- Introducción
- El fin de la Guerra Fría y el carácter de la globalización
- Enfoques sobre escenarios de Crisis
- México: La primera crisis en mercados emergentes
- La crisis asiática: "Segunda ola" de crisis financiera
- El cambio sistemático internacional y la crisis Argentina
- Conclusión
- Bibliografìa
Introducción
En la última década del siglo XX, se han observado crisis financieras en los denominados países emergentes, que han repercutido en todo el sistema internacional.
Entre los orígenes de estas crisis se cuentan distintos factores. En primer lugar, a comienzo de los años noventa, las bajas tasas de interés en los países avanzados por recomendación de la Reserva Federal de los Estados Unidos, impulsó que muchos inversionistas salieron al exterior en busca de mayor rentabilidad. Los fondos de inversión acuñaron un nombre nuevo para lo que antes se llamaba Tercer Mundo, o países en desarrollo: ahora serían "mercados emergentes", la nueva frontera de la oportunidad financiera.
El término "Mercados emergentes", en principio, parece ser pasivo y reflejar la oportunidad que el capital financiero internacional tiene de invertir en los países en vías de desarrollo, debido a que éstos no cuentan con capacidad y recursos disponibles propios.
Durante la década del noventa, la mayoría de dichas economías no padecían mayores desequilibrios macroeconómicos, y mostraban años de alto crecimiento en su Producto Bruto Interno (PBI). Pero la volatilidad de los capitales financieros, la inestabilidad política y rumores sobre la capacidad de pago de los compromisos contraídos, desencadenaron una crisis de confianza que produjo la salida masiva de capitales ocasionando sucesivas crisis económicas financieras. Esta situación provocó el colapso de algunas economías y originó que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y varios países desarrollados, tuvieran que implementar paquetes financieros de "rescate" a fin de evitar males mayores para el sistema económico internacional.
De esta manera, la crisis es un momento decisivo. La crisis es un cambio considerable que sobreviene sea para agravar o mejorar una situación. La crisis es cambio que da origen a cambio, de esta manera también es el momento decisivo previo a otro cambio que puede dar nuevamente origen a un cambio o no. Por lo tanto, la crisis la encontramos precedida y secundada por cambios, siendo ella un cambio en sí misma.-
En la década del noventa la crisis de mayor repercusión le ha correspondido a los países asiáticos, más específicamente a los seis países cuya expansión de las exportaciones se haya entre las diez más dinámicas del mundo: Tailandia, Filipinas, Malasia, Singapur, Indonesia y Corea del Sur. Pero desde un análisis sistémico, observamos que la crisis asiática se ha sumado al "efecto tequila" (México, 1994 –1995), a la crisis del sistema monetario europeo de 1992 -1993 y en la década anterior, a la crisis de la deuda latinoamericana.
PRIMERA PARTE
El fin de la Guerra Fría y el carácter de la globalización
La globalización contemporánea define una nueva era donde el mercado mundial perfectamente integrado ha tomado expresión en los principales idiomas del mundo. La globalización es por tanto concebida como "una poderosa fuerza transformadora que es responsable de una dispersión máxima de las sociedades, las economías, las instituciones de gobierno y el orden mundial". Se puede decir que este término tomo importante mucho después de su origen.
Held identifica tres grupos intervinientes: los hiperglobalizadores, los escépticos y los transformacionalistas.
Los hiperglobalizadores, sostienen que la globalización contemporánea define una nueva era en la cual los pueblos de todo el mundo están cada vez más sujetos a la disciplina del mercado global.
Los escépticos, postulan que la globalización es esencialmente un mito que oculta la realidad de una economía internacional cada vez más segmentada en tres bloques económicos importantes, en los cuales aún los gobiernos nacionales siguen siendo muy poderosos.
Los transformacionalistas, las pautas contemporáneas de la globalización se conciben como algo históricamente sin precedentes, de manera que los estados y las sociedades experimentan actualmente un proceso de cambio profundo, a medida que tratan de adaptarse a un mundo más interconectado pero a la vez incierto
Haciendo enfoque a las posturas ideológicas y perspectivas mundiales la globalización en nuestro continente se puede ver de la siguiente manera.
Desde la perspectiva de los hiperglobalistas, la globalización define una nueva época de la historia humana, en la cual los "Estados-nación tradicionales se han convertido en unidades de negocios no viables, e incluso imposibles en una economía global". Esta concepción está a favor de una lógica económica en su variante neoliberal y celebra el surgimiento de un solo mercado global y el principio de la competencia global como indicador del progreso humano.
Para algunos hiperglobalizadores la globalización económica está generando un nuevo modelo, tanto de ganadores como de perdedores de la economía global. La globalización se puede vincular, de esta manera, con una creciente polarización entre aquellos que sacan sus frutos de la globalización y aquellos que no los sacan. En esta economía global se están desarrollando "lealtades de clase transnacionales cimentadas por la adhesión ideológica a una ortodoxia neoliberal" por parte de los ganadores. Para esta escuela, la globalización implica la reconfiguración fundamental del marco de referencia de la acción humana.
Los escépticos de la globalización, por su parte, afirman que los niveles contemporáneos de interdependencia económica de ninguna manera carecen de precedentes históricos; reconocen, en cambio, un incremento en los niveles de internacionalización, o sea, un incremento de las interacciones entre economías aún predominantemente nacionales.
En esta economía global, los sistemas de producción, comercio y finanzas entretejen hoy más que en el pasado el destino de las personas. En el núcleo de esta postura transformacionalista hay una creencia que la globalización contemporánea reconstituye o somete el poder, las funciones y la autoridad de los gobiernos nacionales a una "reingeniería".
Held en "Transformaciones Globales", nos dice que se puede pensar en la globalización como: "un proceso (o una serie de procesos) que engloba una transformación en la espacial de las relaciones y transacciones sociales, evaluada en función de su alcance, intensidad, velocidad y repercusión, genera flujos y redes transcontinentales o interregionales de actividad, interacción y del ejercicio del poder".
Además de las dimensiones espacio-temporales de la globalización, hay cuatro dimensiones que delinean un perfil organizacional específico: infraestructuras, institucionalización, estratificación y modos de producción.
En el siglo XIX la política imperialista de las grandes potencias es reflejo de la situación de crisis, en un contexto de multinacionales y transnacionalización en constante crecimiento.
Este desarrollo nos permite sostener que las tres hipótesis principales que han sostenido los autores latinoamericanos antes nombrados sobre la globalización son:
En primer lugar se identifica que el origen de la globalización, como proceso económico, está en la configuración del primer orden económico mundial estructurado por el mercantilismo.
En segundo lugar, la globalización no es un proceso distinto, autónomo, de la historia social y económica del sistema mundial y eslabón de un largo proceso que se inicia con la internacionalización y que sigue con la transnacionalización.
En tercer lugar, el antecedente ideológico de la globalización está en el paradigma de las relaciones interdependientes, que sostiene una asociación entre desiguales y mediante la cual se configura una hegemonía de los más poderosos, siendo sobre este punto que el proceso de globalización se convierte en ideología.
La mundialización es, desde la perspectiva de Bernal-Meza, una crisis del capitalismo; pero no solo de la acumulación sino de la política mundial, del orden internacional, de la política como gestión de gobierno y de los sistemas de autoridad. La mundialización es crisis por su propia irracionalidad.
La globalización, como perspectiva ideológica, impulsa la aplicación de políticas, por parte de los países en desarrollo, tendientes a que sus políticas económicas se ajusten a estas realidades de la mundialización, cuestión que se traduce en demandas por la apertura, desregulación y eliminación de trabas al ingreso de bienes, servicios, movimientos de capitales y la transferencia de tecnología, asociados a profundos cambios en la naturaleza y las relaciones entre sociedad, Estado y gobierno".
En relaciones internacionales, debemos ver a la globalización como la estructura del sistema en el cual actúan los actores estatales y no estatales. Pero como las estructuras, según nos recuerda Waltz son causa y efecto en sí misma, es que no podemos dejar de tener como marco la ideología neoliberal globalizadora que ella misma genera.
La década del 90 y la "Era Clinton".
La década de los noventa se inicia en 1989 con la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre y finaliza en septiembre de 2001 con los atentados al World Trade Center y al Pentágono en los Estados Unidos el 11 de septiembre. La década comenzó con grandes cambios en la política internacional y el internacionalismo liberal democrático estuvo a la orden del día y se vio materializado en la idea de "democracia y capitalismo". La genuina revalorización de la democracia en nuestra región facilitó la articulación entre las fuerzas políticas y sociales latinoamericanas democráticas y los funcionarios norteamericanos.
Los Estados Unidos tomaron como bandera la lucha por la democracia en el hemisferio y esta llego en su máxima expresion, durante los años de administración de Clinton en los cuales la política exterior norteamericana pasó de la "contención" a la "extensión de la democracia y de los mercados". Con la victoria de Afganistán en la guerra fría, los Estados Unidos proclamaron "el final de la Historia". La democracia del capitalismo empresarial norteamericano se convirtió en el único sistema viable, en la era del Clinton los norteamericanos se repusieron del bajón que tuvieron casi de inmediato como consecuencia de problemas económicos, Se puede decir que en esta era hubo un crecimiento en la economía que llevo a pensar, incluso, que los ciclos de las economías de mercado habían sido superados y que las crisis eran producto y responsabilidad de aquellos países que no se atenían a la ortodoxia neoclásica. Los Estados Unidos se centraron en su economía interna y en el fortalecimiento de la misma, pero a la vez buscaba la internacionalización de su modelo porque esto también fortalecía su economía interna. Se dieron inicio así a numerosos programas de integración, la mayoría de ellos con una fuerte base de economía neoliberal.
Con el fin de la Guerra Fría y del orden bipolar, surgieron nuevas teorías para las relaciones internacionales. Apareció Francis Fukuyama y el "Fin de la Historia", Samuel Huntington con "El Choque de Civilizaciones", y otras teorías que intentaban preservar el momento unipolar que estaba comenzando, o bien, saber si era el momento para el neoidealismo en las relaciones internacionales. Ya parece entonces no se vivía en un mundo unipolar sino en uno donde la unipolaridad era en término militar y multipolar en término económico.
Pos Guerra Fría: Unipolarismo y Multipolarismo
Debemos retomar el análisis del fin de la Guerra Fría, en términos de unipolarismo caracterizar la situación del sistema internacional de la década de los noventa como "unipolar y multipolar". Estamos en un mundo unipolar en términos de un poder hegemónico con supremacía militar-estratégica global, los Estados Unidos. Estamos en un mundo multipolar en materia económica y multipolarismo para poder caracterizar al sistema internacional. Se puede, debido a que Estados Unidos comparte su primacía con la Unión Europea y la región de Asia Pacífico liderada por Japón, conformando así lo que ha dado en llamarse la Tríada económica.
En el ámbito de la economía mundial, las transformaciones estructurales operadas en los países industrializados hacia la especialización y la concentración de actividades productivas con alto componente científico y tecnológico ha acelerado la construcción de tres grandes bloques regionales, polos comerciales o megamercados que giran alrededor de un centro dinámico. América del Norte alrededor de los Estados Unidos. La Unión Europea alrededor de Alemania y la región del Sudeste Asiático o Cuenca del Pacífico con centro en Japón. El fin de la Guerra Fría, por tanto, es un hecho que no se puede desvincular del proceso de transformación estructural de las economías centrales.
Estos valores internacionalmente reconocidos han contribuido al fortalecimiento de las ideas de globalización e interdependencia. En las condiciones actuales, pareciera ser que poco sirve a la nación sus vinculaciones con el Estado. El Estado es un instrumento para dar respuesta a las necesidades de una nación. Pero la cuestión es que la nación, y el Estado, su instrumento, se hacen demasiado pequeños para dar respuesta a algunos problemas, y demasiado grandes para arreglar los pequeños problemas locales.
Fukuyama era que el colapso del denominado socialismo real, reflejaba que la historia, en el sentido del progreso histórico hacia formas superiores de organización social se encontraría en la democracia y el capitalismo. En este contexto, estaríamos en un mundo no solo multipolar sino multicivilizacional, en el cual la modernización es distinta de la occidentalización y en el que no se estaría produciendo ni una civilización universal ni una occidentalización de otras civilizaciones. Todo lo contrario, la nueva hipótesisde conflicto pasa por las civilizaciones opuestas a occidente. La creciente interacción entre musulmanes y cristianos exacerba las contradicciones entre ellos e induce a una creciente intolerancia humana.
El internacionalismo liberal ha sido efectivo ejecutando tareas económicas más que políticas, esto más allá de los resultados de esa liberalización en sí misma. Este internacionalismo hizo de las denominadas tareas negativas del liberalismo su bandera y su mayor logro. Fue el triunfo del libre mercado, se logró establecer una sociedad económica transnacional. Pero en las tareas positivas del terreno político no logró ejecutar con éxito sus proposiciones. Los dilemas de la seguridad internacional son muchos y caros, el surgimiento de nacionalismo va en contra del orden liberal, y hay una delgada línea entre autodeterminación-autogobierno e intervención. Muchas de las misiones positivas en el terreno político llevadas a cabo por el internacionalismo liberal después de 1945 fueron desarrolladas como parte esencial en la guerra contra la amenaza totalitaria.
El wilsonianismo pragmático asume que la naturaleza del régimen es una clave para determinar el comportamiento del Estado. Los Estado-nación liberales no pelean unos con otros. En este orden de ideas, se daba un acercamiento a la tesis kantiana de la "paz perpetua" en donde las democracias liberales no van a la guerra. Las guerras entre Estados es sólo uno de los perfiles del sistema internacional de pos Guerra Fría, lo que estaba en juego ahora era la naturaleza misma del Estado y cuando esa naturaleza era justificativa para intervenir o no. El impulso no intervensionista se vio reforzado por la desaparición de la amenaza soviética y fue racionalizado a partir del argumento que la extensión del liberalismo político resultaría de la extensión del liberalismo económico a escala global.
Estados Unidos optó por abandonar la intervención directa a cambio de la aplicación de un fuerte poder cooptivo, materializado en las distintas agendas, regímenes internacionales y organismos internacionales en los cuales tenía la mayor proporción de voto de acuerda a sus aportes. El poder cooptivo pasó a estar en el lugar del poder activo. Una variedad de temas económicos también ha puesto trabas en el camino a la visión de Wilson. Al enfrentarse a la falta de justicia social en la distribución de la riqueza o de los beneficios económicos y de los recursosentre y dentro de los Estados, el liberalismo internacional se mantuvo casi en silencio. Cuando levantó su voz lo hizo a favor de los tipos más extremos de laissez-faire que dan primacía a la eficiencia sobre la equidad, tienden a mantener el statu quo mientras mantienen su confianza en la teoría del derrame.
El Estado el que formula las políticas sociales, de desarrollo y exteriores para su sociedad, y es quien da las respuestas ante los ciudadanos que reclaman día a día por las consecuencias de la aplicación de políticas económicas impuestas desde los foros internacionales, cuyo impacto en el ámbito social demostraron ser profundamente inequitativas y excluyentes.
SEGUNDA PARTE
Enfoques sobre escenarios de Crisis
Crisis como concepto y tipologías
Se define "como crisis a un momento de ruptura en el funcionamiento de un sistema, un cambio cualitativo en sentido positivo o negativo". La comprensión de una crisis se funda en el análisis del estado de un sistema: la fase previa al momento en que se inicia la crisis, la fase de crisis propiamente dicha, y por último, la fase en que la crisis ha pasado y el sistema ha asumido un cierto modelo de funcionamiento que no es ya el anterior a la crisis.Para una conceptualización más precisa se requiere analizar otros tres aspectos:
1-la identificación del origen y de las causas del acontecimiento que ha dado inicio a la crisis, y en particular, si se trata de un factor interno, interméstico o externo del sistema, de tiempo reciente o de largo alcance.
2- la disponibilidad de tiempo para dar respuesta a la situación de crisis y en particular de qué carácter es considerada.
3- indagar qué miembros están presentes y qué juegos realizan esos miembros en el sistema.
Así visto, Cada sistema se funda en un conjunto de relaciones más o menos estrechamente ligadas entre sus variados componentes, de modo que un cambio en un componente del sistema genera cambios en todos los restantes. Sin embargo, mientras que en los sistemas mecánicos es posible valorar con cuidado el efecto y la extensión de variaciones similares, y hasta medirlas, en el ámbito de los sistemas sociales se está todavía lejos de esto. Para valorar, en sentido amplio, la incidencia de una crisis sobre un sistema social, sea como fuere se requiere ante todo definir el estado de equilibrio de este sistema.
Las conmociones -o crisis- en la estructura que consecuentemente no produzcan un verdadero mejoramiento en la distribución de este sistema serán fundamento para continuar con nuevas conmociones. De esta manera, explotación económica y conmoción económica se enmarcarían como infraestructura y estructura.
Estas conmociones del sistema hoy en día son identificadas con la palabra "crisis". Hay tipologías de crisis y hay fases de crisis.Las crisis en un sistema pueden considerarse fisiológicas cuando tocan el funcionamiento y provocan su adaptación; y patológicas cuando tocan la estructura del sistema y provocan su mutación. Las crisis funcionales pueden ser a su vez de dos tipos: crisis de sobrecarga cuando el sistema tiene que hacer frente a más demandas que aquellas que las que puede responder o crisis de carestía cuando el sistema no alcanza a extraer de sus adentros o del ambiente los recursos suficientes para su funcionamiento.
La sobrecarga puede derivarse del mero número de las demandas, de la tensidad de las demandas, de la fuerza de los componentes portadores de demandas y del tiempo disponible para las respuestas. La carestía está estrechamente ligada al tipo de apoyo que el sistema alcanza a dominar, apoyo que representa el índice principal con el cual prever el monto de recursos que el sistema puede extraer y movilizar.
Otras crisis de funcionamiento se consideran a partir del modo en que el sistema selecciona la información, busca cambiar sus fines y procura cambiar el ambiente interno y externo. La fase en la cual el sistema ha alcanzado un nuevo equilibrio, estable o inestable, marca el fin de la crisis, pero no necesariamente su solución. La crisis puede estar simplemente adormecida, retirada pero latente, y por consiguiente manifestarse nuevamente en una fase sucesiva. Si esta cuestión se repite muchas veces, es probable que haya una patología escondida en la estructura del sistema, a corto o mediano plazo ese sistema mutará.
Las crisis de funcionamiento se vienen repitiendo desde hace una década en el sistema internacional. Todo pareciera indicarnos que el proceso que se está desarrollando en este sistema es el que comentamos en el párrafo anterior. Las crisis se producen en el sistema financiero internacional hasta que se alcanzan nuevos equilibrios, sean estos estables o inestables, pero la crisis continúa estando. Y la crisis repetida de funcionamiento, que se da en economías estructuralmente dependientes, se está transformado en patológica durante el transcurso de la última década. Mientras tanto, en el corto plazo el mundo tambalea de una a otra crisis, y todas ellas implican de manera crucial el problema de generar suficiente demanda.
Las grandes crisis internacionales pueden ser calificadas como crisis de oferta o crisis de demanda. En las crisis de oferta, no hay capacidad instalada suficiente, no hay factores de la producción suficientes para satisfacer la demanda existente dentro de las mejores técnicas de producción conocidas. Esta situación de demanda excedente está ligada a la escasez de ahorro e inversión y a las subidas de precios ligadas con presiones inflacionarias propias de toda situación en la que la demanda supera la oferta. Se llega a este desequilibrio por cuanto la masa de ahorro disponible no es suficiente, globalmente considerada, para mantener la inversión necesaria para ampliar la capacidad de producción.
Estas crisis de oferta no han sido muy recientes en los últimos años al menos en lo que respecta al seno de las economías desarrolladas. La razón básica se debe al rápido e incesante cambio tecnológico que determina las nuevas técnicas de producción que permiten aumentar la productividad, entendida como más producción por unidad de capital disponible. En las crisis de demanda, hay capacidad instalada no utilizada, hay factores de la producción disponibles, existe una oferta excedente frente a la demanda solvente que se manifiesta en el mercado. Se llega a esta situación luego de períodos de redistribución regresiva, o sea, menos igualitaria entre países y al interior de los países.
Dentro de este grupo de crisis de demanda se colocan las situaciones de inestabilidad financiera de la pasada década. Lo que nos permite afirmar, siguiendo a Lavagna que, siempre detrás de una crisis financiera hay una crisis de demanda. La crisis de demanda se da por la no existencia de una demanda solvente. Puede haber una demanda potencial pero no hay una demanda solvente. La demanda potencial no tiene impacto directo sobre los mercados. Resulta necesario distinguir crisis de liquidez de crisis de solvencia. Tomando en cuenta que ambas se encuentran dentro del tipo de crisis de demanda. Al respecto, otros planteos proponen que la "crisis de liquidez" resulta de un déficit de recursos en el corto plazo para atender los compromisos de pagos externos pero de una posición sólida vemos desde el largo plazo. A su vez, la iliquidez resultaría del pánico infundado de los acreedores.
Las crisis de solvencia se ven como una imposibilidad estructural en el largo plazo de poseer capacidad de pago, es decir, presentan un alto nivel de endeudamiento acumulado. Las crisis de liquidez pueden transformarse en crisis de solvencia. Muchas crisis de liquidez se solucionan con financiamiento rápido y global, pero si este no se da, la crisis de liquidez devendrá en problemas de solvencia, que suelen transmitirse desde el sistema financiero a la economía real y viceversa, generando un círculo vicioso de extensión de la crisis a todos los factores de la economía real.
Las crisis de los años noventa, han presentado los siguientes patrones:
– Caídas fuertes en el PBI, que se traducen en aumento de desempleo y del nivel de inequidad en la distribución del ingreso
– Drásticos descensos en la tasa de inversión doméstica
– Significativas devaluaciones de la moneda nacional que, salvo en el caso de México, no se traducen en aumentos, sino en descensos de las exportaciones
– Prevalencia de altas tasas de interés real
– Fuerte depreciación de los activos financieros
– Aumento de los préstamos incumplidos en las carteras bancarias
– Altos costos fiscales, derivados esencialmente del rescate del sistema financiero, que agravan el deterioro de las cuentas públicas, ya impactadas negativamente por la propia contracción del nivel de actividad.
Para comprender con más claridad cómo las crisis impactan en los mercados de capitales, es menester entender el funcionamiento de dichos mercados.
Mercados de capitales y volatilidad
La función básica del sistema financiero y de los mercados de capitales es la de conectar a los ahorristas con excedentes de capital, con aquellos que necesitan capital para realizar sus inversiones. Esta asignación de recursos implica un correcto funcionamiento del sistema de precios (tasas de interés). En un mercado eficiente los precios incorporan toda la información económica financiera elevante y los riesgos asociados que implican expectativas inciertas sobre el futuro Un mercado eficiente, debe ser una buena correa de transmisión de rendimientos y riesgos aceptables en función de los rendimientos esperados y separar aquellos riesgos que no desean asumir. Lo expuesto debería redundar en un mercado continuo y líquido. Cuando ocurre una crisis se produce una situación de distorsión, donde el riesgo se dispara, desaparece la liquidez, no existen precios representativos y resulta imposible realizar transacciones en los mercados financieros y de capital.
En lo que respecta a las causas de estas "crisis", se reconocen dos tipos de factores. Un grupo está constituido por factores exógenos, y un segundo grupo constituido por factores endógenos.
Factores exógenos:
– Cambios abruptos en las políticas monetarias de los países centrales
– Transmisión por contagio
– Fallas en los mercados de capitales. Sobre todo las asimetrías de información.
TERCERA PARTE
México: La primera crisis en mercados emergentes
México ha sido un país clave en la última década en el ámbito financiero. Como sostiene Roberto Lavagna, "dos veces en poco más de una década, en 1982 y 1994, México no pudo obtener suficiente crédito "voluntario" para financiar o refinanciar sus deudas". Lo que significa que en dos ocasiones dentro de un corto período el país estuvo técnicamente en default. Mientras que en 1982, el default fue "abierto", en 1994 fue
"disfrazado"
De esta forma, tanto en la década de los ochenta como en la década del noventa, México se convierte en un caso útil para nuestra perspectiva comparada sobre el análisis de las crisis financieras.
La crisis reviste importancia porque con ella comienza el debate sobre el comportamiento de la economía financiera en la periferia y que luego se extendería al interior de los organismos financieros internacionales.
La crisis financiera de México se convirtió en un llamado de atención no sólo para México sino para todos los países de la región de América Latina y el Caribe (ALC).
La crisis dejo en expectativa a líderes de la región y admitieron que la reforma es un proceso continuo y que ellos deben estar en permanente alerta a los cambios en el entorno en el cual operan.
Ratificó la urgencia de comenzar la segunda fase de reformas y de clarificar su agenda. La reconstrucción del Estado y la reducción de la pobreza y las desigualdades son aspectos críticos para la consolidación de las reformas que ya se han implantado así como también para lograr un mayor crecimiento económico hacia el futuro. La crisis denominada del "Tequila" fue la primera crisis de liquidez en los años noventa que puso en entredicho el sistema financiero internacional y generó un lógico temor al "efecto dominó" sobre el resto de los mercados emergentes.
Thurow nos aclara que en el sistema financiero internacional, en cualquier momento puede aparecer un eslabón más débil. Este parece ser el caso de México en 1994-1995. La economía mexicana se había manejado bien desde la visión de Thurow. "Seis meses antes de la crisis, México era ampliamente citado como la nación que estaba en el rumbo correcto. Habían eliminado los grandes déficit presupuestarios de comienzo de los ochenta y había logrado un equilibrio fiscal. Estaba desregulando y privatizando (se habían vendido más de mil empresas públicas). La desregulación se había ampliado. Desechando las viejas recomendaciones de proteccionismo, se había incorporado al NAFTA y había reducido severamente los aranceles y las cuotas"
El presupuesto mexicano estaba equilibrado pero el peso estaba sobrevaluado y el déficit de la balanza de pagos era financiado con flujos de capital a corto plazo antes que por inversión extranjera directa de corto y largo plazo156. Para diciembre de 1994, las reservas de moneda extranjera habían caído a niveles tan bajos que México se vio obligado a devaluar. En febrero de 1994, las reservas de México eran de 29.000 millones de dólares pero para diciembre de ese mismo año se redujeron a 6.000 millones de dólares y al momento de tomarse la decisión de devaluar (20 de diciembre de 1994) ascendían a solo 3.500 millones. El autor chileno Ricardo Ffrench-Davis, en "Capitales golondrina, estabilidad y desarrollo"157, sostiene que la situación de México es el costo de una visión miope que solo miraba los méritos pero no los problemas que subsistían y los nuevos que se estaban creando en la economía. En este camino, el tipo de cambio real se apreció fuertemente, desde 1988 y se acentuó en la década del noventa. Las exportaciones crecieron, pero las lo hicieron aun en mayor medida.
Otro dato a tomar en cuenta es que solo uno de cada cuatro dólares que ingresaba a la región correspondía a inversión extranjera directa (IED). De esta manera, estos fondos externos fueron a reforzar más intensamente el consumo y a desalentar el ahorro nacional. El aumento del consumo no fue al nivel del gobierno, sino al nivel privado.
Al nivel gubernamental México tenía una situación fiscal equilibrada, por lo que el gasto en exceso perteneció al sector privado, financiado por aportes privados desde el exterior. El ahorro interno mexicano cayó significativamente como porcentaje del PBI. El economista Roberto Lavagna compara la situación de México compara la situación de México con Holanda en lo que se denomina " la enfermedad holandesa". Tienen cuestiones en común ya que son el resultado de un exceso de oferta de moneda extranjera en los mercados cambiarios, de una revaluación de la moneda nacional y, como consecuencia de ello, de un cambio en los precios relativos internos. Pero hay una diferencia sustancial entre ambas enfermedades.
El caso holandés, puede, en su origen, ser considerado exógeno. El caso mexicano debe ser considerado endógeno. En el primer caso la situación es exógena a la política económica y más bien debida a una combinación permanente o al menos de largo plazo de recursos naturales y avances tecnológicos.
El segundo caso es el resultado de una deliberada política económica escogida con ese fin pero que se ha demostrado como incapaz de reconocer el carácter puramente transitorio o de corto plazo, de parte no solo importante sino de la mayor, de los flujos financieros.
Para el BM la principal causa de la crisis mexicana fue su insostenible déficit en la cuenta corriente, financiado por grandes y constante entradas de capital. Entre los factores, que actuaron de manera combinada, que permitieron llegar a un valor tan elevado en ese déficit fueron: el propio "éxito" de México", y asociado a este el exceso de confianza por parte de las autoridades mexicanas en ese mismo éxito, a lo que debe sumarse la inestabilidad política propia de un país que hasta el momento se caracterizaba por haber tenido en el gobierno durante 60 años a un mismo partido político.
Esta combinación de factores se fue generando durante el transcurso de la primera parte de la década del noventa. Para numerosos autores heterodoxos "el Consenso de Washington" llevó directamente a la crisis del Tequila. Y el efecto de la misma puso en duda dicho paradigma. En consecuencia, originó la reforma del Consenso de Washington.
El papel del FMI
El FMI y los EE UU empezaron a dar directrices a Mexico de qué forma debía manejar sus políticas monetarias. Llego un paquete de ayuda a Mexico pronto y se constituyó en la más grande ayuda hasta ese momento para un país. Alcanzó los 52.800 millones de dólares, de los cuales 20.000 millones eran aportados por el gobierno de los Estados Unidos, 17.800 del FMI, y 10.000 millones del Banco de Basilea, más aportes menores de Canadá, la banca privada y América Latina en su conjunto (1.000 millones de dólares). Pero solo el FMI y Estados Unidos desembolsaron los fondos prometidos.
Debido a este préstamo excepcional el gobierno de los Estados Unidos emitió un comunicado de prensa el 18 de enero de 1995 sosteniendo que el paquete de ayuda era un acontecimiento "único" que de ninguna manera constituía un precedente. Los casos futuros de crisis, nos indicarían que México no sería el único ejemplo, y que la ayuda no se limitaría solo a ese país como se pretendía en Estados Unidos. Tras los fracasos iniciales por restablecer la confianza
Tras los fracasos iniciales por restablecer la confianza en el sistema financiero mexicano, el 9 de marzo de 1995 se dio a conocer un programa macroeconómico de estabilización, con el respaldo de un acuerdo del tipo stand-by con el FMI. Los objetivos claves pasaban por la estabilización económica del país y la recuperación de la confianza internacional.
Algunos de los principales elementos del programa fueron:
– Las medidas fiscales incluían ajuste en los precios de los bienes producidos por el sector público y reducción nivel real del gasto público. (En contrapartida, recordemos que la información que nos da Ffrench-Davis habla de los gastos del sector privado y la toma de créditos de este sector en el exterior)
– Mantener un régimen de flotación de la tasa cambiaria, utilizando la política monetaria como herramienta para ayudar a estabilizar los precios
– Con la ayuda de una importante operación del BM, México diseña un programa para fortalecer el sector bancario a través de mejoras en la regulación y supervisión, mediante la elevación de los requisitos de capital y de las reservas por deterioro de cartera.
Este programa macroeconómico de estabilización implicó un cambio importante de rumbo en la forma en que México manejaba su economía. Dada la magnitud del ajuste, el presidente Zedillo rompió el acuerdo con los sectores empresariales y laborales que se venía respetando desde 1987 y aplicó medidas como el abandono del régimen de tasa de cambio fijo.
Destaquemos las conclusiones de Thurow sobre el plan de rescate a México y sus consecuencias. Observemos particularmente el rol que le Asigna a Estados Unidos y al FMI en la crisis: "Negar la ayuda a México Causaría una pérdida de confianza y pánico en los mercados financieros del mundo que incluso podrían derrumbarse. (…). Si los mercados financieros del mundo quebraran, los perdedores, por supuesto, no serían los mexicanos sino los grandes operadores en los mercados financieros internacionales: los británicos, los alemanes, los japoneses y, los norteamericanos". En este caso les tocó a los mexicanos pagar el costo de lo que básicamente es una "póliza de seguro" para estabilizar el sistema financiero mundial. Un aumento de la tasa de interés impuesto a México condujo directamente a tasas de interés más altas en todo el Tercer Mundo.
Efectos de propagación sobre el sistema financiero argentino
Durante 1994, las altas tasas de interés en los Estados Unidos causó un retraso del flujo de fondos hacia los mercados emergentes, entre ellos Argentina, provocando caídas en los precios de los activos financieros, tanto en los títulos privados como en los públicos. Las perspectivas en 1995 indicaban una continuación de esta realidad, menores recursos financieros externos y la consiguiente necesidad de seguir incrementando el ahorro interno.
El primer efecto que la devaluación produjo fue un agravamiento de la generalizada desconfianza ya existente en la economía mexicana, que rápidamente se extendió a la gran mayoría de los mercados emergentes. Los bancos internacionales cortaron el flujo de nuevos préstamos; lo que, a su vez, implicó un fuerte retiro de depósitos y una contracción en los pasivos monetarios.
El sistema financiero argentino sintió inicialmente los efectos a través del retiro de depósitos desde el exterior. Bancos y empresas de primera línea se vieron impedidos de renovar fuentes de crédito externo. La crisis de liquidez afectó particularmente a entidades mayoristas. Esto produjo, a su vez una generalizada desconfianza por parte de inversores y ahorristas locales sobre la solidez de las entidades, llevándolos a retirar sus depósitos y agudizar el problema.
El crédito doméstico se hizo escaso para las empresas más pequeñas pues fueron desplazadas por empresas más grandes que no pudieron continuar financiándose directamente en el exterior o indirectamente a través de bancos mayoristas. El gobierno argentino reaccionó intentando evitar la expansión de los problemas de algunas entidades al resto del sistema financiero y a la economía real. La situación de iliquidez fue atacada con reducción de encajes y, posteriormente, con la organización de una red de asistencia para problemas de iliquidez.
La crisis financiera precipitada por la devaluación mexicana tuvo un fuerte impacto en la economía argentina. Si bien ello no resultó en una crisis en el sentido de una devaluación cambiaria como vislumbraron muchos, la economía registró una caída del PBI del 5 % y una disminución de la inversión del orden del 16 %.
Para restaurar la confianza global en la economía se corrigieron las metas Fiscales en el marco de la ampliación del acuerdo de facilidades extendidas con el FMI. Esto permitió al país acceder al financiamiento necesario para compensar la salida de capitales que se estaba manifestando. La intervención de las autoridades económicas permitió restaurar la confianza en la viabilidad del plan económico. En el sistema financiero comenzó un proceso de reestructuración y se recuperaron parcialmente los depósitos. El crédito otorgado por el sistema financiero no se vio tan afectado inicialmente por la crisis mexicana debido a las políticas adoptadas por el Banco Central.
Las tasas pasivas de interés, luego de las fuertes subas registradas al compás de la crisis financiera, descendieron a niveles similares a los prevalecientes al momento de la devaluación mexicana. El diferencial entre las tasas pasivas en pesos y dólares que se había incrementado por los supuestos riesgos de devaluación, comenzó a disminuir alentado por la recuperación de los depósitos en pesos, recuperación que precedió a los nominados en moneda extranjera.
Página siguiente |