I
Durante la década de 60, y antes de licenciarse, James Petras (1937) fue militante de los derechos humanos y líder estudiantil en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. Se doctoró en Filosofía en la Universidad de California. Desde 1960 a 1973 enseñó y dirigió investigaciones en algunos países latinoamericanos, especialmente en Chile, donde colaboró con el gobierno de Salvador Allende. Luego del golpe de Estado de Augusto Pinochet, Petras fue miembro del Tribunal Russel sobre la represión en América Latina, junto a Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
En las décadas del 70 y 80 participó activamente en el movimiento de derechos humanos que combatió las torturas y desapariciones provocadas por las dictaduras latinoamericanas, y escribió para renombrados periódicos de izquierda: Le Monde Diplomatique, New Left Review, Monthly Review. Entre 1982 y 1984 fue director del Instituto de Estudios Mediterráneos de Atenas. Petras también enseñó en la Universidad de Pennsylvania y fue director del Proyecto de Estudio del Desarrollo Latinoamericano en el Instituto de Administración Pública de la misma universidad.
Entre los temas de toda su producción intelectual, especializada en la problemática latinoamericana, se destacan sus reflexiones sobre el conflicto entre clases sociales, el imperialismo, el Estado, la revolución, la transición a la democracia, y otros. En la actualidad tres temas son los que ocupan su atención: las rivalidades entre las distintas potencias imperialistas (Estados Unidos, Japón y Europa), el repliegue de los intelectuales críticos durante la década del 80, y las contradicciones del socialismo de mercado.
Sin embargo, Petras vincula mucho estos temas al fenómeno del imperialismo. El autor define al "estado imperial" (identificado sobre todo con Estados Unidos) como el "que impone nuevas reglas que moldean el comportamiento de los demás Estados". Ahora bien este "estado imperial" responde a las demandas y los intereses de sus capitalistas que tratan de desplazar el capital hacia el exterior a fin de realizar actividades lucrativas a nivel mundial. En su libro, Globaloney, afirma que "de las 500 empresas más grandes del mundo, vehículos de circulación de capitales como instrumento de la globalización, el 49% son norteamericanas, el 37% son europeas y el 10% son japonesas". En este sentido, el término "globalización" vendría a ser un sustituto de "imperialismo": "el concepto de globalización entró en la jerga periodística para describir el fenómeno de expansión de capitales y de empresas norteamericanas, europeas y japonesas conquistando espacios económicos"
Este análisis está profundamente vinculado con un problema muy actual para los países latinoamericanos: las políticas de ajuste estructural que se vienen aplicando por recomendación de los organismos de crédito internacional (FMI y Banco Mundial)
Según el autor, las políticas del FMI, aunque aparentaran tratar con problemas específicos, técnicos de la balanza de pagos de cada país, buscaban remodelar la economía global centrándose en el cambio del papel del Estado en la economía y la expansión de las relaciones de mercado.
Petras es terminante a la hora de analizar las consecuencias de la aplicación de esas políticas: "Las elites locales e internacionales se han beneficiado mucho del ajuste estructural. Las deudas privadas las ha asumido el Estado, los bancos acreedores han recibido miles de millones, las organizaciones de las clases trabajadoras han sido aplastadas o dramáticamente debilitadas mediante la represión y las consecuencias económicas del ajuste. El ajuste estructural sería una forma de lucha de clases con otro nombre, organizando un cambio drástico en términos de poder de clases en beneficio de los ricos y privilegiados".
Dentro de este contexto globalizador nos apoyamos en Petras y otros autores para hacer algunas reflexiones del auge y poderío de la China moderna hasta convertirse en la segunda mayor economía mundial lo que fue posible solo a través de los éxitos de la revolución comunista china de mediados del siglo XX. El Ejército Rojo de Liberación Popular derrotó primero al invasor ejército imperialista japonés y después al ejército nacionalista del Kuomintang, al que apoyaba el imperialismo estadounidense. Esto permitió reunificar China como estado soberano independiente. El gobierno comunista abolió los privilegios extraterritoriales de los imperialistas occidentales, puso fin a los feudos territoriales de los señores de la guerra y gánsteres regionales y expulsó a los millonarios propietarios de burdeles, a los traficantes de mujeres y drogas así como a otros "proveedores de servicios" al Imperio Europeo-Estadounidense.
La revolución comunista forjó el moderno estado chino en todos los sentidos. Los nuevos dirigentes procedieron entonces a reconstruir una economía arrasada por las guerras imperiales y saqueada por los capitalistas japoneses y occidentales. Después de 150 años de infamia y humillación, el pueblo chino recuperó su orgullo y dignidad nacionales. Los elementos socio-psicológicos eran esenciales para motivar a los chinos en la defensa de su país ante los ataques, sabotajes, boicots y bloqueos orquestados por EEUU inmediatamente después de su liberación.
II
A diferencia de lo que dicen los economistas neoliberales chinos y occidentales, el crecimiento dinámico de China no empezó en 1980. Empezó en 1950, cuando la reforma agraria proporcionó tierra, infraestructuras, créditos y asistencia técnica a cientos de millones de campesinos destituidos y trabajadores rurales sin tierras. Mediante lo que ahora se llama "capital humano" y una movilización social gigantesca, los comunistas construyeron carreteras, aeropuertos, puentes, canales y vías férreas así como industrias básicas, como la del carbón, hierro y acero, para formar la columna vertebral de la economía moderna china. Los inmensos sistemas sanitario y educativo gratuitos de la China comunista crearon una fuerza de trabajo saludable, educada y motivada. Su ejército, altamente profesional, impidió que EEUU extendiera su imperio militar a través de la península de Corea hasta las fronteras territoriales chinas. Al igual que los académicos y propagandistas occidentales del pasado fabricaron una historia acerca de un imperio "estancado y decadente" para justificar sus destructivas conquistas, de la misma forma sus homólogos modernos han vuelto a escribir los primeros treinta años de la historia comunista china, negando el papel de la revolución en el desarrollo de todos los elementos esenciales para un estado, una sociedad y una economía modernas. Está claro que el rápido crecimiento económico de China se basó en el desarrollo de su mercado interno, en el rápido crecimiento de su equipo de científicos, técnicos y trabajadores bien formados y en la red de seguridad social que protegió y promovió la movilidad de la clase trabajadora y campesinado, todo ello producto de la planificación e inversiones chinas.
El auge de China como potencial global empezó en 1949 con la eliminación de las parásitas clases financieras, compradoras y especulativas que habían servido de intermediarias para los imperialistas europeos, japoneses y estadounidenses que despojaron a China de sus grandes riquezas.
A principios de 1980, el gobierno chino inició un cambio drástico en su estrategia económica: Durante las tres décadas siguientes, abrió el país a la inversión exterior a gran escala; privatizó miles de industrias y puso en marcha un proceso de concentración de la renta basado en una deliberada estrategia de recrear una clase económica dominante de multimillonarios vinculados a capitalistas extranjeros. La clase política gobernante china abrazó la idea de "prestar" conocimientos técnicos y el acceso a los mercados de ultramar de firmas extranjeras a cambio de proporcionar abundante mano de obra barata al coste más bajo. El estado chino desvió subvenciones públicas masivas a promover un alto crecimiento capitalista desmantelando su sistema nacional de educación y sanidad públicas gratuitas. Acabaron con la vivienda pública subvencionada para cientos de millones de campesinos y trabajadores de fábricas urbanas y proporcionaron financiación a los especuladores inmobiliarios para la construcción de apartamentos privados de lujo y rascacielos de oficinas. La nueva estrategia capitalista de China, así como su crecimiento de dos dígitos, se basaron en los profundos cambios estructurales y en las masivas inversiones públicas del anterior gobierno comunista. El despegue del sector privado de China se llevó a cabo en base a los inmensos desembolsos públicos hechos a partir de 1949.
La nueva clase capitalista triunfante y sus colaboradores occidentales reclamaron todo el crédito posible para este "milagro económico" mientras China se convertía en la segunda mayor economía mundial. Estas nuevas elites chinas han estado menos dispuestas a anunciar el estatus de primera categoría de China a partir de las brutales desigualdades de clase, rivalizando solo con EEUU.
El sostenido crecimiento chino en el sector manufacturero fue consecuencia de inversiones públicas altamente concentradas, altos beneficios, innovaciones tecnológicas y un mercado interno protegido. Aunque el capital extranjero obtuvo beneficios, fue siempre dentro del marco de las prioridades y reglamentaciones estatales chinas. La dinámica del régimen de la "estrategia de exportación" ha creado inmensos excedentes comerciales, que finalmente han hecho de China uno de los mayores acreedores del mundo, especialmente de deuda estadounidense. Para mantener sus dinámicas industrias, China ha necesitado de entradas inmensas de materias primas, lo que ha motivado inversiones exteriores a gran escala y acuerdos comerciales con países exportadores de agro-minerales en África y Latinoamérica. En 2010, China desplazó a EEUU y Europa como principal socio comercial de muchos países de Asia, África y Latinoamérica.
El ascenso de la China moderna a potencia económica mundial, como su predecesora entre 1100 y 1800, se ha basado en su gigantesca capacidad productiva: el comercio y la inversión se han regido por una política de estricta no interferencia en las relaciones internas de sus socios comerciales. A diferencia de EEUU, China no inició guerras brutales por el petróleo; en cambio firmó contratos lucrativos. Y China no combatió guerras en interés de los chinos de ultramar, como EEUU ha hecho en Oriente Medio a favor de Israel.
El aparente desequilibrio entre el poder económico y militar de China contrasta de forma aguda con EEUU, donde un imperio militar inflado y parasitario continúa socavando su propia presencia económica global.
III
El gasto militar de EEUU es doce veces el de China. Cada vez más, el ejército de EEUU juega un papel clave a la hora de moldear la política en Washington mientras trata de debilitar el ascenso de China a potencia global.
China ha estado creciendo a un 9% por año y sus productos y servicios están aumentando rápidamente en calidad y valor. En cambio, EEUU y Europa llevan revolcándose en un crecimiento 0% desde 2007 a 2012. El innovador establishment tecno-científico chino asimila rutinariamente los inventos más recientes de Occidente (y Japón) mejorándolos, rebajando por tanto los costes de producción. China ha sustituido a las "instituciones financieras internacionales" controladas por EEUU y Europa (el FMI, el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano) como principal prestamista en Latinoamérica. China continúa estando a la cabeza como principal inversor en los recursos mineros y energéticos de África. China ha sustituido a EEUU como principal mercado para el petróleo iraní, sudanés y saudí y pronto sustituirá a EEUU como principal mercado para los productos petrolíferos venezolanos. En la actualidad, China es el mayor exportador y fabricante de manufacturas del mundo, dominando incluso el mercado estadounidense, mientras juega el papel de salvavidas financiero al poseer alrededor de 1.300 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense.
Bajo las crecientes presiones de sus trabajadores y campesinos, los gobernantes chinos han estado desarrollando el mercado interno aumentando los salarios y el gasto social para reequilibrar la economía y evitar el espectro de la inestabilidad social. En cambio, los salarios y servicios públicos vitales de EEUU han disminuido de forma aguda en términos absolutos y relativos.
Teniendo en cuenta las tendencias históricas actuales, está claro que China sustituirá a EEUU como principal potencia económica mundial en la próxima década si el imperio estadounidense no contraataca y si las profundas desigualdades de clase chinas no provocan importantes agitaciones sociales.
El ascenso de la China moderna a potencia global enfrenta serios desafíos. A diferencia del histórico ascenso chino a nivel mundial del pasado, el poder económico global moderno chino no va acompañado de ninguna empresa imperialista. China ha quedado seriamente rezagada detrás de EEUU y Europa en cuanto a la capacidad agresiva de hacer la guerra. Quizá esto ha permitido a China dirigir recursos públicos a maximizar el crecimiento económico, pero ha dejado a China en situación vulnerable ante la superioridad militar estadounidense frente a su arsenal masivo, su red de bases de avanzada y sus posiciones geomilitares y estratégicas justo frente a la costa china y en los territorios colindantes.
En el siglo XIX, el imperialismo británico echó abajo la posición global china con su superioridad militar, apropiándose de los puertos chinos, debido a la confianza de China en su "superioridad mercantil".
La conquista de la India, Birmania y la mayor parte de Asia permitió a los británicos establecer bases coloniales y reclutar ejércitos mercenarios locales. Los británicos y sus mercenarios aliados cercaron y aislaron a China, preparando el camino para perturbar los mercados chinos e imponer condiciones brutales a su comercio. La presencia armada del Imperio británico dictó lo que China tenía que importar (con el opio alcanzando el 50% de las exportaciones británicas en la década que se inició en 1850) mientras socavaban las ventajas competitivas de China a través de políticas arancelarias.
Hoy en día, EEUU está siguiendo políticas parecidas: La flota naval estadounidense patrulla y controla las rutas marítimas comerciales chinas y los recursos petroleros extraterritoriales a través de sus bases en el exterior. La Casa Blanca de Obama está en proceso de desarrollar una respuesta militar rápida que implicará a sus bases en Australia, Filipinas y otros lugares de Asia. EEUU está intensificando sus esfuerzos para socavar el acceso exterior de China a los recursos estratégicos mientras se dedica a apoyar "bases" de separatistas e "insurgentes" en el oeste de China, Tíbet, Sudán, Birmania, Irán, Libia, Siria y otros lugares. Los acuerdos militares de EEUU con la India y la instalación de un régimen-títere acomodaticio en Pakistán han hecho avanzar su estrategia de aislar a China. Aunque China mantiene su política de "desarrollo armonioso" y "no interferencia en los asuntos internos de otros países", se ha hecho a un lado cuando el imperialismo bélico europeo y estadounidense ha atacado a alguno de los socios comerciales de China con el objetivo fundamental de invertir la pacífica expansión comercial de China. La carencia de una estrategia ideológica y política de China capaz de proteger sus intereses económicos en el exterior ha sido una invitación para que EEUU y la OTAN establecieran regímenes hostiles a China. El ejemplo más destacado es Libia, donde EEUU y la OTAN intervinieron para derrocar a un gobierno independiente dirigido por el presidente Gadafi, con quien China había firmado acuerdos comerciales e inversiones por valor multimillonario. Los bombardeos de ciudades, puertos e instalaciones petrolíferas por la OTAN obligaron a los chinos a retirar a 35.000 trabajadores de la construcción e ingenieros del petróleo chinos en cuestión de días. Lo mismo sucedió en Sudán, donde China había invertido miles de millones para desarrollar su industria petrolera. EEUU, Israel y Europa armaron a los rebeldes de Sudán del Sur para interrumpir el flujo de petróleo y atacar a los trabajadores chinos en el sector.
En ambos casos, China permitió pasivamente que los imperialistas estadounidenses y europeos atacaran a sus socios comerciales y frenaran sus inversiones.
IV
Bajo Mao Tse Tung, China tuvo una política activa de contención de la agresión imperial: Apoyaba a movimientos revolucionarios y a gobiernos del Tercer Mundo. En la actualidad, la China capitalista no tiene una política activa para apoyar gobiernos o movimientos capaces de proteger el comercio bilateral y los acuerdos de inversión de China. La política exterior de China está moldeada por grandes intereses comerciales, financieros y manufactureros que confían en el "aspecto económico competitivo" para conseguir cuotas de mercado y no entienden de bases militares y de seguridad del poder económico global. La clase política china está profundamente influida por una nueva clase de multimillonarios con fuertes vínculos con los fondos de capital occidentales que han absorbido sin reparo los valores culturales occidentales. Esto queda ilustrado por su preferencia a enviar a sus propios hijos a las universidades de elite en EEUU y en Europa. Tratan de "acomodarse a Occidente" a cualquier precio. Esta falta de comprensión estratégica de la construcción del imperio militar les ha llevado a responder de forma ineficaz y ad hoc a cada acción imperialista que ha socavado su acceso a recursos y mercados.
Aunque la visión de China del "negocio primero" pudo haber funcionado cuando era un actor menor en la economía mundial y los constructores del imperio estadounidense veían la "apertura al capitalismo" como un oportunidad de hacerse fácilmente con las empresas públicas de China y saquear su economía, sin embargo, cuando China (a diferencia de la ex URSS) decidió retener los controles de capital y desarrollar una "política industrial" cuidadosamente calibrada, y bajo control estatal, dirigiendo el capital occidental y la transferencia de tecnología a las empresas estatales, que penetraron eficazmente en los mercados internos y exteriores de EEUU, Washington empezó a quejarse y a hablar de represalias.
Los inmensos excedentes comerciales de China con EEUU provocaron una respuesta dual de Washington: Vendió cantidades masivas de bonos del Tesoro estadounidense a los chinos y empezó a desarrollar una estrategia global para bloquear el avance chino. Como EEUU carecía de apalancamiento económico para revertir su decadencia, confió solo en su "ventaja comparativa": su superioridad militar basada en un amplio sistema mundial de bases de ataque, una red de regímenes-clientes en el exterior, apoderados militares, ONG, intelectuales y mercenarios armados. Washington se volvió hacia su inmenso, secreto y clandestino aparato de seguridad para debilitar a los socios comerciales de China. Washington depende desde hace mucho tiempo de sus lazos con gobernantes corruptos, disidentes, periodistas y magnates de los medios para proporcionar la cobertura más poderosa propagandística mientras avanza en su ofensiva militar contra los intereses de China en el exterior.
China no tiene nada para competir con el "aparato de seguridad" de EEUU debido a que practica una política de "no interferencia". Dado el avanzado estado de la ofensiva imperial occidental, China ha adoptado tan solo unas cuantas iniciativas diplomáticas, tales como financiar algunas cadenas de medios en lengua inglesa para presentar sus puntos de vista, utilizando su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para oponerse a los esfuerzos de EEUU para derrocar el régimen de Asad en Siria y oponerse a la imposición de sanciones drásticas contra Irán. Repudió severamente el vitriólico cuestionamiento de la exsecretaria de estado de EEUU Hillary Clinton acerca de la "legitimidad" del estado chino cuando votó contra la resolución de EEUU y la ONU preparando un ataque contra Siria.
Los estrategas militares chinos son más conscientes de la situación y se sienten alarmados ante la creciente amenaza militar hacia China. Han pedido, y se les ha aceptado, un 19% de incremento anual en el gasto militar para los próximos cinco años (2011-2015). Incluso con este incremento, los gastos militares de China serán menos de la quinta parte del presupuesto militar estadounidense y China no tiene ninguna base en el exterior en marcado contraste con las más de 750 instalaciones de EEUU por todo el mundo. Las operaciones de inteligencia chinas en el exterior son mínimas e ineficaces. Sus embajadas se ocupan de estrechos intereses comerciales y no entendieron en absoluto la brutal política de la OTAN para cambiar el régimen en Libia y no informaron a Pekín de su importancia para el estado chino.
Existen otras dos debilidades estructurales que socavan el ascenso de China como potencia mundial. Esto incluye a la muy "occidentalizada" inteligencia, que se ha tragado sin sentido crítico la doctrina económica estadounidense sobre el libre mercado mientras pasan por alto su militarizada economía. Esos intelectuales chinos repiten como papagayos la propaganda de EEUU acerca de las "virtudes democráticas" de las multimillonarias campañas presidenciales a la vez que apoyan la desregulación financiera que habría llevado a Wall Street a apoderarse de los bancos y ahorros chinos. Muchos asesores empresariales y académicos chinos se han educado en EEUU y están influenciados por sus lazos con los académicos estadounidenses y las instituciones financieras internacionales directamente vinculadas con Wall Street y la City londinense. Han prosperado como asesores bien remunerados que logran puestos prestigiosos en las instituciones chinas. Identifican la "liberalización de los mercados financieros" con las "economías avanzadas" capaces de profundizar los lazos con los mercados globales en lugar de ser una fuente importante de la actual crisis financiera global. Estos "intelectuales occidentalizados" son como sus homólogos los compradores del siglo XIX, que subestimaron y rechazaron las consecuencias a largo plazo de la penetración imperial occidental. Son incapaces de comprender cómo la desreglamentación financiera en EEUU fue lo que precipitó la actual crisis y cómo la desregulación va a llevar a que Occidente se apodere del sistema financiero chino, cuyas consecuencias redistribuirían los ahorros internos chinos en actividades no productivas (especulación inmobiliaria), precipitarían la crisis financiera y, en último término, socavarían la importante posición global de China.
Esos yuppies chinos imitan lo peor de los estilos de vida consumistas de Occidente, y sus puntos de vista políticos están influidos por esos estilos de vida e identidades occidentalizadas que excluyen cualquier sentido de solidaridad con su propia clase trabajadora.
V
Hay una base económica para los sentimientos pro-occidentales de los neocompradores chinos. Han transferido miles de millones de dólares a cuentas en bancos extranjeros, han comprado casas y apartamentos de lujo en Londres, Toronto, Los Ángeles, Manhattan, París, Hong Kong y Singapur. Solo tienen un pie en China (la fuente de su riqueza) y el otro en Occidente (donde consumen y esconden su riqueza).
Los compradores occidentalizados están profundamente empotrados en el sistema económico de China al tener vínculos familiares con los dirigentes políticos en el aparato del partido y el estado. Sus conexiones son más débiles en el ejército y en los crecientes movimientos sociales, aunque algunos estudiantes "disidentes" y activistas académicos de los "movimientos pro democracia" cuentan con el apoyo de las ONG imperiales de Occidente. En la medida en que los compradores van ganando influencia, van debilitando las fuertes instituciones estatales económicas que han dirigido el ascenso chino a potencia global, al igual que hicieron en el siglo XIX actuando como intermediarios para el Imperio británico. Proclamando el "liberalismo" del siglo XIX, 50 millones de chinos se volvieron adictos al opio en menos de una década. Proclamando la "democracia y los derechos humanos", las cañoneras estadounidenses patrullan ahora frente a las costas de China. El ascenso de China, dirigido por las elites, a potencia económica global ha engendrado desigualdades monumentales entre unos miles de nuevos multimillonarios y millonarios en lo alto de la pirámide y cientos de millones de empobrecidos trabajadores, campesinos y emigrantes en la base.
La rápida acumulación de riqueza y capital de China ha sido posible a través de una intensa explotación de sus trabajadores a los que se despojó de sus anteriores redes de seguridad social y condiciones reguladas de trabajo que el comunismo garantizaba. Millones de hogares chinos han quedado desposeídos a fin de promover a los promotores/especuladores inmobiliarios que se han dedicado después a construir oficinas de alto nivel y apartamentos de lujo para las elites internas y extranjeras. Esos rasgos brutales de ascendente capitalismo chino han creado una fusión entre la lucha de las masas por un lugar de trabajo y por un espacio para vivir que es mayor cada año. El eslogan de los promotores/especuladores de "hacerse rico es maravilloso" ha perdido su capacidad de engañar a la gente. En 2011, había alrededor de 200.000 fábricas costeras urbanas que englobaban pueblos rurales. El próximo paso, que seguro se producirá, será la unificación de estas luchas en nuevos movimientos sociales nacionales con una agenda de clase exigiendo la restauración de los servicios educativos y sanitarios disfrutados bajo la era comunista así como una mayor porción de la riqueza de China. Las actuales demandas de mayores salarios pueden convertirse en demandas de mayor democracia en el lugar del trabajo. Para responder a estas demandas populares, los nuevos liberales compradores occidentalizados no pueden señalar hacia su "modelo" en el imperio estadounidense, donde sus trabajadores están inmersos en un proceso por el que les están despojando de los mismos beneficios que los trabajadores chinos están intentando recuperar.
China, asolada por un conflicto político y de profundización de los enfrentamientos de clase cada vez más profundo, no puede mantener su deriva hacia el liderazgo económico global. Las elites chinas no pueden afrontar la creciente amenaza militar imperial global de EEUU, con sus aliados compradores en la elite liberal interna, mientras en el país la sociedad está profundamente dividida con unas clases trabajadoras cada vez más hostiles. La época de explotación desenfrenada de la mano de obra china tiene que terminar para poder enfrentar el cerco militar estadounidense de China y el desbaratamiento económico de sus mercados en el exterior. China posee enormes recursos. Con más de 1.500 billones de dólares en reservas, China puede financiar un amplio programa sanitario y educativo nacional por todo el país.
China puede permitirse poner en marcha un "programa de vivienda pública" intensivo para los 250 millones de trabajadores que han emigrado del campo y que en la actualidad están viviendo en la miseria urbana. China puede imponer un sistema fiscal progresivo a sus nuevos multimillonarios y millonarios y financiar las pequeñas cooperativas agrícolas familiares y las industrias rurales a fin de reequilibrar la economía. Su programa de desarrollo de fuentes energéticas alternativas, como paneles solares y energía eólica, son un prometedor comienzo para abordar su grave contaminación medioambiental. La degradación del medio ambiente y los problemas relacionados con la salud están ya preocupando a decenas de millones de chinos. En última instancia, la mejor defensa de China contra las invasiones imperiales es un régimen estable basado en la justicia social para cientos de millones y una política exterior de apoyo a los movimientos y regímenes antiimperialistas en el exterior, cuya independencia es de vital interés para China. Lo que se necesita es una política proactiva basada en empresas mixtas mutuamente beneficiosas, incluida la solidaridad militar y diplomática. Hay ya un grupo pequeño, aunque influyente, de intelectuales chinos que están planteando la cuestión de la creciente amenaza militar estadounidense y están "diciendo no a la diplomacia de las cañoneras".
VI
La China moderna cuenta con multitud de recursos y oportunidades de los que no disponía la China del siglo XIX, cuando se vio subyugada por el Imperio británico. Si EEUU prosigue intensificando su política agresiva militarista contra China, Pekín puede poner en marcha una seria crisis fiscal inundando el mercado con varios de sus cientos de miles de millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense. China, una potencia nuclear, debería contactar con su vecina Rusia, armada y amenazada por igual, para enfrentar y frustrar los belicosos comentarios de los halcones yanquis. El próximo presidente ruso Putin ha prometido incrementar el gasto militar del 3% al 6% del PIB en la próxima década para contrarrestar la ofensiva de bases de misiles de Washington en las fronteras de Rusia y truncar los programas de "cambio de régimen" de Obama contra sus aliados, como en el caso de Siria.
China tiene redes poderosas comerciales, financieras e inversiones por todo el planeta así como potentes socios económicos. Estos lazos se han convertido en algo esencial para el crecimiento continuado de muchos países en el mundo en desarrollo. Al enfrentarse a China, EEUU tendrá que enfrentar la oposición de muchas elites poderosas de mercado por todo el mundo. Pocos países o elites pensarían en vincular en el futuro sus fortunas con un imperio económicamente inestable y basado en el militarismo y en destructivas ocupaciones coloniales.
Es decir, la China moderna, como potencia mundial, es incomparablemente más fuerte que a principios del siglo XVIII. EEUU no tiene el apalancamiento colonial que el ascendente Imperio británico poseía en el período previo a las Guerras del Opio. Además, muchos intelectuales chinos y la inmensa mayoría de sus ciudadanos no tienen la intención de aceptar que los actuales "compradores occidentalizados" vendan el país. Nada aceleraría más la polarización política en la sociedad china y adelantaría la llegada de una segunda revolución social china que unos dirigentes pacatos sometiéndose a una nueva era de pillaje imperial de Occidente.
El presupuesto militar chino es el segundo en el mundo después del de EE.UU. ¿Qué armas chinas deberían causar más preocupación en el Pentágono? La revista 'The National Interest' seleccionó cinco de ellas.
China, un gigante en pleno auge económico, tecnológico y militar, desarrolla una amplia variedad de nuevas armas, pero cinco de ellas realmente deberían alarmar al Ejército de Washington, apunta en su reciente artículo la revista estadounidense 'The National Interest'.
En su proyección de fuerza hacia los mares que la rodean y para apoyar sus reivindicaciones territoriales, China reconoce la probabilidad de un conflicto armado con Estados Unidos, por lo cual invierte recursos en el desarrollo de armas 'especificas' destinadas a atacar a fuerzas estadounidenses, cinco de las cuales representan un particular peligro para el Ejército de EE.UU., sugiere el analista Kyle Mizokami.
El arma más peligrosa para las fuerzas estadounidenses en la región asiática del Pacífico es el misil balístico antibuque Dong Feng-21D, que ya ha merecido el apodo de 'asesino de portaaviones'. El DF-21D es un misil balístico de medio alcance diseñado específicamente para atacar a los portaaviones estadounidenses burlando la defensa de la Armada norteamericana para atacar los buques desde arriba a una velocidad hipersónica.
El DF-21D es un sistema terrestre con un alcance estimado de hasta 1.500 kilómetros. Una vez lanzado, el cohete portador 'suelta' un misil de reentrada múltiple capaz de alcanzar una velocidad de hasta 10-12 Mach.
La velocidad y energía cinética resultante, por no hablar de la carga útil del vehículo de reentrada, causarían graves daños incluso a los buques de guerra más grandes. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero se cree que el impacto directo de un DF-21D podría poner un portaaviones fuera de combate, o incluso hundirlo.
Montado sobre un transportador de ruedas y lanzador, el DF-21D sería un todoterreno móvil y por lo tanto sería muy difícil localizarlo antes del lanzamiento. La velocidad hipersónica del vehículo de reentrada haría difícil, pero no imposible, derribarlo. El primer caza de quinta generación chino, el J-20, es un pesado caza multifuncional bimotor actualmente en la fase de prototipos. La misión de los J-20 aún se desconoce, pero el robusto diseño de la aeronave parece apoyar la idea de que actuaría en varias misiones. El avión promete tener una gran autonomía, ser rápido y sigiloso para los radares enemigos.
Se especula que el avión estaría dotado de un radar AESA. Dos grandes depósitos internos para armas podrían albergar una amplia gama de misiles aire-aire, aire-tierra y antibuque.
La función más obvia del J-20 es la de caza de superioridad aérea. La gran autonomía del J-20 significa que la aeronave podría operar lejos de las costas de China, interceptando aviones de combate estadounidenses, cazabombarderos F/A-18 y bombarderos B-1 y B-2. Como caza de largo alcance, el J-20 también podría patrullar territorios en disputa, en particular en apoyo de la recientemente declarada zona de identificación de defensa aérea de China en el mar de la China Oriental.
China también podría utilizar los J-20 para atacar aviones de apoyo estadounidenses, como aviones de alerta temprana y aviones de reabastecimiento en vuelo.
Otra posible función de la invisibilidad para los radares del J-20 sería atacar naves y bases de Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico. Grupos de aviones J-20 dotados de misiles de ataque a tierra podrían preceder un ataque con misiles balísticos y neutralizar las baterías estadounidenses de misiles tierra-aire, bases aéreas y radares para abrir paso a ataques con misiles balísticos.
VII
Durante décadas, los 'activos' militares estadounidenses en el espacio han dado al Pentágono una ventaja considerable en el campo de batalla. Los satélites son esenciales para la estrategia bélica estadounidense. Esto es especialmente cierto en la región Asia-Pacífico, donde las distancias desde el territorio continental de Estados Unidos se miden en miles de kilómetros.
China tiene al menos un arma operativa, el misil SC-19. Un derivado del DF-21, el misil balístico SC-19 está equipado con el KT-2, una ojiva de acción cinética, es decir, de impacto directo.
Una vez lanzado al espacio, el KT-2 es guiado hacia su objetivo por sensores infrarrojos. El KT-2 no tiene una cabeza explosiva pero destruye satélites enemigos con impacto directo.
En 2007, un KT-2 golpeó y destruyó un satélite chino fuera de servicio. En mayo de 2013 China puso en marcha lo que describió como un "cohete sonda" para llevar experimentos a gran altitud. La inteligencia de EE.UU. está segura de que aquello fue en realidad una prueba del SC-19/KT-2. Se cree que el SC-19 es capaz de alcanzar la órbita terrestre media, representando un peligro para los satélites de navegación GPS estadounidenses.
Con la pérdida de inteligencia, comunicaciones y navegación satélites, EE.UU. tendría difícil llevar a cabo misiones de reconocimiento sobre China. El uso de armas antisatélites también podría interferir en la navegación aérea, terrestre y marítima, entorpecer la comunicación y prevenir el uso de armas guiadas por GPS.
La capacidad de China para desembarcar sus tropas en archipiélagos en disputa como los de Diaouyu, Paracel y Spratly podría envalentonar a los dirigentes chinos, algo que teme Estados Unidos.
China cuenta con tres buques de asalto anfibio tipo 071: el Kunlunshan, el Jinggangshan y el Changbaishan. Los tres buques son considerados por observadores navales occidentales como los "caimanes navales" de China: son buques proyectados para transportar y desembarcar a infantes de Marina en costas hostiles.
Cada buque desplaza 20.000 toneladas y mide cerca de 213 metros de largo. Los buques clase 071 pueden transportar hasta un batallón de infantes de Marina: de 400 a 800 soldados y hasta 18 vehículos blindados.
Las naves tienen una cubierta de vuelo capaz de operar simultáneamente dos helicópteros de transporte de tropas, y pueden almacenar otros cuatro en un gran hangar. Los barcos también pueden portar y lanzar vehículos anfibios y cuatro aerodeslizadores de transporte de tropas.
Las tres naves forman parte de la Flota del Mar Oriental de China, donde pueden ser utilizadas para intimidar o invadir Taiwán. Sin embargo, al igual que en las Armadas occidentales, China acepta su uso en otras misiones como naves de mando y control, de socorro y de asistencia humanitaria.
El Ejército Popular de Liberación cree que establecer su "superioridad electrónica" desde el principio es fundamental para tener éxito en un futuro conflicto armado. De las cinco armas chinas que Estados Unidos más teme, la más enigmática es la capacidad de China para llevar a cabo operaciones cibernéticas ofensivas.
Las operaciones cibernéticas ofensivas incluyen un amplio espectro de actividades, desde operaciones psicológicas hasta la destrucción de equipos e infraestructura enemigos.
El objetivo y la esencia de la guerra electrónica han sido bien definidos por el miembro de la Academia de Ingeniería de China, rector de la Universidad de Tecnología Informática y general mayor del Ejército chino Wu Xing Jiang: "Este tipo de confrontación (…) perjudica principalmente a la infraestructura de telecomunicaciones y a varios sistemas informáticos, y solo después afecta al mundo real, produciendo agitación y disturbios. Por ejemplo, se trata de desorganizar el sistema financiero, el de transporte y el de energía, lo cual repercute directamente en el potencial militar del país e influye en el curso de una guerra".
"Y, por último, no hay que olvidar que las guerras modernas son guerras de tecnologías informáticas, de armas de precisión. Mediante una ciberguerra se podría disminuir la precisión de este tipo de armas", afirmó el especialista en una extensa entrevista concedida al semanario local 'Oriental Outlook'.
Autor:
Joel Hurtado Ramón
Enviado por:
Leo Escorpio