28. los humanos actuales somos seres precociales en lo que a desarrollo cerebral se refiere, pero altriciales en el desarrollo físico. NOTA: Sally MacMillan (en 1987) informaba en un diario australiano que los bioquímicos Wilson y Stoneking de la Universidad de California, Berkeley, han estudiado el ADN mitocondrial de 147 mujeres de todas las razas del mundo. Trabajando en base de la suposición de que el ADN muta a una tasa constante conocida, el equipo hizo el mapa de una genealogía genética (árbol genealógico) vinculando a todos los humanos modernos con una sola antepasada hembra que se alega vivió en Africa hace unos 140.000 a 280.000 años atrás. El informe dice que la nueva teoría no contradice la evidencia fósil. Se cita a Wilson en el sentido de que seres anteriormente considerados como antepasados del hombre que vivieron hace más de 280.000 años, como Homo erectus (Hombre de Java, Hombre de Pequín, etc.), no contribuyeron para nada a los humanos modernos. Los famosos pretendidos hombres-simios, los australopitecos, incluyendo a Lucy y afarensis, quedan por ello automáticamente excluidos del linaje humano, por cuanto vivieron antes del límite de 280.000 años establecido en la investigación. Esta nueva teoría ha desagradado a muchos antropólogos, que dicen que no pueden concebir que todos los humanos surgieran de una sola hembra y que por ello todos los seres humanos estén relacionados entre sí. Excepto por la escala de tiempo que se propone, la teoría suena notablemente semejante a la sencilla declaración de la Biblia, capítulos uno y dos del Génesis. Brian Thomas, M.S., redactor científico en el Instituto de Investigación de la Creación, con fecha 24-10-2012, ha presentado un artículo intitulado “El ADN óseo se descompone demasiado rápidamente para la evolución” en el que expone lo siguiente (resumen): El ADN es un material bioquímico que soporta información genética. Y al igual que los demás componentes de la célula, se descompone si los sistemas celulares no lo mantienen. Ahora, los científicos tienen una mayor certidumbre acerca del ritmo con que se descompone después de la muerte de una célula. Recientemente, un equipo de investigadores completó un exhaustivo estudio de 158 huesos de patas que pertenecieron a unas gigantescas aves extintas llamadas “moa”, que habían vivido en la Isla del Sur de Nueva Zelanda. Usando edades radiocarbónicas y mediciones de la integridad del ADN, los investigadores midieron la velocidad de descomposición del ADN con un rigor sin precedentes. Pero sus resultados no concuerdan con las afirmaciones de otros científicos que han encontrado abundantes muestras de ADN intacto a las que suponen una edad de millones de años. Los investigadores de los huesos de moa, que han hecho constar sus resultados en la publicación “Proceedings of the Royal Society B”, descubrieron que después de tan sólo 10.000 años las hebras de ADN en el hueso esta
29. rán tan arruinadas que los secuenciadores de ADN no podrían ya procesarlas. Descubrieron que sus datos de deterioro del ADN se ajustan mejor con un modelo de descomposición logarítmica, que sigue la inicial desintegración de la molécula a grandes fragmentos, que sucede más rápidamente que su posterior desintegración a fragmentos más pequeños. A temperatura ambiente, midieron la semivida del ADN en 521 años. Después de dicho lapso de tiempo, sólo debería quedar la mitad del ADN que estaba presente cuando murieron las células del animal. Después de otros 521 años, sólo quedaría la mitad de lo que había quedado tras el anterior lapso, y así, a este ritmo, hasta que no quedase nada. Unos resultados incongruentes habían frustrado previos intentos de medir la velocidad de descomposición del ADN, probablemente debido a diferencias de contexto, de química ambiente, cantidades de agua y otros factores que aceleran la inevitable descomposición química del ADN. Este proyecto minimizó las variables al concentrarse en los huesos de las moa, que habían experimentado unas condiciones constantes de temperatura y de sepultura, y al analizar una cantidad tan grande de los mismos. Tenemos, pues, un grupo de investigadores que ha presentado una velocidad de descomposición de ADN que expone la imposibilidad de un ADN de millones de años, frente a otro grupo de científicos que ha presentado el ADN procedente de fósiles atribuyéndole millones de años de edad. Evidentemente, ambos no pueden tener razón. Estos hallazgos, de todas formas, ponen en entredicho el dogma de millones de años para los fósiles. El ADN antiguo aparece en los fósiles, pero la semivida del ADN es breve; así que lo que tiene verdadero sentido es inclinarse a pensar que los fósiles con ADN íntegro realmente tienen una edad máxima de sólo unos pocos miles de años, y no de millones. Por supuesto, esto devasta las premisas temporales acariciadas por la teoría de la evolución humana y hace del Cac-13 objeto de intensa sospecha, ya que éste es pródigo en lanzar fechas de no pocas decenas de miles de años hacia atrás y desarrolla sus conjeturas a partir de los anteriores Cac's (los cuales proponen edades millonarias para los fósiles antropomórficos). Cac-14. El punto de partida en el incremento decisivo de la longevidad (La Longevidad es un parámetro que define la máxima duración posible de vida para los individuos de una determinada población en un cierto periodo de tiempo, y depende de los factores internos, genéticamente relacionados. A la fecha la máxima longevidad posible en la especie humana está en los 122 años) humana se ha relacionado con el aumento temporal de la etapa de envejecimiento. Desde un punto de vista de la civilización, esto se ha asociado con la llegada de la agricultura en las primeras culturas. Hasta el día de hoy, tal y como aparece en la siguiente Tabla (figura siguiente), la fase de envejecimiento era muy breve y los hombres no lograban sobrevivir más que unos pocos años al finalizar la etapa reproductora. Hasta principios del siglo XX la esperanza de vida (La Esperanza de Vida es un parámetro que define la duración media de la vida de una determinada población en un cierto periodo de tiempo, o de un individuo considerado promedio. Se suele dividir en masculina y femenina, y se ve influenciada por factores como la calidad de la medicina, la higiene, las guerras, etc., si bien actualmente se suele referir únicamente a las personas que tienen una muerte no violenta. A la fecha la esperanza de vida humana es de 80 años) era la mitad de la actual. Es decir, en los últimos 100 años se ha doblado esta cifra. Asimismo, el Homo sapiens sapiens, desde el Paleolítico Superior hasta principios del siglo XX sólo incrementó la esperanza de vida en
30. 10 años. Hasta principios del siglo XX la esperanza de vida de las mujeres era inferior a la de los varones, pues había una alta mortalidad por partos. Desde esta fecha, la esperanza de vida de las mujeres ha supe
31. rado a la de los varones en unos 5 años. (Fuente de información: José Antonio Laceras (Director). Guía Artística Electra. Museo de Altamira. página 38. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Barcelona. España). NOTA: Habida cuenta de la gran cantidad de fisuras teóricas que tiene el enfoque gerontológico cuando aborda la historia de la longevidad humana (cosa que hemos ido comprobando paso a paso en todas las anteriores Cac's), se hace plausible en justicia ceder una plaza ya a cualquier otra teoría o especulación, no importa cuan inverosímil sea, puesto que las actuales consideraciones científicas siguen apoyándose tercamente en un culebrón evolutivo cuyas contradicciones e inexactitudes no las alejan demasiado de las narraciones mitológicas. Y tal cosa haremos, en efecto. Sin embargo, elegiremos algo que merezca la pena examinar y que cuente además con un buen respaldo documental, de mucha mayor calidad que el de la propia antropología evolutiva. Se trata del registro histórico del Génesis, y de su descripción breve del fenómeno de la longevidad humana. Génesis y longevidad. En el libro del Génesis leemos: «Y Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara. Y también impuso Jehová Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”» (capítulo 2, versículos 15-17). La lectura cuidadosa de este pasaje, junto con la información que se obtiene del contexto, indican que no era el propósito original de Dios que el ser humano muriera. En efecto, si Adán hubiera obedecido la or den divina tocante al árbol del “conocimiento de lo bueno y lo malo” evidentemente no se hubiera acarreado la muerte, ya que ésta quedó supeditada al acto de comer del árbol prohibido. Por lo tanto, podemos decir que la obediencia de nuestros primeros padres a este sencillo mandato divino significaba vida eterna. Sin embargo, por su desobediencia, desaprovecharon esa oportunidad y, en consecuencia, pasaron a todo el género humano (su descendencia) una herencia de pecado (error) y muerte (resultado final del error: decrepitud o degeneración psicosomática que culmina en el fallo total o defunción). Esta conclusión se desprende, además, de las siguientes palabras dirigidas por el apóstol Pablo (un erudito y exegeta fidedigno de los escritos del Génesis y la Torá) a los cristianos romanos del primer siglo de nuestra era: “[…] por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado…” (Romanos 5:12). En la época antediluviana, según el Génesis, la duración de la vida humana se situó, por término medio, en torno al milenio: «Éste es el libro de la historia de Adán. En el día que Dios creó a Adán, lo hizo a la semejanza de Dios. Macho y hembra los creó. Después los bendijo, y por nombre los llamó Hombre en el día que fueron creados. Y Adán siguió viviendo ciento treinta años. Entonces llegó a ser padre de un hijo a su semejanza, a su imagen, y lo llamó por nombre Set. Y los días de Adán después de engendrar a Set llegaron a ser ochocientos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Adán
32. que él vivió ascendieron a novecientos treinta años, y murió. Y Set siguió viviendo ciento cinco años. Entonces llegó a ser padre de Enós. Y después de engendrar a Enós, Set continuó viviendo ochocientos siete años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Set ascendieron a novecientos doce años, y murió. Y Enós siguió viviendo noventa años. Entonces llegó a ser padre de Quenán. Y después de engendrar a Quenán, Enós continuó viviendo ochocientos quince años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Enós ascendieron a novecientos cinco años, y murió. Y Quenán siguió viviendo setenta años. Entonces llegó a ser padre de Mahalalel. Y después de engendrar a Mahalalel, Quenán continuó viviendo ochocientos cuarenta años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Quenán ascendieron a novecientos diez años, y murió. Y Mahalalel siguió viviendo sesenta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de Jared. Y después de engendrar a Jared, Mahalalel continuó viviendo ochocientos treinta años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Mahalalel ascendieron a ochocientos noventa y cinco años, y murió. Y Jared siguió viviendo ciento sesenta y dos años. Entonces llegó a ser padre de Enoc. Y después de engendrar a Enoc, Jared continuó viviendo ochocientos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Jared ascendieron a novecientos sesenta y dos años, y murió. Y Enoc siguió viviendo sesenta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de Matusalén. Y después de engendrar a Matusalén, Enoc siguió andando con el Dios [verdadero] trescientos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Enoc ascendieron a trescientos sesenta y cinco años. Y Enoc siguió andando con el Dios [verdadero]. Entonces no fue más, porque Dios lo tomó. Y Matusalén siguió viviendo ciento ochenta y siete años. Entonces llegó a ser padre de Lamec. Y después de engendrar a Lamec, Matusalén continuó viviendo setecientos ochenta y dos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Matusalén ascendieron a novecientos sesenta y nueve años, y murió» (Génesis 5: 1-27). Según el relato sagrado, Adán vivió 930 años, pero Matusalén, un post-chuznieto suyo, vivió 969 años, batiendo así el récord de longevidad de la historia humana de la que hay constancia. La conclusión es que, por haber estado más cerca de la perfección que el primer hombre había tenido, la gente de aquella época gozó de una mayor longevidad que las generaciones posteriores. Después del Diluvio, el promedio de esperanza de vida bajó rápidamente. La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, Tomo 1, página 725, publicado en español y otros idiomas en 1991 por la Sociedad Watch Tower Bible And Tract, comenta: “Hay quienes opinan que la duración del año antediluviano era de sólo un mes. Sin embargo, este punto de vista no tiene base bíblica, pues, de haber sido así, significaría que Enós tuvo su primer hijo antes de los ocho años de edad y que hombres como Quenán, Mahalalel, Jared y Enoc fueron padres antes de cumplir los seis años (Génesis 5:9,12,15,18,21). De una comparación de Génesis 7:11 con Génesis 8:3,4 se desprende que ciento cin cuenta días equivalían a cinco meses. Además, el hecho de que en el transcurso de ese mismo año la Biblia mencione el décimo mes, seguido de un período de cuarenta días y de, por lo menos, dos septenios de días, indica que el año duraba doce meses (Génesis 8:5,6,10,12-14)”. Dicha obra sigue diciendo: «Hace unos tres mil quinientos años, Moisés hizo el siguiente comentario con relación a la duración de la vida: “En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo su insistencia está en penoso afán y cosas perjudiciales” (Sl 90:10). Esencialmente, esta observación no ha cambiado. A través de los siglos, el hombre se ha esforzado en vano por aumentar la esperanza de vida. Si bien es cierto que en muchos países ha mejorado, la obra “Vitality and Aging” (de James Fries y Lawrence Crapo, 1981, páginas 74,75), dice a este respecto: “El promedio de esperanza de vida en Estados Unidos ha pasado de unos cuarenta y siete años a finales del siglo [XIX], a más de setenta y tres años en [la década de 1980], un aumento de más de veinticinco años. […] Sin embargo, un examen crítico de esta estadística
33. muestra que el aumento de la esperanza de vida se debe a la eliminación de las causas de muerte prematura, más bien que a la prolongación misma de la vida”». El mismo libro PERSPICACIA (tomo 1, página 725) añade la siguiente Tabla de 3 columnas, donde se muestra el nombre del patriarca en cuestión, el pasaje del Génesis que habla de él y la edad que vivió según dicho pasaje sagrado: LA EDAD DE LOS PATRIARCAS Nombre Adán Set Enós Quenán Mahalalel Jared Enoc Matusalén Lamec Noé Sem Arpaksad Selah Éber Péleg Reú Serug Nacor Taré Abrahán Isaac Jacob Génesis 5:5 5:8 5:11 5:14 5:17 5:20 5:23 5:27 5:31 9:29 11:10, 11 11:12, 13 11:14, 15 11:16, 17 11:18, 19 11:20, 21 11:22, 23 11:24, 25 11:32 25:7 35:28 47:28 Edad 930 912 905 910 895 962 365 969 777 950 600 438 433 464 239 239 230 148 205 175 180 147 Conclusión. Tenemos, por un lado, la Gerontología y sus elaboradas teorías especulativas acerca de la longevidad humana, las cuales pueden resumirse diciendo que “el hombre ha evolucionado a partir de un antecesor simiesco y en dicho proceso evolutivo ha ido adquiriendo cada vez más longevidad”. En cambio, por otro lado, se encuentra el Génesis, y éste presenta el asunto de manera contraria; es decir: “el ser humano ha ido perdiendo longevidad con el transcurso del tiempo, a medida que degeneraba a causa de la imperfección y la corrupción psicosomática”. Por todo lo dicho acerca de la confiabilidad del relato histórico del Génesis, desde el artículo G001 hasta el actual, se hace evidente que no es muy prudente soslayar al Génesis en el interés de la ciencia gerontológica contemporánea. Actuar a favor de la gerontología en su apego a los criterios de la antropología evolutiva no es buscar la verdad científica, sino más bien es anhelar la aprobación de los intelectuales influyentes sin tomar en cuenta la calidad de sus creencias o doctrinas.
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