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Urabá: banano, conflicto, narcotráfico, paz y responsabilidad social

Enviado por Juan Jairo García


Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Urabá, una región llena de oportunidades para hacer realidad los sueños
  3. Información socioeconómica y de biodiversidad
  4. Apuntes para una comprensión histórica del cultivo y comercialización del banano en Urabá
  5. Urabá, corredor estratégico de las Américas
  6. El banano: ¿Bendición o maldición?
  7. Conflicto social en la zona bananera: actores armados y constreñimiento
  8. Empresarios bananeros: entre el pecado de la convivencia, el silencio cómplice y el desafío
  9. Narcotráfico: Urabá la ruta de la coca
  10. Derechos Humanos: la gran pesadilla de gobernantes y empresarios
  11. Medio ambiente: fumigación y protección
  12. A manera de conclusiones
  13. Índice de siglas empleadas
  14. Bibliografía y cibergrafía

PROTECCIÓN Y PROMOCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS Y

PRESERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

EN LA REGIÓN DE URABÁ, DEPARTAMENTO DE ANTIOQUIA,

REPÚBLICA DE COLOMBIA

ENTRE ENERO DE 2000 Y DICIEMBRE DE 2009

Introducción

Acercarse con juicio y método[1]al estudio de carácter descriptivo de las situaciones por las que ha atravesado la región de Urabá, en el norte del Departamento de Antioquia, Colombia, es abrirse a una realidad paradigmática toda vez que ésta ha soportado los más significativos conflictos de las últimas décadas en este país, con elementos decisivos en una sociedad, como es la propia participación del Estado, de organizaciones sociales de base, de grupos al margen de la ley (de derecha y de izquierda), del sector empresarial y de los sindicatos del sector bananero, en la búsqueda de soluciones a sus problemas.

En ese entronque situacional es que se han configurado sinergias[2]de todo tipo entre los diferentes actores, siendo uno de ellos el sector que agrupa el colectivo de productores y el sector de los trabajadores sindicalizados en aras de mantener esquemas favorables de producción y comercialización. Otras relaciones, ya poco gratas, son las que han establecido grupos al margen de la ley con miembros del propio Estado o entre ellos mismos, obviando sus diferencias ideológicas y los postulados de corte social o político.

Las confrontaciones dadas en esta región han trascendido de este entorno[3]hasta mostrar el horror que puede alcanzar un conflicto con sus secuelas inmediatas y mediatas y el universo de posibilidades para enfrentarlo; es decir, la región de Urabá, que comprende igualmente la zona del Darién, ha sido un obligado laboratorio social, político, económico y hasta militar, donde se maceran soluciones no siempre pacíficas, pero cuya lectura tiene mucho que decirnos a propios y foráneos enriqueciendo nuestro acervo cultural con todos esos componentes.

La Región del Urabá, ubicada en su mayor parte en el Departamento de Antioquia, República de Colombia, está conformada por los municipios de Apartadó, Arboletes, Carepa, Chigorodó, Murindó, Mutatá, Necoclí, San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá, Turbo y Vigía del Fuerte, los cuales ocupan una superficie de 11.664 km2, con más de 500 mil habitantes y una densidad poblacional de 43.6 habitantes por kilómetro cuadrado; esta zona comprende más de un millón de hectáreas, 350.000 de las cuales son aptas para la agricultura.

Actualmente allí existen 32.500 hectáreas dedicadas a la producción industrial[4]de banano, 50 mil a la producción de plátano, 5.000 a la producción industrial de palma de aceite, 3.000 de yuca, 3.000 de caucho y 300.000 hectáreas son de vocación ganadera, con aproximadamente 600 mil cabezas de ganado de razas mejoradas para carne y doble propósito. Además dispone de cerca de 200.000 hectáreas de bosques tropicales y en materia de pescados y productos de mar posee más de 400 especies de las cuales el 70% son comestibles y comerciales.

La producción de banano en esta rica y cálida región está bajo la responsabilidad de 180 sociedades establecidas en 320 fincas, capaces de producir 2.100 cajas de fruta de 18.14 kilogramos cada una por hectárea/año; esto representa 69 millones de cajas de banano anuales distribuidas así: 257.102 toneladas al año para exportación y 150.000 toneladas al año para el consumo nacional.

La fruta producida en Urabá es exportada actualmente por cuatro empresas comercializadoras: La Unión de Bananeros de Urabá Sociedad Anónima –UNIBAN S.A.-, Compañía Comercializadora Internacional de Banano de Colombia S.A. –BANACOL-, Sociedad de comercialización internacional Banafrut S.A. –BANAFRUT- y Comercializadota Internacional Tropical, -C.I. TROPICAL- las cuales perciben desde el primero de enero de 2010, US$ 8.50 por cada caja de fruta puesta en el mercado internacional[5]dándole una ventaja competitiva a esta industria que lleva en sus hombros la tarea de provocar múltiples reivindicaciones en una región azotada por la violencia pero que cuenta con muchas potencialidades por sus peculiaridades que la optimizan.

Estas condiciones excepcionales[6]hacen de Urabá una zona atípica donde circula el dinero en cantidades superiores a otras regiones del país, colocándola en un importante rango entra las actividades que aportan sustancialmente al Producto Interno Bruto del país y donde, consecuencialmente, el valor de la tierra es alto por ser una subregión con niveles de producción crecientes y asegurados, gracias a políticas concertadas de los actores sociales y empresariales no obstante estar envuelta en conflictos que trascienden sus fronteras locales. Urabá es poseedora de una alta biodiversidad y está ubicada en una zona geopolítica estratégica con acceso directo al Océano Atlántico, pero también por las mismas razones y por tener una alta masa de trabajadores asalariados donde solamente SINTRAINAGRO –sindicato del sector bananero- agrupa a más de 18.000 trabajadores, es una región propensa a la ubicación en su territorio de grupos armados y de narcotraficantes, capaces de permear la población civil con ofertas económicas desproporcionadas, o con el constreñimiento que se puede lograr mediante el uso de las armas.

En ese escenario rico pero al mismo tiempo conflictivo, se desarrollan los procesos de producción y comercialización del banano que se consume en los mercados de las grandes ciudades europeas y AUGURA, como gremio que reúne a productores y comercializadores, debe velar no sólo por mejorar las cuotas de participación del banano de Urabá en el mercado internacional, sino además porque las condiciones laborales de los trabajadores bananeros sean dignas y se den en el marco de la ley y la justicia social.

Son situaciones adversas que demandan ser estudiadas desde la perspectiva histórica[7]con referencia a lo regional, pero unidas a una realidad de violencia generalizada en Colombia desde hace unas seis décadas y que en Urabá también se manifiestan, tomando como telón de fondo el ámbito internacional, pues tratándose del nicho productivo de mercados con destinos internacionales, estos se han cualificado de tal manera que exigen los cumplimientos mínimos de estándares en cuanto al respeto y defensa de los Derechos Humanos, al Derecho Internacional Humanitario y a las demandas de una producción que no riña con el mantenimiento de las condiciones ecológicas aptas, como es la protección del medio ambiente[8]

Los elementos internacionales que anotamos son los que le pueden dar un valor agregado a unas mercancías que aspiran competir en los mercados del mundo. Ello se traduce en el acceso a unas primas mercantiles que se reciben como reconocimiento por esas condiciones peculiares en la producción, como es el caso del respeto por los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y las condiciones favorables para el medio ambiente, así como en términos de la responsabilidad social que implican los emprendimientos industriales.

Estas primas son precisamente un reconocimiento de que se han cumplido unas condiciones inmateriales, lo cual implica su reconocimiento en el mercado como un activo intangible que le da un valor agregado al banano que se consume en el mundo, sobre todo en esos temas tan sensibles en la actualidad[9]

De ahí que el trabajo que ponemos a consideración crítica de los lectores tenga unos marcos referenciales internacionales, desde el reconocimiento de vivir en un mundo interconectado donde la humanidad apuesta por el compromiso con la gente y con sus derechos, porque no puede haber actividad humana que tenga dignidad si esta implica muerte, destrucción, irrespeto mutuo e irresponsabilidad social empresarial[10]

Estas condiciones y un ambiente de tal excepcionalidad son las que motivan a investigar si las actividades desarrolladas en la década que va desde enero del año 2000 hasta diciembre del año 2009 por la Asociación de Bananeros de Colombia- AUGURA en la zona bananera de la Región de Urabá, Departamento de Antioquia, República de Colombia, contribuyen para que la fruta que se produce y se exporta desde esa región hacia el mercado internacional esté refrendada por acciones comprometidas con la protección y promoción de los derechos humanos universalmente reconocidos de los trabajadores como son salarios justos, garantías del derecho de asociación, libre imprenta, derecho de huelga y servicios de bienestar para ellos y para sus familias, así como con la preservación del medio ambiente representada en el cuidado de fuentes hídricas, micro cuencas y manejo adecuado de residuos, lo cual da a esta producción un valor agregado en el mercado internacional y facilita su acceso a las primas Fairtrade Labelling Organizations Internacional (FLO, siglas del inglés)[11], con cuyos ingresos se favorece directamente el mejoramiento de las condiciones habitacionales y sanitarias de los trabajadores y sus familias, poniéndose en circunstancias ventajosas de competitividad frente a la misma fruta producida y exportada por otras regiones del mundo, donde no se cumplan a cabalidad estas dos condiciones. Ello es así porque nuevos modelos de relaciones internas y exigencias del mercado externo se han instaurado allí, así como por la existencia in situ de un ambiente conflictivo, como quiera que hay exigencias de tipo político y de respeto por los Derechos Humanos que median los negocios de la fruta que se produce allí, en procura de fortalecer los mercados socialmente responsables, tanto en lo humano como en lo ambiental; ello ha puesto retos a todos los estamentos involucrados en la cadena productiva y ha traído logros importantes para el mantenimiento y proyección de este rubro económico tan significativo para la economía de Colombia.

Son las indagaciones in situ mediante entrevistas con los propios actores de la industria bananera, las lecturas de ayer y de hoy en lo doctrinal y retomando documentación institucional tanto de los gremios del sector productivo como del Estado colombiano, lo que ha permitido acercarse a una realidad que amerita ser conocida por algún sector del mundo académico, el mismo que puede en otra ocasión recabar en estos aportes para seguir construyendo esa historia que nos contempla implacable, para que las generaciones por venir no tengan que sufrir los rigores de la que acá ponemos en consideración.

Urabá, una región llena de oportunidades para hacer realidad los sueños

Urabá es una tierra de sueños[12]pero también de grandes luchas, con actores de todos los sexos y edades, especialmente en las dos últimas décadas; al adentrarse en ese mar verde de actividad febril, así como en los centros urbanos de la región del Urabá antioqueño, se incursiona en un territorio sorprendente, lleno de oportunidades para la esperanza y para la construcción de nuevas realidades; pero también cuando se recorren los municipios que conforman el eje geográfico bananero y sus zonas vecinas que alinderan con el Darién y con la entrada al Chocó biogeográfico por el caudaloso río Atrato, se ingresa a un territorio donde todavía son deficientes algunos servicios fundamentales como el saneamiento básico y la educación, hechos que recuerdan que en esa misma inmensidad y belleza se ha soportado la tragedia social de atroces confrontaciones, desolación y muerte, como lo dejan expresado desde la prosa del poeta y compositor autóctono Carlos Satizabal, unos jóvenes músicos de Turbo en el trabajo denominado Chicos y Chicas de Urabá[13]proyecto musical impulsado y coordinado por la Oficina de Iniciativas para la Transición y la OIM –Organización Mundial para las Migraciones-: "Turbo de mi tierra bella, y no la puedo olvidar". Porque ya hablan de su tierra desde la lejanía y desde el dolor de haberla tenido que abandonar por las condiciones que la guerra impuso, temas y motivos que se repiten en muchas otras canciones donde reclaman a la vida con letras como esta:

"violencia que como un arma letal que va arrasando el mundo sin parar, el pan de cada día está en los noticieros hablando de masacres y de armas de fuego. Es que la mente la tenemos envenenada llena de codicia y de otros juegos nada… ja, ja, es verdad, la vida social, es la realidad, la pura verdad"[14]

Allí mismo, donde se han ensayado formas de superación de esa violencia tuvo lugar un laboratorio de muerte enconado, donde no era posible una "fenomenología de la muerte"[15], porque ella misma envaneció los conceptos y ensombreció las razones, quedando solo los retos epistemológicos para entender unos golpes que también las generaciones venideras tendrán como suyos, así como unos logros empresariales que aun mantienen una boyante economía bajo la égida de unas relaciones obrero-patrón-estado que han logrado mantenerse en medio de la adversidad y la diferencia.

Pero, paradójicamente, en este medio hostil se ha mantenido una inquebrantable confianza entre organizaciones gremiales y de trabajadores que no han dejado sucumbir la sociedad, al tiempo que le han ampliado su capacidad de regenerarse. Ese ha sido el reto aceptado por empresarios, Estado, sociedad civil, sindicatos, y los propios actores armados que han tenido marcos para actuar en la legalidad luego del proceso de desmovilización establecido por la Ley 975 de 2005, conocida como "Ley de Justicia y Paz", que les dio nuevos nichos de acción legales desde donde pudieran participar. Es el espacio conflictivo desde donde se han podido superar obstáculos aprendiendo de ellos y mirando más el futuro que el pasado para sanar las heridas que la violencia ha dejado y emprender juntos nuevos caminos apostándole a una industria como la bananera que tiene probadas garantías de rentabilidad en lo social y económico.

Información socioeconómica y de biodiversidad

El espacio geográfico que ocupa Urabá en el contexto del globo terráqueo comprende los 8º 37´ y 7º 55´ de latitud norte y 77º 25´ y 76º 55´ de longitud oeste[16]Fisiografía que la pone en unos patrones y sistemas climatéricos excepcionales con regímenes de lluvias, vientos y topografía que hacen posible una variedad de fenómenos favorables para la producción acuícola, agrícola y pecuaria, como el ciclo trimestral de lluvia-verano-lluvia-verano, el cual cada vez está más afectado por los cambios climáticos.

Desde el punto de vista político administrativo, la región abarca el departamento del Chocó, en la parte occidental, y de Antioquia, en el lado oriental, teniendo como límite departamental en esta región la desembocadura del río Atrato. Hacia el sur encontramos Bahía Colombia que representa la porción más angosta del golfo que bordea los municipios de Urabá con unos 15 kilómetros y sobre la margen oriental de ésta se localiza la población de Turbo; el límite norte del golfo lo constituye el mar Caribe.

Por su riqueza ambiental Urabá representa un apreciable y amplio ecosistema de manglares y humedales de importancia regional y global, a lo que se le suman sus recursos hidrobiológicos.

Desde el punto de vista geoestratégico siempre se ha predicado la localización del golfo de Urabá como punto de unión entre Centro y Sudamérica, lo que le da una importancia estratégica nada insoslayable, como puerta de entrada al Istmo de Panamá con las posibilidades que da su canal interoceánico como puerta a los países de Centro América y como corredor hacia mercados tanto legales como ilegales de alta envergadura como lo son México y los Estados Unidos de Norteamérica.

El Golfo de Urabá tiene un área aproximada de 11.664 Km2 que representa el 18.34% del departamento de Antioquia. Está subdividida en 3 zonas: zona Norte (Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y San Pedro de Urabá), zona Centro (Apartadó, Carepa, Chigorodó Mutatá y Turbo) y zona del Atrato Medio (Murindó y Vigía del Fuerte)[17], con profundidades medias de 40 metros en la parte norte y de 20 metros en la porción interior. El golfo en el sector del Departamento de Antioquia se ubica entre los municipios costeros de Necoclí y Turbo; las costas que lo bordean son en general rocosas, con despeñaderos hacia el oeste, mientras que al suroeste, sur y este son bajas y cenagosas. El sistema hidrográfico de la región de Urabá está formado por tres grandes vertientes: La del mar Caribe, constituida por la cuenca de los ríos Mulatos y San Juan, que son sus principales afluentes; la vertiente del golfo, conformada por las cuencas de los ríos Necoclí, Turbo, Caimán Nuevo, Currulao, Guadualito, río León y sus afluentes: Río Grande, Apartadó y Chigorodó; y finalmente está la vertiente del río Atrato conformado por la cuenca de los ríos Murindó, Jadega, Chajeradó, Murrí y Riosucio. El golfo de Urabá se constituye en el receptor final de todo el sistema hidrográfico de Urabá y del Chocó, por lo cual sus condiciones físicas y bióticas son reflejo de la situación ambiental de una área de más de 4000 kilómetros cuadrados, que lo hace más atractivo aun en momentos en que el acceso a agua dulce es un reto para la vida y para los sistemas agrícolas en todo el mundo.

Los ecosistemas asociados al golfo de Urabá son humedales de vital importancia para el hábitat de numerosas especies de fauna silvestre y para la producción de recursos hidrobiológicos; es así como existen los manglares del delta del Atrato y de la ensenada de Rionegro, arrecifes, praderas y formaciones coralinas en el sector del departamento del Chocó, donde se encuentran especies consideradas en peligro de extinción como las tortugas marinas y el manatí.

Pero no todo es armonía, menos en un medio natural con dinámicas que desbordan toda previsión humana dada su biodiversidad, posición y accidentes geográficos. Una historia reciente –del año 2008- nos ilustra este concepto:

"Don Pedro Tordecilla y doña Bella Aurora Niño, dos ancianos que pasan de los 80 años, acaban de engrosar el número de desplazados, aunque, a diferencia de otros, no quedaron en la lista de nadie.

No los echó la guerrilla, ni los paramilitares. Tampoco el hambre. Los expulsó el mar.

El mar que en cuatro meses se comió seis metros de costa en Puntepiedra, a 10 kilómetros de Turbo y cuyas olas se asomaban al patio.

El poste que marcaba el retiro de 50 metros que había que dejar antaño en la costa, está a seis metros de ser devorado por las olas.

Este puerto, el más amenazado de Antioquia por el aumento en el nivel del mar que traerá el calentamiento global, como revelara el año pasado Francisco Arias, director de Invemar, pierde terreno día a día".[18]

Los fenómenos naturales y los regímenes actuales corresponden a la factura de cobro que hace la naturaleza a las acciones humanas locales y al calentamiento del planeta que se suma con el aumento en el nivel del mar, lo que podría ser un ejemplo de los cambios en los que la actividad antrópica tiene responsabilidad. Una deuda reconocida en la zona ha sido el cambio que le dieron al río Turbo mediante el sistema de dragas de succión, con el arrastre de limos y cuanto material encontraban en el lecho del río, con consecuencias que ahora lamentan por las inundaciones que se presentan en las partes bajas de la ciudad de Turbo. Hay datos concretos de estos cambios:

"Las mediciones revelan que a 300 metros lineales de continente se los tragó el mar. Ese número es más aterrador en la Punta del Rey, Arboletes: hace años la playa estaba a 1.600 metros de donde está hoy.

Jairo Guillermo Vásquez, de Corpourabá, dijo que en ese municipio la tasa de erosión es de 4 metros al año".[19]

Pero como si esto fuera poco, la temperatura también ha variado en esta zona con consecuencias graves cuando se trata de una agroindustria que depende de ciclos para sus actividades. "Los ciclos como venían se perdieron. Ahora se puede esperar cualquier cosa", señalaba un dirigente bananero[20]lo cual aporta un ingrediente más nefasto a una situación que social y políticamente es de permanente confrontación. Nos remitimos a informes recientes de autoridades oficiales en la materia, como la otorgada por funcionarios del IDEAM.[21]

"El registro de 1931 a 2007 de las estaciones meteorológicas del Ideam señala que la temperatura en la región ha subido 0,6 grados."

"En los años del presente siglo el promedio en ese sitio ronda los 27,8 grados.

Pero las seis estaciones de la zona muestran una temperatura promedio de 27,3 grados, 0,6 más que la que se tuvo hace 25 años.

La alteración de los patrones climáticos se nota también en la distribución de las lluvias. Aunque seis estaciones pluviométricas registran un descenso ligero en los últimos años, no es un indicador concluyente.

Las temporadas alternadas de invierno y verano cada tres meses eran muy marcadas. Ahora no, según Iván Gallego Alzate, ingeniero agrónomo de Unibán.

Hoy no se acierta con los pronósticos, lo que incide en la actividad de las fincas. Se les dice que abonen para resistir el verano y sigue lloviendo. O se dan tres semanas de verano en pleno invierno, mientras en Córdoba las llanuras están inundadas."[22]

En este importante escenario geográfico existe una fuerte industria bananera que satisface el mercado nacional que demanda unas 150.000 toneladas año y la nada despreciable cifra de 257.102 toneladas anuales para la exportación, alcanzando un promedio del 30 por ciento de las exportaciones agropecuarias, sumándose a ello la importante participación del mismo producto que se hace en otras regiones como el Departamento del Magdalena.

Es este contexto en el que unas 32.500 hectáreas de tierra cultivable son destinadas a la producción de banano a niveles de volumen y métodos de explotación industrial. A ello se le suman otros productos alternos como las 50 mil hectáreas dedicadas al cultivo del plátano, más otras cinco mil a la producción de palma de aceite. Otras de menor rango han sido las franjas de tierra dedicadas a la siembra de yuca para almidones, el caucho y unas 300 mil hectáreas de pasturas para ganado bovino que cargan unas 600 mil cabezas de ganado, es decir, un promedio de dos reses por hectárea, que es el de mayor promedio en el país en cuanto a ganadería extensiva.

En esta esquina de Sur América[23]con sus particularidades hay unas 200 mil hectáreas de bosques tropicales, importantes por la diversa vegetación que sirve de hábitat a especies animales que aprovechan cada rincón de los mini y micro-ecosistemas que se conforman en un bosque de estas características.

Mas adentro del golfo se encuentra una variedad importante de peces con unas 400 especies, en su mayoría aprovechables.

Ahora bien, en lo que respecta a la producción de banano, esta se encuentra bajo la égida de 180 establecimientos empresariales que administran unas 320 parcelas o fincas, las mismas que producen las 2.100 cajas de fruta de 18.14 kilogramos cada una por hectárea cada año. Una producción que representa 69 millones de cajas de banano, generando unos 15 mil empleos directos y unos 40 mil indirectos, para que el país reciba como contraprestación unas importantes divisas por el comercio con Estados Unidos y la Comunidad Europea especialmente. Este cuadro geográfico y económico, posee una dimensión social que amerita toda atención y en las que el Estado mismo cifra interés por lo que significa realmente[24]

Apuntes para una comprensión histórica del cultivo y comercialización del banano en Urabá

En este capítulo se intentará comprender por qué en esa región específicamente se ha asentado el cultivo y comercialización de un producto originario de otras latitudes que tiene otros centros de producción ubicados en lo que se podría denominar "la faja tropical del mundo", pero que acá ha tenido un sentido problemático especial, por haberse convertido en enclave de emprendimientos legales e ilegales, con sus colaterales consecuencias por la reconocida presencia de grupos armados al margen de la ley, sobre todo en las dos últimas décadas del siglo XX y los primeros años del siglo XXI.

A manera de relato corto, claro y de una belleza poética digna de Macondo, pero cuya devastadora narración es inapelable, se transcribe cómo desde la literatura se da noticia del nacimiento de una de las más importantes industrias del país que a posteriori generara los problemas de que se da cuenta, con otros lenguajes, otras epistemes y articulaciones, pero las mismas o similares referencias. La nota es parte de un capítulo del libro Cien años de soledad:

"(…)

Nadie lo distinguió en la mesa mientras no se comió el primer racimo de bananos. Aureliano Segundo lo había encontrado por casualidad, protestando en español trabajoso porque no había un cuarto libre en el Hotel de Jacob, y como lo hacía con frecuencia con muchos forasteros se lo llevó a la casa. Tenía un negocio de globos cautivos, que había llevado por medio mundo con excelentes ganancias, pero no había conseguido elevar a nadie en Macondo porque consideraban ese invento como un retroceso, después de haber visto y probado las esteras voladoras de los gitanos. Se iba, pues, en el próximo tren. Cuando llevaron a la mesa el atigrado racimo de banano que solían colgar en el comedor durante el almuerzo, arrancó la primera fruta sin mucho entusiasmo. Pero siguió comiendo mientras hablaba, saboreando, masticando, más bien con distracción de sabio que con deleite de buen comedor, y al terminar el primer racimo suplicó que le llevaran otro. Entonces sacó de la caja de herramientas que siempre llevaba consigo un pequeño estuche de aparatos ópticos. Con la incrédula atención de un comprador de diamantes examinó meticulosamente un banano seccionando sus partes con un estilete especial, pesándolas en un granatorio de farmacéutico y calculando su envergadura con un calibrador de armero. Luego sacó de la caja una serie de instrumentos con los cuales midió la temperatura, el grado de humedad de la atmósfera y la intensidad de la luz. Fue una ceremonia tan intrigante, que nadie comió tranquilo esperando que míster Herbert emitiera por fin un juicio revelador, pero no dijo nada que permitiera vislumbrar sus intenciones.[25]

Este fragmento que se traen como referencia nos da una idea recreada desde la literatura de lo que significa un descubrimiento con su impacto y nos adentra en lo que viene luego, cuando de ese descubrimiento se hace una opción económica, la misma que traerá consecuencias futuras poco gratas en la memoria colectiva de un país. Acá la licencia literaria muestra un cuadro con pinceladas poéticas ajustadas a la realidad, toda vez que el escenario de la obra del nobel colombiano es la zona del Departamento del Magdalena, región donde tuvo sus orígenes esta agroindustria en Colombia, que luego se diseminaría a otras partes. Para tener una visión amplia de esa génesis conviene seguir esas páginas de Cien años de soledad:

"En los días siguientes se le vio con una malla y una canastilla cazando mariposas en los alrededores del pueblo. El miércoles llegó un grupo de ingenieros, agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores que durante varias semanas exploraron los mismos lugares donde míster Herbert cazaba mariposas. Más tarde llegó el señor Jack Brown en un vagón suplementario que engancharon en la cola del tren amarillo, y que era todo laminado de plata, con poltronas de terciopelo episcopal y techo de vidrios azules. En el vagón especial llegaron también, revoloteando en torno al señor Brown, los solemnes abogados vestidos de negro que en otra época siguieron por todas partes al coronel Aureliano Buendía, y esto hizo pensar a la gente que los agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores, así como míster Herbert con sus globos cautivos y sus mariposas de colores, y el señor Brown con su mausoleo rodante y sus feroces perros alemanes, tenían algo que ver con la guerra. No hubo, sin embargo, mucho tiempo para pensarlo, porque los suspicaces habitantes de Macondo apenas empezaban a preguntarse qué cuernos era lo que estaba pasando, cuando ya el pueblo se había transformado en un campamento de casas de madera con techos de cinc, poblado por forasteros que llegaban de medio mundo en el tren, no sólo en los asientos y plataformas, sino hasta en el techo de los vagones. Los gringos, que después llevaron mujeres lánguidas con trajes de muselina y grandes sombreros de gasa, hicieron un pueblo aparte al otro lado de la línea del tren, con calles bordeadas de palmeras, casas con ventanas de redes metálicas, mesitas blancas en las terrazas y ventiladores de aspas colgados en el cielorraso, y extensos prados azules con pavorreales y codornices. El sector estaba cercado por una malla metálica, como un gigantesco gallinero electrificado que en los frescos meses del verano amanecía negro de golondrinas achicharradas. Nadie sabía aún qué era lo que buscaban, o si en verdad no eran más que filántropos, y ya habían ocasionado un trastorno colosal, mucho más perturbador que el de los antiguos gitanos, pero menos transitorio y comprensible. Dotados de recursos que en otra época estuvieron reservados a la Divina Providencia modificaron el régimen de lluvias, apresuraron el ciclo de las cosechas, y quitaron el río de donde estuvo siempre y lo pusieron con sus piedras blancas y sus corrientes hela das en el otro extremo de la población, detrás del cementerio. Fue en esa ocasión cuando construyeron una fortaleza de hormigón sobre la descolorida tumba de José Arcadio, para que el olor a pólvora del cadáver no contaminara las aguas"[26]

Con toda razón se ha dicho que en estos contornos la realidad supera la ficción. Desde que la zona bananera en Colombia descubrió su vocación económica, no han cesado los conflictos de mayor o menor envergadura, siempre exigiendo lo mejor de los recursos de la creatividad para superarlos, así como los más altos presupuestos para erradicarlos.

Para acceder con cierta comodidad a la comprensión histórica del cultivo y comercialización del banano en esta esquina estratégica de Colombia, es conveniente ubicarse en el contexto de un espacio que con la subregión del Darién hace parte de un corredor estratégico por ser conexión entre los mares y por ser una región que en su parte continental, en dirección norte, conduce al mar Caribe, con importantes puertos, zonas de selva y amplias zonas de productividad a niveles industriales, explotadas con banano, palma de aceite y ganado, por lo que se podría aseverar que cuando las oportunidades en una locación son reales, de contera sectores con intereses encontrados se dan cita en el mismo lugar para pelearse su parte.

Aunque la geografía no explicaría todo[27]si hay que tener en cuenta que las planicies bananeras de Urabá tienen unas connotaciones especiales que han beneficiado su actual desarrollo en buena medida. La cercanía y obligatoria conectividad con el mar atlántico, sus límites con las serranías que bordean la zona selvática del Chocó que, a través de una amplia red fluvial lleva a ricos yacimientos de oro y platino, así como la conexión con la selva limítrofe con Panamá como puerta de entrada a Centro América, hacen de la zona del Urabá y sus aledaños un atractivo insoslayable para inversionistas, bucaneros, campesinos buscavida y comerciantes.

La historia ha puesto este rincón de Sur América en el centro de atención desde la época de la conquista y subsiguientes. Un estudioso del tema lo relata de esta manera en las primeras de cambio de las guerras y los conflictos del Darién[28]

"El hecho de que en este pedazo de tierra se fundara la primera ciudad del continente: Santa María la Antigua del Darién, se eligiera el primer alcalde popular de América y partiera la expedición que "descubriera" el océano Pacífico, para los europeos, entre otros grandes sucesos sirvió para marcar un nuevo rumbo en la historia de la humanidad."

(…)

"Con el paso de los años el interés de los mismos actores fue tener al Darién como base para llegar a los ricos yacimientos de oro del Chocó, Antioquia y Perú, transformando al Darién en un estratégico territorio para el fomento del contrabando y los negocios ilícitos; un hervidero de piratas, corsarios, contrabandistas y aventureros que lo convirtieron también en un centro de crimen y del pillaje, según descripciones de varios cronistas españoles"[29]

El interés e importancia en esta zona del planeta se refrenda con los proyectos de construir la carretera que unirá, con la construcción de unos 100 kilómetros de vía, las tres Américas, pues ello abre la posibilidad de un aprovechamiento a fondo de la infraestructura portuaria que tiene Colombia en el Golfo de Urabá, aledaño a esa zona boscosa por donde atravesaría lo que falta de carretera Panamericana en el sector específico del Tapón del Darién[30]proyecto que muchos han considerado como salvador para unas economías cerradas en un mundo que proclama la globalización, pero que otros tienen como un grave atentado ambiental y prefieren mantener la discontinuidad de la carretera que atraviesa las Américas.

Estos apuntes permiten vislumbrar la importancia que encarna la zona del Urabá, a la que se le añaden otras relevancias en el mismo entorno geográfico, haciendo que las situaciones del conflicto social y de producción de banano sean aún más complejas y exijan mayúsculas atenciones, pues no se trata de conflictos circunstanciales sino de aquellos que comprometen un componente histórico complejo[31]

  • 2. 1. PRIMERAS PLANTACIONES EN COLOMBIA.

No es fácil determinar con exactitud el surgimiento de las primeras plantaciones de banano en suelo colombiano, menos aun en la zona del Urabá signada desde sus orígenes como región de piratas, bucaneros y rebuscadores, dándole el toque de región con una población inconstante. Dicen las voces más autorizadas que el banano fue traído a América por el misionero fray Tomás de Berlança en 1516 por Santo Domingo o isla de La Española; es decir, el banano no es originario de América, pues, siguiendo los cronistas su origen está en el sudeste asiático, sobre todo en la región indomalaya. De cuándo llegó a Colombia bien puede ser un misterio, sin que impida señalar desde cuándo ha tenido su importancia como renglón económico.

Lo cierto es que las primeras plantaciones de banano no fueron las de Urabá sino las de la zona del Departamento del Magdalena, las que evocan poblados que la literatura ha eternizado, entre ellos Aracataca, Orihueca, Sevilla y Fundación, consideración basada en que esta zona es más cercana y con mejores accesos al puerto marítimo y fluvial de Barranquilla, con todas las bondades que tiene como conectividad con el interior a través del río Grande de la Magdalena que atraviesa el país a todo lo largo. Por este puerto, alguna vez llamado Pórtico Dorado de la República, ha entrado al país la novedad de productos extranjeros, culturas diferentes y personas con iniciativas que han podido hacer una simbiosis con lo que ahora hace parte de la idiosincrasia nuestra. Y se explica que ingresa por Barranquilla y se adentra en las zonas más fértiles al sur del Magdalena, por cuanto esta ciudad y sus alrededores nunca fueron el mejor escenario para encontrar riquezas mineras o naturales, razón por la cual la ciudad jamás se constituyó en un sitio que atrajera a propios y extraños o que justificara una presencia permanente, por lo cual este puerto no llegaría a ser importante sino hasta la segunda mitad del siglo XIX como resultado de la entrega en comodato de la navegación a vapor por el Río Grande Magdalena a Juan Bernardo Elbers, ciudadano alemán que la recibió del Libertador a inicios de La Gran Colombia en 1823 en agradecimiento por los favores recibidos.

Estos elementos historiográficos explican que el banano haya ingresado a Colombia inicialmente por el Magdalena y se haya instalado en las planicies sureñas de este departamento, porque para la época lo que ahora es Urabá, era apenas una zona inhóspita, agreste y sin la infraestructura portuaria que ya tenía Barranquilla. Queda establecido en un relato que fue por la década del 60 y ante la crisis de la zona del Magdalena, que adquirieron auge los sembradíos en Urabá. De esta forma ha quedado relatada esa historia:

"El señor José Manuel González Bermúdez inició los cultivos de banano en el Magdalena desde el año 1885, con semillas de la variedad Gross Michel traídas de Panamá.

En 1889 se exportó a New York la primera fruta disponible con grandes contratiempos por el transporte marítimo inadecuado.

En 1901 se establece en el Magdalena, una compañía llamada: la United Fruit Company, que no solo exportaba fruta sino que además tenía el monopolio de la construcción del ferrocarril, lo que conllevó al progreso de la zona.

En la década del 60 la producción de banano en la zona del Magdalena entró en una etapa de reducción del área cultivada y por ende afectó la producción y las exportaciones que ya tenía consolidadas con el Ecuador, que era su primer exportador, lo que conllevó a que la compañía frutera de Sevilla, filial de la United Fruit Company, implementara el cultivo de banano en Urabá en terrenos pertenecientes al Consorcio Albingia con un enfoque claro de siembra comercial. Con las primeras siembras de Gross Michel en marzo de 1963 surge entonces la nueva zona bananera colombiana con altas posibilidades de desarrollo, excelentes suelos para el cultivo y considerables ventajas comparativas con respecto a las zonas existentes en los países centroamericanos: suelos nuevos, libres de enfermedades, y una región tradicionalmente poco azotada por huracanes."[32]

En el contexto latinoamericano, se tiene certeza de la incursión de este cultivo a través de Centro América, en especial por Honduras que ya era una República Bananera con dependencia de los gobiernos norteamericanos, por el hilo conductor de la empresa que explotaba el banano en sus territorios. La llanura costera del atlántico hondureño fue acaparada por inversionistas estadunidenses y europeos para aumentar el cultivo del banano. Se asentaron desde el río Motagua en el municipio de Omoa departamento de Cortés al oeste del litoral, hasta el valle de Sico en el municipio de Iriona departamento de Colón al este del valle del Aguán. Honduras perdió parte del territorio nacional de las vegas del río Motaqua en una disputa contra Guatemala provocada por la United Fruit Co. y fallada en Washington en 1931 contra ese país.

En fechas posteriores y a medida que los gobiernos domésticos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Centro América otorgaban grandes concesiones y dispensas onerosas de cabo a rabo en contra de los intereses económicos, sociales y políticos de cada uno de los países donde se asentaban, entonces empresas pequeñas y grandes comenzaron a disputarse las tierras y la producción bananera, muestra de que la industria en sus albores no fue nada concertada ni menos pacífica, pues de todo lo que pasó en América, Colombia no fue la excepción.

La historia tiene datos de que desde 1860 en las Islas de la Bahía en Centro América ya se comercializaba banano con destino a Nueva Orleans. Por la rentabilidad, varias plantaciones de banano empezaron a sembrarse en la zona costera del litoral norte de Honduras donde se cobraba "colonaje" por cada manzana de banano, plátano o coco cultivada en las tierras del gobierno municipal o nacional, un monto de doce centavos y medio -un real- por mes. La zona agrícola comprendía de oeste a este entre la barra del río Ulúa hasta la barra del río Cuero y de norte a sur del litoral una legua hacia el interior.[33] Se dice que "La industria bananera comenzó a extenderse por medio de denuncias y medidas de terrenos como lo hizo el alcalde Carlos C. Bolet de Tela, con dos mil hectáreas quien ofreció ver surcadas sus plantaciones por el ferrocarril. Las paralelas llegaron y las máquinas impulsadas por leña empezaron a conducir banano"[34]. Allí, después que el presidente Manuel Bonilla, en 1911, dio la primera concesión por noventa y nueve años, el monocultivo del banano originó la etapa de producción industrial de la Costa Norte, tal como ocurrió en Colombia, lo cual atendía la implementación de políticas diseñadas desde el norte de América para estos países.

Partes: 1, 2, 3
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