- Contexto histórico
- Los primeros años de su vida
- Los diferentes estados de su vida
- Muerte y glorificación
- Conclusiones
- Bibliografía
La enorme y profunda devoción a la santa de Casia, tan universal y tan cercana al pueblo cristiano, a través de los siglos ha sufrido dos inconvenientes importantes, los cuales, aunque sean comunes en las devociones a otros santos, especialmente aquellos que han influenciado mucho la religiosidad popular, no por eso dejan de ser verdaderos obstáculos como son: la exageración de la piedad que supera la historia, y la fama de los milagros que sobrepasa al mensaje. Cada santo tiene su mensaje para el hombre. A éste le toca reconocerlo, aceptarlo y ponerlo en práctica.
Pero, ¿cómo reconocerlo? Pues a través de la historia.
Dios nos ayuda enviándonos sus santos y guiándolos por las sendas más dispares hacia una particular imitación de Cristo, su Hijo, quien quiere inculcar en nosotros; nos ayuda haciendo mediante su intercesión frecuentes y grandes prodigios.
Pero, frecuentemente sucede que la exageración de la piedad, o de la leyenda piadosa, que brota espontáneamente de los labios del pueblo, amante de lo maravilloso y de lo legendario, hace olvidar la historia y, por consiguiente, el mensaje que Dios quería comunicarnos.
Otras veces es el exagerado interés en conseguir una "gracia", o la preocupación excesiva por obtenerla, que lleva a la misma conclusión. Con esto se pierde de vista, y no sin serias consecuencias, lo más importante de la devoción de los santos, la imitación, que según Nuestro Padre San Agustín constituye la esencia misma de la devoción. "Toda la devoción consiste en imitar a aquel a quien honras", escribe en la Ciudad de Dios (8, 17, 2) y en otra parte afirma: "Honrar y no imitar no es otra cosa que adulación mentirosa" (Serm. 325, 1).Con el fin de no perder este bien esencial, es necesario remediar los inconvenientes señalados. Y no es, como alguien pudiera pensar, que esto significa eliminar la religiosidad popular o ponerle obstáculos, lo que sería un error muy grande.
Pero no es el caso entrar en esta discusión, que sin duda, no deja de ser importante. Lo que sí podemos y debemos afirmar ahora es que la devoción a Santa Rita está inscrita, de alguna manera, en el hecho o fenómeno de la religiosidad popular y de la piedad popular, según el decir de Pablo VI. Pensemos en las incontables peregrinaciones a sus santuarios, esparcidos por todo el mundo, en la bendición de las rosas el 22 de Mayo, cuando sobre las cabezas de sus fieles, que colman las iglesias, se alzan innumerables ramos de rosas para que éstas sean bendecidas y el amplio espacio de los templos se convierten en jardines. Y ¿qué decir de las estampas, que muchísimos devotos gustan llevar consigo, en señal de afecto y de confiada esperanza en su protección?
Pero, tenemos que agregar que la devoción a Santa Rita, como cualquier devoción genuina a un santo, tiene profundas raíces Cristológicas, que se deben reconocer y resaltar. Por tanto, no es bueno criticar, comparar ni eliminar cuanto folklórico o vivaz haya en ella, sino más bien entender, profundizar, distinguir y, luego, evangelizar, iluminar y orientar.
Esa es, a propósito, la devoción a Santa Rita: un encuentro con Dios en Jesucristo. Quien la observe de cerca, la verá señalada con tres notas dominantes, que son: la espontaneidad, la universalidad y la profundidad.
La primera; no se sabe cómo pero es un hecho que la devoción a Santa Rita se ha difundido y continúa difundiéndose con mucha fuerza, sin que posean numerosos hilos de transmisión, a no ser los mismos del pueblo devoto, o algunas ayudas publicitarias. No es una santa que haya fundado un movimiento espiritual, tampoco ha escrito libros de alta espiritualidad, tampoco fundó obras de caridad que lleven su nombre. Sin embargo, esta santa silenciosa y de aparente inactividad es querida por el pueblo que la siente muy cercana y confía en su intercesión.
El segundo; Santa Rita no es conocida solamente en una nación o por un determinado pueblo, pues son muchas las naciones y los pueblos que la invocan. Sin aceptar el fácil y vacío triunfalismo, pero sí ateniéndonos a la desnuda comprobación de los hechos, se puede decir que Santa Rita figura hoy entre las santas más veneradas por el pueblo cristiano, o a lo mejor, la más venerada. Tanto en el viejo como en el nuevo mundo, en ciudades y en pequeños pueblos, en templos antiguos y nuevos, es frecuente encontrar sitios o altares erigidos en su honor. ¿Cuál es el motivo para ello? Es una pregunta que muchos se hacen y pocos contestan.
Y la tercera; entendamos por profundidad aquí al aspecto Cristológico de esta devoción. Los devotos parece que sienten que para gozar de la protección de la santa deben regresar a Dios, es decir, que deben invocar y acogerse a la Gracia de Cristo. No puedo olvidar la impresión que me causó en los primeros años de mi vida como agustino, cuando, al presentarme a la zona -que llevaba el nombre de la santa- donde me tocaría trabajar durante un año, me encontré con una familia que vivía constantemente en riñas y peleas, pero al preguntar a la mujer cuál era el motivo por la que vivían así, me respondió: "Por que seguramente nuestra relación con Dios no funcionó desde el principio, él toma mucho, no somos casados y tenemos tres hijas… confío en la santa de los imposibles, pero siento que no podremos vivir bien sino regresamos a Dios…". Unos meses más tarde asistí a la ceremonia de sus matrimonio. Lloraba agradeciendo lo poco que yo había colaborado -según ella- en la reconstrucción de su familia, pero lo más importante y la más grande, creo, es que la santa de los casos imposibles, le había obtenido esa gracia. Hoy son una pareja muy comprometida con la zona y la parroquia.
Siguiendo esta línea que lleva a los brazos de Cristo, trataré seguir entendiendo y exponer la vida de Santa Rita, de quien me confieso devoto, y poder así programar una respuesta concreta al "por qué" que me inquieta, aunque sé que esta inquietud no es solo mía.
CAPITULO I
CONTEXTO HISTÓRICO DE SU TIEMPO:
DE SU TIERRA, DE LA IGLESIA, DE LA ORDEN AGUSTINIANA, DE SU CIUDAD Y DE LO RELIGIOSO
Rita nació en Roccaporena de Casia, en Umbría, probablemente en
1381 (un año después de la muerte de Catalina de Siena, dijo Juan Pablo II el 10 de febrero de 1982). El ambiente en que nació se caracteriza por continuos encuentros armados entre partidarios de grandes potencias, o de locales, pero no menos violentas, guerrillas paisanas o de clanes familiares.
La región, Umbría, derivado de uno de los pueblos itálicos más antiguos, los Umbros, parecía fatalmente señalada por las primordiales divisiones entre sus habitantes.
De hecho, a partir del s. IV, en que Roma se movió hacia el norte a la conquista de Italia, el actual territorio de Umbría estaba ocupado por dos pueblos no ciertamente amigos: los Etruscos, por una parte, a la derecha del Tiber, con las importantes ciudades de Perugia y Orvieto; por la otra parte, sobre la izquierda del río, los Umbros, con Assisi, Gualdo Tadino, Gubbio, Narni, Sppoleto, Terni, Todi.
Para rechazar la avanzada de Roma, los Etruscos y los Umbros se aliaron varias veces en el mismo frente; pero al mismo tiempo continuaron siempre siendo adversarios. Eran adversarios y perdedores, pues las valientes y desesperadas defensas casi siempre servían, más que para acercarlos, para colorar de sangre los ríos, las colinas y los valles de la región que hoy se llama "el corazón verde de Italia", un centro mundial de espiritualidad y de paz.
La batalla de Sentino del 295 a.C., cerca de Sassoferrato, vencida por Roma contra la potencia gálica, a quien apoyaban Etruscos y Umbros, impuso en este territorio uniformidad política y administrativa, pero no produjo la unidad cultural.
El antiguo y jamás adormecido antagonismo entre los dos pueblos encontró la ocasión de renacer el año 217 a.C. con la célebre batalla de Trasimeto e las puertas de Perugia.
- DE SU TIERRA
- DE LA IGLESIA
El periodo histórico en que vivió Rita fue bastante caótico para la
Iglesia. Algún año antes de su nacimiento -exactamente el 2 de Junio de 1374 – el Papa Gregorio XI, aun siendo francés, había acabado con el exilio de los Papas en Aviñón, llamado también, por la fuerte presión política ejercida por el rey de Francia, "cautividad de Aviñón". Iniciado en 1305 con Clemente V, apenas elegido Papa en Perugia en un cónclave que duró 11 meses, el exilio se prolongó por casi 70 años.
Superando la oposición de sus connacionales, de los parientes y de la corte, Gregorio XI dejó el palacio Pontificio de Aviñón para encaminarse hacia la lejana Roma, de la que le habían llegado doloridos reclamos para que retornase. Entre las voces más fuerte había oído la de la joven Senesa Catalina Benincasa (1347 – 1380) – la futura patrona de Italia – que ya gozaba por todas partes fama de santa.
A las invitaciones de Santa Catalina se sumaban los reclamos de poeta Francisco Petrarca (1304 – 1374), para que retornase "de la impía Babilonia" el que solamente podría realizar pronto su sueño de unificar la cultura pagana con la cultura cristiana.
Pero no eran sólo voces italianas las que pedían el fin del exilio de Aviñón. Durísimas exhortaciones a favor del retorno había dirigido a Aviñón también la monja Sueca Brígida de Uppsala (1302 – 1373), indignada por las ruinas espirituales de la Iglesia.
La Virgen María así se dirigió al Papa por medio de la pluma de Brígida: "Si el papa Gregorio vuelve a Roma para quedarse (…), como una buena madresita lo levantaré de la tierra (…). Si no obedece (…) poco podrá valerle la ayuda de los dominadores de la tierra y la ciencia de los médicos…"
De hecho habían comenzado a tomar forma, especialmente durante la guerra de los cien años (1337 – 1453), las iglesias nacionales tendenciosamente hostiles a la catolicidad romana. "Si el Papa es Francés, Cristo es inglés", se decía irónicamente en la corte de Londres con clara referencia a la cautividad de Aviñón.
Aún con el retorno no se restableció la paz.
No era lo peor el exilio de Aviñón, sino lo que estaba para llegar: el cisma de Occidente, el "gran cisma", tiempo en el que -como veremos en seguida- hubo contemporáneamente dos Papas, y hasta alguna vez tres; dos obispos para la misma diócesis y dos párrocos en la misma parroquia, con media Europa reconociendo a un Pontífice y la otra mitad siguiendo a su rival.
También la diócesis de Spoleto, en cuyo territorio estaba Casia, experimentó la lucha entre los varios papas, que trataban de agrandar la propia obediencia, nombrando hombres de su partido en las sedes episcopales. En esta confusión pontificia llegó a haber hasta tres obispos de obediencia romana: Jacobo Palladino (1410 – 1423), secuaz del papa pisano Juan XXIII, que había sido trasladado a esta sede desde la de Fermo; Biondo Jacopucci Del Conca (1410 – 1417), uno de los canónigos de la catedral de Spoleto, elegido e introducido por el mismo cabildo; Jacobo de Turcis (1417 – 1425), sucesor de Biondo. Sin embargo, el legítimo era Mons. Nicolás Viviani, presente en el Concilio de Constanza en 1417, como Episcopus Spoletanus. La misma ciudad de Casia experimentó la acción del papa pisano: en 1413 tuvo que entregar a su administración bien 1900 florines, como subsidios, colectas y contribuciones.
El desorden era tan grande en Roma, que el cónclave reunido para elegir al sucesor de Gregorio XI, muerto en marzo de 1378, se encontró en una situación muy diversa de la de hallarse protegido por las llaves. Mientras los cardenales franceses se oponían al retorno del papa a Roma, una multitud rumorosa invadía el recinto del cónclave para reclamar un papa romano: "Romano, romano, romano, o al menos italiano".
La elección del nuevo Papa, Urbano VI (1378 – 1389), fue impugnada por los franceses, que, en un anticónclave reunido en Fondi, en el Lacio, lograron elegir papa – esto es, antipapa – al cardenal francés Roberto de Ginebra, hombre de armas más que de Iglesia, que, habiendo tomado en nombre de Clemente VII, determinó tornar en seguida a Aviñón, donde encontró una curia perfectamente organizada.
Y se produjo el cisma. El pontificado se desdobla en forma paralela: cada uno de los dos papas sostiene ser el legítimo, arma a soldados, lanza anatemas, se contrapone y opone a cuanto emane y decida el otro. Parece ya un sueño lejano el hecho de que Catalina de Siena haya logrado volver a Roma a un papa francés. Hay en la Iglesia dos cortes, dos jerarquías, dos colegios cardenalicios, dos administraciones. Hasta los santos pierden la capacidad de discernir: obviamente catalina sostiene a Urbano VI, mientras Vicente Ferrer, el más conocido y apocalíptico predicador de este momento, está con Clemente VII.
Los ecos de la penosa situación en que se encontró la Iglesia ciertamente llegaron a los oídos de Rita. Sobre las remontas montañas de Casia y Roccaporena, junto con las tristes noticias, llegaron también los partidarios de una y de otra facción, y se levantaban las pasiones. Los "pacificadores" ejercitaban su oficio no sólo como expresión de la caridad cristiana, sino como un verdadero servicio cívico.
Habiendo nacido de padres que, probablemente ejercían el oficio "pacificadores", ciertamente Rita se preocupó de los penosos sucesos, religiosos y políticos, que caracterizaban su tiempo y su tierra.
Nadie sabe qué pudo hacer a favor de la paz. Pero ciertamente no se limitó a deprecar la malicia de los tiempos de ella que, de allí a poco, lograría eliminar la venganza entre los parientes del marido asesinado y pacificarlos con los enemigos.
El cisma se había convertido en metástasis, dividiendo en dos a la Iglesia, que sufría aún por la división que en 1054 había creado en Constantinopla un surco profundo entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente.
Por un momento pareció retornar la bonanza sobre el horizonte con la elección del Bonifacio IX (1389 – 1404), que aplacó las disensiones entre los cardenales, se ganó la confianza de los romanos y buscó también el diálogo con el papa aviñonés Clemente VII. Los dos jubileos por él convocados, uno en 1390 y otro el 1400, condujeron a Roma a millares de peregrinos vestidos de blanco que llegaban de todas invocando misericordia y paz.
Pero las esperanzas apenas encendidas por Bonifacio IX pronto se apagaron en tiempo de Inocencio VII (1404 – 1406), ya que en sus dos solos años de pontificado instauró un nepotismo sin freno.
Muchos sentían la necesidad de una iniciativa de otro rumbo para reponer un poco de claridad y de concordia en los vértices de la comunidad cristiana. Había quienes pensaban en un concilio para devolver la unidad a la Iglesia. Pero los tiempos, o, mejor aún, los hombres, no estaban maduros.
El proyecto encontró su actuación en el pontificado del sucesor de Inocencio VII, el veneciano Angel Correr, que tomó el nombre de Gregorio XII (1406 – 1415). A ello le habían comprometido los cardenales antes de la elección: restablecer la unidad de la iglesia.
Sobre la base de una doctrina propugnada por la Universidad de París, que lleva el nombre de conciliarismo, los cardenales romanos y los aviñonenses se reunieron en concilio en 1409: depusieron a los dos papas – al legítimo de Roma Gregorio XII y al antipara de Aviñón Benedicto XIII – y eligieron único papa al arzobispo de Milán Pedro Filargo con el nombre de Alejandro V.
Pero el concilio de Pisa, abierto entre ásperas polémicas, se cerró con nuevas laceraciones. De hecho, ninguno de los papas depuestos dimitió y así se tuvieron sin más tres papas: el de Roma, el de Aviñón y el nuevo elegido en Pisa, cada uno en lucha para demostrar que era el legítimo papa.
Poco más tarde, entre los que se decían papas se contará también el exmilitar Baltasar Cossa, que tomó el nombre de Juan XXIII, un nombre que será amado muchos siglos después en todo el mundo por haberlo vuelto a tomar Angel José Roncalli.
La larga noche extendida sobre la Iglesia estaba, sin embargo, para acabar: por gracia de Dios, pro la oración de los buenos cristianos y por la iniciativa de hombres sabios. Entre éstos, el emperador alemán Segismundo de Luxemburgo, quien después de largas tractativas, indujo al antipara Juan XXIII a aceptar la idea de un concilio en Constanza, en Alemania, y a hacer que lo declare legítimo Gregorio XII.
Gregorio XII no sólo reconoció la legitimidad del concilio de Constanza, sino que, para facilitar el desarrollo, dimitió con nobilísimas palabras: "Antes que la Iglesia continúe dividida, tomen otros el papado".
Pero ni Juan XXIII, ni el aviñonés Benedicto XIII siguieron su ejemplo.
El 11 de Noviembre de 1417 los padres conciliares eligieron como nuevo y único papa al romano Odón Colonna, que, en homenaje al santo del día, escogió el nombre de Martín V. En el camino de retorno de Constanza a Roma el nuevo papa se encontró con Baltasar Cossa, ex Juan XXIII, quien, pidiendo y obteniendo el perdón, pudo conservar la púrpura cardenalicia. Finalmente, la Iglesia tenía un solo papa y veía terminar el gran cisma que había durado 39 años.
Nuestra santa vivió, pues, durante uno de los tiempos más confusos y tristes de la Iglesia. Nació en 1381, poco después del final de la cautividad de Babilonia (1374); vivió su vida matrimonial en el periodo del "gran cisma" (1378 – 1417) y murió en 1457, cuando hacía poco que se habían vanificado las esperanzas de la cancelación del cisma de Oriente.
3. DE LA ORDEN
La presencia agustiniana en Casia era muy fuerte y muy antigua y
no hay duda que Rita experimentó su fascinación. El centro era el Convento de san Agustín construido junto con la Iglesia del mismo nombre sobre un peñasco de la ciudad, que era casi una parte integrante de ella.
Se tiene noticia de él desde el año 1281: pues es sabido que en el capítulo provincial celebrado en Nurcia, en ese año, había dos capitulares del Convento de Casia. Con seguridad, la fundación de este Convento es anterior. Posiblemente tuvo lugar al abrigo de la "Gran Unión". Es probable que el Convento de Casia, surgido en esos años, proviniese de un grupo de ermitaños anteriores a esta Gran Unión. La noticia acerca de los ermitaños en la colina de Casia no escasean, pero son muy inciertas como para deducir conclusiones serias. Sin embargo, la referencia no es del todo inútil.
La bella Iglesia, cuyas campanas fueron el reloj civil y legal de Casia, que acompañaban con sus toques las alegrías y las tristezas la vida de la ciudad, fue construida en el año 1300. Se incorporó a ella una pequeña Iglesia anterior, dedicada a san Juan Bautista.
En el antiguo Convento se fundó un Centro de Estudios Teológicos y Humanísticos de donde salieron grandes personalidades que pusieron en alto el nombre de la Orden Agustiniana. Otro hecho a favor del fervor por el estudio en el Convento de Casia, es el de haber dado a la orden un Superior General en la persona de Nicolás de Casia (1402 – 1412). Es posible que Rita debió tratarlo y haber tomado parte en sus sufrimientos, en los tenebrosos momentos del cisma.
Tampoco faltaba un buen ambiente espiritual. En 1300 entró en el Convento Simón Fidati, escritor fecundo, gran predicador, asceta, fundador de monasterios de clausura; en 1308 salía de allí Andrés Casotti para fundar el eremitorio de Santa Cruz, hoy Señora de la Estrella.
En tiempos de Rita, estaba lleno de fama el Beato Simón de Casia y nuestra santa no pudo, seguramente, sustraerse a su influencia benéfica. Además de su fuerte personalidad y de sus escritos, había otra razón que lo hacía recordar: el milagro eucarístico.
4. DE SU CIUDAD
Hoy, gracias a la documentación antigua sobre Santa Rita, estamos mejor informados sobre la ciudad de Casia en los tiempos de la Santa, que es lo que nos interesa. No era una ciudad dormida o encerrada por el cerco de sus montañas, sino por el contrario, viva, impetuosa y en contacto con las más grandes ciudades de la península.
Un camino comercial la unía con Milán, Florencia, Foliño y Triponzo por el norte, por el sur con Ciudad Real, Ácuila y Nápoles; sus ramales la comunicaban con Rieti y por allí se llegaba hasta la Ciudad Eterna, que por esos tiempos estaba reducida a condiciones de miseria, pero seguía siendo Roma, a causa del cautiverio de Aviñón primero y luego por el cisma de occidente.
Políticamente Casia era una república independiente regida por un intrincado aparato democrático. De los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, sólo el primero estaba en manos de los ciudadanos de Casia, los otros dos en manos de forasteros que los ejercían durante seis meses y estaban bien pagados para que cumpliesen sus deberes sin ceder a la corrupción, pues serían juzgados severamente si caían en ello. El poder judicial era ejercido por un alcalde, un juez vicario, un jefe de policía, cuatro notarios y dos oficiales; el legislativo residía en veinticuatro cónsules (cuatro elegidos cada dos meses), veintiocho alguaciles, veinticuatro consejeros secretos, veinticuatro expertos en derecho y setenta fiscales; todos ellos conformaban el parlamento. A éstos funcionarios se sumaba, además, doscientos soldados.
Pero todo este aparato gubernamental, rara vez conseguía el buen funcionamiento de la república y el preciso don de la paz. Casia era un pequeño recinto de contrastes, odios, enemistades y por tanto de delitos, seguidos por el inevitable y temible espiral de la venganza. Los contrastes explotaban en el plano político y en el social: en el primero entre güelfos y gibelinos, siempre en guerra, y en el segundo entre ricos y pobres, nobles y plebeyos; a causa del abuso de unos y de la envidia de los otros, la revuelta cuando no estaba en acción permanecía en tendenciosa espera. Y esto sin decir nada sobre las contiendas entre Casia y las ciudades vecinas que llevaban frecuentemente a las incursiones de las cabalgatas, que era una especie de venganza colectiva hecha mediante ataques sorpresivos de caballería, que donde llegaban sembraban la ruina y la muerte.
Dadas estas situaciones difíciles, un trabajo importantísimo, no solamente religioso sino también social, desempeñaban los pacificadores. Los padres de Rita, según la tradición, pertenecían a este grupo y ella misma fue la mujer fuerte que en circunstancias difíciles logró aplacar los odios y romper la dura y triste cadena de la venganza.
5. DE LO RELIGIOSO
El clima religioso y espiritual de Casia estaba determinado, principalmente, por la presencia de los agustinos y de los franciscanos, primeros aposentados en la roca de la ciudad y los segundos en las afueras, cerca de la puerta oriental. Las dos Ordenes tenían una tradición teológica muy cercana, debido a su confluencia en San Agustín. El agustinismo franciscano y agustinianismo (así llamaban al de los agustinos) tenían muchos puntos de convergencia, como eran el primado del amor y el primado de Cristo. Esa confluencia de las dos espiritualidades está representada por el encuentro entre el Beato Simón Fidati y el Clareno.
Los franciscanos difundieron la devoción al "Buen Jesús", predicada con mucho entusiasmo por San Bernardino. Esta obtuvo la aprobación de los agustinos y del pueblo que colocaba el célebre monograma de Jesús en sus casas (un agustino de Casia, Fr. Andrés, se opuso a esta devoción; temía que hablar de Jesús hombre, oscureciese o llevase al olvido a Jesús-hombre-Dios).
Rita tuvo conocimiento de esta devoción gracias a la predicación del franciscano S. Santiago de las Marcas. Es más, la tradición, referida constantemente por los primeros biógrafos establece una relación entre la predicación de este santo varón con la estigmatización de Santa Rita. Esto puede ser verdadero, pero la dificultad está en conciliar las fechas de ambos sucesos. El santo franciscano predicó en Casia en 1425, y no se tiene conocimiento que lo haya hecho en 1432, año de la estigmatización. Lo seguro es que la predicación del santo dejó una profunda huella en Rita, ya muy avanzada en al camino de la perfección y, en particular, en la meditación sobre la Pasión de Cristo, de la que el santo predicador era un cantor enamorado.
CAPITULO II:
1. SU NIÑEZ
- 1.1. Padres
Entre todas las provincias de Italia, es célebre la región de Umbría, tanto por la fertilidad de sus campos y hermosura de sus valles, como por su fecundidad en esclarecidos santos, entre los que sobresalen: San Benito, San Francisco de Asís; y de la Orden Agustiniana, Santa Clara de Montefalco, y los Juan de Mantua, Simón de Casia y Ugolino de Cartona.
Distantes 10 km. de Casia, está en la misma Umbría la aldea de Roccaporena, en la que, a mediados del s. XIV, vivían Antonio Mancini y Amada Ferri, fervorosos cristianos y esposos ejemplares. Siempre se distinguieron por la práctica de las virtudes cristianas, en especial de la caridad con los más necesitados, con quienes repartían sus no muy abundantes bienes de fortuna. Ocupábanse también en poner paz entre sus paisanos, para lo que había recibido del cielo un don especial, siendo conocidos por todos como los pacificadores de Cristo. Acrecentaba el esplendor de estas virtudes la devoción que tenían a la Pasión de Cristo. a la ancianidad. Sólo les faltaba tener sucesión para ser completamente felices; pero esto era humanamente imposible, dada la avanzada edad de ambos. Sin embargo, Aquel, que concedió la maternidad a Ana y a Isabel, dándoles, respectivamente, pro hijos al Profeta Samuel y Juan Bautista, realizó el mismo prodigio en Amada Ferri, demostrándose con ello que para Dios nada hay imposible.
1.2. Su nacimiento
Corría el año 1381 y ocupaba la Sede apostólica el Papa Urbano VI cuando nació Rita en el mes de Mayo y en la mencionada aldea de Roccaporena. Con rapidez circuló la noticia de este nacimiento no sólo en la aldea, sino también en sus alrededores, causando en sus habitantes admiración y alegría.
Numerosos fueron los prodigios en torno a este nacimiento, siendo uno de ellos la aparición en sueños de un Angel a Amada, revelándose que iba a ser madre de una niña, cuya vida ejemplar serviría de modelo a la mujer cristiana en todos los estados. El mismo Angel le reveló el nombre de Rita, desconocido hasta entonces, que había de imponerse en el Bautismo, que a los pocos días recibiría en la colegiata de la ciudad de Casia.
1.3. El enjambre misterioso
Otro de los prodigios acaecidos que merece notarse es el de las abejas blancas, con el que Dios quiso dar a entender quizá los grandes dones y gracias que había de derramar en aquella alma escogida.
A los cinco días de su nacimiento, y estando entregada en un apacible sueño, apareció de improviso sobre la cuna donde dormía, un emjambre de abejas blancas, que revoloteaban en derredor de su entorno y entraban y salían de su boca, como si estuvieran elaborando dentro de ella un panal de miel.
Pero lo que, sin duda, da mayor realce a este prodigio es la permanencia de las abejas en la actualidad. Han transcurrido ya muchos siglos desde que Santa Rita dejó este mundo, y todavía en los vetustos muros del antiguo convento de agustinas de Santa María Magdalena de Casia, viven las maravillosas abejas procedentes de aquel misterioso emjambre. No se las ve salir de sus agujeros más que dos veces al año: el día de Viernes Santo, aniversario de la muerte del Señor, y el día 22 de Mayo, aniversario de la muerte de Rita.
Como dato curioso en confirmación de este hecho, creo conveniente traer aquí la noticia que publicó el historiador de la Umbría, Jacobilli, en una de sus obras. Dice que, a mediados del s. XVII una de aquellas abejas que, al salir de la cajita en que venía, echó a volar tomando la dirección de Casia, como si quisiera reunirse a sus compañeras. Tal es el prodigio de las abejas blancas de Santa Rita, referido por todos sus biógrafos.
2. SU JUVENTUD
2.1. Adolescencia
Fueron tantas y tan variadas las virtudes que practicó Rita desde su niñez hasta que contrajo matrimonio, que no es posible detallarlas en una corta biografía. Desde pequeña manifestó gran inclinación a la piedad, al retiro y a la oración. Pero no pudo satisfacer plenamente sus deseos hasta que, a la edad de doce años, obtuvo permiso de sus padres para vivir en un apartado aposento de la casa, en el que durante un año llevó una vida de rigurosa soledad. Cuando salió de su retiro para atender a sus ancianos padres, dedicóse a practicar en alto grado de perfección todas las virtudes cristianas.
Si a todo esto se añade el atractivo que por su carácter bondadoso y sencillo ejercía en los demás, así como por su afabilidad y delicadeza en el trato social, bien puede decirse que Rita fue, durante el tiempo de su adolescencia, el modelo acabado de jóvenes cristianas. Y si por las virtudes que practicó durante su infancia, mereció ser llamada la niña santa, por las que practicó durante su juventud se la debe llamar la joven piadosa.
2.2. Matrimonio
Crecía en edad y gracia delante de Dios y de los hombres, sin más preocupaciones que la de cumplir fielmente con los deberes de hija, ni más anhelos que el de guardar perpetua virginidad, desposándose con Cristo, mediante la profesión religiosa. Se deseo, desde hacía mucho tiempo, era ingresar en el convento de agustinas de Santa María Magdalena de Casia; pero la voluntad de Dios había de conducir a esta alma privilegiada al mismo fin, aunque por muy diferentes caminos de los que ella se proponía. Nunca mejor que en esta ocasión puede decirse que el hombre propone y Dios dispone.
No faltaban en aquellos contornos jóvenes, que, atraídos por las encantadores dotes de hermosura, virtud y gracia, que en ella resplandecían, abrigaban esperanzas de poder ganársela para sí como esposa.
- Fue modelo perfecto de pureza angelical, humildad y mansedumbre de corazón, de modestia en el vestir, de recato en el hablar y de compostura y delicadeza en todos sus actos. Desplegó un celo de extremada catequista en enseñar a las niñas las principales verdades de la fe, y les refería con piadoso sentimiento La Pasión de Jesucristo, procurando además inculcar en sus almas la devoción a la Virgen Santísima. Su compasión con los necesitados, a quienes socorría con frecuencia, era tan grande, que solía privarse todos los días de una buena parte de su comida para repartirla entre los niños pobres. Y a tal grado llegó su caridad, que, no teniendo en cierta ocasión nada que dar a un mendigo andrajoso que encontró en la calle, se despojó de su manto y se lo dio para que pudiera cubrirse. En la obediencia y veneración a sus padres llegó hasta el más alto grado de perfección, pues veía en ellos autoridad y la voluntad de Dios. Su penitencia fue asombrosa. Ayunaba tres cuaresmas al año, además de las vísperas de las festividades principales de la Iglesia, particularmente en las fiestas de la Santísima Virgen María, a quien profesaba una tierna devoción. Afligía su cuerpo con silicios y disciplinas, en memoria y consideración de los sufrimientos de Jesucristo crucificado, devoción heredada de sus piadosos padres.
- Por otra parte, sus ancianos padres, viendo cercana su muerte, y con el fin de que no quedase Rita sola y abandonada en este mundo, le instaban incesantemente a que contrajese matrimonio; no por contrariarla en sus propósitos, sino para no dejarla expuesta a graves peligros en las difíciles circunstancias por las que entonces atravesaban Casia y los pueblos que de ella dependían.
- La instancia con que Antonio y Amada proponían a su hija el matrimonio se estrellaba siempre contra la firmeza de la Santa a elegir tal estado; hasta que, postrada a los pies de Jesús crucificado, pidiéndole con prolongadas súplicas le manifestara cuál era su voluntad, supo que la voluntad divina era que obedeciera a sus padres. Resignada y sumisa, y sacrificando en aras de la obediencia lo que más estimaba en el mundo, que era su virginidad, contrajo matrimonio con el hombre que para ella habían escogido sus ancianos padres. Se llamaba Pablo Fernando y pertenecía a la nobleza de Casia. Y aunque había sido educado cristianamente, tenía un carácter tan altivo, áspero y violento, que ocasionó no pocos disgustos y grandes amarguras a Rita.
CAPITULO III:
LOS DIFERENTES ESTADOS DE SU VIDA
1. ESTADO DE ESPOSA
1.1. Modelo de esposas
Si se examinan, desde el punto de vista exclusivamente humano, los hechos acaecidos con motivo del matrimonio de Rita, sin duda nos parecerán desacertados, pues no se comprende el empeño de casarle contra su voluntad, siendo sus padres tan cristianos y piadosos, y mucho menos la elección de un marido de carácter tan distinto al de su hija. Pero si se consideran los hechos a la luz de los designios de la divina Providencia, como debemos considerarlos siempre, lo mismo su matrimonio que de la elección del marido fueron acertados. Es preciso no olvidar que Dios había escogido a Rita por modelo de la mujer cristiana en todos los estados de la vida, y, si ella no hubiese pasado por el crisol del matrimonio, la voluntad divina se hubiera frustrado, y las esposas carecerían de un modelo perfecto que guiase sus pasos en la vida conyugal, sobre todo cuando surgen desavenencias y conflictos debidos a una desacertada elección de consorte.
No pasó mucho tiempo, después de la boda, sin que el marido de Rita mostrase la aspereza de su carácter y lo violento de su condición. Fue un verdugo para su esposa, a la que martirizaba constantemente de palabra y con malos tratos, sufridas por la Santa con admirable paciencia, sin exhalar una queja, logrando de ese modo que jamás por su culpa se turbase la paz del hogar. Con heroica humildad y admirable resignación, consiguió Santa Rita vencer la crueldad de su marido, quien, reconociendo su culpa y mal proceder, le pedía perdón de lo pasado y procuraba consolarla con amorosas demostraciones de cariño, reconociéndose indigno de tenerla por esposa.
1.2. Virtudes de esposa
La vida matrimonial fue para Rita un continuo ejercicio de virtudes cristianas domésticas y sociales. Sabía armonizar las obligaciones del hogar con los actos de piedad. La abnegación y sacrificio eran familiares en ella. Visitaba con frecuencia a los enfermos, exhortándoles a soportar con paciencia los dolores y molestias de la enfermedad. Socorría a los pobres en todo lo que podía, y se ocupaba con extraordinario celo en hacer bien a todos. Diligente y hacendosa, cumplía con sus deberes domésticos tan exactamente, que fue fiel imitadora de la mujer fuerte, que describe Salomón en el Libro de los Proverbios y retrata Fr. Luis de León en la Perfecta Casada.
Como esposa, ponía especial esmero en agradar a su esposo en todo lo que no era contrario a la Ley de Dios; en atraerle con afabilidad y mansedumbre, en suavizar con dulzura la aspereza de su carácter y en manifestarle en todas las ocasiones el amor que le tenía. Ya decíamos antes que Santa Rita jamás dio motivo para que se quebrantase la paz del hogar. Enseñanza es esta que deben aprender e imitar las esposas cristianas, sobre todo aquellas que tienen un marido de condiciones ásperas y de conducta poco cristiana.
2. ESTADO DE MADRE
2.1. Maternidad
- Muchas amarguras hubo de sufrir Rita durante los 12 primeros años de su matrimonio, a causa de la aspereza de carácter de su marido. Pero el Señor, que da las penas y las dulcifica con sus consuelos, se dignó aliviar aquella angustiosa situación, atendiendo a los ruegos y lágrimas de la santa, que le pedía incesantemente la conversión de su esposo.
- Acababa de dar a luz al primero de sus hijos, a quien pusieron el nombre de Juan Santiago; a partir de este acontecimiento, el carácter de Pablo Fernando fue suavizándose de día en día. Y cuando 2 años más tarde, dio a luz su segundo hijo, llamado Pablo María, habíase realizado un cambio completo en el modo de ser de su marido; de tal manera, que su dureza y altivez de carácter se trocó en mansedumbre y suavidad, tanto para sus hijos como para su esposa. Y Rita pudo dedicarse desde entonces de lleno, sin temores ni sobresaltos, al cumplimiento de sus deberes maternales.
- Virtud propia en una madre en la educación de sus hijos es el amor; y Santa Rita amaba a los suyos, no sólo con amor de madre, que es el amor más puro de los amores humanos, sino con el amor de madre santa, dirigiéndolos por la senda que conduce a la eterna felicidad. Estudiaba cuidadosamente las inclinaciones de sus hijos, para corregir lo que hubiera en ellas de defectuoso.
- Era admirable su prudencia, tanto en la correcciones como en las manifestaciones de cariño hacia ellos, no incurriendo nunca en la severidad inexorable, ni en la debilidad de amor mal entendido, que encuentra disculpable todo lo que hacen sus hijos, por reprensible que ello sea. Eso no sería educar cristianamente, sino dejar que se desarrollen los malos instintos de la naturaleza. Santa Rita ejercía constantemente y discreta vigilancia sobre sus hijos, para impedir que se apartasen del camino del bien. No cesaba de exhortarlos con acertados consejos a la práctica d las virtudes cristianas; y los consejos que les daba, iban siempre acompañados con el ejemplo de su vida de oración, de paciencia, de humildad, de mortificación y de caridad.
2.2. Muerte trágica de su esposo
Vivía Rita tranquila y feliz, dedicada al cumplimiento de los deberes de esposa y de madre, y dando continuas gracias a Dios por la conversión de su esposo, cuando súbitamente se vio envuelta en nuevos y aún mayores sufrimientos que los soportados hasta entonces. Estaba un día ocupada en sus quehaceres domésticos cuando le dieron la triste noticia de que su esposo había sido asesinado. Trance duro para su corazón de amante esposa y madre. Pero Rita, con un alma templada por el sacrificio y un corazón abnegado y en todo conforme con la divina voluntad, soportó con resignación cristiana esta muerte inesperada.
No hay lengua que pueda expresar, ni pluma que sepa describir adecuadamente la escena que se desarrolló, cuando, al llegar Rita con sus hijos al lugar donde se había perpetrado el crimen, encontró a su esposo exánime y en medio de un charco de sangre. Llena de espanto y de pena, se arrojó sobre el cuerpo de su marido, prorrumpiendo en amargo y copioso llanto. Las almas santas, que por serlo, son también fuertes, saben conservar la serenidad en los momentos más difíciles de la vida. Por esto Rita, pasadas las primeras impresiones de angustia y de dolor, dueña de sí misma, levantó los ojos al cielo, y en medio de una resignación admirable y heroica, perdonó a los asesinos de su esposo, y oró por ellos.
Como premio a tanta resignación y caridad, Dios le reveló que el alma de su marido, a pesar de una muerte violenta y repentina, se había salvado.
2.3. Sus hijos proyectan vengar este crimen
Pero no terminó con el perdón de los asesinos el heroísmo de Rita. Una pena grandísima traspasaba su corazón por la pérdida de su esposo; pero esta pena se acrecentó, andando el tiempo, por el temor acerca de la salvación eterna de sus hijos, quienes proyectaban vengar la muerte de su padre, matando al asesino.
Rita ponía todos los medios a su alcance para hacer desistir a sus hijos del crimen que proyectaban y del pecado que iban a cometer. Oró, suplicó, lloró; pero fue en vano. Todos los maternales esfuerzos y consejos fracasaban ante la pertinacia de sus hijos en llevar a cabo tan criminales intentos.
2.4. Heroísmo de Madre
Cuando comprendió que todos sus esfuerzos eran inútiles y sus esperanzas se desvanecían, se volvió a Dios y postrándose le ofreció su propia vida por la salvación de sus hijos. Lamentablemente su oración esta vez no tuvo éxito. Sin duda, porque el designio del Señor era que Rita escalara las más altas cumbres del heroísmo, ofreciendo a Dios la vida de sus dos hijos, y pidiéndole que los sacase de este mundo, una vez reconciliados con él, para que sus almas no cayeran en la condenación eterna. Dios aceptó el sacrificio heroico de esta atribulada madre.
2.5. Mueren sus hijos
Rita quedará sola, abandonada, sin sus hijos; pero no importa, si consigue la salvación de sus almas y que no se derrama más sangre humana. Rita ofrece en sacrificio lo que más ama, lo que más quiere una madre: la vida de sus hijos y Dios la aceptó. Es así que, en poco más de dos meses vio bajar al sepulcro a sus seres más queridos; pero manchados con el crimen que proyectaban, y salvadas sus almas.
3. ESTADO DE VIUDA
3.1. Viudez
Al quedar Rita en absoluta soledad por haber perdido primero a sus padres, ahora a sus hijos, y años antes a su esposo, centró su vida desde la muerte de éste en otro estado: el de viuda. Y como Dios la había escogido para que fuese modelo de la mujer cristiana en todos los estados de la vida, no podía por menos de ser modelo de viudas, la que lo había sido de niñas, jóvenes, esposas y madres.
Ajustando su vida a los consejos del Apóstol, pasaba Rita en oración las noches enteras, en una incómoda gruta cerca de su casa. Su vida era un continuo ejercicio de penitencia. Visitaba a los enfermos, socorría a los pobres, consolaba a los atribulados: es decir, practicaba todas las virtudes y obras de misericordia.
Sola en el mundo, es muy natural que renaciese en su ánimo el deseo de consagrarse a Dios; deseo que tuvo desde niña. Con este fin se presentó en el Convento de agustinas de Santa María Magdalena de Casia. Tres veces solicitó ingresar en este Convento y las tres veces fue negada. Sin embargo, Rita, puesta su esperanza en Dios, seguía orando, convencida de que las religiosas accederían a su petición, aunque para ello fuera preciso un milagro.
3.2. Aparición celestial
En una de sus tantas noches de oración fue interrumpida por unos fuertes golpes dados en la puerta de la casa, y por una voz desconocida que la llamaba por su nombre. Sobreponiéndose al miedo, salió a la ventana para ver quién era, pero no vio a nadie. Reanudada su oración, volvió a ser interrumpida en la misma forma: pero tampoco logró ver a nadie. Postrada de nuevo en oración, suplicó al Señor le diese a conocer lo que significaban aquellas llamadas y si, eran ilusiones o engaños diabólicos, le librase de ellos.
Derrepente entró en éxtasis dulcísimo, en le que oyó una voz celestial, que le decía: "Levántate, que ya ha llegado el momento de que entres en el claustro, del que has sido tres veces rechazada". Y vio a los tres santos de su mayor devoción: N.P. san Agustín, san Nicolás de Tolentino y san Juan bautista, quienes la llevaron consigo a Casia y la introdujeron en el Convento.
3.3. Entre las agustinas de Casia
La entrada milagrosa en el Convento, estando cerradas todas las puertas, es uno de los milagros más notables de la vida de la Santa. Sus tres santos patronos y protectores, cumplida su misión, desaparecieron, dejando a Rita en el coro del Convento, la cual, arrobada en éxtasis de amor y de agradecimiento por tan señalado beneficio, pasó toda la noche en fervorosa oración.
Se puede imaginar el asombro que experimentarían las religiosas cuando, al ir de madrugada al coro a cantar las divinas alabanzas, vieron firme y tranquila a la joven viuda de Roccaporena, a quien por tres veces habían negado la entrada en el Convento. Ninguna podía explicar cómo había entrado, pues se comprobó que estaban cerradas todas las puertas. Preguntada Rita cómo había podido entrar, contestó con toda sencillez, refiriendo las maravillas que en aquella inolvidable noche había Dios obrado en ella: "Mis celestiales patronos, San Juan Bautista, San Nicolás de Tolentino y San Agustín, a cuya intercesión he recurrido con toda confianza, me han introducido aquí".
Oído el relato del maravilloso suceso, fue recibida en el Convento con gran alegría de toda la comunidad, como un don del cielo, hacia el año 1413, a los 32 años de edad.
4. ESTADO DE RELIGIOSA
4.1. Modelo de religiosas
Admitida en el Convento de Casia, vistió el hábito agustino y comenzó el noviciado con tan inusitado fervor, que más que novicia parecía una maestra consumada en perfección religiosa. Cuando, al terminar con el noviciado el año de prueba, celebró sus místicos desposorios, mediante la profesión de los votos evangélicos, su vida se ajustó con tal exactitud a la observancia religiosa, hasta el punto que alguien dijo que "si la regla de San Agustín hubiese desaparecido, habría podido ser reconstruida, copiándola de la prácticas religiosas de santa Rita".
En el mismo día de su profesión religiosa, el Señor dio a entender a Rita, por medio de una visión misteriosa, que la llamaba a un muy alto grado de perfección. Vio en éxtasis una escala que llegaba, como la de Jaco, desde la tierra hasta el cielo, por la que subían y bajaban los ángeles; y en lo alto de ella se hallaba Jesucristo, que le invitaba a subir hasta el último peldaño.
Fiel al divino llamamiento, se dedicó con ahínco a enriquecer su alma con el tesoro de las virtudes propias de su nuevo estado y a practicar la más estricta observancia. Era la primera en asistir a los actos de comunidad, dando ejemplo a las demás religiosas con su fervor y recogimiento. Con solicitud y alegría cumplía sus deberes, ayudando a las demás en las tareas ordinarias. Ejercitaba la caridad visitando a las enfermas, consolando y aconsejando a las que, por su debilidad y flaqueza, necesitaban de sus consuelos y consejos. Todas veían en ella, no solo un dechado de virtudes, sino una amiga y una madre. De esta manera se cumplía los designios de Dios, que le había elegido como modelo de la mujer cristiana en todos los estados de su vida.
4.2. Premio a su obediencia
Todos los biógrafos de Rita hacen notar que practicó con suma perfección las principales virtudes religiosas: Pobreza, castidad y obediencia. Conocía Rita que la perfección y santificación de la vida religiosa tiene por fundamento la virtud de la obediencia; porque obedecer a Dios, es amarle; y el amor de Dios se manifiesta obedeciéndole en los superiores.
Tenemos en la vida de la monja agustina bellísimos ejemplos de obediencia, los cuales prueban hasta qué punto llegó la santa en la práctica de esta virtud. Recordemos que solo por obedecer a sus padres, y a Dios, a quien representaban, aceptó el estado del matrimonio.
En su vida religiosa, más retirada ya del mundo y en todo conforme con la voluntad de Dios, nos dejó grandes y heroicos ejemplos de obediencia. Cuentas los autores que varias veces premió Dios, con verdaderos prodigios, la obediencia de Rita.
Cierto día, la Abadesa, para probar la obediencia de Rita, le mandó que regara un tronco seco hasta que reverdeciese. Rita obedeció sin poner reparo ni dificultad en ello, y sin detenerse a pensar que, humanamente hablando, su trabajo sería inútil e infecundo. Un año entero perseveró en esta tarea con el mismo cuidado y solicitud que si tratase de una planta delicada. Tarea estéril a los ojos de los hombres, pero muy meritoria a los ojos de Dios.
El Señor, que no deja sin recompensa la obra más insignificante hecha por su amor, premió una obediencia tan sencilla y sublime, haciendo que aquel tronco seco empezase a retoñar y revertirse de hojas, y diera después abundantes frutos. Las agustinas de Casia creen que fue, según la tradición, un tronco de vid, y que de él procede la antiquísima parra que aún se conserva y da fruto en la huerta de dicho convento.
4.3 Estigmatización
Prueba de la predilección con que el Señor miraba a nuestra santa
es el insólito prodigio que se dignó obrar en ella, el cual, por lo extraordinario que es, forma uno de los hechos más notables de su vida: el milagro de la santa espina.
Estaba predicando en la colegiata de Casia el Beato Jacobo de Monte
Brandón, de la Orden de san Francisco, y era tal el fervor con que lo hacía y tal la unción que daba a sus palabras, que los fieles salían del templo profundamente arrepentidos de sus pecados. Santa Rita oyó uno de esos sermones, en el que el santo predicador exponía los principales episodios de la Pasión de Jesucristo; y quedó tan hondamente impresionada, que derramó copiosas lágrimas. Terminado el sermón, fue al coro bajo el Convento, donde, postrada ante una imagen de Cristo crucificado, púsose a pensar en el inmenso dolor que sentiría Jesús al ser coronado de espinas. En esta consideración piadosa, su alma, siempre compasiva de los dolores ajenos e inflamada ahora por el amor de Dios, suplicó a Jesucristo se dignase hacerla participante de aquel sufrimiento. Fue escuchada su oración, pues derrepente se iluminaron con vivísimo resplandor las espinas de aquella imagen, y al mismo tiempo se desprendía una de ellas, que, lanzada como una saeta, fue a clavarse en la frente de Rita, produciéndola un dolor tan intenso, que quedó desvanecida.
Esta herida, por disposición divina, resultó incurable; y además fue tomando un aspecto repugnante, despidiendo un olor casi insufribles. Por estas razones se vio obligada la superiora del Convento a disponer que Rita viviera retirada en su celda, en donde permaneció ocho años, alegre y feliz con el dolor de la herida, y entregada a todo género de austeridades.
4.4. Curación milagrosa de la herida
Por aquel tiempo (1450) mandó publicar en Roma el papa Nicolás V un Jubileo plenario, el cual dio ocasión para que la misericordia de Dios se manifestara de nuevo en Rita. Apenas tuvo conocimiento de la agradable noticia, hizo voto de ir en peregrinación a Roma, para poder participar de las muchas gracias concedidas por el Santo Padre. Para ello pidió permiso a la superiora, la cual se le negó, fundándose en la avanzada edad de Rita, en las dificultades del viaje y, sobre todo, por la llaga de su frente, que ofrecía un aspecto repulsivo y exhalaba un hedor insoportable. Pero, sin duda, para consolarla, le dijo que si curaba la llaga del todo, le concedería el permiso solicitado.
Rita se retiró a su celda, y con la confianza y fervor que ponía siempre en sus oraciones, se postró a los pies de Jesús crucificado, rogándole se dignase sanar la herida, conservándole los dolores, para poder cumplir el voto que había hecho de ir a Roma. El Señor la escuchó, quedando completamente curada la llaga. Cuando las enfermeras fueron a hacerle la cura de costumbre se quedaron admiradas al ver que la úlcera había desaparecido repentinamente y por completo. Comunicaron el suceso a la priora, quedando atónita al comprobar con sus propios ojos la realidad del milagro. Así que le permitió ir a Roma.
4.5. Reaparición de la llaga
Apenas regresó al Convento, se le volvió a reproducir la llaga; tal como estaba antes de salir al Jubileo. Como todas las religiosas habían visto la curación milagrosa y ahora veían su reproducción, tuvieron la llaga como un prodigio perenne y como un favor del cielo, por lo cual ya no sentían horror al verla, al contrario, gustaban de estar con ella que ya todas la admiraban como santa. El Señor, que todo lo dispone, quiso que con la reaparición misteriosa de la llaga empezase ya en vida la glorificación de Rita.
4.6. Enfermedad
Después de la peregrinación, vivió 7 años, durante los cuales se hizo cada vez más íntima su relación con Dios, quien derramaba sobre ella la dulzura de su amor, al mismo que le sometía a fuertes dolores, siendo el más intenso de ellos el producido por la espina, que llevó clavada en su frente durante 15 años.
A los 72 años de edad y 40 de vida religiosa, la probó el Señor con una enfermedad que la obligó a guardar cama, y de la que ya no curó en los 4 años que aún le quedaban de vida.
En el cuarto año de su dolencia, la enfermedad se agravó y el cuerpo desfallecía; pero el alma de Rita se elevaba y se unía más y más a Dios. El día que, extenuado y agotado ya su cuerpo, oyó que se le anunciaba su próxima muerte, no pudo disimular la alegría que inundaba su alma; y de ninguna otra cosa quería que le hablasen más que del paraíso, donde estaba a punto de entrar.
4.7. El milagro de las rosas
Unos meses antes de su muerte, recibió la visita de una parienta
suya de Roccaporena. Esta dijo a la enferma al despedirse:
_ ¿Quieres algo para tu pueblo? _Sí -contestó Rita-, quiero que,
cuando llegues al pueblo, vayas al huerto de mi casa, cortes una rosa y me la traigas.
El invierno de aquel año 1457 fue muy riguroso en los montes de Roccaporena. El pueblo está situado en una hondanada, en la que durante toda la estación invernal apenas entra el sol, y la naturaleza yace sepultada bajo la nieve y los hielos; así que era imposible poder encontrar la rosa que pedía.
_ ¡Delira! ¡Delira! -decía la humilde mujer de Roccaporena, al igual que las religiosas-.
Juzgando un desatino o un delirio el encargo de la enferma, se fue al pueblo, sin acordarse para nada de la rosa. Pero, pasando junto al huerto de Rita, fuese por curiosidad o por impulso sobrenatural, el caso es que entró en él, y llena de estupor vio de una rama de un rosal medio cubierto por la nieve, pendía una rosa fresca y lozana. La buena mujer la cortó con mucho cuidado y veneración, pues la consideraba como un prodigio de la santa moribunda; y después de un breve descanso, y a pesar del largo camino, volvió a Casia a entregárselo a Rita.
_¡Qué bueno es el Señor! -exclamó Rita al ver la rosa-. Y tomándola en sus manos, dio gracias a Dios por aquel dedicado beneficio y se la mostró a las religiosas para que también ellas admirasen las maravillas del Señor.
La rosa se mantuvo largo tiempo fresca, despidiendo tan intenso perfume, que no solo en la celda de Rita, sino en toda la casa se sentía su agradable aroma. A este hecho milagroso se debe la costumbre de bendecir las rosas el día de Santa Rita, y de distribuirlas entre los devotos para aplicarlas a los enfermos.
El pueblo cristiano llama a Santa Rita la Santa de las Rosas, y a las rosas bendecidas, las Rosas de Santa Rita.
4.8. El milagro de los higos
Otro prodigio semejante al de la rosa aumentó la creencia de todos
en la santidad de Rita. La mujer de Roccaporena, portadora de la rosa, al despedirse, volvió a preguntar a la santa:
_ ¿Quieres algo del pueblo? _Ya que eres tan buena -Contestó Rita-, deseo que vuelvas al huerto, donde hallarás dos higos. Hazme la caridad de traérmelos.
La buena mujer ya no dudó ni creyó delirio el encargo de Rita. Se fue al huerto, donde verdaderamente encontró dos higos maduros que pendían de las ramas desnudas de una higuera. Los cogió y con ellas volvió a casa a entregárselo a la santa, repitiéndose las escenas de asombro y agradecimiento a Dios.
Con estos prodigios quiso el Señor manifestar a todos la ternura con que amaba a su humilde sierva. Por estos y otros muchos milagros semejantes sería más tarde llamada Santa Rita la abogada de los imposibles.
CAPITULO V:
1. CONSUELOS CELESTIALES
Llevaba Rita postrada en el lecho del dolor cuatro años, y como no había temido las amarguras y sufrimientos de la vida, tampoco ahora temía la muerte, es más, la deseaba.
Faltando pocos días para su muerte cuando recibió del cielo una merced singularísima: se le aparecieron Jesucristo y su Santísima Madre para consolarle y anunciarle que dentro de muy pocas horas recibiría el galardón merecido por sus virtudes. Con esta visita quedó sumergida en un éxtasis de amor, que le avivó aun más los deseos de verse con los bienaventurados del cielo.
Pasado esta experiencia, llamó a las religiosas, a quienes pidió perdón de todas las molestias que les hubiera causado, y les avisó de su próxima muerte. Pidió que le fuesen administrados los últimos sacramentos, que recibió con muchísimo fervor y entre lágrimas y sollozos de las demás religiosas. Pidió la bendición y a petición de sus hermanas, ella también hizo lo mismo.
2. EXTASIS ETERNO
Después de todos estos momentos tan emocionantes como piadosos, entró en un profundo recogimiento. Se encomendó a Jesucristo, a quien había amado; a la santísima Virgen, a quien había imitado; a sus ángeles custodios y a sus patronos especiales. Después volviéndose a las religiosas que le rodeaban les dijo: "Adiós, madres y hermanas mías, quédense en paz"; y levantando al cielo su mirada, cruzadas las manos sobre el pecho, entregó su alma a Dios. Era el 22 de Mayo de 1457, a los 76 años de edad y 44 de vida religiosa.
3. LA GLORIA DEL SEPULCRO
Dios le hizo además admirable ante los hombres por los prodigios de que estuvo rodeada. El primero de estos fue que, en el momento de morir las campanas del Convento y de toda la población, empezaron a sonar sin que nadie las tocara. Este milagro puso en movimiento a todos los habitantes de Casia, los cuales, enterados de la muerte de Rita y conocedores de su santidad, se dirigieron en nutridos grupos al Convento para testimoniar el pésame a las religiosas y para encomendarse a las oraciones de la que ya veneraban como santa.
4. CURACIONES MILAGROSAS
Una mujer que tenía paralizado los brazos se postró ante el cadáver de la Santa, pidiéndole que le curase, y quedó repentinamente curada. Un joven, Angel Bautista, que estaba ciego y sin esperanza de cobrar la vista, oyó hablar de los prodigios que se realizaban por intercesión de Rita, se presentó ante su cuerpo expuesto al público, le pidió con viva fe, y quedó sano. Esto sucedía el 25 de mayo de 1457, tres días después de su muerte.
Dos días más tarde, Lucrecia de Paolo, víctima de una grave hidropesía, deforme y encorvada, se hizo conducir ante los restos mortales, obteniendo la curación completa. En el mismo día, una mujer de Casia, que era sorda, recobró el oído rezando ante el cadáver. El día último de mayo de ese mismo año llegó hasta el féretro otra mujer, muda de nacimiento, Francisca Giovanni, la cual quedó sana, siendo las primeras palabras que pronunció: Ave María. Así, se dieron muchos milagros más.
Otro Milagro:
Todos notaron que la celda de Rita estaba inundada por un extraordinario resplandor; pero lo que más admiración causó fue el suavísimo aroma que se difundió por todo el Convento, y que procedía del santo cadáver, particularmente de la llaga de su frente.
Terminados los solemnes funerales, las religiosas tuvieron que desistir de dar sepultara al cadáver, porque el Convento estaba continuamente invadido por los fieles que venían a venerar los restos y a pedir su protección.
Como lejos de presentar el cuerpo señales de corrupción, se resolvió que quedara expuesto por unos días a la veneración de los fieles, precisamente en el mismo lugar donde fue estigmatizada. Entre tanto, seguían multiplicándose los milagros a favor de los que llegaban a orar ante sus restos, aumentando así la devoción hacia ella.
5. SU CUERPO INCORRUPTO
Se han observado en todo tiempo fenómenos maravillosos en el
cuerpo de la Santa. Ya dijimos antes que la fetidez de su llaga se transformó en un perfume tan suave que maravillaba a cuantos la percibían. Este mismo perfume lo exhala todo su cuerpo, extendiéndose a veces, no sólo a la Iglesia, sino al Convento e incluso a la ciudad.
En el transcurso de los siglos ha venido repitiéndose esta maravilla en determinadas ocasiones, especialmente cuando la santa va a conceder, o ha concedido alguna gracia. Percíbase también este delicado perfume cuando el Obispo de la Diócesis, o el Superior Mayor de la Orden Agustiniana hacen su visita pastoral al Convento de Casia. Parece, según dicen los biógrafos, que nunca ha dejado de sentirse ese aroma, más o menos intensamente, el 22 de Mayo, fiesta de la santa.
El 21 de Mayo de 1628, cuando comenzaban en Casia las fiestas con motivo de su solemne beatificación, abrió los ojos y su cuerpo se elevó milagrosamente hasta la parte superior de la caja o cofre de cristal en que está colocado. Otras elevaciones semejantes a ésta han tenido lugar en fechas posteriores, sobre todo en algunas visitas pastorales a dicho Convento.
Han sido, pues, tan grandes y tan frecuentes en todos los tiempos, los prodigios obrados por intercesión de Santa Rita, que los fieles de todo el mundo la invocan con el glorioso nombre de Taumaturga agustina.
6. BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN
El Papa Urbano VIII, ya en 1627, concedió a la Orden agustiniana el Oficio y Misa de Santa Rita. Un año después, el mismo Pontífice que, por haber sido antes Obispo de Umbría, fue testigo de la gran devoción a la Santa de Casia, así como de las gracias que por su intercesión se obtenían, le dio solemnemente en la Iglesia de San Agustín de Roma, el título de Beata, con el que ya los fieles la habían venerado desde el día de su gloriosa muerte.
El Papa León XIII, en el año jubilar de 1900, el 24 de Mayo, fiesta de la ascensión del Señor, coronó la obra de los fieles y de su predecesor, canonizándola, es decir, inscribiendo a la Beata Rita en el catálogo de los santos. Este mismo Papa, de feliz memoria, llamó a Santa Rita, con motivo de su canonización, Ornamento de la Orden Agustiniana y perla preciosa de la Umbría.
Ha sido incluida por el Papa Juan Pablo II en el calendario Universal el 22 de Mayo del año 2000 con ocasión del año Santo y del centenario de su canonización.
7. Devocion Mundial a Santa Rita
Las muchas gracias y favores, que pronto empezaron a obtener los fieles que acudían a la intercesión de la monja agustina de Casia, hicieron que fuese muy conocida, y que aumentase de modo extraordinario la devoción hacia ella. Esta devoción no se limitaba a Casia, en donde sus paisanos y devotos levantaron el primer templo en su honor en 1577, a los 120 años de su muerte, sino que se extendió, en brevísimo tiempo y de un modo maravilloso, por toda Italia, España y Francia, y por las lejanas tierras de América, en cuanto fueron descubiertas.
Su sepulcro fue verdaderamente glorioso en toda la extensión de la palabra, pues constantemente se veía y se ve visitada su tumba por infinidad de peregrinos y almas devotas, que van en busca de remedio a toda clase de dolencias y necesidades, o a dar gracias por los favores recibidos. La rechazada de ayer será pronto la gloria del monasterio de Casia. Lámparas, cirios y exvotos de todas clases adornan y testifican, en torno a su sepulcro, la confianza y devoción con que es venerada en todo el mundo.
Desde los primeros tiempos después de su muerte ha sido tan universal y constante el acudir a Santa Rita como Santa, sin estar aún ni beatificada por la Iglesia, que bien puede afirmarse que el pueblo cristiano la canoniza mucho antes que el Santo Padre la inscribiera en el catálogo de los santos. Incluso el Papa Benedicto XIII, en 1727, autorizó la construcción de una iglesia en su honor en Río de Janeiro.
Desde el año 1900, en que fue solemnemente canonizada por el inmortal León XIII, el nombre de Santa Rita es invocado y bendecida en todo el mundo como uno de los más grandes y más populares taumaturgos de la Iglesia. En su honor s van levantando alteres e iglesias sin número. Su imagen es venerada en todas partes, de tal manera, que puede asegurarse que no hay ciudad, ni siquiera un pueblo, que no tenga un altar dedicada a la Santa abogada de imposibles.
Este título de abogada de imposibles se le empezó a dar hacia el año 1700 en España, Cádiz, para significar la eficacia de su intercesión, aún en los casos más difíciles y desesperados.
8. LAS ROSAS DE SANTA RITA
El hecho milagroso ya referido, acaecido antes de la última enfermedad de Rita, originó el que las religiosas agustinas de Casia acostumbrasen a cubrir la Urna, en que yace el cuerpo incorrupto de nuestra Santa, con rosas, especialmente el día 22 de Mayo, aniversario de su piadosa muerte.
Estas rosas eran distribuidas todos los años entre los bienhechores y amigos del Convento, los cuales las conservan como preciosas reliquias. El Señor, que s e complace en honrar a sus santos y en glorificar a sus siervos, quiso que, mediante las rosas que habían adornado el sepulcro de Rita, se verificaran curaciones milagrosas.
- Se ha dicho que el mensaje de un santo (o de una santa) está vinculado a su vida y ésta a la historia. Por tanto, he intentado arrancar de la historia las noticias que ella nos ofrece en torno a Santa Rita, intentando rechazar la tentación de ceder a la fantasía que inventa y a la devoción que magnifica. No importa que las conclusiones que se saque en este trabajo sean desalentadoras, con tal que sean ciertas. Aunque sean pocas créanme que no serán desalentadoras.
- En este sentido, la primera afirmación que se debe descartar es que la vida de Santa Rita sea una leyenda -como muchos se atrevieron a decir-, o que se apoye, sólo en una tradición oral recogida tardíamente, y que no tiene consistencia histórica alguna.
- Ciertamente, y está bien decirlo, aunque sea un tanto desalentador, nuestra santa no ha sido afortunada con los historiadores. No ha habido algún historiador contemporáneo que haya escrito su biografía para comunicarnos la situación humano-divino de sus luchas y sus logros interiores, como sí los tuvieron, para citar algunos casos del mundo agustiniano antiguo, su Padre espiritual san Agustín, quien no tuvo necesidad de biógrafos.
- Tampoco tuvo Rita un proceso canónico rápido donde se pudiera escuchar a testigos presenciales o testigos que hubiesen oído de sus labios la narración de sus vicisitudes y virtudes.
- Las opiniones y los biógrafos de Santa Rita sobre la cronología de su vida son muy dispares, y muy pesimistas las conclusiones a los que se puede llegar: resultan injustificadas unas y otras. Tanto en las fechas como en los hechos, se debe distinguir lo cierto de lo incierto.
Es cierto que pasó 40 años de monja (biografía notarial); que durante 15 años sufrió la llaga de la espina (epitafio); que el 10 de abril de 1446aún estaba viva, pues figura junto a las demás religiosas en un contrato de arrendamiento.
- Como año de muerte de Rita se dan dos fechas: 1447 y 1457. Los biógrafos por su parte se limitan a dar uno u otro sin dar explicación alguna.
- 1447: tiene una dificultad. Es el caso del viaje de santa Rita a Roma para ganar la indulgencia del año santo, del cual da cuenta toda la tradición registrada por su s biógrafos. Pero, no hay ningún año santo entre 1432 y 1447; en cambio, sí estaría el del año 1450 sise pone como fecha de su muerte el 1457. Sin embargo, esta dificultad se puede resolver si se quiere dar crédito a la tradición, aceptando que haya podido haber una confusión entre un viaje a Roma para ganar las indulgencias y el deseo de ver al Papa. También se podría pensar (Aunque faltan pruebas) en circunstancias solemnes, muy cercanas a la familia espiritual de Rita. Durante ese tiempo ocurrieron dos sucesos importantes: el traslado de las reliquias de santa Mónica (abril del 1430) y la canonización de San Nicolás de Tolentino (1446)
- Aún así, las fechas importantes en la vida de Rita, desde que se hizo monja hasta su muerte, se pueden fijar racionalmente. Donde no se tiene mucha seguridad y prácticamente se navega en la obscuridad, es en la suposición sobre las fechas de los primeros años de su vida. Sabemos que Rita fue esposa, madre y viuda y que hizo muchas cosas durante este tiempo. Hacer todo eso requiere un espacio más grande de tiempo, de 25 a 30 años como mínimo. De terminar en este lapso con seguridad, o al menos con posibilidades serias, las respectivas fechas, es imposible: quien lo haga, cede a la tentación de decir algo más de lo que se sabe. La fecha del nacimiento, que muchos fijan en 1381, está comprendida en el espacio mínimo para el tiempo mencionado.Por tanto, si se acepta que haya vivido cerca de 70 años como lo dice la biografía de 1628, -( o más: 76)- entonces debe anticiparse el año de su nacimiento en caso de que la muerte haya ocurrido en 1447, o postergarla si tomamos el 1457.
- ¡He aquí el ejemplo, he aquí el modelo de la mujer cristiana! Niñas, jóvenes, esposas, madres, viudas y religiosas, en Santa Rita encontrarán el modelo de su vida y conducta. De ella aprenderán cómo se puede formar de las familias pequeños oasis de paz, siendo fuertes en la lucha, heroicas en el sufrimiento, generosos en la virtud y fieles cumplidoras del deber.
Prensa; Madrid; 1960; 85
- BERNARDEZ, José; Santa Rita de Casia; Edit. Apostolado de la
España; 1993; 174
- PERI, Victorio; Rita de Casia, perla preciosa de Umbría; Edit. Velar;
Edición; Roma; 1990; 86
- SANCHEZ ECHEGOYEN, Saturnino; Edit. Escurialenses; 6ta.
Apostolado de la Prensa; Madrid; 1927; 218
- SICARDO, José; Vida de la Gloriosa Santa Rita de Casia; Edit.
- TRAPÉ, Agustín; Santa Rita y Su Mensaje; Edit. LECAT Ltda;
Bogotá; 1982; 127
Agradecimientos
A los hermanos del Vicariato Regional de Agustinos de Iquitos, por permitirme ser parte de ellos.
A la Provincia agustiniana de Colombia, por su acogida y su buen trato.
A mis hermanos connovicios y formadores, por aceptarme como soy y enseñarme a ser lo que quiero ser.
Dedicatoria:
A mi familia, por apoyarme en todo…
Alex Pacaya