- Introducción
- Situación actual en el país y la región
- Envejecimiento poblacional
- Trabajo y jubilación
- Jubilación y salud
- Jubilación y supervivencia
- Jubilación y estado de salud
- Jubilación y declive cognitivo
- Conclusiones
- Recomendaciones
- Bibliografía
Introducción
El carácter irreversible del envejecimiento es un hecho asumido en todo el mundo. La importancia de este fenómeno se deriva tanto del enorme impacto que el envejecimiento poblacional tendrá sobre las finanzas públicas, como de los cambios que consecuentemente se han de producir en los diferentes ámbitos de la vida social: la salud, el mercado laboral, la vivienda, el consumo, el ocio, etc.
Toda la sociedad se está viendo afectada – lo será más en los años venideros – por el envejecimiento de la población, pero sin duda el segmento de edad sobre el que va a incidir más a corto plazo es sobre el propio colectivo de las personas mayores. Ello se debe básicamente a dos circunstancias mutuamente relacionadas: por un lado, al enorme incremento cuantitativo de las personas mayores y, por otro, al alargamiento temporal de la vida en sus tramos superiores. Es decir, seremos más mayores durante más tiempo.
Hace tan sólo cincuenta años, en las sociedades avanzadas, la fase de jubilación equivalía a una octava parte de la vida de las personas, siendo poco frecuente que superara los diez años. Actualmente, la fase de inactividad o jubilación supera a menudo las dos décadas y equivale a una cuarta parte de la vida de las personas. Esta expansión de la última fase de la vida ha obligado a las sociedades más prósperas a revisar los sistemas sanitarios y de protección social con vistas a garantizar a este colectivo una continuidad en la calidad de vida que han tenido a lo largo de su vida activa.
Sin embargo, es un hecho ya admitido y, en cierta forma, asumido por la sociedad que la jubilación supone un sensible declive en los ingresos personales y familiares. Los sistemas privados de cobertura complementaria han nacido precisamente al socaire del deseo de la sociedad de mantener, tras la jubilación, una calidad y condiciones de vida similares a las que venía disfrutando durante la vida activa.
Las diferencias de situación familiar, alojamiento, educación y estado de salud, así como de rentas y patrimonio son factores determinantes para la calidad de la vida de las personas de edad. Estas circunstancias determinan también que el impacto de la jubilación sobre la calidad de vida sea más o menos positivo o negativo. El hecho de que la mayoría de los ciudadanos disfrute de mejores condiciones de vida que en épocas anteriores no puede hacernos olvidar el riesgo permanente de exclusión social y pobreza relacionado con la edad.
Es, pues, fundamental aplicar políticas que tengan en cuenta la diversidad de las situaciones sociales de las personas de edad, que movilicen mejor los recursos en favor de un mayor número de personas mayores y que combatan más eficazmente los riesgos de exclusión social durante la vejez. Por ello, es necesario determinar, precisar, medir y evaluar los diferentes factores que posibilitan una mejor transición entre la vida activa y la jubilación, siendo necesario, para ello, analizar los efectos que esta tiene sobre las personas mayores y sobre su entorno familiar
El conocimiento general de las condiciones de vida de las personas mayores – y en particular de los jubilados – es esencial para conseguir que el conjunto de la sociedad pueda integrar y mejorar una fase de la vida que hasta hace poco tenía la consideración de "terminal" para pasar a convertirse en una nueva etapa de la vida en la que los individuos pueden obtener, en muchos aspectos, niveles de satisfacción y bienestar superiores a los de etapas precedentes. Algo que, en cierta medida, ya está ocurriendo, como creemos que pone de relieve el presente trabajo.
Situación actual en el país y la región
El jefe de Gabinete del Banco Mundial, Jorge Capitanich, dio a conocer el 19 de febrero 2015 el contenido del informe publicado por el organismo, al señalar que "el haber jubilatorio mínimo de la República Argentina, equivalente a 442 dólares y es el más alto de América latina".
En ese sentido, el funcionario -en la conferencia de prensa brindada hoy en Casa de Gobierno– consideró que "es necesario remarcar y recordar, en virtud de que prácticamente llega al 82 por ciento del salario Mínimo Vital y Móvil, que a su vez es también el más alto de la región".
En un informe publicado recientemente, el Banco Mundial reflejó que en Argentina el haber mínimo es de 3.821 pesos argentinos (equivalente a 442 dólares); en México de unos 1.600 pesos mexicanos (110 dólares); en Brasil de 772 reales (300 dólares); en Colombia de 644.350 pesos colombianos (270 dólares) y en Perú de unos 415 nuevos soles (136 dólares).
"América Latina ha logrado ofrecer cobertura a más de la mitad de sus adultos mayores –unos 30 millones de personas", resaltó el Banco Mundial.
Las estrategias puestas en marcha en los países latinoamericanos variaron desde el otorgamiento de beneficios a todos los adultos mayores (en Bolivia y Trinidad y Tobago); la inclusión de los excluidos (en Argentina, Brasil, Chile, Panamá y Uruguay); y focalizando en los más vulnerables (Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay y Perú).
A pesar de reconocer estos "significativos avances en los sistemas de pensiones durante la última década" el organismo consideró que "la mayoría de adultos mayores deben seguir trabajando pasada la edad media de retiro" en todos los países de la región.
En una proyección de la situación de la protección social en la región, el BM estimó que para el 2050, la población mayor de 65 años se triplicará.
"Este cambio demográfico impactará en la productividad de los países y, paralelamente, será más difícil satisfacer la creciente demanda de servicios públicos como los de salud o jubilación, especialmente en sociedades de ingreso bajo y medio como las latinoamericanas", analizó el artículo al que hizo referencia Capitanich.
Al mismo tiempo, "la buena noticia es que actualmente el 65% de la población latinoamericana está en edad de trabajar, hecho que supone una ventaja demográfica al ofrecer las herramientas para un aumento de la productividad. Este porcentaje, afirman los expertos, seguirá subiendo en los próximos años".
Esta situación de supuesta alta productividad ofrece a los países de la región una oportunidad inmejorable para ahorrar, invertir en capital humano y físico y garantizar la acumulación de capital.
"Estos esfuerzos -opinan los expertos referidos por el BM-, serán vitales para que en el futuro, cuando disminuya la proporción de personas en edad de trabajar y aumente el porcentaje de adultos mayores, se puedan brindar servicios públicos de calidad".
Según los datos de población, esperanza de vida y envejecimiento de los países es contundente que la esperanza de vida va a seguir incrementándose. Existen distintos perfiles en os países respecto a la tasa de discapacidad asociada al aumento de la esperanza de vida, en algunos incrementará la tasa de discapacidad, en otros parece hacer un equilibrio y en otros parece que se comprimirá.
Este es un tema complejo, más aún por la influencia que en el futuro pudiera tener sobre la jubilación y la salud, por cuanto un envejecimiento activo y productivo es el horizonte más prometedor que conlleva necesariamente a una mejor salud y una mayor contribución de las personas mayores al desarrollo.
El envejecimiento poblacional y sus datos son de enorme importancia por cuanto sirven para una ajustada planificación sociopolítica y sanitaria.
El trabajo, considerado desde la tradición judeocristiana como una maldición bíblica (al igual que el parir con dolor), es una de las actividades humanas más comunes, puesto que es el vehículo para atender las necesidades del individuo, del grupo y de la sociedad.
A lo largo de la historia, el concepto, utilidad, funciones y regulación del trabajo han sido objeto de múltiples controversias; nuestro objetivo aquí consiste tan sólo en enumerar algunas características psicosociales esenciales sobre el trabajo antes de abordar la moderna regulación sobre la jubilación.
Características psicosociales del trabajo
Cuando hablamos del trabajo desde una perspectiva sociopolítica, nos referimos a muy distintas actividades y ocupaciones que implican esfuerzos humanos intelectuales y físicos que sirven a la trasformación de bienes, que son remunerados y cuyo objetivo es el de la satisfacción de necesidades sociales e individuales.
Allport, establece la teoría funcional de los motivos, según la cual los motivos actuales son independientes (autónomos) de sus orígenes. Así, por ejemplo, el trabajo puede llegar a ser un fin en sí mismo, con independencia de que, en un principio, en la historia del individuo tuviera como objetivo primario la atención de las necesidades más perentorias.
En algunos casos, además, el trabajo es una fuente para el propio desarrollo profesional, o incluso personal, y es esencial para la comunicación social y el establecimiento de vínculos sociales. Por todo ello, el trabajo forma parte de la propia identidad y, por tanto, perder el trabajo puede implicar, en alguna medida, perder parte de la propia identidad.
Todas estas características positivas del trabajo dependen de la actividad exigida y del ajuste persona-puesto de trabajo; de hecho, el trabajo puede convertirse en una fuente de castigo cuando el individuo ha de asumir tareas de alto costo de respuesta, que exigen esfuerzos más allá de las propias capacidades, y ha de realizar actividades tediosas, o incluso alienantes, en condiciones de sufrimiento. Por ello, hablar del trabajo es referirse a una realidad extraordinariamente diversa que ha debido ser regulada.
Regulación del trabajo
Como unánimemente señalan los autores, la regulación del trabajo ha sido una conquista social de enorme importancia y no ha sido sino en tiempos relativamente recientes cuando se han establecido los márgenes de edad para el acceso y la salida al y del mismo. En una sociedad tradicional premoderna, la jubilación como condición social era inexistente y el individuo trabajaba hasta que era incapaz de hacerlo o hasta que moría. La edad de jubilación se estableció por primera vez en Alemania en 1891, desde un esquema bismarkiano, en el que se estableció una pensión de edad y discapacidad a los 70 años. En aquellos tiempos, la esperanza de vida podía situarse alrededor de los 50 años y, por tanto, muy poca gente alcanzaba los 70; por consiguiente, la recepción de la pensión de jubilación era tan inusual como traspasar dicha edad. Hay que resaltar que, en cualquier sistema de protección social y para la mayoría de los trabajos, la pensión que un individuo recibe es menor que la remuneración anterior. En definitiva, que la jubilación conlleva, en la inmensa mayoría de los casos, una reducción del poder adquisitivo del individuo. Este no va a ser tratado en este trabajo, aunque la pobreza y la salud sean covariantes y una de las grandes desigualdades (que requiere un enorme esfuerzo de superación por parte de la sociedad) es que la salud esté vinculada al nivel de renta y educación.
Paralelamente a la revolución demográfica, la institución de la jubilación ha ido cambiando (como consecuencia de la revolución industrial, los desarrollos tecnológicos y la mecanización del trabajo) la edad de comienzo y fin del trabajo. Así, en los años 50 el acceso al trabajo solía comenzar en torno a los 20 años (en una horquilla entre 16 y 22 años) -con dependencia del tipo de formación que requiriese- y terminaba con la jubilación en torno a los 65 años, edad más alta que la esperanza de vida en aquella década. En definitiva, la duración de la actividad laboral era de aproximadamente 45 años. Ya en el siglo XXI, dadas las necesidades de formación exigidas por una sociedad altamente tecnificada, la edad de comienzo fue ampliándose (siempre en dependencia de los distintos países y culturas) hasta llegar a en torno a los 25 años (dependiendo del tipo de trabajo ejecutado: trabajadores "white collar" versus "blue collar"), mientras que la edad de jubilación se mantuvo en los 65 años.
Pero esto no es todo: debido a determinadas condiciones socioeconómicas, la jubilación anticipada en países europeos ha llevado la edad media de jubilación en torno a los 58 años mientras que la esperanza de vida se ha incrementado hasta casi los 80 años. En definitiva, que la duración de la actividad laboral se ha venido reduciendo muy notablemente.
Así, existen decenas de trabajos destinados a evaluar los efectos de la jubilación sobre la supervivencia y la mortalidad, la morbilidad y otros indicadores de salud y enfermedad (incluida la salud mental y el deterioro cognitivo). Sin embargo, hay que destacar que resulta altamente compleja la investigación sobre este punto, ya que hay una multitud de variables que intervienen en los efectos de la jubilación sobre la salud, tales como el tipo de trabajo que se deja, la razón de la jubilación, la edad a la que ocurre, el grado de aceptación de la jubilación, las actividades que sustituyen al trabajo, etc.
Veamos algunas investigaciones al respecto:
Recientemente, Shim20 ha revisado la literatura utilizando una versión modificada del método Cochrane para encontrar la respuesta a si la jubilación es realmente un factor de riesgo de mortalidad y ha identificado 988 estudios realizados, de los que ha tenido que eliminar, por considerarlos faltos de calidad, nada menos que 976. Finalmente, fueron 12 los estudios que tomó como base de evidencia empírica y a partir de ellos se puede concluir que, en efecto, la jubilación (considerando todos sus tipos) es un factor de riesgo de mortalidad. Sin embargo, cuando se tienen en cuenta sus distintos tipos (obligatoria, anticipada o relacionada con la salud), los resultados han de ser fuertemente matizados) 1) la evidencia empírica ni apoya ni contradice que la jubilación obligatoria, a la edad establecida, sea un factor de riesgo de mortalidad; 2) existe evidencia mezclada en contra de que la jubilación anticipada sea un factor de riesgo de mortalidad y, finalmente, 3) existe evidencia mezclada que apoya que la jubilación que se produce por razones de salud sea un factor de riesgo de mortalidad. En definitiva, estamos de acuerdo con Shim en que existen escasos trabajos que permitan establecer cuál es la causa y cuál el efecto entre la salud y la jubilación.
Aunque es difícil establecer una clara división entre los estudios sobre mortalidad y supervivencia y los referidos a la salud, vamos a mostrar ejemplos de cada uno de estos estudios; también examinaremos algunos trabajos en los que se trata de poner de relieve los efectos de la actividad productiva y de ocio en la salud. Por último, se tendrán en cuenta separadamente los trabajos que pretenden explorar los efectos de la jubilación en el declive y deterioro cognitivo.
Tsai, Wendt, Donnelly, de Jong y Ahmed examinan los efectos de la jubilación anticipada sobre la supervivencia (mortalidad). Los participantes fueron trabajadores que se jubilaron a los 55 (N=839), a los 60 (N=1.929) y a los 65 años (N=900) (trabajaron activamente hasta la edad de jubilación en la Shell Oil de EE.UU.) desde 1973 a 2003 (excluyendo los primeros 10 años para aquellos que se jubilaron a los 55 años y los primeros 5 años para los jubilados a los 60); el promedio de edad de cada grupo al final del estudio fue, respectivamente, de 72, 76 y 80 años.
Los resultados de este trabajo ponen de relieve que los jubilados a los 55 años, 10 años más tarde presentaron una mortalidad más elevada que los que se jubilaron a los 65 (hazard ratio del 1,37%, intervalo de confianza 1,09-1,73). Tras el debido ajuste, la mortalidad fue significativamente más elevada en los sujetos que estaban en sus primeros 10 años de jubilación que en los que continuaron trabajando. Una vez realizado el ajuste por sexo, año de entrada en el estudio y estatus socioeconómico, el riesgo de muerte fue un 80% más alto en hombres que en mujeres y los jubilados con estatus socioeconómico bajo tuvieron un 20% más de riesgo de mortalidad que los de estatus alto.
Por otra parte, en los jubilados a los 60 años la mortalidad no difirió en los 5 primeros años después de la jubilación, comparativamente con los que continuaron trabajando y se jubilaron a los 65. También en este grupo se obtuvieron diferencias significativas a favor de menor mortalidad en mujeres que en hombres, aunque en este grupo no difirió según el estatus socioeconómico.
En resumen, en los jubilados a los 55 años la mortalidad fue significativamente más elevada que en los que continuaron trabajando. Los autores señalan que esta diferencia no puede ser atribuida a los efectos del sexo o del estatus socioeconómico o al año de entrada en el estudio. La supervivencia de los que se jubilaron a los 60 años fue semejante a la de los que se jubilaron a los 65.
Sin embargo, el trabajo es una compleja ocupación humana que lleva en sí actividad (de muchos tipos), implicación, compromiso y otras muchas condiciones altamente heterogéneas.
Son realmente clásicos los trabajos que ponen de relieve que existen diferencias significativas en mortalidad entre personas activas y no activas21 y, por tanto, la jubilación puede ser entendida como una fuente de inactividad y por ello conllevar efectos nocivos sobre la salud. Cabe preguntase si los efectos de la jubilación sobre la supervivencia durante la vejez son semejantes a los observados en otros bien conocidos trabajos que ponen de relieve la influencia de la actividad (remunerada o no remunerada) o, mejor dicho, de la no actividad sobre la mortalidad, la morbilidad y el estado general de salud. Veamos algunos de estos estudios referidos a personas mayores.
Pero, independientemente de la mortalidad, ¿cómo influye la jubilación en la salud? Uno de los análisis más importantes sobre salud y jubilación es el estudio longitudinal "Health Retirement Study" (realizado en los Estados Unidos de America), del que se han derivado múltiples investigaciones. Calvo realiza un re-análisis de los datos de la base de datos RAND-HRS que fue recogida mediante encuesta realizada en 1992 y es representativa (de la población de EE.UU.) en hogares con individuos entre 51 y 61 años de edad. Este análisis se realiza en los datos procedentes de individuos de entre 59 y 69 años que estaban bien trabajando o bien jubilados en el año 2000 y que habían sido re-analizados en 2002; los que habían fallecido en el año 2002 fueron incluidos en los análisis de regresión sobre mortalidad. Un 74% de las personas de la muestra estaban jubiladas, un 18% nunca habían trabajado ("amas de casa"), el 6% tenían alguna discapacidad y un 2% o estaban sin trabajo o parcialmente jubilados. Las variables dependientes utilizadas fueron las siguientes: autoinforme sobre salud, autoinforme sobre la memoria, actividades básicas de la vida diaria (ADL), actividades instrumentales de la vida diaria (IADL), indicadores sobre felicidad, depresión, soledad, y mortalidad. En los análisis fueron controladas una serie de variables relativas al estatus socioeconómico, la educación, el estado civil, la renta y, también, el informe previo (referido a 1998) sobre el bienestar subjetivo.
Los resultados ponen de relieve que estar trabajando reduce la probabilidad de informar de ser pobre o de tener mala salud en un 6%; otras variables con impacto favorable en el informe sobre salud son las siguientes: hacer ejercicio (4%), estar casado (2%), nivel de educación (1%) y nivel de renta (2%). Trabajar también tuvo un impacto modesto (pero significativo) en las actividades de la vida diaria, los indicadores del estado de ánimo y la mortalidad. El autor concluye que el trabajo prolongado tiene efectos benéficos en el bienestar físico y psicológico, pero que ello depende del tipo de trabajo que se realice y lo forzosa que haya sido la jubilación.
Un último resultado interesante que proporciona este autor procede de los datos de lo que él llama "grupos vulnerables" y que, por su interés, se presentan en la Figura 8, a saber, los individuos que no quieren seguir trabajando porque lo hacen en trabajos no deseables y los que han sido jubilados forzosamente. El 40% de los sujetos estudiados trabajaba en ocupaciones deseadas; sin embargo, un 15% lo hacía en trabajos no deseados y, aproximadamente por igual, los jubilados lo habían sido bien forzosa, bien voluntariamente.
Jubilación y declive cognitivo
Mención aparte requieren los estudios en los que se trata de poner de relieve la importancia de la jubilación en el declive cognitivo. Como se mencionó anteriormente, el declive del funcionamiento cognitivo es covariante de la edad; en otras palabras, a lo largo del proceso de envejecimiento existe un declive del funcionamiento fluido (esto es, en otros términos, de la inteligencia biológica) en contraposición con lo que ocurre con el funcionamiento cristalizado (esto es, la inteligencia cultural) que se mantiene bastante estable hasta, aproximadamente, los 70 años.
Una segunda fuente de evidencia es la que pone de relieve que la jubilación lleva consigo un mayor declive cognitivo; así, Schaie y su grupo, tras apoyar que el declive intelectual a lo largo de la vejez se debe bien a la enfermedad biológica bien al desuso u obsolescencia, presentan amplias pruebas empíricas de que si bien los que se jubilan de puestos de trabajo cognitivamente poco estimulantes no sufren efectos adversos, los que dejan trabajos altamente complejos y cognitivamente estimulantes experimentan significativamente un mayor declive. Sin embargo, otros autores asumen que los efectos negativos de la jubilación en el funcionamiento cognitivo son más extensos y generales.
Por otra parte, en los últimos veinte años se ha acumulado una extraordinaria cantidad de datos empíricos que prueban que el declive cognitivo (esencialmente fluido) se puede compensar mediante actividad cognitiva, física, social y de ocio.
Conviene recordar que la lógica que subyace a los predichos efectos de la jubilación sobre el funcionamiento cognitivo son, esencialmente, los siguientes:
1) La amplia demostración empírica sobre la propiedad del sistema nervioso central (SNC): la plasticidad cuya expresión fenotípica es la posibilidad de cambio positivo, compensación y optimización del funcionamiento cognitivo (también llamada plasticidad cognitiva) que aparece a todo lo largo de la vida, también durante la vejez. 2) Esta plasticidad neural y cognitiva parece estar en la base de la evidencia de que tanto condiciones históricas del individuo como la educación, la formación profesional, y otras condiciones más transversales como una intensa actividad intelectual, social, o física ocasionan diferencias en la reserva cognitiva que actúan como factores optimizadores, protectores o compensadores del deterioro cognitivo e, incluso, de la demencia
3) La extraordinaria variabilidad en las formas de envejecer de los individuos mayores (del deterioro cognitivo grave a la lucidez de la excepcionalidad y la sabiduría) parece deberse (al menos en parte) a patrones de conducta diferenciales (o estilos de vida) de los individuos a lo largo de la vida y, también, en la vejez14. En otras palabras, lo que el individuo hace puede influir en su envejecimiento cognitivo y, por tanto, la supresión, reducción o eliminación de condiciones laborales positivas, estimulantes, pudieran influir negativamente en el funcionamiento cognitivo.
El trabajo tiene un valor social y subjetivo importante. En la medida en la que el trabajo es una fuente para el propio desarrollo profesional, o incluso personal, para la comunicación social y el establecimiento de vínculos sociales, resulta una transición potencialmente negativa o una situación conflictiva (de estrés) ante la que el individuo ha de adaptarse.
Pero, además, en los contextos en los que la jubilación es obligatoria, a todo lo anterior habrá que añadir la falta de control. Por el contrario, cuando el individuo puede elegir el momento de su jubilación, ésta puede ser percibida como evento controlable matizando, compensando o eliminando cualquiera de sus efectos nocivos.
El control respecto al momento de la jubilación depende del país. Mientras en países europeos que actúan bajo la óptica del Estado del bienestar existe una edad forzosa de jubilación -la llamada jubilación anticipada ha llevado a una media de edad de jubilación en Europa en torno a los 58 años-, parece que en los Estados Unidos la jubilación (al menos en algunas profesiones) no es obligatoria y el número de trabajadores que se ven forzados a jubilarse es también menor.
Dadas las proyecciones futuras sobre la esperanza de vida, podemos esperar un incremento en el envejecimiento poblacional. Contrariamente a lo que está ocurriendo en países europeos, las organizaciones internacionales recomiendan la implicación de la persona mayor en el desarrollo económico y social, para lo cual se requiere una flexibilización de la jubilación y una mayor participación de las personas mayores en el mundo del trabajo.
En otras palabras, la promoción de un envejecimiento activo y productivo es una asignatura pendiente reconocida por la Organización Mundial de la Salud sobre la salud en la vejez.
El derecho al trabajo es una norma fundamental y su regulación en función de la edad –y no en función de la competencia es puramente una discriminación edaísta.
Los estudios empíricos sobre los potenciales efectos de la jubilación en la mortalidad y la supervivencia, la salud y el deterioro cognitivo son de muy variable calidad y sus resultados son heterogéneos y no divergen de los que produce la inactividad. Por otro lado, cuando la jubilación es forzosa, sin que exista control por parte del individuo, sí aparecen efectos adversos en la salud y en el deterioro cognitivo. Tal vez lo más importante es que los efectos potenciales de la jubilación en la salud no pueden ser diferenciados de los que ocurren cuando el individuo se muestra inactivo y, por otra parte, que existen variables individuales (como por ejemplo, la salud, el control, etc.) y variables en el trabajo (su grado de estimulación, su carga para el individuo, etc.) que dificultan la constatación de efectos directos causa-efecto entre la jubilación y la salud.
Es la jubilación activa la que parece prevenir los efectos negativos adversos de la jubilación sobre la salud, tanto física como mental.
La jubilación es una de las crisis vitales más importantes a las que se enfrentan los individuos. En el espectro de la vejez, hay muchas clases de mayores: los que se toman este momento como una liberación y los que caen en terribles decepciones que incluso llegan a provocarles la muerte. Existen, otras personas mayores que por sus circunstancias laborales (artistas, intelectuales) no se jubilan nunca y se mantienen activos casi hasta el final de sus días.
Esta situación de crisis puede tener una vertiente positiva y otra negativa. Más tiempo libre, oportunidad para descansar y dedicarse a actividades placenteras aparecen en el apartado de elementos positivos. Al otro lado de la balanza se hallan la pérdida de relaciones sociales, de reconocimiento y la disminución del salario, entre otros.
En materia de salud bajan hasta las defensas. Pero no le ocurre a todos. El que tiene dinero juega al golf y se lo pasa estupendamente. Pero si te jubilas con pocos ingresos económicos, viudo y sin hijos o con ellos fuera de la ciudad te empiezas a enfrentar a la soledad.
Consideremos a la jubilación como una oportunidad de cambiar hábitos perjudiciales, ligados o atribuidos al trabajo y sus demandas, por otros saludables según preferencias y necesidades.
1. Juan del Llano Señarís, Santiago Pérez Camarero, Álvaro Hidalgo. El impacto de la jubilación sobre la salud y la calidad de vida de las personas mayores, 2004
2. Rocio Fernandez Ballesteros, Jubilación y Salud. Universidad Autónoma de Madrid
3. Ricardo Moragas Moragas, Jubilación Siglo XXI, España 2012
4. Luis G. Weston Remond. Jubilación-. Efectos médico y psicosociales. Acta Médica Peruana 2005 Vol XXII N°3.
5. Zhan, Y., Wang, M., Liu, S., & Shultz, K. S. (2009). Bridge employment and retirees" health: A longitudinal investigation. Journal of Occupational Health Psychology, 14, 374-389.
6. El via crucis de los Jubilados, tomado de http://www.connuestroperu.com/consumidor/46110-el-via-crucis-de-los-jubilados revisado el 8/04/2015
7. El Banco Mundial destacó que Argentina tiene la jubilación mínima más alta de América Latina, tomado de http://www.telam.com.ar/notas/201502/95529-banco-mundial-argentina-haber-minimo-jubilatorio-mas-alto-de–america-latina.html revisado 8/04/2015
8. La jubilación en el Perú, tomado de http://qatari-peru.tripod.com/id26.html revisado el 08/04/2015
Autor:
Sucso Condori, Sheyla Gabriela del Carmen
DOCENTE: DR. WILFREDO PINO CHAVEZ
AREQUIPA – PERÚ
2015