna obligaba a ponerle atención dado su elevado nivel de debate y análisis, pero hay otros, francamente nefastos. De ese modo, existe la memoria varios ex Diputados y ex Senadores –de cuyos nombres no se dará cita por no herir susceptibilidades– impreparados, ignorantes, apáticos, con pésima capacidad para expresarse, etc. No es hablar mal de ellos, pero como se ampliará más adelante, la mayoría de los representantes estaban en condiciones similares, así que se hace la pregunta obligada: ¿Cómo no dormirse ante semejante espectáculo?
Lógicamente, siendo correligionarios del Presidente de la República, los legisladores apoyaban sus iniciativas sin discusión, y cuando alguno llegaba a causar polémica por tal razón, se le recordaban cosas como la disciplina partidista, la lealtad al partido o una serie de intereses tales como un futuro regreso al cargo o un posterior ascenso a otro del mismo orden.
Luego entonces es cierto, los legisladores, cuando votan en el sentido que se les indica, están alineados o disciplinados, como se dice coloquialmente, pero también ha habido casos en que legisladores del mismo partido se niegan a apoyar iniciativas absurdas. Un ejemplo es el caso de los Diputados priístas del sector obrero, quienes originalmente se negaban a respaldar el regreso del Impuesto al Valor Agregado (IVA) al 15% al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo.
Al final, se alinearon, pero hay muchos otros casos en que los actores también han tenido escrúpulos, e incluso los han sostenido más allá de las discusiones en comisión. Se puede afirmar que se cuentan con los dedos, pero sí los ha habido y, por suerte, cada vez son más frecuentes.
- Respecto a levantar el dedo, se debe mencionar que, históricamente, el Partido Revolucionario Institucional mantuvo durante casi cincuenta años el dominio mayoritario en la Cámara de Diputados y, durante más de cincuenta, el dominio absoluto en el Senado.
Las elecciones internas, la selección de candidatos, la realización de exámenes a los aspirantes a los cargos, las candidaturas externas y otros procedimientos, han ido acabando con ella. Actualmente, y sobre todo en los casos del Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD), llegan a los cargos legislativos quien realmente puede y/o merece, y aunque también estos institutos tienen sus detalles, las cosas han cambiado mucho.
- El dedazo es una institución dentro de las instituciones mismas en México. Esta tradición se volvió tal, como casi todo, en el seno del régimen priísta, dado que el Presidente de la República, los gobernadores de los estados y los presidentes municipales integraban sus Congresos –para los primeros– y Cabildos -para los segundos– con gente de sus confianzas. Esta institución prácticamente está borrada del mapa.
- El nepotismo es otra institución que está siendo erradicada. Es más difícil de quitar, pero se está haciendo lo posible. Aún hay estados, como Puebla y Guerrero, donde una misma familia se ha sucedido en determinadas áreas del poder, pero ya es más aislado. Además, la misma alternancia de los partidos políticos en los poderes locales y federales ha hecho posible que esta tendencia disminuya día con día.
- En el caso de las cuotas de poder, no hay que olvidar el paradigmático caso de los sectores obrero y agrario del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que imponían un elevado número de hombres y mujeres como Diputados y Senadores al Congreso de la Unión, y se habla de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), la Confederación Regional Obrera de México (CROM) y la Confederación Nacional Campesina (CNC).
Además, solían –en los tiempos del inolvidable señor Fidel Velázquez– tener sus gobernadores, presidentes municipales, Diputados locales y Regidores a los Cabildos, además de los subsecuentes consejeros políticos, delegados, etc. Y quien pretenda negar tal hecho, debe recordar cuántas veces fueron representantes los difuntos Blas Chumacero, Emilio M. González (ambos de la CTM) y otros tantos más. Esos señores no cayeron en el nepotismo de otros, pero si no tenían un vicio político, tenían otro, en fin.
Este es un aspecto muy criticado, particularmente, en el Partido Acción Nacional y en el PRI. Suele considerarse, tanto en uno como en otro, que los empresarios, los terratenientes y los herederos de grandes fortunas, ante su falta de militancia, adquieren los cargos legislativos con poderosas sumas. Es una cosa tal vez cierta pero no comprobada.
Sin embargo, tal suposición resta legitimidad a su actuación y a la de sus partidos. Hoy por hoy, la vox populi dice que el PAN es el partido de los ricos y de los empresarios, y del PRI se decía algo parecido hasta que legitimó y explicó la presencia de los potentados en su interior a través de la creación del Instituto Político Empresarial, acabando así con las suspicacias y los recelos.
Por otro lado, hay personajes que, si no se perpetúan en el cargo, regresan tantas veces que hasta se olvidan de cuántas llevan, o bien, saltan del Cabildo al Congreso del Estado y de ahí a la Cámara de Senadores, luego a la de Diputados o viceversa, y luego otra vez de regreso, etc. En otro trabajo se hablará del ascenso parlamentario y la reelección legislativa y se abordará este fenómeno. Este suele ser un vicio ligado a las cuotas de poder, pero también entra en juego otro paradigma al que he bautizado como principio de rotación política.
Antiguamente solía haber legisladores verdaderamente analfabetas, que con el puro requisito de "saber leer y escribir" accedían al cargo aunque no conocieran nada de legislación, sistemas jurídico y político, ni ninguna noción elemental por el estilo. Además, ya conocen los límites de sus facultades y, algo es seguro: saben que ya no pueden ser prepotentes y abusivos.
- La mayoría de los legisladores están, si no impreparados, sí mal preparados para ejercer el cargo, pues aunque conozcan las funciones propias de éste, regularmente adolecen de capacidad técnica, desconocimiento de los procesos legislativos y las prácticas parlamentarias, máxime, si su nivel de estudios es menor al grado de bachiller o equivalente.
Personalmente se cree que, hasta hace poco, a los legisladores –y sobre todo a los del PRI y a muchos del PAN– en verdad no les interesaba ni el pueblo ni la Constitución. Sin embargo, las cosas se están modificando.
- Respecto a la falta de interés, afortunadamente, cada vez hay más legisladores que defienden sus posturas y suben a debatir a tribuna, defendiendo equitativamente tanto sus intereses de partido como los intereses del pueblo en general.
Es verdad que a veces se caldean los ánimos en las sesiones, pero fuera de ciertas trifulcas –pocas en realidad–, los legisladores suelen comprender la importancia de su actuación y se muestran ecuánimes y razonables.
- Si se quiere, los legisladores a veces se pelean por los derechos de la sociedad mexicana para ganar su simpatía y sus votos, pero si eso a ella conviene como país, no hay mayor discusión. Además, fuera de casos muy específicos, los legisladores no suelen arreglar a golpes sus problemas.
Se quiere mencionar el caso de José Luis Márquez, quien como Diputado al Congreso local poblano en la LIII Legislatura fue un personaje gris y que no trascendió mucho, pero que se supo proyectar como presidente municipal de Zacatlán, su pueblo natal. No se puede evaluar aquí su actuación administrativa por no ser el caso, pero condujo bien al Cabildo zacateco independientemente de los problemas propios del cargo. No en vano ello le valió para ser electo Diputado nuevamente al Congreso poblano –ahora en la LV Legislatura–, además, por elección mayoritaria.
Asimismo, se puede citar el caso de Alfonso Sánchez Anaya, excelente gestor y negociador como legislador, y a quien, como gobernador, le está tocando cosechar en Tlaxcala el fruto de las buenas relaciones y del buen trabajo realizado como miembro de la representación local y nacional en su momento.
- Generalmente, el largo camino de la carrera parlamentaria suele servir como preparación a los actores políticos para llegar a los que se suele considerar como cargos cumbre del sistema político mexicano, es decir, la titularidad de los Ejecutivos federal y de los estados, así como a las presidencias municipales, pero eso no resta mérito o valor a dicho fenómeno político.
Si es así, entonces definitivamente ser legislador equivale a prepararse para ser gobernador o presidente municipal, pero también es verdad que si no se es un buen Diputado o Senador, menos se será responsable y legal en el cargo cumbre citado.
Véase de este modo: ser legislador implica cumplir una función constitucional, pero además, es una especie de escuela política, y si las notas son malas en la clase, sin duda los resultados en la práctica correrán el riesgo de ser similares.
- Es obvio que un Ejecutivo, después de su paso por un Legislativo, conoce bien los procesos de gobierno y, con esa base, sabe cómo conducir los esquemas jurídicos, políticos, administrativos y hasta económicos en una región o entidad.
- Por otro lado, en el antiguo PRI se solía premiar a los personajes por sus favores hacia el partido, y lo mismo se hacía en otros institutos políticos. Sin embargo, actualmente se elige a los hombres y mujeres que saben conducir los procesos legislativos y de gobierno, y no a otra clase de actores. Se está siguiendo esa frase que dice "cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa".
Un gran ejemplo de partido personal es el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), en donde Jorge González Torres, líder sempiterno y a la vez candidato vitalicio a la Presidencia de la República, ha heredado su poder al joven Jorge Emilio González Martínez, hombre inteligente e inclusive apuesto y carismático, pero que, en lo personal, independientemente de que sea o no un buen legislador, es su hijo y no hay mayor discusión.
En una suerte de sucesión dinástica, Jorge Emilio ha sido Representante a la Asamblea de Representantes del Distrito Federal (hoy Asamblea Legislativa), Diputado a la LVII Legislatura del Honorable Congreso de la Unión y, actualmente, Senador. En los tres casos, ha sido Coordinador del Grupo Parlamentario del PVEM y es una idea colectiva el hecho de que se redujo la edad para ser Senador, yendo de los 30 a los 25 años para que este actor pudiera ocupar tal cargo.
Hay quien sostiene que eso es un punto más a favor de la participación de los jóvenes y otros argumentos parecidos, pero ¿cuál es la realidad? Un punto a favor ¿para cuáles jóvenes? ¿Para todos los jóvenes mexicanos o sólo para los jóvenes del Partido Verde?
- Esa idea de que los partidos son negocios personales o de que hay partidos personales está íntimamente ligada con la institución del nepotismo. Se sabe que a nadie le gusta que les digan sus verdades, pero la Constitución faculta al sustentante para hacerlo.
Claro que tal situación no hace ilegítima la llegada de los hijos de ex presidentes, ex gobernadores, antiguos legisladores o viejos líderes políticos, máxime si son líderes reales y no de nombramiento, o si son unos verdaderos luchadores sociales (como los Cárdenas o los Sánchez Juárez), o si tienen verdaderas cualidades políticas (por ejemplo, González Martínez tiene buenos recursos oratorios, posee oficio político y tiene dominio de la técnica legislativa). Al menos, no en todos los casos es palpable este hecho, aunque es innegable que hay muchos actores que recibieron el poder en una suerte de sucesión dinástica y sin mayor mérito.
- Con respecto a la prosapia o el abolengo, nada hay más cierto que ese mito, y para muestra, unos botones: los Alemán (el padre, Presidente de la República, el hijo, gobernador de Veracruz), los Sánchez Juárez (casi todos legisladores y dirigentes sindicales poblanos), los Figueroa (gobernadores de Guerrero), los López Portillo (del padre, ni hablar; el hijo, subsecretario de Programación y Presupuesto durante el gobierno de su padre y funcionario graduado en otros sexenios), los González Torres (¿qué más se puede decir de ellos?), los Cárdenas (véase la familia del Ingeniero Cuauhtémoc en línea directa), los incontables casos de panistas adinerados y de abolengo (en Puebla, los hermanos Javier y Óscar Vera, uno Diputado y el otro Regidor, y así hay muchos casos).
- Respecto a las rutas de mayoría y de representación proporcional, es válido mencionar que es una estrategia de los partidos políticos (de todos, sin excepción) para que sus hombres y mujeres más competitivos y carismáticos accedan al cargo de manera directa. Eso se hace con los siguientes fines:
- Que los hombres y mujeres que van a ocupar cargos estratégicos (presidentes de comisiones o coordinadores de los grupos parlamentarios) se concentren mejor en su preparación y actuación como nuevos legisladores y no se desgasten en campañas proselitistas.
- Que los hombres y mujeres que ocupan cargos estratégicos en las campañas (operadores, asesores o estrategas electorales, representantes ante el IFE, etc.) no descuiden sus funciones por dedicarse a campañas proselitistas.
- Algunas veces, se trata de personajes honorarios con una destacada trayectoria académica o profesional a los que conviene tener en el Legislativo, pero que por otra parte no podrían obtener una mayoría al competir con actores quizá más arraigados o más identificados con el electorado.
- Siguiendo la tendencia antes expuesta, puede tratarse de personajes con una destacada trayectoria académica o profesional a los cuales, por múltiples razones –incluida la económica– les resultaría difícil o pesada una campaña proselitista.
- Hay otros casos donde, como los militares y los marinos de guerra, por disposición legal, acceden a los cargos legislativos por vía plurinominal. No es un premio, sino, más bien, un mecanismo.
- Los legisladores, efectivamente, tienen grandes equipos de asesores y auxiliares que analizan su trabajo, le dan forma, trámite y seguimiento y después, les entregan toda la carga de asuntos procesada y lista para ser revisada y, posteriormente, votada en sesión. Además, existe toda una infraestructura de apoyos y servicios para facilitarles su trabajo, pero esto es una cosa normal y perfectamente justificable.
Un solo legislador tiene cientos de iniciativas que revisar, cientos de asuntos que resolver, miles de gente que atender, de quejas y trámites que seguir, etc. Pero las funciones de su personal e instancias auxiliares equivalen a las del Presidente de la República, que tiene, para apoyarse, un enorme gabinete.
Asimismo, dicha situación es equiparable para los poderes de los Estados, y en los Cabildos, suele haber lo que se denomina Sala de Regidores, oficina que cuenta con servicios similares a los existente en un órgano camaral, con personal auxiliar, secretarial, de seguridad e intendencia, secretarios técnicos por comisión, secretarios particulares, asesores, etc. En la tabla contenida en la siguiente página se ilustra la comparación entre el personal de apoyo de un Ejecutivo y un Legislativo:
CUADRO 1. Comparativo entre los funcionarios y el personal auxiliar en los Poderes Ejecutivo y Legislativo, respectivamente | |
Personal e instancias auxiliares del Poder Ejecutivo |
Personal e instancias auxiliares del Poder Legislativo |
Secretarios y subsecretarios de Estado y Directores Generales de Institutos (gabinetes legal y ampliado) | Secretaría General u Oficialía Mayor de las Cámaras y Contador Mayor de Hacienda o Presidente de los institutos y órganos de Fiscalización |
Direcciones Generales, Direcciones de Área y Subdirecciones dentro de las secretarías de Estado, y Directores de Área, Directores Adjuntos y Subdirectores en los Institutos o Departamentos del Ejecutivo | Direcciones Generales, Direcciones de Área y Subdirecciones dentro de la Oficialía Mayor y los órganos de auditoría y fiscalización (antes Contadurías Mayores). |
Jefes de Departamento, Jefes de Oficina, Jefes de Unidad y Jefes de Sección | Secretarios Técnicos de las Comisiones Legislativas, Oficiales Mayores de las mismas Comisiones |
Personal auxiliar, secretarial, de seguridad e intendencia, secretarios particulares, asesores | Personal auxiliar, secretarial, de seguridad e intendencia, de apoyo parlamentario, secretarios particulares, asesores |
ELABORACIÓN: Emilio Velazco Gamboa, Universidad del Desarrollo del Estado de Puebla |
El mismo diagnóstico presentado en las páginas anteriores ha arrojado los resultados de esta sección dedicada a los vicios que el actor político, investido como legislador, suele tener. Algunos de ellos son:
- Prepotencia, arrogancia y despotismo. Este es un defecto bastante usual en los legisladores mexicanos; sobre todo en aquellos que son herederos del poder o caciques en sus regiones. Asimismo, se observa en aquellos personajes que se encuentran muy encumbrados y, por supuesto, se sienten muy pagados de sí mismos. Es uno de los vicios más comunes y además uno de los más detestables, toda vez que el legislador, si es un representante popular, puede tener mil y un defectos, menos éste. Por el contrario, un legislador debe ser carismático, amable y humilde, pero con los legisladores mexicanos las cosas funcionan al revés.
- Exceso de disciplina y lealtad partidista. Me ha tocado ver legisladores que no opinan si antes sus partidos o sus líderes no les dan la famosa línea, o que no quieren apoyar determinada iniciativa por convicción personal, pero que acaban impulsándola por compromisos y disciplina. México está en un período de transición en el que es necesario comprender que las cosas caminan mal precisamente por eso: por lealtad y disciplina partidistas mal entendidas.
- Tráfico de influencias. Como ya se explicó, las sensaciones de ser intocables, impunes y poderosos que experimentan muchos legisladores los hace caer –a ellos, a sus familiares, y a sus colaboradores y amigos– en defectos como el influyentismo, la prepotencia, la pedantería y el abuso. Se repite que es una actitud reprobable que, por desgracia, se observa tanto en partidos grandes como chicos.
- Elitismo y cupulización de la política. El dedazo, el nepotismo, el amafiamiento, la eternización en los cargos políticos, las cuotas de poder y la compra de puestos son vicios que degeneran en una cupulización del poder, es decir, que el poder y el acceso a los cargos de elección popular se quedan prácticamente en posesión de pocos y muy específicos grupos (recuérdese a los Atlacomulcos, a los Cuauhtemistas y a muchos más), con lo que al público le da la impresión de que son mafias las que manejan la vida política nacional. Es un vicio que no sólo desacredita, sino que además deslegitima la actuación de los actores y le quita a la actividad pública la nobleza que merece.
- Oscuridad política. Este aspecto se tocará con mayor amplitud en otro trabajo, pero se puede adelantar que el síndrome de oscuridad política así como el síndrome de cupulización –términos que el investigador se ha permitido acuñar aquí– son la causa de que la gente imagine a la política como una gigantesca telaraña de intereses turbios conducida por unos cuantos grupitos de mafiosos. Por suerte, esta imagen se está borrando, pero aún quedan muchos legisladores a quienes sólo les interesa su partido, su grupo o sector, o que no tienen una actuación relevante en el desempeño de sus funciones.
- Impreparación. Los legisladores mexicanos no deben ser, forzosamente, maestros o doctores en Derecho o Ciencias Políticas, pero de ahí a ser ignorantes o analfabetas, hay mucha distancia. Y ese es otro gran defecto del legislador contemporáneo: aún llegan a los Cabildos o a los Congresos sin saber bien sus facultades y responsabilidades, y eso no tiene que ver necesariamente con su nivel académico, sino con su interés personal de prepararse para el cargo.
Estos son, entre otros, los principales vicios que acusa el legislador del México contemporáneo.
Definitivamente, al legislador mexicano le hacen falta cuatro cosas:
Hacia él es hacia quien tiene la obligación de cumplir y el deber de ser honrado, trabajador, decente y humilde. Le hace falta, además, tener principios morales, pues muchos actores políticos son déspotas, necios, groseros, arrogantes y farsantes, y su conducta debería estar normada por un Código de Ética para el Legislador. Si se vive en un Estado democrático de Derecho no estaría de más hacerlo efectivo a través de un ordenamiento así.
- Ubicación, sentido del deber y ética personal. Esto quiere decir que el actor debe centrarse en que su cargo es temporal, no es un privilegio, no es un feudo, no lo hace impune y, en cambio, le obliga a responder a su partido, es verdad, pero ante todo, al electorado que vota por él y que lo lleva al parlamento local o federal.
Ahora bien, con o sin nivel de escolaridad mínimo, se hace necesario que antes de asumir el cargo, los legisladores sean capacitados respecto de los procedimientos legislativos, las prácticas parlamentarias, los servicios de apoyo con los que cuentan, sus funciones, facultades y responsabilidades, pues suele suceder que muchos de ellos van a la guerra sin fusil o sin saber cómo disparar uno. Y alguien así no le es muy útil a este país, ¿o sí? Además, así se logrará la anhelada y buscadísima profesionalización del Poder Legislativo, otro mito gigante en este país.
Claro, se corre el riesgo de que los demagogos y os flojos que no quisieron seguirse preparando aleguen que ello va a propiciar la sensación de haber ciudadanos de primera y de segunda, pero véase así: Si se obliga a los políticos a alfabetizarse, es claro que se impulsará la profesionalización del poder Legislativo y la alfabetización futura de la población mexicana.
- Preparación, capacitación, evaluación y seguimiento de su actuación. Lo anterior significa que los legisladores mexicanos deberían tener, por razones obvias, un nivel de escolaridad mínimo para ejercer sus funciones. Vaya, a un líder campesino o a un líder obrero no se le va a exigir la licenciatura, pero cuando menos la secundaria, sí. Y a un representante de zonas urbanas es claro que un nivel bachillerato o equivalente lo haría más competitivo.
- Sentido de la representación. Hay legisladores que fueron electos por el principio de mayoría, es decir, que tuvieron que hacer campañas proselitistas y recorrer un distrito, estado o región para empaparse de sus problemas –si no es que ya lo estaban–, o bien, para reencontrarse con aquellas personas que ya los conocían, e identificarse con el público con quien no habían tenido ningún trato.
Además de ellos, hay otro tipo de legisladores, es decir, los que accedieron al cargo por el principio de representación proporcional y que, por lo mismo, no tuvieron que hacer una campaña para ser electos. Generalmente, éstos se promocionan por medios electrónicos o en una campaña de medios, o sea, que se dan a conocer por medio de entrevistas, declaraciones e informes en prensa escrita, radio y televisión, y últimamente, también por Internet.
Pero ocurre un problema: ni los unos ni los otros regresan a sus distritos, regiones o estados, es decir, que se olvidan de mantenerse en contacto con sus representados. Informándoles, visitándolos, platicando y reuniéndose con ellos. En resumen, manteniendo viva la chispa que le da el toque a la actividad política: el roce entre gobernantes y gobernados.
En cambio, los legisladores informan de sus actividades a sus partidos y a los dirigentes de estos, o a sus sectores y a sus órganos deliberativos, con lo cual se muestran más como miembros de una representación institucional partidista o gremial, que de una representación política popular.
Muy a propósito de esto se quiere recordar el pensamiento con el que abre el presente capítulo y que debe ser un llamado de atención a aquellos que se olvidan de su razón de ser, o sea, el electorado: La Cámara de Diputados del Congreso de la Unión se compone por representantes de la Nación, según lo determina el artículo 51 de la Constitución Federal, por lo que los diputados, más que ser representantes de sus respectivos partidos políticos, deben asumir la actitud de representar a la población que los eligió.
De seguir haciendo lo que históricamente ha sido, los legisladores estarán matando la esencia de la política democrática mexicana.
Eso se resume en una frase: les hace falta sentido de la representación.
- Responsabilidad parlamentaria. Los legisladores son, en una gran parte, irresponsables de sus funciones parlamentarias, es decir, faltan a las sesiones plenarias de las cámaras o Cabildos, a las reuniones de comisiones y/o de comités, a las reuniones especiales tales como foros y consultas, a las ceremonias cívicas, etc.
Durante la LVII Legislatura, misma que fue liderada moralmente por el ex perredista Porfirio Muñoz Ledo y secundada por la autoridad indiscutible de Carlos Medina Plascencia, Pablo Gómez Álvarez, Ricardo Cantú Garza y Jorge Emilio González Martínez, se instituyó la amonestación a los legisladores que faltaran a sus funciones por causas no justificadas y, evidentemente no relacionadas con comisiones oficiales de la Cámara de Diputados.
Las sanciones, según el acuerdo respectivo, iban desde el descuento de las inasistencias en el monto de la dieta correspondiente, hasta la suspensión de funciones, con lo cual entraría en acción el suplente ante la inoperatividad del propietario. Con lo anterior se puede observar el grado de irresponsabilidad de los legisladores mexicanos en el momento de ejercer sus funciones.
En el Congreso del Estado de Puebla, igual que en todas las legislaturas estatales, las federales y los Cabildos municipales, el sustentante pudo observar la falta de responsabilidad por parte de los representantes populares. No obstante, en la reñida Quincuagésimo Tercera Legislatura de dicho Congreso se dio un fenómeno sin precedente en la historia del Poder Legislativo poblano: el Partido Revolucionario Institucional, mayoritario por tradición, de 26 curules de mayoría sólo logró obtener 16 más otras 6 de representación proporcional. A su vez, el Partido Acción Nacional alcanzó 14 escaños; de éstos, 10 accedieron por mayoría y 4 por representación proporcional. El Partido de la Revolución Democrática y el Partido del Trabajo obtuvieron dos y un Diputado por la vía plurinominal, respectivamente.
"Así, aunque la mayoría del PRI fue significativa respecto de los otros grupos parlamentarios, lo cual le permitió márgenes de libertad para la aprobación de iniciativas, el peso global de los partidos minoritarios, en tanto que virtual bloque opositor (17 Diputados frente a los 22 del PRI), no era despreciable y de hecho constituyó un contrapeso en el campo de la negociación política. Así, las votaciones en pleno se volvieron reñidas y muy competidas, lo que obligó al PRI a mantener su cohesión interna y la presencia de todos sus legisladores, pues de ello dependió que sus proyectos se lograran tras vencer a la poderosa coalición PAN-PRD-PT".
En la siguiente legislatura, la Quincuagésimo Cuarta, esta tendencia de trabajo del Revolucionario se mantuvo pese a que volvió a tener la mayoría en el Congreso con 25 Diputados de mayoría y 1 plurinominal.
Al respecto, se quiere opinar algo: Cuando hay más presencia de cada partido político en un órgano parlamentario, el trabajo se vuelve definitivamente más efectivo, se contabilizan menos inasistencias y se requiere de una mayor capacidad negociadora entre los grupos parlamentarios, lo que garantiza mayor objetividad en materia de aprobación de iniciativas y mayor objetividad en la labor fiscalizadora del Poder Legislativo sobre la actuación de los otros dos poderes.
Ya se conocen algunas fallas y errores de los representantes constitucionales. Sin embargo, así como hay gentes con grandes vicios y carencias, hay muchos legisladores que tienen las siguientes cualidades.
- Vocación y espíritu de servicio, es decir, tiene ganas de ayudar a sus representados, de estar con ellos, de escucharlos, de rendirles cuentas. En resumen, de dar su testimonio de vida y de trabajo.
- Voluntad de trabajo, y redunda en lo anterior, pues se ha visto legisladores y otro tipo de gobernantes que son verdaderos motores que activan el trabajo en los demás, motivándolos no sólo a cumplir con sus funciones legislativas, sino en sus partidos y organizaciones, gestionando obras y servicios públicos, apoyos para su gente, visitas, etc. sin importar realmente el día y la hora de que se trate.
- Combatividad, arrojo y pasión por su trabajo. Particularmente, el sustentante sí ha visto actores que defienden hasta las últimas consecuencias los intereses y convicciones de su partido, de su electorado y de su conciencia. Tal vez por eso han llegado a tener roces y acaloradas discusiones con otros colegas suyos, pero siempre ha sido porque toman en serio sus responsabilidades.
- Carisma. Así como hay muchos legisladores grises, cada vez hay más hombres y mujeres con talento, buena presencia –y ello no se refiere a belleza física, sino a pulcritud y empatía–, simpatía y excelente trato y don de gentes, lo que hace más llevaderas sus delicadas y exhaustivas funciones, cosa que, además le favorece a los ojos del público, de su partido, e incluso, ante personalidades de otros institutos políticos y corrientes ideológicas y sociales.
- Liderazgo. Aunque no todos los legisladores son líderes natos, cuando en verdad se aplican, son capaces de movilizar grandes sectores del pueblo y de sus partidos. Y aquí ya no se habla sólo de liderazgo camaral o partidista, sino de verdadero liderazgo moral.
Quienes los vieron o supieron de ellos, ¿cómo podrían olvidar a líderes como Porfirio Muñoz Ledo, Diego Fernández de Cevallos, Carlos Medina Plascencia, Humberto Roque Villanueva, Luis Donaldo Colosio, Ifigenia Martínez, Dulce María Sauri Riancho, Beatriz Paredes Rangel, María de los Ángeles Moreno y otros hombres y mujeres? Ellos y ellas son las personas que, con su testimonio de vida y de trabajo, hicieron grandes a las instituciones.
- Capacidad técnica. Particularmente, al tesista le tocó conocer más legisladores con capacidad técnica dentro del Partido Acción Nacional y, en segundo lugar, en el Revolucionario Institucional, entendiendo como tal a la preparación óptima, suficiente o mínima para desarrollar los procesos legislativos, bien fueran estos especializados o semiespecializados.
Esto, más que con la escolaridad, principalmente tuvo que ver con la capacitación que dichos partidos le dieron a sus cuadros a través de sus secretarías, institutos o asociaciones de formación política y electoral. Así, por medio de cursos, seminarios, diplomados y talleres, los institutos políticos cumplieron con la misión de promover cuadros preparados para el desempeño de las labores legislativas, aunque hay muchos personajes que son autodidactas y aprendieron a base del estudio individual y personal, leyendo, viendo programas televisivos o cintas de video, etc.
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Como nota ilustrativa, hasta hace menos de diez años, los legisladores mexicanos, al menos en el Congreso de la Unión, tenían que levantar la mano durante las votaciones colectivas en pleno y, acto seguido, se manifestaban en favor o en contra de tal o cual iniciativa o punto de discusión, y por ello se denominaba "levantar el dedo" a dicha acción. El otro modelo era la votación nominal, consistente en que los legisladores se ponían de pie, decían su nombre, su partido de procedencia y su postura (a favor o en contra) del punto a discusión o votación. Tanto en uno como en otro caso, si estaban alineados o disciplinados con la tendencia partidista del voto, se decía que nomás "levantaban el dedo", pues votaban o decidían sin criterio propio (N. A.).
Riva Palacio, Raymundo (4 de mayo de 1998). El origen del dedazo. El Financiero Sección "Política" p. 60, México.
Ibidem.
El padrinazgo, entendido en el sentido de la cultura popular y la política mexicana, consiste en el hecho de que los actores políticos ascienden dentro de las estructuras de poder gubernamental, partidista, gremial, etc. gracias a que son apoyados (o apadrinados) por un personaje político encumbrado y con mucho poder e influencia, o por un grupo de notables de su partido o gremio, para que ocupe cargos legislativos, de la administración pública, de dirección partidista o de cualquier otro tipo que, a su vez, le den poder e influencia (N. A.).
La figura clásica del político mexicano difícilmente puede ser imaginada sin asociarla a la presencia de los denominados guaruras. Es cierto que un personaje público merece estar protegido, es su derecho, pero antiguamente, los legisladores, secretarios de Estado y demás personajes andaban cuajados de guardaespaldas, los necesitaran o no, y éste, reconozcámoslo, es uno de los tantos excesos del régimen priísta. De hecho, los guaruras, el dedazo, las cuotas de poder, la compra-venta de puestos, el tráfico de influencias, los sueldos estratosféricos y los aviadores, son verdaderas leyendas vivientes dentro de la cultura popular mexicana y ejemplos nefastos en la tradición política nacional (N. A.).
No existe propiamente un diccionario de mexicanismos políticos, pero ello no impide definir a esta figura. Se denomina "aviador" a la persona que, principalmente gracias a sus buenas relaciones con personajes encumbrados, percibe un sueldo u honorario de alguna dependencia de gobierno –independientemente de si es de la administración pública centralizada o descentralizada, de cualquiera de los poderes públicos o de cualquiera de los niveles de gobierno– sin que por ello deba presentarse a cumplir con alguna responsabilidad o actividad laboral. Así, el aviador cobra sin trabajar(N. A.).
Un caso paradigmático en Puebla es el de la familia Sánchez. Don Constantino Sánchez Romano fue Diputado a la XLIII Legislatura del Congreso Poblano y Diputado Federal otras tantas veces al mismo tiempo que secretario general de la poderosa Federación Revolucionaria de Obreros y Campesinos del Estado de Puebla (FROC-CROC). Sus hijos son, por sucesión dinástica, secretarios generales de los sindicatos afiliados a dicha central, y uno de ellos, René Sánchez Juárez, Licenciado y Maestro en Ciencias Políticas, heredó el cargo de secretario general de la FROC-CROC a la par que sigue siendo miembro de la CROC nacional y presidente estatal de la federación de transporte de su organización obrera. René Sánchez Juárez fue Regidor Suplente del Ayuntamiento de la Ciudad de Puebla de 1984 a 1987, Diputado al Congreso del Estado a las Legislaturas L y LIII, y Diputado Federal en la LV Legislatura (1991-1994). Particularmente, este investigador considera al Licenciado Sánchez Juárez como un hombre competitivo, carismático e inteligente, y con un amplio sentido de la lucha social, pero ello no borra el nepotismo ahí existente. Su hermano Constantino Sánchez Juárez, aparte de dirigir varios sindicatos, ha sido Diputado local en las legislaturas LI y LIV del Poder Legislativo Estatal, y por supuesto que también es un excelente líder político, pero se consigna el fenómeno dinástico. En Guerrero, nada más hay que recordar a Rubén Figueroa padre y a Rubén Figueroa hijo, quienes fueron gobernadores del estado con un período de diferencia (N. A.).
Aunque el principio de rotación política es mucho más complejo y podría motivar otros estudios, esencialmente consiste en que, en uno de sus múltiples enfoques, el actor político, por su capacidad y talento, da vueltas dentro del sistema político ocupando cargos administrativos y de elección popular sucesiva o alternativamente, aprovechando y reaprovechando una y otra vez su carisma, experiencia, astucia, sagacidad, visión, liderazgo, imagen, mañas, etc. (N. A.).
González Oropeza, Manuel (Marzo-abril, 2000). La amonestación a legisladores. Quórum N° 71. México Instituto de Investigaciones Legislativas, p. 126.
Velazco Gamboa, Emilio (Agosto, 1998). Radiografía de la LIII Legislatura del Congreso del Estado de Puebla. Asamblea N° 11. México: Asamblea Legislativa del Distrito Federal, p. 11.
Ò EMILIO VELAZCO GAMBOA
Mexicano, 31 años de edad, es Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Desarrollo del Estado de Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en Derecho Electoral y en Derecho Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc. Actualmente es consultor académico e investigador independiente.