La microhistoria, según Revel, no es una ampliación ni disminución de los hechos ni de las representaciones, sino que es una metodología analítica que implica ver los hechos históricos desde un punto de vista determinado. Es una especie de "proyección", la que entiende como una palabra derivada de la fotografía, tal y como se hace cuando se enfoca y se amplía un elemento particular dentro de una composición pictórica. En ella, al ampliar o disminuir el foco y la apertura del lente, podemos ver que el objeto principal tiene una influencia dentro de la fotografía en su conjunto. Puede hacer ver borrosos los otros elementos (mal enfocados), puede hacer sombra contra un muro o bien puede ser más difuso que su alrededor. En el estudio microhistórico sucede lo mismo. La escala no es lo más importante, sino que las nuevas perspectivas que se abren mirando desde abajo hacia arriba cambian completamente la percepción del mundo. Implica dejar de lado la construcción apriorística que tradicionalmente utiliza la historia social y observar como una cámara fotográfica apuntada por el sujeto, el mundo que lo rodea.
Esta nueva forma de hacer historia, en el sentido que aporta Burke, no debe ser entendida como una mutilación de lo macro, sino más bien, como un punto de vista de la totalidad de la sociedad. Plantea ciertos elementos que deberían reformularse en un trabajo microhistórico, tales como la comprensión social (en tanto construcción histórica, y creo en lo personal, sociológica) de las "estrategias" que los sujetos utilizan para enfrentar a la sociedad, para salir airosos en la elaboración de sus proyectos. Paralelo a ello, busca la reformulación del contexto histórico que se genera en una investigación microhistórica, bajo dos aspectos. Primero, la negación de la construcción individual de representaciones culturales, para llevar a cabo una identificación contextual basada no desde el individuo hacia afuera, sino que desde los elementos que caracterizan al sujeto desde la macroestructura. En segundo término, la reconstrucción del contexto entendido como una multiplicidad de ellos, dependiendo de los distintos mecanismos que influyen en el punto de vista del sujeto o actor.
La premisa de la microhistoria es la reducción de la escala (objeto de estudio), se trata de un análisis microscópico y de un estudio intensivo del material documental. Se cree que este tipo de observaciones y estudio, va a revelar factores no observados, u ocultos, de la historia mundial o nacional.
Comienzo y características de la microhistoria italiana
Después que Italia sale de la segunda Guerra Mundial, sobre mediados del siglo XX, la historiografía italiana, port guerra, es marcada fuertemente por movimientos políticos y sociales de izquierda. La historiografía italiana de los años cincuenta y sesenta, es una historiografía muy politizada; es una historiografía donde hay debates muy fuertes de todos los temas de la izquierda: se discute mucho sobre los orígenes del capitalismo, sobre la unidad y el papel del estado italiano, sobre la peculiaridad del desarrollo capitalista en Italia, sobre la formación del mercado interno italiano, etc.
Algunas características relevantes de la microhistoria italiana son; Su objetivo no es estudiar las cosas pequeñas, ni las pequeñas anécdotas, ni tampoco los pequeños procesos, los microhistoriadores italianos dicen, no estudiamos pueblos sino "en" los pueblos, pero también estudian obras de arte, biografías de ciertos individuos, un sector de la clase obrera de un pequeño poblado, en un periodo de cincuenta años. Es un error identificar a la microhistoria italiana con la historia local y regional del mexicano Luís González González. El nivel micro no es el objetivo de la microhistoria italiana, no es de lo que quieren dar cuenta. Para los italianos se debe partir de la hipótesis macrohistórica y de problemas macrohistóricos y luego descienden al nivel micro para usarlo, sobre todo, como espacio de experimentación historiográfica, es decir, como un lugar donde someter a prueba las hipótesis macrohistóricas, pero siempre para retornar finalmente al nivel macrohistórico, que es el que les interesa. Pretenden reformular hipótesis macrohistóricas más sutiles, más complejas, más elaboradas y más capaces de dar cuanta de los hechos y procesos reales que estudian, apoyándose para eso en el experimento microhistórico referido.
El autor Carlos Aguirre Rojas, al referirse a la microhistoria italiana, sostiene que es toda una compleja propuesta historiográfica que incluye tanto el paradigma del cambio de escala (procedimiento micro-histórico que replantea la complicada dialéctica entre los niveles macrohistóricos y microhistóricos, como el "análisis de redes" y la revisión de los vínculos entre el caso y la norma). La riqueza de ésta microhistoria reside, en parte, en el hecho de que sus exponentes están jugando constantemente con el movimiento que se despliega entre la macrohistoria y la microhistoria, en esa dialéctica esencial que se construye y que los historiadores deberían siempre reconstruir, entre interpretaciones de los modelos generales y los diversos experimentos microhistóricos. Lo que mueve al microhistoriador italiano no es el amor al terruño, como la microhistoria mexicana de Luís González González, ni tampoco un interés hacia la localidad o región que estudia. El microhistoriador italiano se vale de la localidad o región sólo como espacio de experimentación o como laboratorio del experimento y trabajo microhistórico.
Los microhistoriadores italianos, consideran que se debe afrontar el problema de la dimensión adecuada para examinar los fenómenos históricos, de lo contrario, se tiende a caer en mecanismos automáticos de explicación. En tal microhistoria, existe una relación entre los niveles micro y macro de análisis de un objeto de estudio. Me refiero a que las situaciones locales y las situaciones personales, para la microhistoria italiana, no son más que el reflejo del nivel macro, es por lo que esas situaciones sólo pueden ser utilizadas por lo que ellas poseen de general o como ejemplos.
La consideración de la pequeña escala (micro), es útil y se propone como un modo de captar el funcionamiento real de mecanismos que, en el nivel macro, dejan demasiadas cosas sin explicar. Es el descubrimiento de nuevas fuentes que permanecieron durante mucho tiempo descuidadas, que van desde la cultura oral hasta la fotografía, desde las cartas privadas hasta los procesos criminales, proponen una investigación que no se acople al rígido funcionamiento de normas, sino más bien, a los procesos concretos de adaptación de las normas a los funcionamientos reales. Las historias personales son vistas como la ocasión concreta de medir el peso y la amplitud de los espacios que se abren entre las reglas del individuo, de la familia, del grupo, de la iglesia, del poder político, de la moral, que se encuentran en conflicto entre sí. Y es a partir de estos fragmentos, que se vuelven realmente comprensibles los procesos de cambio.
Aguirre Rojas identifica dos ramas de estudio en la microhistoria italiana, una es la que se ha dedicado mucho a la historia económica, un poco a la historia de la familia, a la historia demográfica y a la historia social. Es la rama representada principalmente en los trabajos de Edoardo Grendi y Giovanni Levi. La segunda rama, es la que se ha desplegado sobre todo en el ámbito de la historia cultural y está representada por Carlo Ginzburg. Es de éste último autor, y su microhistoria, de lo que hablaré el resto del presente trabajo.
¿Quién es Carlo Ginzburg?
Nuestro autor, representante de la microhistoria italiana, nació en 1939 en Turín, Italia. En el seno de una familia de intelectuales y luchadores por la libertad. Se doctoró en Filosofía por la Universidad de Pisa en 1961. Dio clases en la Universidad de Bolonia y en la Universidad de California, Los Ángeles (1988–2006); asimismo enseña ocasionalmente en la Scuola Normale Superiore di Pisa. Sus campos de interés van desde el Renacimiento Italiano hasta la historia moderna de Europa. Sus contribuciones atañen a la historia antropológica, al arte, a la literatura y a la historiografía. Su punto de vista es muy original, erudito y provocador.
En 1979, Ginzburg hizo una petición al Papa Juan Pablo II para que abriese los Archivos de la Inquisición. No logró respuesta, hasta que en 1991 un grupo de universitarios lograron acceso para revisar el material de los archivos. Estos se abrieron en enero de 1998 para investigadores bien calificados. Pero su actividad política más notoria fue la que produjo su brillante escrito Il giudice e lo storico. Considerazione in margine al processo Sofri (1991) donde expuso la injusticia del juicio al intelectual izquierdista Adriano Sofri, acusado de terrorismo con pruebas dudosas.
Carlo Ginzburg, cuyos padres eran de origen judío, firmó una petición en enero de 2007 contra el proyecto de ley, presentado por el Justice Ministro de Justicia Clemente Mastella, que penalizaba a los negadores del Holocausto. Lo hizo con Paul Ginsborg, Marcello Flores, Sergio Luzzato, Claudio Pavone, Enzo Traverso. Argumentaban que la legislación de Italia era suficiente para enfrentarse con tales actos. La ley fue enmendada.
Su obra más reconocida en español ha sido El queso y los gusanos, 1976, que reconstruye la cosmogonía de Menocchio un molinero campesino del norte de Italia a partir de dos juicios que le hizo la Inquisición en 1583 y 1599, y elabora nuevas teorías interpretativas. También ha tenido eco sus ensayos plurales de Mitos, Emblemas e Indicios: Morfología e historia, donde muestra la forma de analizar evidencias.
Su microhistoria
Carlo Ginzburg, rechaza el etnocentrismo, pero no rechaza el estudio de la historia serial, le interesa fundamentalmente el análisis producto de una documentación limitada, ligada a un individuo ignorado por la historia. Furet había sostenido que la historia de las clases subalternas en las sociedades preindustriales puede ser analizada solamente desde una perspectiva estadística. Reducir la escala de observación significa transformar en un libro lo que, para otros estudiosos, sólo es una simple nota a pie de página. En su obra "El queso y los gusanos", Ginzburg se propuso reconstruir el mundo intelectual, moral y fantástico del molinero, a través de la documentación producida por aquellos que le habían mandado a la hoguera.
El autor señala que los historiadores, cuando estudiaban el pasado, lo hacían abordando "las grandes gestas de los reyes", en la microhistoria se investiga sobre lo que los historiadores callaron o ignoraron del pasado. Pero al hacer microhistoria el investigador se encuentra con algunos obstáculos tales como; la escasez de testimonios sobre las clases subalternas del pasado, el cual es el más significativo.
El propio Ginzburg, afirma que desde que comenzó a aprender el oficio de historiador comprendió que escribir historias quería decir también contar historias, recordemos la influencia de su madre que era escritora. Pero uno de los riesgos en contar las historias, es que cuando se cuenta la historia de un individuo, se puede hacerlo de muchas maneras, conviven distintos puntos de vista, y seguramente la investigación cambia de acuerdo a qué aspecto contar o desde dónde mirar al protagonista. El historiador debe someterse a las "leyes que impone el material" para, de ésta manera, lograr "conservar todas las huellas" que nos deja el personaje a través del documento. Teniendo en cuanta el carácter cultural que Ginzburg le da a la microhistoria.
Se trata de experimentar una narrativa al contar los hechos históricos de un personaje, para luego poder inferir en la historia de la época en la que vivió tal personaje. Su sistema político, social, cultural, económico, judicial, el mundo circundante del individuo. Advirtiendo el papel de las clases subalternas en esa estructura social.
Para Carlo Ginzburg, la construcción del conocimiento histórico se formula de manera circular, en tanto construcciones de conocimiento, interpretaciones y reinterpretaciones, a posteriori, de dichas construcciones, por lo que la cultura y todas sus esferas nunca son completamente hegemónicas, sino que se interrelacionan simbióticamente. Por ejemplo: la cultura popular no está construida preponderantemente desde la élite ni viceversa, sino que existe una retroalimentación de sistemas culturales que genera una ambigüedad, la cual es una cultura híbrida. La construcción cultural microhistórica, se basa fundamentalmente en la visión del sujeto de la sociedad, imbricada con las representaciones culturales y sociales inherentes a su experiencia de vida. Reivindica al sujeto como un actor que puede generar estrategias de comportamiento en base a la disociación de significante y significado. El autor cree en el rescate del individuo como conciencia histórica independiente de la totalidad, y no basado sólo en una visión globalizante de la sociedad, entiende que si la documentación ofrece la posibilidad de reconstruir no sólo masas diversas, sino personalidades individuales, sería absurdo rechazarla. Es darles historicidad y capacidad de acción a los sujetos subalternos, otorgándoles libertad de decidir y de nutrirse de características específicas de las culturas existentes en la sociedad.
Paradigma indiciario
Autores como Justo Serna y Anaclet Pons, mencionan que son tres los significados que se le atribuyen a la microhistoria, son tres los hallazgos. Uno hace referencia a las fuentes, otro a los objetos de investigación y el último alude al método de conocimiento y a las inferencias a aplicar. Una cosa es lo excepcional normal, es decir, el documento no serializable pero significativo por revelador; otra cosa distinta es buscar un objeto de investigación que, por su condición extraña pueda descubrir en negativo, o por fragmentos, hechos y procesos históricos normales, colectivos; y otra es el indicio como mecanismo de creación de un paradigma cognoscitivo, la huella escasa pero reveladora a la que hay que dar con audacia un significado.
El paradigma indiciario, fue definido a partir de un artículo cuyo autor es Carlo Ginzburg, aparecido en 1979. Si, por ejemplo, se desea estudiar las clases populares o subalternas, principalmente las del siglo XVI, como es el caso del molinero, seguramente el protagonista de nuestro estudio y relato, no sabe leer ni escribir (que no es el caso del molinero) la visión de las propias víctimas sobre su cultura sometida y reprimida es algo que nunca se encontrará fácilmente. Entonces como historiador hay que hacer una labor casi como la del detective, recurriendo al paradigma indiciario, que al permitir rastrear e interpretar los indicios, las huellas y los rasgos aparentemente insignificantes que han sobrevivido de esta misma cultura popular, resistiendo a la recodificación y banalización de la cultura dominante, harán posible hacer "hablar a los silencios" y desconstruir dicha visión folclorizada de lo popular, restituyendo en profundidad toda su riqueza y complejidad. Partiendo entonces de la idea de que al historiador de la cultura popular le corresponde la tarea de buscar esas huellas aparentemente insignificantes, secundarias, que se filtran en el discurso dominante, pero que son preciosas y esenciales, porque permiten reconstruir ese punto de vista de las clases populares sistemáticamente negado y borrado por la cultura de elite. Carlo Ginzburg no sólo va a explotar y aprovechar este paradigma indiciario, sino que también lo va a teorizar y a hacer explícito con todas sus ricas y diversas consecuencias metodológicas e historiográficas principales.
María Elena Bisonte, plantea que el paradigma indiciario orienta la percepción hacia lo menos evidente, se basa en la interpretación de indicios. Es un tipo de saber que partiendo de fragmentos mínimos de la experiencia, como las huellas de las aves en la arena o las marcas en la piel de un enfermo, fue sin embargo, el germen de la escritura y de la medicina. Ya textos del griego Hipócrates, considerado padre de la medicina, aconsejaba que lo primero que debía ser tomado en cuenta por el médico era la cara del enfermo, y describía el rostro del moribundo: los ojos y pómulos hundidos, las orejas frías, el tiritar, el color y la piel seca de la cara, su color plomizo, etc. La fuerza de los indicios consiste en establecer un contacto existencial, tanto con el objeto que designa como con el sujeto que lo percibe.
El autor Federico Guillermo Lorenz, representa a Ginzburg como el cazador que pone la mirada analítica en los rastros dejados por sus presas, donde es posible leer pesos, colores, sexo y rumbos. No obstante, son conclusiones que se infieren a partir de elementos menores (una rama rota, una marca en el barro, etc.) a veces ignoradas por algunos, pero que adquieren sentido dentro de un esquema de pensamiento y un bagaje cultural que son patrimonio del cazador.
Esta forma de mirar los datos es para Ginzburg parte de una antiquísima tradición cultural: "detrás de ese paradigma indicial o adivinatorio, se vislumbra el gesto tal vez más antiguo de la historia intelectual del género humano: el del cazador que, tendido sobre el barro, escudriña los rastros dejados por su presa.
Los rastros aparentemente inconexos, es más, su misma condición de datos, adquieren sentido a través de los ojos del observador: el cazador habría sido el primero en "contar una historia" porque era el único que se hallaba en condiciones de leer, en los rastros mudos (cuando no imperceptibles) dejados por la presa, una serie coherente
Un indicio es un detalle, la estructura, una totalidad. Las aproximaciones indiciales o semióticas tienen preferencia por los aspectos cualitativos, el caso, el hecho singular. Además, son compatibles con un saber conjetural, razón por la cual, se interesan por la huella como por el proceso que la generó, ubicándose en las antípodas de la ciencia natural moderna, fundada por Galileo.
Relación con el paradigma marxista
Según el autor Julio Alvarez Ponce, explica que el núcleo fundador de esta nueva disciplina, que es la microhistoria, se formó en Italia durante los primeros años sesenta. Muchos de sus integrantes, como Giovanni Levi, Carlo Ginzburg y Franco Ramella, si bien tuvieron un origen ideológico marxista, criticaron tempranamente al Partido Comunista Italiano, pasando a formar parte de grupos de acción radicales antisistémicos y anticomunistas al mismo . En los setenta el grupo comenzó su largo camino hacia la notoriedad gracias a la revista Quaderni Storici y en los ochenta a través de la colección Microstorie.
Federico Guillermo Andrade Marambio, menciona la crisis política, social y cultural de los sesenta, contexto en el que surge la microhistoria italiana. La reducción de la escala de análisis de un hecho histórico, dándole paso y favoreciendo a los grupos pequeños: comunidades campesinas, grupos familiares, aldeas, etc. Sumado a la tendencia política de estos historiadores, la cual está orientada al marxismo. Es lo que lleva a la elección de los objetos de estudios de Carlo Ginzburg.
Considero que es un aporte importante, el de la microhistoria, que les brinda a los historiadores interesados en investigar, "mirando debajo de la alfombra", lo que ocurrió en el pasado, aquellos procesos y hechos ignorados, tapados o deformados que influyeron en una sociedad determinada. En un aspecto, existe una relación con el paradigma marxista, si consideramos el planteo de "clases" que realiza Marx con el de cultura de clases subalternas y cultura de elite planteada por el italiano Carlo Ginzburg. Desde el paradigma marxista, se propone analizar la realidad política, social y cultural de los agentes teniendo presente la existencia no azarosa de clases sociales. La sociedad, principalmente la europea industrial del siglo XIX, analizada por Marx se divide en clases, esto es, que existe la burguesía, que son aquellos propietarios de los medios masivos de producción, son los que conforman las elites que entiende Ginzburg. En el otro extremo, posiciona al proletariado, son los que no poseen los medios masivos de producción, solamente son propietarios de su fuerza de trabajo, la que tienen que vender o alquilar al Sr. Burgués para poder sobrevivir en condiciones lamentables y de explotación, según analiza Marx. Son las clases subalternas de Ginzburg.
La microhistoria, principalmente la de Carlo Ginzburg, es capaz de aportarnos conocimientos "olvidados", yo diría realmente ocultados, que nos pueden arrojar mucha claridad en la tarea de comprender y analizar los procesos históricos y sociales.
El queso y los gusanos
En esta obra, Carlo Ginzburg, analiza la vida de un personaje desapercibido de la historia, son de esas vidas desarrolladas por las personas que pertenecen a las clases subalternas de la sociedad, los que, al momento de investigar y narrar los grandes acontecimientos sociales que marcaron la historia, no poseen voz y son olvidados u ocultados por las grandes olas historiográficas. El Queso y los Gusanos, se publicó en Italia en 1976 y le valió a Ginzburg el reconocimiento de sus pares. El nombrado autor había tomado conocimiento de los documentos del proceso contra el molinero en 1963, pero tardó siete años en tomar la decisión de transcribirlos y dar cuenta de tal interesante historia, que sin duda, describe a un personaje singular y pinta su entorno social, político, económico y cultural.
El nombre del protagonista de ésta obra era Domenico Scandella, al cual llamaban Menocchio. Nació en el año 1532 en Montereale, un pueblito ubicado en la zona de Friuli, donde vivió casi la totalidad de su vida, por lo que la obra está localizada temporalmente y espacialmente en la Italia del siglo XVI. Menocchio era casado y tuvo once hijos, de los cuales cuatro murieron. Sus actividades laborales eran la de molendero, carpintero, cerrar, hacer muros y otras cosas, pero principalmente era molinero y vestía con ropa apropiada para el desarrollo de tales actividades. Información que fue posible de recoger, por Carlo Ginzburg, al acceder a los informes escritos por el vicario del inquisidor.
El molinero tenía como característica atípica de la época, el que sabía leer, escribir y contar, es más, también sabía algo de latín, se supone que había asistido a una escuela pública o al menos recibido educación formal. Fue lo que le permitió en 1581 ser elegido alcalde de su municipio, además de haber ejercido como administrador de la parroquia de Monterale, cargo conocido como camarero. Pero en el año 1583, Menocchio fue denunciado al "Santo" Oficio, donde lo acusaban de haber pronunciado palabras heréticas e impías sobre Cristo. De acuerdo a declaraciones que habían pronunciado sus hijos, el molinero tenía una diferencia y mantenía rencillas con el padre de la parroquia, por lo que se presume que fue éste quien lo denunció. Menocchio no reconocía a las jerarquías eclesiásticas ninguna autoridad especial en cuestión de fe, afirmaba no creer en los curas, papas ni en los prelados. Todo lo que pensaba, lo discutía y polemizaba por las calles y hosterías, situación catalogada de muy grave por la iglesia. Podemos observar en Menocchio como un subalterno al poder ejercido por la iglesia católica a través de la inquisición. Es la clásica microhistoria que nos propone Ginzburg, al analizar e investigar la vida de los subalternos como un discurso ocultado, el que da cuenta desde lo micro a lo macro de la época (siglo XVI).
Investigando la declaración de algunos testigos, con los cuales discutió Menocchio, por ejemplo el zapatero, declararon que el molinero afirmaba que no era pecado blasfemar de los santos, pero si de Dios. Además de realizar afirmaciones catalogadas como "extrañas" por sus acusadores, tales como; "el aire es Dios, la tierra es nuestra madre, todo lo que el hombre imagina y ve es Dios, cuestionaba la maternidad y virginidad de María, la madre de Jesucristo, éste último podía ser hijo de algún hombre ya que las mujeres no paren siendo virgen etc". Mientras discutía y pronunciaba tales afirmaciones, se recogían testimonios que se anotaban y se informaba al "Santo" Oficio. Algunos amigos y abogados de Menocchio, ante la sospecha que él tenía de que se estaba preparando algo en su contra, le aconsejaron presentarse espontáneamente ante el "Santo" Oficio y contestar todas las preguntas que éste le hiciese, o declarar que las afirmaciones que hacía y discusiones que mantenía, no las creía ni pensaba de esa manera.
En 1584, el molinero fue arrestado, ante instrucción sumarial, por el propio inquisidor, donde sufrió su primer interrogatorio, en él reconoció que había mantenido discusiones acerca de temas considerados sagrados para la iglesia, pero afirmaba no haber obligado a que las creyeran. El Vicario tenía la duda de que si Menocchio hablaba en serio y si estaba mentalmente sano, lo cual comprobó que afirmativamente estaba sano y hablaba en serio, descartando el rumor de locura esparcido por uno de sus hijos para salvarlo de la inquisición. Finalmente el molinero fue puesto en prisión, ante distintos interrogatorios y con ayuda de sus hijos y algunos amigos para que éste declarara a favor del "Santo" oficio, Menocchio seguía manteniendo su postura y fue transferido a un interrogatorio con la presencia de autoridades municipales, de esta forma, intervenían otras autoridades que no fuesen las eclesiásticas.
En los siguientes interrogatorios, Menocchio denunciaba la opresión que ejercían los ricos sobre los pobres. Es donde encuentro una relación directa con el plateo del paradigma Marxista que surgiera dos siglos posteriores, tal paradigma asegura y demuestra la existencia de dos clases sociales, la burguesía y el proletariado, la primera poseía los medios masivos de producción y explotaba u oprimía a la segunda, ya que ésta sólo poseía su fuerza de trabajo para poder comercializar, es lo que también se reconoce como la alienación o enajenación de la producción social del trabajo. Además, el molinero, hablando en latín, declaraba que el uso de ésta lengua era un desacato a los pobres, ya que en los litigios los hombres pobres no entienden lo que se dicen y se ven aplastados por aquellos que pueden hablar y entender latín. Observo nuevamente la intención de Ginzburg, anclado en el marxismo, como rescatar y sacar a la luz la situación de las clases subalternas al poder. Menocchio declaró que existía abuso de poder en donde la iglesia era cómplice de tal situación. Opinaba que no se debía reconocer ni jerarquía ni religión, ya que como les respondió Jesucristo a los Judíos sobre la pregunta ¿a quién tenían que amar? diciéndoles que solamente debían amar a Dios. Sostenía que cuando nacemos todos estamos bautizados, ya que éste último es sólo una invención de los sacerdotes. Sobre el matrimonio opinaba que no lo había hecho Dios, por el contrario, era una invención de los hombres, sólo basta con que el hombre y la mujer se den fe.
Es en cuanto a la crítica a la religión de los hombres y el matrimonio un enlace con el paradigma marxista, ya que Marx opinaba que la religión era el "opio de los pueblos" y el matrimonio es una institución burguesa para preservar e incrementar las propiedades, poder y bienes materiales.
Sobre los evangelios, el molinero pensaba y discutía que en parte eran verdad y en parte mentira, ya que hasta los propios evangelistas se contradecían como se puede ver en algunos pasajes donde uno afirma una cosa y otro otra totalmente distinta. Fue confirmado y anotado durante el proceso que Menocchio le había dicho a sus paisanos que las sagradas escrituras habían sido recuperadas para engañar a los hombres. Cuestionaba la veneración hacia las reliquias e imágenes que se encontraban en las iglesias, los santos eran hombres de bien, con buena conducta y buenas obras, es por lo que Dios los había convertido en santos. Declaró que Cristo solamente había sido un hombre común y corriente, y que todos los hombres son hijos de Dios. La mayoría de estas declaraciones las hizo durante un único y largísimo interrogatorio. Del que Ginzburg, consultando con documentos en los archivos, extrajo importantes y relevantes informaciones sobre lo que pensaba y obraba un hombre simple, sin poder, perteneciente a las clases subalternas, pero que sabía leer y escribir, es decir, que poseía una importante cultura y preparación intelectual para la época.
Ginzburg afirma que la localidad de Friuli, sobre mediados del siglo XVI, era una sociedad con características arcaicas muy marcadas. En donde las grandes familias de la nobleza feudal mantenían un peso preponderante en la región. Aun existían instituciones como la servidumbre llamada de mesnada se habían mantenido hasta cien años atrás, mucho más tiempo que en las regiones circundantes.
Pero también en la localidad de Friuli, sobrevivían algunos grupos denominados anabaptistas, estaban compuestos por hombres de oficios como artesanos, curtidor y tejedor de lanas, los que se juntaban a leer las escrituras y hablar de la renovación de la vida, de la pureza del Evangelio y de la absolución de los pecados. Ginzburg supone que Menocchio puede haber pertenecido a éste grupo perseguido, o al menos, prohibido por el "Santo" Oficio. Puedo destacar como, a pesar de la opresión de la iglesia, era posible que grupos de personas letradas se atrevieran a desafiar las normas sociales y religiosas impuestas por la iglesia. Además de poder explorar sobre la realidad y vida social de Menocchio a través de la interpretación de los documentos escritos que hiciera Ginzburg, también aparecieron, en los documentos que delatan el juicio, el nombre de un personaje que tiempo después se hiciera conocido por todos nosotros, fue un tal Martín Lutero, que, según los documentos, no apreciaba mucho a los sacerdotes.
El autor de la presente obra, destaca lo extraordinario de Menocchio al mantener una postura crítica hacia el poder de la iglesia durante, según calcula Ginzburg, treinta años y seguirla sosteniendo a lo largo de todo el interrogatorio y juicio, esto es posible por una energía moral e intelectual muy importante. Cuando interrogaban a Menocchio, se podía analizar el raciocinio con el que él declaraba, al no esperar milagros ni revelaciones divinas. Cuando mandan a requisar la casa de Menocchio, para investigar que libros leía y hacer esas escandalosas afirmaciones, el autor de El Queso y los Gusanos, sospecha que no se encontraron libros prohibidos ni comprometedores, ya que no se encontró en archivo alguno ningún inventario que diera cuenta de la bibliografía prohibida. Este descubrimiento, podría decir de la vida privada del molinero, da cuanta de que seguramente en sus tiempos libres, la lectura era muy importante para él. Posteriormente se reconocen algunos libros que se encontraron en la vivienda, pero no son usados en contra de Menocchio ya que uno de ellos era la Biblia escrita en lengua vulgar, además de otros títulos de lectura permitida. En este punto, no deja de sorprenderle a Ginzburg que en una pequeña aldea se leyera tanto como lo hacía el molinero, también se registra el largo diálogo que mantuviera Menocchio con el sumo Sacerdote del "Santo" Oficio, al discutir e intercambiar ideas con éste último sobre distintos pasajes de las escrituras bíblicas.
Pasaron seis largos interrogatorios a Menocchio, y en el sexto, el molinero sostiene ante el inquisidor que él deseaba un mundo nuevo y otro modo de vivir, decía que la iglesia no andaba bien y que se debía hacer algo para que no hubiera tanta pompa.
Los interrogatorios terminaron el 12 de Mayo. Se volvió a encarcelar al molinero de Friuli, el 17 de Mayo rechazó al abogado que le habían asignado y envió a sus jueces una larga misiva en la que pedía perdón por sus errores pasados, que era la carta que sus hijos le habían pedido inútilmente tres meses antes. Por la caligrafía de la carta, Ginzburg puede inferir que no se trataba de la escritura de alguien que había recibido estudios superiores, por lo que no era ágil con la pluma ni se acoplaba a los trazos y letras usadas en la época. El mismo día en que Menocchio envía su carta, se reúnen los jueces para emitir la sentencia. En donde, por unanimidad, declaran al molinero hereje, los jueces argumentaban que Menocchio había hablado cosas heréticas y, de éste modo, se había pronunciado en contra de la iglesia católica. El molinero fue condenado a abjurar públicamente todas las herejías sostenidas, a cumplir diversas penitencias "saludables", a llevar de por vida un hábito con una cruz en signo de penitencia y a pasar en la cárcel el resto de su vida. Durante dos años estuvo encerrado en la cárcel de Concordia, donde Menocchio pide una misericordia, la que fue negada por el inquisidor, Ginzburg describe prolijamente el contenido de esas líneas. Al recibir y leer la carta, el obispo de Concordia y el inquisidor de Friuli vieron signos de una auténtica conversión, conmutando la sentencia y enviándolo a vivir en su comunidad natal de la que no le era permitido salir. Posteriormente fue elegido nuevamente camarero (administrador de la iglesia).
Cuando en 1593 el obispo de Concordia pasó por Montereale, pidió examinar la cuenta de los camareros de los últimos siete años, resultando que entre los deudores se encontraba también Menocchio, lo que era una situación frecuente y el obispo no había advertido que el molinero era aquel hombre juzgado nueve años atrás. Aquel mismo año Menocchio, junto a uno de sus hijos, había adquirido un nuevo molino, de lo que Ginzburg da cuenta que el molinero se encontraba en una buena posición económica. Pero un tiempo después, Menocchio debió enfrentarse a problemas económicos al morir el hijo que lo mantenía. Por lo que tuvo que vivir de otros oficios tales como maestro de escuela, guitarrista de fiestas, lo que no le estaba permitido por sentencia, ya que eran oficios prohibidos para un condenado, porque se entendía que tenia contacto social y era difícil de controlar por el inquisidor. Situación que llevó a que el "Santo" Oficio se ocupara nuevamente de él. Dos años después se lo detiene nuevamente y se cree que seguía teniendo la misma opinión que lo llevara a la cárcel. En 1599 Menocchio fue arrestado y encarcelado y el 12 de julio compadece ante el inquisidor. Habían transcurrido más de quince años desde la primera vez que Menocchio fue interrogado por el Santo Oficio. De los cuales, también tres años de cárcel. Menocchio era ahora un viejo: delgado, cabello blanco, barba gris tirando a blanca, vestido como siempre de molinero, ropas y gorro color gris claro. Tenía 67 años. Finalmente, en 1599, después de muchas acusaciones el molinero Menocchio fue condenado a morir, él y su alma, en la hoguera.
Es lo que Carlo Ginzburg rescata con la presente obra, lo que se sabe de Menocchio, lo que se puede inferir sobre su vida, obra, trabajos, lecturas, forma de pensar, vestir, etc. Pero de tantos otros que no se sabe y que, seguramente, se pierde importante información. Además aporta valiosa información sobre los lugares en donde se desarrolla la vida del protagonista, que es el molinero, brindando descripciones sociológicas acerca de sus amigos, vecinos, hijos, es decir, su entorno social. Se puede inferir sobre la coyuntura de la época, y los cambios en la vida laboral y personal de Menocchio. Lo que más me impresionó al respecto, es la valentía y, si se quiere, osadía del personaje para decir lo que pensaba, sumado a la inquietud intelectual para leer e investigar en las escrituras sagradas (y también otros textos) pero de una manera crítica, haciendo y haciéndose preguntas.
El autor Julio Albarez Ponce, al referirse a la obra El queso y los gusanos, sostiene que Carlo Ginzburg se vale de la presentación de una investigación judicial, concebida también como una investigación de corte policial.
Pero también, la crítica de Justo Serna y Anaclet Pons, al opinar de la obra de Ginzburg, la describen como una narración que atrae, seduce, la impresión que extrae el lector es que el narrador le conduce hasta allí, a aquel lugar inaccesible temporal y espacialmente. Hay dramatismo, hay escenificación, hay actuación y hay observación. Y hay además, conjeturas razonables y aventuradas, interpretaciones e intromisiones autoriales que detienen el relato y que dan la medida de una imaginación y de una intuición audaces. Lo consideran como un investigador que conforme narra, añade también las conexiones que dan sentido a las huellas inconexas con las que tropezó en principio. Supongo que se corre el riesgo de "pasarse" de subjetividad, que tantos problemas nos acarrean a los que hacemos ciencias sociales.
El mismo Carlo Ginzburg, sostiene que el retraso de la información, investigación y documentación en microhistoria, se debe a la persistencia difusa de una concepción aristocrática de la cultura. Muchas veces ideas o creencias originales se consideran por definición producto de las clases superiores, y su difusión entre las clases subalternas como un hecho mecánico de escaso o nulo interés. Los historiadores no pueden entablar un diálogo con los campesinos del siglo XVI. Por lo que tienen que acudir a las fuentes escritas y eventualmente algunos hallazgos arqueológicos, pero estos escritos y hallazgos se encuentran relacionados con individuos vinculados a la cultura dominante. Lo que significa que las ideas, creencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado llegan, "cuando llegan", al historiador a través de filtros intermedios y deformantes. Los términos de estos problemas cambian si nos proponemos estudiar no la cultura producida por las clases populares, sino la cultura impuesta a las clases populares.
La narración del autor de El Queso y los Gusanos, no es lineal y a veces se ve perjudicada por el propio esfuerzo de Ginzburg en ser original. Quizás el capítulo que más se ajusta a los estudios sociológicos es el séptimo. Una sociedad arcaica, ya que presenta de manera convencional el contexto espacio-temporal, social y político del Friuli de la época.
Por último, destaco el importante rol "liberalizador" de la alfabetización (teniendo en cuenta de que Menocchio pertenecía a las clases subalternas), algo muy acorde con las raíces marxistas de Ginzburg.
Conclusión
Como palabras que pretenden concluir y cumplir con las inquietudes planteadas al momento de realizar el presente trabajo, sostengo que la microhistoria tiene como premisa la reducción de la escala de su objeto de estudio, tratándose de un análisis microscópico y de un estudio intensivo del material documental, relevándose factores no observados u ocultos de la historia mundial o nacional.
Con el surgimiento de la microhistoria italiana, sobre mediados del siglo XX, en un contexto de crisis política, social y cultural. Se plantea una relación entre los niveles micro y macro de análisis de un objeto de estudio. Para la microhistoria italiana, las situaciones locales y las situaciones personales no son más que el reflejo del nivel macro, es por lo que esas situaciones sólo pueden ser utilizadas por lo que ellas poseen de general o como ejemplos. La consideración de la pequeña escala (micro), es útil y se propone como un modo de captar el funcionamiento real de mecanismos que, en el nivel macro, dejan demasiadas cosas sin explicar. Es el descubrimiento de nuevas fuentes que permanecieron durante mucho tiempo descuidadas, que van desde la cultura oral hasta la fotografía, desde las cartas privadas hasta los procesos criminales, proponen una investigación que no se acople al rígido funcionamiento de normas, sino más bien, a los procesos concretos de adaptación de las normas a los funcionamientos reales.
Para poder investigar lo micro, y con el problema de la documentación, es que se hace necesario acudir al paradigma indiciario, donde se plantea orientar la percepción hacia lo menos evidente, se basa en la interpretación de la huellas que deja una presa y que el cazador les otorga significado. Lo mismo ocurre con las huellas que deja un personaje y el investigador, buscando en los documentos, trata de encontrar los indicios que den cuanta de la vida del personaje en cuestión.
La microhistoria italiana, en este caso la de Ginzburg, tiene su base en la izquierda italiana y, en un aspecto, existe una relación con el paradigma marxista, si consideramos el planteo de "clases" que realiza Marx con el de cultura de clases subalternas y cultura de elite planteada por el italiano Carlo Ginzburg.
Para finalizar, es por demás interesante la historia del molinero escrita en "El Queso y los Gusanos". Allí Ginzburg, muestra su particular microhistoria teniendo en cuenta los aspectos culturales del personaje y su entorno. Destaco fundamentalmente la narración hecha prolijamente por Ginzburg acerca de la sociedad de Friuli, poblado al que pertenecía Menocchio, el rol del "Santo" Oficio, su relación con la historia mundial, la importancia de la educación y curiosidad por la lectura del molinero, la valentía para permitirse hacer y hacerse preguntas y optar por mantener una opinión crítica basada en sus conocimientos. Es lo que genera la narración propuesta por Ginzburg, el hecho de poder entender con más claridad los aspectos macro de la historia del siglo XVI, principalmente en Europa, a través de la interpretación y búsqueda de indicios en documentos que dan cuenta de la forma de pensar, vestir y actuar de un personaje olvidado por la historia global.
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"Otra Forma de Hacer Historia. Evolución de la Microhistoria". En: www.mailxmail.com
Autor:
Lic. Prof. Marcelo Leonardo Tardy
Licenciado y Profesor en Sociología. Estudiante de la Maestría en Historia UNSJ. FFHA.
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