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En esta monografía me refiero a algunas de las novelas, escritas por inmigrantes o nativos, en las que se evoca la inmigración que llegó a la Argentina entre 1850 y 1950. Me ocupo sólo de algunas de aquellas obras en las que se aborda detenidamente el motivo de emigración, el viaje hacia la Argentina y la vida del inmigrante en la nueva tierra. No incluyo en este trabajo las novelas que cuentan inmigrantes entre sus personajes, pero no tratan específicamente la experiencia de la inmigración.
La llegada de los inmigrantes a suelo argentino significó una transformación de gran importancia. El porteño se encontró conviviendo con extranjeros de diversas nacionalidades y esa realidad se vio reflejada en la literatura. Las novelas sobre la inmigración son una constante en la literatura argentina, y han sido objeto de serios estudios.
En La inmigración en la literatura argentina (1880-1910) (1), Gladys Onega se propone "analizar el reflejo del fenómeno inmigratorio en la literatura". En la década del 80, "frente a la masa cosmopolita que poblaba Buenos Aires, Miguel Cané reaccionaba aconsejando a los de su clase cerrar el círculo y velar las armas. El curso de estas transformaciones y su incorporación a la literatura son los que este libro registra, a través de la narrativa y el ensayo positivista (de Cambaceres a Martel y de Ramos Mejía a Bunge), de la reacción nacionalista del Centenario (Rojas, González y Lugones) y de la perspectiva más comprensiva de hombres que, como Sánchez, Payró y Fray Mocho, no sentían la amenaza extranjera de un hipotético legado nacional".
Años más tarde, se publica Aspectos del inmigrante en la narrativa argentina (2), de Hemilce Cárrega, otra estudiosa de esta temática, quien sostiene que nuestra literatura "tal vez como pocas, abunda en páginas pobladas por figuras representativas de inmigrantes. Así como estos incorporaron rasgos peculiares en nuestra sociedad, del mismo modo lograron estampar –sin saberlo ellos mismos- un sello distintivo en los temas, motivos, tipos y caracteres presentes en obras de muchos escritores nuestros. Una singular realidad de la vida vernácula pública tiene, de esta manera, su versión en las letras, con mayores o menores logros estético-literarios, según los casos, pero casi siempre con una proyección documental interesante" .
Me propongo en este trabajo reunir algunas de las novelas que se escribieron sobre el tema, desde 1884 –año en que se publica ¿Inocentes o culpables?, de Antonio Argerich- hasta 2004. Me ocupo sólo de algunas de aquellas novelas que abordan detenidamente el motivo de la emigración, el viaje hacia la Argentina y la vida del inmigrante en la nueva tierra. No incluyo en este trabajo las obras que cuentan inmigrantes entre sus personajes, pero no tratan específicamente la experiencia de la inmigración.
Algunas obras, como Hacer la Amèrica, de Pedro Orgambide, reflejan a la inmigración de varios países; en otras novelas, en cambio, la evocación se restringe a una nacionalidad, aunque se hacen inevitables referencias a otras comunidades.
Jorge Isaac escribió Una ciudad junto al río (Buenos Aires, Marymar,1986), En 1988, durante la Feria del Libro, el doctor Renè Baròn le entregò personalmente el premio que lleva su nombre, distinguiendo a esa obra como la mejor novela editada durante los años 1986 y 1987. El jurado que lo otorgò -designado por la Sociedad Argentina de Escritores- estuvo integrado por Luis Ricardo Furlàn, Raùl Larra y Juan Josè Manauta. El Gobierno de Entre Rìos la declarò, por iniciativa del Consejo General de Educaciòn, de lectura complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a partir del sèptimo grado, recomendando su utilizaciòn en la enseñanza.
La obra está dedicada "a los inmigrantes árabes –sirios y libaneses- y, por natural extensiòn, a españoles, italianos, alemanes, judìos, suizos, rusos, polacos, yugoeslavos y de cuanto otro origen y procedencia màs, que se lanzaron un dìa por los riesgosos caminos del mar a la aventura de ‘hacer la Amèrica’ ".
Afirma el escritor que "tiene la novela la misiòn fundamental de ir revelando aspectos poco conocidos de la inmigraciòn àrabe, que ocupa el tercer lugar, a continuaciòn de la española e italiana, entre las que le han proporcionado el fundamento humano que hoy posee el paìs. Destaca el individualismo de sus componentes, su coraje para internarse solos en las regiones menos hospitalarias y màs desoladas, y su decisiòn de insertarse en la nueva tierra sin prevenciòn alguna" (3)..
Eduardo Bedrossian es el autor de una trilogìa acerca de La Cuestiòn Armenia, integrada por la novela Hayrig Detrás del silencio de un millón y medio de voces (Buenos Aires, 1991) –distinguida con la Faja Nacional de Honor 1993, por la Asociación de Escritores Argentinos-, el ensayo Hayrig II y la novela Memorias para no olvidar (Buenos Aires, 1998).
En esta última novela, un inmigrante relata: "-Estábamos en el barco. Sí… a los pocos días comencé a sentirme mal. No eran solamente los mareos. Sentía sobre mí una carga aplastante que iba creciendo. Mis compañeros creían que se debía a la alimentación y hasta me daban parte de sus escasas raciones. Yo no tenía apetito. Es sorprendente comprobar cómo las desventuras nos quitan hasta las ganas de comer y qué corta es la distancia entre el bienestar y las miserias. Yo escapaba mientras los míos quizás estaban muertos o muriendo, en el momento que más se necesita la compañía de los seres queridos. Pues, allí no estaba yo. Los muertos eran mejores que yo. Me di muchas respuestas que no sirvieron para aliviarme. Nacía en mí un sentimiento de culpa, pero la peor de todas, la más difícil de soportar: la culpa de sobrevivir a una tragedia familiar. Los otros polizones también escapaban, pero ninguno con mis cargas".
En 2004, a ochenta y nueve años del genocidio armenio, el autor dedica Morir en Marash (Buenos Aires, 2004. 448 pp.), su nueva novela, prologada por el Embajador Leandro Despouy, "A los armenios de Marash. Al millón y medio de niños, mujeres y hombres masacrados en el primer genocidio del siglo XX. A sus descendientes, a sus familias. A la Nación Argentina y a todos los países que los acogieron con generosidad. A cada hombre y a cada mujer que lucha honestamente para sobrevivir en un mundo envilecido por los poderosos de turno".
Gabriel Báñez se refiere en Virgen (Buenos Aires, Sudamericana, 1998), novela finalista del Concurso Editorial Planeta 1997,.a la inmigración de un belga y su hija, quienes llegan "a un país de tanos y gallegos y de rusos y turcos, y todo lo que no entrara en el dos por cuatro de esa conclusión elemental era una rareza de apellido pero nunca de nacionalidad".
"La Ensenada mìtica de los años cuarenta es el escenario de la historia de amor entre un cura y una chica belga, judìa y milagrosa. Novela de la Anunciaciòn y el Descenso y poderosa convergencia de fuerzas narrativas, Virgen revela en un presente audaz –la escritura de las cartas que intercambian el protagonista y su amada- una memoria negada que nos avasalla y nos conmueve, vaticina el fin de los tiempos y devela el estigma polìtico de un secreto y su traiciòn: el del hijo del mariscal Tito de Yugoslavia y de Evita Broz. Virgen, que es también ‘la parte más rota y verdadera del lenguaje’, nos convierte en lectores plenos del tiempo tatuado sobre la letra. Gabriel Báñez, el autor de El curandero del cuarto oscuro, celebra en Virgen secretas nupcias entre lo real y lo imaginario y, haciendo gala de enorme poder evocativo y de una prosa a la vez precisa y mágica, produce una novela maravillosa" (4).
Manuela Fingueret es la autora de Hija del silencio (Buenos Aires, Planeta, 1999), obra en la que la hija de una sobreviviente del Holocausto recuerda, durante su prisión en la ESMA, el padecimiento de su madre y de otros prisioneros en Terezín y Auschwitz, la llegada a la Argentina de la madre y su vida en la nueva tierra
"La protagonista asume las identidades de su madre y su abuela -señala Alejandro Meter-, basándose en su propia experiencia y su sufrimiento. Por primera vez, Rita es capaz de comprender los actos y las actitudes de su madre. Sus padecimientos las acercan en espíritu, y su persistencia y su instinto de supervivencia frente a la adversidad se convierten en su denominador común" (5).
A la madre y los abuelos de la joven argentina les advertían el peligro, en Minsk, en 1941: "a Tínkele le asombra comprobar que gran parte de esos jóvenes vestidos a la usanza gentil son los primeros en hablar de las desgracias que sobrevendrán a los judíos si no huyen a tiempo hacia Palestina o América. Los religiosos oran y esperan pasivos el destino que Dios les depara. Esto la subleva porque sus padres oscilan entre ambos y ella, naturalmente opuesta a la generalidad, intuye que los que están en contacto con el mundo exterior pueden analizar mejor el futuro. Los padres de Leie también creen que hay que emigrar, pero no les es fácil movilizarse con una familia tan grande y sin dinero".
En La historia de Pedro Antón (La novela semanal, Año VII, N° 294, Buenos Aires, 2 de julio de 1923), de Julián de Charras, el protagonista, un inmigrante vasco, añora cuanto dejó: "Veía, allá lejos, como en una neblina, las escarpadas pendientes de los Pirineos, las casetas ruinosas de los montañeses, las miserables veladas, con pan negro y escaso y luz humeante de candil de aceite; el padre, con su rostro anguloso y cetrino, en un rincón, con la barba en la mano, mirando fijamente la pared, como pensando en algo indefinido; la madre hilando, hilando en la penumbra, diestros los dedos, aunque fatigada la vista…". Cuando regresa a su tierra, el padre lo mata, confundiéndolo con un ladrón.
María Rosa Lojo define a su novela Canción perdida en Buenos Aires al oeste (Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1987), como "la historia de una familia narrada a través de siete personajes, de siete voces: la voz central es la de Irene, que en sus treinta años rescata ese nudo de vidas que conforma sus propios orígenes, como quien canta una canción. Una canción perdida porque es la de la infancia y la adolescencia, la de la vida vivida tramada por el amor, la dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo irrestañable e incorruptible, como el agua fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión de retener" (6).
Después de muchos años de exiliados, los padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los acompañaría hasta el final de sus días. En su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar, empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando comíamos callados y mi padre, sólo mi padre recitaba, tácitamente, como para sí: ‘Donde yo me he criado…’ Y ya no escuchábamos; lo demás se perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre repetido, desesperado y patético como una plegaria inútil. La única plegaria que papá se permitía decir".
Rubén Benítez escribió una novela sobre la inmigración española, además de una biografía y algunos cuentos. En esa novela, La pradera de los asfódelos (Bahía Blanca, Siringa, 1989), plantea la pregunta acerca de lo trascendente: ¿Cuàl es la pradera de los asfòdelos? ¿Dònde podemos encontrarla? Algo debe permanecer en este agitado mundo, en medio de tanto caos. Quizàs lo trascendente sea la memoria y la misma sangre que, evolucionada o involucionada, aparece de generaciòn en generaciòn, en una aldeana española y en un universitario patagònico. La sangre es, en definitiva, lo que une a seres que ya no tienen nada en comùn, pues el progreso mal entendido los ha distanciado.
Afirmó el escritor bahiense: "Lo sentì como una necesidad. Tal vez por haber pertenecido a un nùcleo de inmigrantes que desde la infancia me transfirieron sus vivencias y sus nostalgias por la tierra lejana. El tiempo, la muerte de casi todos ellos, incorporò a ese sentimiento la idea de caducidad que convierte a cada ser humano en un emigrante de la vida, de este escenario que tambièn ama. Creo que ambas perspectivas se mezclan y fluyen como temas paralelos" (7).
En la obra, una madre exclama: "No, hermano. Prefiero que lo manden a Marruecos antes de que escape a la Patagonia. De Marruecos regresan todos, de la Patagonia no vuelve ninguno".
Horacio Vázquez Rial es el autor de Frontera sur (Barcelona, Ediciones B, 1998). "Prostitutas, fantasmas, jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos, héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes gallegos, van tejiendo la trama de Frontera sur y la historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935. José Díaz Ouro, que llega viudo y con un hijo a la capital argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un compadrito degollado, es protagonista de este relato épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de un bandoneón y de los principios de la organización obrera" (8)..
En la novela, un personaje dice que a Sarmiento le parecía mal que se abrieran escuelas italianas, o alemanas, o inglesas". Otro interviene: ""Era lógico que le pareciera mal. (…) No estaba loco. (…) Un Estado. Quería un Estado, con mayúscula. Y eso se hace con la escuela pública. Esto no puede ser eternamente un centón mal cosido. La gente que llegue tiene que adaptarse, recomponerse, mezclarse para formar una raza argentina".
Gloria Pampillo es la autora de Los gallegos, una novela inédita en la que evoca la inmigraciòn de sus mayores. En esa obra, Pampillo recuerda la voluntad de unión de los emigrantes de esa región: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra, "da mía terra", como dijo una mujer en el seminario con un dolor que me volvió de barro el corazón, van a buscarse entre ellos".
La casa de Myra (Buenos Aires, Fundación El Libro, 2001), de Aurora Alonso de Rocha, fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores Inéditos, en el "Concurso organizado por la Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al Lector’ ". Integraron el Jurado Griselda Barros, Gloria Bender y Duilio Ferraro.
"Dramáticas narraciones amorosas, reivindicación respecto de lo propio del alma indígena, su cultura, sus vicisitudes frente a lo impío de la ‘acción civilizadora’, se manifiestan en La casa de Myra", destaca Ferraro, en la "Introducción" a la novela.
Protagoniza esa obra una gallega tomada cautiva por los indígenas, que no quiere volver. De ella dice un personaje: "Había que verla a Myra llamando a los porotos con los nombres que les dan los indios y hablándose en lenguas con Querima. Portaban unos monederos de buche y un poco de pluma para pagar la provisión. Myra regateaba a la par de la otra. Aproveché que Querima se probaba ropas frente a un espejo y le dije: ‘¿Está usted bien?’. ‘Muy bien’ repuso. ‘Si lo desea apuro las gestiones para que pueda ir con las Hermanitas francesas…’ No me dejó terminar. Me miró como un basilisco y dijo: ‘¡Dios no lo permita!’ ".
Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio Clarín de novela, con Las ingratas (Buenos Aires, Clarìn-Alfaguara, 2002), novela en la que evoca la inmigración de cinco hermanas españolas y la hija de una de ellas. Integraron el jurado Héctor Tizón, Vlady Kociancich y Andrés Rivera.
Seis gallegas, recién bajadas del barco, llegan a una pensión en la que la mayor se empleará como cocinera. Allí las asalta la nostalgia: "Esa noche entre esas paredes húmedas, escuchando las palabrotas que venían desde el patio, las chicas extrañaron la casa de piedra en las montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes desconocidas, con quién sabe qué costumbres. ¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas las cosas tenían otro olor?".
Entrevistada por Raquel Garzón, afirmó: "Desde hacía años venía pensando en el tema del desarraigo. Me interesaba especialmente el caso de las mujeres jóvenes, el testimonio personal, los sentimientos que se tejen en un apuesta vital tan fuerte. En parte se vincula con la experiencia de mis propias abuelas, ambas inmigrantes españolas. Una de ellas, Carmen Oliveros, cuyo nombre usé como seudónimo para el Premio, llegó a los 19 años, sola, en el año 20. Hoy suena sencillo pero en esa época cruzar el mar implicaba casi irse a otro planeta, no volver a ver a la familia, vivir a una carta por año, en un contexto de gente prácticamente analfabeta. Y tener que cargar además con la gran pregunta: irse para qué. Al sentarme a escribir, todo eso estaba sobre la mesa. (…) María Cruz, mi otra abuela, llegó a la Argentina con sus hermanas. Ese recuerdo fue el puntapié inicial." (9).
Dos tramas se enlazan en Las libres del Sur. Una novela sobre Victoria Ocampo (Buenos Aires, Sudamericana, 2004), de María Rosa Lojo, en la figura de la inmigrante gallega Carmen Brey Moure, quien a poco de terminar sus estudios universitarios, viaja a la Argentina contratada para servir de intérprete a Rabindranath Tagore, invitado ilustre de Victoria Ocampo. A partir de este hecho, surgirá la narración que tiene como ejes la vida profesional de la joven, y su vida privada.
La vida profesional le permite a la gallega ser testigo de la vida cultural de Buenos Aires, en la que se destaca la figura avasallante de Victoria Ocampo, que se vincula con Rabindranath Tagore, Ortega y Gasset, Keyserling, Drieu La Rochelle y Waldo Frank, entre otros. Es este último quien la anima a crear la revista Sur, concebida como una expresión de los americanos, "Una revista imprescindible. Que sea un puente entre las dos Américas. Que revele nuestro destino común, y también nuestras diferencias con respecto a Europa".
En Amor migrante (Buenos Aires, De los Cuatro Vientos Editorial, 2004. 93 páginas), Stella Maris Latorre cuenta la historia de una gallega de dieciséis años que ve partir a su amado hacia América, adonde dirige sus pasos agobiado por la miseria y la guerra. Ella, sin decírselo, da a luz un hijo del emigrante, al que crían en Galicia como si fuera un hermano de la adolescente. Pasan muchos años. Cada uno de los integrantes de esa pareja rehace su vida, pero ninguno puede volver a sentir el amor que sintiera tiempo atrás. Luego de la muerte de su mujer y su hija, el indiano vuelve a la aldea a buscar a su prometida de la juventud. Allí, se da cuenta de que tiene un hijo, que ignora su verdadera identidad. Los sucesos que se desencadenan a partir de ese momento, hacen que el indiano vuelva a Buenos Aires, perdiendo definitivamente la posibilidad de formar una familia.
Un empleado del Hotel de Inmigrantes agrede a un gallego: "-Ya te oí, crees que soy sordo gallego sucio, muerto de hambre’. Avelino, Manuel y todos cruzaron sus miradas: ‘Este era el recibimiento que le hacían los habitantes de ese país que prometía tanto’, todos apretaron los labios y endurecieron sus puños, todos… para no responder a esa provocación; pero a todos también se les partió el corazón y quisieron estar en Galicia aunque no encontraran el oro tan prometedor, pero ya era tarde, ahora había que ser fuerte, apechugar ya estaban en el tablao, había que zapatear".
Angela, una adolescente de dieciséis años, protagoniza Lunas eléctricas para las noches sin luna (Buenos Aires, Sudamericana, 2004. 160 pp.), de Belén Gache. "En 1890 mis abuelos llegaron a ese puerto, provenientes también de Sevilla –relata-. Junto con ellos traían a sus dos jóvenes hijas, que se habían pasado todo el viaje encerradas en sus camarotes vomitando. Venían a Buenos Aires porque mi abuelo, que trabajaba en el Banco de España, había sido transferido a esta sucursal del fin del mundo".
A través de sus ojos, asombrados e intensos, vemos la Buenos Aires que se prepara para los festejos del Centenario. Una Buenos Aires cosmopolita, que evidencia un marcado rechazo hacia los extranjeros, quienes son vistos como una fuerza nociva que es necesario devolver a su tierra de origen. La visita de la Infanta exacerbará los sentimientos patrióticos de los hispanos afincados en la Argentina, y los sentimientos xenófobos de quienes se agrupan en la misteriosa Brigada del Nandú".
José Martín Weisz relata en …mientras los violines tocaban csárdás. Un viaje a Hungría (Buenos Aires, Milà, 2002), la historia de un judío húngaro que debió dejar su tierra, y el viaje que él realiza con su hijo, muchos años después.
Martín "ha viajado con frecuencia a Europa debido a su trabajo, y en esos viajes siempre ha pensado en acercarse a Hungría, pero lo ha detenido el temor a enfrentarse por sí solo con el pasado de su familia. Lo ha asediado una irracional fantasía de que los nazis lo apresarían y lo harían jabón. (…) Quería ir a Hungría a visitar la tierra de sus ancestros, pero había llegado a la conclusión de que no podía hacer ese viaje solo, necesitaría de la compañía de su padre para realizarlo. No tanto la de su madre, que también era húngara, sino sólo la de su padre. Quería que fuese un viaje de hombres, de amigos, de compañeros, en esta excursión a ese pasado. (…) El paso siguiente era cómo convencer a este hombre de ochenta y cuatro años, que siempre había expresado su desprecio por ese país que no había dudado en apoyar al invasor nazi y que había colaborado para mandar tantos judíos a la muerte. No iba a ser fácil".
"Acompañado por su hijo y con la ilusión de recuperar las tierras de su familia, regresa a un país ahora muy diferente al de su infancia. En un viaje lleno de dificultades y emociones, una Hungría devastada por los sucesivos invasores sólo tiene un amargo reencuentro para ofrecerle. Sin embargo, inesperadamente, el sabor de la satisfacción lo alcanza en algún lugar" (10)
El inglés se titula la novela de Susana Cella referida a Jimmy –"nacido James Radburne"-, quien en 1892 llegó a la Patagonia, "huyendo de la pobreza y los prejuicios ingleses, y pasó toda una vida improvisando oficios para sobrevivir y métodos para huir de las policías argentina y chilena". Se dirigió a esa región pensándola "como garantía de anonimato para pasados difíciles" (11).
Es ésta –afirma Carlos Juárez Aldazábal- "una novela de tono épico que apareció hace muy poco en las vidrieras de las librerías. El manejo de la prosa (lindante en muchos tramos con lo poético) hace pensar en un autor que viene publicando con regularidad. Cuando se leen los datos biográficos de Susana Cella esto parece confirmarse. Sin embargo, si se presta atención a los títulos de los libros anteriores, lo que se termina por descubrir es que "El inglés" es su primera novela, porque antes se estuvo ocupando de otro género: la crítica literaria" (12).
Juan José Delaney evoca la inmigración irlandesa a partir de la protagonista de su novela, Moira Sullivan (Buenos Aires, Corregidor, 1999). En esa obra, el lenguaje, tan importante como factor sociabilizador, encarna una actitud de la protagonista. Ella nunca se interesó por aprender a comunicarse en castellano y esa negativa suya determina su relación con quienes la rodean. La anciana vive en su mundo y no quiere tener contacto con quien no pertenezca a él. Rechaza evidentemente toda forma de integración, y se repudio se patentiza en el aislamiento en el que se refugia. Aun cuando quisieran integrarse, el idioma era un serio problema para colectividades como la irlandesa; Delaney presenta dos paliativos para la incomunicación de los extranjeros: el cine mudo y el tango, por los que sienten gran afición .
"Lo importante era el silencio. Todas las noches lo buscaba, especialmente los domingos cuando las otras recibían visitas y ella más sentía el acoso de la soledad. En rigor, a nadie tenía pese a haber estado en la vida de muchos y a que, por esa acción secreta y persistente del arte, continuaba gravitando sobre gentes extrañas y lejanas. El silencio de ese anochecer dominical le permitiría entregarse serenamente al ensueño en el que resucitarían vivencias y pensamientos provenientes de zonas postergadas por su memoria, y también secretas conexiones que su visión de la vida, del mundo y de los hombres concertaba con cierta independencia"
Algunas de las novelas relacionadas con la inmigraciòn de fin de siglo se destacan por la agresividad del autor y por el encono que manifiesta hacia los extranjeros. En ¿Inocentes o culpables? (Madrid, Hyspamérica, 1984) Antonio Argerich fundamenta su aversiòn, basàndose en supuestos provenientes de las ciencias mèdicas, refutados oportunamente por un sacerdote. Esgrimiendo razones de ìndole cientìfica, a todas luces discutibles, Argerich se opone a la llegada de los extranjeros, reflejando la posiciòn de muchos argentinos de la època. "¿Inocentes o culpables? es una de las pocas obras que registran abiertamente aquel sentimiento, tan comùn en los habitantes de esa Argentina que se veìa invadida por otras razas y otras costumbres. Por eso su testimonio es valioso" (13).
En esa obra, al nacer el primer hijo de los inmigrantes italianos, Argerich habla de la influencia que "la raza, el medio y el momento" ejercerían en él, tal como afirmaba Hipólito Taine. Le resta toda capacidad de decisión, pues "todo estaba preestablecido. Todo lo habían ordenado voluntades y cerebros anteriores".
En la novela En la sangre (Buenos Aires, Plus Ultra, 1968), Eugenio Cambaceres presenta al inmigrante como un ser ignorante e inmoral; el escritor no disimula lo que siente ante quienes llegaron a tentar suerte en nuestro paìs.
Alude al italiano, padre del protagonista, con estas palabras: "Arrojado a tierra desde la cubierta del vapor sin otro capital que su codicia y sus dos brazos, y ahorrando asì sobre el techo, el vestido, el alimento, viviendo apenas para no morirse de hambre, como esos perros sin dueño que merodean de puerta en puerta en las basuras de las casas, llegò el tachero a redondear una corta cantidad".
El desdèn por el extranjero se evidencia con gran claridad en este libro. La sangre es el medio por el que las lacras sociales se transmiten de generaciòn en generaciòn. No obstante haber nacido en la Argentina, el protagonista tiene las caracterìsticas del inmigrante, de acuerdo con los postulados del naturalismo, corriente en la que encontramos al autor.
El gringo (Buenos Aires, Tor, 1935) que protagoniza la novela de Fausto Burgos, se enorgullece de su sangre: "yo soy gringo, gringo puro, más gringo que todos lo gringo que hanno formato la colonia italiana en San Rafael", dirá. Para la familia del protagonista, en cambio, ser inmigrante es una vergüenza que se debe ocultar: ‘Usted no es un gringo –afirma el yerno que vive a expensas del italiano-; usted ya puede llamarse criollo; ya tiene títulos para ello’ ". Burgos reitera a lo largo de la novela la acusación que los nativos hacen a los extranjeros: "’¿No son ustedes los que nos vienen a quitar la tierra y el vino y el pan y todo? Los peones inmigrantes miran con lástima a quien esto dice y comentan: ‘Povero nero’, ‘povero chino’, ‘é una bestia’".
En el año 1961, Gente conmigo (Buenos Aires, Losada, 1962) de Syria Poletti, fue distinguida con el Premio Internacional de Novela convocado por la Editorial Losada. Al año siguiente, dicha obra mereció el Segundo Premio Municipal de Buenos Aires y fue seleccionada entre las diez mejores novelas sudamericanas por la editorial Alan Williams de Nueva York. Fue traducida al inglés, alemán y ruso, y se realizó una adaptación cinematográfica y otra televisiva.
En esa obra, un médico niega a la protagonista el permiso para emigrar, a causa de una malformación en la espalda: "Entramos a un salón vasto y desnudo. Era el lugar reservado a la revisión sanitaria. Junto a unas mesas, los médicos revisaban a mujeres y chicos con ráoida indiferencia. Pase usted, pase usted, adelante, otra, rápido. Y las mujeres esperaban pacientemente, con la ropa a medio quitar y los críos berreando". Comienza entonces el peregrinar de la hermana mayor, que debió emigrar sola, y no se resigna a que Nora quede en Italia, cuando ya están todos en América.
En 1971 apareció Extraño oficio (Buenos Aires, Losada, 1971), novela por la cual Poletti fue nominada para el Premio Nacional de Literatura.
Atilio Betti escribió La noche lombarda (Buenos Aires, Plus Ultra, 1984), libro en el que se narra el viaje del hijo de un italiano a la tierra de sus mayores. "La noche lombarda es el encuentro de un hombre con las fuentes originarias y es, también, a través de la emoción y el lirismo, un documento humano de hondo contenido" (14).
A Italia viaja Atilio Betti en 1967; también lo hace el protagonista de su novela, premiado por el Gobierno de la península. El personaje vive su premio como una revancha: "Mi padre me había negado la educación. Me había condenado, por no querer trabajar bajo su mando, en su fabrica, a una juventud de lucha. A defenderme a puñetazos por las calles y las oficinas, con tal de salir con la mía. Y ahora me hallaba allí, en viaje hacia Italia, en calidad de invitado y futuro huésped de su patria. Libre y solo. Solo, sí, pero libre y triunfante".
Mempo Giardinelli fue distinguido con el Premio Rómulo Gallegos en 1993, por Santo Oficio de la Memoria (Buenos Aires, Seix Barral, 1991), novela a la que Carlos Fuentes se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y xenofobia".
La obra cuenta un siglo de historia privada, argentina y mundial, desde la llegada a nuestro país de Antonio Domeniconelle, su esposa y su primogénito, a fines del siglo XIX, quienes emigran porque eran "muy pobres. Muy pobres. Más pobres que toda la pobreza que hayas visto".
Relata el hijo mayor, refiriéndose al padre: "Llegaron casados, ya. Conmigo. El decidió que Vincenzo y Nicola se quedaran allá. Luego los buscaría, dijo. No atendió el llanto de Angela. No escuchó las razones de nadie. Nunca. (…) El sabía cuanto sufría ella por los hijos que dejaron en Italia, pero jamás hizo nada por traerlos. Cómo un hombre puede ser así, es algo que yo no me explico. Fue terrible, eso". Otro personaje relata que el hombre también pensaba en i bambini: soñaba que en la nueva casa "habría rosas en los floreros y comerían bien, tres veces al día, o cuatro, con todos los chicos, porque iban a traer a Vincenzo y a Nicola de Italia. El país progresaba a pesar de todo, y él también", pero murió antes de concretar su proyecto.
Entrevistado por Mona Moncalvillo, Giardinelli habla sobre su novela. "Es una novela histórica, sobre la inmigración, y a lo largo de varias generaciones viene recorriendo los distintos cruces históricos, que son los cruces dramáticos de nuestra historia: memoria versus olvido, vida-muerte, noche-día, pacificación-violencia, intolerancia-democracia. Hay una serie de dicotomías, es una cosa muy doble, una especie de gran esquizofrenia que va recorriendo la historia argentina. Al mismo tiempo hice una novela en la que quise meterme con un montón de temas que para mí tenían que ver. Es una discusión sobre la literatura argentina, y también quise hacerla ahí porque la literatura argentina acompaña y se contrapone con la historia. Los epígonos literarios de la Argentina, son en general gente que pertenece a élites que difícilmente llegan a ser valores populares" (15).
Antonio Dal Masetto es autor de Oscuramente fuerte es la vida (Buenos Aires, Sudamericana 2003), distinguida con el Primer Premio Municipal y el Premio Club de los XIII. En el trance de abandonar su tierra, una italiana se cuestiona en esa obra: "Hasta último momento, yo seguía formulándome preguntas que no encontraban respuesta. Teníamos lo que habíamos querido siempre: la casa, el terreno, la posibilidad de trabajar. Habíamos defendido esas cosas, las habíamos mantenido durante esos años difíciles. Ahora, cuando aparentemente todo tendía a normalizarse, ¿por qué debíamos dejarlas?"
La tierra incomparable (Buenos Aires, Sudamericana, 2003), obra en la que narra la visita de la emigrante a su pueblo, cuarenta años después, fue distinguida con el Premio Planeta Biblioteca del Sur 1994.. En una entrevista, aclara quién viajó: "En realidad, fui yo el que regresó. Allí se dio algo interesante desde el punto de vista del oficio: me propuse contarlo desde la visión de Agata y mi esfuerzo fue tratar de ver todo con los ojos de ella. Ese cambio de personalidad me obligaba a cierto tipo de asombro. Mi mamá -por ejemplo- nunca subió a un avión. Al terminar el libro se lo mandé, ella tenía entonces 80 años. Después la llamé por teléfono y al preguntarle si lo había leído, me respondió tan sólo: Sí, está bien. Hoy tiene 86 años, es un personaje obcecado, sin violencia, pero duro como un roble" (16) .
Roberto Raschella hace decir, en Diálogos en los patios rojos (Buenos Aires, Paradiso Ediciones, 1994. 202 pp.), a uno de los personajes: "alguno me recuerda la efigie de los paisanos que retornaban al país desde América… y nosotros éramos niños… y no sabíamos si estaban animados o disperados… y cuál era la ambición que los dominaba, hacia atrás, hacia delante… de sí mismos, de los otros seres queridos… ¿Y qué traían debajo? Una turbia enfermedad asemejante a la malaria, una galera vivida… Y recogían los dichos sobre sus mujeres, y apenas querían oír… Por que no hay humano que soporte años de abandono sin covar la venganza que te pone en igualdad………. Todo es el poder también, ¿comprendes? Es el poder si te hacen viajar y estacionarte, sospechar y medir… Un día estás aquí en buena compañía… al otro día te encuentras distante, isolado… y golpeas y te golpean, envueltos todos en boca de tormentos… Y no es un hombre, no son hombres que golpean, es una fuerza exterminada………. Pero sientes un progreso,, un bien… quieres subir, quieres abrazarte a los giros del caso… Y si eres vencedor, persigues a los inútiles… a los melancólicos… a los pícaros… a las levadoras… Persigues, persigues, como un jacobino…".
En 1998, fue distinguido con el Segundo Premio Nacional de Novela, por Si hubiéramos vivido aquí (Buenos Aires, Losada, 1998). Reporteado por Pablo Ingberg, el escritor afirma: "Hasta pasados los treinta años, me dediqué al cine y también a la política. En 1964 abandoné las dos cosas. Viajé a Italia, el pueblo de mis antepasados, y al volver empecé a escribir la que fue mi segunda novela. La época anterior y posterior al viaje va a ser la base de mi tercera novela" (17).
María Teresa Andruetto es la autora de Stefano (Buenos Aires, Sudamericana, 2001), novela juvenil en la que relata la vida de un inmigrante, desde la extrema pobreza que vivía en su tierra, hasta que se establece en la Argentina y espera la llegada de su primer hijo. Stèfano se despide de su madre, viuda y sin màs hijos, quien no quiso acompañarlo en la aventura por el nuevo mundo. La partida es desgarradora para ambos, no obstante haber sido anunciada con años de anticipaciòn por el muchacho.
"Soy hija de un partisano que llegó desde el norte de Italia a la Argentina, en 1948 –escribió-, y por una sucesión de circunstancias más o menos azarosas, se instaló en un pueblo de la pampa húmeda, donde nací, y ahí vivió toda su vida. También mi mamá es hija de inmigrantes italianos que llegaron al país hacia finales del mil ochocientos. El agradecimiento a la tierra de llegada que le había permitido trabajar y formar una familia, fue la otra cara de la tristeza que le causaba a mi padre el desarraigo. A poco de venir, murió su madre y luego otros y otros, hasta que cada vez se hizo más fuerte la idea de ya no regresar" (18).
Griselda Gambaro escribió El mar que nos trajo (Buenos Aires, Norma, 2001) remitiéndose a sus vivencias: "La historia familiar relatada en El mar que nos trajo transcurre alternativamente en Argentina e Italia. Comienza en el año 1889 y concluye poco después de la Segunda Guerra Mundial, en la época del peronismo. En la Argentina e Italia pasaron en ese lapso muchas cosas. Pero la historia de ambos países sólo es un fondo para la novela, aunque a veces determine muertes, expulsiones y alejamientos. Sólo recurrí a material de investigación histórica para corroborar algunas fechas, algunos datos como los que se referían, por ejemplo, a las condiciones sociales y laborales a fines del siglo XIX y principios del XX. En otro orden, me fue muy útil un libro hoy agotado de Edmundo D’Amicis que me prestó Leopoldo Brizuela. D’Amicis había viajado a Buenos Aires precisamente en 1889, fecha en la que por coincidencia comienza la novela, y lo había hecho en primera clase, pero, observador sagaz, proporciona en su libro En el océano. Viaje a la Argentina, enriquecedores aportes sobre la vida y la navegación de los inmigrantes que viajaban en tercera. En lo que respecta a Italia, acudí a mis propios recuerdos de los lugares que se mencionan: la isla de Elba, un pueblo de la Calabria, Bonifati, y otro innombrado que fue Pizzo, la cuna de mi abuelo materno, también en Calabria. Recordaba particularmente la isla de Elba, donde sucede el relato cuando se traslada a Italia. La había visitado hacía muchos años, conocido a los descendientes de Agostino, quienes me acompañaron al pueblo bajo cercano a la playa y al alto, sobre la cumbre de una colina, a ‘la playa de arena y piedras romas’ " (19).
En la novela, Agostino "Cada atardecer, salvo que el tiempo lo impidiera, salía en barca bajo patrón en jornadas que, según la pesca, concluían al amanecer o al mediodía siguiente. Se trabajaba mucho y se ganaba poco. (…) Ellos estarían condenados al mismo ritmo de trabajo toda la vida: la pesca, la venta a precios viles y el ocio destinado al arreglo de las redes".
Andrés Rivera es el autor de Guido (en Rivera, Andrés: Para ellos, el Paraìso y otras novelas, Buenos Aires, Alfaguara, 2002), protagonizada por un italiano a quien se le aplica la Ley de Residencia. Reflexiona el inmigrante: "Estoy aquí, en un camarote o calabozo, de dos por dos y medio, tirado en una roñosa cucheta, vestido, el cigarrillo en la mano, roja la brasa del cigarrillo, y sobre mí, encendida, una lámpara que ellos rodearon con tiras de metal. Idiotas, creen que trasladan a suicidas. Sé quién soy. Soy un tipo que llegó, joven, y tan tierno que, ahora, hoy, no me reconozco en esa estampa de víctima de algún estrago arrasador de la Naturaleza que pisa las maderas y piedras del puerto de Buenos Aires"."
Rivera conoció a Guido: "Alrededor de esa mesa se sentaban los responsables sindicales del Partido Comunista argentino, el más incondicionalmente estalinista de América del Sur. Entre ellos estaban Guido Fioravanti, Secretario General de la FONC (Federación Nacional de Obreros de la Construcción), y mi padre. Guido Fioravanti era bajo y flaco. Músculo puro. Una cara pequeña, de piel, huesos y una barba rubia de dos días. Ojos verdes y furiosos. Manos encaladas. Guido Fioravanti bajaba del andamio para atender, hasta las primeras horas de la madrugada, sus tareas gremiales. Y yo, un chico de diez años o algo así, asistía, mudo, a esas citas vehementes, y después, cuando ingresaron a mi recuerdo, épicas. Mi madre, silenciosa. Repartía sándwiches de milanesa y vasos de vino. Aquellos hombres duros y sanos siempre tenían hambre" (20).
En Flores de un solo día (Buenos Aires, Seix Barral, 2002. 336 pp.), Anna Kazumi Stahl evoca a una inmigrante que llega a la Argentina: "Se paralizó un instante antes de lanzarse al mundo externo: desde chica sufría tanto miedo a la calle. Se debía a que, japonesa de origen y nacida en 1937, había visto la Segunda Guerra Mundial hacer su tremenda carrera y terminar en derrota antes de cumplir los nueve años de edad. Peores eran sus circunstancias, porque a causa de una enfermedad infantil había quedado sin habla, con daños en el centro del habla del cerebro, y no podía entender las explicaciones que le daban la empleada doméstica y el coronel mismo, su padre".
Acerca de la escritora y su obra, expresa Martín Kohan: "la riqueza narrativa y la intensidad de los climas que logra la novela responden a la manera en que todo eso se potencia con los enigmas de un viaje inexplicado, con el dramatismo ajustado de una historia que proviene de la Segunda Guerra Mundial, con la sutil manera en que se deja ver el pasado en el presente, con la complejidad sin rebuscamientos de un personaje como Hanako (y su expresividad sin palabras) o como Aimée (oscilando entre su deseo de saber y su deseo de no saber qué es lo que se aloja exactamente en el pasado de su historia familiar)" (21).
Con Gaijin. La aventura de emigrar a la Argentina (Buenos Aires, Alfaguara, 2002.), Maximiliano Matayoshi ganó el Premio Primera Novela UNAM-Alfaguara, otorgado por el Jurado integrado por Mario Bellatin, Sandra Lorenzano, Jorge F. Hernández, Mónica Mansour y Alberto Vital.
En esa obra, relata un adolescente, poco antes de dejar Okinawa: "Quiero que vayamos todos juntos, dije. Mamá me miró y me tomó de las manos. No podemos ir todos, no tenemos el dinero, además Yumie es chica para viajar y yo debo quedarme a cuidarla. Irás solo. Si tu papá estuviera sería diferente, dijo".
Entrevistado por Flavia Costa, él señaló: "—La novela combina dos realidades. Es la historia de mi padre en los itinerarios —Hong Kong, Singapur, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Mendoza—, pero los personajes y sus relaciones son escenas de mi vida. Siempre escribo a partir de experiencias reales. (…) Los personajes pueden ser inventados, porque son siempre aspectos del propio escritor, pero si uno quiere escribir algo intenso, hay que respirar el clima, el ambiente donde ocurrió la historia" (22).
El libro de los recuerdos (Buenos Aires, Sudamericana, 1994), de Ana María Shua, "es la novela de una familia argentina, con sus abuelos inmigrantes, hijos comerciantes y nietos atorrantes. Una sucesión de afectos y de envidias, de nacimientos y de penas, de matrimonios públicos y de amores prohibidos. Sin grandes escándalos, sin secretos horrendos ni crímenes brutales: con la cuota de humor, de fracaso y ternura que corresponde al país que, vaya uno a saber por qué, eligieron nuestros abuelos o sus padres para sufrir y gozar" (23).
Es el patriarca de esta familia el abuelo que esperó escondido que falleciera algún paisano más o menos parecido para heredar su identidad, y poder así emigrar. "Murió Gedalia Rimetka, medianamente joven, de bigotes. Con su documento fue el abuelo al consulado de América, la verdadera, la del Norte, y le dijeron que no. No lo bastante joven murió Gedalia, no lo bastante joven como para pasar por el abuelo. En Polonia siempre hacía frío, siempre había nieve. Cuando se derretía la nieve, había mucho barro. El barro también era frío. El barro de Tomachevo cruzó el abuelo, que quería cruzar el mar. Y llegó al consulado de esta pobre América. Allí, le habían dicho, no se fijan mucho, no entienden nada, les da lo mismo. Allí también es América, aunque no tanto. Lo que vale es salir de Europa, lo que vale es cruzar el mar. Desde una América ya será posible llegar a la otra. Y no se fijaron, o no les importó, o no entendían nada, y el abuelo pudo ponerse en camino para cruzar el mar".
Mario, el protagonista de Hermana y Sombra (Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina, 1977), de Bernardo Verbitsky, es hijo de inmigrantes rusos. El se refiere a la pobreza que los agobiaba: "Dejamos en Bahía Blanca varias cuentas impagas, pero la que realmente nos preocupaba era la del lechero, (…). Teóricamente, le pagábamos mensualmente los cinco litros que nos dejaba cada día pero siempre fue tolerante para el cobro, aceptando los pretextos con que explicábamos nuestra condición de deudores morosos. En los últimos meses no pudimos darle un centavo sin que él suspendiera el suministro de nuestro principal alimento. Nuestra convicción, reafirmada más de una vez por mamá, era que a ese pequeño español bondadoso debíamos el no haber muerto de hambre, sobre todo nuestra hermanita a quien no le faltaron nunca varias mamaderas diarias para suplir los pechos casi secos de mamá".
A criterio de Pedro Orgambide, Verbitsky "es, de manera bien explícita, el novelista del alud inmigratorio de la Argentina, de los inmigrantes y de sus hijos, porque en estos prevalece todavía, por imperio de la sangre, la vital intimidad de los padres" " (24)
En Donde sopla la nostalgia (Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1985), novela de Mauricio Goldberg, Max Gurovitz, su esposa Fany y su hijo David emigran de Polonia –donde habían emigrado anteriormente- porque "Otra vez los gritos de ‘yid’ atronaban la calle. El viaje había sido inútil. Se culpó por haberla dejado sola mientras él iba al mercado. Aún tenía el uniforme ruso de inválido, si no ya estaría hecho pedazos. Para ellos la guerra había terminado pero no su odio por los judíos".
Señala Reiner Kornberger: "Tanto el protagonista de Donde sopla la nostalgia como también su autor, Mauricio Goldberg, adelantan su aliá para prestarle servicios a una Israel agredida por los países árabes en junio de 1967. Los 114 párrafos de la novela narran alternativamente las vivencias del protagonista Mario en Israel desde su llegada hasta su retorno a Buenos Aires (capítulos pares) y la historia de sus padres en Polonia/Rusia antes de la Segunda Guerra Mundial hasta su emigración a la Argentina (capítulos impares)" (25).
En El árbol de la gitana, de Alicia Dujovne Ortiz (Buenos Aires, Alfaguara, 1997), los Dujovne "Se vistieron de negro riguroso, él con un hongo redondito en la cabeza, ella con un pañuelo y, de inmediato, se encontraron extraños. Parecían vestidos con ropa ajena. La crispación del hombro o la cadera hacía chingar la falda o la chaqueta. Se las habían puesto miles de veces, pero lo que ahora las hacía diferentes era la actitud de los cuerpos con el adiós adentro: nadie se para del mismo modo cuando parte para siempre. Al marcharse perdían su familia y su país pero también su nombre. Nadie más los llamaría Dujovne con el matiz exacto de la e, esa e tan ambigua, de origen tártaro, que se desliza entre la e y la y, mientras la lengua, casi pegada al paladar, deja pasar el aire. Lo sabían tan bien, que ya apartaban de sus rostros, como espantándose una mosca, la tentativa de explicar cómo se pronunciaba el apellido, admitiendo de entrada que Dujovnie se volviera Dujovne, con una e castellana sosa y desabrida como matse sin té. (…) No se iban solos a la Argentina Sara y Samuel. La caravana rumbo al Sur era nutrida, vibrante y esperanzada. Muchos otros Dujovnes con sus perdidas letras finales viajaban para afincarse en aquel sitio del mapa de forma nadadora, pero trunca, sin brazos ni piernas: Entre Ríos".
Ricardo Feierstein es el autor de La logia del umbral (Buenos Aires, Galerna, 2001), novela sobre la inmigración judía a lo largo de cien años. En ella cuenta el proyecto de cuatro generaciones de una familia, que se propone llegar a caballo desde Moisesville, provincia de Santa Fe, mediante postas de dos jinetes por vez, con una caja de madera de cerezo que contiene tierra de la primera colonia judìa en la Argentina y ‘una mezuzà, estuche de hueso con un trozo de papel escrito con letras hebreas’, hasta la Plaza de Mayo, donde la enterraràn bajo la Piràmide.
Cuando el miembro màs joven de este grupo està por concretar la iniciativa de su familia y de èl mismo, al pasar frente a la AMIA, una terrible explosiòn lo "revolea por el aire. Todo se vuelve negro –rememora-, el rugido ensordecedor parece indicar que, con la oscuridad de un eclipse gigante, ha llegado el fin del mundo. En ese instante, cien años de vida familiar y comunitaria se atropellan para desfilar ante los ojos desorbitados de mi conciencia en fuga".
Entre los personajes se encuentran los fundadores de Moisésville. No acompañó la suerte a los pioneros. Cuando fueron al campo, pasaron "Días y días sin masticar. Los niños enfermaban…". Se refiere el escritor a la colonia santafesina a la que se trasladaron desde el Hotel. Allí comprobaron que no tenían alimento ni dónde guarecerse: "Nada hay donde todo debiera estar: ni carpas, ni elementos de labranza, ni semillas. Ni siquiera un hombre del lugar, en representación del propietario, para entregar esas tierras tan laboriosamente adquiridas a través del cónsul comercial argentino en París, que actuaba en nombre del terrateniente".
Eugenio Juan Zappietro es el autor de la novela De aquì hasta el alba (Barcelona, Hyspamèrica, 1971), en la que narra lo acontecido a colonos, soldados e indios durante la Conquista del Desierto, en el año 1879.
Uno de los inmigrantes, Hubert Leroy, es un cirujano belga que ha debido huir de Francia, pues durante una intervención quirúrgica dio muerte intencionalmente a un ministro asesino: "Decidiò matar a Desquerres cuando extirpò las tres cuartas partes de su hìgado. (…) Cuando Francia descubriò el crimen, Hubert Leroy estaba ya en Amèrica". El flamenco Roger Bary, era "mercader en aquella esquina del infierno" y entra en tratativas con los indìgenas, aùn a costa de la vida de sus hijas, sòlo para salvar el pellejo. Bonhomìa y vileza aparecen confrontadas –al igual que en Leroy y Bary- en otra dupla de inmigrantes. Son ellos un irlandès, que llegò al desierto en 1866, y el socio granadino que lo traicionò. En el desierto viven tambièn un estadounidense y un portuguès que se ofrece como voluntario para defender el fuerte 36 del Ejèrcito Nacional Argentino.
Pedro Orgambide escribió la trilogía integrada por El arrabal del mundo, Hacer la América y Pura memoria (1984-1985). En Hacer la América (Bruguera, 1984) evoca a los inmigrantes que llegaban a nuestro puerto, alentados por la consigna que da tìtulo a la obra. Españoles, italianos, judìos, griegos, son los protagonistas de este relato que muestra la faceta màs cruda del fenòmeno social que conmoviò al paìs al iniciarse el siglo XX.
La novela narra sucesos acaecidos en las postrimerìas del siglo XIX y en los primeros años de la centuria siguiente; sin embargo, mediante un recurso de ficciòn, el autor avanza en el tiempo hasta la dècada del 50. Los vaticinios de uno de los personajes permiten al novelista señalar una perspectiva, un desarrollo ulterior de los hechos que està describiendo como presente.
"¿Qué es lo que uno cuenta cuando está contando? –se pregunta Orgambide- Seguramente, algo más que una historia, una anécdota, un hecho, una realidad imaginada en algún momento de nuestra vida. Lo que uno cuenta, casi siempre tiene que ver con nuestra ‘novela Familiar’, con nuestro origen, con nuestra identidad, al Fin" (26).
María Angélica Scotti evoca, en Diario de ilusiones y naufragios (Buenos Aires, Emecé, 1996), la vida de una inmigrante española, desde que viaja con su madre catalana y la pareja de la mujer, un italiano que conoce a bordo. "El primer recuerdo que me aparece es el viaje", dice la protagonista de la novela que mereció el premio Emecé 1995/6, el Primer Premio Municipal de Buenos Aires "Eduardo Mallea" l999 y Segundo Premio Regional de la Secretaría de Cultura de la Nación.
. "En verdad, es más lo que me contaron que lo que vi con mis propios ojos –continúa. No sólo porque era muy pequeña sino también porque hice la travesía encerrada en un camarote muy especial: viajé oculta bajo las faldas de mamita", porque "apenas zarpamos de Barcelona, mamita notó que yo tenía el cuerpo y las mejillas repletos de manchuelas coloradas. Ella ya había oído decir que a los enfermos los obligaban a bajar en el primer puerto, y por eso resolvió esconderme".
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El deseo de dar a conocer la gesta propia o de un antepasado, el afán de homenajear o de denostar, motivan estas novelas, en las que se refleja un proceso social que cambiaría a la Argentina. Son testimonios de un tiempo que marcó definitivamente nuestra historia.
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Trabajo enviado por
Marìa Gonzàlez Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista