Síntesis histórica de la América española: ¿Encubrimiento y justificación de una invasión y saqueo?
Enviado por geniber cabrera p.
Resumen
La historia de la América no deja de ser fascinante, aunque en sinnúmeras obras se hayan escrito en torno a sí misma, tantísimos relatos que den cuenta desde las leyendas y mitos más excelsos, hasta las verdades más vorágines que modificaron todo el panorama existente entre: un antes y un después, siempre han de quedar vetas de acontecimientos desde los cuales asirse al momento de referenciar unas líneas más sobre tan rica y monumental experiencia humana de los últimos años del siglo XV. Desde un buen tiempo para acá, los debates gravitados alrededor de si hubo o no un descubrimiento, o si en realidad fue un contacto cultural con imposición de unos sobre los otros, generaron y aún generan, todo un forcejeo desde las ciencias sociales con basamento, incluso, de las llamadas ciencias exactas, para tratar de develar una realidad histórica que pasa por intentar responder cómo los Mayas, Aztecas e Incas, en este lado del orbe, erigieron tan colosales pirámides de rocas que en nada han de envidiar a las de Egipto. Ello, por decir lo menos, porque sigue siendo un misterio, entre otros, los conocimientos astronómicos de esas rebautizadas altas culturas meso y sur americanas, de cómo sabían del tiempo para la cosecha, para la procreación fértil, de la conexión de la vida con los astros y de la organización social, en fin, de todo en cuanto a nada hoy hace justificable la supuesta superioridad del hombre blanco arribado desde la Europa peninsular a estas tierras de gracia, en las cuales ya se ha comenzado, muy seriamente, a reconocer aquella fecha del 12 de Octubre de 1492, como el momento del encuentro y el encubrimiento de una verdad del tamaño de un nuevo continente.
Palabras claves: Hispanoamérica, descubrimiento, encubrimiento, invasión.
El descubrimiento de América y sus conquistadores
El siglo XV marcará un nuevo momento histórico para la humanidad, en las postrimerías de este siglo se dará el contacto de los europeos con un Nuevo Mundo, 1492, año en el que Cristóbal Colón se topó, sin saberlo, con nuevas tierras, nuevas riquezas y nuevos hombres. Este encuentro significaría para los exploradores europeninsulares, además de una cartografía distinta a las ya trazadas en sus rudimentarios derroteros; una veta de minerales preciosos ya escaseados en aquel, ahora, Viejo Mundo, que se convertirían prontamente, en los caudales que avivarán la arruinada economía feudal europea, principalmente, la de Castilla, reino anfitrión de semejante botín: América.
Todo comenzó con el apoyo castellano al Almirante genovés, quien al presentar el proyecto de exploración a esos católicos reyes, obtuvo, previas dudas y limitaciones económicas, el amén; por cierto, ayuda no brindada por los portugueses ante quienes, en primera instancia, hubo de recurrir ese hombre de mar.
Colón estudió, irónicamente, en Portugal, país en el cual adquirió gran parte de sus conocimientos navales, a los cuales habría de sumársele sus premoniciones en torno a que la tierra pudiera ser redonda; de lo que sí sabía el genovés, era de otras ráfagas de vientos que existían, los Alisios, que son ventiscas regulares que soplan constantemente en casi una tercera parte de la tierra desde las altas presiones ecuatoriales, lo que suponía para el gran mareante, la vaga idea de llegar a la India por el Oeste, obviando la circunnavegación por África, como normalmente se hacía.
De tal modo, se embarcó el almirante para la acometida marítima el día 3 de agosto de 1492 y, finalmente el día 12 de octubre de ese mismo año, llegó a la isla de Guanahaní, en las Bahamas, convencido éste de haber llegado a Asia.
Cinco semanas tardaron los expedicionarios en avistar las costas del Nuevo Mundo. Durante ese lapso un viento apacible y constante arrastró las carabelas hacia la meta. El almirante en su Diario iba anotando las escasas incidencias de la travesía. Lo único digno de realce era que el Océano parecía infinito, sin que viesen islas a todo lo largo de la ruta. Cuando cambió el mes y se entró en octubre cundió la desesperanza y la alarma después de sesenta días de ininterrumpido navegar, pero Colón, por mediación de los Pinzón, solicitó un último margen de confianza y plazo de espera. No hubo necesidad de agotarlo, porque el 12 de octubre, a las dos de la madrugada, un cañonazo de la Pinta, que siempre navegaba en vanguardia, anunció: ¡Tierra! (Rumeu de Armas, 1992, pp. 168-169).
Siguiendo a este mismo autor de Armas (1992), y para referenciar un poco la vida de este personaje, bien vale acotar que la identificación del mareante italiano, guarda registro en los archivos de Génova como Cristóforo Colombo, quien sería hijo de Doménico Colombo, un cardador de lana y comerciante de vinos y quesos, y de Susana Fontanarosa. Entre los hermanos se cuenta a Bartolomé y Diego, quienes estarán muy ligados con la vida y el obrar del descubridor. Las biografías <<ad usum>> dan por sentado que Cristóbal o Cristóforo Colombo, debió navegar desde muy niño como grumete en navíos genoveses, adquiriendo de esta manera una amplísima práctica náutica. El Mediterráneo no tendría secretos para él, quien además de todas las acumuladas experiencias en las cuestiones marinas, fue un autodidacta siempre entusiasmado por el saber, aunque con poca base científica, o más bien, de no muy sólida formación que pudiera acreditarle profesionalmente.
El cronista Andrés Bernáldez, hombre de su propio tiempo histórico y quien guardó personal trato con Colón, lo describió como un hombre de alto ingenio, aunque sin saber muchas letras pero muy diestro en cosmografía. De las obras que se reconocen como lecturas frecuentadas por el genovés, destacan: la Imago Mundi, del cardenal Pedro de Ailly; la Historia Rerum de Eneas Silvio Piccolomini (Pío II), y el Millione (libro de las maravillas), de Marco Polo. Es bastante probable que Colón también hubiera conocido la Geografía de Ptolomeo y la Historia Natural de Plinio.
En cuanto a la participación de Colón en el llamado Descubrimiento de América: se reconoce el año de 1485, como la fecha en que este experimentado navegante hubo de entrar a Castilla y León, haciéndolo por el lado de Andalucía en la época del otoño; allí uno de sus primeros valedores fue Don Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, quien ayudó al italiano para que tuviera acceso a la corte, aunque efectivamente la reunión con los Reyes Católicos se celebrara en enero del siguiente año y en Alcalá de Henares. Los hispano monarcas Fernando e Isabel le ofrecieron desde el primer momento apoyo y estímulo, aunque debió esperar Colón, seis largos años para concretar dicha ayuda real. Así recibiría dos carabelas con matrículas de Palos, la Niña y la Pinta, y una tercera embarcación del puerto de Santa María, llamada la Santa María, en su conjunto la flota conformada por las tres naves, las cuales quedarían ancladas por disposición regia, en las aguas del Tinto, que sería el lugar de la partida. La tripulación debió reclutarla con la ayuda de los hermanos Pinzón, de Martín Alonso y de Vicente Yánez, quienes prácticamente arrastrarían a más de 100 hombres para alistarse en tan singular aventura, si bien es cierto que entre las filas de la marinería se contaban hombres de la peor calaña, también hay que destacar figuras importantes y hasta célebres en las cuestiones de la mar: Juan de la Cosa, Pedro Alonso Niño, Juan Rodríguez Bermejo, entre otro tanto de personajes que escalarían a posteriori su peldaño en la Historia de la Conquista y la Colonización del Nuevo Mundo.
De los viajes colombinos vale destacar del primero, no sólo el haber llegado a parajes totalmente desconocidos y nuevos en todo lo que ello hubo de significar con relación a lo ya explorado, sino además la relevancia del tornaviaje de aquella expedición que fijaría los derroteros por donde debían enrumbarse los siguientes viajes hacia lo que el Almirante genovés estimaba como la gran ruta del nuevo comercio indiano. Del segundo viaje, vale destacar el carácter más que exploratorio, el de conquista, colonización y saqueo de todo lo que hubiere de atravesarse, para que en nombre de los castellanos monarcas y con la protección divina de la sacra iglesia católica, pasaran a formar parte del patrimonio de la realeza. El tercero de los viajes se distinguió por una mejor organización de las escuadras expedicionarias, las cuales tendrán además de los objetivos de todas las que le precedieron, la finalidad de buscar un paso al meridional asiático, lo que permitió a los conquistadores seguir el paralelo de las islas de Cabo Verde y no el ya recorrido por las Canarias, de tal manera que fue así como lograron arribar a la isla de la Trinidad, para luego recorrer en Tierra Firme el Golfo de Paria y su península, las bocas del río Orinoco, las islas de Coche, Margarita y Cubagua. Y el cuarto y último viaje colombino, se va a matizar por el carácter mítico-fantasioso del Almirante, quien ya enfermo y movido por estímulos divinos más que por razones geográficas, creyó que encontraría en esas nuevas tierras el Santo Sepulcro de Jerusalén que contendría los inmensos tesoros que vendrían a saciar los titánicos esfuerzos de la empresa conquistadora.
Cristóforo Colombo, comenzó a redactar entre las postrimerías del tercer viaje y en buena parte del cuarto, el Libro de las Profecías en el cual se revelaba los sentimientos que embargaban su espíritu en víspera de sus últimas hazañas. Retribuyó de esta manera, el intrépido mareante italiano a sus patronos de Castilla, aunque sin saberlo, un Nuevo Mundo en todo lo que ello hubo de significar geográfica y socio-económicamente, del cual se servirían, tanto sus patrocinantes como el resto de los reinos de un Viejo Mundo que se tambaleaba por las miserias propias gestadas en el vientre del sistema feudal o del ya incipiente mercantilismo.
En sus primeros tiempos, la conquista fue una empresa de iniciativa privada, con recursos modestos, aunque la Corona española apoyó esta acción y creó el marco institucional, de estímulo y obligación, bajo la forma de capitulaciones, especie de contratos entre el conquistador y el poder real. También la Iglesia Católica intervino en la etapa de la conquista, con sus clérigos y monjes, misioneros y combatientes, frecuentemente juntas la espada y la cruz. Sacerdotes hubo que participaron en acciones armadas y hasta en crueldades y villanías contra los indígenas; otros, sin embargo, como el célebre fray Bartolomé de Las Casas, se hicieron defensores de los naturales y procuraron el alivio de su suerte en normas protectoras dictadas por la Corona.; pero estaba tan lejos la Península Ibérica y tan viva la ambición de conquista para el aprovechamiento personal, que aquellas providencias eran, por lo general, letra muerta, y la ley del conquistador se sobrepuso a las leyes de Indias, ordenadas por las autoridades metropolitanas celosas de formalidades y procedimientos. (Maza Zavala, 1994, p. 57).
Posesionada la católica monarquía del distante novomundo, su hegemonía no se haría esperar, la Corona tomaría para sí como colonias las tierras descubiertas y todo lo que en ellas hubiere: hombres, oro, plata, frutos, plantas, animales, entre otros.
Los descubrimientos de finales de siglo XV ampliaron extraordinariamente el mundo conocido por los europeos. Las necesidades económicas de Europa y los nuevos conocimientos de navegación hicieron que dos estados atlánticos en expansión militar contra los musulmanes y con monarquías consolidadas, Portugal y Castilla, se convirtiesen en potencias que dominaron el nuevo centro de gravedad comercial, el océano Atlántico, y también buena parte del planeta… (López Tossas, 1999, p. 137).
El historiador español Manuel Lucena Salmoral, a propósito de algunas de sus reflexiones apuntadas en un Compendio titulado: Iberoamérica una comunidad, el cual se promovió por el Instituto de Cooperación Iberoamericana (Quinto Centenario), dice que fue:
En sólo cuatro lustros (1499-1519) se realizó el descubrimiento de la costa atlántica americana (el estrecho de Magallanes fue hallado en 1520) mientras se asentaban los establecimientos insulares de Panamá, donde se descubrió el Pacífico. El éxito se debió al cambio de método clausurándose definitivamente el exclusivismo de la Corona y autorizándose a los particulares a realizar exploraciones con el incentivo de los <<rescates>> o intercambios con los indios. La fórmula se plasmó en las denominadas capitulaciones de <<descubrimiento y rescate>> mediante las cuales la Corona negociaba con particulares el envío de naves a lugares desconocidos (lo que permitía una planificación de los descubrimientos) a cambio del <<rescate>> o botín que pudieran hacer en sus transacciones con los naturales. Recuerda a los sistemas de <<Razzias>> que se emplearon en España durante la Reconquista,…
La conquista de las Indias fue una página cruel de la Historia, como lo han sido todas las conquistas. El padre Las Casas calificó de mahomética la palabra conquista y su acción devastadora la tituló<<destrucción de las Indias>>… (1992, Pp. 173-174).
Una vez asentados los expropiadores hispanos en las distintas zonas del Nuevo Mundo, comenzaron salvajemente a sojuzgar a los aborígenes y a expoliar de las entrañas de la tierras las grandes riquezas que posteriormente lastrarían en las bodegas de sus galeones para transportarlas al distante país peninsular, y con ellas abarrotar las arcas de la sacromajestad. Los euro-saqueadores pillaron los tesoros acumulados por los Imperios indígenas de Mesoamérica y la Cordillera Andina, y se dedicaron en nombre de Dios y del Rey a fundar poblados de españoles en las zonas más aprovechables para ello.
Europa en América: Durante el proceso de colonización cada una de las metrópoli colonizadoras –primero los lusocastellanos; después sus eurovecinos– implantaron nuevas formas de vida. Las actividades económicas, la religión y las condiciones políticas cambiaron para los pueblos novoindianos. La vida en la colonia se centralizó en los intereses económicos de los invasores, cuya finalidad principal fue la de acumular riquezas para tener colmadas las arcas reales con infinitas cuantías. La administración de las colonias reflejó, a través del siglo XVI, las costumbres y la forma de vida de las monarquías más centralizadas de Europa. La organización política y administrativa, también fue un calco de las instituciones prevalecientes en estos países de la metropolitana península, claro que, esos países debieron asumir cambios y adaptaciones necesarias para obtener los resultados deseados.
¿Cuál fue el móvil principal de la colonización europea?: la extracción de riquezas sustentadas a través de la minería y la agricultura, fundamentalmente, y para ambas faenas se esclavizarían indios y negros africanos. Los españoles impusieron métodos para la obtención de fortunas a través de la explotación organizada, primero, de la mano de obra indígena por ser con la cual se contaba más directamente al momento de la invasión, luego, y con la cual realmente definirían las distintas coronas que se apropiaron del Nuevo Mundo el modelo esclavista de explotación, con la mano de obra de los negros arrancados del África. Así puede apreciarse, que el sistema de sojuzgar a los naturales fue a través de la Encomienda, una especie de institución clerical enraizada en el sistema feudal que cruzó el Atlántico para ser implantado en las colonias de ultramar, en donde el encomendero era el señor que protegía, cristianizaba y gozaba del trabajo casi gratuito de la comunidad bajo su custodia. Además, también se aplicaban otros sistemas de explotación indígena, como lo fue la mita (turno en quechua), que se usó en Perú, este consistía en la obligación que cada población aborigen tenía de enviar a las empresas españolas (minas, plantaciones agrícolas, obras públicas, entre otras) un número determinado de trabajadores durante una temporada del año. La mano de obra negra se convertiría en la forma de explotación colonial por excelencia, institucionalizada después que la corona cediera por las presiones de algunos intelectuales y frailes de la época, quienes pedían se prohibiera la explotación de los indígenas debido al rápido descenso de su población.
Organización y formas de gobiernos de España en sus asentamientos de ultramar: La monarquía castellana desde los propios momentos de establecerse con sus colonizadores en el novomundo, intentó poblar aquéllos reinos con una ralea de sus mejores habitantes, para lo cual, no aceptó que se embarcaran con destino a la América: ni moriscos, ni judíos, ni los considerados herejes, ni los gitanos, y menos aún, los que hubiesen tenido algún pasado de sangre con esos ciudadanos considerados como de segunda categoría. Pues, el reino español que apenas contaba para el momento de aplicar su política de poblamiento americano, con una masa demográfica cercana a los 10.000.000 de habitantes, a lo cual habría de restársele los excluidos, y sumarle en contra las dilatadas fronteras del nuevo continente, pudiera entonces entenderse como una mala decisión de los jerarcas españoles, puesto que, lejos de suceder el poblamiento perfecto, el de primera categoría, como así lo desearon; pasó todo lo contrario, de manera que, ante las noticias de un sensacional paraíso, se embarcaron, clandestinamente, cualquier cantidad de personas que no figuraban en los cánones impuestos por la realeza.
Para la conquista del vasto territorio americano, era necesario establecer, además de las formas de su poblamiento; las maneras de cómo serían administradas las tierras y los bienes arrebatados en éstas. El gobierno monárquico decidió establecer para regentar sus ultraposesiones, principalmente, dos grandes instituciones: la Casa de Contratación, creada hacia el año de 1503, con lugar fijado en la ciudad andaluza de Sevilla, la cual tendría entre sus principales atribuciones, funcionar como una Aduana Principal para el control de todo lo arribado desde el Nuevo Mundo, y de todo lo despachado hacia éste desde el Viejo Mundo. Es decir, que dicho aforo era de exclusividad, tanto para el comercio y la navegación; asimismo en esta Casa se tomaban las decisiones que fueran necesarias desde el punto de vista judicial y tributario concernientes, estrictamente, al ámbito de lo marino. El otro gran organismo, estaría representado en el Consejo de Indias, dispuesto desde 1524, en donde la figura principal que regentaría dicha organización, será el propio Rey, contando entre las atribuciones de esta institución gubernamental, todo lo concerniente a lo legislativo, lo ejecutivo, y lo judicial. En virtud del derecho de Patronato Eclesiástico, el monarca aceptaba la intervención de los arzobispos y obispos que con sus ideas le asesoraban, en algunos casos, estos representantes del Papa, hasta podían tomar en el seno de dicho Consejo, decisiones que creyeran oportunas.
La economía en las colonias: se basó, principalmente, en la minería del oro y la plata, sobre todo en el norte de México y en Potosí (Bolivia), la agricultura y la ganadería, trabajada por indígenas o por esclavos negros traídos de África. El comercio con América era un monopolio real que se efectuaba a través de las Flotas de Indias, que zarpaban anualmente con protección militar. En 1543, se creó una flota de barco para proteger los cargamentos de oro y piedras preciosas que se enviaban a España desde América. El comercio se realizaba a través de unos puertos designados por la corona, lo que dio origen a un estricto sistema mercantilista en todo el imperio. El monopolio comercial de los puertos de Sevilla y Cádiz, en la península, y de Veracruz y Puerto Bello, en América, reguló la actividad comercial indiana.
El idioma y las costumbres: la lengua traída por los invasores hispano-europeos al Nuevo Mundo, fue el español que se le conoce como preclásico, una lengua catalogada por Nebrija y utilizada por Jorge Manrique y las Celestinas, siendo esto como el punto de partida, porque ese español se desarrolla y se innova constantemente por las consecutivas emigraciones que hubieron de sucederse hacia territorios americanos, así pues, se irá apreciando variedad de modos, de fonéticas, de cambios en el léxico, de sintácticas, entre otras peculiaridades propias de los cambios efectuados en el propio país peninsular y que trasvasarían el Atlántico. Al fusionarse los distintos reinos y que generaron como unidad final a la España, el amalgamiento de la cultura y de los modismos lexicográficos de unos y otros, terminaran por ir enriqueciendo dicha lengua que se hará compacta, de gran uniformidad fonológica y morfosintáctica, es decir, una fusión de caracteres de la lengua que va de la mano hasta con la personalidad de los más cultos que vendría entre los colonizadores a poblar estos parajes novoindianos. Así, el castellano, como lengua oficial, jugaría un papel unificador en la sociedad colonial. Por este motivo, después de la conquista se prohibió que los indígenas y los negros hablaran en sus propias lenguas, por lo cual debieron aprender el castellano. Algo similar ocurrió con la costumbre y formas de vestir. Era importante homogeneizar los comportamientos para que la sociedad se unificara. No puede perderse de vista, además, que la lengua española en América, se enriqueció a sí misma de todas las formas y lenguas denominativas de la base aborigen, baste hoy apreciar la convivencia lingüística en países como Bolivia, Paraguay, entre otro tanto de naciones de la región sureña de este continente, denominado como Latinoamérica, esto a propósito de separarlo del norte Angloamericano.
En América se harían prontamente presente, las imprentas, por ejemplo, en México para el año de 1535; en Perú en 1548. Las bibliotecas particulares que se trajeron ilustrísimos personajes que llegaron como colonos a estas tierras, también formarían parte de la enriquecedora gama cultural que se había pretéritamente fusionado ya en el Viejo Mundo, y que haría lo propio en el Nuevo.
Hábitos alimenticios: desde la Europa se trasladaron al novocontinente todo tipo de formas de vida, desde bacterias y virus que producían enfermedades, hasta plantas cultivables y animales domésticos; la migración de colonos dependió en gran medida de su habilidad para europeizar la flora y fauna del nuevo continente. Las islas caribeñas fueron la base casi perfecta en América para los horticultores europeos. Aunque allí el trigo, las uvas y los olivos fracasaron, muchos otros cultivos como coliflores, coles, rabanitos, lechugas, melones, cítricos, y plátanos prosperaron, además los españoles produjeron trigo en casi en todas las regiones colonizadas donde el clima lo permitió. Sin embargo, los antiguos pobladores americanos no cambiaron radicalmente su dieta por la influencia de cultivos de origen europeo, en cambio, hubo una entusiasta aceptación del ganado y otros animales domésticos. Los indígenas recibieron las vacas, burros, cabras, caballos, bueyes, ovejas, gansos, cerdos y otras especies como recurso valioso para su dieta alimenticia y, para obtener de ellos vestimenta o utilizarlos como medio de transporte. El europeo también aprovechó los naturales productos del Nuevo Mundo para alimentarse, como para tratar de sembrarlos en los propios predios del país peninsular.
Acerca de los indígenas del Nuevo Mundo: a partir de la llegada de los europeos a América, las condiciones de vida de los indígenas se deterioró notablemente. Fueron obligados a realizar trabajos muy duros; se les quitaron sus tierras (algunos pueblos fueron trasladados por la fuerza a otros lugares), ya no pudieron trabajar en comunidad para asegurar la subsistencia de todo el grupo. La mortalidad aumentó por este deterioro general de las condiciones de vida y porque muchos fueron exterminados en manos de los invasores, o murieron debido a las epidemias que les generaron enfermedades ante las cuales no estaban inmunes, puesto que, nunca vivieron expuestos a ellas, ya que las mismas se introdujeron con el arribo extranjero, un ejemplo: el de la viruela, que diezmó a muchos naturales irremediablemente, a pesar que se les sometieran a los tratamientos practicados por los propio curanderos blancos.
En medio de todas las violencias y contradanzas, a los veinticinco años de llegar los españoles, (…), los indios han conocido caballos, hierro, pólvora, frailes, el idioma castellano, el nombre de Jesucristo, vidrio, terciopelo, cascabeles, horcas, carabelas, cerdos, gallinas, asnos, mulas, azúcar, vino, trigo, negros del África, gentes con barbas, zapatos, papel, letras o como ellos creen, unas hojas blancas que hablan al oído. Los niños empiezan a hablar una lengua que antes no se había oído. Los campos, a cubrirse de caña de azúcar, las minas a trabajarse. Donde antes hubo un monte ahora se oye la algarabía de los trapiches. Otra generación nunca ha presenciado cambios más radicales y violentos. Los caciques, se sacaron colgados de las horcas. (…). Los que sobreviven a este choque violento, y a su propia perplejidad, ven que su misma piel va mudando de color, y las indias, que de su sangre y de la de los recién venidos va hinchándose una vena con muchos misterios, que al fin acaba por adelgazarse en notas de ternura, cuando empiezan a sollozar, en nidos de paja, los primeros mestizos. Los españoles, también, van conociendo cosas. El pan cazabe, maíz, chicha, tabaco, la enfermedad de las bubas, hamacas, yuca, canoas, flechas, bancos de perlas, guerras, cocodrilos, mares, bosques en donde cada árbol es distinto a los de España, cada pájaro canta una nueva canción, cada alborada muestra una montaña desconocida, cada lucha una experiencia deslumbrante, más deslumbrante que el oro que antes nunca vieron y que ahora pesan en el cuenco de sus manos temblorosas. (Arciniegas, 1993, pp. 70-71).
Las fundaciones de centros poblados por los españoles: fueron de acuerdo a la importancia económica que representaran los lugares. De tal manera que así se ordenaría la vastedad territorial americana sustentada en los bienes y servicios que se pudieran obtener en los preferentes espacios que reunieran tales condiciones para la habitabilidad. Al escogerse determinado lugar para poblarlo, éste quedaba supeditado a la expresión política-administrativa jerarquizante en el modelo de coloniaje hispanoamericano, correspondiente –como ya se ha dicho- en primera instancia, a la acumulación de bienes-fortunas, y en segunda opción, a las condiciones naturales de las zonas. Si el territorio en cuestión reunía ambas condiciones a la vez, no sólo se poblaba, sino además se fortificaba para la defensa contra extranjeros, incluidos como tales a los indios rebeldes; se les institucionalizaba en una burocracia administrativa, y con ello se les podía elevar a: Virreinatos Mineros o Mercantiles, a Capitanías Generales, a Gobernaciones, o simplemente a Audiencias. Para ilustrar un poco lo antes expuesto, se cita lo subsiguiente:
La fundación de centros poblados establece un nexo histórico entre la conquista la colonización. La Habana fue fundada en 1512, Cumaná la primada (sic) de tierra firme en 1515, Nueva Cádiz en Cubagua entre 1512 y 1519, Veracruz entre 1519 y 1520, la refundación de Ciudad de México (Tenochtitlán de los aztecas) en 1521, Cartagena de Indias en 1522, Santa Ana de Coro (Venezuela) en 1529, Quito en 1534, Bogotá en 1538, Santiago de Chile en 1541, Caracas en 1567, Buenos Aires en 1580, entre otras. En el siglo XVI no existían centros poblados de colonización en lo que después fue la América anglosajona. La América Hispana fue sembrada de villas, castillos y fortines en ese siglo. Tales fundaciones, la mayoría de las cuales existen actualmente, obedecían a necesidades da la conquista y de los primeros tiempos de colonización: I) como medios de defensa contra las incursiones y rebeliones indígenas; II) como asiento estable para la vida de los conquistadores y colonizadores; III) como centros administrativos y religiosos; IV) como base de intercambio y de defensa contra la piratería y el contrabando… (Maza Zavala, Op. cit. pp. 57-58).
Las primeras invasiones y saqueos hispánicos: fueron encarnizadas en las figuras de los Adelantados conquistadores, quienes ceñían las búsquedas de tesoros en torno a las presunciones de los lugares referidos tras cada leyenda narrada por los viajeros colombinos, riquezas que terminarían sustentándose por un mundo real con mucho oro y plata, minerales preciosos éstos que eran enormemente codiciados por los eurosaqueadores, termas que de alguna manera u otra (porque se encontraban en estado natural, o porque eran expuestas como joyerías por las distintas tribus), abundaban en zonas como en la América meridional y central, en donde vivían complejas civilizaciones que serían sometidas y eliminadas para arrebatarles sus bienes y con ello la vida misma, como sucedió, por ejemplo, con el imperio azteca, liquidado por Hernán Cortés en 1521, con un dispositivo militar de unos 1.300 hombres; el imperio inca, del cual se apoderó Francisco Pizarro y, así sucedería con el resto del continente que quedó bajo la hegemonía de los Reyes de Castilla, (excepto Brasil, territorio que se adjudicó Portugal), administrándose a través del Consejo de Indias. Estas civilizaciones originarían en el europeo, un sinnúmero de interrogantes sin respuesta, incluso que persisten hasta nuestros días.
No todo para los conquistadores sería fácil al momento de someter, esclavizar, matar y saquear; si bien es cierto que ellos conocían el uso de la pólvora y que superaban con sus dispositivos militares las rudimentarias armas de los aborígenes que frecuentemente las utilizaban para cazar, pescar y en excepcionales casos las esgrimían contra las demás etnias que pretendieran sus territorios, debieron pues, esos euroconquistadores, enfrentarse en oportunidades diversas con grupos de guerreros indígenas feroces al momento de salvaguardarse y de proteger sus comarcas, al menos ese fue el caso de los Caribes quienes defendieron hasta con los dientes -y no literalmente hablando- sus espacios, sus mujeres, sus niños y todos sus bienes en general.
…éstos [los Caribes] no sólo se enfrentan a los españoles: libran también una guerra casi continua contra las expediciones exterminadoras de ingleses, franceses y holandeses. A pesar de ello mantienen el dominio sobre sus moradas insulares casi dos siglos después de la llegada de los europeos. Durante este lapso se convierte en el eje de la defensa aborigen de la zona, aliándose bien con otros indígenas amenazados, como los taínos de Puerto Rico, bien con cimarrones africanos huidos de las haciendas. Hacia el término de esas dos centurias logran que ingleses y franceses les reconozcan el derecho sobre las islas de Dominica y San Vicente.
En Tierra Firme los caribes integran también el principal núcleo de resistencia en las regiones costeñas. Si bien son a la postre desalojados de los litorales de lo que hoy es Venezuela, Colombia y Centroamérica, las etnias de cultura caribe mantienen hasta el presente su identidad, sus lenguajes y sus valores en las Guayanas, en parte de los llanos orientales y de la Amazonía venezolana y en zonas internas del occidente de Venezuela y de Colombia.
Las armas del caribe son en esencia los utensilios de la subsistencia. La canoa de los viajes y pesquerías es también transporte de guerreros para las incursiones inesperadas. El arco, las flechas, y las lanzas del cazador devienen instrumentos de muerte a distancia. El curare convierte en mortal el menor rasguño… (Britto García, 2001, pp. 16-17).
A estos problemas con los que debían bregar los castellanos en el Nuevo Mundo, hay que sumarles las vicisitudes propias del intento por ordenar y reordenar (donde fuera necesario) política, jurídica, económica y socialmente a las colonias ultramarinas de la América.
Entrada la cuarta década del siglo XVI los problemas de control colonial se complicaban. Las Leyes y Ordenanzas se promulgaban, se acataban pero no se cumplían. Mientras el gran Estado español en el Nuevo Mundo, desde el punto de vista de su eficacia jurídica era casi nulo, y España tenía enemigos por todo el vecindario europeo que la acechaban aquí en América. (Meléndez Mora, 2005, p. 119).
Los esfuerzos de la sacromonarquía castellana por sostener y mantener la hegemonía allendemarina terminó siendo una obra agotadora y titánica, así debió estructurarse todo un complejo sistema de organismos institucionales y burocráticos para poder direccionar en la distante América, el ejercicio del gobierno real.
De las visiones e imágenes europeas sobre América, el colombiano Germán Arciniegas (1992), las ilustra de la siguiente manera:
Si de descubrimientos se trata, el de Asia, que es primero, no tuvo para España consecuencias humanas que puedan compararse con las del de América. Dos italianos, uno de Venecia y otro de Génova, figuran, a doscientos años de distancia, como los protagonistas de las dos aventuras: Marco Polo y Cristóbal Colón. Los dos se movieron en busca del Oriente Fabuloso, y el conocimiento que se tuvo en Europa de la China por el Millón, alentó las avanzadas comerciales de su época, que fueron grandes en un tráfico de especias. Jamás hubo entonces el propósito de conquistar ese continente para hacerlo europeo: no se pensó en hacerlo todo cristiano. Se entendió que allá tenían una religión y un imperio respetable, y lo más a que se llegó fue a enviar pequeños grupos de misioneros cristianos o a establecer puestos de tráfico con cónsules o agentes que atendieran los intereses de los comerciantes. (…). La movilización hacia América es otra historia. Es la más grande aventura multitudinaria, si no la única, que haya conocido Europa. Si se puede decir que doscientos millones de europeos han cruzado el Atlántico en cinco siglos para buscar hogar en la otra orilla, eso basta para señalar semejante éxodo como único en los anales del mundo. Y es esencial para entender los cambios más profundos ocurridos en la cultura de lo que se llamó Occidente. (…). Para el europeo de todos los tiempos, el descubrimiento de América es el de un nuevo horizonte. Es su descubrimiento… (1992; Pp. 179-185).
Las discusiones en torno a los naturales habitantes de esas desconocidas nuevas zonas indianas, trazó, al menos en el plano de la teología y la jurisprudencia europea, ceñidas controversias por la búsqueda de consensuar en torno a si aquellos extraños seres eran o no humanos, y de ser así, en qué escalafón socio-cultural debían ubicarse. Si bien es cierto que el Nuevo Mundo significó torrentes de riquezas y mano de obra esclava indígena para explotar esos bienes, no menos cierto ha de ser, que en la misma medida se multiplicarían las encontradas visiones sobre las teorías del buen salvaje.
Las justificaciones a favor o en contra de los naturales podían ser actos finales de la razón fundada en la fe, o simplemente, gestos amables de una caridad que viene del propio cielo, o de la divinidad derramada de un creador que fue capaz de concebir al servicio de los superiores hombres de la Europa, una raza de seres inferiores para que prestasen sus servicios ante el regalo constituido por un paraíso terrenal que vendría a mitigar las necesidades de aquellos blancos. De tal manera, que así, la sangría en el Nuevo Mundo quedaba justificada, pues, transformar a los indios en bestias para la carga y la explotación de las vetas de oro y plata, no infringía los designios de Dios.
El supuesto pecado por el cual los del Viejo Mundo juzgaban a los del Nuevo, se fundamentaba en la herejía, la idolatría y el politeísmo de los indios, quienes adoraban distintos dioses, pero que curiosamente esos dioses tenían que ver con la lluvia, con el cielo, con las estrellas, con la noche, con el sol, con las aguas de los mares y de los ríos, en fin, con la naturaleza en su conjunto. De tal manera que el descubrimiento de América bajo las premisas jurídicas esgrimidas como justificación del maltrato aborigen, terminarían siendo más bien un encubrimiento para justificarse ante los ojos de Dios.
En avenencia con los autores mexicanos Silvio Zavala, Ernesto de la Torre y María del Carmen Velázquez (1992), el hallazgo de un Nuevo Mundo despertó entre los hombres de letras de dicha época, explicables inquietudes con consecuencias ideológicas que se manifestarían de muchas maneras en torno a la empresa colombina. En lo que respecta al conocimiento geográfico, se vive a partir de ese entonces, en un mundo más grande y completo. En cuanto a la ciencia natural, se encuentran nuevas especies botánicas y zoológicas, y comienza la interminable polémica acerca de la calidad de ellas con respecto a las del Viejo Mundo.
El origen del ahora hombre americano y la naturaleza de su ser en sí, interesan asimismo a los observadores que terminan mezclando a la antropología, a la religiosidad y a la política. La procedencia del hombre de América, por ejemplo, intentará explicarse mediante tradiciones bíblicas, aunque se asoman ya algunos aciertos científicos como el de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias, en la que señala la ruta del norte como vía para comunicarse con Asia. Desde mucho antes del descubrimiento colombino se creía en la existencia de especies monstruosas de hombres. Habló de ellas Plinio en su Historia natural. Más tarde recordaba San Agustín, en su obra Ciudad de Dios, que en las historias de los gentiles y los mosaicos que adornaban la plaza de Cartago aparecían tales monstruos, planteándose la duda acerca de si pertenecían en verdad a la especie humana y, por lo tanto, si descendían de Adán. Todavía en 1622 se publicó en Venecia la extraña figura de un supuesto habitante de Brasil, que no era otro que el <<hombre perro>> de la Historia de Plinio.
Si bien es cierto que el descubrimiento disiparía los prejuicios sobre los supuestos seres mitológicos que habitaban estos territorios, no menos cierto ha de ser, que no obstante a ello, las ofuscaciones sobre la existencia de los extraños habitantes del Nuevo Mundo no se disiparían tan fácilmente, pues como se ha visto con anterioridad, toda una batalla en el campo de las leyes tendría lugar entre los pensadores de la época, pues, para algunos, los indios eran simples seres degenerados e incrédulos de la fe católica y por lo tanto, ofensivos a Dios, calificándolos como simples animales sin posesión de alma; para otros intelectuales en cambio, eran todo lo contrario. Resulta curioso ver como filósofos de la talla de Voltaire, Bacon, Montesquieu, Bodin, Hume, y hasta el propio Hegel, llegaron a sostener la tesis de que dichos aborígenes americanos eran hombres degradados en el escalafón social concebido desde el eurocentrismo peninsular. Muy a pesar de estos sostenimientos teóricos, no puede negarse que la aportación elemental en el orden de las bullidas ideas para afirmar o negar la existencia humana de los indios, conmocionaron en la Europa la búsqueda de interpretaciones a los problemas de la América en su conjunto. Asimismo cabe destacar que los enfoques doctrinarios, estuvieron revoloteando en las mentes de ilustres pensadores que jamás cruzaron el Atlántico
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