Descargar

La terapia de la imperfección de Ricardo Peter: Un aporte latinoamericano (página 2)


Partes: 1, 2

Ahora bien "la antropología del límite no tiene como objetivo primario la "compresión" del ser del hombre, sino la compasión por el hombre, que es una forma más elevada de compresión".[5] Peter toma la palabra compresión en su sentido etimológico original que significa también "abrazar", "acoger", no solo en sentido intelectual de entender, pues, efectivamente, la compresión tiene también un tinte afectivo que el acto de entender no posee. De ahí que los actos virtuosos como "aceptar" y "perdonar" son resaltados por la antropología del límite como virtudes también de conocimiento. Acciones que enriquecen la experiencia de contacto con la realidad, y no pueden por más incidir en el conocimiento que el hombre posee. Por lo tanto, considera la compresión del hombre en lo íntimo de su dato fundacional: el límite, que tanto le agobia. Podríamos decir, en términos pascalianos, que la compresión requiere del corazón, es la actualización o ejercicio del "espíritu de fineza" al que apela Pascal, en contraposición al "espíritu geométrico" que trastoca lo humano.

De esta manera, la aceptación del límite se convierte en el acto de conocimiento que le permite al hombre acogerse como es y mostrar su horizonte humano. "Por esta razón, la antropología del límite distingue entre proceso de hominización y el de humanización"[6]. El primero dado automáticamente por la misma pertenencia a la especie y condicionado biológicamente, a diferencia del segundo que supone un arduo trabajo voluntario, y que precisamente esta antropología supone el trabajo de orientación al límite.

Aplicando el concepto de límite al hombre, surge entonces un concepto importante y que se utilizara con frecuencia en el discurso peteriano: la indigencia. Este concepto alude a la presencia configuradora del límite en el hombre, en cuanto lo hace necesitado de manera radical, en todos los ámbitos, en todos los niveles y de cualquier forma. Pero la diferencia entre el animal y el hombre consiste precisamente, en la conciencia de la necesidad. En la conciencia de su propia carestía el hombre efectúa ya un acto de trascendencia, se eleva por encima de la animalidad de manera definitiva. El hombre encuentra pues en la indigencia su realidad más profunda, con la que paradójicamente, más lucha. En la indigencia es donde podemos encontrar uno de los elementos propios de lo humano del hombre. Humano por que supone su realidad espiritual del acto de conciencia, conciencia, que al mismo tiempo, le devuelve su capacidad de autodeterminación en la contemplación de su limitación.

Se entenderá que si se rechaza el límite manifestado en la indigencia, el hombre se aparta de sí mismo, y en el límite, de la realidad entera. El orgullo de la perfección, que se sueña como solucionadora de la indigencia, en cuanto le seduce con la pretensión de la "obturación de su falta" como diría Jaques Lacan, hace que el hombre cierre sus ojos a la compresión profunda del mundo y de lo humano.

Por último, para no extender demasiado la exposición, es importante señalar el papel así mismo fundamental que la concepción metafísica del límite descubre, y que la Antropología del límite aprovecha y desarrolla en su aplicación terapéutica. Esto es, el doble signo del límite. El límite nos remite inmediatamente a la orilla del ser, donde más ya no podemos, dónde ya más no somos… dónde nos sentimos restringidos. Habla pues de constricción del ente humano en este caso.

Pero el aspecto positivo del límite, es el que hace posible que la reflexión sobre el límite no traduzca en "el elogio de la mediocridad", pues este aspecto que le caracteriza es el que le abre el abanico de sus verdaderas posibilidades, le muestra el campo de acción, aunque finito, a su disposición para la realización y expansión de su ser en lo que compete a su propia esencia. Es decir, el límite supone el ámbito de la determinación del acto de ser, que crea a su vez la potencialidad, pero que un cierto pesimismo de fondo tiende a contemplarla siempre desde la perspectiva donde "acaba", no incluyendo, la de donde "comienza". Esto desde el punto de vista de la actuación.

Pero también el límite hace posible la existencia, pues las limitaciones dan las perfecciones propias del ente creado, le hacen poder participar del ser. De lo contrario o se es Dios o se es nada. La única forma de ser para un ente creado, es existir en un acto de ser limitado por su esencia propia. De manera que también el límite es causante de las diferencias y riquezas positivas de los entes. El ser con su esencial limitación es el primer don.

De ahí que el rechazar el límite se convierta en "tentación diabólica" del hombre que pretendiendo ser Dios, suspira secretamente por la nada. No es de extrañar entonces que autores como Schopenhauer pretendan convertir la nada en objeto de la voluntad, o autores como Sartre la caractericen como la dinámica del hombre y su fin, como intentando superar el límite humano del sufrimiento. Sin embargo la voluntad siempre quiere algo, y no nada, como diría Blondel, es imposible querer la nada.

En resumen podemos enlistar ciertos puntos, que consideramos de mayor importancia en la antropología del límite:

  • 1. El límite restringe, pero también da consistencia, abre el campo actual y potencial.

  • 2. En lo propiamente humano se encuentra supuesto el límite.

  • 3. La aceptación del límite condiciona el desarrollo de lo humano.

  • 4. El ideal de la perfección rechaza el límite, lo que deteriora lo humano del hombre.

  • 5. Lo específico espiritual del hombre es la aceptación de sí mismo.

  • 6. El ideal es el devenir lo más humano posible.

  • 7. Por tanto, lo antropológicamente terapéutico es la aceptación del límite. Devolviéndole su autenticidad al hombre.

Y una última conclusión teológica. Si en la pretensión de ser Dios, el hombre en la realidad siempre falla, su pretensión misma de serlo, siendo un signo de ello el perfeccionismo, y el rechazo de los límites existenciales supuesto en él, supondrán en el mismo acto de rechazo de lo propiamente humano al mismo tiempo se da la negación de lo divino, pues en este inútil esfuerzo el hombre intenta suplantar a Dios, borrando de su horizonte la real y viva apertura al Absoluto Personal. De ahí que Nietzsche pueda decir "Dios no existe, y si existiera como soportaría no serlo". Cómo fruto de la dinámica perfeccionista el hombre se enajena en una racionalidad cerrada y soberbia que cree ser capaz de abarcarlo, decidirlo y crearlo todo, incluso el misterio, desconectada del órgano de conocimiento intuitivo y existencial como lo es el corazón, en realidad de ser una teoría del conocimiento (como lo es para ella misma) se traduce realmente en ser la oposición a lo sobrenatural. De ahí que por ejemplo el perfeccionista religioso, nunca encuentra a Dios realmente, pues aunque en sus palabras y discursos le invoque, sus acciones revelan el verdadero signo de su pensamiento y voluntad, tal vez, ocultas para sí mismo.

No es de extrañar que el racionalismo moderno terminase siendo ateo, de los más irrealista, frío, y un rotundo engaño, como lo han mostrado sus aplicaciones al ámbito de lo humano (recordemos el rotundo fracaso del marxismo). Sin negar por ello ciertos puntos de avance extraordinario en la ciencia y en ciertas aplicaciones políticas (que a pesar de ello no dejan de ser tendencialmente inhumanas).

El nivel psicológico-terapéutico: La Terapia de la Imperfección[7]

En el nivel psicoterapéutico la misma estructura teórica dispone de una teoría psicológica con su respectiva orientación terapéutica, que entra dentro del marco de las psicoterapias humanista-existenciales, ésta es la llamada Terapia de la Imperfección.

En la literatura científica psicológica no existe la denominación de perfeccionismo en sentido de la T.I. Los rasgos perfeccionistas se suelen poner en relación con trastornos como el trastorno obsesivo compulsivo o el trastorno narcisista de la personalidad, pero no pasan de ser rasgos. En donde, el DSM (Manual Estadístico y Diagnóstico de los Trastornos Mentales), maneja el discurso de que los rasgos perfeccionistas[8]en grados moderados son adaptativos. De ahí incluso que se llegue a hablar de un perfeccionismo sano y otro insano, cuando se caracteriza incluso al perfeccionismo como trastorno, se suele referir a niveles o conductas que traspasan cierto límite a veces no bien claro. Resulta reduccionista desde el punto de vista de la T.I., que considera insano incluso ya la misma tendencia, y que la coloca no a nivel de la personalidad, sino de la persona. Porque el concepto de perfección finaliza el sistema mental hacia un pensar, sentir y actuar que pretende estar exento de error, y ello ocasiona una perspectiva desde la cual se percibe la realidad existencial.

El rechazo del límite condiciona el "Trastorno del sentido de autoorientación causante de una sensación de inadecuación (de naturaleza persistente, progresiva, resistente y estable) con relación a la forma de percibirse a sí mismo, a los demás y al entorno, que se manifiesta en exigencia o necesidad de estructurar esas mismas áreas"[9].

Por otra parte es necesario reconocer que la T.I. tiene una deuda con la logoterapia de Viktor Frankl. Hay que recordar que Frankl descubrió en el hombre la necesidad fundamental de sentido como una de las características propias de lo humano que constituye su recurso para la salud tanto psicológica como espiritual. Ahora bien, la T.I. define el trastorno del perfeccionismo como una "pérdida del sentido de orientación", he aquí su conexión con la logoterapia, donde la neurosis existencial se define como "pérdida de sentido".

Es decir que si para Frankl lo específico del ser del hombre es su humanidad y lo específico de la humanidad del hombre es su espiritualidad, y a su vez, lo esencial de lo espiritual es el sentido, la T.I. en este último punto complementa dando una respuesta diversa. Lo específico del ser de lo espiritual del ser humano es la aceptación de sí mismo, que precede a la búsqueda de sentido[10]Es decir, si el hombre no encuentra primero el sentido de su ser, la búsqueda del sentido de la vida resulta algo mucho más arduo o incluso imposible. La autoaceptación es previa al sentido[11]de la vida.

Entre las manifestaciones claras del rechazo de la imperfección humana, del límite, encontramos que: echamos culpas a otros; no soportamos bien la crítica, nos ofende; ocultamos defectos y emociones, reprimimos; usamos máscaras, nos involucramos en juegos psicológicos; vivimos en función de un yo-ideal, confinados a un autoconcepto; nos cuesta muchísimo valorarnos a nosotros mismos de manera profunda y estable; vivimos atados a culpas, traumas, defectos del pasado; nos es difícil tolerar la incertidumbre; dependemos de la aceptación externa; tenemos un miedo desconcertante y paralizador al fracaso y al error que no permite aprender de ellos; no somos misericordiosos, compresivos, aceptantes; queremos ser más de lo que somos, y no desarrollamos lo que sí somos; vivimos prendados del pasado o del futuro, más que del presente; es decir, nos fugamos de la vida.

Para combatir el perfeccionismo la T.I. dispone de dos herramientas específicas: la inclusión del límite y la conciencia del límite. Ambas pretenden ablandar el sistema mental rígido causado por el dominio del concepto de perfección en el sistema mental, que condiciona, además, la perspectiva desde la cual se percibe la realidad, llamada: perspectiva de la indefectibilidad.

El nivel ético-espiritual: Ética del límite

Sin embargo otra de sus aplicaciones consecuentes surge en la proyección de estas consideraciones, de este arrojar luz sobre lo constitutivo del ser humano. De lo que resulta también la necesidad de completar la estructura, el edificio, usando la analogía utilizada por Ricardo Peter. Este coronamiento del abordaje de la realidad del límite lo representa la ética del límite, que nos abre al horizonte del bien de tal manera que sea accesible al hombre así como es.

La ética del límite conlleva también una forma de espiritualidad, que han vivido ya los místicos y la suponen o evidencian en su itinerario espiritual, y que en la Terapia de la Imperfección se le sugiere a partir de la vivencia del núcleo cotidiano de nuestras experiencias, siempre en el límite.

De modo que aquella concepción del hombre lo remite constantemente a la realidad de su límite, de su indigencia, conlleva la exigencia de que su respuesta ética sea o se dé en correspondencia con lo que realmente es. Y esta respuesta, esta relación con lo real, que supone primariamente el propio ser, es decir, a sí mismo, necesita ser de tal forma que se permita, que se conceda la gracia de ser respetuosa con los propios límites.

Entonces es que la aceptación o el rechazo del hombre como ser limitado queda propuesto como un problema ético. En palabras de Jung la aceptación de sí mismo es la esencia misma del problema moral.

Para caracterizar brevemente la ética del límite, nos gustaría empezar por su contrario como para resaltar por contraste el papel propio y el horizonte de realización de la ética del límite. Su contraste sería obviamente la ética de la perfección. Para ello nos remitiremos a una autoridad en materia de ética como lo es Romano Guardini.

De la ética de la perfección menciona que: "fácilmente se hace optimista en el mal sentido, porque olvida los límites de la realización posible. Fácilmente cae en el idealismo, construyendo imágenes de perfección que, queriendo ser obligatorias, se quedan en irreales. Y entonces se aparta de la realidad y deja de ver al hombre tal como es. El paso siguiente es el de la mentira de la retórica, que habla y habla, pero no busca en absoluto la realización… Esta dificultad puede llevar al pesimismo que considera imposible llegar realmente a ser bueno; a una postura escéptica y cínica que ve al hombre como cosa perdida y a la exigencia ética como un absurdo, de forma que el hombre tiene que ser tal como a duras penas pueda"[12]. (Obsérvese la coincidencia con el itinerario ético de la filosofía moderna y postmoderna).

Guardini reconoce que en última instancia la ética de la perfección es un engaño, pero no deja pasar otro "peligro" en cuanto a que la mal entendida renuncia a la ética perfeccionista pueda llevar. Es necesario que la perfección quede "fuera de circulación": "No en sentido negativo, cínico, porque el bien es aceptado y querido, sino en el sentido de que se encuentra explicación a la resistencia que la existencia en cuanto tal opone a la realización. En ocasiones se tiene la impresión de que la existencia dificulta la realización al máximo; pero con la esperanza de que la fuerza del bien se le impondrá. En cualquier caso, aquí no aparece por ninguna parte una perfección lograda de forma ordenada y sistemática; la realización presenta más bien el carácter de prueba, de permanente demostración de fuerza ante las dificultades constantes, e incluso ante una aparente imposibilidad[13]

En la ética del límite, por el contrario, se apela a la superioridad del acto ético de la compasión y la misericordia, frente a la tentadora postura del rechazo y denigración del ser humano que falla, no sólo en el ámbito moral, sino en todo ámbito. Propuesta que desarrolla tomando como modelo al padre de la parábola evangélica del hijo pródigo, y que a pesar de ello, continua siendo fiel a la reflexión estrictamente filosófica entorno al límite.

Podemos mostrar brevemente como los personajes de la parábola del hijo pródigo son dos manifestaciones de la ética de la perfección como lo hace notar claramente Guardini y la Ética del límite. El mayor se ensalza a sí mismo creyendo estar cerca de la perfección y el menor se desprecia por sentir que está le está vetada. Dos actitudes, que, como mencionamos, según la T.I., son perfeccionistas, uno en la tensión martirizadora y oscuramente autodespreciativa con máscara de pedantería y en el otro la claudicación y el autodesprecio consciente.

El padre de la parábola del hijo pródigo representa una instancia interior a cada hombre a la cual hay que apelar, en la que la aceptación del límite representa la forma del perdón, la compresión y el acogimiento ante el que falla. Es la consciencia espiritual de la realidad humana como es, el corazón del hombre mismo. El ejercicio ético supone pues, en primera instancia, la actitud que el hombre tiene de frente a sí mismo. Ante sí, el hombre, si pretende ser verdaderamente lo que es, y ejercer una ética más humana, ha de elegir ejercer la compasión para consigo mismo (diverso de sentir autolástima como la que siente el hermano menor, y que en el fondo es un rechazo) acogiéndose como imperfecto incluso en la realización moral. El ejercicio verdadero de la humildad se realizará entonces desde la acogida del límite, desde la compresión de la condición limitada del hombre. La humidad del hombre se caracteriza por la falla, pero también por el hecho de aceptar la falla, la compresión del que falla, ya que para el hombre es imposible no fallar de alguna manera. Y en la aceptación de su falla, de su trato amoroso ante la falla, puede levantarse más rápidamente y realmente, y continuar avanzado sin engañarse, en vez, de degastar la vida y los recursos atrapado en los fantasmas del pasado.

Dice Facundo Cabral que la felicidad no es un derecho sino una obligación, porque el que no es feliz hace infeliz a los que lo rodean. Nosotros no hablaremos de felicidad, si bien de comprensión y paz. De manera que quien no se aborde a sí mismo desde una ética del límite, o sea, centrada en lo que el hombre verdaderamente es, miseria y grandeza, no sólo se perjudica a sí mismo, sino a los que lo rodean. Quitándose la paz, pretenderá, sin quererlo conscientemente, arrebatársela a los demás. Nadie da lo que no tiene.

Un par de aspectos fenomenológicos, psicológicos y metafísicos de la reorientación al límite

El ideal de la Terapia de la Imperfección no son nuestras imperfecciones, que alguno podría tachar de cómodo, mediocre, con toda razón, ya que implicaría una infidelidad a las potencialidades ocultas que proporciona el límite mismo. Pero por el contrario el ideal consiste en la aceptación de nuestros infranqueables límites, de nuestras imperfecciones insuperables, y lo que ello supone espiritualmente. La dificultad para aceptar la crítica, la vergüenza desequilibrante ante las debilidades y los defectos, el "pudor" ante nuestra historia defectuosa, el corrosivo remordimiento o sentimiento de culpa ante los errores y su consiguiente incapacidad de aprender de ellos son manifestaciones de esta tendencia o ansia de perfección. Sin olvidar los enredos psicológicos causados por una religiosidad, obsesionada por el pecado, que en sus ansías de santidad, traiciona la verdadera santidad, que es la obsesión, no por el pecado, sino por el verdadero amor, que además no viene como capacidad humana sino como don divino.

El sistema mental dominado por el concepto de perfección, tachará automáticamente de una cómoda y fácil postura filosófica a aquella que proponga la aceptación del límite, de cultivo de la laxitud en plano moral a la compasión por el que falla, de cinismo cuando se trata de uno mismo, y de complejo de inferioridad, en el plano psicológico, el acogimiento de las propias imperfecciones.

Sin embargo ello se debe a la inestabilidad que crea en la persona atentar contra el concepto de perfección, y de momento no encontrar otro asidero del valor y realización personal, por más que sea ilusorio, es un proyecto que ha servido por momentos para mitigar la angustia existencial, y a lo que Alfred Adler podría llamar fin ficticio. Por la identificación y enajenación narcisista a la que tendemos todos, lo más duro para el hombre será experimentar que su ser se disuelve, al disolverse esa imagen ideal, que en plano axiológico se experimenta como una pérdida de valor, y psicológicamente como un verdadero sufrimiento de muerte. De manera que siempre se encontraran resistencias en primera instancia.

No obstante, es en este momento donde entra a llenar ese vacío, la reorientación aceptante de nuestra indigencia, que supone la noción metafísica tanto positiva como negativa del límite, en la cual el hombre se encuentra a sí mismo, de frente a su realidad y a la realidad, que le abre al otro, a lo otro y al Otro, en cuanto que por la conciencia de su necesidad incancelable, de su deseo inapagable, tiene que moverse y salir de sí mismo, convirtiéndose conscientemente, es decir, reorientarse a sí mismo, recuperando tendencialmente la aceptación de sí mismo, asumiendo su condición de homo viator, como diría san Agustín. Así nuestra indigencia resulta en la medida de toda nuestra búsqueda. Medida que es evidentemente infinita, y por tanto condiciona finalmente, una conducta intrínsecamente religiosa, al demandar por tanto su objeto propio, que es precisamente el Ser.

Es la indigencia, no la necesidad ciega de la animalidad, que supone la conciencia de la propia necesidad, un acto ya trascendental que abre el hueco para la libertad, facultad eminentemente espiritual, que posibilita al hombre, paradójicamente, trascender un mayor número de límites accidentales, o relativos, de forma que se ve cada vez más capaz en lo humano, es decir, tendencialmente, de mirar de frente y con abrazo sereno sus límites infranqueables, sus límites absolutos, que sin embargo adquieren también un sentido religioso.

En lenguaje de la metafísica aristotélica-tomista, la conciencia de la propia necesidad incancelable, permite a la voluntad autodeterminarse para adquirir mayores perfecciones (en el sentido de actualizaciones) que responden precisamente a sus verdaderas deficiencias, e intensificar así su participación en el acto ser, afirmando su propio y singular estatuto ontológico, su esencia propiamente humana, que se traducirá en el plano fenomenológico en una mayor satisfacción ante la vida. De lo contrario el rechazo del límite le impide ver su propia condición y obnubila su capacidad para superar sus determinismos, aunque sea de manera limitada, pero ello hace una tremenda diferencia en la forma de estar y devenir en el mundo y en la postura que se adopta frente al Ser. Es decir, en su humanización que se religa a su propia fuente.

Cuando la tendencia a la perfección ha orientado la vida de un individuo por mucho tiempo, cualquier atentado contra el concepto de perfección como meta, se traduce en una angustiosa amenaza de vacío de sentido, evidenciando la neurosis presente. Esto se debe a que la tensión de los juicios de valor de sí mismo han sido enganchados al caballo imparable de la perfección, en cuanto que se tiende a ser más lo que realmente se puede ser, ahí la transgresión del límite. Y en los primeros momentos en que, con timidez, existe una consciente aceptación de ello, esto mismo puede condicionar también una especie de euforia momentánea, al vislumbrar la liberación del peso de esa autoexigencia martirizante, que se traduzca en conductas laxas, cínicas e irresponsables. Ello porque las reglas de moralidad condicionadas artificialmente por el concepto de perfección se mitigan, dejando libre el movimiento de muchos impulsos no asumidos, y no ordenados por algún sentido realmente trascendental descubierto no por una deducción o imposición mental arbitraría y extrínseca, sino por una experiencia de la interioridad indigente y sincera frente a sí misma. En lenguaje evangélico significa que el intento de pasar de la ley escrita en piedra conlleva una desestabilización en su intento de obedecer la ley inscrita en el propio corazón, en la médula espiritual. De ahí que el teólogo Luigi Giusanni, diga: la moral no cosiste en cumplir leyes, sino en amar a alguien.

La ilusión subyacente inconsciente que se encuentra detrás de la búsqueda de la perfección es la de encontrar por fin el valor ontológico tan deseado a causa de la perfección realizada. Sin embargo el engaño que subyace, nos parece ya evidente, la perfección nunca será alcanzada y por ello la aceptación de sí mismo tampoco, la valoración positiva e íntima del propio ser, mucho menos, así el sentido del ser se esfuma. Lo que ulteriormente también condiciona que en el desprecio del propio ser se encuentre ya socavada la aceptación del Ser de manera existencial. Ya que si no encuentro valor a mi ser donado, tampoco lo encontraré experimentalmente en su fuente, de la cual mi ser participa, además de que me ciego a ella por el desorden interior que se crea. Así se cierra un círculo vicioso de rechazo metafísico, que afecta toda la existencia.

A veces todo ello no queda del todo claro en la vida cotidiana porque no nos atrevemos expresar todo lo que pensamos, sin embargo, lo actuamos, nuestras actuaciones delatan la verdad de nuestro pensamiento íntimo.

Conclusión

La T.I. de Peter posee una aplicación universal a la problemática humana. Al tocar el nivel profundo de la persona, contrariamente a otros enfoques que se conforman con la personalidad, toca lo esencial gracias a la perspectiva que la Antropología del límite le ha abierto. Es la filosofía al final quien asume a la psicología del límite y le da su propia profundidad.

Atendiendo a lo que dice Roberto Mancini sobre el enfoque de Peter habría que decir que "en primer lugar, no se trata simplemente de pasar del perfeccionismo a una especie de ideología del imperfeccionismo, haciendo bandera de los defectos y de las fallas como estamos acostumbrados a hacer con nuestras presuntas perfecciones. La perspectiva que se abre no es, de hecho, opuesta a la precedente… Las categorías de imperfección y de inconsistencia conducen más bien a formas originales y poéticas en el sentir, en el pensar, en el actuar, donde se libra la libertad del amar, del acoger, del aceptarse y del aceptar"[14]

Como filósofos hemos de no olvidar el ideal de la caverna platónica, donde después de arduos esfuerzos de salir de la oscuridad de la caverna se acerca a la contemplación de ciertas cosas a la luz del sol, hemos de volver a la caverna y despertar a otros. Esa es la tarea de la transformación social que comienza por uno mismo. Hemos visto como la clave de lo humano antes que los ideales se trata de un acto íntimo personal y bien arduo de realizar, y que paradójicamente nunca en esta vida se realizara perfectamente. La aceptación de sí mismo se convierte en el camino de todo tipo de transformación, camino que nunca terminamos de realizar en esta vida.

En el ámbito moral queda claro, la autoaceptación permite la expresión de las realidades más fundamentalmente humanas como la compresión y el perdón, tan necesarias en todos los ámbitos como el de las relaciones personales, así con en el de las relaciones nacionales e internacionales. Y en el ámbito religioso se traducirá una disposición más auténtica a acoger la realidad del Ser.

Por otra parte desde el punto de vista práctico y psicológico de las realizaciones la liberación del miedo al fracaso y al error tienen una fundamental ventaja: una mayor efectividad del obrar y el despertar de la creatividad dormida a fuerza del temor de no ser Dios. El perfeccionismo puede momentáneamente tener ventajas prácticas en cuanto a la obsesión por la calidad del trabajo, pero a largo plazo no son sostenibles pues el resto de la realidad de la persona se desequilibra lo que ocasiona una tergiversación de los fines humanos. Sólo en la integración y respecto de la real condición humana es que los demás ámbitos de la realización del hombre que van como en un espectro cada vez más abarcativo, harán que las condiciones de vida puedan cambiar.

Bibliografía

Guardini, R. (1999) Ética: lecciones en la universidad de Munich. Madrid: BAC.

Peter, R., Una terapia para la persona humana, Puebla, BUAP, 2001

Peter, R., Honra tu límite: fundamentos filosóficos de la terapia de la imperfección, Puebla, BUAP, 2003.

Peter, R., La imperfección en el Evangelio, Puebla, UIA, 2006.

Peter, R., Ética para errantes, Puebla, BUAP, 2007.

Peter, R., El milagro es aceptarnos, manual de terapia de la imperfección, Puebla, AITI, 2010.

 

 

 

Autor:

José Alberto Garza del Río[15]

[1] Kreimer, R., Artes del buen vivir, Buenos Aires, Paid?s, 2005, p.11

[2] Blondel, M. La Acci?n (1893): ensayo sobre una cr?tica de la vida y de una ciencia de la pr?ctica, Madrid, BAC, 1996.

[3] Peter, R., Honra tu l?mite: fundamentos filos?ficos de la terapia de la imperfecci?n, Puebla, BUAP, 2003, p. 11.

[4] Ib?d. p. 6

[5] Peter, R. Ib?d. p.20

[6] Ib?d., p.21

[7] Peter, R., Una terapia para la persona humana, Puebla, BUAP, 2001.

[8] Es la creencia de que la perfecci?n puede y debe ser alcanzada. En su forma patol?gica, es la creencia de que cualquier cosa por debajo de la perfecci?n es inaceptable. En psicolog?a, af?n de perfecci?n, de hacerlo todo muy bien, generador de frustraci?n y de inactividad (por no haber salido tan bien como se esperaba; por miedo a hacer mal las cosas). Dorsch, F., Diccionario de psicolog?a, Barcelona, Herder, 1994.

[9] Peter, R., El milagro es aceptarnos, manual de terapia de la imperfecci?n, Puebla, AITI, 2010, p.23

[10] Peter, R., Una terapia para la persona humana, Puebla, BUAP, 2001, p.13

[11] Hablamos de sentido positivo, es decir, que supone la vinculaci?n a un valor trascendental. No como en personas como Hitler, donde el sentido de la vida se ve vinculado a un sentido inmanente y subjetivo, inventado, que no se corresponde con la realidad, ni con el bien y el mal reales. No trasciende el puro ?mbito de la psicolog?a personal, de ah? que aquel sentido no resulta terap?utico (sino autodestructivo) como lo propone Viktor Frankl.

[12] Guardini, R. (1999) ?tica: lecciones en la universidad de Munich. Madrid: BAC.

[13] Ib?d.

[14] Peter, R., La imperfecci?n en el Evangelio, Puebla, UIA, 2006, p. 12

[15] Licenciatura en psicolog?a, M?ster en psicoterapia psicoanal?tica, Diplomado en psicoterapia del perfeccionismo, Especialidad en relaci?n de ayuda desde la T.I. y Licenciatura en filosof?a.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente