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Desastres en el mundo de hoy: miradas y aportes de la psicología

Enviado por Kenny Díaz Arcaño


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Historia y desastres: rápida mirada al pasado
  3. Desastres: definiciones y clasificaciones
  4. Principales alianzas en Latinoamérica y el Caribe para casos de desastres
  5. Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastre 2015-2030: aspectos generales de importancia con vistas a un futuro próximo
  6. Impacto psicológico ante los desastres
  7. La psicología en emergencias y desastres: miradas y aportes imprescindibles
  8. La recuperación psicosocial luego de un desastre
  9. Referencias

Introducción

La mayoría de los desastres que han podido ocurrir todavía no han tenido lugar.

(Global Assessment Report, 2015).

La adaptación al ambiente ha sido, desde tiempos inmemorables, un reto enorme para los habitantes del planeta. La raza humana, han tenido que hacer uso de habilidades, capacidades y herramientas para adaptarse al entorno cambiante, en el cual han estado inmersos.

Los seres humanos que hoy habitamos en el planeta, no tenemos dudas de que la naturaleza, puede demostrar su furia en cualquier momento y en cualquier lugar. Innumerables han sido los desastres naturales que han tenido lugar en todo el mundo, desde el comienzo de los tiempos y grandes han sido las pérdidas humanas y socioeconómicas que han traído consigo, pero la naturaleza no ha sido la única causante de eventos de este tipo, pues las acciones humanas también, desde épocas pasadas, han provocado múltiples y catastróficos desastres.

El pasado siglo XX (Castellanos, 2012), se caracterizó por la ocurrencia de grandes desastres de origen natural, tecnológico y sanitario. Como ejemplo que ilustra lo antes dicho, entre 1950 y 1959, ocurrieron 20 grandes desastres que le costaron al mundo 38 000 millones de dólares, sin embargo entre 1990 y 1999, esta cifra se incrementó a 82 y las pérdidas económicas se elevaron a 535 000 millones de dólares.

Los desastres ocurridos en el mundo han sido de gran impacto. En primer lugar por la cantidad de fallecidos, heridos, desaparecidos y población damnificada, y en segundo lugar, por las pérdidas que han impactado, directamente, sobre la economía de las naciones y la afectación a la infraestructura. Estos elementos al combinarse, hacen que un evento de este tipo genere un daño y costo socioeconómico con secuelas permanentes.

Según la Organización Panamericana de la Salud (2003), los países pobres sufren mucho más el impacto de este tipo de eventos, debido a múltiples razones, pues tienen menos recursos para su prevención y reconstrucción, construyen viviendas en zonas de alto riesgo y estructuralmente más frágiles y, por lo general, existen altos índices de desnutrición y malas condiciones sanitarias y ambientales que aumentan la vulnerabilidad ante este tipo de situaciones.

Hoy día, se hace imprescindible que cada país, y por supuesto sus dirigentes y actores políticos, comprendan la necesidad de fortalecer la alerta temprana y capacidad de preparación y respuesta frente a los desastres, pues potenciando al máximo estos aspectos, las diferencias pudieran ser abismales, en cuanto a daños y pérdidas se refiere por eventos de desastres.

Al observar estadísticas y pronósticos que hoy día se hacen, por las máximas autoridades y grupos a nivel mundial, es posible decir que se calculan que las pérdidas anuales mundiales esperadas, habrán aumentado hasta los 415.000 millones de dólares americanos en 2030 (GAR, 2015).

Diversos son los factores que influyen, sin duda alguna, en el aumento del riesgo de desastres a nivel mundial. La creciente desigualdad y pobreza, el incremento de la exposición a amenazas, la rápida urbanización y poca inversión en infraestructura para la reducción de riesgo y los efectos del cambio climático, son elementos centrales, al hacer referencia al tema de emergencias y desastres, pues encierran en sí mismos problemáticas que son necesarias comprender y transformar de forma positiva, pues solo con cambios sustanciales y profundos que nos permitan apreciar una realidad mundial distinta, estaremos más seguros y el riesgo de desastres será menor.

Historia y desastres: rápida mirada al pasado

Los seres humanos, desde sus orígenes, se han visto afectados por eventos extraordinarios provocados por la naturaleza, poniendo en peligro la vida, el bienestar y sus creaciones, por lo que han tenido que adaptarse a los cambios del ambiente, desarrollando estrategias que le permitan sobrellevar, de mejor manera, las particulares del mismo.

Por otro lado, las actividades humanas, en la mayoría de los casos por obtener mayor desarrollo y poderío, han traído consigo, en ocasiones, consecuencias negativas para el mundo y las especies que lo habitan, poniendo en peligro la supervivencia de las futuras generaciones, por lo que conductas negligentes e inapropiadas, devenidas de las actividades humanas, pueden también generar desastres.

Muchos han sido los desastres que han afectado nuestro planeta a lo largo de la historia. En la literatura está la evidencia de la cantidad, intensidad y magnitud de afectaciones que estos eventos han provocado a escala global. Según los pronósticos actuales, los desastres de origen natural aumentarán su frecuencia e intensidad, debido al cambio climático. Por otro lado, existen otras variables que aumentan nuestra vulnerabilidad en este sentido, como son el crecimiento poblacional, la urbanización y la pobreza, etc.

El termino desastre (Santini, López, 1997),proviene de los vocablos "dis" que significa negativo o contrario y "astrum", equivalente a estrella o astro, por lo que el término hace referencia a un evento adverso ocasionado por los astros, relacionado directamente con los dioses. Muchos son los ejemplos que la literatura recoge sobre esta relación y la creencia de vincular, de forma directa, a los dioses con los desastres. El avance científico, reveló que estos eventos no tienen un carácter místico, lo que propició el desarrollo de algunas ramas de la ciencia dedicada al estudio de estos fenómenos. No obstante, en la actualidad no son pocas las personas en el mundo que tienden a mantener esta creencia, dándole a los estas situaciones la connotación de "castigos divinos".

Según los registros (Santini, López, 1997), se aprecia que los primeros desastres ocurridos en el mundo se remontan a varios siglos antes de la Era Cristiana. Se reportan datos de un terremoto de elevada magnitud ocurrido en Siria, el cual arrojó un lamentable saldo de 250.000 pérdidas humanas. Un hecho similar, ocurrió en el año 60 A.C, causando graves daños en Portugal y Galicia. En los inicios del cristianismo, la ciudad de Pompeya se vio afectada por numerosos fenómenos sísmicos. En el año 63, gran parte de esta ciudad quedó destruida por un terremoto y luego, el 24 de agosto del año 79, sus calles fueron sepultadas por una lluvia de cenizas y lava, procedente de la erupción del Vesubio. Los habitantes abandonaron la ciudad, no obstante el evento causó la muerte de 2 000 personas aproximadamente.

Guatemala, transcurrido apenas 14 años desde su fundación en 1527, fue sacudida por un severo terremoto, precedido por un período de lluvias torrenciales, trayendo consigo la destrucción casi completa del país. En 1883, la erupción del volcán Kracatoa destruyó las aldeas de Java y Sumatra. A principio del siglo XIX, en China el desborde del rio Hwang-Ho, causó grandes pérdidas materiales y la muerte de más de 1 millón de personas (Santini, López, 1997).

La Ciudad de Caracas, en Venezuela, prácticamente destruida el 23 de marzo de 1812, México en 1945 y 1957 con una gran intensidad cerca del epicentro y originado en el pacífico frente a las costas mexicanas, la Ciudad de Ancach, Perú en 1970, el fenómeno tuvo un área de 50 000 km2 aproximadamente y cobró la vida de 67 000 personas Así mismo, Nicaragua en 1972 y Guatemala en 1976, fueron afectadas por estos eventos, dañando a los más pobres y humildes, los cuales perdieron las propiedades y en muchos casos la vida. Otras regiones del planeta también fueron afectadas por sismos, como es el caso de Caucete y Mendoza, en Argentina en los años 1977 y 1985, Chile en 1985, Loma Prieta, California en 1989, donde el epicentro se ubicó a unos 100 Km al sur de la ciudad de San Francisco, provocando daños relativamente moderados.

Muchos otros fenómenos han causado grandes estragos en esta región, tales como el Huracán Trifino en 1934 que afectó a miles de personas en Honduras y El Salvador, la erupción del volcán Santa Elena en 1980, ubicado en Washington, en los Estados Unidos de América, donde las víctimas fueron, fundamentalmente, leñadores y dedicados científicos que no quisieron abandonar el área amenazada por la erupción. Hecho similar ocurrió en Colombia en 1985, debido a la erupción del volcán Monte Ruiz que destruyó la ciudad de Armero. En 1992 el Huracán Andrew afectó al sur de la Florida, con ráfagas de más de 200 Km/h, devastándola y causando pérdidas materiales por unos 23 millones de dólares. El fenómeno del Niño en 1993 generó grandes inundaciones en el sur de Ecuador y al norte de la costa peruana y una severa sequía al sureste de Perú y al oeste de Bolivia, así mismo entre 1997 y 1998 causó grandes inundaciones en la costa ecuatoriana y en parte de Perú. Por su parte, un huracán de gran intensidad que alcanzó ráfagas de hasta 290 km/h llamado Mitch, en 1998, afectó a Honduras de forma considerable, causando un grave retroceso económico, debido a las pérdidas millonarias (Kuroiwa, 2002).

En los últimos tiempos, los desastres se han incrementado e intensificado de forma notable, aumentando las cifras de pérdidas humanas y materiales. En el período comprendido de 1985 a 1994, los desastres damnificaron a 1 740 millones de personas y cobraron 643 418 vidas. Luego, entre 1995 y el 2004 ocurrieron, a nivel mundial, un total de 5 989 desastres, provocando la muerte de 901 177 personas, más de 2 500 millones de damnificados y daños que ascendieron a más de 738 000 millones de dólares (Navarro, 2007).

Los últimos años también han estado marcados por eventos de desastres. Por solo citar algunos de estos en diciembre de 2004, en Indonesia se produjo el tercer terremoto de mayor magnitud registrado en el planeta, con una magnitud de 9.1 en la Escala de Richter. El enorme fenómeno provocó un tsunami que afectó a casi todos los países del océano Índico, causando de una de las mayores catástrofes de la historia. Al menos 227.898 personas murieron y 1.7 millones se vieron desplazadas.

El Huracán Katrina en 2005 fue el más mortífero y más costoso que devastó la costa del Golfo de Estados Unidos en agosto de ese año. En 2010 un terremoto con una magnitud de 8.8 en la Escala de Richter en Chile y en Haití donde las estimaciones hablan de 316.000 personas muertas y más de 1 millón de desplazados, siendo el peor terremoto en número de muertos desde 1900.

Al otro extremo del planeta, en Japón en 2011, tuvo lugar un terremoto que dejó un saldo de 10 mil desaparecidos, 15.000 personas fallecidas y miles de heridos, dejando el mayor movimiento telúrico registrado en la historia de las islas japonesas.

En año 2012, los eventos más significativos que sacudieron el planeta, dejando a su paso pérdidas materiales y humanas difíciles de sanar, fueron el huracán "Sandy", el tifón "Pablo", un sismo de 7.4 grados en México y Guatemala y la erupción del volcán de "Fuego".

Estos son solo algunos ejemplos que forman parte de la historia de nuestro planeta y pueblos. Según las estadísticas a nivel mundial, el mayor número de personas afectadas por desastres pertenecen a los sectores de menos recursos socio-económicos y la mayoría se encuentran en países del tercer mundo.

Desastres: definiciones y clasificaciones

Una búsqueda bibliográfica sobre la conceptualización de los desastres, permite percatarse que existen diferentes conceptos del término. Esto se debe a que no pocos han sido los autores, investigadores, expertos, organizaciones humanitarias y organismos mundiales que han elaborado, a lo largo del tiempo, definiciones del mismo. Al hacer una lectura y análisis (Sauchay, 2009) de las muchas de las definiciones existentes, es posible apreciar una evolución, en cuanto a integralidad se refiere, pues las más recientes tienden a ser más holísticas y abarcadoras, haciendo alusión al daño humano, material y ambiental que genera un evento de esta naturaleza.

Para ilustrar, a modo de ejemplos lo dicho anteriormente y enriquecer en este sentido el presente trabajo, considero oportuno tomar 3 de las definiciones sobre desastres que hoy pueden encontrarse en la literatura sobre el tema. La Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD), ha desarrollado una lista de terminología sobre la reducción de desastres, dentro de la cual puede verse este concepto. En este sentido, un desastre es una seria interrupción en el funcionamiento de una comunidad o sociedad que ocasiona una gran cantidad de muertes al igual que pérdidas e impactos materiales, económicos y ambientales que exceden la capacidad de la comunidad o la sociedad afectada para hacer frente a la situación mediante el uso de sus propios recursos (5).

Así mismo, la Organización Panamericana de la Salud (1999), conceptualiza a los desastres como: un evento o suceso que ocurre en la mayoría de los casos en forma repentina e inesperada, causando alteraciones intensas sobre los elementos sometidos, representadas por la pérdida de vida y salud de la población, la destrucción o pérdida de los bienes de una colectividad y daños severos sobre el medio ambiente. Esta situación significa la desorganización de los patrones normales de vida, lo que genera adversidad, desamparo y sufrimiento en las personas, efectos sobre la estructura socioeconómica de una región o un país y la modificación del medio ambiente, lo que a su vez determina la necesidad de asistencia humanitaria y de intervención inmediata.

Y para el autor Jorge Enrique Vargas (2002), un desastre es una situación de daño grave que altera la estabilidad y las condiciones de vida en un ecosistema -o sea, de una comunidad de seres vivos-, dada ante la presencia de una energía o fuerza potencialmente peligrosa.

Si bien estos conceptos, son solo una ínfima parte de los que hoy podemos encontrar si hacemos una búsqueda detallada, a nivel mundial, al menos permite al lector, percatarse de lo que había dicho anteriormente sobre la conceptualización del término. Considero que el análisis a profundidad de los conceptos que hoy existen sobre este término, pudiera constituir, en sí misma, una investigación, lo cual no es objetivo de este trabajo.

Es importante señalar que aunque algunas personas pudieran restarle importancia a este tópico, considero que esto no debe ser tomado tan a la ligera, pues, sin duda, las estrategias, acciones y resultados que se puedan dar, antes, durante y después de un evento de este tipo, estarán, en gran medida, en función, de cómo se comprenda conceptualmente el término. Por ejemplo, si tomamos como referencia una definición que haga alusión al daño psicológico que estos eventos pueden causar en las personas, entonces se hace imprescindible incluir, en la ayuda material y médica para los damnificados, a profesionales de la psicología y la psiquiatría. Soy del criterio que hoy todavía, en muchos lugares del mundo, se subestima y se presta poca atención a las manifestaciones y consecuencias psicológicas que desencadenan estos eventos y, por tanto, no se comprende del todo la importancia del profesional de la psicología en esta labor, lo cual es una realidad que solo nos impulsa a seguir trabajando en este sentido, con el objetivo de legitimar y visibilizar aún más el papel del psicólogo en situaciones de desastres.

De forma semejante, aunque tal vez en menor medida, sucede con las clasificaciones. Por puro sentido común, pareciera este un tópico más sencillo, pero lo cierto es que tampoco existe una clasificación única a nivel global. Si bien existe mucha similitud, en gran parte de los casos, en cuanto a los eventos que pueden considerarse como desastres, lo cierto es que también se aprecian diferencias que marcan distancias entre unas y otras.

Según las Organización de Naciones Unidas (ONU), los desastres pueden clasificarse en dos formas principales, de acuerdo a su origen:

Desastres Naturales.

Desastres Tecnológicos. 

Naturales: Son los desastres producidos por la fuerza de la naturaleza: 

  • Desastres generados por procesos dinámicos en el interior de la tierra.

  • Sismos: Son los movimientos de la corteza terrestre que generan deformaciones intensas en las rocas del interior de la tierra, acumulando energía que súbitamente es liberada en forma de ondas que sacuden la superficie terrestre.

  • Tsunamis: Movimiento de la corteza terrestre en el fondo del océano, formando y propagando olas de gran altura.

  • Erupciones Volcánicas: Es el paso del material, cenizas y gases del interior de la tierra a la superficie. 

  • Desastres generados por procesos dinámicos en la superficie de la tierra.

  • Deslizamiento de Tierras: Que ocurren como resultado de cambios súbitos o graduales de la composición, estructura, hidrología o vegetación de un terreno en declive o pendiente.

  • Derrumbes: Es la caída de una franja de terreno que pierde su estabilidad o la destrucción de una estructura construida por el hombre.

  • Aludes: Masa de nieve que se desplaza pendiente abajo.

  • Aluviones: Flujos de grandes volúmenes de lodo, agua, hielo, roces, originados por la ruptura de una laguna o deslizamiento de un nevado.

  • Huaycos: Desprendimientos de lodo y rocas debido a precipitaciones pluviales, se presenta como un golpe de agua lodosa que se desliza a gran velocidad por quebradas secas y de poco caudal arrastrando piedras y troncos.

  • Desastres generados por fenómenos meteorológicos o hidrológicos.

  • Inundaciones: Invasión lenta o violenta de aguas de río, lagunas o lagos, debido a fuertes precipitaciones fluviales o rupturas de embalses, causando daños considerables. Se pueden presentar en forma lenta o gradual en llanuras y de forma violenta o súbita en regiones montañosas de alta pendiente.

  • Sequías: Deficiencia de humedad en la atmósfera por precipitaciones pluviales irregulares o insuficientes, inadecuado uso de la aguas subterráneas, depósitos de agua o sistemas de irrigación.

  • Heladas: Producidas por las bajas temperaturas, causando daño a las plantas y animales.

  • Tormentas: Fenómenos atmosféricos producidos por descargas eléctricas en la atmósfera.

  • Granizadas: Precipitación de agua en forma de gotas sólidas de hielo.

  • Tornados: Vientos huracanados que se producen en forma giratoria a grandes velocidades.

  • Huracanes: Son vientos que sobrepasan más 24 Km/h como consecuencia de la interacción del aire caliente y húmedo que viene del océano Pacífico con el aire frío.

  • Desastres de origen bilógico.

  • Plagas: Son calamidades producidas en las cosechas por ciertos animales.

  • Epidemias: Son la generalización de enfermedades infecciosas a un gran número de personas y en un determinado lugar.

Tecnológicos.

  • Incendios.

  • Explosiones.

  • Derrames de Sustancias Químicas.

  • Contaminación Ambiental.

  • Guerras.

  • Subversión.

Según Vargas (2002), estos eventos pueden agruparse según su origen (o tipo de amenaza), en dos grandes categorías:

Desastres naturales o socio-naturales, donde la energía amenazante proviene de un fenómeno natural, desencadenado por las dinámicas de la naturaleza o por la intervención humana. Se dividen en tres tipos:

Meteorológicos: relativos a la atmósfera y el clima.

Topográficos y geotécnicos: relativos a la superficie de la tierra.

Tectónicos o geológicos: relativos a las fuerzas internas de la tierra.

Desastres antrópicos y sociales: la energía destructiva tiene origen humano y social. Se los puede clasificar en cuatro tipos:

Exclusión Humana: causados por la falta de garantías económicas, sociales y políticas a la existencia de condiciones básicas de subsistencia para todos los seres humanos.

Guerras y delincuencia: causados por el abuso destructivo de la vida humana o los medios y condiciones de subsistencia.

Mal manejo de recursos y desechos: prevenientes del abuso destructivo del territorio, desconociendo las limitaciones del medio natural.

Accidentes: causados por imprevisión o por limitaciones en la capacidad humana para el manejo de la tecnología.

La literatura, además, recoge otras formas de clasificaciones, las cuales son usadas internacionalmente. Los dos ejemplos anteriores, permiten ilustrar, de forma muy simple, las formas en las que se pueden tipificar los diferentes desastres que nos afectan a nivel global y usar como referencia para futuros estudios.

Principales alianzas en Latinoamérica y el Caribe para casos de desastres

No pocas son los colaboradores y asociaciones que en la región de América Latina y el Caribe han estado y están vinculadas al tema de los desastres. Si bien hoy queda mucho trabajo por hacer, para reducir el riesgo de desastres, esos grupos humanos, han estado presentes en la región, coordinando esfuerzos y recursos, tanto materiales como humanos, para brindar ayuda a las personas afectadas por eventos de este tipo.

El Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres Naturales (CEPREDENAC), creado en 1988, es una organización de intergubernamental que promueve y coordina la cooperación internacional y el intercambio de información, experiencia y asesoría técnica y científica, en la prevención de los desastres, la reducción del riesgo y la respuesta. Este centro en su empeño trabaja para promover la reducción de la vulnerabilidad como un elemento indispensable del proceso de desarrollo, ampliar la participación de otros sectores y la sociedad civil, fortalecer la capacidad local para la reducción del riesgo de desastres y mejorar la capacidad de respuesta al desastre a nivel local, nacional y regional.

La Agencia de Manejo de Desastres y Emergencias del Caribe (CDEMA) fue creada por CARICOM en 1991. Consta con 18 estados miembro participantes y es la agencia que implementa las políticas de desastres de CARICOM. El CDEMA adopta los principios y la práctica del Manejo Conjunto de los Desastres (Comprehensive Disaster Management, CDM), que es un enfoque integrado y proactivo para el manejo de los desastres.

El Comité Andino para la Prevención y la Respuesta a los Desastres (CAPRADE), es la agencia multisectorial, encargada de reducir el riesgo y el impacto de los desastres naturales y los causados por el hombre en sus poblaciones. Fue creado en 2002 y está en línea con el Marco de Acción de Hyogo 2005-2015 (el Marco de Sendai para la Reducción del riesgo de desastre 2015-2030, instrumento sucesor del de Hyogo), e incluye el asunto de los hospitales seguros ante los desastres. La última versión del plan demuestra el compromiso de los países andinos con los objetivos relacionados con los hospitales seguros, como se resalta en dicho marco de acción para 2015. Refuerza la resolución propuesta en una reunión del Consejo Directivo de la OPS.

El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) creado en 1991. Dos entidades bajo MERCOSUR están involucradas en asuntos relacionados con los desastres. La primera es la Comisión Intergubernamental de Gestión de Riesgo y Reducción de la Vulnerabilidad (CIGGRRV), conformada por los representantes responsables del manejo de los desastres y la reducción del riesgo en los ministerios de Salud de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y aquellos con posiciones similares en Perú, Chile y Venezuela. La OPS/OMS también ha hecho parte de esta Comisión.

La Organización de Estados Americanos (OEA), creada en 1948. La Organización Panamericana de la Salud es la rama de la salud de este sector regional. En la Quinta Cumbre de las Américas en 2009, la OEA se comprometió a mejorar la cooperación regional y a fortalecer la capacidad nacional técnica e institucional para la reducción, prevención, preparación y respuesta, rehabilitación, resistencia, reducción del riesgo, mitigación del impacto y evaluación de los desastres (3).

Por otro lado, la Organización de las Naciones Unidas ha tenido y tiene un rol protagónico lo referente a los desastres a nivel global. En este sentido, se hace necesario mencionar algunos de estos grupos (3):

La Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres (EIRD) es un marco estratégico, adoptado por los Estados Miembro de las Naciones Unidas en 2000. Que tiene como objetivo guiar y coordinar esfuerzos de un amplio rango de socios, para lograr una reducción sustancial de las pérdidas ocasionadas por los desastres y la construcción de naciones y comunidades resistentes como una condición esencial para un desarrollo sostenible. Al mismo tiempo, ha coordinado esfuerzos internacionales para la reducción del riesgo de desastres. La EIRD es una convocatoria mundial para una mayor inversión en la reducción del riesgo de desastres.

El Comité Permanente Interagencial, IASC por sus siglas en inglés, resulta ser mecanismo primario para la coordinación de la asistencia humanitaria entre agencias, e incluye los socios humanitarios clave pertenecientes o no a las Naciones Unidas. Fue creado en 1992, para desarrollar y acordar las políticas humanitarias de todo el sistema y asignar las responsabilidades entre las agencias. Se integra por los Directores, que son las cabezas de la agencia miembro del IASC o sus representantes, y algunos invitados. Sin embargo, en la práctica no se hace ninguna distinción entre los "miembros" y los "invitados permanentes".

Los invitados permanentes incluyen al Special Rapporteur on Human Rights of IDP, y a los representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja, la Federación Internacional de la Cruz Roja y las Sociedades de la Luna Cresciente, CARE, el Banco Mundial, el International Council of Voluntary Agencies (ICVA), la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, la Organización Internacional para la Migración e InterAction.

Oficina para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA): Esta es la rama del Secretariado de la ONU, responsable de reunir a todos los actores humanitarios para garantizar una respuesta coherente a las emergencias. Su misión es movilizar y coordinar la acción efectiva y con principios en asociación con los actores nacionales e internacionales; abogar por los derechos de las personas necesitadas; promover la preparación y la prevención; y facilitar soluciones sostenibles.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), Departamento de Acción en Salud en las Crisis: a nivel mundial, ayuda a fortalecer la capacidad del país para manejar todos los tipos de crisis; a mitigar el impacto de las crisis por medio de la toma de medidas para reducir los efectos de los desastres y las crisis en los sistemas que apoyan la buena salud pública; a responder a las crisis garantizando una acción efectiva, eficiente y oportuna, para tratar las prioridades en salud pública; y a recuperarse de las crisis garantizando que el sistema de salud local vuelva a estar en funcionamiento. 

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), sirve como oficina regional de la OMS para las Américas. Durante los últimos 35 años ha dirigido los esfuerzos regionales para crear un programa de desastres en los ministerios de Salud, con liderazgo y credibilidad, facilitando oportunidades de entrenamiento a los profesionales de salud, desarrollando un catálogo de publicaciones científicas y técnicas y ha contactado a las instituciones, privadas y públicas, para crear una comunidad resistente a los desastres. Aboga por la reducción del riesgo para la salud por medio de la promoción de una cultura de prevención de los desastres. En situaciones de desastre, la OPS/OMS moviliza su Equipo Regional de Respuesta a Desastres en Salud, fortalece los Centros de Operaciones de Emergencia (COE) del país, canaliza la información para el análisis y la toma de decisiones, y garantiza que los suministros y las donaciones humanitarias se manejen en forma transparente y efectiva.

El Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) apoya a sus contrapartes nacionales para desarrollar tanto una perspectiva del riesgo del desastre, como capacidad humana, financiera, técnica y legislativa. Trabaja para fortalecer la preparación de la sociedad civil y los sistemas de coordinación necesarios para manejar y reducir efectivamente el riesgo.

El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, ONU-HABITAT, es la agencia de las Naciones Unidas para los asentamientos humanos. El derecho a un refugio adecuado es central en el mandato de ONU-HABITAT y es importante cuando se tratan las necesidades de las comunidades afectadas por los desastres. Usualmente, el refugio es la necesidad principal en la fase posterior al desastre, pero la entrega para suplir las necesidades de refugio inmediato debe asumirse dentro de una estrategia de refugio a largo plazo.

El mandato del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es de dirigir y coordinar la acción internacional para proteger a los refugiados y resolver sus problemas mundialmente. Su objetivo principal es salvaguardar los derechos y el bienestar de los refugiados. Junto con la OPS/OMS, otras agencias de la ONU y unas ONG se encuentran entre los actores que se reúnen para discutir las estrategias y asignar responsabilidades para ayudar a las poblaciones desplazadas.

El Fondo para la Población de las Naciones Unidas (UNFPA), trabaja en las situaciones de emergencia, para proteger la salud de la reproducción de las comunidades en crisis y prestar asistencia a las comunidades afectadas, mientras superan la crisis aguda y entran a la fase de reconstrucción. El Fondo también apoya las actividades de recolección de datos para suministrar información detallada para la planeación y la evaluación rápida de la salud, para permitir una ayuda apropiada, efectiva y eficiente.

Muchas otras agencias y mecanismos de la ONU son socios importantes también. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO, el Programa Ambiental de la ONU (UNEP), entre otros (3).

Todos estos grupos humanos, son la muestra de cuán importante resulta el tema de las emergencia y los desastres para los seres humanos y el resto de las especies que habitan el planeta. Sin lugar a duda, hoy día muchas son las personas que trabajan, de forma coordinada, para minimizar al máximo los efectos negativos provocados por estos fenómenos. En este sentido, la psicología como ciencia, se ha sumado a esta labor hace unos años. Aunque no en todos los países se han logrados los mismo avances, lo cierto es que países de la región como Chile, Cuba, Brasil, Argentina y Perú, México, han apostado por la psicología en situaciones de desastres, creando sociedades formales con profesiones de esta rama del conocimiento, obteniendo resultados muy favorables tanto a nivel individual como social, lo cual debe ser un ejemplo a seguir por otros países de la región y del mundo.

Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastre 2015-2030: aspectos generales de importancia con vistas a un futuro próximo

El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 fue adoptado el 18 de marzo de 2015, en la tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas, celebrada en Sendai (Japón). Este resulta ser el instrumento sucesor del Marco de Acción de Hyogo para 2005-2015. Este último fue creado con el objetivo de impulsar la labor, a escala global, en relación con el Marco Internacional de Acción del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales de 1989 y la Estrategia de Yokohama para un Mundo Más Seguro: Directrices para la prevención de los desastres naturales, la preparación para casos de desastre y la mitigación de sus efectos, adoptada en 1994, así como su Plan de Acción, y la Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres de 1999 (10).

El Marco de Sendai intenta garantizar y velar por la continuidad del trabajo llevado a cabo durante estos últimos años por los Estados y otras partes interesadas en relación con el Marco de Acción de Hyogo, y a su vez, lo cual lo hace más enriquecedor, presenta una serie de innovaciones que se solicitaron durante disimiles consultas y negociaciones.

Con el fin de apoyar la evaluación de los avances mundiales en el logro del resultado y el objetivo del presente Marco, se trazaron 7 metas mundiales (10):

  • Reducir considerablemente la mortalidad mundial causada por desastres para 2030, y lograr reducir la tasa de mortalidad mundial causada por desastres por cada 100.000 personas en el decenio 2020-2030 respecto del período 2005-2015.

  • Reducir considerablemente el número de personas afectadas a nivel mundial para 2030, y lograr reducir el promedio mundial por cada 100.000 personas en el decenio 2020-2030 respecto del período 2005-20159.

  • Reducir las pérdidas económicas causadas directamente por los desastres en relación con el producto interno bruto (PIB) mundial para 2030.

  • Reducir considerablemente los daños causados por los desastres en las infraestructuras vitales y la interrupción de los servicios básicos, como las instalaciones de salud y educativas, incluso desarrollando su resiliencia para 2030.

  • Incrementar considerablemente el número de países que cuentan con estrategias de reducción del riesgo de desastres a nivel nacional y local para 2020.

  • Mejorar considerablemente la cooperación internacional para los países en desarrollo mediante un apoyo adecuado y sostenible que complemente las medidas adoptadas a nivel nacional para la aplicación del presente Marco para 2030.

  • Incrementar considerablemente la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas múltiples y de la información y las evaluaciones sobre el riesgo de desastres transmitidas a las personas, y el acceso a ellos para 2030.

El mismo ofreció varias oportunidades a los países, como por ejemplo: aprobar un marco para la reducción del riesgo de desastres después de 2015 conciso, específico, con visión de futuro y orientado a la acción, concluir la evaluación y el examen de la aplicación del Marco de Acción de Hyogo para 2005-2015, examinar la experiencia adquirida mediante las estrategias, instituciones y planes regionales y nacionales para la reducción del riesgo de desastres y sus recomendaciones, así como los acuerdos regionales pertinentes para la aplicación del Marco de Acción de Hyogo y determinar las modalidades de cooperación basada en los compromisos para la aplicación de un marco para la reducción del riesgo de desastres después de 2015 y las modalidades para el examen periódico de la aplicación de un marco para la reducción del riesgo de desastres después de 2015 (10).

Impacto psicológico ante los desastres

En situaciones de desastres (Navarro, 2007), la relación de los seres humanos con el medio se altera, debido a que las condiciones del entorno se hacen difíciles, desbordando la capacidad de respuesta de este. Al vivenciar eventos de esta envergadura, se ponen de manifiesto un conjunto de sentimientos y reacciones típicas luego de estos eventos. Es importante resaltar que los hombres y mujeres que habitamos este hermoso planeta, somos únicos e irrepetibles y esa condición hace que cada ser humano reacciones de forma distinta ante eventos catalogados como desastres.

Las reacciones psicológicas, provocadas por situaciones de desastres, han estado al margen de atención en tiempos pasado, pues hace pocos años estas reacciones, en la mayoría de los casos, reciben la atención que realmente merecen, pues está claro que los daños psicológicos que se pueden desencadenar, tras vivenciar un desastre pueden ser graves y dejar huellas para el resto de la vida de los afectados.

Según recoge la literatura, estas reacciones pueden variar en función a las diferentes etapas por las que se puede transitar.

Horas o días antes del desastre, los individuos pueden experimentar angustia, inseguridad y vigilancia obsesiva. Durante el momento del evento y 72 horas después de este, es posible vivenciar estrés peritraumático, angustia, miedo, preocupación, lentitud del pensamiento, confusión, reacciones colectivas de agitación, ansiedad y/o depresión, trastorno de conciencia, reacción de excitación y/o psicótica, descompensación de trastornos psíquicos preexistentes, dificultad para aceptar la dependencia y la situación crítica en la que se encuentra. Luego de 30 días después del evento, las manifestaciones clínicas más frecuentes pueden ser, trastorno por estrés agudo, trastornos depresivos y de ansiedad, duelo, problemas en las relaciones interpersonales y en el desempeño laboral, descompensación de trastornos psíquicos preexistentes, abuso de alcohol y drogas y violencia. Por último, en la fase de recuperación, posterior al primer mes de ocurrido el evento, los individuos pueden sufrir de trastorno por estrés postraumático y otros trastornos psíquicos tardíos o complicados, frustración, irritabilidad, tristeza, ansiedad que se va reduciendo, alcoholismo y otras adicciones y violencia (Benyakar, 2002; OPS, 2006; Ventura, 2011).

Los estudios a nivel mundial, sobre el impacto y consecuencias psicológicas ante situaciones de desastres, ha permitido obtener un cúmulo de información relevante en este sentido, lo cual nos permite conocer las principales reacciones y manifestaciones psicológicas individuales y colectivas que, en muchos casos, pueden desencadenarse tras vivenciar un desastres en cualquier lugar del mundo y en cualquier momento de la existencia humana.

En la literatura (Lorenzo, 2003) se pueden encontrar alrededor de 140 reacciones psicológicas ante los desastres. Las más significativas podrían ser agrupadas del siguiente modo:

1. Colapso Narcisístico:

Trastornos Psicosomáticos.

Ansiedad/depresión.

Falta de control de los impulsos.

  • Duelo:

Apatía.

Culpa.

Ideas de muerte.

  • Desorganización psíquica:

Trastornos Neuróticos.

Trastornos Psicóticos.

La psicología en emergencias y desastres: miradas y aportes imprescindibles

Según reportes (Sauchay, 2009), el estudio social de los desastres comenzó en 1920, cuando después de la explosión en un buque cargado de municiones en el puerto de Halifax, Nueva Escocia, el psicólogo Samuel H. Prince, comenzó a estudiar los efectos que tenían estos acontecimientos sobre la sociedad en general. Otros trabajos pioneros, en este sentido, fueron realizados en los Estados Unidos de América a partir los años 40, por el geógrafo Gilbert F. White y su equipo.

La Psicología en Situaciones de Desastres, está sustentada por investigaciones y constructos teóricos que datan de principios del siglo XX y que han ido evolucionando a lo largo del tiempo y hoy, no solo se aprecian investigaciones descriptivas e individuales, sino también estudios sociológicos y estadísticamente significativos, así como propuestas de técnicas específicas de intervención. Diversas disciplinas han adaptado sus conocimientos y técnicas a este tipo de eventos y la psicología, sin dudas, se ha sumado a esta labor.

En América Latina y el Caribe, la psicología en emergencias y desastres se ha visto representada de manera formal y materializada. Cuba (Lorenzo, 2006), por ejemplo, en el año 1990, y tras la solicitud del Gobierno de la ya desaparecida Unión Soviética de ayuda humanitaria para las personas que requerían atención médica especializada, debido al accidente nuclear de Chernobil ocurrido en 1986, se sumó, de conjunto con otros países, a ofrecer la ayuda necesaria, con la intención de organizar un programa de atención médica especializada que pudiera dar solución a los problemas existentes. Este suceso hizo posible reconocer el nacimiento de la Psicología en Situaciones de Desastres en Cuba, como disciplina independiente en el año 1990. Luego de esta experiencia, las instalaciones de Tarará, han servido para dar solución a los problemas de salud de otros damnificados por desastres, pues en 1991 se atendió a un grupo de damnificados minusválidos de la Ex-República Soviética de Armenia por causa de un terremoto, en 1992 fueron atendidas un grupo de familias, debido a un accidente radiológico con Cesio 137, procedentes de Brasil y luego en 1997 fueron recibidos un grupo de refugiados y evacuados de la isla caribeña de Montserrat, por causas de erupciones volcánicas.

Partes: 1, 2
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