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Longevidad

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2, 3

    edu.red chos). 1. Longevidad. La lista genealógica del capítulo 5 del Génesis (aunada a la que aparece en el capítulo 11 del mismo libro, versículos 10 a 32, y a otras listas bíblicas de libros sagrados posteriores) suscita una clase de controversia entre la antropología evolutiva y la sagrada escritura que no puede menos que sacudir la mente del investigador imparcial, pues pone en entredicho el punto de vista globalmente aceptado de que la existencia humana ha experimentado un progreso evolutivo milenario y positivo en cuanto a calidad y cantidad de vida. Longevidad y teoría de la evolución. Tomando a la Universidad de Cantabria (España) como referencia representativa de las creencias comunes que a nivel académico y popular se tienen acerca de la historia de la longevidad humana, accedemos al área de Ciencias de la Salud de dicha universidad a través del sitio de Internet: “http://ocw.unican. es/ciencias-de-la-salud”. Ahí aparecen una serie de cursos, entre los que se encuentra uno de “Biogerontología”. El contenido de dicho curso para el año 2011 constaba de 15 temas, de los cuales hemos extraído algunos datos de los 2 primeros: 1. El envejecimiento: definiciones y teorías. 2. Hominización y longevidad. De la información contenida en esos 2 temas sólo resaltaremos algunos de aquellos aspectos que, al ser comparados con el Génesis, colisionan o desentonan con el relato sagrado. Para facilitar su manejo, los enunciaremos bajo la forma de “creencias académicas contemporáneas” (abreviadamente “cac”) y los numeraremos: Cac-1. Los individuos de la especie humana (Homo sapiens), al igual que los del resto de especies animales, están sometidos a un ciclo vital que comienza con la fecundación y finaliza con la muerte. Desde un punto de vista biomédico, el envejecimiento es la etapa final de dicho ciclo, que tras un periodo de tiempo variable, conduce a la desaparición del individuo humano como ser vivo. Este proceso se considera natural en el hombre, puesto que se entiende que proviene de su condición de animal (un animal racional, para mu Cac-2. En el caso del reino animal en general y de los humanos en particular (por concebirse al hombre como un animal superior), muchos de los aspectos relacionados con la longevidad están de algún modo referidos a la reproducción de la especie, por lo que el ciclo vital de una especie determinada poseería tres etapas: Desarrollo, reproducción y envejecimiento-muerte. Esta división tiene un eje fundamental centrado en los aspectos darwinianos del éxito de las especies basado en su capacidad reproductora, y se argumenta que a su favor está el hecho de que la mayoría de las especies tienen un periodo de envejecimiento muy corto tras finalizar su etapa reproductora. Cac-3. El envejecimiento afecta a todos los seres vivos (incluido el hombre) y constituye la etapa final de su ciclo vital. Se cree que el envejecimiento es un mecanismo asociado y relacionado con el proceso de evolución de las especies. En general, cuanto más evolucionada es una especie (es decir, cuanto mayor es

    edu.red 2. el número de las especies antecesoras de su árbol filogenético o genealógico), más prolonga su longevidad y, en consecuencia, el proceso de envejecimiento se muestra más florido. Cac-4. El envejecimiento no se considera como una enfermedad sino como un periodo del ciclo vital, aunque haya una cierta asociación entre este proceso y un incremento en la incidencia y severidad de las enfermedades. A diferencia del envejecimiento, se dice que las enfermedades no son universales, pues no afectan a todas las personas. Unas enfermedades pueden afectar a grupos diferentes y muchas de ellas nunca afectar a una persona o grupos de personas concretos. Cac-5. Las teorías del envejecimiento basadas en la evolución de las especies tienden a acaparar el dominio de los fundamentos de cualquier ciencia biomédica y tiempo atrás consideran el envejecimiento como una respuesta adaptativa y programada genéticamente. La función del envejecimiento y la posterior muerte sería limitar el tamaño (en cuanto a número) de individuos de una especie y evitar de esta manera la sobreplobación. Pero dado que el envejecimiento no se observa en las poblaciones salvajes (Kirkwood, 2002) por el elevado índice de eliminación de sujetos por factores extrínsecos (accidentes, enfermedades, predadores, etc.), se dedujo que el envejecimiento no era evolutivamente necesario para prevenir la sobrepoblación. Asimismo se asumió que, desde el punto de vista evolutivo, no era necesaria la expresión de un gen que determinara el envejecimiento, pues como se ha comentado las especies (en su medio natural) no tendrían tiempo de envejecer. Como ejemplo se cita que los animales en su medio salvaje viven menos que los criados en cautividad. Del mismo modo, también se añade que los humanos de tribus “primitivas” viven menos que los de países desarrollados. El argumento evolucionista se contradiría a sí mismo si adoptara el criterio de que el genoma humano o el de cualquier otra especie posee un gen específico que regula el envejecimiento (a modo de reloj biológico determinante de la longevidad), ya que entonces sería posible, desde el prisma evolutivo, que en algunos miembros de esa especie dicho gen hubiera mutado y en consecuencia hubiera permitido a los portadores de la mutación sobrevivir, mientras que los no portadores envejecerían y morirían. En consecuencia, esta mutación genética hubiera sido muy ventajosa y evidentemente la selección para dicha mutación sería elevada, conduciendo a la generación de individuos inmortales. Sin embargo, esto no es lo que se observa en la naturaleza, ya que los miembros de las especies envejecen y mueren. Ante esto, las teorías basadas en la evolución se han refinado y actualmente sostienen que el envejecimiento es el resultado del declinar en la fuerza de la selección natural (aparentemente el ambiente se ha hecho menos hostil para muchos animales y por lo tanto muchos de ellos prolongan su vida o no tienen una muerte prematura), lo cual permite a las especies envejecer al tener un ciclo vital más largo. Dado que la evolución tiene como objetivo prioritario, para la especie, maximizar la capacidad de reproducción, una vez pasada esta etapa reproductiva comenzarán a manifestarse las características de envejecimiento que serán, como es sabido, diferentes en cada especie e individuo concreto. En esta línea de pensamiento, han surgido variantes de la teoría basada en la evolución que tratan de explicar el envejecimiento. Longevidad y antropología evolutiva. La ANTROPOLOGÍA es la ciencia que estudia los aspectos biológicos (antropología biológica o científica) y sociales (antropología cultural o social) del hombre, estando totalmente afectada por el paradigma evolutivo (antropología evolutiva) en sus fundamentos criteriológicos; y ello es debido al hecho de que se trata de una rama del saber que, como la inmensa mayoría de las otras disciplinas académicas actuales, está

    edu.red 3. inscrita dentro del materialismo científico (el cual niega dogmáticamente toda participación sobrenatural en la realidad que afecta al ser humano). La antropología evolutiva parte de la base de que el ser humano es producto de una larga y relativamente lenta secuencia de transformaciones evolucionarias que llevaron a los simios a convertirse en homínidos y a los homínidos a convertirse en humanos. En todo este supuesto proceso transformista (que hace que una especie se derive de otra distinta) se adopta la creencia de que la longevidad ha ido aumentando a medida que las especies más primitivas han desembocado en especies más modernas, culminando momentáneamente todo este proceso (sin final predecible) en el hombre de nuestros días. Cac-6. La antropología evolutiva parte del hecho actualmente observable (ver Nota, a continuación) de que los seres vivos en el medio natural (hábitat salvaje) tienen una longevidad que puede ser incrementada al alojarlos bajo las condiciones controladas del laboratorio, zoológico, etc. Sin embargo, ninguna otra especie parece haberse adaptado a los diferentes entornos como lo han hecho los humanos. Por medio de la culturización y la adaptación al medio, la humanidad ha organizado para ella un ambiente (que podríamos llamar “entorno artificial”) que la ha permitido expresar su potencial de longevidad. Esta adaptación ha tenido consecuencias, entre otras, sobre nuestro desarrollo y envejecimiento (Andrews y Pilbeam, 1996). En este sentido y con la idea inicial de tratar de explicar las causas del aparente incremento de la longevidad humana la gerontología (ciencia que trata de la vejez y los fenómenos que la caracterizan) bebe inicialmente de la antropología evolutiva en lo que tiene que ver con la supuesta evolución de los homínidos. NOTA: La antropología evolutiva, así como todas las demás ciencias evolutivas (es decir, todas aquellas disciplinas que adoptan sin discusión el paradigma evolutivo en su criteriología de base o fundamental), parten de fenómenos y hechos actualmente observables. Entonces, sin apenas (o sin nada en absoluto) cuestionarse la posibilidad de que tales fenómenos hayan tenido un aspecto distinto en el pasado, estas ciencias emiten su visión de la realidad pretérita de una forma categórica e impositiva. Por ejemplo, es cierto que hoy día la longevidad animal puede ser incrementada en determinadas especies al alojarlas bajo las condiciones controladas del laboratorio o del zoológico, puesto que de esta manera se las protege de las inclemencias de un ambiente hostil y de posibles depredadores y peligros. Pero, cabe preguntarse: ¿Ha habido una época anterior en la que el ambiente no fuera hostil y no hubieran existido depredadores ni peligros? Si la respuesta es afirmativa, entonces cabría preguntarse también: ¿No sería un ambiente natural benigno mucho mejor que el solaz de cualquier laboratorio o zoológico para que la longevidad de los animales considerados se expresara más óptima y en su pleno potencial? El Génesis revela que al comienzo de la vida en este planeta no existía la depredación ni los peligros derivados de ambientes hostiles, como se deduce del hecho de que Adán y Eva, según las Sagradas Escrituras, recibieron del Creador la comisión de cuidar de los seres vivos de la Tierra y de sojuzgarlos con amor (la primera pareja humana se encontraba desnuda y cómoda, y no necesitaba armas para protegerse). También, cuando Noé intro dujo en el arca a los representantes de los distintos géneros animales no se informa que entre éstos se produ jeran peleas y matanzas, sino más bien se infiere que debieron coexistir en paz y concordia, y así pudieron man tenerse en armoniosa convivencia durante aproximadamente un año (o todo el tiempo que duró el Diluvio y sus devastadoras inundaciones); compartieron, pues, un mismo ambiente cerrado y limitado, protegido de las lluvias. A pesar de que en la actualidad existe gran controversia general sobre el origen de la especie humana, parece bastante bien aceptado por la mayoría de los científicos que los simios y los humanos han tenido

    edu.red 4. unos ascendientes comunes (el criterio materialista obliga a dicha aceptación). Se han inventado pruebas para medir el grado de parentesco entre las especies vivas (Pilbeam, 2000). Analizando homologías (similitudes) morfológicas y bioquímicas de ADN de fósiles antiguos (ADNa) y las variaciones en aminoácidos en ciertas proteínas que las diferentes especies poseen en común (hemoglobina, insulina, etc.), se han establecido ciertas relaciones entre especies. Basándose en estos estudios se ha propuesto que los homínidos y los simios africanos han tenido un ancestro común hace 4-5 millones de años (crones). NOTA: En el estudio comparativo de los seres vivos, la Homología es la disciplina biológica que se encarga de ver la relación que existe entre dos partes orgánicas diferentes cuando sus determinantes genéticos tienen supuestamente el mismo origen evolutivo. Por lo tanto, se dice que hay homología entre órganos determinados de dos especies dife rentes cuando ambos hipotéticamente derivan del órgano correspondiente de su antepasado común, con independencia de cuán dispares puedan haber llegado a ser. Por ejemplo, el extremo de la pata de un caballo se dice que es homólogo del dedo mediano de la mano y el pie humanos. Sin embargo, esta concepción de la Homología Biológica es manifiestamente poco objetiva ya que parte de la base de que la evolución es un hecho (en vez de una hipótesis) y entonces se ampara en tal dogma para construir su cuerpo de conocimientos. Por lo tanto, la homología declarada entre el extremo de la pata de un caballo y el dedo medio de la mano o pie de un ser humano llega a ser pura entelequia (o irrealidad) que sustenta vaporosamente a la Biología cuando se toma en cuenta la auténtica situación de la Teoría Evolutiva: un paradigma no demostrado que adolece de numerosos indicios que lo desacreditan. ¿De dónde procede el concepto de Homología biológica? Veamos; los rudimentos nebulosos de dicho concepto permanecieron largo tiempo a la sombra de las observaciones dispersas e inconexas entre sí que de vez en cuando documentaban algunos sabios y filósofos que se admiraban y fascinaban ante las formas vivientes que contemplaban en la naturaleza. Deseaban entender por qué muchos organismos se parecen entre sí y a veces formularon especulaciones explicativas. En el año 1804 nació Richard Owen, en Lancaster (Inglaterra). Fue educado en el colegio Lancaster Royal Grammar y en 1820 entró como aprendiz de un cirujano y farmacéutico local. En 1824 ingresó como estudiante de medicina en la Universidad de Edimburgo. Dejó la universidad al año siguiente y completó su curso de medicina en el Hospital de San Bartolomé de Londres, donde estuvo a las órdenes del eminente cirujano John Aberne thy. Owen sintió interés por la investigación en anatomía y Abernethy le recomendó que aceptara el puesto de asistente de William Clift, conservador del museo del Real Colegio de Cirujanos. Este trabajo le interesó tanto que pronto abandonó su interés por ejercer la medicina y a partir de ese momento dedicó su vida puramente a labores científicas. Preparó una importante serie de catálogos de la colección Hunter del Real Colegio de Cirujanos y con esta tarea adquirió excelentes conocimientos de anatomía comparada que le fueron muy útiles a lo largo de su carrera, especialmente en sus investigaciones sobre los restos de animales extinguidos. En 1836 fue nombrado profesor Hunter del Real Colegio de Cirujanos y en 1849 sucedió a Clift como conservador. Owen estaría en este puesto hasta 1856, cuando fue nombrado superintendente del departamento de Historia Natural del Museo Británico. Su reestructuración del departamento llevaría al traslado de las colecciones de historia natural del Museo Británico a un nuevo edificio en South Kensington, y a la creación del Museo de Historia Natural. Owen permaneció en activo hasta que completó su trabajo en 1884, cuando recibió la distinción real denominada KCB, y se retiró a Sheen Lodge hasta su muerte en 1892. El término "Homología" fue acuñado originalmente por Richard Owen, a raíz de sus hallazgos en Anatomía Comparada (disciplina encargada del estudio de las similitudes y diferencias en la anatomía de los organismos). Owen observó el parecido entre ciertas estructuras en diferentes organismos, tales como las similitudes de los miembros anteriores en los vertebrados. Él pensó que había algún tipo de plan ideal abstracto que podía explicar la similitud estructural entre los diversos grupos de animales.

    edu.red 5. Más adelante, Charles Darwin (1809-1882) sugirió que las semejanzas propuestas por Owen podrían haber surgido a partir de un ancestro común. Por ejemplo, la disposición y estructura de las extremidades en los vertebrados son similares, por lo tanto estas similitudes entonces provienen aparentemente de un mismo ancestro común a todos los vertebrados. En el marco de la teoría evolutiva, la similitud observada en las comparaciones de estructuras de diferentes seres vivos se interpreta de una de dos maneras, a saber: Es el resultado de un ancestro común (homología), o bien es un caso de evolución convergente (convergencia). Por ejemplo, todos los murciélagos comparten una forma de ala común, ya que comparten un ancestro común (desde el punto de vista del Génesis parece que todos los murciélagos pertenecen al mismo género creativo), siendo esta similitud una Homología. Los huesos de las alas del murciélago tienen la misma disposición que los huesos de nuestras manos, y los huesos en la parte superior de las alas son muy similares a los huesos de nuestros brazos; estas similitudes son vistas como homologías por los evolucionistas, porque creen que los murciélagos y los humanos comparten un ancestro común (aunque desde el punto de vista del Génesis esto último es falso). Las aves tienen los huesos del brazo igual a los de los seres humanos y los murciélagos, pero tales huesos están dispuestos con un arreglo muy diferente a los huesos de alas de murciélago. Los murciélagos vuelan con la piel estirada a través de los huesos de sus dedos, mientras que en las aves los huesos se han fundido y utilizan plumas para generar elevación. Así que, aunque alas de murciélago y las alas de pájaro son similares en algunos aspectos, no podemos hablar de homología en este caso porque según los evolucionistas no proceden de una misma estructura ancestral común (y esto coincide con el Génesis, pues éste no otorga antepasados comunes a ningún par cualquiera de géneros creativos vivientes). Esta similitud es llamada convergencia, pues según la doctrina evolutiva es el resultado de presiones evolutivas similares y de parecidas limitaciones impuestas por el medio y el organismo en cuestión, por lo que se generan estructuras semejantes a fin de que diversos organismos lleven a cabo funciones similares. En “The American Spectator” (El espectador americano) de “Diciembre de 2000 / Enero de 2001”, del Discovery Institute, hay un artículo de Jonathan Wells titulado “Survival of the fakest” (La supervivencia de los más falsos), el cual dice en parte: «La mayoría de los libros de texto de biología muestran dibujos de extremidades de vertebrados que exhiben semejanzas en sus estructuras óseas. Los biólogos anteriores a Darwin habían observado este tipo de semejanza y lo habían llamado Homología, y la atribuían a una construcción sobre un arquetipo (o modelo original y primario en arquitectura, creatividad o construcción) o diseño común. Pero en “El Origen de las Especies” Darwin argumentó que la mejor explicación para la homología es la descendencia afectada de modificaciones estructurales, y la consideró como evidencia en favor de su teoría. Los darwinistas se apoyan en las homologías para ordenar a los fósiles en árboles ramificados que supuestamente exhiben relaciones de antecesores y descendientes. En su libro, de 1990, “Evolution and the Myth of Creationism” (La evolución y el mito del creacionismo), el biólogo Tim Berra comparó el registro fósil con una serie de modelos de automóviles de la marca Corvette: “Si uno compara un Corvette modelo 1953 y un Corvette modelo 1954, poniéndolos juntos, y luego un modelo 1954 y un modelo 1955, y se sigue así, la evidencia de la descendencia con modificación resulta abrumadora”. Pero Berra se olvidó de un punto crucial, y evidente: Los Corvettes, que se sepa, no dan a luz a pequeños Corvettes. Lo mismo que todos los demás automóviles, están diseñados por personas que trabajan para las compañías automovilísticas. En otras palabras, hay una inteligencia exterior. Así, aunque Berra creía que estaba prestando apoyo a la evolución darwinista en lugar de a la explicación predarwinista (creacionista o de diseño), puso en evidencia, involuntariamente, que la interpretación de los fósiles es compatible con ambas cosas. El catedrático de derecho (y crítico del darwinismo) Phillip E. Johnson lo designó como “La bobada de Berra”. La lección que debemos aprender de la “bobada de Berra” es que es preciso especificar un mecanismo natural antes de poder excluir científicamente la construcción por designio (diseño) como la causa de la homología. Los biólogos darwinistas han propuesto dos mecanismos: vías de desarrollo y programas genéticos. Según el primero, las características homólogas surgen de células y procesos semejantes en el embrión; según el segundo, las

    edu.red 6. características homólogas están programadas por genes semejantes. Pero los biólogos han sabido durante cien años que las estructuras homólogas no las producen vías semejantes de desarrollo. Y han sabido desde hace treinta años que a menudo tampoco las producen genes semejantes. De modo que no hay ningún mecanismo demostrado empíricamente para establecer que las homologías se deban a una descendencia común en lugar de a un designio (diseño) común. En ausencia de mecanismo, los darwinistas modernos han pasado a definir la homología simplemente como semejanza debido a una descendencia común. Según Ernst Mayr, uno de los principales arquitectos del moderno neodarwinismo: “A partir de 1859 sólo ha habido una definición de homólogo que tiene sentido en biología: Los atributos de dos organismos son homólogos cuando derivan de una característica equivalente del antecesor común”. En esto tenemos un caso clásico de razonamiento en círculos. Darwin consideraba la evolución como una teoría, y la homología como evidencia en favor de la misma. Los seguidores de Darwin dan por supuesta la evolución como si estuviese establecida de forma independiente, y consideran la homología como su resultado. Pero entonces uno no puede usar la homología como prueba en favor de la evolución excepto razonando en círculos: La semejanza debida a la descendencia común demuestra la descendencia común. Los filósofos de la biología (metabiólogos) han estado criticando este modo de hacer (ciencia) durante décadas. Como escribió Ronald Brady en 1985: “Al introducir en la definición nuestra explicación de la condición a explicar, no expresamos una hipótesis científica sino una creencia. Estamos tan convencidos de que nuestra explicación es verdadera que ya no vemos ninguna necesidad de distinguirla de la situación que estábamos intentando explicar. Las empresas dogmáticas de esta clase han de dejar finalmente el ámbito de la ciencia”. De nuevo, ¿cómo afrontan los libros de texto esta controversia? Una vez más, la pasan por alto. De hecho, dan a los estudiantes la impresión de que tiene sentido definir la homología en términos de descendencia común y luego darle la vuelta y usarla como evidencia en favor de la descendencia común. Y a esto (es decir, a esta chapuza teórica) le llaman CIENCIA». Adnan Oktar (alias: Harun Yahya), en su obra “El Atlas de la Creación”, tomo 1, página 738 (en español), expone el punto de vista de muchos investigadores que no son evolucionistas y que en el terreno de la Homología biológica no se han dejado engatusar por dogmas científicos materialistas. He aquí una aproximación a sus declaraciones: «La utilización de la Homología por parte de los evolucionistas como evidencia de la evolución es una falacia no solamente a nivel morfológico (anatomía comparada) sino también a nivel molecular o bioquímico. Los evolucionistas aseguran que los códigos del ADN parecidos o las estructuras proteicas semejantes correspondientes a distintas especies vivientes indican una similitud que evidencia que los mismos han evolucionado a partir de antepasados comunes o cada una a partir de otra. Sin embargo, los resultados de las comparaciones moleculares no benefician, para nada, a la teoría de la evolución. Entre las criaturas muy similares y relacionadas hay una gran diferencia molecular. Por ejemplo, la proteína del Citocromo-C, una de las vitales para la respiración, es increíblemente distinta hasta en los seres vivientes de la misma clase. De acuerdo con las investigaciones llevadas a cabo en la materia, la diferencia entre dos especies de reptiles distintos es mayor que la existente entre un pájaro y un pez, o un pez y un mamífero. Otro estudio ha mostrado que las diferencias moleculares entre algunos pájaros son mayores que la existente entre esos mismos pájaros y los mamíferos. También se ha descubierto que la diferencia molecular entre bacterias que parecen ser muy similares, es mayor que la que hay entre los mamíferos y los anfibios o los insectos. Se han hecho comparaciones análogas en los casos de la hemoglobina, las hormonas y los genes, llegándose a conclusiones equivalentes. Michael Denton, en su obra “El evolucionismo: una teoría en crisis” (Burnett Books, Londres, 1985, páginas 290 y 291), expone: “Cada clase en un nivel molecular es única, aislada y desvinculada por intermedios. Así, las moléculas, como los fósiles, no han podido proporcionar o estipular los esquivos intermedios tan largamente buscados por la biología evolucionista. A nivel molecular, ningún organismo es 'ancestral' o 'primitivo' o 'avanzado' comparado con sus parientes. Hay poca duda que si esta evidencia molecular hubiese estado disponible hace un siglo la idea de la evolución orgánica nunca podría haber sido aceptada”». Adnan Oktar, en la misma obra, tomo 1, página 737, cita algunas declaraciones del biólogo evolucionista William Fix, quien describe el colapso de la tesis evolucionista respecto a la cuestión de la Homología bioquímica o molecular en los siguientes términos: «Los textos evolucionistas más antiguos usan mucho la idea de homología, señalando las semejanzas obvias

    edu.red 7. entre los miembros esqueléticos de distintos animales. Así, el patrón pentadáctilo se encuentra en el brazo del ser humano, el ala del ave y la aleta de la ballena, lo cual indicaría su diseño común. Si esas estructuras distintas fuesen transmitidas por la misma pareja de genes que variarían de tiempo en tiempo por las mutaciones y realizan su trabajo de selección en consonancia con el medio ambiente, la teoría tendría sentido. Pero desgraciadamente no es éste el caso. Ahora se sabe que los órganos homólogos son producidos por genes complejos totalmente distintos en cada especie. El concepto de homología en términos de similitud de genes pasados de un antecesor común se ha agotado” (“Mercachifles de huesos: vendedores del evolucionismo”, New York, MacMillan Pub.Co., 1984, página 189)». Después de considerar la fragilidad científica que tienen las pruebas destinadas a medir el grado de parentesco entre las especies vivas por medio de analizar homologías morfológicas y bioquímicas de ADN de fósiles antiguos y variaciones de aminoácidos en ciertas proteínas que diferentes especies tienen en común (hemoglobina, insulina, etc.), se han establecido relaciones arquitectónicas entre especies que no encuentran su mejor explicación en el seno de la teo ría evolutiva. Esto ha desencadenado una gran controversia general sobre el origen de la especie humana, como era de esperar, por lo que las hipótesis rocambolescas de que los simios y los humanos han tenido ascendientes comunes sólo se sostienen debido a que la ciencia actual atraviesa otra coyuntura terriblemente inmadura y subjetiva, de la que únicamente se sale por agotamiento progresivo del cada vez más infructuoso y contraproducente paradigma materialista. Hombre primitivo y longevidad. Inevitablemente, antropología evolutiva y gerontología adquieren sus fundamentos teóricos en el mismo solar en el que se edifican hoy día todas las demás ramas biológicas y no biológicas: los paradigmas evolutivo y metaevolutivo. Por tal razón, la gerontología asume que la longevidad humana es un parámetro cuyo valor aumenta desde el pasado hacia el futuro. En este sentido, se admite ciegamente (en consonancia con la muestra representativa del pensamiento académico actual tomado de la Universidad de Cantabria, curso de Biogerontología, año 2011, tema 2, Hominización y longevidad) que: Cac-7. La línea de los homínidos comenzó su diferenciación de los simios, probablemente, como consecuencia de iniciar un nuevo estilo de vida que comenzó a transcurrir, en su mayor parte, en el suelo y en un hábitat abierto (del tipo sabana). Este nuevo hábitat, alejado de la protección de las copas de los árboles, se cree determinó la aparición de aspectos relacionados con el desarrollo de la bipedestación y el caminar erguido. Además se inició el desarrollo anatómico del cerebro y los cambios conductuales asociados a dicho proceso. Estos cambios determinaron la aparición de las primeras adaptaciones anatómicas que separaron a los homínidos de los grandes simios. Entre estas primeras adaptaciones señalaremos como más características las que tuvieron lugar en la morfología de las extremidades inferiores (fundamentalmente los pies), las superiores (manos), el crecimiento del cráneo y la adaptación de la dentición a las nuevas fuentes de alimentos (Pilbeam, 1984). NOTA: El nombre de "primates" fue usado por primera vez por Linneo en 1758 en su ordenación taxonómica de los animales; significa "primeros" en latín. Linneo incluyó en su orden Primates a los humanos, monos antropomorfos, monos del Viejo Mundo y monos del Nuevo Mundo, distinguiéndolos del resto de los mamíferos, a los que llamó "Secundates" (segundos) y de todos los demás animales, los "Tertiates" (terceros). Con ello, Linneo quiso evidenciar que los monos son los animales más semejantes a los humanos y que, todos juntos, son los organismos

    edu.red 8. "primeros" en la escala zoológica o los más completamente desarrollados del reino animal, en una visión fuertemente antropocéntrica, común en su época (según afirman los teóricos actuales). En ningún momento Linneo sugirió que los monos fuesen parientes o antepasados de los humanos, ideas éstas relacionadas con la evolución que tardarían un siglo en proponerse (Darwin, 1859). Simio es un término común o vulgar, sin equivalente taxonómico, con el que se denomina a un amplio conjunto de primates que incluye exclusivamente a los monos (a saber: cercopitecos o monos del viejo mundo, y platirrinos o monos del nuevo mundo) y a los homínidos (también llamados monos antropomorfos o grandes simios, a saber: gorilas, chimpancés, bonobos y orangután). Más o menos, el denominado “árbol filogenético” de los primates, acentuando la línea antropomórfica, es, según los evolucionistas: Según este esquema, usado pródigamente hoy día en los ambientes académicos, se decide evolutivamente que hay una gradación o transición morfológica gradual que conduce desde los primates hasta el hombre moderno, existiendo para todos ellos un ancestro común con forma de mono que vivió en la Tierra hace unos cuantos millones de años. La teoría evolutiva establece que el hombre, a través de una combinación de factores ambientales y genéticos, surgió como una especie independiente para producir la variedad de grupos étnicos que apreciamos hoy en día, mientras que los monos modernos evolucionaron a partir de un sendero ancestral distinto. Charles Darwin (1809-82) escribió su obra maestra “El Origen de las Especies” (1859) para describir su punto de vista acerca de la supuesta teoría de la evolución. Se basó, generalmente, en observaciones que hizo durante su viaje de 5 años alrededor del mundo, a bordo del HMS Beagle (1831-1836). Desde entonces, el origen de la humanidad ha sido mayormente explicado desde una perspectiva evolucionista. Adicionalmente, la teoría de la evolución del hombre ha sido y continúa siendo modificada a medida que aparecen nuevos hallazgos, se adoptan revisiones a la teoría y conceptos anteriores se comprueban como incorrectos y son desechados. La actualmente aceptada teoría de la evolución del hombre descansa sobre tres pilares fundamentales. Estos tres pilares o principios tienen en común la dependencia de la habilidad innata que todas las criaturas tienen para pasar información genética a sus crías a través del proceso reproductivo. El primer principio es la “micro evolución”, es decir, la ocurrencia y acumulación de mutaciones en la secuencia genética de un organismo; estas mutaciones son predominantemente al azar y pueden ocurrir naturalmente mediante errores en el proceso reproductivo o mediante impactos ambientales, tales como los de origen químicos o la radiación. El segundo principio de la evolución es la “selección natural”, un mecanismo natural por el cual los miembros más aptos de una especie sobreviven para pasar su información genética, mientras que los más débiles son eliminados (mueren) debido a su incapacidad para competir en su hábitat; la selección natural es a menudo calificada como “la supervivencia del más apto” o “la eliminación de los más débiles”. El tercer principio es la “especiación”, la cual ocurre cuando los miembros de una especie mutan al punto de que ya no son capaces de reproducirse con otros miembros de la misma especie; la nueva población se convierte en una comunidad reproductivamente aislada que es incapaz de tener descendencia con su anterior comunidad; mediante la especiación, los genes de la nueva población se aíslan del grupo anterior. Una de las principales evidencias a favor de la evolución del hombre es la susodicha “homología”, es decir, la similitud de características anatómicas o genéticas entre las especies. Por ejemplo, el parecido de la estructura esquelética de los monos y los humanos ha sido correlacionado evolutivamente con las secuencias genéticas homólogas dentro de cada especie como una evidencia poderosa a favor de un ancestro común. Este argumento contiene la gran suposición de que similitud es igual a parentesco. En otras palabras, mientras más se parezcan dos especies, más íntimamente relacionadas están la una con la otra. Pero se sabe que esto es una mala suposición. Dos especies pueden tener anatomías homólogas aunque no estén relacionadas de ninguna manera, y a esto se le llama, en términos de evolución, “convergencia”. Ahora también se conoce que las características homólo

    edu.red 9. gas pueden ser generadas a partir de segmentos de gen completamente diferentes dentro de diferentes especies no relacionadas. La realidad de la convergencia implica un duro golpe al concepto de homología y ascenden cia evolutiva. Adicionalmente, la evolución del hombre a partir de ancestros parecidos a los monos es a menudo debatida sobre las bases de la anatomía comparada dentro del registro fósil. Aún así, el registro fósil indica más estabilidad en las formas de especies que cambios lentos o hasta drásticos, lo cual desmentiría la existencia de etapas intermedias entre especies antiguas y modernas. Los “eslabones perdidos” continúan perdidos, y desafortunadamente el campo de la paleo-antropología ha estado sembrado de alegaciones fraudulentas en el sentido de haberse encontrado el eslabón perdido entre los humanos y los primates; se ha llegado al extremo de combinar fragmentos de esqueletos humanos con huesos de otras especies, como cerdos y monos, y hacerlos pasar como pruebas legítimas. Debido a la persistencia de brechas en el registro fósil, la incapacidad de demostrar ventajosas mutaciones genéticas determinantes de vida o muerte y la falta de experimentos u observaciones para verdaderamente confirmar la evidencia a favor de la especiación resulta que la teoría concerniente a la evolución del hombre está bajo creciente escrutinio. A pesar de todo esto, la evolución del hombre permanece como el paradigma aceptado del origen del ser humano dentro de la comunidad científica. Esto no se debe a que haya sido por fin comprobado científicamente, sino a que puntos de vista alternativos conllevan implicaciones metafísicas que van en contra del paradigma naturalista (materialista) moderno. No obstante, un examen de cerca de la evidencia revela que la doctrina de la evolución es cada vez menos científica y más dependiente de creencias, no de pruebas. El libro “La vida… ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?”, publicado en 2006 en inglés, espa ñol y otros idiomas por la Sociedad Watch Tower Bible And Tract, páginas 54-70, dice en parte: «¿Por qué son importantes para la evolución los fósiles? El genetista G.L. Stebbins señaló una razón importante: “Ningún biólogo ha visto en realidad el origen por evolución de alguno de los grandes grupos de organismos”. Así, hoy día no se ve que los organismos vivos que se hallan en la Tierra estén evolucionando para llegar a ser otros organismos. En vez de eso, todos están completos en su forma y se distinguen de los demás tipos. Como señaló el genetista Theodosius Dobzhansky: “El mundo viviente no es un solo despliegue […] conectado por series ininterrumpidas de formas intermedias”. Y Charles Darwin admitió que “la distinción característica de las formas específicas [de vida], y el hecho de que no estén conectadas discerniblemente entre sí por innumerables eslabones de transición, es una dificultad muy obvia”. Así, las variedades discretas o distintas de formas vivas de hoy no ofrecen apoyo a la teoría de la evolución. Por eso se hizo tan importante el registro fósil. Se creía que por lo menos los fósiles suministrarían la confir mación que la teoría de la evolución necesitaba. Si la evolución fuera realidad, la evidencia fósil de seguro revelaría un cambio gradual desde un tipo o género de vida hasta otro. Y eso tendría que ser así sin importar qué variación de la teoría evolucionista se aceptara. Hasta científicos que creen en los cambios de índole más rápida que se asocian con la teoría del “equilibrio puntuado” reconocen que todavía habría de suponerse que estos cambios tuvieran lugar durante muchos miles de años. De modo que no es razonable creer que no habría ninguna necesidad en absoluto de fósiles eslabonadores. Además, si la evolución estuviera fundada en la realidad, se esperaría que el registro fósil revelara los comienzos de nuevas estructuras en los organismos vivos. Debería haber por lo menos algunos fósiles en los que estuvieran en desarrollo brazos, piernas, alas, ojos y otros huesos y órganos. Por ejemplo, debería haber aletas de peces que estuvieran transformándose en patas de anfibio con pies y dedos, y branquias que estuvieran transformándose en pulmones. Debería haber reptiles con extremidades delanteras que estuvieran transformándose en alas de aves, extremidades posteriores que estuvieran pasando a ser patas con garras, escamas que estuvieran convirtiéndose en plumas, y bocas que estuvieran llegando a ser picos córneos. Sobre esto, la revista científica británica “New Scientist” dice de la teoría: “Predice que un registro fósil completo consistiría en linajes de organismos que continuamente mostraran cambio gradual durante largos espacios de tiempo”. Como aseguró Darwin mismo: “La cantidad de variedades intermedias, que han existido anteriormente, [tiene que] ser verdaderamente enorme”. Sin embargo, ¿se halla el registro fósil lo suficientemente completo como para que se dé prueba aceptable de si es la creación o la evolución lo que tiene apoyo? Hace más de un siglo, Darwin no pensaba así. ¿Qué había de “malo” en el registro fósil en su tiempo? No contenía los eslabones de transición que se requerían para sostener

    edu.red 10. su teoría. Esta situación lo impulsó a decir: “Entonces, ¿por qué no están llenos de esos eslabones intermedios toda formación geológica y todo estrato? Ciertamente la geología no revela ninguna cadena orgánica finamente graduada como ésa; y ésta, quizás, sea la más obvia y seria objeción que se puede presentar contra la teoría”. En el tiempo de Darwin el registro fósil desilusionó a éste de otra forma. Explicó él: “La manera abrupta como grupos enteros de especies aparecen súbitamente en ciertas formaciones ha sido presentada por varios paleontólogos […] como una objeción mortífera a la creencia en la t

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