Descargar

El rol del psicólogo (Intervenciones en los sistemas de salud) (página 2)

Enviado por emilia méndez


Partes: 1, 2

Para sintetizar este aporte que obtenemos de Bourdieu: no se puede dar cuenta del habitus si no se tiene en cuenta el campo y no hay forma de ver el sujeto fuera de su habitus, porque aunque nos parezca que se da de manera natural y asumida, la posición no es subjetivamente adaptada sino estructurada por la distancia con el capital.

Bourdieu percibe un mundo que es el producto de una doble estructuración: dos mecanismos que compiten en producir un mundo de sentido común, o por lo menos un consenso mínimo sobre el mundo social, en base a un discurso que exprese el poder simbólico que posee a través del conocimiento y del reconocimiento. La lucha por las clasificaciones es una dimensión fundamental de la lucha de clases, poder hacer visibles, explícitas las divisiones sociales implícitas, es el poder político por excelencia: es el poder de hacer grupos, de manipular la estructura objetiva de la sociedad. Acá presenciamos una clasificación que revela de modo crudo y devastador estas diferencias entre las clases sociales y asistimos impávidos al discurso médico que avala la diferencia entre el derecho de unas y otras para tener acceso al campo preciado de la SALUD…………….

DESARROLLO

Una mirada a través de la Antropología Médica

Según afirmaba el francés Marcel Sendrail, había enfermedades que contribuían a definir una determinada cultura, y sociedades que tenían el sello propio de un estilo patológico.

De esto se ocupa la antropología médica, de estudiar conceptos e interpretaciones que a lo largo de la historia se le otorgó a la salud, cual es la dimensión social y cultural de la enfermedad, como son los sistemas médicos y que prácticas de tratamiento adoptan las diferentes sociedades, pero muy especialmente que factores socioculturales interfieren en la aparición y desarrollo de ciertas enfermedades.

En la consulta convergen circunstancias y experiencias de dos personalidades, médico y paciente, ambos protagonistas se reúnen en una instancia clave del acto médico.

Todo médico que se precie de serlo, en la clínica diaria no sólo tomará en cuenta los trastornos físicos, sino también los factores psicológicos, socioculturarles y económicos que pudieran ocasionar las dolencias del paciente.

Pero la tendencia materialista con que se ha rodeado la práctica médica, hizo que se deje de pensar en el hombre como sujeto de la dolencia que padece. Para los escenarios en que la clínica se desarrolla, este sujeto que sufre, ha perdido su condición de persona. A pesar de tantos progresos técnicos y terapéuticos con que se pueden abordar hoy en día las enfermedades, hace que se añore al llamado "médico de antes", quien escuchaba la voz interior de sus paciente, se interesaba por las experiencias de la vida del enfermo, las que influían, indefectiblemente en el malestar físico.

En virtud de la pérdida de ese tipo de médico, se efectuaron recomendaciones tendientes a humanizar la actividad de los profesionales de la medicina en el momento de asistir a sus pacientes, proponiendo que se incorporen contenidos de las ciencias humanas, especialmente conceptos de la antropología, que se relacionan con la salud y la enfermedad.

En este mismo sentido, es importante hacer notar que el modelo biomédico es muy dependiente de las ciencias bioquímicas y biológicas, motivo por el cual debiera extender su campo de asistencia a la problemática existencial, personal y social de las personas enfermas, sin que ello implique la desatención de los trastornos físicos.

Debido a que el modelo biomédico ha puesto el acento únicamente en lo objetivo de la enfermedad, dejando de lado los aspectos subjetivos de la misma, es que los pacientes han optado por las llamadas terapias alternativas, como la homeopatía y la acupuntura, como respuesta a la fractura producida en la díada médico-paciente, producto de la falta de comunicación propia del mencionado modelo.

Haciendo un poco de historia, diremos que el mencionado modelo tiene sus comienzos en el siglo XIX, cuando la medicina se centra unilateralmente en la enfermedad, originando las críticas que se le hacen a la medicina moderna.

Antiguamente se especulaba en forma ineficiente respecto de la comprensión de las dolencias, es ahí cuando comienza la investigación médica experimental, como para dar respuesta a dichas especulaciones.

Ya desde los tiempos de Hipócrates, se trató de desterrar la creencia sobrenatural que se tenía sobre la enfermedad, naturalizando este concepto.

Pero es en el 1800, cuando se podría decir que se inicia el verdadero nacimiento científico de la medicina.

A partir de los descubrimientos que hace Pasteur, se impone el concepto de que todas las enfermedades obedecen a motivos materiales, siendo la finalidad de la medicina, la búsqueda de la causalidad. Pero la experiencia nos dice que, a pesar de los métodos de diagnóstico más avanzados, aún no es posible hallar dicha causa.

Con esta nueva medicina, lo que hace el médico es tomar la enfermedad únicamente desde el punto de vista de sus componentes biológicos, sin tener en cuenta que el paciente es un sujeto que es protagonista de diversas experiencias, que es también producto de su historia y su contexto socio-cultural. Y, con la reducción de su mirada, el médico no logra comprender la dolencia en su totalidad.

A pesar de lo expuesto, el paradigma biomédico aún se mantiene vigente actualmente, atribuyendo a causas externas al sujeto los motivos que provocan la enfermedad, como por ejemplo agentes microbianos en caso de cuadros infecciosos, sin tener en cuenta la vulnerabilidad del paciente.

Es decir que a la enfermedad se la ve como separada del individuo que la padece, tomándola como "un desperfecto material", pero en general, cuando los malestares resultan ser indefinidos y al paciente se le practica un exhaustivo examen clínico, sin observarse alteración orgánica alguna, a estos enfermos se los llama "enfermos funcionales".

En razón de no encontrar causa material alguna, se hace necesario prestar atención a los contenidos psicológicos que están latentes en el paciente y que se manifiestan a través de síntomas y signos físicos, que aparecen a modo de disfraz, como expresión de sus problemas emocionales.

Lo que la medicina moderna ha perdido, es el valor de la escucha atenta del relato del paciente. El médico, ya no se acerca a la intimidad del sujeto, sino que sólo busca encontrar el motivo material que lo llevó a enfermar.

Antiguamente la medicina no separaba al sujeto en mente-cuerpo, pero a partir del aforismo cartesiano "pienso luego existo", esta separación mantuvo su vigencia por 400 años, hasta que Antonio Damasio – neurobiólogo norteamericano – en su libro "El error de Descartes", demostró la falsedad de tal aforismo.

A pesar de lo demostrado por Damasio y otros investigadores, aún hoy el fantasma de Descartes sigue impregnando el modelo biomédico actual.

Ahora bien, en cuanto a salud y enfermedad, ¿Cómo podríamos distinguir lo normal de lo patológico?.

Para ello nos remitiremos a la obra de Canguilhem, quien destaca la idea de enfermedad a la propia subjetividad de la persona afectada para quien, más allá de constituir un saber, es primero un sentimiento de ruptura de su salud.

"Toda reflexión sobre enfermedad, debe partir de experiencias individuales y no se origina como se pretende en el concepto médico biológico, destacando la odisea individual que sufre cada enfermo, suceso que hay que tomar muy en cuenta, ya que predomina por encima de otras consideraciones, que pueden aplicarse para definir lo concerniente a la salud y a la enfermedad"."La medicina existe porque primero hay enfermos, los cuales no conocen su enfermedad hasta después de saber que existen médicos". Pág. 49 F. Pérgola/J. A. Ayala. Ed. CTM.

De lo dicho por Canguilhem, se desprende que lo que se niega, es la experiencia personal por la cual atraviesa el ser humano cuando padece de alguna enfermedad. Para ello toma en cuenta las características y rasgos individuales de las personas, su experiencia histórica y singular de cada uno, siendo la enfermedad un proceso, que se desarrolla en función de la vulnerabilidad y las condiciones en las que se desarrolla la vida de las personas, contrastando con la noción de salud de la modernidad.

El modelo biomédico tiene falencias y contradicciones, como por ejemplo, alude a cosificar biológica y físicamente las relaciones humanas encarnadas en síntomas, signos y terapias.

Este sistema de medicina no se interroga acerca del porque y en qué momento de sus vidas ciertas personas sufren de enfermedades, mientras que otras no las padecen. Los médicos modernos explican a la enfermedad en función de mecanismos bioquímicos y moleculares complejos

Esta medicina moderna puede hacer una descripción detallada de los mecanismos etiopatogénicos y fisiopatológicos que originan las enfermedades, pero eso no significa que se disponga del saber total implicado en el hecho de enfermar.

Es decir que no hay respuestas frente a las preguntas de los enfermos "¿Por qué a mí?, ¿Por qué ahora?, por el momento sólo hay respuestas parciales y generalizadas que surgen de estudios estadísticos y epidemiológicos, pero que no dan respuesta a la realidad personal del individuo.

En función de lo expuesto, médico debiera ponerse a disposición de sus pacientes, tratándolos de ayudar a soportar emociones y sentimientos que surgen por padecer su enfermedad.

En necesario que el profesional de la salud se comprometa afectivamente con la subjetividad del enfermo y su sufrimiento. Es por esta razón que la antropología médica postula que el médico debe introducirse en el mundo interior del paciente, si bien esto implica un esfuerzo adicional de este, es un componente que no debería eludirse, porque la finalidad es comprender a la enfermedad en toda su dimensión, teniendo en cuenta tanto los aspectos físicos, como afectivos del paciente.

El Discurso Médico, Psiquiatría y Psicoanálisis

Como ejemplos de las posiciones objetivista y subjetivista haremos una comparación entre ciertos aspectos de la psiquiatría y del psicoanálisis. Se podría decir hasta ahora que al discurso medico pretende ser objetivista, científico positivista, negado de toda variable humana, luego como ciencia novedosa nos encontramos con la Psicología, que en alguna de sus ramas más importantes toma al sujeto como objeto de estudio, pero concibe al hombre como producido por la cultura, inmerso en la trama de significaciones que a todos nos atraviesa, desde ese punto de vista el observador también es un sujeto que padece como todos.

Los trabajos que intentan abordar este tema parten del supuesto, de que entre psiquiatría y psicoanálisis existiría un parentesco, como si se tratara de dos ramas contiguas que saldrían del mismo tronco, como si psiquiatría y psicoanálisis fueran dos disciplinas equiparables y, por lo tanto, comparables, ya que ambas formarían parte del mismo dominio de la medicina.

Nos preguntaremos sobre el tipo de relación que puede existir entre medicina, psiquiatría y psicoanálisis, y nos exige, por otro lado, una toma de posición que de ninguna manera podemos eludir.

En sus comienzos el psicoanálisis nace de la medicina como un procedimiento terapéutico destinado al tratamiento de las neurosis. Pero, tenemos que decir que en realidad surge de la práctica médica de Freud, de su búsqueda de "la solución" para los interrogantes que le planteaban las histéricas. Estas ya habían dejado ya de ser "las poseídas" para pasar a ser "las enfermas" de una medicina que se había decidido a otorgarles un lugar, aunque este lugar sea el de "la simuladora" ya que sus síntomas, al no responder a causas físicas determinadas, no podían ser reconocidos por el saber medico de la época.

Freud decide enfrentar la situación. Para esto intenta con tratamientos propios de la medicina basados en la hipnosis y en la sugestión, con los que no llega a lograr otra cosa más que curas sintomáticas y transitorias, reconoce los límites de este método en las fuertes e insuperables resistencias. Y es justo en estos fracasos donde podemos ubicar el punto de giro, que va a llevar a Freud a abandonar el discurso médico para subvertirlo, fundando, de esta manera, un nuevo discurso que hoy conocemos como discurso analítico. ¿Por qué decimos esto? Porque el fracaso que está aquí en juego no es el de un método de tratamiento, sino que es el fracaso de Freud en la posición hegemónica propia del discurso médico, fracaso que le va a permitir reconocer que las resistencias son la expresión de un conflicto entre fuerzas opuestas, entre lo que llamó la "defensa" y "las representaciones inconciliables".  Freud descubre que los síntomas tienen un sentido, que son como mensajes cifrados, que hablan y que, por lo tanto, sólo bastaba con cederles la palabra. Es así como Freud llega a crear el método de la asociación libre, regla fundamental de lo que, a partir de entonces, conocemos como psicoanálisis.

El discurso médico se fundamenta, en el acto médico propiamente dicho, el que se produce junto a la cama de los enfermos: la clínica. La primera etapa de este proceso consiste en la afirmación: Señor usted está enfermo. Su cuerpo esta tomado por una enfermedad en la que usted no tiene que ver. El enfermo es así invitado a desprenderse de toda interpretación subjetiva de lo que le sucede.

Podemos escuchar a la gente que va al psicólogo y consultan porque dicen "que los mandó el médico" o porque, después de haberles hecho toda clase de estudios "no se les encontró nada" y que, además, "no tienen ni idea porqué los mandaron".

Esta ausencia de responsabilidad subjetiva en lo que les sucede está favorecida, aunque no causada, por un discurso médico que, por su mismo modelo, excluye al sujeto.

No es ninguna casualidad que los administradores de la salud sólo tengan en cuenta los datos estadísticos, o sea, el número de prestaciones que, en la medida que suben o bajan son las que van a determinar la eficiencia de la administración. Lo único que cuenta es el cumplimiento del acto burocrático. De esta manera la atención de pacientes llega a parecerse a la acción de despachar expedientes, esta situación tiende a agravarse en tiempos de crisis como los de hoy y cada vez son mas los profesionales de la salud que, no olvidan su condición de sujetos y buscan hacerse escuchar, expresando su opinión o su disenso al amo de turno que, como no podría ser de otra manera, reacciona con una total intolerancia.

Si el discurso médico se basa y se sostiene en la exclusión del sujeto, el discurso analítico o mejor dicho el de la Psicología, en cambio, apunta a crear las condiciones necesarias para que un sujeto pueda aparecer.

Entre psicoanálisis y medicina sólo puede existir una relación de oposición, lo cual implica, que en la practica cotidiana en instituciones hospitalarias, los psicólogos se encuentren con diversas clases de problemas, y lo escuchamos desde la facultad porque lo comentan ,como el hecho de que no haya forma de que los médicos puedan entender porqué los psicólogos no transcriben en las historias clínicas de los pacientes los resultados de las entrevistas realizadas, o sea, que preservan la privacidad de las sesiones y el secreto de lo hablado.

Para nosotros, como futuros psicólogos sería un desafío trabajar en un hospital, habría que lograr, en un diálogo continuo con los médicos, por lo menos con los que se pueda y reintegrar algo de lo que la estructura rechaza.

Cuando en 1906 el psiquiatra suizo Carl Jung se integra al círculo de discípulos de Freud, éste no duda en adjudicarle un lugar privilegiado ya que veía en él por un lado, la esperanza de que el psicoanálisis deje de ser "un asunto de judíos", y por otro, el medio que necesitaba para empezar a conquistar a la psiquiatría con el objetivo de llegar a obtener, en algún momento, la tan ansiada "carta de ciudadanía" dentro del campo de las ciencias. Esta necesidad de un reconocimiento oficial, que ha marcado al psicoanálisis desde sus comienzos, es una de las razones que ha determinado la actitud tan ambigua que han adoptado muchos psicoanalistas en relación con la psiquiatría.

En Jacques Lacan, la práctica de presentación de enfermos, que mantuvo hasta el final de su enseñanza ¿no es acaso una práctica psiquiatrica dentro del discurso médico? Su insistencia en reivindicar como "su maestro" a un psiquiatra como es el caso de Gaetän de Clérambault, ¿no es pro medicina?

Es interesante lo que dice Maud Mannoni: "Freud, por su parte, probablemente habría considerado  "deformante" la fascinación de un alumno-psicoanalista por una enseñanza psiquiátrica, dado que él intentaba preservar a sus alumnos de la identificación con el psiquiatra". Y más adelante agrega:[Lacan] "influyó en toda una generación de psicoanalistas y orientó la investigación en el terreno de la psicosis; pero, sin embargo, su formación psiquiátrica contribuyó a una psiquiatrización del psicoanálisis, alentando en muchos alumnos, incluso en los no médicos, el sueño de proporcionar a la psiquiatría la teoría de la que carece"

Por parte de los psicoanalistas escuchamos el prejuicio de que la psiquiatría es criticable, o cuestionable, porque no se fundamenta en los conceptos de la teoría psicoanalítica, de lo cual se deduce que lo que se pretendería de la psiquiatría es que se constituya en algo así como una psiquiatría psicoanalítica.

Esta idea presupone lo que comentábamos al comienzo, que psiquiatría y psicoanálisis serían como dos disciplinas hermanas, dos ramas de un mismo tronco que sería la medicina, que estarían en un mismo plano y que, por lo tanto sería equiparables, comparables y, lo que es peor, integrables en ese híbrido que sería la psiquiatría psicoanalítica.

Entonces, si es heredero de la medicina, el psicoanálisis se constituye y se consolida como tal sólo en cuando renuncia a su herencia), mal podemos suponer que pueda tener algo en común y menos que menos que pueda pensarse en una integración con la psiquiatría, digna representante de la medicina. Por lo tanto, en el supuesto caso de que la psiquiatría necesite de una crítica, es un problema de los psiquiatras y no de los psicoanalistas

Coincidimos en que es útil reflexionar constantemente sobre la diferencias existentes entre el discurso médico y el psicoanalítico, para evitar el riesgo de la medicalización y psiquiatrización del psicoanálisis.

En su libro "El porvenir es largo" Louis Althusser insiste en que fue la necesidad de tomar la palabra lo que lo llevó a escribir sobre los hechos que protagonizó en los últimos años de su vida, la necesidad de hacerse oír para tratar de esta manera, de intervenir sobre el destino de "no a lugar" (Rechazo o Forclusión) que es, como él dice, "la losa sepulcral del silencio".

Althusser plantea que el Código Penal, vigente en Francia desde 1838, discrimina entre un estado de no responsabilidad jurídico-legal de un criminal que ha perpetrado su acto en estado de "demencia" y un estado de responsabilidad puro y simple reconocido a todo hombre considerado "normal". Este último tiene la posibilidad de contar con testigos públicos y, por encima de todo, tiene el derecho, y el privilegio sin precio de expresarse públicamente en su nombre y en persona, sobre su vida, su crimen y su porvenir. No es el caso del beneficiario del "no ha lugar" quien, al ser confinado al hospital psiquiátrico, pierde absolutamente su personalidad jurídica. Lentamente, comenta Althusser, se transforma en una especie de "muerto viviente" o, mas bien, ni muerto ni vivo, sin poder dar señales de vida. "Como no puede, por añadidura, expresarse públicamente, el interno figura de hecho, me arriesgo al término, en la sección de los siniestros balances de todas las guerras y de todas las catástrofes del mundo: el balance de los desaparecidos."

Creemos que Althusser logra, con su testimonio, una lúcida descripción del destino de "no a lugar" que sufre el sujeto en la psiquiatría y de sus nefastas consecuencias. Cuestión insoslayable para los analistas que desarrollan su práctica en hospitales psiquiátricos. No se puede pretender utilizar el psicoanálisis con un "desaparecido", es decir, no se puede psicoanalizar a alguien que ha perdido su personería jurídica y que, por lo tanto, no puede responder por lo que hace o dice.

Por último, no creemos que se trate de una simple casualidad el hecho de que el psicoanálisis surja del acto de Freud de cederle la palabra al sujeto que habla en el síntoma y la decisión de Althusser de hacerse escuchar, de tomar la palabra para tratar, como él dice, de levantar la losa sepulcral del silencio.

La dimensión simbólica en el discurso médico

La importancia económica que tiene actualmente la tecnología médica, tanto aparatológica como medicamentosa, aunque nos parece la principal explicación de la difusión masiva de la publicidad de la salud y del tratamiento de la enfermedad, así mismo creemos que detrás de ella existe una dimensión simbólica que trataremos de considerar.

Ya que nos encontramos ante el desafío de determinar las pautas, los alcances, las dimensiones y los simbolismos del discurso médico, veamos las palabras:

¿qué es un enfermo? La palabra enfermo deriva del término latino "in firmus" (sin firmeza) y la palabra médico del término, también latino "medicare" (administrar medicamentos).

Ya estas palabras nos están señalando un camino para encontrar lo simbólico en el discurso médico.

En tiempo pasado, que no siempre fue mejor, los mitos servían como ejemplos de las cosas, generalmente graves y fatales, que podrían ocurrirles a los seres humanos si llevaban a cabo alguna de las acciones de aquellos personajes infortunados de la mitología de la civilización que los creaba.

De lo mítico se pasó, siempre hablando de Occidente, después de la aparición del cristianismo, a lo místico, por último se hizo cargo, en cuanto a la respuesta socialmente organizada al dolor y la vulnerabilidad del "in firmus", enfermo, de la nueva religión pagana: la ciencia, que no se encuentra libre de respuestas míticas y místicas.

Del símbolo sabemos que es una estructura bipolar, con un sentido manifiesto y otro oculto, este sentido oculto es plurisignificativo. En nuestra sociedad se han creado dioses y demonios a los que se venera con tanta dedicación, tanto a uno como a otro. El dios de la belleza eterna, de la salud, o lo saludable, que no necesariamente significan lo mismo, está representado por símbolos que expresan un sentido oculto precisamente plurisignificativo. Bello es estar muy delgado, pero no lo es tan deseable para aquél que está delgado porque no tiene para comer. Saludable parece ser estar con un tono bronceado que expresa una intensa y deportiva vida al aire libre, pero no significa lo mismo para el que es discriminado porque en vez de bronce en la piel tiene el "estigma" de los rasgos de los "hijos del sol". Porque no es "bella" la pobreza ni bella la discriminación.

El demonio del dolor, imposible de soportar y para el que existen millones de "pastillitas" que permiten evadirlo. Otro demonio es la enfermedad, entonces carteles callejeros, avisos en los diarios y en la tele, en boca de modelos sanas, bellas, doradas, nos indican qué habitus debemos estructurar a fin de no padecer el terrible flagelo que anuncian. Detrás está el medicamento, la droga sintetizada por multimillonarios laboratorios, dueños del destino de muchas naciones del mundo "emergente".

Tenemos tan "incorporado" en nuestro sistema de creencias esa cualidad de "in firmus" que estamos casi seguros de que no vamos a poder soportar ni el dolor ni la enfermedad.

Satanizadas la enfermedad y la muerte, endiosado el cuerpo sano y bello, se transformó la salud en un proceso lineal , cualquier insanía es una desviación: salud es virtud, belleza es bondad, este discurso está lo suficientemente mediatizado como para que llegue a condicionar la ética médica: una ética laica pero que gira alrededor de estos conceptos necesariamente ambivalentes: ¿cómo se puede mediatizar el consumo de tabaco en una carrera de autos, el consumo de alcohol en fiestas de jóvenes, el consumo de drogas legales para la acidez, para el dolor de cabeza, para el resfrío, y por otro lado explicitar en innúmeros programas los efectos nocivos de todas estas sustancias.

Desde nuestro rol de psicólogos, será necesario trabajar la percepción y la construcción de que no se puede evaluar ninguna enfermedad como un proceso disociado de la acción humana, la interpretación cultural y la evolución moral. O sea que la idea del tránsito por el dolor, la enfermedad y la muerte no puede estar fuera de la propia existencia, tal y como se ha vivido y se ha proyectado desde los parámetros personales, culturales y sociales a los que el individuo adhiere durante su vida.

Morris dice: "El dolor nos llega ya interpretado por nuestro entorno cultural y social, experimentamos el dolor según se lo interprete, envuelto en sistemas formales o informales de pensamiento que lo dotan de un significado ligado a los tiempos (sea teológico, económico, científico o psicológico) comprendemos el dolor casi del mismo modo que comprendemos el mundo.

Hoy en día la enfermedad, la vejez y la muerte son disfunciones y desperfectos que el médico, técnico de los cuerpos-máquina podrá remediar (¡cómo contaba el cuento de Pinocho, en el viejo hospital de los muñecos, llegó el pobre Pinocho malherido……..y el hada de los muñecos lo curo!!!!!!!!!!!!!!!).

La promoción de la salud y de la no enfermedad es un discurso bipolar, con la bipolaridad que tiene el símbolo: porque es un discurso simbólico! Y también es muchas veces, como hemos visto "ut supra", contradictorio.

Son paquetes textuales, que apuntan a lo ideológico , ………"dimensión presente en todos los discursos producidos en el interior de una formación social, en la medida en que el hecho de ser producidos en esta formación social ha dejado sus huellas en el discurso" (Verón, Eliseo – "La semiosis social" –Ed. Gedisa, Buenos Aires, 1987)

Los aspectos ideológicos, el sistema de valores de las clases sociales dominantes influye para definir el patrón, un modelo de consumo de bienes y servicios (o producen placer o curan) los medios los difunden, pero no los producen.

Habrá que realizar un análisis pormenarizado si se quiere comprender el discurso médico que venden los medios, una tarea de deconstrucción donde se encuentren las referencias presentes en los textos: la "verdad" está lejos de la superficie.

Función y campo de la palabra y del lenguaje

Partiendo de Lacan en sus Escritos 1 y 4, en cuya Introducción se dedica a determinar la función y el campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, no podemos olvidar cuál será nuestro rol frente o junto, (depende de dónde nos querramos nosotros colocar), al discurso médico, como psicólogos, practiquemos o no el psicoanálisis lacaniano.

Cuando el hombre, dice Lacan, descubre la figura del poder del lenguaje, es tal el espanto que se apodera de él, que muchas veces se aparta de él y existe una aversión del interés en cuanto a las funciones de la palabra y al campo del lenguaje, que se presenta en muchas de las acciones que se desarrollan en el espacio terapéutico.

Este campo, el de la palabra, está íntimamente ligado con la función de lo imaginario, más directamente de las fantasías y en la técnica de la experiencia y la constitución del objeto en los diferentes estadios del desarrollo psíquico. Tal como ya viéramos "ut supra", en el pensamiento de Pierre Bourdieu, esta experiencia, expresada por él como el hábitus, tanto de médicos como de pacientes, fundamentará el uso del lenguaje, de la palabra tendientes a compartir, a participar en la relación dinámica existente entre ambos (y tomando como "paciente" a todo aquél que no sea "médico"), dibujando con este elemento la filigrana que acá, tan torpemente que a veces fastidia, pretendemos describir que es a nuestro entender el discurso médico. Pretendemos diferenciarlo de nuestro rol de psicólogos, que vemos en la palabra, y en el uso de ella en el lenguaje un inestimable auxiliar para poder establecer los campos de la transferencia y contratransferencia en nuestra práctica profesional.

Ese discurso médico, poblado de un imaginario social donde el médico es el depositario de la salud, dueño de la noticia esperada sobre cuál es la gravedad o benignidad del mal que nos aqueja, no será el discurso pivote técnico de la simbolización que buscamos para una profundización cada vez más extremada del resorte inconsciente.

Lacan decía que "………..no hay palabra sin respuesta, incluso si no encuentra más que el silencio, con tal de que tenga un oyente, y que éste es el meollo………….", de modo que nuestra función, como respuesta al discurso, a la palabra, al campo del lenguaje, será superar el vacío e ir más allá de la palabra de ese discurso donde buscar una nueva realidad que colme ese vacío, entendiendo vacío como la respuesta automática a esa deificación de la respuesta médica a la enfermedad, al dolor consistente con el comercio de medicamentos y de la aparatología.

Lacan nos señala una tentación que sería grave para el psicólogo: "abandonar el fundamento de la palabra" , sobre todo en terrenos como la pedagogía materna, la ayuda samaritana y la maestría dialéctica y destaca lo peligroso de caer en esta práctica, sobre todo si ésta "……beneficia lenguajes ya instituidos, y respecto de los cuales conoce mal las compensaciones que ofrecen a la ignorancia." La única diferencia es que nosotros, a esta altura del desarrollo capitalista, atravesados por la variable ignominiosa del neoliberalismo, globalización mediante, sí conocemos, y muy bien el sistema de compensaciones dado a la ignorancia y a la falacia, e insuperablemente descripto por los romanos hace ya algún tiempo: "al pueblo, pan y circo".

Conclusiones

En función de todo lo expuesto, cabe reflexionar acerca de nuestro rol como psicólogos, teniendo en cuenta que nuestra tarea es profundizar en los aspectos más íntimos del ser humano, para que éste encuentre por sí mismo las respuestas a sus interrogantes cuando enferma.

Pero además nuestro rol no es solamente ayudar al paciente, sino trabajar multidisciplinariamente con el cuerpo médico, sociólogos y todo otro profesional, para que este paciente sea tratado en forma total.

Otra tarea importante es lograr escuchar a los sujetos desde un lugar barrado, en falta, sin reproducir discursos hegemónicos como el de la medicina. Esto nos servirá para dar lugar a los demás, para que puedan poner palabras a lo que les sucede, que puedan presentar la estructura que subyace. El lugar de la critica esta reservado para nosotros mismos y no para los pacientes, las supervisiones y la propia terapia nos harán descubrir hasta que punto somos invadidos por esos discursos que a veces operan inconscientemente.

Como fue insistentemente repetido en las citas, alusiones y conclusiones personales durante toda nuestra investigación, el simbolismo de la palabra no es un asunto menor: no es lo mismo decir es un esquizofrénico que decir: es una persona que padece esquizofrenia. El sólo hecho de anteponer a todos nuestros diagnósticos la humilde y sencilla frase: "es una persona…….." le estaremos dando a nuestro paciente el lugar de dignidad, afecto y valoración que nunca debemos olvidar que tiene…………el mismo que tenemos nosotros.

Este trabajo fue una experiencia muy rica para nosotros que nos vimos insertos en la búsqueda de conceptos, sociológicos y filosóficos que nos ayudaran a definir el discurso, para luego señalar las características del discurso médico.

Bibliografía

Althusser Louis – El porvenir es largo destino, Buenos Aires, 1993, pág 36

Bourdieu, P. – ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos – Ed. Aka Universitaria, Madrid, 1985

Clavreul Jean – El Orden Medico. Argot. Barcelona, 1983, pág.108.

Mannoni Maud – La teoría como ficción. Crítica. Barcelona, 1980, pág. 141 y 145

Morris D. , "La cultura del dolor" – Ed. Andrés Bello, Santiago, 1991

Pérgola Federico – Ayala José María – "Antropología Médica – Medicina para la persona" – CTM

Portillo, José – "El discurso médico" – Alternativas – Siglo XX

Verón , Eliseo – "La semiosis social – Ed. Gedisa, Bs.As., 1981

 

 

Autor:

Liliana Roma

Eduardo Giunta

Emilia Méndez

Claudia Comité

11/21/2008

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente