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Relación Hegel y Marx: O las oscuras maniobras de la confusión (página 2)

Enviado por Eduardo Daniel Véliz


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G. Hegel es uno de los más reconocidos representantes del idealismo, corriente filosófica que tiene sus raíces en la filosofía de Platón, quien afirmaba, en Menón, la existencia de un universo de las ideas o formas, que se reflejan de modo imperfecto por los diferentes objetos que se perciben en la experiencia común, de modo que, estas formas o ideas, no son sólo más inteligibles con claridad, sino también más reales que sus reflejos transitorios y, en esencia, ilusorios, coherente con las enseñanzas de su maestro Sócrates, quien creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura, como consecuencia de la aplicación de su método inferencial denominado mayéutica (o arte de "alumbrar" los espíritus), mediante el cual lograba que sus interlocutores descubrieran la verdad a partir de ellos mismos, en virtud de lo cual insistía que podría servir mejor a su polis dedicándose a la enseñanza y persuadiendo a los atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su psiquis. La base de sus enseñanzas fue la creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud y el conocimiento de uno mismo, razón por la cual afirmaba que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ningún individuo desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa.[3] Su lógica hizo hincapié en la discusión racional y en la búsqueda de definiciones generales.

A partir de este origen, el desarrollo histórico de esta corriente reconoce a varias figuras, entre ellas, al clérigo y filósofo irlandés del siglo XVIII George Berkeley, en cuyo Tratado sobre los principios de conocimiento humano (1710), sostenía que todos los aspectos de aquello que una persona percibe son en realidad reducibles a las ideas presentes en su mente, de donde procede que el observador no hace que existan los objetos externos, sino que su idea cierta es introducida en la mente humana de modo directo por Dios, y al filósofo alemán contemporáneo Immanuel Kant, quien perfeccionó el idealismo a través de su análisis crítico sobre los límites del conocimiento asequible para el ser humano, en Crítica a la razón pura (1781) sosteniendo que todo lo que se puede saber de las cosas es la forma en que se manifiesta su experiencia, de modo que no hay manera de averiguar lo que son en esencia. Sin embargo, también consideraba que los principios básicos de la ciencia se basan en la estructura de la mente más que en el mundo externo.

Sin embargo, estos antecedentes, hay que sumar otros elementos provenientes del misticismo, ya que G. Hegel estuvo influido por Johannes Eckhart (depuración y negación de la negación y el concepto de alienación que lleva al éxtasis), y por la teosofía de Jakob Böhome (coincidencia de los contrarios) y por el filósofo contemporáneo Friedric von Schelling. La concepción de J. Eckhart de la Creación, expresada en Conversaciones sobre el discernimiento espiritual (circa 1315), era platónica, según la cual Dios conoce desde siempre, en su Verbo, las ideas de todas las criaturas posibles. Por tanto, la Creación es el paso de esos seres del Universo real al universo fenoménico de las realidades concretas. J. Böhome sostenía que la razón humana debe intentar entender el orden divino, incluso aunque aquélla no pudiera discernir en su plenitud. La filosofía de von Schelling equiparaba a Dios con las fuerzas y las leyes del universo, y en la cual debe colocarse el yo absoluto, a partir de la cual se puede plantear la libertad como objeto de una intuición intelectual (La filosofía del arte, 1807).

En Fenomenología del espíritu (1807), G. Hegel induce al lector a iniciar el camino que le conducirá hasta el saber absoluto, presentando las diferentes manifestaciones (o fenómenos) del espíritu, que constituyen la historia-verdad: la filosofía debe permitir "el avance de la historia". Metodológicamente, la dialéctica negativa es la de "la duda", del escepticismo, cuyo resultado es la nada que revela como verdad, pero de una negación nace inmediatamente una nueva forma, a partir de la cual se reinicia un ciclo ascendente. La dialéctica aparece como la confrontación de la conciencia con su alteridad, en la cual el sujeto se constituye en objeto; de modo que es "re-negando" de sí mismo el modo como se "determina" (la negación de un opuesto, desde la lógica, constituye una reconciliación, que es la verdad).

La conciencia sensible es un saber inmediato fundado por la intuición, mientras la conciencia perceptiva, que es la aprehensión de "la cosa", unifica lo múltiple y crea así el objeto. El entendimiento es una aproximación de la inteligencia, de la ley, una toma de conciencia de sí, pero desmembrada, por su naturaleza analítica. De la conciencia se pasa a la "conciencia de sí" por medio del deseo, donde la razón es la unificación de la conciencia con la conciencia de sí, del pensamiento con el objeto, del sujeto con el objeto. De la razón observante y pasiva, pasamos a la razón práctica y activa, a partir de la cual cada uno entra en contradicción con la ley y el curso de la sociedad. La síntesis es en la unificación de las razones individuales, atendiendo a lo universal de la conciencia colectiva de un pueblo, de modo que, al perder su individualidad, el individuo es un elemento indiferenciado en la "masa" y la renuncia de la individualidad es el abandono, la alienación de los místicos, la liberación del espíritu y de sí mismo en la ascensión hacia una unión extática del espíritu consigo mismo. El saber absoluto es el fin y objetivo de la historia, que reconciliará a todos los contrarios en su unidad, allí donde "el espíritu tenga conciencia de ser espíritu" y logre conocer "como él es en sí y por sí".

Karl Marx se halla en las antípodas de Geogr Hegel, porque responde a criterios conceptual y metodológicamente opuestos. En efecto, si éste se inscribe dentro del idealismo y asume como procedimiento la inducción fundada en el apriorismo de las ideas, aquél adscribe al materialismo y, como mecanismo inferencial, asume la deducción de base empírica de donde deriva sus tesis a posteri de fenómenos o sucesos dados. El materialismo de K. Marx no es un hecho de generación espontánea, sino que se inscribe en una tradición filosófica a la que adhirieron, entre otros, Apolodoro, Horacio, Plinio el Joven, Cicerón, Plutarco, Lucrecio, Pierre Gassendi, John Locke, Etiene de Condillac y Ludwig Feuerbach.

Epicuro estudió la filosofía cirenaica de la experiencia y del placer fundada por Aristipo, y, posteriormente concretó lo que se conoció como la "filosofía del jardín", entre cuyas tesis sobresale la que sostiene que el placer constituye el bien supremo y la meta más importante de la vida, pero prefiere los placeres intelectuales a los sensuales, que tienden a perturbar la paz del espíritu. La verdadera felicidad, según Epicuro, consiste en la serenidad que resulta del dominio del miedo, es decir, de los dioses, de la muerte y de la vida futura. El fin último de toda la especulación epicúrea sobre la naturaleza es eliminar esos temores. La física epicúrea es atomista, en la tradición de los filósofos griegos Leucipo y Demócrito. En tal sentido, consideró que los cuerpos, algunos son compuestos y otros son átomos (o indivisibles), elementos estables de los que están formados los compuestos. El mundo, tal y como es percibido, es resultado de las rotaciones, colisiones y agregaciones de esos átomos, que desde una perspectiva individual sólo poseen forma, tamaño y peso. así, Epicuro creía en la libertad y que, incluso, los átomos son libres y se mueven de cuando en cuando con total espontaneidad; su idea se asemeja al principio de incertidumbre de la mecánica cuántica.

En biología, Epicuro afirmó que las fuerzas naturales dan origen a organismos de diferentes clases y que sólo las clases capaces de superarse a sí mismas y reproducirse han sobrevivido. La psicología epicúrea es materialista y sostiene que las sensaciones son provocadas por un continuo flujo de imágenes o 'ídolos' abandonadas por los cuerpos e impresionadas en los sentidos, por lo que todas las sensaciones son fiables de una forma absoluta, el error surge cuando la sensación es interpretada de modo impropio. Cree que la psiquis está compuesta de pequeñas partículas distribuidas por todo el cuerpo, de modo que la disolución del cuerpo con la muerte conduce a la disolución de la ella, porque no puede existir fuera del cuerpo; y por ello no hay vida futura posible, en tanto 'cuando somos, la muerte no es, y cuando estamos muertos, no somos'. Las referencias de la ética epicúrea son la justicia, la honestidad y la prudencia, o el equilibrio entre el placer y el sufrimiento. Epicuro prefería la amistad al amor, por ser aquella menos intranquilizadora que éste. Su hedonismo personal mostró que sólo a través del dominio de sí mismo, la moderación y el desapego se puede alcanzar el tipo de tranquilidad que constituye la felicidad verdadera.

De los trescientos manuscritos de Epicuro, sólo se conservan tres cartas y algunos fragmentos breves en su biografía, escrita por Diógenes Laercio. Sin embargo es a través de Titus Lucrecius Carus, poeta romano, que se conocen las teorías de Demócrito y Epicuro mediante su poema didáctico De Rerum Natura (De la naturaleza de las cosas, 58 a.C). En tanto epicúreo, Lucrecio se proponía liberar a la humanidad del miedo a la muerte y a los dioses, en su opinión, las principales causas de la infelicidad humana. Mediante su representación del universo como un conjunto fortuito de átomos que se movían en el vacío, su insistencia en el hecho de que el alma no es una entidad distinta e inmaterial, sino una aleatoria combinación de átomos que no sobrevive al cuerpo, y su defensa respecto que los fenómenos terrestres responden exclusivamente a causas naturales, se proponen demostrar que el mundo no se rige por el poder divino y, por lo tanto, que el miedo a lo sobrenatural carece de fundamento. Uno de los pasajes más famosos de su obra es la descripción de la evolución de la vida primitiva y el nacimiento de la civilización.

La primacía del estoicismo (corriente opuesta al epicureismo), como filosofía oficial del imperio romano, sumió a la filosofía de Epicuro en el oscurantismo propiciado por la doble ligadura política en la que se involucró la filosofía, en tanto patrimonio cultural clásico enajenado por la Iglesia Católica. El resurgimiento de esta escuela filosófica será llevado adelante por Pierre Gassendi, quien, en su libro De Vita et Moribus Epicuri (Sobre la vida y la muerte de Epicuro), en 1647, da a conocer la reaparición del materialismo hedonista (subjetivista) su reinserción dentro de la discusión. Los postulados epicúreos de P. Gassendi se remontan a sus críticas a Aristóteles y a la discusión con René Descartes respecto a la materia, donde se manifestó la diferencia entre el idealismo de éste y el materialismo de aquél.

El empirismo de John Locke hizo hincapié en la importancia de la experiencia de los sentidos en la búsqueda del conocimiento en vez de la especulación intuitiva o la deducción. La doctrina empirista fue expuesta por primera vez por el filósofo y estadista inglés Francis Bacon a principios del siglo XVII, pero J. Locke la dotó de una expresión sistemática en su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). En esta obra, el filósofo afirma que la mente de una persona, en el momento del nacimiento, es como una tabula rasa, en la cual la experiencia imprime el conocimiento, de donde proviene su negación a la intuición o las concepciones innatas. Influido por los descubrimientos científicos de Christiaan Huygens e Isaac Newton, J. Locke pensaba que la filosofía tenía que participar en estos avances, eliminando todas las invenciones y los conceptos inútiles acumulados durante los siglos anteriores.

Según el filósofo, las analogías y las relaciones entre los contenidos del conocimiento son los elementos que permiten la elaboración de instrumentos críticos capaces de eliminar los conocimientos erróneos. Debido a su característico empirismo analítico, se opuso a las concepciones puramente mecanicistas y sistemáticas cartesianas, insistiendo en prescindir de consideraciones a priori, como las formuladas por René Descartes, y la inexistencia de conocimientos innatos.

Asimismo, postuló que sensación (o las "impresiones hechas en nuestros sentidos por los objetos exteriores") y reflexión (o ideas la "reflexión del espíritu sobre sus propias operaciones a partir de ideas de sensación") se basan en la experiencia y en las ideas simples derivadas de la percepción inmediata de las excitaciones producidas por los objetos. Seguidamente, precisaba que las ideas son, ante todo, signos que provienen de la capacidad de los individuos para representar objetos, del mismo modo que posee libertad para determinarlos. En tales condiciones, el intelecto tiende a autodeterminarse, en virtud de lo cual la identidad del individuo deriva de una toma de conciencia de sí. Para J. Locke, el conocimiento humano es limitado, y sólo el conocimiento proporcionado por los sentidos puede indicar lo que hay de realidad en los objetos. La verdad es cuestión sólo de palabras, mientras que la realidad interesa a los sentidos. Para Locke, Dios es el resultado de una inferencia.

El conjunto de teorías de Étienne Bonnot de Condillac (1715-1780), es reconocida bajo la denominación sensacionalismo. Defensor de las ideas de John Locke, E. de Condillac escribió el Tratado de las sensaciones, 1754, donde argumenta que todo el conocimiento humano y todas las experiencias conscientes derivan tan sólo de la percepción que proporcionan los sentidos, aceptando la propuesta lockiana de la imposibilidad de las ideas innatas.

Según Ludwig Feuerbach, el pueblo y sus necesidades materiales deben ser el fundamento de la teoría social y política. Los individuos y sus mentes, dice el filósofo, no son más que productos de su entorno; la conciencia de una persona es el resultado de la interacción de sus órganos sensoriales y el mundo externo. En La esencia del Cristianismo (1841), que la existencia de la religión sólo es justificable en tanto satisface una necesidad psicológica, ya que la preocupación esencial del sujeto guarda relación consigo mismo y el culto a Dios no consiste más que en la idealización de si mismo. De tales razonamientos proviene la célebre e intencionadamente mal interpretada frase de K. Marx, "la religión es el opio le pueblo", la cual apunta a la satisfacción de una necesidad sentida por las clases desposeídas que hallan consuelo en la religión, del mismo modo que los enfermos de la época acudían al láudano para mitigar sus dolencias. Del mismo modo, el concepto "alienación" proviene de este filósofo y no, como erróneamente se pretende, de la filosofía hegeliana. En este sentido el término apunta a Veräussem en el doble sentido de evasión y expropiación, en tanto la liberación concebida por la religiosidad cristiana involucra el embargo de su condición de libertad mediante una subordinación a la voluntad de la deidad, mientras que el vocablo seleccionado por Hegel hace alusión a Entfremdung (alienación) y su correlativos Entäusserung y Entfremdete (alienamiento y alienado) que se asocian al acto de extrañamiento (desprendimiento) del espíritu con relación al cuerpo, propio de las concepciones místicas.

El desarrollo de la enciclopedia es una función políticamente determinada y comporta un proceso selectivo definido a partir de las necesidades que motivan su enunciación. Tal es el caso de la tradicional presentación de El manifiesto del Partido Comunista (1848) y El Capital, como las publicaciones más reconocidas de Karl Marx. Si se tiene en cuenta el proceso de demonización que, por casi noventa años, se llevó a cabo respecto de la obra del pensador, la selección es sospechosa, más aún cuando se tiene en cuenta que constituyen la primera y la última de las producciones y que para la comprensión cabal de esta última hay que conocer el contenido de dos libros que componen los constituyentes teóricos aplicados en ella: La ideología alemana (en coautoría con Friedrich Engels, circa 1845, edición: 1932) y Contribuciones a la crítica de la economía política (1859)

El primero de los enunciados es la cristalización de las conclusiones a las que arribaran ambos autores por separado y cuya redacción manuscrita tuvo lugar en Bélgica. Contra todo parecer idealista La ideología alemana es lo que el sustantivo griego indica, estudio de las ideas alemanas de la época, organizándose como una refutación paródica de las concepciones propugnadas por pensadores alemanes contemporáneos Bruno Bauer, Max Stiner, Karl Grün y Geogr Kuhlmann de Holstein.

Karl Marx sostiene que la historia del hombre en sociedad se resume en la relación hombre-naturaleza-hombre, en virtud de lo cual, la Historia es un producto derivado de la mediación del trabajo que pone en relación al hombre con la naturaleza y al hombre con los otros hombres. La Historia es, por lo tanto, la del proceso en el cual el hombre hace y se hace a partir de las mediaciones que se derivan del reconocimiento de su necesidad. Esto significa que procede de las relaciones que se tejen a tenor de las necesidades de subsistencia bajo la forma de fuerzas productivas, cuyo desarrollo y enajenación determina la progresión del quehacer existencial, en tanto y en cuanto estas maniobras inducen formas concretas de organización y definición social. Desarrollo y tenencia de medios de producción comportan una ordenación de los individuos implicados, cuya dinámica es de naturaleza dialéctica, pero articulada en torno a las coyunturas derivadas de una existencia material concreta.

En tal sentido, la Historia no tiene un fundamento diferente del resto de la realidad y, teniendo en cuenta que ésta es dialéctica, posee un devenir que cristaliza no bajo la forma descendente (desde la trascendencia a la materia, sino inversa), de donde proviene su carácter materialista. Así, el método "dialéctico" y su aplicación en Marx se inscribe en la tradición epicúrea. En diversos autores hay una tendencia a sostener que el materialismo histórico es la aplicación a la Historia de una doctrina, lo cual es falso, porque, en primer lugar, el materialismo histórico es un método fundado en la dialéctica y no una opinión; en segundo lugar, porque, el carácter negativo es una consecuencia lógica, derivada de su propia posición epistemológica, que lo lleva a rechazar todo dato eterno o trascendente a la experiencia sensible. En la medida que el método de Karl Marx se constituye sobre la inferencia deductiva de base empírica, es inherente a su condición rechazar toda lectura de la Historia que no parta de hecho histórico dado.

La negación a toda investigación histórica basada en el reconocimiento de un sujeto trascendente (Dios, Providencia, Espíritu), o la negación del sujeto como instancia material y social por medio de un objetivismo abstracto cristalizado en ideas del hombre, nociones, Estados, Imperios, Iglesias, etc., ponen en evidencia su rechazo al idealismo y, especialmente, al que constituye basamento metodológico de la filosofía hegeliana de la Historia, que la convierte en la historia del Espíritu y que pretende reducir todo lo real a objetivaciones sucesivas del Espíritu. En esa línea también niega la 'historia filosófica' de Bruno Bauer, para quien la Historia se reduce a batallas de ideas.

En La ideología alemana, K. Marx sostiene que, para que la Historia sea real y fiel, hay que remontarse al que el hombre realiza y, por ello, le hace diferente del resto de los animales: la producción de objetos para la satisfacción de sus necesidades. La dialéctica necesidad – satisfacción, generada a partir de la satisfacción, generó, en su evolución, una complicación inherente a la extensión y complejidad de los procesos de intercambio que de ella se derivaron, formulando y reformulando de consuno formas sociales propias a cada fase del desarrollo, pero, en el fundamento, siempre se encuentra el hombre. Consecuentemente, la historia humana es social y, por ello, no puede hablar más que del hombre. Si la Historia pretende dar cuenta de hechos humanos haciendo abstracción de ese hecho histórico fundamental, no puede atribuir las causas de los actos humanos más que a ficciones o a hechos derivados.

Karl Marx rechaza que exista, fuera de la progresiva autocreación del hombre, una conciencia totalmente pura, perfecta, que concentra en sí misma todas sus determinaciones y que se constituye como entidad supraterrenal desligada del hombre hombre. El ser está históricamente determinado, es decir, económica y socialmente, en virtud de lo cual, la conciencia es un producto social y lo seguirá siendo mientras existan los seres humanos, por ello es el ser que determina la conciencia y no a la inversa, como indicaba G. Hegel en Filosofía de la Historia, en tanto, en la fase capitalista, el desarrollo de la conciencia se encuentra ligado a la riqueza de sus relaciones sociales y a las alienaciones materiales, como productor de trabajo mercancía, y simbólicas, derivadas de las ilusiones inducidas por la cultura propalada por las clases dominantes.

Los procesos de determinación ejercidos por las operaciones de producción, en las que se articulan medios y prácticas, (infraestructura) y las formas de la cultura, (moral, religión, leyes, artes) comportan la condición dada, en la cual se produce la constitución del ser. Ello implica que los grados relativos en las que se expresan estos procesos ponen en evidencia que "… la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues… estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando las condiciones materiales para su realización…", según lo expresa en Contribución a la crítica de la economía política.

Conclusiones

Nótese la correlación conceptual entre los filósofos: en Platón las ideas son más reales que sus "simulacros" administrados por una entidad subordinada a aquéllas, el "demiurgo". Por su condición particular, las ideas existen en la mente de cada individuo, en estado letárgico, y se debe recurrir a un método, para que se produzca su reminiscencia. En G. Berkeley, la idea cierta es introducida por otra entidad directamente en la mente humana, de manera que Dios asume la administración de las ideas, subordinándolas y, por medio de ellas, sometiendo a los hombres a su voluntad, concepción subsidiaria a la manifestada con antelación por J. Eckart. La tesis sostenida por I. Kant consiste en que resulta posible formular juicio sintéticos a priori, de donde deriva su trascendentalismo, es decir, su concepción que existe una realidad superior a la adquirida mediante la experiencia de los sentidos o una clase superior de conocimiento que el logrado por la razón, lo cual pone en evidencia la influencia de ciertos postulados de J. Böhome. I. Kant sostiene que los objetos, en sí mismos, no tienen existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la realidad sólo como parte de la mente, como intuiciones con las que las percepciones son medidas y valoradas, razonamientos que habrán de encontrarse nuevamente en G. Hegel, en cuya "fenomenología del espíritu" coinciden filosofía y misticismo, en un retorno renovado al postulado socrático "conócete a ti mismo", pero con el propósito implícito de consolidar la individualidad asociada bajo la concepción impulsada por la clase que cristaliza su dominación: la burguesía.

Si se tiene en cuenta la presencia de la mente, como instancia necesaria para que la idea se corporice con o sin la intervención de entidad mediadora entre el elemento trascendente y el que lo materializa, la filosofía de G. Hegel no sólo es idealista, sino también que, de ella, deriva su ámbito de resolución, el universo de las elaboraciones in abstracto, en cuyo campo puede producirse el proceso de re – negación, aspecto que subyace al desarrollo de cierto "contrato social", producto que ficticiamente escamotea la existencia de una situación dada, un estado determinado de las cosas, el statu quo, de donde procede la naturaleza conservadora de la filosofía hegeliana con arreglo al individualismo del Absoluto, el Estado, figura supraindividual en cuya potestad coinciden los diversos individualismos de la sociedad moderna, de conformidad con las formas de organización social derivadas de la nueva fase de la Revolución Industrial.

Cuando se pone en relación los textos de Karl Marx con sus predecesores, se hace evidente la correlación histórica por medio de la cual se mantiene el paradigma de filosofía de Epicuro. La sustentación de las indagaciones en los aspectos materiales y la negación de la subordinación del hombre a otra entidad que no sea él mismo, del mismo modo que la aplicación de un método dialéctico basado en la preexistencia de hechos empíricamente comprobados, da cuenta de una filosofía de la práctica, de cuya reflexión procede un conocimiento deductivo y, por lo tanto, provisto de capacidad predictiva, cualidad que ha permitido la supervivencia de este paradigma filosófico de las contingencias políticas.

La correlación entre los objetivos de Epicuro de liberación del miedo, la consubstanciación de la filosofía con los adelantos de la ciencia y la negación de la confusión de los hechos materiales y asequibles con entidades abstractas de John Locke, el materialismo y el concepto de alienación de L. Feuerbach, distinto al de G. Hegel, y las tesis respecto de la constitución de la conciencia y los mecanismos de determinación articulados por las condiciones materiales de existencia, demuestran la naturaleza subjetiva de este modelo filosófico, en cuyo centro se halla el hombre. En consecuencia, la filosofía de Karl Marx emerge en condiciones concretas de enunciación, cuando el modelo de producción ha evolucionado a la forma de capitalismo industrial, razón por la cual, la funcionalidad de la filosofía de K. Marx compone un cuerpo conceptual destinado a favorecer la libertad del hombre desprovista de subordinación a abstracciones tales como el Estado.

Bibliografía consultada

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Autor:

Aeropagus

[1] Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda. FCE. Buenos Aires, 2000.

[2] Wittgenstein, Ludwig J. (1921):Tractatus logico – philosophicus. Cátedra. Madrid, 1978.

[3] Contemporánea a la escuela de Sócrates se desarrolló la escuela cínica de filosofía, fundada por Antístenes, que consideraba a la felicidad como alcanzable sólo a través de la virtud, censuraba el arte y la literatura, condenaba el lujo y la comodidad, y alababa el trabajo duro. Los cínicos afirmaban que la civilización, con todos sus problemas, era algo artificial y antinatural y que debía considerarse con desprecio. En consecuencia, proponían un retorno a la vida natural, que ellos equiparaban a una existencia simple, y afirmaban que la felicidad completa sólo puede lograrse a través de la auto-suficiencia, ya que la independencia es el verdadero bien y no las riquezas o la lujuria. De esta escuela derivará el estoicismo, fundamento del desarrollo de una teoría del derecho natural, influyente considerable de la jurisprudencia romana.

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