Colectivo Ioé1
- Presentación
- 1. Una visión de conjunto de los inmigrantes extranjeros en España
- 2. Mujeres inmigrantes en las estadísticas laborales
- 3. Resultados de investigación sobre mujeres inmigrantes del Tercer mundo en la economía mercantil
El presente artículo pretende presentar una panorámica general de la presencia de las mujeres inmigrantes en el mercado de trabajo español y transmitir algunos resultados del trabajo realizado por Colectivo Ioé para el IMSERSO sobre la inserción laboral de mujeres inmigrantes procedentes del tercer mundo en España2. Nuestro objetivo es animar a los posibles lectores de estas páginas a abrirse a las perspectivas que ofrece esta temática y a continuar reflexionando sobre la misma.
En primer lugar, se describe el contexto de la presencia de mujeres inmigrantes en España, cualquiera sea su condición de edad y vinculación con el trabajo. Por ello comenzaremos analizando las características del conjunto de residentes extranjeros, comparando a grandes rasgos la situación de hombres y mujeres. Por otro lado, aunque la investigación realizada se refiere a la situación de las inmigrantes de procedencia extracomunitaria, a nuestro entender es preciso también ofrecer un panorama de la presencia de todas las mujeres extranjeras en la sociedad española, particularmente en el mundo laboral. En la segunda parte, destacaremos algunos resultados de la investigación realizada en seis sectores de actividad en los que se desempeñan más de cuatro de cada cinco mujeres inmigrantes procedentes del tercer mundo en España.
1. Una visión de conjunto de los inmigrantes extranjeros en España.
Hasta la fecha han existido serias dificultades para analizar la situación de la inmigración extranjera en España desde la perspectiva de género a partir de fuentes estadísticas oficiales. Sólo dos de las existentes estarían en condiciones de reflejar la situación del conjunto de dichas mujeres: la Estadística de Residentes Extranjeros, elaborada por la Comisaría General de Documentación del Ministerio del Interior, y los Censos de Población, realizados por el Instituto Nacional de Estadística. Ambas fuentes tienen, sin embargo, lagunas de importancia tal como hemos señalado en diversos lugares.
? Evolución reciente
El conjunto de los residentes extranjeros, hombres y mujeres de todas las nacionalidades, 2 ha experimentado un importante crecimiento durante el cuarto de siglo pasado, que se ha acelerado de forma importante en el último quinquenio: entre 1975 y 1985 se registró un incremento moderado, con una media anual del 2,2%; entre 1985 y 1991, período comprendido entre la aprobación de la primera "Ley de Extranjería" y la regularización de 1991, el crecimiento medio de la población extranjera fue de un 7% anual; desde 1992 el número de extranjeros crece más aceleradamente, superando el 10% anual. Además, a partir de 1992 se incrementa más rápidamente el número de residentes "tercer mundo" (214% en el período 1992?2000) que el de los países del "primer mundo" (60%). Como resultado de esta evolución de los flujos migratorios, los residentes originarios de países del "sur" pasaron de representar el 44,7% del total en 1992, al 52,9% en 1997 hasta alcanzar el 61,6% en 2000.
En cuanto a la población femenina, entre 1992 y 2000 su crecimiento ha sido del 124%, pasando de 181.882 a 477.165; mientras tanto los residentes de sexo masculino experimentaron un incremento algo mayor (ver Tabla 1). Si nos centramos en el período 1992?2000, el de mayor crecimiento de población extranjera en los últimos veinticinco años, se nutre crecientemente de flujos procedentes de países del llamado "tercer mundo"; estos tienen una importante componente femenina, que procede especialmente de países africanos y latinoamericanos.
Una perspectiva cercana a la dinámica actual la obtenemos analizando la evolución registrada entre 1997 y 2000: los mayores porcentajes de crecimiento corresponden a las mujeres ecuatorianas, seguidas por rumanas, colombianas, búlgaras y argelinas; más atrás ? duplicando la media de incremento del conjunto de mujeres residentes? aparecen chinas, marroquíes, cubanas, rusas y gambianas. Comparando los subperíodos 1992?97 y 1997? 2000 se constata que durante este último quinquenio las tasas de incremento anual son mayores en el caso de rumanas, búlgaras, mejicanas, colombianas, ecuatorianas, brasileñas y ecuatoguineanas; en cambio, ha disminuido el ritmo de entradas de mujeres dominicanas, peruanas, marroquíes y cubanas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algunos colectivos se establecieron en número importante antes de 1992, y continuaron llegando con posterioridad, aunque a menor ritmo que el de las nacionalidades anteriormente mencionadas. Debido a ello, el número total de mujeres residentes indica que la primera nacionalidad es Marruecos, pero a continuación aparecen otras tres que pertenecen a la Unión Europea: Gran Bretaña, Alemania, y Francia; les siguen las oriundas de República Dominicana y Portugal. Como resultado de estos flujos, en la situación actual entre las seis principales nacionalidades cuatro corresponden a países comunitarios, que reúnen al 26% del total de mujeres extranjeras con permiso de residencia en España.
3 Incluyendo a los tres grupos que aparecen a continuación (italianas, holandesas y belgas) suman un tercio del total. No obstante su importancia numérica, sólo los flujos procedentes de Finlandia e Italia han crecido por encima de la media en el período 1992?2000. Por tanto, aunque la entrada de mujeres procedentes de países de la Unión Europea continúa produciéndose, su ritmo de incremento es menor que el de las no comunitarias. De continuar esta tendencia, en los próximos años nos encontraremos con un volumen mayor de mujeres de origen comunitario, pero su importancia relativa irá disminuyendo respecto a la del resto de las extranjeras. No obstante, en el corto plazo, seguirán siendo un porcentaje muy importante de las mujeres de nacionalidad no española.
? Principales nacionalidades y composición por sexo
La comparación con los residentes de sexo masculino permite conocer en qué medida los flujos migratorios femeninos están "acompañados" por varones del mismo origen, y detectar el predominio de sexo en cada una de las nacionalidades radicadas en España. Como hemos señalado, las principales nacionalidades entre las mujeres son Marruecos, seguida por tres países comunitarios: Reino Unido, Alemania y Francia, les siguen República Dominicana, Portugal, Ecuador, Colombia, Perú, China, Cuba y Filipinas. En cambio, en el caso de los varones existe un claro predominio de los originarios de Marruecos pero a continuación aparecen cinco nacionalidades de la UE (Reino Unido, Alemania, Portugal, Francia e Italia), seguidas por China, Ecuador, Argelia, Perú y Senegal.
Más allá de la importancia cuantitativa de las distintas nacionalidades, a la hora de analizar la situación de la inmigración femenina tienen especial importancia las proporciones entre hombres y mujeres de la misma procedencia. Es obvio que la situación no es la misma cuando las mujeres son una minoría respecto a los varones de su mismo origen que cuando estos son un grupo reducido: en cada uno de estos casos las relaciones de género, las estrategias de vida cotidiana, de reproducción familiar y de inserción laboral adquieren características diversas. En el conjunto de los residentes las mujeres representan el 48%, pero algunos colectivos superan largamente dicho porcentaje. Los casos más destacados de predominio femenino son los de República Dominicana, Colombia y Brasil (más del 70%), seguidos por Guinea Ecuatorial, Ecuador, Méjico, Perú, Filipinas, Cuba y Rusia (por encima del 60%). Otras nacionalidades con mayoría femenina (más del 55% y el 64%) son Venezuela y Suecia. En la situación contraria, con predominio claro de hombres, destacan los casos de Senegal, Pakistán y Argelia (alrededor del 80%), Nigeria (76%), Gambia, Marruecos e Italia (en torno al 65%).
Por tanto, si analizamos las diez nacionalidades más numerosas de mujeres residentes, observamos que existen situaciones muy diversas en función de la relación entre sexos.
Por ejemplo, la principal colonia de mujeres procede de Marruecos, pero este grupo representa poco más de la tercera parte de la inmigración marroquí. En cambio, británicas, alemanas y francesas son mayoría, aunque exigua, respecto a los hombres de su misma nacionalidad, mientras que las portuguesas son minoritarias. Dominicanas, peruanas y filipinas configuran una emigración de amplia mayoría femenina mientras que chinas e italianas llegan en menor proporción que los varones del mismo país.
El conjunto de las mujeres extranjeras con permiso de residencia a finales de 2000 supone el 2% de la población femenina que vive en España, tomando como referencia las cifras totales del Padrón de 1998. Esta media es superada en doce provincias, la más destacada es 4 Baleares, Girona y Melilla donde algo más de 5 de cada cien mujeres son de nacionalidad no española. Le siguen Las Palmas, Málaga y Tenerife (más del 4%), Alicante, Madrid y Almería (algo más del 3%), Barcelona, Tarragona y Ceuta (2% o más). Por tanto, la mayor incidencia demográfica de las mujeres inmigradas se produce en las provincias insulares y en algunas de la costa mediterránea. Precisamente, en varias de estas zonas es donde se aprecia una fuerte implantación de mujeres del "primer mundo": en Alicante y Baleares el 80% de las extranjeras procede de dichos países, en Tenerife y Málaga el 73% y en Las Palmas el 64%. En cambio, en las demás provincias mencionadas predominan las mujeres del "tercer mundo", levemente como en Tarragona y Almería (53%) o de forma más notoria como en Madrid, Barcelona (algo más del 70%) y Melilla (el 95%).
Si observamos la incidencia que tienen las inmigrantes del primer y tercer mundo respecto a la población femenina de cada una de las provincias españolas, las primeras tienen especial significación en Baleares (4,5 de cada cien mujeres es de un país más rico que España), Málaga, Tenerife, Alicante y Las Palmas. En cambio, las extranjeras procedentes de los países de la periferia del sistema económico mundial tienen mayor incidencia sobre la población femenina en Melilla, Gerona, Madrid, Ceuta, Almería, Barcelona y Las Palmas.
? Régimen jurídico de residencia
En el contexto de la adhesión de España a la U.E, la administración española ha desarrollado dos regímenes diferenciados para la tramitación de permisos de residencia.
Por un lado el Régimen General, marcado por criterios restrictivos inspirados en el convenio de Schengen. Por otro, el Régimen Comunitario, que exime de la necesidad de contar con permiso de trabajo, que se aplica a todos los ciudadanos de países de la Unión Europea o del Espacio Económico Europeo (Noruega, Islandia y Liechtenstein) pero también a los familiares directos de estos o de ciudadanos españoles. Por tanto, todas las residentes originarias de países la U.E. o del E.E.E. tienen acceso directo a este régimen.
Pero, además, lo tienen aquellas mujeres procedentes de "países terceros" que tienen vínculos familiares directos (cónyuges, hijas, madres) con personas que ostentan la "ciudadanía europea". Esta circunstancia otorga importancia tanto a los llamados matrimonios mixtos (en nuestro caso, entre europeos y no europeas) como a la posibilidad que tienen los inmigrantes de terceros países que adoptan la nacionalidad española para reunificarse con familiares directos a través de esta vía.
Por tanto, es importante conocer cuáles son las mujeres de nacionalidad no comunitaria que cuentan con permisos expedidos bajo el Régimen Comunitario, puesto que éstas gozan de mayor estabilidad jurídica que sus connacionales adscritas al Régimen General. Los datos correspondientes a finales de 2000 muestran que las más beneficiadas son algunas nacionalidades latinoamericanas. Los mayores porcentajes de mujeres con permisos del Régimen Comunitario se registran entre las cubanas y venezolanas (en torno al 70%), seguidas por las brasileñas, argentinas, mejicanas, uruguayas y estadounidenses. Por el contrario, son escasas las mujeres africanas (gambianas, senegalesas, caboverdianas, marroquíes, argelinas), asiáticas (chinas, filipinas) o europeas del Este (rumanas, polacas, búlgaras) que acceden a dicho estatus, al igual que algunas latinoamericanas de más reciente inmigración (ecuatorianas, peruanas). Estas diferencias son un indicador relativo del grado de implantación de las distintas redes migratorias en la sociedad española, pues puede suponerse que a mayor arraigo existen más posibilidades de entablar vínculos familiares con autóctonos u otros europeos, o bien de acceder a la nacionalidad española.
5 Tales vínculos tienen relación con la antigüedad de los flujos migratorios pero no de forma directa, pues parece evidente que los factores culturales y la política inmigratoria juegan aquí un papel importante. Los grupos que, por propia iniciativa o por rechazo de los autóctonos, mantienen pautas de relación principalmente "endogámicas" y/o encuentran mayores dificultades para obtener la nacionalidad española se ven abocados al Régimen General, sea cual sea su antigüedad como residentes en España.
La comparación entre residentes de ambos sexos muestra que las mujeres tienen más facilidad que los varones para acceder al Régimen Comunitario. Por nacionalidades, las mayores diferencias se observan entre los inmigrantes llegados de Cuba, Brasil y Rusia. Pero también existen excepciones, en las que son los hombres los que tienen más acceso al Régimen Comunitario: se trata de los nacionales de República Dominicana y Filipinas. A falta de datos más precisos no cabe una explicación única de estas diferencias. Como hipótesis, puede suponerse que las mujeres del primer grupo, pertenecientes a colectivos no demasiado numerosos y de reciente implantación en el país, desarrollan estrategias matrimoniales con varones españoles; cuando la relación se formaliza mediante el matrimonio, la mujer pasa al Régimen Comunitario. Aunque en el segundo grupo también se registra dicha estrategia, una parte significativa de las mujeres ha accedido ya a la nacionalidad española; este segmento, por un lado, desaparece de la estadística de residentes y, por otro, desarrolla un importante proceso de reagrupación familiar, mediante el que buena parte de sus hijos, maridos o padres llegan a España en tanto familiares de ciudadanas españolas. Estas y otras hipótesis sólo podrán contrastarse cuando se disponga de datos suficientes referidos a los matrimonios entre mujeres inmigrantes y españoles, y cuando se conozcan las cifras de nacionalizaciones en función del sexo de los extranjeros.
2. Mujeres inmigrantes en las estadísticas laborales.
? Evolución de la inmigración laboral femenina
Después de un período de investigación inicial, empieza a estar claro que las estadísticas oficiales, hasta ahora disponibles, no permiten un conocimiento suficientemente matizado y preciso de la actividad laboral de los extranjeros afincados en España. La Estadística de Permisos de Trabajo ha sido hasta ahora la fuente más utilizada y fiable, aunque referida sólo a los extranjeros adscritos al Régimen General. Según ésta, el número total de mujeres no comunitarias con permiso de trabajo se incrementó desde 40.112 en 1992 a 69.756 en 1998; este crecimiento absoluto supuso además que las mujeres pasaran de representar el 29% del total de extranjeros, en 1992, con permiso laboral a suponer un 37% seis años más tarde. Así pues, la emigración laboral femenina ?al menos la no comunitaria que goza de estatus jurídico regular? ha crecido más que la masculina durante el último lustro. Por tanto, desde el punto de vista de las tendencias migratorias, parece obvia la importancia de la inmigración laboral femenina.
La misma fuente nos indica que la composición nacional de la inmigración laboral femenina es variada y, además, está cambiando de forma importante. En cuanto a su número, existen tres grupos principales de mujeres con permiso de trabajo: marroquíes, dominicanas y peruanas (con más de 10.000 efectivos cada uno); siguen otras cuatro nacionalidades (filipinas, ecuatorianas, chinas y colombianas) que reúnen entre tres y cinco mil mujeres. Sólo otros cinco países aportan más de mil mujeres y una cifra similar supera las quinientas trabajadoras. Respecto a las tendencias, se observa que durante el período 1992?1998 se ha producido un crecimiento muy importante de las trabajadoras ecuatorianas, rumanas, cubanas y búlgaras, aunque todas ellas partían de niveles muy bajos. En cuanto a las nacionalidades más numerosas los principales incrementos corresponden a peruanas, dominicanas y chinas. También crecieron por encima de la media colombianas y polacas. En cambio, se observa una disminución de las trabajadoras argentinas, estadounidenses, chilenas y caboverdianas, en parte debido al efecto estadístico de desaparición de las que acceden a la nacionalidad española.
Según estos datos parece claro que los principales flujos laborales de inmigración femenina proceden actualmente de algunos países latinoamericanos (Perú, República Dominicana, Ecuador, Colombia), acompañadas por marroquíes, chinas y polacas. Sin embargo, la estadística de permisos de trabajo ofrece una imagen distorsionada de la inserción laboral de las mujeres extranjeras. Por definición esta fuente sólo incluye a las mujeres residentes incluidas en el Régimen General; por tanto, deja de lado a todas las extranjeras procedentes de países del Espacio Económico Europeo y a un segmento importante de las no?comunitarias que, según vimos, gozan del Régimen comunitario. En suma, el régimen administrativo recorta el universo de mujeres que necesitan un permiso de trabajo para desarrollar su actividad económica en España. Utilizando los datos de mujeres residentes con 16 o más años (es decir, las que están en edad laboral) se observa que sólo 120.000 pertenecen al Régimen General; de ellas, casi 70.000 poseen permiso de trabajo, lo que equivale a una tasa de actividad de 57,5%. Sin embargo, otras 180.000 (el 60% del total) pertenecen al Régimen Comunitario y, por tanto, no necesitan permiso de trabajo. En otras palabras: la mayoría de mujeres en edad laboral puede estar trabajando en situación regular pero queda fuera del control de las estadísticas del Ministerio de Trabajo.
Para paliar estas deficiencias se hace necesario recurrir a otras fuentes de información.
Una de las posibilidades es utilizar la Encuesta de Migraciones de la EPA que pretenden incluir a toda la mano de obra extranjera, incluyendo a la que procede de países comunitarios. Lamentablemente, como reconoce el propio organismo responsable hasta la fecha la EPA no cubre suficientemente sus objetivos respecto a esta población, por lo que no resulta útil para nuestros propósitos. Otra fuente estadística de carácter oficial procede del sistema de Seguridad Social, y da cuenta de las personas extranjeras que están de alta por motivos laborales en alguno de sus regímenes (General, de Autónomos, de Empleados de Hogar, Agrario, del Mar y de la Minería del Carbón). Debido a su reciente disponibilidad los datos están aún sujetos depuraciones y no se pueden establecer tendencias temporales; además, el alta en la Seguridad Social no siempre refleja la actividad económica real de la trabajadora (es posible cotizar en un Régimen y estar trabajando irregularmente en otro o incluso no tener empleo) y, obviamente, no se refleja la actividad de quienes están empleadas en la economía sumergida. Teniendo en cuenta tales salvedades se trata de una fuente que ofrece un panorama más completo de la realidad laboral de los extranjeros que otras.
? Relación con la actividad económica
Los datos de alta en la seguridad social se refieren a las mujeres extranjeras de todas las 7 nacionalidades e indican que sólo 34,2 de cada cien mujeres estarían ocupadas; sin embargo, falta información respecto a las desocupadas y a las ocupadas en la economía irregular, que deben sumarse para completar la tasa de actividad A efectos comparativos interesa señalar que la tasa de actividad de las mujeres en España es, según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 1999, de 37,9% por lo que el conjunto de las extranjeras tendría menos vinculación con la actividad económica que las españolas; si, además, se tiene en cuenta que el índice de actividad de las mujeres en nuestro país está por debajo de la media europea, los datos cuestionarían la importancia de la inmigración femenina de carácter laboral.
Sin embargo, existen diferencias notabilísimas en función de la nacionalidad de las inmigrantes.
En ciertos colectivos se detecta una tasa de actividad elevada: se trata de las mujeres procedentes de Ecuador, Filipinas, Rumania, Irlanda, Perú, Bulgaria, Polonia (50% o más), República Dominicana, Rusia, China, Colombia y Austria (entre 40% y 48%). Todas estas nacionalidades superan la media de actividad de la población femenina del país detectada por la EPA. Otras tres se sitúan por debajo de esa cifra pero por encima de la tasa media del conjunto de las extranjeras: se trata de las mujeres procedentes de Italia, Francia y Alemania. En el extremo opuesto, con tasas de actividad bajas (por debajo del 25%) aparecen las procedentes de Venezuela, Estados Unidos, Argelia, Finlandia o Argentina.
Otra circunstancia destacable es que los dos colectivos con más mujeres con alta en la Seguridad Social, Gran Bretaña y Marruecos, presentan tasas de actividad que apenas superan el 30%.
Por tanto, existe una diversidad importante en cuanto a la "propensión laboral" de las mujeres extranjeras residentes en España. Tales diferencias no se explican totalmente en función del país de procedencia de las inmigrantes: si bien los índices más elevados corresponden a mujeres no comunitarias (latinoamericanas, del este europeo, asiáticas) entre ellas encontramos a ciudadanas de la Unión Europea (de países periféricos como Irlanda pero también de alguno más desarrollado que España, como Austria).
Análogamente, en el grupo con tasas de actividad bajas aparecen mujeres de países "ricos" pero también muchos de los que son catalogados como emisores de migrantes económicos.
No existe un factor único que explique estos comportamientos, puesto que inciden situaciones como el estatus socioeconómico de origen, la antigüedad del asentamiento en España, la estructura de edad de cada grupo (las menores de edad y las mayores de 65 años están fuera de la edad laboral legal), la situación familiar (casadas o no; con o sin hijos; nivel de renta del grupo familiar, etc.) y los modelos culturales dominantes en cada grupo (papel de la mujer en relación al mundo doméstico y al mercado de trabajo).
La utilización de las altas laborales en Seguridad Social nos permite conocer la existencia de más de 43.000 mujeres procedentes de países del Espacio Económico Europeo que actualmente tienen un empleo en España. Esta cifra es realmente modesta en comparación con el conjunto del empleo femenino en el país (más de cinco millones), pero representa más del 60% del total de permisos de trabajo para mujeres en vigencia a finales de 1998 y supera el 40% del total de altas laborales de extranjeras en la Seguridad Social; este colectivo de trabajadoras suma más mujeres que todas las latinoamericanas y africanas afiliadas. Por tanto, la importancia de este volumen de empleo a la hora de analizar la presencia laboral de las mujeres extranjeras en España resulta indudable. Puesto que esta falta de visibilidad no puede atribuirse a una ausencia del mercado de trabajo3, la explicación puede encontrarse en el terreno ideológico (las "europeas blancas" no son percibidas como inmigrantes ni como trabajadoras, sino como turistas, residentes ricas o ejecutivas de transnacionales) y en el político?administrativo (mayor facilidad para obtener permisos de residencia y trabajo; "ocultamiento" de las trabajadoras comunitarias en las estadísticas laborales desde 1992, etc.). Además, esta ocultación tiende a abonar imágenes tópicas que extienden una imagen distorsionada de los flujos migratorios de índole económica: los datos no corroboran que las buscadoras de empleo sean masas famélicas de mujeres del "tercer mundo".
? Desempleo, subempleo y economía irregular
Por otra parte, en el caso de mujeres no?comunitarias, las discrepancias entre este registro y el stock de permisos de trabajo indican que no todas las poseedoras de un permiso cuentan con un empleo. Esto parece obvio en el caso de las desempleadas, que tienen derecho a conservar su permiso laboral al menos hasta el final de su vigencia, o por el tiempo excedente durante el cual perciban una prestación por desempleo.
Lamentablemente, hasta la fecha no es posible conocer con precisión y detalle el número, evolución y características del desempleo de los extranjeros, puesto que la cobertura de la EPA al respecto es muy deficiente y que el Instituto Nacional de Empleo no publica datos sobre los demandantes en función de su nacionalidad. Contamos sólo con referencias parciales, como la facilitada por Antonio Izquierdo: a comienzos de 1994 el 21% de los solicitantes (unas 5.600) eran mujeres, sus demandas casi nunca se orientaban al servicio doméstico (518 demandas) sino al sector de hostelería y el de servicios a empresas4. Puede suponerse, pues, que no se trata siempre de mujeres desempleadas sino de trabajadoras que quieren abandonar su actual empleo (en el servicio doméstico) para pasar a actividades más "normalizadas" en lo laboral. El antiguo Observatorio Permanente de la Inmigración publicó cifras de demandantes de empleo facilitadas por el INEM: a finales de marzo de 2000 había 56.757 extranjeros demandantes de empleo, de los cuales 26.170 eran mujeres5.
Según esto, en seis años el volumen de inmigrantes que buscan un empleo a través del INEM se ha multiplicado por diez; aunque no todas ellas estén desempleadas la cifra es un indicador de la importancia del fenómeno del paro y del subempleo de las trabajadoras extranjeras.
9 Otra parte de las discrepancias entre ambas fuentes se debe a la existencia de inmigrantes que poseen permiso de trabajo y están empleadas pero no han sido dadas de alta en la seguridad social. En este caso estamos ante empleos sumergidos o irregulares, situación que puede desencadenar diversos grados de precariedad de las trabajadoras, que se ven privadas de las prestaciones contributivas, ya sea por omisión propia (las autónomas) o por parte del empleador (en el caso de las asalariadas). Existen colectivos nacionales particularmente afectados por estas discrepancias. En primer lugar destaca el caso de las mujeres ecuatorianas: el 49% de las poseedoras de permiso de trabajo no está dado de alta.
Lo mismo ocurre con algo más del 30% de las ecuatoguineanas y caboverdianas, y con más del 20% de las dominicanas, peruanas, chinas y marroquíes6. A falta de ulteriores indagaciones estos datos ponen de manifiesto la "distancia" existente entre la autorización administrativa para trabajar (supuestamente basada en ofertas firmes de empleo) y la realidad laboral.
Comunidades autónomas de inserción
La distribución de las trabajadoras extranjeras en el territorio español no es homogénea.
Casi la tercera parte (30,6%) está empleada en la comunidad de Madrid, que duplica a Barcelona, segunda provincia en orden de importancia (14,6%); siguen luego Baleares, Tenerife, Las Palmas, Málaga (en torno al 6%) y Alicante (5%). Son, como cabía esperar, las provincias donde es mayor el número de mujeres residentes; sin embargo, el porcentaje de trabajadoras en Málaga y Alicante es menor al de residentes, debido probablemente a que las extranjeras que viven en estas provincias son ?en mayor medida que las radicadas en otros lugares? personas mayores ya retiradas de la actividad laboral.
La distribución de las principales nacionalidades entre las comunidades autónomas más importantes indica que los grupos que más se concentran en Madrid son los procedentes de Ecuador y Polonia, seguidos por los de Perú, República Dominicana y Filipinas. Las nacionalidades que destinan más efectivos a las provincias catalanas son peruanas y filipinas, además de francesas, chinas y dominicanas. A las provincias andaluzas llega una quinta parte de las trabajadoras de Marruecos y el Reino Unido. En Canarias trabaja un tercio de las suecas y la cuarta parte de las británicas, italianas, belgas y cubanas. En Baleares residen especialmente las alemanas, suecas, holandesas, inglesas y belgas. En la Comunidad Valenciana destacan belgas y holandesas, además de chinas, británicas y francesas.
Los discursos xenófobos más demagógicos sugieren que expulsando a la mano de obra inmigrante se reduciría el desempleo, al ocupar personas autóctonas las vacantes que se producirían. Además de las negativas implicaciones éticas y humanitarias de tal propuesta, se parte del supuesto de que no existe segmentación laboral y que todos los puestos de trabajo serían inmediatamente ocupados, afirmación que no resiste el análisis al menos en el caso de las ocupaciones más precarias y socialmente desvalorizadas. Pero, incluso si tales supuestos se cumplieran, la importancia del trabajo de las extranjeras respecto al desempleo femenino de las españolas es limitado. Por cada cien mujeres desempleadas en España hay menos de siete extranjeras ocupadas (6,7%). Sin embargo, esta proporción se eleva sustancialmente en los territorios insulares, Baleares (34%), Tenerife y Las Palmas (algo más del 20%), y más moderadamente en Madrid, Gerona y Melilla (más del 15%). Es importante recordar que en Baleares y Canarias, donde mayor es la incidencia de la mano de obra extranjera, más del 75% de las inmigrantes proceden de países del Espacio Económico Europeo.
? Principales ocupaciones de las mujeres en la economía formal
Según la estadística de alta en la Seguridad Social, las cinco ocupaciones más destacadas dan trabajo al 81% de las mujeres procedentes del tercer mundo. Como se puede ver en la Tabla 2, estas cinco ocupaciones sólo proporcionan trabajo al 33% de los hombres inmigrantes del "tercer mundo", al 67% de las mujeres originarias del "primer mundo" y al 52% del total de mujeres que trabajan en España. Esto supone, ya de entrada, una triple especialización de las mujeres procedentes del tercer mundo: en cuanto mujeres se contraponen a los hombres ?sean inmigrantes o autóctonos?; en cuanto inmigrantes a los ciudadanos españoles o autóctonos; y en cuanto originarias del tercer mundo a las que proceden de países desarrollados.
De los cinco segmentos escogidos, destaca especialmente el trabajo en el servicio doméstico que da empleo a algo más de la mitad de las mujeres no comunitarias que cotizan a la Seguridad Social, siendo claramente para la mayoría de ellas la "puerta de entrada" en el mercado de trabajo español. Esta circunstancia justifica la necesidad de estudiar de manera pormenorizada el funcionamiento de esta rama laboral a fin de conocer luego el papel que en el mismo están jugando las mujeres inmigrantes del tercer mundo, pero también los hombres del mismo origen cuyo peso (14,3%) en relación al conjunto de los varones ocupados en el sector es más importante que el representado por las mujeres (10,4%) en relación al total de su propio sexo.
Los otros cuatro segmentos ocupacionales dan empleo al 28% de las mujeres del tercer mundo.
En el caso de las empresas de limpieza y hostelería, destaca de nuevo la mayor especialización en ellas de los varones, cuyo peso en el correspondiente segmento de género es casi tres veces mayor en limpiezas (8,8 frente a 3,5% por parte de las mujeres) y casi doble en hostelería (2,5 frente a 1,6%). No obstante, no hay que olvidar que si bien en el conjunto de España el servicio doméstico, las limpiezas y la hostelería son ocupaciones claramente feminizadas (dan trabajo al 18,4% de las mujeres y sólo al 6,7% de los hombres), tal diferencia se acentúa en el caso de los inmigrantes del tercer mundo de ambos sexos. A la especialización por género se añade la discriminación por procedencia étnica/nacional, si bien esta última debe matizarse en el sentido de que incide de manera negativa en los procedentes del tercer mundo y de manera positiva en los del Primero.
De las cinco ocupaciones señaladas, las tres que tienen mayor importancia en los correspondientes mercados laborales pertenecen al sector servicios: empleadas de hogar, limpiadoras y personal de hostelería (que suponen el 10,4, 1,7 y 1,6%, respectivamente, del conjunto de la población femenina ocupada en España en esas ramas)7. A continuación aparecen dos categorías trasversales de trabajadoras ?presentes en todas las ramas laborales?: las ocupadas "por cuenta propia"8 y las empleadas de tipo administrativo; estas dos 1 ocupaciones tienen mayor estatus profesional y la presencia en ellas de mujeres inmigrantes del tercer mundo, aunque no despreciable, tiene poco peso en los correspondientes segmentos ocupacionales (0,5% en cada caso, muy por debajo del 1,3% de media). Se comprueba, por tanto, una sobreespecialización de las inmigrantes del tercer mundo en tres ramas de servicios poco cualificadas desde el punto de vista profesional; en ellas se sitúa el 68% del colectivo (es decir, casi cuatro veces más que las mujeres ocupadas en general, que son el 18% en esas tres ramas). Por su parte, la proporción de mujeres extranjeras del primer mundo que se ocupa en tales oficios es menor incluso que la de trabajadoras españolas. En cambio, estas mujeres procedentes de países desarrollados están altamente especializadas en las dos ocupaciones cualificadas de nuestra selección (trabajos por cuenta propia y oficinas), hasta el punto de que más de la mitad se concentra en ellas (por sólo un 13% de las procedentes del tercer mundo y un 33% del total de mujeres ocupadas en España).
3. Resultados de investigación sobre mujeres inmigrantes del Tercer mundo en la economía mercantil
El principal foco de interés del estudio realizado ha sido conocer la situación laboral de las mujeres inmigrantes procedentes del tercer mundo en el ámbito mercantil?remunerado pero no hay que olvidar que existen otros ámbitos (como los del intercambio recíproco y redistributivo) en los que también se producen intercambios económicos. Para ello, hemos llevado a cabo exploraciones monográficas de los principales mercados de trabajo en los que se desempeñan remuneradamente las mujeres inmigrantes procedentes del tercer 13 mundo en España. A continuación ofrecemos algunos resultados de dicho trabajo9; en particular, destacamos dos aspectos: primero, algunos apuntes sobre segmentos de trabajadoras que no suelen ser tomados en consideración en las investigaciones (nacionalizadas , irregulares y mercados marginados); y segundo, los resultados obtenidos en el tema de las relaciones laborales. Terminamos con unas breves reflexiones o ?claves? de comprensión de la inserción laboral de las mujeres inmigrantes en España.
1. Visibilizar los sectores opacos de trabajadoras inmigrantes.
? Las nacionalizadas y las irregulares
Una aproximación realista a la situación laboral de las mujeres procedentes de países del tercer mundo debe tener en cuenta, además de las que están dadas de alta, al menos otros dos tipos de trabajadoras no incluidas en las clasificaciones oficiales: las nacionalizadas (que figuran como españolas a efectos administrativos) y las irregulares. En el primer caso, se trata de mujeres inmigrantes que han obtenido ?normalmente después de varios años de residencia? el reconocimiento de la nacionalidad española; en el segundo, de aquellas que por diversas razones (no tener permiso de residencia o trabajo, oposición del empleador a darle de alta, desinterés de la empleada, etc.) no cotizan como trabajadoras a la Seguridad Social. En las encuestas aplicadas por nosotros, estos dos segmentos representan proporciones más o menos importantes dependiendo de cada ocupación, tal como se ofrece en la Tabla 3.
Las mujeres procedentes de países del tercer mundo que están dadas de alta como extranjeras en la Seguridad Social en las cinco ocupaciones seleccionadas (55.857 cotizantes) son menos de la mitad de las que realmente trabajan en esos mercados, según nuestras estimaciones (112.743). Las ya nacionalizadas representan el 22% del colectivo y las irregulares el 29%. La proporción de nacionalizadas aumenta en las ocupaciones de alto estatus (cuenta propia y oficinas) y se reduce en los servicios menos cualificados (especialmente en limpiezas y servicio doméstico). En cuanto a las irregulares, las tasas más altas se dan en las empleadas de hogar (32,5%) y en las ocupadas por cuenta propia (28,7%), en este caso debido a la frecuencia de "ayudas familiares" que no cotizan a la Seguridad Social porque se consideran cubiertas por algún pariente próximo (cónyuge, padre, etc.).
Debido a la inclusión de las nuevas categorías ?nacionalizadas e irregulares? el peso global de las inmigrantes del tercer mundo en los cinco segmentos seleccionados es del 4%, siendo mayor en servicio doméstico (20,6%), bastante menor en las otras ramas de servicios (2,9% y 2,8% en limpiezas y hostelería) y muy inferior en las ocupaciones de mayor estatus (1,2% en oficinas y 1,3% en cuenta propia). Estas proporciones se invierte en el caso de las mujeres inmigrantes del primer mundo, apenas presentes en el servicio doméstico y en empresas de limpiezas. En conjunto, las mujeres de origen extranjero que trabajan en España en los cinco sectores estudiados (sin considerar las nacionalizadas e irregulares procedentes del primer mundo), superan los 145.000 efectivos, representando el 5,3% de la ocupación femenina en esos sectores. En el Gráfico 1 se representa la importancia que tienen las trabajadoras inmigrantes en cada uno de los cinco segmentos estudiados. Las franjas de colores reflejan la proporción de trabajadoras nacionalizadas, regulares (cotizantes como extranjeras) e irregulares; una cuarta franja representa el peso de las mujeres inmigrantes regulares del primer mundo en los cinco segmentos 15 seleccionados (en este caso sólo las cotizantes a la Seguridad Social como extranjeras).
? Mercados marginales, buscadoras de empleo y trabajos no mercantilizados. El caso de los servicios sexuales
Además de las ocupaciones registradas en las estadísticas oficiales existen otras que se caracterizan por su marginalidad, cuando no ilicitud, que carecen de protección social o jurídica, aunque que no están exentas de la posibilidad de procurar "éxito económico".
Dichas actividades, por muy importantes que sean, no suelen recibir la atención necesaria, incluso por parte de los investigadores. También es necesario tener en cuenta a aquellas mujeres que se encuentran en situación de desempleo en el ámbito mercantil y que, a consecuencia de ello, no aparecen como trabajadoras en las estadísticas y estimaciones de población ocupada. Por último, más allá del empleo remunerado, tampoco se deben olvidar las diversas formas de trabajo no mediadas por dinero, entre las que destacan las tareas domésticas y de cuidados, ejercidas fundamentalmente por mujeres.
Entre las ocupaciones marginales por excelencia se sitúan los servicios sexuales, en sus diversas modalidades, que también han sido objeto de atención en el estudio. La asociación mujer inmigrante/prostitución es un binomio cargado de estigmas ideológicos y morales que hasta la fecha han dificultado un abordaje sereno y profundo de su magnitud e implicaciones. El fenómeno se conoce casi exclusivamente por las consecuencias mediáticas de actuaciones policiales (especialmente las desarticulaciones de redes de tráfico de mujeres), que generan reacciones de escándalo en sectores de la opinión pública y refuerzan de la estigmatización de las mujeres ocupadas como sexoservidoras. La consecuencia es un etiquetamiento simplista, que toma una parte como el todo e impide un 16 conocimiento contrastado del sector. En otros países existen, sin embargo, estudios que ponen de manifiesto la importancia económica de la "industria del sexo" y, en particular, de la presencia en ella de mujeres y hombres migrantes. Puesto que nuestro trabajo se centró principalmente en las diversas formas de inserción económico?laboral de las inmigrantes no comunitarias, parecía necesario abordar esta cuestión. Al tratarse de un ámbito mal conocido, los recursos necesarios para investigarlo (económicos y temporales) desbordaron las posibilidades previstas inicialmente; no obstante, ante el riesgo de caer nuevamente en la negación o el olvido, preferimos introducir un primer análisis ?de tipo exploratorio? de este sector laboral, aún cuando los resultados a los que llegamos no sean homologables a los de los demás sectores estudiados.
Otro grupo de mujeres inmigrantes escasamente conocido que habría que agregar a los recogidos hasta aquí es el de las desempleadas buscadoras de empleo. La posición de los segmentos más subordinados en los mercados de trabajo se caracteriza, entre otros rasgos, por mayores tasas de desempleo. En el conjunto de la población activa española se verifica que la tasa de paro femenina supera con creces la de los varones. En el caso de la inmigración, hasta la fecha sólo la EPA (que tiene déficits de cobertura importantes) ofrece cifras de paro de los trabajadores extranjeros: en 1998 la tasa de desempleo de las mujeres extranjeras alcanzaba el 25,3%, duplicando la de los hombres inmigrantes (12,1%10).
Nuestro propósito era acceder a los registros del Instituto Nacional de Empleo para conocer la evolución y características de las extranjeras solicitantes de empleo y de las receptoras de prestaciones sociales, pero las gestiones realizadas fueron infructuosas. Por tanto, este es un importante capítulo que necesita ser investigado.
Por último, hacemos un llamamiento para que se consideren las formas de trabajo no mercantilizadas, entre las que destacan los servicios domésticos y de cuidados que se realizan en el seno de los hogares en el marco del intercambio recíproco, y las actividades sociales y políticas al servicio de la comunidad que tienen lugar en el marco del intercambio redistributivo. En los resultados generales de la investigación que presentamos se abordan estos puntos; allí remitimos al lector interesado.
En números absolutos las mujeres procedentes del tercer mundo con empleo remunerado constituyen un colectivo reducido ?70.000 cotizantes a la Seguridad Social al iniciarse el año 2000?, aunque con una tendencia al crecimiento, puesto que dos tercios comenzaron a cotizar en los últimos tres años. Esa cifra debe ser ampliada incluyendo dos categorías de trabajadoras no registradas por dicha fuente: las ya nacionalizadas, que son contabilizadas como españolas (en torno a 30.000), y las irregulares o no cotizantes (que a comienzos de 2000 estimábamos en un mínimo de 75.000 personas). Entre las trabajadoras poco visibles los dos segmentos más importantes son las mujeres que alternan empleos temporales u ocasionales con etapas de desempleo más o menos prolongadas11 y las que trabajan en la llamada "industria del sexo", cuyo volumen es desconocido pero sin duda importante a la 17 luz de la informaciones disponibles. Teniendo en cuenta que según la EPA las mujeres "ocupadas" en España en el segundo trimestre de 2000 eran 5,3 millones, las 175.000 inmigrantes con empleo remunerado provenientes del tercer mundo representarían en esa fecha el 3,3% del empleo femenino español. Si el referente de la comparación son las españolas "activas" (6,7 millones) el peso de las inmigrantes desciende al 2,6%.
Las trabajadoras inmigrantes se sitúan de diversas maneras en los mercados de trabajo donde están presentes. En la mayoría de los casos se ofrecen como mano de obra asalariada, ya sea para empleadores privados o para empresas jurídicamente establecidas.
En otras ocasiones las propias inmigrantes son empleadoras o trabajan como autónomas ofreciendo directamente sus servicios a una variada clientela. En cada caso el intercambio económico mercantil da lugar a unas relaciones específicas entre la oferta y la demanda de trabajo, que resumimos a continuación.
? Singularidad del empleo doméstico: una relación laboral de carácter "especial"
La normativa laboral vigente (Real Decreto 1424/1985) configura el empleo doméstico como un sector "especial" de trabajadores, a medio camino entre la relación de servidumbre, que quedó abolida oficialmente en España en 1889, y la relación laboral formalmente libre, característica de las sociedades capitalistas. Por otra parte, la singularidad del servicio doméstico se debe también a la configuración patriarcal de la sociedad que afecta discriminatoriamente a los trabajos realizados habitualmente por las mujeres, por ejemplo considerando el trabajo doméstico y de reproducción como un notrabajo.
Desde este punto de vista, la existencia del empleo doméstico se percibe como una anomalía, por ello no se entiende por qué han de otorgarse derechos laborales a quien realiza estas tareas por cuenta ajena (empleados domésticos) cuando no se reconoce ninguno a quienes lo realizan por cuenta propia ("amas de casa"). Cuando el Estatuto de los Trabajadores de 1980 pretende justificar la exclusión del servicio doméstico de su ámbito de actuación, lo hace recurriendo al derecho a la privacidad de los hogares familiares Estos, a partir de la tradición liberal, se consideran el espacio privilegiado para defender la intimidad del individuo frente a la amenaza potencial de lo público. Por tanto, el hogar no puede ser "invadido" por la legislación laboral sino que debe basarse en la "mutua confianza" entre las partes; asimismo, se imponen severas restricciones a la Inspección de Trabajo, que "sólo podrá realizarse salvaguardándose los derechos a la inviolabilidad del domicilio y al debido respeto a la intimidad personal y familiar". El resultado es una regulación "flexible" del sector, que otorga un amplio margen de discreción a la parte patronal, y genera un vínculo asimétrico entre la oferta y la demanda.
A partir del análisis cualitativo del discurso de las empleadoras, hemos construido una tipología de los modelos patronales de gestión del servicio doméstico. Las empleadoras se enfrentan a la tarea de gestionar el servicio doméstico desde su particular identidad, como mujeres y como "responsables" del hogar:
S Las "señoras de la casa" representan la forma de gestión más tradicional, que podemos sintetizar como una relación próxima a la servidumbre. En la práctica las empleadoras tratan de conjugar el máximo de arbitrariedad por su parte y el máximo de sumisión de la empleada. La relación señora/criada se construye desde 18 la asimetría de estatus pero con connotaciones maternalistas: se busca la sumisión desde la ficción de familiaridad de la subordinada ("ser como de la familia"). Para conservar esta relación se precisa señalar claramente la diferencia entre las partes: el uniforme, la puerta de servicio, el cuarto de baño separado, el comer aparte o la elaboración de informes sobre el comportamiento de las trabajadoras, son signos de esta diferenciación. En el caso de las empleadas inmigrantes, las diferencias culturales se interpretan también en clave de subordinación: la cultura de origen es considerada inferior a la "española", lo que legitima el papel tutelador de la empleadora.
S Las "señoras empresarias" conciben la gestión del servicio doméstico como una empresa, en la que la contratación de personal está regida por normas y criterios precisos. En nuestro análisis hemos calificado esta posición de "pseudofordista" en la medida que el reconocimiento de los derechos laborales tiene lugar en un marco autoritario y asimétrico. Fundamentalmente se trata de evacuar los elementos personales o afectivos de la relación y objetivarla a través del salario. Las trabajadoras son "enemigas pagadas" a las que se compra tiempo y lealtad pero de las que nunca hay que fiarse ("la sonrisa por delante y la navaja por detrás"). El intento de desligar lo laboral y lo personal permite a este tipo de gestión actuar fríamente, incluso sádicamente, ateniéndose sólo sin al propio interés: "Les digo el primer día: éstas son las normas. Lo tengo muy claro: si no aceptan, ¡que pase la siguiente¡"…
S Las "señoras directivas" introducen un modelo postfordista de gestión del hogar. Defienden un modelo de gestión flexible, que tratan de aplicar al ámbito doméstico. Insisten en la importancia de la motivación de la empleada, del entorno favorable, etc., a fin de poder obtener los resultados esperados. No se trata de cumplir normas rígidas sino de lograr el mejor acople entre la oferta y la demanda.
La empleadora debe definir con claridad sus prioridades y hacérselas saber a la empleada, y ésta debe desarrollar al máximo sus capacidades en el marco de la competencia individual. Cuando la trabajadora es inmigrante y no conoce las costumbres españolas es necesario aceptar un período inicial de ajuste y formación: "El primer día no puedes bombardearlas… es cuestión de paciencia, educación y estímulo".
S Las "señoras asalariadas" se sitúan en una posición ambivalente, de doble vínculo: en cuanto mujeres asalariadas se encuentran en situación subordinada; en tanto empleadoras de servicio doméstico en su propio hogar, de dominación. La consciencia de tal contradicción genera impotencia en las empleadoras que por momentos se consideran en una situación sin salida: "cornudas y apaleadas… ser esclavas y tener esclavas". No obstante formulan el supuesto de que existen intereses comunes entre ambas partes, puesto que se trata de mujeres que buscan su autonomía a través del empleo (la empleadora necesita ayuda externa para no quedar atrapada por la "doble jornada"; la empleada necesita un trabajo que le permita sobrevivir). La identidad de género uniría a ambos polos de la relación laboral: "Las que vienen del extranjero buscan un hueco en la sociedad, como nosotras… están sacando el valor que nosotras sacamos como mujeres hace décadas". Sin embargo, las diferencias objetivas (económicas) las separan: el mayor poder adquisitivo de la empleadora la sitúa en posición de ser servida. A 19 esto se suma la atribución a las inmigrantes del carácter de "atrasadas" (mujeres no modernas, con menos necesidades o que están en una etapa de desarrollo ya superada por las empleadoras, etc.) que acaba legitimando un trato desigual. Las diferencias de clase y culturales ponen límites precisos a las coincidencias de género.
La encuesta aplicada a las trabajadoras confirma la existencia de algunos de los rasgos detectados en la exploración cualitativa. En especial, se comprueba a través de diversos indicadores la asimetría presente en casi todas las formas de gestión del servicio doméstico. Por ejemplo, ante la eventualidad de un conflicto serio con la parte empleadora, debido a la comisión de una clara injusticia, el 60% de las TSD inmigrantes y autóctonas sólo tiene una alternativa: "dejar el empleo y buscar otro". Es decir, se reconocen sin capacidad de negociación para hacer valer su punto de vista en la resolución del conflicto (ya hemos aludido a que esta circunstancia, cuando no se cuenta con apoyo comunitario y se tienen necesidades económicas apremiantes, lleva a una parte de dichas mujeres a trabajar en la industria del sexo). El 13% de las inmigrantes ni siquiera se plantea "dejar el empleo" sino que tiene que "aguantarse porque no hay otra solución"; otro 21% pediría ayuda a terceros para mediar en el conflicto. Por su parte, un 20% de las empleadas autóctonas señala que trataría de resolver el problema hablando directamente con la parte empleadora; es decir, se siente en posición de fuerza como para afrontar de forma abierta el conflicto laboral con la parte empleadora.
En contraposición sólo aparente con el punto anterior, el 70% de las inmigrantes y el 60% de las españolas sostienen que sus empleadores les proporcionan "apoyo afectivo y comprensión" (entre las filipinas y dominicanas los porcentajes superan el 80%). Esta actitud, tal como hemos visto, aparece en varios modelos de gestión del servicio doméstico (el de la señora de la casa, la directiva y la asalariada), aunque en ocasiones se trata más de una táctica que de una convicción. La expresión "son como de la familia" introduce un supuesto elemento de unión que en realidad marca la distancia real en relación al verdadero círculo de los parientes. La encuesta registra también algunas actitudes minoritarias que se corresponden con el modelo de gestión de las "señoras empresarias"; en este caso la rigidez en el trato y la desconfianza tienen como principales destinatarias a las inmigrantes: "desconfianza o temor (16% las inmigrantes, 8% las españolas); "insultos y gritos" (10% / 3%); "desprecio o discriminación" (8% / 3%), y "maltrato físico" (2% / 0%).
Del mismo modo, los signos de diferenciación con las empleadas se marcan con mucha más nitidez si éstas son inmigrantes. Así, el 57% de las trabajadoras extranjeras del tercer mundo viste uniforme, por sólo el 10% de las españolas; el 60% utiliza cuarto de baño diferente y comen aparte (por el 14 y 37%, respectivamente, las españolas); y el 21% entra y sale de la casa por una puerta de servicio (4% las españolas). Estas diferencias se deben, en parte, a que las inmigrantes trabajan en mucha mayor proporción como internas para familias de alto estatus económico, que cuentan con las condiciones materiales necesarias para ello.
Las contradicciones presentes en el modelo de gestión de las "señoras asalariadas" muestra las dificultades que existen para construir una relación laboral no discriminatoria en este sector. El interrogante de fondo es si el mantenimiento del papel de "servidor" doméstico contribuye a configurar, cultural e ideológicamente, una sociedad de no?iguales, proceso que se encuentra reforzado actualmente por el origen extranjero ?del tercer 20 mundo? de una parte importante de la mano de obra ocupada en dichas tareas. Para encontrar alternativas globales a este problema particular, sería necesario replantear una articulación equilibrada y no discriminatoria entre el trabajo recíproco, el mercantil y el redistributivo, lo que implicaría, entre otras cosas, compartir todas y todos en mayor medida los diversos tipos de intercambio, sin desplazar a "otros" los trabajos costosos o menos valorados que nos corresponden. No obstante, aunque el peso principal del trabajo doméstico debería ser soportado por sus directos beneficiarios, en ocasiones sería preciso recurrir a trabajadores asalariados; en tales casos habría que establecer una ruptura con la relación "servidor?servido" y situarla en un plano simétrico como prestación de servicios a hogares, en condiciones de igualdad de derechos y deberes con el resto de los trabajadores.
Para ello, entre otros obstáculos a superar, habría que cuestionar la privacidad e inviolabilidad del hogar ?en tanto ámbito de relaciones laborales? a fin de allanar el camino a un reconocimiento pleno del carácter laboral y público del empleo doméstico; y convendría también asegurar la supervisión de la comunidad autoorganizada ?de los agentes sociales implicados, en especial los representantes de las trabajadoras?, sin limitarse al control burocrático del aparato estatal.
Asalariadas en los sectores de limpieza, hostelería y oficinas
Sobre la base de unas condiciones de trabajo pactadas con la empresa ?mediante contrato escrito o acuerdo verbal? se producen a veces conflictos laborales graves que van más allá de los roces cotidianos en el centro de trabajo Además, las trabajadoras pueden ser objeto de un trato discriminatorio en función de su origen nacional o su pertenencia étnica. Estos problemas son sintomáticos de la dinámica de los mercados de trabajo y la forma de abordarlos refleja las posiciones de fuerza de los agentes implicados.
La mayoría de las trabajadoras (el 89% de las inmigrantes y el 84% de las españolas) no ha tenido conflictos graves en sus empresas. Sin embargo, existe una minoría ?entre el 10 y el 20% según las nacionalidades? que sí los ha tenido. El tipo de problemas más habitual, lo mismo para inmigrantes que para españolas, es haber sufrido condiciones de trabajo injustas, lo que remite a enfrentamientos con los empleadores por el incumplimiento de las condiciones pactadas o por un trato discriminatorio. A continuación, aparece el problema de los papeles (contratos, etc.), que es el más frecuente para las inmigrantes en el sector de limpiezas y para las españolas en hostelería. Otros conflictos que aparecen esporádicamente en ambos colectivos son el despido improcedente y el retraso en percibir el salario.
De las trabajadoras con conflictos, muchas no consiguieron resolverlos satisfactoriamente, por lo que tuvieron que "aguantarse" o abandonar el empleo, situación más frecuente entre las inmigrantes (65%) que entre las autóctonas (50%). En el caso de las foráneas, alrededor de un 40% no encontró ningún apoyo para defenderse, lo que explica en parte su dificultad para resolverlos. A ello hay que unir la discriminación que padecen en algunas empresas por el hecho de ser extranjeras; esta discriminación es más habitual en los sectores de limpiezas y hostelería que en oficinas (donde tres de cada cuatro mujeres encuestadas señala que no perciben un trato discriminatorio). Se da la circunstancia de que las valoraciones suelen ser mejores en las empresas donde conviven trabajadoras de distintas nacionalidades que en las de tipo "monoétnico" (sólo inmigrantes o sólo autóctonas), lo que indica que en estos casos es mayor el prejuicio que las prácticas discriminatorias.
El colectivo que se siente más discriminado es el marroquí, sobre todo en hostelería donde el 56% trabaja "en la trastienda", es decir, sin contacto directo con el público (21% las españolas); asimismo la mitad de las trabajadoras filipinas y en torno a la cuarta parte de las marroquíes y peruanas se quejan de que no son promocionadas en el trabajo de acuerdo con sus méritos. En las empresas de limpiezas la cuarta parte de las inmigrantes señala que sus jefes o encargados les regañan con frecuencia, proporción que es del 14% entre las españolas. Sin embargo, en oficinas se sienten más cuestionadas las españolas (24%) que las inmigrantes (19%). Sorprende comprobar que las quejas de los jefes se dirigen más a las trabajadoras con contratos en regla que a las irregulares, lo que se puede deber a que éstas se ven obligadas a plegarse sumisamente a las órdenes que reciben ya que no se encuentran amparadas por los derechos laborales y se las puede despedir inmediatamente, es decir, tienen menos poder de negociación.
La conflictividad laboral es menor en las empresas pequeñas, sin embargo, la proporción de problemas resueltos satisfactoriamente es mucho mayor en las grandes ?donde la presencia sindical es mayor?. Así, en el sector de oficinas sólo resolvió satisfactoriamente sus conflictos el 27% de las trabajadoras que estaban en empresas con menos de 10 empleados (donde ninguna de la afectadas estaba sindicada), mientras lo consiguió el 49% en las empresas medianas?grandes (donde estaban afiliadas a sindicatos hasta el 27%). Una explicación para el hecho de que las españolas resuelvan sus conflictos en mayor proporción que las inmigrantes es que aquellas están sindicadas en una proporción mucho mayor en limpiezas y oficinas (18%, frente a un 4% las extranjeras); en cambio, en hostelería el grado de afiliación de las inmigrantes (6%) es más elevado que el de sus compañeras de trabajo autóctonas (3%).
? Trabajadoras por cuenta propia
Las empresarias y las trabajadoras autónomas presentan problemas laborales de naturaleza diversa que en los casos anteriores. Por un lado, las dificultades pueden surgir con sus principales interlocutores, que son las entidades financieras y los clientes; por otro, aquellas empresarias que tienen asalariados a su cargo pueden llegar a tener conflictos con ellos. En general, los resultados de nuestro trabajo indican que en torno a una tercera parte de las inmigrantes que trabajan por cuenta propia han tenido problemas de financiación y de comercialización y que la quinta parte de quienes tienen asalariados ha tenido problemas laborales con ellos.
Los problemas de financiación han sido más frecuentes (47%) para poder ejercer una profesión liberal de forma independiente, ya sea como abogadas, psicólogas, artistas, odontólogas, etc. También han tenido problemas financieros las propietarias de comercios (31%) y un sector menor en hostelería (23%). En cuanto a comercialización, han tenido más dificultades las comerciantes (37%) y las profesionales independientes (32%), siendo las propietarias de hostelería las menos afectada (18%). Por último, los conflictos laborales han aparecido con más frecuencia en el sector comercial (20%) que en la hostelería (11%).
Para abordar los problemas de sus negocios las trabajadoras inmigrantes por cuenta propia se valen sobre todo de las redes informales de amigos o familiares a las que recurrieron en más de la mitad de los casos. Los siguientes apoyos vinieron de instituciones de crédito, fundamentalmente para problemas financieros, y de abogados 22 privados. Sin embargo, en muy pocos casos recurrieron a organizaciones de empresarios, cámaras de comercio o colegios profesionales, pese a tener un elevado índice de afiliación a estas instituciones.
? Trabajadoras de la industria del sexo
En contra del tópico esencialista y simplificador que identifica "la prostitución" como un mero intercambio sexo?dinero, el sector de la industria del sexo presenta una amplísima gama de relaciones laborales y de situaciones mixtas, hasta el punto de que algunas de las categorías clásicas para estudiar los mercados de trabajo quedan parcialmente desbordadas y es necesario matizarlas en muchos sentidos. Así, la persona que trabaja en la calle ? figura tradicional que suele concitar todas las miradas? puede o no tener acuerdos u obligaciones con un protector, con un novio, con un proxeneta o con sus propias colegas.
La persona que contesta llamadas telefónicas eróticas puede trabajar en un lugar bajo un jefe o no. La trabajadora independiente que hace contratos orales con dueños de clubes puede o no tener deudas o sentir obligaciones con ellos o con otras personas que les han facilitado los contactos. Alguien que monta su propio negocio con un teléfono y un anuncio puede o no participar en un servicio de acompañantes de la guía telefónica o de Internet. Bailarinas y modelos, tanto en clubes como en sitios webs, viven una gama muy diversa de condiciones laborales. Las trabajadoras pueden montar un negocio en el que emplean a otras y donde trabajan ellas mismas o no.
En cuanto al destinatario de los servicios (el cliente), se puede pensar que la relación clave se sitúa entre él y la trabajadora. Pero, de igual manera que sucede en el servicio doméstico, para muchas inmigrantes su situación de irregularidad ("sin papeles") es todavía más importante. Según su propio discurso, es clave para ellas moverse libremente en su trabajo y de trabajo en trabajo; por eso, cuando se quejan de alguien, suele ser en primer lugar de la policía, y ello ocurre en todos los lugares del mundo, ya que esa entidad es la encargada de reprimir el mercado en el que intentan desempeñar su trabajo. Por eso, la meta de obtener "los papeles", como condición para vivir y moverse libremente en Europa, es tan importante para estas trabajadoras, tanto si quieren quedarse en la industria del sexo como si no. De modo parecido, esta ocupación se ve intervenida por otros agentes sociales que pretenden ayudar a mujeres "marginadas"; sin embargo, cuando tales agentes quieren "rescatar" o "reinsertar" a dichas trabajadoras aparece una incoherencia, ya que difícilmente puede haber reinserción si no hubo previamente "inserción" ?tal como les ocurre a la mayoría de inmigrantes del tercer mundo?. La política de control de fronteras y de restricción de las migraciones procedentes de países pobres entra en conflicto con una fuerte demanda de servicios personales de todo tipo (domésticos y de cuidados, afectivos y sexuales, etc.) que tiene su origen en las sociedades más desarrolladas. La tendencia de los medios de comunicación, sin embargo, es no tener en cuenta esta demanda ?elemento esencial de los flujos? e insistir obsesivamente en las mafias que violentan, extorsionan y trafican con "pobres" mujeres, rememorando el pánico moral que recorrió el viejo mundo a finales del siglo XIX con el tema de la "trata de blancas".
En los actuales debates sobre la prostitución está cobrando fuerza la propuesta de reconocerla en todas sus formas como un trabajo. Desde proyectos de acercamiento a personas de la calle hasta la Oficina Internacional del Trabajo, se destaca que reconocer esta ocupación como un trabajo es la única forma de proteger a sus trabajadores. Así, 23 dejando a un lado enfoques moralistas que sólo contribuyen a estigmatizar y sumergir la actividad, los trabajadores podrían recibir las protecciones normales y básicas de que gozan los demás trabajadores (Seguridad Social, derecho de quejarse de abusos, poder trabajar sin que se pongan "multas" indebidas, control de horarios y días libres, etc.). A partir de un estatuto normalizado de trabajadores, estas personas quedarían protegidas del chantaje policial y de las extorsiones de agentes/proxenetas y podrían enfrentarse en mejores condiciones a la mucha violencia, tanto física como mental, que hoy reciben.
4. Algunas claves para entender la inserción laboral de las mujeres migrantes
De entrada, las estadísticas laborales no reflejan adecuadamente la presencia de las trabajadoras procedentes de países del tercer mundo. Las cifras de Permisos de Trabajo se refieren sólo a las no comunitarias que están adscriptas al Régimen General de extranjería (excluyen a las irregulares pero también a las de Régimen Comunitario); las de la Encuesta de Población Activa se refieren, en principio, tanto a ocupadas como a paradas, independientemente de su situación administrativa, pero su cobertura es manifiestamente insuficiente; las altas laborales en la Seguridad Social no incluyen a las irregulares pero tampoco a las nacionalizadas ni a las desocupadas. Además, los empleos retribuidos monetariamente son sólo una parte del trabajo desplegado por las mujeres, que se manifiesta también en los intercambios recíproco y redistributivo de bienes y servicios de todo tipo en las esferas doméstica y comunitaria. Estas formas de intercambio, lo mismo que la mercantil, no se producen en un espacio neutro entre individuos libres y autónomos, como pretende la economía neoclásica, sino que están previamente condicionadas por las relaciones de poder existentes entre los grupos sociales, marcados éstos por determinadas diferencias que les proporcionan identidad social y les posicionan a unos respecto de los otros.
En nuestro caso, son las diferencias de género, nacionalidad y clase las que aparecen como más decisivas para explicar las modalidades de inserción laboral. Tales marcas de identidad se inscriben en unas relaciones de poder asimétricas en las que las mujeres inmigrantes se sitúan generalmente como el polo dominado. Así, en cuanto mujeres tienen que sufrir y/o enfrentarse a la lógica del patriarcado, presente en sus culturas de origen y en la sociedad española; en cuanto inmigrantes del tercer mundo padecen y/o se enfrentan a las barreras jurídicas de la política de inmigración española y a los prejuicios ideológicos de la opinión pública con respecto a las personas de otras nacionalidades; y en cuanto trabajadoras parten de diversas posiciones socioeconómicas, que explican una inserción plural en los mercados de trabajo españoles, si bien prevalece, como veremos, una ubicación mayoritaria en empleos precarios y marginales, sobre todo en la etapa inicial de la inmigración en que el 81% de las mujeres estudiadas se vio obligado a trabajar "sin papeles"12.
Existen otras diferencias generadoras de discriminación, como el fenotipo (rasgos étnicos diferenciados: color de la piel, forma de los ojos, etc.) y la cultura, entendida ésta en diversos sentidos (costumbres, religión, etc.; nivel de formación y cualificación 24 profesional). Cualquiera de estas diferencias ?y otras que se podrían añadir? no implica necesariamente confrontación entre polos opuestos (por ejemplo, entre géneros, diferencias étnicas o religiones); más bien, tales diferencias pueden ser vividas como complementarias y dar lugar a formas enriquecedoras de interculturalidad y mestizaje. Conviene destacar también que las diversas claves interpretativas (clase, género, nación?estado, cultura y rasgos étnicos) no actúan en paralelo sino que están imbricadas unas con otras, dando lugar a posiciones mixtas y complejas. Por tanto, no existe una lectura simple ni un factor explicativo unívoco para entender las posiciones de las inmigrantes en la estructura socioeconómica española (algunas situaciones se explican por un factor, otras por otro, etc.).
La confrontación de intereses entre grupos sociales tiene un carácter dialéctico y presenta siempre márgenes de elasticidad. En el sondeo cualitativo que hemos realizado con mujeres inmigrantes, hemos detectado que la mayoría se sitúa a la defensiva y tiende a circunscribir el proyecto migratorio en términos económicos, de rentabilidad y ahorro; en su opinión, la sociedad española no reconoce sus capacidades, las relega a trabajos subordinados y les niega una inserción social en términos de ciudadanía plena. Sin embargo, la experiencia de otro sector de trabajadoras inmigrantes, minoritario en la actualidad, supone un notable esfuerzo por revertir las relaciones de poder entre géneros, naciones, clases, etnias y culturas, y dar paso a nuevas formas de intercambio positivo o, al menos, de respeto mutuo entre los agentes implicados.
*Artículo?ARXIUS.
1. Colectivo Ioé es un equipo de investigación sociológica especializado en temas de migración lo componen Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de Prada. Contactos: C. Luna, 11, 1º Dcha. 28004 Madrid. Tfn. 91 531 01 23 E?mail: ioe[arroba]nodo50.org y www.nodo50.org/ioe/
2. COLECTIVO IOE, Mujer, inmigración y trabajo, IMSERSO, Madrid (en prensa).
3. Aunque una parte de las residentes comunitarias son ancianas que ya se han retirado de la vida activa, alrededor de la tercera parte de trabajadoras extranjeras en situación regular procede de países de la Unión Europea.
4. Ver IZQUIERDO, A., La inmigración inesperada, Trotta, Madrid, 1996.
5. OBSERVATORIO PERMANENTE DE LA INMIGRACIÓN, Indicadores de la inmigración y el asilo en España, Nº 10, IMSERSO, Madrid, julio 2000.
6. A estas trabajadoras sin Seguridad Social pero con permiso de trabajo hay que añadir las que no tienen ni una cosa ni otra, tal como veremos en los cinco principales segmentos laborales encuestados por nosotros.
7. Utilizamos la EPA en este caso y no las altas de Seguridad Social, como referente general, ya que dicha fuente recoge con mayor fidelidad la extensión real del mercado de trabajo español, incluyendo a muchos irregulares (en especial en el caso del servicio doméstico).
8. Excluimos de este grupo a las empleadas de hogar que cotizan "por cuenta propia", a las que clasificamos en el mismo segmento que las empleadas de hogar por cuenta ajena.
9. El lector interesado puede remitirse al texto completo de la investigación que verá la luz, posiblemente, al tiempo que este artículo. Ver, COLECTIVO IOÉ, Mujer inmigración y trabajo IMSERSO, MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES, Madrid, 2001.
10. La situación afectaría de forma especial a las mujeres marroquíes (50,7%) y del resto de África (41,6%). Sin embargo, en cuanto a la diferencia entre sexos, habría más paro femenino que masculino entre marroquíes y europeos no comunitarios; en cambio, el desempleo masculino sería mayor en los demás colectivos. Ver INE, EPA. Encuesta de Migraciones 1998, Madrid, 1999.
11. Sólo en las cinco ocupaciones que han sido objeto de estudios monográficos hemos detectado 33.000 trabajadoras en situación irregular, a las que habría que añadir las que en ese momento se encontraban en paro además de las irregulares y paradas de otras ocupaciones. El incluir a las desempleadas coyunturales en el cómputo general de trabajadoras precarias se debe a que, desde una perspectiva dinámica de los mercados de trabajo, ambos conjuntos se refieren a las mismas personas.
12. Si no se indica otra fuente, los datos recogidos en este capítulo se han obtenido a partir de las cinco encuestas aplicadas por nosotros a trabajadoras inmigrantes del tercer mundo, ponderando los resultados en función de su peso en el mercado de trabajo. Los cinco segmentos estudiados (muestra agregada de 1.579 casos) representan el 81% del total de mujeres inmigrantes con alta en la Seguridad Social.
Colectivo IoeEquipo de investigación sociológica ubicado en Madrid y compuesto por Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de Prada.
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