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Hacia una educación afectiva en la escuela

Enviado por carlos venegas


Partes: 1, 2, 3
Monografía destacada
  1. Introducción
  2. Concepciones de afectividad e inteligencia afectiva
  3. Relaciones entre la inteligencia y la afectividad
  4. Hacia una educación afectiva en la escuela
  5. Conclusiones
  6. Referencias bibliográficas

"El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto de interés y el afecto de otros muchos"

 Bertrand Russell 

edu.red

Introducción

En la sociedad moderna es común encontrar que los profesores remplazan a los padres en la formación afectiva de los niños, niñas y esta labor comienza en el nivel preescolar. Es claro que el antiguo paradigma se ha roto: antes, la familia formaba en valores y desarrollaba la afectividad y la escuela estaba encargada de dar conocimientos. La crianza estaba en manos de los padres: el padre trabajaba fuera de casa y la madre se encargaba del cuidado de los niños, los roles estaban bien definidos y los pequeños llegaban a la escuela después de los cinco años de edad cuando, ya estaban "domesticados", es decir, contaban con principios básicos sobre sí mismo y la vida en comunidad, conocían las rutinas establecidas, los valores personales y sociales, etc.

Ahora con las madres trabajadoras que pasan todo el día fuera del hogar y no se pueden dedicar exclusivamente a la crianza, la desintegración de las familias por diversos motivos como la movilidad humana, el divorcio, las familias mono parentales, entre otros, está muy cerca de convertirse en un común denominador. Muestran investigaciones que un 55% de los niños no tienen buenas relaciones con su familia, que más del 35% de los niños menores de cinco años tienen un vínculo débil con su madre y que en los últimos años este porcentaje ha aumentado de manera preocupante.

La escuela recibe niños, niñas desde muy temprana edad que no han tenido hermanos, que no tiene tiempo con sus padres y no han recibido formación en valores y rutinas personales y sociales, así que es responsabilidad de las instituciones educativas cumplir con ciertas funciones adicionales que antes eran exclusivas de los padres.

Sin embargo la realidad en la educación peruana evidencia que se maximizan algunos aspectos ideológicos, o lo científico-tecnológico en desmedro de otras importantes dimensiones humanas que atentan contra el espíritu de una educación genuinamente integral. Se enfrenta a un hombre y a una educación polarizada, sesgada e incompleta. Por su parte, los educadores enmarcados teóricamente en una concepción humanista de la educación y a la vez contradicen, lo que enseñan con una vida no congruente con su discurso educativo. El ensayo se estructura en tres partes: la primera trata las concepciones de la afectividad e inteligencia afectiva, la segunda hace referencia a las relaciones entre la inteligencia afectiva y la afectividad. Por último, la tercera concluyo que nos encaminamos hacia una educación afectiva en la escuela. Pues bien, este artículo nace de la necesidad de atender íntegramente a la persona. Durante largo tiempo se ha descuidado la vertiente afectiva, lo que pone de manifiesto la notoria deficiencia de la institución escolar. Es muy posible, además, que esta carencia formativa se haya traducido en un incremento de la desorientación personal, de la carencia de la práctica de valores, que conducen en nuestra realidad a la delincuencia y a la inseguridad lamentable de un gran porcentaje de nuestras principales ciudades del norte y la capital de nuestro país. En tal sentido, quien escribe cree se puede lograr al rescatar la dimensión humana del estudiante con base en procesos afectivos que impactan no sólo el encuentro educativo sino toda la vida de sus actores. Planteamiento fundamentado en autores como Savater (1997) cuando señala que "Al igual que todo empeño humano…. la educación es sin duda el más humano y humanizador de todos" (p.11). Y Morín (2003) quien opina que la estructura biológica del ser humano necesita de la interacción social para alcanzar el desarrollo propio que define al hombre; lo cual hace al ocuparse del sí mismo y de los otros a través de la afectividad.

Se va reconociendo muy despacio la trascendencia de la educación de la afectividad, pero siguen siendo insuficientes los esfuerzos por desarrollar programas formativos sistemáticos y rigurosos. Si bien en este artículo se ofrecen algunas recomendaciones prácticas dirigidas a la escuela, es totalmente necesario seguir esclareciendo qué tipo de conexión hay entre razón y emoción, y cuáles son los procedimientos pedagógicos acreditados que permiten impulsar su desarrollo armónico y saludable. En este sentido, hay que desear que se produzcan significativos avances en la comprensión de la afectividad que posibiliten el ulterior enriquecimiento de la formación humana.

Concepciones de afectividad e inteligencia afectiva

1.1 Historia y concepción de la afectividad

Literalmente por Afectividad se entiende la capacidad de ser influido por algo interno como externo. El término "Afectividad" encuentra su origen en la Filosofía griega con Aristóteles, quien se refiere a las pasiones como movimiento del apetito sensitivo, incluyendo a las emociones, las motivaciones y otras manifestaciones afectivas.

En el siglo XVIII se establece una clara distinción entre el mundo intelectual y el mundo anímico, así se advierte que la Afectividad se caracteriza por el placer o el dolor suscitados en una serie de centros cerebrales, encargados de provocar tales vivencias. Esta tesis se confirmo en 1954 gracias a los estudios de Olds y Miner, quienes por accidente encontraron en el sistema límbico unos centros desencadenadores de las sensaciones de placer y de dolor. En general, en el mundo moderno se pensaba que las emociones manifestaban lo más bajo del ser humano.

En el mundo Contemporáneo, el vitalismo filosófico comenzó a exaltar el mundo de lo afectivo e identificándolo con lo irracional del ser humano, de tal modo que el principio cartesiano "pienso luego existo" se sustituye por el principio vitalista "siento luego existo", así gracias a la Afectividad la vida no es un simple estar en el mundo sino un compromiso esencial por parte del sujeto. En consecuencia la afectividad pasa a ser lo más genuinamente humano.

En la Actualidad la Psicología ve la Afectividad en relación con las vivencias o experiencias interna y con la realidad exterior, así son cualidades pertenecientes a nuestro ser psíquico y las experimentamos en nuestra intimidad.

En consecuencia la Psicología actual concibe al ser humano como una unidad psicofísica (vida sensible y psíquica), psicosomática (cuerpo y mente) y psicosocial (vida individual y social)

De tal manera que la afectividad impregna, inevitablemente en mayor o menor medida, toda la actividad psicológica del hombre. En una primera aproximación, acudiré a la psicología la cual define la afectividad como el conjunto de reacciones psíquicas del individuo ante todo el mundo exterior. Se distingue, de una parte, la afectividad de base, que abarca los sentimientos vitales, el estado de ánimo y las emociones, y de otra, la afectividad organizada y diferenciada, que abarca manifestaciones más complejas, tales como las pasiones y los sentimientos sociales. Para el psicoanálisis, la afectividad es el conjunto de afectos conscientes o inconscientes. En psicología se usa el término afectividad para designar la susceptibilidad que el ser humano experimenta ante determinadas alteraciones que se producen en el mundo real o en su propio yo. Por este término entenderemos:

• Los sentimientos propiamente dichos, y en particular las emociones;

• Las diversas tendencias, incluso las "tendencias superiores" y en particular la voluntad.

Algunos autores distinguen entre factores afectivos (emociones, sentimientos) y factores conativos (tendencias, voluntad), pero la diferencia parece ser solamente de grado. Pierre Janet basa los sentimientos primarios en la economía del comportamiento, y los define como una regulación de fuerzas de que dispone el individuo: se puede igualmente concebir la voluntad como la regulación de estas regulaciones elementales.

La fuerza más poderosa, psicológicamente hablando, en el hombre es la afectividad. Dice San Agustín: "Mi amor es mi peso. Hacia mi amor voy a donde quiera que voy". Toda persona, que Juan Pablo II definió como un "ente con vida interior propia y específica, caracterizada por la racionalidad y llamada al encuentro con la verdad y a la realización del bien", es una unidad irreducible y original; su personalidad se desarrolla en todas sus dimensiones, tanto corporales, físicas, psíquicas y espirituales: "Corpore et anima unus". Una de las cuestiones que plantea con mayor fuerza la antropología es la integración de estas dimensiones humanas. Un papel clave en la solución de este problema lo desempeña la concepción que se tenga de la afectividad humana. Ser amado es el primer paso para que el hombre pueda reconocer su propia identidad. El hecho de ser un amor recibido nos abre al mundo de la afectividad cuyo estudio debe ser profundizado como un modo específico de verdad personal[1]

1.2 La afectividad como conocimiento de la realidad

Parto de plantear que el ser humano es capaz de comprender sus propios pensamientos, realidades, culturas y sociedades que va creando, y  entre tantas también sus propias conductas, pensamientos y emociones. Estudiar a los sentimientos desde una perspectiva social es un trabajo que se ha dejado de lado, desde que en la modernidad se decreta  que la razón y la ciencia son la vía  para el conocimiento, esta forma de pensar no sólo queda grabada en las diferentes disciplinas sociales, sino que se inserta en la vida social y en la forma en la que nos concebimos como seres humanos, cultura y sociedad. 

Tal es así, que la interpretación del mundo en las diferentes teorías  que sobre las emociones existen, nos plantean una dicotomía entre las  formas de conocimiento, por un lado en una predomina la parte biológica, evolucionista, y por la otra parte predomina lo social, lo cultural. Esta dicotomía no se resuelve ni en su unión, pues éstas perspectivas teóricas plantean orígenes de comprensión de la realidad social diversos y encontrados, y al contrario arrojan muchas más interrogantes que comprensión que se acerquen a dar cuenta de lo que acontece en nuestras sociedades.

Tenemos que Páez, Echebarría y Villarreal (En Echebarría, Páez, 1989), señalan que los sentimientos son un primer tipo de Afectividad y sólo son reacciones subjetivas de placer o displacer; Por otra parte tenemos a  la evaluación, ésta es una de las que más se ha estudiado con los sentimientos implicando a las reacciones de carácter negativo o positivo en relación a un estado u objeto social. Otro tipo de sentimiento es el estado de ánimo, que se caracteriza también por ser sentimiento positivo o negativo de carácter genérico que forma una parte de nuestra existencia y que no siempre tiene que ver con un objeto social delimitado; un estado de ánimo es un fenómeno afectivo cotidiano, de intensidad media, sin objeto específico. Un segundo tipo de Afectividad que Páez, Echebarría y Villarreal (Echebarría, Páez, 1989) encuentran en la Psicología Social es la de las emociones, las cuales serían más intensas que los sentimientos e implican manifestaciones expresivas, conductas, reacciones fisiológicas y estados subjetivos; dice que "una emoción es un fenómeno afectivo intenso, breve centrado en un objeto que interrumpe el flujo normal de la conducta". En lo que respecta a las emociones está, por ejemplo, el estudio del bienestar subjetivo, su relación con la afectividad y las emociones, el cual ha sido desarrollado mediante estudios correlacionales y longitudinales que combinan elementos ideográficos y nomotéticos, esta línea de investigación la llevaron a cabo los  Psicólogos Sociales y de la Personalidad Tellegen y Diener, además de Sociólogos de la salud como Thoits, todos ellos buscan situar  las dimensiones de la Afectividad en relación con elementos psicosociales y con rasgos de personalidad.

Las teorías de la Psicología Social, que han aportado elementos para explicar a la afectividad o a la generalmente llamada emoción, se han centrado en  sólo presentar  las características que tiene la emoción, sus definiciones y la forma en cómo clasificarla, incluso han realizado listados de emociones básicas definiéndolas y explicando su significado. Todo lo cual puede estar alejado de cómo en la realidad se conciben, se interpretan y construyen las emociones.

La construcción del objeto de conocimiento de la Afectividad, parte de la idea de que es un objeto social producto de las relaciones sociales, producto del pensamiento. El  punto de vista de la Psicología Afectiva se propone explicar que, en la Afectividad no es posible llegar a una clasificación o a una lista de emociones básicas, porque acorde a lo que Fernández (2000) propone, los sentimientos cuando se distinguen ya no son sentimientos en sí, son un pensamiento, el pensamiento denota racionalidad, conciencia, lógica, cosas que el sentimiento tiene en otros sentidos. Spinoza planteaba que: "Las emociones son ideas confusas, destinadas a resultar ideas distintas, y una vez que resultan ideas distintas dejan de ser afecciones" (En Fernández Ch, P. 2000, p.22). 

Para la Afectividad, los sentimientos o emociones, es decir, lo afectivo, no se lleva con los listados de emociones básicas; para comprender a los sentimientos no hay que listarlos o clasificarlos, porque eso los desnaturaliza, hay que "indistinguirlos": sentir es lo que no se sabe pero se siente y está ahí, a los sentimientos se les resta de las cosas y situaciones de las que forman parte, a partir de ahí se puede conocer su naturaleza (Fernández, 2000). Esto, es posible si entendemos la realidad de la Afectividad como una realidad hecha de formas. Por eso, los sentimientos son vistos en la categoría de "forma" de George Simmel, pues ellos son una realidad, como plantea Gergen (1996) que sucede con el razonamiento, el cual indica no una forma individual sino un acto enmarcado dentro de una forma social, es una forma de argumentación que piensa y envuelve al individuo en ella. 

Para estudiar lo Afectivo, tenemos esta categoría fundamental de la Lebensphilosophie de George Simmel, que es la forma. La Sociedad es, según Simmel (1908), el concepto abstracto que contiene las formas de relación por medio de las cuales surge la sociedad. La sociedad, es el nombre del entorno en donde los individuos se encuentran ligados por los efectos de las relaciones recíprocas que se dan entre ellos, y que por estar ligados entre sí se definen como una unidad, en fin, como una sociedad (En Simmel, 1917). "La Sociedad es la realidad" (En Fernández, 2004, p.15), la realidad es lo que tenemos a nuestro alrededor y nuestros pensamientos. Cuando Fernández (2004.), nos indica que la realidad es sólo otra forma de llamarle a la sociedad, es porque la sociedad necesita de algo que la defina para conocerse a sí misma, la realidad es ese otro que es propio pero  que la refleja. Lo que refleja a una realidad es su forma, la sociedad tiene diferentes "formas", éstas nos perfilan como parte de una sociedad, son nuestra identidad, y pueden tomar la forma que sea necesaria: puede ser la forma de memorias, de procesos políticos, de relaciones ó de afectos. Fernández (2000), dice que la Afectividad:

"…no es un conjunto de fenómenos ni una actividad específica, no es una secuela de hechos ni una serie de datos, no es un tema determinado y no es, por tanto, algo distinto del flujo de todos los días de toda la gente, con sus horarios, mercancías, planes, informes o noticias. En suma la afectividad no es algo distinto de la ciudad, de la sociedad y de la cultura: ocupa los mismos materiales y objetos, tiene el mismo tiempo y se mueve de la misma manera. La afectividad es coextensiva de la sociedad y/o ciudad y/o cultura. Si parece ilocalizable es porque tiene la misma extensión que la realidad y que la vida. Ello permite averiguar qué forma tiene: forma de la colectividad, de la sociedad, de la cultura, de la ciudad que se vuelven términos casi idénticos. Una forma en general, como la de las nubes o las formas de hablar, no es una cáscara, una apariencia o un accidente, sino un modo de ser de las cosas; pues bien, la forma de la afectividad es la sociedad." (p. 41-42)

Nos encontramos ante lo que se nombraría como una Sociedad Afectiva, a la cual Fernández plantea que ésta tiene una lógica afectiva, que no es aquella lógica que ya conocemos de los ordenadores o la racionalista, más bien se mueve por estados afectivos, por sensaciones, como la sensación de que algo no va bien, o la idea de que es lo correcto y lo incorrecto (En Mendoza, J.; Gonzáles, P., 2004); la inteligencia de la sociedad se conforma con las ideas que de ella tenga la gente, es decir, de las formas de pensamiento que de la sociedad emanen: la sociedad se piensa a sí misma, y se piensa y concibe de forma afectiva. Fernández (2004) lo describe así: "La racionalidad, incluso, no puede moverse sin un motivo, una motivación o, dicho más tautológicamente, el pensamiento no puede moverse sin una emoción, para empezar, porque emoción significa moverse. Entonces, puede plantearse que la emocionalidad, o afectividad, es el principio y es lo principal de todo pensamiento, porque la imagen de donde parte le da su forma, fin, estructura, orden, proporción y razón a la racionalidad y al resto del pensamiento. La racionalidad es una forma de afectividad. El sentimiento es una forma de pensamiento"  (En p.14). Y los pensamientos son parte de la sociedad,  son como las imágenes, las sillas, la música, las relaciones, las creencias, las marchas, las instituciones, y demás representaciones que se nos puedan ocurrir.

La afectividad es también una forma de conocimiento de la realidad ya sea porque se pretende sacar de la sociedad esa parte que no se ha visto o ya sea porque la modernidad  la ha dejado de lado como algo de lo que puede prescindir pues no la considera importante o medible. La afectividad tiene como objetivo comprender apenas,  cuál es la forma afectiva de la sociedad, cómo se manifiesta en sus diferentes formas la afectividad, cómo se pueden visualizar en la manera en la que nos expresamos, cómo están presentes en la ciencia, cómo están envueltas en la forma en la que la gente actúa y se relaciona diariamente y cómo se construyen en el diario acontecer.

1.3 Características de la afectividad

La afectividad como acontecer emocional que ocurre en la mente del hombre  se expresa a través del comportamiento emocional, los sentimientos y las pasiones. La afectividad es el conjunto de sentimientos inferiores y superiores, positivos y negativos, fugaces y permanentes que sitúan la totalidad de la persona ante el mundo exterior. Señalaré las principales características:

a. La Subjetividad: Aunque haya manifestaciones somáticas, la experiencia de la afectividad es subjetiva al ser un cambio que se opera en el sujeto y no se refiere a un objeto exterior. Por ello el problema de la afectividad es como salir de la subjetividad, es decir cómo se comunica.

b. La Bipolaridad: Toda afectividad se mueve entre dos polos contrarios (placer-dolor, excitación-reposo), lo cual nos revela la continua transformación a la que está sometida la vida afectiva y su carácter oscilante y contradictorio.

c. La Teleología: Los estados anímicos siempre tienen una orientación, a través de las relaciones intencionales, hacia lo Real, al igual que la inteligencia y la voluntad.

d. Intimidad.- Expresa subjetividad como una situación profunda y personal.

e. Profundidad.- Grado de significación o importancia que le asigna el sujeto al objeto.

f. Intencionalidad.- Porque se dirige hacia un fin sea positivo o negativo.

g. Nivel.- Unos son más bajos y otros elevados

h. Temporalidad.- Esta sujeto al tiempo; inicio y un final.

i. Intensidad.- Los afectos experimentan distinto grado o fuerza: risa, sonrisa, carcajada…

j. Amplitud.-Los procesos afectivos comprometen a toda la personalidad del individuo.

1.4 Evolución de la Afectividad y sus causas

La vida afectiva en su evolución pasa por tres momentos:

  • a. El movimiento afectivo hacia los objetos: El espíritu toma al objeto para unirse con él mediante el sentimiento, y es causado por cuatro elementos positivos y negativos.

Elementos positivos:

Apetito: Movimiento hacia los objetos sensibles

Deseo: Inclinación hacia los objetos estimados como un bien

Aspiración: Tendencia a la realización de lo que nos proponemos

Amor: Movimiento afectivo hacia los seres.

Elementos negativos: Son lo contrarios de los anteriores:

Repugnancia

Disgusto

Aversión

Odio

  • b. La Adhesión: El alma se une al objeto, pues sin tal adhesión lo afectivo no queda asentado y el sujeto se mueve en la esfera de lo superficial.

  • c. La plena Realización: Se trata de conseguir la compenetración mayor posible entre el sujeto y el objeto para alcanzar el disfrute.

Esta evolución de la afectividad se produce por dos causas.

a. La Maduración: Es la capacidad de respuesta emotiva dependiente del desarrollo neurológico y endocrino.

b. El Aprendizaje: El desarrollo de la vida afectiva se basa en el aprendizaje conseguido de acuerdo con los condicionamientos respondiente y operante, y por el aprendizaje por imitación ya que las expresiones afectivas pueden ser contagiosas.

1.5 Importancia de la afectividad

 La importancia de la afectividad dentro de la totalidad de la personalidad radica:

  • a.  En que un elevado porcentaje de nuestras acciones no es el resultado de razonamientos sino de estados afectivos.

  • b. En que algunas de las decisiones más importantes: profesión, matrimonio, están fuertemente condicionadas por nuestra afectividad.

  • c. Ante la importancia de la afectividad en la vida del hombre, cabe preguntarse: ¿Qué es más importante, la inteligencia o la afectividad? Esta pregunta plantea un falso problema. Pero las conductas en que predomina la afectividad están, a su vez, condicionadas por la actividad intelectual y por los conocimientos, lo que se ve con claridad en al análisis de las actitudes, de los ideales y de las valoraciones.

  • d. Todo esto confirma la unidad esencial de la vida psíquica y la no existencia de "facultades" con entidad propia.

  • e. Parece que la afectividad funciona en los planos centrales y más profundos del organismo vivo: allí donde lo psíquico se refunde con lo orgánico; allí donde brotan las energías que son utilizadas para satisfacer las necesidades.

  • f. Situada en lo más profundo del ser, la afectividad se constituye en el verdadero motor del comportamiento, en cuanto origina la mayoría de las conductas y condiciona todas las demás.

1.6 Formación de la afectividad

Comparada con la formación intelectual la formación afectiva presenta dificultades específicas. Lo primero que hay que destacar es que la educación afectiva, por su propia naturaleza, no puede ser sistematizada en el mismo grado quela formación intelectual.

Además de la relación con el inconsciente existen otros aspectos de la vida afectiva que resultan complejos. Uno de ellos es el fenómeno de la identificación afectiva. Se da cuando una persona está unida a otra afectivamente de tal modo que hace suyos los estados afectivos de esta.

Otro aspecto es el llamado "efecto espejo": las personas reaccionan de acuerdo con las expectativas que tenemos de su comportamiento.

Otro aspecto es el denominado efecto serendip, por el cual una persona obtiene de otra exactamente el resultado opuesto al que pretendía.

Las breves consideraciones anteriores son suficientes para justificar la afirmación anterior de que la formación afectiva es aún más difícil y compleja que la formación intelectual y explica, al menos parcialmente, por que ocupa un lugar secundario en la educación formal.

Pero el problema de la educación afectiva no se origina únicamente por factores intrínsecos a ella misma. Existen, además, algunas circunstancias en la sociedad contemporánea que contribuyen a hacer mucho más difícil la educación de la afectividad.

Mencionaré en primer lugar el hecho indiscutible de la prioridad asignada en la educación formal, en todos los niveles, a la educación científica y tecnológica. Por otra parte nuestra época resulta difícil para la normal evolución de la afectividad por las enormes tensiones a que estamos unidos todos los sujetos por el hecho de vivir en una época crucial, que se encuentra a caballo entre dos eras de la Humanidad.

A todo esto tenemos que añadir para terminar de comprender las dificultades de la educación de la afectividad que tenemos pocas posibilidades de influir directamente sobre la vida afectiva. Hay que tener en cuenta, por otra parte que cuanto más intelectual sea un conocimiento menos probabilidades tiene de influir en la afectividad. Mejores posibilidades tienen las vivencias y los que se presentan de modo que hiera la sensibilidad y la imaginación, lo que justifica, en gran medida, el empleo de los recursos audiovisuales, sobretodo en la enseñanza de los primeros años.

1.7 Inteligencia afectiva

Es bien conocido que la palabra "inteligencia" es polisémica y dista mucho de contentar a todos los Psicólogos. Los autores que se han ocupado de la noción no se ponen de acuerdo en aspectos nucleares del concepto. Con todo, una de las expresiones que ha hallado en nuestro tiempo mayor popularidad es la de "inteligencia emocional". Entre los aspectos positivos, aportados por los trabajos que han analizado con desigual acierto la cuestión, merecen destacarse tanto el énfasis otorgado a la imbricación de los procesos cognitivos y afectivos como a la democratización de la inteligencia, otrora restringida a una comunidad elitista.

Por ser un término polisémico dado que existen muchas definiciones existentes sobre la inteligencia puedo agregar la que corresponde a la inteligencia afectiva, a la que enuncio con brevedad como "la capacidad para conocer, expresar y gobernar la cognición y la afectividad, sobre todo los sentimientos, las emociones, las pasiones y las motivaciones", señala (Martínez-Otero 2001; 2003, 65; 2004, 96); Hay en esta definición una significativa diferencia formal respecto a otra anterior, ahora se refiere explícitamente al pensamiento, que en ocasiones anteriores se omitía. En psicología se usa el término afectividad para designar la susceptibilidad que el ser humano experimenta ante determinadas alteraciones que se producen en el mundo real o en su propio yo.

Por otra parte, y de acuerdo a la libertad discursiva que me anima, quiero dejar bien claro que reconocer el valor de la realidad sociocultural del educando no es en absoluto incompatible con la búsqueda de la esencialidad de los constructos psicológicos. Hay autores que llevados por las dudas, la estrechez de miras o incluso la sincera convicción, niegan el posible equilibrio entre posiciones supuestamente antagónicas. Creo que frecuentemente es una polémica artificial y estéril avivada por intereses sectarios y sesgados de uno u otro signo que dañan gravemente la educación.

Aun cuando no descartamos hablar de "inteligencia emocional", expresión que ha alcanzado mayor difusión, prefiero en estos momentos iniciales referirme a la "inteligencia afectiva", por dos razones principales. Una, porque se trata de una locución original libre de las connotaciones de otras formulaciones harto conocidas. Dos, porque el término "afectividad" es más abarcador e incluye, entre otros fenómenos internos, las emociones.

La inteligencia afectiva ni es neutra ni opera en el vacío, la inteligencia afectiva no queda al margen de los valores. Hay que recordar que los objetos son estimados en mayor o menor cuantía. Los valores son fruto del juicio que el sujeto realiza sobre las propiedades de los objetos y de la querencia que esta ponderación cualitativa suscita.

En la medida en que los valores pertenecen al dominio cognitivo-emocional, la educación de la inteligencia afectiva debe asumir el compromiso de ayudar al educando a organizar su sistema axiológico sobre fundamentos sólidos respetuosos de la condición humana. Se trata, pues, de que la persona conozca, reconozca y estime los valores. Tal como aparece en el ensayo del Profesor, Venegas M. ( 2012)[2],que nos dice:"solo se ha transferido conocimientos y saberes en la parte teórica de lo que son los valores, faltando lo más importante, o sea la practica constante y sobre todo vivencial de los valores, de tal manera, que estos queden impregnados e interiorizados en cada una de las mentes de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, de ésta manera se " encarna" en la misma piel y espíritu para ser parte de un todo" Aun cuando la subjetividad nos haga ser más o menos sensibles a los valores ha de enfatizarse la objetividad de los mismos, que brota de la propia realidad de los objetos. La afirmación realizada, además, nos aleja de posiciones relativistas y nos aproxima a valores universales, cuya identificación desborda las pretensiones de este trabajo.

Más allá de las reflexiones realizadas en torno a los valores, ha de señalarse que las implicaciones de la inteligencia afectiva cubren un amplio espectro que se inicia en la propia persona, con toda la riqueza y complejidad del paisaje racional y emocional, y se extiende a las distintas situaciones interhumanas y experiencias vitales; de hecho, la inteligencia afectiva repercute en todos los ámbitos de la vida: familiar, educativo, laboral, social, etc. Por eso es menester desarrollarla desde la niñez.

No se trata de un nuevo tipo de inteligencia que se sume a las largas colecciones que tenemos, sino de una necesidad. Parto del supuesto de que la estructura intelectual está inevitablemente unido a la afectividad y aun a la moralidad. Como sostiene Zubiri (1991, p. 13), sentir e inteligir no sólo no se oponen sino que constituyen un único acto de aprehensión.

Lo que parece claro es que hay que cultivar la inteligencia afectiva, por más que se posean algunas habilidades cognitivas relativamente autónomas. La vida suministra numerosos ejemplos de personas consideradas muy inteligentes que, en momentos decisivos, son incapaces de ponerse en el lugar de los demás, que no reconocen los estados de ánimo propio ni ajeno y que no saben expresar lo que sienten. Por el contrario, otras personas, a pesar de obtener bajas puntuaciones en las tradicionales pruebas de cociente intelectual, se conducen con equilibrio y manifiestan una inclinación afectiva hacia los otros, a menudo en forma de simpatía, es decir, propenden a conmoverse espontánea y sinceramente con los sentimientos de los demás.

Estos casos y otros de mayor gravedad están muy extendidos y nos llevan a insistir tanto en la necesidad de revisar el concepto de inteligencia como de diseñar nuevos instrumentos de medida de esta facultad que tengan en cuenta el componente afectivo. Asimismo, dado que la inteligencia afectiva hay que cultivarla, se hace imprescindible modificar la educación actual –demasiado centrada en los contenidos y muy poco en la vertiente emocional–, en aras de la persona en su totalidad.

No quiero concluir este apartado sin aludir a dos psicólogos que han alcanzado gran notoriedad, no exenta de mérito. Me refiero a Goleman y a Gardner. Es frecuente que ambos sean citados como representantes del modelo de "inteligencia emocional"; sin embargo, entre ellos hay considerables discrepancias. Para Gardner (2001, pp. 203-204), por ejemplo, la noción de "inteligencia emocional", tal como la presenta Goleman (1997), es cuestionable en ciertos aspectos como cuando fusiona la inteligencia emocional con una pauta de conducta determinada. A este respecto, he de señalar que sin adscribirme puntualmente a la tesis de Goleman, como se advierte incluso en la matización a la propia locución por él empleada, ni al rumbo que su propuesta parece haber adoptado, tampoco comparto las que me resultan endebles explicaciones de Gardner, como el hecho de no reconocer el entronque entre inteligencia y conducta. La inteligencia no puede quedar encerrada en sus propios límites, a no ser que, dejando a un lado su uso, sólo nos interese su exploración estructural. No es, desde luego, mi pretensión, todo lo contrario, busco un equilibrio entre ambas apreciaciones.

1.8 Naturaleza de la inteligencia afectiva

Dado que se ha definido sucintamente qué se entiende por inteligencia afectiva, conviene explorar con más detenimiento su naturaleza. Un primer paso corresponde a la elaboración de un mapa de la inteligencia afectiva. A tal respecto, la reflexión y la revisión de literatura científica me llevan a describir tres tipos de competencias –cognitiva, afectiva y conductual– que constituyen la inteligencia afectiva y que poseen valor operativo para su mejora:

  • a. Competencia cognitiva: Es la capacidad para utilizar el pensamiento de forma eficaz y constructiva. Incluye los procesos mentales de comprensión, razonamiento, abstracción, resolución de problemas, aprendizaje de la experiencia y adaptación al entorno.

Especialmente relevante es la metacognición o capacidad para pensar en la propia cognición y controlarla. En el marco de la inteligencia afectiva, la competencia cognitiva se caracteriza por una orientación prosocial, pues el conocimiento y la habilidad que se poseen tienden a reforzar los lazos interpersonales, es decir, la convivencia.

  • b. Competencia afectiva: Es la capacidad para reconocer, expresar y canalizar la vida emocional. Adquiere especial importancia el equilibrio personal, la autoestima y la empatía. También es importante la metaafectividad o capacidad del sujeto para conocer y gobernar los sentimientos que provocan los fenómenos afectivos. Este componente se refiere sobre todo a las habilidades que tiene el sujeto para comprender la afectividad y, en consecuencia, enriquecer la propia vida.

  • c. Competencia conductual: Son las acciones que realiza el sujeto, a partir de su pensamiento y de su afectividad. La estructura cognitivo-emocional equilibrada y rica libera de la "robotización" y facilita la aparición de conductas positivas a nivel personal, escolar, profesional, social, etc. La planificación es básica para que no nos hallemos, más allá de lo imprescindible, en meros automatismos.

Estas tres vertientes operan entrelazadamente. Por lo tanto, el tratamiento educativo debe abordar las tres dimensiones y no se pueden olvidar los valores,  la ética, ya que el hombre por su propia naturaleza es un ser moral.

Tras el conocimiento de la influencia de las emociones en la inteligencia se defiende una educación de la inteligencia afectiva impulsora de reflexión, responsabilidad, libertad, creatividad, solidaridad y convivencia.

Aunque no hay acuerdo unánime en señalar los componentes de la inteligencia afectiva, entre otras razones porque es poco el tiempo que la comunidad científica lleva interesándose por esta cuestión, con frecuencia los autores que abordan el tema distinguen las tres vertientes descritas que, dicho sea de paso, operan entrelazadamente. En el presente artículo, abordaré el de la inteligencia afectiva por considerarla de suma importancia y nuclear para el desarrollo de los aprendizajes y actitudes en el campo educativo.

Mientras para los teóricos de la inteligencia emocional (Goleman, 1999), esta habilidad corresponde a la esfera de las emociones, se construye en etapas tempranas y no puede ser modificada por el aprendizaje, posteriormente al momento en que se están estableciendo las conexiones neuronales correspondientes (las denominadas ventanas de oportunidad), para otros teóricos este constructo corresponde de manera más directa al terreno de la cognición y, por tanto, puede ser modificado a través del aprendizaje y, si es necesario a través de la resignificación que se promueva por medio de procesos terapéuticos.

Desde las teorías de la inteligencia afectiva, se resalta la percepción, la comprensión y la regulación emocional para la adaptación al entorno y se reconoce que contribuyen sustancialmente al bienestar psicológico y al crecimiento personal; asimismo, se acepta que influyen de manera importante en el uso del potencial intelectual que poseen las personas (CI) así como en el rendimiento académico del alumnado (Mayer & Salovey, 1997; Salovey & Mayer, 1990).

Prescindir de la afectividad equivale a llevar una vida prosaica y gris. Sin el enriquecimiento de esta arcana dimensión la vida del sujeto se estrecha y oscurece. En la trama humana se descubren pensamientos, sentimientos, motivaciones, etc., y no es posible el florecimiento existencial si alguno de los más trascendentes dominios personales queda yermo.

El enlace entre la cognición y la emoción me lleva en este artículo a utilizar la expresión inteligencia afectiva, que alcanza un verdadero protagonismo y sobre la que muestro mi preferencia, al menos por dos razones. Una, porque, hasta donde conozco, se trata de una locución original libre de las connotaciones de otras formulaciones harto difundidas. Dos, porque el término "afectividad" es más abarcador e incluye, entre otros fenómenos internos como las emociones. De ahí la necesidad imperiosa de escribir éste artículo sobre la Afectividad.

De acuerdo a la descripción de Rojas (1988, 17), identificamos tres experiencias afectivas fundamentales.

  • a. Conocimiento de la afectividad.- Capacidad de identificar los fenómenos afectivos propios y aun ajenos, la aptitud para acceder a la Vida emocional y conocer su complejidad. Es la habilidad para discriminar e interpretar correctamente los estados de ánimo. La persona con conocimiento de la afectividad advierte fácilmente la naturaleza de los sentimientos, emociones, pasiones y motivaciones, los relaciona y juzga con acierto.

  • b. Expresión de la afectividad.- Es la capacidad [3]de manifestar la propia afectividad, es decir, la habilidad para mostrar adecuadamente la experiencia emocional. A semejanza del artista, la persona que sabe expresar su afectividad da a entender con viveza y exactitud sus estados de ánimo. La expresión de la afectividad está condicionada socioculturalmente y, por lo mismo, se requiere conocimiento de los códigos concretos para que los mensajes emocionales se manifiesten e interpreten bien. La expresión emocional está al servicio de la comunicación.

  • c. Control de la afectividad.- Es la capacidad de gobernar las experiencias afectivas, esto es, de adecuarlas a las situaciones y ponerlas al servicio de los proyectos vitales. La persona con control emocional afronta los altibajos de la vida y mantiene el equilibrio afectivo, o sea, la templanza.

Es necesario hacer notar que no se trata de un nuevo tipo de inteligencia que se suma a las largas colecciones que tenemos, sino de una necesidad. La estructura intelectual está inevitablemente unida a la afectividad y aun a la moralidad. A este respecto, Piaget (1973, 48) sostiene que, desde el período preverbal, hay un estrecho paralelismo entre el desarrollo de la afectividad y el de las funciones intelectuales, puesto que son aspectos indisociables de cada acción. Es interesante también el estudio del egregio psicólogo suizo sobre las relaciones entre inteligencia y afectividad (2001). Más adelante, ampliaré otros aportes de Piaget sobre la afectividad. Kohlberg (1992, 96), por su parte, se expresa en términos parecidos a Piaget y aplicó al estudio del juicio moral el concepto de desarrollo en estadios elaborado por el autor ginebrino.

1.9 La inteligencia afectiva en la familia y en la niñez

a. La inteligencia afectiva en la familia

Partes: 1, 2, 3
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