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Mariategui o la revolución permanente

Enviado por Rafael Herrera Robles


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
Monografía destacada
  1. Primera parte: El marxismo
  2. La formación social peruana
  3. Tercera parte: La alternativa revolucionaria
  4. Cuarta parte: Elementos discrepantes sobre estrategia revolucionaria

A la memoria de mis padres Hermán Herrera Quezada

y Dionicia Robles Correa

Presentación a la primera edición de 1980 por Diego Meseguer Illán

El presente trabajo sobre "Mariátegui o la Revolución Permanente", de Rafael A. Herrera Robles, analiza una serie de aspectos del pensamiento de José Carlos Mariátegui que son de suma actualidad.

Se trata de un análisis de los mismos textos de Mariátegui, confrontados unos con otros a través de las diferentes etapas de su vida. El título mismo, "Mariátegui o la Revolución Permanente" nos plantea ya de entrada un tema sumamente polémico. El autor, a través de los diferentes capítulos intenta poner de relieve las semejanzas del pensamiento de Trotsky con las de Mariátegui que –según su criterio valorativo- es sumamente positiva. Juicio que a su vez justifica la posición de Trotsky frente a Stalin; aunque sólo compartimos en parte esta tesis al admitir influencia trotskista tan sólo en un primer momento de su pensamiento por la influencia de los ideólogos italianos, pensamos que este tema tiene suma actualidad y contribuirá a un mayor esclarecimiento del pensamiento de Mariátegui.

Así mismo, el análisis del autor, sobre temas relativos a su caracterización de la sociedad peruana y su concepción marxista, aporta nuevos conocimientos que contribuirán sin duda a profundizar el pensamiento de Mariátegui. Son de sumo interés, por ejemplo, los esclarecimientos sobre la categoría de "semifeudalidad" de la que tanto se habla y tan poco se esclarece y concretiza.

Sólo me resta señalar que este ensayo contribuirá, sin duda, a profundizar y esclarecer el pensamiento de José Carlos Mariátegui, no sólo por sus aportes, sino también por los interrogantes que nos plantea.

Lima, 5 de diciembre de 1979

Dr. Diego Meseguer Illán.

Prólogo a la presente edición

La primera edición del libro que hoy volvemos a editar fue en febrero de 1980 con deficiencias en la redacción y en la edición. Considerando su repercusión en amplios sectores, nos trazamos la tarea de volverlo a redactar con mayor solidez en los argumentos, ampliando la temática, centrada básicamente en política. El pensamiento de Mariátegui abarca también la literatura y el arte, que aquí apenas hacemos alusión. En otro estudio, "Literatura y modernidad", que se constituirá en capítulo de "Barbarie y modernidad: el Perú en la globalización capitalista", abordamos su posición sobre el indigenismo y la periodificación de la literatura peruana.

En el Perú se aludía a la "polémica" de Mariátegui con Haya de la Torre, pero no se mencionaba sus divergencias radicales con la Tercera Internacional (estalinista). Aquí exponemos las tres concepciones sobre la revolución indoamericana que surgieron a finales de la década del veinte: la estalinista de la Tercera Internacional, la marxista de Mariátegui y la pequeña burguesa de Haya de la Torre.

Muerto Mariátegui (16 de abril 1930), los dirigentes de la Tercera Internacional en la década del treinta tuvieron entre sus consignas para América latina, acabar con el trotskysmo, el luxemburguismo, el aprismo y el mariateguismo. Para lo último, la consigna era: "¡Acabar con el Amautismo!". En forma paralela, una corriente de trotskistas argentinos se reclamaron sus discípulos y, por mediación de ellos, la figura y el pensamiento de Mariátegui formó parte de la Oposición de Izquierda Internacional liderada por Trotsky, en base a la cual en 1938 se funda la IV Internacional.

A partir de la década del cuarenta, los mismos que antes intentaron acabar con su legado convierten a Mariátegui en icono "marxista, leninista, estalinista". En época de la primera edición de esta obra (1980), sobresaliendo corrientes maoístas, desde reformistas a ultraizquierdistas, -que en vez de reivindicar en su real dimensión el pensamiento de Mao Tse Tung y la experiencia de la revolución china, hicieron suyo detrás de etiquetas o dogmas supuestamente "maoístas", los elementos más retrógrados del estalinismo-, acentuaron la canonización, presentándolo como el "marxista leninista" que al cumplimiento de consignas estalinistas agregaron las consignas "maoístas".

La errada posición del maoísmo peruano que reivindicaba las peores lacras estalinistas, -ha pesar de su lenguaje beligerante, radical- los colocó durante la situación pre revolucionaria de finales de la década del setenta del pasado siglo, en cómplices de la facción estalinista ligada a Moscú que se negaba impulsar el poder de los trabajadores, que pudo ser por mediación de las Asambleas Populares, de los Frentes de Defensa de los Intereses del Pueblo u otras formas surgidas de las luchas populares. El título "Mariátegui o la revolución permanente" que dimos a nuestro estudio fue un modo de irrumpir contra ese ambiente reformista que en muchos casos se escondía bajo fraseología ultra izquierdista.

Los orígenes de la teoría de la revolución permanente se remontan a mediados del siglo diecinueve cuando, para ciertos países atrasados, incluyendo de Europa Occidental, entre ellos, Alemania, donde estaba a la orden del día la reivindicación de consignas democráticas burguesas para liquidar la feudalidad, Carlos Marx en textos como el "Mensaje del Comité Central a la Liga de los comunistas" (1850), escribió: "La relación entre el Partido Obrero revolucionario con los demócratas pequeño burgueses es ésta: marcha con ellos en contra de la fracción a la que pretenda derrocar, se opone a ellos en todo aquello por medio de lo cual tratan de consolidar su posición en su propio provecho… Su grito de batalla debe ser: la revolución permanente".

La idea, por una parte, es que el proceso revolucionario –de acuerdo a la especificidad de los pueblos- arroje del poder una tras otra a las diversas facciones de las clases dominantes hasta la conquista del poder político por la clase obrera, los campesinos y el conjunto del pueblo para transitar a la revolución socialista; y por otra parte, la revolución no se puede detener en los marcos nacionales, sino que por su misma naturaleza, es internacional, en tanto las fuerzas productivas –capacidad (mental corporal) humana en parte concretizada en la ciencia y la técnica- sobrepasan fronteras nacionales.

La Tercera Internacional hasta su cuarto congreso (1922) hizo suyo esta estrategia, pero a partir de 1925 fue abandonado por el estalinismo.

Las divergencias de Mariátegui con Haya de la Torre y el estalinismo se hicieron más evidentes desde 1928 hasta su muerte el 16 de abril de 1930, época en que la Oposición de Izquierda Internacional liderada por Trotsky intentaba "reorientar" a los partidos comunistas y a la Tercera Internacional, cuestión que no se logra, sino todo lo contrario, esas organizaciones se degeneran, expulsando a los revolucionarios de sus filas, no quedándoles otra alternativa en la década del treinta, que organizarse en forma independiente, dando nacimiento en 1938 a la IV Internacional. Pero no todos los revolucionarios marxistas críticos al estalinismo –incluyendo algunos seguidores de Trotsky- se adhirieron a ese proyecto, sea por creerlo prematuro o por abrigar la esperanza de una regeneración y reorientación que nunca llegó.

Si bien las coincidencias de Mariátegui con Trotsky son muchas y fundamentales –además de la estrategia revolucionaria, sobre arte y cultura, el fenómeno fascista y el psicoanálisis– no se le puede encasillar en determinada corriente, por la fuerza y originalidad de su pensamiento que lo colocan como el principal promotor del marxismo indoamericano. Entre sus aportes más originales –además de la interpretación del proceso económico social peruano- está la reivindicación de formas comunales precapitalistas andinas para la transición al socialismo y el proceso literario cultural, dentro del cual es notorio su periodificación de la literatura para los países andinos.

Contrariamente al criterio de muchos autores de que Mariátegui elogia a Trotsky sólo en un primer momento, antes de la ruptura con Stalin, en el capítulo final demostramos lo contrario. En 1926, Mariátegui se pone de lado de Stalin, presentando a Trotsky y al trotskismo como una corriente "derrotada", pero posteriormente, hasta el final de sus días, Mariátegui revaloriza a Trotsky y sus seguidores entre otras cosas, en su lucha contra el burocratismo y en su tarea de promover la revolución mundial, mientras que a Stalin le asigna el papel de realizar las "tareas nacionales", para lo cual –según Mariátegui- Stalin ha hecho suyas algunas demandas fundamentales del trotskismo.

Muchos califican a Mariátegui de simple intelectual, desdeñando su labor de animador de congresos obreros e indígenas, fundador del Partido Socialista (1928) y de la Confederación General de Trabajadores del Perú (1929), además de la revista Amauta y del quincenario Labor. Mientras vivió, el stalinismo no prosperó en el Perú, y el aprismo de Haya de la Torre fue arrinconado en el terreno de las ideas, sin poder organizarse. Luego de su muerte, por la errada política estalinista, el aprismo surge como alternativa. Contingentes de revolucionarios que estaban en el proyecto socialista se pasaron a filas apristas, en cuyo seno se reivindica a Mariátegui y a Trotsky, criticando al mismo tiempo, desde una posición de izquierda al "marxismo congelado de Moscú" (estalinismo). Algunos llegaron a presentar la "genealogía" apristas que comenzaría con Manuel Gonzáles Prada (el principal propagador del anarquismo en el Perú), luego seguía Mariátegui, para desembocar en Haya de la Torre.

La presente obra se limita a la propuesta política de Mariátegui. Hasta ahora, el intento más serio de abordar el entorno cultural –nacional e internacional- dentro del cual surge su pensamiento, corresponde a Diego Meseguer Illan: "José Carlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario" (Lima, 1974).

Respecto a la primera edición de 1980, además de ampliar y cohesionar mejor los planteamientos, entre ellos, las tres concepciones sobre la revolución indoamericana, hemos agregado "El marxismo de Mariátegui" y "El marxismo en el Perú". El primero, fragmento de un texto publicado (digitalmente) con el título "Aníbal Quijano y Mariátegui", en el que abordamos la concepción marxista de Mariátegui, criticando a la vez a Quijano que –sin fundamento- lo pone en tela de juicio. En este texto hemos revalorizado a Mariátegui, dejando atrás las dudas que teníamos en 1980. "El marxismo en el Perú", también publicado digitalmente, es un esbozo sobre la aparición del marxismo en el Perú. Así mismo las divergencias de Mariátegui con la Tercera Internacional y con Haya de la Torre lo hemos abordado con mayor amplitud.

Abordamos la teoría de Haya de la Torre sobre el espacio tiempo histórico planteado en las décadas del treinta y cuarenta, -ya muerto Mariátegui-, al igual que la trayectoria de Haya de la Torre y del Apra, que de estrategas de la revolución se convierten en estrategas de la contra revolución. Al margen de la presente publicación, como parte de la trayectoria aprista, el lector puede consultar nuestros textos (digitales) "Alan García y el Apra" y "Alan García: Pizarro, el Rey de la baraja". Lo último, una crítica al empeño de García en presentar al conquistador Francisco Pizarro como un adelantado de su época, cuando es todo lo contrario. Además de analfabeto, antes que al naciente capitalismo europeo, Pizarro y sus huestes representaron el oscurantismo feudal, aunque al margen de su voluntad, la conquista contribuya con el oro y la plata a monetizar la economía mundial y al surgimiento del capitalismo.

Muchos, en el siglo diecinueve habían sentenciado el final del marxismo, el final del socialismo. A finales del siglo veinte, tras la caída de los regímenes burocrático estalinistas de Europa del este se pregona no sólo el fin del socialismo, -que lo asocian a esos regímenes-, sino el fin de la modernidad en su acepción libertaria, es decir, el final de toda tendencia progresiva, el "final de las ideologías", el "final de la historia".

Si consideramos que la historia consiste en promover y mejorar la vida, podemos decir que cuando los intereses de las clases dominantes en torno a las cuales se organiza la sociedad dejan de coincidir con los intereses humanos, la perpetuación de ese dominio atenta contra la vida de la especie humana, y por tanto es el fin de la historia para esas clases dominantes, pero la historia continuara para el resto de la humanidad mientras luche por promover y mejorar la vida.

El marxismo, principal eje filosófico de la modernidad en su vertiente libertaria, dejará de existir cuando se superen las contradicciones entre clases sociales que se extreman en el capitalismo, en base a lo cual Marx elaboró su teoría.

En Europa, en lucha por superar relaciones sociales de estamentos y castas que se legitimaban en la gracia divina y la sangre azul (nobleza), surgieron dos vertientes que en forma contrapuesta se cohesionan en pilares de la modernidad. Por una parte, la vertiente conservadora representada por los promotores del capitalismo, expresados políticamente en el liberalismo, representando los intereses de la burguesía, y por otra parte la vertiente libertaria expresada en movimientos emancipatorios, entre ellos socialistas, cuya mejor expresión es el marxismo, que luchan por superar toda forma de dominación y explotación, reivindicando el legado libertario de la humanidad, dentro de ello, las luchas mesiánicas y milenaristas de muchedumbres de la ciudad y el campo que desde épocas antiguas intentaron crear el paraíso bíblico en la tierra. La derrota de la Comuna de París (1871) significa la consolidación del orden burgués y de la vertiente conservadora de la modernidad en Europa Occidental, que se impone al conjunto del sistema mundial, dentro del cual, todo lo que signifique mejorar la condición humana ha sido y es promovida por la vertiente libertaria de la modernidad encarnado en clases sociales y pueblos que luchan por su liberación. Esto bastaría para hablar del éxito de los marxistas, de los socialistas, y demás movimientos emancipatorios que jamás sucumben ante las adversidades por más duras sean. Saben que las derrotas son pasajeras, porque la humanidad jamás se ha postrado ante las injusticias, y no olvidan el objetivo final: una sociedad solidaria y libertaria, con mayor razón en Indoamérica donde, como lo evidenciara Mariátegui, se erigió el Tawantinsuyo, la sociedad más equitativa entre las culturas primigenias.

Actualmente el capitalismo se ha impuesto hasta en los últimos rincones del planeta y, tal como vaticinó Mariátegui, no es solución a los problemas humanos, sino al contrario, en su decadencia, con la corrupción y la criminalidad –grande y pequeña- copando las instituciones públicas y privadas, incluyendo el poder político, expresa que estamos en la última fase de un proceso, y de no cohesionarse la alternativa socialista, la barbarie en que vivimos se acentuará.

Por la proliferación de estudios sobre Mariátegui atribuyendo las más dispares posiciones, nos hemos visto en la obligación de que cada tema o propuesta asignado a Mariátegui se demuestre con sus textos de acuerdo con determinada época, es decir, en su contexto adecuado, por lo que las notas a pie de página abundan.

Advertencia: El lector encontrará algunos textos que se repiten en diferentes capítulos, lo cual hemos creído necesario para que cada parte sea comprensible en sí misma, manteniendo autonomía relativa respecto del conjunto.

El renacimiento del marxismo sólo es posible recogiendo todo el legado libertario de la humanidad, comenzando de las culturas ancestrales, dentro de lo cual Mariátegui ocupa un lugar de privilegio.

(Noviembre del año 2014)

Rafael Herrera Robles

Primera parte: El marxismo

I.- EL MARXISMO DE MARIATEGUI

Preámbulo

Mariátegui muerte el 16 de abril de 1930 "polemizando" con Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) y cuando se habían hecho evidentes las divergencias con la Tercera Internacional estalinista.

En la década del treinta el estalinismo se impuso como misión para América Latina, liquidar al trotskismo, al luxemburguismo, al aprismo y al mariateguismo, siendo la consigna para lo último: ¡Acabar con el amautismo! El mariateguismo era definido como "una confusión de ideas procedentes de las más diversas fuentes. No hay casi tendencia que no esté representada en él1…".

El estalinismo redujo el marxismo a un sistema cerrado, a un compendio de ideas, quiero decir de dogmas, que de acuerdo a su conveniencia, de modo arbitrario, cambiaban constantemente, bajo el membrete de "marxismo leninismo". En la década del cuarenta el estalinismo comienza lo que Alberto Flores Galindo2 ha denominado "canonización" de Mariátegui, iniciada con el escrito de Jorge del Prado: "Mariátegui, marxista leninista, fundador del Partido Comunista. Primer divulgador y aplicador del marxismo en el Perú", publicado en la Revista "Dialéctica" N° 8, Año 2, La Habana, julio agosto 1943. En la década del treinta atacaron a Mariátegui de todos los errores y en la década del cuarenta lo convierten en "marxista leninista estalinista".

Dialéctica revolucionaria.- No faltan quienes dicen que en Mariátegui se puede encontrar agua para diferentes molinos, es decir, para diferentes vertientes, incluso ajenas al marxismo, pero esto es falso, porque en cuestiones centrales como el carácter de la sociedad peruana, en la estrategia revolucionaria, en su rechazo a divinidades celestiales (Dios), no debería existir discusión, porque existe claridad en el conjunto de sus textos. En cuanto al trasfondo epistemológico filosófico del marxismo que profesa, la terminología que emplea ha creado confusión, pero una lectura atenta, sin prejuicios, nos descubre a un pensador coherente, que con mística y pasión "mete su sangre a sus ideas".

En el Prólogo a los 7 Ensayos escrito el año 1979, Aníbal Quijano pone en duda el marxismo de Mariátegui, criticándolo por supuestamente reducirlo a un simple canon de interpretación, para lo que se apoya básicamente en "Defensa del marxismo", en particular el capítulo IV: "La filosofía moderna y el marxismo", uno de los textos que más a confundido a los que ponen en tela de juicio el pensamiento marxista de Mariátegui, pero a la vez allí se encuentra la concepción (marxista) de Mariátegui que desmiente a esos críticos.

Quijano cita el pasaje: "El materialismo histórico no es, precisamente, el materialismo metafísico o filosófico, ni es una filosofía de la historia, dejada atrás por el progreso científico. Marx no tenía por qué crear más que un método de interpretación histórica de la sociedad actual". Para reforzar esa opinión, Quijano agrega otra cita del mismo texto: "Vana es toda tentativa –afirma más adelante– de catalogarla (a la crítica marxista) como una simple teoría científica, mientras obre en la historia como evangelio y método de un movimiento de masas".

Quijano comenta: "No se plantea, pues, el aparato epistemológico que funda ese "método de interpretación histórica", ni parece distinguir que, además de método, y de interpretación, el marxismo es una teoría de la sociedad, es decir, con la capacidad de dar cuenta de las leyes que mueven la sociedad y de los elementos que concurren a la constitución de esas leyes, y de donde nace su poder explicativo y de interpretación".

La dialéctica materialista según Quijano, es excluido por Mariátegui, "para ser reemplazada por otro, materialismo y valores espirituales, un problema ético-metafísico".

En otra cita que hace Quijano del mismo texto, Mariátegui dice: "Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas, en lo que podían aportar a la revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual marxista. William James no es ajeno a la teoría de los mitos sociales de Sorel, tan señaladamente influida, de otra parte, por Wilfredo Pareto".

Debemos advertir que Quijano a omitido la continuidad del párrafo, donde Mariátegui argumenta: "Y la revolución rusa, en Lenin, Trotsky y otros, ha producido un tipo de hombre pensante y operante, que debía dar algo que pensar a ciertos filósofos baratos lleno de todos los prejuicios y supersticiones, de que se imaginan purgados e inmunes". (Como continuidad, en el siguiente párrafo, Mariátegui elogia a Lenin, Trotsky, Lunatchersky, y en particular a Rosa Luxemburgo). Es decir, Quijano omite señalar que para Mariátegui, los líderes rusos representan, con el ejemplo práctico de una revolución, la continuidad del marxismo, o en otras palabras, la dialéctica de la revolución.

Además de dejar de lado la dialéctica (filosofía) Quijano encuentra eclecticismo en Mariátegui, en la que diversas tendencias filosóficas incluso opuestas al marxismo "ingresan a componer una suerte de filosofía de la historia, que para Mariátegui no sólo no contradice, sino complementa y enriquece, o como él dice "ilustra", al marxismo". Y de modo más preciso: "No hay, pues, duda de que Mariátegui ensambló en su formación intelectual, una concepción del marxismo como "método de interpretación histórica y de acción" y una filosofía de la historia de explícito contenido metafísico y religioso". Lo último para acoplar a diversas "filosofías".

La tesis de Quijano no es original en lo referente a la (supuesta) reducción del marxismo a un simple canon de interpretación, al margen de la teoría, de la dialéctica. En 1974 Diego Messeguer3 lo había expuesto en, "José Carlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario", que constituye hasta hoy, el estudio más documentado sobre el ambiente intelectual nacional e internacional en el que surge y se desenvuelve el pensamiento de Mariátegui, pero, a diferencia de Quijano, Meseguer, por la amplitud de sus argumentos y fuentes, deja traslucir que en Mariátegui el marxismo desborda el simple canon de interpretación, hacia una teoría, encarnada sobre todo en los líderes de la revolución rusa.

Quijano no se ha detenido en observar que en el texto del cual extrae las citas para legitimar su interpretación (La filosofía moderna y el marxismo), Mariátegui, comienza señalando las tres fuentes principales del marxismo: economía inglesa, socialismo francés y filosofía clásica alemana (dialéctica hegeliana), por lo que Kant y Hegel "anteceden y originan a Marx".

"Pero esta filiación –aclara Mariátegui- no importa ninguna servidumbre a Hegel ni a su filosofía, que, según la célebre frase, Marx puso de pie".

Párrafos después, Mariátegui afirma: "La suerte de las teorías científicas o filosóficas que él (Marx) usó, superándolas y trascendiéndolas, como elementos de su trabajo teórico, no compromete en lo absoluto la validez y la vigencia de su idea. Esta es radicalmente extraña a la mudable fortuna de las ideas científicas y filosóficas que la acompañan o anteceden inmediatamente en el tiempo".

La sugerencia es que los proseguidores del marxismo usan el método dialéctico de Marx para interpretar y asimilar lo nuevo que surge en el devenir, sin comprometer su concepción del mundo. Esto se expresa en los líderes de la revolución rusa que con el ejemplo práctico de una revolución han demostrado la vigencia y continuidad del marxismo, pensando y actuando de acuerdo a la realidad concreta porque Marx no es ninguna pitonisa.

Es decir, contrariamente a lo que supone Quijano, para Mariátegui el marxismo como filosofía, como concepción del mundo, contiene los elementos –metodológicos y espirituales- que le permiten desarrollarse y enriquecerse constantemente de acuerdo a la realidad cambiante expresado en todas las manifestaciones del devenir, de las ciencias a las artes, la filosofía y la vida cotidiana y por tanto es ajeno "a la mudable fortuna de las ideas científicas y filosóficas que la acompañan o anteceden inmediatamente en el tiempo".

Se entiende que vitalismo, pragmatismo, relativismo, mencionados por Mariátegui, en lo que contienen de progresivo son "asimilados" al marxismo, pero "traducidos" a una nueva concepción que los supera y trasciende de su visión original, revitalizando al marxismo.

Como concepción del mundo, como filosofía, en lo que abarca su campo de acción, el hombre y su proyección en el universo, el marxismo es autosuficiente en la forma de interpretar los acontecimientos y a través de ellos enriquecerse para transformar la sociedad, pero es imposible abarcarlo todo, menos abstraerlo en una sola teoría. Además, en tanto el proceso del devenir humano no está trazado de antemano, surgen a menudo, escribió Mariátegui, elementos o fenómenos imprevistos. En tal sentido en la nota preliminar a la "Escena Contemporánea" (1925) escribió: "Pienso que no es posible aprehender en una teoría el entero panorama del mundo contemporáneo. Que no es posible, sobre todo, fijar en una teoría su movimiento. Tenemos que explorarlo y conocerlo episodio por episodio, faceta por faceta. Nuestro juicio y nuestra imaginación se sentirán siempre en retardo respecto de la totalidad del fenómeno".

Esto quiere decir que el marxismo unas veces, en cuanto concepción del mundo expresado en su método (dialéctico), puede trascender y superar descubrimientos de otras disciplinas y concepciones del mudo incorporándolo a su lenguaje, a su cuerpo teórico; pero la mayoría de veces sólo puede confluir con todo lo progresivo que coadyuve a la auto emancipación humana, a la lucha por la libertad, en las diversas vertientes del devenir.

Mariátegui reivindica la imaginación y la fantasía pero a la vez refiere que la realidad los supera.

Psicoanálisis.- Si Mariátegui hubiese marginado de su análisis a la filosofía (dialéctica), a la teoría revolucionaria, como afirma Quijano, no hubiese criticado a Max Eastman4 como un "super trotskista" "hereje de la revolución" con el que Mariátegui coincide en la reivindicación del psicoanálisis: "Marx demostró que las clases idealizaban o enmascaraban sus móviles y que, detrás de sus ideologías, esto es, detrás de sus principios políticos, filosóficos o religiosos, actuaban sus intereses y necesidades económicas".

"El vocablo "ideología" de Marx es simplemente un nombre que sirve para designar las deformaciones del pensamiento social y político producido por los móviles comprimidos".

Para Mariátegui el "freudismo" es anterior a Sigmund Freud, lo que se demuestra sobre todo para el caso de la literatura, en artistas que hurgan desde el inconsciente, como Pirandello o Proust. Sigmund Freud ha sido el instrumento para revelar un fenómeno latente, lo que no disminuye su obra sino que lo enaltece, porque: "La función del genio parece ser, precisamente, la de formular el pensamiento, la de traducir la intuición de una época5".

En otro artículo6 Mariátegui comenta el libro "La Ciencia de la Revolución" en el cual Eastman critica a Marx (y a los líderes bolcheviques) por no haber podido desembarazarse de Hegel. En otras palabras, por no haber podido desembarazarse de la dialéctica, de la filosofía, a la que considera "metafísica". Para Eastman, dice Mariátegui, "todo, absolutamente todo, es reducible a ciencia y de que la revolución socialista no necesita filósofos sino técnicos", proponiendo "exorcizar" a la dialéctica (filosofía) del seno del marxismo, como se exorciza al demonio del cuerpo.

El problema de Eastman para Mariátegui, es no haber podido desembarazarse del pragmatismo anglo sajón, en especial de William James, que confesaba no haber comprendido a Hegel. Sin la dialéctica, argumenta Mariátegui, la obra de Marx "no habría alcanzado sus más eficaces y valiosas conclusiones científicas, ni habría, mucho menos, elevado al socialismo, al grado de disciplina ideológica y de organización política que lo han convertido en la fuerza constructora de un nuevo orden social…" Sin la dialéctica, la obra teórica de Marx "no superaría en trascendencia histórica a la de Proudhon y Kropotkin".

Quijano ha pasado por alto lo anterior donde Mariátegui reivindica la teoría revolucionaria de Marx y del marxismo diferente a la propuesta de Proudhon y Kropotkin que –según los cánones anarquistas- privilegiando la acción desdeñaban de la teoría y de la organización revolucionaria.

Mariátegui resalta la sátira de Emmanuel Berl contra interpretaciones como la de Eastaman: "La agitación revolucionaria misma –escribe Berl- acaba por ser representada como una técnica especial que se podría enseñar en una Escuela Central. Estudio del marxismo superior, historia de las revoluciones, participación más o menos real en los diversos movimientos que pueden producirse en tal o cual punto, conclusiones obtenidas de esos ejemplos de los cuales hay que extraer una fórmula abstracta, que se podría aplicar automáticamente en todo lugar donde aparezca una posibilidad revolucionaria. Al lado del Comisario del Caucho, el Comisario de la Propaganda, ambos politécnicos".

Ya muerto Mariátegui, en la década del treinta, Max Eastman se aparta del marxismo, pero se mantuvo atento a los debates políticos mundiales. Entre otras cosas decía que Trotsky por su falta de "sentido común" no ha podido desembarazarse de la dialéctica y perdió el poder frente a Stalin. Trotsky7 respondió que el sentido común, "forma inferior de la inteligencia, necesaria en cualquier condición",…, "formado con las conclusiones elementales extraídas de la experiencia humana: no metáis el dedo al fuego, seguid de preferencia la línea recta, no molestéis los perros rabiosos… etc., etc.", en un medio estable es útil para cuidar enfermos, practicar el comercio, contraer matrimonio, formar un sindicato, etc., pero para cuestiones más complejas, especialmente en tiempo de crisis, de revoluciones y contrarrevoluciones se necesitan facultades más altas como la interpretación dialéctica que Eastman es incapaz de comprender.

Henri de Man.- Al intento de Henri de Man de "espiritualizar" al marxismo para ponerlo al día de acuerdo a los avances de las ciencias, la psicología y la "moderna" filosofía, Mariátegui –al margen de la terminología utilizada que induce a muchos al equívoco- resalta el carácter autosuficiente del marxismo como concepción del mundo y que los problemas planteados por el filósofo belga no son nuevos, menos ajenos al marxismo, que en su devenir se preocupa constantemente por los valores éticos y espirituales. Y apoyándose en Croce (cuando éste reivindicaba las ideas de Marx), dice que la teoría de la plusvalía, uno de los ejes centrales en que se fundamenta la propuesta marxista, tiene un trasfondo de indignación y repudio a la opresión y explotación.

La crítica de Mariátegui es semejante a la que años después hiciera el marxista italiano Antonio Gramsci, que tilda a Henri a De Man de "pedante", por presentar como "descubrimiento" cuestiones en las que el marxismo siempre se ha ocupado: "En realidad, la filosofía de la praxis (marxismo) ha trabajado en el terreno que De Man cree haber descubierto… El "descubrimiento" de De Man es un lugar común y su refutación es una rumia de poco sabor8".

"Idealismo materialista".- Contrariamente al marxismo que se muestra vigoroso, escribe Mariátegui, la burguesía abdica de de su ideología racionalista para refugiarse en "ocultismos orientales" que le sirvan de "estupefaciente". Y "el mejor signo de salud y de potencia del socialismo, como principio de una nueva civilización, será, sin duda, su resistencia a todos estos éxtasis espiritualistas9".

Los valores éticos y morales que en la concepción idealista se presentan como eternos y con "vida propia", en la concepción marxista son históricos, vale decir, surgen en el devenir humano, sirviendo a intereses libertarios o reaccionarios. Términos como fe, religión, mística, etc., que el cristianismo los presenta como una dádiva divina, ultraterrenal; en la concepción marxista, en el "idealismo materialista", surgen de la acción humana en lucha por un nuevo orden, por lo que la mística de los cristianos primigenios que intentaron construir el paraíso bíblico en la tierra sin temor de ser devotados por leones se ha encarnado en los movimientos revolucionarios modernos.

La agonía milenaria de Cristo se torna humana, terrenal, formando parte del "idealismo materialista", porque sólo "agoniza el que combate", el que lucha, según la acepción que le asigna Miguel de Unamuno y que Mariátegui hace suya10.

La biografía de Marx, de Lenin de Sorel, y sus continuadores, escribe Mariátegui: "no tiene nada que envidiar, como belleza moral, como plena afirmación del poder del espíritu, a las biografías de los héroes y ascetas que, en el pasado, obraron de acuerdo con una concepción espiritualista o religiosa, en la acepción clásica de estas palabras11".

Mariátegui resalta y hace suya la concepción del escritor liberal Piero Gobetti que entendía que los verdaderos liberales si quieren llevar a la práctica sus ideales altruistas se vuelven socialistas y que (palabras de Gobetti): "…abandonado al dogma cristiano, nos hemos encontrado más ricos de valores espirituales, más conscientes, más capaces de acción (…), nuestra filosofía santifica los valores de la práctica".

Diego Meseguer recuerda que también Antonio Gramsci "no temía afirmar que una Rosa Luxemburgo o un Carlos Liebknecht "son más grandes que los más grandes santos cristianos. El objetivo de su combate es concreto, humano… y, por eso, los luchadores de la clase obrera son más grandes que los luchadores de Dios13a".

Quijano se equivoca cuando dice que Mariátegui reducía el marxismo a un simple canon de interpretación, dejando de lado la dialéctica (filosofía) y se equivoca cuando afirma que Mariátegui era creyente en Dios.

Marxismo "filtrado".- Cuando Meseguer dice que "Mariátegui se acercó al marxismo" por mediación de Croce y Labriola, y que recibió un "marxismo filtrado a través de Sorel, Gramsci, Clarté, los líderes rusos y aun autores no marxistas como A. Tilgher, P. Gobetti y B. Croce", Quijano comenta que además del "marxismo filtrado" Mariátegui "conoció de primera mano varias de las obras más importantes de Marx, Lenin, Kautsky, Hilferding, Trotzky, Bujarin".

Nuestra objeción es al uso del término "marxismo filtrado" porque nadie puede formarse sólo con las enseñanzas de los fundadores de determinada concepción del mundo. El "filtro" comienza desde el nacimiento, en el ambiente cotidiano familiar, en la religión, luego en la escuela, en la formación profesional… En todo ese proceso se puede encontrar promotores o críticos –ignorantes o sabios- en las más diversas concepciones del mundo que va moldeando la mentalidad individual y colectiva. En el caso de Mariátegui, hasta su juventud, el ambiente religioso, místico, conventual, del creyente en Dios del cristianismo que se apiada de los humildes, marcó su futura trayectoria, en la que constantemente hace referencia a la fe, a la mística, a la religiosidad, pero dentro de una nueva concepción que trasciende y supera el sentido divino. Luego, todo el ambiente intelectual americano y europeo, dentro del cual el ambiente peruano es decisivo para cohesionar su pensamiento original dentro del marxismo del siglo veinte.

La ubicación en la que Mariátegui presenta a ciertos personajes en el seno del movimiento revolucionario no invalida su concepción del marxismo, porque se entra en el terreno de la erudición y Mariátegui confesaba no ser erudito. Por ejemplo, en el caso de Sorel y del sindicalismo revolucionario francés, Mariátegui decía que a finales del siglo diecinueve y principios del veinte cumplió una función revolucionaria contra el espíritu reformista y adocenado del movimiento obrero, pero luego de la primera guerra mundial y de la revolución rusa entró en crisis, y una parte del sindicalismo se ha adherido a la revolución y otra parte al reformismo13b. Un deslinde claro con el sindicalismo aunque en la práctica sólo se concretara con la formación del Partido Socialista en1928.

Mariátegui presenta a Sorel como maestro de Lenin (se entiende en el terreno de la violencia revolucionaria), lo cual han demostrado que no es así, pero este error sólo demostraría que Mariátegui no estaba enterado de las influencias en el pensamiento de Lenin y por tanto no afecta su concepción marxista misma. Por otra parte esos "errores" –de presentar a Sorel como marxista- cumplieron una labor pedagógica en el ambiente obrero dominado por el anarcosindicalismo que a la postre, sin claudicar como movimiento, deja su lugar al marxismo de Mariátegui y al aprismo de Haya de la Torre.

RELIGIÓN

El hombre forjador de su historia.- Según Quijano, Mariátegui reivindicaba el carácter religioso del marxismo por ser creyente en Dios del cristianismo. En su Prologo (de Quijano) a los 7 Ensayos escribe: "No hay, pues, duda de que Mariátegui ensambló en su formación intelectual, una concepción del marxismo como "método de interpretación histórica y de acción" y una filosofía de la historia de explícito contenido metafísico y religioso". Y posteriormente en "Modernidad, Identidad y Utopía en América Latina" (Lima, 1988), escribe: "hoy considerado como el mas grande de los marxistas latinoamericanos, Mariátegui también no era marxista. Creía en Dios, explícitamente. Proclamaba que no es posible vivir sin una concepción metafísica de la existencia y no dejaba de estar cerca de Nietzche".

Quijano se equivoca. Mariátegui se sentía religioso porque tenía fe en la lucha por la salvación del hombre en la tierra, pero por su propia acción, sin recurrir a divinidades, porque es el hombre el que hace la historia, reivindicando todo el legado progresivo de la humanidad, incluyendo del seno de las religiones. En este sentido critica a los que, como en el caso de Gonzáles Prada, propagador del anarquismo en el Perú, "se contentaba con una estéril y sumaria ejecución de todos los dogmas e iglesias, a favor del dogma y la iglesia de un "libre pensamiento" ortodoxamente ateo, laico y racionalista. El concepto de religión ha crecido en extensión y profundidad. No reduce ya la religión a una iglesia y a un rito. Y reconoce a las instituciones y sentimientos religiosos una significación muy diversa de la que ingenuamente le atribuían, con radicalismo incandescente, gentes que identificaban religiosidad y "oscurantismo14".

Las referencias de Mariátegui a la "metafísica", unas veces lo hace de modo peyorativo, de crítica, y otras lo asocia a la filosofía y a los grandes ideales que sirven de derrotero en el devenir humano, reivindicando del pasado el papel de las religiones que han dejado un gran legado para humanidad.

Tawantinsuyo.- En su interpretación de la religión en el Tawantinsuyo Mariátegui logró distinguir entre la religión oficial instrumentalizada como engranaje del poder y dominio de la autocracia, y la religiosidad popular ingenua y ferviente de las muchedumbres que sobrevivió a la conquista. El sentimiento religioso andino para Mariátegui, -"que no interroga a la razón sino a la naturaleza"- no se había separado del mundo mágico consustancial con el animismo, el totem y el tabú, que sobrevivió a la destrucción de la sociedad incaica. En este sentido Diego Meseguer escribe: "El derrumbe del sistema incaico supuso también la destrucción del sistema religioso del indio, como sistema político, pero no de las creencias más profundas de éste. El indio siguió creyendo en ellas a través de la nueva religión que le fue impuesta15".

Mariátegui constata que más que la concepción metafísica del cristianismo, la religiosidad andina asimiló su fastuosidad y rituales.

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