Historia del teatro en Panamá
Antecedentes Del Teatro Panameño
Influencia del Teatro en la Sociedad Educativa Panameña
Teatro Universal y Literatura Panameña
Generalmente, el teatro es visto como un punto donde se fusionan elementos artísticos dando lugar a una forma de arte que reclama la atención de casi todos nuestros sentidos. Tan impresionante es la historia del teatro cuyo origen se remonta a épocas antiquísimas y ha evolucionados junto con las civilizaciones forjadas por el hombre. El teatro es pues motivo de fascinación y a la vez de inquietud y ha sido a veces considerado como prueba que da testimonio de la capacidad creativa del hombre. En particular, el teatro, así como ha dejado huellas indelebles en muchas naciones alrededor del mundo, igual lo ha hecho en nuestra cultura e historia.
Sin embargo, son pocos los esfuerzos dirigidos a desvelar el papel de la actividad teatral en nuestro país, pero aún así son valiosos intentos que arrojan luz sobre la trayectoria de la actividad teatral nuestra. No es la intención de este estudio ser un compendio fidedigno de la historia de nuestro teatro ni tampoco una aproximación sintetizada de la misma. De hecho, lo que se pretende ofrecer es una comprensiva visión panorámica de nuestro teatro y su papel en nuestro accionar socio-cultural. Es entonces el teatro panameño materia que ocupa ahora nuestra atención y razón para acopiarnos de nociones que nutran nuestra comprensión sobre el mismo.
La historia del teatro, sin lugar a duda, es una de las más extensas y enigmáticas. De hecho podemos asegurar que el teatro es tan antiguo como el lenguaje, sin ánimos de pecar de precipitados al respecto de tal afirmación. Mucho se ha escrito y dicho sobre el arte histriónico que muchos no dudan en atribuirle origen helénico por excelencia. Los cultos a Dionisos, dios selvático de la viña, son supuestos a haber sido vitales en el fomento de la poesía lírica y, consecuentemente, el teatro. Dícese además que fue Tespis, un poeta nacido hacia el año 580 a.C., quien ejecutara las primeras manifestaciones dramáticas en Grecia. Sin embargo, a través de los años, han surgido nuevas pruebas que demuestran que la actividad teatral se remonta casi al año 8 mil a.C., más allá del territorio helénico, específicamente en Mesopotamia. Incluso los egipcios tuvieron manifestaciones teatrales rituales desde el año 2500 a.C., pero no es nuestro propósito establecer un punto de partida preciso para este arte, considerado la más vieja de las profesiones.
A diferencia de las otras manifestaciones artísticas propias del hombre, el teatro es la más dinámica puesto que representa la conjugación del movimiento, el color, la palabra y la música. Es una expresión que, según Ávila (1985); se materializan antes los ojos del espectador y es un hecho impredecible, que nace del hombre: su ingrediente principal. Adicionalmente, afírmase que el teatro es el instrumento infalible que proyecta de manera vívida los conflictos humanos, las creencias e incluso el producto ficcional de mentes por musas seducidas. En otras palabras, el teatro puede considerarse como un medio que recrea los constructos de la creatividad humana.
Hablar de teatro no es simplemente subordinarse a llanas definiciones que tienden a reducir el concepto a connotaciones que no son fieles a su alcance verdadero. El teatro representa una dimensión paralela a la realidad que ha evolucionado a la par con la humanidad y ha formado parte crucial en el acervo cultural de muchas naciones. Concretamente; nuestro país, aunque inicialmente indiferente a este arte, da señales modestamente significativas de apreciación al teatro que en estos últimos cien años no han pasado desapercibidas. Por tal razón, podemos decir que el teatro en nuestro país supone una expresión artística vinculada estrechamente con el folklore y la alegoría clásica que dicho arte abraza.
II. ANTECEDENTES DE NUESTRO TEATRO
El teatro panameño como manifestación artística es un renglón de gran interés para aquellos estudiosos que tratan de hacer un acercamiento sobre su impacto y trayectoria. El teatro en nuestro país, a diferencia de aquel en otros países que formaban parte del viejo mundo conocido, dista mucho en cuanto a la magnitud de sus primeros pasos. De hecho, con la llegada de las empresas "descubridoras" auspiciadas por reyes y gobernantes europeos, nuestro continente, en general, hace aparición en el conocimiento humano de la época. Podríamos entonces decir que la producción artística en nuestros pueblos sólo fue documentada posterior al establecimiento de las primeras poblaciones en el nuevo mundo. Particularmente, las manifestaciones artísticas de nuestro país, especialmente el teatro, yacieron en la oscuridad del desinterés por muchos años. De hecho, dícese que el teatro en nuestro país es "un área de estudio abundante en lagunas y en contradicciones" (Rodríguez, 1984) que varios estudios sólo pueden contribuir en su clarificación.
A. PRIMERAS FORMAS DRAMÁTICAS
Al referirnos a los antecedentes del teatro en nuestro país resulta necesario echar una mirada a aquellos capítulos de nuestra historia que no reposan en páginas escritas sino más bien en las manifestaciones culturales de nuestros grupos indígenas. Varios investigadores han hecho referencia sobre las así llamadas formas dramáticas propias de los grupos indígenas existentes en nuestro país. Incluso dichas formas han sido considerada un área que antecede a la emergencia formal de la producción teatral en nuestro país aunque completamente desligadas de ésta debido a las radicales diferencias entre ambas en términos de significado, contenido y valor artístico. Sobre el tema, Rodríguez (1984) afirma que aún cuando los grupos indígenas que existen en nuestro país son nuestros contemporáneos, sus mismas características de tradición en sus ceremonias constituyen actos que vienen celebrándose desde hace tiempo y en los cuales es evidente muy poca influencia occidental. A pesar de este aspecto, considérase pertinente no obviar las formas dramáticas de los grupos indígenas ya que las mismas representan un testimonio viviente importante en el estudio de nuestro teatro.
1. LOS GUAYMÍES
Este grupo indígena, el cual puede encontrarse en regiones de las provincias de Bocas del Toro, Chiriquí y Veraguas, desarrollan ciertos ritos y fiestas que son parte de su cultura y que sin duda eran practicadas por sus antepasados, aún antes de la llegada de los españoles. Entre los ritos y fiestas practicadas por los guaymíes, y que aún subsisten, las más conocidas incluyen:
- La Claria o La Clarida: Considerada la fiesta más misteriosa y desconocida de los guaymíes, la misma se lleva a cabo en noches de luna y en lugares apartados. Dicha práctica tiene como fin celebrar el paso de los jóvenes a la edad adulta y, por lo tanto, la presencia de mujeres o extraños se prohíbe enérgicamente. Una vez congregados los varones en una locación alejada, vendan a los jóvenes y los abandonan hasta una hora específica de la madrugada cuando los adultos, disfrazados con máscaras y dando alaridos, volvían a amedrentarlos. Aquellos ya maduros y fuertes de espíritu que no se amedrentan son los que pasan a la vida adulta mientras que los temerosos sufren la vergüenza de no ser fuertes.
- La Balsería: Tal vez la más conocida de las prácticas en el acervo cultural de los guaymíes, ésta puede ser ceremonial o deportiva. La primera modalidad tiene como fin celebrar la prosperidad agrícola o para "jugar mujeres", mientras que la segunda es ciertamente competitiva.
- La Chichería: Esta consiste en una celebración con respecto a la entrada a la pubertad de la mujer donde intervienen el baile y el canto y otras alegorías, todo acompañado por el consumo de bebidas fermentadas.
2. LOS KUNAS
Ocupando una gran porción de la comarca Kuna Yala y las numerosas islas de la parte nordeste del país, los kunas desarrollan prácticas donde se observan elementos teatrales más notorios. Las fiestas de la pubertad como Inna Uila, Namake, Ner Surba, entre otras, consisten en diversos cantos que describen acciones que son protagonizadas por varios participantes. Adicionalmente, los kunas desarrollan otras festividades que celebran otros aspectos de la vida cotidiana como la cacería, las cuales consisten en cantos descriptivos.
3. LOS CHOCOES
Éstos ocupan regiones selváticas y ribereñas de la provincia de Darién. Son espiritistas y al igual que los kunas y los guaymíes cuentan con ceremonias y ritos de iniciación de la pubertad femenina. Además, cuentan con ceremonias de invocación de espíritus pidiendo protección cuando realizan actividades como la cacería, la pesca, construcción de viviendas y la agricultura.
B. PRESENCIA ESPAÑOLA EN EL ISTMO
Según historiadores, en el que sería su cuarto y último viaje, el genovés Cristóbal Colón llega a costas panameñas después de haber explorado el litoral de la América Central Ístmica, desde Honduras, en 1502. Habiendo hecho un recorrido desde la Bahía Caribaró o Almirante hasta la Bahía de Portobelo, regresa a la costa norte de Veraguas, donde funda la primera población española en tierra firme. Sin embargo, dicha población fue destruida casi inmediatamente por los guaymíes, en gran parte debido a la codicia y abuso de los colonizadores españoles.
Lo anterior es obviamente de interés para estudiosos de nuestra historia o investigadores que tratan de recrear un cuadro panorámico de los hechos más importantes de la humanidad. Particularmente, para nuestro enfoque sobre el teatro en Panamá es necesario hacer referencia sobre la presencia de colonizadores en nuestro territorio ya que los mismos pusieron gran parte de la región latinoamericana en el mapa. Ciertamente, debe recalcarse el hecho de que la mayoría de los colonizadores que incursionaron en el nuevo mundo no eran representativos de las clases educadas de los países que patrocinaban las expediciones. Tal como se hace alusión en el párrafo anterior, la codicia y el abuso por parte de los colonizadores eran la nota característica de la presencia española en América Latina.
En 1501, con la llegada a Panamá de Rodrigo Galván de Bastidas, motivado por los interesantes "descubrimientos" en el nuevo mundo, se dio inicio al periodo hispánico, significando además la incorporación del Istmo a la Historia Universal. Sin embargo, a pesar del papel de Galván de Bastidas en el territorio panameño, las manifestaciones artísticas tardaron varios años para que empezaran a aflorar. Al respecto, Ávila (1985) planteó lo siguiente:
"Desconectada la población flotante y las actividades mercantiles de las Ferias de Portobelo y del enlace terrestre, a través del Istmo, entre las flotas de uno y otro océano, nada socialmente apreciable podía haber en ella, la actividad cultural se limitaba a la rudimentaria de algunas escuelas eclesiásticas y la literatura naturalmente no existía".
En otras palabras, lo realmente importante para ese entonces era el enriquecimiento personal en la mente de aventureros y buscadores de fortunas que viajaban desde Europa, reduciendo drásticamente las posibilidades para el auge de la cultura en el Istmo. Agrega Ávila que la actividad teatral a inicios del periodo hispánico se limitaba entonces a la canturria de coplas, romances y décimas, por parte de aquellos hombres con talento que ocasionalmente transitaban por Portobelo por motivo de las ferias mercantiles que allí se celebraban.
Tal como hemos dicho, la actividad cultural e el Istmo a principios del siglo XVI era extremadamente mínima. La falta de riqueza apreciable y el hostil clima istmeño, complementados con el afán de riqueza o el espíritu de curiosidad o de aventura de extranjeros, fueron factores decisivos que coadyuvaron al abandono cultural en nuestro territorio. Posteriormente, la actividad cultural da sus primeros pasos a lo largo del siglo XVI y continua floreciendo. Consecuentemente, el teatro también se vio favorecido por el despertar de las artes a partir de la primera mitad del siglo XVI.
A. EL TEATRO MISIONERO
Según varios escritos, fueron los frailes, o curas, con su labor evangelizante, los que iniciaron la titánica tarea de civilizar a América. La presencia de misioneros en el Nuevo Mundo significaría la aparición de las primeras actividades culturales, dentro de las cuales cae lo teatral. Inicialmente fiel a las formas del teatro medieval europeo, el teatro misionero se caracterizó luego por la influencia indígena, lo que supuso una corriente diferente a aquella conocida en España. Se afirma que el teatro misionero se basaba en los autos sacramentales, los cuales fueron perdiendo su carácter original con el tiempo. Se dice además que el teatro misionero se apoyaba en piezas que los mismos misioneros escribían y dramatizaban para los indios para inculcarles los principios del catolicismo.
Otra característica del teatro misionero era que el mismo no radicaba en lo literario ya que los frailes lo empleaban como un método de cristianización con los indígenas. A pesar de ello, vale reconocerse el papel del teatro misionero con respecto al Auto de los Reyes Magos, los Moctezumas, los Grandiablos, etc. Aun cuando la Iglesia depurara el teatro misionero en nuestro continente debido a la influencia indígena que lo caracterizaba, el mismo representaría un adelanto significativo en lo teatral. Incluso dichas manifestaciones se incorporaron al acervo cultural de nuestro país, específicamente en las provincias de Herrera y Los Santos, donde dichas actividades aun subsisten e impresionan por sus elementos coreográficos y estructurales.
B. PRIMEROS ACONTECIMIENTOS TEATRALES
Las primeras manifestaciones teatrales en nuestro país, de parte de los curas o sacerdotes instalados en las misiones, tuvieron principalmente fines evangelizadores, sin dar mucho énfasis en lo estético o lo recreacional. Casi 30 años después de la llegada de Rodrigo Galván de Bastidas al Istmo, según el historiador y educador Rodrigo Miró (1971), se lleva a cabo la primera expresión dramática (conocida como El Juego de Moros y Cristianos) de que dan cuenta nuestros anales históricos. Dicho acontecimiento, el cual marca el inicio formal del teatro como modalidad de entretenimiento, tuvo como escenario la Villa de Acla, en el mes de septiembre en el año de 1532, por motivo de la visita de importantes jefes indígenas de la Culata de Urabá. Sobre esta expresión dramática, en una charla ofrecida en la Universidad de Panamá la noche del 9 de febrero de 1971, Miró describe lo siguiente:
"…EL Gobernador invitó a los principales a comer, y como manifestaban interés por ver a los cristianos bailar, mando traer unos atabales, un pandero, unas flautas y unos platillos, e hizo venir a unos negros que sabían tocar muy bien esos instrumentos. Y los jefes indígenas fueron satisfechos en su curiosidad".
El Juego de Moros y Cristianos representado en 1532 es considerado como el primer acontecimiento teatral en Panamá, pero el mismo tuvo orígenes en España donde se le denominada una practica común con fines evangelizadores (Rodríguez, 1984). Posterior a este hecho, se da una segunda representación, según Miró, en la ciudad de Panamá por motivo de la visita del Primer Virrey del Perú, Blasco Núñez Vela, 1544. durante su breve estancia se recitó una comedia para entretener al importante personaje que solamente se encontraba de paso por nuestro país.
Ambos acontecimientos teatrales tal vez fueron punto de referencia que hayan motivado la producción teatral a cierta escala, e incluso pudieron haber sido un aliciente para que las actividades de orden artístico e intelectual fueran abriéndose paso. Al respecto, Rodríguez (1984) afirma:
"…la verdad de que estos acontecimientos son los primeros es relativa. Se resaltan porque son los que constan en las paginas de los cronistas que junto con la inculta soldadezca, los frailes y capitanes, describieron sus visiones de este mundo maravilloso y extraño. Claro, por ser ellos los primeros en escribir lo nuestro, son dignos de fe y de credibilidad".
C. EL TEATRO DURANTE LA ÉPOCA COLONIAL
La historia nos revela que la empresa de la conquista culmina en nuestro país con la Gobernación de Pedro Vásquez de Acuña en 1539 y se inicia entonces la época colonial. La llegada de los españoles significó una inyección cultural y racial que varios historiadores han sostenido a lo largo de los años. La actividad teatral durante los siglos siguientes es supuesta a estar aun orientada hacia la cristianización del Nuevo Mundo, pero son de importancia artística algunos acontecimientos en cuanto a dicha actividad en nuestro país, a los cuales nos referimos en orden cronológico:
- 1612: Aparece la figura del panameño Pablo Crespillo de Oralle (también conocido como Pablito) cuyo talento dramático lo llevo a actuar en México. Junto a su esposa, Juana de Escobar, forma un elenco de varias compañías. Poco se sabe de este personaje debido a las escasas referencias sobre el pero su papel como profesional del arte histriónico merece ser mencionada.
- 1747: Se da una actividad teatral significativa en el Istmo con motivo de la solemne proclamación de Fernando VI, en cuya oportunidad el gremio de sastres hizo representar las comedia Lances de Amor y Fortuna (de Pedro Calderón de la Barca), Solo Piadoso Es Mi Hijo (de Juan de Matos Fragoso y otros) y El Montañés Más Hidalgo. Esto es evidencia, ciertamente, del afloramiento del espíritu teatral para esa época.
- 1790: Se representan comedias en fiestas celebradas en la Ciudad de Panamá con motivo de la proclamación de Carlos IV.
- 1809: Se monta en Penonomé una pieza dramática llamada La Política del Mundo. Dicha pieza era una tragedia en tres actos y en verso de segura atribución a un panameño, Víctor de la Guardia y Ayala. Esta tragedia criticaba alegóricamente la invasión francesa de la península y elogiaba al rey Fernando, El Deseado.
El periodo anterior a la independencia de Panamá de España puede describirse como un lapso de nuestra historia en que las estructuras sociales convulsionaban debido en gran parte a las irreversibles trasformaciones en tales aspectos como la política, la economía y la cultura. La fidelidad a la Corona Española respondía a razones especiales vinculadas a nuestra posición estratégica. Por tal razón, la actividad teatral estuvo sujeta a modelos europeos y en honor a reyes. Sin embargo, es justo al final de esta época cuando se da forma a la primera obra de autoría panameña, lo cual puede interpretarse como un llamado a la producción artística de nuevas generaciones de escritores en anos siguientes.
D. EL TEATRO DURANTE EL PERIODO POST-INDEPENDENTISTA
Con la independencia de Panamá de España en 1903 y nuestra casi inmediata unión a la Gran Colombia debido a la necesidad de respaldo al movimiento de libración, para garantizar la recién adquirida independencia, y la cesación de las concesiones mercantiles hechas al Istmo por la Corona Española. Sin embargo, estos cambios políticos radicales en nuestra historia no alteraron la afición de los panameños por el teatro. Sostiene Miró (1971) que la actividad teatral era principalmente motivada por diversos hechos que sucedieron a nuestra independencia de España, tales como la Victoria del General Padilla en Maracaibo (1823) y la Victoria de Ayacucho (1824), los cuales eran de interés para la Gran Colombia y, por lo tanto, para Panamá con departamento recién adherido. Las funciones teatrales se realizaban como parte de celebraciones alusivas a aquellos eventos. De hecho, podemos referirnos a algunos eventos que tuvieron impacto definitivo en nuestro teatro, los cuales se presentan en orden cronológico:
- 1832: Se pone en escena la obra titulada Oscar, basada en los poemas de Ossian para celebrar la vigencia formal de la Constitución de la Nueva Granada en la Plaza de la Catedral.
- 1850: Aparece la figura de Mateo Furnier, actor y empresario español, quien inaugura el primer teatro de la ciudad, presentando la tragedia Alfonso Munio de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Dícese que este acontecimiento fue claro antecedente del auge escénico en Panamá.
- 1853 y 1857: Se montan obras dramáticas (Dios y Ayuda y Felipe) por iniciativa de grupos aficionados, demostrándose el interés de los panameños por incursionar en el campo del arte histriónico.
- 1865-1867: Se presentan en nuestro país las compañías de Mateo O’Loglin y de Torres y Luque, lo cual representa la presencia de foráneos haciendo teatro en este periodo.
- 1875-1876: Se intenta poner el arte histriónico panameño en alto por medio de la Compañía Dramática de Aficionados, dirigida por Don Carlos Cucalón, considerado como una personalidad importante en el ámbito teatral en nuestro país a fines del siglo XIX.
- 1876: Se estrena la obra Amor y Suicidio, segunda pieza de autoría panameña, después de La Política del Mundo. Dicha obra, escrita por José María Alemán, se basaba en el infortunado amor del Dr. Tomás Argote.
- 1885 y 1886: Escribe para el teatro Federico Escobar, el poeta obrero, las obras La Ley Marcial y La Hija Natural.
Particularmente, se ha considerado esta época como fructífera para el teatro panameño. Sin embargo, con la quiebra de la Compañía del Canal Francés se dan situaciones que tendrían un efecto definitivo en nuestra historia al final del siglo XIX, significando un letargo para actividades en cualquier orden en nuestro país. De hecho, afirma Rodríguez (1984) que la actividad teatral marchaba al compás de los cambios en lo político, lo económico y lo social de aquel entonces. Afirma luego que "el comportamiento teatral era producto de la sociedad que se estaba formando".
E. EL TEATRO DURANTE EL SIGLO XX
Para inicios del siglo XX, el Istmo había sido desolado por la Guerra de los Mil Días, lo que significó cambios profundos que darían lugar a nuestra separación de la Gran Colombia. La sociedad en aquel entonces experimentaba dichos cambios, viéndose afectados diversos renglones incluyendo lo artístico. Los primeros años de nuestra vida republicana fueron cruciales para el despegue de nuestro teatro de modo formal. A lo largo de cien años se fue acentuando nuestro arte histriónico, aderezado por acontecimientos que definitivamente tuvieron trascendencia para el mismo.
1. EL TEATRO NACIONAL
No podemos siquiera pensar en obviar la importancia que el Teatro Nacional ha tenido para la actividad teatral contemporánea en nuestro país. El mismo representa un ícono en nuestra antología cultural que ha sido considerado uno de nuestros principales centros culturales. Fue en 1904 cuando nuestra primera Convención Nacional, presidida por Pablo Arosemena, emitió la Ley 52 por medio de la cual se ordenaba construir dicho edificio, bajo el gobierno de nuestro primer presidente Dr. Manuel Amador Guerrero. Construido sobre lo que antes era el convento e iglesia de las monjas de la Concepción durante el periodo colonial, el Teatro Nacional fue inaugurado el primero de octubre de 1908, coincidiendo con la toma de posesión de Don José Domingo de Obaldía como presidente de la República.
Inicialmente, el Teatro Nacional tuvo un gran apogeo hasta 1930. Diversas compañías de teatro, de danza, de ópera, orquestales y demás que venían de diversos puntos del globo se daban cita en este sitio para el deleite de una selecta muestra de individuos muy reducida. Sin embargo, la gran depresión mundial de los años 30 a raíz de la Primera Guerra Mundial provoca el decline de su apogeo inicial. Cabe notarse que para esos años pocos fueron los nacionales que estuvieron involucrados en la actividad teatral. No es sino hasta finales de esa década, específicamente en 1937, cuando se presentó por vez primera La Cucarachita Mandinga de Rogelio Sinán, justo cuando el Teatro Nacional atravesaba su periodo crítico.
Posteriormente, la actividad en el Teatro Nacional resurge a cierto nivel en parte debido a la intervención de figuras célebres de la época que nuestra historia recuerda. Uno de ellos, aquel que fuera elegido presidente por primera vez en 1940, el Dr. Arnulfo Arias, hizo reacondicionar este edificio. De hecho, esto no fue suficiente como para que el Teatro Nacional retomara el auge inicial que tuvo. Por otro lado, la actividad teatral era muy regular y se desarrollaba en otros escenarios lejos este coliseo. Es en este periodo, además, que surge la figura de Anita Villalaz, quien fundó una compañía teatral que luego se presentaría en el Teatro Nacional por motivo de su quincuagésimo aniversario.
Los siguientes quince años fueron amargos para el Teatro debido a la casi nula actividad teatral. No fue sino en 1974, cuando se crea el Instituto Nacional de Cultura mediante la Ley 63 del 6 de junio de ese mismo año, que el Teatro Nacional es reinaugurado dando así renovados bríos al arte histriónico panameño, el cual ha crecido notablemente en las últimas tres décadas. Sobre la historia del Teatro Nacional, Rodríguez (1984) expresa lo siguiente:
"Este teatro ha tenido épocas brillantes y tristes épocas de multitudes y épocas de soledades. Ha persistido con su historia sin opacar ni ocultar la de otros lugares, que más modestos, han hecho del teatro un eslabón de estudio en la historia de la cultura panameña".
2. PRECURSORES DE NUESTRO TEATRO
Durante sus primeros 25 años de vida, el Teatro Nacional fue escenario para varios artistas foráneos que deleitaron a la clase pudiente de la época, pero el mismo sería luego considerado nuestro primer coliseo en la creación de una tradición cultural panameña. Las primeras manifestaciones grupales musicales en nuestro país fueron acogidas generosamente, incluyendo la primera orquesta sinfónica que existió en Panamá, la cual fue protagonista de magnos sucesos artísticos aún sin igualar entre 1912 y 1915, según Brenes (1984). En particular, los siguientes años en la historia del Teatro Nacional sirven de referencia para hacer alusión al trabajo de aquellos que bien pueden ser considerados los iniciadores del teatro en Panamá. Entre ellos podemos mencionar a algunos que con sus esfuerzos contribuyeron a pavimentar el camino para las siguientes generaciones de dramaturgos, directores y actores:
Rogelio Sinán: Se le atribuye la autoría y puesta en escena de La Cucarachita Mandinga entre 1937 y 1938, marcando un suceso sin precedentes en la historia del arte nacional por su mérito artístico y la acentuación de lo vernacular y lo folklórico. Sinán, cuyo verdadero nombre fue Bernardo Domínguez Alba, representó una forma de rebelión contra las formas tradicionales de la poesía existente y la primera manifestación dramatúrgica que logro plasmarse escénicamente en la primera mitas del siglo XX. La labor de Sinán fue determinante en años siguientes en el fomento de nuestro teatro y la literatura.
Anita Villalaz: Nacida en Bogotá y una vez profesora del Conservatorio Nacional de Música y Declamación, descolla en el teatro y crea una compañía que logra ubicarse en el mapa artístico de nuestro país. Incluso hay quienes la consideran la primera de nuestras mujeres que se destaca en el arte de la actuación. Interpretó obras de García Lorca, Jacinto Benavante, Marcel Pagnol, Shakespeare, entre otros, motivando el espíritu artístico en la ciudad de Panamá. Adicionalmente, participó en la primera telenovela nacional en Panamá producida en 1964 y la cual se denominaba En La Esquina del Infierno, escrita por Aurelio Paredes.
Ramón María Condomines: Junto a Sinán, realizó labores importantes durante el periodo de resurgimiento del Teatro Nacional. Bajo su dirección se forma el Teatro Experimental de Panamá, grupo en que se da la mayor cantidad de teatristas panameños. Monta su obra Misterios de la Pasión, mejor conocida como El Gran Drama, considerado uno de los espectáculos más aplaudidos a fines de los años 70.
Miguel Moreno: La participación de Miguel Moreno en el fomento de nuestro teatro se hizo notoria con la fundación del Teatro Club y el Teatro Estudiantil Panameño en 1961, significando así una iniciativa encomiable en inculcar el arte teatral en los jóvenes de la época.
José A. Díaz: Reforzó notablemente el movimiento teatral universitario, el cual apenas había comenzado a desarrollarse en la década del 60. Contribuyó a acrecentar las nociones sobre arte dramático y ha definir las características del Teatro Universitario que se mantienen imperecederas.
José Ávila: Tal vez una de las figuras más prominentes de nuestro teatro. Dirigió el Círculo de Arte Dramático de Panamá y fomentó la actividad teatral en la capital. Se le atribuye la autoría de muchas obras que él mismo montaba y varios estudios dirigidos a resaltar la importancia de nuestro teatro.
3. AUTORES REPRESENTATIVOS DE NUESTRO TEATRO
La dramaturgia panameña adquiere notoriedad en la segunda mitad del siglo pasado, en gran parte debido al Concurso Ricardo Miró, bautizado así en honor a ese grandioso diseñador de rimas inmortales que han glorificado a nuestra patria. Dicho concurso ha sido visto como la única salida para el dramaturgo panameño que pretende hacer llegar su trabajo a un público mayor. Desde 1953, cuando se instaura la sección teatro en el mencionado certamen que premia el esfuerzo de nuestros artistas en las bellas artes, han sido galardonadas más de 75 obras y casi menos de la mitad han sido llevadas a escena. Hacemos alusión al Concurso Ricardo Miró ya que mismo nos sirve de referencia para notar a aquellos dramaturgos panameños que han descollado en el campo y han contribuido a definir la actividad teatral nuestra. Entre los autores más representativos, y algunas de sus obras, tenemos:
- Rogelio Sinán: La Cucarachita Mandinga, Chiquilinga, El Desquite de Caperucita Roja.
- Renato Ozores: Un Ángel, La Fuga, El Cholo, Una Mujer Desconocida.
- Mario Riera Pinilla: La Montaña Encendida, Entre Ellas.
- Ernesto Endara: ¡Ay de los Vencidos!, La Mujer de Sal, El Trono, El Gran Rey de Corazón Negro, Una Bandera.
- Dora Pérez de Zárate: Niebla al amanecer, La Fuga de Blanca Nieves.
- Miguel Moreno: Ayara, Fugitiva de la Gloria, El Triunfo de la Cenicienta, Secretarias Perfectas.
- Carlos García Moreno: El Minotauro, Celeste por mañana, La otra cara del sol
- José de Jesús Martínez: El mendigo y el avaro, Aurora y el mestizo, La Ciudad, Roberto, Cero y van tres, Baby Baby, La Guerra del Banano.
- José Ávila: La Búsqueda, Ejercicio para tres, Acaso un día Miguel.
- Agustín del Rosario: Un día de lirios o los Bellos Días de Isaacs, A veces esa palabra libertad.
- Eustorgio Chong Ruiz: Detrás de la noche, Después del manglar.
- José Franco: Redobles al amanecer.
- Raúl Alberto Leis: Viaje a la salvación y otros países, El niño de Macúa.
- Alfredo Arango: Pepita de Marañón, El Entierro de la Sardina, Hay que corromper al Presidente, Tin Marín.
- Edgar Soberón Torchía:Yo quiero ser artista.
Resulta verdaderamente fascinante la cantidad de obras de autoría panameña producidas a lo largo de los años. Una considerable cantidad de ellas ha sido puesta en escena en diversas salas de teatro como El Teatro en Círculo (fundado por Isabel de Nachio), el Teatro La Cúpula, entre otros. Otras obras han sido escenificadas por diversos grupos teatrales formales, entre los que se cuentan Los Trashumantes (fundado por Roberto Mckay), Los Mosqueteros (dirigido por Ricardo Gutiérrez), entre otros, y grupos independientes, entre los cuales podemos mencionar la Junta Teatral Victoriano, La Compañía América, ABA Producciones Artísticas (fundada por Aurea Horta), entre otros. Evidentemente, la actividad teatral en las últimas tres décadas del siglo pasado se ve acentuada notablemente por la aparición de diversos grupos teatrales.
Los autores panameños han tenido y tienen como fuentes de inspiración diversos aspectos que van desde lo cotidiano hasta lo puramente ficcional. Sin embargo, merece ser recalcado que los motivos de muchos dramaturgos, tanto de antaño como los de hoy en día, se basan principalmente en la necesidad de expresar artística y dinámicamente inquietudes sociopolíticas y de presentar a manera vívida tales aspectos como la violencia interfamiliar y urbana, la falta de seguridad y el sentimiento general de molestia en la ciudadanía; y la angustia existencial. Si bien es cierto que varios autores se han valido del teatro para resaltar lo folklórico y lo vernacular, también debemos reconocer que ha habido autores que han hecho uso de este arte con el fin de parodiar cuestiones éticas en el sector sociopolítico. Podemos aseverar entonces que el dramaturgo panameño contempla diversas intenciones que se materializan a través del arte teatral.
A este punto podemos atrevernos a decir que nuestro teatro no es enclaustra en la dimensión de los amores trágicos o del heroísmo hiperbólico. Nuestro teatro más bien pretende hacer una aproximación con respecto a los dramas reales a través de un prisma artístico. Podemos incluso decir que nuestro teatro tiene casi la misma intencionalidad que la literatura panameña abraza. La motivación del autor reside categóricamente en presentar el lado intimista humano en las tramas intrincadas dentro del amplio panorama de la realidad.
IV. INFLUENCIA DEL TEATRO EN LA SOCIEDAD EDUCATIVA PANAMEÑA
Tradicionalmente, los productos culturales constituyen un área de imperiosa resaltación cuando se trata del planeamiento curricular a nivel educativo. Debemos aclarar que los así llamados productos culturales envuelven manifestaciones pictóricas, musicales y dramáticas con vertiente folklórica y universal. En otras palabras, el proceso educativo que se desarrolla en nuestro medio dirige un cierto porcentaje de atención a dichas manifestaciones agrupadas bajo el titulo de Bellas artes. Particularmente, dícese que el estudio del teatro raras veces forma parte de los programas oficiales propuestos para el nivel de enseñanza primaria o secundaria. Esto tal vez puede ser un factor critico que imposibilita un acercamiento al arte histriónico causando su ‘invisibilidad’ ante la percepción de un considerable sector de la población estudiantil.
Aún cuando el arte dramático dista considerablemente del lugar que ocupan la música y la plástica como cursos complementarios en los programas oficiales educativos, el mismo es enfatizado compensatoriamente a nivel superior especializado. Sin embargo, lo que aquí realmente interesa es el impacto del arte histriónico dentro de nuestra sociedad educativa. Según Contreras (2002), el teatro es vital ya que permite el acceso a variadas posibilidades por medio de practicas especializadas implicando el autoconocimiento y desarrollo de la capacidad expresiva y generando la riqueza artística. Ya hemos dicho que el teatro constituye un instrumento preponderante a favor de la expresión y la proyección de ideales e interpretaciones en torno al quehacer humano; metafóricamente materia prima por excelencia de este arte, pero el mismo adquiere matices que lo hacen imprimir modestamente su huella en los sectores educativos.
Afirma además Contreras (2002) que el estudio y practica del teatro permite acceder a entrenamientos valiosos sin los cuales "la figura humana bosquejada a través del proyecto educativo quedaría incompleta y privada de sus funciones contemplativas, críticas y estéticas". En base a tal afirmación, la labor de uno de nuestros dramaturgos más laureados, Miguel Moreno, de dar una formación cultural y disciplinaria a la par con la académica t técnica adquiere un profundo significado. La formación y proliferación de grupos teatrales universitarios y a nivel secundario en nuestro país son muestra evidente de reacciones tendientes a nutrir el espíritu artístico como parte de la tarea educativa de ofrecer instrucción integral al individuo.
El papel del teatro dentro de círculos educativos apunta a específicos fines estrechamente vinculados con las necesidades culturales del país. Adquiere primacía entonces la connotación del teatro como actividad humana que permite el acercamiento a los legados universales de la dramaturgia y a aquellos que forman parte de nuestro acervo. Adicionalmente, la influencia del teatro en nuestra sociedad educativa puede expresarse en los siguientes términos:
- Acentuación de la actividad teatral en sus diversas manifestaciones (escolar, universitaria, aficionada, profesional, etc.)
- Desarrollo de la capacidad crítica y creativa.
- Autoconocimiento individual y social.
- Contacto con la tradición artística, los conflictos actuales y nuestro potencial emotivo-intelectual..
En síntesis, el teatro supone un medio propicio que puede complementar la labor de formar integralmente al individuo. Ya que el teatro representa una confluencia de diversas artes, no podemos prescindir del valor del mismo como actividad que puede desembocar en el enriquecimiento de la apreciación artística en el educando. Se debe dar lugar a la ampliación en el alcance del teatro a nivel educativo ya que puede ser una alternativa valiosa que propenda a la maximización de la apreciación cultural colectiva. El teatro no es simplemente una manifestación alegórica sino también un canal que nos pone en contacto con nuestra parte íntima y reflexiva.
V. TEATRO UNIVERSAL Y LITERATURA PANAMEÑA
Como se planteó con anterioridad, el teatro y la literatura están necesariamente vinculadas y comparten casi la misma intencionalidad. Conviene hacer referencia al hecho que en nuestra historia cultural muchos han sido representantes de esa confluencia de la dramaturgia y la literatura. Adicionalmente, cada una de estas artes ha sido beneficiada por la otra, lo que supone una reciprocidad valiosa en el campo de la expresión. El teatro, tal como lo sustentara García Lorca (1935 citado en Tusón y Lazaro, 1985), "es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso", y tal afirmación nos sirve para atribuirle a la literatura el compromiso de proyectar las ideas a través del tiempo y el espacio.
Habiendo resaltado el papel de la dramaturgia y literatura panameñas, es apropiado voltear la mirada hacia la magnanimidad del teatro universal y reconocer en él aquellos aspectos que fecundaran y motivaran la creación literaria nuestra. Bien conocidos son los legados de Shakespeare, de Moliere o de Lope de Vega, que han calado poderosamente en la ideología de filósofos, ensayistas y escritores alrededor del mundo. Particularmente, el teatro español representó un arquetipo que prevalecería por casi tres siglos en nuestro país y que talvez dejaría una huella profunda en nuestra cultura. Lo que se trata de recalcar es que el teatro universal significó; por ejemplo, un ataque contra todo exceso a nivel social, un medio hacia la sensibilización humana o una metáfora basada en la vida misma. De hecho, García (1958) afirma lo siguiente:
"…el teatro, que, además de enriquecer sus posibilidades como ‘espectáculo’, deja de ser un reflejo de las costumbres de la época, al aspirar a darnos una visión estilizada y profunda de los problemas que afectan al hombre."
Es precisamente esta última afirmación que nos sirve de argumento que justifica el rumbo que nuestra literatura ha tomado y que caracterizaría a las letras panameñas a lo largo del último siglo. Al respecto, podemos citar las palabras de Villarreal Castillo (2002):
"La literatura panameña durante casi todo el siglo XX estuvo comprometida con la historia patria, pues han sido tantos los sufrimientos experimentados por el país, que los literatos, en gran medida, tan solo acataron a recrearlos en sus obras".
Los dramas recogidos por nuestra literatura adquieren una longevidad sublime que incluso puede considerarse patrimonios ideales que se integran igualmente a nuestra historia y nuestra cultura. Y es que esa afinidad entre el teatro y la literatura, en sus calidades de interpretes de los conflictos humanos, difícilmente podría dejarlos cometer anacronismos. Aún sin los elementos ornamentales que caracterizan al teatro, como a la poesía, la intención del autor siempre tiene como norte la expresión de su interioridad con respecto a su visión empírica del mundo que es su entorno inmediato. Ciertamente, sobre esto, Rodríguez (2002) señala lo siguiente:
"El escritor, como sujeto cultural, es autor y actor de una cultura geográfica e históricamente condicionada, pero siempre es un sujeto sospechoso. Su orientación y fijación de rasgos identitarios no lo hace al margen de su propia inserción social, y del lugar y del papel que le han sido otorgados como sector dentro de la sociedad".
Joaquín Beleño, José Franco y Antonio Moscoso Barrera han sido considerados máximos representantes de la tendencia literaria a la que Villarreal Castillo hace alusión. Sus obras, que giran principalmente en torno a la efervescencia política y las lucha por la soberanía a lo largo del siglo XX, consolidan el papel de las letras a favor de esa estilizada y profunda visión con respecto a los conflictos en nuestro escenario nacional. La dramaturgia, tal como hemos insistido, tiene en común el mismo fin e incluso nuestro teatro ha servido para corporizar lo que nuestra literatura narra. Puede entonces comprenderse como ambas artes, en matrimonial relación, pueden procrear formas artísticas arraigadas en una dimensión más completa y estilizada.
El teatro como hecho cultural es una forma artística que trasciende los límites de la estética. Las salas de teatro no constituyen un claustro inquisitivo que cercene el alcance del arte histriónico. El teatro guarda, sin pecar de falaces, estrecha relación con la evolución histórica y se ha constituido en el reflejo alegórico del hombre y la sociedad. Es el teatro nuestro, particularmente, una manifestación artística que se alimenta de los dramas reales que se desarrollan en nuestro suelo, tratando de aliviar el peso de los modelos artísticos foráneos imperantes antes del nacimiento de nuestra patria. Es nuestro teatro también arte dependiente de la fecundidad literaria en nuestro país a lo largo del último siglo, comprometiéndose ambos en resaltar nuestra identidad nacional.
Es, de hecho, innegable el papel de la actividad teatral nuestra que ha sabido como aflorar en gran parte gracias al empeño y esfuerzo de panameños entregados al arte. Dramaturgos, escritores, directores, actores y demás personas vinculadas con el teatro forman una élite que hacen de este arte un medio para la comunicación social y un instrumento que puede despejar la conciencia de cada individuo con respecto a su entorno inmediato. En otras palabras, el teatro y tienen una doble responsabilidad que involucra la proyección artística de la realidad y la concienciación colectiva sobre aquellos conflictos que repercuten en nuestro diario vivir. Susténtase así la función del teatro como práctica que grafica los ascensos y descensos de nuestra sociedad en nuestro escenario existencial.
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