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Maíz transgénico en México (página 2)


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El primer reporte se presento en 2001, donde los cultivo de transgénicos sin autorización han provocado un alto nivel de flujo genético de maíces transgénicos producidos industrialmente hacia poblaciones de maíces criollos en Oaxaca, México (Quist y Chapela, 2001). Dicho artículo fue deslegitimado por la propia revista Nature, aceptando que no correspondía la contaminación genética de los maíces de Oaxaca, manifestándose aquí un emblema de deterioro y desprestigio al que ha llegado la ciencia actual. Donde la supuesta revista científica más prestigiosa de la historia, terminó plegándose y corrompiéndose frente al poder infinito de las corporaciones (Toledo, 2009).

También en ese mismo año (2001) un grupo de productores de Oaxaca, solicitó a un laboratorio de la Universidad de California, en Berkeley, EUA, que realizara un análisis genético de sus cultivos. Dichos análisis arrojaron que su maíz contenía fragmentos de ADN resistente a glifosato, un herbicida comercializado por Monsanto. El glifosato elimina cualquier yerba, excepto aquellas cambiadas genéticamente para tolerarlo. La investigación publicada en la revista científica Nature, se refiere a que la contaminación genética podía deberse a la transferencia de genes entre las variedades nativas de maíz y las de maíz GM, que se pudieron haber infiltrado. Aunque esta declaración fue cuestionada, sin embargo causó revuelo porque México es considerado centro de origen del maíz (Rangel, 2014). Es decir fue aquí donde se domesticaron y se diversificaron alrededor de 60 razas y miles de variedades nativas de este grano que después se dispersaron al resto del mundo (Greenpeace, 2013; Rangel, 2014), y que de ser contaminadas con ADN sintético podrían perderse estos genes para siempre (Rangel, 2014). Estas razas y miles de variedades de maíz están en poder de los 62 grupos étnicos de nuestro país y donde sus ancestros fueron los creadores legítimos y quienes con su trabajo han conservado por siglos la biodiversidad de este grano (Greenpeace, 2013).

El caso anterior sentó un precedente que advertía de la vulnerabilidad del maíz mexicano ante contaminación génica, debido a que esta planta se reproduce por polinización abierta (el polen es dispersado por viento e insectos), pudiéndose cruzar con otras plantas de la misma familia (Rangel, 2014).

Las autorizaciones de siembras experimentales y piloto de maíces transgénicos solicitadas, por Monsanto y otras corporaciones, significaría que se generalizará la presencia del transgén en regiones productoras de maíz y en pocos ciclos todas las variedades nativas tendrán transgénicos contaminantes. Habrá en las variedades nativas de maíz gran numero de contaminantes al grado que no podrán sobrevivir y podría presentarse una catástrofe genética para México y para la humanidad entera (Espinosa et al., 2010).

En marzo del 2009, las autoridades mexicanas modificaron el reglamento de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados para evadir la implementación de un régimen de protección especial al maíz y el mapeo de sus centros de origen en el territorio e ignoraron el llamado de los científicos, productores y consumidores a no autorizar la siembra experimental de maíz transgénico en los estados de Sinaloa, Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila, Baja California Sur, Sonora, Nayarit y Durango. Esta decisión irresponsable sirvió para apoyar los intereses de las empresas que detentan la patente de las semillas genéticamente modificadas que amenazan nuestros campos. Hoy el maíz de diversas regiones de nuestro territorio está en riesgo de sufrir contaminación genética, ya que está demostrada la imposible coexistencia de variedades transgénicas y nativas por el flujo del polen y el intercambio de semillas, práctica común en la agricultura mexicana, además de que las medidas de bioseguridad para los cultivos transgénicos son débiles ya que no contamos con un sistema de biomonitoreo, inspección y vigilancia para las importaciones (Greenpeace, 2013).

Las autorizaciones por parte del gobierno mexicano, de las solicitudes de la trasnacional Monsanto para sembrar maíz transgénico en Sinaloa y Tamaulipas, en fase piloto, lo que es grave, porque pone de manifiesto que lo que el gobierno llama etapa "experimental" es nada más una fachada para abrir la siembra comercial de maíz transgénico a gran escala, con la inevitable contaminación transgénica de los demás maíces en el país. Los transgénicos tienen problemas desde todos los ángulos que se les mire: pese a las mentiras que difunden las trasnacionales (las únicas que ganan), las estadísticas muestran que tomados en varios años, grandes volúmenes y superficies, en promedio rinden menos y usan mucho más agrotóxicos. Existen compilaciones importantes de asociaciones médicas y otros científicos que muestran que los transgénicos tienen impactos en la salud humana y animal (incluyendo alergias, infertilidad, desregulación inmune, afectación de hígado, bazo y páncreas, entre otras) y en la biodiversidad (Ribeiro, 2010).

En un estudio de la Universidad de Arkansas mostró que los transgénicos, además de la contaminación omnipresente en zonas cultivadas, se reprodujeron en la naturaleza y están invadiendo áreas naturales con impactos sobre insectos y plantas (Ribeiro, 2010; Madridejos, 2010). Aquí los investigadores estadounidenses han documentado que numerosas plantas de colza modificada genéticamente se encuentran creciendo de forma silvestre en las orillas de las carreteras y en otros terrenos baldíos, lejos de los cultivos donde fueron plantadas, lo que supone la mayor evidencia hasta la fecha de que las variedades transgénicas pueden sobrevivir y prosperar sin necesidad de cuidado alguno (Madridejos, 2010).

Otro estudio de la organización Testbiotech de Alemania, muestra que la leche, órganos y carne de cabras, peces y cerdos que comen maíz transgénico contienen trazas de ADN transgénico (Ribeiro, 2010).

No es posible la coexistencia entre maíz nativo y maíz GM, ya que la presencia de genes transgénicos puede poner en riesgo a los maíces nativos por la polinización que existe en el caso del maíz, que no es posible confinar (Turrent, 2014).

La idea de dividir al país en el Norte y el Sur, una idea que han apuntalado empresas biotecnológicas y funcionarios del gobierno federal, es imposible porque la contaminación transgénica con los animales invasores no respetan las fronteras (Alvarez y Piñeyro, 2014).

En el año 2012, un equipo científicos de la Universidad de Caen y Verona, Francia, liderados por Gilles-Éric Séralini publicó en la revista Food and Chemical Toxicology, un artículo mostrando que ratas de laboratorio alimentadas con maíz transgénico de Monsanto (precisamente maíz MON603 de Monsanto), durante toda su vida, estas desarrollaron cáncer en 60-70 por ciento (contra 20-30 por ciento en el grupo de control), además de problemas hepato-renales y muerte prematura. Como corolario sucede una retractación de la revista y el desarrollo de una agresiva campaña de ataque contra el trabajo de Séralini, claro orquestado por las trasnacionales. El caso recuerda la persecución que sufrió Ignacio Chapela cuando publicó en la revista Nature que había contaminación transgénica en el maíz campesino de Oaxaca. En otro contexto, pero sobre el mismo tema, Randy Schekman, galardonado con el Nobel de Medicina 2013, al recibir el premio llamó a boicotear a las publicaciones científicas de las revistas como Nature, Science y Cell, por el daño que le están haciendo a la ciencia, al estar más interesados en impactos mediáticos y ganancias que en la calidad de los artículos. Schekman aseguró que nunca más publicará allí y llamó a publicar en revistas de acceso abierto, con procesos transparentes. El estudio de Séralini es muy relevante para México, porque las ratas fueron alimentadas con el maíz de Monsanto, el mismo que las trasnacionales solicitan plantar en más de millón de hectáreas en el Norte del país. Si se aprueba la siembra, este maíz entraría masivamente en la alimentación diaria de las grandes ciudades del país, cuyas tortillerías se abastecen principalmente en esos estados. Como México es el país donde el consumo humano directo de maíz es el más alto del mundo y durante toda la vida, entonces el país se convertiría en una repetición del experimento de Séralini, con gente en lugar de ratas, con altas probabilidades de desarrollar cáncer en algunos años, en un lapso de tiempo suficiente para que haya cambiado el gobierno y las empresas nieguen su responsabilidad, alegando que fue hace mucho y no se puede demostrar que el maíz transgénico sea una causa directa (Ribeiro, 2013).

El semanario francés Le Nouvel Observateur, documento las implicaciones del experimento, debido a las características e implicaciones globales, la operación de conseguir las semillas de maíz transgénico NK603, como era propiedad patentada de Monsanto, se debió realizar una maniobra con estricto sigilo, por parte Sèralini y su equipo. De donde se obtuvo la semilla fue de una escuela de agricultura en Canadá y después transportarlas de la misma forma en secreto a Francia, además de codificar las comunicaciones telefónicas y los correos electrónicos entre los miembros del equipo, mantener en secreto sus conclusiones y poner en marcha un estudio señuelo (Mendoza, 2012).

En marzo 2013, durante la semana nacional en defensa de la semilla libre de transgénico, celebrada en Costa Rica, Gilles-Eric Séralini ofreció una videoconferencia a académicos, estudiantes, ambientalistas y periodistas reunidos en el auditorio de la Ciudad de la Investigación de la Universidad de Costa Rica; donde expuso categóricamente que el maíz y soja transgénicos contienen Roundup, el más fuerte herbicida del mundo, que fue el que produjo en ratas de laboratorio alteraciones hormonales, renales, hepáticas, tumores de mama y en otras zonas. Afirmó categórico: Los transgénicos son tóxicos para la salud humana, en referencia a los efectos de tumores registrados en la investigación con ratas alimentadas con maíz modificado en laboratorio por Monsanto; las hembras murieron a los ocho meses y los machos al año. Según el experto en biología molecular, la investigación arrojó la conclusión de que el Roundup afecta las funciones del sistema endocrino y altera el desarrollo hormonal. Además denunció que Monsanto realizó un experimento con 40 ratas que ingirieron alimento transgénico, durante tres meses y les tomaron muestras de sangre para su análisis, pero los resultados fueron clasificados como confidenciales. Nosotros empleamos con cada rata de 50 a 60 parámetros, 11 mediciones por ejemplar y en total trabajamos con 200 roedores, 10 para cada bioquímica a analizar y sentenció que este experimento, ha sido la investigación más rigurosa conocida hasta ahora (Cubadebate, 2013).

En este mismo contexto a principios de 2013 un grupo de científicos del Instituto de Salud y Medioambiente de Australia, encabezados por Judy Carmen como jefa del estudio, el cual se desarrolló durante 5 meses, donde alimentaron a un grupo de cerdos con una mezcla de maíz transgénico y Roundup Ready soja ambos de Monsanto. El estudio establece por primera vez la conexión directa entre el consumo de transgénicos y daños estomacales de los animales y sus resultados validan los datos del experimento conducido por Séralini, sobre los efectos en ratas alimentados con maíz GM. La selección de la mezcla se basó en que es de las mezclas más comunes usadas en la alimentación del ganado. Los resultados del estudio llamaron la atención de los científicos, ya que los cerdos alimentados con transgénicos acabaron presentando un útero un 25% más pesado y mostraban una tasa de inflamación estomacal dos veces más alta. Entre las posibles patologías se registraron hiperplasia endometrial, endometritis, endometriosis, adenomiosis, engrosamiento de la miometrio y pólipos. Estos cerdos corrían un riesgo de inflamación estomacal 2.6 veces mayor que el de los cerdos del grupo de control. Los machos resultaron más seriamente afectados. Las hembras resultaron ser 2.2 veces más propensas a la inflamación estomacal, mientras que los varones lo fueron cuatro veces más. Los investigadores subrayan que este estudio, es el primero que abarca un periodo tan prolongado y lo consideran de una gran importancia estadística y biológica (Carmen, 2013).

Siguiendo con el tema y como corolario desde el año de 1995, la Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), ha entregado 112 autorizaciones a trasnacionales para que sus organismos genéticamente modificados sean consumidos por la población mexicana. El caso es que desde 2002, la COFEPRIS autorizó el consumo humano del maíz MON603, el mismo maíz GM que Séralini y su equipo demostraron que causó tumores y muerte prematura a ratas alimentadas con este transgénico, ya que el experimento fue contundente, ya que la prueba fue con 200 ratas alimentadas durante dos años, las que desarrollaron cáncer entre un 60-70 por ciento de los individuos. No obstante que los resultados de la investigación, se dieron a conocer en septiembre de 2012, pero tuvieron implicaciones internacionales y colocaron en entredicho la inocuidad de los transgénicos. Al respecto Rusia suspendió toda importación de semillas de ese maíz GM, bajo el principio de precaución; mientras que el gobierno socialista francés encomendó a su respectiva Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria una evaluación del trabajo de Séralini y su equipo. En México el gobierno de Enrique Peña Nieto, se encuentra en las nubes y podría conceder cinco autorizaciones para la siembra masiva de este grano tóxico (Mendoza, 2012).

El Dr. Schuber, cita experimentos donde Fares y El-Sayed demostraron que ratones alimentados con papas Bt sufrieron la aparición de células estructuralmente anormales en el intestino. Así como también otros estudios informaron sobre cambios histopatológicos en el riñón y el hígado de las ratas alimentadas con maíz Bt. Como en otros se presentaron cambios en los niveles de urea y en la proteína de la orina de las ratas alimentadas con arroz Bt". Por lo que en opinión de este científico, sobran investigaciones que demuestran que la proteína Bt puede actuar a la vez como alérgeno en humanos, toxinas en animales y seres humanos. Luego de mencionar estas investigaciones, enfatizó que lo más importante para la salud de la población mexicana es que si se permite la introducción del maíz Bt, un enorme número de personas van a consumir cantidades de la toxina Bt que serán en dosis de miles de veces más altas que lo que ocurría anteriormente. Y finalmente concluye este renombrado científico, que la siembra de maíz GM no traerá ningún beneficio para México, sino que representará un enorme peligro para la salud de la población mexicana (de León, 2013).

Un estudio científico publicado por el Ministerio de Salud de Austria en el 2008, analizó los efectos de un maíz transgénico con ambos caracteres (NK603xMon810) y llegó a la conclusión que el consumo de ese maíz redujo la fertilidad en ratas de laboratorio alimentadas con éste, además de otros efectos. Este y otros estudios, entre ellos sobre los impactos ambientales de maíz insecticida, motivaron que varios países europeos, entre ellos Austria, Alemania, Francia y Grecia, prohibieran el cultivo de maíz transgénico en sus países (Ribeiro, 2010).

Los transgénicos no resuelven los problemas de alimentación

Los alimentos transgénicos, al menos los que hasta hoy conocemos, no contribuyen a aumentar la producción de alimentos sanos. La gran mayoría de los diseños responden a problemas de plagas o de estrés ambiental (por ejemplo suelos), y casi ninguno eleva los rendimientos o la productividad. Por otro lado, si bien no hay evidencias directas de daños posibles a la salud humana (aunque existen ya reportes sobre impactos sobre animales de laboratorio), el daño potencial por contaminación genética es inimaginable. No se sabe qué pasará, y en cuánto tiempo, con estos organismos genéticamente manipulados en relación con el resto de la agrodiversidad y de todo el mundo vivo. Es como dejar sin control una planta nuclear, con la diferencia de que los efectos de la radiactividad son más visibles y obvios que los de la modificación genética de organismos. Hoy estamos frente a fenómenos muy preocupantes. Por ejemplo la muerte de las abejas en amplias regiones de Estados Unidos y China, y esto al parecer es el resultado de muchos años de uso indiscriminado de pesticidas químicos que han provocado la depresión inmunológica de esos insectos. El 80% de los alimentos del ser humano requieren de ser polinizados por insectos, aves, murciélagos y otros. Entonces en este contexto podemos echar a volar la imaginación de lo que podría pasar con los impactos impredecibles de la contaminación genética (Toledo, 2009).

La primera evaluación global y exhaustiva que se realizó sobre el desarrollo de la agricultura con la participación de cuatrocientos científicos arrojó la conclusión de que los cultivos transgénicos no son una opción para alimentar al mundo en el año 2050. Para asegurar un mundo sano y habitable en las próximas décadas, la evaluación se inclinó por un enfoque orientado a los sistemas que se ajusten a las condiciones y culturas locales. Concluyó que este modelo responde mejor a las necesidades de la agricultura que aquél que se concentra en las nuevas tecnologías que apuntan exclusivamente a la productividad del mercado: Históricamente, el camino del desarrollo de la agricultura global ha estado más concentrado en el crecimiento de la productividad que en una integración más holística de la administración de los recursos naturales con una seguridad alimenticia y nutricional. Es preferible un enfoque holístico, u orientado a los sistemas, porque puede tratar las dificultades relacionadas con la complejidad de los alimentos y otros sistemas de producción en diferentes ecologías, localidades y culturas (EICCTA, 2009).

Transgénicos, sin ventajas para el consumidor y el clima

Desde tiempo, los transgénicos han sido promocionados como una tecnología capaz de generar plantas resistentes a los efectos nocivos del cambio climático. En este caso, resistentes a suelos salinizados, la sequía, falta de agua o heladas (Mendoza, 2012).

 La biotecnología aplicada a cultivos agronómicos y en manos del interés privado, hasta el momento, no han traído ventajas agronómicas ni sociales que puedan compensar los costos. Pues hasta ahora la ingeniería genética no ha logrado crear organismos resistentes a la sequía o a las heladas, porque el conocimiento se encuentra todavía en un nivel básico. Actualmente no existe ninguna que tenga esta cualidad. La falta de éxito a que la resistencia no se basa solamente en un gen sacado de un organismo y metido a otro, sino de muchos genes en acción concertada. Se requieren aproximaciones que son mucho más complejas que las que son utilizadas para hacer transgénesis tradicional (Piñeyro, 2012, citado por Mendoza, 2012).

 La ingeniería genética en manos de las corporaciones privadas, no ha hecho al mundo menos inseguro alimentariamente, no ha alimentado a los pobres, no ofrece respuestas a los retos que tienen que ver con una población creciente o con el cambio climático, ni para el consumidor, puesto que a éste último el alimento modificado no le ofrece más proteínas, más vitaminas o más minerales (Mendoza, 2012).

 Con el fin de darse una idea tan sólo el maíz contiene 50 mil genes y se estima que la respuesta de la planta a la sequía involucra de 500 a 1 000 genes. Entonces a falta de recursos, la biotecnología introduce a los organismos un gen de otra especie con la idea de que va a movilizar toda la maquinaria genética. Lo que es lo mismo que creer que un gen puede sustituir el trabajo de 500, eso es lo único que hasta ahora puede hacer la ingeniería genética. Por ejemplo cita a la extremófila, una planta australiana llamada así porque vive en condiciones extremas. Es decir puede reverdecer y crecer luego de haber perdido hasta un 85 por ciento de su agua interna. Pues de ella se ha sacado el gen responsable de esta característica y se introduce al maíz con la idea de darle al maíz GM resistencia a la deshidratación. La reacción es impredecible, pero lo más seguro es que no sea resistente a la sequía, porque como, ya se dijo para esto participan muchos genes y otras muchas condiciones en acción concertada (Turrent, 2012, citado por Mendoza, 2012). 

Riesgos de las modificaciones de los transgénicos al ser liberados

Los riesgos de que estos organismos sufran modificaciones una vez liberados varían de acuerdo con su construcción genética, pues se desconoce cómo se van a comportar en el ambiente, en situaciones distintas a aquellas en las que fueron creados, además de que se ignora si representan un riesgo para el consumo animal o humano. Por ello Greenpeace ha externado su preocupación por este hecho y ha recomendado tomar precauciones antes de liberar a los organismos transgénicos, pues se podrían generar problemas ambientales a mediano y largo plazos que se sumarían a los existentes. Los posibles efectos pueden no ser evidentes en las primeras generaciones que adquirieron la modificación sino años después; entre ellos destacan: acentuar la pérdida de variedades criollas y comerciales (erosión genética) por la sustitución de estos cultivos innovadores en los que se busca la homogeneidad de materiales; una vez ocurrido el flujo genético, si las especies que adquieran los transgenes mantienen las ventajas adaptativas introducidas pueden desplazar a otras especies del mismo ecosistema; las condiciones ambientales, pueden traer efectos negativos en el desarrollo de las especies que adquirieron los transgenes; acelerar el desarrollo de resistencia de los organismos patógenos para los que se diseñaron los cultivos. En el caso de la resistencia a insectos (presente en 29 por ciento de los cultivos transgénicos comerciales) las plantas producen su insecticida durante toda su vida y esto significa la exposición en todo momento de los insectos plaga a un factor de presión, que en cualquier ser vivo obliga a desarrollar mecanismos de resistencia; desarrollo de resistencia a herbicidas en parientes silvestres, incluso en "malas hierbas o malezas"; mayor presencia de herbicidas en los productos que se consumen, el suelo y el agua, debido a que 70 por ciento de los cultivos transgénicos comerciales han sido modificados para resistir a herbicidas. Las cifras de 1999 del comercio de estos productos muestran un aumento en ventas. Más herbicidas también significa pérdida de diversidad vegetal; efectos sobre organismos no blanco de la modificación. Un indicio científico de esto fue generado (mayo de 1999) por investigadores de la Universidad de Cornell, que encontraron que el polen transgénico es transportado por el viento y depositado sobre una planta silvestre conocida como algodoncillo, alimento de las larvas de mariposa monarca en territorio estadounidense. Los investigadores dieron a las orugas algodoncillo espolvoreado con polen de maíz Bt, y el resultado fue que el 50 por ciento presentó menor crecimiento y murió prematuramente (Greenpeace, 2000).

La crónica de un desastre anunciado

Existen miles de formas de maíz, en equilibrio hasta ahora, pero en riesgo ante la autorización del gobierno mexicano durante el año 2009, de la siembra de experimentos de maíz transgénico a campo abierto. La propuesta de Monsanto y otras corporaciones está basada en que los transgénicos permitirían incrementar el rendimiento y resolverán el problema de escasez de maíz, señalando que se reducirá el uso de fertilizantes, se controlarán plagas y malezas, con el uso de glifosato, lo que fue apoyado desde posiciones claves en algunas dependencias mexicanas. Actualmente existe un manejo monopolizado del comercio de semillas, producto del cierre de la Productora Nacional de Semillas, lo que afecta a los productores de maíz, no se ofrece semilla de variedades de polinización libre (Espinosa et al., 2007), los precios de la semilla son los más altos del mundo (USA: 1000 semillas a 1.34 dólares; México: 1000 semillas 2.71 dólares), siendo más caros aún los transgénicos (Espinosa et al., 2008; Espinosa et al., 2009 a; Espinosa et al., 2009 b;). Por otra parte los transgénicos son específicos para áreas de buena productividad (riego y buen temporal), con la ausencia para la agricultura tradicional Espinosa et al., 2006). El transgén no tiene contraparte en cromosoma homologo, se podría replicar por lo cual su valor de adaptación sería de 100%, presentándose en ambos cromosomas (homocigotica dominante). A todas las plantas que reciben polen transgénico podrían difundirlo. Lo anterior significa que se generalizará la presencia del transgén en regiones productoras de maíz y en pocos ciclos todas las variedades nativas tendrán tantos eventos transgénicos que no podrían sobrevivir y sería una catástrofe genética, no sólo para México, el daño sería para la humanidad entera, se estará trastocando el reservorio genético de mayor variabilidad para el cultivo más importante para el mundo (Espinosa et al., 2008; Espinosa et al., 2009 a). Se podría generalizar la presencia de un evento en la mayoría de criollos, lo que sería riesgo grave de una epifitia (Espinosa et al., 2010).

Destrucción cultural del país y regreso al latifundio

Frente a la problemática, de la autorización de la siembra de maíz GM en 2009, se puede plantear dos escenarios posibles: que los mexicanos consuman el maíz y enfermen o que dejen de consumirlo. Sin embargo, es necesario considerar que obligar a los pueblos campesinos e indígenas a dejar de consumir maíz porque está envenenado es igual a un genocidio; que significa la destrucción cultural del país, es decir un crimen mucho más grave que cualquier otro crimen que podría cometer el gobierno mexicano. Luego de 6 años de gestión, Felipe Calderón Hinojosa dejó una estela de sangre, de destrucción ambiental de las aguas, la erosión de los suelos, la contaminación del aire y la contaminación del organismo de los mexicanos; pero la autorización de siembra de maíz transgénico, es quizá el mayor crimen que podría cometer un gobernante en un país como México. La autorización de estas siembras, además de impulsar el acaparamiento de tierras y por tanto el regreso al latifundio, es un acto de destrucción. La destrucción de la diversidad genética de los maíces criollos, pero también la afectación de la salud de todo el pueblo de México. Los maíces GM son un arma de destrucción masiva. El maíz transgénico se convierte en un acto de invasión del territorio nacional y de pérdida de soberanía del Estado mexicano. Un crimen orquestado con premeditación, alevosía y ventaja. Un atentado contra la humanidad, contra uno de los cultivos centrales en la alimentación de todos los pueblos del mundo. Están destruyendo a uno de los patrimonios de la humanidad para beneficio de dos empresas transnacionales. Por este crimen, el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, el mismo expresidente de México, así como quienes fueron sus secretarios de Agricultura y Medio Ambiente deben ser juzgados. Entonces la aprobación de las siembras de maíz transgénico tiene un impacto político y de seguridad nacional. Por estas decisiones se prevé a largo plazo la pérdida de productividad agrícola, mayor dependencia alimentaria y tierras yermas. Con esto México será absolutamente dependiente en términos de su alimentación y un pueblo que es dependiente, que no puede producir ni siquiera la comida que necesita para su subsistencia, es un país condenado a la subordinación (Rosas, 2012). 

Impacto a la agricultura

Si se autorizan las siembras, los agricultores podrían encontrarse violando las patentes sobre maíz transgénico sin saberlo; ya que sus parcelas podrían contaminarse inadvertidamente y la trasnacional podría acusarlos de usar genes patentados y obligarlos a compensar a los dueños de las patentes (Monsanto), como ocurre en Estados Unidos y Canadá (Grupo ETC, 2012). Según información de la organización no gubernamental Centro para la Seguridad Alimentaria (CFS, por su sigla en inglés), con sede en Washington, Monsanto cuenta con su propia policía genética, que se encarga de vigilar las cosechas y detectar cualquier contaminación de genes patentados (Mendoza, 2012).

La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) en México, compartió a mediados de diciembre 2013 varios datos que demuestran los daños en la salud por el consumo de alimentos derivados de transgénicos y agrotóxicos asociados. Los resultados científicos fundamentan una prohibición total a la liberación de maíz transgénico en su centro de origen, México. De lo contrario, la acumulación del transgen se tornaría irreversible, y con ello se cancelaría la soberanía alimentaria, y se afectaría negativamente a los campesinos, a la producción del alimento básico y la salud de los mexicanos, como así también a la seguridad alimentaria mundial (de León, 2013).

Aunque los campesinos pobres no tienen la capacidad de pagar estas nuevas tecnologías, pero su siembra se puede contaminar vía flujo genético. De ocurrir esto, se ignora qué impacto tendrá a mediano y largo plazos. Entonces los campesinos no sólo enfrentarán la presencia de nuevos genes en sus cultivos, sino que también enfrentarán un problema legal, pues los transgenes están patentados, donde usarlos es ilegal y comprar semilla será muy cara (Greenpeace, 2000).

La concentración en este sector agropecuario es grave, porque no sólo se genera la dependencia de los campesinos a la adquisición de las semillas, sino también porque, en el caso de maíz, si se liberan los cultivos comerciales GM, entonces Monsanto va a intentar contaminar y acabar con la biodiversidad del maíz, para extender la presencia de sus productos y obligar a que la gente compre semilla comercial, aunque no tenga dinero, ni tampoco costumbre de hacerlo. Porque el maíz es un grano que los campesinos acostumbran guardar y seleccionar para sus próximas siembras (Ribeiro, 2007, citado por Enciso et al., 2007).

Tan sólo 10 empresas controlan 95 por ciento del mercado mundial de semillas comerciales que tiene un valor de 30 mil millones de dólares, esta lista la encabeza en primer plano la gigante Monsanto. Esto es grave porque la propiedad de las semillas es el primer eslabón de la cadena alimentaria que tiene implicaciones de muy largo alcance para la seguridad alimentaria global, entonces dios nos agarre percinados, al quedar en manos de las transnacionales. Pues su importancia radica en que estas semillas son la base de la alimentación mundial (Enciso et al., 2007).

Contaminación transgénica inminente

Instituciones, investigadores, organizaciones sociales y expertos han expresado el riesgo que significaría para el maíz y sus variedades nativas la siembra masiva del organismo modificado, por el inminente contagio de las razas originarias (Mendoza, 2012).

 Por ser el maíz una especie de polinización abierta, la información genética de los maíces cultivados en México está en constante intercambio, y el uso de maíces genéticamente modificados no sería la excepción. Después de que se publicaran las cinco solicitudes de las trasnacionales Monsanto y Dupont/Pionner para sembrar su maíz patentado en Sinaloa y Tamaulipas, expresó su cautela en cuanto a la liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado (CONABIO, 2012).

En un estudio reciente, dado a conocer en octubre 2012 (Mendoza, 2012), se demostró que la capacidad de flujo génico del algodón transgénico cultivado en el Norte del país, cuyos genes aparecieron en poblaciones de algodón silvestre en Oaxaca y Chiapas. El descubrimiento revela la imposibilidad de controlar lo que pasa con una planta mucho menos promiscua que el maíz (Wegier et al., 2011).

 Por lo anterior resultaría técnicamente imposible mantener un cerco en torno a las múltiples áreas cultivadas. Tampoco sería factible tener la capacidad técnica (ni financiera) para monitorear el flujo génico hacia todas las zonas circundantes donde prevalecen las semillas nativas, pues la contaminación transgénica avanzaría irremediablemente hacia todas las zonas libres del país (Mendoza, 2012). Mucho menos habrá capacidad para reparar los daños (Catherine Marielle, Com. per., 2011 citada por Mendoza, 2012).

Literatura citada

Alvarez, B. E. R. y A. N. Piñeyro. 2014. El maíz en peligro ante los transgénicos. Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Universidad Nacional Autónoma de México. En: http://www.puma.unam.mx/doc/maiz-en-peligro.pdf.

Bahena, J. B. 2008. Enemigos naturales de las plagas agrícolas: del maíz y otros cultivos. Libro Técnico núm. 5. SAGARPA-INIFAP. Uruapan, Michoacán, México. 180p.

Carmen, J. 2013. El maíz transgénico de Monsanto daña el estómago y el útero de los cerdos. Instituto de Salud y Medioambiente de Australia. En: http://actualidad.rt.com/act-

ualidad.rt.com/actualidad/view/98217-monsanto-cerdos-gmo-transgenicos.

Castañeda, Z. Y. 2014. El cultivo de maíz en México se encuentra en su centro de origen y conforma la alimentación básica y la cultura del pueblo. Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana campus Azcapotzalco. pp. 40-41. En: Rangel, S. J. 2014. Semilla de la discordia: debate sobre el cultivo de maíz GM en México. Muy Interesante Año XXX1(4): 39-44.

CONABIO. 2012. Base sobre solicitudes de liberación comercial de maíz genéticamente modificado. En: http://www.biodiversidad.gob.mx/genes/pdf/ConsideracionesGralesMaiz

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Cubadebate. 2013. Advierten sobre peligros de alimentos transgénicos para humanos. Prensa Latina. En: http://www.cubadebate.cu/noticias/2013/03/15/advierten-sobre-peligros-de-alimentos-transgenicos-para-humanos/#.U_0E9Mt0zIU.

de León, J. 2013. México: científicos piden la prohibición total del maíz transgénico. La gran época. En: http://www.lagranepoca.com/30453-mexico-cientificos-piden-prohibicion-total-del-maiz-transgenico.

Ecocosas. 2012. Roundup, es más tóxico para el ADN humano que la mayoría de los venenos conocidos. En: http://ecocosas.com/noticias/roundup-toxico/.

EICCTA. 2009. La ingeniería genética no es prioridad para la agricultura. pp. 19. La Evaluación Internacional del Conocimiento, Ciencia y Tecnología en el Desarrollo Agrícola (EICCTA). En: Greenpeace, 2010. Cultivos transgénicos: cero ganancias. 28 p. pdf Adobe Reader.

Enciso, A.; Poy, L. y M. Pérez. 2007. Controlan 10 empresas el 95 por ciento del mercado mundial de semillas. En: http://www.jornada.unam.mx/2007/02/06/index.php?section=

sociedad&article=042n1soc.

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Autor:

Fernando Nájera Martínez

Stgo. Papasquiaro, Dgo. a 23/08/2014.

 

Partes: 1, 2
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