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Los “nuevos” pobres, de los países ricos II (un relato trágico de la crisis) (página 12)

Enviado por Ricardo Lomoro


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  • La globalización ha provocado trastornos económicos y sociales que producirán "tres mil millones de nuevos capitalistas", como dice el eficaz eslogan convertido en el título del último libro de Clyde Prestowitz, gurú republicano del libre comercio (fue consejero del presidente Reagan y negociador de los acuerdos comerciales internacionales durante su mandato). Según Prestowitz (2005), las dinámicas actuales son hijas de la coincidencia de tres factores: la derrota del comunismo, que ha empujado a tres mil millones de chinos, rusos e indios al capitalismo (interpretado, además, de manera bastante "agresiva"); la revolución de Internet, que ha "anulado el tiempo"; y la difusión de la mensajería aérea de bajo coste -desde Federal Express a DHL-, que ha "anulado el espacio". El trabajo de estos enormes grupos de bajo coste se está utilizando en (casi) cualquier parte del mundo porque permite transferir rápidamente mercancías y prestaciones intelectuales con gravámenes insignificantes.

  • Es precisamente este progresivo desplazamiento de los equilibrios de la demanda mundial hacia los países llamados emergentes lo que mina en la base los cimientos económicos sobre los que la clase media ha encontrado en los últimos siglos su estabilidad. Si la disminución de la demanda del "milieu" social francés está más que compensada por la capacidad de consumo de los neoacomodados indios, entonces, para quien invierte en el sistema productivo, la necesidad de una clase de consumidores occidentales con la cartera llena se convierte en un aspecto menos vital.

  • Son precisamente estos grupos de nueva demanda, que se han ido formando a partir de finales de los años setenta y que con el inicio del nuevo siglo han acelerado el paso para ganar papel y peso internacional, los que quitan, cada vez más rápidamente, el oxígeno necesario para alimentar la energía motora de la clase media occidental. No sólo porque contribuyen considerablemente a rediseñar las características de consumo mundial en términos de tipología y costes de los bienes y de los servicios, sino también porque se hace difícil imaginar la supervivencia de una clase media occidental o europea con las características de las últimas décadas cuando asoman al mercado mundial mil quinientos millones de nuevos trabajadores a bajo coste. Sujetos cada vez más escolarizados e indiferentes a las lógicas de quien, en el mundo del bienestar, quiere defender las "conquistas del pasado".

  • Así, en los países industrializados, la necesidad económica que hay que satisfacer a través de una clase homogénea de consumidores reconocibles está sujeta a la lógica de los grandes números: para conseguir el mismo resultado es preferible extender lo más rápido posible a cientos de millones de consumidores el umbral del bienestar. La sociedad de masa nace naturalmente con el crecimiento y el desarrollo económico del nuevo mundo. La antigua forma de producción, y con ella las clases que la han alimentado, ha sido arrollada por el nuevo empuje del globo convertido en mercado competitivo y abierto.

  • Hay que reflexionar sobre la ironía de la historia: una clase que es hija de la revolución burguesa contra la aristocracia latifundista, pero que después, en su madurez, ha asumido un papel "contrarrevolucionario", es arrollada por una revolución invisible en sus acciones y nunca declarada, sin líderes ni banderas pero despiadada, como cualquier revolución, en conseguir sus propios objetivos.

    Así, sucumbe el papel económico desarrollado con éxito por la clase media, mientras el consumidor burgués sufre una eutanasia más o menos lenta. El mismo destino le espera a la estructura industrial que ha caracterizado a la economía de mercado de la clase media…

    Jodidos por jodidos… ¿por qué no patear el tablero?

    (Un final abierto… casi un ruego)

    Si la clase media está en un franco proceso de movilidad descendente; si se ha llegado al fin de la era de las expectativas crecientes; si ya no hay dudas que gran parte de la clase media (casi toda), en los países desarrollados, forma parte de los "perdedores" del orden global; si ha llegado el fin del "matrimonio perfecto" (el consumidor de "última necesidad" y la estructura industrial); si la pauperización de la clase media es quizás la desmentida más cruda de la promesa originaria de progreso colectivo; si se ha optado por la creación de una sociedad de consumidores "sin pasado";… por qué seguir tolerando medidas regresivas, por qué no patear el tablero, por qué no revolucionar en vez de contrarrevolucionar. A qué esperar.

    Y si nada cambia, ¿quién se beneficia? Cui prodest is fecit: quien se beneficia es el culpable.

    (Un finaloptativode películaElysium)

    edu.red

    2154: El capitalismo no ha muerto

    En el futuro todo el mundo será pobre de solemnidad y vivirá en slums de chabolas tan grandes como metrópolis. En el futuro las personas no tendrán más forma de vivir que malviviendo, siendo explotadas por sueldos miserables o practicando la mendicidad. En el futuro la educación dependerá de la caridad y el sistema de salud solo tratará con analgésicos cualquier cosa más grave que un esguince de tobillo. La justicia será poco más que una simulación teatral de sí misma y las fuerzas de seguridad públicas, mercenarios sin otra obediencia que su propia brutalidad. En el futuro, muerto el bienestar y fulminadas las oportunidades, la propiedad -toda la propiedad- está en las manos de gente que no conocemos, a la que no vemos y con la que jamás podremos hablar. En el futuro la única forma de prosperar que tendrán los pobres ya no será el trabajo, la educación o la propia capacidad, sino la delincuencia. En el futuro nadie tendrá futuro, no al menos mientras siga en la Tierra, un planeta superpoblado y ecológicamente desolado. En el futuro, en otras palabras, todo el mundo será el tercer mundo.

    Es una especulación, claro, pero la distopía que conjura Neill Blomkamp en Elysium, la cinta de ciencia ficción, es tan plausible que aterra más que cualquier plaga de zombis, invasión alienígena o cataclismo natural con los que Hollywood acostumbra a pulsarnos la zozobra. Plausible porque la película, en realidad, es un postapocalipsis donde no ha tenido lugar un apocalipsis previo, sino que resulta de haber dejado que la humanidad persista, sin más, en el rumbo político, económico y ecológico que lleva hoy día. O de dejar, visto de otra manera, que el apocalipsis aconteciera, sí, pero poco a poco, sin que nadie se diese cuenta. Basta mirar a las favelas brasileñas o los slums que ya se extienden kilométricos en Bombay, Nueva Delhi o Yakarta: el apocalipsis del que habla Elysium, de hecho, ha comenzado ya.

    En la película, que tiene lugar en el año 2154, el desequilibrio contemporáneo entre ricos y pobres se ha polarizado hasta formar una minoría de poderosos ridículamente pequeña y una legión de pobres monstruosamente grande. La desigualdad norte-sur se ha convertido en una igualmente vertical, pero vertebrada ahora en un eje arriba-abajo entre la Tierra y Elysium, una paradisíaca estación espacial en órbita a la que ha emigrado la minoría rica de la humanidad, que a la postre es la más sana, la que detenta el poder y, claro está, la que tiene la piel más clara.

    Aunque la sinopsis de la película, breve por necesidad, invite a pensar que los ricos han abandonado la Tierra para fundar la colonia espacial y abandonar a los pobres a su suerte, en realidad no acaba de ser así. De hecho, las relaciones entre la pequeña colonia y el superpoblado planeta Tierra son fluidas, hasta el punto de que la minoría que vive en el espacio es propietaria de los medios de producción terrestres y, consecuentemente, de sus inmensos beneficios económicos. También lo es del ejército de robots que ha sustituido en la Tierra, tres en uno, a los políticos, al ejército y al sistema judicial.

    Ciencia ficción socialista

    Desde la aparición misma de la cinta el pasado 9 de agosto (2013) en Estados Unidos hay quien ha reseñado Elysium como una fantasía futurista "de izquierdas", en el mejor de los casos, e incluso quien ha criticado que ilustre con ficción el manual socialista, en particular entre medios conservadores.

    En la revista estadounidense Newsmax, por ejemplo, se habla de la película como "socialismo de ciencia ficción" y Dan Gainor, del Media Research Center, dijo de ella que es "solo la última de las muchas películas de Hollywood que este año se apuntan a las tramas de Occuppy Wall Street". En Breitbart.com, por su parte, explicaron que "el director Neill Blomkamp tiene dos películas en su haber pero ya está en la vanguardia de la máquina de los mensajes de la izquierda" y la revista Variety fue aún más contundente: Elysium, dicen, contiene "una de las agendas políticas socialistas más marcadas de cuantas películas se recuerdan en Hollywood, haciendo sonar con fuerza los tambores no solo por un servicio de seguridad social universal, sino por la apertura de las fronteras, la amnistía incondicional y la abolición de las diferencias sociales".

    Los que se rasgan las vestiduras, en todo caso, olvidan que Elysium no recurre a la ciencia ficción para jugar al cine político, sino al cine social. Igual que en Distrito 9, la primera película del sudafricano, el tema de fondo -en aquel caso, el racismo– se trataba a partir de un fenómeno histórico concreto -el apartheid en Sudáfrica-, en la segunda distopía de Blomkamp el tema de fondo -la desigualdad- se invoca con un referente: la inmigración en Estados Unidos.

    De hecho la historia de su protagonista, Max, podría ser la de cualquier sin papeles latino que quisiera entrar a la fuerza en Estados Unidos. En la cinta el protagonista, interpretado por Matt Damon, recibe una dosis letal de radiación y la única posibilidad que tiene de curarse es llegar hasta Elysium, en donde la ciencia puede acabar fácilmente con el cáncer. En el año 2154, cuando Los Angeles es una ciudad de chabolas en la que el español es la lengua materna, la frontera entre ricos y pobres no es ya la que cose México a Estados Unidos o las millas de Caribe que separan Cuba de Miami: ahora es el espacio. Max, de esta manera, tendrá que granjearse un pase en alguna de las pequeñas naves -pateras o cayucos espaciales, huelga aclarar- que fletan las mafias de tráfico humano y que regularmente intentan escapar de la Tierra, burlar la seguridad de Elysium y aterrizar en su suelo. La nación espacial, por supuesto, derriba las que puede y cuando no, confina en campos a sus pasajeros y los deporta inmediatamente.

    Según Entertainment Weekly, Blomkamp elaboró su historia -de la que es coguionista y responsable de la idea original, además de director- a partir de un incidente personal que sufrió en México, cuando tuvo que pasar varios días contra su voluntad en los suburbios de Tijuana. "Era como ciencia ficción en la Tierra", explicó después el propio realizador citando los potentes reflectores y las aeronaves que patrullan constantemente la frontera con Estados Unidos.

    ¿El futuro es el tercer mundo?

    Antes de partir (ahora sí) les dejo una pregunta (para la reflexión y el debate):

    De seguir "en línea con el mercado", ¿dónde se imaginan que estará vuestra descendencia (los hijos o nietos, de vuestros nietos) en el año 2154, en Elysium (la nación espacial) o en los slums de chabolas de la "puta" tierra (esperando "una patera llamada deseo")?

    Como "terrícola" del Primer Mundo, al que tantos se empeñan en "arrastrar" al Tercer Mundo (y hasta donde alcanza mi vista e imaginación), tengo claro (muy claro) mi rol de "perro guardián" (y el testimonio que deseo dejar a mis hijas y nietos): no podemos competir con una actividad productiva basada en precios bajos, sino en valor añadido para que toda nuestra sociedad disfrute de bienestar. Nuestro objetivo no puede ser una economía low cost, o como ya califican algunos, una McEconomy. Me niego a vivir en el cinismo; hay que procurar la igualdad de oportunidades y poner en funcionamiento los ascensores sociales que permiten a un desheredado cumplir sus sueños… Y para que conste: no voy a reservar pasaje en Ryanair, para viajar a Elysium.

     

     

    Autor:

    Ricardo Lomoro

     

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