América Latina en el periodo de 1945-1980
Este ensayo está estructurado en 4 ejes principales: la crisis de 1929 y sus consecuencias en América Latina, los acontecimientos relacionados con la Guerra Fría ocurridos en América Latina, desde 1945 hasta 1980. En tercer lugar están los procesos políticos acaecidos en la década de los años ochenta en América Latina. Por último, pero no menos importante, están los conceptos de neoliberalismo, globalización y posmodernismo, con sus características y las consecuencias de su aplicación a la región latinoamericana.
La crisis de 1929 tuvo sus orígenes en Estados Unidos, el cual, desde el fin de la Primera Guerra Mundial experimentó un gran crecimiento económico prácticamente ininterrumpido. Esto fue favorecido por una política de "irrestricta libertad de empresas, sin intervención alguna del poder público, se producían cada vez más y subían los valores negociados en la bolsa de Wall Street." (Boersner, D). El poder capitalista propició el "aislacionismo, la autosuficiencia, el materialismo y de aquella moralidad puritana e hipócrita que ilegalizaba las bebidas alcohólicas, mientras toleraba la explotación y la rapacidad en los negocios. Era un país capitalista próspero, regido enteramente por la gran burguesía que imponía sus ideas y valores y reprimía a sus críticos. Pese a la prosperidad, un tercio de la población vivía en la pobreza: su baja capacidad de consumo (…) sería la causa fundamental de la recesión." (Boersner, D). Esta historia cambiaría cuando llegara el año 1929 y la economía norteamericana produjera más de lo que podía colocar en el mercado. En Wall Street los inversionistas especuladores sintieron el pánico que pronto sentiría todo el país al descender en picada los valores. En pocos días, las empresas, que les era imposible vender sus productos, fueron a la quiebra y sus empleados quedaron en la calle: "Llenos de alarma los especuladores comenzaron a vender frenéticamente sus papeles, cuyos valores descendieron bruscamente. A los pocos días, por falta de crédito y por la imposibilidad de vender sus productos, las empresas comenzaron a cerrar sus puertas y a arrojar a sus trabajadores a la calle. Al cabo de pocos meses era ya general la crisis en Estados Unidos y el número de desocupados ascendía a varios millones." (Boersner, D). Esta situación se extendió a todos los países capitalistas, fueran desarrollados o subdesarrollados.
En América Latina la pobreza y la miseria se agravaron aún más, ya que las industrias disminuyeron su producción y por tanto se redujo la compra de materias primas. Esto produjo que incluso el poder oligárquico se viera debilitado. Es en este contexto en que en 1932, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt llega al poder. Implanta un modelo de capitalismo moderadamente controlado por el Estado. Establece una política interior de regulación de la economía (New Deal) la cual incluyó muchas obras públicas, subsidios agrícolas, estímulos al sindicalismo y la seguridad social, entre otras medidas.
Siguiendo el contexto expuesto de la crisis de 1929, en el Salvador comenzó un derrumbe del sistema y un increíble aumento en el desempleo. En un paisaje lleno de desesperación, hambre, miseria e inseguridad, Arturo Araujo es elegido presidente en 1931. Promete tierras en las zonas rurales para aliviar la presión, sin embargo, al llegar al poder, cualquier reforma fue imposible de realizar: "cuales fueran sus habilidades gerenciales, los limitados recursos del estado no dejaban de disminuir y cualquier reforma social era imposible. Inclusive los soldados del ejército dejaron de recibir sus salarios puntualmente. Araujo perdió rápidamente el apoyo del ejército y de los hombres de negocios. Ocurrió lo inevitable. En diciembre se dio el golpe de estado que llevó al poder al General Martínez." (Lindo, H). Luego de este suceso, los temores sobre la posibilidad de un levantamiento comunista eran crecientes. En la medianoche del 22 y 23 de enero las fuerzas rebeldes conjuraron los temores y golpearon comunidades en el oeste del país: "Atacaron primero sitios estratégicos y las principales edificaciones que representaban el poder del estado: cuarteles de policía, oficinas de telégrafos, oficinas municipales. También asaltaron casas de terratenientes y saquearon comercios locales." (Lindo, H). La respuesta del Estado fue rápida y violenta. En tres días recuperaron el control de las comunidades atacadas. Los relatos en los periódicos locales aparecen de inmediato. La masacre de los campesinos e indios es omitida en estos y se decide relatar el sufrimiento de las víctimas de los ataques rebeldes: "Mientras que el sufrimiento y el terror de las víctimas de la rebelión se describían puñalada por puñalada, violación por violación, con lujo de detalles, individualizando a cada una de las víctimas, la muerte de los campesinos se describía en términos genéricos" (Lindo, H).
A lo largo del mandato de Martínez, las referencias a esta carnicería fueron muy limitadas. En su mandato adoptó la práctica de defender a las oligarquías de enemigos "de adentro", en vez de defender al país de enemigos externos. En dos ocasiones se reeligió presidente. Al tercer intento, "la paciencia de los salvadoreños se había agotado. Su intervencionismo en la economía lo había alejado de las clases pudientes, sus prácticas autoritarias resultaban cada vez más odiosas a los grupos medios modernizantes, y después de las masacres de 1932 las clases populares no estaban muy dispuestas a abrazar un reciente sesgo populista." (Lindo, H). Abandonó el poder en 1944, tras la Huelga de Brazos Caídos. Aunque esto no significó el derrumbe inmediato del sistema dictatorial, abrió la ventana de una nueva era, de la cual es posible hablar después del golpe de Estado en 1948.
En la Guerra Fría, se dieron varios acontecimientos en América Latina cuya finalidad fue instaurar o derrocar regímenes socialistas. Por ejemplo, en el caso chileno, se dio un importante golpe de Estado propinado por los generales Pinochet, Leigh, Merino y Mendoza (a favor del imperialismo) contra el presidente Allende y el pueblo chileno. El autor Helio Gallardo divide este suceso (que él lo llama "mito de la traición") en dos variantes centrales: "El golpe de Estado que asesinó a Allende tuvo como fundamento el carácter (personal) traidor de los generales Pinochet, Leigh, Merino y Mendoza, y el golpe de Estado fue una traición institucional por parte de las Fuerzas Armadas; el traicionado en este caso sería el "pueblo de Chile"" (Gallardo). El mismo autor señala que hay un "énfasis en el carácter personal-moral de las relaciones Allende-generales "traidores"; en este esquema lo histórico adquiere un carácter individual-excepcional, y la desvinculación histórica del suceso "golpe de Estado". El carácter simbólico del 11 de setiembre se trasciende de este modo a sí mismo y cobra autonomía: el 11 de septiembre no es ya parte de un proceso histórico sino que es un hecho que "separa dos Chiles", el de "antes" y el de "después" del golpe o de la "traición" " (Gallardo). Siguiendo las dos vertientes propuestas por Gallardo, la versión personalizante se extiende gracias a dos factores, a saber: "la existencia de una colonia chilena en el exterior para algunos cuyos sectores –ya por razones sentimentales, ya por razones políticas– el regreso a Chile es siempre un regreso (ideológico) al Chile de antes (…) y por la disciplina ideológica y política de importantes sectores populares chilenos históricamente acostumbrados a obedecer y a "ver" a través de quienes sí saben (…)" (Gallardo). La vertiente institucional del mito de la traición tiene como base dos pilares: "la cantidad y calidad del movimiento obrero y su capacidad para nuclear social y políticamente a otras fuerzas sociales, y un Estado de derecho con instituciones sólidas." (Gallardo). Estos ejes son validados dentro de algunas construcciones ideológicas, por medio de las cuales que se expresan "la práctica política de y la percepción ideológica frente a la democracia liberal burguesa. (…) los acuerdos políticos del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (1956) que giraron en torno a la defensa de la coexistencia pacífica, la inevitabilidad del socialismo y la diversidad de formas de tránsito hacia el socialismo (…) la "necesidad" de consolidar históricamente y en América Latina las líneas abiertas por el XX Congreso soviético, reafirmadas con variantes durante la década del 60, en el sentido de construir una alternativa al proceso revolucionario cubano. (…) el marco jurídico y político en el que se desarrollan las luchas de los trabajadores chilenos, especialmente desde 1938 en adelante." (Gallardo). Gallardo concluye apuntando a que la variante institucional del mito de la traición tiene menores posibilidades de mantenerse ideológicamente activo que la versión personal, leyendo de diferentes maneras las últimas palabras de Allende. Sin embargo, plantea elementos que podrían mantener a flote esta versión: "la existencia de una gran cantidad de relatos literarios (…) cuyo énfasis descansa en la realización del golpe (…) y la existencia de elementos deterioradores de la imagen de Allende (…)" (Gallardo)
Los movimientos sociales en América Latina se caracterizaron por ser muy violentos en su gran mayoría. Judith Larson en "La Guerrilla en América Latina ¿Terrorismo o Guerra Popular?" afirma que es difícil clasificar a un grupo como extremista: "Pero no es fácil colocar acertadamente el apelativo de "extremismo" para caracterizar a cualquier grupo político que recurre a las armas. Si bien hay sociedades en que la violencia no parece necesaria por la existencia de otros mecanismos alternativos, hay otras en que sigue siendo un elemento importante" (Larson, J). Para lograr diferenciar los grupos "extremistas" de los iniciadores de "movimientos de liberación nacional", Larson propone que se debe distinguir la situación en la que surgen, la relación con el pueblo y las formas a través de las cuales se manifiesta. "(…) la situación en que aparecen las manifestaciones de violencia, ésta puede estar caracterizada por la existencia de mecanismos de participación política, o por la ausencia de ellos (…) la relación con la población (…) depende de la variable anterior. Cuanto más legítima sea la violencia recibirá mayor apoyo de la población. (…) Finalmente podemos distinguir dos tipos de formas de expresión de la violencia: discriminada e indiscriminada." (Larson, J). La violencia discriminada es la que se realiza dentro de un contexto de objetivos político-militares y que afecta a grupos políticos agresores. Indiscriminada afecta a grupos que no están directamente relacionados con los grupos a derrotar.
El terrorismo es un fenómeno político cuya afectación a la sociedad es marginal. Es ejercido por grupos minoritarios, y normalmente no encuentran apoyo legitimador. Caso contrario lo son los movimientos de liberación nacional, que se caracterizan por "la combinación de lucha política y lucha armada (…) realizadas por grupos nacionales que aspiran a lograr la independencia de su país." (Larson, J)
En América Latina, se dieron varios conflictos con diferentes fechas de origen y conclusión, la que hace que sean "más de cincuenta años en total en que la sociedad vivió formas anormales de vida política, con represión, guerra civil, conflicto armado. Han sido dos generaciones de centroamericanos que han vivido la anormalidad de una existencia personal gravemente alterada". (Torres, E). Torres Rivas propone dos conjuntos de factores, generados por una interpretación a largo plazo, que explican el contexto de los sucesos: "Unos, son factores políticos y culturales que se presentan en este análisis como las dificultades desde el Estado para la vida democrática." (Torres, E). El Estado, en su modalidad autoritaria, no logró evitar el surgimiento de movimientos sociales revolucionarios, sino que más bien impulsó su formación. Entonces, es aquí cuando es importante dar una definición de revolución, la cual la proporciona Torres: "cambio violento de las instituciones del Estado, acompañado por la sustitución de actores e intereses sociales dominantes, por otros grupos o clases, como resultado de una movilización popular lo suficientemente fuerte para lograrlo" (Torres, E). Para lograr entender esta definición, se deben tomar en cuenta tres conceptos: noción de movimiento revolucionario, objetivo de tomar el poder del Estado por la vía violenta y los objetivos del cambio de la sociedad. Tomar el Estado refiere a "derrota de las fuerzas encargadas de la defensa del orden que se combate (…) la bancarrota de las instituciones que lo respaldan, especialmente el poder ejecutivo y el castigo (…) de la cohorte gobernante" (Torres, E). El concepto de movimiento revolucionario apunta a "la movilización de masas con un grado de organización que requiere una dirección político-militar capaz de hacerse seguir por amplios sectores populares susceptibles de identificarse y reconocerse más por los agravios experimentados y por su elaboración cultural y simbólica, que por sus orígenes clasistas". (Torres, E).
Pasando a casos concretos, se puede analizar el caso guatemalteco, el cual es importante resaltar ya que en el país más atrasado en materia social se dio el movimiento más desafiante al orden oligárquico. Es por esto que los logros alcanzados en el proceso son más valorados por el atraso social: "La importancia de lo logrado en el proceso, la democracia electoral, amplia organización social, libertades políticas, atención a la educación y a la salud pública, autonomía municipal y otros logros, se valoran más por la naturaleza del atrasado escenario nacional en que surgen." (Torres, E). En Guatemala, se puede afirmar, que, después de la revolución de 1944, "que transcurrió en una noche casi incruenta, al presentarla como una derrota del viejo ejército, le permite afirmar que ahí se "ha quebrado la armazón del Estado liberal oligárquico" y que un nuevo Estado, democrático, empieza a surgir (…)" (Torres, E) lo cual es un cambio de régimen político que produce un cambio profundo en la sociedad de Guatemala.
En junio de 1944, el general Ubico sale del poder y deja de sucesor al general Ponce Vaides. Este sería derrocado rápidamente por la insurrección de octubre y llegaría al poder por medio de elecciones libres Juan José Arévalo. Lentamente se fue disgregando la coalición triunfante e importantes sectores "de la pequeña burguesía y otros medios se pasaron al campo de la reacción oligárquica, estimulados por el clima envenenado de la Guerra Fría; sin ser antidemocráticos se volvieron anticomunistas, para terminar siendo contrarrevolucionarios." (Torres, E). Cuando se dio la reforma agraria en el gobierno de Arbenz, el sector campesino fue tomando mayor preponderancia política ya que se abrieron las posibilidades de recibir tierra y la tierra ociosa fue expropiada. Estas medidas "fueron como puñaladas directas al plexo vivo de los intereses y la cultura de la burguesía oligárquica. Menos que sus intereses materiales fue su ideología, su manera de vivir la historia, la cultura colonial con la que se explotaron a los campesinos-indígenas lo que se agravió tan directamente." (Torres, E). Esto provocó que se planeara derrotar el proyecto nacional-popular, que al final se logró con el apoyo de la CIA.
También se puede analizar la situación de El Salvador, la cual en 1944 tuvo una revuelta que fracasó, pero contribuyó a generar la oportunidad de que nuevos movimientos revolucionarios emergieran y desafiaran el poder oligárquico. En el año 1948 se dio un golpe de Estado, propinado por un sector militar-civil. El nuevo gobierno realizo una serie de reformas, a saber "Los militares aspiraban a fusionar los intereses agrarios en un proyecto de modernización con los nuevos sectores interesados en la industrialización" (Torres, E). El control militar no siempre era bien visto por los sectores burgueses cafetaleros-comerciales y tuvo momentos críticos. Sin embargo, los burgueses aceptaron el trato ya que fue un "intento acaso racional para mantener intacto su poder social aunque quebrantando su poder político." (Torres, E). Cuando era el momento de aplicar políticas de poder, "la sociedad militarizada se valió de modales "bruscos" con las organizaciones populares, especialmente los sindicatos y los estudiantes (…)" (Torres, E). En materia económica, el régimen "impulsó regulaciones e intervenciones en aspectos del crédito y la producción agropecuaria e industrial, creando tensiones en el interior del Estado" (Torres, E). Este régimen llego a su fin cuando en 1974 el general Molina intenta una reforma en el agro y el sector terrateniente reaccionó y detuvo su accionar.
La globalización, según Quesada en "Globalización y Deshumanización: dos Caras del capitalismo", es "eminentemente, un fenómeno tecnológico que permea la cultura, las relaciones sociales y, en general, la forma en cómo las sociedades funcionan" (Quesada, R). Sin embargo, Quesada apunta a que esta definición podría llegar a ser incoherente con el desarrollo de sus ideas. Propone que globalización, en un contexto neoimperialista, "no significa integrar, tampoco humanizar o revalorizar las prácticas económicas, sociales, políticas y culturales de los pueblos en una nueva etapa de su desarrollo. Significa todo lo contrario: esencialmente desintegrar las economías nacionales, para que se incorporen por la fuerza de la competencia a un nuevo tipo de mercado mundial" (Quesada, R). Señala que esto inevitablemente produce una deshumanización ya que "los individuos buscan entonces concentrar sus esfuerzos en el rendimiento, en la capacidad de producir cosas, no en generar ideas, sentimientos o hechos que los acerquen más, sino que los separen de una vez por todas" (Quesada, R).
Como una especie de consecuencias, propone que se regionalizan o crean "nuevos polos de poder en función de las necesidades inéditas del expansionismo capitalista" (Quesada, R), se fomenta la creación de instrumentos institucionales, "para lograr una productividad cada vez más eficiente de los mercados internacionales" (Quesada, R). También, las personas son afectadas al existir por lo que producen, no por lo que son.
Señala un punto importante de la globalización, el cual es que esta intenta "engullir" sectores de otras economías desarrolladas, con sus contrapesos económicos. Cuando algo similar ocurre en países latinoamericanos, los contrapesos que existen entre los países desarrollados son inexistentes o el país no tiene la capacidad de respuesta.
Por otro lado, Gamboa, en "Los retos de la ciudadanía y de la gobernabilidad en la globalización" afirma que el fin de la globalización es "que grandes zonas de la actividad social van extendiendo su campo de acción hasta abarcar niveles que superan los límites nacionales y regionales, interconectados ahora a través de una compleja red de relaciones, flujos e intercambios; y, en segundo término, que ello va acompañado de una intensificación de las conexiones y dependencias entre las diferentes sociedades y Estados" (Gamboa, L). Aventurándose a dar una definición, de la mano de Prats, Gamboa dice que se refiere a "una serie de fuerzas y tendencias que están cambiando nuestro mundo y su orden, una revolución iniciada en las comunicaciones y los transportes como su causa fundamental, mundialización de los mercados (…), producción de fuertes dislocaciones en los mercados (…) un debilitamiento del trabajo y de sus organizaciones frente al capital (…) la mundialización de la criminalidad (…) una drástica reducción de los derechos de soberanía de los Estados, la ruptura de la distinción tradicional entre políticas internas y política internacional, la emergencia de otros actores de la gobernación global (…)". (Gamboa, L). Concluye afirmando que el proceso de globalización "ha supuesto la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales" (Gamboa, L). Con base en esta línea, se puede decir que la globalización podría ser una "fuerza benéfica que puede favorecer a todos. Pero (…) para que esto suceda es necesario replantearse profundamente el modo en que la globalización ha sido gestionada, incluyendo los acuerdos comerciales internacionales que tan importante papel han desempeñado en la eliminación de dichas barreras, y las políticas impuestas a los países en desarrollo en el transcurso de la globalización." (Gamboa, L).
También, Robert McChesney, en la introducción de la obra de Chomsky "El beneficio es lo que cuenta" afirma que la globalización es el producto de que los gobiernos poderosos obligan la aceptación de tratados comerciales a países menos desarrollados, para así lograr facilitar el domino económico de las naciones del mundo.
James Petras, en Neoliberalismo en América Latina, cita que el liberalismo nace en países capitalistas dominantes imperiales, que basados en ideas liberales clásicas buscaban competir en el mercado mundial, basado en la apertura de mercados así como en ampliar las relaciones de productos. Durante la década de los 30, con la crisis y el derrumbe del liberalismo surge la industrialización nacional populista. A su vez con la crisis del populismo nacional y la derrota del socialismo resurge el neoliberalismo amparado en la ideas que esgrime Adam Smith así como también en el llamado "consenso de Washington" (Chomsky). El neoliberalismo mantiene sus semejanzas con el liberalismo cuando define que no es el Estado sino el mercado el que debe distribuir salarios y capital, (Petras) se opone a cualquier clase de regulación y más bien impulsa la autorregulación del mercado, así como permitir que un grupo reducido de intereses privados maximice sus beneficios al controlar la vida social mediante una serie de políticas y procedimientos.
Aunque las posiciones doctrinarias de ambas ideologías son compartidas, los efectos sobre la economía difieren. Como lo afirma Petras, los efectos sociales y económicos del neoliberalismo para la clase trabajadora incluyen desde eliminar legislaciones sociales, desarticular sectores económicos interrelacionados hasta marginar y excluir a grupos trabajadores y productivos. Considera este autor el neoliberalismo contemporáneo como el uso de la tecnología del siglo XXI pero supeditado a un marco social del siglo XVIII. Agrega McChesney, en el prólogo de Chomsky que "el neoliberalismo ha sido durante las dos últimas décadas la orientación global predominante, económica y política"
Asimismo retomando a Petras, los presupuestos básicos que la teoría neoliberal establece son: la estabilización de precios y cuentas nacionales; privatización de medios de producción y empresas estatales; liberalización de flujos comerciales y de capital; desregulación de la actividad privada y restricción del gasto público implementando la austeridad fiscal. Agrega McChesney que el neoliberalismo se presenta como políticas de libre mercado que fomentan la iniciativa privada y la libertad del consumidor, premian la responsabilidad personal así como la iniciativa empresarial y socavan la inoperancia de los gobiernos incompetentes, burocráticos y parasitarios.
Como promotores para imponer el neoliberalismo en América Latina, Chomsky señala el "consenso de Washington" como sistema doctrinal diseñado por el gobierno de los Estados Unidos; Petras coincide al señalar además las agencias internacionales de préstamo y los bancos privados que en su mayoría son controlados por ese mismo gobierno; así como la élite económica que en pocas manos concentra la mayor riqueza, para la cual Chomsky hace mención aparte al referirse a ellos como "los principales arquitectos" del "consenso de Washington"; todo lo anterior dentro de la figura de la dictadura militar que por sí misma implica un estado autoritario intervencionista que maneja la desregulación de las economías para beneficio de los intereses privados, utilizando la violencia para apaciguar cualquier ánimo combativo ante el nuevo orden neoliberal auspiciado por el gobierno de los Estados Unidos.
Para la región latinoamericana, la transformación neoliberal ha implicado una estrategia de exportación asociada al capitalismo externo e interno y regulada a nivel internacional, dejando atrás la industrialización nacional que se basaba en capitales tanto públicos como privados, que se manejaban dentro del ámbito únicamente nacional. Para el desarrollo de la tesis neoliberal, afirman tanto Chomsky como Petras, que se debía liberalizar el comercio, disminuyendo la intervención estatal, cosa que no sucedió pues su intervención varió en vez de nacionalizar para privatizar, socializando las deudas que acumulaban los bancos privados, convirtiéndolas de privadas en públicas. Así lo hizo también subsidiando a los exportadores con transferencias de recursos económicos provenientes de prestaciones sociales de la clase asalariada. Intervenía asimismo el Estado en el asedio a grupos sindicales y laborales con opresión de sus manifestaciones y líderes, así como limitando el trabajo, aumentando precios y bajando salarios por medios de nuevas regulaciones.
Siguiendo con el enfoque de Petras, aunque el neoliberalismo proponía una desregulación de la economía "se implantó un nuevo régimen regulador" internacional conformado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, así como mandos jerárquicos del gobierno de Estados Unidos y cúpulas exportadoras. El consumo local es limitado para los grupos asalariados, beneficiando así las minorías exportadoras.
Otro punto en el desarrollo de esta corriente ha sido la eliminación de monopolios estatales que se sugiere atentan contra la libre competencia, no obstante la privatización lo que ha hecho es convertir monopolios de públicos a privados, pasando a manos de élites económicas muy poderosas.
La región no ha visto cambiar los monopolios, ni ha visto la desregulación anunciada y aún menos la intervención del Estado minimizada, pues siguen igual que antes pero lo que si cambia son los actores, que detentan el poder, el control y los beneficios. Para citar ejemplos claros del impacto que ha generado el neoliberalismo en América Latina, Chomsky señala que Brasil después de haber sido "domesticado" por Estados Unidos y de haberle otorgado réditos financieros exitosos, presenta para 1989 una baja abrumadora en el Índice de desarrollo humano de la ONU, llegando a afectar incluso a la minoría económicamente poderosa, por lo que los antes postulados que sustentaban el desarrollo se transforman convenientemente en efectos causados por modelos estatistas y socialistas. Además, Chomsky se refiere a México como el modelo propuesto a seguir para el resto de países por haber adoptado las reglas del consenso de Washington, mientras los salarios caían, el número de pobres crecía al ritmo de los nuevos multimillonarios, y los requerimientos alimenticios no son cubiertos para la mitad de la población, haciendo mayores las ganancias que reciben los pocos que manejan el mercado del maíz en esa nación.
Además citando a Petras la implantación de esta corriente ha derivado en que "Los conglomerados exportadores y extranjeros reemplazan a los industriales nacionales, a los empleados del sector público y a los sindicatos en la función de beneficiarios y controladores, el mercado internacional reemplaza al mercado nacional. Los ingresos concentrados reemplazan a los públicos. La riqueza privada acompaña el empobrecimiento del bienestar público. El libre mercado no es libre para la mayoría, ni tampoco se basa exclusivamente en el mercado". En el mismo sentido, amplía McChesney, que América Latina ha sufrido por igual un aumento en la desigualdad social y económica, el aumento de las pérdidas de las naciones y pueblos más pobres del mundo, una economía mundial inestable contra el aumento de las ganancias para las élites acaudaladas.
Históricamente el concepto de ciudadano ha merodeado el imaginario colectivo procurándose un espacio social. Inicia su aparición con un reconocimiento negativo al ser subordinado muy por debajo del concepto de imperio durante el período antiguo. Aparece rutilante con la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano, (Luis Enrique Gamboa en "Los retos de la ciudadanía y de la gobernabilidad en globalización"), para seguir sorteando los vaivenes de las luchas sociales hasta nuestros días.
Incide la globalización, cambiando el papel de ciudadano ubicado dentro del contexto de la comunidad nacional, ante las nuevas regulaciones que le imponen el desarrollo de la legislación internacional que impone nuevas regulaciones sobre individuos, (Constantino Urcuyo en Gamboa "Los retos de la ciudadanía y de la gobernabilidad en globalización"). Afirma Gamboa que el concepto de ciudadano es restrictivo, que engloba derechos limitados y deberes difusos, considerando a unos ciudadanos y a otros no. Así mismo McChesney en la Introducción a Chomsky señala que la conexión de conciudadanos para interactuar es vital pues fortalece la democracia, no obstante esto no se realiza ante el asedio que sufre hoy día la sociedad bombardeada por ideas neoliberales que "generan individuos inconexos que se sientes desmoralizados y socialmente impotentes" (Chomsky, N)
Es por ello que bajo la influencia de la globalización y otras ideologías, el rol del ciudadano ha ido cambiando al tomar conciencia del poder que ostenta, pues no se trata sólo de creerse ciudadano para recibir beneficios sino también para exigir resultados. No obstante, el desencanto con la labor realizada por la clase política incide en la falta de civismo al ausentarse de las urnas dejando que sean unos pocos los que decidan, convirtiéndose en "una ciudadanía despolitizada caracterizada por la apatía y el cinismo" tal como lo cita Chomsky al advertir las secuelas del neoliberalismo." (Chomsky, N)
Esta actitud del ciudadano no ayuda a cambiar su actual situación pues la abstinencia golpea más a las clases pobres y trabajadoras dejando que sean la minoría que ostenta el poder económica quién elija el gobierno que más le convenga. Es debido a esta situación que el papel del ciudadano debe estar libre de informaciones manipuladas por los medios de comunicación, que lo que buscan en incidir en la conciencia colectiva y lograr dominar las voluntades de los votantes emitiendo solo las informaciones que les resulten de provechos a sus intereses. Para esto vale la pena citar a Chomsky en Gamboa cuando menciona que "… los ciudadanos de las sociedades democráticas deberían emprender un curso de autodefensa intelectual para protegerse de la manipulación y el control, y para establecer las bases de una democracia más significativa" (Gamboa)
Sin hacer diferencia, las ideologías analizadas, inevitablemente han desplegado maquinaria propagandística para inducir al ciudadano a la aceptación de la que anuncian como la opción inevitable o la que traerá mayor número de beneficios a la mayoría de la población, y de forma tal que ya Chomsky en la década de 1970 inició una investigación en cuanto al servicio de los medios de comunicación hacia los intereses de las élites y la manera en que incidían en la capacidad de los ciudadanos para vivir y decidir democráticamente.
En gran medida, estos fenómenos ideológicos más bien han creado en el ciudadano la búsqueda de una tercera opción, castigando y premiando mediante el voto, convirtiéndose "en un voto protesta contra el sistema político" (Gamboa). Con esta herramienta en las manos, el ciudadano muchas veces ha perpetuado un sistema político lesivo, que no cobija sus intereses, porque se ha dejado adoctrinar por los medios de comunicación cuando le venden la información parcializada. Pero por otra parte, ha surgido un empoderamiento de la población que ha exigido a los Estados satisfacer sus demandas, por lo que el ciudadano se sale del esquema que se supone debía cumplir y obliga a los gobernantes a "replegarse antes las exigencias de la ciudadanía" (Gamboa). Tanto así, que nuestras sociedades están a tiempo de encausar sus rumbos, pues sigue afirmando Gamboa que "este proceso globalizador… todavía está en manos de la ciudadanía" y que de ésta se exige una labor creativa y combativa con la que a veces se ha permitido realizar los ideales de libertad y justicia.
El ciudadano se ha convertido en pieza fundamental al requerirse de él mayor participación para definir su grado de compromiso, pues o se convierte en una masa que deja hacer y deja pasar o actúa con responsabilidad al ejercitar sus deberes y defender sus derechos dentro de un marco pacífico, usando la razón y la capacidad de análisis como instrumentos básicos (Gamboa).
Autor:
Esteban Herrera