Colectivo Ioé
- 1. Residentes extranjeros, según sexo y procedencia
- 2. Actividad económica: diversificación ocupacional y nichos laboral
"Ningún país del mundo trata a sus mujeres igual que a sus hombres". PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, 1993.
La desigualdad entre los seres humanos, basada en la estructura de género/sexo, ha sido tan extensiva en todos los fenómenos sociales que tampoco ha quedado al margen en el caso de las migraciones contemporáneas. Hasta muy recientemente no se ha prestado atención a algo que estaba delante de los ojos: la feminización de los flujos como uno de los rasgos propios de los movimientos migratorios mundiales. En España la preocupación por abordar la situación de las mujeres migrantes tampoco ha escapado a la indiferencia de las investigaciones ni a la falta de preocupación de las instituciones. Sin embargo, algo parece estar cambiando. La celebración del Curs Dones i Migracions a la Mediterránia Occidental, en el ICM, que ha dado lugar a la presente publicación ,es un síntoma de ello.
Por nuestra parte, con este trabajo para el libro Mujeres y Migraciones en el Mediterráneo Occidental pretendemos ofrecer a los lectores tres aproximaciones. La primera es la más general y presenta los últimos datos sobre la distribución por sexo y actividad de los colectivos migrantes en España, que confirman el avance de la presencia de las mujeres: en 1997 éstas suponen el 48,4% del total, aumentando cinco puntos más que los varones en el período 92-97, aunque con grandes diferencias entre nacionalidades de origen. La segunda aproximación expone los resultados de una aproximación empírica realizada a la situación de tres colectivos de mujeres no comunitarias, a partir de los que se establece tanto la pluralidad de proyectos migratorios femeninos como la diversidad de trayectorias laborales. El artículo concluye con un ensayo de tipologización de las mujeres migrantes no comunitarias. Esperamos que estas páginas susciten el interés de los lectores y contribuyan a reflexionar de modo colectivo y abierto.
COMPOSICIÓN POR SEXO DE LOS COLECTIVOS MIGRANTES EN ESPAÑA
El conocimiento del número, nacionalidad de origen y distribución espacial de las personas de origen extranjero no es suficiente para superar una imagen abstracta y relativamente homogénea de la inmigración. Frente al estereotipo "nacionalista" de los autóctonos, que tienden a homogeneizar de forma reduccionista a los inmigrantes a partir del dato de su nacionalidad, interesa conocer los diferentes tipos realmente existentes, entre ellos los que emergen por la característica del sistema de género/sexo. La composición interna de cada colonia, los roles dominantes y las redes de relación que se establecen conforman las microestructuras sociales a partir de las que se desarrollan las diversas estrategias de inserción de estos colectivos y de los tipos específicos de los mismos. Sin embargo, en España estamos lejos aún de poder conocer con la suficiente precisión y actualidad la distribución por sexo, edad, estado civil (o grupo de convivencia) y nivel de instrucción de la población de origen extranjero.
1. Residentes extranjeros, según sexo y procedencia.
En cuanto a la composición por sexos, los únicos datos disponibles1 muestran que en el conjunto de la población extranjera existe un predominio leve de los hombres: las mujeres representan el 47% del total en 1992 y el 48,4% en 1997. Sin embargo, esta distribución media esconde diferencias importantes. Por continentes de procedencia se observa que el conjunto de europeos presenta una distribución equilibrada; en cambio, entre los originarios de América existe una marcada mayoría femenina; por el contrario, los hombres son muchos más numerosos que las mujeres entre los llegados de África y, con menor intensidad, entre los asiáticos.
VARONES Y MUJERES RESIDENTES SEGÚN CONTINENTE DE PROCEDENCIA, 1997
Según los últimos datos oficiales disponibles, el total de mujeres extranjeras en situación regular en 1997 se sitúa alrededor de las 280.000; cifra que representa el 0,7% respecto al total de la población femenina en España. La procedencia de estas inmigrantes muestra un marcado predominio de las europeas (49%), particularmente de las llegadas de países comunitarios (44%); el segundo gran grupo lo componen las originarias del continente americano, aunque su volumen (27%) es la mitad que el de las europeas. Con menor volumen aparecen las de origen africano (15%) y las asiáticas (8%).
El análisis basado en grandes agregados no pasa de ser un artificio estadístico, puesto que conceptos como "la población extranjera" o "las mujeres comunitarias" no tienen como referente un grupo humano que constituya un conjunto social realmente interconectado. En general las personas de origen extranjero tienden a convivir y relacionarse en redes sociales basadas en la nacionalidad, o incluso en círculos de ámbito más reducido (personas provenientes de la misma provincia o comarca). Por tanto, es necesario matizar más el análisis. Las estadísticas de residentes referidas al año 1997 nos permite conocer la distribución por sexo de los residentes en situación legal. Sólo siete colonias superan los 10.000 efectivos, cuatro de ellas proceden de la Unión Europea (Reino Unido, Alemania, Portugal y Francia) y las otras tres son extra comunitarias (Marruecos, República Dominicana y Perú). Por encima de los 5.000 efectivos aparecen otros tres países comunitarios (Italia, Holanda, y Bélgica), tres latinoamericanos (Argentina, Cuba y Colombia), dos asiáticos (Filipinas y China), además de Estados Unidos (ver Tabla 2).
Gráfico 1. MUJERES RESIDENTES SEGÚN PAÍS DE PROCEDENCIA, 1997
Estos datos indican la importante magnitud del colectivo de mujeres procedentes de países de la U.E.. A pesar de su magnitud este contingente, quizá con la excepción de las portuguesas, se caracteriza por su invisibilidad social: ni los estudios existentes ni las imágenes difundidas por los medios de comunicación permiten suponer que casi la mitad de las mujeres extranjeras procede de la Europa comunitaria. Esta falta de visibilidad no puede atribuirse por completo a una ausencia del mercado de trabajo2, aunque buena parte de estas mujeres son jubiladas o rentistas; la explicación puede encontrarse en el terreno ideológico (los "europeos blancos" no son percibidos como inmigrantes ni como trabajadores, sino como turistas, residentes ricos o ejecutivos de transnacionales) y en el político-administrativo (mayor facilidad para obtener permisos de residencia y trabajo; "ocultación" de las trabajadoras comunitarias en las estadísticas laborales desde 1992, etc.).
Además de su volumen absoluto, es necesario conocer cuál es la importancia relativa de los sexos dentro de cada colonia migrante, dado que -por lo general- las principales personas de referencia y redes de solidaridad se establecen con individuos de la misma nacionalidad. Desde la perspectiva de género no es lo mismo pertenecer a un grupo caracterizado por el equilibrio entre sexos (situación que, en principio, facilita la reproducción de los roles de la sociedad de origen), que a otro donde las mujeres constituyen una mayoría clara (circunstancia más propicia a un cambio de los papeles tradicionales), o a un tercero en el que las mujeres son minoría (lo que puede reforzar el control social masculino). Las mujeres comunitarias son mayoría (52 a 53,5%) respecto a los hombres de su misma nacionalidad, excepto en tres casos: Portugal (45,7%), Italia (37%) y Grecia (36%). Esta composición mayoritariamente femenina se explicaría por la elevada edad de las personas: puesto que en la "tercera edad" la mortalidad es mayor entre los varones, parece lógico que entre contingentes de edad avanzada predominen las mujeres viudas. Sin embargo, los mayores porcentajes de feminización se registran entre los colectivos procedentes de República Dominicana (80%), Colombia (72%), Ecuador y Brasil (69%), Guinea Ecuatorial (66%), Filipinas y Perú (65%) y Cabo Verde (60%), entre los que predominan las mujeres económicamente activas. En cambio, las marroquíes -la principal colonia de mujeres no comunitarias- sólo son el 33% de las personas procedentes de ese país. El predominio masculino es marcado entre los inmigrantes procedentes de África y algo menor entre los de Europa del Este; las nacionalidades donde más destacada es la presencia de varones son Senegal y Argelia (más del 80%), Pakistán (79%), Gambia (72%), Marruecos (67%) e Italia (64%)3. Los grupos en los que existe un claro predominio de uno de los dos sexos están, en principio, en situación más precaria debido a que encuentran mayores dificultades para reproducir las pautas relacionales y las modalidades de cooperación y solidaridad habituales en sus países de origen, en los que las estructuras familiares adoptan un papel central. Aunque las fuentes disponibles no permiten contrastarlo fehacientemente, existe un alto número de solteros y de casados cuyo cónyuge permanece en el país de origen4, circunstancia que indica también mayor inestabilidad del colectivo, que conserva fuertes vínculos con la sociedad de origen y no acaba de "instalarse" en España. Las posibilidades de inserción de los casados que no conviven con su familia están restringidas por la actual normativa gubernamental, que exige la acreditación expresa de que se cuenta con empleo o recursos económicos estables y vivienda de "características y amplitud consideradas normales en la zona de residencia". La situación laboral de gran parte de la inmigración dificulta el cumplimiento de dichos requisitos.
No existe un único factor que explique la diferente composición por sexo de las distintas colonias; intervienen aquí factores relacionados tanto con las sociedades de origen como con la de destino. En el caso de los residentes europeos el relativo equilibrio está relacionado con la presencia mayoritaria de matrimonios jubilados. En otros casos lo que cuenta es la extracción urbana del contingente migrante: en algunos casos (especialmente el de magrebíes y africanos subsaharianos) el éxodo de las mujeres rurales está fuertemente estigmatizado, lo que explica el predominio de hombres en los flujos procedentes de esos medios y el carácter preferentemente urbano de las mujeres llegadas de dichos países. Junto a los factores propios de las comunidades de origen inciden las condicionantes del mercado laboral en la sociedad de destino: la mayoría de los emigrantes de Filipinas hacia otros países son hombres, sin embargo, a Italia y España llegan principalmente mujeres debido a que encuentran colocación en el servicio doméstico.
Precisamente este tipo de demanda, y la política de contingentes del gobierno facilitan la creciente feminización de la inmigración procedente de países latinoamericanos y asiáticos.
2. Actividad económica: diversificación ocupacional y nichos laboral.
Principales nacionalidades, sexo y dependencia laboral
Antes de analizar cuáles son las nacionalidades más numerosas de trabajadores extranjeros conviene tener presente la "ausencia" de los comunitarios de las estadísticas oficiales a partir de 1992. Nuestro objetivo es dibujar una imagen no distorsionada de la realidad de la mano de obra extranjera. Por ello incluimos en nuestro análisis la información referida al stock de trabajadores asalariados comunitarios de 1991, junto a la de los no comunitarios de 1997, pues en nuestra opinión es preferible utilizar datos no actualizados que prescindir totalmente de ellos.
Al hacer esta operación los trabajadores procedentes del "Primer Mundo" representan el 23% de la inmigración extranjera. En todo caso estas cifras contrastan de manera notable con las estadísticas de residentes: en ellas los extranjeros del "Tercer Mundo" son algo menos de la mitad, en cambio, representan el 77% de la mano de obra extranjera. Estos datos ponen de manifiesto el carácter preponderantemente económico de las migraciones procedentes de los países de la periferia mundial.
Entre los trabajadores no comunitarios el colectivo nacional más numeroso, con diferencia, es el marroquí (67.744 trabajadores con permiso en 1997, el 38,5% del total), seguido por peruanos (casi 15.000 efectivos, equivalentes al 8,3%) y dominicanos (algo más de 12.000, que representan el 6,9%), chinos y filipinos (alrededor del 5% cada uno), argentinos (3,7%), senegaleses, colombianos, argelinos, polacos y gambianos (algo más de 3.000, equivalentes al 2% cada uno). A continuación un grupo de cuatro nacionalidades que tienen entre dos y tres mil efectivos: Chile, India, Estados Unidos y Cuba (ver Tabla 23 en anexo). Comparando las cifras de 1997 con las de 1992 se observa un importante crecimiento de los trabajadores de Perú (135%) y República Dominicana (121%) y uno algo menos notorio de chinos (59%), en tanto que marroquíes, senegaleses y colombianos crecieron apenas por encima de la media global (26%).
La disminución más notoria se registra entre los argentinos, que pierden el 43% de sus efectivos debido al acceso a la nacionalidad española. Por su parte, los polacos sólo en 1997 lograron recuperar el volumen de permisos de 1992 (7,6%). Entre los comunitarios destacan portugueses y británicos (más de 10.000 trabajadores cada uno), alemanes (8.600) y franceses (6.100); sobre su evolución en los últimos años nada podemos afirmar por falta de datos oficiales.
El análisis comparativo de los trabajadores extranjeros y autóctonos muestra algunas cuestiones de interés. Por ejemplo, la proporción entre sexos es prácticamente idéntica en ambos colectivos (dos tercios de varones, un tercio de mujeres), circunstancia que pone de relieve la importancia de la mano de obra femenina en la inmigración extranjera en España. Las trabajadoras no comunitarias con permiso son 60.938 y las asalariadas comunitarias unas 18.000; a éstas hay que sumar otros dos grupos cuya magnitud desconocemos: las procedentes de la U.E. que trabajan por cuenta propia y las no comunitarias que lo hacen de forma irregular.
Las colonias más numerosas de hombres son las de Marruecos, Portugal, China, Perú, Argentina, Reino Unido, Francia y Senegal; los grupos más importantes de mujeres proceden de Marruecos, República Dominicana, Perú, Filipinas y Reino Unido. Las tendencias recientes muestran un incremento continuo e importante de las mujeres trabajadoras no comunitarias (52% entre 1992- 97) y una disminución, hasta 1994, y un crecimiento posterior menor (16%) de los varones. La distribución por sexo de los trabajadores varía de forma notable entre distintas colonias extranjeras. Limitándonos a los grupos más numerosos, el predominio masculino es destacado en el caso de argelinos, gambianos, senegaleses, pakistaníes (alrededor del 95%), hindúes y marroquíes (en torno al 85%); en cambio, las mujeres son mayoría en las colonias dominicana (85%), filipina, peruana, colombiana (alrededor del 65%) y británica (51%). La distribución espacial de los trabajadores de ambos sexos está fuertemente diferenciada: casi la mitad de las trabajadoras no comunitarias reside en la Comunidad de Madrid y el 26% en Cataluña, entre las demás regiones sólo destaca Andalucía con un 7%. Los hombres se distribuyen en un espacio más amplio, en primer lugar en Cataluña (31%) y Madrid (21%), luego Andalucía (11%), Murcia y Comunidad Valenciana (7%). En el caso de los europeos comunitarios los varones prefieren Madrid, Cataluña, Andalucía y la Comunidad Valenciana (los portugueses, además, Galicia, Castilla y León y el País Vasco); las mujeres trabajan preferentemente en Madrid, pero también en Cataluña, Baleares y Canarias.
Las proporciones entre asalariados y trabajadores por cuenta propia son bastante diferentes entre inmigrantes y autóctonos. Entre los extranjeros es mucho mayor el peso de los – trabajadores por cuenta ajena que entre los españoles (88% vs. 75%); la tasa de salarización supera el 97% en los colectivos procedentes de Filipinas, República Dominicana y Perú, y supera el 90% entre los de Polonia, Argelia, Colombia, Guinea Ecuatorial y Cabo Verde (exceptuando a polacos y argelinos, los demás son colectivos formados por mujeres empleadas por cuenta ajena, generalmente en la rama del servicio doméstico). Sólo el 13% de los extranjeros tiene permiso por cuenta propia, en algunos colectivos destacan los pequeños empresarios y profesionales liberales (es el caso de gran parte del 43% de los hindúes, el 38% de los chinos y el 33% de los argentinos), y en otros -la mayoría- los artesanos, vendedores ambulantes u otras figuras del sector informal que son, en realidad, un sucedáneo ante la falta de empleo asalariado (situación en la que se encuentra el 59% de los senegaleses5). Entre 1992 y 1997 se ha producido un incremento del 39% de los trabajadores por cuenta ajena y una disminución del 23% de los autónomos; debido a ello durante estos cinco años la tasa de salarización aumentó del 75% al 87%. Esta evolución es, por un lado, lógica teniendo en cuenta la reciente implantación de muchos de estos trabajadores en España, que dificulta la adquisición de recursos para establecerse de forma duradera por cuenta propia. Por otro, muestra las dificultades que la dinámica del mercado laboral y la política de permisos de trabajo oponen a la consolidación del grupo de autónomos ya existente.
Diversificación ocupacional y nichos laborales Los espacios ocupados por los trabajadores extranjeros en la estructura ocupacional muestran, por un lado, una diversificación de situaciones, una polarización potenciada por la globalización económica internacional; por otro, la formación de determinados "nichos" laborales en los que su presencia es destacada. Los inmigrantes no comunitarios están ocupados más frecuentemente que los autóctonos en la agricultura (18% y 8%, respectivamente, a finales de 1997), los niveles son similares en los servicios (65% y 62%) y en la construcción (9% y 10%) y bastante menores en la industria (7% y 20%). Respecto a la media general los inmigrantes africanos destacan en agricultura y construcción; los asiáticos y latinoamericanos en los servicios y los europeos del Este en construcción e industria. Por su parte, los asalariados de países comunitarios trabajan muy frecuentemente en los servicios y en la industria (ver Tabla 26). El 75% de los trabajadores agrícolas se concentra en Murcia, Cataluña y Andalucía; el 48% de los trabajadores de la industria reside en Cataluña y más del 75% de los empleados en la construcción y los servicios viven en Madrid o Cataluña. La evolución entre 1992 y 1997 muestra un incremento apreciable de los permisos en agricultura (en sentido contrario a la evolución del empleo de los españoles) y uno más moderado en los servicios, en tanto que decrecen los de la construcción y la industria.
La incidencia de los trabajadores no comunitarios en cada uno de los grandes sectores económicos varía de forma notable en el ámbito espacial. Por cada cien personas ocupadas en la agricultura la importancia de los inmigrantes destaca en las provincias de Murcia (20%), Barcelona (19%), Almería (15%) y Girona (9%). En el sector de la construcción los índices más elevados se registran en Girona (4,3%), Madrid (3,7%), Barcelona (2,7%), Segovia (2,2%) y Baleares (2%). Los trabajadores de los servicios tienen especial incidencia en Madrid (3,6%), Girona, Las Palmas (2%) y Málaga (1,5%). En la industria sólo se registra una incidencia apreciable en Girona y Lleida (1,6%). Como puede comprobarse, sólo en el sector de la agricultura, y en unas pocas provincias, la mano de obra inmigrante está jugando un papel destacado; en el resto de los sectores y provincias su aportación es claramente minoritaria6.
Los permisos de trabajo a extranjeros extra comunitarios se concentran en unas pocas ramas de actividad. En 1997 el 74% de los trabajadores no comunitarios en situación regular se empleaba en sólo cinco ramas de actividad: servicio doméstico (27,2%), agroganadería (16,9%), hostelería (12,4%), construcción (8,9%) y comercio minorista (8,5%). La importancia de estas actividades se ha incrementado continuamente desde 1992, año en que representaban el 64,8% del total de permisos de trabajo. Sin embargo, ni la evolución ni la importancia relativa del empleo en estas ramas son homogéneas. En cuanto a las tendencias, entre 1992 y 1997 se registró un incremento notable de los permisos en agroganadería (125%) y servicio doméstico (93%), uno moderado en hostelería (18%), una disminución en construcción (-15%) y un estancamiento en el comercio minorista (1%). Esta evolución no obedece a la supuesta espontaneidad de las fuerzas del mercado sino a una forma específica de regulación estatal: el sistema de contingentes laborales que viene potenciando la extensión de permisos para agricultura y servicios domésticos.
Para tener una idea del "impacto" cuantitativo de esta evolución sobre la dinámica ocupacional conviene poner en relación el volumen de permisos de trabajo con el total de ocupados en cada una de las ramas de actividad. Mediante dicha operación se comprueba que la aportación de mano de obra inmigrante sigue siendo reducida, incluso en las actividades en las que se encuentra más presente. En la construcción y el comercio minorista por cada cien ocupados apenas hay más de un inmigrante; en la agroganadería y la hostelería la cifra no llega al 3%; sólo en el servicio doméstico la mano de obra no comunitaria alcanza un peso destacado (13,7%). Obviamente estas cifras se refieren a la media estatal, promedio que oculta concentraciones más elevadas en ciertos mercados de trabajo locales. En todo caso, salvando dichas excepciones, conviene precaverse contra el prejuicio de que los inmigrantes ocupan puestos de trabajo en ramas que está siendo abandonadas por la población autóctona. En caso de ocurrir tal proceso de sustitución no podemos verificarlo en el conjunto de una actividad sino en determinadas ocupaciones y regiones.
Gráfico 2.
Para evitar el riesgo de generalizaciones simplificadoras y erróneas se hace necesario analizar de forma monográfica el funcionamiento de sectores ocupacionales concretos. Sobre esta cuestión volveremos en los apartados siguientes.
El Gráfico 2 muestra la distribución por actividades de hombres y mujeres de las nacionalidades no comunitarias más numerosas. En cuanto a los varones es notoria la importancia de los permisos agrícolas entre argelinos, marroquíes y senegaleses; el sector de hostelería y restaurantes agrupa a la mayoría de los chinos y a segmentos notables de los filipinos, colombianos, dominicanos y peruanos. Los senegaleses se dedican de forma principal al comercio, actividad que también incluye a una minoría significativa de argentinos. La construcción es la actividad principal de los hombres polacos y tiene también relevancia entre marroquíes, argentinos, peruanos y dominicanos. El servicio doméstico, empleo identificado tópicamente con la mano de obra femenina, tiene un peso decisivo en el caso de los varones filipinos y es significativo también en el caso de dominicanos y peruanos. Colombianos, argentinos y polacos muestran la mayor incidencia de otras actividades, entre las que destacan los servicios de mayor cualificación. En el caso de las mujeres trabajadoras la actividad dominante es el servicio doméstico, de forma destacadísima entre filipinas, dominicanas y peruanas y notable entre marroquíes, colombianas, polacas y argelinas. La hostelería absorbe a la gran mayoría de las mujeres chinas y a grupos minoritarios de las demás nacionalidades. El comercio destaca sólo entre las senegalesas y, de forma menos notoria, entre argentinas y chinas.
La agricultura atrae en proporciones no despreciables sólo a mujeres argelinas, senegalesas y marroquíes. Estas cinco ramas de actividad dan cuenta de más del 90% de los permisos de trabajo otorgados a las mujeres de estos países; en comparación, el abanico de opciones laborales de las mujeres no comunitarias es más reducido que el de los hombres del mismo origen. En comparación con el conjunto de hombres ocupados en la economía española, los no comunitarios están sobreespecializados en la agricultura y los comunitarios en la industria y los servicios; por su parte, las mujeres de cualquier procedencia (comunitarias y no comunitarias) trabajan en mayor proporción que las autóctonas en el sector servicios (ver Tabla 27). Entre los trabajadores de origen comunitario con permiso de trabajo a finales de 1991 los varones se concentraban en la industria, seguida del comercio, la construcción y la hostelería; en cambio las mujeres se distribuían entre la educación-investigación, la hostelería, los transportes y comunicaciones, el comercio y el servicio doméstico (en el que destacan las portuguesas).
Con el fin de conocer la posición social que ocupan los inmigrantes a partir de su inserción en el mercado laboral hemos agrupado las categorías ocupacionales para establecer tres niveles o estatus laborales: alto, medio y bajo (ver Gráfico 3)7. A finales de 1997 el 11% de los trabajadores no comunitarios en situación regular ocupan empleos en las categorías superiores; la proporción se eleva al 32% entre los comunitarios. Por tanto, no puede afirmarse que los extranjeros ocupen de forma sistemática las peores posiciones del mercado de trabajo español.
En realidad existen situaciones muy diferenciadas, que se aprecian analizando el origen de los inmigrantes. En el estatus alto se posiciona la mayoría de los norteamericanos, alrededor de un tercio de los europeos comunitarios y la cuarta parte de los asiáticos y otros europeos; en cambio, en la categoría inferior se concentra el 75% de los africanos, el 70% de los latinoamericanos y un 62% de los asiáticos (ver Tabla 28). Estos datos muestran que existe una marcada polarización: en los niveles altos predominan los trabajadores del "Primer Mundo" y en las categorías más bajas se concentran los inmigrantes del "Sur". La comparación entre autóctonos e inmigrantes de distinto origen muestra también una diversidad de situaciones. La encuesta de población activa ofrece información referida a la mano de obra autóctona, a la que tiene doble nacionalidad y a la extranjera, aunque subestima el número de esta última (a finales de 1996 a pesar de incluir a trabajadores de la Unión Europea contabiliza menos trabajadores extranjeros que el stock de no comunitarios). Combinando las distintas fuentes obtenemos los datos resumidos en la Tabla 29. Se observa que en las categorías ocupacionales superiores destacada la presencia de trabajadores de países de la Unión Europea (más de la mitad son directivos, técnicos o profesionales) y de los que cuentan con doble nacionalidad (más de un tercio son profesionales y técnicos, en gran parte de origen latinoamericano). El porcentaje de empleados administrativos y similares es mayor entre los españoles y los de doble nacionalidad que entre los extranjeros. La franja de trabajadores de la hostelería, los servicios de seguridad y el comercio acogen a un porcentaje similar de trabajadores en los cuatro grupos analizados; aunque la heterogeneidad de situaciones que se incluyen (empleado de comercio fijo, vendedor ambulante; pequeño propietario hostelero, camarero eventual, etc.) impide detectar una mayor polarización. Los empleos cualificados de la agricultura, la industria, la construcción y la minería destacan entre los trabajadores españoles (un tercio del total de ocupados). En cambio, la gama de ocupaciones no cualificadas destaca especialmente entre los inmigrantes no comunitarios (más de la mitad del total). En resumen, los trabajadores comunitarios y los que gozan de doble nacionalidad cuentan con una mejor inserción laboral que los trabajadores autóctonos; en cambio, la media de los trabajadores extracomunitarios se encuentra en peores condiciones que los españoles.
Gráfico 3. ESTATUS OCUPACIONAL SEGÚN ZONA DE ORIGEN
La distribución en categorías ocupacionales en función del sector económico muestra que la casi totalidad de los inmigrantes en la agricultura (95%) ocupa el estrato ocupacional más bajo.
En la construcción la mayoría (57%) se adscribe al escalón inferior pero el 40% ocupa puestos de cualificación media (oficiales, etc.). En la industria, donde la presencia de inmigrantes es menos importante, la polarización de estatus es notable: más del 80% de los procedentes del Primer Mundo (excluido Portugal) ocupan puestos de estatus alto o medio; en cambio, alrededor de la mitad de los africanos y portugueses se insertan en el estrato bajo; los sudamericanos y europeos del Este se encuentran más habitualmente en ocupaciones intermedias. El sector servicios, que reúne a dos tercios de los extranjeros con permiso de trabajo, presenta una variación similar, en función de la región de origen de los inmigrantes: estatus medio-alto para más del 70% de los procedentes del Primer Mundo (excluyendo Portugal), estatus bajo para centroamericanos, asiáticos (excluido Japón), magrebíes y portugueses (entre el 85% y el 65%).
Las diferencias entre hombres y mujeres se manifiestan también en este caso: las trabajadoras no comunitarias ocupan más frecuentemente las categorías inferiores que los varones (81 y 61%, respectivamente); lo inverso ocurre con los empleos de nivel medio (9 y 26%) y en el estrato superior (13 y 10%).
PROYECTOS MIGRATORIOS DE LAS MUJERES NO COMUNITARIAS
Puesto que la emigración no es un acto derivado mecánicamente de las condiciones objetivas de existencia, el proyecto de los emigrantes condiciona de forma importante su trayectoria posterior. ¿Cuál es la motivación que impulsa a estas personas a dejar sus países para venir a España? ¿Qué proyecto las guía?. Para conocer la situación específica de algunos colectivos representativos de mujeres inmigrantes no comunitarias, realizamos una aproximación empírica a tres de ellos: mujeres marroquíes, dominicanas y filipinas8, cuyos resultados exponemos a continuación.
1. Pluralidad de proyectos migratorios.
No cabe afirmar, sin más, que todas las mujeres salen de su país para escapar de situaciones de pobreza y penurias materiales. El estudio realizado de distintos procesos migratorios nos permite distinguir al menos las siguientes modalidades:
– Emigrar para asegurar la subsistencia del grupo familiar y, especialmente, la mejora social de los hijos (generalmente a través de los estudios). En estos casos la motivación económica es predominante; en ocasiones son las mujeres las principales, cuando no las únicas, proveedoras de rentas monetarias para el grupo familiar que permanece en el país de origen. Por tanto, las estrategias se dirigen a maximizar el ahorro con el fin de remitir dinero, todo lo demás se subordina a esta finalidad. En estos casos cuando falla la inserción en el mercado laboral se producen situaciones límite, pues las emigrantes se ven presionados para generar ingresos a toda costa, incluyendo prácticas alejadas de sus expectativas iniciales (tráfico de drogas a pequeña escala, prostitución, etc.).
– Solteras que emigran buscando una promoción personal, además de apoyar a la familia de origen. Cuando quienes emigran son mujeres originarias del tercer mundo, éstas rompen con el estereotipo occidental que las percibe como sometidas y resignadas a un contexto de dominación patriarcal ineludible. En realidad, los procesos de cambio social atraviesan transversalmente a todas las sociedades, en mayor o menor medida; en particular, entre las mujeres jóvenes de procedencia urbana se desarrollan aspiraciones que chocan con los modelos dominantes en sus respectivos países. Esta contradicción puede ser salvada, o eludida, por las que consiguen una posición económica desahogada, pero se convierte en vía sin salida para quienes se ven constreñidas por las dificultades económicas o la falta de posibilidades de formarse y desarrollar una carrera profesional. De forma resumida puede decirse que este tipo de emigrantes representa a personas que han accedido en sus países a las expectativas de una vida "moderna" y esperan encontrar más posibilidades de desarrollarla emigrando al exterior. Generalmente se trata de jóvenes que conviven con su familia paterna que, cuando deciden emigrar, necesitan contar con la anuencia del entorno familiar; ésta puede conseguirse bien por una actitud comprensiva de los padres o bien porque ven en la emigración del hijo o la hija la posibilidad de obtener unos ingresos que aseguren la reproducción del hogar. Así, el proyecto migratorio combina la función económica (enviar remesas a la familia) con el proyecto personal (autonomía, formación, promoción). En esta situación la emigrante no subordinará toda su estrategia al objetivo económico, y tendrá más facilidad para desarrollar actividades sociales y formativas que faciliten su inserción en la sociedad de destino.
– Jóvenes que emigran ?por espíritu aventurero? ("para conocer mundo"), animadas por un entorno próximo de emigración generalizada. Este caso lo hemos encontrado, por ejemplo, entre las inmigrantes filipinas, en cuyo país de origen se registra un masivo proceso migratorio, en primer lugar desde zonas rurales y ciudades menores hacia la zona metropolitana de Metro Manila y, posteriormente, hacia una gran variedad de países de Norteamérica, Oceanía, Asia y Europa. El contexto, pues, está impregnado de la posibilidad de emigrar, opción que facilitan las agencias que se encargan de tramitar papeles, billetes, contactos y contratos en el país de destino.
Aunque los estereotipos tienden a presentar el perfil de la emigrante como una mujer de origen rural, con bajos estudios, procedentes de clases humildes y pertenecientes a familias numerosas, no es poco habitual que participen en estos flujos mujeres con estudios universitarios y empleos de nivel medio o alto. ¿Qué mueve a mujeres jóvenes, profesionales y relativamente "situadas" en el mundo laboral, sin responsabilidades familiares, a dejar el país de origen para trabajar, casi siempre, como empleadas domésticas? En el caso filipino se trata en general de mujeres procedentes de sectores sociales medio-bajos, entre los que se ha dado importancia a la formación de las hijas a la vez que se las somete a un estricto control social. El modelo tradicional de mujer, impregnado del sentimiento de resignación que transmiten las formas de religiosidad dominantes, se convierte en un corsé para las aspiraciones de las jóvenes profesionales urbanas; sin embargo, éstas no se plantean una crítica frontal al modelo y optan por eludirlo (o postergar la asunción del mismo) mediante la "aventura" de salir hacia otro país, aún a cambio de experimentar una movilidad social descendente.
– Mujeres que salen de su país de origen por seguir al marido en su proyecto migratorio. En este caso no se trata de una decisión personal, y en ocasiones se produce sin entusiasmo o con resignación. Entre tres colectivos que hemos estudiado pormenorizadamente9 esta situación se produce casi exclusivamente en el caso de las mujeres marroquíes, dada la importante presencia de varones en la inmigración procedente de ese país. En principio, el proyecto migratorio pretende reproducir en España el modelo de organización familiar existente en la sociedad de origen, en el que la mujer tiende a quedar circunscrita sólo al ámbito doméstico. La situación de aislamiento produce dificultades para aprender el idioma local y para establecer relaciones.
– Jóvenes ("segunda generación") que llegan a España para reunirse con familiares ya emigrados. Este caso es similar al anterior, en el sentido de que no se trata de un proyecto migratorio autónomo sino llevado a cabo por la decisión de otros. La diferencia estriba en que las niñas y jóvenes pueden encontrar vías de inserción relativamente autónomas si se insertan en el sistema educativo local o en el mercado laboral, mediante relaciones que trasciendan el ámbito étnico-familiar. Sin embargo, las que superan la edad de escolarización obligatoria se ven al principio abocada al desempleo o a la ocupación en los habituales nichos ocupacionales de sus compatriotas.
2. Diversidad de trayectorias laborales.
Una de las dimensiones importantes de los flujos migratorios es su componente económico o de clase: las mujeres migrantes parten de una inserción determinada en la estructura de clases de la sociedad de origen y tienen que integrarse en la del país de destino. En ese tránsito existen diversas trayectorias posibles, que conducen a una inserción exitosa, a una posición de integración estable pero subordinada, a la precariedad permanente o a situaciones de marginalidad y exclusión. La "lógica económica" nunca explica el conjunto de las trayectorias migratorias (pues, en ocasiones, lo económico queda subordinado a constricciones legales, de género o culturales) pero es un elemento fundamental para estudiar las trayectorias migratorias.
Podemos distinguir los cambios que se dan entre el país de origen y la llegada a España, y los que ocurren a partir de ese momento.
a) Cambios entre el país de origen y el de destino
La movilidad espacial a través de las fronteras genera modificaciones en la situación económica de las migrantes. Entre las principales cabe señalar cuatro modalidades:
– Experiencias de movilidad descendente. Algunas de las mujeres migrantes son profesionales o estudiantes universitarios; en ocasiones contaban en el país de origen con un empleo cualificado, sea como profesionales, como directivas o pequeñas propietarias de negocios familiares. Al llegar a España la principal, y casi única, vía de entrada al empleo es el trabajo precario y poco cualificado, sobre todo el servicio doméstico interno para las mujeres. El acceso a un empleo permite garantizar la manutención, la obtención de rentas para solventar deudas (por ejemplo, los gastos del viaje) y la posibilidad de conseguir o mantener en el futuro un permiso de trabajo. A cambio se encuentra un contexto laboral que choca profundamente con la experiencia anterior: de una ocupación con estatus reconocido se pasa a una situación más o menos vergonzante. Particularmente duro es el tránsito para las mujeres que se emplean como internas puesto que pasan de cumplir una función cualificada a ser mandadas por todo el mundo, incluidos los niños de la casa y, especialmente, dejan de actuar en la esfera pública y quedan recluidas en un ámbito privado, con escasas posibilidades de establecer relaciones personales y afectivas.
– Reproducción del nivel ocupacional aunque con mayores ingresos. Una parte de las inmigrantes procede de estratos económicos bajos y ha desarrollado actividad laboral en su país de origen antes de emigrar. Frecuentemente estas mujeres han trabajado en el servicio doméstico, o en pequeños comercios. Por tanto, desde el punto de vista del estatus sociolaboral no se producen cambios significativos al llegar a España. La diferencia más notoria, y positiva, es el nivel salarial que permite en poco tiempo saldar las deudas del viaje y comenzar a enviar remesas a la familia en el país de origen. Cuando éste es el motivo principal de la emigración, el éxito obtenido compensa las desventajas de la nueva condición. Entre éstas destacan las quejas respecto a las condiciones de trabajo y al trato discriminatorio respecto a sus homólogas autóctonas.
– Ascenso relativo: de la inactividad y la actividad ocasional al empleo asalariado. Otra situación es la de las mujeres que salen del país de origen sin experiencia laboral. En este caso el acceso a un empleo y la disponibilidad de unas rentas salariales suponen una trayectoria ascendente, al menos desde la perspectiva personal del inmigrante. Aunque el estatus familiar de origen sea superior al que brinda la nueva inserción laboral, no cabe catalogar esta trayectoria como descendente puesto que la movilidad espacial (la migración) permite incorporarse al mundo laboral y establecer el punto de partida para una eventual trayectoria económica autónoma respecto a la familia paterna. En ocasiones la emigración facilita el tránsito al mundo 17 del trabajo, debido a que la debilidad de los lazos de control y prestigio social permiten aceptar empleos que en su propio país rechazarían debido a su baja consideración social.
– Cambio entre distintas formas de "inactividad" económica. En este tipo se incluyen algunas de las mujeres que no han tenido empleo en el país de origen, que han emigrado siguiendo los pasos de su cónyuge y que, al llegar a España, se dedican exclusivamente al trabajo doméstico en su propio núcleo familiar. La trayectoria, desde el punto de vista de clase, dependerá de la situación comparativa entre la de la familia paterna y la que su marido haya establecido en España. En la medida en que las condiciones económicas lo permitan, y el modelo cultural lo sostenga, la mujer puede permanecer en esta situación durante años, lo que le permite "ocuparse de los suyos" (posibilidad que está vedada para las empleadas internas, que no suelen tener a sus familiares consigo) pero tiende a someterla al aislamiento. Cuando su lengua de origen no es la que se habla en el lugar de destino, aumentan las dificultades para establecer relaciones más allá del marco familiar y étnico-nacional. En estas circunstancias se refuerza la dependencia de las mujeres respecto al marido, e incluso a los hijos, y su vida social depende de la existencia de otras familias del mismo origen en el entorno cercano. Con todo, la influencia del entorno social no deja de operar: en un medio donde es creciente la participación laboral de la mujer, algunas de estas emigrantes manifiestan su deseo de trabajar fuera de casa; en cambio, otras se mantienen fieles al modelo femenino limitado al ámbito privado.
b) Cambios experimentados en España
Obviamente, las mujeres recién llegadas tienen un margen de maniobra estrecho a la hora de desplegar estrategias de inserción; en principio se trata de aceptar las primeras oportunidades que se presentan. Sólo una vez garantizada la supervivencia inmediata es posible comenzar a captar las claves del nuevo entorno, conocer y comparar posibilidades y establecer nuevas relaciones. A partir del mayor control que se adquiere del nuevo medio, y de los condicionamientos que éste impone, empiezan a desplegarse estrategias en función de las expectativas propias. Como ejemplo de la amplia gama de trayectorias posibles presentamos aquí las más habituales entre las mujeres inmigrantes no comunitarias:
– Perpetuación como interna. Algunas inmigrantes gozan de una situación jurídica estable (permiso de trabajo por cinco años) y llevan varios años en España pero siguen empleadas como trabajadoras domésticas internas, aunque hayan cambiado de hogar contratante. Aparentemente se trata de un estancamiento en la trayectoria ocupacional, que en algunos casos sanciona el descenso social experimentado al abandonar el país de origen. Son varias las circunstancias que explican esta permanencia. En primer lugar, la prioridad que se otorga al envío de remesas a la familia (generalmente para los hijos) en el país de origen convierte a este empleo en el más idóneo, pues permite ahorrar importantes gastos de mantenimiento (vivienda, alimentación y transporte); cuando la necesidad de las remesas se prolonga por muchos años la inmigrante puede encontrarse finalmente sin fuerzas o recursos para buscar una nueva situación ocupacional y vital. En ocasiones se mantiene el empleo como interna después de haber intentado sin éxito otras opciones: en estos casos esta ocupación actúa como refugio ante la inseguridad y la competitividad reinantes en el mercado laboral, incluso en los casos en que la inmigrante tiene una cualificación ocupacional notable, o debido a las restricciones que impone el permiso de trabajo. Otra situación es la derivada de la situación familiar de la inmigrante. Las casadas son las que habitualmente pasan de la situación de interna a la de externa, pero a veces la única posibilidad de empleo para el marido inmigrante es la de colocarse también como interno. Así, cuando la inmigrante trae a su marido puede verse obligada, aunque sea momentáneamente, a buscar colocación para ambos como "matrimonio interno" (él como chofer o jardinero, ella para limpiar, hacer comidas o cuidar niños). Esta circunstancia puede obrar como freno, e incluso retroceso, en la trayectoria laboral de la mujer inmigrante.
– De interna a externa en el servicio doméstico. Esta trayectoria es la más común entre las mujeres que logran abandonar la condición de interna. A cambio de un aumento de libertad y disposición sobre su tiempo libre, que le permite ampliar su mundo de relaciones y actividades, la inmigrante ve incrementados sus gastos y, consecuentemente, puede ahorrar o enviar menos dinero a la familia de origen. Por eso es habitual que este paso lo den las mujeres que se casan estando en España o que traen a su familia posteriormente; en estos casos el cuidado de los niños supone un impedimento para continuar con el empleo anterior, y la presencia del marido un apoyo para generar más ingresos. Por otra parte, cuando la familia nuclear reside en España las necesidades de enviar remesas disminuyen cuando no desaparecen; de esta forma las mujeres pueden centrar su estrategia fundamentalmente en el entorno familiar cercano.
No sólo las inmigrantes casadas dan el paso hacia el trabajo doméstico externo. Algunas de las que tienen hijos en el país de origen también han recorrido esta trayectoria; en estos casos incide favorablemente el que disminuya la demanda de remesas, pero también la experiencia de vida anterior y el proyecto de la mujer emigrante: si los hijos crecen y se autonomizan (en su país o en España) la madre puede afrontar gastos mayores, aunque esto no ocurra, cuando la migración se produce tras una trayectoria de vida adulta y autónoma es más difícil aceptar la pérdida de autonomía e intimidad, en ese caso lo económico queda subordinado a un mínimo bienestar. También es el caso de las mujeres solteras que no tienen cargas familiares que les impongan la necesidad de maximizar sus ingresos. Al reunirse varias para compartir un alquiler, generalmente en pisos antiguos no rehabilitados, logran minimizar gastos y establecer una base para desarrollar otras estrategias, en las que suele tener cabida alguna actividad formativa, además de las relacionales. En estas trayectorias el objetivo económico tiende a quedar subordinado al proyecto migratorio que pone el acento en la autonomía y la promoción personal.
– Apertura parcial hacia otras actividades. Aunque buena parte de las mujeres no comunitarias trabajan en el servicio doméstico (como internas o externas) existen tentativas y proyectos para desarrollar otras actividades económicas. Los obstáculos a vencer en este caso son importantes: por un lado, el estereotipo social que no concibe a las inmigrantes del tercer mundo en otro tipo de ocupación; por otra, la situación ocupacional de la mujer en España, que tiende a ofrecer más oportunidades en empleos precarios y/o poco retribuídos10. Algunas mujeres consiguen establecerse de forma autónoma, en actividades característicamente "femeninas" (como las peluquerías, en el caso de las dominicanas) o en negocios familiares (comercio, en el caso de las marroquíes). En estos casos la viabilidad de la empresa tiene que ver con la densidad de las redes étnicas, pues la clientela mayoritaria suele estar constituida, al menos inicialmente, por personas de la misma nacionalidad. Otro caso es el de las que compatibilizan ciertas actividades con el servicio doméstico, procurándose unos ingresos extra y sondeando la posibilidad de "dar el salto" hacia la nueva actividad. Muchas quedan atrapadas en esta situación ambigua debido a que no disponen de los medios necesarios para establecerse de forma independiente, o carecen de los recursos y contactos que se requieren para hacerlo; otras se ven limitadas por sus responsabilidades familiares.
Las inmigrantes encuentran dificultades objetivas para encontrar un trabajo aceptable fuera del servicio doméstico, sin embargo, existe un sector activo que despliega estrategias variadas con vistas a lograr una promoción económica. Algunas lo hacen con la intención de mejorar sus condiciones de inserción en el país de destino (cursos de peluquería, informática, etc.). Otras, en cambio, desarrollan actividades de formación con vistas a abandonar el servicio doméstico, pero creen que tendrán más posibilidades de aprovechar su nueva cualificación en el país de origen que en el de emigración (es el caso de mujeres dominicanas que realizan cursos de hostelería pensando desarrollar alguna actividad en el sector turístico en la República Dominicana).
– Hostelería, ¿un trabajo "verdadero"?. La segunda ocupación más habitual de las mujeres no comunitarias, aunque a mucha distancia del servicio doméstico, se encuentra en el sector de la hostelería. Las tareas que desempeñan son diversas, aunque la mayoría trabaja en actividades de limpieza o de cocina y son menos las que se desempeñan como camareras. Frente al servicio doméstico, que no goza del estatus de un "trabajo verdadero" aunque procura ingresos suficientes para muchas, el empleo en la hostelería aparece como un factor de integración más normalizado, que acerca a la inmigrante a la situación de las trabajadoras autóctonas. En principio no existen las connotaciones de arbitrariedad y servidumbre que se asigna al servicio doméstico, la regulación laboral ofrece más garantía y los años trabajados dan derecho a percibir prestaciones por desempleo, etc. Sin embargo, en la práctica las cosas no resultan tan claras: predominan las condiciones de trabajo precarias (falta de contrato, contratos temporales, con salarios y cotizaciones sociales mínimos) y los abusos patronales (si no se admiten las condiciones existe oferta suficiente para cubrir todos los puestos de trabajo). Con todo, al realizarse en un espacio público, las garantías en favor de la trabajadora tienen más posibilidades de ser defendidas.
– De la inactividad a la "ayuda" en el negocio familiar. Este caso muestra la ruptura de la trayectoria de la mujer-ama-de-casa que sale al mercado laboral por una quiebra en el proyecto inicial (familiar patriarcal). Sea por el desempleo del marido o por la necesidad de incrementar los ingresos familiares algunas mujeres inmigrantes inician su vida laboral en España a una edad adulta y después de haber tenido hijos. En este sentido siguen una trayectoria similar a la de muchas españolas: mujeres de clases trabajadoras, sin experiencia previa, que pasan de la inactividad al servicio doméstico, generalmente como asistentas por horas. Este caso, el más habitual, se ve complementado por el de una minoría que posee un negocio familiar en el que puede "colaborar", aunque sea de forma eventual.
La emigración supone con frecuencia el desplazamiento desde un sistema de relaciones de género (sistema de poder que se establece en las relaciones entre hombres y mujeres) a otro.
Por un lado, las distintas modalidades de las relaciones de género en la sociedad de origen ayudan a explicar por qué y cómo emigran las mujeres. Por otro, el proceso migratorio incide de distintas maneras sobre el posicionamiento de género de las mujeres migrantes11. Es posible identificar trayectorias diferenciadas distinguiendo dos momentos: las situaciones existentes en el país de origen que condicionan el proyecto migratorio, y los cambios experimentados en la sociedad de destino. Por falta de espacio no desarrollamos aquí esta perspectiva, remitimos al lector interesado a otros trabajos12.
SUMARIO Y TIPOLOGIZACIÓN DE LAS MUJERES MIGRANTES NO COMUNITARIAS.
De modo general, y resumiendo algunas de las afirmaciones anteriores, cabe destacar algunos elementos centrales que caracterizan el lugar de las mujeres inmigrantes no comunitarias en España:
1) La evolución registrada en los últimos años muestra una tendencia hacia la reducción de las diferencias entre grupos nacionales (los perfiles laborales estaban mucho más polarizados en 1992 que en 1997). Se ha producido una salarización y crecimiento del estatus inferior (más trabajadoras del servicio doméstico entre las latinoamericanas, más en la industria entre las magrebíes, y más en el comercio entre las asiáticas). También se incrementan los permisos de larga duración (5 años) aunque aún la mayoría cuenta con permisos de 1 año. Los perfiles de edad y de estado civil también se han aproximado. No se trata de que se haya producido una homogeneización interna a partir de la desaparición de otros perfiles (técnicas, profesionales; etc.) sino que la evolución de los flujos ha difuminado estas diferencias. En todo caso, para una comprensión mayor del fenómeno es necesario realizar análisis específicos, referidos a colonias nacionales, que permitan profundizar en las tendencias y características de los distintos grupos.
2) A pesar de estas tendencias hacia la convergencia existen diferencias entre distintos colectivos: mientras unos están formados de forma mayoritaria por mujeres (es el caso, por ejemplo, de dominicanas, peruanas y filipinas), en otros éstas -aunque numerosas- son minoría respecto a los varones (el ejemplo más destacado es el de las marroquíes). También las formas de convivencia y las redes sociales varían de forma considerable: en un caso predominan las relaciones entre mujeres, en el otro es más importante la presencia de núcleos familiares. Por otra parte, estas diferencias (casadas, con familia en España o en el país de origen, solteras, primera generación, hijas de inmigrantes, etc.) se reproducen dentro de cada uno de los colectivos nacionales.
3) La inserción laboral de las inmigrantes no comunitarias sólo se comprende en el contexto de la estructura ocupacional española, caracterizada por la terciarización, precarización y segmentación del empleo.
4) la importancia cuantitativa de estas inmigrantes es aún limitada respecto al conjunto de la mano de obra autóctona (el 1,1%); sin embargo, su alta concentración en pocas ramas de actividad (especialmente en el servicio doméstico) hace más visible y significativa su presencia en el mercado laboral; 5) Queda por dilucidar si la actual situación de la mayoría de estas mujeres (recluidas en el trabajo doméstico) es una fase transitoria en un proceso recién iniciado de movilidad social ascendente, o bien se trata de la configuración de un nicho cerrado, que se constituye en la única opción laboral para la mayoría de las inmigrantes.
Las situaciones diferenciales en que se encuentran las mujeres inmigrantes nocomunitarias en España, según se ha expuesto, permite establecer una tipología de situaciones para poder seguir profundizando en el análisis. Utilizando los criterios expuestos en el punto primero y la información estadística del segundo, obtenemos una panorámica que identifica los siguientes tipos diversos:
– Estado-nación: existe una gama de situaciones, comenzando por las nacionalizadas españolas (el acceso a la nacionalidad es mucho más fácil para latinoamericanas, filipinas, guineanas y andorranas que para el resto), pasando por las de origen comunitario (que no necesitan permiso de trabajo), las que tienen permisos de larga duración (destacan las de Lejano Oriente y América Central), las que poseen permisos de validez anual (especialmente magrebíes y otras africanas), las no comunitarias que tienen permiso de residencia pero no autorización para trabajar (sudamericanas e hindúes) y las irregulares.
– Clase: recurriendo a la estratificación que hemos utilizado en diversos trabajos podemos clasificar a las económicamente activas en tres grupos: estatus alto (en el que se observa mayor presencia de sudamericanas), medio (con predominio de sudamericanas y asiáticas) y bajo (en el que destacan las mujeres del Magreb y América Central). Por falta de datos, no tenemos posibilidades de clasificar en esta escala a las económicamente "inactivas", más precisamente a las que carecen de permiso de trabajo, estén o no empleadas fuera del ámbito doméstico.
– Grupo étnico o"Raza": desde la perspectiva de la población autóctona existe una diferenciación clara entre blancas y no-blancas; además, respecto a las últimas parece establecerse una escala de preferencias que tiene en el punto de máximo rechazo a las magrebíes (marroquíes) y en posiciones intermedias no bien especificadas a mujeres negras de origen africano (senegalesas, gambianas, guineanas) o americano (dominicanas, estadounidenses), asiáticas (filipinas, chinas), hindúes y amerindias (peruanas, ecuatorianas).
– Cultura: se establece una escala entre las más próximas a una identidad "occidental y cristiana" (europeas), especialmente cuando se comparte como lengua materna el castellano (latinoamericanas); otro bloque lo constituyen grupos orientales pero de adscripción cristiana (el caso de las filipinas); el extremo más alejado lo representan las de fe musulmana (magrebíes y africanas subsaharianas).
– Género: dentro de un sistema patriarcal de alcance universal existen modalidades diferentes. Según la conocida distinción de Walby, habría dos tipos principales: el privado, que se centra en el hogar y se basa en una estrategia de exclusión de la mujer, y público que se desarrolla en ámbitos extradomésticos y se funda en prácticas de segregación. El estado del bienestar ha permitido el paso del primer tipo al segundo, generando formas de dominación específicas sobre las mujeres (nueva pobreza ligada a la responsabilidad sobre los hijos, pornografía en los medios de comunicación, etc.). En general, puede establecerse una distancia entre el modelo autóctono dominante (patriarcado público) y las pautas que afectan originariamente a las inmigrantes del tercer mundo (patriarcado privado); en cambio, buena parte de las extranjeras de origen comunitario estarían en una situación más "avanzada" que las autóctonas respecto al modelo dominante13. A las diferencias reales, en cuanto pautas de comportamiento, se suman los estereotipos ideológicos que unos grupos atribuyen a otros (europeas "degradadas moralmente", orientales "sumisas", musulmanas "sometidas", etc.).
Tal como hemos señalado, el abordaje de la situación social de las mujeres migrantes debe realizarse desde una perspectiva multidimensional. Si los cinco ejes señalados tienen su importancia, el cruce de sus efectos sobre colectivos particulares de mujeres es lo que proporciona una aproximación más compleja y rica a su situación real.
Notas
1) La distribución por sexo de los ciudadanos con permiso de residencia sólo se ha publicado en 1992 y 1993; existen también datos aún no publicados correspondientes a 1997. Es previsible que a partir de esta fecha los organismos oficiales publiquen de forma habitual las cifras de residentes por sexo Aunque los censos y padrones registran esta variable, hasta la fecha resultan un instrumento menos útil puesto que en general vienen subestimando el número de extranjeros, y probablemente ofrezcan una información distorsionada respecto a la estructura demográfica de estas poblaciones.
2) Aunque una parte de las residentes comunitarias son ancianas que ya se han retirado de la vida activa, alrededor de la tercera parte de trabajadoras extranjeras en situación regular procede de países de la Unión Europea.
3) Entre 1992 y 1996 se ha producido un incremento considerable del número de mujeres, a juzgar por los datos de permisos de trabajo concedidos: gran parte de ellos corresponden a mujeres que se emplean en el servicio doméstico. Ante la falta de datos actualizados sólo podemos constatar el incremento numérico de la inmigración femenina y suponer que en algunos colectivos puede haber aumentado el índice de feminización (es el caso de peruanas, dominicanas, colombinas y ecuatorianas).
4) Una encuesta aplicada al 10% de los regularizados en 1991 estableció que el 63% eran personas solteras y que el 46,8% tiene familiares dependientes en el país de origen (en cambio, el 38,6% no tiene ningún familiar dependiente económicamente). Ver DIRECCIÓN GENERAL DE MIGRACIONES, Encuesta cualitativa sobre inmigrantes regularizados, Madrid, 1992 (ciclostil) y ARAGÓN BOMBÍN, R. Y CHOZAS, J. La regularización de inmigrantes durante 1991-1992, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1993.
5) No cabe afirmar sin más que la condición de vendedor ambulante sea sinónimo de precariedad; un estudio realizado en Francia sobre la comunidad senegalesa puso de manifiesto la importancia y potencialidad de las redes de comercio ambulante (vid. SALEM, G., "Les marchands ambulants et le système commercial sénégalese", en SIMON, G. (coord.), Marchands ambulants et commerçants etrangers en France et en Allemagne Fédérale, CUEM, Poitiers, 1984, págs. 7-50. En el caso español esta cuestión está por estudiar.
6) Los porcentajes para Ceuta y Melilla son del 26% en agricultura, el 22% en construcción, el 3,8% en industria y el 3% en servicios. En estas ciudades la estadística de permisos de trabajo na da cuenta suficientemente de la importancia de la mano de obra inmigrada, por ello preferimos no incluir las referencias en el texto.
7) En el nivel "alto" incluimos las categorías de profesionales-técnicos y directores de empresa; en el "medio" los administrativos, capataces, trabajadores manuales cualificados y comerciantes (aunque entre estos existen vendedores ambulantes, que no podemos cuantificar, y debieran incluirse en el apartado siguiente); y en el estrato "bajo" los trabajadores manuales del resto de los servicios, la industria, construcción y agricultura.
8 COLECTIVO IOÉ, Procesos de inserción y exclusión social de las mujeres inmigrantes no comunitarias (inédito), INSTITUTO DE LA MUJER, Madrid, 1997.
9) Se trata de las procedentes de la República Dominicana, Marruecos y Filipinas.
10) Además, la mayoría de las inmigrantes se ven excluidas de las ramas en que las autóctonas encuentran mejores condiciones: a las administraciones públicas acceden -como funcionarias- sólo las españolas, en ramas como la sanitaria es necesaria una titulación que la mayoría no posee (en algunos caso incluso poseyéndola, no cuentan con la convalidación de título o con el permiso de trabajo necesario).
11) Aunque el enfoque de género es importante, a nuestro juicio y siguiendo el análisis de Carmen Gregorio en "El proceso de integración social de las mujeres inmigrantes", en DÍAZ-AGUADO, Mª J., Las mujeres inmigrantes y su integración social, Instituto de la Mujer, Madrid, mayo, 1995, el abordaje del tema concreto de la inserción social de las mujeres inmigrantes debe hacerse desde una perspectiva multidimensional, teniendo en cuenta, al menos, los siguientes ejes de análisis:
– Lógica del estado-nación: sistema jurídico que introduce la separación entre nacionales y extranjeros, a partir de la que se establece una jerarquía en la atribución de derechos.
– Lógica de la cultura dominante: atravesada a su vez por diversas contradicciones, pero erigida como norma de referencia obligada también para las culturas minoritarias, nacionales o extranjeras (en especial los inmigrantes de otras religiones, lenguas, etc.).
-Lógica de clases: basada en el funcionamiento del sistema socioeconómico, que atraviesa al conjunto de la sociedad (autóctonos e inmigrados), generando grupos dominantes, subordinados y excluidos.
– Lógica racial: basada en el modelo fenotípico dominante en la sociedad receptora (en nuestro caso, población "blanca"), que marca diferencias y, eventualmente, jerarquías con quienes se alejan de dicha pauta (negros, asiáticos, árabes, amerindios, etc.).
-Lógica de género: transversal a todas las demás, derivada del funcionamiento de un sistema patriarcal que restringe sistemáticamente el acceso de las mujeres a situaciones de poder social, sean en el ámbito público como en el privado.
Las mujeres inmigrantes quedan inscritas en el marco de estas cinco claves de identificación social. Su posición depende, objetivamente, del lugar en que se encuentren respecto al modelo dominante (varón, de elevada posición socioeconómica, con plenos derechos de ciudadanía, blanco y adscrito a la cultura dominante) y, subjetivamente, de la mayor o menor centralidad que se otorgue a cada uno de los elementos descritos y al tipo de orientación que adopte ante ellos (pasiva, reivindicativa o emuladora del modelo dominante).
12) Ver, COLECTIVO IOE, "Mujeres migrantes en España. Proyectos migratorios y trayectorias de género", OFRIM, Madrid, dic. 1998,pp. 28-32.
13) Según Naciones Unidas en los países industrializados las diferencias en perjuicio de la mujer se establecen en el mercado laboral (salarios y acceso al empleo); en los países del Sur se suman, además, déficits educativos (dos tercios de los analfabetos son mujeres), sanitarios (ligados especialmente a las pautas reproductivas) y nutricionales. Ver PNUD, Informe sobre desarrollo humano 1993, op. cit., pág. 19.
Colectivo Ioe Equipo de investigación sociológica ubicado en Madrid y compuesto por Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de Prada. URL: http://www.nodo50.org/ioe/El contenido del presente trabajo está gobernado por la siguiente Licencia de Creative Commons: ver