José Martí nace en La Habana, Cuba el 28 de enero de 1853. Es el primer hijo del matrimonio formado por don Mariano Español de Valencia y doña Leonor Pérez Española de las Islas Canarias. Después de Martí vienen al mundo cinco hermanos más.
Su padre llegó a Cuba a ocupar el cargo de sargento del ejército español. En algunas épocas tiene trabajo, en otras no, esto es lo que lleva a la familia y por ende a Martí a vivir una vida económica llena de penurias, ya que el único que sostiene el hogar es el padre.
En una ocasión, después de dos años de no trabajar su padre, consigue un cargo de agente de autoridad en Hanábana, región campesina y cañera de Matanzas, Cuba. Con él se traslada su hijo Martí una temporada, en consecuencia, interrumpe sus estudios en la Escuela San Anacleto donde estudiaba. Martí disfruta de la belleza natural de ese pueblo, pero hay algo que no lo deja tranquilo y es la crueldad con que tratan los patronos a los trabajadores de la caña, se horroriza al ver cómo un mayoral castiga a un negro esclavo.
Se indigna su alma y desde niño nace en su corazón la piedad y la solidaridad, los llamará en sus escritos "mis negros". Ya adulto dice: "Quien ha visto azotar a un negro, ¿no se considera siempre un deudor? Yo lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas de la vergüenza… Yo lo vi y me juré desde entonces su defensa".
Al poco tiempo queda de nuevo sin trabajo su padre y regresan a Cuba. Martí ingresa por segunda vez al Colegio San Anacleto, donde se distingue como buen estudiante y buen lector. Su padre decide sacarlo de estudiar y ponerlo a trabajar en una bodega, con el fin de que ayude económicamente a la familia, ahí sufre del maltrato de sus patrones y renuncia.
Se hace amigo entrañable de un rico, llamado Fermín Valdés Domínguez y continúa buscando en su tiempo libre, el consuelo y temple para su ánimo en los libros, así se convierte en un lector incansable y a los doce años de edad se ofrece en el Colegio San Pablo para ayudar en lo que lo necesiten a cambio de que le dejen estudiar en esa institución.
Se hace amigo del director, don Rafael María de Mendive. Aquí es donde empieza su inquietud política, a través de su amigo, oye las protestas indignadas de Mendive y de otros, por la servidumbre colonial en que vive Cuba sujeto al imperio español, de este modo, a partir de este momento, el odio a la opresión y el sueño de la libertad se funden en Martí.
Cuando sólo tiene 13 años, Cuba se enfrenta a una fuerte crisis económica, se dan grandes pérdidas en la producción del azúcar y el café, esto da como consecuencia, más declive económico, de esta manera, España impone nuevos impuestos, perjudicando a todas las clases sociales (la clase industrial y comercial soportan, pero no el pueblo que siente la carga en sus espaldas).
El discurso neoliberal, en buena medida envuelto en eufemismos conceptuales, falaces meditaciones filosóficas y enrevesado lenguaje académico, arremetió contra todo aquello que pudiera constituir símbolo o paradigma de las inexorables ansias de libertad, justicia social y solidaridad que animan al género humano. De ahí que no sea de extrañar la erosionante ofensiva acometida contra aquellos seres en los que como señalara Martí: "los pueblos en su hora de génesis saben ponerse vibrantes y triunfantes".
En el año 1868, Carlos Manuel Céspedes y otros valientes se levantan en armas contra España, guerra llamada "El Grito del Yara". Mendive y Martí alientan el ardor patriótico, leyendo y recitando poemas de crítica y rebeldía, a raíz de esto, Mendive es detenido, encarcelado y después deportado a España.
En 1830 un hombre que burló montes, enemigos, disciplinas, derrotas; un hombre que burló el tiempo y desafió las cimas de los Andes, estaba agonizando en una hacienda en Santa Marta, frente a la bahía de Cartagena, a los pies de la Sierra Nevada, la máxima altura de Colombia, cuyo pico plateado proyectado hacia el azul del firmamento podía con templar el moribundo desde su ventana.
Allí, rodeado de sus más cercanos oficiales y amigos y de unos pocos indios de la villa cercana de Mamatoco, murió Bolívar, el gran soldado de Carabobo, Bomboná, Pichincha y Ayacucho, el hombre que defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de América a ser libre.
Los historiadores dicen que en el patio de la hacienda San Pedro un general lloraba como un niño. Y afirman que las últimas palabras de El Libertador, en el delirio de su agonía lenta, fueron:
"Vámonos…, vámonos… Esta gente no nos quiere en esta tierra… Vámonos muchachos… Lleven mi equipaje a bordo de la fragata"
A la una de la tarde del viernes 17 de diciembre la fragata zarpó rumbo a la inmortalidad dejando atrás una familia de pueblos. Más de medio siglo después, en 1893, Martí afirmaba en el periódico Patria:
"Otros lo ven muerto, casi sin ropas que ponerse, en el espanto de la caída, al borde de la mar:
Los cubanos le veremos siempre arreglando con Sucre la expedición que no llegó jamás para libertar a Cuba!" El Maestro lo veía así, y lo veía:
"…desensillando su caballo en la agonía de San Mateo, pasando los torrentes y el páramo para ir a redimir a Granada, envolviendo con las 117 llamas de sus ojos y con sus escuadrones a los realistas de Carabobo, hablando con la inmortalidad en el ápice del Chimborazo, abrazándose en Guayaquil con San Martín entristecido, presidiendo en Junín, desde las sombras de la noche, la última batalla al arma blanca, entrando de lujo en Potosí, a la cabeza de un ejército Conquistador, mientras los pueblos y montes le saludaban, y en la cumbre del Cerro de Plata ondeaban las banderas nuevas de sus cinco repúblicas" Lo veía:
"Vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies calzados aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho sin hacer está hasta hoy"
Cada párrafo del Maestro, cada frase, cada palabra, denota su conocimiento de la vida y la obra de El Libertador, y denota una profunda admiración y un respeto filial por el hombre que:
"Ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos".
En el primer número de La Edad de Oro transmite esa admiración y esos sentimientos a los niños de nuestra Amé rica, cuando les cuenta acerca de aquel viajero que:
"Llegó un día a Caracas al anochecer y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar, y que el viajero, sólo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua que parecía que se movía, Como un padre cuando se le acerca un hijo.
El viajero —les contaba a los niños— "hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre". En Patria, cinco años después, diría que:
"así, de hijo en hijo, mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas".
En Martí, evidentemente, el respeto y el cariño hacia Bolívar implicaban la obligación de quererlo como a un padre y de evocarlo en su dimensión política, en su genio militar y en su grandeza humana; implicaban hablar de él como:
"Un hombre solar, a quien no concibe la imaginación sino cabalgando en carrera frenética con la cabeza rayana en las nubes, sobre caballo de fuego, asido al rayo, sembrando naciones"
Implicaba dejar constancia de que cuando Bolívar decía libertad, "no se ve disfrazada de hombres políticos, ni trama encantada que deslumbre turbas, sino tajante que hunde yugos, y sol que nace". No hablaba en calma Martí de Bolívar, porque consideraba que:
"En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos o con un mano o de pueblos en el puño y la tiranía descabezada a sus pies"
Los acontecimientos de la última década del siglo pasado evidenciaron que no se sostienen naciones, ni revoluciones sin historia y sin tradiciones revolucionarias.
Bolívar, para él, fue la América hecha hombre, "al estremecerse a principios de siglo desde las entrañas hasta las cumbres", y advertía:
"No es que los hombres hacen pueblos, sino que los pueblos en su hora de génesis, suelen ponerse vibrantes y triunfadores en un hombre». Y aclaraba que «a veces está el hombre y no lo está el pueblo, a veces está listo el pueblo y no aparece el hombre".
La obra humana, ciertamente, no es exclusiva de una época ni de un solo individuo, sino del eslabonamiento dialéctico de acontecimientos y del pensamiento y la acción de los hombres que los provocaron y se adelantaron al desarrollo social y político del tiempo que les tocó vivir.
La identificación entre el pensamiento de Bolívar y de Martí acerca del destino de nuestra América no es una coincidencia, sino una continuidad, del mismo modo que no es una coincidencia, sino una continuidad, que Bolívar afirma raque en el Norte están todos los peligros, y que Martí denunciara en forma concreta las ambiciones continentales del imperialismo norteamericano.
Martí vio a Bolívar como un hombre de su tiempo y del nuestro, estrechamente unido a los destinos de nuestra Amé rica, consciente del peligro que acechaba a nuestros pueblos, interpretando el anhelo histórico de un haz de pueblos, por que jamás movió a tantos pueblos la determinación de ser libres ní tuvieron teatro de más natural grandeza, ni el alma de un continente entró tan de lleno en la de un hombre.
En el ardor de Bolívar vio Martí "el ardor de nuestra redención", en su lenguaje, el lenguaje de nuestra naturaleza, y vio en nuestro continente la cúspide de aquel hombre. Dijese Bolívar, sentenció el Maestro:
"y ya se ve el monte que más que la nieve sirve al encapotado jinete de corona, ya el pantano en que se revuelven, con tres repúblicas en el morral, los libertadores que van a rematar la redención del mundo".
A Bolívar, ciertamente, debe nuestra América un homenaje permanente, y tiene que repetir y en nombre de la verdad lo que dijo Martí:
"Quien tenga patria que la honre; y quien no tenga patria que la conquiste: estos son los únicos homenajes dignos de Bolívar".
Todos los hombres que nos precedieron como próceres o pensadores tenían un pensamiento de futuro. Nuestro pasado es el pasado de una futuridad. Somos la futuridad de ese pasado" "no puede negarse que existen hombres superiores, lo son en tanto voceros, en tanto Apóstoles; voceros de una verdad que ellos no han inventado, que ellos no han creado, de la que ellos participan y con mayores luces que los demás predican y convencen. Si no se convence no se vence. Ese es el papel de los hombres superiores".
Estas palabras nos ayudan a comprender el interés de los que pretenden mantenernos sojuzgados, y divididos, y así dejarnos sin historia y sin héroes.
Los peligros y desafíos que enfrentan nuestros pueblos en la actualidad exigen acometer acciones dirigidas a fortalecer la identidad y cultura nacionales, una de las vías para lograr este importante objetivo nos la recomendó José Martí cuando alertó acerca de la importancia de honrar a los héroes y el no perder la memoria de "los actos heroicos antiguos", pues aquel que la pierde o no la guarda bastante "corre peligro de perder fuerza para actos heroicos nuevos".
Es conveniente no perder de vista que para el Apóstol, la historia "es un examen y un juicio, no una propaganda ni una excitación" y que "el buen historiador ha de ver al hombre en todos su aspectos".
Martí demostró cómo pueden y deben ser utilizados los ejemplos que emanan de las acciones, de la vida, pensamiento y obra de los hombres que llamó "sagrados", y de la historia que contribuyeron a forjar en función de las complejas tareas, que tienen enorme vigencia y que llamamos hoy, transmisión de valores, concientización, educación y motivación políticas, etc.
Conocer la concepción martiana acerca del héroe es necesario punto de partida para comprender y poder sacar experiencias también de este aspecto del arte martiano de hacer política. El presente trabajo pretende ser un acercamiento y contribución a este objetivo, tomando básicamente como ejemplo las valoraciones y tratamiento dado por el Maestro a la figura del Libertador Simón Bolívar.
En las Obras Completas del Maestro pueden encontrarse más de medio centenar de definiciones y alusiones referidas al héroe, tanto desde el punto de vista conceptual, como al papel que este desempeña, lugar que ocupa en la historia, motivaciones que le mueven, así como actitud que debemos asumir ante éste. El análisis de estas referencias nos permite confirmar la originalidad, que también en este tema tuvo Martí, quien parte de premisas fundamentalmente éticas para la valoración del héroe.
Mencionemos algunos de los criterios que sustentan esa visión:
La heroicidad no es un don divino, ni sobrenatural.
Todo ser humano lleva dentro un héroe dormido, las circunstancias en que le corresponda actuar serán las que posibiliten que éste despierte.
La condición de héroe estará determinada por la finalidad del acto que se realice, que siempre estará motivada por elevados y nobles propósitos y conlleva entrega de sí, capacidad de sacrificio, amor al prójimo.
El héroe encarna y representa las más justas aspiraciones del pueblo del cual es parte y al que está indisolublemente vinculado.
El héroe no es el protagonista de la historia, es el servidor de una causa justa.
La condición de héroe no está dada ni por razones de jerarquías, ni de fama.
Al héroe, le son inherentes, tanto virtudes, como defectos, es falible y no está exento de cometer errores, los que deben ser abordados, sin menoscabo de los méritos.
Los héroes son merecedores de honor. Se les debe alabar con sencillez.
Siempre se está en deuda con ellos. La mejor forma de rendirles tributo consiste en "estudiar sus virtudes e imitarlos".
Veamos a continuación algunos pensamientos martianos donde se ponen de manifiesto expresiones de estas concepciones sobre el héroe y los atributos inherentes a éste:
El caudal de los pueblos son sus héroes.
Los héroes creadores de las naciones importan más que la pecunia que luego las sustenta.
Las grandes personalidades son como cimientos en que se afirman los pueblos.
Los hombres que quedan son los que encarnan en sí una idea que combate, o una aspiración destinada al triunfo, los que pasan por el mundo voceando y luciendo con velocidad extraordinaria como astros.
¡Qué inmenso es un hombre cuando sabe serlo! Se tiene en la naturaleza mucho de ígneo y montañoso. Hay hombres solares y volcánicos, miran como el águila, sienten como sentirían las entrañas de la tierra, los senos de los mares y la inmensidad continental.
En 1885 en La Nación de Buenos Aires pregunta: "¿Qué hacen los pueblos que no levantan grandes templos a los redentores de los hombres; y colocan en nichos sus estatuas, y componen con ellos un santoral nuevo", indica que éstos deberán convertirse en lugar de reuniones los días feriados y concluye de forma categórica: "¿Por Iglesia, claman? […] ¡Pues he ahí la Iglesia nueva!
Y en 1889, en el antológico "Tres héroes", relato con que inicia La Edad de Oro, la revista que dirigiera a los niños y niñas de Nuestra América, hablándole a sus jóvenes lectores de Bolívar, San Martín e Hidalgo, ofrece una de las más hermosas y completas de sus definiciones: "Esos son héroes, los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza o desgracia por defender una gran verdad".
A modo de resumen traigamos a colación la sorprendente reflexión llena de significados y posibles lecturas, que con solo veintidós años, en 1875, nos ofrece en el poema "Mis padres duermen":
Oh! sueño de los pobres los ignorados héroes de la vida.
Como puede verse, la concepción martiana del héroe no se atiene a la de Homero ni a la de Gracián, Rousseau o Carlyle. La misma resulta tremendamente original y avanzada para su época. Uno de los elementos esenciales que la definen es su raíz ética, lo que le concede novedad y vigencia. Su originalidad radica en algo que puede parecer obvio, y es que todas las consideraciones sobre el héroe se derivan de la alta y acabada concepción del ser humano que tiene el Maestro.
De ahí lo actual y valioso de estas ideas, que tienen además como premisa que "ni se ha de adorar ídolos, ni descabezar estatuas", para ser esgrimidas en el debate que estamos obligados a entablar ante la guerra de pensamiento que se nos hace y que, según Martí, a pensamiento debemos ganar.
Los que niegan a nuestros pueblos el derecho a tener "héroes que eternizar, heroínas que enaltecer, admirables pujanzas que encomiar", de los que se enorgullecía Martí paradójicamente, fortalecen y sofistican ahora más que nunca con la ayuda de las nuevas tecnologías y los avances de la industria de la propaganda y comunicación, la imposición de sus propios héroes y mitos. Proceso este que venía desarrollándose desde mucho antes que los oráculos de la postmodernidad nos anunciaran que era irremediable someterse a la aldea global neoliberal.
Los pobres de la tierra ante la ofensiva de los poderosos no podemos renunciar a nuestros héroes ni temer al natural surgimiento de mitos revolucionarios, lo importante será siempre señalar la historicidad vinculante de estos con el presente, y apropiarse de las motivaciones e ideales enaltecedores que de los mismos dimanan. En este sentido contamos con el preclaro legado martiano cuando nos dice: "Los pueblos tienen la necesidad de amar algo grande, de poner en objeto sensible su fuerza de creencia y amor. Nada se constituye sin que algo se levante. Extinguido el culto a lo místico, álcese, anímese, protéjase el culto a la dignidad y a los deberes. Exáltese al pueblo, su exaltación es prueba de grandeza como el corazón es casa para los recuerdos, el monumento es casa para los héroes. El pueblo debe tener objetos vivos en que encarnar y hacer sensible su respeto y amor. Los sentidos avivan el alma. Modo de engrandecer el espíritu es hacer a los sentidos conductores de sensaciones de grandeza".
Y eso es lo que hace el Apóstol con Bolívar, para Martí el héroe por excelencia, el arquetipo de hombre americano es Bolívar, al que nos lo presenta según la realidad que su circunstancia le reclama. Un Bolívar que sin ser legendario ni fabuloso, es guía para la acción, que requiere la tarea incompleta de forjar una América totalmente libre, al tiempo que se enfrenta a la imagen distorsionada que sobre el Libertador dieron muchos de los contemporáneos.
Ciertamente de todos los héroes de la que llamara Nuestra América a quien más admira Martí es a Bolívar. A ciento cincuenta y siete se elevan las menciones directas al Libertador en las Obras Completas siendo la personalidad más mencionada. Por cierto, la primera mención conocida en su obra escrita data de 1875 y fue hecha en México cuando refiriéndose al gran venezolano lo llamara "el héroe que en las llanuras del mediodía fatigaba con la carrera su caballo, y su cerebro con el peso de los pueblos surgidos a su altiva voluntad, potentes y desenvueltos de miseria". Y la última referencia aparece en la famosa carta a Gonzalo de Quesada de fecha 1ro. de abril de 1895, conocida como su testamento literario. Sin embargo, no fue la última oportunidad que le dedicara un pensamiento, como no fue tampoco el último homenaje que le tributó.
Martí también llama a Bolívar "padre de los pueblos" "hombre solar".
Martí nos presenta al héroe en íntima conexión con otros hombres y, especialmente, con el paisaje que sirve de marco al accionar de éste. El paisaje, objetos, acciones en que los atributos de la naturaleza devienen protagonistas y en ningún momento son elementos decorativos, sino activos portadores de información que contribuyen a complementar la imagen del héroe, que brindan rasgos de la personalidad y de la psicología.
Un diálogo
La posibilidad de un diálogo entre un hombre nacido en el siglo XVIII y otro venido al mundo en el siglo XIX, sobre problemas del siglo XX, es tan remota como absurda.
Pero entre esos dos hombres ha habido una extraordinaria afinidad en el pensamiento y tuvieron la misma preocupación y la misma grandeza de espíritu. Es probable y es posible producir el diálogo porque el espacio y el tiempo que los separa forman parte de los procesos revolucionarios que protagonizaron
Bolívar nace en Caracas el 26 de julio de 1783. Martí en La Habana el 28 de enero de 1853. El Libertador muere en Santa Marta el 17 de diciembre de 1830. El Apóstol en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895. Nadie como ellos hizo ofrecimientos más puros a nuestro continente. Nadie como ellos trató con intensidad pareja de crear un mundo de libertad.
Martí, que por razones elementales conoció la obra de Bolívar, sentía una profunda admiración y un respeto filial por el hombre luchador por la independencia y por la unidad de América Latina.
¿Qué unía a esos dos hombres? Los unía el destino común continental, el mismo peligro que veían ceñirse sobre ellos, la lucha revolucionaria, el espíritu de sacrificio, el amor a la humanidad y la visión de un mundo nuevo.
Ellos encarnan el anhelo histórico de un haz de pueblos al sur del Río Grande. En ellos pusieron acción, vida y pensamiento. La acción pertenece a la historia. Sus ideas a los pueblos de América Latina. Sus pensamientos siguen teniendo vigencia.
Y la relación entre sus pensamientos e ideas es tan fe cunda, que de sus cartas, de sus discursos políticos, de sus manifestaciones, de sus artículos en periódicos y revistas, se pueden extraer frases para coordinar un gran diálogo de la actualidad norteamericana. Imaginémoslo:
MARTÍ: No quería hoy sino alabar a usted como de público es alabado por la elevación de ánimo, la paz de espíritu y la abundancia de corazón con que defiende usted las soluciones patrias.
BOLÍVAR: Amigo le llamo a usted, y este nombre será sólo el que debe quedarnos por la vida, porque la amistad es el único vínculo que corresponde a hermanos de ar mas, de empresas y de opinión; así, yo me doy la en hora buena, porque usted me ha honrado con la expresión de su afecto.
MARTÍ: Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los pueblos de nuestra América Latina. Vemos colosales peligros, vemos manera fácil y brillante de evitarlos; adivinamos en la nueva acomodación de fuerzas nacionales del mundo, siempre en movimientos, y ahora acelerados, el agrupamiento necesario y majestuoso de todos los miembros de la familia nacional americana. Pensar es prever. Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto.
BOLÍVAR: Usted sabe que en el Norte están todos los peligros.
MARTÍ: No sólo pienso yo lo mismo que usted… y temo lo que usted y sé sobre los cuervos lo que usted sabe, sino que mi opinión actual sobre el trabajo urgente que nos cumple hacer, proviene precisamente del conocimiento de ese grave peligró, y tiene, como una de sus principales razón es el objetivo de irle poniendo valla de antemano.
BOLÍVAR: Nunca he considerado un peligro tan universal como el que amenaza ahora a los americanos.
MARTÍ: Sólo una respuesta unánime y viril para la que todavía hay tiempo sin riesgo, puede libertar de una vez a los pueblos españoles de América de la inquietud y perturbación, fatales en su hora de desarrollo, en la que tendría sin cesar, con la complicidad posible de las repúblicas banales o débiles, la política secular y confesa del predominio de un vecino pujante y ambicioso, que no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión, como en Panamá, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo.
BOLÍVAR: Estados Unidos parece destinado por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad.
MARTÍ: El deber urgente de nuestra América es enseñarse cómo es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchado sólo con la sangre de abono que arranca a las manos de pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños.
BOLÍVAR: La América del Norte, siguiendo su conducta aritmética de negocios, aprovechará la ocasión para hacer se de nuestra amistad y de su gran dominio del comercio.
MARTÍ: Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se aparten de Estados Unidos. Nuestras tierras son ahora, precisamente, motivo de preocupación para Estados Unidos.
BOLÍVAR: A la antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos el hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los hombres y de la fortuna a hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre.
MARTÍ: El desdén del vecino formidable que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, por que el día de la vista es próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto para que no la desdeñe. Por supuesto, luego que la conozca, sacaría de ella las manos.
BOLÍVAR: Un vasto campo se presenta delante de nosotros, que nos convida a ocuparnos de nuestros intereses; y bien que nuestros primeros pasos han sido tan trémulos como los de un infante, la rigurosa escuela de los trágicos sucesos han afirmado nuestra marcha habiendo aprendido con las caídas dónde están los abismos; y con los naufragios dónde están los escollos. Nuestra empresa ha sido a tientas, porque éramos ciegos; los golpes nos han abierto los ojos; y con la experiencia y con la vista que hemos adquirido, ¿por qué no hemos de salvar los peligros de la guerra, y de la política, y alcanzar la libertad y la gloria que nos esperan por galardón de nuestros sacrificios? Estos no han podido ser evitables, porque para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios. La América entera está teñida con la sangre americana.
MARTÍ: Jamás hubo en América, de la independencia a acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que Estados Unidos potente, repleto de productos invendibles y determinado a extender sus dominios en América, hace de las naciones americanas de menos poder, ligado por el comercio libre y útil con los pueblos europeos para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse América española y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.
BOLÍVAR: Pretenden convertir la América en desierto y soledad; se han propuesto nuestro exterminio, pero sin ex poner la salud, porque sus armas son las viles pasiones, la cruel ambición, la miserable codicia. Es verdad que empezamos esta nueva carrera y que la guerra y la revolución han fijado toda nuestra atención en los negocios hostiles. Hemos estado como enajenados en la contemplación de nuestros riesgos y con el ansia de evitarlos. No sabíamos lo que era gobierno y no hemos tenido tiempo para aprender mientras nos hemos estado defendiendo. Mas ya es tiempo de pensar sólidamente en reparar tantas pérdidas y asegurar nuestra existencia nacional.
MARTÍ: De todos los peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una pompa de jabón; el lujo veneno so, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril.
BOLÍVAR: Es un escándalo y una vergüenza que haya todavía quienes vean con indolencia los sacrificios que hacen sus hermanos por la patria y que ellos se queden en la inacción de simples espectadores.
MARTÍ: Ser hombre es en la tierra dificilísima y pocas veces lograda carrera.
BOLÍVAR: Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes mientras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, ¿y cuál es el resulta do? ¿No está el Nuevo Mundo entero conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observemos una lucha simultánea en la inmensa extensión de este hemisferio.
MARTÍ: El tigre espera, detrás de cada árbol, acurruca do en cada esquina. Morirá con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.
BOLÍVAR: ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad?
MARTÍ: ¡La generación actual lleva a cuestas por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabaja dora, del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la Amé rica nueva!
BOLÍVAR: Para nosotros la patria es América.
MARTÍ: Vea lo que hacemos. Usted con sus manos juveniles, y yo a rastras con mi corazón roto.
BOLÍVAR: Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Desde luego, los señores americanos serán sus mayores opositores, a título de la independencia y la libertad, pero el verdadero título es por egoísmo.
MARTÍ: Los pueblos castellanos de América han de volverse a juntar pronto donde se vea, o donde no se vea. El corazón se lo pide. Unos piafan, otros vigilan, otros temen, pero todos oyen en el aire, la voz que los manda ir de brazo por el mundo nuevo.
BOLÍVAR: Nosotros nos apresuraremos con el más vivo interés, a entablar, por nuestra parte, el pacto americano que, formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente a América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que otro alguno que por su libertad y gloria.
MARTÍ: ¡Ah, amigo, con esto, qué tranquilidad en estos últimos instantes! iSiri eso qué terrible agonía!
BOLIVAR: Me alegro mucho también que Estados Unidos no entre en la federación.
MARTÍ: Ni hay que traer sobre sí a un enemigo a quien no se le puede derribar, ni que invitarlo a que se eche encima, con lo flojo de la oposición. Ni mayordomo de raza ajena, ni mayordomo de raza nuestra. No es cuestión de razas, 125 sino de independencia y servidumbre.
BOLÍVAR: Hagamos que el amor ligue con un lazo universal a los hijos del hemisferio de Colón, y que el odio, la venganza y la guerra se alejen de nuestro seno y se lleven a las fronteras a emplearlos contra los tiranos.
MARTÍ: Hagamos por sobre la mar, a sangre y a cariño, lo que por el fondo del mar hace la cordillera del fuego andino. ¡Los flojos, respeten, los grandes, adelante! Esta es tarea de grandes.
Autor:
Ellery Ortega