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El desempleo como falla de la sociedad (página 2)


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Política fiscal y empleo

La forma en que la política fiscal afecta al empleo es un tema complejo, por lo que es necesario sopesar cuidadosamente los efectos de incentivo y desincentivo que conlleva la intervención del sector público. Por ejemplo, un sistema de prestaciones por desempleo bien diseñado no solo brinda una importante red de protección a la población, sino que, además, permite a los trabajadores dedicar más tiempo a la búsqueda del empleo más productivo. Sin embargo puede al mismo tiempo, prolongar la duración del desempleo, lo que tendría efectos secundarios sobre el potencial de producción de la economía, porque los trabajadores que se encuentran en una situación de desempleo de larga duración experimentan una depreciación de su capital humano. Las posibles desventajas de las prestaciones sociales se observan con más claridad en sus efectos sobre la oferta de factor trabajo. Con frecuencia se menciona el pago incondicional o ilimitado de prestaciones por desempleo como uno de los principales factores que desincentivan la búsqueda de empleo. Este tipo de prestaciones puede, asimismo, reducir las presiones para reformar un mercado de trabajo ineficiente con altas tasas de paro porque los desempleados disfrutan de esos beneficios. También los sistemas públicos de pensiones tienen efectos significativos sobre la oferta de trabajadores. La escasa penalización de la jubilación anticipada, o incluso su promoción activa, han reducido dicha oferta. Por otra parte, la perspectiva de jubilación anticipada constituye un desincentivo para que los trabajadores mantengan sus conocimientos profesionales y participen en un proceso de aprendizaje continuo. Además, los incentivos a la jubilación anticipada facilitan la eliminación de mano de obra incluso en circunstancias en que el despido es muy difícil. Como resultado, las empresas que necesiten reducir su plantilla la recortarían en los segmentos de mayor edad, dándose el caso de que estos trabajadores pueden ser precisamente los que más experiencia tengan y no los menos productivos. Las políticas orientadas al mercado de trabajo, si se diseñan y ponen en práctica adecuadamente, pueden estimular la oferta y la demanda de factor trabajo y, por consiguiente, la tasa de ocupación. Los programas de formación pueden ayudar a mantener y mejorar los conocimientos profesionales, reduciendo los desajustes entre oferta y demanda y el deterioro del capital humano entre los desempleados de larga duración. Otro desafío que se plantea es la reintegración de los grupos difíciles de emplear, como los trabajadores poco cualificados, los parados de larga duración o los trabajadores de más edad.

Pocos indicadores de coyuntura son objeto de tanta confusión y malentendidos como la tasa de desempleo abierto difundido por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI).

Al nivel del indicador se le ve con incredulidad por ser bajo y con frecuencia la crítica lo atribuye a un problema de definición que culmina en un concepto demasiado rigorista o inaplicable a la realidad mexicana.

La incredulidad proviene en parte o en mucho porque implícitamente se asocia al desempleo abierto con el nivel de vida o grado de desarrollo de las naciones, pero en realidad el desempleo abierto tiene que ver menos con la riqueza o pobreza de un país que con la flexibilidad o rigidez de sus mercados laborales y de una correlación de fuerzas, al interior mismo de la Población Económicamente Activa, que le quita o le da peso al segmento laboral organizado.

Más allá de que sea perfectible, la definición de desempleo abierto entraña una doble condición que es importante no perder de vista; el desempleo abierto no sólo habla de una situación, sino también de un comportamiento (búsqueda de empleo) que no siempre resulta obvio. Cuando se señala el ambulantaje en la calle, la situación es palmariamente visible, pero lo que no se puede dar por sentado o por hecho es que invariablemente de esas situaciones se desprende la intención de un comportamiento vinculante con los mercados de trabajo.

No es pues lo mismo tratar de pensar con imágenes que analizar con conceptos: es preciso entonces ir de lo meramente intuido a lo rigurosamente formulado, pasos sin los cuales el quehacer estadístico es inconcebible. El propósito de este artículo no es otro que subrayar cuál es el sentido de la definición del desempleo abierto, su qué y para qué; cómo es un invaluable hilo conductor para comprender las condiciones y funcionamiento de los mercados de trabajo. También se subrayan algunos componentes del desempleo abierto que permiten analizarlo mejor a través de la estadística, junto con las características de los grupos de población a los que involucra este fenómeno.

En medio de todos estos mensajes, hay una idea central que se le transmite al lector: el concepto de desempleo abierto no pretende ser la medida del déficit de oportunidades de una sociedad, sino recoger un comportamiento específico frente a dicho déficit.

Es la estructura misma de esa sociedad la que determina qué tan generalizado o no es tal comportamiento. En aquellas sociedades en proceso de desarrollo no es infrecuente que, el desempleo abierto, recoja el comportamiento del sector predominantemente moderno frente a ese déficit; de ahí que ciertamente se imponga explorar las manifestaciones de otros grupos y sectores cuyas estrategias de supervivencia proceden por otras vías.

Por lo anterior, este artículo dedica su parte final a las tasas o indicadores complementarios al desempleo abierto, realizando una exposición de su esquema conceptual, señalando su razón de ser y clasificándolas en familias.

Es así como se entrega esta guía de lectura del desempleo abierto, no con la intención de decir la última palabra al respecto, sino con la idea de llevar la polémica a un plano más allá de discusiones bizantinas que todo lo reducen a cuestiones terminológicas.

Empecemos, pues, enunciando cómo se mide la fuerza laboral de un país.

Medir la fuerza laboral a través de encuestas en hogares

Como se sabe, la contabilización del número de habitantes de un país se realiza a través de un censo o de un conteo de población y vivienda, en tanto que el seguimiento en el mediano y corto plazo de los cambios que presenta dicha población y de las situaciones específicas que le afectan, se realiza a partir de encuestas en hogares.

En México se tiene una plataforma censal renovada quinquenalmente –por medio del Conteo de Población y Vivienda–complementada por un sistema de encuestas con producción de datos bianual, trimestral y mensual que, además de posibilitar análisis a mediano y corto plazo, incorporan la precisión o detalle propio de los instrumentos de captación más especializados. En materia de hogares, las dos grandes vertientes temáticas en México corresponden a las encuestas de ingreso-gasto y a la de empleo.

Al abordar la temática de empleo por medio de encuestas, México, al igual que muchos países, cumple con las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), mismas que dejan en claro que la medición del fenómeno ocupacional no debe restringirse a las estadísticas de la seguridad social, ya que ésta no tiene –aun en los países desarrollados– una cobertura completa o exhaustiva de dicho fenómeno.

Dado que la captación del empleo no puede limitarse a los registros administrativos, resulta preciso acudir a los hogares y captar, por entrevista directa, cuál es la situación que prevalece en ellos, en términos ocupacionales, y qué características guardan a ese respecto.

En nuestro país, el INEGI levanta, de manera continua, a lo largo de todo el año la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), que genera datos mensuales y trimestrales.

También, se levanta la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), que es representativa tanto de áreas de más de 100 mil habitantes como de áreas de menos de 100 mil habitantes.

Hasta antes de 1995, la ENE se levantaba bianualmente y después de dicho año, de forma anual.

A grandes rasgos, la información que captan las encuestas de empleo permiten:

• Conocer las características sociodemográficas de la población (edad, sexo, estado civil, escolaridad, etc.) y su relación con otras variables, como: condiciones de actividad e inactividad.

• Captar y producir información sobre los niveles de empleo y desempleo de la población de 12 años y más.

• Identificar las características de la población ocupada en relación con la rama de actividad, ocupación principal y posición en el trabajo.

• Conocer las características ocupacionales de la población, en relación con la rama de actividad del último trabajo que tuvieron las personas e identificar los motivos por los cuáles dejaron dicho trabajo.

• Dar cuenta de la heterogeneidad del mercado de trabajo, determinando características de los establecimientos (sector de propiedad, rama de actividad, disponibilidad de local, etc.) en los que se insertan los ocupados.

• Profundizar en las condiciones de trabajo (horas, formas de pago, ingresos y prestaciones laborales) de los ocupados.

• Ofrecer información sobre las personas que tienen más de un trabajo y, también, sobre las que buscan otro trabajo, independientemente de que ya estén ocupados.

Los economista sostienen que en Estados Unidos, el 75% de los puestos de trabajo cuya oferta está creciendo más rápidamente requieren trabajadores y empleados con elevadas cualificaciones (college degree, more than high school diploma) de las cuales supuestamente existe gran escasez. Tales economistas citan también el caso de que, según estimaciones del Ministerio de Trabajo de EEUU, de las 30 ocupaciones que crecerán más, 22 requerirán elevadas cualificaciones durante el período 2006- 2016. Y el gran problema –añaden estos economistas- es que la gran mayoría de ciudadanos estadounidenses no tienen estas cualificaciones y de ahí que exista un elevado desempleo a la vez que haya una oferta de puestos de trabajo que quedan sin cubrir.

Parecería pues que hay un desequilibrio entre oferta y demanda en el mercado laboral. De ahí se deriva que la solución sea aumentar el número de trabajadores con un elevado nivel de cualificaciones en la población. Es la llamada a adaptarse a la Sociedad del Conocimiento que supuestamente caracteriza a nuestras sociedades. Tal llamada ha sido una constante desde el tratado de Lisboa del 2000, firmado por los dirigentes de la Unión Europea (UE), estableciendo la estrategia de desarrollar la Sociedad del Conocimiento como manera de resolver el desempleo (y a la vez, aumentar la competitividad).

"La sociedad del conocimiento"

El problema de esta explicación es que ignora o desconoce que, aunque es cierto que los sectores más crecientes en la producción de empleo sean los que requieren elevadas cualificaciones, estos sectores representan sólo un 3% de todos los puestos de trabajo existentes en EEUU. Tales economistas, entusiastas de la Sociedad del Conocimiento, parecen desconocer que para calcular el potencial de crecimiento de puestos de trabajo de un sector hay que mirar el número absoluto de puestos de trabajo que se crearán y no sólo la tasa de crecimiento de aquel sector. En realidad, y según las mismas cifras del Ministerio de Trabajo, de los 30 sectores que producen un número mayor puestos de trabajo, 21 de ellos no requieren cualificaciones elevadas, sino formación profesional de tipo medio y bajo. Un 25% de todos los puestos de trabajo en 2016 estarán en estos 21 sectores que incluyen comercio, procesos de producción y distribución alimentaria, servicios domésticos y de atención a personas discapacitadas, y servicios domiciliarios. Según los cálculos del mismo Ministerio de Trabajo, 62% de todos los puestos de trabajo en 2016 no requerirían elevadas cualificaciones, sino formación media y baja ("with only high school").

Otro dato que se cuestiona es que faltan profesionales de alta cualificación es que, si bien es cierto que el número de puestos de trabajo creados en estas ocupaciones ha crecido muy rápidamente, el hecho es que el número de profesionales de elevada cualificación que están trabajando a tiempo parcial, pese a que les gustaría trabajar a tiempo completo, ha aumentado considerablemente. El subempleo ("underemployment") en estos sectores de alta cualificación es considerable lo cual pone en duda que exista una escasez de personal cualificado. Es más, entre los sectores que están creciendo muy marcadamente en números absolutos –servicios sanitarios y educación– el desempleo es también acentuado, habiendo también aumentado especialmente desde que se inició la crisis en 2007.

El "Mismatch" no es el mayor problema o la mayor causa del elevado desempleo

No parece, pues, que el desequilibrio o Mismatch entre oferta y demanda de puestos de trabajo sea la mayor causa de desempleo. Ello no implica, sin embargo, que no haya un Mismatch, que debiera corregirse entre oferta de puestos de trabajo y cualificaciones de los trabajadores. Este Mismatch que existe en el desequilibrio entre el sistema educativo y el mercado laboral, es muy marcado en gran parte del mundo, donde, consecuencia del enorme poder de clase (del 20% de renta superior del país) existe una sobreabundancia de licenciados universitarios (los hijos de este 20% están concentrados en la población estudiantil universitaria) con escaso desarrollo de la formación media y profesional.

Pero ninguno de estos desequilibrios puede explicar el elevado desempleo, que se basa en la escasa producción de puestos de trabajo. Ahí está el problema grave, problema que se acentúa cada vez más en cada salida de la recesión. Cada nueva recuperación económica produce menos nuevos puestos de trabajos. Y ello ocurre incluso en los sectores que producen más puestos de trabajo como sanidad y educación.

¿Por qué se produce tan poco empleo?

Una respuesta es que esta recesión que estamos experimentando es mucho peor que las anteriores. Y ello es cierto. Pero no es suficiente. La raíz del problema está en lo que ha ido ocurriendo en la distribución de las rentas en los mayores países de la OECD consecuencia de las políticas neoliberales generalizadas en el período 1980-2010.

En realidad, incluso hoy, el gran mundo empresarial no tiene escasez de dinero. En EEUU, a mediados del año 2010, los beneficios empresariales eran el 60% superior a los que habían tenido en 2008, e igual a los que tenían en 2006, cuando alcanzaron el nivel más alto en el ciclo anterior. En aquel año, las empresas no financieras no tenían ninguna escasez de metálico. Una situación distinta era la de las pequeñas empresas que no tenían tal liquidez. Pero, el hecho de que las empresas no financieras más importantes de EEUU no invirtieran y no crearan empleo se debía a que no había suficiente demanda para los productos o servicios que producían. Y lo mismo ocurre con las pequeñas empresas: la falta de demanda de sus productos es la mayor causa de la escasa producción de empleo. Y esa escasa demanda se debe al descenso de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional. Intentar resolver este déficit de demanda estructural (como están proponiendo las instituciones de la UE) a base de exportaciones (basada en una demanda extranjera) es absurdo, y todavía más absurdo, en momentos de recesión global actual.

Problema del desempleo

Ciertamente el desempleo se va a convertir en el problema esencial del futuro inmediato de México. Ya aparecen versiones en los medios a propósito de cuáles deben ser las alternativas para tratar, solamente tratar, de resolverlo.

Hay, por supuesto, las dos alternativas: la más temible se produciría por el despido, bajo cualquier forma, de los trabajadores. Es, en este momento, lo más notable. La segunda alternativa es la permanente: generar los empleos para las nuevas generaciones de trabajadores.

Flota en el ambiente la idea de que la solución tiene que pasar por la famosa flexibilización en la contratación de empleados. Se dice reiteradamente que nuestro sistema laboral es demasiado rígido y que no resulta atractivo para los empresarios lanzarse a la aventura de contratar trabajadores y con ello enfrentar una multitud de responsabilidades directas e indirectas. Entre las primeras, la incertidumbre acerca de lo que puede ocurrir, entre otras cosas, las cargas económicas por los despidos, si llega el caso. Entre las segundas, los costos adicionales al salario: seguridad social, vivienda y cargas fiscales de manera particular. Con el riesgo para los trabajadores de que sus inversiones forzadas en las famosas Afore se conviertan en polvo debido a los problemas financieros del mundo y, a consecuencia de ello, las inversiones hechas por las Afore hayan perdido en la crisis un monto más que importante de valor. La quiebra, de hecho, de las instituciones de la seguridad social, públicas y privadas, puede ser una consecuencia.

En esa flexibilización pueden darse varias alternativas: la contratación temporal, la contratación a prueba, la celebración de contratos ficticios de comisión mercantil o de servicios profesionales. O las fórmulas de moda de que ya los patrones no contratan a sus trabajadores, sino que "supuestamente" los alquilan. El "arrendador", un sinvergüenza comprobado y seguramente insolvente, le garantiza al arrendatario, a veces con fianzas, las consecuencias negativas de la relación, lo que se traduce en el supuesto derecho del "arrendatario" para separar a los trabajadores del "arrendador" sin incurrir en responsabilidades. Por lo menos eso les dicen.

Por ahí corre el rumor de que en la suspirada reforma de la LFT de la que tanto se ha hablado desde el sexenio pasado, la temporalidad reinaría sobre la estabilidad en el empleo acompañada de contratos a prueba de larga duración.

Ahora, en realidad desde siempre, la LFT permite que el patrón separe a un trabajador nuevo que en su primer mes de servicios no cumple con las condiciones de capacidad y conducta previstas. Claro está que el patrón deberá probar esas circunstancias o, en su caso, que las recomendaciones que le presentó el candidato eran falsas. Esas cargas de la prueba se pretende eliminarlas.

Hubo una experiencia en España que vale la pena recordar. Me parece que ya en la democracia, pero en crisis económica, se modificó el texto del estatuto de los trabajadores para que los empleados pudieran ser contratados por periodos de seis meses. Durante el término mencionado, el trabajador gozaba de estabilidad, pero al concluir el patrón podría separarlo sin responsabilidad alguna. De conservarse la relación, se podía prorrogar por otros seis meses y hasta un total de tres años, siempre con la alternativa del despido sin causa. A los tres años, si continuaba la relación, nacía el derecho a la estabilidad en el empleo.

El resultado fue desastroso. El trabajador no asumía el espíritu de ser parte de la empresa. Ésta no se ocupaba de capacitarlos por que implicaba un costo no justificado en la temporalidad. Por la falta de capacitación y de espíritu de equipo se generaron más accidentes de trabajo. Probablemente el sector empresarial vivía feliz con la formulita y ejercía los usos y abusos que permitía. Pero llegó un momento en que hubo que reformar el estatuto con la compensación para los patrones de una reducción en el costo de los despidos.

Hay además, en España, un seguro de desempleo del que siempre he dudado de su eficacia, pero que por lo visto amortigua los efectos de la falta de salarios y, a su vez, la posibilidad del trabajo informal, ajeno a responsabilidades de seguridad social y fiscales. En alguna conversación privada en Madrid, en La Moncloa, con Felipe González, me decía que la informalidad era más que frecuente, disimulada en los establecimientos que invocaban otras actividades cuando en realidad constituían un taller repleto de trabajadores.

El problema sustancial radica en que prescindir del empleo, bajo la fórmula que sea, de manera automática implica prescindir del mercado. Si no hay salarios no habrá compradores. De esa manera, los empresarios deben entender, y a veces lo entienden, que aumentando los salarios aumenta la capacidad de venta. Es claro que el efecto no es directo, pero si se generaliza, beneficia a todos.

El desempleo es, por supuesto, una enfermedad endémica de México. Basta considerar que en el IMSS hay, aproximadamente, 14 millones de afiliados y una par de millones en el ISSSTE, con un millón más, tal vez, en las diversas instituciones de seguridad social de los estados. Un poco audazmente podemos decir que entre empresarios y profesionales habrá, tal vez, 3 o 4 millones de personas, lo que en conjunto nos daría 20 o 21 millones de personas activas en la economía. La población con aptitud de trabajar debe ser del orden de 10 o 15 millones más evidentemente desempleados y en el campo difícil de la economía informal. Sobre una población de 105 millones de habitantes, los porcentajes de desempleo resultan intolerables. En el futuro inmediato, peores.

La falta de empleo ha sido, por muchos años, el problema social más grave de México. La carencia de empleo es una de las expresiones más agudas de la pobreza. Este fenómeno de escasez de empleo, aunado a las diferencias salariales de México con Estados Unidos explica, en gran medida, el fenómeno migratorio de mano de obra mexicana a ese país. La oleada migratoria, aunque no puede considerarse un fenómeno nuevo, ha adquirido mayores proporciones y algunas características diferentes a las de las anteriores (véase Conapo, 2005).

La Población Económicamente Activa (PEA) en México representa cerca de 60% de la población de 14 años y más, y si bien ha disminuido su tasa de crecimiento medio anual de 3.5 a 1.9% del periodo 1982-1993 al 1994-2010, ésta sigue siendo alta en comparación con el ritmo de crecimiento del empleo remunerado. En 2004, la PEA ascendía a 42 millones. El número de empleos requeridos para cubrir las necesidades del incremento anual de la oferta laboral era de poco más de un millón cien mil (Censos Nacionales de Población y Vivienda, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, México).

La economía mexicana no ha sido capaz de generar el número total de empleos formales requeridos en ninguno de los últimos quince años, para no hablar de la llamada "década perdida", de los años ochenta. Por ello, podemos inferir que, sin lugar a dudas, hay un déficit acumulado de empleo, difícil, sin embargo, de precisar.

En la década actual la economía mexicana ha estado lejos de generar entre uno y 1.2 millones de empleos, que exige el aumento anual de la PEA. Ni siquiera el creciente flujo migratorio de mexicanos a Estados Unidos ha evitado que la tasa de desocupación bruta aumentara entre 2000 y 2010. Y aunque entre 2004 e inicios de 2008 el empleo creció de manera importante como resultado del incremento del Producto Interno Bruto (PIB) real, sigue siendo insuficiente para cubrir rezagos, los cuáles se acentuaron con la reciente crisis económica. Al mismo tiempo, se presenta una nueva característica: el empleo formal se parece cada vez más al informal. La evidencia señala que no solamente ha crecido el desempleo sino que ha crecido la población ocupada sin prestaciones sociales, así como los empleos informales.

En efecto, en la primera década del siglo XXI, además del incremento de los niveles de desempleo, creció significativamente la informalidad en la economía y los ocupados sin protección social. Se observa, asimismo, un amplio vacío para generar puestos de trabajo en sectores industriales. En suma, según cifras oficiales actualmente hay cerca de 1.5 millones de desocupados más que en 2000. Además, en este mismo periodo la tasa de presión general (porcentaje que representa la población desocupada más la ocupada que busca trabajo, respecto a la población económicamente activa) creció en al menos 2 veces en 22 de las 32 entidades de la República.

Desocupación abierta

Las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ubican a México en los últimos años como uno de los que tiene las tasas de desempleo abierto más bajas entre los países de América Latina y el Caribe. No obstante, a diferencia de lo que ha ocurrido en la mayoría de estos países, que han visto reducir sus tasas de desempleo de manera importante en la presente década, en México éstas han mostrado una tendencia creciente. En 2000 la diferencia entre la tasa promedio en la región y la de México era de 7 puntos porcentuales, en 2009 fue de 1.5 puntos porcentuales (véase cuadro 1).

Si calculamos el nivel de ocupación de acuerdo con el promedio que reportan las encuestas en México, el resultado en miles de personas aparece en la gráfica 1 e indica que el desempleo abierto afecta actualmente a alrededor de 2.5 millones de personas.

En efecto, como se advierte en el cuadro 2, el porcentaje de desempleo abierto que en promedio arrojan las encuestas muestra una tendencia a ubicarse entre 3 y 5% de la PEA, salvo los periodos de crisis económica en que se alcanzaron cifras mayores a 5% (1995, 1996 y 2009, véase gráfica 2).

El que se registre una tasa baja de desocupación abierta se debe a dos causas: 1) el denominador, la PEA, no aumenta tanto por la migración de las comunidades fuera del país y ha habido además un cambio en la edad mínima (de 12 a 14 años) que se considera para formar parte de ella; 2) la cobertura del numerador, todo el que declara realizar al menos una hora de actividad a la semana se le toma como ocupado en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

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El porcentaje de desocupación abierta no es un indicador muy preciso del estado del mercado de trabajo en México. Hay indicadores de la ENOE que permiten apreciar mejor esto. En el mismo cuadro 2 se muestra la Tasa de Ocupación Parcial y Desocupación, que considera en su cálculo como desocupadas a las personas que no tuvieron ninguna actividad o que, si la tuvieron no fue más de 15 horas durante la semana de referencia. Del año 2000 a 2010, la población desocupada más la parcialmente ocupada pasó de 7.2 a 12% de la PEA. Esto significa que en 2010, 5.5 millones de personas estuvieron desempleadas o bien trabajaron menos de 15 horas a la semana. El desempleo ha afectado en mayor medida a los jóvenes. El Programa Nacional de la Juventud (PNJ) 2002-2006 resalta que históricamente el desempleo ha afectado más a los jóvenes pues las tasas de desempleo abierto de éstos duplican y hasta triplican las de los adultos. El número de jóvenes entre 14 y 29 años de edad desocupados ha aumentado en los últimos 5 años cerca de 50% de acuerdo con cifras de la ENOE. En 2010, 1.7 millones de desempleados tenían entre 14 y 29 años de edad. A este grupo habría que sumar el número de jóvenes que aún sin trabajar no se encuentran estudiando (5.8 millones), con lo que contabiliza a 7.5 millones de jóvenes en ese rango de edad que en 2010 ni estudiaron ni desempeñaron alguna actividad económica, representando 16% de la PEA.

Como ilustra la gráfica 3, las tasas de desempleo más altas en México se encuentran en los niveles educativos más altos y éstas han aumentado en años recientes. De igual forma, la distribución de desocupados según grado de instrucción revela que son mayoría aquellos con mayores niveles de escolaridad y que su porcentaje de participación se ha incrementado en los últimos años.

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Suponiendo que el nivel de instrucción de la mano de obra refleja su nivel de capacitación, y que sean las empresas y ramas más dinámicas en la economía mexicana las que absorben mano de obra más calificada, resulta extraño que la desocupación general sea mayor a mayor nivel de capacitación. Ello nos mostraría que el mercado de trabajo presenta distorsiones que deben ser cuidadosamente estudiadas para corregirlas con una política pública específica adecuada. En particular esta información pone en duda la explicación convencional –por el lado de la oferta– que argumenta que la falta de capacitación es el mayor obstáculo a la generación de empleos.

Empleo Remunerado

En cualquier caso, la cifra de desocupación abierta que resulta no refleja cabalmente la gravedad del problema del empleo en México que implica un déficit de trabajo de "calidad". Una parte de ese déficit acumulado determina la corriente anual migratoria neta a Estados Unidos. Entre 2000 y 2009 el número de personas nacidas en México radicadas en aquel país aumentó en cerca de 3.8 millones de personas. Otra parte alimenta al empleo informal que comprende poco más de la mitad del empleo remunerado total. Es muy probable que el resto de la PEA no empleada de bajos recursos constituya una masa de la que se nutren los grupos dedicados a actividades ilegales de género variado, aunque de ello no hay información precisa.

A este déficit de empleo en México, se suma el desempleo derivado del cierre de empresas y organismos estatales y de empresas privadas desplazadas por la competencia externa, que las políticas económicas adoptadas desde 1983 produjeron por la vía de la liquidación o recorte de unas y la apertura al comercio de las otras. Pérdidas de empleos formales que no han sido suficientemente compensadas por la nueva inversión o por el aumento de las actividades de exportación. Un indicador más adecuado de ese rezago es la diferencia o brecha entre el crecimiento de la PEA y el nivel de empleos remunerados en las diversas actividades productivas según las Cuentas Nacionales del país que se aprecia en la gráfica 4.

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De hecho, aunque la PEA ha disminuido su tasa de crecimiento media anual de 1982 en adelante, el ritmo de crecimiento del empleo remunerado ha sido inferior (véase el cuadro 3).

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Es por ello que una de las prioridades de la política gubernamental ha sido la de generar puestos de trabajo que compensen tanto la indudable pérdida de empleos ocasionada por la apertura y las crisis económicas, como el incremento de la oferta laboral producto del crecimiento natural de la PEA. Las reformas económicas de los ochentas parecían apuntar en esa dirección. No obstante, se dejaba el proceso de ajuste en manos de las fuerzas del mercado, en este caso el laboral. Se suponía que siendo México un país relativamente abundante en mano de obra, una vez abierta su economía, ésta se especializaría con ventaja en la producción de bienes intensivos en mano de obra, por las diferencias salariales y de dotación relativa con Estados Unidos. Dichos bienes al ser manufacturados, tendrían un efecto de arrastre importante en la generación de empleos en las ramas proveedoras locales. Estas ventajas se manifestarían en una mayor exportación de bienes intensivos en mano de obra.

Un factor adicional generador de empleos estimulado por las reformas fue la instalación de empresas maquiladoras, ya no restringida a la zona norte del país como inicialmente en los sesenta y setenta. Dicho factor por su propia naturaleza no tiene más que un efecto directo en el empleo y ninguna vinculación con el aparato productivo nacional, es decir, encadenamientos hacia atrás o hacia delante. Y su capacidad generadora de empleos asciende a no más de 6% del total remunerado.

Si bien las exportaciones mexicanas han crecido muy significativamente, en especial las manufactureras, de 1982 a la fecha, el empleo total no ha modificado su ritmo de crecimiento anual y la estructura del empleo total no se ha modificado en favor de las ramas manufactureras; incluso ha presentado un ligero descenso. En todo caso las que han tenido mayor participación relativa son la construcción y el comercio, actividades vinculadas esencialmente al mercado interno (véase el cuadro 4).

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La capacidad de arrastre de la exportación respecto al empleo ha sido muy limitada por dos razones fundamentales: la ruptura de cadenas productivas resultado de la apertura y la tendencia natural de la producción hacia bienes intensivos en insumos o capital, más que en mano de obra. Los resultados de la aplicación del modelo de insumo-producto a México muestran que si bien el empleo total generado por las exportaciones aumenta significativamente a partir de 1994 su participación en el total del empleo, como éste no ha crecido mucho (1.7% anual en promedio entre 1982 y 2004), sólo ha podido absorber los empleos perdidos en los sectores no exportadores. Se ilustra lo anterior en el cuadro 5 aunque los datos estimados por la matriz comprenden sólo hasta 2000.

La industria maquiladora de exportación, después de cuatro años de expulsión de la fuerza de trabajo entre 2000 y 2003 y una tímida recuperación en 2004, incrementó su generación de empleo a una tasa de 5%, en 2005. No obstante esta recuperación, en 2005 el empleo de las maquiladoras se encuentra todavía por debajo del máximo logrado en 1999.

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Empleo formal e informal

Como indica la revista Newsweek, casi el dieciséis por ciento de la población rural estadounidense a duras penas tenga lo necesario para vivir. En el informe "The Rural Crisis Downunder" (La crisis rural australiana), Geoffrey Lawrence escribe que en Australia, "los índices de desempleo, subempleo y pobreza son mucho más elevados en el campo que en las ciudades". La inestabilidad económica ha obligado a numerosas familias —sobre todo a los jóvenes— a emigrar a los centros urbanos.

La expansión de la informalidad o subempleo es otro de los problemas que México comparte con la región Latinoamericana e incluso con otros países desarrollados y en desarrollo. En el caso de México un indicador del nivel de informalidad es la diferencia entre el número del personal remunerado y los inscritos en el seguro social. Esta diferencia ascendió en 2010 a poco más de 60% del empleo remunerado (véase gráfica 5).

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Por su carácter de informal ha sido complejo definir y por ende medir este tipo de actividades. La OIT, en conjunto con otros institutos de estadística a nivel mundial ha conformado el Grupo de Delhi con el objetivo de unificar criterios a fin de poder contabilizar este tipo de actividades. Algunos de esos criterios han sido adoptados en las encuestas mexicanas. De esta forma, las encuestas de empleo en México indican que entre 1995 y 2010 el número de personas que participan en el sector informal,1 se estima, con fluctuaciones, entre 26 y 29% del total de personas ocupadas lo que se traduce en 2010 en cerca de 13 millones de personas en todo el país, 44% más que en 1995 (véase el cuadro 6).

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Recientemente se han incorporado a la ENOE criterios que permiten medir el número de personas en ocupaciones en condiciones de informalidad, fuera o dentro del sector informal. De esta forma, se registran 26.4 millones de personas (60.6% de la población ocupada) al segundo trimestre de 2010 desempeñando al menos una actividad informal,

  • 1. El término de Sector Informal se refiere, a todas las empresas de hogares que se distinguen por la carencia tanto de una organización legalmente establecida como de una conducción de prácticas contables que permitan distinguir los flujos económicos y patrimonio del hogar de los del negocio. Así, el empleo en el Sector Informal será el que está vinculado a esas unidades económicas, más allá de cualquier consideración sobre condiciones laborales.

12.5 millones de ellas en el sector formal, tal como se muestra en el cuadro 7. Se estima que el tamaño de la economía informal en México representa entre 25 y 26% del PIB (UANL, 2001).

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En cuanto a generación de empleo formal, el mercado de trabajo ha respondido con mucha lentitud a las reformas y de manera heterogénea en los años recientes. Como se muestra en el cuadro 8 entre 1995 y 1999 la generación de empleos formales mostró gran expansión, 3.5 millones de personas encontraron empleo en dicho sector, 3.5 veces más que en el informal; incluso el número de empleos creados fue superior al número de personas que se incorporaron a la PEA en esos años. Entre 2000 y 2004 se crearon más empleos en la informalidad que en el sector formal, 1.45 millones contra 1.07 millones. En los últimos años se han logrado incrementos importantes en el empleo formal. Entre 2005 y 2009 el número de empleos creados en el sector formal fue superior en 2.6 veces al creado en el informal. En estos años el número de trabajadores asegurados al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) aumentó en poco más de un millón, aunque puede considerarse un avance esta cifra es inferior a los 2.3 millones de trabajadores adicionales inscritos al IMSS que se registraron entre 1995 y 1999, de acuerdo con las cifras oficiales.

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Cabe señalar que buena parte de los nuevos empleos formales (los inscritos al seguro social) son de carácter eventual. La tendencia en años recientes ha sido de un incremento en la participación de los empleos eventuales y una reducción de los permanentes, en el total de empleos formales creados. La participación del empleo permanente inscrito al IMSS se ha reducido de 91% del total en 2002 a 86% en 2011. Bajo esta perspectiva, de 2005 a 2010 apenas si se crearon 1.1 millones de empleos inscritos al IMSS, de los cuales, 32% fueron de carácter eventual. A marzo de 2011, la proporción de empleos eventuales se encuentra en sus máximos históricos (véase gráfica 6).

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Los resultados expuestos son de la mayor relevancia y reflejan una de las más profundas tendencias de la economía mexicana: su falta de generación de empleo formal y, en el caso de empleo inscrito al IMSS, su predominancia como empleo eventual o bajo otros rubros no permanentes.

Otros datos relevantes del empleo formal permanente registrado en el seguro social atienden a su estructura. En el periodo 2000-2005 la manufactura aunque sigue siendo, por mucho, el principal sector con empleo permanente registrado, perdió 18.2%. Destaca también un importante aumento del empleo permanente en Industrias Extractivas y en la Construcción, mientras que otros los sectores además de la Manufactura, como son el Agrícola y los Servicios Sociales y Comunales disminuyeron.

Finalmente, con respecto a la seguridad social debe señalarse que México, que fue de los pioneros en el establecimiento del sistema en los años cuarenta, ha visto disminuir la protección social a lo largo de los últimos años. De 2005 a 2010 el porcentaje de trabajadores subordinados y remunerados sin prestaciones ha crecido de 45 a 46%. De todos los empleos creados en ese periodo para este grupo de trabajadores, 1.7 millones fueron sin prestaciones, lo que significa que carecen de servicios médicos y otros servicios sociales. Actualmente, 13.5 millones de trabajadores subordinados y remunerados carecen de prestaciones.

Crecimiento y empleo a largo plazo

En un periodo de largo plazo, 1955 a 2009, se pueden observar cambios importantes en la relación del crecimiento del producto y del empleo que nos hablan de la elasticidad-empleo del producto. Primero de 1955-1970 a 1971-1981 se incrementó la capacidad de la economía mexicana para crecer con tasas altas de aumento en el empleo remunerado. De ese periodo se pasó al de 1982-1993, cuando hubo una coincidencia de tasas bajas de crecimiento del producto y del empleo. En la siguiente fase que corresponde al periodo de operación del TLCAN, de 1994 a 2009, se recupera un poco la tasa de crecimiento del producto pero empeora la del empleo. México parece estar en la peor de las alternativas ya que aunque mejora un poco el crecimiento del producto, la tasa de aumento del empleo decrece (véase gráfica 7). Es decir el leve aumento del PIB no trae consigo un aumento equivalente en el empleo, su capacidad de arrastre, por así llamarla, ha disminuido en esta etapa

Desempleo abierto: un concepto en el contexto del mercado laboral.

a) El marco normativo

El marco conceptual para las encuestas continuas de empleo en los hogares lo establecen las conferencias internacionales de

Estadígrafos del Trabajo (CIET), que convoca la OIT cada cinco años en su sede (Ginebra, Suiza).

En particular, en lo que se refiere al desempleo abierto, la norma internacional que lo define quedó establecida en la XIII CIET, celebrada en la sede ya señalada, en 1982.

A continuación se mostrará, primeramente, donde se ubica el concepto de desempleo abierto y, una vez hecho esto, cuál es su definición.

b) Ubicación del concepto de desempleo abierto

La XIII CIET ubica al desempleo abierto como una parte de la población económicamente activa, es decir, un desempleado abierto es una parte de la fuerza laboral de un país: aquella porción que no está siendo ocupada aunque quiere estarlo.

El esquema 1 nos muestra la ubicación del desempleo abierto: Al ser el desempleo abierto una parte de la fuerza laboral del país, su expresión como tasa es el porcentaje que guarda con respecto a la población económicamente activa.

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Donde:

TDA = tasa de desempleo abierto.

DA = desempleo abierto.

PEA = población económicamente activa.

c) Definición de desempleo abierto

La XIII CIET de la OIT define a un desempleado abierto como una persona en la que se combina una situación con un comportamiento.

• Situación. La persona no trabaja, es decir, no ha laborado ni una hora en términos de la semana de referencia.

• Comportamiento. La persona está disponible para trabajar y ha realizado acciones de búsqueda de empleo.

Como se puede ver en esta definición, el desempleo no designa simplemente una situación o una carencia, ya que precisa de un comportamiento definido del individuo en términos de hacerse presente en un mercado de trabajo.

En efecto, el comportamiento de búsqueda activa de trabajo (no su situación) es lo que hace que el individuo en cuestión forme parte de la oferta en un mercado laboral.

d) El desempleo como un fenómeno del mercado laboral

El desempleo es un fenómeno que aparece en los últimos 200 años de la historia de la civilización, en contraste con la pobreza, que es un padecimiento milenario dentro de la escala histórica. El desempleo resulta ser algo que ha acompañado a esa vasta transformación que los historiadores denominan como modernidad. ¿Por qué ha sido así?

Una primera respuesta es que ahí, donde predomina una economía de autosuficiencia –o una mercantil, pero de autoempleo– pueden padecerse las peores estrecheces, pero no ocurre la desocupación.

Esta última, supone que el trabajo mismo se convierte en una mercancía que se ofrece a quien quiera utilizarla, del mismo modo que se ofrecen materias primas o insumos a un productor que requiera de ellos. Así, por un lado se tiene la oferta de un servicio (trabajo) y la posible demanda que de él ejerce un empleador. Estos elementos constituyeron un mercado nuevo que hasta entonces no se conocía: el mercado laboral.

Cuando ese servicio que se ofrece no encuentra la demanda correspondiente, sucede entonces el fenómeno que se conoce como desempleo. No hay pues desempleo si no hay mercados laborales. No se es desempleado si no se hace un ofrecimiento activo de ese servicio que le pudiera interesar a un empleador, es decir, si no se busca esa demanda específica. Esta idea que pudiera parecer elemental, se olvida con frecuencia cuando se analizan los indicadores relativos al desempleo, o cuando se identifica indebidamente este fenómeno con otro tipo de carencias, haciéndolo incluso sinónimo de ellas.

La gráfica 1 ilustra cómo es que el fenómeno del desempleo está necesariamente ligado al contexto de un mercado laboral.

El eje de las abscisas representa la cantidad de empleo y el de las ordenadas su precio (salario real); la curva DL representa, a su vez, la demanda de los insumos laborales por parte de los empleadores y tiene pendiente negativa porque, a más salario, menos demanda de dichos insumos; la curva OL corresponde a la oferta disponible de fuerza laboral por parte de la población y su pendiente es positiva porque, a más salario, más disponibilidad habrá para incorporarse a los mercados de trabajo. Un salario de equilibrio será aquél donde se intersectan ambas curvas (coinciden oferta y demanda); un salario de desequilibrio, en cambio, provoca un desencuentro: mientras menos corresponda a la realidad del mercado mayor será la brecha existente entre DL y OL, y si la brecha representa más oferta por parte de la población que demanda por parte de los empleadores (OL a la derecha de DL), ello significa desempleo (por el contrario si DL quedara a la derecha de OL, es decir, si la excediera, se tendrá escasez laboral).

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Antes de proseguir, es importante subrayar que mientras no haya un incremento sustantivo, sostenido y generalizado de la productividad laboral de toda la economía, que provoque un desplazamiento de la curva DL en dirección a la esquina superior derecha del gráfico –ya que a mayor productividad, mayor demanda de insumos laborales por parte de empleadores–, siempre habrá un dilema (trade-off) entre favorecer el salario a costa del nivel de empleo, o favorecer el nivel de empleo a costa del poder adquisitivo del salario. Sólo ese desplazamiento de la demanda de insumos laborales en el sentido indicado permite, de manera simultánea, abatir desempleo e incrementar salarios reales. No está de más señalar, sin embargo, que estos desplazamientos de DL, por aumentos de productividad, pueden ser neutralizados ante un incremento de OL debido a la dinámica demográfica de la población (gráficamente: un desplazamiento de OL en dirección a la esquina inferior derecha) lo que vuelve a restaurar el dilema o trade-off señalado.

¿Por qué lo anterior es importante para entender lo que sucede con el desempleo abierto en México? Por dos razones:

1. La intención de integrarse a mercados de trabajo, es un comportamiento menos generalizado de lo que se cree por parte de la población económicamente activa en nuestro país. Esto es esencial para entender que no es el criterio de no trabajar ni una hora a la semana (situación), lo que hace comparativamente bajas las tasas de desempleo en México.

2. El salario real que aproxima a un equilibrio en el mercado de trabajo (cantidad ofrecida de trabajo = cantidad demandada) no es necesariamente ni se supone que sea, el que garantiza cierto nivel de vida.

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¿Cómo se demuestra que la concurrencia a los mercados de trabajo no es un comportamiento generalizado de la población económicamente activa en México?, construyendo un indicador que tome en cuenta a los individuos económicamente activos, no importando si trabajaron o no la semana de referencia ni por cuánto tiempo, pero que tengan como rasgo común el declararse en búsqueda de trabajo. En pocas palabras, construyendo una tasa que ignore la condición situacional (nula ocupación) y se quede, simplemente, con la de comportamiento (búsqueda activa o concurrencia a los mercados de trabajo).

Este indicador menos restrictivo, denominado tasa de presión general (TPGR), publicado y difundido por el INEGI, se sitúa, de cualquier forma, por debajo de la tasa de desempleo abierto del conjunto de las naciones industrializadas (gráfica 2).

e) Cultura laboral no homogénea

¿Qué significa entonces, que en México no toda su fuerza laboral en activo acude a los mercados de trabajo? Significa que, a diferencia de las naciones desarrolladas, no existe en México una cultura de trabajo asalariado homogéneamente extendida a lo largo y ancho del paisaje social; esto aplica no sólo en el ámbito rural, sino también en el ámbito urbano. A este respecto las encuestas nacionales de micro negocios (ENAMIN) muestran dos rasgos interesantes del autoempleo en áreas urbanas que hablan de su lejanía con respecto a una cultura asalariada:

1. Una porción importante de auto empleados, en toda su vida de trabajo, nunca han sido asalariados (33.0%).

2. Una porción más importante y mayoritaria, una vez en el autoempleo, no tiene intención de abandonarlo por un trabajo asalariado (98.5%).

f) ¿Qué implica un salario de equilibrio?

Un mercado laboral, como cualquier otro mercado, cuando no se ajusta en términos de precios se ajusta en términos de cantidades físicas. Si el precio de un bien o servicio no responde a la baja en su demanda, o al exceso en su oferta, la cantidad colocada de ese bien o servicio disminuirá en el mercado.

Cuando los salarios presentan rigideces (porque los convenios salariales fueron acordados con mucha antelación, bajo circunstancias muy distintas a las presentes) o son indexados –es decir, son aumentados de manera mayor o igual a la inflación sin tomar en cuenta si ha habido mayor productividad–, los mercados laborales terminan ajustando, por el lado de las cantidades (despidos), lo que no pudieron hacer por el lado de los precios.

NO ESTÁ mal trabajar duro para vivir, siempre y cuando los trabajadores reciban un salario justo. Cierto escritor bíblico lo expresó así: "He llegado a saber que no hay nada mejor […] que regocijarse […] y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios" (Eclesiastés 3:12, 13).

No obstante, hemos visto que el sistema económico mundial exige trabajar duro, pero a menudo no paga a los trabajadores como se merecen. Muchos siguen siendo pobres y tienen que luchar día a día por sobrevivir. Por eso, en rarísimas ocasiones tienen ánimos para "regocijarse" y ver "el bien por todo su duro trabajo". Si bien el mundo ha alcanzado niveles de riqueza extraordinarios, es posible que hasta la mitad de la población mundial no se esté beneficiando de esa abundancia.

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Los mercados laborales son flexibles cuando los salarios son los que se ajustan rápidamente ante los cambios en la oferta o en la demanda; por el contrario, son rígidos cuando no reaccionan a esos cambios manteniendo un poder adquisitivo, pero pagando lo anterior con pérdida de empleo.

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g) Desempleo abierto: medida de un desequilibrio, no de un rezago Por lo anterior, cabe concluir en primer término, que el desempleo abierto no es una medida del rezago social de un país, así como tampoco los cambios en su tasa significan que necesariamente esté mejor o peor que antes en términos de ingresos: la tasa de desempleo abierto lo único que señala es qué tan lejos o qué tan cerca está una economía de lograr el equilibrio en su mercado laboral.

Las diferencias entre las bajas tasas de desempleo abierto de Estados Unidos de América, México y Bolivia, por un lado, con las elevadas tasas de Argentina, España y Panamá (gráfica 5), indican que en un caso los mercados laborales son claramente más flexibles que en el otro, independientemente de lo que pueda decirse de los niveles de vida de cada uno de estos países: ver en el desempleo abierto un indicador de pobreza o marginación es un error de interpretación; la pobreza y la marginación, históricamente, han existido mucho antes que se constituyeran los mercados de trabajo. El desempleo abierto es un fenómeno indisociable de estos mercados y sólo tiene sentido hablar de él en su contexto.

La pobreza y la marginación, ciertamente, hablan de una carencia de oportunidades, pero el desempleo abierto habla de un comportamiento específico ante una carencia de oportunidades; si el individuo no tiene intención de vincularse a un mercado de trabajo, seguirá siendo un marginado, mas no un desempleado abierto.

Los grupos sociales que guardan un mínimo de expectativas participan en los mercados de trabajo; los grupos que carecen de toda expectativa se apartan de los mercados de trabajo. No deja de existir, entonces, un abismo entre un desempleado abierto y un marginado.

h) Desempleo abierto: factores que inciden en su nivel, y en su variación en el tiempo. Además de la flexibilidad salarial y de una cultura laboral que no es homogéneamente participativa en mercados de trabajo, es importante considerar otros factores económicos, socio-demográficos e institucionales hasta ahora no mencionados.

Para abordarlos de una manera ordenada convendría clasificar a todos estos factores según inciden en el comportamiento (evolución) o en el nivel mismo del desempleo. Esta distinción entre comportamiento y nivel pudiera parecer artificial –todo cambio en un indicador o en una tasa, supone un nuevo nivel para ese indicador o tasa y viceversa–, sin embargo, no lo es para el análisis del fenómeno que nos ocupa. Una nación como España, que ha experimentado un descenso en sus tasas de desempleo (de 24.2% en 1994 a 20.8% en 1997) promedia, a pesar de ello, una tasa de desempleo mucho mayor a la de Brasil, que en el mismo periodo ha ido en aumento (de 4.2% en 1994 a 5.8% en 1997) 3: se mantienen pues diferencias de nivel, pese a lo que sucede en cuanto a tendencias.

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Es en este sentido que cabe situar a la variación en el producto interno bruto (PIB) como un factor básicamente de comportamiento; sin duda, un crecimiento del PIB –específicamente uno mayor que el de la PEA–, se traduce en una tasa de desempleo a la baja, pero no puede explicar cómo, en el contexto macroeconómico europeo mucho más estable que el sudamericano, se tiene una tasa renuente a bajar de los dos dígitos.

Ahí, donde termina el poder explicativo del crecimiento económico es donde entran todos los factores que tienen que ver con la flexibilidad o rigidez de los mercados de trabajo, tales como el marco institucional y el grado en que los salarios son sensibles al mercado laboral y la productividad; de las características de ambos depende que se logre o no una conexión eficaz entre crecimiento y ocupación.

La estructura social, por su parte, también influye en el nivel de las tasas de desempleo, en la medida en que hace de éste un comportamiento generalizable o no para toda la población económicamente activa.

Dado lo anterior, es importante no reducir al desempleo abierto a un fenómeno meramente de ciclo económico sin pasar por el examen de un mercado específico como el laboral; tampoco hay que verlo como un fenómeno meramente de coyuntura, porque en él también operan factores estructurales que le dan una ubicación en el contexto de cada sociedad.

Veamos entonces los factores que inciden en el nivel de la tasa de desempleo que hasta aquí no han sido considerados para pasar después a los factores

Para profundizar más en los problemas relacionados con la ausencia de flexibilidad de los mercados de trabajo que, propiamente, afectan el comportamiento de la tasa en el tiempo.

Cabe apuntar que el contexto salarial influye en el nivel de empleo, sobre todo bajo situaciones de estancamiento o recesión económica: su rigidez puede profundizar el nivel del desempleo, mientras que la flexibilidad amortigua el efecto adverso, debido a la caída de la actividad, permitiendo, en su momento, rápidas recuperaciones, con lo que también puede influir en el comportamiento de la tasa.

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En el nivel de las tasas de desempleo abierto influyen:

• Factores institucionales.

• Factores socio-demográficos.

Factores institucionales. Aquí nos referimos, básicamente, al marco regulatorio y normativo diseñado para la protección de la fuerza laboral. A los factores institucionales cabe clasificarlos en dos categorías, según cómo afectan a los agentes económicos: los que afectan el proceder de quienes ofrecen sus servicios laborales y los que afectan el proceder de quienes pudieran requerir esos servicios, es decir, los empleadores.

Entre los primeros destaca la figura del llamado seguro de desempleo. Esta figura consistente en garantizar un ingreso corriente a quien ha perdido su empleo, no existe en México, pero en cambio está presente en todas las naciones desarrolladas y crea un efecto muy claro en ellas; mientras se cuenta con dicho respaldo, el comportamiento del individuo consiste en resistir periodos más largos de nula ocupación (en virtud de que percibe el ingreso del seguro), mientras se dedica exclusivamente a buscar empleo bajo la cobertura de dicho seguro que, según cada legislación nacional, puede durar de uno a tres años. Cuando no se dispone de dicho seguro, ante la negativa de los mercados laborales, una mayor proporción de individuos se ven obligados a tener un espectro de respuestas más variado (auto emplearse o tomar trabajos de carácter eventual, emigrar, etc.), ya que el grado de nula ocupación debe acortarse al máximo. Así, la ausencia del seguro de desempleo determina que haya sectores de la población que no puedan plantearse la disyuntiva de todo o nada: estar plenamente ocupados o no estarlo en absoluto, con lo que dicha ausencia abre un continuum de situaciones posibles entre esas dos posiciones que es, precisamente, lo que consideran algunos de los indicadores complementarios al desempleo abierto (ver parte final de este artículo).

En cuanto a los factores institucionales que inciden en el comportamiento de los empleadores cabe destacar lo mismo a las legislaciones laborales, que a los sistemas de seguridad y su cobertura.

La historia social moderna de Occidente ha atestiguado cómo la necesidad de proteger a la clase trabajadora de toda clase de abusos, obligó a la construcción, con el tiempo, de un marco legal y contractual en el que jugaron un papel relevante los sindicatos: siendo su preocupación natural sus agremiados, no quienes no lo son, influyeron en muchas naciones en la introducción de cláusulas que contemplan desde prestaciones hasta indemnizaciones y despidos que, desde la perspectiva del empleador, han incrementado lo mismo los costos extra salariales del factor trabajo que el riesgo de contratarlo. En Europa, por ejemplo, una cobertura mucho más extendida de la seguridad social que en algunos países en desarrollo impide

evadir esos costos, evasión que le da fluidez al mercado de trabajo a costa de desprotegerlo, como es el caso de México (gráfica 6). De ahí que en el viejo continente, desde la década de 1980, han habido disputas recurrentes entre gobierno y sindicatos para crear figuras de excepción dentro del marco normativo, que van desde la creación del estatuto de trabajador eventual, hasta disposiciones especiales que estimulen la contratación de trabajadores inexpertos por vía de un relajamiento en las obligaciones de las empresas.

Lo anterior, no ilustra otra cosa sino las disyuntivas (trade-off) que pueden caracterizar a las economías de mercado en un momento dado: dependiendo de la correlación de fuerzas a su interior, naciones que aún y cuando comparten un mismo ambiente macroeconómico –mismo ritmo de crecimiento e inflación–, e incluso, una misma dinámica demográfica, pueden responder ante esta disyuntiva de manera diferente: unas inclinándose por la protección del trabajador, otras por la disminución del desempleo. Factores socio-demográficos.

Un factor socio-demográfico que también hay que tomar en cuenta al analizar el nivel de las tasas de desempleo abierto, lo constituye la migración internacional, en la medida en que ésta, al implicar un contingente de fuerza laboral que acude a mercados de trabajo en el extranjero, evita que dicho contingente impacte en el desempleo abierto del país de origen. Todo parece indicar que la migración internacional en México parece haber sido considerable en la segunda mitad Datos, Hechos y Lugares de la década de 1990. Si se toman los grupos de edad que en el XII Censo General de Población y Vivienda, 2000, tenían entre 15 y 59 años, resulta que experimentaron una disminución con respecto a cinco años atrás (Conteo de Población y Vivienda, 1995) del orden de 4.5 millones de individuos. Si a la cifra anterior se le deduce el total de muertes acumuladas que captan los registros administrativos para dichos grupos de edad (poco más de 700 mil defunciones), aproximadamente de la reducción de 4.5 millones, 3.8 millones serían por causa de la emigración.

Regresando al esquema del mercado laboral, lo que está sucediendo entonces, es que hay ciertos mercados de trabajo globalizados de facto –entre ellos, señaladamente, algunos de mano de obra agropecuaria–, donde la demanda de insumos laborales es generada por sectores y regiones extraordinariamente vigorosos de la economía norteamericana, en tanto que la oferta es aportada por México: estos mercados de trabajo son de los más dinámicos en su tipo en el mundo y, ciertamente, ello ayuda a entender –junto con el proceso de formación de expectativas– el por qué las tasas de desempleo abierto en zonas rurales resultan menores a las urbanas en nuestro país. Es claro que no todos los mercados laborales y sus indicadores asociados son inteligibles dentro del marco de nuestras fronteras nacionales y que ello, incluso, impacta algunas regiones de México, generando escasez de mano de obra: una baja tasa de desempleo refleja este hecho que no deja de tener un cariz paradójico. La paradoja se disipa una vez más si se ve en el nivel del desempleo abierto en México no una medida de su déficit de oportunidades laborales –factor que origina la migración–, sino la expresión del momento que presenta el mercado laboral, cualesquiera que sean las causas subyacentes que configuran el estado que en dicho momento manifiestan tanto la oferta como la demanda de trabajo.

En pocas palabras, cuando una nación es influida fuertemente por mercados laborales globalizados su tasa de desempleo debe mirarse más como un efecto o consecuencia que como un fenómeno causante de otros, dejando de ser una suerte deus ex machina de todo lo que sucede en el panorama social.

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Hay que tener en cuenta, de cualquier forma, que a los registros administrativos les afecta algún margen de no declaración de defunciones (entierros clandestinos) o de declaración tardía (gente que se considera desaparecida más no oficialmente muerta. Ver INEGI. Estadísticas demográficas – Cuadernos de población, varios números).

Variación en el tiempo. Hemos visto hasta aquí los factores que inciden en el nivel de la tasa de desempleo, veamos ahora uno, en particular, que explica su fluctuación a lo largo de un periodo como lo es el crecimiento económico.

Al efectuarse una regresión simple, bajo una forma doble logarítmica, en la que la variable independiente es el producto interno bruto trimestral y la variable dependiente la tasa de desempleo abierto, se obtiene un coeficiente de determinación de 0.94 para el periodo 1995-2000, estadístico que habla de la estrecha relación entre el crecimiento económico y la disminución en el desempleo durante la segunda mitad de la década, a través de la ecuación que los relaciona en la siguiente forma:

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En una regresión doble log establece el sentido e intensidad de la relación entre PIB y tasa de desempleo en términos de elasticidad, es decir, nos señala que a un incremento real del 1.0% en el PIB, el valor que presenta la tasa de desempleo abierto disminuye 4.1 por ciento.

Viéndolo en un ejemplo concreto, la tasa de desempleo abierto en zonas urbanas pasa en 1998 de 3.2% a 2.5% en 1999 (disminución de 21.9%); habiendo sido el crecimiento real del PIB entre 1998 y 1999 de 3.8%, dicho crecimiento económico dio cuenta de una reducción de 15.6% (3.8 x 4.1); los 6.3 puntos porcentuales restantes (21.9 -15.6) se deben a factores no considerados en la ecuación (vgr. migración internacional) o a fluctuaciones aleatorias.

Todo lo anterior no debería de sorprender, sin embargo, esta misma relación no existe en términos estadísticos entre 1990 y 1994: el mismo modelo de regresión arroja un coeficiente de determinación sumamente bajo (0.22) y una pendiente o coeficiente de elasticidad de 0.53 –obsérvese que el signo ya no es negativo, sino positivo–, significando que en la primera mitad de la década el crecimiento económico de esos años no contribuía a disminuir la tasa de desempleo, de hecho, ésta crece en áreas urbanas de 2.8% en 1990 a 3.7% en 1994 (32.0%), periodo en que el PIB se incrementa, por su parte, en 15.0% a una tasa promedio anual (media geométrica) de 3.5 por ciento. Que la relación entre crecimiento de la economía y disminución de la tasa de desempleo no ocurriera, habla de un periodo de cambio estructural, causa de la interrupción de un vínculo que, por lo mismo, no siempre debe darse por obvio.

Posibles soluciones

Como en cualquier otro país del mundo, México enfrenta altas tasas de desempleo como consecuencia de la actual crisis financiera, a continuación se presentan una serie de soluciones a este problema y ejemplos de cómo otros países lo han enfrentado.

1. Políticas que generen incremento en la demanda agregada

Sin lugar a dudas la principal causa de las actuales tasas de desempleo es la caída de la demanda agregada de la economía, para incentivar la demanda se pueden tomar medidas como reducir las tasas de interés, y aplicar una política fiscal expansiva, todo lo contrario a lo que el gobierno Mexicano planea hacer con el actual paquete fiscal.

2. Subsidios al empleo

Tal y como lo ha hecho el gobierno federal un subsidio al empleo el cual sea entregado a empresas que no despidan trabajadores, esta medida aunque no soluciona este problema si ayuda a reducir el incremento de las pérdidas de empleos.

3. Políticas de contratación flexibles

La implementación de políticas de contratación flexibles, que permitan la contratación de personal de manera eventual o por jornadas reducidas. Esta medida puede incrementar a reducir el desempleo ya que durante épocas de crisis las empresas reducen el número de contrataciones como consecuencia de los costos de contratación y despidos.

Al igual que en México, en estos países ha sido difícil encontrar una solución de fondo, y reformas como las planteadas en Francia que afectaban a los jóvenes, sólo encuentran respuestas violentas de rechazo.

Así que el problema es global y su solución va a requerir de propuestas creativas y radicales, ya que no es claro que solamente vía un mayor crecimiento se lograrán crear los empleos necesarios.

Además de las propias distorsiones, barreras y obstáculos que se han generado en la mayoría de los mercados laborales del mundo, es probable que existan también importantes cambios estructurales en la relación producto-hombre que expliquen parte de este fenómeno, y estos ajustes requieren de tiempo.

El problema del desempleo no sólo se deriva de la pérdida de importantes recursos humanos que no son aprovechados productivamente en un país, sino del serio conflicto que representa para un individuo y su familia la pérdida de ingreso. En muchos países este problema se resuelve parcialmente con la implementación de un seguro de desempleo.

En lo individual esto permite proteger al menos una parte del ingreso del trabajador, y en el agregado este mecanismo contribuye como un estabilizador automático que mitiga ciertos efectos del ciclo económico. Pero hay al menos dos problemas importantes con este tipo de esquemas: los recursos fiscales requeridos para mantenerlo, y los incentivos perversos que producen en ciertos individuos al momento de elegir empleo o desempleo. Estos son temas de investigación y discusión en la academia.

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